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Socio-Institucionales
Tramo I
“Instituciones”
UNIDAD
I
1
El presente trabajo es una I ¿Por qué triunfó la escuela? 1
reescritura del artículo “La
o la modernidad dijo:“Esto es educación”,
escuela en el paisaje moder-
no. Consideraciones sobre el y la escuela respondió:“Yo me ocupo”
proceso de escolarización”
presentado en el Seminario
“Historia de la Educación en Pablo Pineau
Debate” y organizado por el
equipo de Historia Social de
la Educación del Departa- Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no
mento de Educación de la
Universidad Nacional de hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad
Luján entre el 11 y el 13 de del Alcorán bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe.
noviembre de 1993, y publi-
cado en Héctor Rubén Cucuz- J. L. BORGES,“Discusión”
za (comp.): Historia de la edu-
cación en debate, Buenos
Aires, Miño y Dávila, 1996. A Un profundo cambio pedagógico y social acompañó el pasaje del
su vez, recoge algunas hipó- siglo XIX al XX: la expansión de la escuela como forma educativa hegemó-
tesis desarrolladas en “Premi-
sas básicas de la escolariza- nica en todo el globo. En ese entonces la mayoría de las naciones del
ción como empresa moderna mundo legisló su educación básica y la volvió obligatoria, lo que dio como
constructora de modernidad”,
Revista de Estudios del Currícu- resultado una notable explosión matricular. La condición de no escolariza-
lum (versión española del do dejó de ser un atributo bastante común entre la población, al punto de
Journal of Curriculum Studies).
n° 4, Madrid, Pomares-Corre- que muchas veces ni siquiera se lo consignaba, para convertirse en una
dor, 1999. estigma degradante. La modernidad occidental avanzaba, y a su paso iba
dejando escuelas. De París a Timbuctú, de Filadelfia a Buenos Aires, la
escuela se convirtió en un innegable símbolo de los tiempos, en una metá-
fora del progreso, en una de las mayores construcciones de la modernidad.
A partir de entonces, todos los hechos sociales fueron explicados como
sus triunfos o fracasos: los desarrollos nacionales, las guerras —su declara-
ción, triunfo o derrota—, la aceptación de determinados sistemas o prácti-
cas políticas se debían fundamentalmente a los efectos en la edad adulta
de lo que la escuela había hecho con esas mismas poblaciones cuando le
habían sido encomendadas durante su infancia y juventud.
Una buena cantidad de análisis se han preocupado por explicar este
fenómeno, desde aquellos que consideran la escuela como un resultado
lógico del desarrollo educativo evolutivo y lineal de la humanidad, hasta
2
La extensión de este trabajo
los que han buscado problematizar la cuestión.2 ¡Si bien consideramos
no nos permite referirnos par-
ticularmente a ellos. Remiti- que muchos de estos últimos tienen un alto poder explicativo, ninguno de
mos al lector a la bibliografía
ellos logra dar cuenta abarcadora del motivo del triunfo. La escuela es un
presentada al final de este
escrito. epifenómeno de la escritura —como plantean algunas lecturas derivadas
Y compárese ese párrafo con el que abre el trabajo de Jones (1994: 57):
No es poca cosa lograr que una joven se pare frente a una galería
de 55 niños mal nutridos y los conduzca a través de una serie de
ejercicios mecánicos. [...] ¿Con qué estrategias e imágenes, a veces
distorsionadas y contradictorias, se reguló la figura del maestro
de escuela?
Nótese cómo, cien años más tarde, se vuelven a hacer, con fines de
análisis, las mismas preguntas que enfrentaron los constructores de los sis-
temas. Esto no hace más que volver a demostrarnos que su condición de
“naturalidad” es también una construcción históricamente determinada
que debe ser desarmada y desarticulada.
A partir de estas críticas, queremos ensayar en este trabajo otros abor-
dajes que permitan comprender ese “plus” de significación que encierra el
triunfo de la escuela y que escapa a la enumeración de sus finalidades.
Nótese las operaciones que el autor realiza aquí. En primer lugar, des-
pega la educación de cualquier definición trascendental, y la limita a la
esfera de lo social: la moral es la moral social, volviendo a coser, en clave
moderna, las distintas esferas. De fenómeno esencialmente humano en
Kant, la educación se vuelve un fenómeno esencialmente social en Dur-
kheim.
Por otra parte, determina muy fuertemente el “lugar” del educador (las 12
Reflexiones similares pue-
generaciones adultas) y del educando (quien no está todavía maduro para den hacerse sobre otros gru-
pos “educables”. Véase, para
la vida social). Estos lugares son prioritariamente tomados por los adultos sumar otros casos, las consi-
y los infantes respectivamente. Continuando los planteos de Kant, la edu- deraciones sobre las similitu-
des en los planteos históricos
cación es un proceso de “completud” del infante como sujeto inacabado, al de los niños respecto a las
que Durkheim sumó su comprensión como sujeto social.12 Más adelante mujeres, los esclavos, el prole-
tariado, los negros y los pue-
sostiene dicho autor: blos colonizados, en Snyders
(1982).
3. A modo de cierre,
o repensando la travesía
A fines del siglo XX vivimos una crisis —según algunos, terminal— de
la forma educativa escolar. Probablemente, arribar a una solución no será
fácil. Nuestro aporte en este trabajo ha sido pensar la escuela no como un
fenómeno natural y evolutivo, sino histórico y contradictorio, como una de
las tantas, y no la única, opción posible. Sin duda, en el contexto actual
tiene sentido continuar con algunas de estas viejas prácticas y conceptua-
lizaciones, pero no porque las entendemos como las únicas posibles —lec-
tura derivada de la naturalización de la escuela—, sino porque las segui-
mos considerando las más eficaces para lograr los fines propuestos. O, en
otras palabras, seguimos optando por el camello porque hasta ahora es el
mejor animal, y no el único, que nos permite atravesar el desierto.
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(1870-1930), Buenos Aires, Miño y Dávila.
Resumen: Abstract:
Este artículo contribuye a la compren- This article contributes to the compre-
sión del conocimiento existente sobre hension of existing knowledge on the
el funcionamiento del sistema educativo functioning of the educational system
que ha caracterizado a la Modernidad. that has characterized modern society.
Nos apoyamos en el libro “Vigilar y Casti- We rely on the book “Discipline and Pun-
gar” de Michel Foucault (1975) y de otros ish” by Michel Foucault (1975) and works
autores relevantes, anteriores y posterio- of other relevant authors, previous and
res, sobre la misma cuestión. later, dealing with the same subject.
La disciplina, el castigo, la docilidad, el Discipline, punishment, obedience, con-
control del tiempo, el examen, el diseño trol of time, examination, and the design
del espacio como ejercicio invisible del of the space as an invisible exercise of
poder, son algunos de los conceptos cla- power are some of the key concepts that
ves que analizamos. Las conclusiones we analyze. The conclusions confirm that
confirman que el acceso masivo a la edu- massive access to education projected
cación proyectó individuos homogéneos, the production of homogeneous individu-
ni autónomos ni imaginativos. Lejos de als, neither autonomous nor imaginative.
los retos actuales de lograr una educa- This is far from the current challenges of
ción para la diversidad y la creatividad. achieving an education that promotes di-
versity and creativity.
Palabras clave: Michel Foucault, disci-
plina, escuela, control, sistema educati- Keywords: Michel Foucault, discipline,
vo, poder invisible, examen school, control, educational system, in-
visible power, examination
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Recibido: 7/10/2013 Aceptado: 18/12/2013 • Anduli • Nº 12 - 2013 • 153-167 • ISSN 16960270
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 12 - 2013
1.Introducción
Los conceptos innovadores aportados por Foucault en su análisis constituyen el hilo
conductor de esta contribución. En una primera parte se analizan conceptos clave
del sistema educativo como son el castigo, la docilidad y el control del tiempo. En una
segunda parte se aborda la disciplina en tanto que estrategia para construir personas
modernas a la par que homogéneas. En tercer lugar se analiza la función del exa-
men. Y para terminar analizamos los elementos espaciales, del diseño de los lugares
o centros educativos en tanto que ejercicio del poder invisible.
Profundizar en Foucault es una aportación al debate que sobre las mejoras del sis-
tema educativo de los países occidentales nos lleva ocupando desde la crisis de los
años ochenta, permitiéndonos visualizar las resistencias a reconfigurar ese mundo
de relaciones entre profesores y alumnos en el que los primeros han ostentado el
poder invisible durante largo tiempo.
Muchos son los libros recomendados en las distintas asignaturas que configuran un
plan de estudios de cualquier carrera. Los programas están llenos de “bibliografía
complementaria”. Entre ese rubro interminable de “clásicos de referencia”, la obra
de Michel Foucault, “Vigilar y castigar” (publicada originalmente en 1975), ocupa un
lugar preeminente entre los profesionales del ámbito educativo.
Nuestro propósito aquí es “desmenuzar” los distintos puntos de interés que tiene,
para los profesionales de la escuela, un libro que, en principio, aborda el funciona-
miento de las instituciones penales (de ahí el subtítulo: “nacimiento de la prisión”).
Recorremos la senda de Foucault, conectando sus reflexiones con las aportaciones
de otros autores, anteriores y posteriores a su obra. Un diálogo que permite aterrizar
sobre la configuración de un mundo de realidad cotidiana: la Modernidad.
Así, analizamos el modo en que, a lo largo del texto de Foucault, se detallan ejemplos
de procedimientos para dominar y manipular, así como las técnicas empleadas. Unas
veces más o menos visibles, otras veces bajo la apariencia de bien común, pero
todas buscando la instauración de la disciplina sin que parezca algo impuesto o que
viene de fuera, sino como algo natural y necesario. Este proceso de “normalización”
del poder será uno de los pilares sobre los que descansará el orden social moderno.
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4 Para una defensa de esa sociedad macdonalizada, puede consultarse la obra de Heath y Potter
(2004/2005), donde se cuestiona la paradoja en la que, según estos autores, incurre Ritzer al
defender la igualdad y arengar a las masas lobotomizadas a una rebeldía en aras del comporta-
miento supuestamente aleatorio e impredecible.
5 Todo ello sin necesidad de hacer alusión al ejercicio meramente “físico”, también presente desde
sus orígenes en los sistemas educativos. Como refleja Viñao (2002) cuando comenta el modelo
organizativo ideado por los Hermanos de la Vida Común, a los que también alude Foucault sobre
este mismo tema.
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6 Véase el estudio clásico de Beato y Villarino (1953/2004), y las críticas posteriormente recibidas
por ambos médicos, para un necesario cuestionamiento de este tema.
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De manera que el fin de penalizar es que todos los individuos se asemejen, tiendan
a parecerse, a actuar igual (se hagan previsibles, estimables en sus reacciones y
respuestas), a homogeneizarse (a poder intercambiarse, pues, llegado el caso –la
estandarización, la homogeneidad, el desvanecimiento de las diferencias entre indi-
viduos… Cuestión temida por Ritzer (1993/1996) y que celebran en cambio autores
como Heath y Potter (2004/2005) como un triunfo de los ideales igualitarios que ha-
brían acompañado al ser humano a lo largo de la Historia…).
Esta penalidad jerarquizante posee un doble efecto: de un lado la distribución de los
individuos en tiempos y espacios, pero también en escalas y clasificaciones. Y de
otro lado tiene el efecto de que ejerce sobre ellos una presión constante. Porque si el
1 y el 0, el todo y la nada, se juntan en un modelo académico al que hay que tender,
la presión es inevitable, en términos de desviación moral y estadística. Es decir, el
procedimiento permite la comparación, jerarquización, homogeneización, exclusión.
Una normalización aparejada a la desviación, la otra cara de la moneda (véase
Matza, 1969/1981 y su maestro Howard Becker,1953).
“lo normal se establece como principio de coerción en la enseñanza con la instaura-
ción de una educación estandarizada y el establecimiento de las escuelas normales7”
(Foucault, 1992:189)
En consecuencia, a partir de la vigilancia, con el uso de la técnica de jerarquía, y la
normalización, con el uso de la técnica de sanción, pasamos a continuación a hablar
del examen. Entendido como una observación que opera prolongando una justicia
que se pretende objetiva. El examen también nos propicia analizar la relación exis-
tente, en éste, entre el poder y el saber llegando a convertirse en un instrumento que
visibiliza, califica, clasifica, castiga, compara, mide, sanciona.
4. El examen
La función del examen para Foucault “establece sobre los individuos una visibilidad
a través de la cual se los diferencia y se los sanciona. A esto se debe que, en todos
los dispositivos de disciplina, el examen se halle altamente ritualizado. En él vienen a
unirse la ceremonia del poder y la forma de la experiencia, el despliegue de la fuerza
y el establecimiento de la verdad (…) la superposición de las relaciones de poder y
de las relaciones de saber adquiere en el examen toda su notoriedad visible” (Fou-
cault, 1992:185).
En el ámbito escolar irrumpe la figura del examen. Acompaña a los individuos tam-
bién fuera de las puertas de la escuela, pero tiene en aquélla su campo semántico
específico y “natural”. “…la escuela pasa a ser una especie de aparato de examen
ininterrumpido que acompaña en toda su longitud la operación de enseñanza (…)
una comparación perpetua de cada cual con todos, que permite a la vez medir y san-
cionar (…)” (Foucault, 1992:185). Porque el examen en la Modernidad, además de
sancionar un aprendizaje, es uno de sus factores permanentes, subyacentes, según
un ritual de poder constantemente prorrogado.
Ahora bien, “el examen permite al maestro establecer sobre sus discípulos todo un
campo de conocimientos (…). El examen en la escuela, crea un verdadero y cons-
tante intercambio de saberes. Garantiza el paso de los conocimientos del maestro al
7 La denominación que reciben las escuelas de profesorado, escuelas “Normales” no es trivial sino
explícita de su finalidad normalizadora.
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discípulo, pero toma del discípulo un saber reservado y destinado al maestro. La es-
cuela pasa a ser el lugar de elaboración de la pedagogía” (Foucault, 1992:185-191).
4.1. De individuos a casos documentados
Foucault destaca que el examen hace visible el ejercicio de poder por virtud del
cual el alumno es objeto de la observación de un poder de manera indirecta. Este
mismo individuo (súbdito sometido, alumno dócil y aplicado, buen ciudadano), a su
vez, y por medio del examen, entra en un campo documental que va a proporcio-
nar tanto el análisis y la descripción del alumno como la inserción de un sistema de
comparación.
Weber (1913/1999), en su análisis de los literatos chinos, ya señalaba la función de
reconocimiento, de identificación diferencial, del examen y las prácticas a él aso-
ciadas. Esta perspectiva entronca con la necesidad del tiempo “ocioso” en Veblen
(1899/2004), o con el análisis de Bourdieu (1979/1991) sobre la “distinción” y sus
formas de manifestarse, de hacerse visible, de encarnarse en capitales de diverso
tipo, como el propio lenguaje (Bernstein, 1971/1989).
Gracias a estos procedimientos vinculados al examen (análisis, descripción, compa-
ración) va a ser posible hacer del individuo un “caso” y por tanto se conceden así al
poder mayores licencias, al hacer de la persona un individuo, y del individuo un caso,
un ser descriptible, sobre el que habrá mayor facilidad (probabilidad) de ejercer una
mayor dominación, un mayor control, llevándonos esto a las tan mencionadas prác-
ticas de clasificación, distribución…
“Es el individuo tal como se le puede describir, juzgar, medir, comparar a otros y esto
en su individualidad misma; y es también el individuo cuya conducta hay que encau-
zar o corregir, a quien hay que clasificar, normalizar, excluir, etcétera (…) El examen
como fijación a la vez ritual y “científica” de las diferencias individuales, como ads-
cripción de cada cual al rótulo de su propia singularidad (…) Indica la aparición de
una modalidad nueva de poder en la que cada cual recibe como estatuto su propia in-
dividualidad, y en la que es estatutariamente vinculado a los rasgos, las medidas, los
desvíos, las “notas” que lo caracterizan y hacen de él, de todos modos, un “caso” (…)
Nos referimos al individuo entendido como un átomo ficticio de una representación
“ideológica” de la sociedad; pero también una realidad fabricada por esa tecnología
específica de poder que se llama “disciplina”” (Foucault, 1992:196-198 –nótese aquí
la distinción terminológica, que no es menor, existente entre “sujeto” e “individuo”, tan
explotada por Jesús Ibáñez y su escuela sociológica).
La noción de “caso” es también habitual en la medicina moderna, que en el libro de
Foucault aparece vinculada a la propia Modernidad, del mismo modo que lo está la
pedagogía tradicional, en la que abundan los exámenes, los diagnósticos, la búsque-
da de soluciones…
“Finalmente, el examen (…) es el que combinando la vigilancia jerárquica y sanción
normalizadora, garantiza las grandes funciones disciplinarias de distribución y clasi-
ficación, de extracción máxima de las fuerzas y del tiempo, de acumulación genética
continua, de composición óptima de las aptitudes (…) Con él se ritualizan esas disci-
plinas que se pueden caracterizar con una palabra diciendo que son una modalidad
de poder para el que la diferencia individual es pertinente” (Foucault, 1992:197).
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6. Conclusiones
En síntesis, la obra “Vigilar y castigar” de Foucault se refiere al sistema educativo
gestado en la Modernidad y se centra en los mecanismos empleados por el poder
para hacerse natural y de cómo dicho poder se ejerce sobre los individuos en distin-
tos ámbitos (político, religioso, escolar...) configurando un tipo concreto de consumi-
dor, un tipo concreto de trabajador, un tipo concreto de ciudadano, un tipo concreto
de estudiante y de profesional de la enseñanza...
En este trabajo hemos llevado a cabo un análisis pormenorizado de algunos elemen-
tos clave del pensamiento del autor francés, en la medida que nos permitían estudiar
el funcionamiento de la institución escolar propia de la Modernidad y los principios
por los que aquélla se rige.
Especial atención hemos dedicado nuestra atención a las nociones de poder, disci-
plina, distribución espacial, tiempo, sanción, examen, registro, vigilancia, castigo…
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Alumnos “prolijos, callados y aseados”.
O las formas en que el Estado prescribió el
comportamiento infantil en la
configuración de la escuela (1875-1905)
Virginia Ginocchio1
Resumen
Este trabajo se centra en las prescripciones emanadas por el Estado a partir del
análisis de dos fuentes de datos: la normativa educativa y la Revista de Educación.
El estudio sobre la configuración de nuestra escuela moderna se focaliza
entre los años 1875 y 1905 y se circunscribe a la provincia de Buenos Aires.
En relación con la institución escolar, se profundiza el análisis en torno a las
prescripciones de la práctica pedagógica. En particular, se examina la manera
en que el Estado concibió el comportamiento de los niños a escala del aula en
lo relativo a los movimientos del cuerpo infantil, las formas de expresión oral y
escrita y la presentación personal y el aseo configurando los “alumnos prolijos,
callados y aseados”.
El trabajo propone aportar, en última instancia, una detallada descripción
de las prescripciones y las orientaciones generales de la “voz oficial” entendien-
do, precisamente, que su constitución en forma monocorde y unívoca fue un
pilar fundamental en la configuración de una cultura política homogeneizante
y autoritaria que da significativos indicios o elementos de análisis para enten-
der los avatares de la educación y la sociedad argentina entre los confines del
siglo XIX y los albores del XX.
Abstract
This paper is centred on the prescriptions issued by the State as transpires
from the analysis of two data sources: the set of educational rules and regula-
tions and the “Revista de Educación” (Educational Magazine).
1
El presente trabajo forma parte de la Tesis de Maestría “Orden, uniformidad y control:
la prescripción estatal en los orígenes del sistema educativo” realizada en la Universidad
de San Andrés bajo la dirección de la Dra. Inés Dussel. Actualmente, la autora se desem-
peña en el Área de Investigación Educativa del Ministerio Nacional de Educación, Cien-
cia y Tecnología; e-mail: vginocchio@me.gov.ar
91
This study about the configuration of our modern school is focused on the
time between 1875 and 1905 and is circumscribed to the Province of Buenos
Aires.
In relation to the school as an institution, the analysis focuses on the pres-
criptions for pedagogic practice. In particular, what is analysed is the way in
which the State conceived children behaviour at the classroom level in relation
to body movement, oral and written expression and personal appearance and
cleanliness, thereby shaping the “neat, silent and clean students.”
Finally, this paper aims at contributing with a detailed description of the
prescriptions and the general orientation of the “official voice”, as it shows that
it was precisely its monochord and univocal shape that became a milestone in
the shaping of a homogenizing and authoritarian culture which provides rele-
vant analytical elements to understand the upheavals of Argentinean education
and society between the end of the 19th century and the beginning of the 20th.
92
llamado escuela, se le imponen como medio natural de alcanzar el or-
den, como la economía de los esfuerzos destinados a conseguir los altos
fines que la enseñanza primaria se proponen”1.
“La disciplina escolar tiene el fin de conservar, regularizar y establecer
un orden conveniente en todo aquello que es susceptible de modifica-
ción”2. En este sentido, los arreglos generales de la escuela se orientaban
a vigilar el cuerpo infantil “susceptible de modificación” en sus formas
“desagregadas” como la postura corporal, los gestos y los movimientos.
De esta manera, la disciplina se constituía una suerte de anatomía del
detalle, la precisión y la regularidad.
Era necesario contemplar los “Medios para asegurar el orden”: “si en
alguna ocasión no se podrá dar una ocupación a una clase, será despedi-
da o se le dará receso. Los niños de esta clase suelen quedar en sus
asientos después de haber aprendido y recitado sus lecciones. Se siente
perder tiempo si se les deja ir; pero necesario es comprender que se
pierde mucho más tiempo obligándolos a permanecer desocupados. (…)
Por consecuencia de todo esto, el maestro debe hacer muy luego los arre-
glos necesarios para dar completa y regular ocupación a los niños”3.
Los distintos testimonios evidencian que el ocio era percibido como
un elemento negativo que debía ser combatido (Moretta y Rodríguez,
2004). Así fue como a los niños “no se les debe dejar desocupados. Si el
maestro no da que hacer a sus discípulos, ellos le darán que hacer a él; si
les deja ociosos, es casi seguro que caerán en el mal”4.
La disciplina se imponía en la clase gracias a la actividad que era
desarrollada por un sujeto – el docente– como medio para alcanzar un
alto grado de eficiencia y eficacia escolar y, en forma paralela, vigilar el
comportamiento infantil durante su permanencia en las clases: “los ni-
ños harán en perfecto orden todos los ejercicios establecidos para antes
de comenzar las clases. El maestro cuidará de la conveniente colocación
de los niños, de manera que en cada grado los más altos estén atrás.
Cuidar de que los niños tomen los libros y útiles sin producir ruido y en
movimientos uniformes”5.
Para ello, en la escuela se prescribía que los maestros “no sólo no
deben permitir movimientos inútiles, sino que tampoco deben tolerarse
ninguno que no haya sido expresamente ordenado” dado que “la falta de
observación de este principio introduce la mayor confusión en la escue-
la. Basta que uno solo se levante sin permiso para que todos se crean
autorizados a hacer lo mismo, y es evidente que no puede reinar el orden
en estas condiciones”6.
93
Téngase presente que “no solamente con movimientos inútiles puede
perderse tiempo. En las evoluciones más necesarias, cuando no son eje-
cutadas con orden, prontitud y precisión, se emplea también doble tiem-
po del necesario. Además, la falta de orden en los movimientos es una
fuente inagotable de malos hábitos y produce descontento y falta de inte-
rés”. En este sentido, se apelaba al uso de la disciplina escolar para man-
tener el “mayor orden, rapidez y exactitud militar, se sostiene por el
tiempo el interés del maestro y de los alumnos, y unos y otros, se habi-
túan a esa disciplina severa para mantener el orden en las clases”7.
En este “régimen” escolar, con características de una “exactitud mili-
tar”, la clase se organizaba en función de la sugestión manifiesta del maestro
en la mirada, el gesto y el ceño (Carli, 1997) ya que “el mal ejemplo
cunde admirablemente, y un solo niño negligente o perezoso puede muy
bien desorganizar, o cuando menos, desmoralizar toda la clase”8.
La preocupación porque un niño no lograse “desmoralizar toda la
clase” radicaba en que, justamente, la responsabilidad (moral) de la es-
colarización era la de gobernar o conquistar el alma, es decir, “la volun-
tad”, las convicciones internas, los sentimientos y las sensibilidades (Po-
pkewitz, 1998) en el marco de una clase bien organizada. ¿Cómo era
conceptualizada una clase bien organizada? ¿Cómo se lograba?
94
trol sobre las operaciones del cuerpo infantil restando “tiempo y ener-
gía”, consecuentemente, para “atender debidamente la enseñanza”10.
Con la finalidad de que los docentes lograsen “manejar niños”, todos
y cada uno de los movimientos en clase eran minuciosamente estudiados
para economizar tiempo en el ejercicio de un poder disciplinador: “sólo
una prolongada práctica puede hacer adquirir a los maestros el difícil
arte de manejar niños. Pueden, sin embargo, los maestros jóvenes adqui-
rir esa misma aptitud que dan los años ya por el estudio de tratados
especiales, ya por la observación y de un modo experimental, hasta con-
seguir establecer en sus escuelas un sistema de movimiento que economi-
ce tiempo y comunique vigor a la enseñanza, acostumbrando a los niños
a obedecer pronta y exactamente a sus órdenes”11.
En la escuela se aprendía a obedecer y, apelando a un juego de pala-
bras, esto se lograba obedeciendo estrictas normas impuestas por la nor-
mativa escolar (Amuchástegui, 1999). De esta manera, habilidades, des-
trezas, normas y reglas se inscribían como disposiciones duraderas: “en-
tre los movimientos escolares pueden fácilmente notarse dos clases per-
fectamente distintas: primero, los movimientos propiamente dichos, como
son la entrada a la escuela y a las clases, las salidas momentáneas y gene-
rales, las evoluciones intermedias, etc; segundo, el uso de aparatos y
manejo de útiles”12.
Dado que el docente “ocupa su tiempo y gasta su actividad en movi-
miento inútiles o que puedan ser ejecutados por los alumnos”13, se pro-
ponía que centrara “su atención a dos objetos: educar y vigilar”. De esta
manera, la vigilancia operaba como mecanismo para prevenir aquellas
conductas “no deseadas”: “[para] la clasificación de los alumnos con los
diversos grados o secciones de la escuela, conviene tener presente que
deben colocarse siempre los más bajos más próximos al maestro. Con esta
colocación se consigue vigilar mejor a los menores que son siempre los
más turbulentos y además para que todos puedan ver al maestro y éste
dominar todo el salón”14 al mejor estilo de un control panóptico (Foucault,
1976). Así era como “el trabajo del maestro se hace menos pesado”. Esta
mirada “vigilante” del docente tenía por finalidad controlar y corregir el
comportamiento de los alumnos al mismo tiempo que éste era interiori-
zado por ellos.
La disciplina se constituía en “la base de toda escuela bien organiza-
da”15. Se observaba con mucha atención el comportamiento de los niños.
Para ello, era común que se aplicasen penas: “los castigos que se aplican
en las clases es: primero privar a los niños del recreo o bien dejarlos
95
después de terminadas las tareas; generalmente se hace esto cuidando
que el niño esté siempre ocupado y bajo la vigilancia inmediata del maestro;
evidenciando en estos casos que se aplica el estudio como un castigo”16.
Así fue como se pasó de concebir el castigo como recurso pedagógico
a concebirlo como recurso para la formación de conductas. El fin era
inducir, alentar, estimular, promover o facilitar la emergencia de “bue-
nas” conductas en los alumnos vinculadas con el esfuerzo, el trabajo y la
disciplina. El sistema de sanciones y castigos era entendido como un
mecanismo que se ejercía sobre aquellos sujetos que cometían alguna
infracción a las normas, las leyes, las costumbres o las disposiciones vi-
gentes en la escuela (Gvirtz y Palamidessi, 1998).
96
la expulsión de la escuela decretada por el Consejo Escolar a petición del
maestro y previo audiencia de los padres o tutores del menor” (artículo
74). Para ello, se preveía que “el maestro se limitará a suspender la asis-
tencia del alumno a la escuela dando cuenta inmediatamente al Consejo
Escolar de todo lo sucedido para que éste resuelva sobre la expulsión”
(artículo 75).
En el caso de que la pena “no produzca resultado, el maestro pondrá
en conocimiento del padre o tutor la mala conducta del niño”19. Más
aún, en el caso de que el alumno reincidiere, “el maestro se dirigirá a los
padres por escrito solicitándoles el concurso eficaz de su autoridad y
previniéndoles que en caso de no enmendar el niño su conducta, lo
pondrá en conocimiento del Consejo Escolar” (artículo 73) en tanto la
autoridad inmediatamente superior en la jerarquía del sistema educati-
vo. A su vez, “cuando a causa de las faltas y de la incorregible conducta
del alumno, el Consejo Escolar crea llegar al caso de expulsar de todas
las escuelas del distrito le comunicará previamente al Consejo General
para que éste adopte las medidas de corrección que creyere oportunas”
(artículo 77)20.
Entre los “Móviles a los que recurre el gobierno escolar” (1885), se
estipulaba que “el miedo al castigo, el temor a la ofrenda, la emulación
(...) no deben ser reprobados enteramente. Conviene que el maestro ten-
ga el poder de castigar en caso de absoluta necesidad. El niño que sabe
que su maestro tiene este poder, y si la necesidad lo obliga, excusará
impelerle a tal necesidad”21.
Por consiguiente, se observaba el comportamiento de los niños hasta
el más mínimo detalle para imponer el modelo de una “escuela bien
organizada”. De esta manera, la vigilancia continua sobre el comporta-
miento infantil intentaba reemplazar el castigo por la persuasión “cui-
dando que el niño esté siempre ocupado y bajo la vigilancia inmediata
del maestro”22.
Sin embargo, esto suscitaba posiciones enfrentadas como la expresada
por el Inspector General de Escuelas Doctor Nicanor Ibarra: “las causas
ordinarias que son la generalidad, la recompensa o el castigo deben ser
únicamente de carácter moral. La pena extrema concede la expulsión,
sólo debe emplearse como un remedio para las enfermedades incurables
de la patología escolar”23.
Es interesante señalar el empleo de la expresión “patología escolar”.
¿A qué referiría? ¿Acaso la indisciplina era considerada una enfermedad
contagiosa? ¿De qué tipo? ¿Un contagio físico pero también moral?.
97
La presentación personal confor
presentación me a los pr
conforme eceptos de la higiene y el
preceptos
aseo
En un momento histórico caracterizado por acuciantes epidemias como
la de cólera desatada entre 1886 y 1887, las enfermedades eran conside-
radas como “castigos” por una mala conducta (Puiggrós, 1994). La con-
servación de la higiene en el ámbito escolar, y sobre todo en el ámbito
público, se asociaba a: la salud, la limpieza, la dignidad social, la simpa-
tía y la rectitud moral (Sarlo, 1998).
La escuela fue una aliada del Estado para la propagación de las medi-
das de higiene y las prácticas tendientes a su fomento. El alumno debía
“encontrar la limpieza, el orden, la higiene que no tiene en su casa por-
que en ella será únicamente donde el niño deberá aprender la limpie-
za”24 para que, luego, pudiera transmitirla en el seno familiar.
La inculcación de hábitos de higiene en la escuela se lograba en fun-
ción del contenido de las lecturas de libros escolares25. Silvina Gvirtz
(1999) plantea la importancia asignada a la higiene como contenido de
la escuela primaria vinculada con nuevas formas de trabajo industrial y,
principalmente, el estilo de vida urbana de la época.
La enseñanza de contenidos sobre la higiene se destinaba al género
femenino como el “aseo en la persona: vestido y habitación” correspon-
diente a la materia Urbanidad de primer grado de las escuelas comu-
nes26. Se recomendaba su transmisión especialmente a las niñas dado
que “nos precave tantos accidentes, y además fija un régimen sano para el
manejo de la casa”. Por este motivo, sus “principios no debe ignorar la
mujer”27. Encontramos nuevamente este señalamiento: “la misión de la
mujer es el cuidado de la casa y recayendo sobre ella la responsabilidad de
la salud de la familia debe conocerse bien todos los puntos que con la
higiene se relacionan para formar buenos hábitos de aseo con sus hijos”28.
La escuela también contemplaba la vigilancia del aseo en sus prácticas
cotidianas “a fin de que toda enfermedad contagiosa pueda ser oportu-
namente descubierta, en el momento de la revista de limpieza cada maes-
tro examinará atentamente las manos, cuello, orejas y, sobre todo, la ca-
beza y la cara de sus discípulos”29. Esta medida hacía desviar la tarea
cotidiana del docente de lo estrictamente pedagógico en procura de vigi-
lar el estado de “limpieza” de los niños durante el horario escolar com-
prendido “entre las 10 y 10.20 hs: gimnasia, revista de aseo, canto y
entrada a clase”30.
En el caso de que el aseo personal de los niños no cumpliera con las
condiciones para su buena presentación: “manos y cara lavadas, las uñas
98
cortas, bien peinados, limpio el calzado y sin rotines la ropa”, se enco-
mendaba al maestro implementar una medida de carácter preventivo31
como era el hecho de hacer “salir de la fila a los niños sucios o desasea-
dos para que vayan a lavarse, en la misma Escuela”32. En el caso extremo,
el maestro debía denunciar y excluir al alumno de la escuela ante “cual-
quier síntoma sospechoso que notara [lo que] será denunciado al direc-
tor y procederá a enviar acompañado a su casa al niño que resulte enfer-
mo” (artículo 6)33.
Para una correcta “profilaxis escolar”, encontramos el diseño de un
“plan” que reglamenta “Instrucciones a los directores y preceptores de
escuelas sobre los primeros síntomas de las enfermedades contagiosas y
principales medidas que deben adoptarse” aprovechando el momento de
“las revistas de limpieza que por los reglamentos de la Dirección General
de Escuelas deben practicarse diariamente en los alumnos”. En su co-
mienzo, se advertía que “por más que nuestros esfuerzos tiendan ince-
santemente a mejorar las condiciones higiénicas de las escuelas, nunca
llegaremos sino a disminuir en lo posible los peligros inherentes a toda
aglomeración humana”. Mucho más aún si “se trata de niños quienes,
por su edad y por lo débil de su organización, están más predispuestos a
una serie de enfermedades eminentemente transmisibles y que son, pue-
de decirse, patrimonio de la infancia”34.
Al respecto, nos preguntamos ¿a qué referiría la expresión “lo débil
de su organización”? ¿La idea de debilidad, que amalgama factores here-
ditarios y ambientales, preconizaba una intervención educativa centrada
en lo físico y lo moral?¿Eran los niños los más “predispuestos” a enfer-
marse? ¿La expresión “patrimonio de la infancia” hacía referencia a la
propiedad sobre “una serie de enfermedades” durante la niñez como la
etapa de la vida más vulnerable y frágil?
99
organización y que los resultados se conmensuran con los resultados de
la organización. La escuela no es excepción de esta regla”36 que, en pro-
cura de su buen funcionamiento, se organizaba en función de una tácti-
ca escolar.
La expresión “táctica” aludía a “los movimientos que niños y alumnos
necesitan ejecutar” al interior de la escuela37. En este sentido, Francisco
Berra recomendaba la realización de ejercicios corporales entre los que
encontramos:
- “mover la cabeza de derecha a izquierda todo lo que podáis e incli-
narla para adelante, para atrás, de un lado al otro. En este ejercicio,
debe tenerse las manos quietas sobre la cadera” (inciso 1°)
- “arrugar con fuerza el entrecejo” (inciso 2°)
- “expresar principalmente con los labios y los ojos la serenidad, la
sorpresa, la alegría, la duda, la benevolencia, la tristeza, el enojo. Los
movimientos de ojos y labios con que se expresan estas afecciones del
ánimo deberán ser acompañadas de la actitud correspondiente de las
otras partes de cuerpo” (inciso 3°)
- “levantar los hombros a un tiempo, con fuerza, tanto como se pueda
y dejarlos caer lentamente. Los brazos debe estar extendidos hacia las
piernas” (inciso 4°)
- “mover los brazos extendidos de manera que las manos tracen el ma-
yor círculo posible a los lados del cuerpo. Deben rozar la pierna al
pasar hacia abajo y la cabeza al pasar por arriba” (inciso 5°)
- “mover los brazos extendidos de abajo para arriba a los lados del
cuerpo. Antes de empezar el movimiento, deben ser extendidos a lo
largo del muslo; en la medida del movimiento, deben formar cruz
con el cuerpo; y al concluir deben tocar la cabeza” (inciso 6°)38
El uso del espacio escolar estaba orientado a la producción de hábitos
de orden en relación con los desplazamientos infantiles en la escuela y
las posturas corporales durante su permanencia en la clase: “los movi-
mientos que niños y alumnos necesitan ejecutar en la escuela, tienen
mucha semejanza con los movimientos militares y, como éstos, deben
tener aquellos una táctica especial cuando se penetra en una escuela
donde los niños hablan, se levantan, se sientan, caminan por la clase, y
entran y salen cuando quieren o cuando a cada uno le ocurre hacerlo
(...) los alumnos de una escuela sin táctica, no salen, no entran ni cam-
bian de clase, sin producir desorden y confusión”39.
Es interesante la comparación entre “los movimientos que niños y
alumnos necesitan ejecutar en la escuela” con los movimientos propios
100
de organizaciones “militares”. ¿Qué aspectos “tienen mucha semejanza”
entre una y otra institución?
“Conviene que cada movimiento tenga una señal especial. De este
modo se acostumbran los niños a obedecerlas así mecánicamente. Cuan-
do, por el contrario, se usan varias señales para mandar un solo movi-
miento, o una sola voz, a cada momento pueden ocurrir equivocaciones
que producen desorden y confusión en la clase. El uso del timbre o de
golpes en la mesa o en las manos, tan generalizados, no es del todo
conveniente y sería mejor instituirlo con palabras significativas. Los ni-
ños que recién ingresan en una escuela en donde solo se usa el timbre
como señal de mando, tienen que aprender el significado que desea dar
el maestro a cada una de esas señales”40.
“[Hay] una buena costumbre en llamar a los niños por medio de una
campana, unos cuantos minutos antes de la hora de entrar a la clase.
Siempre que esto sea posible conviene hacerlo, porque así se evita una
excusa para los que llegan tarde. Generalmente se toma ese trabajo el
maestro y en vez de permanecer en la entrada o en la clase, para evitar
inconvenientes con su presencia, pierde un rato más o menos largo
agitando el banajo de la campana mientras los niños forman en la
vereda”41.
Para ello, “el maestro dará la voz ´a formar´ (...) observaremos aquí,
sin embargo, que los niños deberán estar permanentemente numerados a
fin de que ocupe cada uno sus puestos sin vacilaciones ni tardanza.
Terminada la revista, el maestro hará marchar a los niños por el flanco,
hasta que cada uno pase frente a su banca. Entonces dará la voz ´alto´.
Para recuperar sus asientos pueden hacer el movimiento en dos o tres
tiempos.
Se recomendaba que “estos movimientos, como todos, deben hacerse
con exacta uniformidad. (…) Ningún ruido insólito, ninguna conversa-
ción, ningún ademán debe permitirse después de la voz ´atención´, so
pena de ir, poco a poco, hasta la más completa relajación de la discipli-
na”. De esta manera, el orden de la clase se reflejaba en la preeminencia
del silencio. El habla se convertía en un atributo del maestro mientras
que los alumnos podían hacer uso de la palabra siempre y cuando fueran
especialmente autorizados.
Incluso, se prescribía la manera en que los niños debían movilizarse
para “prepararse para salir”:
1 – “todos se aprontan”
2 – “se paran de pie”
101
3 – “salen de al lado de sus asientos”
4 – “forman en hilera”
5 – “cuando el maestro crea oportuno, da la voz ´marchen´ y los niños se
dirigen al patio para la revista de salida tal es el orden que puede
observarse en todas las salidas de las clases ya sea para el recreo o
evoluciones”.
El Proyecto de Reglamento para las Escuelas Públicas de todo el Esta-
do (1876) prohibía que “los alumnos salgan de la escuela en formación.
Serán despachados de uno en uno a medida que resuelvan un problema
de cualquier asignatura que el maestro proponga a cada alumno” (artícu-
lo 97).
En cuanto a la organización de los espacios escolares, “conviene mu-
cho que, a la salida, el maestro se coloque en la puerta principal de la
escuela a fin de vigilar que todos vayan en orden, y evitar accidentes que
frecuentemente ocurren donde falta esa vigilancia”. Se sugería utilizar un
orden parecido “para hacer pasar a una sección o grado a sus asientos o
pizarrones, a cuadros o murales o recíprocamente (…) El maestro debe
nombrar primero el grado y luego las secciones. Todos los niños deben
apercibirse y estar listos para obedecer la orden del maestro. Deben sim-
plemente nombrar la sección o clase; por ejemplo –“clase A o B” etc. “En
seguida el maestro manda ´de pie´ o ´firmes´. A esta voz deben todos:
“levantarse a un tiempo; el maestro manda en seguida ´pasen´; los niños
pasan a formar semicírculos frente al pizarrón; pueden usarse ventajosa-
mente labores ´prepararse para salir´”42.
De esta manera, se conseguía rápidamente que los alumnos “se habi-
túen a la disciplina, adquiriendo hábitos de orden y de obediencia”. Se
garantizaba el éxito de esta práctica dado que “hasta los maestros más
nóveles pueden observar las reglas establecidas, implantar y mantener el
mejor orden de sus escuelas”43.
102
estrategia de disciplinamiento del cuerpo al obligar a los niños a perma-
necer sentados durante la mayor parte de la jornada escolar favorecien-
do, de esta manera, el control de la comunicación y los movimientos al
interior del aula por parte del docente (Vayer, Duval y Roncin; 1993).
Advertimos la presencia de elementos del discurso médico en la orga-
nización del material escolar “hace mucho tiempo que pedagogistas e
higienistas han reconocido la necesidad de que el material escolar se
ajuste a principios científicos”46.
La Ley Nacional N° 1420 de Educación Común (1884) hacía referen-
cia a cuestiones vinculadas con las prescripciones de la higiene del mo-
biliario (artículo 13). En este sentido, se instaba a considerar el mobilia-
rio escolar “desde un punto de vista pedagógico e higiénico” para “que
no sea un aparato capaz de producir desviaciones en la columna verte-
bral ni afecciones en la visión”47.
Con la intención de evitar enfermedades que alterasen la visión, como
la escoliosis o la miopía, el maestro debía habituar al alumno a la posi-
ción correcta para eliminar de raíz “actitudes viciosas” a partir de “la
realización de las indicaciones especiales formuladas por los higienistas
(…) gran cuidado se ha tenido en el arreglo de los detalles (tinteros,
soportes para los modelos de los dibujos, etc) de este modelo que ha sido
adoptado en las escuelas de París, porque además de presentar, en com-
paración con el mobiliario antiguo, mejoras importantes bajo el punto
de vista pedagógico, le ofrece ventajas en lo que concierne a la higiene”48.
Atento a la formación de buenas posturas en los niños, el Director
del Cuerpo Médico Escolar Doctor Quadri estipuló que en las escuelas se
dispusiera un tipo de mobiliario basado en estudios científicos49.
“Debe tener un asiento a tal distancia del suelo que las piernas del niño
estén en ángulo recto y en posición natural no forzadas”50. De esta
manera, era necesario “proporcionar los asientos y los pupitres a la
altura de los alumnos con un doble sentido. Por un lado, permitía
“impedir que los alumnos se habitúen a las malas posiciones. Los
maestros deben vigilar incesantemente el modo en que sus discípulos
se sientan pues (…) se impide la respiración profunda toda vez que el
tronco no conserve una posición recta y que no funcionen libremente
los músculos pectorales”51.
103
28, 29, 31, 32, 34, 35, 37 y 38 para las edades de 6, 8, 10, 12 y 14. El
ancho del asiento más o menos a dos tercios del largo del muslo pues se
comprende que en un asiento muy ancho su borde comprimiría los vasos
y nervios de la región oblítea y traería trastornos en la circulación sanguí-
nea de la pierna aparte de la molestia que ocasionaría. El respaldo del
banco tiene mucha importancia pues es necesario el descanso de los
músculos sacrolumbares que no pueden mantener el tronco en la posi-
ción vertical”52.
También, se describían las posturas corporales más idóneas para los
ejercicios de lectura y, principalmente, escritura cuya práctica exigía la
quietud del cuerpo para ejecutar la grafía. De esta manera, se limitaba a
los niños a “un cierto número de movimientos determinados con antici-
pación” dado que “el pupitre o mesa debe estar situado a una distancia
dada del asiento y se llama ´diferencia de un banco´ la distancia vertical
libre que hay entre el borde libre del pupitre y el borde libre del asiento.
Esta distancia debe corresponder a la que hay entre el codo con el brazo
ligeramente caído y la tuberosidad isquiática (…) la inclinación del pu-
pitre es también de capital importancia. En efecto, los sistemas muscula-
res de los ojos no son independientes más que desde el punto de vista
anatómico la contracción de los músculos de los ojos es siempre sinérgi-
co y, además, no pueden producir sino un cierto número de movimien-
tos determinados con anticipación”.
Más aún, se prescribían aquellas posiciones del mobiliario que eran
consideradas positivas “es bueno que el niño al leer esté recostado sobre
el respaldo del banco, bien derecho de tronco, formando ángulo recto
con el muslo, con las piernas y los brazos ligeramente extendidos, te-
niendo el libro algo levantado de arriba, apoyado con el borde inferior y
las tapas sobre la mesa. Se llama por otra parte ´distancia en un banco´ al
espacio comprendido en sentido horizontal entre el borde libre del pu-
pitre y el correspondiente al asiento. La distancia puede ser positiva,
negativa o nula (…) Las distancias en lo positivo se comprenderá que el
niño necesita inclinar de sobremanera su cuerpo hacia adelante para
escribir o leer donde su tórax puede adquirir una posición viciosa. Vere-
mos, pues, que es necesario que la distancia sea nula o un poco negativa
siendo en este último caso que el pupitre sea movible para que el niño al
sentarse pueda levantarlo y entrar en el banco”.
En síntesis, el pupitre se constituyó en un artefacto destinado al aisla-
miento de los niños al interior del aula, la inmovilidad corporal, la rigi-
dez y la máxima individualización. Al mismo tiempo, permitía al docen-
104
te ordenar y distribuir los sujetos en el espacio del aula de tal forma que
favoreciera su visibilidad y el control del conjunto de la clase.
105
- “conversión al frente” (inciso m)
- “reposo” (inciso n)
- “pierna izquierda adelante, un paso largo sin tocar el suelo, atrás, a la
izquierda, a la derecha, bis con la pierna derecha” (inciso o)
- “volver la cara a la izquierda, a la derecha, a la izquierda, a la dere-
cha” (inciso p)
- “inclinar la cabeza adelante, atrás, adelante, atrás, a la izquierda, a la
derecha, a la izquierda, a la derecha” (inciso q)
- “extender los brazos para adelante, para atrás, a la izquierda, a la
derecha, adelante, atrás, izquierda, derecha” (inciso r)
- “menear los brazos para adelante, para atrás, para arriba, para abajo”
(inciso s)
- “cerrar los puños, abrirlos” (inciso t)
- “doblar las piernas hacia adelante y hacia atrás” (inciso u)
- “alzar los talones” (inciso v)
- “de pie sobre los talones” (inciso w)
- “incluir el busto o tronco del cuerpo adelante, atrás, a la izquierda, a
la derecha, adelante, atrás, a la izquierda, a la derecha” (inciso x)
- “volver el busto a la izquierda a la derecha, a la izquierda, a la dere-
cha” (inciso y)
- “juegos compuestos por los maestros de modo que se perciban las
distintas partes del cuerpo” (inciso z)53.
Las prácticas de lectura estaban dirigidas a dominar y disciplinar el
cuerpo infantil antes que desarrollar la actividad intelectual (Ossana,
2002): “la posición de los niños, sea sentada o de pie, debe ser recta. Si
están sentados, que la planta de los pies descansen en el piso y si es de
pie, que el talón del pie esté colocado casi enfrente del empeine del otro
pie, un poco separados ambos y formando en grados de unos 45º. Así,
casi todo el peso del cuerpo gravitará sobre un pie, pasando de uno a
otro tan a menudo como sea necesario para aliviar el cansancio. La cabe-
za estará derecha y los hombros echados atrás como para dar la más
completa libertad y capacidad a los órganos del pecho. El libro será teni-
do en la mano izquierda con los dedos pulgar y auricular sobre el inte-
rior del libro, para sujetar las hojas, y los tres otros dedos debajo. De este
modo, la mano derecha queda libre para volver las hojas, y al niño no se
le debe exigir que se mantenga por muy largo tiempo esta posición. Si ha
de estar sentado durante la lección y solamente levantado cuando se le
llame a leer, conservará la referida posición mientras esté leyendo. Las
manos no pueden permanecer mucho tiempo en la misma posición y es
106
necesario después evitar que cualquier especie de fatiga desentronice la
atención y debilite el interés”54.
La recitación, es decir la memoria de trozos escogidos, era el ejercicio
que llevaba a la lectura a su punto culminante: utilizar bien el idioma
(Chartier y Hébrard, 1994). Para ello, la escuela ejercía un poder coerci-
tivo al “no dejar sin corrección ninguna falta”: “si el tallo no es dirigido,
el árbol será torcido es un proverbio verdadero, cuya aplicación es más
demandada por la lectura que por cualquier otro estudio. Si desde el
principio que el discípulo principia a leer, no pone el maestro ningún
cuidado respecto al énfasis, al acento y a la enunciación; se le permite
leer pensamientos ajenos sin meditarlos, y pronunciar negligentemente
las palabras sin conocer su significación, difícil será la tarea de hacer de
ese discípulo un buen lector o un buen negligente pensador”55.
También, se proponía atender a distintas consideraciones entre las
que subrayamos el “cultivar en los discípulos el buen uso del lenguaje”:
“no conseguir que pase incorrectamente ninguna expresión inexacta;
cultivar en los discípulos el buen uso del lenguaje; guardarse de la pro-
nunciación indistinta; fomentar la expresión natural; evitar los tonos de
la voz que no sean naturales”56.
El Estado planteaba una serie de reglas para guiar a los docentes en la
materialización del contenido a partir de la producción y la circulación
del libro de lectura escolar (Gvirtz y Palamidessi, 1998). La cantidad de
libros a adoptar por las escuelas era materia de polémica. Si bien hubo
posiciones enfrentadas entre el texto único o la libre elección, lograron
imponerse aquellos que sostenían que se debía limitar su aprobación a
una pequeña cantidad. En 1897, la Dirección General de Educación de
la Provincia de Buenos Aires establecía que en los dos primeros grados
no se empleara otro libro que el de lectura siendo las autoridades escola-
res las únicas facultadas por la Constitución y la Ley Provincial N° 988 de
Educación Común (1875) para adoptar libros en las escuelas.
La lectura de libros escolares se constituyó en un canal para civilizar y
moralizar a los niños. Las lecturas “morales” tendían a suscitar la imita-
ción de las acciones virtuosas y nobles y huir del vicio (Chartier y He-
brad, 1994). Así, el aprendizaje de la lectura en la escuela se limitaba o
circunscribía a la comprensión para la adquisición del mecanismo (Bras-
lavsky, B; 2000). En otras palabras, la preocupación radicaba en “formar”
lectores antes que “crear” lectores (Spregelburd, 2002). De esta manera,
la práctica de la lectura se constituyó en una vía privilegiada para acceder
a un uso más desenvuelto de la lengua. El Programa para las Escuelas
107
Comunes, Urbanas y Rurales (1906) planteaba el objetivo de “dominar el
arte de expresar claramente por escrito nuestro pensamiento y el de los
demás”.Asimismo, esta práctica se presentaba como una actividad pres-
crita y coercitiva con la finalidad de someter, controlar, adecuar a mode-
los e inculcar las “identidades” colectivas nacionales (Petit, 1999).
La cor
corrrección de los defectos de: pronunciación, er
pronunciación, errrores or
ores tográficos
ortográficos
y discordancia entr
discordancia entree géner
géneroo y númer
númeroo
Para la práctica de la lectura, se prescribía que los docentes tuvieran
especial interés en la corrección de los defectos de: pronunciación, erro-
res ortográficos y discordancia entre género y número.
El Inspector General de Escuelas Doctor Nicanor Larrain disertó en el
Congreso Pedagógico (1882), uno de los antecedentes inmediatos en que
se inspiró la letra de la Ley Nacional Nº 1420 de Educación Común
(1884). Entre sus pasajes más sobresalientes, Larrain sostenía que “la es-
cuela aparece tímida y confusa en el medio de choques de las pasiones,
pero trae como égida y salvaguardia un credo, un propósito que la salva
de los peligros que la rodea: sólo sabe enseñar a leer y escribir, como un
medio indispensable de educar e instruir al pueblo” (Larrain, 1882 en:
Bottarini, 2002: 94).
La manera en que los niños se educaban en las escuelas se vinculaba,
entre otros, con la vigilancia por parte de los docentes de sus formas de
expresión oral y escrita “cuando observo en el niño las imperfecciones
del lenguaje, la incoherencia de ideas, la tendencia a la imitación, la
facilidad con que asimilan cuanto llama su atención, me parece que veo
en él una leve planta pronta a desaparecer; hace falta una mano bienhe-
chora que le consagre sus cuidados y que atienda su cultivo. Estudiándo-
lo más como un ser en medio de sus imperfecciones y debilidades, él
obedece inconscientemente un orden, una lógica que una mirada pers-
picaz puede descubrir en medio de un aparente desorden, y digo apa-
rente porque, la sabia naturaleza que es la ley de Dios en acción, le ha
marcado una ley de crecimiento y de desarrollo que fatalmente se cum-
plen en él, hasta que él mismo puede, ejercitando sus facultades, pro-
pender al cumplimiento de esa ley que le enseña su perfección. Sigamos
observando ese niño, y de pronto descubriremos en él un hombrecito, o
el germen de un hombre”57.
La forma de expresarse de los niños o esos seres llenos de “imperfec-
ciones y de debilidades” se estandarizó por la escuela y desde la escuela.
108
En términos generales, el objetivo de este tipo de prácticas radicaba en
borrar las múltiples y diversas diferencias infantiles en lo relativo a la
pertinencia a una clase social, una generación o una región.
En la medida que la idea de nacionalidad se definía en términos de
singularidad cultural, se profundizaba la diferencia y la exclusión de
todo aquello que se distanciara de “la” norma (Bertoni, 2001). En este
sentido el Normalismo, que recibe su denominación por su base institu-
cional en las Escuelas Normales, operó eliminando o negando los rasgos
propios del dialecto o la lengua oral primaria de los niños criollos, rura-
les y, predominantemente, extranjeros.
Los hijos de los inmigrantes que nacieron en nuestro país fueron
socializados al interior del seno familiar en el que se hablaba el idioma
nativo. Esta particular composición cultural del sistema educativo no
hacía más que reflejar la heterogénea composición social en términos de
costumbres, hábitos, creencias y, sobre todo, códigos lingüísticos.
Para una época en que la política estatal de fomento a la inmigración
se encontraba en su máximo esplendor, nuestra escuela operaba contra
“una palabra mal pronunciada, con acento extranjero y con tono débil o
vacilante [lo que no hacía otra cosa que provocar] la risa de los niños, en
vez de imponer obediencia o respeto”58.
“Una palabra mal pronunciada” por un niño era objeto de correc-
ción. El empleo de la técnica de homogeneización fónica intentaba su-
primir los acentos regionales o la distinción de registros lingüísticos (de
Miguel, 2002) por parte del maestro: “esforzándose por ser familiar, el
maestro debe conservar la corrección del estilo, evitar escrupulosamente
toda frase vulgar o jerigonza o levantar hasta su propio nivel a los niños
y a su lenguaje, en vez de descender al de ellos (…) El maestro no debe
perder ocasión de corregir la expresión incorrecta que los niños usen sin
pronunciación diplomática o el estilo”59.
“La pureza de la pronunciación se obtiene por la corrección
perseverante de todos los sonidos que la violan, en la lectura que el
discípulo haga o en su propio lenguaje oral. Se hallara que son
principalmente sonidos locales o provincialismos, y en este caso son de
difícil corrección. Cuando cualquier discípulo ha contraído un error
particular que ha llegado a ser inveterado, ya sea el cambio de sonido
en que un provincialismo consiste, o ya sea un error peculiar del ciclo
mismo, error originado, por ejemplo, en el cambio de los sonidos
consonantes como erre y ele, ce y ese, ve larga y ve corta, etc, recibirá
ocasionalmente enseñanza particular”60.
109
Las políticas de la lengua se potenciaron a través de tácticas represivas
ejercidas por los docentes y su “mano bienhechora que le consagre sus
cuidados y que atienda su cultivo”. Se presentaba como imperante e im-
prescindible erradicar, suprimir o acallar las “otras” lenguas corrigiendo
“los errores”: “es importantísimo que el maestro se afane por corregir los
errores en que incurran sus discípulos. Una de las mayores dificultades
por llevar adelante la enseñanza, consiste en dirigir sus conatos y encon-
trar con precisión las faltas”61.
Encontramos que distintos “ejercicios fonéticos” formaban parte de la
materia “Idioma Nacional” correspondiente a primer grado de las Escue-
las Comunes:
“Primer trimestre: ejercicios fonéticos. Conocimiento y producción de
los sonidos de las letras para ejercitar la voz y los oídos. Vocales y
consonantes. Corrección de los defectos de pronunciación.
Conversaciones familiares destinadas a corregir errores del lenguaje y
enriquecer el vocabulario del niño. Explicación del significado de las
palabras. Corrección empírica de las discordancias de género y
número”62.
110
graciosa. Hay que imitarla, pero la escuela es sólo dable enseñar a leer de
un modo claro e inteligible, a pronunciar correctamente y a evitar los
tonos inconvenientes”65.
Incluso, se instaba a los docentes que observasen “en la práctica las
siguientes reglas:
- “cuídese de que el alumno entienda bien lo que lee. Es en los prime-
ros grados donde hay que crear el hábito de enterarse bien de lo que
se lee. Estimúlese al niño a que desde el principio fije su atención en
lo que expresa cada palabra” (inciso 1°)
- “evítese que los alumnos lean de prisa y a gritos. El lector ruidoso que
se hace desagradable e ininteligible. Insístase en que se emiten las
palabras pausada y distintamente. Sólo a esta condición se consigue
la pronunciación correcta, el énfasis conveniente y la entonación apro-
piada” (inciso 2°)
- “los tonos y énfasis de una conversación familiar son la base de una
buena locución. Hágase que los niños lean como hablan y combátase
la monotonía, el tonillo y la afectación” (inciso 3°)
- “no se permita leer mucho de una vez. Procédase por pasos sucesivos.
No ha de procederse a la lectura del acápite siguiente si el anterior no
ha sido correctamente leído por la mayoría de los alumnos. Hágase
que éstos expliquen con frecuencia y explique el maestro todo pasaje
que no puede ser bien entendido por los alumnos. No olvide tampo-
co que los ojos se acuerdan y rara vez se equivocan. Ilustre con fre-
cuencia porque la ilustración es más elocuente que la más brillante de
las explicaciones” (inciso 4°)66.
En términos generales, se evidencia en los testimonios la represión
operada sobre la oralidad primaria. A la par de esta práctica, la pedago-
gía consolidó la dimensión secundaria de la oralidad mediada por la
escritura cuya práctica adquirió algunas particularidades.
La cor
corrrección de la ortografía y el adiestramiento de la mano en
ortografía
procura de una “buena” y “bella” letra
La práctica de la escritura fue reducida en la escuela a una práctica de
reproducción cultural de las clases subalternas en detrimento de la posi-
bilidad de apropiarse de la palabra. Para ello, se requirió un especial
adiestramiento de la mano y “la posición de los niños” en procura de una
“buena” y “bella” letra.
La “buena” escritura se lograba a partir de “un movimiento continuo
de la mano” guiada por las condiciones de legibilidad, belleza y rapidez.
111
“Los elementos de cuya formación dependen estas cualidades son las
siguientes: orden y cuidado, altura, anchura, grueso, curvatura y el lazo.
¿Por qué usamos los caracteres cursivos tan diferentes de los impresos
siendo éstos más claros? Es porque escribir los caracteres separados como
lo están los impresos requiere mucho tiempo. La letra manuscrita es una
convención; sacrificamos hasta cierto punto la legibilidad para economi-
zar tiempos. Los criterios de legibilidad, sugeridos principalmente por el
contraste entre lo manuscrito y lo impreso, son éstos:
1º “lo curvo más claro que lo anguloso”
2º “los caracteres perpendiculares son más legibles que los oblicuos”
3º “la legibilidad requiere sencillez de contorno”
4º “la legibilidad requiere cierta proporción entre el alto, el ancho y el
grueso de las letras”
5º “desde que hemos adoptado para nuestros manuscritos distintos
caracteres adecuados para pasar de cada uno al siguiente, la legibili-
dad de lo escrito requiere que cada letra esté propiamente unida,
mientras que las palabras deben estar debidamente separadas. Todos
los caracteres y sus partes por lo tanto que lo admitan, deben trazarse
por un movimiento continuo de la mano”67.
También, se prescribía la posición infantil para la práctica de escritu-
ra que “debe ser natural y cómoda; de otra manera sufrirá daños su salud
y no podrá ser buena su escritura. Por lo tanto, debe sentarse derecho y
acercar el pupitre sin apoyar el pecho en el borde, vuelto hacia éste un
poco el costado izquierdo, afirmando el cuerpo mediante el apoyo del
antebrazo izquierdo en el pupitre, y teniendo el brazo derecho libre para
sostener el propio peso sobre la muñeca y los dedos tercero y cuarto. Una
vez que asuma su posición, deberá ser lo menos posible perturbado en
toda la lección y tendrá cómodamente el tintero a su alcance”68.
Incluso, se prescribía la forma de enseñar a escribir a los alumnos:
“[en] el curso de caligrafía se enseñará a escribir letra derecha de trazo
uniforme. Todos los ejercicios de dibujo y escritura se ejecutarán con la
mano derecha e izquierda alternativamente ya se escriba o dibuje en pa-
pel, pizarra o pizarrón”69.
Para ello, se presentaban “Instrucciones”:
- “la enseñanza de la escritura comprende tres partes distintas: la no-
ción de las formas o el conocimiento del modo de ejecutarlas y el
hábito de reproducirlas. Llámese pues la atención del niño respecto a
las formas y enséñesele enseguida la manera de reproducirlas. Es mala
112
práctica, sobre todo al principio, dejarlo librado a sus propias fuer-
zas” (inciso 1º)
- “téngase presente que el adelanto del alumno en esta materia depen-
de de la atención que se le presta cuando principia a escribir y que es
entonces cuando adquiere los malos hábitos que no es fácil hacerle
perder más tarde” (inciso 2º)
- “la escritura en pizarras, con lápiz y manteca (no de piedra) o en
cuadernos rayados con lápiz de papel blando debe preceder al uso de
la pluma porque con ellos se vence más fácilmente las dificultades
mecánicas del aprendizaje” (inciso 3º)
- “no debe permitirse escribir letra menuda hasta que hagan la gruesa
con limpieza y claridad” (inciso 4°)70.
El Proyecto de Reglamento para las Escuelas Públicas de todo el Esta-
do (1876) preveía algunos ejercicios en relación con la escritura: “ejercí-
tese la lengua en dibujar sobre la pizarra con la mayor exactitud líneas
rectas y curvas ya sueltas ya combinadas con la dirección y combinación
de las muestras que trazará previamente el maestro”. Su finalidad radica-
ba en “acostumbrar la mano y la vista en la imitación exacta y el trazo
esmerado de las formas con preparación a los primeros pasos de la escri-
tura. Escríbanse palabras en el pizarrón. Los ejercicios escritos necesitan
ser muy frecuentemente y escrupulosamente corregidos por el maestro”
en lo referido a:
1. “la puntuación, la acentuación y la ortografía deben merecerle el maes-
tro preferentemente atención a cuyo efecto debe presentársele al alumno
oportunidades para que se familiarice con estas prácticas del lenguaje
escrito”
2. “cuídese el lenguaje oral y escrito a propósito de todo deber escolar.
Pocas materias ofrecen tantas y tan frecuentemente oportunidades como
ésta para enseñarla incidentalmente”
3. “cuídese de que la forma y el fondo de los documentos usuales sea
correcta y apropiada y que se reproduzcan primero copiándolos y,
después, de memoria”.
La intención era que se estimulara:
“al niño a que hable y diga sobre las cosas, hechos, fenómenos y
escenas que se le presenten a su examen a fin de que se le presente la
oportunidad al maestro para hacer las correcciones del caso. El
propósito debe ser éste: que los niños expresen con soltura y
corrección”71.
113
Algunas reflexiones finales
En este trabajo, se abordaron las formas en que el Estado prescribió el
comportamiento infantil durante su permanencia en la escuela en lo
relativo a: los movimientos corporales, las formas de expresión oral y
escrita, la forma de presentación y el aseo personal.
Hemos aportado indicios sobre las prácticas que dieron forma a las
disposiciones incidiendo e influenciando en la constitución de determi-
nados pensamientos, conductas y hábitos en los alumnos.
La escuela pública era el ámbito donde el docente debía “cuidar em-
peñosamente por desarraigar los malos hábitos educacionales de los ni-
ños denunciados por las posiciones inconvenientes como pararse de una
manera desaireada, contestar quebrándose y tomarse de cuanto tienen a
la mano, afirmar la cara a las mismas, rascarse impropiamente la cabeza y
llevarse las manos a la boca”72, por citar sólo algunas actitudes.
“Así como los músculos y los nervios se habitúan a hacer cosas buenas,
se habitúan también a hacer cosas malas. Razón por la cual debe cuidarse
de no ejercitarse en nada que sea inconveniente. Sucede que cuando
son mayores, los hábitos están muy arraigados que los niños no pueden
entonces proceder contra esos hábitos en todo momento aunque
quieran. Los padres se ven inclinados a castigarlos a fin de que el temor
del castigo los obligue a abstenerse de hacer aquello a que están
acostumbrados” 73
114
El acento era la marca diferencial, el elemento que destruía la aparen-
te igualdad y activaba un mecanismo de representaciones y asociaciones
acerca del “otro” conceptualizado como diferente, extraño o extranjero.
Así, se interpretó a la lengua como un símbolo de identidad que permitía
reconocerse como oriundo de una ciudad, una región, una nación y, al
mismo tiempo, permitía identificar quién no lo era (Berenblum, 2003).
El hecho que los alumnos debieran permanecer alineados en filas,
guardar silencio durante el dictado o el ejercicio de copia y comportar
una postura idónea para la realización de determinadas prácticas impli-
caba, en última instancia, acatar normas de obediencia, respeto y orden.
Estos aspectos del comportamiento infantil eran prescriptos por el Esta-
do a partir de la sanción de la normativa escolar con la finalidad de
“controlar el cuerpo, el gesto y la actividad del que debe aprender; ocu-
par, rentabilizar y seccionar un tiempo para aprender; adjudicar y orga-
nizar un espacio para aprender; programar lo que se debe aprender y
cómo se debe aprender” (Trilla: 1999, 54). A su vez, se insertaba en un
contexto social e histórico de fines del siglo XIX que atendía a la ense-
ñanza de determinadas normas de comportamiento para la “formación
del ciudadano” en tanto súbdito de la Patria (Amuchástegui, 1999).
En síntesis, este trabajo intentó aportar, en última instancia, una de-
tallada descripción de las prescripciones y las orientaciones generales de
la “voz oficial” entendiendo, precisamente, que su constitución en forma
monocorde y unívoca fue un pilar fundamental en la configuración de
una cultura política homogeneizante y autoritaria.
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ción
Notas
1
Fuente: “Conferencia sobre Disciplina escolar dada en San Nicolás de los Arroyos” en:
Revista de Educación. Año III. Nº XXXVI. Junio de 1884: 612
2
Fuente: Ruiz, Dolores “Conferencia del 19 de Marzo sobre disciplina escolar” en: Revista
de Educación Año III. Nº XXXIII. Marzo de 1884: 246
3
op. cit.
4
Fuente: “Medios de asegurar el orden” en: Revista de Educación. Año V Nº LI y LII.
Septiembre, Octubre y Noviembre de 1885: 250-252
5
Fuente: Zinny, Antonio “Inspección” en: Revista de Educación. Nº XXII. Abril de 1883:
261-262
6
Fuente: “La táctica escolar por un maestro” en: Revista de Educación. Año III Nº XXXII.
Febrero de 1884: 89-94
7
op. cit.
8
op. cit.
9
Fuente: “La táctica escolar por un maestro” en: Revista de Educación. Año III Nº XXXII.
Febrero de 1884: 89-98
10
Fuente: Revista de Educación. Nº XXII. 1883: 261
11
Fuente: “La táctica escolar por un maestro” en: Revista de Educación. Año III N°
XXXII. Febrero de 1884: 89-98
117
12
op. cit.
13
op. cit.
14
Fuente: Proyecto de Reglamento para las Escuelas Públicas de todo el Estado (1876)
artículo 97
15
Fuente: Revista de Educación. Año IV Nº XV y XVI. Octubre y Noviembre de 1884: 30
16
Fuente: “Los recreos” en: Revista de Educación. Año III Nº XXXI. 1884: 84
17
Fuente: Lijó, José. “Escuela elemental de varones Nº 1 de Chacabuco” en: Revista de
Educación. Nº XXII Abril de 1883: 369
18
Fuente: “La táctica escolar por un maestro” en: Revista de Educación. Año III. Nº
XXXII. Febrero de 1884: 94-98
19
Fuente: Proyecto de Reglamento para las Escuelas Públicas de todo el Estado (1876)
artículo 72
20
Fuente: Basavilbaso. “El Reglamento General para las Escuelas Comunes de la Provin-
cia de Buenos Aires”. Noviembre de 1876 en: Revista de Educación. Año I Nº II. Agosto
de 1881: 451
21
Fuente: “Móviles a los que recurre el gobierno escolar” en: Revista de Educación. Año
V. Nº LI y LII. Septiembre, Octubre y Noviembre de 1885: 259
22
Fuente: Duprat, Segunda (Maestra Superiora) “Penas y Recompensas Escolares” en:
Revista de Educación. Año III Nº XXXIV. Abril de 1884: 370
23
Fuente: Ibarra, Nicanor (Doctor) (Inspector General de Escuelas) “Recapitulación de
Conferencia Pedagógica sobre Penas y Recompensas Escolares de la Maestra Superiora
Segunda Duprat” en: Revista de Educación. Año III Nº XXXIV. Abril de 1884: 395
24
Fuente: Ibarra, Nicanor (Doctor) (Inspector General de Escuelas) “Recapitulación de
Conferencia Pedagógica sobre Penas y Recompensas Escolares de la Maestra Superiora
Segunda Duprat” en: Revista de Educación. Año III Nº XXXIV. Abril de 1884: 395
25
Para profundizar esta temática, sugerimos la lectura de: Azcona, Laura (2004) “Los
manuales escolares: las ideas higienistas en educación” en: Di Lisia, María Silvia; Salto,
Graciela Nélida (editoras) Higienismo, educación y discurso en la Argentina (1870-
1940) Santa Rosa: Universidad Nacional de La Pampa.
26
Fuente: “Programas y horarios para las escuelas comunes de la Provincia de Buenos
Aires” en: Revista de Educación. Tomo XXI. Febrero de 1892. Nº CXXVII: 181
27
Fuente: “El ideal de la educación en las Escuelas Graduadas”. San Nicolás de los Arroyos
en: Revista de Educación. Año III Nº XXXVI. Junio de 1884: 591– 597
28
Fuente: Romano, Ana B de. “Moral y urbanidad en las escuelas comunes” en: Revista de
Educación. Tomo X. Junio de 1891. Nº CXXI: 443-446
29
Fuente: “Profilaxis de las enfermedades infecto-contagiosas” en: Digesto Escolar de la
Instrucción Primaria. 1909: 540-545
30
Fuente: Scasso, G. de (Maestro Superior) “El horario escolar” en: Revista de Educación.
Año III Nº XXXIII. Marzo de 1884: 230
31
Fuente: Rousselot, P. “El cuerpo”. Pedagogía aplicada a la enseñanza primaria (Traduci-
do para el Consejo General de Educación). Primera parte en: Revista de Educación. Año
I Nº II. Agosto de 1881:237-253
32
Fuente: Reglamento General de Escuelas (artículo 66) en: Revista de Educación. Año
III. Agosto de 1883: 413
118
33
op. cit.
34
Fuente: Reglamento General de Escuelas en: Revista de Educación. Año III. Agosto de
1883: 413
35
Fuente: “Organización escolar” en: Revista de Educación. Año V Nº LVI. Febrero de
1886: 129
36
op. cit.
37
Fuente: “Anexo de la recitación” en: Revista de Educación. Año V Año XVIII y XVIV.
Enero y Febrero de 1885: 239
38
Fuente: Berra, Francisco (1885) La salud y la escuela. Montevideo: Barreiro y Ramos
Encuadernaciones
39
Fuente: “La táctica escolar por un maestro” en: Revista de Educación. Año III Nº
XXXII. Febrero de 1884: 89-94
40
op. cit.
41
op. cit.
42
op. cit
43
op. cit
44
Fuente: Proyecto de Reglamento para las Escuelas Públicas de todo el Estado (1876)
Doctor Don Francisco Berra. Publicado por la Comisión de Instrucción Pública de Mon-
tevideo. Imprenta de la Tribuna: artículo 10
45
Y continuaba: “una mesa escritorio para el maestro provista de cajones con llave y de
sillón o silla; una armario con llave que sirva al archivo de la escuela y para guardar los
libros, cuadernos, lápices etc; dos o más pizarrones de madera con esponja y tiza para los
ejercicios escritos; pizarras pequeñas con sus correspondientes lápices y esponjas para los
ejercicios escritos, una para cada alumno; tinteros para el maestro y los discípulos; un
calentador para templar la temperatura; un reloj para seguir rigurosamente el horario; un
mapa geográfico de la república; cuadros de geografía física; cuadros de zoología y
botánica; cuadros de medidas métricas; pesas y medidas legales; sólidos y geométricos;
un termómetro; texto para la enseñanza de las materias en la medida que se requieran; un
diccionario completo de la lengua castellana y algunos abreviarios para la consultas en
composición; un diccionario de ciencias y artes para las consultas del maestro a la ense-
ñanza intuitiva; dos obras de pedagogía; una campanilla para llamar al orden y las
indicaciones; reglas; compases para los ejercicios en pizarrón y papel; círculos graduados
para medir ángulos; libros en blanco para la contabilidad de la escuela; cuadernos en
blanco para ejercicios escritos, lápices de papel y pizarra” y, finalmente, “lapiceros, corta-
plumas, tintas, plumas de buena calidad” en: Proyecto de Reglamento para las Escuelas
Públicas de todo el Estado (1876) Doctor Don Francisco Berra. Publicado por la Comi-
sión de Instrucción Pública de Montevideo. Imprenta de la Tribuna: artículo 10.
46
Fuente: “Modelos de mobiliario escolar” en: Revista de Educación. Año V Nº LVI.
Febrero de 1886: 15
47
Fuente: “Modelos de mobiliario escolar” en: Revista de Educación. Año V Nº LVI.
Febrero de 1886: 15
48
op. cit.
49
op. cit.
50
op. cit.
119
51
Fuente: Berra, Francisco (1885) La salud y la escuela. Montevideo. Barreiro y Ramos
Encuadernaciones: 155
52
op. cit.
53
Fuente: Proyecto de Reglamento para las Escuelas Públicas de todo el Estado (1876)
Doctor Don Francisco Berra. Publicado por la Comisión de Instrucción Pública. Monte-
video: Imprenta de la Tribuna
54
Fuente: “Auxilios en la enseñanza de la lectura” en: Revista de Educación. Año V. Nº
XVIII y XVIV. Enero y Febrero de 1885: 264
55
Fuente: “Anexo de la recitación” en: Revista de Educación. Año V Nº XVIII y XVIV.
Enero y Febrero de 1885: 255
56
Fuente: “Anexo de la recitación” en: Revista de Educación. Año V Año XVIII y XVIV.
Enero y Febrero de 1885: 239
57
Fuente: “El hombre” en: Revista de Educación. Año III. Nº XXXIII. Marzo de 1884:
220
58
Fuente: “La táctica escolar” en: Revista de Educación. Año III. Nº XXXII. Febrero de
1884: 89
59
Fuente: “Cualidades del lenguaje del maestro de enseñanza” en: Revista de Educación.
Año V. Nº XVIII y XVIV. Enero y Febrero de 1885: 220
60
Fuente: “La enseñanza de la lectura” en: Revista de Educación. Año V Nº LI y LII.
Septiembre, Octubre y Noviembre de 1885: 276
61
Fuente: “Corrección de los errores” en: Revista de Educación. Año V Nº XVIII y XVIV.
Enero y Febrero de 1885: 231
62
Fuente: “Programas y horarios para las escuelas comunes de la Provincia de Buenos
Aires” en: Revista de Educación. Tomo XXI. Febrero de 1892. Nº 127: 181
63
op. cit.
64
op. cit.
65
Fuente: “Programas y horarios para las escuelas comunes de la Provincia de Buenos
Aires” en: Revista de Educación. Tomo XXI. Febrero de 1892. Nº 127: 181
66
Fuente: Massa, Arturo H. (1907) “Programas y horarios. Programa para las escuelas
comunes, urbanas y rurales” en Digesto escolar de la Provincia de Buenos Aires. Compi-
lación de las disposiciones legales y reglamentarias en vigencia. Talleres Gráficos Sesé,
Larrañaga y cia. La Plata: 476-497
67
Fuente: “La enseñanza de la escritura” en: Revista de Educación. Año V. Nº LIV. Diciem-
bre de 1885: 431
68
op cit.
69
Fuente: Reglamento de las Escuelas Comunes de la Provincia de Buenos Aires (1890).
Elaborado por Francisco Berra y Alejandro Bergalli (secretario) La Plata: Talleres Sese y
Larrañaga – artículo 12
70
Fuente: Massa, Arturo H. (1907) “Programas y horarios. Programa para las escuelas
comunes, urbanas y rurales” en Digesto escolar de la Provincia de Buenos Aires. Compi-
lación de las disposiciones legales y reglamentarias en vigencia. Talleres Gráficos Sesé,
Larrañaga y cia. La Plata: 476-497
71
op. cit.
120
72
Fuente: “Indicaciones hechas al personal” en: Revista de Educación. Enero de 1892. Nº
CXXVI: 155
73
Fuente: Berra, Francisco (1881) Nociones de higiene: 63-64
74
Fuente: Proyecto de Reglamento para las Escuelas Públicas de todo el Estado (1876)
Doctor Don Francisco Berra. Publicado por la Comisión de Instrucción Pública. Monte-
video. Imprenta de la Tribuna: 49 – artículo 55 –
75
Fuente: “La táctica escolar por un maestro” en: Revista de Educación. Año III Nº
XXXII. Febrero de 1884: 89-94
121
57
Objetivos
Que los estudiantes logren:
2.1. Introducción
En esta unidad se abordan las principales aproximaciones teóricas al estudio
de las organizaciones escolares y su administración desarrolladas desde los
mismos comienzos del siglo XX.
Dichos enfoques, producto de la investigación de las ciencias sociales e
industriales acerca del comportamiento humano en el lugar de trabajo, prepon-
deraron tanto en el estudio y la práctica de los negocios y el gobierno como
en el campo de la administración educacional.
En este campo se pueden identificar dos grandes paradigmas: el prime-
ro, con predominancia durante un extenso período que abarca desde fines de
la última década del siglo XIX hasta mediados de 1970, aproximadamente
corresponde al paradigma técnico-racional o de la administración clásica. El
segundo es un paradigma crítico y alternativo al anterior, cuyas ideas germi-
naron en la década de 1960, en parte asociadas a la “Nueva Sociología” en
el Reino Unido y a la entonces emergente reconceptualización curricular, así
como también debido a los estudios de la escuela desde perspectivas inte-
raccionistas y los análisis culturales de la administración de la educación.
En la actualidad, diversos autores europeos, latinoamericanos y de América
del Norte coinciden en señalar que aún estamos transitando este segundo
paradigma caracterizado por la pluralidad de teorías, de metodologías, de dis-
ciplinas, situación que se vincula con la propia diversidad epistemológica y
metodológica existente en el campo de la investigación en administración edu-
cacional (Sander, 1990; Fleming, 1991; Barroso, 1995).
La perspectiva histórica que recorre la Unidad pretende facilitar una com-
prensión crítica de las ideas concebidas en diferentes cuerpos del pensamien-
to administrativo, o ideologías de la organización. Como sostienen diferentes
Barroso, entre otros, postula que en numerosos países del continente euro-
peo el análisis de la evolución de dichas teorías se ha realizado siguiendo
esquemas conceptuales y cronológicos que adhieren a tipologías pergeñadas
en el ámbito de la teoría general de la organización y de la administración, des-
conociendo de esta manera el debate epistemológico propio del dominio de la
Administración Educacional, principalmente desarrollado desde mediados de
la década de 1950 en Estados Unidos y Canadá, con el intento de creación
de una teoría propia de la Administración de la Educación.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Barroso, J. (1995b), Para uma abordagem teórica da reforma da administração esco-
lar: a distinção entre “direção” e “gestão”, en: Revista Portuguesa de Educação, Vol. 8,
Nº1, Universidade do Minho, Minho, 33-56.
CC
La organización se ve como una realidad estructurada en la que se pueden re-
conocer sus partes, persigue el logro de metas específicas y se organiza a par-
tir de un sistema de roles y funciones bien diferenciado. Estas organizaciones
se explican por sus fines, y el aprendizaje y el conocimiento son percibidos co-
mo medios para el logro de esos fines. En las organizaciones existen ‘algunos
que planifican y otros que ejecutan’. Los instrumentos de planificación y con-
trol son la garantía del éxito y del funcionamiento efectivo de una organización.
La perspectiva es cerrada y rígida (racional). Es importante tener en cuenta
que estas perspectivas identifican el conflicto como una disfunción de la orga-
nización que debe ser corregida.
LECTURA OBLIGATORIA
CC
Un intento por aplicar los métodos de la ciencia a los problemas crecientemen-
te complejos del control del trabajo en las empresas capitalistas en rápido cre-
cimiento. Le faltan las características de una verdadera ciencia porque sus su-
puestos no reflejan más que la perspectiva del capitalista respecto a las
condiciones de producción.
Este autor, especialista destacado en los estudios del trabajo, postula que el
uso de métodos experimentales en ese campo no comenzó con Taylor, pues
ya en los artesanos era parte de la práctica de su oficio. Pero “el estudio del
trabajo por, o de parte de aquellos que lo dirigen en lugar de aquellos que lo
ejecutan, parece que surge tan solo con la época capitalista” (109-110).
PARA AMPLIAR
II
Fuente:<http://www.presseurop.eu/files/images/article/work-respekt.
JPG?1269624029>
CC
En esencia, la administración científica implica una revolución mental completa
por parte de los trabajadores de cualquier establecimiento o industria, una re-
volución mental completa por parte de esos hombres en cuanto a sus deberes
respecto a su trabajo, a sus compañeros y a sus patrones. E implica la revolu-
ción mental igualmente completa por parte del sector directivo, el encargado,
el superintendente, el propietario del negocio, la junta directiva, una revolución
mental completa en cuanto a sus obligaciones hacia sus compañeros de traba-
jo en la administración, hacia sus obreros y hacia todos los problemas diarios
de estos. Y sin esta revolución mental, completa en ambos lados, la adminis-
tración científica no existe (Merril, 1975:78).
LECTURA OBLIGATORIA
II
Fuente: <http://pics.filmaffinity.com/Tiempos_modernos-438770726-large.jpg>
CC
Necesito que vean claramente estos cuatro principios como la esencia de la
explicación que voy a darles de la Administración Científica. Son el plantea-
miento de una ciencia para substituir a los viejos métodos empíricos; la selec-
ción científica y después la instrucción y adiestramiento de los trabajadores; el
acoplamiento del obrero elegido científicamente y la ciencia; y después, esta
división casi igual del trabajo entre la dirección y los obreros”. (Taylor, citado
en Merrill, 1975: 91).
LECTURA OBLIGATORIA
CC
Esta noción, aparentemente tan natural e irrebatible hoy en día, fue de hecho
combatida vigorosamente en tiempos de Taylor, un hecho que muestra qué tan
lejos hemos ido por el camino de transformar todas las ideas acerca del proce-
so de trabajo en menos de un siglo y la manera tan completa en que las con-
cepciones de Taylor, tan calurosamente rebatidas, han penetrado en el panora-
ma convencional en tan corto espacio de tiempo”. (Braverman, 1974: 140)
CC
La perfección y buen orden de trabajo del cuerpo social descansa sobre cierto
número de condiciones denominadas indistintamente principios, leyes, reglas.
De preferencia, adoptaré el término principios, aunque disociándolo de toda su-
gestión de rigidez porque en las cuestiones administrativas no existe nada rígido
ni absoluto, todo es cuestión de proporción. (Fayol en Merrill, 1975: 185).
CC
Había una jerarquía demarcada: directores y jefes de establecimientos de en-
señanza eran los gestores industriales, los profesores eran los trabajadores, y
los alumnos eran los materiales en bruto que debían ser procesados. La moni-
torización de esta línea de producción es realizada en términos de “estánda-
res” educacionales. (Bottery en Barroso, 1995: 35).
PARA REFLEXIONAR
LECTURA OBLIGATORIA
El texto presenta uno de los más Mayo, E. (1975), “Los principios de la administración científica”, en
famosos estudios de las rela-
ciones industriales y está toma-
do del libro de Mayo (1945:68-
86) The Social Problems of an
OO “Hawthorne y la Western Electric Company”, en Merril, H., Clásicos
en Administración, Limusa, México DF, 361-377.
CC
Son los encargados del mantenimiento de la maquinaria humana. Si hoy en día
el Taylorismo no existe como una escuela separada, es porque, aparte del mal
olor del nombre, dejó de ser propiedad de una facción, dado que sus enseñan-
zas fundamentales se han convertido en la base de todo el diseño del trabajo
(p. 108).
CC
Antes que una ciencia pueda desarrollar principios debe poseer conceptos (…)
La primera tarea de la teoría administrativa consiste en desarrollar una serie
de conceptos que le permitan describir las situaciones administrativas en tér-
minos aplicables a la teoría. Para que sean científicamente útiles, estos con-
ceptos tienen que ser operativos; es decir, sus significados deben correspon-
der a hechos o situaciones empíricamente observables. (Simon, 1979:36)
Esta corriente evidencia un interés por lograr un enfoque integrador, una teo-
ría explicativa integral de la organización. Entre sus principales nociones se
pueden mencionar las siguientes.
La organización es concebida como un sistema de actividades, conformado
por una red de relaciones de decisión. La organización es una “caja negra”,
pues su relación con el contexto se reduce a la entrada de factores provenien-
tes del medio o “input” (mano de obra, tecnología, etc.) y a la salida de facto-
res al medio, “output” (productos, servicios). La toma de decisiones, dimen-
sión no atendida por las teorías previas, es el proceso más relevante de los
que ocurren dentro de la organización e influye sobre los demás, de ahí que
su estudio permite conocer el comportamiento del fenómeno organizativo.
Una noción central en la teoría es la de “racionalidad limitada” como cri-
terio esencial del proceso de toma de decisiones, pues se trata de lograr
objetivos satisfactorios (ya no óptimos, como en los clásicos fundacionales)
utilizando modelos simplificados de la realidad como marco de información.
También se preocupan por delimitar variables componentes de la decisión,
sus relaciones e interdependencia, así como por elaborar modelos teóricos
para análisis de fines individuales, procesos de fijación y formación de objeti-
vos organizacionales, análisis del proceso decisorio a nivel individual, grupal
y organizacional, entre otros.
Entre las limitaciones a esta teoría que señala la bibliografía sobresalen
algunas. En el marco de una concepción positivista de la ciencia administrativa
existe un esquema simplista de la organización que descuida el medio exter-
no, reduciendo la relación organización-medio al intercambio de input-output.
Y no obstante haber incorporado las influencias del ambiente, las circunscri-
ben a la decisión, omitiéndolas respecto de otros componentes y procesos.
En tal sentido, el énfasis exagerado en el proceso interno de toma de deci-
siones para conocer el comportamiento organizativo actúa en desmedro de la
atención de otros procesos, tales como el de la comunicación, la influencia,
la información. Otra crítica es a la propia noción de “racionalidad limitada”
como criterio fundamental en la toma de decisiones, pues omite la importancia
•• El modelo del sistema social propuesto por Getzels y Guba (1957) que esta-
blecía una distinción entre la dimensión organizacional (nomotética) y la
dimensión personal (ideográfica).
•• Otra línea de desarrollo, Carlson (1962) y Hemphill; Griffiths y Fredericksen
(1962), consistía en estudios sobre el papel desempeñado por los adminis-
tradores de los distritos escolares o de las escuelas.
•• Finalmente, los estudios sobre el clima organizacional, en particular de
Halpin y Croft (1963).
Pero ese ideal por alcanzar una ciencia de la administración basada en una
única gran teoría, ya a mediados de la década de 1960 era considerado dema-
siado ambicioso por algunos de sus teóricos fundacionales, según afirmaba
Hughes en 1987 (citado en Barroso, 1995: 38).
La concepción positivista de la ciencia administrativa de Simon y la influen-
cia ejercida en los promotores del New Movement condujo a la valorización
de los aspectos técnicos de la administración, separando hechos de valores;
reduciendo la ciencia de la administración a preocupaciones por los medios
y no por los fines. De allí que se eliminaba del campo de estudio todo lo rela-
cionado con las pasiones, afectos, deseos, la condición de fuertes o débiles,
la esperanza, el altruismo, la fraternidad, el coraje, el vicio, la virtud, según
afirmaba Greenfield en 1990 (citado en Barroso, 1995: 39).
LECTURA OBLIGATORIA
II
Fuente: <http://blogs.laverdad.es/mundo-placeres/files/Burocracia3.JPG>
En realidad, Weber pretendía, tal como sostiene Tyler (1991), investigar las
dimensiones subjetivas de la acción social, intentando construir una tipología
de significados y estrategias mediante la cual los individuos regularan sus
propias acciones
LECTURA OBLIGATORIA
1.
PARA AMPLIAR
a) Los sistemas existen dentro de sistemas, esto es, las moléculas existen
dentro de las células, estas dentro de los tejidos y así sucesivamente;
por ejemplo, los organismos dentro de los grupos y estos dentro de las
culturas.
Esta concepción implicaba una marcada diferencia con los estudios adminis-
trativo-organizacionales antes abordados pues estos concentraban su aten-
ción en la estructura y procesos internos a la organización y, a partir de allí,
rastrean las restricciones contextuales que operan sobre ella (Oszlak, 1984).
En sentido convergente, Fleming (1991) destaca que esas orientaciones
teóricas comparten un rasgo: enfocan la naturaleza interna de la vida organi-
zacional, la cual a su vez modela la vida de sus miembros.
Señala Oszlak que el nuevo enfoque analítico, por el cual se recono-
ce que las organizaciones complejas son influidas por la acción del con-
texto, es producto de la intersección entre los estudios sobre burocra-
cia encarados desde la perspectiva de una ciencia política y las corrientes
administrativo-organizacionales.
Los enfoques politicológicos, a diferencia de estos últimos, observan las
consecuencias de la inserción de la burocracia en un contexto determinado,
examinando el tipo de interacciones que se producen, evaluando especialmen-
te los impactos en términos de la productividad de la burocracia y su poder
relativo (Oszlak, 1984).
Parsons, el mencionado sociólogo norteamericano, fue un pionero del enfoque
que considera las organizaciones como parte de sistemas sociales más
amplios. En su artículo “Algunos ingredientes para una teoría general de la
organización formal” (1957) presentó el modelo de una organización dividida
en tres niveles (Fleming, 1991), a saber:
1º) Técnico: primero están las normas generalizadas válidas en toda la comu-
nidad, codificadas en la ley o reconocidas como prácticas correctas.
2º) Administrativo: el tipo de control que se encuentra en la infraestructura
entre la administración y el interés público. En la educación pública esto
generalmente toma la forma de un cuerpo de directores o consejeros de
la escuela pública.
3°) Institucional o comunitario: puede existir alguna estructura gubernamental
que controla los niveles técnicos y de administración de la organización.
2.
Racionalización y
democracia en la
escuela pública:
La educación durante el período 1916 - 1930
Cuaderno de Trabajo Nº 3
Departamento Unidad de Información
Octubre de 2002
«Se necesita una maestra de verdad, que ame su
profesión, que no sea apática, dormida, rutinaria;
que animada del vivo anhelo de perfeccionarse
sepa producir siempre más y mejor; que
sintiéndose feliz en presencia de los niños
confunda su alma con ellos (...)
Se necesita una maestra de verdad, tan
cumplidora del deber, puntual, activa, laboriosa,
tan entusiasta, noble y bondadosa, que su vida
predique con los hechos, para templar el carácter
de aquel muchacho que la patria reclama con
urgencia...»
Juana Bricca de Arrastía, «Se necesita
una maestra», en: El Monitor de la Educación
Común, año 38, Nº 568 (abril de 1920)
7
I En el año 1922 la escuela primaria argentina concurre a
INTRODUCCIÓN la Exposición Internacional de Río de Janeiro y a los
Congresos de Educación y Protección al niño. Es el año
en que culmina el primer mandato presidencial de
Hipólito Yrigoyen, jefe de la Unión Cívica Radical. El
Consejo Nacional de Educación (CNE) de la República
Argentina fundamentó esa presencia argumentando que
el desenvolvimiento de la instrucción primaria era un
buen exponente del progreso general del país y de las
conquistas democráticas recientemente alcanzadas. Para
tales fines se aprobó un plan de trabajo que entre otras
cosas establecía la confección de una «cinta cinemato-
gráfica» y la impresión de un folleto explicativo de la
misma, la preparación de una conferencia y de varias
series de diapositivas con el fin de exponer el desarrollo
de la enseñanza en diversos ramos: los edificios escola-
res, las instituciones anexas, el tipo de alumnos.
Para cumplir con el plan se designó una comisión inte-
grada por Inspectores Técnicos. Este plan de trabajo
resulta altamente representativo de la influencia ejercida
por los cambios estructurales del capitalismo en los paí-
ses centrales sobre la política educativa argentina, en el
período iniciado con el ascenso del radicalismo. Estos
cambios remiten a una multiplicidad de procesos y ten-
dencias que se pueden caracterizar a partir de dos térmi-
nos generales: democratización y racionalización. Pero...
¿Hasta qué punto se desarrollaron efectivamente estas
tendencias? ¿Fueron realmente representativas de las
políticas educativas del radicalismo gobernante o cons-
tituyeron simplemente un elemento más en el marco de
una multiplicidad contradictoria de discursos y actores?
¿Las reformas lograron plasmarse o simplemente que-
daron en el terreno de las buenas intenciones? A conti-
nuación intentaremos esbozar algunas respuestas para
estos problemas.
9
II Los países centrales, durante el período que va de 1890 a
EL 1930, asistieron al desarrollo de una nueva relación entre
TAYLORISMO el capital y el trabajo condicionada por los cambios es-
Y SUS
MÚLTIPLES tructurales del sistema capitalista: el fin de la etapa de la
APLICA- «libre competencia» y de la «mano invisible» del merca-
CIONES do, la consolidación de los monopolios, las incorpora-
ciones tecnológicas de la segunda revolución industrial
en pleno desarrollo, la expansión imperialista expresada
en la exportación de capitales, la fusión de los bancos
con el capital industrial para conformar lo que se deno-
minó el capital financiero.
En este contexto los métodos tradicionales de produc-
ción, con reminiscencias artesanales o semiartesanales,
en los que los obreros ejercían el control sobre el proce-
so productivo y poseían el «saber» acerca de los procesos
de elaboración de los productos, gradualmente fueron
reemplazados por otros más «racionales», entendida su
racionalidad como control de los ritmos y las modalida-
des del trabajo por parte de los dueños de las empresas,
y el progresivo apoderamiento del saber obrero por los
patrones.
En este contexto arraigaron las ideas de Frederick W.
Taylor, fundador de la Escuela de Administración Cien-
tífica. Sus obras principales son A piece rate system (1895),
Shop management (1903) y The principles of scientific management
(1911). Sus doctrinas basadas en la rígida separación en-
tre programación y ejecución, subdivisión y simplifica-
ción absoluta de las tareas productivas y el estímulo sala-
rial como incentivo excluyente para trabajadores despro-
vistos de todo rol intelectual en el proceso productivo,
tuvieron importante aplicación en la gran industria, tan-
to en EE.UU como en Europa, siempre en búsqueda de
la «eficiencia», entendida como aumento de la producti-
vidad obrera lograda en base a un máximo de codifica-
ción y control de las tareas. Entre las tantas citas posibles
para graficar su modo de análisis del proceso de trabajo
se pude ejemplificar con la siguiente:
10
1 Taylor, F. W. «Cuando se llevan registros exactos de la cantidad de trabajo hecha
Principios de la por cada operario, así como de su eficiencia, y cuando el salario de
cada trabajador va aumentándose a medida que la última va mejo-
administración rando y cuando los que no alcanzan a llegar a un nivel determinado
científica. México, quedan despedidos y en su lugar se da trabajo a un nuevo surtido
Herrero Hermanos, de operarios cuidadosamente escogidos, cabe suprimir en gran parte
México, 1961. pág. tanto la holgazanería natural como el bajo rendimiento sistemático
30 del trabajo».1
Según Farran
2 Farrán, Gabriela:
«Taylorismo, «él sistematizó y puso al día una serie de ideas que existían desde la
fordismo y revolución industrial. Tenía la convicción de que la única manera
de cambiar la situación vigente era la puesta en práctica de una
americanismo», en: administración científica del trabajo, que tuviera como premisa
Pozzi, Pablo. Un arrebatar a los obreros toda capacidad de decisión respecto a la
pasado imperfecto, el producción.» 2
conflicto en la historia
Los principios de la «administración científica» (también
de los EE.UU,
Buenos Aires,
llamada organización científica del trabajo) propuesta por
Manuel Suárez Ed., F. W. Taylor apuntaban a concentrar en la gerencia de la
1992. p. 59. empresa, el conocimiento y el saber acumulado por los
obreros, para clasificarlo y reducirlo a leyes y fórmulas, a
la codificación de unos pocos movimientos corporales
básicos, acompañada de rígidos tiempos para la realiza-
ción de cada uno de estos movimientos. Todo lo que fue-
ra programación de las tareas quedaba, hasta en sus ínfi-
mos detalles, en manos de la gerencia. Se escindía de este
modo el trabajo intelectual del manual de modo mucho
más completo que en la etapa anterior y al obrero se le
«castraba» la pericia, el trabajo mental pasaba al departa-
mento de planeación. El trabajador pasaba a manejar sólo
una parcela mínima de conocimiento, en forma de tarea a
ejecutar, movimiento monótono y rutinario, y perdía todo
saber acerca del conjunto del proceso, llegando a ignorar-
lo casi todo sobre él.
En suma, se producía una verdadera expropiación, no
de bienes materiales pero sí de un saber intelectual, en
un proceso sociocultural que tendía a destruir la cultura
«de oficio» para reemplazarla por standares en que el tra-
bajador pasaba a ser un eslabón de la cadena de produc-
ción, reducida a la repetición infinita de operaciones sim-
ples y pautadas. La alienación humana en el proceso de
11 trabajo alcanzaba un nuevo escalón, y se llegaba a mani-
festar como deseable la idea de que el trabajador actuara
al modo de un «gorila amaestrado», confinando sus ras-
gos de humanidad a su vida fuera de la jornada de traba-
jo. Sobre la negación de los rasgos humanos del trabaja-
dor, lo mejor es darle la palabra al propio Taylor:
«uno de los primeros requisitos para que el hombre que es apropia-
do para tener como ocupación la de manejar hierro en lingotes, es
que ha de ser tan estúpido y flemático que en su conformación
3 Taylor, F. W., op. mental ha de parecerse más a un buey que a ningún otro tipo de ser.»
cit., p. 59. 3
17
III En la década del veinte, las autoridades del Consejo Na-
LA cional de Educación constataban retrospectivamente la
«RACIONALI- existencia de dos etapas en la aplicación de la Ley Nº
ZACIÓN»
DEL 1420. La primera estaba caracterizada «por la construc-
SISTEMA ción de numerosos edificios escolares; por la fundación
EDUCATIVO de gran número de escuelas; por la creación de los cuer-
EN pos técnicos y docentes; por la preparación de reglamen-
ARGENTINA tos, programas y por una mejor orientación de la ense-
1 Consejo Nacional ñanza» 1 . La segunda, por su parte, fue la de la búsqueda
de Educación, La y la aplicación de los distintos métodos pedagógicos, la
Instrucción Primaria en etapa del normalismo y del positivismo. Ambas fases se
la República reconocían como necesarias pero a la vez se remarcaba
Argentina: breve su definitivo agotamiento porque, se decía, la importan-
reseña ilustrativa. te labor realizada no había logrado evitar «altos niveles
Buenos Aires,
CNE, 1922, p. 24
de desperdicio de fuerzas y de energías». La tarea de la
«tercera etapa», pasaba de alguna manera por adaptar el
material escolar, las prestaciones didácticas y las prácti-
cas pedagógicas a los principios científicos de la nueva
organización del trabajo:
«... durante el último lustro se ha afrontado en Buenos Aires, la
reforma del sistema de trabajo escolar para adaptarlo a nuestro
sistema social eminentemente democrático y profundamente hu-
mano.
Nuestra enseñanza primaria había alcanzado un grado de progreso
muy apreciable en cuanto a los métodos y procedimiento emplea-
2 CNE, op. cit., p. dos; pero fácilmente se advertía la desarticulación de la escuela. El
24. sistema establecido valoraba más lo aparente que lo real.» 2
Se trataba de evitar el desperdicio de energías, de esfuer-
zos y de tiempo. La consigna de la tercera etapa pasó a
ser: unir, enlazar y controlar, buscando amalgamar lo que
los técnicos del CNE consideraban las dos fuerzas
antitéticas de la sociedad: el egoísmo y el altruismo. Se
apuntaba a homogeneizar el trabajo educativo sobre la
base de una standarización de los docentes que debía
garantizar a su vez un producto (el alumno) a su vez
standard y homogéneo. Cabe aclarar que en el caso del
trabajo escolar el desperdicio de energía era visto tam-
bién como «desperdicio de valores». En este sentido la
constitución del maestro como categoría social identifi-
18 cable (y autoidentificable) se tornó estratégica. La con-
formación del magisterio escolar y la titulación serán los
mecanismos de selección del personal docente, meca-
3 Bourdieu, Pierre,
Razones prácticas,
nismos de control, tanto pedagógicos como ideológi-
sobre la teoría de la cos. Respecto del efecto de las titulaciones, apunta Pierre
acción, Anagrama, Bourdieu:
Barcelona, 1997, p. «... la familiaridad nos impide ver todo lo que ocultan los actos en
36. El buscar cubrir apariencia puramente técnicos que pone en práctica la institución
los cargos con escolar. Así el análisis weberiano del diploma como bildungspatent
maestros y del examen como proceso de selección racional , sin ser falso, no
deja de resultar muy parcial: no impide en efecto que se esfume el
diplomados tenía aspecto mágico de las operaciones escolares que cumplen asimis-
seguramente la mo unas funciones de racionalización (itálicas del original), pero
función de no en el sentido de Max Weber... Los exámenes o las oposiciones
garantizar que justifican de forma razonable (itálicas del original) las divisiones
hubiera «ciudadanos que no forzosamente responden a principios de racionalidad, y los
títulos que sancionan su resultado presentan como garantías de
respetables» al competencia técnica certificados (itálicas del original) de compe-
frente de las aulas. tencia social, muy próximos a los títulos de nobleza.» 3
______________________________________________________
Cuadro: Docentes diplomados y no diplomados. Años 1918-1923
Año Docentes % Total
Con título Sin título (absolutos)
1918 92,2 7,8 5499
1919 94,8 5,2 5637
1920 97,9 2,1 6039
1921 98,6 1,4 6785
1922 98,7 1,3 7526
1923 98,3 1,7 8185
Fuente: Pinkasz, Daniel, op. cit. p. 41 (Elaboración del autor en base a Memorias del
D.G.E. de la provincia de Buenos Aires, años 1918 - 1923).
______________________________________________________
24
UNIDAD
II
ESTE MATERIAL SE UTILIZA CON FINES EXCLUSIVAMENTE DIDÁCTICOS
tratan de comprender la vida de trabajo de los maestros. Él ha investigado sobre la tensión del
maestro, la relación entre su vida personal y profesional y su socialización. El profesor Blase ha
publicado extensamente sobre la micropolítica de la enseñanza.
1 Esta es una versión modificada de un artículo que apareció en Diversity and Teaching: Teacher
Education Yearbook, coordinado por M. J. O’Hair y S. Odell y publicado por la Asociation of Teacher
Educators (Harcourt Brace Jovanovich).
1
DIGITALIZADO POR ALITO EN EL ESTERO PROFUNDO
(Anderson, 1990, 1991), maestros (Blase, 1987a, 1987b, 1988a, 1991) y alumnos
(Anderson y Herr, en prensa). Anderson describe el ámbito de fuerzas políticas del
director e incluye datos sobre la interacción maestro-director. Blase se centra en el
campo de fuerza política de los maestros y presenta datos sobre sus interacciones
con el director, con los alumnos, con los padres y con otros profesores. Anderson y
Herr se concentraron en las fuerzas comunitarias e institucionales (incluyendo
profesores) que impactan la formación de identidad de los alumnos.
Los tres estudios emplearon métodos cualitativos de investigación. El de
Anderson (1988, 1990, 1991) fue un estudio etnográfico sobre dos directores y sus
escuelas, uno de ellos en un pudiente distrito escolar suburbano y en otro en una
escuela dentro de la ciudad. Durante un periodo de dos años (1985-87), se
realizaron sesenta y seis entrevistas con los directores, los maestros, los alumnos y
miembros de la comunidad; se observaron veintiocho reuniones, y se analizaron
más de treinta documentos. El objetivo del estudio fue obtener el mayor número
posible de percepciones sobre eventos seleccionados críticamente, con el fin de
explicar el proceso de la administración significativa de la dirección.
Blase (1987a, 1987b, 1988a, 1988b, 1991) comenzó con un estudio de caso
basado en una entrevista (1983-86), en el cual los maestros discutieron lo que
significaba para ellos ser «político». Preguntas específicas de investigación
estudiaron: 1) factores que contribuyen a los cambios políticos de los maestros
durante sus carreras y 2) los significados conectados con las políticas de interacción
con los directores, padres, alumnos y otros profesores. Como un seguimiento de
este estudio, se distribuyeron cuestionarios con preguntas abiertas a los maestros
de tiempo completo en escuelas públicas en tres estados, uno en el sureste, otro en
el noreste y el tercero en noroeste. Esta parte del estudio examina las percepciones
de 1.200 maestros sobre las estrategias políticas cotidianas que usa el director para
influir sobre ellos.
Los datos del estudio de Anderson y Herr (en prensa) son parte de un estudio
mayor de historia oral, cuyo propósito fue el de entender mejor las formas en las
que las escuelas encauzan la diversidad e idiosincrasia del alumno en un estrecho
espectro de conductas aprobadas por el colegio. Los investigadores buscaron un
entendimiento fenomenológico de las micropolíticas de las vidas de los alumnos en
una serie de escenarios escolares. Los datos para dicha investigación se recogieron
de alumnos en seis escuelas estratificas por clase social, tres ubicadas en Estados
Unidos y tres en México.
Debido a los distintos enfoques, los tres estudios que se discuten aquí
proporcionan una oportunidad única de explorar las micropolíticas de los maestros
en lo que respecta a su relación vertical con la escuela y la Dirección Provincial de
educación; hacia abajo, con los alumnos en sus aulas, y horizontalmente con sus
colegas y comunidad a la que sirven.
1. LA PERSPECTIVA MICROPOLÍTICA
Tradicionalmente, el estudio de la política educativa versó sobre el conflicto de
intereses personales, compromisos ideológicos y recursos materiales. Los estudios
sobre estos conflictos tendieron a concentrarse en las legislaturas estatales y
federales, en las juntas escolares, en los sindicatos, en los grupos de interés
especiales y en los administradores. Más recientemente, en el ámbito educativo, se
volcó la atención sobre la educación hacia las políticas organizativas o
«micropolíticas».
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intercedan, sino más bien intento que ellos mismos tomen una postura con la esperanza de
que le comuniquen al director una opinión aproximada a la mía» (Un profesor de escuela
secundaria).
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12
Des-armando escuelas
Silvia Duschatzky
Elina Aguirre
1
Tercera parte
Des-armando institución
72
12. Escuela minimalista
Partamos de una pregunta: ¿De qué hablamos cuando decimos que pensamos de un
modo minimalista49? ¿Qué es ser minimalista, más allá de medidas? Esta pregunta nace
de constatar que sólo en el seno de la experiencia palpable podemos dar cuenta de que
las cosas se mueven. Si hay algo evidente en estos tiempos es la distancia sideral entre
los problemas concretos y las grandes retóricas emanadas de los centros de poder.
Si la escuela es existencia supone que todo lo que allí vivimos pasa por un orden
expresivo: toma alguna forma de la que podemos dar cuenta. La pregunta que flota aquí
es de qué se tratan esas formas, y si nos hacen bien o nos hacen mal; si nos acercan a
los chicos (que encarnan nuevos lenguajes, sensibilidades, percepciones y modos de
hacer) o nos distancian; si multiplican los vínculos o los estrechan; si amplían el poder de
hacer cosas o nos sumen en una rutina empobrecedora; si nos sitúan frente a nuevos
desafíos o nos achican el radio de experimentación.
La hipótesis que queremos explorar es la de la escuela minimalista. Antes de darle rienda
suelta a la idea conviene despejar algunos equívocos, por lo menos dos. Que el
minimalismo no es cuestión de dimensiones, como si se tratara de algo acotado, chiquito.
Y que el minimalismo excluye, desprecia o puede prescindir de lo macro o de las políticas
más amplias. Deleuze, en Conversaciones, decía que sólo se puede pensar el Estado en
relación con su más allá y su más acá. El más allá es el mercado mundial de la economía
y la globalidad de la información. El más acá, y es esto lo que nos importa destacar, se
refiere a los devenires, esos movimientos que escapan al control y a toda prescripción,
“esas minorías que no cesan de resistir y resucitar” (1999).
Entonces, un pensamiento minimalista bien puede leerse en una política pública estatal si
es que la naturaleza de sus propuestas es efecto de una lectura de las señales que están
en las prácticas concretas y piden nuevas formas, si es que estas políticas se han
supeditado al “mundo inferior” (Nietzsche, 1972). Si es que estas políticas tocan fibras
sensibles de la vida cotidiana. La experiencia de la Escuela de verano implementada por
el Ministerio de Educación de la Provincia del Chubut es un ejemplo que bien grafica esta
tensión entre el minimalismo y las políticas públicas.
Veamos de qué se trata este proyecto en palabras de Teresa Punta50, una referente de
Desarrollo profesional del Ministerio de Educación de la Provincia de Chubut.
49
Para ahondar más en esta idea, sugerimos la lectura de la obra de Miche Foucault “El yo minimalista y otras
conversaciones” (1996).
50
También integrante del equipo de Gestión educativa de FLACSO.
73
cada escuela, pero si con los docentes de cada escuela que desean
trabajar en las EV no alcanza, la convocatoria se puede ampliar a
docentes de otras instituciones. Desde el ministerio se formó un equipo
itinerante que iba por las escuelas que decidieron proponer EV a sus
alumnos y empezamos a trabajar juntos con lo que le va “volviendo” a
cada escuela. Los modos de convocar a los chicos fueron diversos de
toda diversidad. Hubo escuelas que hicieron convocatorias radiales,
otras llamaron por teléfono a todos los alumnos que tenían espacios
curriculares pendientes, otras se imprimieron remeras con la sigla EV y
empezaron a transitar los barrios de los pibes, salía por la tele, una
escuela hizo un pasacalle.
Los chicos empezaron a anotarse y fueron muchos… ¡mucho! más de
los que los profesores que se habían anotado podían atender. Las
escuelas y el equipo itinerante del ministerio empezamos a pensar “la
cosa” de la forma que se iba presentando en cada escuela. Había
escuelas en las que se anotaban chicos que no eran de esa escuela…
porque su escuela no hacia EV o porque estaban pasando el verano
en otra ciudad. Había escuelas en las que los porteros presentaban un
proyecto para trabajar en un taller con los chicos y el acompañamiento
de algunos docentes. Había tantas ideas como escuelas, como chicos,
como adultos… todas las pensábamos, las amasábamos y veíamos
cómo echarlas a rodar. Hubo que hacer un “recorte” de alumnos… no
pudimos con tantos… dijimos “los que tienen entre 3 y 6 espacios
curriculares”. Los Centros de Actividades Juveniles (CAJ) se
ensamblaron a la propuesta y realizaron actividades -principalmente
recreativas- con los chicos que “quedaban afuera”.
Las actividades que los chicos realizaran en la EV les permitían
promocionar los espacios curriculares que esas actividades
contemplaran. Esta promoción era resuelta por el equipo de la EV y se
les extendía un documento que así lo expresaba a los chicos que
habían transitado EV en otra escuela que no fuera la suya. Hubo
talleres, clases formales, foros de debate, ciclos de cine… lo variopinto
invadía. Las formalidades y lo novedoso se entrelazaban y daban a luz
cada vez nuevas ideas.
Estamos pensando que si con la EV no dimos abasto, poner en
marcha la Escuela de Invierno (EI). Estamos pensando que no tenga
sólo que ver con lo curricular que los chicos no hayan alcanzado… que
sea abierta a todo mundo y que se pueble aun más de maneras, de
modos, de formas. Estamos pensando hacerla extensiva a todos los
niveles de la escolarización en la provincia. Estamos pensando… Y si
después de todo esto, igual nos hace falta “el dato”, “la estadística”, “el
número”, digamos también que la movilidad (promoción) en la escuela
secundaria chubutense fue del 82 % más en 2012 con respecto a
2010. El número también nos alegra… pero ya estábamos contentos
antes de hacer la cuenta.
En principio digamos que minimalismo refiere a una tendencia sensible del pensamiento.
Lo mínimo no es lo restringido sino lo sentido, lo palpado, aquello que nos afecta. Lo
74
mínimo es la experiencia y la experiencia puede atravesar multitudes. El punto es no sólo
poder dar cuenta de ella situacionalmente sino habitar eso que enunciamos como
experiencia. La experiencia no es del orden meramente discursivo ni sabe de
prescripciones. Dar cuenta de la experiencia requiere de un modo de decir que no puede
abrevar en ideales ni jergas puramente retóricas. Deleuze decía, a propósito de Foucault,
que él nunca hablaba de lo que no vivía (2003). El minimalismo entonces no está arriba ni
abajo, no es reivindicación populista ni una vuelta a ideales universales y voluntaristas de
transformación. El minimalismo es cuestión de una sensibilidad que enuncia, piensa,
problematiza lo que vive.
Volvamos, desde esta perspectiva minimalista, a dos situaciones de las que ya hablamos
en capítulos anteriores.
En la película Detachment acontece algo cuando el profesor sustituto se encuentra con el
pibe que lo provoca51. Un acontecimiento, afirma Deleuze, no es lo que acontece, sino
que está en lo que acontece (Zourabichvili, 2004). Aquí encontramos una de las claves de
una lectura minimalista. ¿Importa la anécdota puntual? Seguramente tomará por un rato a
sus eventuales protagonistas pero detenernos ahí en exceso nos deja sumidos en las
emociones reactivas de la situación -miedo, bronca...-, y en el mejor de los casos cierta
empatía aún con el agresor. ¿Qué es lo que acontece? ¿Qué valor político, público,
encontramos en pensar desde una situación singular? ¿Qué pensamos más allá de
quedarnos en supuestas justificaciones o lecturas indignadas frente a hechos inauditos
que traspasan toda moral civilizatoria?
Esa pequeña situación de alto voltaje deja ver modos de existencia: ¿aguerridos?,
¿desconfiados de los roles?, ¿cansados?, ¿cínicos?, ¿solitarios?, ¿lastimados?,
¿empáticos? Modos de existencia que se rozan en el punto desde el cual se tira para
seguir enlazados. Ambos, el profesor y el pibe, son seres vulnerables (¿quién no?). Una
vulnerabilidad que no se ampara en una jerarquía para zafar de la situación o poner en
orden las cosas desmadradas. Si algo de otro orden comienza a acontecer, si alguna
variación se suscita en la relación es porque se han dado por agotadas las prerrogativas
de los roles y funciones. Si algo del maestro tiene chance es porque soltó la investidura o
la impostura. El valor político del acontecimiento está en esas preguntas que emanan del
agotamiento, preguntas que incitan a imaginaciones activas de cualquier situación que
muestre a las claras la necesidad de vivir una relación desde la prueba y la
experimentación.
El pensamiento minimalista nos exige “estar ahí”, que no supone mera presencia física
sino habitar problemas comunes. La situación no es una parte de un todo, en la situación
está todo. La película muestra que no es imprescindible apelar al archivo de las biografías
de los chicos (que algunos llaman prontuarios) para apreciar los posibles de un vínculo
educativo. ¿Acaso no está todo ahí, expuesto en la situación, aún de modos subrepticios?
Si se pone el foco sobre el conocimiento de la “vida personal” del otro como antecedente,
no se habilitan aperturas. El afuera está adentro, sólo se trata de verlo en el juego de
relaciones en las que estamos involucrados. ¿Por qué necesitamos el historial para
experimentar un plano distinto de relación con el otro? ¿Es posible establecer una
relación no “personalista” (centrada en el yo) con el otro?
Decíamos que el minimalismo del que hablamos requiere del agotamiento de una
percepción sometida a la moral, al voluntarismo de cambio. Hay algo que cae para dar
lugar a otra cosa cuya forma no sabemos de antemano. Hablando de la escuela,
51
Ver el apartado 2 de la Primera Parte de este libro.
75
podemos pensar en un agotamiento de un registro de las identidades (docente, alumno,
alumno-problema, ADD, etc.), para habilitar otro tipo de relación. No se trata de un “hacé
lo que se te cante” sino de probar otra cosa, una variación, a partir de una lectura sutil de
las fuerzas que anidan en todas las formas de existencia que se reúnen en la escuela.
Conocer las formas de existencia no implica celebrar un multiculturalismo light y
políticamente correcto. Conocer a qué son sensibles los pibes, a qué son propensos, qué
los afecta, de qué modos son afectados, qué los desafía, qué pueden, cómo elaboran sus
experiencias…, de forma tal de diseñar invitaciones a un hacer que active lo que podrían,
lo que podríamos juntos.
Algo de eso pasa en la experiencia del grupo Km2952: una lectura de las afecciones que
lleva a diseñar un proyecto para hacer juntos. La pregunta minimalista sería: ¿Qué lee
Juan en los cuerpos de los chicos? ¿Cómo hace para extraer más potencia, más poder,
de esos cuerpos-movimiento?
El punto de partida es el agotamiento. Dice Juan Onofri:
“Nosotros nos juntamos y partimos, nos juntamos para salir de la Capital, ese era
nuestro objetivo. Y salir de la Capital tenía que ver con que estábamos un poco
cansados del procedimiento creativo-artístico contemporáneo de la Capital.
Estábamos un poco asfixiados. La endogamia ha sido el veneno de la producción
porteña. Acá no se respira ni se oxigena. Entonces decidimos, sin ningún objetivo
social, alejarnos de acá.”
Y una lectura que hizo a un encuentro:
“El encuentro con los chicos fue muy revelador, en relación al material del que cual
eran portadores. No sólo “portan esa cara”, sino que portan un cuerpo y una imagen
que desprende ese cuerpo. Específicamente, lo revelador fue ver el increíble dominio
de los chicos sobre su imagen, sobre su presencia y sobre las leyes del escenario.”
(…) “Y empezó a rondarnos la pregunta: ‘¿de dónde sacan los pibes este
conocimiento, esta precisión y esta sabiduría en relación a cómo ubicarse en el
espacio?’ Y rápidamente desestimamos cualquier tipo de enseñanza que pudiéramos
ofrecerles. Hubiera sido una pérdida de tiempo ponerlos a hacer coreografías,
hubiera sido estar ciegos. Entonces empezamos a desarrollar un entrenamiento, un
entrenamiento que yo hago con profesionales, que no pretende imponerle al cuerpo
un material sino más bien proponerle algunas direcciones óseas y musculares que
son para todos los cuerpos, y los pibes no fueron la excepción. Así empezamos a
escuchar lo que traían y a ver lo que podíamos aportar sutilmente nosotros…” (Juan
Onofri, director del Grupo Km 29).
52
Ver el apartado 10 de la Segunda Parte de este libro.
76
¿Qué hay en común entre Detachment y Km 29? Probablemente, el agotamiento no como
sofisticación teórica o experimentalista sino como necesidad existencial. Algo pide un
pasaje, pasar por otro lado y que pasen otras cosas que los meros desencuentros, las
tranquilizadoras rutinas (que ni siquiera podemos conseguir en estos tiempos), las quejas
insistentes, las derivaciones de casos, las licencias por cansancio acumulado,
las retóricas bien intencionadas, las demandas excesivas, las lecturas indignadas, etc.,
etc. En estas dos experiencias, hay también un más allá de lo obvio, un más allá que vive
en los detalles opacados por las representaciones totalizantes. Un más allá que pide
desautomatizarnos y volvernos exploradores no de otros mundos sino de lo otro del
mundo.
77
13. La paradoja de una escuela que se hace en su éxodo
Nos gusta pensar la siguiente paradoja: la escuela se hace en su “afuera”. Afuera que no
refiere a la contrapartida espacial de un adentro sino a todo aquello proclive a la
diferenciación (afuera de lo conocido, de lo sabido, de lo acostumbrado, de lo familiar, de
lo controlable). El núcleo fundacional de las instituciones disciplinarias descansaba en la
neutralización del afuera -de cualquier proceso de heterogeneización, de diferenciación-.
Lo que pretendían los sistemas de encierro era evitar la proliferación de mundos posibles,
por eso su incansable reiteración de ritos, rutinas y discursos. Sin embargo, hoy intuimos
que cuanto más “afuera” más experiencia educativa. Y esto en sí mismo, como
formulación, es paradojal. Atentos hoy a pensar las derivas de la escuela, prestamos
especial atención a ciertas experiencias que no sólo perforan la existencia disciplinaria
sino que arman su singularidad hallando signos que la impulsan a encontrarse en nuevos
armados nacidos de problemas comunes.
Lo que sigue es una conversación con un compañero del equipo53, Sergio Lesbegueris,
que además dirige un Centro de Formación Profesional (modalidad educativa destinada a
la formación de oficios de jóvenes y adultos)54. Quisimos pensar juntos “la cocina” de esta
experiencia que encuentra su potencia en el devenir de lo múltiple55. ¿De qué se trata
este proceso de des-armar institución?
53
Acá se repite la referencia del pie de página N°3: “Nos referimos al equipo de trabajo de la Especialización
en Gestión Educativa…”
54
Se trata del CFP N°24 de la Ciudad de Buenos Aires.
55
Lo múltiple no es muchos, es el proceso colectivo de creación de nuevos lenguajes, juegos de poder no
localizables, no estratificados. Generación de sentires, afectos, prácticas que abren la existencia social hacia
su “afuera”, afirmándola.
78
2001. Eso fue pura intuición. No sabíamos que el día después a esa inscripción iba a
“estallar” la Argentina, pero a la distancia podemos decir que algo intuíamos.
Estas condiciones (una escuela que estaba deshabitada, que no tenía una historia
institucional grande; un director sin currículo pedagógico, sociólogo y recién recibido)
hicieron que el peso de lo institucional y de la historia escolar no fuera tan denso, lo cual
permitió ensayar otras formas. Variables que jugaron a favor en el ensayo de ir haciendo
escuela.
SD: Y, ¿qué tiene ese Centro que hace que lo nombremos escuela?, ¿qué hace que sea
una escuela?
SL: Esa percepción fue variando. Al principio teníamos la necesidad de mostrarnos como
escuela porque no lo éramos, pero en la medida en que empezamos a hacer otra cosa
diferente, esa presión fue cediendo en beneficio de los proyectos que fuimos armando. La
exigencia de armar escuela bajo una representación de escuela fue perdiendo relieve a
medida que las dinámicas propias del Centro desbordaban esa expectativa.
SD: ¿En qué sentido decís que no era una escuela?
SL: El edificio estaba abandonado, no había alumnos, carecía de estructura, no
disponíamos de baños… El abandono funcionó en su reverso, nos invitaba a pensar
formas de ocupaciones. Hoy, me siento más okupa de una escuela que director.
SD: ¿Es posible pensar que la cooperativa estaba de alguna manera inaugurando algo
no-escolar u otra forma de pensar la escuela? Porque si hay algo que sostiene a una
cooperativa es el valor del trabajo colectivo, y si hay algo que sostiene la escuela, en la
imagen histórica, es el valor de la desigualdad en las relaciones: la disciplina, la jerarquía
docente-alumno. ¿Podemos hablar de un no-escolar fundacional?
SL: Sí, totalmente. En principio porque establece un pie de igualdad entre docentes y
alumnos. Somos todos asociados, todos pensamos, todos tenemos cargos electivos. Allí
hubo una condición de igualdad que rompió con la estructura tradicional de la escuela.
Hicimos una asamblea al calor de las demandas iniciales por una salida laboral, y el
hecho de captar ese tono emotivo hizo que digamos “bueno, juntémonos con la gente a
pensar”. De ahí en más realizamos seis asambleas en las que participaron entre 50 y 60
personas. Este proceso creó una igualdad de base, de cooperación en los vínculos, que
progresivamente necesitaba ser nombrado en su singularidad. Qué era esa
institucionalidad de nuevo tipo. No fue un punto de partida ideológico, sino una dinámica y
una intuición que se echó a rodar a partir de lo que percibíamos en las relaciones que se
desplegaban con los que iban llegando.
SD: Por lo que contás, desde el comienzo pudieron soltar los clichés institucionales.
Tomaron por otro lado y eso lo hicieron en función de una lectura coyuntural y a partir de
imaginar qué puede una “institución” no instituida.
SL: En verdad se generó un proceso ambivalentemente. No escapamos de ciertos clichés
que no obstante la situación pedía que se desmontaran. Fue una situación bastante
compleja en la que mientras instalábamos ciertos dispositivos más tradicionales (esto es,
los cursos), simultáneamente crecía lo no-escolar, otra forma de vincularnos entre
nosotros y con los alumnos.
SD: ¿Es posible pensar que algo del devenir institucional de este CFP esté más ligado a
la presencia de una multitud que a la figura de alumno?
SL: Sí, y en este sentido no haber pasado por la formación docente jugó a favor. Me
costaba ver “alumnos” o ver “institución”. El hecho de que los alumnos de un CFP fueran
79
adultos, también generó algo distinto. Ellos se acercaban a hablar y planteaban sus
problemas. Además, necesitábamos de la cooperación para levantar la escuela. No fue
una estrategia, fue una necesidad convocarnos a ocupar la escuela concretamente.
Percibíamos que no había Estado que pudiera asistirnos. Estábamos en ruinas, el barrio,
los alumnos, la escuela. Ahí se jugó ese plano de igualdad. Leer esa condición de
angustia nos permitió encontrar complicidad y aliados para plantear otra cosa.
Paradójicamente estábamos levantando escuela con un no-escolar.
SD: ¿Cómo se recibía a la gente a la que no veía como “alumnos”? ¿Qué forma tomó
cuando recién empezaron a abrir las puertas y hablar con los vecinos, con los que se
acercaban?
SL: Como el lugar estaba tan desprestigiado armamos un periódico que se llamaba “El
Aprendiz”. Lo entregamos a los vecinos como para ir recomponiendo la relación con un
lugar que portaba una historia bastante oscura -allí se vendían drogas, entre otras cosas-.
Además ofrecíamos una serie de cursos. Pero rápidamente esa lógica era desbordada
por otra dinámica. La recepción era desde lo escolar. Se les decía “vení, inscribite, este es
el curso, son tantas horas, tenés que traer esto”, pero en realidad la dinámica hacía que lo
escolar quedara como una cosa más en la escuela y no lo que ordenaba todo.
SD: De pronto tenía lugar una asamblea y ahí había que ponerse de acuerdo, en algo, por
lo menos.
SL: Sí, apenas llegamos ya estábamos convocando a asambleas. Eso fue muy
interesante porque se daba de forma casi intuitiva; no había una gran reflexión acerca de
si la educación estaba desvinculada del trabajo, más bien percibíamos lo que se
presentaba y la asamblea lo tomaba como pregunta: “¿Cómo vinculamos la educación
con el trabajo?”. Ahí surgió la idea de armar la cooperativa.
SD: Estoy pensando sobre todos los elementos no-escolares que le fueron dando vida a
esa institución. ¿Puede ser que haya sido la lectura de esos problemas absolutamente
cotidianos, inescindibles de la existencia misma, la que los llevó a introducir algo vital en
la gestión de la escuela, más que la típica lógica de una promesa futura? ¿Es posible que
resulte más vital pensar la existencia cotidiana que la imagen futura?
SL: Sí, totalmente. Teníamos una especie de mirada salvaje, animal, sobre la escuela que
nos hacía estar a la caza de lo que ocurriera. No había que aprender grandes cosas,
había que estar ahí, atentos, al acecho, buscando signos, atrapando señales para
entender qué estaba pidiendo la situación. Teníamos la sensación de que el sentido ya no
nos preexistía, lo teníamos que armar ahí. Inscribir una cooperativa el 18 de diciembre de
2001 tuvo que ver con esa lectura, más que con saber lo que teníamos que hacer y ser.
Contaban más las dinámicas sociales que se gestaban que la fidelidad a los mandatos
escolares. Cuando uno se ata a una fidelidad está más pendiente de cumplir con ese
objetivo que de las cosas que van pasando. Nosotros no teníamos ataduras a esos
mandatos, y esto nos hacía más porosos a lo que sucedía.
80
que se fueron gestando al pie de lo que pasaba, hicieron que las exigencias burocráticas
quedaran en un plano secundario, como algo que era necesario resolver pero que no
constituía el eje organizador de la práctica. Es más, armamos una “inteligencia” para
resolver rápidamente lo burocrático, y eso permitió que nuestra energía quedara
disponible para instalarnos rápidamente en las dinámicas que estaban en proceso. La
idea siempre fue: “¿Esto hay que hacerlo? Bueno, hagámoslo rápido, prolijo, elevémoslo,
pero la escuela pasa por otro plano”. No se trató de una cuestión intelectual, sino práctica.
Necesitábamos disponer de ese quantum de energía para las dinámicas que estaban en
proceso.
SD: ¿Y qué la hace una institución? ¿Podrías definirla como una institución?
SL: Creo que sí. Hoy me parece que, paradójicamente, hay escuela en la medida en que
hay capacidad de pensarse. En la escuela histórica todo venía ya pensado, sólo había
que ejecutar. Hoy la cosa se dio vuelta: no hay institución si no hay capacidad de
pensarse y, en ese pensarse, fundar las reglas de una nueva institucionalidad. Por eso
creo que si no se piensa, no hay institución.
SD: Sería algo así: si damos lugar a formas de intercambio, si tomamos los problemas
como investigadores, si producimos saber sobre nuestros modos de gestionarnos, si
armamos redes, entonces habría institución, es decir, procesos de constitución que
instituyen aunque de manera precaria y paradojal.
¿Y a través de qué dispositivos, mecanismos o procedimientos piensan? ¿Cómo hacen
para pensarse? ¿Cómo se da eso en la escuela?
SL: La asamblea del 2000 devino Cooperativa en el 2001, y algo de esa asamblea
también devino en un grupo de pensamiento que se llamó “La ventana”. Siempre hubo un
lugar para juntarnos a pensar más allá de roles, jerarquías y mandatos. “La ventana” es
una experiencia colectiva que reúne alumnos, docentes, vecinos, gente interesada en la
movida del CFP. En ese espacio nos juntamos a pensar cuestiones relativas a la escuela,
pero también a nuestro momento vital, nuestro tiempo, a eso que llamamos no-escolar…
allí se mezclan un montón de cosas. Sentarse con otros a pensar es un hecho político si
inaugura condiciones diferentes.
SD: Nombraste tres cosas: la asamblea que devino cooperativa que devino La ventana.
Lo que nos dice esto es que en verdad no hay un dispositivo por excelencia que organiza
la forma de pensar sino que ese dispositivo va deviniendo siempre otra cosa, y lo que lo
determina es una lectura de la práctica. Fue la práctica misma la que “leyó” que la
asamblea ya no podía seguir siendo asamblea porque seguro se iba a cristalizar, y
necesitó diferenciarse y ser Cooperativa. Y fue la misma práctica la que advirtió que la
Cooperativa no lo resumía todo y entonces necesitó de La Ventana… Esto, tal vez, está
ligado con la idea de multitud, que no es lo mismo que muchedumbre, no son muchas
personas reunidas, sino procesos que continuamente van diferenciándose.
SL: Creo que se superponen miradas. En la escuela conviven múltiples perspectivas. Hay
miradas más crudas, “salvajes”, que perciben los flujos y no se detienen en las formas
cristalizadas. Pero también permanecen otros registros más preocupados por sostener
una estética escolarizada. Se conjugan distintos planos. Ya no estamos en el registro
único que prescribe cómo hay que hacer las cosas. Estas distintas percepciones conviven
problemáticamente. Esa es la ambivalencia con la que trabajamos. A veces salen cosas
interesantes y otras nos quedamos enquistados en el malestar. La posibilidad de diálogo
entre esas diferentes capas es lo que hace a la productividad del trabajo.
81
SD: Porque se trata de presencias heterogéneas. Es decir, algunos quizá están más
ajustados al rol y otros lo desbordan completamente, y es ahí donde hay que hilvanar esa
multiplicidad heterogénea.
SL: La diferencia entre una muchedumbre en la escuela y una multitud en la escuela es
justamente la capacidad de encontrar esos hilvanes, y para eso es necesario pensarse.
De lo contrario se vive una gran desorientación. Contra esa mirada que ve desorden, una
mirada que muchos tienen de nuestro tiempo, cuando en verdad es un tiempo muy
dinámico, hay que juntarse a pensar. He ahí la diferencia. Y pensar significa encontrarse
en una condición de precariedad en torno de lo que somos, lo que hacemos, lo que
sabemos.
SD: Tal vez ustedes están elaborando una nueva definición de institución en la práctica.
Justamente porque el pensamiento es la posibilidad de conceptualizar nuevas cosas que
a su vez encierran una cierta potencia para seguir liberando formas. Esta idea de
institución que están forjando, en vez de definirse como una serie de regulaciones, se
define por los modos en que un grupo de gente gestiona una experiencia colectiva. Una
institución, no estrictamente pensada como un sistema de prescripciones y artificios que
van a conformar una práctica, sino como configuraciones nacidas al calor de pensar
problemas, al calor de la gestión de existencia.
SL: Entre la forma establecida y lo que no tiene forma, está el trabajo de buscarle forma a
lo que sucede. Ahí en el medio trabaja el pensamiento tratando de hilvanar las formas, de
relacionar lo que va pasando, de leer hacia donde van esos ritmos, esas ganas y esa
potencia. Y eso no puede hacerse si no es pensando juntos, porque no viene dado, hay
que ir construyéndolo. Tenemos que construir el barco al mismo tiempo que vamos
navegando. No nos podemos dar el lujo de no construirlo porque si no, se cae en la
muchedumbre.
SD: ¿Existen tensiones entre estos distintos planos de la escuela? Si tomáramos una
tendencia más preocupada por las formas establecidas y otra menos apegada a lo
instituido, ¿cómo se tramitan esos distintos planos en tensión?
SL: Todo es con tensiones. No hay nada que no sea con tensiones. Tensiones más o
menos fuertes, algunas veces con una tendencia más cercana a la reacción. Cuando
suceden cosas negativas no esperadas, las fuerzas reactivas son las que avanzan más.
Nietzsche dice que hay una afinidad de lo negativo con las fuerzas reactivas (Deleuze,
1994). Cuando sucede algo negativo avanzan las fuerzas reactivas. Cuando la cosa va
para adelante, las fuerzas activas tienen más empuje. Es un vaivén. No se trata de
personas reactivas o no reactivas, sino de fuerzas que nos recorren a cada uno de
nosotros. No hay buenos y malos, todos estamos recorridos por esa sensación de
ambivalencia. Ahora, en nuestra experiencia se plantea una fuerza que arma cierta
institucionalidad que hace que lo activo traccione más que lo reactivo.
56
La Casona es otra de las derivas del trabajo colectivo del CFP, así como la cooperativa y La Ventana.
82
llamamos a la policía y hacemos la denuncia”. Otro ejemplo: en una ocasión, una chica le
pegó a un docente. Entonces hubo gente que reaccionó con mucho enojo: “qué pasa, el
hecho de que todo sea tan abierto hace que ocurran estas cosas”. Generalmente apenas
sucede algo no esperado, no deseado, es tomado por fuerzas reactivas que se resisten a
pensarlo y bregan por la restitución de mecanismos de control. Lo que comienza a circular
son comentarios del tipo: “volvamos a la jerarquía, volvamos al control, no ven que esto
es un caos…”.
En cambio, cuando aparece La Casona, pasan otras cosas. La Casona es una casa, que
está a media cuadra de la escuela, que conseguimos y pudimos gestionar a partir de
pensar en La Ventana (que es este grupo heterogéneo del que les hablaba) la posibilidad
de ampliar o, como le decimos nosotros, de irnos acá -no de “irnos de acá” sino de irnos
acá-. La Casona, decía, era una manera de poder irnos acá, es decir, es un modo de
hacer que ese no-escolar que está en la escuela también haga una experiencia.
SD: ¿Cuál sería esa diferencia entre “irse de acá” e “irse acá”?
SL: Es la diferencia entre huir de un sistema que nos agobia, nos cansa, que no
soportamos más, y generar otras formas que convivan más vitalmente con nosotros, con
nuestros propios modos de sentir y pensar. “Irnos acá” es esa metáfora que habla de una
fuga que no escapa, de un construir ahí un territorio mucho más vital que el que viene ya
dispuesto. Es una buena imagen que surgió de La Ventana y que tomó cuerpo en La
Casona. Una casa muy grande que decidimos abrir a otros Colectivos y así hacer una
experiencia de institucionalidad diferente, ya no atada a la historia institucional sino al pie
de lo que pueda construirse. En esta casa tan grande, que compartimos con otros
Colectivos, tenemos que ensayar formas de estar juntos a partir de pensar qué problemas
nos unes y qué reglas nos damos, porque allí ni siquiera hay una historia previa que
organice. La escuela te invita a pelearte porque tiene un formato que ya marca cómo
hacer las cosas, un formato que no va más pero que igual resiste y da pelea. En cambio,
en La Casona está todo por hacerse y aquí radica el desafío.
SD: ¿Es como un territorio que se anexó a la escuela para seguir expandiendo cosas que
pasan en la escuela pero que también pasan en otros grupos?
SL: Claro, y eso también genera más inquietud en la escuela, porque es un territorio que
se pensó desde la escuela pero que paradójicamente no es para hacer más escuela, sino
para hacer una experiencia distinta a la escolar. Y surgieron comentarios del tipo: “che,
¿tenemos más lugar y no lo usamos con más cursos?”. Trae tensiones, como decíamos, y
lo que va orientando la cosa es la fuerza de lo que va poniendo a jugarse en cada
situación.
SD: Mientras te escuchaba, recordé algo que leí hace poco: “lo real está en lo que se
mueve”. Esta idea viene a tirar por la borda esta cosa de que mirar la realidad es mirar a
los niños pobres, o la violencia, o mirar al que tiene ADD, o mirar el futuro. Hay realidad
en la medida en que algo se mueve, y lo que ustedes están poniendo de manifiesto es
que tal vez eso tenga poco de escuela, pero mucho de esa realidad que siempre se le
reclama a la escuela -“que esté articulada con la realidad”-. Hay algo que está en
movimiento todo el tiempo, creciendo todo el tiempo, anexando y combinando
continuamente.
SL: Hay algo político que funda lo común. Actualmente se judicializan los conflictos y esto
acontece en el vacío de problemas comunes, entonces las respuestas son siempre
individuales. Cuanta más retórica de lo común -entendido en términos de lo que debe ser-
hay en la escuela, más judicializables o potencialmente judicializables se tornan sus
83
prácticas cotidianas. Si no hay común que amarre, que aglutine, aparece el discurso que
dice: “mirá que si pasa esto, sucede lo otro”. Armar lo común funda una manera colectiva
de pensar problemas que son colectivos y no individuales.
EA: Cuando contabas lo del robo en la escuela, pensaba que en otras condiciones se
hubiesen impulsado respuestas judiciales, aumentando la sensación amenazante y la
premura de sofisticar mecanismos de seguridad. Y en esa línea, en lugar de expandirse o
nutrirse lo común, se empobrece, porque cada uno trata de cuidar lo propio -vos como
director, no tener ningún problema legal, el otro como docente, que no le falte nada, y
así…-.
SL: Por eso me parece que la retórica tradicional se muestra en retirada en cada uno de
esos gestos. Siempre que se pone a jugar algo de la práctica, los principios de la retórica
resultan ineficaces. Fundar lo común es tramitarlo en común. Respecto del robo, me
decían: “bueno, hay que cerrar la puerta, poner un policía, cámaras de seguridad”.
Reacciones inmunitarias, judicializables, a problemas que son colectivos. En ese mismo
registro se decía, en relación con la alumna que agredió al profesor, “hay que echarla”. La
multitud está en la escuela y estas cosas pueden pasar. ¿Cómo armamos un sistema de
cuidado que no suponga inmunización?
EA: Son problemas que se pueden atravesar con más vínculo y más lazo, y no al
contrario.
SL: Claro, esa es la apuesta. Lo contrario sería identificar a cada quien, confeccionar
fichas, que luego se transforman en “prontuarios”. Se malogra así la lógica del cuidado,
del armado de lo común. El desafío es fundar una trama de cuidados para ir percibiendo
señales y trabajando sobre los problemas antes que la cosa estalle.
EA: No procurando evitar sino afirmando situaciones a partir de una lectura sensible.
SD: Habría, en este punto, una especie de reformulación de la idea de formación. La
escuela tradicional es el espacio de formación para algo que “vendrá”, el trabajo, el
ejercicio de la ciudadanía, etc. Para ustedes, en cambio, la formación es inmanencia.
Cuando abren una casona y aprovechan un recurso para experimentar con distintos
colectivos que no están en la escuela, que no necesariamente son alumnos, lo que están
haciendo es ensayando prácticamente este lazo social. Digamos que es una puesta en
acto de experiencias de gestión social.
SL: Sí, me parece que es así. Se trata de ensayar formas blandas de hacer. La escuela
invita a formatos rígidos, y es necesario en principio sustraerse a esas formas para
encontrar otras. La Casona es directamente un terreno más virgen donde hay pura
experimentación. Me pregunto, ¿podríamos “virginizar” la escuela?
SD: Seguimos hablando de escuela. ¿Habría algún núcleo que reúne esas experiencias
rizomáticas? La escuela es la escuela, pero es también La Casona, la asamblea, La
Ventana, y quizá un aula de un taller en el que un docente enseña algún oficio… ¿Habría
alguna cosa que insiste como para seguir diciendo escuela?
SL: Se me hace difícil esa pregunta. Me parece que hay escuela en la medida en que,
descentrada, sigue siendo un lugar que convoca a experimentar formas de trama social.
Todos los días nos damos cita un grupo de personas ahí y me parece que esa insistencia
sumada a la capacidad de pensarnos, nos hace escuela. Ahora, no puedo decir escuela si
no se juega esa capacidad de pensarnos.
84
Escuela constelación
SD: Tal vez no sea tan importante si lo que hacemos en la escuela la haga merecedora
de seguir llamándose escuela, porque estaríamos demasiado presos de las
nominaciones, sino aprovechar el hecho de que estamos ahí todos los días reunidos e ir
viendo lo que somos capaces de generar, no ya preocupados por saber si eso
corresponde o no corresponde con alguna imagen de escuela. Probablemente no sea
necesario reservar una especificidad para la escuela respecto de otras instituciones,
experiencias o grupos; lo que importa es aprovechar la oportunidad de que ahí estamos
todos los días y ver lo que esa reunión produce.
SL: Los cursos convocan pero también convoca la Milonga, los proyectos de Misiones, La
Casona, La Ventana… Hay núcleos convocantes que arman la escuela, pero no núcleos
duros. Hay dinámicas que traccionan a ciertas personas. Creo que por ahí pasa la
capacidad de hacer escuela hoy.
EA: Insistís mucho en que se piensan y buscan siempre los dispositivos para pensarse,
¿podés contarnos alguna experiencia que muestre esto?
SL: Hace algunos días estábamos en La ventana y surgió la necesidad de juntarse con
todos los docentes de la escuela, cerca de 60 docentes. Se nos ocurrió armar encuentros
grupales en los que cada uno diga qué es el CFP hoy. Fuimos enumerando y
describiendo los proyectos que hay en la escuela: la escuela de Misiones, la milonga, los
cursos… Se dibujó una constelación de cosas, y así quedó diagramado en un
papelógrafo. Decíamos: “Bueno, ¿dónde ponemos cada cosa?”. En ese momento
pensamos la idea de una escuela constelación… una constelación de cosas que es lo que
hoy hace que la escuela sea escuela.
Advertimos que la escuela ya hizo el éxodo de la escuela tradicional, de las jerarquías, de
ese modo único de hacer, y devino otra cosa, tomada por otra dinámica, que se parece
más a una constelación, recorrida por afectos, por impresiones que nos provocan
sensaciones de lo más diversas y que en el mejor de los casos nos invitan a preguntarnos
por los modos de efectuación de una experiencia.
SD: Esa sería una imagen de la multitud en la escuela, que no es muchos proyectos
fragmentados sino formas que se relacionan entre sí, no de una manera dura y estable,
sino en perpetuo movimiento. Un movimiento abierto a nuevas articulaciones.
SL: Me parece que es muy tranquilizador poner en el mismo plano todas las cosas que se
van haciendo. Este ejercicio te permite aceptar que lo que sucede funciona en un plano
no jerarquizable y que la tarea subjetiva es, justamente, vincularlas. La escuela es en la
medida en que pueda narrarse con esas cosas que vamos hilvanando.
85
14. Una escuela que se gestiona a sí misma57
Es una tarea de nuestro tiempo desarrollar una inteligencia colectiva para resolver el
cotidiano, para armar proyectos, que prescinda de algún modo de la lógica estructural
pensada más allá del espacio en el que estamos, es decir, de la lógica estatal. Prescindir
de la lógica estatal no es negar el Estado, sino sortear esa mirada trascendente que
supedita la práctica a principios “superiores”.
La lógica estatal convalida un estado de necesidad. Cuando desarrollamos un estado de
pensamiento, un estado deseante, nos alejamos del estado -pasivo- de “necesitado”. Por
supuesto que todos necesitamos cosas, pero una cosa es la necesidad surgida de una
red de equivalencias pensantes y otra es la necesidad surgida de una posición de
dependencia y sometimiento a un padre (Estado, Sindicato, etc.), que detecta faltas y el
recurso que las colmaría. Lo que “necesitamos” se gesta de otro modo, se gesta en las
interrelaciones.
La escuela como paradoja, de la que hablamos en el punto anterior, es una escuela que
sale de sí misma y busca mayor existencia en las redes y relaciones de pensamiento. Una
escuela que sale de sí misma es una escuela que comienza a gestionarse a sí misma.
Pero a la inversa de lo que podría suponerse, no se encierra en una particularidad, es
más bien una experiencia que busca interlocutores para seguir existiendo. Entonces,
gestionarse a sí misma significa de algún modo crear una red de interlocutores para
sumar existencias. Y no aislamiento.
Al mismo tiempo, una escuela que se gestiona a sí misma es una escuela que está
leyendo continuamente las relaciones que la constituyen. Y esas relaciones son concretas
y cotidianas. En el día a día, lo que nos hace pensar, lo que nos inquieta, lo que nos
provoca malestar o alegría, lo que nos hace pregunta, es el contacto con los otros. Por
eso una escuela que se gestiona a sí misma no está pensando moralmente cuán cerca o
lejos está el Estado, sino la relación con los otros con los que se encuentra todos los días.
Ganamos en libertad cuanto más conscientes somos de las múltiples determinaciones
que nos constituyen. Cuanta mayor capacidad de leer nuestro entorno, sus
complejidades, sus conexiones y los múltiples encadenamientos que existen, hay una
libertad que se conquista.
Leer las determinaciones implica una mirada atenta a lo que va sucediendo en cada
situación. Para eso es necesario salirse de la lógica binaria donde el Estado viene y
repone lo que falta, desde un organigrama o programa ideal, y comenzar a percibir que
hay muchas cosas que condicionan la existencia. Determinación no significa
impedimento, sino lo que hace que un mapa de composición sea posible y no otro. Sería
como leer con qué cosas algo puede crecer y en qué relaciones se desvitaliza. Es decir,
leer las determinaciones no es leer un fatalismo sino percibir con qué cosas, con qué
relaciones, con qué combinaciones, nuestra vida sí puede expandirse y con cuáles no.
Claro que esas combinaciones no las elegimos tan libremente. Esto es bien distinto a la
57
Este texto fue escrito a partir de una serie de conversaciones entre Clara Cardinal, Gabriela Farrán, Sergio
Lesbegueris, María Emilia López, Marcela Martínez, Alejandro Papadopulos, Elina Aguirre y Silvia
Duschatzky.
86
lógica del impedimento, es lo contrario, cuanto más advierto qué puede determinar una
situación, más posibilidades de expansión existen. Cuanto menos consciente estoy de
aquellas fuerzas que están en juego en una situación, que pueden combinarse o
disolverse, menos posibilidades se abren. Un simple ejemplo puede graficar esta cuestión
de la “determinación”: imaginemos que ingerimos un líquido que resulta ser tóxico. El
resultado es que nos enfermaremos. Cuanto más hacemos la experiencia de los
elementos con que podemos descomponernos o componernos, mejores encuentros
podemos desarrollar.
Si sabemos leer el entorno que nos determina, de una manera diversa, compleja, múltiple,
se amplía nuestra perspectiva, y de algún modo nos corremos de la representación que
sostiene que es el Estado el único o el que con más fuerza determina lo que pasa en la
escuela. En este sentido, podemos preguntarnos qué tipo de relación construir con el
Estado en el contexto de una trama de relaciones plurales.
Si creemos que lo que determina la escuela es el Estado y su estructura (y las relaciones
tal como las define esa estructura: directivos, docentes y alumnos, en ese orden), lo más
probable es que no podamos ver otras presencias -y otras formas de estar presentes- que
también están determinando la situación, y que por lo tanto son al mismo tiempo posibles
conexiones. Si estamos atentos a la multiplicidad, se amplía el campo de intervención y
composición. Si decimos, “la escuela está así porque el Estado no se hace cargo”,
quedamos ciegos a la multiplicidad que determina la escuela y las posibles composiciones
que podemos construir a partir de ella.
También podríamos pensar que somos libres cuanto más orfandad conquistamos. Porque
para leer esas determinaciones necesitamos conquistar un estado de intemperie. Si
estamos tomados por una lógica binaria en la que hay un dador y un receptor pasivo, se
empobrece la mirada y la posibilidad de composición. La orfandad, lejos de suponer
debilidad, es lo que permite ensayar múltiples relaciones en la situación en la que
estamos. No se trata de la orfandad de los otros, sino de la orfandad de la obediencia, del
miedo, del tutelaje. La escuela es un espacio complejo, habitada por múltiples relaciones.
87
las que apabulla. Por ejemplo, la cuestión de la planificación. Existen cada vez menos
situaciones en las que los chicos están en proceso creador (donde hay juego, exploración,
encuentro, vínculo). Podríamos pensar que este hecho se vincula con la expectativa de
que el Estado organice absolutamente los contenidos, y si fuera así la relación
aprendizaje-creación se disuelve. Si logramos corrernos de esta imagen, probablemente
demos lugar a problematizar la planificación, corriéndola de la mera aplicación. De este
modo dejaríamos de padecer la presencia del Estado como imperativo que obtura la
posibilidad de pensar entre los que trabajamos juntos, en la situación que compartimos.
Si entramos a la escuela y lo primero que vemos en un pibe es a un alumno, y al alumno
como una prescripción, la distancia entre lo que vemos y ese alumno de nuestra
representación se ensancha. El obstáculo no es el Estado, es la lógica estatal corporizada
en los agentes educativos. Veo al otro con los lentes de lo que se supone debería ser, y
pierdo la posibilidad de entrenar el registro concreto de lo que hay entre los cuerpos, y las
preguntas que esa aproximación despierta. Si miramos desde la representación, desde la
lógica estatal, desde un saber trascendente u organizador superior, nos quedamos solos,
porque no podemos conectar con las presencias efectivas. En este sentido, el Estado
obtura la posibilidad del encuentro.
Dentro de la lógica estatal, somos videntes de jerarquías. Y como efecto se invisibilizan
las relaciones horizontales, las conexiones posibles. Si las energías están puestas en las
jerarquías, los roles, las funciones, los mandatos, las formas establecidas, no disponemos
de una percepción para el despliegue de alianzas en situación, para la exploración
situacional de fuerzas, de esos desbordes que forman parte de la vida, de eso que ocurre
cuando nos cruzamos con otros y a partir de lo cual podemos inventar otras formas de
vida. Esta mirada más horizontal, menos jerárquica, está desvalorizada en la escuela,
incluso es algo a conjurar. Ahora, cuando las jerarquías ya no organizan las relaciones,
como lo hicieron en otro tiempo, se hace necesario desarrollar una disponibilidad que sea
capaz de mirar de modo más horizontal.
¿Y qué significa esto? Por ejemplo que los problemas encuentren una formulación
colectiva. Pensar “el problema es nuestro” es agenciarlo como algo que desde el nosotros
colectivo es necesario resolver o intentar tramitar. De cualquier situación de donde
provenga un problema, cualquiera sea su procedencia, es posible pensarlo así, como un
problema del nosotros. De ese modo es posible romper los límites de lo que es pensable
para ese colectivo.
Por ejemplo, en el Jardín Maternal que dirige María Emilia López58, si un día se ausentan
muchos maestros, todos hacen de maestro, esa es la prioridad uno; todos, no importa la
función o el rol que tengan, hacen de maestro, porque eso es lo que necesitan los chicos,
que son la prioridad. Y al mismo tiempo, más allá de resolver la cuestión puntual, se
instala la conversación sobre la dimensión ética del trabajo (qué significa nuestra
ausencia para los chicos y para los compañeros). La normativa fija 29 días por
enfermedad de hijo, 45 por enfermedad propia, 6 por motivos particulares. Podríamos no
trabajar durante 4 meses. “Tengo un trabajo del Estado, entonces tengo estos derechos”,
podría argumentarse. Pero, ¿es acaso la dimensión jurídica la única que nos constituye
como trabajadores? ¿Nos constituimos sólo en la esfera legal? ¿Qué hace que queramos
estar en un territorio, desplegando una práctica singular?
Esta dimensión jurídica, otra cara de la lógica estatal, hoy aparece más imposibilitando las
relaciones que organizándolas. Cuando estoy muy preocupado por “mis derechos”, las
58
También integrante del equipo de Gestión educativa de FLACSO.
88
relaciones se diluyen. Cuando estoy tan atento a las formas de zafar, se empobrece mi
vínculo con ese territorio. La lógica estatal regula desde la obligación y el deber. Pero
¿cómo pensar la decisión de estar allí?
En la situación del jardín, la directora podría decir “yo como directora tengo derecho a
preservar mi rol y no hacer de maestra”. Si lo pensamos a la inversa, podríamos
preguntarnos qué de la existencia está pidiendo un derecho, pero no un derecho
planteado por fuera de la dinámica de las situaciones sino un derecho que es la
consecuencia de habitar la situación. La lógica estatal organiza prerrogativas, legitima
derechos. Sin embargo habría un cúmulo de derechos que no pueden anticiparse sino
que son empujados por los problemas con los que nos vamos encontrando.
Cuando estamos metidos en el sentido que forjamos colectivamente para estar ahí, no
nos hace daño dejar “nuestro rol”, al contrario, disfrutamos de movernos del lugar en el
que estamos para poder sostener esa constelación que armamos juntos.
Allí también hay otra idea de lo común. Podríamos pensar que lo que organiza lo común
es ese conjunto de normas y leyes que garantizan el derecho de cada quien, pero lo que
vemos en las escuelas es lo contrario, que ese conjunto de derechos no organiza ningún
común. Más bien produce dispersión, de cada uno pensando en sus propias necesidades.
Lo común se arma desde una pregunta que procura pensar cómo resolver situaciones de
la vida cotidiana en la escuela que nos afectan a todos. No a través de prescripciones ya
dadas, sino a través de pensar con otros cómo solucionar los problemas, que además son
singulares, propios de cada lugar.
Tal vez no sea tan interesante preguntarse por lo común en tanto definición sino advertir
qué ocurre en su ausencia. O mejor, cuál es la forma de trazarlo. Es más sencillo
percibirnos en común cuando eso sucede, cuando estamos en una situación de
conversación o producción colectiva. Vivimos un común pero no podemos explicarlo o
definirlo. Lo sentimos o no lo sentimos, lo vivimos o no lo vivimos. Y entonces lo
pensamos, pensamos lo sentido. Ahora, cuando advertimos que no estamos viviendo lo
común, lo común puede tornarse pregunta, problema.
Frecuentemente las preguntas por lo común y el Estado surgen más del temor a
abandonar la moral del Estado que de los problemas que trae la propia práctica. Por
ejemplo, si una escuela se gestiona a sí misma, ¿en verdad no se está aislando o
abandonando el problema de lo común? O, si una escuela se gestiona a sí misma,
¿entonces no necesita del Estado? Estas preguntas están ligadas a un tipo de registro
que observa a una excesiva distancia.
Arrojarse al proceso de forjar un común requiere de una sensibilidad que ya no se sienta
arropada por esa comunidad sustancial que confería la lógica estatal. Cuando ya vimos
que la cosa está lo suficientemente fragmentada, que los cuerpos no se componen a
través de un sentido trascendente, es necesario declarar agotadas estas coordenadas
(que hoy producen malestar, aburrimiento, sinsentido) e iniciar la búsqueda de algo más
vital. La vitalidad puede ganarse en el éxodo.
Es notable que las escuelas más vitales hoy, son aquellas que están pudiendo hacer la
experiencia del éxodo (de la lógica estatal), como el CFP del que hablamos en el apartado
anterior. En muchas oportunidades, esa experiencia se gestiona desde la micropolítica
que perfora una burocracia insensible a las dinámicas locales.
En unas escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires se inventaron trayectos
educativos para los chicos que no lograban transitar los cinco años de la escolaridad
formal. La propuesta fue recorrer la experiencia escolar en tres años y en colaboración
89
con un centro comunitario barrial. Esta iniciativa surge cuando algunos directores
comienzan a advertir que el formato tradicional (exceso de materias, de horarios de
cursada, de tiempo transitado) “hace agua” y que muchos jóvenes no pueden sostenerlo.
Se lleva a cabo el proyecto. Los chicos se entusiasman, asisten, conectan con las
propuestas, escriben, se preguntan cosas, se arman grupos, etc. Ahora, ¿puede el Estado
desde su perspectiva macro impulsar estas experiencias? Si se piensa como recurso que
activa inteligencias locales seguramente tendrá una chance. Si en cambio sólo funciona
como presunto organizador de territorios y subjetividades, es poco lo que podrá
desplegarse cuando las presencias reales se “resisten” al formateo.
El Estado no está disponible para albergar estas experiencias si su lógica supone un
“para todos”, un supuesto común. Pero necesitamos pensar nuevamente lo común. Lo
común no es el “para todos”. Lo común no es lo igual para todos, lo común es que todos
puedan atravesar en ese espacio sus procesos de diferenciación. Y eso requiere del
despliegue de micro experiencias que permitan que algo de todos pueda alojarse y crecer.
En ese proceso, el Estado podría aportar recursos, pero recursos sin manual de
instrucciones. En una lógica inversa a la que suele operar, donde el Estado pueda estar al
servicio de la inteligencia social. Si hay exceso de Estado, más que acompañar y ayudar a
desplegar esa inteligencia social, se convierte en interferencia.
Lo común no se refiere a la cantidad de gente, sino más bien a la posibilidad de ampliar y
conectar experiencias de gestión de lo social. Lo común es entrenar un modo de
producción social heterogénea que no excluye al Estado sino que piensa la relación con el
Estado.
90
15. “No puedo pensar en la escuela, sólo puedo pensar en mi
escuela”
Soledad y entusiasmo
CL- Como equipo de gestión venimos viendo que tenemos mayor predisposición para
trabajar con los chicos, para “soportar” lo que plantean los adolescentes hoy en día, pero
que el problema se nos presenta a la hora de trabajar eso con los compañeros docentes.
¿Qué hacer ante el docente desbordado, ante el docente que no puede, que se quiere ir?
Esto está planteado desde el inicio en el libro Escuela en escena, allí aparece la idea de
rodear de otro modo este problema. A eso nos ayudó pensar la cuestión de los falsos
problemas61 (2010). Nuestra escuela tiene cuatro talleres de formación laboral y los
59
Ver el apartado 13 de la Tercera Parte de este libro.
60
Estuvieron presentes en este encuentro. Invitados: Javier Iriarte, Vicedirector de EEM Nº 2 DE 4/ Reingreso;
Néstor Abramovich, Director del Colegio de la Ciudad; Francisco D’Agostino, Rector del Instituto Privado
Colegio Aula XXI; Pablo Bana, Docente de nivel Secundario, Superior y Universitario; Roxana Levinsky,
Vicedirectora de la Escuela N°10 D. F. Sarmiento; Graciela Piccioni, Directora de la Escuela N°10 D. F.
Sarmiento; Cecilia Leguizamón, Directora de la Escuela Nº 2061 del Barrio Ludueña de Rosario; Maricel
Alarcón, preceptora de la Escuela N°2061; Juan Sodo, miembro de la Universidad Experimental de Rosario,
trabaja con directivos y docentes de la Escuela N°2061. Miembros del Equipo de Gestión educativa: Gabriela
Farrán, Marcela Martínez, Liliana Maltz, Sergio Lesbegueris, Alejandro Papadópulos, Agustín Valle, Pablo
Moseinco, María Emilia López, Paola Ramos, Carolina Nicora, Clara Cardinal, Dora Niedzwiecki, Silvia
Duschatzky y Elina Aguirre.
61
Un falso problema es básicamente un enunciado formulado en negativo, por ejemplo: “a los chicos no les
interesa nada” o “los chicos no prestan atención”; problema que así planteado supone su reverso: deberían
interesarse por lo que les ofrece la escuela, deberían prestar atención. El “problema” de los falsos problemas
es que su formulación no impulsa a ningún tipo de invención o intervención que sume nuevas cualidades,
nuevos modos de expresión a lo que se presenta; sólo se remiten a juzgar los hechos, categorizarlos a partir
de valores preestablecidos procurando restituir “paraísos perdidos” o insistiendo en que se cumplan
91
maestros de los talleres son personas grandes con formación técnica, que se encuentran
desbordados ante la problemática que plantean hoy los adolescentes. Pensar sobre los
falsos problemas hizo que nos preguntemos qué les estamos pidiendo a estos maestros.
La mayoría de los docentes que trabajan en la escuela eligió trabajar allí, en una escuela
nocturna, ubicada en el medio de una villa de emergencia. Somos una escuela que arma
lazos de mucha proximidad y tenemos la ventaja de ser pocos, pero aún así, ante el
docente que nos dice “no puedo”, no sabemos qué hacer.
MA- El “no puedo” generalmente viene asociado a un pedido de sanción, algo así como “o
se va este pibe o me pido licencia”. Y en ese punto se hace difícil pensar algo distinto. Los
docentes sienten que “apañamos” a los chicos revoltosos, cuando no respondemos a esa
demanda. Estos son los falsos problemas. Acá se nos hace difícil desandar esa idea del
alumno modelo y la clase modelo, y comenzar a pensar en las pequeñas ficciones62 que
es posible construir en el día a día. Cada vez que irrumpen situaciones críticas, se vuelve
una y otra vez a la idea de que alguien sancione, expulse, de que alguien sepa qué hacer.
SD- Quizá sería interesante rodear la frase “no puedo”. Hay distintos modos de abordarlo.
Hay escuelas, como por ejemplo la escuela donde trabaja Roxana63, en que el “no puedo”
es tramitado a través de un proyecto de escuela paralela, en el que se suman otras
figuras distintas a la figura docente tradicional. Y ante esto, algunos de los antiguos
docentes comienzan a ver cosas que antes no veían. Entonces el “no puedo” se
transforma en “no puedo de este modo”, no puedo si insisto en la reiteración, si me
obsesiono con una expectativa.
Creo que hay que darle más vueltas a este “no puedo”. Vengo de trabajar con docentes
en Neuquén, y ahí también me planteaban algo parecido: “no sabemos qué hacer, nos
aburrimos dando clases, tenemos miedo de hacer otras cosas”. Pero aquí el planteo es
interesante porque por primera vez no hablan de lo que no pueden los pibes o los padres,
o de lo que no garantiza el Estado, hablan de sus miedos, su aburrimiento, su no saber.
Cuando aparece esto tan descarnadamente, ya no podemos hacernos los tontos.
Entonces, ¿cómo rodear este no puedo? ¿Cómo se hace este rodeo cada uno en su
lugar?
expectativas prolijamente diseñadas. Para ampliar esta conceptualización, ver el Capítulo IV: “¿Algún
problema?” del libro Escuelas en escena. Una experiencia del pensamiento colectivo.
62
La escuela -y también la familia-, tal como la vivimos durante un tiempo histórico disciplinario, fue la
respuesta (ficcional) que encontraron las sociedades a la pregunta por la ciudadanía. La respuesta a este
interrogante vino de la mano de una Ficción normalizadora que se arrojó a construir una sofisticada
maquinaria de preparación de sus habitantes. La vida, en tiempos del auge institucional, fue una gran ficción,
pero no por una pretensión mentirosa sino por su efecto constructivo. No hay vida social sin revestimientos y
formas que hagan que lo creado sea creído. Ahora, esta Ficción hoy parece hacer aguas. Caída esa Ficción
con mayúsculas, esa que se montaba en un guión preestablecido, esa de pretensión totalizante y que nos
precedía para ser aprendida, pareciera abrirse el terreno para armar ficciones con minúsculas. Las ficciones
con minúscula, minimalistas, son operaciones microscópicas no por insignificantes sino porque devienen de
una percepción atenta a la potencia del caos, la potencia de esos elementos que desprendidos del sentido
que los organizaba se encuentran disponibles a la creación de nuevas formas. Las ficciones nos piden una
mirada niña mas no infantilizada, es decir, una mirada que no sea el puro objeto de una consigna externa que
la ordene, sino que sea capaz de jugar en serio, de crear el juego apoyada en la contingencia pero una vez
existiendo organizando lo real, armando escena consistente. Para ampliar esta conceptualización, ver el
Capítulo V: “Una ficción… una escuela” del libro Escuelas en escena. Una experiencia del pensamiento
colectivo.
63
Roxana Levinsky es la Vicedirectora de la Escuela N°10 D. F. Sarmiento.
92
CL- Nosotros, concretamente, con una docente que estaba muy mal, que ya venía mal
desde el año pasado, y que recién este año pudo decir “no puedo”, porque antes la culpa
de lo que pasaba para ella era nuestra, intentamos acompañarla en el aula. Maricel, que
es la preceptora, empezó a entrar a las clases con la docente.
MA- Al principio, esta docente me convocaba porque sentía que si yo estaba, garantizaba
el orden. Este lugar no era cómodo para mí, pero a la vez era cierto que cuando yo estaba
los chicos hacían silencio. Por otro lado, los chicos decían que si había otra persona en el
aula, la docente se relajaba, estaba distinta.
La docente me planteaba que ella carecía de autoridad en el aula. Entonces comenzamos
a pensar cómo traspasar algo de eso para que su palabra tuviera algún valor para los
pibes. Y yo empecé a entrar al aula, con el mate, sobre todo acompañando a la docente
para que no se sintiera sola, y no tanto para sancionar las actitudes de los chicos. Así
pasaron algunas clases, y un día que yo no pude estar, ocurre una pelea entre los chicos,
y cuando me acerco al aula para ver qué había pasado, me encuentro con que la docente
estaba muy tranquila. Una situación que en otro momento la hubiese desbordado, ahora
la encaraba de otro modo, con otro tono, otro estado.
CL- Esta docente también había planteado que se aburría dando siempre lo mismo. Y
después de la presencia de Maricel en sus clases, una alumna la interpela, de un modo
que antes le hubiese resultado intolerable, sobre una cuestión de su materia (se trataba
de una pregunta sobre el peso del agua), y este cuestionamiento la llevó a hacer una
serie de pruebas en su casa para luego trabajar con los alumnos. Es decir, lo que antes
hubiese leído como una falta de respeto, ahora la había movido, le había permitido
encontrar un gusto por su trabajo.
Lo que me pregunto, aunque se trate de pequeños cambios, ¿qué fue lo que provocó la
presencia de Maricel en el salón? ¿Qué fue lo que pasó ahí?
SD- Hay algo ahí: el estado de soledad del maestro. El maestro siempre se encontró solo
frente a un grupo de alumnos, sin embargo su inquietud no pasaba por la soledad; la
soledad no era una inquietud justamente porque el Estado con toda su maquinaria
acompañaba y creaba comunidad de referencia. La corporación acompañaba, la solidez
del currículo ofrecía un anclaje, la pedagogía sujetaba y organizaba la ansiedad de
pararse frente a un auditorio estudiantil. La soledad del maestro es algo interesante para
trabajar porque es la expresión no sólo de un declive sino de una pregunta: ¿quiénes
pueden ser aliados, cómo acompañarse?
Parecería que hay algo de la sensibilidad que tiene que ser tocado para pensar de qué
modo acompañarse para ampliar el poder de actuar.
GF- Un profesor de física, al que hace dos años le iba muy mal con los alumnos, abre una
jornada de trabajo entre docentes diciendo cosas muy interesantes sobre el vínculo con
los pibes, el modo de trabajar, etc., etc. Y yo pensé, ¿qué pasó en estos dos años? ¿Qué
pasó con ese docente que parecía que no iba a durar en la escuela, que no iba a
aguantar? No sé bien qué pasó, pero tal vez algo ligado con la pasión. Pienso que la
soledad se combate con pasión. No estoy segura si la pasión se puede encender en
todos, pero hay mucha gente que se olvidó que la tenía o que no sabía que la tenía, y
creo que gran parte del trabajo de los que están en la conducción de un colegio esté
ligado con el encender un fuego.
MA- Como decíamos antes, es más sencillo pensar estrategias para trabajar con los
chicos que para trabajar con los docentes. Entonces nos preguntábamos justamente por
el entusiasmo. Creíamos que el docente es el que tiene que entusiasmar a los chicos y
93
entonces nos preguntamos: ¿es el Director el que tiene que entusiasmar a los docentes?
¿Es un trabajo del Director o es algo que tiene que construirse en conjunto?
GF- No sé si es un trabajo específico del Director, lo que sí creo es que es necesario
introducir una ajenidad, un otro. Ese otro puede ser un directivo pero también puede ser
un compañero, un pibe, una idea, un libro… algo que está “afuera” pero que interpela lo
propio.
SD- Es imposible que el entusiasmo sea un mandato o un imperativo. No creo que alguien
pueda proponerse entusiasmar. En un momento del trayecto de la investigación que
venimos realizando64 sentimos que algo nos empujaba fuera de la escuela. Nos
preguntamos: ¿qué nos entusiasma? Pensar lo no-escolar65. ¿Y dónde está lo no-
escolar? Si está en la escuela, lo pensamos en la escuela. Si está afuera, nos vamos.
Porque el entusiasmo no se produce en abstracto sino en relación con algo en lo que
podamos “morder”. Así surgió un encuentro con unos jóvenes que trabajan con pibes que
merodean las estaciones de tren. Nos entusiasmaron las formas de relación que elaboran
con los chicos, los problemas que abren, las hipótesis que trazan. Ahí fuimos. Y aunque
no es una escuela, hay algo de lo educativo que pareciera pasar por ahí y que nos hace
pregunta.
Entonces, ¿qué nos entusiasma? Tener una pregunta. Ahí creció nuevamente nuestro
entusiasmo. El entusiasmo crece cuando uno se topa con algo inquietante.
¿Por qué el director tendría que entusiasmar al docente?, ¿quién entusiasma al director?
Creo que el entusiasmo nace de verse en el medio de un problema que nos da ganas de
descifrar, de descubrir hacia dónde nos lleva. Estamos llenos de problemas si sabemos
mirar. Cada momento interesante que podemos habitar es producto de haber abierto un
problema. Sin embargo, muchas veces sobreviene el decaimiento.
64
Acá se repite la referencia de los pies de página N°13 y 24 sobre la investigación.
65
Acá se repite la referencia del pie de página N°27 sobre lo no-escolar.
94
un lugar de encuentro, y de saber que ese lugar está habilitado. Por ejemplo, si un
docente tiene que parar la hora de clase para hablar con los alumnos sobre la
convivencia, la idea no es que ponga en el libro de temas: “Llegada de los europeos a
América”, sino lo que hizo realmente con los pibes. Así se construye ese registro. Y si
instalamos este tipo de cosas en la dinámica institucional, las cosas que estamos
pensando tienen más chances de volverse acto.
PB- Algo de lo que decís me recuerda que algunos compañeros, muy refractarios a los
libros de pedagogía, suelen decir: “los que escriben libros de pedagogía son
corresponsales de guerra, pero la guerra la peleamos y la perdemos nosotros”.
GP- Tal vez en ese perder hay también un ganar. Porque en el perder tomamos
conciencia de cosas que antes no habíamos visto. Y entonces ganamos la posibilidad de
habilitar otras experiencias. Quizá no sea una pérdida, sino un intervalo.
EA- Me quedé pensando en lo que planteó Javier acerca de desactivar el monstruo que
es la escuela, y también en lo que decía Silvia sobre ese entusiasmo que se reactivó
cuando salieron de la escuela en busca de lo no-escolar. Parecería que el entusiasmo se
abre cuando logramos desactivar algo de ese monstruo -en el peor sentido del término-
que es la escuela. Me pregunto si no será eso lo que estamos intentando hacer
continuamente en las escuelas donde trabajamos: tratando de derribar algo de lo rígido y
establecido que tiene la escuela, para que otra cosa pueda nacer. Cada vez que cae algo
de lo rígido de la escuela, surge el entusiasmo.
SD- Un compañero me decía dos cosas interesantes. “Lo que sucede nunca está mal”,
sólo está sucediendo, puede dolernos, entristecernos, alegrarnos, enojarnos, activarnos.
Lo que sucede entonces no está mal sino que nos afecta de distintas maneras y estas
afecciones pueden hacernos bien o no, ampliar nuestra potencia o debilitarnos. No son
las cosas en sí sino lo que pasa en nosotros cuando pasamos por ellas.
El otro comentario, que mi compañero tomó de Freud, es: “hay que abrir las puertas del
infierno”. Hay algo paradójico aquí, y es que el único modo de seguir vivos, de hacer que
algo crezca, es meternos en lo real, abriendo las puertas del infierno. Si abrimos las
puertas del infierno veremos que allí, como decía Calvino, no todo es infierno66. Pero lo
que sucede es que a veces el miedo hace que no queramos abrir las puertas del infierno,
creyendo que si le hacemos “olee” y lo eludimos, zafamos, pero en verdad de lo que
zafamos es de advertir lo que no sabíamos que podíamos.
Creo que las escuelas hoy sólo tienen chance de seguir vivas si se animan a abrir las
puertas del infierno, es decir, si se meten con lo no-escolar, y si se convencen de que lo
que sucede nunca está mal, sino que es pensable. Y esto es paradójico porque durante
toda su tradición, la escuela sostuvo que se hacía posible justamente si eliminaba las
puertas del infierno, para lo cual construyó una gran cantidad de recursos y dispositivos.
Hoy parece que hay escuela únicamente en la contracara de la escuela. O al menos esa
es la hipótesis que nosotros queremos trabajar.
NA- Retomando esto de las puertas del infierno, y volviendo sobre lo que decía Elina, no
sé si la cosa pasa cuando se desactiva el monstruo, sino más bien todo lo contrario. Creo
66
Dice Ítalo Calvino en Las ciudades invisibles: “El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que
ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de
no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar
de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién
y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio” (1999).
95
que hay que dejar que el monstruo se exprese, caminar ahí, andarle al lado, cerca,
cabalgarlo a veces… dejar que sea un monstruo, porque no sé si puede no serlo.
EA- Tomaba la palabra monstruo de la frase de Javier. El la usaba para nombrar lo rígido
y pesado de la escuela. Pero quizás esa rigidez es lo menos monstruoso, si por monstruo
entendemos “las puertas del infierno”.
SD- Quizá lo monstruoso sea equivalente a lo no-escolar porque es aquello que no tiene
una forma reconocida, familiar. Y es rodeando el monstruo -o lo no-escolar- que podemos
extraer el valor de alguna cosa para que tome alguna otra forma más “amigable”.
Lo monstruoso, en rigor, no es lo temible, lo horroroso, sino lo extraño. ¿Por qué será que
asociamos lo extraño a lo monstruoso y lo monstruoso a lo insoportable de ver?
La radio que hicimos en la Escuela 105 de González Catán67 es una forma amigable que
surgió de leer el monstruo: los lenguajes de los chicos, sus presencias esquivas... Con la
radio, el monstruo se hizo amigable, pero antes de que se armara la radio hubo que
convivir con el monstruo, que tiene una forma irreconocible: el modo de hablar de los
pibes, sus detonaciones, las disrupciones, sus sensibilidades extrañas, etc.
PM- Me parece que Elina y Javier hablaban más bien del “piloto automático” de la
escuela, de esa maquinaria que no se detiene a pensar, que va a una “velocidad crucero”,
y que de algún modo nos aplasta. Esa rutina que nos hace llenar ese libro de temas que
no tiene ningún sentido para los docentes. Pero que si se transforma en un registro al que
vale la pena volver, seguramente tome otro color.
GF- Me gusta la imagen de la “velocidad crucero” porque señala que cuando vamos en
ese tipo de naves, sólo podemos ir al ritmo que va la nave. Pero resulta que todo el que
va en esa frecuencia cae, se enferma, tiene que pedir licencia, etc.
Rutina y diferencia
MM- Siguiendo la metáfora de la velocidad, me quedé pensando en el aburrimiento de los
docentes, el aburrimiento de escuchar ese montón de palabras desencarnadas. Y me
preguntaba si no se estará colando aquí algo de la velocidad hiperkinética del “mundo del
espectáculo”, donde lo que vale es lo entretenido. Leo en el aburrimiento la impronta de
una cultura del entretenimiento, de la hiperestimulación.
SD- Pero los maestros que decían “me aburro” más bien estaban registrando que ya no
creen en lo que hacen. Como si la pérdida del Sentido nos dejara sin sentidos.
NA- Por fin no se lo creen.
MM- Es cierto, pero cambiando la perspectiva y tomando la escuela como un elemento
más de un conjunto más amplio, creo que hay una demanda de entretenimiento que
también es necesario trabajar, algo ligado con la velocidad y la intensidad.
GF- Es necesario ralentizar los tiempos de la escuela. No se trata de afirmar una inercia
que choca con las velocidades de los pibes, sino ese otro tiempo que es el tiempo para
pensar, para producir una cuña. Porque así como la lentitud está en un piloto automático,
la velocidad también lo está.
67
La radio La batidora se gestó en el marco de la investigación que coordina Silvia Duschatzky desde 2004.
96
SD- Creo que en este punto podemos hacer una distinción, tomando lo que planteó
Cristian Alarcón68 en la presentación de la película La batidora69. Cristian decía que
cuando veía la radio veía también que algo de la rutina organizaba allí la vida de los
chicos. Los chicos quieren ir a la radio, y no quieren ir a la escuela. La radio también es
una rutina, pero se trata de una rutina que siempre te sorprende. Sabés que algo te
espera al otro día, pero no sabés exactamente qué va a acontecer en eso que te espera.
RL- Hay una regularidad que no es exactamente lo mismo que una rutina.
SD- Si no hay repetición (algo que me espera al otro día) tampoco puede haber
diferencia. Si no vuelvo todos los días al espacio de la radio, no puedo ejercitar una
diferencia. La diferencia es diferenciar un estado de cosas, pero se necesita una
materialidad para experimentar el diferir. La diferencia se ejercita en la repetición. La
rutina que aloja la posibilidad de una diferencia no es igual que la rutina de la lógica
escolar de “más de lo mismo”.
Con el aburrimiento pasa algo similar. Una cosa es que sintamos la necesidad de la
lentificación o la interrupción y otra que alguien advierta que ahí, en ese modo, en esa
situación no le pasa nada. Leer este aburrimiento es interesante porque es allí donde
podemos armar una alianza y decir “ya tenemos algo en común”. ¿Qué es lo común? ¿La
ciudadanía? No lo creo. ¿Que somos parte de la comunidad educativa? Tampoco. Lo
común es que vos y yo queremos investigar cómo salir de esa forma de aburrimiento, que
no significa entrar en el “acelere”, sino encontrar algo genuino, que nos anime a continuar.
Encontrar un común desde el aburrimiento quizá sea nuestra posibilidad de armar un
común, ya que hoy no es posible armar común desde las grandes retóricas. El común se
arma desde sensaciones pequeñas y concretas, como el miedo o el aburrimiento, que
hacen que vos y yo queramos navegar alrededor de este problema. Me puedo imaginar
cómo tramitar juntos el miedo, cómo conectar con los chicos, cómo armar un dispositivo,
cómo escribir tal vez un libro, cómo gestionar una radio, pero no me imagino cómo
construir ciudadanía.
RL- Creo que no hay posibilidad de construir lo común si nos quedamos adentro del
código. La prueba está en esas pequeñas o medianas experiencias que podemos ir
haciendo en las escuelas.
¿Qué significa por fuera del código? Fuera del código significa hacer experiencia. Lo que
ocurre comúnmente en la escuela no es del orden de la experiencia, sino más bien de la
repetición, la memoria, la mecanización, de la no participación de los chicos…
Un ejemplo de esto es la famosa Planificación. Las planificaciones que todas las escuelas
en el mes de abril tienen que presentar, planificaciones que muchas veces ni siquiera lo
son ya que se repiten borrando las fechas del año anterior, pero aún aquellas que no son
copias del año anterior y que incluso pareciera que traen nuevos temas y revoluciones en
68
Cristian Alarcón es periodista, escritor, investigador. Publicó dos libros surgidos de una profunda
investigación sobre la vida de los pibes chorros, Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, y sobre el
mundo del narcotráfico en una villa porteña, Si me querés, quereme tranza. Creó y dirige actualmente la
revista digital Anfibia.
69
El documental La batidora. Radio en la escuela es uno de los tres documentales (junto con Entrelíneas y En
la esquina) realizados en el contexto de la investigación coordinada por Silvia Duschatzky, en la Escuela
N°105 de González Catán. El documental retrata la experiencia de una radio en una escuela del conurbano
bonaerense donde la inercia escolar se ve interumpida por una energía juvenil que deja ver sensibilidades,
inquietudes y tensiones que con frecuencia son opacadas por el desencanto de los adultos y el peso de
rutinas escolares desvencijadas.
97
los contenidos, son planificaciones que le dan al docente cierto grado de previsibilidad. Y
allí está el problema: si no nos corremos de las previsibilidades, no hay experiencia, no
hay tampoco posibilidad de entusiasmo, ni de parte de los chicos ni de los docentes.
En el proyecto que estamos realizando en nuestra escuela se nos ocurrió algo con esto
de las planificaciones. El “sistema” nos pedía que presentemos las planificaciones para el
año, entonces los docentes comenzaron a armarlas. Algunos intentaron hacer seriamente
un programa de la materia, pero se encontraron con que en la medida en que los alumnos
se hacían visibles, esa visibilidad mostraba que había que desechar el programa. Los
programas de los especialistas no servían. Si atendemos realmente a ese otro que está
allí sentado en el banco, inmediatamente registramos que no pasa nada con los
contenidos, porque de lo que se trata no es de contenidos sino de prácticas.
Pero hubo un docente que intentó hacer la planificación de otro modo, decidió planificar
en la marcha. Hizo una planificación narrada, construida en el diálogo entre cierto grado
de previsibilidad y la visibilidad de los chicos. Visibilidad que, por ejemplo, hace que nos
encontremos con que los chicos no pueden tomar apuntes o que no comprenden un
párrafo que supere las cinco líneas. Entonces, la posibilidad de parar, de escuchar, de
inventar, de poner en diálogo con lo que pensaba hacer, crea un nuevo tipo de
planificación, que ya no es estrictamente una planificación. Esto es del orden de la
experiencia. Los chicos empezaron a participar. Los chicos no participaban cuando
había una planificación y el docente dictaba u ofrecía sus apuntes. Comenzó a haber un
quiebre cuando el docente dejó de pensar en lo planificado y se abrió la posibilidad de
una experiencia. Y esto es vital porque hoy la escuela es casi el único lugar donde los
chicos pueden hacer una experiencia intelectual diferente.
Se trata de animarnos a pensar en los bordes, a caminar por esos bordes haciéndole un
poco “pito catalán” a las demandas burocráticas. Pero esto no lo podemos hacer solos,
tenemos que tejer redes entre escuelas.
FD- A mí lo que me pasa es que ya no puedo identificar la escuela. No puedo pensar
en La escuela. En este momento solamente puedo pensar en mi escuela. Donde sí creo
que puedo correr el riesgo y abrir las puertas del infierno concretamente.
En una jornada docente, por ejemplo, sucedió algo que no estaba previsto. La escuela
donde trabajo es privada, los chicos tienen cierto poder adquisitivo, tienen acceso a la
tecnología. Una nota al margen: taller de radio hay hace mucho tiempo, pero el punto no
es el formato, sino el estado de conversación que se produce allí. No importa si es la radio
o una clase, lo que importa es lo que está pasando ahí. Entonces, comenzamos a usar la
tecnología y se propagó una especie de obsesión por el registro. En medio de esta
obsesión, les dimos una cámara fotográfica a los chicos de 5to un día que venía una
profesora invitada a dar una charla. Mucho tiempo después me encontré con las fotos.
Había allí un relato, una historia armada por ellos, pasándose la cámara unos a otros.
Pero era una historia completamente paralela y ajena. Cuando los docentes vieron esas
fotos fue como abrir las puertas del infierno. Y ahí se hizo posible la experiencia.
SD- El código no hace lo común. Blanchot destaca que lo común surge del vacío, y no de
lo preestablecido (2010). Todo lo contrario a lo que siempre creímos. El código
preestablecido en verdad produce muchos unos, y luego creemos que eso es una
comunidad. Pero lo común no se puede preestablecer.
SL- La escuela está llena de finalidades y es necesario suspender esas finalidades para
que se abra un campo de afinidad. La afinidad nace en el momento en que interrumpimos
las finalidades.
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SD- Si no hay finalidad, necesitamos percibir la materialidad de las afinidades.
NA- Volviendo al monstruo. La idea del monstruo me gusta mucho, y la idea de la guerra
también. No evitaría la guerra. En todo caso hay que pensar quién es el oponente, qué
territorios queremos conquistar con esa guerra, si el monstruo está o no de nuestro lado.
Hagamos la guerra en el sentido del fragor, de la batalla, no tanto para ir por la muerte de
alguien en particular.
AV- Hay una frase de Mao que dice: “desterrar la ilusión, prepararse para la lucha”
(Badiou, 2009). Nosotros podríamos decir ahora: desterrar el ideal y abrir las puertas del
infierno. Y los contendientes pueden ser los falsos problemas, pero también los falsos
posibles.
PB- Esto nos lleva a pensar qué pasa cuando cae el sentido. Uno cree que va a aparecer
la delicia de la libertad, y lo que aparece es la incertidumbre. Habría un arduo trabajo que
hacer allí -quizá esa sea nuestra “guerra”-, volver a crear institución implica un trabajo
complejo, con la velocidad y la fluidez, con el sentido, con el aburrimiento... Creo que el
aburrimiento nos va a acechar permanentemente en las aulas; quizá sea uno de los
monstruos.
La escuela es un monstruo que fagocita lo nuevo y la resignifica como novedad
institucional. La escuela resignifica lo no-escolar en formato escolar. Y eso es lo más
aburrido que hay. Los docentes pecamos de enlatar la novedad. Y nos aburrimos.
LM- La contracara de eso es dejarnos sorprender. Como esa profesora que se encontró
haciendo pruebas en su casa a partir de lo que le planteó una alumna, o esa planificación
que tuvo que replantearse cuando percibió lo que pasaba con los pibes. Nos dejamos
sorprender cuando nos corremos de las rutinas y rituales de la escuela. Aferrarse a las
rutinas, rituales, planificaciones, conjura el miedo de la caída de la escuela.
JI- Los rituales escolares remiten a la necesidad de conservar un orden. El desafío es
instituir nuevos sentidos, y que esos nuevos sentidos no tengan el formato de un
mandato. Evitando esta “desviación profesional” de querer estructurar en formato escolar
esas experiencias buenísimas que a veces suceden en las escuelas. En nuestra escuela,
uno de los puntales de contacto con la comunidad son los talleres optativos, no
curriculares. El primer año de funcionamiento fue una explosión de producción. Al año
siguiente pusimos un coordinador de talleres y organizamos un cronograma, y lo que
logramos fue que ya no quisieran venir esos alumnos a los que les costaba engancharse
con la escuela y entonces comenzaron a venir los “mejores alumnos”. Por estructurar los
talleres, nos alejamos de la experiencia. Este es un problema de la gestión. Allí donde
rigen los mandatos, se opaca la experiencia.
Una vez como docente me encontré en la paradoja de proponerles a los chicos pensar
juntos algunos textos y despegarnos del manual, de la idea de aprobar la materia, del
formato organizado por el aprobar. Cuando noté esto les dije, antes de empezar, que
todos estaban aprobados, así la preocupación dejaba de ser la aprobación y pasaba a ser
el pensar juntos. Pude hacer esto sin obstáculos porque además de docente soy
Vicedirector de la escuela. Quizás a un docente que sólo tiene horas cátedras le resulte
más difícil hacerlo. Por eso insisto con que desde la gestión es necesario habilitar estas
experiencias, para que se produzcan movimientos. Ahora, por otro lado, no es posible
desde la gestión bajar como mandato este tipo de movimientos, es decir, la novedad
como mandato. Allí hay una tensión para pensar.
99
¿Qué hay en común? En busca de un universal concreto
MA- En nuestra escuela podemos elegir a los docentes que van a trabajar con nosotros. Y
en las entrevistas tratamos de trasmitirles cómo trabajamos en la escuela, nuestra
historia, la relación que tenemos con los chicos. Los “contenidos” no están en el centro de
la escena. En la entrevista que tuve cuando entré a trabajar en la escuela como
preceptora, en ningún momento me enumeraron las tareas que debía hacer. Me contaron,
en cambio, los problemas que tenían, las cosas que estaban pensando. En esa línea,
intentamos pensar la evaluación, no como normativa, sino como intervención. Por
ejemplo, con un alumno que tenía muy buenas notas pero muchas inasistencias, notamos
que si justificábamos sus inasistencias, terminábamos afirmándolo en la posición de
víctima en la que se sostenía para no venir a la escuela. Entonces le pedimos que viniera
en diciembre y en febrero a recuperar las materias, aunque no lo necesitara desde el
punto de vista académico.
SD- Creo que aquí hay un problema interesante para pensar, relacionado con lo que
decía Francisco: “no puedo pensar en la escuela, sólo puedo pensar en mi escuela”. En la
investigación que hacemos en González Catán, nos pasó casi lo contrario a la situación
que relata Maricel.
Sólo al interior de las situaciones es posible evaluar cuán acertados estamos con una
intervención. Ahora bien, ¿qué es hablar de la educación si ya no podemos decir
“la escuela”? ¿De qué hablamos si no hablamos de la escuela? Porque tampoco se trata
de hacer un acopio de anécdotas. Diego Sztulwark traía en una oportunidad la idea
de universal concreto. ¿Cómo encontramos eso que, hablando de la situación, al mismo
tiempo tiene la capacidad de hablarle a muchos? ¿Cómo hablamos de la escuela sacando
el “la”, sin caer en el acopio de particularidades? ¿Qué de cada situación puede tocar
amplias sensibilidades? ¿Qué de cada experiencia puede volverse concepto, idea,
pregunta de investigación?
Les decía que en la escuela de González Catán pasó casi lo contrario. Osiris, uno de los
raperos que participa de la radio en Catán, no hizo más que 1er año de la escuela
secundaria y después dejó. Empezó a venir a la radio porque ahí tenía la posibilidad de
rapear, pero no quería saber nada con volver a la escuela. Osiris tiene una capacidad de
producción y de lectura, una capacidad para mostrar a través del rap su conexión con la
realidad, de escribir sobre problemas sociales y contemporáneos, que nos llevó a
plantearnos la cuestión del título de Osiris por fuera del recorrido pautado por el
cronograma escolar. Por qué no darle el título si está demostrando habilidades que se
supone exige el currículum. Por ejemplo, tiene pensamiento crítico, uno de los tópicos de
las ciencias sociales, porque tiene una capacidad impresionante de polemizar con lo que
se vive; tiene lectura y comprensión de textos, dado que lee libros de psicología y filosofía
para entrenar la mirada sobre el mundo, sobre la calle, etc., etc.
Entonces, ¿qué hay en común entre estas dos situaciones? Haríamos muy mal en decir
que una de las dos intervenciones es equivocada, porque sólo al interior de las
situaciones es posible percibir sus efectos, los efectos que produce en quienes viven esa
situación. ¿Dónde está el universal concreto aquí?
Si nos quedamos en las particularidades, permanecemos en la esfera de la privacidad del
que relata. El que no las vivió entra en relación si algo de su experiencia, de sus
interrogantes, de su sensibilidad, se ven activados. El tema es pensar de qué se trata esa
habilidad de relatar algo que pueda tocar a otros. Cómo se entrena esa habilidad para que
lo que diga no quede encerrado en lo que viví, sino que a través del relato de lo que viví
pueda tocar a muchos. Creo que se trata de entrenar una enunciación. Y en ese punto se
100
abre la dimensión política, que hace que sea interesante estar aquí hablando de nuestras
experiencias singulares. Para eso hay que mantener una tensión en la discusión donde
siempre estemos todos. El desafío es entonces hablar de la escuela sin dejar de hablar de
“mi” escuela.
MM- La escuela es más potente cuando logra armar algo del orden de lo común. La
pregunta que sigue vigente entonces es: ¿cómo vivir juntos? Y este vivir juntos a veces
está ligado con priorizar la permanencia de un pibe en la escuela y otras con pensar
vínculos que traspasen la permanencia. La dimensión política hace al modo de enlace con
los otros. Ahora, para plantear la pregunta por cómo vivir juntos en la escuela hay que
desmarcarse de una tradición educativa que se sostiene en la idea de ciudadanía
nacional. Suele confundirse la herencia común con la inmanencia de lo común.
SD- Tomando lo que dice Marcela, se ilumina algo del universal concreto en relación a las
dos situaciones. En ambas situaciones, la intervención pasó por instaurar una condición
para que algo de la trama no se agote. Allí podemos encontrar ese universal concreto,
aunque el recorrido haya sido absolutamente diferente.
MM- Nos seguimos preguntando por el modo de enlace, porque nunca se resuelve.
Porque en el modo de enlace que propone el régimen de asistencia, no se enlaza nada ni
nadie. Sin embargo, ese modo tiene una fuerza impresionante. La fuerza de la
corporación es uno de los términos en la conversación que sostenemos.
SD- Muchas veces, la figura del educador con sus derechos, el discurso gremial y estatal,
boicotea lo común. Como en el proyecto de la escuela que dirigen Graciela y Roxana. Allí
trabajan como docentes chicos jóvenes, muchos de ellos estudiantes universitarios, que
logran crear con los chicos una trama de relaciones y experiencias, que muchos docentes
con título habilitante no logran armar. Y la fuerza de la corporación pone en riesgo la
continuidad del proyecto. Sin embargo, lo interesante no es instalar un litigio entre los
viejos que ya no pueden y los jóvenes que todo lo pueden. No es un tema de docentes vs
no docentes, ni de viejos docentes y jóvenes, sino de advertir qué procedimientos, modos,
tonos, escuchas, hacen que algo se mueva, cambie su color, dé lugar a nuevas
conexiones.
RL- Hay algo con peso en ese territorio que es la escuela. Alguien me decía que la
escuela es el único lugar que aún permite reunir tanta gente y en el que estamos
obligados a vernos las caras. Nos podemos ver las caras en otros ámbitos públicos
numerosos o multitudinarios, como una tribuna, pero allí más bien nos rompemos las
caras. Lograr hoy que haya tanta gente en un mismo espacio forzada a verse las caras es
algo importante. Ese lugar puede ser la radio o una clase o un proyecto. Lo que tenemos
en común quizá sea eso: un espacio donde nos juntamos tantos para vernos las caras, y
en el que podemos inventar distintas trayectorias.
Es falso que el que termina 5to con 10, 9 u 8, logró herramientas para empezar estudios
superiores o un trabajo -si esa es la función de la escuela secundaria- más que el rapero.
¿Por qué no le podemos dar el título entonces? Podríamos pedirle en todo caso que haga
algo más con el rap, que profundice en el rap y la improvisación.
Nosotros tuvimos un alumno, Emanuel, que había caído en el paco y estaba muy mal. No
podía permanecer en el aula. Sin embargo el pibe no dejaba de venir a la escuela, venía
todos los días. En una oportunidad le pedimos a un docente (de estos que no lo son, que
participan en nuestro proyecto), que en otro espacio fuera del aula lo ayude con una
materia, y por otro lado, como a Emanuel le gustaba el teclado, trajimos uno y un profesor
de música le enseñó a tocarlo. Se armó algo interesante. Seguía con el paco pero no
101
dejaba de venir a la escuela. Una vez hubo cuatro días seguidos sin clases y lo
encontraron casi muerto.
Qué hubiese pasado si Emanuel seguía durante un tiempo tocando el piano y estudiando
alguna materia. No estaba en el aula pero estaba en la escuela. En una escuela que tiene
un proyecto con docentes que no tienen título de docentes pero que sin embargo son
educadores.
FD- Cada universal concreto tiene su escenario. Habría que construir un universal
concreto en el aula, otro en la escuela, y así… Nuestros problemas son las cosas que
tienen capacidad de forjar un común. Nuestros problemas son esos universales
concretos.
JS- El universal concreto sería una cierta predisposición afectivo-pensante a que la trama
no se agote. Ahora, nuestro problema es la enunciación, para evitar que las escenas que
traemos pasen a formar parte de un acopio de particularidades en lugar de transmitir esta
predisposición a la estrategia, la elaboración, el pensamiento.
AV- En algún momento de la charla apareció la palabra “contagio”. Apareció ligada al
entusiasmo, pero también al poder -o al “podermiento”, como dice Gombrowicz en su
novela Ferdydurke (1983)-. Alguien puede algo, aunque sea chiquito, y eso produce un
contagio de podermiento. Creo que el problema es que no hay una transferencia literal de
las experiencias. El filósofo catalán Santiago López Petit dice algo así como que nuestra
verdad es una verdad que no se puede comunicar: se comparte (2009). Lo que importa de
un texto, o del relato de una situación, no es tanto lo que dice sino la afectividad de esa
voluntad de decir. Entre una escena y otra, ¿qué hay? Podríamos decir que hay una
intención de que no se agote la trama, pero hay algo de la escena que es intransferible a
otra escena. Sin embargo, sí puede haber contagio. El contagio tiene la condición de la
proximidad pero su extensión no tiene otra limitación a priori.
SD: Creo que en esta conversación se volcaron algunas ideas fértiles. Por un lado, la
imagen de la “guerra” contra los falsos problemas o los falsos posibles. Pero una guerra
que funciona en términos de estar alerta con uno mismo, con las propias torpezas. No
habría en esta guerra enemigos externos, sino modos que entorpecen. Por otro, la idea
de lo común como aquello que se construye en la ausencia de código, o donde el código
incluso atenta contra lo común. Otra idea interesante es la posibilidad de pensar la
escuela desde un plano ético, más que desde el umbral de la moralidad. Otra idea
interesante es la posibilidad de pensar la escuela desde un plano ético, más que desde
uno moral. Dos situaciones muy diferentes, unidas por esa dimensión política que es la
pregunta por cómo hacer para que la trama no se agote. Aceptando que en verdad son
operaciones muy concretas y distintas las que van a funcionar para que la trama no se
agote en cada una de las situaciones.
Tendríamos que avanzar en construir figuras y conceptos que permitan ir describiendo el
campo de otro modo. Y en este proceso nos encontramos con el problema de la
enunciación de los problemas.
PB- Pero creo que esto no es una carencia. Porque caído un código, la construcción de
nuevos conceptos requerirá de estas “idas y venidas”, de estas búsquedas, con estos
problemas de enunciación. Será balbuceante y dubitativo.
AV- Lo único válido para todas las situaciones es el lema que dice que no hay recetas
sino una larga preparación.
102
Hacer público: políticas de enunciación
GF- Se me actualiza en este punto una pregunta: ¿qué pasa con la acumulación de
experiencias, en términos políticos? La proliferación de experiencias, hace unos años,
sólo podía pensarla bajo una matriz donde la sumatoria permitiría el “gran salto”. Hoy me
pregunto si no habrá una acción política en el acto de pensar esas experiencias mínimas,
y si no es ese acto mismo lo que trama.
SD- Benjamin dice que después de la guerra, no hay experiencia que contar (1991). Es
decir, no hay relato porque hay pobreza de la experiencia. Hoy hay muchas situaciones,
pero si no encontramos una enunciación que dé cuenta de cómo nos vamos
transformando en esas situaciones, tampoco hay experiencia.
CC- Creo que se trata de construir las condiciones para que ese contar produzca una
condición de escucha. Y esto está ligado con lo común. El peligro de la comunidad es que
se anule la incertidumbre, que llegue un momento en que digamos: “listo, llegamos,
somos una comunidad”. Ahí algo se obtura.
PM- Lo que hay son problemas, situaciones, vivencias. No hay un código, más bien hay
estado de conversación.
SD- Pero eso que hay tiene que pasar por un camino de elaboración de conceptos y de
nuevos modos de decir para que adquiera otro relieve. O tal vez se trate de ver los
conceptos, su estado embrionario, en la superficie de las experiencias. Capturar las
señales, como si se tratara de una dimensión más de las propias prácticas, pero que sin
el trabajo de interrogación y problematización no podrían ganar en expresividad.
JI- En este punto la preocupación por la enunciación quizá sea un poco precipitada. Más
que preocuparme por la enunciación, tengo que preocuparme por el territorio, me tengo
que arremangar y meter en el barro, y ver cómo me enlazo con el otro.
SD- La enunciación no tiene que ver con las palabras que decimos, sino con registrar en
qué medida eso hace algo en nosotros. Porque si no tenemos registro de en qué medida
ese meterse en el barro hace algo en nosotros y en esos con los que estamos, se torna
mero desgaste de energía. La enunciación habla del modo en que nos pensamos.
JI- En ese punto hay que volver a la práctica y ver qué pasa con estas escenas cuando
las echamos a rodar en la escuela. Incluso para hacer eso se necesita un acto anterior
que es ir más allá de la norma para poder llegar al momento de pensamiento, porque si
fuera por la agenda educativa nos relacionaríamos con los compañeros dos veces al año.
RL- No hay posibilidad de escuela si no vamos más allá de la norma.
EA- Tal vez estemos señalando dos planos diferentes. A veces no se arma escena y de lo
que se trata es de armar escena, como cuando Maricel entró al aula para acompañar a la
docente de física, y recién ahí se armó una escena. Uno puede entrar a una escuela y
que no haya ninguna escena. Ese es un plano, y otro plano es el de pensar qué liga a las
escenas entre sí.
GF- Lo que pasa es que la escena no es sólo que suceda algo, sino que suceda algo que
se lo piense. Hay millones de situaciones en las escuelas, pero sólo si se las piensa se
arma escena.
RL- Ahora, ¿cuánto se escuchan estas escenas en las escuelas? Por eso insisto tanto en
la idea de empezar a hacer público lo que está pasando en las escuelas, aunque sean
unas pocas. ¿Cuántas escuelas habrá en las que pasan cosas y no nos enteramos? Nos
103
puede parecer que todos tienen acceso a estas experiencias, pero en realidad somos muy
pocos. Entonces, si existen estas experiencias, tenemos que alimentarlas.
CC- Roxana, ¿a qué te referías con “hacer público?
RL- Hacer público es dar a conocer que sí se pueden hacer cosas y que de hecho se
hacen y que no se está tan solo, porque si estuviéramos tan solos no podríamos hacer lo
que hacemos. Hacer público es construir escenas de ilusión para otros, escenas de
ilusión de que se puede. No somos magos ni superhéroes, si nosotros lo hacemos, por
qué no van a poder hacerlo otros. Hay además mecanismos para compartir, ligados con la
clandestinidad70. Creo que ése es el común que tenemos que construir: ¿cómo se hace
para trabajar en la clandestinidad? Lo que no podemos hacer es inventar algo y quedarte
encerrado en la escuela. No sólo para que eso se repita en otra escuela, sino para
transmitir algo del orden del mecanismo, del modo de transitar la clandestinidad.
SD- Ligando esto con el tema de la enunciación, diría que una cosa es relatar una
situación como una crónica y otra cosa es mostrar cómo hicimos para pasar de una
situación a otra situación, cómo hicimos para que una operación haga posible una
variación. Para mostrar esta variación voy a necesitar el ejemplo, pero sólo para mostrar
el movimiento. Lo interesante de socializar es este mecanismo a través del cual pasamos
de una situación a otra. Y eso comienza a dibujar un plano común. Lo común no supone
alcanzar a todos sino tocar problemas, armar trazos que actualicen existencias
compartidas. No se trata de contar para que se replique el ejemplo, no se trata, por
ejemplo, de hacer una radio en todas las escuelas, de lo que se trata es de mostrar qué
toca esta radio, por qué, en qué medida interpela a esta escuela. Eso es lo interesante de
dilucidar.
La escuela no se deja ver si no es metiéndonos en lo real. Antes podíamos pensarla
desde la retórica que indicaba cómo debía ser. Digamos que la imagen era suficiente para
dar cuenta de esa supuesta cosa que llamábamos escuela. Hoy, sin ese real, no la
podemos pensar. Ahora el problema es ver cómo se comunica ese real.
AV- En una entrevista que le hace el Colectivo situaciones a Sandro Mezzadra, en el
libro Conversaciones en el impasse (2009), dice que uno de los desafíos políticos
contemporáneos más difíciles de pensar es la traducción entre experiencias. Si
actualmente el único código que pone en equivalencia algo abstracto de las situaciones
diversas es el capital, y nosotros queremos rastrear cómo pueden fortalecerse las
experiencias de heterogeneidad, la producción de lazo regulado por otras reglas
diferentes a las del capital, nuestro problema es el de la traducción entre las experiencias.
SD: Nuestro problema es encontrar el lenguaje de lo común que no esté organizado por
un dispositivo ajeno a los cuerpos que lo viven. Uno de nuestros desafíos es volver a
pensar el lenguaje, es decir, cómo se piensa, cómo se nombra, cómo se expresa el
devenir de lo común, y el común como devenir.
70
Clandestinidad aquí no tiene la connotación de ilegal sino de aquello que se construye de modo artesanal
más allá de los instituidos, de los mandatos, de lo establecido.
104
Epílogo
¿Nos anima acaso una voluntad de desarme? ¿Quién desea destruir sin que lo acompañe
la imagen de una nueva construcción? Pero si no se tratara de imagen anticipatoria, ¿qué
hace al desarme? El desarme nos asalta, no lo elegimos. Nos encontramos perdidos,
desorientados frente a situaciones que nos descalabran seguridades y vuelven inútiles las
brújulas. En esas desorientaciones hay señales. Claro que podemos desoírlas,
abrumarnos de palabras explicativas, insistir en acomodar todo en su lugar. Aunque
también es posible tirar de esas señales para intentar armados siempre provisorios.
Soportando el no saber bien cómo se sigue.
“En un ángulo del sótano había un Aleph... uno de los puntos del
espacio que contiene todos los puntos. Su diámetro es de dos o tres
centímetros, pero el espacio cósmico está ahí. Cada cosa es infinitas
cosas...” (Borges, 2005).
¿La escuela es infinitas cosas?, ¿los maestros lo son de modos infinitos? Des-armamos
problemas, des-armamos docentes, des-armamos institución, des-armamos movidos por
la intuición de que si nos despojamos de un lenguaje gastado podremos revestir de
experiencia la desnudez de lo vivo. ¿Qué es lo vivo en la escuela? Pregunta indefinida,
investigación abierta a un terreno de conquistas…
105
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107
¿Qué es una buena escuela?
Inés Dussel
Myriam Southwell
es una preocupación constante de la escolarización? ¿Qué caminos abre la asunción del conflicto
Las instituciones se han posicionado de manera diversa frente a esa manifestación constitutiva
de la vida humana como es el conflicto, aquello que ha estado y estará siempre en la vinculación
entre los individuos. Cuanto más se democratiza la escuela, más expande su acción hacia
amplios sectores de la población y allí se encuentra con el desafío de seguir viviendo esa lógica
con amplitud o pretender una homogeneización artificial. En este dossier abordaremos estas
motivaciones de violencia, la mirada hacia los jóvenes como peligrosos, las transformaciones de
recuperación de las historias locales, los impactos que tienen las decisiones de política
institucional ante el conflicto para garantizar una inclusión en la institución que les pertenece por
cómo convivir en un mundo que es grande y en el que entramos todos es una condición básica
constitutivo, las opciones que se hacen en relación a como tratarlo desde la política pública y el
impacto de las diferentes decisiones institucionales son elementos clave para el modelamiento
formación moral, el modelamiento de las conductas, las reprimendas y castigos. Esta opción, ha
subsumido incluso a otras opciones sobre el conocimiento y sobre otros aspectos sustantivos de
la formación. Mirando este rasgo constitutivo en una perspectiva de largo plazo, si bien los
modos de tratamiento, de intervención y sus efectos han ido modificándose con el correr del
prescripción del modo correcto de ser en la escuela por encima de otros criterios sobre
evolución, un correr del tiempo. No se trata de que hay diferencias, experiencias disímiles solo
encuentran expresados aun en las mismas épocas, situaciones disímiles que dan cuenta de
concepciones sustantivamente distintas, que generan distintas condiciones para los otros, para
ese otro que frecuentemente pertenece a una generación más joven o con menor trayectoria
formativa, ante quienes la situación de convivencia no nos pone en un lugar de simetría. Esas
Detengámonos, por ejemplo, a ver algunas expresiones realizadas en nuestras escuelas, a fines
del siglo XIX. La siguiente es una comunicación emitidas por Carlos Vergara como director de
“Señor: con el objeto de que Usted pueda cooperar con mayor efcacia al buen éxito de su hijo
en esta Escuela, ponemos en su conocimiento los siguientes preceptos del régimen disciplinario
establecido:
1. 1. No se impondrá castigo alguno, ni penitencia.
2. 2. El medio de corregir a los alumnos será siempre la convicción con palabra
amistosa.
3. 3. El Director y los profesores reconocen que no tienen derecho de tocar la
dignidad del alumno, ni siquiera con una mirada.
La experiencia ha hecho ver en todas partes que el único medio eficaz para mejorar a la
juventud es despertarle las nobles tendencias con bondad y nunca con procederes violentos. Así,
esperamos que usted se sirva comunicar a su hijo el contenido de los referidos preceptos, para
que él se sienta dispuesto a corresponder con su conducta al espíritu del Establecimiento. Saluda
“’Si el tallo no es dirigido, el árbol será torcido’, es un proverbio verdadero, cuya aplicación es
más demandada por la lectura que por cualquier otro estudio. Si desde el principio que el
discípulo principia a leer, no pone el maestro ningún cuidado respecto al énfasis, al acento y a la
discípulo un buen lector… Desde que el niño entra a la clase de primero inferior y comienza el
en Ginocchio, 2005:159).[2]
Estas dos conceptualizaciones comparten una época, están enmarcados en un mismo conjunto
de ideas propio de una sociedad y una época. Sin embargo, se posicionan de manera muy
distinta acerca de temas comunes y, sobre todo, miran a los alumnos y sus capacidades y
derechos de una manera bien distinta, proponen y abren una posibilidad de relación muy
Quisiéramos, por eso, acentuar que la manera en que las generaciones adultas de la escuela
miramos a los más jóvenes, aquello para lo que los creemos capacitados, lo que les
reconocemos como potencial o como indubitables derechos, abre y/o cierra puertas con lo que
les hacemos experimentar en la escuela. Pero además, ello se vuelve muchas veces
imperceptible para nuestros propios ojos pero está implícito en lo que transmitimos “con la leche
menos ampliamente por sus miembros. Las mismas se expresan a través del conocimiento, las
orientaciones –los niveles de confianza, los grados de tolerancia, cinismo o indiferencia- los
lenguajes y símbolos y las normas. Las instituciones escolares, al igual que otros espacios,
producen una trama política, es decir un conjunto de relaciones establecidas en las cuales las
personas interactúan, ponen en juego sus mitos, posibilidades de crear, limitaciones, valores,
capacidades discursivas y persuasivas, sus inclinaciones autoritarias y/o manipuladoras (Ollier,
conflictos, así como la disposición de lugares físicos para el encuentro y la sociabilidad, etc.,
Por ejemplo, las maneras de pensar la dicotomía orden-conflicto en las escuelas, las formas de
organizar la institución –aquellos lugares permitidos, prohibidos y compartidos por los diferentes
actores- el reconocimiento o no de los conflictos son todas dimensiones que brindan algunos
indicios sobre las diferencias que se concretan en la experiencia escolar de los individuos. Estos
distintos modos en que los jóvenes están en la escuela inciden en la sociabilidad política que
suelen convertirse rápidamente en normas, en aspectos a ser regulados para definir los estilos
con los que los estudiantes deben y pueden habitar ese espacio. Incluso, estas normas suelen
ser enunciadas por los estudiantes como aquellas sobre las que las escuelas exigen más. La
obligación de usar una determinada prenda (guardapolvo, uniforme o remera) la prohibición del
regulación. Ante la pregunta sobre aquello que más se exige, los estudiantes suelen resaltar las
En ese sentido, si bien la noción de derechos ha empezado a estar mucho más presente en la
escuela en los últimos años, existen singularidades y distinciones, que no se consideran
asimilables a la producción de “lo común” que desarrolla la escuela. Vinculado a ello, un aspecto
no, controversias que son acompañadas de desigual manera por lo adultos; particularidades que
En este sentido, una práctica muy extendida en relación a la incorporación de sectores sociales
que no habían sido –históricamente- aquellos que más participaban de la escuela, la perspectiva
desde la cual se los recibe, se los nombra y se los incluye en actividades etc., no abandona una
clasificación donde “ellos” -los recién llegados- son distintos a “nosotros” -los que ya estábamos
aquí (Dussel, 2008) y por lo tanto, todo lo que se procura -aún aquellas acciones más movidas
Probablemente no tengamos conciencia de lo formativo que resulta que nuestra palabra no sea
riqueza de la convivencia cotidiana con quienes organizan de manera distinta su vida. La serie
de interacciones que cobran forma en la escuela y las decisiones institucionales en torno a como
convivir y formarse con otros debe establecer diferencia sólo en términos de trayectoria, saberes
lugar central y potente para esas mediaciones, interactuando en el marco ético –más ético que
moral- de una discusión respecto a las condiciones para la constitución de un mundo diverso y
una vida entre muchos. También, los sujetos y sus prácticas –constituidos en las interpelaciones
significaciones que los sujetos desarrollan, litigan y disputan está contenida también la
posibilidad de cambiar ya que los cambios están parcialmente condicionados por las acciones y
significaciones que construyen los sujetos. Revisar las prácticas permite conservar lo que se
considere valioso, inclusor, democratizador y transformar lo que con el paso del tiempo ha
pasado a ser ritualista, exclusor o limitante. En ese marco, la escuela debe impulsar que los
alumnos sean dignos autores de sus biografías personales y los constructores de espacios
sociales de convivencia.
Dussel, Inés, (2008) “¿Qué lugar tiene la escuela media en la producción y reproducción de la
Aires: Eduntref.
[1] Incluida en “La Reforma” artículo de Vergara Carlos en “La Educación”, año IV,
[2] Incluido en Ginocchio Virginia, “Alumnos “prolijos, callados y aseados”. O las formas en que
29
propuesta@flacso.org.ar
ISSN 1995- 7785
ARGENTINA
2008
Los cambios en el formato de la escuela secundaria argentina:
por qué son necesarios, por qué son tan difíciles.
Por Flavia Terigi,
Propuesta Educativa Número 29 – Año15 – Jun. 2008 – Vol1 – Págs. 63 a 71
Los cambios en el formato de la escuela secundaria
argentina: por qué son necesarios, por qué son tan
difíciles1
FLAVIA TERIGI *
En la actualidad existe un fuerte consenso en la crítica a la escuela secundaria tal como la he-
mos conocido históricamente. Por su parte, desde hace tiempo los gobiernos de los países
latinoamericanos procuran cambios en las instituciones del nivel. Los esfuerzos fueron espe-
cialmente importantes en la década de 1990, en un contexto de fuertes reformas educativas
más generales que pusieron a la escuela media en el foco, y que estuvieron signadas por el
ajuste estructural (Jacinto y Terigi, 2007).
La disconformidad con los resultados de estos cambios es evidente. En nuestro país, ha llevado
a retomar la idea tradicional de la escuela secundaria como nivel, tras los efectos controverti-
dos de la implementación del ciclo polimodal. Ahora bien, a pesar de lo mucho que se ha dicho
públicamente, no se ha realizado hasta el momento un balance suficientemente abarcativo de
la reforma de la educación secundaria en la década de los noventa. En forma contemporánea a
su desarrollo se produjeron abordajes críticos al cambio en la estructura del sistema educativo;
el debate generado en 2006 en torno del proyecto de Ley de Educación Nacional permitió que
se retomaran algunos de esos planteos. Pero falta un balance completo, tanto en términos de
las dimensiones analizadas cuanto en términos de la diversidad de situaciones provinciales. 63
Hemos llegado a discutir públicamente qué hacer “para adelante” sin un análisis riguroso de
lo que sucedió “para atrás”; la ausencia de este balance conlleva importantes riesgos (Terigi,
2005).
Para ello, el trabajo propone un conjunto de consideraciones sobre los rasgos de la organización
de la escuela secundaria que pueden echar luz sobre las dificultades que sistemáticamente (y
no sólo en los noventa) han enfrentado los cambios en el nivel. Cambiar el formato de la escuela
media es posible, además de necesario, pero para ello es menester poner en foco los rasgos que
pueden hacer obstáculo a las iniciativas de cambio y plantear las condiciones que deben consi-
derarse frente a la complejidad que implica transformar la escuela secundaria. Compartiéndose
y fundamentándose la necesidad de que la escuela media sea reformulada, y de que los rasgos
Lic. en Ciencias de la Educación, Universidad de Buenos Aires; Prof. e Investigadora de la Universidad de Buenos
*
Aires y la Universidad Nacional de General Sarmiento; Investigadora del Proyecto PICT2005 33531. Fue Subse-
cretaria de Educación de la Ciudad de Buenos Aires (junio de 2003- abril de 2006). E-mail: fterigi@cefiec.fcen.
uba.ar / fterigi@ungs.edu.ar
más duros de su formato puedan ser revisados, se considera sin embargo que las iniciativas que-
darán seriamente limitadas en sus alcances reales si no se analizan con cuidado las restricciones
que el desarrollo histórico del nivel impone a las pretensiones de reformulación.
a) La clasificación del saber es un principio organizador de todo el sistema educativo, que tien-
de a fortalecerse a medida que se avanza hacia los niveles superiores. En lo que se refiere a la
escuela media, su curriculum es fuertemente clasificado. ¿Qué significa esto? Que los límites
entre contenidos están claramente establecidos, de forma tal que la mayor parte de ellos se
transmiten en unidades curriculares (las asignaturas) cuyas fronteras con las demás están cla-
ramente delimitadas (Bernstein, 1988). Aún en el caso de currículos que por sus propósitos for-
mativos incluyen campos de saberes diferentes de los de la tradición académica (tal es el caso de
la formación técnica), se observa que lo hacen respetando la clasificación del saber y generando
en pocos años un patrón de estabilidad curricular. Debe tenerse en cuenta que la división del
conocimiento que representan las asignaturas de la escuela secundaria se corresponde con
la organización del saber propia de finales del siglo XIX; por lo cual el curriculum de la escuela
secundaria afronta además una condición de anacronismo.
b) No es forzoso que un currículo clasificado requiera docentes especializados; el caso del nivel
primario muestra que un currículo donde los límites entre las asignaturas también están cla-
ramente establecidos ha sido confiado a docentes con formaciones generalistas. En el caso de
64 la enseñanza secundaria, la correspondencia entre currículos clasificados y docentes especia-
lizados quedó tempranamente establecida por el principio de designación de los profesores
por especialidad. El sistema formador de profesores, por consiguiente, se estructuró según
la misma lógica; produce desde hace poco más de un siglo docentes que se han formado en
especialidades claramente delimitadas (Jacinto y Terigi, 2007).
DOSSIER / ENTREVISTA / ARTÍCULOS / RESEÑAS
no son los profesores, sino figuras como los preceptores u otros agentes de docencia indirecta;
se ha procurado la incorporación de nuevas temáticas al curriculum, pero la falta de docentes
formados en esas temáticas dejó incompleta la cobertura de los cargos o llevó a que la novedad
de los contenidos se viera diluida.
Si bien transformar este trípode es siempre difícil, el diferente nivel de cobertura alcanzado por
los distintos sistemas educativos plantea márgenes variables para hacerlo. Los países con altas
tasas de cobertura de la educación media tienen un margen para la reorganización institucio-
nal mucho menor que los que aún deben promover su expansión: mientras que los primeros
afrontan la presión de un profesorado voluminoso y un sistema formador ya estructurado, los
segundos pueden generar nuevos modelos curriculares y organizacionales, dado que deben
crear establecimientos y puestos de trabajo. Es importante señalar que, debido a la ampliación
de la obligatoriedad escolar que establece la Ley de Educación Nacional y a las tasas netas de
escolarización que presenta su nivel secundario3, en Argentina los próximos años serán de ex-
pansión del nivel. El país se enfrenta por ello con una oportunidad histórica, y es una decisión
estratégica si la expansión se realizará con el modelo tradicional, tomando como base la actual
estructura curricular y las formas descriptas de organización y cobertura de los puestos de tra-
bajo de los profesores, o se impulsarán transformaciones en la escuela media, tanto en los as-
pectos cualitativos de la formación que se ofrece a los adolescentes y jóvenes (otras asignaturas,
otras propuesta formativas), como en los aspectos de la textura institucional que se requiere
(profesores tutores, docentes responsables de curso, otras instancias pedagógicas de apoyo a la
escolaridad) para que ningún adolescente sea redundante en nuestras escuelas, para que cada
uno de ellos sea reconocido en su singularidad e incorporado a la trama institucional4.
Mientras el nivel secundario incorporaba sólo a las capas medias de la población, su propuesta
pedagógica, su formato organizacional y su curriculum se recortaban como legítimos. Si mu-
chos estudiantes no lograban transitar el nivel, ello no se analizaba como problema del nivel,
puesto que se aceptaba que la escuela media no era “para todos”. La parte más formada de
la población de nuestro país, que ha llegado a serlo debido a su paso triunfante por este ni-
vel hoy cuestionado, compartió durante mucho tiempo aquella aceptación. En cambio, en la
actualidad se ha consolidado la exigencia de universalización de la escuela secundaria, y la
“obligatoriedad subjetiva” (Braslavsky, 1999) de que ésta ha quedado revestida pone en cues-
tión su propuesta formativa al mismo tiempo que se aspira a extenderla a un mayor número de
adolescentes y jóvenes. En este contexto, los cambios que se requieren en la escuela secundaria
deberían apuntar a incrementar las posibilidades de inclusión de nuevos públicos y a mejorar la
relevancia cultural y social del nivel para todos los y las jóvenes.
Ahora bien, las políticas y los análisis sobre la escuela media se encuentran en una suerte de
encrucijada. Se plantea la necesidad y la obligación de universalizar la escuela media, promo-
viendo para este nivel un alcance como el que un siglo atrás se procuró (y en buena medida
se logró) para la escuela primaria; pero estos planteos se producen en un momento histórico
del desarrollo de nuestras sociedades y de nuestros sistemas educativos en el que ya no es tan
fuerte la confianza en el sentido que tendría asistir a la escuela (Tiramonti, 2008), y en el que
el formato escolar mismo se encuentra en cuestión aún para otros niveles que pueden exhibir
mayores logros y en los que se deposita mayor confianza (como el inicial o el primario).
Junto con ello, se enfatiza la pluralidad de públicos a los que debería atender la escuela secundaria
si hemos de procurar su universalización (Jacinto y Bessega, 2002). Según un análisis disponible en
el SITEAL, en América Latina entre en el 3 y el 20% de los adolescentes se encuentran al margen de
la escuela y del trabajo. Los adolescentes provenientes de hogares con bajo nivel socioeconómico
tienen más probabilidades de hallarse en esta situación, agudizando de este modo su vulnerabili-
dad social. Asimismo, la prevalencia de adolescentes al margen de la escuela y el trabajo es, en to-
dos los países considerados en el análisis del SITEAL, más importante en las áreas rurales y entre las
mujeres.5 Frente a los desafíos que plantea la incorporación a la escuela media de los adolescentes
y jóvenes excluidos, tropezamos casi al instante con los
límites de los formatos históricamente desarrollados y se
nos plantea genuinamente la pregunta acerca de qué es
lo que queremos universalizar. No hay la menor posibi-
lidad de que unas políticas que sólo busquen ampliar la
cobertura del nivel secundario (construyendo más escue-
las, formando más profesores, distribuyendo más becas)
alcancen la meta de la universalización, porque el forma-
to tradicional hace tiempo que muestra sus dificultades
para albergar nuevos públicos; sin desconocer el agrava-
miento de las condiciones de pobreza de vastos sectores
de la población, hay también razones escolares, razones
pedagógicas, por las cuales, en los últimos años, más va-
cantes en la escuela secundaria no han traído como con-
secuencia más egresados del nivel, mejor formados.
Ha sido parte de la idea de educación común la extensión de un determinado formato, que durante
cierto tiempo hemos llamado con inadvertida naturalidad “escolar”. En ese formato, ciertos rasgos,
como el aula graduada (Tyack y Tobin, 1994), la clasificación del curriculum (Bernstein, 1988) o la se-
paración familia/escuela, llegaron a ser la manera estándar de entender la educación. Hoy en día, esa
manera estándar de entender la educación conduce a una forma de argumentación contra la frag-
mentación y a favor de la unidad del sistema educativo que termina revirtiendo de manera conser-
vadora sobre la posibilidad de pensar otros formatos posibles para la escolarización. Me refiero a la
argumentación que, aun aceptando que la homogeneidad del sistema educativo es injusta, denun-
cia toda diferenciación como fragmentación y, por consiguiente, como desigualdad (Terigi, 2008).
Estoy trayendo aquí una discusión recurrente en política educativa que proviene del análisis del
desarrollo histórico de los sistemas escolares. En tal aná-
lisis, el par unidad/diferenciación ha sido fértil, desde los
primeros años de la recuperación democrática en nues-
tro país, para pensar problemas de justicia y para advertir
que la unidad no es per se garantía de justicia (Braslavsky,
1985). Traigo estos conceptos a consideración porque
quizá colaboren para llevar la discusión sobre los forma-
tos escolares un paso atrás con respecto al punto en el
cual parecería que hemos caído en una trampa de la que
no sabemos cómo salir:
Ezpeleta señaló en su oportunidad que las disciplinas presumiblemente más próximas a la ges-
tión —política educativa, administración y organización escolares—refieren sus aportes hacia las
discusiones teóricas de sus campos de origen o hacia el conocimiento del marco político o jurídico
que regula el funcionamiento de las escuelas y el sistema, con formulaciones en las que pocas
veces caben los problemas de la operación del sistema (Ezpeleta, 1992). Los problemas de opera-
ción son, con todo, estratégicos en cualquier pretensión de cambio, y son numerosos los estudios
de políticas concretas que muestran las restricciones que se plantean a las políticas en el terreno
administrativo por desconocimiento de los puntos de contacto que transforman a la administra-
68 ción en condición o en obstáculo de los cambios organizacionales o pedagógicos. No se trata sólo
de la “compleja trama de la implementación” (Almandoz y Vitar, 2008, pág. 34), del modo en que la
acción de los sujetos genera articulaciones a través de micropolíticas siempre locales (asunto que
tiene toda su importancia), sino de que el aparato institucional de administración requiere que las
decisiones políticas se traduzcan en orientaciones operativas en todos los niveles que sean nece-
sarios para permitir la operación del sistema en la dirección que pretende la política.
DOSSIER / ENTREVISTA / ARTÍCULOS / RESEÑAS
En nuestro país, la administración educativa no está preparada para asumir sin dificultades cam-
bios importantes en el formato escolar de la escuela media. Esto no se debe a un supuesto defec-
to de funcionamiento de las burocracias del Estado sino, por el contrario, a que están preparadas
para el funcionamiento que se les ha exigido históricamente y a que es en ese funcionamiento
donde han acumulado experiencia.9 Cambiarlo implica hacerse cargo de rediseñar los circuitos
administrativos e intervenir en el saber acumulado, y ello conlleva una complejidad que alcanza
detalles que pueden sorprender al reformador inadvertido.
Puede proponerse, por ejemplo, un currículo para la escuela media que interrumpa la tradición
de clasificación fuerte mediante una estructura que incorpore propuestas de asignaturas más
integradas; pero no puede hacérselo desconociendo que se requerirán docentes que las dicten,
que habrán sido formados para la enseñanza de una asignatura clasificada (lo que plantea pro-
blemas de accesibilidad didáctica de la propuesta), y que generar listados de docentes10 para
estas materias menos clasificadas implica resolver cuestiones de un nivel de detalle como los
que llevan a determinar qué títulos serán válidos y cuáles no lo serán para hacerse cargo de la
enseñanza de tales materias.
Una conclusión que espero que surja del análisis desarrollado en este trabajo es que el tipo de
cambio que se requiere en el nivel secundario de nuestro país involucra una transformación pro-
funda en el formato escolar que asumió históricamente el nivel, y que esa clase de transformación
es extremadamente difícil, tanto que ha sucedido unas pocas veces en la historia de la educación
general (Terigi, 2004). No se trata de desesperanzarse, sino de no engañarse acerca de la comple-
jidad. Desconocerla es colocarnos en el camino del voluntarismo y poner las condiciones para la
producción de una nueva frustración.
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DOSSIER / ENTREVISTA / ARTÍCULOS / RESEÑAS
Notas
1 Este trabajo se inscribe en las producciones del Proyecto de Investigación PICT2005 33531 “Escuela
media y sectores vulnerables. Régimen académico y sentido de la experiencia escolar”, que se desarrolla
desde mayo de 2007, dirigido por Ricardo Baquero e integrado por investigadores de la Universidad Na-
cional de Quilmes y la Universidad Nacional de General Sarmiento.
2 La excepción a esta situación se plantea en las escuelas de la modalidad técnica que tempranamente
incorporaron la figura del maestro de taller estructurada con la lógica del cargo, y no de la colección de
horas.
3Según la Encuesta Permanente de Hogares, la tasa bruta de escolarización secundaria en el segundo
semestre de 2006 era del 76% para el total de los conglomerados. El estadístico se basa en los microdatos
provenientes de la EPH (INDEC).
4 Los márgenes de decisión, sin embargo, serán muy diferentes en las distintas provincias. Jurisdicciones
que, como la Ciudad de Buenos Aires, tienen un nivel secundario ampliamente expandido tendrán un
margen para la reorganización institucional mucho menor que el de las provincias que deban promover
una fuerte expansión de la enseñanza secundaria, y que por tanto tendrán que crear establecimientos
(Terigi, 2005).
5 SITEAL es la sigla de Sistemas de Información de Tendencias Educativas en América Latina, un programa
que desarrollan en forma conjunta el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación - Buenos
Aires (IIPE - UNESCO, Sede Regional Buenos Aires) y la Organización de Estados Iberoamericanos para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Este Programa está orientado a monitorear la inequidad en el
acceso y en los logros educativos de la población, así como el impacto de la educación en la calidad de
vida de las familias y en la dinámica social. Los datos que se incluyen en este artículo fueron tomados de
correspondiente a los grados escolares que cursan. Propuesta Educativa incluyó en su número 28 un artí-
culo referido a experiencias de este tipo (Padawer, 2008).
9 Considero que debería cuestionarse más frecuentemente el uso peyorativo del término burocracia, así
como defenderse la idea de una organización profesional al servicio de los intereses públicos en el Estado.
10 He aquí otro concepto, el listado de docentes, sobre el que se vuelcan consideraciones disvaliosas que
encubren grandes cuotas de desconocimiento. Un listado de docentes autorizados para dictar una ma-
teria es el resultado de un proceso de concurso. Lo que sucede es que, mientras el orden de mérito de un
concurso universitario se limita a tres o cuatro profesores, en el sistema escolar, masivo por definición,
el orden de mérito abarca decenas y aún cientos de docentes. Si hay —digamos— tres mil secciones de
escuela secundaria en una provincia de mediano tamaño, un listado de profesores de matemática puede
71
contener sin dificultades unos setecientos profesores. Sólo por eso, el concurso docente en el sistema
educativo toma forma final de listado.
Introducción
Las huellas que necesariamente deja el paso de la escuela en nuestras vidas y el desarrollo
de diferentes estrategias que realizamos para poder transitar con éxito por la misma deben ser
estudiados y problematizados. Es así que en 1995 nos llega a los interesados en el análisis de
la estructura escolar el texto de Elsie Rockwell La escuela cotidiana, que propone al ámbito de
la investigación educativa empezar a preguntarse por la experiencia escolar, aspecto que
implica una dinámica entre las normas oficiales y la realidad cotidiana. La autora abrirá su
análisis por fuera de los parámetros normativos de las instituciones: la mirada estará puesta en
función de analizar y reconstruir la lógica propia del proceso, que se expresa en la experiencia
escolar cotidiana, y que, según Rockwell, “condiciona el carácter y el sentido de lo que es
posible aprender en la escuela”. Propone un análisis cualitativo de registros etnográficos de lo
que sucede cotidianamente. ¿Qué se pone en juego en las actividades que se desenvuelven
en la escuela? ¿Qué se intenta enseñar en el aula, y fuera de ella? ¿De qué elementos
escolares se apropian los alumnos?
Interrogantes como los anteriores nos preguntaremos (e intentaremos aproximarnos a una
respuesta) en este artículo, partiendo de un texto literario que, consideramos, propone a sus
lectores una mirada cotidiana de la vida escolar. Se trata de Despertar de primavera, una obra
teatral del alemán Frank Wedekind que, a pesar de haber sido escrita en 1891, parece
mantenerse en el tiempo. No sólo por su temática (una propuesta escandalosa para el
momento que abarca desde el embarazo adolescente, la homosexualidad y el placer
reprimidos hasta el suicidio de un joven estudiante) que hoy puede seguir transitando en
nuestras aulas, sino también por su crítica a la institución escolar, y al mundo adulto en
36
general, y la visibilidad de la cultura juvenil, con sus posicionamientos y manifestaciones, que
lucha por sobrevivir a un régimen escolar que intenta oprimirla.
Así, en este artículo nos proponemos, a partir de esta obra teatral, analizar algunas de las
dimensiones de la experiencia escolar que nos propone Rockwell y que nos ayudarán a
reflexionar en torno a la vida cotidiana en nuestras escuelas y nuestro papel en ellas.
Tomaremos tres ejes: presentación del conocimiento escolar, el aprendizaje escolar y la toma
de decisiones.
37
Mauricio - No tienes que apostar… No quiero estafarte… ¡Dios mío! ¡Cómo voy
a estudiar de hoy en adelante! Ahora puedo decírselos, lo crean o no. Ahora
todo me da igual. Sé... sé que es verdad. Si no me hubieran aprobado, me
pegaba un tiro en la cabeza (p. 32-33).
¿Cuántas veces escuchamos a nuestros alumnos decir lo mismo que Mauricio, “¡Cómo voy
a estudiar de hoy en adelante!”? Es porque la escuela, si bien en un contexto diferente del que
nos muestra la obra10, sigue promoviendo que los alumnos deben “alcanzar” determinados
conocimientos que se traducen en prácticas y discursos escolares cotidianos de los cuales
cada alumno (individualmente) debe apropiarse. Y la única forma de hacerlo es estudiando.
Pero, ¿estudiando qué y cómo?
38
pero no todos permanecerán en el aula. Debemos adaptarnos a modelos, reglas y valores que
presentan las instituciones y que, muchas veces, nos desplazan haciéndonos sentir ajenos.
¿Somos o no somos alumnos?
En relación a los programas escolares, muchos son los estudios que se han ido
desarrollando a lo largo de los años. En este artículo queremos detenernos en la dicotomía que
muchas veces se produce entre los programas escolar, los contenidos a enseñar y el
conocimiento que exigen (no siempre explícitamente) los alumnos. Siguiendo a Gramsci
(2009), entre la propuesta de una cultura fosilizada y anacrónica y la vida.
El aprendizaje escolar
Mauricio - ¿Cómo habría de saberlo? Veo que las gallinas ponen huevos, oigo
decir que mamá me llevó en sus entrañas. Pero… ¿basta con eso? Recuerdo
también que a mis cinco años me avergonzaba cuando al jugar a las cartas
alguien destapaba la dame de coeur… con semejante escote. (…) He hojeado la
enciclopedia Meyer de la A a la Z, sin encontrar nada. ¡Palabras… nada más
que palabras! ¡Oh, esta preocupación por el pudor! ¿De qué sirve un diccionario
si no me aclara los problemas más inmediatos de la vida? (…) Es mejor que no
me digas nada hoy, Melchor… Tengo todavía pendiente la América Central, Luis
XV, y además los sesenta versos de Homero, siete ecuaciones, el sistema de
latín… Si no, mañana voy a hacer un papelón (p. 22).
La pregunta que se hace Mauricio: “¿De qué sirve un diccionario si no me aclara los
problemas más inmediatos de la vida?” nos la hemos hecho en alguna instancia de nuestra
trayectoria escolar y universitaria. Evidentemente en la obra hay cuestiones del desarrollo
personal de los alumnos que no son tratadas en la escuela. Está muy presente en esta obra,
como anticipamos en la Introducción, lo relacionado al despertar sexual. Los chicos se
preguntan por esto y tratan de resolverlo como pueden: a partir de un diccionario, de preguntar
a sus compañeros. En este caso, Mauricio le pide a Melchor que escriba “sus explicaciones” a
modo de “ensayo” y lo esconda entre sus libros, así lo llevaría a su casa sin saberlo. ¿Qué
podemos observar en esta situación tan particular? Primero, cómo nos influyen los rituales y
usos propuestos por la escuela, y que conforman un determinado proceso de aprendizaje. No
se resuelve hablar de lo que les preocupa, sino escribir un ensayo. Y como es un tema
prohibido, debe hacerse de manera clandestina. Pero elijen un lugar: la escuela. Ese espacio
tan importante para la vida de un joven porque quiere permanecer en él y porque genera
nuevos vínculos a partir de él, es el único espacio posible de intercambio de saber. No le
39
entrega el ensayo (y optar por este modo de producción da cuenta del uso de la lengua escrita
como imprescindible para el aprendizaje escolar) en un espacio público o se lo alcanza a su
casa: se lo entrega en la escuela, con un lenguaje académico, explicativo y de exposición
(incluso le pregunta si necesita que le haga ilustraciones).
Ahora bien, ellos no pueden desligarse del diccionario, ya está configurada esa manera de
aprender. Pero están pidiendo que se expliquen otros temas y, con esto, piden cierto
reconocimiento. Está claro que lo que acá se pone en juego es el papel activo de los jóvenes y
su capacidad de negociación con las instituciones (escuela, familia).
Pensando ya en nuestro contexto, es posible ver que este reclamo sigue presente, y que
nuestros alumnos encuentran espacios extraescolares, si no se atienden sus demandas en el
aula, donde poder explorar estos temas que consideran importantes para su desarrollo
personal. Los alumnos son portadores de una cultura social que debe ser considerada al
momento de estructurar nuestras clases, y no podemos entender la escuela como un mundo
separado de las particularidades juveniles, sino que debe interactuar con ellas.
¿Qué reglas y normas que rigen la vida institucional tanto explícitas como implícitas,
están presentes en relación a los estudiantes? Evidentemente la escuela sigue
promoviendo un disciplinamiento que comprende un conjunto de actividades permitidas y
prohibidas con penalidades en caso de incumplimiento. Sigue estando presente una
división que marca y diferencia lo que se debe hacer y conocer (depositado en la figura del
docente) de lo que no. En el caso de la obra teatral, es la sexualidad aquello que no debe
ser trabajado dentro de la escuela, ese conocimiento no estaría legitimado socialmente.
Dentro de las circunstancias actuales, podemos nombrar: la droga, la preocupación sobre
el futuro, la violencia, cuestionamientos filosóficos, etc.
Los alumnos deben ser vistos más allá del aula y para eso nos sirve estudiar y
preguntarnos por la cotidianidad, lo que nos llevará a redefinir el escenario escolar
considerando la heterogeneidad de experiencias. Es claro que la escuela ya no posee el
monopolio del saber y la cultura legítima, pero ¿Cómo actúa frente a esto? Hay valores que
circulan por fuera de ella y ya no se puede dejar pasar este hecho. Los contenidos que
promueve la escuela nos ayudan a entender las interpretaciones de la realidad y
orientaciones valorativas que se ponen en juego. Por esto es importante mantener vivo el
debate sobre lo que enseñamos y cómo lo hacemos.
Una vez finalizado el período de prueba, Mauricio no logra pasar los nuevos exámenes
exitosamente y queda fuera del sistema educativo. Gobernado por la vergüenza, decide
huir, y para esto le pide ayuda económica a la madre de Melchor, quien se la niega. Una
vez más, el universo juvenil pide a gritos una solución a los mayores, y es rechazado. Ante
esto, Mauricio decide quitarse la vida. La escuela no sólo tiene que lidiar con este hecho
40
sino también que sale a la luz el escrito que su amigo Melchor le había entregado sobre la
reproducción. Y pasa esto a ser un tema más importante y se convoca a una reunión de
profesores, donde se debate:
Lo que en esta reunión se discute es el hecho de que un alumno escribió y compartió “una
disertación en forma de diálogo titulada “El coito”, con ilustraciones de tamaño natural, que
consta de 20 páginas repletas de porquerías, suficientes para satisfacer lo que un libertino
consumado podría exigir de una sofisticada lectura lúbrica” (p. 74). Se llama a Melchor, a quien
se lo acusa, sin posibilidad de expresar su situación, de “ofensas a la moral con derivaciones
de inducción al suicidio” (p. 75).
La escuela se preocupa más por las consecuencias frente al “Alto Ministerio de Educación”
que por cuestionar su funcionamiento para intentar preveer nuevas situaciones de suicidio
adolescente. Lo que se castiga (en el caso de Melchor, enviándolo a un reformatorio) es la
circulación de conocimiento no legitimado por la institución. Poco importa lo que no tenga que
ver con esta cuestión, aunque implique la muerte de un estudiante. La práctica escolar en sí no
es transformada y el constante reclamo por un nuevo escenario educativo no es escuchado.
La toma de decisiones es de vital importancia en la medida en que cada nueva problemática
nos propone la posibilidad de un cambio en la práctica escolar. En la obra no se logra. Pero es
un ejemplo (si bien de un caso extremo) que nos propone pensar si actualmente lo logramos.
Son los movimientos estudiantiles (y juveniles en general, con su histórico enfrentamiento al
statu quo) que vienen a señalar los conflictos no resueltos en las sociedades modernas y sus
instituciones. Como educadores no podemos continuar manipulando a los jóvenes a través del
encasillamiento de los mismos en polos opuestos como lo son los de “víctima” o “enemigo que
transgrede el orden social”. Nos surge la obligación de reconocerlos como actores políticos,
configurados a través de un conjunto de prácticas culturales.
Si la hegemonía de un discurso muestra cómo son vistos los jóvenes, las distintas
actividades e iniciativas que éstos realizan muestran cómo son y cómo deben pensarse.
41
Toda clasificación (edad, género, sexo) es una forma de imponer límites y un orden en el
que los roles y posiciones están determinados. Esta imposición se da a partir de luchas entre
los jóvenes y los adultos. De este intercambio, se deduce que la juventud y la vejez son
construcciones. “La edad es un dato biológico socialmente manipulado y manipulable; muestra
que el hecho de hablar de los jóvenes como de una unidad social, de un grupo constituido, que
posee intereses comunes, y de referir estos intereses a una edad definida biológicamente,
constituye en sí una manipulación evidente” (Bourdieu, 1990:164-165).
Si la escuela es considerada, en este marco teórico, como manipulación de las aspiraciones
(Bourdieu), donde se clasifica y se aísla, donde se pone en evidencia la disparidad entre
aspiraciones y posibilidades reales, las voces de los estudiantes se escaparían a estas
características, dando a conocer una nueva forma de escuela. Sólo tenemos que escuchar.
Conclusión
Este artículo está destinado a indagar sobre las relaciones y significados que dan los
jóvenes a la vida escolar. Nos servimos de una obra teatral y decidimos analizar sobre
determinados aspectos de la misma que nos permitieron reflexionar en torno a la construcción
social de nuestra realidad a través del conocimiento de lo cotidiano. Nuestro interés se basó en
trabajar las categorías cotidianas con las que se piensa el mundo social y aquellas producidas
por la teoría, sabiendo que “tienen un sentido práctico que predisponen a los sujetos para
percibir y actuar sobre el mundo. Así, éstas no son nunca inocuas, producen efectos de visión y
división del mundo social” (Kaplan, 2005: 98).
Pudimos, al mismo tiempo, plantearnos preguntas para empezar a cuestionar nuestras
prácticas como educadores, habilitando nuevas categorías de análisis y aceptando la mirada
del “otro” y reconociéndolo como actor político. Con estas ideas, proponemos pensar una
escuela dinámica y problematizadora que incluya a todos sus actores con la finalidad de
consolidar un espacio superador y transformador.
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43
artículos
señales. Si la escuela es un nodo, su señal que ellas converjan en una unidad sintética
se expresa en la capacidad de capturar una (función que en tiempos de disciplina re-
densa masa de operaciones conectivas. En caía, se sabe, en el Estado como donador de
esta línea, la formación del ciudadano, la mo- sentido). Es tarea de sus agentes pensar sus
ralización de los sujetos, pierde relevancia. El conexiones, sus puntos de encuentro, ya no
valor de la escuela-nodo para la red radica en la filiación a una totalidad de sentido.
asegurar conexiones dado que un “usuario”
de la red puede ser potente conector de cual- Sobre configuraciones múltiples de vida
quier nodo. social
En las líneas anteriores sugeríamos que la
Este chico tiene 45 faltas y ayer me encaró escuela era tomada por presencias que, mira-
diciendo que escuchó que íbamos a echarlo. das desde la representación escolar, resultan
Yo le pregunté por qué había faltado tanto y “inconsistentes”. Veíamos también que dar-
él me contestó que le pegaron dos balazos en les un lugar, no implica que con ellas se dé
un enfrentamiento con otra banda que quería lugar a nuevas estéticas educativas. Podemos
usurparle la parada. Me pidió que no lo eche, entonces establecer una diferencia entre “dar
que tenía que seguir en la escuela. Cuando le un lugar” y “dar lugar a”. Cuando damos un
pregunto el porqué, me responde que estaba lugar, por ejemplo admitir a “Los Repiolas”
judicializado y que el juez se lo exigía, que si en la escuela, en verdad no damos lugar a
fuera por él ni loco vendría. Aparte me pidió que esas presencias ofrezcan la oportunidad
si podía darle una vacante a un amigo suyo al de nuevas formas de experiencia educativa.
que echaron de otra escuela. Damos un lugar, pero no dejamos que algo
nuevo advenga en el estilo de hacer escuela.
El nodo es una condición que nos excede. Ahora bien, para que la escuela pueda
Cómo pensar sus formas, cómo aprovechar pensarse como un recurso de agenciamien-
sus potencias y cómo ampliar sus posibles, to de múltiples heterogéneos es necesario
es una decisión que nos compete. avanzar en advertir cómo se mueven, bajo
Recapitulando, la presencia de “Los Re- qué formas se producen, de qué está hecha
piolas” nos enfrenta a una escuela de la mul- la vida social de esos múltiples.
titud, cuyo rasgo central no es simplemente Lo primero a destacar es que “Los Re-
la capacidad de albergar formas múltiples piolas” constituyen un pliegue que hace
de ser habitada, sino la imposibilidad de diferencia en el entorno vivido por sus
Notas
1
Este artículo fue elaborado en el marco de una investigación en curso realizada desde la
Flacso (Argentina) sobre “Violencia, escuela y subjetividad”. El campo de trabajo se si-
túa en tres escuelas secundarias ubicadas en la periferia de la ciudad de Buenos Aires,
la provincia de Córdoba y el Conurbano Bonaerense. Las notas de este texto se apoyan
en el material recogido en una de ellas, situada en el Bajo Flores, barrio empobrecido
de la ciudad de Buenos Aires.
2
El Tren Blanco es la nominación de un servicio ferroviario acordado con los movimien-
tos de cartoneros. Se trata de un tren sin butacas que recorre el itinerario comprendido
entre los puntos de residencia de sus miembros –generalmente en la provincia de Bue-
nos Aires– y los nodos de recolección y distribución de cartones. En esa experiencia,
que implica trasladarse en el tren llevando carros vacíos en los que luego se transpor-
tarán los cartones recolectados, los padres suelen ir acompañados por sus hijos.
3
Escabiar: hace referencia –en el lenguaje popular– al acto de beber vino.