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ADULTOS PARCIAL PROMOCIÓN

Lacan, J. (1981). Apertura de la Sección Clínica. Ornicar, 3.

¿Qué es la clínica psicoanalítica? Tiene una base: es lo que se dice en un PSA. Uno se propone decir
cualquier cosa, pero no desde cualquier sitio: desde el diván analítico. Es posible jactarse de la libertad de
asociación.

¿Qué quiere decir libertad de asociación siendo que la asociación no es libre en absoluto? Seria errado
pretender considerar que uno es libre. ¿Qué quiere decir el Icc sino que las asociaciones son ineludibles? El
dicho no se socia al azar. Lo que damos por seguro es que el dicho se socia: cada vez que no se disocia, lo
cual es concebible, pero desde luego que no es libre por estar disociado. Exterior. Se pretende que este
exterior sea un mundo. Pues bien: la presuposición del mundo no está enteramente fundada, el mundo está
más mondado de lo que se cree.

La clínica esta siempre ligada a la cama: se va a ver a alguien acostado. Y no se encontró nada mejor que
hacer acostarse a aquellos que se ofrecen al PSA, con la esperanza de sacar de eso un beneficio, el cual no
está previsto de antemano.es indudable que el hombre no piensa del mismo acostado o de pie, aunque fuera
solo por el hecho de que en posición acostada hace muchas cosas, en particular el amor y el amor lo arrastra
a toda suerte de declaraciones. En la posición acostada, el hombre tiene la ilusión de decir algo que sea decir,
es decir, que importe en lo real.

La clínica psicoanalítica consiste en el discernimiento de cosas que importan y que cuando se haya tomado
conciencia de ellas serán de gran envergadura. El Icc, creí mi deber designar como una-equivocación.

¿Una equivocación, necesita ser explicada? No. El PSA supone que estamos avisados del hecho que una
equivocación siempre es de orden significante. Hay una equivocación cuando uno se confunde de significante.
Un significante pertenece siempre a un orden más complicado que un simple signo. Por ejemplo, una fecha
que indica la orientación es un signo, pero no es un significante. Al escribirse, un significante se reduce en el
alcance de lo que significa. Lo que significa posee cualquier sentido en una lengua dada.

El significante no significa absolutamente nada. Así expreso la cosa Saussure: el hablo de arbitrariedad y no
hay ninguna clase de vínculo entre un significante y un significado, sólo hay una suerte de sedimento, de
cristalización que se cumplen y que tanto puede calificarse de arbitraria como de necesaria, en el sentido con
que Benveniste esgrimía la palabra. Lo necesario es que la palabra tenga un uso y que este uso este
cristalizado, cristalizado por esa mixtura que es el nacimiento de una nueva lengua.

No se puede decir que Freud haya aislado verdaderamente el Icc, que lo haya aislado como lo hago yo
mediante la función que he llamado de lo simbólico y que está indicada en la noción de significante. Freud
hace lingüística sin saberlo. Incluso llega a preguntarse si el sueño tiene una forma de expresar la negación,
primero dice que no, en lo que respecta a las relaciones lógicas y después dice que el sueño encentra un
truco para indicar la negación. ¿Existe el no en el sueño? Freud deja en suspenso, se contradice.

Cuando se hace PSA uno sabe dónde va. El PSA participa del abuso. Se actúa como si se supiera algo. Sin
embargo, no es tan seguro que la hipótesis del Icc tenga más peso que la existencia del lenguaje.

Lacan (1977) J. Psicoanálisis Radiofonía & Televisión. El icc solo está en los seres parlantes, por lo tanto
habla. El sujeto del ICC toca el alma por el cuerpo introduciendo el pensamiento. La cura es una demanda
que parte de la voz del sufriente. Se sufre del cuerpo del cuerpo o del pensamiento. La solución se da por las
palabras. El ICC tiene dos vertientes el sentido (es lo que se da en análisis en relación a las palabras) y el
signo (asociaciones con el significante). El síntoma es un nudo de significantes, esto se puede ver en el hecho
de que existe un ICC.
Suarez, E. (2008). Del Cuerpo y el Alma en los debates diagnósticos actuales. (Cap. El Inconsciente
cosa bastante precisa, pp. 73-80).

Algunos argumentos fundamentales en la lectura de Televisión para entrar en los debates actuales del PSA
con las corrientes actuales del pensamiento dominantes derivadas de la ciencia. Lacan denuncia que se
utilizan supuestos que se encuentran en la obra De Ánima de Aristóteles y que ordenan desarrollos de la
ciencia aplicada a la cosa humana, en particular, la biología. Hoy agregaríamos la ideología neurocientífica y
el cognitivismo. Un ejemplo es Steve Pinker. La lingüística vuelve a ser una ciencia base para renovar una
disciplina, la psicología cognitiva. Pinker basándose en Chomsky, presenta al lenguaje como un instinto, un
saber que poseemos porque esta genéticamente determinado, como si fuera un órgano que serviría a la
adaptación, comunicar y armonizar la conciencia con la realidad. Lenguaje instintivo, disposición genética,
adaptación, armonía, conciencia –realidad.

Comienza por el IcCFreud encontró un término de Icc para nombrar su descubrimiento fundamental.
Palabra negativa que en su definición se puede incluir aquello sobre lo que no somos concientes. Partícula
negativa “In” trajo desdichas para el PSA.

…El Icc que habla. Es un principio. El termino Icc comienza a precisarse a partir de considerarlo una
constancia que pertenece únicamente a los seres hablantes. Lo especifico del concepto, para el PSA, es el
hecho de que el Icc habla y no el que sea la sede de los instintos. Como primer contraejemplo son los
animales domésticos que, por habitar un medio de lenguaje, soportan sus efectos bajo la forma de “breves
sismos del Icc”. Su saber instintivo les permitiría sobrevivir, se ve afectado por la intromisión del lenguaje que
lo perturba de vez en cuando. Se transforma en un ser carente, carente de habla al que se mira con nostalgia
para decir que “solo le falta hablar”.

Reserva el termino Icc para los seres hablantes y postula que si el Icc es un saber, es un saber que proviene
del lenguaje, no es un saber instintivo y mucho menos adaptativo.

Entonces…el lenguaje. El lenguaje tal como lo descubre la experiencia psicoanalítica es una función
psíquica, no es parte del alma ni se confunde con su condición somática, pues esta desde el principio del lado
del Otro y no del lado del sujeto.

“El Icc, ello habla, lo que le hace depender del lenguaje, de lo que sólo se sabe poco: a pesar de lo que yo
designo como linguistería para reunir ahí a lo que pretende, es nuevo, intervenir en los hombres en nombre de
la lingüística. Siendo la lingüística la ciencia se ocupa de la lengua (la-langue), que escribo en una sola
palabra si he de especificar su objeto, como es de uso en toda otra ciencia.”

Lacan prefiere dejar la lingüística a los lingüistas y proponer una ciencia del lenguaje que incluya al PSA: la
linguistería, cuyo objeto es designado por el termino lalengua, escrito de un modo que rompe la diferencia
articulo-sustantivo propia de la organización gramatical. Se aleja de los enfoques que objetivan el lenguaje
para incluir en su dominio el plano del decir y no simplemente el análisis del enunciado para comunicar. El
lapsus y el efecto poético en los enfoques científicos son disfuncionamientos, para el PSA son la vía de
entrada para mostrar que lalengua no tiene el fin de comunicar, sino que primordialmente es un aparato que
sirve para gozar.

Sigue la cuestión del sujeto Por partir del hombre como ser hablante, la noción de sujeto para el PSA
quedará articulada a los efectos del lenguaje, específicamente, a los efectos de lalengua sobre el cuerpo.
Resultado un sujeto descentrado, una instancia que existe, que se encuentra siempre en otra parte que en el
alma.
Este sujeto así concebido cuestionaba todo dualismo, ya se trate del antiguo cuerpo y alma o del ultimo mente
y cerebro. El sujeto, como efectos del lenguaje, no será un sujeto unificado en su alma, sino una falla en esa
unificación; no una conciencia de sí que relacionaría al hombre con su propio cuerpo sino todo lo contrario: el
sujeto lacaniano significa la ausencia de relación directa entre el alma y el cuerpo.

“El sujeto de Lacan, es un sujeto del que podemos decir que esta abolido en la neurociencia, puesto que para
ella el postulado es aristotélico: lo que es psíquico se desprende, es el doble de lo orgánico.”

La finalización de la secuencia del genoma humano lograda en 2003, rejuvenecieron las ilusiones de
encontrar las bases del alma en el cuerpo y la razón del comportamiento humano en la interacción adaptativa
con el medio. Si no se parte del sujeto como efecto del lenguaje, se lo piensa como el alma que anima los
movimientos de un cuerpo y que los dirige a un mundo exterior para satisfacer necesidades. Los modelos
neurocientíficos son aristotélicos porque parten del cuerpo y sus funciones, a las que se les busca su
localización cerebral. Por una serie de interconexiones nerviosas, suponen una zona de síntesis donde
residiría el piloto de toda la maquinaria, el sujeto por fin, en un lugar central del alma, en el lugar de la suma
de las funciones del cuerpo.

Y del pensamiento “De hecho el sujeto del Icc no toca al alma más que a través del cuerpo, introduciendo
el pensamiento: esta vez de contradecir a Aristóteles. El hombre no piensa con su alma, como imagina el
filósofo.”

El lenguaje cuenta con sus efectos al sujeto, tiene efectos en el cuerpo, por los cuales la ausencia de relación
directa con el psiquismo se complementa con una relación indirecta, a través del pensamiento. Este no es una
función del alma, sino una instancia tercera que se establece la única relación del psiquismo con el cuerpo.

El pensamiento no es un acto del alma. Como efecto del lenguaje sobre el viviente, es la vía de goce que
conecta el cuerpo con el alma. Esa conexión no es organizativa, sino siempre perturbadora de las funciones
del alma. Las pruebas de las dos grandes neurosis. Los pensamientos inconscientes recortan el cuerpo del
histérico restando una o varias funciones a la supuesta suma. El pensamiento erotizado que Freud aisló en la
ideas hipervalentes del obsesivo las desorganizan. Las neurosis muestran la verdad de la estructura, una
verdad que puede generalizarse.

El número y el síntoma. El matrimonio de las neurociencias con el cognitivismo se proponen eso: el
cerebro como procesador de información es una hipótesis con la que prometen estudiar las bases
neurocognitivas de toda producción humana. Desde el arte hasta la idea de Dios es a la cultura como un todo
que estas corrientes aspiran absorber. Calificar de delirantes esta aspiración no es objetarla, aunque si nos
sirve para medir su ferocidad forcluida, su rechazo a toda forma de subjetividad para afirmarse como única
filosofía universal. Que se trate de hipótesis no tiene ninguna importancia, pues el propósito de una ideología
es instalar sus significantes amo en el cenit social.

Los psicoanalistas se oponen al gusto por la cifra que mueve al sujeto contemporáneo, se oponen con el
desciframiento apoyándose en el real que constatan en su clínica, la ausencia de relación sexual. El
psicoanalista seguirá interpretando los síntomas a partir de esa falla, ya que la ciencia, como dijo Lacan, no
arreglará nada de lo que sucede entre ellos. El psicoanalista en su función se vuelve él mismo un síntoma, un
síntoma de la civilización del número

UNIDAD 2

Miller, J-A. (2010) Conferencias Porteñas 3 (Cap. 2. El ruiseñor de Lacan pp. 115- 130)

La búsqueda de Lacan. Según la modalidad del seminario, que era su aparato de enseñanza, no conoció
otro hasta que tuvo su Escuela. En esencia el seminario de Lacan es el maestro que habla. Comenzó como
un seminario de lectura, de lectura de la obra de Freud (los diez primeros siempre tienen como referencia uno
o dos libros de Freud). Punto de inflexión fue El Seminario 11, cuando Lacan presenta de manera nueva los
cuatro grandes conceptos freudianos. Luego, se alejo un poco del estilo de seminario de lectura.

La lectura de Freud por Lacan fue novedosa a partir del campo del lenguaje, de la función de la palabra, es
decir, a partir de los que parecía una ciencia piloto para la dimensión llamada de las ciencias humanas en los
años 50: la lingüística estructural. El punto de partida fue una lectura de Freud desde Saussure reeditado,
revisado por Jakobson.

Gran Otro, Lacan quien invento este concepto, tiene relación con el no semejante a quien uno se dirige, lugar
de la dirección del mensaje que es asimismo de algún modo el autor. Otro tiene una cara doble: por un lado
es distinto del pequeño otro, una función que parece anónima, universal, abstracta; pero a la vez –y es lo que
Lacan subraya en Las formaciones del Icc, a propósito del chiste-, este Otro no funciona sin una limitación de
su espacio, sin una limitación del campo a la parroquia.

Ideas sobre lo singular. En nuestra clínica, en cuya transmisión debemos priorizar lo singular. Si
privilegiamos el caso particular, el detalle, lo no generalizable, es en la medida en que ya no creemos en las
clases, las de los sistemas de clasificación que no dan cuentan del fenómeno. De la misma manera hoy,
sabemos que nuestras clases son mortales, son históricas; por ejemplo: psicosis, neurosis, perversiones, etc.
Tienen algo relativo, artificial, artificioso, que son solamente semblante, esto es, no se fundamentan ni en la
naturaleza, ni en la estructura, ni en lo real.

Nuestras clases producen efectos de verdad, pero el fundamento en ella no es el fundamento en lo real.
Mediante el diagnostico uno va de los signos a la clase. A partir de los signos patológicos puede ubicar en el
encuadre la clase a la cual se refieren. De manera que es inherente a toda practica del diagnostico que le
individuo se vuelva un ejemplar, que se lo transforme en un ejemplar de una clase. (igual a Soler –Botánica-).

Por esta razón la práctica del diagnóstico repugna a nuestro individualismo contemporáneo, que se resiste a
la transformación en ejemplar. Hoy todo apunta a dudar de las clases.

Las clasificaciones no se construyen puramente a nivel teórico, contemplativo, siempre se refieren a una
práctica efectiva que ya existe. Tenemos confianza en los predicadores que permiten predicciones que ya se
han verificado hasta hoy. Elegimos nuestras teorías de clasificación no tanto en función de los datos sino de
nuestra práctica lingüística, del modo en que nos hablamos los unos a los otros. Confiamos sobre todo en los
términos y las categorías recurrentes, ya empleadas para formular inducciones a partir de datos siempre
incompletos y el pasado nos garantiza el carácter proyectible. Proyecto que va de datos incompletos al todo.
No es una garantía absoluta sino pragmática.

Cada diagnostico se refiere a una clase y nuestras clase diagnosticas tienen un pasado impresionante a
través de los siglos. Pero las clases no tienen un fundamento en la naturaleza no en la observación. Nuestras
categorías no son especies naturales (la psicosis no lo es, tampoco la neurosis) y lo que distingue a nuestra
época es que sabemos eso. Sabemos del artificio de nuestras categorías, que poseen como fundamento la
practica lingüística de los que tienen que ver con lo que se trata: la conversación de los practicantes. Por eso
hacemos conferencias con preguntas y respuestas, jornadas de trabajo, coloquios. Eso se transformó en una
industria internacional del hablar los unos con los otros. Si nuestras clases fueran especies naturales, no sería
necesario hacer jornadas de trabajos.

Lacan formula: “Hay una clínica, hay síntomas típicos”. Pero también deja entender que eso no va muy lejos.

La alianza del nominalismo –que afirma que solo existe el individuo singular y que todos los hombres son
artificiosos- y el pragmatismo define, si se quiere, el espíritu posmoderno. Ese es el espíritu del DSM, en él la
nosografía evoluciona en función de nuestros medios de actuar, es decir que la sincronía del encuadre
depende en verdad de la diacronía de la acción y del invento de los medios de acción. Ejemplo: el invento de
una molécula, la identificación de un nuevo neurotransmisor, repercute en la repartición de las clases. Ahora
es una devastación: todos nuestros aparatos se reducen al semblante, aun semblante que hace reír. Hay un
artificialismo absoluto y un pragmatismo constante.

¿Cuáles son, para nosotros, las interesantes consecuencias de este nominalismo, de este pragmatismo, de
este artificialismo, de esta reducción de las clases al semblante, del cual no escapamos? El individuo se
encuentra apartado de la maestría de este juego de las clases artificiosas, precisamente, porque existe un
artificialismo de las clases. El juego artificial, nomalista, pragmático, continúa, es irresistible. Se trata del
resultado de un gran movimiento histórico que proseguirá. No obstante, el resultado es que el individuo esta
disjunto de este juego y juega su partida, hace sus cosas, al lado de este caos artificioso.

Finalmente, lo universal de la clase nunca está completamente presente en un individuo como individuo real
puede ser ejemplo de una clase, pero es siempre un ejemplo con una laguna. Este déficit de toda clase
universal es un individuo es el rasgo que hace que justamente éste sea sujeto, en la medida en que nunca es
ejemplar perfecto. De manera tal que después de haber hablado de la clase podemos tomar perspectiva al
sujeto. Hay sujeto cada vez que el individuo se aparta de la especie, del genero, de lo general, lo universal. Es
algo que hay que recordar en la clínica cuando analizamos nuestras categorías y clases –no para
descartarlas, sino para poder manejarlas sabiendo de su carácter pragmático, artificial-. Se trata de no
aplastar al sujeto con las clases que utilizamos.

Y que mejor ejemplo que “El ruiseñor de Keats” de Borges.

Llamamos sujeto al afecto que desplaza sin parar el individuo, que aparta el individuo de la especie, que
aparta lo particular de lo universal y el caso de la regla.

En nuestra práctica apuntamos al punto sujeto del individuo y, haciendo eso, nos apartamos tanto de la
dimensión de la naturaleza como de la dimensión de las operaciones de la ciencia. Introducimos la
contingencia y, con ella, un mundo que no constituye un todo y que está sujeto a lo que se va a producir, al
acontecimiento. Hoy las ovejas se clonan. La clínica para nuestra época, en un mundo que podemos
experimentar que ha vuelto a la contingencia y a sus sorpresas. En este, un caso particular no es nunca el
caso de una regla o de una clase. Solo hay excepciones a la regla: he aquí la formula universal –sin duda,
paradójica- que creo poder plantear.

Diagnostico tal como lo pienso como un arte de juzgar un caso sin regla y sin clase preestablecida, lo que se
distingue por completo de un diagnostico automático que refiere cada individuo a una clase patológica. Esa es
la utopía del DSM, que está en el horizonte. Diagnostico automático que se diagnosticaría sin que nadie
necesite pensar, pues sería suficiente anotar algunos signos. Una máquina para diagnosticar.

La práctica no es la aplicación de la teoría y cuando funciona aparte necesita la teoría, pero existe una
dimensión donde la práctica funciona al lado de aquella. Eso lo sabemos cada día. Y es la practica en la
medida en que descubre o debe redescubrir en cada caso que se presenta aquí y ahora los principios que
podrían dominarlo. Pero se trata de redescubrir los principios del caso en cada caso.

Kant lo escribe muy bien. Afirma que es evidente que entre teoría y la práctica se necesita además un
intermediario que permita la conexión de una con otra, porque es siempre preciso, agregar al concepto que
contiene la regla un acto de juzgar que permite a los practicantes decidir si el caso entra bajo la regla o la
clase. Esto no se resuelve del lado del concepto puro sino del lado de lo que se hace, que es lo que se trata
de transmitir, por ejemplo, a través del control. Es el tacto del caso que se elabora con la experiencia.
Entre lo universal y el caso particular es siempre necesario insertar el acto de juzgar, el cual no es
universalizable. Juzgar, es decir, utilizar categorías universales en un caso particular, no es aplicar una regla
sino decidir si la regla se aplica y esta decisión, este acto, no es automatizable.

La clínica del DSM nunca hará desaparecer esta dimensión de la clínica del juicio, la clínica del tacto, la
clínica que tratamos de transmitir. ¿Por qué? hay un agujero en el universo de las reglas y de las clases, que
Lacan denomina S(A), que significa el universo de discurso designado en el punto en el cual se deshace, se
funda. Y es en ese punto donde se necesita la invención de la regla y de las clases. ¿Cuáles son las reglas,
las clases, los universales que se inventan en el PSA? Hay que mirar al sujeto analizante. En ese lugar de
S(A) el sujeto analizante inventa la menera según la cual él subsume su propio caso bajo la regla universal de
la supuesta especie de los sujetos. ¿Y cuál es esta regla? Se trata de un universal, un universal negativo, él
mismo un agujeros, es una formula no escrita, no inscribible, es la ausencia de un programa en el sentido de
las computadoras, la ausencia de una programación sexual. Es lo que lacan llamo la no relación sexual.

Este único universal que vale para los sujetos es negativo, significa que hay ausencia de una regla y traduce
por un pasaje al límite el hecho de que, a diferencia de las otras especies animales, el modo de relación entre
miembros de la especie humana está especialmente abierto a la variación. Está abierto a la verdad y a la
mentira, a la variación y a la contingencia y al universo. El sujeto esta siempre obligado a inventar su modo de
relación con el sexo, sin estar guiado por una programación natural. Ese modo de relación inventado, siempre
particular y peculiar, siempre rengo, es el síntoma y viene al lugar de esa programación natural que no hay.
Así, el sujeto humano, el ser hablante, nunca puede simplemente subsumirse a sí mismo como un caso bajo
la regla de la especie humana. El sujeto se constituye siempre como excepción a la regla y esta invención o
reinvención de la regla que le falta la hace bajo la forma de síntoma. Hay síntomas típicos, pero, aunque
tengan la misma forma, cada uno es peculiar, particular, porque, como señala Lacan, el sentido de un mismo
síntoma es distinto. En términos kantianos, el sujeto se da su propia ley en su síntoma, mediante su síntoma.
El síntoma en ese sentido seria la regla propia de un sujeto, según el cual se distribuye su libido.

Desde el inicio de la experiencia analítica, el síntoma se purifica, se esclarece, hasta ser desinvestido al final
¿Qué se produce entonces en él? ¿Desaparece? No. Siempre queda un residuo investido del síntoma, lo que
Lacan llama el objeto pequeño a. pero más allá queda la forma, la articulación significante del síntoma. La
cuota de investidura –o sobreinvestidura como dice Freud- se retiro del síntoma, pero la forma queda.
Aunque la finalidad del síntoma, tomando una palabra kantiana, se ha desvanecido, persiste su elemento
formal. Por esta razón y de manera correlativa a la investidura, se produce quizá necesariamente (digo) una
estetización del síntoma. Se vuelve como “una finalidad sin fin”, definición kantiana del arte.

El modo de gozar se puede entender en un nivel colectivo, en un nivel del discurso que valen para el discurso
del amo, como dice Lacan. Del amo prescribe un modo de gozar especifico que vale también a nivel
individual, como Lacan habla en el “El mito individual del neurótico”. Existe el modo de gozar individual y
tenemos con esto un concepto no del todo elaborado. Lo que llamamos modo de gozar es un abordaje distinto
del significante, porque no argumenta en términos de hiancia, suplemento, etc, sino de funcionamiento, es
decir, en lo positivo, donde se distribuye la libido. Tomamos la libido por axioma, como una cantidad
constante, se trata de distribución. Decir “cantidad constante” indica que no hay falta. La falta es a nivel del
significante del falo, el A. de modo que si nos falta una parte de libido, hay que suponer que la libido del
paciente pasó a otro lado que no conocemos. Es una perspectiva donde no hay falta, solamente hay
distribución. Lacan combina el significante que funciona a partir de una hiancia y la perspectiva de la libido
donde no hay hiancia.

Freud, S. Obras Completas. Cap. Iniciación de tratamiento. Consejos para el tratamiento: 1.Período de
prueba (con una función diagnóstica, dura unas semanas).2. Es necesario estipular tiempo y dinero. 3 El
paciente puede interrumpirlo cuando quiera 4. Aconseja que el enfermo se siente en un diván (ya que es el
resto del tratamiento hipnótico) 5. Hay que hablarle al paciente de la regla fundamental. 6. Es recomendable
en algunos casos complementar con otra disciplina. 6. Nunca se debe indicar sobre lo que el paciente debe
hablar 7 Sólo cuando se establece la transferencia operativa, se pueden hacer intervenciones. 8. El motor de
la terapia es el padecer del paciente que se nutre del deseo de sanarse.

Suarez (2007) La eficacia de la Interpretación en la clínica psicoanalítica. Interpretación: uso particular


del poder de la palabra:Discurso del amo: la palabra que da órdenes // Discurso universitario: la palabra que
enseña // Discurso histérico: la palabra para expresar quejas o pedidos//Discurso analítico: la palabra que
interpreta. La interpretación será eficaz en tanto tal a condición de que no constituya una orden, una
información, una demanda. La palabra es portadora de un saber que solo se ejerce si no se lo utiliza desde el
lugar del amo.

No podemos hablar de la eficacia de la interpretación en un sentido general, su valor se dirime en los


diferentes momentos en los que se divide la cura. Consecuencias del decir del analista (interpretación) en los
diferentes momentos de la cura. Su efecto es aprescoup.

Una interpretación que instala la transferencia. La instalación del sss. La interpretación inaugural es aquella
que hará que el paciente considere de otro modo sus síntomas. El resultado será que el sujeto considere al
síntoma como efecto de una causa que puede encontrar hablando. Dicho de otro modo, se introduce al sujeto
en la creencia en el icc. El síntoma se funda como interpretable y se instituye la suposición de saber.
Interpretación (cuál es tu parte de aquello de lo que te quejas, se incrementa la angustia) que lo hace pasar de
la queja a la pregunta (rectificación subjetiva de las relaciones del sujeto con lo real). Lacan ubica este efecto
con el algoritmo de la transferencia.

La eficacia de la interpretación consiste aquí (en dar en la tecla del significante reprimido) en revelar al sujeto
cual es el significante que lo retiene en la vía de su deseo. Tengo que dejar de seguir los deseos de los
demás. Para avanzar sobre mi propio deseo (relanzamiento del deseo: Freud lo llamaba disponibilidad
libidinal). De estos significantes sensatos que respondieron al enigma del deseo a significantes insensatos
que ya no van a producir el efecto de significar al sujeto. Las sucesivas interpretaciones del analista van a
producir un movimiento de significantes, pero estas interpretaciones deben estar aseguradas en un medio
decir que impida que el sujeto se vuelva a identificar en el mismo acto, ahora con la palabra del analista.
Caída de los ideales (significantes amos).

La eficacia de esta interpretación que separa al objeto es producir la caída del sss. Ya no se trata de una
interpretación que pueda dar justo, sino de lado, porque dar justo era un término aplicable al significante, y
ahora nos enfrentamos al problema del objeto del deseo que, como tal, no tiene significante. Se vuelve
peligroso interpretar al objeto como si fuera decible porque produce, cuando no, al menos fijaciones gozosas a
falsos objetos. La interpretación aquí implica un rodeo del objeto y la producción de un corte entre el
significante y el objeto. El analista va a pasar de encarnar al sss a encarnar al objeto (como semejante). Hay
un duelo por lo que nunca se tuvo.

Miller, J-A (2011) Leer el síntoma. Recuperado

Bien decir y saber leer están del lado del analista, es propiedad del analista, pero en el curso de la experiencia
se trata que bien decir y saber leer se transfieran al analizante. Que aprenda de algún modo, fuera de toda
pedagogía, a bien decir y también a saber leer. El arte de bien decir, es la definición de esa disciplina retórica.
Pero el análisis no se reduce a ella. Lo que hace la diferencia es el saber leer. El psicoanálisis no es solo
cuestión de escucha, listening, también es cuestión de lectura. En el campo del lenguaje sin duda el
psicoanálisis toma su punto de partida de la función de la palabra pero la refiere a la escritura. Hay una
distancia entre hablar y escribir. En esta distancia opera el psicoanálisis.

Lo que nosotros llamamos lo real es ese más allá del semblante, un más allá que es problemático. ¿Existe un
más allá del semblante? Lo real sería, si lo queremos, un ser pero que no sería ser de lenguaje, que estaría
intocado por los equívocos del lenguaje, que sería indiferente al makebelieve.

Fulgor del inconciente y deseo del analista En el psicoanálisis, ¿dónde está lo real? ¿El inconciente es
real? ¡No! El inconciente es una hipótesis.

Para Freud, es el resultado de una deducción. Es lo que Lacan traduce del modo más aproximado
subrayando que el sujeto del inconciente es un sujeto supuesto, es decir hipotético. No es entonces un real.
Incluso nos planteamos la cuestión de saber si es un ser. Lacan prefiere decir que es un deseo de ser más
bien que un ser. El inconciente no tiene más ser que el sujeto mismo. Lo que Lacan escribe S tachado, es
algo que no tiene ser, que solo tiene el ser de la falta y que debe advenir. El inconciente en el psicoanálisis
está sometido a un deber ser. Un imperativo que como analista representamos. El estatuto del inconciente es
ético. No es del orden de lo real. El estatuto de lo real no es ético. Lo real no se comporta según nuestra
conveniencia. Es ético es que es relativo al deseo, y primeramente al deseo del analista que trata de inspirar
al analizante a tomar el relevo de ese deseo.

Necesitamos una deducción del inconciente. Cuando vemos volver en la palabra del analizante recuerdos
antiguos que se habían olvidado. Suponer que esos recuerdos, en el intervalo, residían en alguna parte, lugar
de ser que permanece desconocido, inaccesible al conocimiento. Sus formaciones, que ponen de relieve
precisamente el estatuto fugitivo del ser. Los sueños se borran. El lapsus, el acto fallido, el chiste, son seres
instantáneos, a los que les damos en el psicoanálisis un sentido de verdad pero que se eclipsan
inmediatamente.

Confrontación con los restos sintomáticosEntre esas formaciones del inconciente está el síntoma. Le
damos un sentido de verdad, lo interpretamos. Pero se distingue de todas las otras por su permanencia. Hay
otra modalidad de ser. Para que haya síntoma en el sentido freudiano, es necesario que haya sentido en
juego. Que eso pueda interpretarse. Es lo que para Freud diferencia el síntoma y la inhibición. La inhibición es
pura y simplemente la limitación de una función. Una inhibición no tiene sentido de verdad. Para que haya
síntoma es necesario también que el fenómeno dure. Por ejemplo, el sueño cambia de estatuto cuando se
trata de un sueño repetitivo. Cuando el sueño es repetitivo implicamos un trauma. El acto fallido, cuando se
repite, se vuelve sintomático. En ese momento le damos el estatuto de síntoma.

El síntoma tiene dos caras, una cara de verdad y una cara de real. Lo que Freud descubrió es que un síntoma
se interpreta como un sueño, en función de un deseo y que es un efecto de verdad. Pero hay un segundo
tiempo de este descubrimiento, la persistencia del síntoma después de la interpretación, y Freud lo descubrió
como una paradoja. Es una paradoja si el síntoma es pura y simplemente un ser de lenguaje. La paradoja
aquí es la del resto. Hay una x que resta más allá de la interpretación freudiana. Freud puso en juego la
reacción terapéutica negativa, la pulsión de muerte y amplió la perspectiva hasta decir que el final del análisis
como tal deja siempre subsistir lo que llamaba restos sintomáticos. Era un fin del que Freud decía que
siempre hay un resto y por lo tanto siempre hay que recomenzar el análisis. Pero eso no es nuestra práctica.
Nuestra práctica se prolonga más allá del punto en que Freud consideraba que hay finales de análisis, incluso
si había que retomar el análisis, nuestra práctica va más allá del punto que Freud consideraba como fin del
análisis. Pasamos por el momento del desciframiento de la verdad del síntoma, pero llegamos a los restos
sintomáticos y allí no decimos stop. El análisis en ese periodo, está hecho de la confrontación directa del
sujeto con lo que Freud llamaba los restos sintomáticos y a los que nosotros damos otroestatuto muydiferente.
Bajo el nombre de restos sintomáticos Freud chocó con lo real del síntoma, con lo que en el síntoma, es fuera
de sentido.

El goce del ser hablante En Inhibición, síntoma y angustia, caracterizaba el síntoma a partir de la
satisfacción pulsional « como signo y el sustituto de una satisfacción pulsional que no ocurrió ». Lo explicaba a
partir de la neurosis obsesiva y de la paranoia señalando que el síntoma que se presenta primeramente como
un cuerpo extraño en relación con el yo, intenta cada vez más hacer uno con el yo, es decir tiende a
incorporarse al yo. Veía en el síntoma el resultado del proceso de la represión.

¿ El goce en cuestión es primario ? En un sentido, sí. Podemos decir que el goce es lo propio del cuerpo
como tal, que es un fenómeno de cuerpo. El cuerpo es lo que goza, pero reflexivamente. Un cuerpo es lo que
goza de sí mismo, es lo que Freud llamaba el autoerotismo. Pero eso es verdad para todo cuerpo viviente. Lo
que distingue el cuerpo del ser hablante es que su goce sufre la incidencia de la palabra. Y precisamente un
síntoma testimonia que ha habido un acontecimiento que marcó su goce en el sentido freudiano, un goce que
no haría falta, un goce que trastorna el goce que haría falta, es decir el goce de su naturaleza de cuerpo. El
goce en cuestión en el síntoma no es primario. Está producido por el significante. Y es esta incidencia
significante lo que hace del goce del síntoma un acontecimiento, no solo un fenómeno. El goce del síntoma
testimonia que hubo un acontecimiento de cuerpo después del cual el goce natural entre comillas, que
podemos imaginar como el goce natural del cuerpo vivo, se trastornó y se desvió. Este goce no es primario
pero es primero en relación con el sentido que el sujeto le da, y que le da por su síntoma en tanto que
interpretable.

De la escucha del sentido a la lectura del fuera de sentido Durante mucho tiempo se contó una historia
sobre el goce, donde el goce primordial debía encontrarse en la relación con la madre, donde la incidencia de
la castración era por efecto del padre y donde el goce pulsional encontraba sus objetos que taponaban la
castración. Pero es una superestructura mítica con la cual durante un tiempo se logró, en efecto, suprimir los
síntomas interpretándolos en el marco de esta superestructura. Pero prolongando lo que yo llamaba esta
metonimia del goce, se hizo inflar el síntoma también, es decir se lo alimentó con sentido. Allí se inscribe mi «
leer el síntoma ».

Es lo opuesto, es decir consiste en privar al síntoma de sentido. Por ello Lacan sustituye al aparato de
interpretar de Freud – que Lacan mismo había formalizado, es decir el ternario edípico – por un ternario que
no produce sentido, el de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Pero al desplazar la interpretación del marco
edípico hacia al marco borromeo, el funcionamiento mismo de la interpretación cambia y pasa de la escucha
del sentido a la lectura del fuera de sentido.

En psicoanálisis lo que se escucha, siempre es el sentido, y el sentido llama al sentido. Toda psicoterapia se
sostiene en ese nivel. Eso desemboca siempre en que el paciente es el que debe escuchar al terapeuta.

Apuntar al clinamen del goce La lectura, el saber leer, consiste en mantener a distancia la palabra y el
sentido que ella vehiculiza a partir de la escritura como fuera de sentido. Mientras que la palabra es siempre
espiritual y la interpretación que se sostiene puramente a nivel de la palabra no hace más que inflar el sentido,
la disciplina de la lectura apunta a la materialidad de la escritura, es decir la letra en tanto que produce el
acontecimiento de goce que determina la formación de los síntomas.

Para Freud, como el partía del sentido, eso se presentaba como un resto, pero de hecho ese resto es lo que
está en los orígenes mismos del sujeto, es de algún modo el acontecimiento originario y al mismo tiempo
permanente, que se reitera sin cesar.

Es lo que se descubre, en la adicción. La adicción es la raíz del síntoma que está hecho de la reiteración
inextinguible del mismo Uno., Es el mismo, es decir no se adiciona. No tendremos jamás el « he bebido tres
vasos por lo tanto es suficiente », se bebe siempre el mismo vaso una vez más. Esa es la raíz misma del
síntoma. Lacan pudo decir que un síntoma es un etcétera. El retorno del mismo acontecimiento.

La interpretación como saber leer apunta a reducir el síntoma a su fórmula inicial, es decir al encuentro
material de un significante y del cuerpo, es decir al choque puro del lenguaje sobre el cuerpo. Entonces
ciertamente, para tratar el síntoma hay que pasar por la dialéctica móvil del deseo, pero también es necesario
desprenderse de los espejismos de la verdad que ese desciframiento les aporta y apuntar más allá a la fijeza
del goce, a la opacidad de lo real.

*Fractal es un objeto semigeométrico cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a diferentes
escalas.

Lacan, J. (1992). Momentos cruciales de la experiencia analítica (Cap. Proposición del 9 de octubre de
1967 sobre el psicoanalista de la Escuela

Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. Se tratara de estructuras


aseguradas en el PSA. Recordemos qué existe entre nosotros un principio: el psicoanalista solo se autoriza a
partir de él mismo. Este principio está inscrito en los textos originales de la Escuela y decide su posición. El
analista puede volverse responsable del progreso de la Escuela, volverse psicoanalista de su experiencia
misma.

Se reconoce que en lo sucesivo responden a estas dos formas:

 El A.M.E. o analista miembro de la Escuela, en la que se es admitido en base a un proyecto de trabajo


y sin tomar en cuenta proveniencias o calificaciones. Un analista-practicante sólo está registrado en
ella al inicio a igual tirulo que cuando se lo inscribe como médico, etnólogo y tuttuquanti.

 El A.E. o analista de la Escuela, quienes pueden testimoniar de los problemas cruciales en los puntos
candentes en que estos se hallan para el análisis, en la medida en que ellos mismo están en la tarea o
en la brecha de su resolución. Este lugar implica que uno quiera ocuparlo. La Escuela debe garantizar
la relación del analista con la formación que ella dispensa.

Esta el PSA en extensión, todo lo que resume la función de nuestra Escuela en la medida en que ella
presentifica al PSA en el mundo, y el PSA en intensión, el didáctico, en tanto este no hace más que preparar
sus operadores.

Al comienzo del PSA está la transferencia. Lo está por la gracia de aquel al que llamaremos el
psicoanalizante. Está en el inicio. Pero, ¿qué es esto?

La transferencia por si sola es una objeción a la intersubjetividad. Nada es más cierto: la refuta, es su escollo.
Promoví primero lo que el uso de la palabra implica de intersubjetividad, para establecer el fondo sobre el que
se pudiese percibir el contraste.

El sujeto supuesto saber al saber es para nosotros el pivote desde el que se articula todo lo tocante a la
transferencia.

S Sq

s (S1. S2…. S n)

En la primera línea el significante S de la transferencia, es decir de un sujeto, con su implicación de un


significante que llamaremos cualquiera, es decir, que solo supone la particularidad.
Debajo de la barra el s representa el sujeto que resulta de él, implicando en el paréntesis el saber, supuesto
presente, de los significantes en el Icc, significación que ocupa el lugar del referente aun latente en esa
relación tercera que lo adjunta a la pareja significante-significado.

El PSA consiste en el mantenimiento de una situación convenida entre dos partenaires que se asumen en ella
como el psicoanalizante y el psiconanalista, solo podría desarrollarse a costa del constituyente ternario que es
el significante introducido en el discurso que se instauran el cual tiene nombre: el sujeto supuesto al saber,
formación, desprendida del psicoanalizante.

Qué califica al psiconalista para responder a esta situación que no engloba su persona. El sujeto supuesto al
saber no es real, sino que no es en modo alguno necesario que el sujeto en actividad en la coyuntura, el
psicoanalizante se lo imponga.

No importa aquí el psicoanalista, en su relación con el saber del sujeto supuesto, relación directa.

Nada sabe del saber supuesto. El Sq de la primera línea no tiene nada que ver con los S de la cadena
segunda, y solo puede hallarse allí por encuentro. La insistencia de Freud en recomendarnos abordar cada
caso nuevo como si no hubiésemos adquirido nada en sus primeros desciframientos.

Esto no autoriza al psicoanalista a contentarse con saber que no sabe nada, porque lo que está en juego es lo
que tiene que saber, que puede ser delineado con la misma relación “en reserva” según la que opera toda
lógica digna de ese nombre. Eso no quiere decir nada “particular”.

La terminación del PSA llamado en forma redundante didáctico es, en efecto, el paso del psicoanalizante al
psicoanalista.

El deseo del psicoanalista, es su enunciación, la que solo podría operar ocupando allí la posición de la x.

Una idea de lo que ocurre al termino de la relación de la transferencia, o sea: habiéndose resuelto el deseo
que sostuvo en su operación el psicoanalizante, este ya no tiene ganas de aceptar su opción, es decir, el resto
que como determinante de su división lo hace caer de su fantasma y lo destituye como sujeto.

La escansión del tiempo lógico incluye lo que llame el momento de comprender, justamente del efecto
producido por la no-comprensión.

Lacan, J. (1975). Intervención luego de la exposición de André Albert sobre El placer y la regla
fundamental. Ficha de cátedra.

Intervención luego de la exposición de André Albert sobre EL PLACER Y LA REGLA FUNDAMENTAL.

Quisiera poner el acento sobre lo que hizo André Albert en cuanto a la regla fundamental. Yo supongo esta
regla fundamental a todo aquel que ha entrado en la experiencia analítica porque es la condición.

El hecho de que él haya señalado como esencial la relación de esta regla con el principio del placer me
parece que da cuenta de lo que ha sabido decir al respecto. El principio del placer es el principio de temperar,
de amortiguar la estimulación. Consiste en no poner el acento sobre la trampa. La trampa es el goce.

El principio para decir algo olvidado es el principio de no hacer nada, de hacer lo menos posible. El enunciado
de la regla fundamental consiste en decir a una persona que viene para pedirles algo que la regla fundamental
no es otra cosa que hacerle observar que hay que sudar un poquito para hacer algo juntos.

El analista encuentra un aliado en el superyó, porque el superyó es justamente, es el imperativo del goce.
André Albert ha hecho intervenir la función de la lógica: lo único por lo cual hay un acceso a lo real. Ha hecho
en cuanto a la regla fundamental, en una pequeña notas al pasar: la singularidad, dijo, de lo que no debe ser
omitido. Lo singular es distinto de lo particular.

Lo particular se define por una cierta forma de nudo que he creído poder escuchar en esta referencia a la
particularidad. La particularidad en todos los niveles se define por lo universal y en cierto modo, se puede
decir que si no hubiera simbólico, es decir esta especie de inyección de significantes en lo real con la cual
estamos forzados a arreglárnosla, no habría síntoma. Y el síntoma es la particularidad, es lo que nos hace a
cada uno un signo diferente de la relación que tenemos, en tanto seres hablantes, con lo real. Lo universal,
allí, es siempre algo que se sustrae en el horizonte y a lo cual nosotros no hacemos referencia más que por la
numeración.

Ahora bien, nosotros podemos darlo como regla, pero es indispensable saberlo cuando admitimos a alguien a
eso por lo cual nos comprometemos con él, ya que de todos modos es el síntoma lo que está en el corazón de
esta regla: a lo que se apunta en el enunciado de la regla fundamental, es a la cosa de la que el sujeto esta
menos dispuesto a hablar, es decir, de su síntoma, de su particularidad.

La regla quiere decir: vale la pena, hay que sudar un poco, errar a través de toda una serie de particulares
para que, como él dice, algo singular no sea omitido.

Cuando proponemos la regla fundamental, hacemos referencia específicamente a la particularidad, en tanto


que ella desarregla el principio del placer. El principio del placer, consiste en no tener nada de particular. El
principio del placer es de todos modos eso a lo cual bastante gente aún se aferra: a lo cortes, a la norma
fálica.

UNIDAD 3

Lacan, J. (1992) El Seminario Libro XVII (Cap. El amo castrado pp. 97-102). Buenos Aires: Paidós
Editorial

El discurso del amo adquiere un nuevo acento por el hecho de que en nuestra época podemos llegar a
aislarlo con una cierta pureza.

El discurso del Amo sólo tiene un contrapunto que es el discurso analítico. Contrapunto porque su simetría no
es en relación a una línea ni a un plano, sino en relación a un punto. Se obtiene dado un vuelco a este
discurso del amo.

Esta simetría en relación con un punto hace que el discurso analítico se encuentre precisamente en el polo
opuesto del discurso del amo.

En el discurso analítico. (…) una referencia a configuraciones de discursos, de algún modo primordiales,
está ahí para recordarnos que es estrictamente impensable enunciar cualquier cosa que se ordene según el
discurso psicoanalítico sin tener esto presente. Para ser eficaz, nuestro esfuerzo, que es, lo sabemos
perfectamente, una colaboración reconstructiva con quien se halla en la analizante, aquien le permitimos
avanzar en su camino, ese esfuerzo que hacemos para extraer, bajo la forma d epensamiento imputado, lo
que ha vivido efectivamente quien bien merece en este caso el titulo de paciente, no debe hacernos olvidar
que la configuración subjetiva tiene, debido al enlace significante, una objetividad perfectamente observable,
fundamento de la posibilidad misma de la ayuda que nosotros aportamos bajo la forma de la interpretación.

Ahí, en el punto de enlace, este, el primero, sin duda, del Slcon elS2, ahí existe la posibilidad de que se abra
esa falla que se llama el sujeto. Ahí se producen los efectos del enlace, en este caso significante. Se
produzca o no en alguna parte aquella vivencia que con mayor o menor propiedad se llama pensamiento, lo
que aquí se produce es algo que configura una cadena, exactamente como si fuera pensamiento. Freud
nunca dijo otra cosa cuando hablaba del Icc. Esta objetividad no solo induce, sino que determina aquella
posición, que es posición de sujeto, como foco de lo que se llaman las defensas.

Lo que yo introduzco, lo que voy a anunciar de nuevo hoy, es que al emitirse hacia los medios del goce que
son lo que se llama el saber, el significante amo no sólo induce sino que determina la castración.

Qué hay que entender por significante amo.Al comienzo no lo hay. Todos los significantes son equivalentes,
porque solo juegan con la diferencia de cada uno respeto de todos los demás, por el hecho de no ser los otros
significantes. Pero por eso también cada uno de ellos es capaz de adquirir la posición de significante amo,
precisamente por lo siguiente, porque su función eventual es representar a un sujeto para cualquier otro
significante. Así es como siempre lo he definido. Solo que el sujeto al que representa no es univoco. Está
representado, sin duda, pero también no está representado. En este nivel hay algo que permanece oculto en
relación con ese mismo significante.

En torno a esto se juega el juego del descubrimiento psicoanalítico.(…) hay un uso del significante que
puede definirse por el hecho de partir de la separación de un significante-amo respecto de este cuerpo para
llegar a ser tan sólo aquel donde se inscriben todos los otros significantes.

La matemática únicamente puede construirse a partir del hecho de que el significante pueda significarse a sí
mismo.

El discurso analítico se especifica, se distingue por plantear la pregunta de para qué sirve esta forma de saber
que rechaza y excluye la dinámica de la verdad.

Primera aproximación: sirve para reprimir lo que habita en el saber mítico. Pero al mismo tiempo, al excluir a
este último ya no puede conocer nada, salvo en la forma de lo que encontramos bajo las especies del Icc, es
decir, como ruinas de dicho saber, bajo la forma de un saber disjunto. Lo que va a reconstituirse de este saber
disjunto no retornará de ningún modo al discurso de la ciencia ni a sus leyes estructurales.

En esto me distancio de lo que Freud enuncia. Este saber disjunto, tal como lo encontramos en el Icc, es
extraño al discurso de la ciencia. Y por eso es chocante que el discurso del Icc se imponga. Este discurso del
Icc corresponde a algo que depende de la institución del propio discurso del amo. A esto se le llama Icc. Se
impone a la ciencia como un hecho.

Escribiré con todas las letras las funciones propias del discurso, tal como las he enunciado.

Significante amo → saber

sujeto → goce

Esta puesta en función del discurso se define por escisión, por la distinción del significante amo respecto del
saber.

En la sociedades primitivas, en tanto las inscribo como no dominadas por el discurso del amo –lo digo para
quienes quieran- es bastante probable que el significante amo pueda localizarse en una economía más
compleja. Las mejores investigaciones llamadas sociológicas en el campo de estas sociedades se limitan a
esto. Alegrémonos, con más razón porque no es casualidad, de que el funcionamiento del significante amo
sea más simple en el discurso del amo.

En este discurso, el sujeto se encuentra vinculado con todas las ilusiones que eso comporta, con el
significante amo, mientras que la inserción en el goce se debe al saber.
Estas funciones propias del discurso pueden hallar distintos emplazamientos. Esto es lo que define su
rotación por esos cuatro lugares, que aquí no ven ustedes designados por letras, sino tan solo por lo que esta
vez llamo arriba, a la izquierda, abajo y a la derecha.

Esta el deseo y al otro lado el emplazamiento del Otro. Aquí se presenta algo de lo que hablé. Diciendo que el
deseo del hombre es el deseo del Otro.

El lugar que figura debajo del deseo es el de la verdad. Debajo del Otro, está el sitio donde se produce la
perdida, la perdida de goce de la que extraemos la función del plus de goce.

Aquí toma todo su valor el discurso de la histérica. Tiene el merito de mantener en la institución discursiva la
pregunta por lo que constituye la relación sexual, a saber, cómo un sujeto puede sostenerla o por el contrario,
no puede sostenerla.

La respuesta a la pregunta por saber cómo puede sostenerla es la siguiente –dándole la palabra al Otro y
precisamente como lugar del saber reprimido.

Lo interesante es esa verdad, que lo que constituye el saber sexual se da como algo enteramente extraño al
sujeto. Esto es lo que originalmente se llama, en el discurso freudiano, lo reprimido.

El discurso de la histérica no es la prueba de que lo inferior esta abajo. Por el contrario, como batería de
funciones no se distingue de las que tiene asignado el discurso del amo. Y esto es lo que permite que figuren
ahí las mismas letras que sirven para este último, o sea el S, el S1, el S2 y el a.

S → S1

a S2

El discurso de la histérica revela la relación del discurso del amo con el goce, en la medida en que el saber
ocupa el lugar del goce. El sujeto histérico se aliena por el significante amo como sujeto al que este
significante divide –al que, en masculino, representa al sujeto-, este sujeto que se opone a hacerse su cuerpo.
Al seguir el efecto del significante amo, el sujeto histérico no es esclavo.

Aun manteniéndose solidaria con la función del amo, la desenmascara, poniendo de relieve lo que hay de
amo en el Uno con U mayúscula, sustrayéndose como objeto de su deseo. Esta es la función propia que hace
tiempo localizamos, al menos en el campo de mi escuela, bajo el título del padre idealizado.

Volvamos a recordar a Dora. En conformidad con lo que anuncie al comienzo de mi discurso de hoy sobre el
padre, que la coyuntura subjetiva de su articulación significante recibe cierta especie de objetividad, ¿por qué
no partir del hecho de que el padre de Dora, eje de toda la aventura, o desventura, es propiamente un hombre
castrado, en cuanto a su potencia sexual? Es evidente que está en las últimas, muy enfermo.

En todos los casos, desde los Estudios sobre Histeria, el propio padre se constituye por apreciación simbólica.
Incluso enfermo o moribundo, es lo que es. Considerarlo deficiente respecto de una función de la que no se
ocupa es darle una asignación simbólica propiamente dicha. Es proferir de forma implícita que el padre no es
sólo lo que es. Es padre, como el excombatiente, hasta el fin de sus días. Esto es implicar en la palabra algo
que siempre está en potencia, en materia de creación. Y es en relación con esto, en este campo simbólico,
donde hay que observar que el padre, en la medida que desempeña ese papel central, principal, este papel
amo en el discurso de la histérica, esto es lo que, desde el punto de vista de la potencia de creación, sostiene
su posición con respecto a la mujer, aun estando fuera de servicio. Ahí se especifica la función de la que
depende la relación de la histérica con el padre y es precisamente lo que nosotros designamos como el padre
idealizado.
¿Cómo se ordena lo que tanto le conviene a Dora del Sr. K, a quien llamaré el tercer hombre?

¿Por qué no tomarlo ahora ateniéndosenos a la definición estructural tal y como podemos ¡darla con la ayuda
del discurso del amo? Lo que le va a Dora es la idea de que él tiene órgano.

Freud se da cuenta y nos indica de manera precisa que es esto lo que tiene el papel decisivo en el primer
encuentro, la primera escaramuza, de Dora con el Sr. K, cuando ella tiene 14 años y el otro le da un apretujón
en un portal. Eso no altera en absoluto las relaciones entre las dos familias. Por otra parte, a nadie se le
ocurre sorprenderse. Una chica siempre se las arregla solita en estos casos. Lo curioso es que resulta que
ella no se las arregla solita y pone a todo el mundo al corriente, pero más tarde.

El tercer hombre, ¿para qué? Ciertamente, su valor reside en el órgano, pero no para que Dora sea feliz con
él, si puede decirse así, sino para que otra le prive de él.

Lo que Dora le interesa no es la joyita, por indiscreta que sea. El primer sueño, el del joyero, da testimonio de
ello –no es la joyita, es el joyero, la envoltura del precioso órgano, ella sólo goza de esto.

Ella sabe gozar muy bien de eso por sí misma, como lo demuestra la importancia decisiva que tiene en su
caso la masturbación infantil, de la que nada en la observación nos indica su modalidad, salvo que es
probable que tuviera alguna relación con lo que yo llamaría el ritmo fluido, escurridizo, que tiene por modelo a
la enuresis. En su historia se considera a su enuresis como un efecto inducido por la de su hermano, quien,
un año y medio mayor, había alcanzado la edad de 8 años afectado por enuresis, tomando así ella algún
modo el relevo con retraso.

La enuresis es algo totalmente característica y como el estigma de la sustitución imaginaria del padre,
precisamente como impotente, por el niño.

A esto se añade la contemplación teórica de la Sra. K. esta es la que sabe sostener el deseo del padre
idealizado, pero también demostrar la contrapartida y al mismo tiempo privar de ella a dora que se halla así,
por partida doble, a salvo de ser capturada. Pues bien, por eso mismo, este complejo es la marca de la
identificación con un goce en tanto es el goce amo.

Cuando el Sr. K le dice: Mi mujer no es nada para mi, en este momento se le ofrece el goce del Otro y ella no
lo quiere, porque lo que ella quiere es el saber cómo medio del goce, pero para que sirva a la verdad, a la
verdad del amo que ella encarna como Dora.

Y esta verdad, para decirlo de una vez, es que el amo esta castrado. Si el único goce que representa la
felicidad, el que definí la otra vez como perfectamente cerrado, el goce del falo, lo domina, a este amo,
¿Cómo establecería el amo esa relación con el saber –el que sostiene el esclavo- cuyo beneficio es el
forzamiento del plus de goce? El amo solo puede dominarlo excluyendo este goce.

El segundo sueño señala que el padre simbólico es el padre muerto, que solo puede accederse a él desde un
lugar vacio e incomunicado.

En la caja vacía de este apartamento abandonado por quienes, después de invitarla, se han ido por su cuenta
al cementerio, Dora encuentra un fácil sustituto a ese padre en un grueso libro, el diccionario, el mismo donde
se aprende lo relativo al sexo. Ella indica así claramente que lo que interesa, aun mas allá de la muerte de su
padre, es el saber que este produce. Un saber, no uno cualquiera, un saber sobre la verdad.

Se quedara bastante satisfecha haciendo reconocer a todo el mundo esa verdad que alcanza con la preciosa
ayuda de Freud.
El Edipo desempeña el papel del saber con pretensiones de verdad, del saber que se sitúa en la figura del
discurso del analista en el emplazamiento que le corresponde, como he dicho hace un momento, a la verdad.

a → S

S1 S2

¿Quien utiliza, qué lugar tiene en un análisis, la referencia a este famoso C de E? es algo estrictamente
inservible, salvo porque recuerda de forma grosera el valor de obstáculo de la madre para toda investidura de
un objeto como causa del deseo.

Cuando entra en el campo del discurso del amo con el que ahora nos estamos orientando, el padre está
castrado desde el origen.

Lacan Seminario III Cap. la pregunta histérica.En la neurosis hay una pregunta velada que se cifra
(responde) en los síntomas. La palabra se sitúa en el Otro. El Otro de la palabra en tanto sujeto se reconoce
en él, en la neurosis es el elemento determinante. Se trata de una pregunta que se le plantea al sujeto en el
plano del significante, en el plano de sus ser. LO que está en juego es una pregunta, ¿Quién soy?. El sujeto
se reconoce como siendo esto o lo otro a partir del significante. la histeria se pregunta sobre la sexualidad.

Lacan. Seminario V. “El obsesivo y su deseo”: En el obsesivo el deseo, es el deseo del Otro, por qué se
deseo es evanescente. //El deseo se ordena por el significante, pero dentro de este fenómeno, el sujeto trata
de expresar, de manifestar en un efecto de significante en cuanto tal lo que ocurre en su propio abordaje del
significado.

El falo es el vértice, el punto de equilibrio. Es el significante por excelencia de la relación del hombre con el
significado, y por esta razón se encuentra en una posición privilegiada. // La inserción del hombre en el deseo
sexual está condenada a una problemática especial, cuyo primer rasgo es que ha de encontrar un lugar en
algo que la precede, la dialéctica de la demanda, en la medida que ésta siempre pide que va más allá. // En el
espacio virtual entre el requerimiento de la satisfacción y la demanda de amor es donde el deseo ha de
ocupar su lugar y ha de organizarse.

El deseo desborda toda clase de respuesta en el plano de la satisfacción, reclama en sí mismo una respuesta
absoluta y entonces proyecta su carácter esencial de condición absoluta en todo lo que organiza en el
intervalo interior entre los dos planos de la demanda, demanda de amor el plano significado y el plano
significante (demanda de amor)

El deseo es para el histérico, un punto enigmático. En efecto es un deseo de un deseo., esfuerzo por
mantenerse frente a ese punto que ella convoca a su deseo, el punto donde se encuentra el deseo del Otro.
Ella se identifica por el contrario con un objeto (dora con el señor K), ese alguien se convierte para ella en su
otro yo. En la medida que él o ella se reconoce en el otro., o en otra, los índices de su deseo o sea que él se
encuentra frente al mismo problema de su deseo, allí se produce la identificación (con todas las formas de
contagio, crisis, manifestaciones somáticas).

El fantasma lo definiremos como lo imaginario capturado en cierto uso de significante. No hay que obviar su
aspecto de guion o de historia. El algo que el sujeto articula en una escenificación. Esto se manifiesta en los
fantasmas sádicos. ¿Qué es un fantasma icc? Es la latencia de algo, que como lo hemos aprendido de la
estructura del icc, es totalmente concebible como cadena significante. Lo fundamental de la experiencia
analítica es que hay en el icc cadenas significantes que subsisten en cuanto tales, que desde ahí estructuran,
actúan sobre el organismo, influyen en lo que surge en el exterior como síntoma. Efecto fantasmático ($ a)
Relación articulada siempre compleja, un guion que puede permanecer latente en el icc, pero sin embargo
está organizada.

Las diversas tentativas de equilibrarse, tienen como objetivo reconocerse con respecto a su deseo. En el
obsesivo en bruto, vemos a alguien que nos habla ante todo de toda clase de impedimentos, de inhibiciones,
de obstáculos, de temores, de dudas, de prohibiciones. También sabemos de entrada que no será en ese
momento cuando nos hable de su vida fantasmática, sino gracias a nuestras intervenciones terapéuticas o sus
tentativas autónomas de solución. Entonces nos confiará la invasión, más o menos predominante, de su vida
psíquica por fantasmas. Ustedes saben hasta qué punto esos fantasmas pueden adquirir en algunos sujetos
una forma verdaderamente invasiva, absorbente cautivante que puede engullir gran parte de sus ocupaciones
mentales. Calificamos esos fantasmas de sádicos. Hemos de ver en ellos una organización significante, de las
relaciones del sujeto con el Otro. (papel económico del fantasma).

Dichos fantasmas tienen la característica en el sujeto obsesivo de permanecer en el estado de fantasmas y


sus realizaciones excepciones son siempre decepcionantes. En este caso observamos la relación del
obsesivo con su deseo, a medida que intenta acercarse al objeto, su deseo se amortigua, hasta llegar a
desaparecer.

El obsesivo siempre está pidiendo permiso, es estar en dependencia extrema con el Otro. Resuelve su
evanescencia en su deseo prohibido, por lo tanto la prohibición sostiene al deseo presentándose y el sujeto lo
camufla.

La hazaña se necesita 3. Dos para competir donde un gane (el obsesivo) y un tercero que testimonie, y así
obtener el permiso del otro, ya que este lo está registrando.

Indart, J. C. (2000). La clínica de la no relación sexual, a propósito de la NeurosisObsesiva. (Cap.


Compulsión y Pulsión, Obsesión y feminidad pp. 85-154) Colombia: Gelbo

Intentare re-discutir un poco la noción de compulsión –noción tan clara en la clínica de la neurosis obsesiva-,
su igualdad o diferencia, o su articulación con la noción de pulsión, contenida en la expresión co-m-pulsión;
señalándoles hasta qué punto Lacan parece haber iniciado su clínica propia de la NO desde un punto de vista
en el que cuesta un poco entender en qué es un retorno a Freud, o en qué hay una re-lectura de Freud al
respeto.

Hay una NO de Freud, donde sacamos las principales conjeturas de la causa y desarrollo de la sintomatología
obsesiva; y otra de Lacan con una terminología propia. No es fácil entrever la conexión con Freud.

El texto de Lacan (un análisis del Hombre de las Ratas) “El mito individual del neurótico”, es un análisis
producido por una inyección de la noción de mito, ya elaborada estructuralmente por Lévi-Strauss.

En sus primeros enfoques sobre la posición del obsesivo, Lacan nos lo hace ver con referencias a Hegel: con
énfasis en la problemática de la muerte, haciéndonos repasar la problemática del Amo y el esclavo. Pero, no
es claro como ubicar otros aspectos de la NO presentes en Freud. En los Seminarios tenemos elementos para
ver cómo fue integrando otros aspectos más freudianos, a su manera de entender esta clínica.

Si vamos a Freud lo que tenemos como hipótesis del elemento causante de la obsesión es la aparición de
algo que puede llamar idea, una representación, que caracteriza como inconciliable, insoportable y
compulsiva. Enfatizando con ese término la idea de que adviene, se impone al sujeto esa idea.

Seguir el modo en que Freud lo detecta-, esto: es como si tuviésemos a un sujeto, un sujeto infantil porque
tiene ya un mundo organizado y lleno de ideas y de representaciones sobre su papá, sobre su mamá, el
mundo en que vive, lo que es él como niño, sobre objetos, tiene ya toda una dimensión pulsional organizada.
Hay un sistema de representaciones de las cuales ninguna le es inconciliable; todas se concilian entre si y por
eso le conforman una cierta unidad de su mundo, un orden. Estando así, puede ser a los 4 años -se ubica en
algún momento-, adviene una representación donde –aquí esta lo importante de Freud cuando nos dice
inconciliable- todo el aparato de las representaciones que se tenía, se vuelve Icc, se fractura, porque es
inconciliable respeto de cualquiera de las otras.

En términos de Lacan, sería como si tenemos a un niño que tiene a nivel del Gran Otro, todo el sistema de
ideas, con nexos y relaciones con otras ideas, todo un mundo organizado; este sería el sistema de
representaciones conciliable:

Ideas

Representaciones

Y, de pronto viene Una representación o idea que, al aparecer acá, no hay manera de ligarla con ninguna de
las otras, y es por eso que tiene esa característica traumática. Vemos en Lacan que la aparición de esa idea
para Freud, inconciliable, insoportable, es que esto se vuelve un universo Icc. Idea que no hace pareja con
ninguna otra idea; una idea sola y para Freud cargada de un afecto sexual, diríamos con Lacan, de un goce;
es una idea que entra con una referencia de goce inconciliable.

Una A

Ideas Ideas

Representaciones

Todo el universo del niño queda desecho ante eso y Freud ve que según cómo se pueda responder a esa
idea es lo que funda su clínica. Esta se constituye solamente con esos términos: dime cómo respondes a esa
idea inconciliable y te diré tu tipo clínico, tenemos esta idea especial –idea que se lleva con cualquier otra
idea, una idea sola, inconciliable- y Freud dice: tenemos tres maneras de responder a eso que configura el
ámbito clínico de explicación psicoanalítica (Histeria / NO -neurosis- y paranoia -psicosis).

Un modo de responder que da la histeria; responder sobre la base de conseguir un mecanismo que reprima
esa idea. La NO es un tipo de defensa ante la idea inconciliable que no opera por represión; de la idea queda
una dimensión conciente para el sujeto y hay que pensar esto con otro término, una suerte de defensa que no
es igual que la histeria. Y agregaba la paranoia, no todas las formas de psicosis; constataba que le hecho de
que el desencadenante tenga que ver con una idea insoportable que se impone al sujeto deshaciendo la
estabilidad de su sistema simbólico-imaginario-real, podía abarcar, para la explicación de él, estos tres
grandes grupos clínicos, con tres respuestas distintas, a diferenciar como mecanismo:

 Histeria: represión

 NO: defensa

 Paranoia: rechazo

Hasta acá por compulsión Freud quiere enfatizar una idea que se impone que puede repetirse; no es una sola
vez, sino que adviene y uno puede construir una defensa, pero la defensa nunca debe ser tan perfecta porque
puede volver a presentarse esa idea inconciliable.
Hasta qué punto continúa ese retorno de Lacan a Freud: lo que Freud llama ideas, representaciones,
siguiendo a Lacan es algo que hay que entender como un significante. Y la causa de estas tres grandes
defensas es la emergencia de un significante distinto a los otros, porque no es un significante que se relaciona
con otro significante; es un significante que desorganiza todo el universo de los significantes; es un
significante complejo que vale por si mismo y por su característica de introducción, en el aparato psíquico, de
un goce.

En Freud ese significante y el goce del que se trata es sexual en el sentido más cotidiano, que es referido a lo
que elabora después como etapa fálica. Es un significante vinculado a un goce que es la irrupción del
significante fálico como tal; en Freud, en su clínica, es siempre la emergencia de un empuje de goce sexual,
estrictamente referido a la relación sexual como tal. A Freud no le importa que esto aparezca en un niño de 4
años. Se trata de una emergencia de goce genital, que trastorna por completo y que tiene que ver con una
problemática de división de los sexos y de elaboración de una solución posible de eso. (Hans – Ver Lacan).

No es en Freud esta idea de la emergencia de un objeto, en el sentido del objeto pecho o del objeto anal; no
es un objeto, es un significante con Indart, J. C. (2000). La clínica de la no relación sexual, a propósito de la
Neurosis Obsesiva. (Cap. Compulsión y Pulsión, Obsesión y feminidad pp. 85-154) Colombia: Gelbo

Intentare re-discutir un poco la noción de compulsión –noción tan clara en la clínica de la neurosis obsesiva-,
su igualdad o diferencia, o su articulación con la noción de pulsión, contenida en la expresión co-m-pulsión;
señalándoles hasta qué punto Lacan parece haber iniciado su clínica propia de la NO desde un punto de vista
en el que cuesta un poco entender en qué es un retorno a Freud, o en qué hay una re-lectura de Freud al
respeto.

Hay una NO de Freud, donde sacamos las principales conjeturas de la causa y desarrollo de la sintomatología
obsesiva; y otra de Lacan con una terminología propia. No es fácil entrever la conexión con Freud.

El texto de Lacan (un análisis del Hombre de las Ratas) “El mito individual del neurótico”, es un análisis
producido por una inyección de la noción de mito, ya elaborada estructuralmente por Lévi-Strauss.

En sus primeros enfoques sobre la posición del obsesivo, Lacan nos lo hace ver con referencias a Hegel: con
énfasis en la problemática de la muerte, haciéndonos repasar la problemática del Amo y el esclavo. Pero, no
es claro como ubicar otros aspectos de la NO presentes en Freud. En los Seminarios tenemos elementos para
ver cómo fue integrando otros aspectos más freudianos, a su manera de entender esta clínica.

Si vamos a Freud lo que tenemos como hipótesis del elemento causante de la obsesión es la aparición de
algo que puede llamar idea, una representación, que caracteriza como inconciliable, insoportable y
compulsiva. Enfatizando con ese término la idea de que adviene, se impone al sujeto esa idea.

Seguir el modo en que Freud lo detecta-, esto: es como si tuviésemos a un sujeto, un sujeto infantil porque
tiene ya un mundo organizado y lleno de ideas y de representaciones sobre su papá, sobre su mamá, el
mundo en que vive, lo que es él como niño, sobre objetos, tiene ya toda una dimensión pulsional organizada.
Hay un sistema de representaciones de las cuales ninguna le es inconciliable; todas se concilian entre si y por
eso le conforman una cierta unidad de su mundo, un orden. Estando así, puede ser a los 4 años -se ubica en
algún momento-, adviene una representación donde –aquí esta lo importante de Freud cuando nos dice
inconciliable- todo el aparato de las representaciones que se tenía, se vuelve Icc, se fractura, porque es
inconciliable respeto de cualquiera de las otras.

En términos de Lacan, sería como si tenemos a un niño que tiene a nivel del Gran Otro, todo el sistema de
ideas, con nexos y relaciones con otras ideas, todo un mundo organizado; este sería el sistema de
representaciones conciliable:
A

Ideas

Representaciones

Y, de pronto viene Una representación o idea que, al aparecer acá, no hay manera de ligarla con ninguna de
las otras, y es por eso que tiene esa característica traumática. Vemos en Lacan que la aparición de esa idea
para Freud, inconciliable, insoportable, es que esto se vuelve un universo Icc. Idea que no hace pareja con
ninguna otra idea; una idea sola y para Freud cargada de un afecto sexual, diríamos con Lacan, de un goce;
es una idea que entra con una referencia de goce inconciliable.

Una A

Ideas Ideas

Representaciones

Todo el universo del niño queda desecho ante eso y Freud ve que según cómo se pueda responder a esa
idea es lo que funda su clínica. Esta se constituye solamente con esos términos: dime cómo respondes a esa
idea inconciliable y te diré tu tipo clínico, tenemos esta idea especial –idea que se lleva con cualquier otra
idea, una idea sola, inconciliable- y Freud dice: tenemos tres maneras de responder a eso que configura el
ámbito clínico de explicación psicoanalítica (Histeria / NO -neurosis- y paranoia -psicosis).

Un modo de responder que da la histeria; responder sobre la base de conseguir un mecanismo que reprima
esa idea. La NO es un tipo de defensa ante la idea inconciliable que no opera por represión; de la idea queda
una dimensión conciente para el sujeto y hay que pensar esto con otro término, una suerte de defensa que no
es igual que la histeria. Y agregaba la paranoia, no todas las formas de psicosis; constataba que le hecho de
que el desencadenante tenga que ver con una idea insoportable que se impone al sujeto deshaciendo la
estabilidad de su sistema simbólico-imaginario-real, podía abarcar, para la explicación de él, estos tres
grandes grupos clínicos, con tres respuestas distintas, a diferenciar como mecanismo:

 Histeria: represión

 NO: defensa

 Paranoia: rechazo

Hasta acá por compulsión Freud quiere enfatizar una idea que se impone que puede repetirse; no es una sola
vez, sino que adviene y uno puede construir una defensa, pero la defensa nunca debe ser tan perfecta porque
puede volver a presentarse esa idea inconciliable.

Hasta qué punto continúa ese retorno de Lacan a Freud: lo que Freud llama ideas, representaciones,
siguiendo a Lacan es algo que hay que entender como un significante. Y la causa de estas tres grandes
defensas es la emergencia de un significante distinto a los otros, porque no es un significante que se relaciona
con otro significante; es un significante que desorganiza todo el universo de los significantes; es un
significante complejo que vale por si mismo y por su característica de introducción, en el aparato psíquico, de
un goce.

En Freud ese significante y el goce del que se trata es sexual en el sentido más cotidiano, que es referido a lo
que elabora después como etapa fálica. Es un significante vinculado a un goce que es la irrupción del
significante fálico como tal; en Freud, en su clínica, es siempre la emergencia de un empuje de goce sexual,
estrictamente referido a la relación sexual como tal. A Freud no le importa que esto aparezca en un niño de 4
años. Se trata de una emergencia de goce genital, que trastorna por completo y que tiene que ver con una
problemática de división de los sexos y de elaboración de una solución posible de eso. (Hans – Ver Lacan).

No es en Freud esta idea de la emergencia de un objeto, en el sentido del objeto pecho o del objeto anal; no
es un objeto, es un significante con una dimensión de goce y a una apelación de goce genital –aunque
sepamos que no hay relación sexual, ni genitalidad; luego lo podría llamar, la emergencia de una pulsión
genital.

En la clínica con los niños –Freud registra este tema al nivel del Hombre de las Ratas, como causa ultima y lo
busco también en Juanito- busca el modo en que se presenta el significante inconciliable y se presenta como
la emergencia de un goce en el pene, en la cosita de hacer pipí o en las cosquillas originarias en el Hombre
de las Ratas que lo dejaron perplejo, que no sabe qué hacer con eso y que lo hacen ir a consultar a la madre.
La madre del Hombre de las Ratas más gentil que la de Juanito le dijo: “No me vengas con esas porquerías”.

No es una cuestión vinculada al destete, a problemas de sacudimientos de las fantasías pulsionales, su idea
de algo compulsivo, impuesto, es este significante que parasita el sexo en su parte genital y que motiva
angustia sobre la base de que no se sabe qué hacer con eso, no hay respuesta del Otro para eso. El correlato
de esta emergencia es que no hay Otro y que hay que construirle alguna respuesta.

Esto es la causa fundamental en Freud. Lacan no nos habla nada de esto. Las referencias a NO; el esfuerzo
es definir la defensa misma y su punto constante es indicar que esa defensa es posicionarse en un lugar que
resulte garantía de que no va a haber perturbaciones en ese Gran Otro, posicionarse de un modo en que se
haga garante, aval, de que ese Gran Otro, pueda seguir como Gran Otro y sin sufrir ninguna problemática.

Lacan nos corre un poco la cuestión de la causa, lo que nos dice es que lo que causa toda la defensa seria el
punto de vista freudiano; el obsesivo freudiano con la causa puesta en esta idea inconciliable.

Una A

Ideas Ideas A

Representaciones

Para Freud la clínica de la NO es ideal para estudiar la problemática compulsiva vinculada a esta idea,
además porque la defensa cuando ejerce acá una compulsión. Esa compulsión se defiende de esto al mismo
tiempo que la emplea y es por eso que hay una satisfacción en la compulsión misma, sustituida en otro lugar,
pero ligada a la misma idea de la cual con eso uno se defiende.

Lacan no va a empezar a estudiar la compulsión como defensa, la duda o las anulaciones retroactivas, como
descripción de síntomas. No se ha ocupado del síntoma obsesivo y cuando los menciona, los menciona como
diciendo: se deducen. El énfasis esta corrido de lugar en otro punto que es: lo esencial de la defensa es
entender el modo en que el obsesivo sostiene un Gran Otro.

Freud también dice que todo ese Gran Otro se vuelve Icc cuando aparece este significante especial, pero
cuando Lacan dice: tenemos que entender que la defensa es reconstruir ese Gran Otro y el obsesivo lo hace
de un cierto modo, estamos en Freud, pero no vemos bien la problemática de los síntomas. La consecuencia
es que el punto para Lacan, que sería realmente la causa de esa defensa, definida como armar un Gran Otro,
es nombrar el deseo del Otro; es decir, lo inquietante, de lo que hay que defenderse es de la castración del
Otro, del deseo del Otro.

A d (A)
No vemos ahí nada del orden de un significante compulsivo, lo que vemos más bien es que, solamente que
carezcamos de un significante ordenador y que aparezcan como signos o señales del deseo del Otro, para
que el obsesivo tenga que anular ese deseo del Otro y constituir otro cerrado, completo.

Cómo articular la cuestión. Se ve por ejemplo el caso Juanito, el análisis de Lacan menciona dos cosas que
uno nunca tiene claro: qué ha determinado la angustia y la solución especial de ese niño al nivel de la fobia.
La causa está en la emergencia de las sensaciones de goce, a nivel de su pequeño cosita de hacer pipí o la
aparición de un deseo de la madre, que ya no se completa en él y que tienen que ver con lo que va a ser el
nacimiento de su hermanita. Las dos cosas están ¿son las mismas, se pueden articular?

Lo crucial de entrada es que hay una falla en el Otro. Todo el tema es el Gran Otro, no pasa nada con las
sensaciones de goce del propio niño; es un problema de aparición del deseo del Otro y la necesidad del
obsesivo de armar –hasta con un cuaternario, con una solución-, parchar esa A barrada (A). Todo el énfasis
en Lacan, puesto al nivel de: hay una angustia clave en el obsesivo, vinculada al deseo del Otro; no soporta
ese deseo del Otro, tiene que anularlo y constituir el Gran Otro.

Desde ahí la duda, las postergaciones, todo eso se va a ir entendiendo a partir de esta necesidad fundamental
del obsesivo de constituir otro garante, completo. Es más tardío en Lacan, podemos reintroducir la cuestión de
esa idea inconciliable; ¿el énfasis de Lacan puesto en ese Gran Otro, que correlato podría tener en Freud al
nivel de sus definiciones de síntoma obsesivo?*

En el sentido de Lacan entendemos, si el obsesivo, al nivel de su yo, nos va a hablar de sus objetos,
cualesquiera, su jefe, sus chicas, las amigas, la madre, el padre, nos cuenta sus proezas, lo que va a hacer, lo
que no va a hacer, etc; todo este material, fácilmente interpretable y donde el obsesivo puede contar y contar
todas las dificultades o relaciones que tiene con los demás y con sus objetos:

Yo objetos

El obsesivo no está acá, nunca van a dar cuenta de su deseo interpretando acá; lo esencial de su defensa es
que él tiene este desdoblamiento por el cual se instala convirtiendo un A barrado (A) en un A completo. Lacan
ubica un narcisismo, un yo, pero no en la escena de competencia o trabajo con los demás sino que lo instala
al nivel del Gran Otro, se identifica con el Gran Otro, completándolo.

Instalación en A aislamiento φ

el Otro

Yo objetos

*Una idea, como rasgo clínico y constante en Lacan, lo que hace a la defensa obsesiva es no estar nunca en
las escenas del deseo; estar siempre en otra parte, viendo todo desde ese Gran Otro. Todo el nudo insistente
inicial en Lacan es ese y no hay ninguna observación vinculada a la parte compulsiva.

Cómo articular con Freud esto, en la descripción de Lacan, el nudo como tal de la defensa. De ahí la
insistencia clínica: Orientensen en la clínica; es inútil trabajar a este nivel; es necesario abrir acá la cuestión
del deseo del Otro, para que el obsesivo se interrogue sobre qué es lo que lo angustia al nivel de ese deseo
del Otro. En Lacan el significante que nombra esa angustia ante la inconsistencia del Otro y de la que el
obsesivo va a tener que situarse siempre ahí entonces como aval, es la muerte; así que hay un largo periodo
donde le da una importancia crucial a la cuestión de la muerte y uno no entiende muy bien en qué se relaciona
eso con la sexualidad freudiana.
Así que tendríamos, el niñito de los escozores entre las piernas de donde podría surgir toda esta defensa y del
otro lado, un niñito que –a él no le pasa nada; no se trata de eso- se angustia porque el Gran Otro se viene
abajo sobre la angustia de que existe la muerte. Es la angustia de la muerte.

Les he mostrado extremos, pero yo creo que lo que Lacan llama acá el nudo de esa defensa es la instalación
en el Otro: el obsesivo se defiende del deseo del Otro con esta instalación en el Otro, a partir de lo cual va
siguiendo su vida, medio vivo medio muerto, siempre en un estado de autocontemplación, no está en la
escena sino mirándose siempre en la escena. Esta posición, su ubicuidad, no estar nunca en el compromiso
del deseo.

Esa instalación en el Otro podría ser el nombre en Lacan de una definición de Freud sobre el síntoma
obsesivo; primero aparecen muchos y no es la compulsión sino que es lo que Freud llamo: aislamiento. En
“Inhibición, síntoma y angustia” no se queda con diez miel síntomas obsesivos, nos habla de dos: aislamiento
y anulación retroactiva. La descripción en Lacan de la instalación en el Otro, es acorde con lo que Freud
pensó como aislamiento.

El nombre más importante del síntoma obsesivo, su nudo crucial es el aislamiento. Si ponemos acá lo que
Lacan llama: hacerse el aval del Otro, la instalación en el Otro; hay que irse a un lugar, aislarse, borrarse de
las escenas, encontrar ese lugar en el que el obsesivo está solo, con su pensamiento, sus controles y
tendríamos en esta explicación de Lacan al aislamiento como un síntoma que en Freud esta nombrado, pero
que si lo articulamos así, le daríamos la máxima consistencia, la tipicidad máxima como síntoma para definir la
NO. A partir de la solución del sintomática del aislamiento, el obsesivo pueda empezar a trabajar los distintos
problemas de su mundo.

Una descripción del aislamiento de Lacan, la manera de definir la posición del obsesivo en su deseo en
“Función y campo de la palabra”, para indicarnos en qué consiste la defensa del obsesivo: “el obsesivo
arrastra en la jaula de su narcisismo los objetos en que su pregunta se repercute, en la coartada multiplicada
de figuras mortales y domesticando su alta voltereta, dirige su homenaje en vivo hacia el palco donde tiene él
mismo su lugar: el del Amo que no puede verse”.

Trataba de definir, del modo más estructural, en qué consiste esa posición. Con una metáfora de circo, en el
modo en que el obsesivo planea sus deseos y nos habla de su relación con los objetos, una relación de una
cierta tensión, que ser un domador de fieras de circo lo ejemplifica. Su mujer debe ser una fiera porque está
que lo ataca, el jefe debe ser otra fiera, todo lo que habla tiene esa tonalidad de quien gana a quien y de un
estilo de domesticar fieras. Hace de eso un rasgo clínico general de todo lo que está dentro de esa jaula y en
eso va bien la metáfora del domador.

Tener fantasías de deseo, en un sentido dominador o de domador de fieras, no hace al obsesivo, pueden
estar en distintos cuadros clínicos. Lo que ya va tipificando acá al obsesivo es que lo que interesa en esa
relación a esos objetos de deseo, es llevarlos siempre a un límite extremo que, para Lacan seguía siendo
llamado las figuras mortales.

Puede ser lo mismo con una chica, con los objetos que quieran; su manera de articular esa reacción tiene esa
marca que Lacan llama ahí: la alta voltereta, buscar el riesgo, un extremo máximo que se presenta mucho
como riesgo de muerte. Un riesgo vinculado a una suerte de todo o nada.

Pero en el instante ultimo en que su propio deseo lo lleva a lo que sería dominar a la fiera, cuando ha
conseguido con su látigo dejarla un poco quietita y pasando por unos riesgos que ni se imaginan, domesticar
quiere decir que cede en algo ahí y aparece otra cosa, sorpresiva que no tenía nada que ver con el gusto por
domar fieras y que dirigir todo lo hecho en homenaje a alguien que tiene que estar en el publico; a titulo de
figuras diversas, puede ser la mamá, puede ser el papá, el gran contratador de domadores de circo, puede ser
la historia universal y donde Lacan dice: en última instancia lo que tiene es él mismo su lugar, su identificación
puesta en ese punto: la de un Amo que vería toda la situación –en la terminología hegeliana- y que no se ve.

Es muy difícil verlo, nunca se ve porque cuenta toda esa relación con los objetos y para lo cual muchas veces
hay que escuchar mucho las fantasías de deseo de los obsesivos. El punto clave está en este punto donde
cede algo pero a los fines de obtener ese lugar en el público que, representa en la metáfora muy bien, el
campo del Gran Otro. Para Lacan estaba ahí la intriga del obsesivo como tal; lo que más le importa es
averiguar si él tiene un lugar en el Gran Otro y que se garantice ese lugar, es que le interese domar fieras que
son un medio para averiguar si obtiene ese puesto en el palco.

Visto así se entiende porque Lacan no fuese alguien dispuesto a decir: Usted dijo que esta domando un tigre,
¿Qué se le ocurre con tigre? El obsesivo puede contestar: se me ocurren muchísimas cosas… y Lacan dice:
perdemos el tiempo porque el punto no está ahí. Se nos escapa porque él está en otra parte, contemplando
desde el palco, desde ese lugar invisible del Gran Otro, todo eso que cuenta de él mismo.

El aspecto compulsivo es retomado por Lacan en el “Seminario 8”, da una nueva enseñanza sobre la NO. El
aislamiento es estar en el palco y ya en otra parte que donde transcurren sus deseos. Lacan presenta un
símbolo (un significante distinto a los demás).

Retoma la cuestión de esta idea compulsiva freudiana y la llama Gran Phi (Φ). El estatuto de significante solo,
significante que no hace cadena con los demás, significante de goce y de repetición, de un tipo de goce –el
Uno fálico-. Hay Uno que es el Gran Phi, el Uno fálico.

Tenemos ahora el nombre de dónde está la causa de toda esta defensa obsesiva y que es la presencia del
deseo –llamado después presencia de un goce y que es por la repentina aparición de ese significante: Gran
Phi. Ocurre que además el obsesivo no cae en división subjetiva ante eso como es la represión histérica,
cuando aparece Gran Phi la solución histérica es decir: ¿Quién apareció? ¿Quién? No me di cuenta, no vi,
soy una boba, nunca me entero de nada ¿no sé, de qué se trata?

En la defensa obsesiva no hay esa división subjetiva y represión de ese significante, hay un paso del enigma
de ese goce, de ese significante a la conciencia y el obsesivo se hace una versión de ese Gran Phi. Otra idea:
la parte crucial de la defensa del obsesivo es que se identifica a ese significante bajo una forma imaginarizada
y esto es lo esencial: se identifica a su función de totalización, a su función de equivalente general.

¿En qué sentido, identificado a eso, el obsesivo también produce aislamiento? Si el síntoma esencial es el
aislamiento, es como decir: ¿Cómo aplico el aislamiento al problema del significante fálico o real, el Uno fálico,
con su compulsión repetitiva? La solución es tomar un aversión de ese falo, con la que me puedo identificar,
una versión imaginaria, pero dándole el valor de un para todos, de un elemento que no está en el mismo plano
que los demás, sino es que el los demás ordena a todos los demás.

φ (objetos…)

Φ … Φ …

Lacan señala que la defensa obsesiva tiene que solucionar ese Phi, que pasa a la conciencia como en una
versión degradada, como un pequeño phi, no el de los rasgos atractivos, fetichisticos, ni el phi de ser falo de
las chicas ni nada por el estilo, sino el phi como equivalente general. Algo se va a poner entre paréntesis,
todos los otros objetos que son falicizados por el obsesivo y aquí podemos entender otra fase de la clínica de
la obsesión que no es solo la postergación, la duda, estar siempre en otra parte.

El significante ratas que el Hombre de las Ratas manejaba como un equivalente general, como un dinero
fálico y que es la parte del obsesivo en que todo lo hace ecuación. Es una parte en que se cree muy vivo el
obsesivo donde él tiene la clave de todo, todo es falo. Ejemplo: una versión dinero, todo es dinero, cuanto
tienes, cuanto vales, o todas las mujeres, todas lo que quieren es hacer el amor, la jerga de esta posición de
los obsesivos se vuelve más obscena en general, una defensa muy bien hecha, su saber constante, su
proeza, la manera en que manejan las fieras, es decir que saben que todo es falo.

Toda esta dimensión es: estoy con dudas y postergo, pues si tuviese la garantía, pero como no me animo
para él todo valor fálico y no puede haber nada fuera de ese valor fálico con el que él está identificado. Él es
ese phi, pero en una función lógica, la de constituir un para todo.

Para el obsesivo no es tanto un problema de que tenga el falo sino que quiere serlo. Pero no de cualquier
manera, es un ser el falo como el garante de que el falo, el Gran Phi, es todo lo contrario de una totalización,
es un elemento sorpresivo, repetitivo, insensato, viene o se va.

Hace al aislamiento; identificarse a un falo que no existe nunca en la vida cotidiana, porque para emplear el
falo en los deseos, hay que soportar que es interminable.

La jaula –vamos a la lógica de estos fantasmas, no al despliegue significante- consiste en el sujeto que se
sueña con un instrumento: armas, esto, lo otro, etc. ; y una situación difícil; el sueño consiste, constantemente,
en ver que alcance tiene ese instrumento. En los sueños consiguen, con un recurso, liquidar eso que se
presenta que es el Gran Phi; son siempre figuras de goce, terribles y desgraciado Gran Phi, que todo el
tiempo se repite con su efecto inconciliable.

Pero en muchos sueños, al obsesivo se le quiebra el palo; saca un revolver, pero el caño se dobla, entonces
no siempre puede en contra de esa otra figura. Tuve un caso, el “Hombre de los perros”, los tuvo durante años
como su enemigo, la presencia del Gran Phi en su figuración, eran perros acosadores. Fue un momento
crucial, cuando trajo sueños de angustia donde, por primera vez, sus recursos fallaban.

La lógica del Uno y es por eso que Freud podía decir que hay una satisfacción sustitutiva en la compulsión
misma. Hay un goce fálico, de empleo de ese significante fálico, en la compulsión obsesiva, pero con un matiz
y es que es el problema de relacionar ese goce fálico al control del mismo, como un Todo.

Es eso lo que hace que las figuras de la castración, las figuras de ese significante fálico, de ese Uno,
aparezcan en formas cada vez massuperyoicas y exacerbadas y terroríficas y por eso toman tanto el sesgo
de las ideas de muerte. No tanto por el tema de Gran Phi en sí, porque es un símbolo que tiene en si mismo
ya la castración en su funcionamiento discreto, con falta, pero la defensa ante eso es armarse un “gran phi”
(φ) con minúsculas, sustituido en empleos, en armas, en manejo del dinero, en manejo de recursos, de poder
o en lo que quieran, a los fines de conseguir su anulación para siempre, crear un Todo donde no vuelva a
aparecer nunca jamás la sorpresa de Gran Phi. Ahí tienen, propiamente, lo que entendemos por compulsión:
ese funcionamiento que nos lleva a las ideas de muerte, de una compulsión que va a terminar en catástrofe y
que no es por Gran Phi, sino por darle a esa lógica del Uno, la lógica del Todo.

Ubiquen en un ejemplo lo compulsivo: “Debo ordenar todos los libros de mi billetera, en orden perfecto, pues
si no, no puedo salir a la calle, tienen que estar los de mayor valor, los de menor valor… ¡ay! Me olvide de
alguno, voy a revisar de vuelta, etc.”; u ordenar a la perfección toda un aserie de objetos en un orden, que la
característica es que tienen que ser total.

¿Cómo se hace el ejercicio de esa compulsión? Con ese mismo Uno, Freud dice que hay un goce fálico en la
realización –cualquiera que sean las sustituciones- de esa compulsión; porque hay que hacer uno, uno, uno:
“esta va aquí, este va aquí, este va aquí”. Todo quede ordenado fálicamente, todos con sus puestos de uno y
yo desde mi aislamiento, me arrogo la identificación que niega la castración de conseguir el orden total;
conseguir cuentas completas numéricas y que no haya un uno que se escape a la cuestión.
Hay una satisfacción en la realización de esos fantasmas con esas compulsiones, como un goce fálico, a la
perfección, el ejemplo del goce masturbatorio, misma satisfacción, mismo tipo de goce que está en contar los
billetes, en contar las cosas, el mismo obsesivo puede decir: “Me hago unos rollos con esto, es como
masturbarme”; está diciendo que reconoce que es de la misma índole del goce, del goce fálico, del goce que
obtiene en todas esas compulsiones. El aislamiento consigue defenderse del carácter discreto, incompleto, de
la presencia del significante fálico; es el aislamiento que permite desde ahí, defenderse del falo, sobre la base
de todo falo.

Veo la anulación retroactiva como la cara del síntoma de aislamiento, cuando el problema que el síntoma
tiene que resolver es el Gran Phi. La anulación retroactiva no es imaginaria, es el intento de anular un
significante y se realiza con significantes, es querer borrar que haya sucedido algo, pero si la idea de uno, al
que le ha sucedido algo, es borrarlo, es porque lo que ha sucedido es significante, porque no se pueden
anular, ni borrar sino significantes.

En la compulsión de lavarse las manos, el goce es fálico, no es una cosa del orden de la limpieza, referido a la
masturbación, es un problema de masturbación compulsiva. En ese lavado de manos, es un ejercicio
significante, para tratar de armar un todo, en el que no se vuelva a presentar el significante que actualiza
siempre un no todo; hay un imposible, una tarea infinita del obsesivo, porque no se puede borrar eso sucedido
y vuelve a retornar.

En la defensa contra eso, es que es la lógica Uno la que tiene ese goce y él se va a lavar las manos una y
otra vez y puede contar: “este dedito ya esta, ahora este, ahora este, ahora este”; el retorno de lo sucedido,
del Gran Phi maldito es: “Me olvide de este”, ahí se hace síntoma: “Me pareció acá, ahora me limpio bien
este”.

Entonces, aislamiento como síntoma fundamental y en la dirección a Gran Phi, la variante de la anulación
retroactiva, como lo que esta de lógica por detrás de la compulsión. Conducir al sujeto en sus compulsiones a
la anulación retroactiva, es exactamente lo que me parece la línea de Lacan, de lo que llamamos sintomatizar
la compulsión, la manera de que pueda perder el goce propio de la compulsión, si el sujeto goza mucho en el
lavado de manos, no es fácil intervenir sobre eso, pero la manera de intervenir es: si se le revela que esa
compulsión tiene relación con el síntoma de aislamiento y bajo la forma de mas allá del goce que le da la
compulsión, intentar borrar lo sucedido y llevarlo como a la imposibilidad de eso, sería el camino de análisis
en esta dirección. Sabemos la resistencia que el sujeto puede oponer, en la medida en que se disfrutan
mucho estos ejercicios totalizantes del Uno.

Esta vertiente esta en el fantasma del domador, nos puede contar en el análisis, que el problema que tiene es
un domador compulsivo; no vemos el problema del homenaje ambiguo llevado al palco, porque el problema
que nos trae es que se levanta seis veces a la noche, va a la jaula, vigila todo y sigue y lo prueba una vez y lo
prueba una vez, y lo prueba una vez y dice: “pero si ya está perfecto el numero, por favor, tengo que hacerlo
otra vez, tengo que hacerlo otra vez, etc.” Hasta sufrir de eso al final.

Tratamos: problema de Gran Phi pero Lacan nos dice que eso no es todo en la obsesión y que tiene otro truco
con el síntoma, otra de solucionar esto, que no es la de hacer del falo las luchas por hacer un equivalente total
con eso.

En el despliegue de su fantasma encuentra otra solución; como si aprendiese que la solución de la


equivalencia general del falo en la compulsión, siempre hace que lo anulado retroactivamente retorne, retorne:
“hay una solución perfecta, dejar caer el instrumento, si dejo caer el instrumento, se termino toda mi defensa
compulsiva. En lo mejor de la escena donde tengo que, con el instrumento, conseguir un todo organizado de
tigres, cuando llego ahí, domestico mi alta voltereta, dejo caer el látigo”, y pasa a otro modo de goce, que es:
esto no tiene solución, para solucionarlo tenemos que conseguir en el Gran Otro, un Gran Otro completo, en
el que voy a estar yo ampliamente reconocido y donde no haya significante fálico, otro que ya empieza a ser
el Otro de un reconocimiento de amor, pero eso sí; total, perenne, siempre total.

La función del aislamiento de armar un Gran Otro es siempre una totalización; pero la totalización, que
siempre va a fracasar en el punto del significante fálico, el goce del síntoma acá está ligado a la pulsión
escópica. “Domesticando su alta voltereta”, es que el obsesivo encuentra un modo de goce escópico en el
aislamiento, siempre el asilamiento es el síntoma y donde lo que ha renunciado de goce fálico y de todo goce
de realización en sus escenas, desarmado, podríamos decir, se realiza en la posibilidad de otro total, a los
fines de otro que lo ama, que lo reconoce, que le festeja la proeza, que le dice: “Sos único, es una cosa
increíble lo que has hecho con esos tigres, eres el héroe, eres…”.

No todo el obsesivo se explica solamente por la cara de la problemática del significante fálico.

He hecho una pirámide con esto, para ver los distintos aspectos del síntoma obsesivo; con un vértice en el
aislamiento, una cara sería acá la compulsión. ¿Cómo solucionamos que, incluso con la solución de la
compulsión, queda un resto? Lo que se intenta borrar retorna. Vamos a solucionarlo de otra manera, pega un
giro y la solución es entonces, regalar el instrumento fálico, dejarlo caer y ubicarse en el Gran Otro, en este
goce para Lacan a nivel pulsional ligado a lo escópico.

Es el “cowboy” solitario, que tiene que ser solitario y que realiza su proeza.

Hemos empezado con un macho, completamente angustiado, porque el significante fálico no da mucho en su
intermitencia, pero hemos visto la solución de hacerse el compulsivo de dominio total.

El termino compulsión, el significado del prefijo co, al que se agrega una m sólo por razones fonológicas y es
un prefijo cuyo sentido es intensificar la acción del verbo, ya había una acción en el verbo, pero puesto este co
es como más.

La pulsión, esa estructura que deviene en la sublimación, desprendida de la lógica del Uno, con su
movimiento –podemos seguir hablando de una exigencia que tiene y que resuelve con determinado circuito-
se hace compulsión cuando se le agrega una lógica que viene de ese co, que empieza a darle intensidad de
otro tipo y ese co es la lógica de este Uno. Lo que la hace compulsiva es la lógica del Uno resuelta en un para
todos, aplicada sobre la pulsión. Cuando eso ocurre, la pulsión empieza a funcionar compulsivamente.

He tratado de diferenciar compulsión por otra lógica de goce y su defensa, de pulsión y cómo en el fantasma
hay una parte vinculada a compulsión, pero en la medida en que cede el co, porque cede la solución de
equivalencia general de manejo del falo: “soy el que tiene el recurso”. Cuando deja caer el recurso ya aparece
una temática de satisfacción pulsional que empieza a desacomodarse del ejercicio fálico.

¿De qué quiere gozar? De la gloria; pero se ve bien en el fantasma que no se puede gozar de la gloria
ejerciendo, al mismo tiempo, el instrumento fálico y que hay una hiancia que nos enseña el obsesivo. Que no
solo tenemos que decirle: sos un cobarde, vos siempre aflojas a último momento, no te atreves a ejercer el
instrumento, etc. No, no seamos valorativos con el obsesivo. Hay direcciones de la cura que se plantean así,
tratando de llevar al sujeto a que ejerza ese significante 1, y lo ejerza hasta el final, es una variante, pero no la
que permite dar toda la vuelta al síntoma. ¿Qué pasa con eso que siempre retorna? ¿Qué hacemos con ese
significante fálico? Uno llega a los 80 años, ya fisiológicamente uno querría un descanso, pero él se presenta
cada tanto igual y causando el mismo interrogante y la misma búsqueda de soluciones.

El obsesivo tiene su solución de eso que podemos ori y es interesante que de pronto ante el fracaso de esa
solución tengamos un giro que es deponer su relación al falo y buscar una solución a nivel de otro modo de
goce.
(…) a partir de la hiancia producida por la falla del programa de la no relación sexual, aparecían tres
modalidades de goce: del Uno, del objeto a y del goce Otro (…) asumir la castración es decir: no hay ese Otro
que te mira cuando realizas tu proeza para ese Otro (…).

Lacan analiza la NO como un movimiento de soluciones con fracasos y soluciones en otro plano.

Laurent, E (2004) La urgencia generalizada 2 (Cap. El tratamiento de la angustia postraumática: sin


estándares pero no sin principios pp. 31-49) Buenos Aires: Grama

No hay un tratamiento estándar de los efectos de un trauma.

“…aunque no hay un carácter especifico del tratamiento psicoanalítico para las personas traumatizadas, el
psicoanalista es quien mejor puede escuchar la singularidad de cada uno. Propone una escucha particular a
las víctimas, orientada por los conocimientos del funcionamiento de la vida psíquica que el PSA de orientación
lacaniana ha podido elaborar”.

La singularidad de los casos

El PSA se define por su deseo de, en el seno de lo que es vivido por todos, hacer surgir la particularidad de
cada cual y los casos presentados lo muestran bien. En el caso presentado por fuentes, el après-coup del
traumatismo toma la forma del abatimiento de un sujeto por su culpabilidad: “culpabilidad referida a lo que
pudo hacer y no hizo (…) no se detuvo a ayudar a los heridos”., “salió despavorido de la estación de Atocha”.
Mientras corría, “en su huida se cruzo con un hombre que tenía la cara ensangrentada, otro estaba tirado en
el suelo”, en una posición que recuerda al Cristo yacente. “Una pesadilla se le repite: el momento de la
explosión y la imagen del hombre-Cristo yacente”. Se reprocha no haber podido estar a la altura del discurso
religioso” trasmitido por su padre, padre todo amor que le enseño que había que poner la otra mejilla. El no
pudo estar a la altura de ese ideal. En el momento en que lo real irrumpe, su respuesta de huida muestra que
no se identifica con el Cristo, no se identifica con Aquel que sacrifico su vida por los hombres. El
acontecimiento le lleva a reconocer en él los poderes del odio.

La responsabilidad del sujeto paso en un primer tiempo por reconocer el odio que se había despertado en él a
raíz del trauma. Frente a lo real del trauma, la llamada al padre que sería todo amor no tiene respuesta. El
sujeto sigue angustiado y esa angustia es un intento de suplencia por la vía del sentido religioso que fracasa.

Liguori tuvo que tratar con un grupo de hermanos cuyos padres habían muerto en el atentado. Los encontraba
silenciosos, retraídos y consternados. El pequeño tenía dificultades con el sueño. Cómo recibirles: ¿todos
juntos?, ¿uno por uno? Nuestra colega se apoyo en las indicaciones dadas por GuyBriole: “el sujeto no es
soluble en lo colectivo. El sujeto conserva su particularidad y es responsable de sus actos. Lo que puede
justificar el debriefing, lo que puede ser el objeto aplicado al grupo. Cuando un grupo ha vivido momentos
intensos, peligrosos, muy conflictivos, puede estar hasta tal punto encerrado en si mismo que cuando llega el
momento de desmembrarse aparecen dificultades para aquellos que lo constituyen. El exterior lleno de
hostilidad esta indeterminado y las personas que lo componen no se diferencian. En ocasiones es difícil
identificar lo que corresponde a cada uno cuando uno habla es como si lo hiciera en el lugar de otro. Fusión
de las historias, cada uno de los miembros del grupo, sin saberlo, intenta sostener la idea de que nada les
puede separar”.

Nuestra colega reunió al grupo de hermanos. El mayor apaciguaba los llantos, minimizaba lo que el más
pequeño decía, hacia chistes cuando las hermanas hablaban de su dolor. Se ofrece la posibilidad a cada uno
de ellos de tener otras entrevistas, todos juntos o con cada uno. Inesperadamente, el hermano mayor acepta,
aliviado, la oferta de las entrevistas individuales. Se decide una palabra singular que comprende la
culpabilidad y la falta de cada cual respecto del desaparecido.

Esta viñeta da un ejemplo preciso de lo que Gy Briole denomina, refiriéndose a un grupo definido por un
acontecimiento traumático: “desanudar sin deshacer”. Observa: en un primer tiempo el grupo funciona
conteniendo, permite una cierta limitación del sufrimiento padecido por una comunidad de identificaciones al
mismo traumatismo. Pese a la repulsión que puede experimentar el propio sujeto queda pegado al grupo y
eso es un obstáculo a su progresión individual: la cuestión del grupo esta siempre por delante en detrimento
de la del sujeto. Por un tiempo es fundamental mantener lo que ha constituido para poderlo desanudar y no
deshacerlo. El objetivo no es romper el grupo, sino desanudar las cuestiones que, imaginariamente, harían
grupo para ellos.

La diferencia de los sujetos y la homogeneización biológica del estrés

Las diferencias en cada una de las reacciones de esos sujetos frente al traumatismo se vuelven a encontrar
en las reacciones colectivas a una experiencia traumática colectiva. Es lo que intenta borrar la referencia a un
estrés biológico que vendría a inscribirse en un cortocircuito por el Otro de la civilización, para definir una
suerte de estándar de la reacción del organismo afectado.

El 11 de septiembre del 2001, son crímenes de masas. La identidad de los muertos responde a la de los
esclavos de la sociedad contemporánea: trabajadores poco cualificados, migrantes de todas las
nacionalidades. En Nueva York, donde todas las nacionalidades de la tierra se encuentran. A lo que se apunta
es al record del crimen en su pura homogeneización: 200 muertos, 1.500 heridos. Cifras.

La reacción frente al traumatismo es muy particular. Es a la vez simbólica y pánica. La reacción al estrés
posterior al 11 de septiembre fue un proceso de individualización que paso a primer plano. A los muertos en
masa venia a responder una desmasificación, unos nombres precisos, los testimonios de los parientes, las
velas colgadas a lo largo de las vallas. El duelo en masa debe afirmarse como individual e interior, aunque
sea espectacular. La calle americana es la televisión. Más allá de esta dimensión simbólica, hubo una
manifestación pánica y el surgimiento del número como objeto: numero de neoyorkinos tomados de uno en
uno. La necesidad de una manifestación que respondiera en la misma dimensión masiva del objeto.

El acontecimiento y su alcance exceden los comentarios que intentan dar cuenta de él. Los comentarios
políticos y las “clases parlantes” intentan reducir el sinsentido producido por este acontecimiento, pero el
hecho resiste, verdadero agujero en el discurso.

¿Los ciudadanos son cada vez mas indiferentes a toda política, a la cosa pública? Por la dificultad de la
interpretación vemos de qué manera la reacción al trauma resiste a su reducción a un comentario univoco.

El horror es “traumatismo” en un sentido clínico en la medida en que se trata de muertos, de heridas que
dejaran secuelas físicas y psíquicas, pero también en la medida en que se crea un agujero en el discurso
común. Tanto en el nivel de los colectivo como en el discurso común. Tanto en el nivel de lo colectivo como en
el de lo singular, nos encontramos con la impotencia del discurso a la hora de leer el acontecimiento. Es esta
impotencia común que el post-traumatic stress disorder, apreciado por los manuales estadísticos
epidemiológicos de los DSM IV y el ICD-10, intenta reducir a un fundamento biológico universal, transcultural.

La generalización del trauma (extensión clínica del trauma)

La clínica clásica del trauma fue ampliada en esos manuales, más allá de los límites admitidos hasta los años
80.

La ciencia avanza en su descripción de cada una de nuestras determinaciones objetivas, desde la


programación genética hasta la programación del medio ambiente global, pasando por el cálculo de los
riesgos posibles, hacer existir una causalidad determinista universal. El mundo, más que un reloj, aparece hoy
como un programa de ordenador. En la medida en que solo se admite esta causalidad, surge el escándalo de
lo contingente, de lo imposible de programar del trauma. Toma consistencia el síndrome de estrés
postraumático, vinculado a la irrupción de una causa no programable, como la tendencia a describir el mundo
a partir del trauma. Todo lo que no es programable se convierte en trauma. Llega hasta el punto de que en
conferencias de la OMS apuntan a considerar la sexualidad misma como post-traumatic stress disorder.
Nuestro cuerpo no está hecho para ser sexuado, como lo muestra el hecho de que hombres y mujeres se
comportan menos adecuadamente que los animales. Se deduce un trauma incontestable vinculado al sexo.
La sexuación entera como una reacción difícil al trauma.

El PSA freudiano está fundado sobre el abandono de la teoría del trauma de la seducción. Freud pensó
reducir la sexualidad a un mal encuentro. Luego abandono esto y pensó que la sexualidad misma donde
había que encontrar la causa necesaria del malestar en la sexualidad y no en la contingencia.

Después de la 1ra GM, Freud dio un sentido nuevo a los accidentes traumáticos y a las patologías
consecuentes. Hizo de ellos un ejemplo del fracaso del principio de placer y uno de los fundamentos del su
hipótesis de la pulsión de muerte. El síntoma traumático de guerra se caracteriza por poseer un núcleo
constante: durante largos periodos unos sueños repetitivos, que reproducen la escena traumática, provocan
despertares angustiados. Estos sueños contrastan con una actividad de vigilia que puede no sufrir
menoscabo.

Freud fue consultado como experto durante la guerra. Tomo partido contra los métodos de la psiquiatría
alemana de la época. El tratamiento consistía en la aplicación de choques eléctricos completados con una
sugestión autoritaria, destinada a obligar a los soldados a volver al frente en un encuadramiento muy cerrado.

El hecho de haber recibido una herida física no protege de una neurosis de traumática. Síndromes de
repetición, trastornos fóbicos o depresivos fueron las consecuencia de la guerra de Vietnam lo que cambio la
concepción del tratamiento del trauma en psiquiatría. Los psiquiatras americanos volvieron a poner en
vigencia el concepto de stress. Esa movilización de psiquiatras y psicólogos americanos sobre el tema social
de la inserción hizo salir al trauma del círculo estrecho de la psiquiatría militar y se abordo a los fenómenos
clínicos vinculados a catástrofes individuales o colectivas de la vida social.

El segundo factor que trae la extensión del síndrome es la patología propia de las megalópolis de la segunda
mitad del S.XX que actúan en un doble registro:

 Engendran un espacio social marcado por un efecto de irrealidad. Walter Benjamin denominaba a ese
efecto “el mundo de la alegoría” propio de la gran ciudad. Los médicos de comunicación y la televisión
han generalizado ese sentimiento de irrealidad, de virtualidad.

 Del otro lado, el lugar del artefacto es el lugar de la agresión, de la violencia urbana, de la agresión
sexual, del terrorismo, etc.

En EEUU los grupos feministas quisieron hacer reconocer la violación como un trauma, no como un delito de
derecho común, sino como un crimen clínico, que comporta consecuencias subjetivas de larga duración.
Pidieron a los tribunales reparaciones de mayor importe y sanciones más graves.

Ciertas categorías profesionales pidieron reparación por el estrés que sufrían. El sindicato de los conductores
de tren alemanes pidió reparación por el estrés producido por el hecho de que Alemania es el país de Europa
donde más gente se suicida arrojándose bajo los trenes (un suicido cada 5 min.) los psiquiatra que se
ocuparon de los supervivientes descubrieron en efecto el “síndrome de la culpabilidad del superviviente”, con
fenómenos comparables a los de los traumas de guerra: ansiedad y depresión asociados a trastornos
somáticos variados. Frente a una experiencia de encuentro con la muerte que desafía a toda razón, se
producen fenómenos parecidos.

Dos factores intervienen en la extensión clínica del trauma:

 La experiencia psiquiátrica de los traumas de guerra en los países democráticos, en los países en los
que no se abandona a los ciudadanos a la muerte sin palabras.

 Al tomar en cuenta la patología civil del trauma, se extiende la definición de la experiencia


traumatizante a cualquier experiencia que comporte el encuentro de un riesgo importante para la
seguridad o la salud del sujeto. La lista de los peligros mezcla cualquier tipo de catástrofe técnica, de
accidente individual o colectivo, ocn una agresión individual, un atentado, la guerra o la violación.

La energía del trauma

En 1895, Freud anudaba el núcleo de la neurosis con el síndrome de repetición. En la histeria de angustia
menciona el despertar nocturno seguido de un síndrome de repetición con pesadillas. Después de haber
aislado el puro instinto de muerte separa los sueños de repetición y la histeria, y habla, en el síndrome de
repetición traumática, de un fracaso de la repetición neurótica, de un fracaso de las defensas, de un fracaso
del escudo para-excitación.

Cómo releer estas metáforas energéticas freudianas. La cuestión del trauma constituye una piedra de toque.
Aparentemente es el lugar por excelencia de la energía, de la cantidad de efracción.

Cuando modifica el sentido del “traumatismo del nacimiento” de Otto Rank, Freud reincorpora las
concepciones que había considerado en momentos de angustia ante pérdidas esenciales. Distingue la
angustia experimentada en ocasión del nacimiento y lo que corresponde al traumatismo de la pérdida del
objeto materno. Hacer de la perdida necesaria de la madre el modelo de todos los demás traumas. Sobre ese
fondo hay que entender la denegación, de 1925, donde el objeto no ha de ser encontrado sobre el fondo de
una perdida primordial.

Lacan retradujo el Icc freudiano y la pérdida fundamental que le es central en los términos del pensamiento
del S.XX.

Lacan mostro que la tesis de Freud puede formularse así: venimos al mundo con un parasito, al que domina el
Icc. Cuando aprendemos a hablar, hacemos la experiencia de algo que vive de otro modo que lo vivo, que es
el lenguaje y sus significaciones. En el mismo momento que comunicamos nuestras experiencias libidinales,
hacemos el descubrimiento de los limites de esa comunicación, el hecho de que el lenguaje es un muro. Si se
da que no estamos demasiado aplastados por el malentendido, conseguiremos hablar. Pero ya no saldremos
del lenguaje.

En el borde del sistema del lenguaje, un cierto número de fenómenos clínicos responden a la categoría de lo
real. Están a la vez en el borde y en el corazón de ese sistema del lenguaje. El trauma responde a una
tipología que no está simplemente de un interior y exterior. El trauma, la alucinación, la experiencia de goce
perverso, son fenómenos de los que se puede decir que tocan con lo real. También el neurótico experimenta
momentos de angustia que le dan una idea de esos fenómenos y que le arrancan de su tendencia a
considerar la vida como un sueño.

La extensión actual de la clínica del trauma en las clasificaciones psiquiátricas es la consecuencia lógica de la
extensión de la descripción lingüística del mundo, tanto en los modelos científicos como su extensión en las
neurociencias. Pero la cuestión verdadera que se plantea es el del lugar lógico del trauma, en los diferentes
modelos que no son propuestos.
Los lugares del trauma

La cuestión del traumatismo es una cuestión de interior y de exterior, pero las relaciones de esas dimensiones
son complejas.

Lacan propone para dar cuenta de esto, inscribir al lenguaje en un espacio topológico cerrado particular: el
toro. “De querer dar una representación intuitiva suya, más que a la superficialidad de una zona, es a la forma
tridimensional de un toro a lo que habría que recurrir, en virtud de que su exterioridad periférica y su
exterioridad central no constituyen sino una única región.”

Modelo particular que designa un interior que está también en el exterior. Afecta a la concepción de espacio
en general. Nos permite ir hacia “la liberación progresiva de la noción de distancia en geometría” y también de
“distancia” psíquica en relación con un trauma. El toro es la forma del espacio más simple que incluye un
agujero.

El trauma es un agujero en el interior de lo simbólico. Lo simbólico aquí es planteado como el sistema de las
Vorstellungen a través de las cuales el sujeto quiere reencontrar la presencia de lago real. Incluye ahí al
síntoma en su envoltura formal y también lo que no llega a hacer síntoma: ese punto de real que permanece
exterior a una reordenación simbólica, tanto si es síntoma como si es fantasma Icc. Permite figurar lo real en
“exclusión interna a lo simbólico”. El síntoma puede aparecer como un enunciado repetitivo sobre lo real. El
sujeto no puede responder a lo real sino sintomatizándolo. El síntoma es la respuesta del sujeto a lo
traumático de lo real. Punto de real, imposible de reabsorber en lo simbólico, es la angustia entendida en un
sentido generalizado en el que incluye la angustia traumática.

S . R

El tratamiento que se deduce de este modelo es: en caso de trauma, hay que dar sentido a lo que no lo tiene.
Es el tratamiento por el sentido. El PSA se inscribe con otras psicoterapias en una voluntad de no limitar el
trauma a un fuera-de-sentido cuantitativo. Considera que, en el accidente más contingente, la restitución de la
trama del sentido, de la inscripción del trauma en la particularidad Icc del sujeto, fantasma y síntoma, es
curativa.

El psicoanalista es extraño un donante de sentido. Cuida haciéndose una especie de “héroe hermenéutico
singular” de la comunidad de discurso de la que procede. Frente a las diferentes figuras del discurso del amo
de las que el sujeto ha sido expulsado, le hace reencontrar su representante. El PSA se apoya en el Icc como
un dispositivo que produce sentido libidinal. Supone a la vez desconfiar de la inscripción del sujeto en grandes
categorías anónimas y preservar su particularidad. A esta posibilidad de borramiento del trauma, Lacan se
refiere: “el acontecimiento retornara a su valor traumático susceptible de un progresivo y autentico
desvanecimiento, si no re reanima expresamente su sentido”.

“Impulse” a hablar. La función del traumatismo como productor de equivoco. El traumatismo tiene como
consecuencia la de desplazar los límites del discurso. Vuelven a anudar lazos. Se crean nuevos vínculos. En
ese sentido, el analista es un partenaire que traumatiza el discurso común para autorizar al otro discurso del
Icc. No se trata del analista como “héroe hermenéutico”; el analista es aquel que sabe que el lenguaje, en su
fondo masintimo, permanece fuera de sentido. Sabe que “el lenguaje es un virus”. Es un virus que crea
enigma, al cual el sentido del síntoma vendrá a responder. Miller observa que “el sujeto del significado es un
traumatizante del significante”. Traumatizado por lo que Lacan denomina la “no-inscripción de la relación
sexual”. Es lo que denominaba el “trauma sexual”: “entre el significante enigmático del trauma sexual y el
termino al que viene a substituirse en una cadena significante actual, pasa por la chispa, que fija en un
síntoma (…) la significación inaccesible para el sujeto conciente en la que puede resolverse”.
Lacan dice “lo real no existe”. No existe en el sentido de que no hay universal de lo real. Lo real existe para
cada sujeto como lo que viene a oponerse a él, como su pareja, el partenaire-réel. No dice “es en el uno por
uno” (entonces ese real seria sujeto), sino que dice que es “trozo a trozo”. “lo real no existe”, tal como “la
mujer no existe”. Solo hay trozos de real. Es una confrontación con lo real como imposible. No es lo real de
Leibniz, en el que todo es “composible”. Lo real es lo imposible de una modalidad lógica. No todo es posible a
la vez y así es lo que la lógica del trauma pone en relación.

Freud situaba al traumatismo con la perdida de la madre. Lacan lo sitúa con la perdida de la mujer. Lo real se
alimentara con lo que nos queda de acceso al jouis-sens, los 4 o 6 objetos a a los que tenemos acceso.

La originalidad del PSA en el conjunto de las terapias del trauma por la palabra es la de dar testimonio de la
aptitud del síntoma para la invención, solución que responde al trauma de la lengua. Puesto que hablamos,
sabemos que estamos amenazados por acontecimientos como el atentado de Madrid., el 11 de septiembre
del 2001. Fue el encuentro con la voluntad absolutamente mala de un Otro que solo quiere la muerte.

Propongo la creación de una nueva categoría sindrómica, el pre-traumatic stress disorder. Las 20 alertas de
bomba cotidianas que Paría sufrió durante el mes de abril, nos forman para ello. Es más bien la manifestación
de la locura ordinaria del mundo. No se trata de la angustia social generalizada (TAG) en lenguaje DSM, sino
la APT, la angustia pre-traumática, que nos hace aptos para dirigirnos, uno por uno, al PSA para, más allá de
la angustia, hacer frente al trozo de real que nos toca.

Rêgo Barros, R. (2012) El orden simbólico en el siglo XXI (Cap. El duelo y el nuevo objeto, pp. 11-113)
Buenos Aires: Grama Ediciones

Freud en “Duelo y melancolía”, su objetivo es entender la melancolía, saber qué hace que un sujeto deslice su
pasión por la pérdida de un objeto hacia su propia indignidad.

Alphonse de Lamartine expresa la problemática del duelo. Nos presenta la perdida como cuestión: “¡Un solo
ser nos falta y todo esta despoblado!”. Se trata de un momento anterior al trabajo del duelo. Habla de la
pérdida de un objeto sobre el que podría decirse “él era todo para mí” y cuya desaparición parece haber
apagado la luz que emanaba de las cosas.

Freud nos mostro la alternativa: o el sujeto se impone un trabajo de elaboración o se eterniza mediante la
identificación al objeto perdido. O, más aún, mantendrá el mundo de antes de la perdida por la vía de una
alucinación.

En el trabajo de duelo freudiano el sujeto atraviesa un camino en dos etapas: una paulatina reducción del
objeto perdido hacia el común de los objetos y luego, la elección de otro, que pasa a tener la misma
investidura. Es éste el sentido del verbo sustituir. El duelo lleva un tiempo y exige gasto de energía.

Lacan dice: “el duelo consiste en autentificar la pérdida real, pieza a pieza, signo a signo, elemento I
mayúscula a elemento I mayúscula, hasta agotarlos”.

Critica a Freud: no resulta fácil concebir la sustitución del objeto perdido por otro que encaje en la falta del
primero, a pesar de que el trabajo del duelo apunta a particularizar un objeto y con eso rehacer su unidad.
Sería más simple pensar que el trabajo del duelo procura transformar en un vacio aquello que, para el sujeto,
surgió como un agujero en lo real, lo que le hará posible retomar las equivalencias eróticas entre los objetos
del mundo. Al contrario de lo que es “rechazado de lo simbólico retorna en lo real” (….) “el agujero de la
perdida en lo real moviliza el significante”.

Una hipótesis: si Freud nos enseña que en el horizonte del duelo esta el desplazamiento del valor fálico del
objeto perdido hacia un sustituto, en Lacan, en ese mismo horizonte, se produce el surgimiento del deseo del
analista, que implica la existencia de un duelo propio del acto analítico.
El trabajo del duelo puede compararse con una ascesis: el sujeto y no solamente el objeto, sale transformado
de allí. Se impone un trabajo de interpretación del propio duelo y de la experiencia subjetiva de la perdida. Se
transforma el estatuto de la perdida.

Terminando el trabajo del duelo:

- el objeto freudiano es heredero del objeto perdido y es objeto de investidura y;

- el objeto lacaniano es lo que resto del eclipse del brillo fálico; se trata de un objeto nuevo que será causa de
deseo.

En la experiencia de análisis, Silvia Salman se confronto con un objeto –representado por su analista- que
parece corresponder a ese real: ella le dio el nombre de objeto extraño. Es un objeto que no surge de la
acumulación progresiva de experiencias, sino de repente. El analista permite que la analizante responda a la
pregunta que impone cualquier pérdida, inaugurando un nuevo tiempo: ¿y ahora? Se ve aquí como la
interpretación del analista consigue inyectar la dimensión de lo extraño, que se encontraba desde el inicio
aunque encubierta por amor. Se posibilita una buena manera de desprenderse de la transferencia.

Un trabajo de duelo que va desde el amor a su “envés” –según Miller- desde donde surge un nuevo objeto,
como:

-extracción de un objeto que “se encontraba desde el inicio” pero el sujeto no lo sabía y;

-revelación del algo inédito: el acceso del sujeto al deseo del analista, que le permitirá ocupar el lugar de
objeto para algún otro.

Suarez, E. (2010). Éteros 3, Revista de la Cátedra de Psicología Clínica de adultos. (La novia perfecta)

Porque no hablar de la evaluación como dispositivo que produce un nuevo nombre del padre. El dispositivo de
evaluación tiene una función indentificatoria (Milner y Miller, 2005). El sujeto evaluado adquiere un nombre,
una marca que lo diferencia de los no evaluados. Podríamos ubicarlo como un nuevo nombre del padre
porque promete sacar al sujeto, considerado individual o colectivamente, de la angustia. Si usted está
angustiado porque no sabe el valor de su existencia para el otro, solo tienen que hacerse evaluar y si
consigue una buena calificación, podrá permanecer en su seno.

La angustia ante la posibilidad de quedar fuera del mercado precipita a la evaluación.

Miller no se habla de las implicaciones del ”consentimiento” a ser evaluado. Que ocurre cuando se ha
prestado consentimiento a ser evaluado. Salir de la angustia por la evaluación pero entrar en la angustia por la
evaluación: “la evaluación culmina en un Yo me condeno a que me corten la cabeza, me condeno a la
desocupación yo mismo, bajo la certeza y doy mi consentimiento, no valgo mucho, estaba de más en la
empresa, ¿Por qué no en esta tierra?”.

Milner hace una referencia clínica con el termino enmerdant traducido como fastidio, fastidio máximo cuando
somos objeto de los procederes burocráticos. Es un hecho común las obsesiones producidas por la angustia
de que nuestro tramite no corra, que nuestro examen no sea aprobado, siempre esta esa tensión en relación a
la burocracia.

La novia perfecta son palabras de una paciente. Ella misma describía sus reacciones de angustia
desesperada ante la calificación de su pareja. Calificación de su mascarada, aunque esta no se reducía al
cuerpo (cabello, peso, etc.) sino también a su respuesta intelectual, cultural, su espontaneidad ocurrente, su
rendimiento laboral. Era sincero y objetivo, así que no ponía más de 8. Se sucedían peleas, escándalos,
reconciliaciones.

Dice Laca: “Es para ser el falo, es decir el significante del deseo del Otro, para lo que la mujer va a rechazar
una parte esencial de la feminidad, concretamente todos sus atributos en la mascarada. Es por lo que no es
por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada”.

La mascarada femenina en su sentido clásico es la identificación a ser el falo. Pero para ubicarse bajo la
identificación fálica una mujer rechaza una parte esencial de su femineidad. Ella resigna una parte esencial en
tanto mujer para consentir al ser objeto del fantasma de un hombre. Este rechazo tendrá un retorno porque la
fabricación de la mascarada va a pasar a ser un don de amor. Ella dará lo que no tiene. Pretenderá ser amada
por lo que no es. Es por eso que una falta de atención de parte de aquel a quien ella le dedica su mascarada
puede connotar una ofensa, puede significar una falta de amor.

“la femineidad como mascara”, articulo de Joan Riviere escrito en 1929 parece sensible a algo que capta que
podría constituir un nuevo paradigma clínico. Se refiere a un tipo particular de mujer intelectual. Se trata para
ella de una nueva clínica, que no entra en el modelo (de Ernest Jones) mujer de tipo homosexual o mujer de
tipo heterosexual, sino de una forma intermedia. Las mujeres intelectuales entraban en la categoría de
homosexuales o “machonas”. “En el medio universitario o científico, como en el mundo de los negocios se
encuentran constantemente mujeres que parecen responder a todos los criterios de una femineidad
realizada”. Muy femeninas, pero esta femineidad va a transformase en una mascarada particular. Aun en el 29
participan de las más altas exigencias de rendimiento: “son buenas esposas, excelentes madres, amas de
casa competentes, participan de la vida social y cultural, se preocupan por su apariencia. Pero al mismo
tiempo son capaces de asumir responsabilidades de su vida profesional, ctan bien como cualquier hombre”.

El rasgo característico de esa femineidad es la excelencia en todas las áreas. “uno se ve en serias dificultades
para clasificar, desde el punto de vista psicológico, un tal tipo de mujeres”, dice Riviere. Esta aislando en 1929
una clínica que podríamos llamar la de la mascarada Evaluada.

Nos presenta un caso que responde a ese tipo de mujer pero nos muestra como en esa posición presentaba
una serie de síntomas. Se trata de una mujer de nacionalidad americana profesionalmente dedicada a una
carrera militante que la obliga a hablar y a escribir. Toda su vida había sufrido angustia, muy intensa, que se
manifestaba después de cada una de sus apariciones en público. A pesar de su éxito, de sus cualidades
intelectuales y sus dones pacticos, era presa en la noche siguiente, de un estado de excitación y de
aprehensión, de un temor de haber cometido un error o una torpeza y sentía una necesidad obsesiva de que
la afirmaran. Necesidad de que le confirmen que había estado bien. Eso constituía todo un lazo con los
hombres.

Esto me hizo poner en serie este caso con el de mi paciente “la novia perfecta”, como aquella que demanda al
partenaire masculino una calificación. ¿Cómo estuve? ¿estuve bien? Considerar esto como una maniobra
narcisística o de seducción es secundario, porque es más bien una búsqueda de confirmación que se hace
desde la angustia.

Otro caso es el de una mujer inteligente, casada y madre de familia, maestra de conferencias en la
Universidad n una rama difícil en la que hay pocas mujeres. Cuando tenía que dictar un curso ante un
auditorio de colegas se vestía de modo muy femenino. Aquellos estaban en posición de poder calificarla.

En estas mujeres la mascarada se desarrolla en un dispositivo que parece ser un dispositivo de evaluación. Y
la idea es que los fenómenos relativos a la angustia, las inhibiciones y los síntomas están determinados por
ese hecho.
La idea de mascarada retomada por Lacan para designar cómo una mujer adopta las vestiduras fálicas para
hacerse objeto del deseo de los hombres “producirse”, es producirse como objeto plus de gozar, si la
tomamos en términos del discurso del amo:

 Pensar ese “producirse” con la expresión de Lacan en el Seminario 17 como producirse en el sentido
de encarnar una unidad de valor, así que además de bella e inteligente, deberá ser excelente en cada
cosa en la que se la pueda medir.

 Las consecuencias suceden en la evaluación, son una caída de la escena pues la escena solo
subsiste si se corre por el camino del éxito. Era el camino de mi paciente. Un camino bipolar por
definición, cuando salía bien calificada desbordaba de alegría, cuando no, venia deprimida. Confiesa:
“quiero ser la novia perfecta”. Luego de estos ceden los escándalos y reclamos a su novio, con el
correr de las sesiones, pasa a un sereno, diría, frio, “es cierto que quería ser la novia perfecta, pero él
nunca me quiso”. Así que termina cortando esa relación.

 El puntaje obtenido como resultado de la evaluación no sirve como signo de amor. Esa era la
pretensión de esta novia perfecta. Entiendo que cuando vacila ese ser es que puede pasar a una
consideración diferente de su lugar en el deseo del otro, a una consideración del amor en otros
términos. Ya no es pedir que se la confirme en el lugar de la novia perfecta. Se trata de verificar si
puede o no considerarse amada. Como saber si me ama o no, hay un problema de saber en juego. Lo
decisivo es el saber que consigue el propio sujeto a partir de la puesta a prueba del deseo del otro.

Skriabine, P. (2006) La depresión, ¿felicidad del sujeto?

La clínica psicoanalítica refuta la entidad “depresión”. Sin embargo, el término no deja de insistir en la época.
El psicoanálisis no se engaña en cuanto al intento de enmascarar bajo ese concepto una clínica sin sujeto.
La multiplicidad clínica que engloba el concepto difuso de depresión llega en este texto al estatuto de
formalización teórica: la relación entre el afecto depresivo y el goce. Tomando en cuenta los distintos modos
en que puede presentarse este goce: plus de goce, superyó, trabajo de duelo, cobardía moral, identificación
melancólica al objeto, desinvestimiento libidinal, deflación fálica, el autor logra situar una clínica diferencial
de la depresión.

1 .Clínica psicoanalítica y depresión

La clínica refuta toda idea de una entidad que se pueda nombrar "la depresión". Sin embargo, este término
invade el discurso común contemporáneo y los medios de comunicación; está más que nunca presente en el
lenguaje de la medicina y de la psiquiatría, de la psicología, como en la palabra de los sujetos que vienen a
hablarnos. A esta queja el psicoanálisis sabe aportarle respuestas, una por una. Justamente porque el
psicoanálisis rechaza la depresión en tanto tal.

La clínica del psicoanálisis es capaz de distinguir, de diferenciar de manera precisa una multitud de
manifestaciones depresivas y de poder explicitar las causas estructurales. Lo que enmascara la noción
tramposa de depresión, al rebajar esta multiplicidad bajo una capa indiferenciada, es que no recubre nada
diferente que el dominio de eficacia de los antidepresivos. Se demuestra cómo el desarrollo de un conjunto
de disciplinas científicas que concurren al progreso, cierto, de la farmacología, se acompaña de la regresión
a una clínica que de golpe se empeña en olvidar al sujeto.

La clínica psicoanalítica antepone una articulación estructurada de cada caso, y de este modo permite una
abordaje diferencial al despejar lo que es paradigmático y abre a una referencia transmisible. Se refiere a la
estructura clínica que vale para cada sujeto: neurosis, psicosis o perversión; examina el modo de implicación
de este sujeto en la manifestación depresiva de la que se queja, que puede reflejar tanto un momento como
una posición, incluso un estado; interroga el estatuto de estos fenómenos depresivos que, si en todos los
casos se presentan como afectos, no se elevan a la dignidad de síntoma; destaca el alcance ético de estas
respuestas del sujeto: ceder en la posición simbólica, sustracción ante la pérdida, renuncia pulsional, o
manifestación desesperada frente a un imposible de soportar…

La clínica psicoanalítica interroga la manera particular en la que cada sujeto, a través de los efectos
depresivos que padece, intenta acomodar su relación a lo que llamamos el goce, término lacaniano que
designa el más allá del principio del placer, o, si se quiere, la libido freudiana en tanto que ella también va,
paradojalmente, contra la vida, y que el sexo es en sí mismo indisociable de la muerte.

Freud y Lacan

Las dos grandes referencias que nos orientan en esta clínica de las depresiones en Freud y Lacan. Ellas
ponen como causa la relación del sujeto al goce.

Freud aborda la cuestión en "Duelo y melancolía". Los afectos depresivos acompañan el trabajo de duelo,
que tiene por función simbolizar la pérdida del objeto y operar una redistribución de la libido. La pérdida del
objeto, así como la conclusión del trabajo de duelo, alivia al sujeto del peso de este objeto. Cuando el sujeto
no logra realizar esta pérdida, efectuar esta separación, sufre efectos depresivos.

Freud presenta esta lucha del yo y del objeto: o bien el yo triunfa a través del duelo, o bien es la sombra del
objeto que cae sobre el yo, y es la melancolía. El sujeto se encuentra entonces identificado al objeto como
desecho, rechazo; el objeto no funciona para él más que como objeto de goce con el cual se confunde, y no
como objeto causa del deseo. El objeto no es más separable, no entra más en el juego de conjunción-
disyunción, es puro lastre de goce en la melancolía, o se encuentra fuera de función en el acceso maníaco.

Lacan, en "Televisión", trata la cuestión del afecto con la serie: angustia, tristeza y gay sÞavoir. La tristeza,
que se califica, dice él, de depresión, "es simplemente una falla moral, una cobardía moral, que no cae en
última instancia más que del pensamiento, o sea, del deber de bien decir o de reconocerse en el
inconsciente, en la estructura […] por poco que esta cobardía, de ser desecho del inconsciente, vaya a la
psicosis, es el retorno en lo real de lo que es rechazado, del lenguaje; es por la excitación maníaca que ese
retorno se hace mortal."

Se trata de una sustracción, de una falta simbólica, de una renuncia del sujeto que cede en su deseo frente
al goce, que deja lo simbólico para dejarse llevar al goce, y esto lo afecta bajo el modo depresivo.

Una clínica diferencial de la depresión

Necesidad de un abordaje diferencial de la depresión, que es la del psicoanálisis; por eso también la
difracción del significante "depresión" en la clínica freudiana y lacaniana: duelo, angustia, inhibición, pasaje
al acto, rechazo del inconsciente, melancolía, derelicción, tristeza, cobardía moral, asco de sí, dolor de
existir, por no citar sino algunos de los términos que reflejan diferentes aspectos que asumen las
depresiones.

La clínica psicoanalítica tiene entonces que dar cuenta en términos de estructura de cada una de las muy
diversas formas de depresión que encuentra, es decir que se debe elaborar cómo cada sujeto se inscribe,
con su sufrimiento, en modos de funcionamiento articulables. Atañe, por ejemplo, a las maneras en las que
el sujeto se sostiene en la función de la castración, en la que él sitúa su relación al objeto, o también en la
que él se posiciona en cuanto al Otro, y esto tanto en lo que concierne a la queja que, llegado el caso, lo
lleva al psicoanálisis, como los efectos depresivos que pueden producirse en el curso de la experiencia
analítica misma.

2. Felicidad del sujeto y depresión

Primero, ¿el ser hablante estaría estructuralmente predispuesto a la depresión, y el sujeto no encuentra en el
afecto depresivo su felicidad, es decir el plus-de-gozar en el que se sostiene? Segundo, ¿en qué goce y
depresión son solidarios, lo que es, parece, especialmente manifiesto en nuestro mundo contemporáneo? O
aún más: por un lado, ¿la depresión no aporta al sujeto un goce del que se satisfaría particularmente bien? Y
por otro lado ¿sostenerse en el goce no se paga con depresión?

Cuando el sujeto cede en su deseo por el goce, se deprime; es la depresión estructural de la neurosis,
versión de la cobardía moral, son los trastornos del humor en la psicosis cuando este ceder va hasta el
rechazo del inconsciente. Cuando el sujeto cede en su goce, en el registro del duelo, de la pérdida de objeto,
o de la mutación de goce que se produce al fin del análisis, ante el trabajo de simbolización que se necesita,
el sujeto se deprime. El sujeto sufre bajo el modo depresivo, de su alienación al Otro. Pero que él se encierre
en el registro del Uno, es el aburrimiento del sujeto moderno. Entonces, ¿el ser hablante estaría por
estructura predispuesto a la depresión, o es lo propio del sujeto moderno?

La depresión es un fenómeno moderno por la extensión que ha tomado este significante, contemporáneo al
nacimiento del psicoanálisis. Sin embargo, los afectos depresivos han existido siempre, y no solamente en
las sociedades tocadas por el discurso de la ciencia.

El sujeto ¿estaría estructuralmente predispuesto a la depresión por el hecho mismo que hay falta de
significante y de ser, o al contrario por el hecho de que algo viene a colmar dicha falta? Porque sin embargo,
Lacan insiste, el sujeto es feliz. "El sujeto es feliz". Es incluso su definición puesto que no puedo deber nada
sino a la suerte (heur), dicho de otra manera a la fortuna, y que toda suerte le es buena para lo que lo
mantiene, o sea para que él se repita." El sujeto es feliz en todas las modalidades de su encuentro con el
objeto, ya sea bajo el signo de la angustia, de la tristeza o delgay scavoir, porque este objeto no es otro sino
lo que presentifica el plus-de-gozar en el que se sostiene, el objeto perdido que busca reencontrar en la
repetición.

El afecto depresivo es una de las modalidades de cierto encuentro con el objeto, y por consiguiente, con el
modo de goce. Y si los sujetos, en nuestras sociedades modernas, son tan sensibles, justamente, ¿esto no
se debe, como lo observa Lacan, siempre en "Televisión", al extravío y a la precariedad de nuestro modo de
goce contemporáneo, "que desde ahora, no se ubica más que del plus-de-gozar"?

El plus de gozar contemporáneo

La función del plus-de-gozar, Lacan la construyó, de acuerdo al modelo de la plus-valía, en su Seminario "De
un Otro al otro". Lo introduce para el ser hablante, por el hecho mismo que habla, el goce se encuentra
aparejado al significante y por esto mismo debe plegarse a la renuncia forzada a un goce, a partir de
entonces mítico, el goce sexual, aquel que escaparía a los desfiladeros del significante, que se encuentra
interdicto al ser desde el momento en que habla. Remarquemos que es la definición lacaniana de la
castración.

La repetición, que llama al retorno del goce perdido, es la marca de esta pérdida. Pero queda un goce
residual, que pasa por el lenguaje, que entonces es solidario de la función del deseo. Es el goce pulsional, el
que falla el objeto pero que porta la marca. Es este que Lacan designa plus-de-gozar, que suple la pérdida,
que compensa, que es una ganancia recuperable. Pero cuando se tiene, este goce en más, urge
despilfarrarlo, agrega Lacan.

Este plus-de-gozar que anima al sujeto, es de lo que él se sostiene; es necesario para que la máquina
marche, señala Lacan en la misma época. Pero no demasiado: porque entonces el sujeto queda librado a la
glotonería de un superyó feroz que exige de él que renuncie a esta satisfacción pulsional y entonces ceda en
su deseo; es precisamente, la causa misma del malestar en la cultura tal como Freud lo analiza.

Esta renuncia a la pulsión, al goce de la pulsión, que es la exigencia de este superyo, Freud muestra, que
lejos de apaciguar esta exigencia, por el contrario la refuerza.

Pese a la renuncia, él dice, el deseo persiste y no puede ser disimulado al superyo, a partir de esto se
desarrolla un sentimiento de culpa, lo que explica por ejemplo que la severidad de la conciencia moral es
tanto más grande cuanto más virtuoso es el sujeto.

Allí se aloja esta glotonería del superyo que no se nutre sino de estas renuncias a un goce pulsional, a este
goce en más, plus-de-gozar del que el sujeto debe efectivamente separarse.

La subversión así introducida por el sujeto que viene a la posición de amo, tiene por consecuencia el
desmoronamiento de la función reguladora del goce, del discurso del amo.

El amo sustraía al sujeto el plus-de-gozar, haciendo de barrera al goce, manteniendo al sujeto siempre a
distancia de este plus-de-gozar, siempre deseante y a la espera de una posible satisfacción por venir. Esta
función de parapeto, que limitaba las posibilidades del sujeto de caer bajo el imperativo superyoico que
fuerza a ceder en su deseo, es así sustraída por la alianza de la ciencia y del liberalismo, que permite al
sujeto recuperar el plus-de-gozar.

Plus-de-gozar mismo alcanzado por esta ciencia que hace entrar el fantasma en lo real, y súbitamente
desarreglado.

El sujeto puede rechazar este plus-de-gozar en la elección ética de una abstención desesperanzada, lo
notaba Colette Soler "estos deprimidos […], los anoréxicos del año 2000, los nauseosos del plus-de-gozar.

Ilustraciones clínicas

Del campo de la neurosis.

Un sujeto que llega a desinteresarse de todo; no tiene más deseo, su deseo está impedido. Permanece
postrado, ha desinvestido los objetos, dicho de otro modo, (-„) no se desliza más bajo el (a), lo que puede
escribirse:

Un sujeto no desea e inviste los objetos sino en tanto le faltan, si están en función en el fantasma que
sostiene el deseo. Nuestro sujeto, él, no es víctima de la falta. Cuando vino la depresión a hacer ersatz a su
deseo impedido, es que la falta vino a faltarle. Acá reconocemos la definición, que debemos a Lacan, de la
angustia.

¿Cuál es entonces este parentesco entre angustia y depresión? Es como evitamiento, alternativa frente a la
angustia, que se presenta la depresión. Como en la angustia, no es la falta del objeto, sino su presencia
inminente que alcanza y afecta al sujeto. Pero en vez de sufrir la amenaza de efracción de un goce
insoportable del cual la angustia es señal, el sujeto domestica el objeto –o más exactamente la presencia
insoportable y angustiante del objeto- plus-de-gozar; recupera el plus-de-gozar: a ¯$, al precio de haber
cedido en su deseo.

Un sujeto librado a su modo de goce, feliz como lo es por esencia el sujeto, y esta posición constituye el
punto de impasse donde no deja de chocar la histérica y en la que se complace el obsesivo.

Punto de pasaje en el recorrido del analizante – no siempre punto de fin del análisis -, cuando el sujeto
adviene a separarse de la cadena significante y se reconoce como el objeto que ha sido en el deseo del
Otro. Lacan subrayó la connotación depresiva que marca estos momentos cruciales.

Pero se conocen los efectos catastróficos de la confusión de esos momentos de separación con el fin mismo
del análisis, que implica un paso más y tendría más bien que connotar el entusiasmo.

En el campo de la neurosis, es el juego de la conjunción y de la disyunción del sujeto y el objeto, el losange,


lo que se encuentra como causa, bajo modos diferentes. En la neurosis, cuando esta distancia, este juego,
del sujeto y del objeto queda abolido o no se regula más por la mediación del fantasma, los afectos
depresivos surgen en el esfuerzo del sujeto por instrumentar el goce por el plus-de-gozar es la "cobardía
moral".

En la psicosis, donde la regulación de la puesta a distancia del objeto (a) no funciona. En la melancolía, el
sujeto cae bajo la sombra pesada del objeto, no sabe separarse de él y va hasta alcanzar definitivamente su
estatuto de desecho en el pasaje al acto melancólico, haciendo estallar en pedazos el marco inoperante del
fantasma. En el acceso maníaco, el sujeto no tiene más el lastre del objeto y encuentra sin su interposición
la ley pura y mortal del significante. En los dos casos, el goce al cual se involucra es mortífero, porque, en la
psicosis, el sujeto no sabe hacer del objeto plus-de-gozar.

No hay clínica psicoanalítica particular de las depresiones, sino la clínica psicoanalítica.

Lacan, J. Libro 10. LA ANGUSTIA (1962-1963) IX “Pasaje al acto y actingout” El pasaje al acto tiene dos
condiciones: 1) identificación absoluta del sujeto con él a (me identifico con el algo que completa al otro pero
los demás me dicen que no soy nada para ellos. Ej. Caso de joven homosexual). 2) confrontación del deseo y
la ley (del padre).

El aislamiento de a se produce a partir del Otro, y es en la relación del sujeto con el Otro que se constituye
como resto.

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a 0

El sujeto tachado por su parte, único objeto al que accede nuestra experiencia, se constituye en el lugar del
Otro como marca del significante. El dejar caer es correlato esencial del pasaje al acto. Es visto desde el lado
del sujeto.

La angustia tiene el carácter de ser lo que no engaña. La angustia (desde el último pensamiento de Freud) es
señal en el yo. La angustia debe estar en algún lugar del yo ideal. Freud califica con el término regresión al
paso del amor a la identificación. Pero en esta regresión, a, permanecer como lo que es, instrumento. Es con
lo que sé puede tener o no.

Si bien es posible definir a la angustia como señal, fenómeno de borde, en el yo cuando el yo está constituido,
esto seguramente no es exhaustivo. Lo encontramos de nuevo muy claramente en fenómenos que se hallan
entre los más conocidos que acompañan a la angustia, los designados como fenómenos de
despersonalización. Fenomenológicamente, la despersonalización empieza con el no reconocimiento de la
imagen especular.

Si la relación que se establece con la imagen especular es tal que el sujeto está demasiado atrapado en la
imagen para que este movimiento sea posible, es que la relación dual pura lo desposee de su relación con el
Otro con mayúscula.

Todo lo que es actingout debe oponerse a lo que es pasaje al acto

En el caso de homosexualidad femenina, mientras que la tentativa de suicidio es un pasaje al acto (se tira
bajo el puente), toda la aventura con la dama de dudosa reputación elevada a la función de objeto supremo es
un actingout. Mientras que la bofetada de Dora es un pasaje al acto (porque la reduce a un objeto de deseo o
a no ser un objeto del deseo), todo su comportamiento paradójico con la pareja de los K, que Freud descubre
enseguida con tanta perspicacia, es un actingout.

El a. o es esencialmente algo, en la conducta del sujeto, que se muestra. El acento demostrativo de todo, es
su orientación hacia el Otro, debe ser destacado. En el caso de homosexualidad femenina, Freud insiste en
ello, la conducta de la chica se exhibe ante los ojos de todos. Es en él, que el deseo, para afirmarse como
verdad, se adentra en una vía en la que sólo lo consigue, sin duda, de un modo que llamaríamos singular si
no supiéramos ya por nuestro trabajo aquí que la verdad no es la naturaleza del deseo.

Tratándose del síntoma, está claro que la interpretación es posible, pero con una determinada condición
añadida, a saber que la transferencia esté establecida. En su naturaleza el síntoma no es como el que llama a
la interpretación, puesto que demasiado a menudo se lo olvida, lo que el análisis descubre es que en el
síntoma no es llamado al otro, no es lo que muestra al otro. El síntoma por su naturaleza, es goce revestido,
no los necesita a ustedes, se basta a sí mismo.

A diferencia del síntoma el actingout, es el esbozo de la transferencia. Es la transferencia salvaje.

Se hacen muchas cosas, para evitar los actingsout en sesión. También se les dice a los pacientes que no
tomen decisiones esenciales para su existencia en análisis. Es un hecho que, allí donde tenemos influencia,
existe cierta relación con lo que se puede llamar peligro, ya sea para el sujeto, ya sea para el analista.

CUERPO Y SUBJETIVIDAD: Hacia una nueva relación entre Trauma e Interpretación (Suarez)
En la práctica analítica uno se da cuenta de que hay palabras que incitan y otras que no. Es lo que se llama
interpretación. (Lacan, 1974)
Introducir para el ser hablante algo que está fuera de lo que puede imaginar y también de lo que puede decir, ha sido el
papel del trauma para el psicoanálisis desde Freud. El trauma ha servido como lugar para ubicar el horror pero también,
el lugar donde se aloja un trozo de real para cada ser hablante.
No se trata de un acontecimiento producido en el mundo exterior del cual el sujeto resultaría pura víctima, tampoco en
un virtual “yo interior” que lo colocaría como culpable sin remedio; más bien nuestra perspectiva consiste en pensar al
trauma como aquello lo confronta con una extimidad1. La extimidad de lo real, que se introduce desde el principio
cuando el verbo afecta su cuerpo.
Se trata para nosotros de una tesis central en cuanto a la orientación de la cura porque implica de entrada, al sujeto y a
su responsabilidad. Esto significa que por ajeno que le resulte el hecho traumático, y aunque ignore el punto íntimo de
su ser sobre el que ha impactado, ello le concierne y le servirá para enmarcar el lugar de lo real y explorar los modos
singulares de vérselas con sus consecuencias. Dicho de otra manera, si el trauma tiene alguna elaboración analítica es
porque el análisis permite recortar algo que el sujeto puede extraer, en su beneficio, de ese encuentro.
El sentido
La ampliación de la clínica que aborda el psicoanálisis hizo que la operatoria por la palabra se extendiera al trauma
mismo. Antes horizonte, punto final o extremo causal, ahora devenido objeto mismo de tratamiento.
Por su parte, la práctica de la interpretación históricamente se baso en la estructura metafórica del síntoma y se resolvía
como un desciframiento.
Ahora bien, estas operaciones aplicadas ahora al trauma, toman la forma de una reconducción al sentido. Se trata en
esta perspectiva de cómo inscribir al acontecimiento en una trama, en una historia, o en una cadena causal prolongado
el trabajo del sujeto mismo. En efecto, la elaboración espontánea del traumatismo, tiene como primer paso la búsqueda
de sentido, “Por qué, por qué a mí”, y es el punto de partida para cualquier psicologización del acontecimiento definida
como una orientación al restablecimiento del sentido agujereado.
Reestablecer el sentido perdido permite la reducción de la angustia. Es la eficacia de la articulación allí donde se produjo
una desarticulación, pero siempre quedará un resto de este trabajo que anticipa el retorno de aquello que no se deja
articular y con ello, el retorno de la angustia como suplencia del sentido que fracasa. La orientación Lacaniana
Tal como señala Eric Laurent en su artículo “El revés del trauma” (Lauret 2002), la orientación Lacaniana propone tomar
el trauma del lado de su revés.
Si nos preguntamos por el tratamiento del trauma y solo contamos con la interpretación, nos vemos llevados a pensar si
la clínica del trauma redefine en algo el ejercicio de la interpretación.
La interpretación en la última enseñanza de Lacan se vuelve radical por dirigirse a lo real fuera de sentido. Se trata para
nosotros de una definición hecha sobre el modelo del trauma, en tanto este consiste en una emergencia fuera de
sentido que afecta al cuerpo y hace fracasar las defensas.
La interpretación por el sentido que iba del síntoma al fantasma, abordada ahora a propósito del trauma afecta al
cuerpo por la vía de la resonancia.

Dos concepciones del trauma (José María Damiano)


El trauma como tyché se diferencia y se opone al funcionamiento del Inconsciente freudiano y sus leyes que
trabajan en pos el Principio del Placer en su hermandad con el Principio de Realidad; se opone a la armazón de ese
aparato significante anudado por el Nombre del padre y el falo y se opone también a la repetición como retorno de los
mismos significantes, como ley determinística del sujeto.
Desde la perspectiva del trauma el llamado sistema Inconsciente, aboga en favor del sueño, del dormir incluso
en la vigilia; dicho de otro modo participan de la función de la fantasía en tanto velo y barrera de lo real. Un real en el
trauma en tanto tal viene a agujerear ese sistema indicándonos una dimensión más allá del Principio del Placer
extendido, y es identificado con la función del despertar.
Hay dos maneras de situar y concebir ese trauma y el aparato de ficción que le responde según coloquemos en
el trono al Inconsciente y su Principio del Placer – Realidad o su más allá que Freud identificó con la pulsión de muerte
por la compulsión a repetir el trauma.

1Que no es ni interior ni exterior. Algo que es ajeno pero a la vez íntimo


Lo femenino: una política para la histeria – Eduardo Suarez
Este trabajo pretende aportar una primera exploración de Lacan de la salida del sujeto del discurso histérico.

Un mérito diferencial

La ausencia de relación sexual es uno de los axiomas centrales de la enseñanza de Lacan. Esta perspectiva supone la
exploración de todo un campo clínico que se abre másallá del padre, donde adquirirán un peso diferencial las nociones
de semblante y goce, como estructurantes de la sexuacion y las relaciones entre los sexos.

Tesis inicial: gracias a la intervención de la histeria la ausencia de relación se registra al nivel del lazo social. Lacan le
otorga un mérito fundamental al discurso histérico por el hecho de que intenta mantener a nivel del lazo social la
pregunta por la relación sexual. A diferencia de esto, el discurso del amo como lazo predominante reduce esa relación a
la del sujeto con el objeto; a la relación fantasmàtica. El discurso histéricodirá la verdad sobre esa relación: la relación
sujeto-objeto reporta insatisfacción en la medida en que el objeto no puede identificarse a lo femenino. La histeria, a
través de sus intrigas, sus protestas y movimientos sintomáticos, invierte sus esfuerzos en mantener lo femenino a
distancia del objeto, y posibilita que en el lazo social la mujer se sostenga como polo de una relación posible entre los
sexos.

A nivel del discurso la histérica, en el lugar del agente, instituye la relación sexual como enigma e interpela al amo
tratando de hacerlo trabajar en ello sin cesar. Para esto, luego de llamar su atención, de causar su deseo (de seducirlo),
le sustraerá el objeto que podría procurarle satisfacción para dejar en su lugar un vacío. “Huelga del cuerpo” el cuerpo
es ubicado como objeto en un lugar inaccesible, el del lugar del misterio de la verdad. El amo le hará pagar el precio al
intentar reintroducirla en su orden, mientras ella, se desplazará por sucesivas chicanas escapando de las encerronas con
la fuerza de sus síntomas.

Lacan critica la práctica del análisis con una concepción derivada de esa posición del amo, advirtiendo a los analistas
llamándola “prejuicio” cuando se transforma en la posición que comanda la cura, y la interpretará como el ideal de la
reducción del objeto a al Uno del significante. El análisis muestra que esa reducción es imposible, que siempre quedará
un resto y que, en la relación analítica, ese resto debe preservarse para que pueda tomar otro valor.

Impasse del discurso

Lo que constituye un mérito del discurso deja a la histeria en un impasse. El callejón sin salida del sujeto femenino al
final del análisis.

Por un lado, la histérica se opone al falo como semblante bajo la forma tanto del ser como del tener, pero por otro, se
afirma en reclamarlo. La decepción de Freud es por el hecho de que la histérica no se separará del falo durante el
análisis. Según Lacan, no es cualquier falo del que no se separa, sino del falo ideal, de aquel que prometería la relación
sexual. En su teatro fantasmatico es que portado por el hombre de su identificación viril, y encarnado por La mujer de su
identificación histérica.

El fantasma histérico y la botella de Klein

Pasar por un hombre para alcanzar a una mujer en su goce resume el fantasma histérico en su tipicidad. Como todo
fantasma implica, por una parte, la relación de un sujeto con un objeto y, por otra, que el sujeto en él ocupa varios
lugares a la vez.

El goce suplementario, femenino, no está ligado a ningún fantasma, y el falo como semblante, no toca al cuerpo
femenino más que a título de objeto a.
No es donde se cree sino en su estructura de sujeto donde la histérica conjuga la verdad de su goce con el saber
implacable que ella posee de que el Otro apto para causarlo es el falo, es decir su semblante. Ese falo aparece en la
fantasía histérica provisto de virtudes “reales”, es decir, dotado de la potencia de tocar el cuerpo femenino. Lacan
objeta la figuración del goce femenino en la relación sexual y la separa de todo sueño de fusión o autocompletamiento
narcisista con el partenaire.

El partenaire analítico, introducción a una mujer.

El análisis deberá dirigirse a reducir la clínica lujuriosa, a aplacar el teatro sostenido de la verdad, para extraer de allí la
función lógica del deseo y por una operación de vaciamiento que se irá produciendo paulatinamente, que se irá
despejando una función en su lugar. F(x) le servirá al sujeto de índice de que no hay ni habrá ningún valor, en el lugar de
la variable, que pueda saturar definitivamente la función del deseo.

Hará falta un paso másaún para que deseo del analista y deseo histérico deban separarse. En ese lugar abierto se
revelarán para el sujeto los significantes con los que ha intentado suturarlo (“todos los caviares y salmones ahumados
para la bella carnicera”). Todos ellos pasarán ahora a encarnar el signo de un impasse lógico, de un imposible purificado.
Es ese mismo deseo histérico el que, al sostener en su movimiento a La mujer, erigió a esos significantes en los
representantes que promovieron la serie de identificaciones a la Otra mujer.

Propuesta de Lacan para una nueva política de la histeria: Un ligera torsión desde La mujer hacia una mujer.

Si por casualidad le interesa la relación sexual es preciso que se interese en este tercer elemento, el falo. Toda su política
girará hacia lo que llamo tener al menos uno (Lacan, 1971)

La histérica y su partenaire: El hommoinzin

No va de suyo que una mujer se interese en la relación con el otro sexo, se trata de una cuestión de carácter
contingente, no necesario, que se evidencia cada vez más en la clínica actual.

Su política se orientará a encontrar un hombre. Si lo masculino solo se sitúa en el falo por su relación al universal, para
hacer lo propio con el lado femenino será en cambio necesario que esta función se singularice. Es para eso que se
requiere una política, es decir, una orientación que en el alzo social dirija al sujeto a obtener un hombre en singular.
Lacan nombrará a ese hombre con un neologismo: hommoinzin. Se trata del hombre “al menos uno” a partir de una
mujer que con él se relacione.

Delinear esta salida del discurso histérico conduce a los primeros planteos de las fórmulas de la sexuaciòn. Leída desde
la teoría de la sexuaciòn, la aporía histérica se traduciría como la pretensión de alcanzar a la mujer universal por la vía de
la identificación al hombre. Pero por tratarse de lo femenino, que sólo puede alcanzarse en el ámbito de lo singular, es
que se hace necesario el pasaje por el hommoizin, el hombre que funciona como excepción al universal. “Haciendo de la
solución imposible para su problema una justa causa”

La lógica aplicada al problema de la sexuaciòn hace posible formalizar gran parte de las cuestiones que plantea en la
práctica el sujeto histérico respecto de su partenaire masculino, como lo son los relatos y las quejas que las histéricas de
sus aventuras y desventuras de lo que significa obtener un hombre que no sea como los demás. Ella le reserva a él la
castración deliberadamente porque será el método que se da para obtener de él su al-menos-uno. Si logra ubicar lo
singular del lado del hombre, entonces y sólo así, ella podrá prestarse a ofrecerle su mascarada, esto es, prestarse a
encarnar el semblante del falo bajo la forma del ser y articularse a èl que hace ahora función de la castración como
dimensión de lo singular.
La histérica se toma un trabajo para barrar al amo en la pareja. Allí donde registrábamos su insatisfacción interminable
en el empeño de explorar y explotar el saber del amo, ahora podemos reconocerla como la vía de acceso a la
singularidad de su goce.

En este momento en el que para Lacan comienza un movimiento que tiene la posibilidad de ir más allá del semblante
fálico y orientarse hacia el goce femenino. Es en el camino abierto de lo singular donde se encuentra el hueso para roer
un goce que no se totaliza.

QUE HACER CON EL ACTING OUT” Damiano

El autor presenta su texto afirmando que en la actualidad la clínica nos convoca con aquello que escapa de una forma a
la pura vía del significante, y nos coloca cerca de una clínica de lo real, en la forma del objeto a. La presentación del
duelo y el acting out en las entrevistas genera dificultades relacionadas a la posición del analista en la transferencia y a
las intervenciones que el mismo realiza.

Tomando a los post freudianos, encontramos algunas indicaciones para el analista que se enfrenta al acting out:
interpretar, prohibir, reforzar el yo. Damiano se centra en la interpretaciónya que esta fue la tentación de todo analista,
responder al acting out como a un síntoma, como formación del inconsciente. La hipótesis desde el Seminario X de
Lacan es que la interpretación no solo no lo resuelve sino que genera más acting out no interpretar: primero porque
no es un síntoma, es un hecho establecido que tiene una dirección al otro, pero no hay en él un sujeto que pueda leer la
interpretación (en el síntoma suponemos el sujeto del ICC).

Para abordar el problema clínicamente, el autor retoma el texto de Margaret Little comentado por Lacan en el mismo
seminario. Es el caso de Frida, una de sus pacientes con quien realizo un tratamiento durante siete años, con cierto alivio
sintomático pero que un día llega fuera de sí, Ilse una amiga de sus padres había muerto en Alemania, hacia 20 años que
no la veía, no era una amistad particular pero el cuadro de la paciente era gravísimo; Frida llego vestida de negro, con la
cara hinchada del llanto.

M. Little comenta que la interpreto todo lo que la técnica le indicaba, en un momento se angustia por su paciente y le
dice que se sentía muy apenada por ella y con ella, por su perdida; y el efecto fue instantáneo. Frida se calma y empieza
a llorar más serenamente con esto Litte verifica que la interpretación no tiene ningún efecto frente al duelo y al acting
out y explica que lo que hizo que cambiara fue que le expresó sus sentimiento y que por primera vez Frida la vio como
una persona real.

Damiano explica: Lo que esta fuera del alcance ya que permanece más allá del significante, es el objeto a que el acting
encubre, ese resto que Lacan dice que es lo único que importa en el acting y es eso lo que la interpretación rechaza,
pero no lo inadecuado e sus enunciados sino porque la función interpretante presenta al analista como Otro sin tachar.
La analista no está en el Otro, eso fue mostrarles sus sentimientos, darle el pésame. Allí no cuenta el enunciado, sino la
enunciación. Se ha producido un cambio en el estatuto del Otro, el analista se presenta como A barrado y presenta una
manifestación de su deseo.

La certeza de tener un lugar en el deseo del Otro, le da autenticidad al enunciado y le permite el pasaje del objeto a
del campo del sujeto al campo del Otro.

¿Por qué la interpretación no produce efectos e inclusive produce más acting out? Porque la completud del otro, que
interpreta no logra hacer un lugar como objeto en el deseo del Otro (el otro completo se vuelve inconsistente) y el
objeto a queda sin tocar e insiste en hacerse reconocer más allá de todo significante.

¿Finalmente porque tiene efecto la interpretación de M. Little? Es porque al mostrar el analista un signo de deseo por
ella produce en el sujeto la certeza de tener un lugar en el deseo del Otro.

A la pregunta de Lacan, ¿por quién se hace un duelo? Podría responderse por aquel de quien hemos sido causa de
deseo.
Zanghellini: “introducción a la clínica del campo lacaniano” Cap 11 duelo y depresión.

A partir de escuchar un programa de radio, donde se cuestionan que ciertas enfermedades son causantes de depresión
(cáncer, sida, incluso accidentes de auto) el autor plantea que la depresión, es algo interior de cada estructura. Debe ser
entendida como “detención del duelo ante el tiempo de comprender y como rechazo de interiorizar una perdida”.

Acerca del duelo  es una especie de dispositivo psíquico y social simbólico para tramitar una pérdida real; Freud
plantea la manía como una victoria de la desaparición del objeto, pero ni la manía ni la melancolía permiten inscribir la
perdida y ésta es la cuestión fundamental. Asi mismo, Freud solo una vez habló de “trabajo de duelo”. Más bien
posterior a Freud es cuando aparece dicha concepción en la clínica. El texto “duelo y melancolía” le sirve a Freud a los
efectos de poder circunscribir clínicamente a la melancolía como patológica. Es decir, que la referencia que se hace a la
cuestión de duelo como duelo normal, va a ser para poner en el horizonte lo que es la melancolía como duelo
patológico, como duelo cristalizado o como imposibilidad de realizar el duelo.

Para Klein, la depresión se asociaba con la posición depresiva y lo definía como un estado mental que sigue a la pérdida
del pecho de la madre. Representa el dolor y la preocupación por la pérdida temida de los objetos buenos.

Lacan plantea que el sujeto del significante entra en la cultura con una perdida. Eso que falta en el duelo simbólico es
por su ser. Lo que llama el ser de aportar por sacrificio es por aquello que el significante no puede decir, o no está dicho;
y lo que no está dicho en el significante es el falo significante que da cuenta de aquello que no se puede nombrar. Y es
por ésta imposibilidad de nombrar por lo cual el falo es lo que se desliza de significante en significante.

El análisis es un proceso de “desidentificación”: uno va trabajando sobre las identificaciones y éstas son las que caen; al
caer producen perdidas. Por ende, podría decirse que en cada caída identificatoria, está en juego un duelo.

Si es necesario para la consideración psicoanalítica de la depresión hablar de duelo, es en tanto la depresión supone un
congelamiento del duelo, hay una desestabilización de los significantes en el Otro, un agujero en el Otro por la pérdida
real de objeto. La serie es: dolor, inhibición, depresión. Y en relación al objeto perdido, el depresivo rechaza su
inscripción como falta; En la depresión se busca la restitución del estado anterior, con lo que ello supone del rechazo de
la falta, en voluntad de ser sin pasar por la castración. La tristeza dura mientras el sujeto se queda en el instante de la
perdida.

La depresión es uno de los malestares de la cultura, y nuestra cultura ofrece remedios rápidos e instantáneos. Hacer una
apuesta por la palabra, comprender y acompañar hacia un duelo no es otra cosa que lo que hace un analista.

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