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Batalla de Salta

Además del hecho histórico de que fue la primera presencia del general Manuel
Belgrano en Salta, tuvo una envergadura inusual porque en ella intervinieron
3.700 hombres y 12 piezas de artillería, con bajas significativas, que no
medraron el triunfo de nuestro Ejército del Norte: 103 muertos y 430 heridos.

Fue una verdadera epopeya que se sumó a otros combates que implicó la
Campaña del Alto, librada entre 1810 y 1817, como Cotagaita, Suipacha,
Huaqui, Sipe Sipe, Sansana, Nazareno, Las Piedras, Tucumán, Pequereque,
Vilcapugio, Tambo Nuevo, Ayohuma, El Tejar, Puesto del Marqués, Venta y
Media, Viluma, Yavi, La Tablada y Sopachuy.

La batalla de Salta fue un enfrentamiento armado librado el 20 de febrero de


1813 en la pampa de Castañares, en las afueras de la ciudad. El Ejército del
Norte, al mando del general Manuel Belgrano y de Eustaquio Díaz Vélez como
mayor general o segundo jefe, derrotó por segunda vez a las tropas realistas
del general Pío Tristán, a las que había batido ya en septiembre anterior en la
batalla de Tucumán. La rendición incondicional de los realistas garantizó el
control del gobierno rioplatense sobre buena parte de los territorios del antiguo
Virreinato del Río de la Plata y aseguró temporariamente la región.

Belgrano había aprovechado la victoria de Tucumán para reforzar el ejército a


su mando. En cuatro meses logró mejorar la disciplina de las tropas,
proporcionarles instrucción y reclutar suficientes efectivos como para duplicar
su número. El parque y artillería abandonados por Tristán en la anterior batalla
le había permitido organizarse con mucha mayor soltura. A comienzos de
enero, buscando marchar tranquilamente para no fatigar a las tropas,
emprendió la vanguardia la marcha hacia Salta. El 13 de febrero, a orillas del
río Pasaje (hoy Juramento) el ejército prestó juramento de lealtad a la
Asamblea Constituyente que había comenzado a sesionar en Buenos Aires
pocos días antes, y a la bandera albiceleste diseñada por Belgrano. La bandera
fue conducida por el mayor general Díaz Vélez, a quien llevaba en medio el
coronel Martín Rodríguez y el general Belgrano escoltados por una compañía
de granaderos que marchaban al son de música. La ocasión -cuya solemnidad
fue empleada hábilmente por Belgrano, como lo había hecho en la bendición de
la bandera en Jujuy antes del Éxodo Jujeño- dio lugar al rebautismo del río con
el nombre de Juramento.

Se conmemora hoy la Batalla de Salta - Diario Panorama


BATALLA DE SALTA

Durante los cuatro meses que siguieron al sonado triunfo de Tucumán, se


refuerzan los efectivos del ejército y se aprovisiona para hacer frente a las
necesidades de la próxima campaña, que tiene por meta a Salta.

A principios de enero de 1813 el ejército se pone en marcha hacia el norte.


Ya para el 11 de febrero el grueso de las tropas había cruzado el río Pasaje.
Allí decide Belgrano que las tropas presten el juramento de fidelidad a la
Asamblea General Constituyente que, con ; gran pompa, ha inaugurado sus
sesiones en Buenos Aires el 31 de enero.

Por tercera vez despliega la bandera celeste y blanca ante el ejército formado.

“Éste será el color de la nueva divisa con que marcharán al combate los
nuevos campeones de la patria”, les dice.

Y luego, personalmente, y en forma individual, toma juramento a los soldados.

Sobre una margen del río se yergue un árbol eminente y frondoso.

Cuando los ecos de la marcha de1 ejército se pierden a lo lejos, sobre el


gigante vegetal, mudo testigo de la emocionante ceremonia, queda prendido
en su tronco, una tablilla, grabada a punta de cuchillo, donde se lee Río del
Juramento.

En momentos en que el ejército comandado por el general Belgrano avanzaba


hacia Salta con intención de vencer a las fuerzas españolas que bajo el mando
del general Pío Tristán se encontraban a la sazón, acantonados en la ciudad de
Salta; se encontró con un fuerte impedimento: la desmesurada fortificación
que había realizado el general español del único paso de acceso a la ciudad, el
portezuelo; lo que planteaba a su jefe una disyuntiva de hierro:

entablar un combate en circunstancias desventajosísimas o desistir del


propósito y retroceder.

En tales circunstancias, el 17 de febrero de 1813, el capitán Apolinario Saravia,


ayudante del Gral. Belgrano comenta el General Paz en sus memorias-

“se ofreció para conducir al ejército y salvarlo, avisando al General que, como
salteño y habitante de por allí, tenía conocimiento de una senda extraviada y
así por nadie conocida que, pasando por el escabroso laberinto de las
montañas, pues los cerros se suceden unos a espaldas de otros, y poblada de
vegetación, conducía en su prolongación hacia el norte, por cosa de dos leguas
entre el seno de los montes, hasta dar con una pequeña quebrada llamada de
chachapoyas que desembocaba en la estanzuela de castañares, que estaba
precisamente en el campo norte y lindero con la tablada de Salta, al opuesto
lado de la sierra”.

El general Belgrano tras recorrer pormenorizadamente el itinerario propuesto


dio órdenes de como proceder para que el ejército avance por él.

Esa noche, azotados por una lluvia espantosa, se inició la marcha de las
fuerzas patriotas a través del fracturado terreno cubierto de espeso malezal,
portando cincuenta carretas con pertrechos y doce piezas de artillería.
La estrechez del camino y lo torrencial de la caída de las aguas por las laderas
circundantes, agudizaban las dificultades que la quebrada presentaba de por si
para semejante tránsito, más, la decisión, el fervor, el Ansia de libertad que
todos y cada uno de los componentes de la fuerza llevaban en su corazón, los
impulsaba para que la suma de dificultades no los arredraran en su empeño e
hicieran que en el amanecer del día 18 arribaran a la finca de castañares
donde permanecieron hasta las 11 de la mañana del día 19, cuando iniciaron
su marcha a la chacras de Gallinato.

El general Belgrano pernoctó el día 18 en una de las habitaciones de la casa de


campo del Coronel Saravia, progenitor del capitán, su ayudante, que tan
acertadamente había servido de guía.

Haciendo uso eficaz del color tostado de su piel, este leal oficial a quien
llamaban “Chocolate Saravia”, ansioso por conocer la cantidad y calidad de las
fuerzas de Tristán, tanto como las posiciones que ocupaban; vistiendo ropas
similares a la de los aborígenes, arreando una recua de burros cargados de
leñas marcha hacia la casa de sus padres sita en la calle Buenos Aires de la
ciudad de Salta.

Su disfraz le posibilitó cruzar frente al ejército realista y llegar a destino, donde


entregó la carga de leña y regresar después a castañares para informar al
General y posteriormente combatir junto a él.

El ataque comenzó el día 19, a las 11 de la mañana, en la pampa de


Castañares con el ataque a la posición realista por la retaguardia.

Belgrano, seriamente enfermo, había preparado un carro para efectuar en él


los desplazamientos, pero a último momento pudo reponerse y montó a
caballo.

A las nueve de la mañana del día 20 se desplazó el Ejército Nacional cubriendo


todo el ancho de la planicie que en leve plano inclinado lleva a la ciudad.

Marchaba compacto sobre el centro con la caballería e infantería, separada por


sectores, reserva plegada y dos columnas de caballería en ambos flancos.

Tristán lo esperaba fortaleciendo el lado izquierdo de su formación, pues el


flanco derecho se apoyaba sobe el cerro San Bernardo, donde había distribuido
una columna de tiradores que obstaculizaran las cargas sobre ese sector.

Precisamente esta disposición posibilitó al español controlar los ataques porque


además de prevalecer en el llano rechazaba los avances sobre el flanco
derecho por la eficaz acción de los tiradores del cerro y porque el terreno
dificultaba las operaciones de caballería.

Al promediar el combate Belgrano cambió su táctica inapropiada. Movilizó la


reserva, dotando de más efectivos de infantería y caballería y ordenó a Manuel
Dorrego, que había reemplazado al segundo jefe Díaz Vélez, gravemente
herido, atacar vigorosamente (“… lléveselos por delante…”).

Dispuso cargar simultáneamente con artillería y, luego de cruzar el campo,


condujo él mismo la avanzada contra las barricadas del cerro.

Al mediodía la situación varió.

La furibunda carga de Dorrego arrasó el flanco izquierdo junto a las columnas


de Zelaya, Pico, Forest y Superí (compartieron el honor de ser los primeros
oficiales triunfantes de la ciudad) sostenían la persecución de las calles.

En tanto el centro y el ala izquierda patriota fue quebrando inexorablemente la


resistencia.

Con la retirada cortada, los realistas vencidos retrocedieron desordenadamente


quedando entrampados en el corral que circunda la ciudad, denominado
Tagarete del Tineo, donde fueron diezmados por los criollos.

El tramo final de la lucha se concentró alrededor de la Plaza Mayor, mientras el


desbande y la persecución eran confusos y cruentos.

La calma llegó cuando desde la iglesia de La Merced doblaron campanas por la


patria anunciando la rendición incondicional del invasor.

Queda acordado que al día siguiente los soldados realistas salgan de la ciudad
con los honores de la guerra, a tambor batiente y con las banderas
desplegadas, y que a las tres cuadras rindan las armas y entreguen los
pertrechos de guerra, quedando obligados por juramento, desde el general
hasta el último tambor, a no volver a tomar las armas contra la Provincias
Unidas hasta los límites del Desaguadero.

Belgrano devolverá todos los prisioneros, a cambio de igual actitud por parte
de los realistas, quienes deberán entregar los prisioneros patriotas que tiene
Goyeneche en el Alto Perú.

Así desfilan 2.786 hombres.

La caballería echa pie a tierra y rinde sus sables y carabinas; la artillería


entrega sus cañones, carros y municiones.

Belgrano dispensa al general Tristán de la humillación de entregarle


personalmente la espada, y lo abraza ante todos los presentes.

Tres banderas son los trofeos de esta victoria.

Diecisiete jefes y oficiales fueron hechos prisioneros en el campo de batalla;


hubo 481 muertos, 114 heridos, 2.776 rendidos.

En total, 3.398 hombres que componían el ejército de Tristán, sin escapar uno
solo.

Además, diez piezas de artillería, 2.188 fusiles, 200 espadas, pistolas y


carabinas y todo el parque y la maestranza.

Luego de enterrar a los héroes del 20 de febrero de 1813, el General Manuel


Belgrano colocó una humilde cruz de madera en la fosa común de los 600
guerreros muertos de ambos lados. El Gobernador Feliciano Antonio Chiclana
la reemplazó, a pedido del mismo Belgrano, por otra cruz pintada de verde,
con la leyenda cristiana “A los Vencedores y Vencidos”.

Las capitulaciones firmadas con Tristán, permitían a los realistas volver a sus
casas, previo el juramento de no tomar nuevamente las armas contra las
Provincias Unidas.

Esta lenidad en las condiciones, desató, contra Belgrano, las críticas de los
partidarios de una acción enérgica. “Siempre se divierten – le escribía a
Chiclana:

los que están lejos de las balas y no ven la sangre de sus hermanos…

También son esos los que critican las determinaciones de los jefes.

Por fortuna dan conmigo que me río de ellos, y hago lo que me dicta la razón,
la justicia y la prudencia y no busco glorias sino la unión de los americanos y la
prosperidad de la patria. . . “.

La Asamblea Constituyente, con fecha 8 de marzo, dispuso premiar a Belgrano


con 40.000 pesos y un sable con guarnición de oro por el brillante triunfo
obtenido. Generosamente declinó el obsequio Manuel Belgrano.

Y al hacerlo, comprometió para siempre la gratitud de Tarija, Jujuy, Tucumán y


Salta, para quienes dispuso, con ese dinero, la creación de cuatro escuelas.
“Que renunciar, es poseer”.

El Monumento 20 de Febrero

En el sector norte de la ciudad de Salta, se alza el Monumento a la Batalla de


Salta, más conocido por los lugareños como 20 de Febrero, por ser esta la
fecha en que se conmemora la victoriosa acción de armas del Gral. Belgrano
en 1813.

Este monumento proyectado por el escultor Torcuato Tasso, consta de un


basamento ejecutado en piedra labrada proveniente de los cerros vecinos a la
ciudad, y culmina con un magnifico bronce que simboliza la Victoria en la
célebre batalla.

Los relieves fundidos en bronce fueron realizados en Paris – Francia con la


supervisión artística de la escultora salteña Lola Mora.

La importancia de esta Victoria, fue muy importante, El General Belgrano sin


ser Militar de Carrera, obtuvo esta resonante victoria para las Armas de La
Patria.

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