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Prueba de historia contemporánea

Tasia Aránguez Sánchez

1. Ideologías que se desarrollaron en el siglo XIX contra lo establecido en el Congreso


de Viena: liberalismo, nacionalismo y democracia.

Tras la derrota de Napoleón, las potencias europeas vencedoras restauraron el


antiguo régimen. Pretendían combatir las ideas revolucionarias y a aquellos grupos
sociales que se habían beneficiado de ellas. Instituciones como la monarquía, la nobleza
y el clero fueron las ideólogas de la restauración.
Sin embargo la burguesía y los funcionarios de los regímenes revolucionarios no
eran beneficiarios de la restauración, dado que los primeros asumían excesiva carga
contributiva (al estar exentos el clero y la nobleza) y los segundos se quedaron sin
empleo. Las ideas de la restauración fueron establecidas en el Congreso de Viena (1814)
y consistieron en: restablecimiento de las monarquías absolutas de las dinastías
legítimas de origen divino, deber de todas las potencias de respetar el nuevo orden
internacional y derecho de intervención en otros Estados para proteger el orden de
Viena, toma de decisiones internacionales mediante el consenso con el resto de
potencias y obligación de combatir cualquier manifestación del liberalismo.
Además de estas ideas, en Viena se establecieron las nuevas fronteras de Europa.
Las nuevas fronteras tenían ciertos aspectos problemáticos como el hecho de que se
creaban naciones artificiales como la unión de los noruegos a Suecia o la unión de los
belgas a Holanda. También era problemático mantener divididas a naciones reales como
Alemania, Italia o Polonia; por otro lado se mantenían dos grandes Imperios
plurinacionales: el austriaco y el otomano.
Los valores conservadores de Viena se fundaban en la monarquía absoluta, la
ignorancia de las identidades nacionales y la oposición a los principios liberales (que se
oponían al orden sociopolítico del antiguo régimen).
Pero las ideas demócratas, el nacionalismo y el liberalismo se fortalecieron en
este periodo opresivo en el seno de la burguesía y fueron el caldo de cultivo de las
revoluciones liberales de 1820, 1830 y 1848.

El liberalismo se desarrolló entre los siglos XVII y XIX en los círculos


burgueses que, a pesar de tener poder económico no podían acceder al político, y se
fundamentó en la defensa de la igualdad jurídica de todos los individuos sin poder ser
tratados de modo distinto por razón de su nacimiento. Sus principios suponían la
abolición de los privilegios feudales y el imperio de la ley como garante máxima de la
igualdad.
La posibilidad del acceso al poder por parte de los burgueses exigía un nuevo
sistema de acceso al mismo consistente la limitación del poder absoluto para evitar las
arbitrariedades y el favoritismo de los monarcas, en la separación de los poderes
legislativo y ejecutivo, en el sistema bicameral (que permitía la permanencia de la
aristocracia en la alta mientras que daba acceso a la burguesía adinerada a la cámara
baja) y en la elección de la cámara baja mediante sufragio censitario.
Dichos objetivos requerían una base ideológica que fortaleciese la importancia
del individuo en tanto ser racional y debilitase la importancia de las diferencias sociales.
Por ello surgió la doctrina de los derechos y libertades individuales. Muchas de ellas,
como la libertad de expresión, la libertad religiosa y la libertad de enseñanza tuvieron
un uso instrumental que posibilitó la difusión y el triunfo del ideario liberal.

En el siglo XIX surgió el ideal demócrata, como desarrollo del liberalismo.


Defendía la igualdad material (como prohibición de todo tipo de discriminación,
incluyendo la basada en razones económicas) y la plena igualdad formal (y por ello con
el sufragio universal). Para los demócratas las instituciones parlamentarias deben ser el
poder más fuerte del Estado, con un intenso predominio de la cámara baja sobre la alta.
Cualquier persona puede ser elegida para los cargos públicos y por eso los partidos
políticos deben abrirse a toda la sociedad. Para que el ideal democrático pueda
realizarse es necesario que todos los ciudadanos estén preparados para la participación
política y, por tanto, es fundamental el acceso a la educación. Las ideas demócratas
surgieron en la pequeña burguesía.

Para el nacionalismo toda nación debe tener su propio Estado. Por ello, las
divisiones establecidas por el Congreso de Viena son contestadas en tanto que resultan
arbitrarias en muchos casos. Es la identidad de un pueblo el elemento que debe primar
al establecer el límite territorial del Estado, frente al derecho dinástico de los monarcas.
El nacionalismo italiano de Mazzini no solo cuestiona las fronteras establecidas
en Viena, sino que además resalta el componente de la voluntad de los miembros de la
nación de pertenecer a la misma. No hay nación sin esa voluntad popular, que es
independiente de cualquier concepto dinástico. El nacionalismo está estrechamente
relacionado con la representación popular.
Para el nacionalismo alemán, en cambio, el espíritu nacional es independiente de
la voluntad de sus miembros, por lo que resulta compatible con la monarquía absoluta.
Tanto Alemania como Italia tendrán durante la segunda mitad del siglo XIX
procesos de unificación fundados en ideologías nacionalistas.

Ya en la primera mitad del siglo XIX se dieron las primeras consecuencias


significativas de la difusión de dichas ideologías, pero a partir de la segunda mitad y
durante el siglo XX desplegarían todos sus efectos.
En 1820 se dieron en Alemania, España, Italia y Portugal revoluciones de corte
liberal que fueron sofocadas por las potencias de Viena; pero resultó evidente que no
podían seguir apoyando a regímenes que no eran capaces de sostenerse por si mismos.
En 1822 Grecia, con un fuerte sentimiento nacionalista, se separó del Imperio
Turco con aquiescencia de las potencias conservadoras, a pesar de disgregar territorios
de un soberano legítimo. Los principios del Congreso de Viena se debilitaban.
En 1830 las ideas liberales llevaron a una nueva revolución en la que se
sustituyó a Carlos X por el liberal Felipe de Orleans. El mismo año Bélgica se levantó y
expulsó a las tropas holandesas separándose de los Países Bajos iniciando una
monarquía nacional de carácter liberal. Europa había quedado dividida en dos bloques:
uno conservador y otro liberal.
En 1848 se establece en Francia la Segunda República, y unos años después el
régimen se torna autoritario al dar un golpe de Estado el sobrino de Napoleón, Luis
Napoleón Bonaparte, quien proclamó el II Imperio. En 1848 Hungría se separa de
Austria.

Entre 1814 y 1848 el orden establecido en el Congreso de Viena se había


desmoronado.

2. La gran depresión de los años treinta y los anuncios de la Guerra.

En el año 1929 se produjo en la Bolsa de Nueva York un crack sin precedentes.

Durante la Primera Guerra Mundial se había desarrollado en los países de


ultramar una fuerte industria y agricultura que suplían las importaciones procedentes de
Europa. Pero cuando concluyó el conflicto y las industrias europeas se recuperaron, se
produjo una superproducción que no encontraba salida al mercado.
Además de la superproducción, había un problema de bajo consumo ya que los
asalariados, que eran la mayor parte de la población, no tenían suficiente poder
adquisitivo para absorber la producción en aumento, y los ricos utilizaban sus recursos
para reinvertir en sus empresas y aumentar la producción.
La confianza en la bonanza económica había provocado que empresas y
particulares pidiesen créditos para comprar. Los consumidores obtuvieron automóviles
y electrodomésticos a plazos, las empresas se endeudaron para reinvertir en ellas
mismas y los especuladores bursátiles se endeudaron para adquirir valores.
La confianza en la perpetua tendencia alcista de la bolsa de Nueva York había
provocado una constante inversión en valores que había aumentado el valor de las
cotizaciones.

Las empresas no lograban obtener beneficios a través de la venta de sus


productos y pronto afluyeron al mercado bursátil títulos que no encontraban
compradores. En octubre de 1929 se produjo una acumulación de órdenes de venta de
valores. Se había perdido la confianza en la bonanza económica.
La tendencia a vender provocaba una fuerte bajada de las cotizaciones que a su
vez hacía urgente la venta a todos los inversores que se habían endeudado para
especular y que ahora veían peligrar todo su patrimonio. En un mes el índice de la Bolsa
de Nueva York bajó un 40%.
Las empresas arruinadas no podían pagar sus créditos y aumentaba el paro. Los
agricultores afectados por la crisis de superproducción y los parados que crecían no
podían pagar a los bancos los créditos que habían solicitado para comprar a plazos.
A su vez, las empresas que esperaban pagos de empresas quebradas o de
consumidores arruinados no recibirían el dinero esperado.
Los bancos habían dejado de recibir el pago de los créditos y, como
especuladores, se vieron intensamente afectados por la crisis bursátil.
Mucha gente retiró su dinero de los bancos y éstos no podían hacer frente a
tantos depositarios que reclamaban su dinero, por lo que quebraron.
Al quebrar los bancos, muchos depositarios perdieron todo su dinero.
La crisis se extendió por todo el mundo.

En este contexto los Estados adoptaron medidas intervencionistas y


proteccionistas, devaluando sus monedas para abaratar sus productos frente al
comprador extranjero y encarecer los productos extranjeros frente al comprador
nacional.
Un ejemplo de esta política económica fue la del demócrata Roosevelt en
Estados Unidos, conocida como el New Deal. Consistió en las siguientes medidas:
otorgar al Gobierno una autoridad incondicional sobre los bancos, devaluación del dólar
para provocar un aumento de los precios interiores, la acuñación de moneda de plata en
cantidades ilimitadas, indemnización de los agricultores que se comprometiesen a
reducir su producción, mejora de las condiciones laborales en el sector de la industria
(organización sindical, prohibición del trabajo infantil y reducción de jornada laboral) y
política de recuperación del empleo mediante la construcción de obras públicas (calles,
carreteras, puentes, escuelas, parques, hospitales...).

La caída de los precios norteamericanos obligó a los países europeos a bajar los
suyos para hacerlos competitivos y fomentó la política proteccionista en todas las
potencias.
En Alemania, el crecimiento de los años veinte se debía a los préstamos
exteriores de los Estados Unidos. La crisis del 29 hizo que los capitales se fueran
retirando de Alemania, lo que produjo la reducción de la inversión y, por consiguiente,
de la producción industrial en cerca de 58 por 100. El paro afectó a más de 6 millones
de trabajadores y la agricultura quedó al borde del colapso.

La crisis económica motivó en Italia y en Alemania el auge de ideas totalitarias


(fascismo y nacionalsocialismo). Teorías políticas nacionalistas, proteccionistas y
opuestas al capitalismo.

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