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UNIDAD IX

CULPABILIDAD E IMPUTACIÓN PERSONAL. CARENCIA DE


CULPABILIDAD
Imputación personal y culpabilidad:
Para exigir la posibilidad de imputación del injusto a su autor. Pero ya hace tiempo que se van
alzando voces en contra de la conveniencia de este término, la expresión imputación personal
tiene la ventaja de que deja más claro que en esta segunda parte de la teoría del delito se trata
sólo de atribuir (imputar) el desvalor del hecho penalmente antijurídico a su autor: no se castiga
una «culpabilidad» del sujeto, sino que sólo se exige que el hecho penalmente antijurídico, lo
único que el Derecho desea prevenir (si puede), sea imputable penalmente a su autor.

Evolución dogmática:
Desde que von Liszt iniciara hace un siglo la moderna teoría del delito,
basándola en la distinción fundamental de antijuridicidad y culpabilidad, se han
producido distintas concepciones de la culpabilidad que corresponden a las
diversas fases de evolución de la teoría del delito:
-La concepción psicológica de la culpabilidad. Supuso una concepción psicológica de la
culpabilidad: la culpabilidad como relación psicológica entre el hecho y su autor. A fines del siglo
XIX se plasmó en una construcción
de la teoría del delito que, por una parte, partía de la división del mismo en las
dos partes que se manifiestan separadas ante la percepción de los sentidos: la
parte externa y la parte interna, y, por otra parte, atendía como elemento definidor
fundamental a la idea de la causalidad. La parte externa del hecho se identificó
con el objeto de la antijuridicidad, mientras que la parte interna se atribuyó
a la culpabilidad. En esta concepción el dolo y la culpa no sólo pertenecen a la culpabilidad;
son las dos clases o especies de culpabilidad, que constituye el género.
-La concepción normativa de la culpabilidad. Las críticas efectuadas condujeron a la sustitución
de la concepción psicológica de la culpabilidad por su concepción normativa. Gracias a las
aportaciones de Frank, Goldschmidt y Freudenthal, formuladas desde principios del siglo XX, la
culpabilidad pasa a entenderse como un juicio de valor como un juicio de reproche por la
realización del hecho antijurídico cuando era exigible obrar conforme al Derecho. Esto significa
que el dolo y la culpa dejan de verse como «la» culpabilidad (como sus especies), para pasar a
constituir elementos necesarios pero no suficientes de la culpabilidad.
-La concepción «puramente normativa» del finalismo. Como consecuencia de trasladar la
finalidad al centro del injusto, el finalismo de Welzel sustrajo el dolo, así como la infracción del
deber objetivo del cuidado base de la imprudencia, de su tradicional sede de la culpabilidad. Todo
el hecho, concebido como unidad definida por lo subjetivo, y no sólo su parte objetiva, se
constituye en contenido del injusto. La culpabilidad deja de continuar cobijando la parte subjetiva
del hecho. De este modo se consigue abandonar por
completo el contenido psicológico de la culpabilidad y convertir la concepción
normativa del causalismo en una concepción «puramente normativa».

Antijuridicidad e imputación personal:


Pese a las diferentes concepciones que se han sustentado y se siguen sustentando sobre las
condiciones de la imputación personal, existe consenso en entender que, además de la
antijuridicidad como juicio despersonalizado de desaprobación sobre el hecho, el delito requiere la
posibilidad de imputación de ese hecho desvalorado a su autor. La teoría del delito se apoya
sobre estos dos pilares básicos: a) un hecho prohibido (antijuridicidad) y b) su atribuibilidad a su
autor (lo que acostumbra a denominarse culpabilidad).

La infracción personal de una norma de determinación:


Para que el hecho penalmente antijurídico pueda ser imputado personalmente a su autor, es
preciso que pueda afirmarse que el hecho constituye, además, la infracción personal de una
norma primaria que dirija concretamente al sujeto su imperativo (norma de determinación). Esto
quiere la capacidad personal de evitar el hecho, que normalmente se dará, pero que
excepcionalmente puede faltar en algunas personas. Cuando falte esta capacidad, el desvalor
objetivo del hecho antijurídico no irá seguido de su desvalor personal. Por otra parte, la afirmación
de la infracción de una norma imperativa no sólo requiere la completa imputación personal del
hecho antijurídico, sino también la imputación de su carácter antijurídico. Para que esta última sea
posible, es necesario que el sujeto pueda conocer la antijuridicidad del hecho. Solo tiene sentido
prohibir el hecho antijurídico a quien puede conocer su antijuridicidad.

Responsabilidad del sujeto de imputación:


La infracción personal de una norma primaria de determinación permite
imputar la antijuridicidad penal a su autor, pero ello no basta para considerar
adecuada la imposición al mismo de una pena. Ésta no recae directamente sobre
el hecho, sino sobre su autor, de modo que para que resulte legítima no basta un
hecho penalmente antijurídico y concretamente antinormativo, sino que es preciso
que su autor aparezca como un sujeto idóneo para responder penalmente. Las causas de
inimputabilidad, generalmente no llegan a excluir toda posibilidad de ser motivado por la norma,
sino que acostumbran a excluir dicha normalidad.

Fundamento material de la imputación personal:


El principio según el cual la pena presupone la imputación personal del injusto (principio de
culpabilidad, según la terminología tradicional), puede fundarse por distintos caminos.
-La doctrina de la libertad de voluntad. El planteamiento tradicional se ha basado en la idea de
libertad de voluntad, y ha considerado como presupuesto fundamental de la responsabilidad el
poder actuar de otro modo. Según esto, las causas que excluyen la culpabilidad deberían
encontrar como fundamento la ausencia en el autor de dicha posibilidad de actuar de otra forma.
Dos obstáculos principales se oponen a esta concepción de culpabilidad.
-La necesidad de la pena. Se alega que el castigo de los inimputables no es necesario frente a la
colectividad (prevención general) porque ésta no lo exige ni se escandaliza por la impunidad de
aquéllos, la cual no se opone, por tanto, a la eficacia de la prohibición general. Por otra parte,
frente al inimputable, la pena tampoco sería necesaria por razones de prevención especial, ya que,
de concurrir peligrosidad en el sujeto, cabe acudir
a medidas de seguridad más apropiadas que la pena (así el tratamiento psiquiátrico
para los enajenados o medidas educativas para el menor).

La posibilidad de motivación normativa como condición de la infracción de una norma de


determinación:
La imposibilidad absoluta de motivación normativa impide la propia infracción de una norma
personalmente dirigida al sujeto: no tiene sentido tratar de evitar, mediante una norma
prohibitiva, cuya función es la motivación de una persona como medio de prevención respetuoso
del individuo, lo que dicha persona no puede evitar de ningún modo. La imposibilidad de ser
motivado por la norma puede afectar a todo ser humano (impidiendo toda infracción, como la
falta de comportamiento humano voluntario, o impidiendo una infracción dolosa) o al hombre
medio (como la falta de un riesgo advertible por el mismo ex ante), o concurrir sólo en el sujeto
(como la incapacidad personal de evitar un error objetivamente vencible). Los dos primeros
grupos de condiciones de notabilidad son al mismo tiempo condiciones de la antijuridicidad (en
cuanto impiden ya desvalorar intersubjetivamente el hecho) y condiciones intersubjetivas de la
norma de determinación. El tercero no condiciona la antijuridicidad, pero sí su concreta
prohibición al sujeto (primer requisito de la imputación personal).

La anormalidad motivacional como fundamento de la exclusión de la responsabilidad penal:


Cuando no falta toda posibilidad de ser motivado por la norma, sino sólo la posibilidad de un
acceso normal a la misma, tiene sentido dirigir el mensaje normativo al sujeto, que podrá infringir
la norma de determinación, pero no será legítimo considerarle penalmente responsable (segunda
y última condición de la imputación personal). Al inimputable no le falta necesariamente toda
posibilidad de entrar en contacto intelectual con la norma, sino que, en cuanto aquél actúa
conscientemente, esta puede incidir en su proceso de motivación; lo que sucede es que, al
hacerlo, la norma no puede desplegar entonces la intensidad motivadora que normalmente posee

La ausencia de culpabilidad. Orígenes. Evolución. Supuestos.

El error de prohibición y ausencia de culpabilidad:


Reina acuerdo en la doctrina actual en requerir para la presencia de delito que el sujeto sepa o
pueda saber que su hecho se halla prohibido por la ley. No basta que quien actúa típicamente
conozca la situación típica, sino que hace falta, además, saber o poder saber que su actuación se
halla prohibida. Dicho error será vencible o invencible según que haya podido o no evitarse con
mayor cuidado. También se admite pacíficamente que el error invencible ha de determinar la
impunidad, mientras que el error vencible debe conducir —al menos en principio—a una pena
inferior.
-Vencible. Tomando algún recaudo el autor hubiera evitado la conducta. Hay disminución del
reproche.
-Invencible. Sin tomando recaudos (precauciones, haber sido cauto, prudente) hubiera cometido.
Hay ausencia de culpabilidad.

Inimputabilidad penal:
La imputabilidad requiere normalidad psíquica, ausencia de perturbaciones mentales,
permanentes o pasajeras, y además la madurez o suficiente desarrollo mental, emocional y
educativo del sujeto. Por tanto, las situaciones de inimputabilidad eliminan la posibilidad de
reproche individual y con ello de culpabilidad.
La plena imputabilidad puede faltar tanto si hay exclusión como si solo hay atenuación de la
imputabilidad. Las situaciones de inimputabilidad anulan las facultades psíquicas humanas o, sin
llegar a ello, producen una perturbación profundísima de las mismas, las dejan en una total
anormalidad, lo que permite considerarlas prácticamente anuladas, suprimen en el sujeto la
accesibilidad normativa y la posibilidad de motivarse o determinarse conforme a la norma; con
ello eliminan la posibilidad de reproche individual y por tanto de culpabilidad.
No obstante, excepcionalmente puede haber culpabilidad en alguno de estos supuestos en virtud
de la actio libera in causa si el sujeto ha provocado dolosa o imprudentemente antes en estado de
responsabilidad su posterior inimputabilidad o semiimputabilidad por trastorno mental,
incluyendo el debido alcohol y a las drogas.
Anomalía o alteración psíquica no transitoria.

Fórmulas biológicas, psicológicas y mixtas:


-Las fórmulas biológicas o psiquiátricas se limitan a requerir una enfermedad o anormalidad
mental del sujeto.
-Las fórmulas psicológicas se refieren sólo al efecto de inimputabilidad en el momento del hecho,
sin exigir una anomalía psíquica del sujeto.
-Las fórmulas mixtas biológico-psicológicas requieren ambas cosas: una base «biológica»
constituida por la anormalidad del sujeto y el concreto efecto de inimputabilidad en el hecho.

Presupuesto psiquiátrico:
-La psicosis, supone una gravísima alteración o transformación morbosa y permanente de las
facultades psíquicas alterando incluso en muchos casos la conciencia de la realidad y son
admitidas por la jurisprudencia sin problema cono posible causa de inimputabilidad so tienen el
efecto de total perturbación de las facultades intelectivas o de control volitivo.
-Las neurosis son provocadas puramente psíquica o funcional, y consisten en alteraciones
funciones psíquicas o reacciones psíquicas anormales ante situaciones o incluso motivos psíquicos,
entre las cuales se incluyen la histeria, neurastenia, angustia, depresión, entre otras.
-Las psicopatías, modernamente denominadas también sociopatías por considera que se deben a
través problemas de socialización del sujeto desde la infancia más temprana o incluso congénitas,
suponen graves alteraciones de la personalidad o del carácter del sujeto con total desadaptación
social y en muchos casos con ausencia de valores morales. Conllevan enorme peligrosidad y
dañosidad, pero no anulación ni afectación de las capacidades intelectivas y de las volitivas: el
psicópata conoce y capta perfectamente la realidad y también la ilicitud de sus actos, solo que no
encuentra razones o frenos morales para abstenerse, e incluso generalmente no es que no pueda
controlarse, sino que no quiere.

Efecto de la inimputabilidad:
-Las psicosis pueden producir este efecto en cualquiera de sus manifestaciones, siempre que su
intensidad sea plena. Es el caso más evidente de alteración mental grave.
-En casos de neurosis obsesivas e impulsivas que determinan en el agente un impulso u obsesión
irresistibles, cabe también la eximente incompleta.
-Las psicopatías plantean las mayores dificultades en cuanto a su valoración jurídica. rechaza para
ellas la exención plena de responsabilidad penal, pero admite a veces la eximente incompleta. Las
dificultades de admitir la eficacia de las psicopatías se derivan de que éstas inciden
específicamente en la afectividad, no en la lucidez mental.

Medidas de seguridad aplicables.

Inimputabilidad penal por trastorno mental transitorio:


El origen del trastorno mental transitorio u ocasional puede ser endógeno, o sea, por una cauda
interna del propio sujeto (cierta base patológica pero sin llegar a la anomalía o enfermedad
permanente, estados crepusculares de semivigilia antes y después del sueño profundo; o exógeno,
motivado por causas factores externos que inciden en ese momento sobre el estado psíquico del
sujeto, por ejemplo una intoxicación por ingestión de sustancias tóxicas, fármacos, bebidas,
alimentos, etc.
Elementos diferenciales en relación a los trastornos de pronóstico permanente:
El trastorno mental transitorio se concibió en su origen como una perturbación del psiquismo
fundamentalmente diferenciada de la enajenación por tener carácter transitorio y deberse a una
causa exógena.
Importa detenernos en esta segunda característica, que ha sido vivamente discutida. Se entiende
por «causa exógena» la que no consiste en enfermedad o característica interna propia del sujeto,
a diferencia de las causas endógenas, sino de algún motivo circunstancial. Así, mientras que la
enfermedad mental o la oligofrenia encontrarían una causa endógena, vinculada al sujeto, el
trastorno mental transitorio se hallaría motivado por factores externos al sujeto, como puede ser
una situación vital de especial dificultad.

La no provocación del delito:


Se precisa que no basta, para excluir la exención, que se haya provocado el trastorno para
cometer cualquier delito, sino que se haya provocado para cometer el hecho concretamente
realizado. Una interpretación teleológica impide admitir que quede exento de pena quien
provoque el trastorno para cometer una «falta», por lo que habrá que entender el término
«delito» en un sentido amplio.
Por otra parte, ahora se satisfacen las exigencias de la doctrina de la actio libera in causa al incluir
en la excepción no sólo los casos de provocación intencional, sino también los de provocación
imprudente. Pero cuando la provocación sea sólo imprudente la exclusión de la exención no ha de
dejar en pie la pena del delito doloso que acabe por cometerse, sino sólo la responsabilidad por el
delito imprudente que en su caso la ley castigue expresamente.

Intoxicaciones por alcohol o estupefacientes. Síndromes de abstinencia:


Se admiten como causados de supuestos que provocan la inimputabilidad en el momento
concreto del hecho.
-El de intoxicación plena por haber ingerido alcohol o drogas (producen alteraciones o efectos
nocivos psíquicos o físicos y adicción o permanencia), estupefacientes o psicotrópicos (con efectos
narcóticos, abotargantes fe los sentidos o al contrario estimulantes o alucinógenos).
-La alteración de las facultades psíquicas se deba a la situación de extrema ansiedad y malestar,
insoportable psico-físicamente para el sujeto, por no poder tomar las sustancias de las que es
dependiente como alcohólico o toxicómano, que se conoce como síndrome de abstinencia del
dependiente; del mismo puede provocar la comisión dolosa o imprudente de delitos por la grave
alteración de las facultades mentales y su pérdida de control, pero también y muy especialmente
la comisión con dolo directo de robos a veces violentos, hurtos o defraudaciones, o delitos
conexos como falsedades para conseguir fondos suficientes para adquirir droga.

Medidas de seguridad previsibles.

Imputación en niños y jóvenes:


La menor edad penal se configura como eximente de responsabilidad penal o al menos de
responsabilidad penal normal por debajo de una determinada edad, que oscila según los distintos
ordenamientos, aunque suele ir unida a la imposición de medidas de seguridad correctoras y
educativas, o de sanciones especiales al menos para menores que hayan cumplido ya ciertos años.
Tradicionalmente se ha solido considerar que esta exención se basa en la inimputabilidad al
menor, por absoluta madurez y falta de desarrollo de las mismas.

Alteración de la percepción como eximente.


No exigibilidad y causas de exculpación:
O de disculpa, suponen que, pese a poseer imputabilidad el sujeto y por ello normalidad psíquica
que en principio le permite el acceso a la norma, existe una importante dificultad situacional para
el sujeto en el momento del hecho que de otro modo excluye o al menos perturba muy
gravemente la capacidad individual de determinación o motivación normal por la norma y además
en una situación de dificultad que no se valora negativamente, de tal modo que el hecho en las
condiciones de ese sujeto resulta comprensible o entendible aunque no correcto, y por ello puede
apreciarse inexigibilidad penal individual o subjetiva y puede ser penalmente reprochable, disculpa
me al individuo en cuestión.

Miedo insuperable y su fundamentación_


La presente eximente no debe entenderse como causa de inimputabilidad, el miedo no tiene por
qué llegar a consistir en una situación subjetiva cuya vivencia prive al sujeto de su lucidez o fuerza
de voluntad, al modo de una especie de trastorno mental transitorio.23 Miedo no ha de
entenderse como «terror». Basta que concurra un temor insuperable.
Lo decisivo será, pues, el carácter insuperable o no de dicho temor. Será insuperable en sentido
estricto, cuando no pueda superarse su presión motivadora ni dejarse, por tanto, de realizar bajo
su efecto la conducta antijurídica. Pero, si no se admite el libre albedrío ni el «poder actuar de otro
modo» como fundamento de la responsabilidad penal, habrá que buscar algún otro criterio que
permita evitar la pregunta de si el sujeto podía o no podía superar el miedo y, por tanto, si podía
actuar de otro modo

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