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Además del hecho histórico de que fue la primera presencia del general Manuel
Belgrano en Salta, tuvo una envergadura inusual porque en ella intervinieron
3.700 hombres y 12 piezas de artillería, con bajas significativas, que no
medraron el triunfo de nuestro Ejército del Norte: 103 muertos y 430 heridos.
Fue una verdadera epopeya que se sumó a otros combates que implicó la
Campaña del Alto, librada entre 1810 y 1817, como Cotagaita, Suipacha,
Huaqui, Sipe Sipe, Sansana, Nazareno, Las Piedras, Tucumán, Pequereque,
Vilcapugio, Tambo Nuevo, Ayohuma, El Tejar, Puesto del Marqués, Venta y
Media, Viluma, Yavi, La Tablada y Sopachuy.
Por tercera vez despliega la bandera celeste y blanca ante el ejército formado.
“Éste será el color de la nueva divisa con que marcharán al combate los
nuevos campeones de la patria”, les dice.
“se ofreció para conducir al ejército y salvarlo, avisando al General que, como
salteño y habitante de por allí, tenía conocimiento de una senda extraviada y
así por nadie conocida que, pasando por el escabroso laberinto de las
montañas, pues los cerros se suceden unos a espaldas de otros, y poblada de
vegetación, conducía en su prolongación hacia el norte, por cosa de dos leguas
entre el seno de los montes, hasta dar con una pequeña quebrada llamada de
chachapoyas que desembocaba en la estanzuela de castañares, que estaba
precisamente en el campo norte y lindero con la tablada de Salta, al opuesto
lado de la sierra”.
Esa noche, azotados por una lluvia espantosa, se inició la marcha de las
fuerzas patriotas a través del fracturado terreno cubierto de espeso malezal,
portando cincuenta carretas con pertrechos y doce piezas de artillería.
La estrechez del camino y lo torrencial de la caída de las aguas por las laderas
circundantes, agudizaban las dificultades que la quebrada presentaba de por si
para semejante tránsito, más, la decisión, el fervor, el Ansia de libertad que
todos y cada uno de los componentes de la fuerza llevaban en su corazón, los
impulsaba para que la suma de dificultades no los arredraran en su empeño e
hicieran que en el amanecer del día 18 arribaran a la finca de castañares
donde permanecieron hasta las 11 de la mañana del día 19, cuando iniciaron
su marcha a la chacras de Gallinato.
Haciendo uso eficaz del color tostado de su piel, este leal oficial a quien
llamaban “Chocolate Saravia”, ansioso por conocer la cantidad y calidad de las
fuerzas de Tristán, tanto como las posiciones que ocupaban; vistiendo ropas
similares a la de los aborígenes, arreando una recua de burros cargados de
leñas marcha hacia la casa de sus padres sita en la calle Buenos Aires de la
ciudad de Salta.
Queda acordado que al día siguiente los soldados realistas salgan de la ciudad
con los honores de la guerra, a tambor batiente y con las banderas
desplegadas, y que a las tres cuadras rindan las armas y entreguen los
pertrechos de guerra, quedando obligados por juramento, desde el general
hasta el último tambor, a no volver a tomar las armas contra la Provincias
Unidas hasta los límites del Desaguadero.
Belgrano devolverá todos los prisioneros, a cambio de igual actitud por parte
de los realistas, quienes deberán entregar los prisioneros patriotas que tiene
Goyeneche en el Alto Perú.
En total, 3.398 hombres que componían el ejército de Tristán, sin escapar uno
solo.
Las capitulaciones firmadas con Tristán, permitían a los realistas volver a sus
casas, previo el juramento de no tomar nuevamente las armas contra las
Provincias Unidas.
Esta lenidad en las condiciones, desató, contra Belgrano, las críticas de los
partidarios de una acción enérgica. “Siempre se divierten – le escribía a
Chiclana:
los que están lejos de las balas y no ven la sangre de sus hermanos…
También son esos los que critican las determinaciones de los jefes.
Por fortuna dan conmigo que me río de ellos, y hago lo que me dicta la razón,
la justicia y la prudencia y no busco glorias sino la unión de los americanos y la
prosperidad de la patria. . . “.
El Monumento 20 de Febrero