Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
2. Concepto de Estado.
La existencia del Estado como organización política de la convivencia es permanente (siempre se ha dado, se
da actualmente y se dará en el futuro).
Esto es así porque responde a una necesidad de la naturaleza humana, al modo de ser del hombre, ya que el
hombre es un ser social. Por tal motivo resulta necesario, natural e inevitable que exista el Estado, pero es
variable e histórico que exista con ésta o con aquélla forma.
1
Según Bidart Campos, literalmente, usamos la palabra estado para mencionar a la organización política
constante y permanente con cualquier forma histórica que haya tenido o tenga. Históricamente, la palabra
“estado” no aparece en el vocablo político como sinónimo de organización política hasta Maquiavelo. Es
precisamente Maquiavelo quien la introduce al vocabulario político, afirmando que todos los Estados que
existen son repúblicas o principados. Los griegos usaron el término “polis” y los romanos la palabra “civitas”,
“res publica”, “imperium” cuando se referían al Estado. La Edad Media hereda fundamentalmente la palabra
“república” (cosa pública o de todos en común), pero se vale de expresiones como “land” y “terra” dando así
prevalencia al elemento territorial de la organización política.
La institucionalización del Estado constituye la culminación de un proceso que se inicia en las primeras
ciudades italianas (Florencia, Génova, etc.) durante el siglo XV. Allí aparece la expresión “lo stato”, para
designar en general a toda organización jurídico-política y su forma de gobierno, siendo de carácter
monárquico o republicano.
A partir del siglo XVII se comienza a consolidar el territorio del Estado. Desde allí se crean distinta
concepciones de Estado, como la que sostiene que el Estado “es la perfecta organización jurídico-política
que procura el bien común siendo un objeto real, no ideal”.
Santo Tomás de Aquino toma la idea de Aristóteles -en cuanto a que el Estado es la comunidad perfecta y
soberana, pero que necesita también de sociedades intermediarias y elabora una definición que es
incorporada a la Escuela escolástica de gran influencia en el mundo Occidental. Así, define al Estado como la
institución necesaria y fundamental que deriva de la naturaleza social del hombre, siendo su finalidad el
buen orden de la vida; por lo tanto, el bien común es la fuente en la cual los gobernantes deben inspirarse,
sin perjudicar la condición y dignidad individual de cada integrante del Estado. Asimismo, el principio que
unifica y otorga coherencia a la organización estatal es el de la “autoridad” que se mantiene por medio del
poder, el cual actúa con el fin de asegurar el orden social a través de la ley que debe ser justa conforme a la
naturaleza y apropiada a la costumbre del país.
Otro concepto de Estado, es el que propone Manuel María Diez. Este autor define al Estado, como “un ente
orgánico unitario, estructurado jurídicamente bajo la forma de una corporación, que detenta el ejercicio
del poder”.
Para finalizar, podemos enfocar el concepto de Estado desde el punto de vista del Derecho Internacional
Público. En este último caso el concepto de Estado se encuentra asociado con el de soberanía. Sus notas
características para el Derecho Internacional Público, son:
Posee un señorío personal sobre sus miembros;
Debe asumir un perspectiva de duración o permanencia;
Debe acreditar un gobierno pleno;
Es necesario le acatamiento de sus miembros a un efectivo orden legal;
En su base espacial debe tener una verdadera soberanía territorial;
Debe respetar las normas de Derecho Internacional
2
fijar la investidura del poder, etc. Una vez hecho esto y establecido el gobernante según la decisión originaria
del pueblo, el pode que ese gobernante ejerce proviene directamente de Dios.
Teorías de la fuerza:
Estas teorías legitiman al Estado y al poder sosteniendo que en el origen del Estado hay un acto de fuerza
consistente en la imposición y dominación de un grupo sobre otro. Esta teorías no son satisfactorias desde le
punto de vista de la justificación del Estado.
Teorías jurídicas:
Estas teorías adoptan una institución o figura del derecho para dar razón a la existencia del Estado. Las
principales son:
Teoría patriarcal: el Estado deriva de la familia asociando el poder del gobernante con el que tiene un padre
de familia.
Teoría patrimonial: el titular de la tierra es el que ejerce el poder político por el mismo derecho de propiedad
que tiene sobre un determinado territorio.
Teoría de la ocupación: partiendo de la tesis romanista de que las cosas sin dueño pueden adquirirse por
aprehensión, una corriente fundamenta el título del Estado en la ocupación del poder. El poder se considera
“res nullíus” o vacante en su origen y el modo originario de adquirirlo es mediante la ocupación.
Teoría de la prescripción: la posesión y el ejercicio de poder durante un cierto tiempo confieren justificación
al título gubernativo.
Teoría contractual: es la más importante entre todas las teorías jurídicas. El Estado no se puede justificar si
no se supone que existe porque los hombres le han dado origen a través de un acto voluntario de tipo
contractual. El pacto o contrato es la causa eficiente que legitima al Estado. Rousseau y Hobbes son dos
exponentes clásicos de esta teoría y afirman que el pacto da origen al Estado después de un previo estado de
naturaleza. Los hombres abandonan ese estado de naturaleza para organizar la convivencia que antes era
buena y pacífica según Rousseau y mala y belicosa según Hobbes. El pacto es celebrado entre los hombres
sin participación del gobernante, por eso se lo llama pacto de unión. Locke y el liberalismo político se
adhieren también a la teoría del pacto entendiendo que si todos los hombres son por naturaleza libres,
iguales e independientes, nadie puede ser sometido al poder del Estado sin una incorporación consentida por
el propio individuo.
•Teorías éticas:
Fundamentan el Estado en una necesidad de orden moral. Para ello tienen en vista los fines que asigna al
hombre y al idea de perfección que se forjan respecto del hombre. Así Aristóteles y Santo Tomás consideran
que la plenitud y el desarrollo se alcanzan en el Estado. En realidad, estas teorías no funcionan
autónomamente, sino que más bien completan a alguna de las otras o se integran en ellas.
•Teorías sicológicas:
Justifican al Estado por la eficacia de ciertos impulsos que impelen al hombre a organizar la convivencia.
Tampoco son tesis autónomas. Así se afirma que psíquicamente existe en el hombre la tendencia social y
política que el propio hombre capta y percibe racionalmente, dándose cuenta que debe vivir en una sociedad
políticamente organizada.
Habiendo realizado esta síntesis de las teorías que explican el origen del Estado, estamos en condiciones de
concluir que la sociabilidad y la politicidad, que son constitutivas del hombre, importan aceptar que el
Estado es natural porque el hombre no puede convivir más que dentro de la organización política. La
naturaleza humana es la causa eficiente o el origen filosófico del Estado y éste último existe porque la
naturaleza humana lo impone y en la forma que los hombres establecen para cada Estado en concreto,
siendo en este último aspecto donde la tesis del pacto o consentimiento acoplan su punto de vista. Es decir,
cada comunidad decidirá libre y voluntariamente y por sí misma como adaptará la tendencia natural de
sociabilidad y politicidad. Así también, podemos decir que el hombre, ser insuficiente y limitado, requiere
por su propia naturaleza alcanzar el bien y buscar el deber ser moral de la única manera como puede vivir en
el mundo, cual es organizando políticamente su convivencia. El Estado, entonces, al decir de Bidart Campos,
es una obra de cultura, puesto que por más natural y necesario que sea, no es independiente totalmente de la
conciencia reflexiva de los hombres. Además, en el Estado los hombres realizan los valores que son propios
de la vida social y política: justicia, orden, paz, cooperación, etc.
8. Formas de Estado
Antes de entrar en el análisis de las diferentes formas de Estado, tenemos que distinguir estas últimas de las
formas de gobiernos. Las formas de Estado aluden a las formas de organización del Estado mismo y las
formas de gobierno a las formas de organización del elemento gobierno.
Según Bidart Campos, tenemos cinco formas de Estado, que difieren de la manera cómo se ejerce el poder.
Para ello hay que relacionar el elemento poder con otros elementos del Estado. Ello así, si relacionamos el
poder con el elemento territorio, podemos clasificar al en “Estado Unitario”, que es cuando el poder se ejerce
en forma políticamente centralizada, o “Estado Federal”, que es cuando el poder se ejerce en forma
políticamente descentralizada.
Ahora bien, si relacionamos el poder con la población o elemento humano, podemos clasificar al Estado en
“democrático”, que es donde existe un reconocimiento de la dignidad, libertad y derechos del hombre;
“autoritario”, que es donde existe una restricción severa de estos derechos y “totalitario” que es donde hay
negación de estos derechos.
9. Formas de Gobierno
La clasificación de las formas de gobierno constituye un tema que fue tratado por la ciencia política con
anterioridad la clasificación de las formas de Estado. Una primera clasificación denominada “clásica” fue
propuesta por Aristóteles, quien identificó las distintas formas de gobierno atendiendo al fin para el cual el
gobernante ejerce el poder. Aristóteles habla de “formas puras” que se dan cuando el fin buscado por el
gobernante es el bien de toda la comunidad, tanto cuando gobierna una sola persona (monarquía) como
5
cuando gobiernan varios (aristocracia) o todos (democracia). Cada una de estas formas puras se convierten
en “formas impuras” cuando el fin perseguido por el gobernante ya no es el bien común sin un bien
particular. Así la monarquía se transforma en tiranía, la aristocracia en oligarquía y la democracia en
demagogia.
Siglos más tarde, Maquiavelo introducirá una dualidad de formas y no hablará, entonces, de principados y
repúblicas. Montesquieu retomará la clasificación tripartita, pero con formas originales: monarquía,
república (dividida en república aristocrática y república democrática) y despotismo.
En nuestros días la clasificación de las formas de gobierno en bastante dispar según los autores. Pero entre
los criterios más difundidos, en correspondencia con las formas de gobierno reales que el mundo
contemporáneo nos presenta, se halla el que toma en cuenta cómo son los órganos del gobierno en su
composición y cuáles son las relaciones de poder que se dan entre ellos. Y así surgen dos formas principales
a) parlamentaria denominada “parlamentarismo” y, b) presidencial, que se llama “presidencialista”.
El parlamentarismo toma su nombre del parlamento porque el órgano o poder ejecutivo es agente del
parlamento. Para gobernar, el ejecutivo necesita que el parlamento le preste su apoyo o respaldo que se
exterioriza a través de su voto de confianza. El poder ejecutivo, en este caso, es el gabinete o ministerio,
presidido por el primer ministro. Pero hay otro órgano que esta fuera de la clásica trilogía de poder ejecutivo,
legislativo y judicial., que es el “jefe de Estado”. Este último puede ser un rey (como sucede en Gran Bretaña,
Noruega, etc.) o, un presidente de la república (así como acontece en Italia, etc.).
El presidencialismo no tiene esa relación íntima entre el ejecutivo y el parlamento. Tampoco hay dualidad o
división de jefaturas, al contrario la jefatura del Estado y la jefatura del ejecutivo esta a cargo del presidente
de la república. El presidencialismo no se caracteriza por la existencia de un presidente sino por la función
que éste cumple y por la forma de relación que tiene con el parlamento. El presidente gobierna, administra y
ejecuta libremente. En el presidencialismo puro el presidente no tiene ministros, en el presidencialismo
híbrido o mixto, como en Argentina, sí los tiene.
Es necesario realizar aquí algunas apreciaciones en cuanto a la democracia. En efecto, la democracia puede
se pura o directa y puede ser representativa. Es pura o directa, cuando el pueblo por sí mismo se da sus
propias leyes sin valerse de agentes o mandatarios a ese efecto. Por el contrario es representativa cuando con
objeto de establecer las leyes fundamentales y ordinarias, elige representantes y los provee de poderes
suficientes para hacerlo.
Pero también podemos mencionar un tercer sistema llamad “referéndum” que no es sino la reunión de los
dos precedentes; el pueblo a la vez retiene y delega su poder, confía a los representantes el cuidado de hacer
la ley, con la reserva de que él mismo aprobará o rechazará las decisiones votadas por aquellos.
En cuanto a las formas semidirectas de democracia, éstas tienden a que los ciudadanos sin intermediación de
los gobernantes, se pronuncien por si o por no respecto de determinadas materias sometidas a su consulta.
En la teoría y en el derecho comparado se distinguen tres formas básicas:
1. Iniciativa popular: los ciudadanos proponen la sanción de determinadas normas.
2. Consulta popular: tiene por objeto que el pueblo se pronuncie acerca de ciertas normas o medidas de
política. La consulta puede ser vinculante o no vinculante.
3. Revocatoria popular: los ciudadanos proponen la derogación de determinada legislación.
La reforma constitucional efectuada en nuestra Constitución en el año 1994 ha incluido en el texto las dos
primeras.
Ahora bien, no deberíamos confundir la democracia representativa de la forma republicana típica. Una y
otra forma implican la soberanía del pueblo. Pero la forma republicana tiene, entre otros caracteres, uno
muy particular que no acompaña sustancialmente a la democracia representativa que es la separación de los
poderes de gobierno. Asimismo, a modo de profundizar en el análisis en la forma republicana además de la
división de poderes tiene como característica las siguientes notas: a) elección popular de los gobernantes; b)
periodicidad en el ejercicio del gobierno; c) publicidad de los actos de gobierno; d) responsabilidad por esos
mismos actos; e) igualdad de los individuos.
Capitulo II
Constitución Nacional
Introducción a la parte orgánica
6
una iniciativa libre, toda vez que no podemos imaginar el poder sin que sea asumido por una iniciativa que se
proponga fines y, por ende, que sea responsable, por lo tanto típicamente humana.
Cuando nos referimos al concepto de “poder”, tenemos que distinguir entre la actividad de las fuerzas de la
naturaleza (que poseen energía) y el poder del hombre (que significa decisión libre, con finalidad y
responsabilidad por la opción realizada en pro del efecto buscado), motivo por el cual detrás de cada decisión
que implica el ejercicio del poder, hay un hombre o un conjunto de hombres, no siendo posible admitir la
despersonalización del poder.
15. Funciones.
¿Cómo hacemos para distinguir las funciones?. Hay distintos criterios:
Criterio Orgánico: Se considera la función por el órgano que la cumple y así toda la actividad cumplida por el
órgano legislativo será “legislativa”, sin darle relevancia a la forma del acto de que se trate (ley, decreto,
8
sentencia) ni a su contenido (regla de conducta o ley; puesta en ejecución de las normas o reglamento; velar
por el cumplimiento de la ley o aplicar la ley resolviendo controversias –sentencia-).
Criterio Formal: Atiende a la forma que el acto reviste, siendo ley todo acto con forma de tal, dictado
siguiendo el procedimiento constitucionalmente establecido para su sanción, promulgación y publicación.
Criterio Material: Debe estarse a la sustancia o contenido del acto, sin que tenga trascendencia la forma que
presenta ni el órgano del cual emana, de donde el acto será legislativo por su esencia y no por tener forma de
ley, ni por ser emitido por el parlamento o congreso.
16. Organos.
El poder, para realizarse necesita de una inteligencia, de una voluntad, de una fuerza humana que la
concrete, lo haga efectivo, siendo por tanto personas físicas (con inteligencia y voluntad) las que actúen por
el Estado, caso en el cual sus voluntades son imputables al Estado.
Para explicar el fundamento de la imputación o atribución de los actos y hechos de las personas que actúan
por el Estado a éste, se han propuesto diversas teorías, siendo las principales las siguientes:
Teoría del mandato: las personas físicas actuarían como mandatarios del Estado. La crítica a esta teoría es la
que entiende que ella resulta inaceptable pues parte del supuesto de que el Estado estuvo en condiciones de
expresar su voluntad para otorgar el mandato, cuando para dar tal mandato se requiere desde ese mismo
momento una voluntad, la cual todavía no existe en el Estado.
Teoría de la representación: Conforme a esta teoría las personas físicas obrarían como representantes del
estado para suplir la insuficiencia de su voluntad, en forma análoga a la representación del menor o del
demente. Más esta concepción tiene también la falla lógica de la inexistencia de una voluntad inicial en el
Estado para poder nombrar o darse el representante.
Teoría del órgano: Expresa el administrativista Marienhoff, que entre la noción de órgano y mandatario o
representante, hay una diferencia esencial. La calidad de representante puede derivar de la ley o de un acto
jurídico; en cambio, la calidad de órgano deriva de la propia constitución de la persona moral, integra la
estructura de ésta y forma parte de ella. El órgano nace con la persona jurídica. En el mandato y en la
representación hay un vínculo jurídico entre dos (2) sujetos de derecho donde uno actúa en nombre de otro;
en cambio, tratándose del órgano, la persona jurídica (en el caso el Estado) actúa ella misma, porque el
órgano forma parte de ella e integra su estructura. La persona jurídica se sirve del órgano como la persona
física se sirve de la boca o de la mano. En definitiva las personas físicas pueden actuar como persona privada
o como órgano del Estado. En el primer caso, actúa en forma personal y sus actos y hechos a ella se le
atribuyen; mientras que en el segundo caso, cuando actúan como órganos, las consecuencias al ser
voluntades también le son imputables al Estado.
Entonces, nos preguntamos ¿qué criterio debe seguirse para saber si la persona física actúa como órgano del
Estado o como persona física?. Los criterios son:
Criterio Subjetivo: que toma en cuenta la finalidad perseguida por la persona física.
Criterio Objetivo: que solo analiza la conducta del mismo. Ello así, podemos tener en cuenta: 1) la
legitimidad del acto o hecho, concluyendo que serán imputables al Estado los actos válidos; 2) Prescindiendo
de la legitimidad del acto o hecho, corresponderá imputar al Estado o ente público los actos o hechos que
aparentan ser propios de las tareas o funciones del cargo del agente.
Por último, cuando utilizamos la expresión órgano, podemos hacerlo en dos (2) sentidos:
Órgano Individuo: designa a la persona física que actúa y expresa la voluntad del Estado (por ejemplo: el
presidente).
Órgano Institución: designa a una esfera de competencias delimitadas por el ordenamiento jurídico (por
ejemplo: cuando la Constitución describe las atribuciones del Poder Ejecutivo).
Es importante destacar que, la desaparición del órgano individuo no tiene ninguna influencia en la existencia
jurídica del órgano institución, el cual sobrevive a los cambios, siempre es contingente de los órganos
individuos. También, los órganos institución no tienen personalidad jurídica. Entre nosotros, por ejemplo,
los órganos legislativo, judicial y ejecutivo, carecen de personalidad, la cual corresponde al Estado cuya
estructura integran.
9
Constitución Nacional
Parte Dogmática Capítulo I Derechos y Garantías Arts. 1° a 35
Capitulo III
Poder Legislativo
Sistemas Ventajas
Unicameral Sistema más rápido y económico
Bicameral Garantiza el doble estudio de los
proyectos de ley y asegura un
mayor conocimiento de los temas
del proyecto.
Su origen lo encontramos en Inglaterra en el año 1264. Aparece como consecuencia de la lucha de clases, de
la que surgieron las cámaras que representaban a la “Alta nobleza” y a los “Comunes o Burgos”.
En EE.UU, el bicameralismo nació como producto de una transacción entre Estados. Así surgió la entonces
“Cámara Alta” (el Senado) y la “Cámara Baja” (los representantes del Pueblo o Diputados).
En nuestro país, en los ensayos constitucionales de 1819, se preveía un poder legislativo unicameral. Por el
contrario, en las Constituciones de 1819 y 1826, el Poder Legislativo era bicameral, al igual que lo previó el
Congreso General Constituyente de 1853, siguiendo la doctrina adoptada por Alberdi.
Nuestra Constitución Nacional, adoptó para la Nación el sistema bicameral. En su art. 44, se prevé un Poder
Legislativo bicameral, concebido como un órgano complejo constituido por un órgano simple colegiado
(Cámara de Diputados) -que representa al pueblo de la Nación-, y por otro órgano simple colegiado, la
Cámara de “Senadores” -esta última representativa de las Provincias y de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires-.
10
Las provincias pueden organizar un Poder Legislativo “unicameral”. No necesariamente, deben organizar un
Poder Legislativo “bicameral” para gozar de la garantía federal que dispone el art. 5° de la C.N. En la
Argentina adoptaron un Poder Legislativo unicameral, las provincias de: Santiago del Estero, Río Negro,
Jujuy, Neuquen, La Rioja, Misiones, San Juan, Formosa, Chaco, Chubut, Santa Cruz, La Pampa, Tucumán y
Tierra del Fuego,
12
Ordinarias: El ex-art. 55 de la Constitución Nacional de 1853, establecía que ambas cámaras se reunían en
sesiones ordinarias desde el 1° de mayo al 30 de septiembre de cada año. El art. 99 de la C.N. reformada en
1994, faculta al Poder Ejecutivo Nacional a proceder a la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de
la Nación (inc. 8°), como así también a prorrogar las sesiones ordinarias y a convocar a las extraordinarias,
cuando graves intereses de orden o de progreso así lo requieran (inc. 9°). Por su parte, el art. 63, extiende las
sesiones ordinarias fijándolas desde el 1° de marzo al 30 de noviembre de todos los años.
De prórroga: Durante las sesiones de prórroga (sesiones ordinarias prorrogadas) la Competencia de ambas
Cámaras del Congreso de la Nación es amplia, pues durante ellas pueden tratar cualquier asunto. Por el art.
99 inc. 9°, el PEN puede prorrogar las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, sin que ello signifique
que la decisión de prorrogar sus sesiones no pueda ser dispuesta por las propias Cámaras del Congreso de la
Nación. No debemos olvidar que en caso de duda debe estarse por un criterio restrictivo respecto de las
facultades del Presidente de la Nación a fin de mantener un equilibrio de poderes. Por esta razón, la mayoría
de los doctrinarios reconocen la facultad del Congreso de la Nación para disponer la prórroga de las sesiones
ordinarias. Además, cabe resaltar, que en la actualidad el tema de la prórroga de las sesiones ha perdido
relevancia debido a que se ha extendido a tres meses más el período de sesiones ordinarias.
Extraordinarias: El art. 99, inc. 9, de la C.N. dispone que las sesiones extraordinarias son las que convoca el
Presidente de la Nación, siempre ante un caso de grave interés de orden o de progreso que así lo determine.
Ello así, el Congreso de la Nación debe circunscribir su competencia al tratamiento de las cuestiones que
dieron origen a las sesiones extraordinarias.
Especiales: Se diferencian de las extraordinarias, porque las sesiones especiales las convoca el propio
Congreso de la Nación en uso de sus propias atribuciones constitucionales, tal como resultan las atinentes al
“juicio político” (art. 53) o, las de homenaje con motivo de la concurrencia al recinto de alguna personalidad
o político extranjero. Estas sesiones son realizadas por las mismas Cámaras; en cambio las extraordinarias,
sólo pueden ser convocadas por el Presidente de la Nación.
Colectivos:
Las cámaras de diputados y senadores gozan de las siguientes facultades:
Ser juez de las elecciones, derechos y títulos (art. 64, 1° parte, de la C.N.). Este privilegio significa que las
cámaras pueden verificar si el legislador electo reúne las condiciones exigidas por la Constitución, aceptar
sus diplomas y tomarle juramento.
Dictan su propio reglamento interno (art. 66 de la C.N.).
Gozan de facultades disciplinarias que les permiten corregir los desórdenes de conducta observados en el
ejercicio de las funciones legislativas (Ejemplos: agravios, insultos, interrupciones, etc); podrán remover por
inhabilidad física al legislador (en este último caso, no se trata de una sanción sino de la facultad que tienen
las cámaras de apartar de las funciones al legislador que padece de imposibilidad física) o, por inhabilidad
moral sobreviniente a su incorporación en la Cámara y hasta excluir de su seno a cualquiera de sus miembros
con dos tercios de sus votos (art. 66 de la C.N.). En el caso de que un legislador cometa algún delito, la
cámara legislativa deberá dar intervención al Poder Judicial. Las cámaras también gozan de facultades
disciplinarias aplicables sobre terceros ajenos a la Cámara, siempre que hayan cometido actos de indisciplina
dentro del recinto y durante las sesiones legislativas.
Aceptar la renuncia de sus miembros, para lo cual será suficiente el voto de la mayoría absoluta, es decir, la
mitad más uno de los miembros presentes (art. 66, de la C.N).
Individuales:
Inmunidad de expresión: Ninguno de los miembros del Congreso de la Nación podrán ser acusados,
interrogados judicialmente o molestados por las opiniones o discursos que emitan durante el desempeño de
su mandato de legislador (art 68 de la C.N.). Se trata de una garantía que goza el legislador que no puede ser
procesado penalmente ni molestado por las opiniones o discursos efectuadas desde su incorporación al
Congreso hasta su cese y aun después de su cese, porque esta inmunidad o privilegio es perpetua aunque
siempre limitada a las opiniones vertidas con motivo u ocasión de las funciones de legislador. La justificación
de esta inmunidad la encontramos en el carácter deliberativo del Congreso, y por ella se garantiza la
independencia funcional del órgano. Abarca no solo la expresión oral sino también la escrita, incluso las
manifestaciones simbólicas y actitudes. No ampara al legislador que comete agravio o injuria en un
programa de televisión o en un acto público. Sin perjuicio de esta inmunidad, las Cámaras pueden sancionar
al legislador por desorden de conducta.
Inmunidad de arresto: Ningún senador o diputado, desde el día de su elección hasta su cese, podrá ser
arrestado; excepto en el caso de ser sorprendido “infraganti” en la ejecución de algún crimen que merezca
pena de muerte, que sea infamante u otra aflictiva. En estos últimos casos, se deberá dar cuenta del hecho
cometido por el legislador a la Cámara respectiva, junto a la información sumarial del hecho (art. 69 de la
C.N.). Lo que está prohibido es el procesamiento del legislador, porque el arresto responde a la prisión
preventiva que debe ser dispuesta como consecuencia del procesamiento. Esta prohibición es coherente con
lo dispuesto en el Art. 70 de la C.N., que establece el procesamiento por “desafuero”. Acordado el desafuero,
el legislador queda a disposición del juez competente para ser juzgado (procesado). Si se encuentra a un
legislador cometiendo un crimen o delito, de hecho puede ser arrestado, pero tengamos en cuenta que el
arresto no significa el desafuero automático de la investidura de legislador. Para que el desafuero se
produzca, la Cámara respectiva debe decidir previamente el desafuero del legislador en base a la información
sumaria del hecho que se le envía. Si el desafuero es negativo, el legislador debe recuperar su libertad. El
arresto “infraganti”, debe ser hecho en el mismo momento en que el legislador comete el delito que debe ser
de tipo doloso.
Desafuero: Cuando se forme una querella por escrito ante la justicia ordinaria contra cualquier senador o
diputado, una vez examinado el mérito del sumario en juicio público, podrá la Cámara, con dos terceras
partes de sus votos, suspender en sus funciones al legislador acusado, y ponerlo a disposición del juez
competente para su juzgamiento (art. 70 de la C.N.). Si un juez instructor tiene suficientes elementos de
prueba contra un legislador, debe remitir los antecedentes a la Cámara respectiva, solicitando el desafuero de
éste. El pedido debe ser remitido por la Cámara a una Comisión para su estudio. La Comisión deberá
examinar el mérito del sumario en juicio público, dando derecho de defensa al legislador e incluso éste podrá
producir prueba en su descargo. Luego el caso pasará a plenario de la Cámara, oportunidad en la que
también debe garantizarse el derecho de defensa del legislador acusado. La Cámara necesita de dos terceras
14
partes de sus votos para admitir el desafuero. Si la sentencia es absolutoria, el legislador recupera sus fueros
y puede reintegrarse en sus funciones.
Dieta: Los servicios de los senadores y diputados son remunerados por el Tesoro de la Nación, con una
dotación que señala la ley (art. 74 de la C.N.). Se trata de la remuneración de los legisladores llamada
comúnmente “dieta” y que es fijada por ellos mismos mediante una ley.
La Promulgación y publicación.
La aprobación por la Cámara revisora de un proyecto de ley no convierte al proyecto directamente en ley,
para ello es necesario la promulgación por el Poder Ejecutivo Nacional y su posterior publicación. La sanción
legislativa necesita pasar por el examen del PEN quien puede promulgarla directamente o bien devolver el
proyecto con sus objeciones que se denomina “Veto”.
30. Procedimiento.
¿Qué puede pasar con la iniciativa de un proyecto?. Existen distintas opciones:
El proyecto es aprobado por la Cámara de origen, pasa a la Cámara revisora que también lo aprueba y, así
sancionado el proyecto, pasa al PEN para que, en caso de no efectuarle observaciones, proceda a promulgarlo
y a ordenar su publicación.
El proyecto es aprobado por la Cámara de origen y por la revisora, así sancionado pasa al PEN el que podrá
ser:
Promulgarlo tácitamente (art. 80 de la C.N.). El proyecto se reputa aprobado tácitamente por el PEN, cuando
no es devuelto a las Cámaras en el término de 10 días útiles o hábiles.
Excepción al veto (art. 40 de la C.N.). No procede el veto del PEN, cuando el Congreso a iniciativa de la
Cámara de Diputados, aprueba un proyecto de ley sobre “Consulta Popular”.
Veto Parcial (art. 80 de la C.N.). Los proyectos desechados parcialmente por el PEN (veto parcial) no podrán
ser aprobados en la parte restante. Es importante recordar que el tercer párrafo del art. 80 de la C.N, admite
excepcionalmente que un proyecto observado parcialmente por el PEN pueda llegar a ser ley en la parte no
vetada, para lo cual esta última parte no vetada tiene que tener autonomía normativa y su aprobación parcial
no puede alterar el espíritu ni la unidad del proyecto sancionado por el Congreso. En este último caso, el
procedimiento que debe seguir el PEN es el mismo que la Constitución Nacional estipula para la aprobación
de los decretos de necesidad y urgencia que establece el art. 99, inc. 3°, de la C.N. (conforme lo estipula el art.
80, última parte). Puede también pasar en el caso del veto parcial, que el proyecto vuelva a las Cámaras de
15
origen y revisora del Congreso de la Nación. El proyecto se discute nuevamente en la Cámara de origen y si
ésta confirma las observaciones introducidas por el PEN con las dos terceras partes de sus votos, pasa a la
Cámara revisora quien, sí también lo confirma con las dos terceras partes de sus votos, el proyecto resulta
sancionado con las modificaciones introducidas parcialmente por el PEN. Ello así, pasa nuevamente al PEN
para ser promulgado y ordenada su publicación. En este último caso la votación será “nominativa” por sí o
por no y tanto los nombres de los legisladores, los fundamentos de los votantes, y las objeciones del PEN, se
publicarán inmediatamente en la Prensa. Si las Cámara difieren sobre las objeciones del veto, el proyecto no
podrá ser sancionado y tampoco podrá repetirse en las sesiones de aquel año (art. 83 de la C.N.).
Veto total: También el PEN puede vetar el proyecto totalmente. En este caso el proyecto no podrá ser
nuevamente discutido en las sesiones de ese año.
31. Publicación:
El Art. 2° del Código Civil establece que las leyes no son obligatorias sino después de su publicación y desde
el día que ellas determinen para entrar en vigencia. En el caso de que no fijen una fecha, las leyes serán
obligatorias después de los 8 días siguientes a su publicación oficial.
El PEN participa de la formación de las leyes con arreglo a la Constitución Nacional, las promulga y las hace
publicar (art. 99, inc. 3°, primer párrafo de la C.N.).
Competencias Financieras:
- Asignaciones específicas de recursos coparticipables (Art. 75, inc. 3º C.N.).Se ha previsto para situaciones
de emergencia que se pueden establecer y modificar asignaciones específicas de recursos coparticipables. La
reasignación debe ser temporal.
- Empréstitos (art. 75, inc. 4º).
- Reglar el pago de las deudas internas y externas (art. 75, inc. 7º C.N.).
16
- Aprobar el Presupuesto General de la Nación. (art. 75 inc. 8º C.N.).
- Establecer el Banco federal con facultad de emitir moneda, así como otros bancos nacionales (art. 75, inc. 6
C.N.).
- Subsidios para las provincias.
- Pesas y Medidas (art. 75 inc. 11).
Competencias Normativas:
- Dictado de Códigos y legislación de fondo (Código Civil, Comercial, Penal, de Minería y del Trabajo y
Seguridad Social) y las leyes los integren o modifiquen (art. 75, inc. 12 C.N.). Estos códigos y leyes se aplican
en todo el territorio de la Nación tanto por la justicia federal como la provincial.
- Leyes federales o especiales (art. 75 inc. 12 C.N.). Se trata de las leyes especiales para toda la Nación sobre
naturalización y nacionalidad, quebrantos, falsificación de moneda corriente y documentos públicos y la que
establezca el juicio por jurados. Estas son leyes con ámbito de aplicación en todo el territorio nacional, pero
su aplicación es exclusiva de los tribunales federales. Por ejemplo: la ley de estupefacientes, ley penal
tributaria, leyes aduaneras, ley de ciudadanía, navegación marítima, etc. Las leyes federales se definen por
exclusión, es decir son todas aquellas que no integran la legislación ordinaria ni la legislación local del
Congreso. En realidad la ley de quiebras fue absorbida por el Código de Comercio (ley de fondo o legislación
ordinaria) y la ley de falsificación de moneda y de documentos por el Código Penal (también ley ordinaria o
de fondo).
- Leyes locales: son leyes locales las que el Congreso sanciona para la Capital Federal para los
establecimientos de utilidad nacional (art. 75, inc. 30 C.N.) y sobre territorios nacionales (art. 75 inc. 15
C.N.). La legislación sobre territorios nacionales, atento la provincialización de Tierra del Fuego, en la
actualidad ha perdido vigencia.
- Leyes de organización y de base de la educación. Compete al Congreso de la Nación legislar sobre cultura y
educación, dictando planes de instrucción general y universitaria (Art. 75, inc. 18 C.N.). Los principios que
debe respetar es el de gratuidad y equidad de la educación pública estatal y la autonomía y autarquía de las
universidades nacionales.
También dicta las leyes tendientes a proteger la identidad cultural y pluralidad cultural, la libre creación y
circulación de las obras de autor, el patrimonio artístico y los espacios culturales y audiovisuales (art. 75 inc.
19 C.N.).
En estos aspectos la Constitución habilita al Congreso de la Nación a legislar concurrentemente con las
provincias y municipios en estas materias de cultura y educación.
Con la reforma de 1994 se introdujo como tema de competencia la formación profesional de los
trabajadores.
- Leyes de amnistía generales. La ley de amnistía es la ley del olvido que se sanciona después de un
acontecimiento político grave. Se diferencia del indulto de penas que es competencia del PEN.
Es una cláusula comercial de la Constitución Nacional el reglar el comercio entre las naciones extranjeras y
de las provincias entre sí. (es decir el llamado comercio interior (interprovincial) y el exterior). El art. 126 de
la C.N. prohibe a las provincias dictar leyes sobre comercio o navegación interior o comercio exterior.
El art. 75, inc. 10 C.N., faculta al Congreso de la Nación a reglamentar la libre navegación de los ríos
interiores, habilitar los puertos que considere convenientes y crear o suprimir aduanas. El art. 26 de la C.N.
declara la libre navegación de los barcos de todas las banderas en los ríos interiores, con sujeción a los
reglamentos que dicten las autoridades nacionales. Cae dentro de la competencia del Congreso de la Nación
todo lo referente al cruce de fronteras interprovincial (sea bienes, mercaderías, personas, información, etc) y
el comercio interprovincial entre las provincias y con el exterior.
Se denomina comercio al tráfico o intercambio de bienes o servicios. Se entiende que incluye además del
tráfico mercantil y la circulación de efectos visibles y tangibles por todo el territorio de la Nación, la
conducción de personas, la transmisión por telégrafos, teléfono u otro medio de comunicación.
- Declaración de la guerra y la paz. El Congreso autoriza al PEN a declarar la guerra o hacer la paz (art. 75,
inc. 25 C.N.). El presidente de la Nación puede declarar la guerra u ordenar represalias con autorización y
aprobación del Congreso de la Nación (art. 99 inc. 15).
- Aprobación o rechazo de tratados: (Art. 75 inc. 22 C.N.). Los tratados pueden ser con otras naciones o con
organismos internacionales y los concordatos con la Santa Sede. El Congreso debe aprobar o rechazar el
acuerdo o tratado, no puede introducirle modificaciones o reservas, pues ello significaría rechazar el tratado.
17
- Arreglar definitivamente los límites del territorio nacional (art. 75 inc. 15 C.N.).
- Faculta al PEN para ordenar represalias y establecer reglamentos de pesas. Las represalias en materia de
derecho internacional constituyen sanciones y las pesas representan la ejecución de las sanciones (por
ejemplo es una sanción el derecho del Estado de tomar la posesión de un barco extranjero o de su
cargamento cuando hubiera violado una ley del Estado o una norma de un tratado internacional).
- Aprueba los tratados de integración (Art. 75, inc. 24 C.N.).Faculta al Congreso a aprobar los tratados de
integración en los que se deleguen competencias y jurisdicciones.
Competencia para fijar límites interprovinciales y creación de nuevas provincias y también fijar la sede de
las autoridades federales (la Capital del Estado).
Competencias Administrativas.
- De progreso y bienestar (Art. 75 inc. 18 C.N.).Proveer a la prosperidad del país, al adelanto y bienestar de
todas las provincias, promoviendo su industria, la importación de capitales, y la explotación de sus ríos
internos, mediante la sanción de leyes protectoras de estos fines y por concesiones temporales de privilegios
y recompensas de estímulos. Se trata de la llamada “cláusula del progreso”. Un ejemplo son las leyes de
promoción industrial y la concesión de los servicios públicos.
- Nuevo progreso: También proveerá lo conducente al “desarrollo humano”, al “progreso económico con
justicia social”, a “la productividad de la economía nacional”, generando empleos, proveyendo a la formación
profesional de los trabajadores, la defensa del valor de la moneda, la investigación y el desarrollo científico y
tecnológico (estas son normas programáticas que necesitan de una ley para concretarse).
- Legislación sobre igualdad real. Corresponde al Congreso de la Nación legislar y promover medidas que
garanticen la igualdad de oportunidades y de trato y pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos en la
Constitución Nacional y por los Tratados internacionales, sobre derechos humanos, preferentemente de las
mujeres, ancianos, personas discapacitadas y los niños.
- Régimen de seguridad social del niño: El Congreso debe dictar un régimen de Seguridad social del niño
especial e integral a fin de proteger al niño en situación de desamparo desde el embarazo de la madre hasta
la finalización del período de enseñanza elemental y de la madre durante el embarazo y el tiempo de
lactancia (art. 75 inc. 23 C.N.).
- Pueblos indígenas: El Congreso de la Nación debe reconocer la preexistencia étnica y cultural de los
pueblos indígenas. Respetar el derecho a su identidad y el derecho a la educación bilingüe e intercultural.
Reconocer personería jurídica de sus comunidades. Reconocer la posesión y propiedad comunitaria de las
tierras que tradicionalmente ocupan. También debe regular la entrega de otras tierras aptas y suficientes
para el desarrollo humano. Estas tierras serán inajenables, transmisibles ni susceptibles de gravamen o
embargo. También debe asegurar la participación de los pueblos indígenas en la gestión referida al uso y
explotación de los recursos naturales y demás intereses que los afecten.
Competencias Militares:
18
- Fijar las fuerzas armadas en tiempo de paz y de guerra y dictar las normas para organización y gobierno
(art. 75 inc. 27 C.N.).
- Otorgar permiso para la introducción o salida de tropas del país.
- Seguridad de las fronteras. A esta competencia alude el art. 75 inc. 16 C.N.
Competencia Pre-constituyente:
Competencia de emergencia:
- Declaración de estado de sitio en uno o varios punto del país en caso de conmoción interior y aprueba o
suspende el estado de sitio declarado por el PEN durante su receso (art. 75 inc. 29 C.N.).
- Intervención Federal. Disponer la intervención federal a una provincia o a la ciudad de Buenos Aires, y
aprueba o revoca la que hubiere sido ordenada durante su receso legislativo por el PEN (art. 75 inc. 31 C.N.).
- Dimisión de presidente o vicepresidente de la Nación. Admite o desecha los motivos de dimisión del
presidente o vicepresidente de la Nación. Si ambos cesaren al mismo tiempo estamos en una situación de
acefalía en que debería procederse a una nueva elección (art. 75 inc. 21 C.N.).
Poderes implícitos:
- Son las atribuciones que se encuentran en manos del Congreso en asuntos de su competencia y que no han
sido establecidos expresamente en el texto constitucional, y que representan medios para hacer efectivos
otros poderes concedidos por la Constitución Nacional al gobierno nacional-.
Competencias de Control.
- El voto de censura y la remoción del Jefe de Gabinete de Ministros.
- Informes al Congreso. El Congreso de la Nación puede hacer venir a su recinto a los Ministros del PEN para
recibir explicaciones e informes que estime conveniente sobre su gestión. La interpelación no provoca la
destitución de los ministros, con la única excepción del art. 101 C.N. respecto al Jefe de Gabinete de
Ministros.
- Juicio Político del Presidente, Vicepresidente, Ministros, del PEN, Legisladores de ambas Cámaras y
Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.(art. 53 C.N.).
- Auditoría General de la Nación. (art. 85 C.N.).
- Defensor del Pueblo de la Nación (art. 86 C.N.).
19
La muerte del inculpado pone fin al procedimiento por carecer de objeto válido. Su renuncia ha
promovido confusos debates y decisiones contradictorias. En el caso de que la renuncia fuese aceptada antes
de la acusación, el funcionario ha dejado de ser tal, y por ende, su renuncia pone fin al juicio político. Si en
cambio la renuncia fuese aceptada después de la acusación, el fallo del juicio político no podrá ordenar su
destitución, y sólo podrá resolver la inhabilidad para declararlo incapaz de ocupar ningún empleo de honor,
de confianza o a sueldo en la Nación (art. 60 de la C.N.).
Volviendo al procedimiento del juicio político, una vez efectuada la declaración de acusación por la
Cámara de Diputados, la resolución debe ser puesta en conocimiento del Senado, y en ella se debe fijar la
fecha en que ha de constituirse en tribunal y resolver sobre el reglamento a que habrá de sujetarse. Si bien
resulta un tema discutible, el Senado podrá suspender preventivamente al acusado cuando éste no se aparta
voluntariamente mediante un pedido de licencia. Al respecto, los que apoyan esta facultad del Senado,
sostienen que el que puede lo más (destituir) puede lo menos (suspender). La opinión contraria señala que la
suspensión vulnera el derecho a desempeñar el cargo por el término constitucional en tanto no se resuelva su
cese por mayoría de dos tercios.
Una vez concluido el procedimiento ante el Senado, el fallo se adopta por votación que debe tomarse
sobre cada cargo de la acusación, y si ninguno fuera aprobado por mayoría de dos tercios de los miembros
presentes, se absolverá al acusado. Bastará que un solo cargo sea aprobado por esa mayoría para que se lo
declare incurso en la destitución de su empleo. Resuelta la destitución, debe realizarse otra votación para
decidir sobre la inhabilidad, requiriéndose también mayoría de dos tercios. Además, si se declara la
inhabilidad, por otras votaciones debe establecerse si será por tiempo indeterminado o determinado, y en
este último caso, por cuánto tiempo, exigiéndose siempre la mayoría de dos tercios para la sanción más
grave.
Producida la destitución, la parte condenada quedará sujeta a acusación, juicio y castigo conforme a
las leyes ante los tribunales ordinarios.
La experiencia vivida en nuestro país, nos demuestra que las Cámaras del Congreso han ejercido en
forma restrictiva la facultad de destituir a los miembros de los órganos supremos de gobierno y ministros.
Ningún presidente, vicepresidente o ministro ha sido sometido a juicio político por acusación de la Cámara
baja. Todos los casos en que el Senado llegó a constituirse en tribunal afectaron a magistrados judiciales. El
requisito de la mayoría de dos tercios, hace improbable que prospere un juicio político contra funcionarios
de gobierno amparados por la solidaridad del bloque legislativo afín.
20
auditado. A partir del año 2000, también son remitidos al Jefe de Gabinete de Ministros, quien en virtud del
art. 100 de la C.N., ejerce la administración general de país.
Es competencia de la Auditoria General de la Nación, la de:
Realizar el control externo posterior de la gestión presupuestaria, económica, financiera, patrimonial, legal y
de gestión, así como el dictamen sobre los estados contables financieros de la administración central,
organismos descentralizados, empresas y sociedades del Estado, entes reguladores de los servicios públicos,
y entes privados adjudicatarios de procesos de privatización, en cuanto a las obligaciones emergentes de los
respectivos contratos.
Todas las funciones que le asigna el art. 118 de la Ley 24.156.
Para el desempeño de sus funciones, la AGN puede:
Realizar todo acto, contrato u operación que se relacione con su competencia.
Exigir la colaboración de las entidades del sector público, las que estarán obligadas a suministrar los datos,
documentos, antecedentes e informes relacionados con el ejercicio de sus funciones.
Promover las investigaciones de contenido patrimonial en los casos que corresponda, comunicando sus
conclusiones a la Comisión Parlamentaria Mixta Revisora de Cuentas.
Formular los criterios de control y auditoria y establecer las normas de auditoria externa a ser utilizadas por
la entidad. Estas normas deberán atender a un modelo que abarque los aspectos financieros de legalidad y de
economía, eficiencia y eficacia.
Presentar a la Comisión Parlamentaria Mixta antes del 1° de mayo de cada año la memoria de su actuación.
Dar a publicidad todo material señalado en el apartado anterior, con excepción de aquel que, por decisión de
la Comisión Parlamentaria Mixta Revisora de Cuentas, deba permanecer reservado.
En lo que se refiere a los sujetos alcanzados por la competencia de la AGN, ésta comprende a la
Administración Pública central y descentralizada, Empresas y Sociedades del Estado, Entes Reguladores de
servicios públicos y a los entes privados de procesos de privatización, en cuanto a las obligaciones
emergentes de los respectivos contratos. Si bien la ley 24.156 menciona a la Municipalidad de la Ciudad de
Bs.As., la AGN ha dejado de tener competencia sobre el Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires,
quien ahora tiene su propio órgano auditor externo, que depende de la Legislatura de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
La AGN se compone de un órgano de conducción que se integra con siete (7) miembros: tres (3) auditores
generales designados por la Cámara de Senadores, tres (3) por la Cámara de Diputados, de acuerdo con la
composición política de cada cámara. Su mandato es de ocho (8) años y se renuevan por mitades cada cuatro
(4) años. El Presidente es designado a propuesta del partido político de la oposición con mayor número de
legisladores en el Congreso de la Nación.
Los auditores pueden ser removidos, en caso de inconducta grave o manifiesto incumplimiento de sus
deberes, por los procedimientos establecidos para su designación. No podrán ser designados personas que se
encuentren inhibidas, en estado de quiebra o concursados civilmente.
Capitulo
Poder Ejecutivo Nacional
(arts 87 a 107 C.N.)
22
La débil estructura del Poder Ejecutivo en los antecedentes patrios, junto a la inexistencia desde 1820 -a
excepción de la presidencia de Rivadavia- de la figura de un presidente, privaron a los constituyentes de
1853 de antecedentes nacionales de relevancia, razón por la cual Alberdi encontró en la Constitución
chilena de 1833, la alternativa de un Poder Ejecutivo fuerte y garante del orden institucional, con una clara
superioridad sobre el resto de los poderes. Fue recién con la reforma constitucional de 1994, que se
introdujeron importantes modificaciones en la estructura presidencial, en un intento por atenuar el
“presidencialismo”, manteniéndose la figura de un Poder Ejecutivo “unipersonal”, pero compartiendo
importantes funciones con el Jefe de Gabinete de Ministros.
El art. 87 de la C.N., establece el mencionado carácter unipersonal al fijar que el Poder Ejecutivo de la
Nación será desempeñado por un ciudadano con el título de “presidente de la Nación Argentina”.
Consecuentemente, podemos afirmar que el vicepresidente, el jefe de gabinete y los ministros, no integran
el Poder Ejecutivo Nacional, pues más allá de que los actos del presidente necesiten refrendo ministerial
-conforme el art. 100 de la C.N.-, lo cierto es que el presidente tiene la atribución de nombrar y remover
“por sí solo” a los ministros (art. 99, inc. 7).
38, Acefalía:
La Constitución Nacional trata la “acefalía” del Poder Ejecutivo en su art. 88. La acefalía puede ser
“permanente o temporaria” según el tiempo de producción de las distintas causales, o bien “parcial o total”,
según se produzca el alejamiento solo del presidente o del vicepresidente, o bien de ambos a la vez. Cuando
la acefalía es “parcial”, la Constitución prevé que sea el vicepresidente quien deba reemplazar al presidente.
Por el contrario, deja bajo la decisión del Congreso de la Nación determinar el camino a seguir en caso de
acefalía total y no se pronuncia sobre el caso de la acefalía permanente del vicepresidente.
44. Juramento.
Al tomar posesión de su cargo el presidente y vicepresidente de la Nación deberán prestar juramento, en
manos del presidente del Senado y ante el Congreso reunido en Asamblea, respetando sus creencias
religiosas de: “desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidente (o vicepresidente) de la Nación
y observar y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina” (art. 93 de la C.N.).
En este punto se advierte que la supresión de la fórmula religiosa prevista originalmente en esta
disposición, se compadece con la paralela eliminación del requisito confesional para acceder a la
presidencia de la Nación. Es por tal motivo, que la norma comentada precisó el juramento del Presidente,
respetando sus creencias religiosas.
24
45. Forma y tiempo de elección.
El presidente y vicepresidente de la Nación serán elegidos directamente por el pueblo en doble vuelta,
según lo establece la Constitución. A este fin el territorio nacional conformará un distrito único. (art.94 de
la C.N.).
La elección se efectuará dentro de los dos meses anteriores a la conclusión del mandato del presidente en
ejercicio (art. 95). La segunda vuelta electoral, si correspondiere, se realizará entre las dos fórmulas de
candidatos más votadas, dentro de los treinta días de celebrada la anterior (art. 96).
Cuando la fórmula que resultare más votada en la primera vuelta, hubiere obtenido más del cuarenta y
cinco por ciento de los votos afirmativos válidamente emitidos, sus integrantes serán proclamados como
presidente y vicepresidente de la Nación (art. 97). Cuando la fórmula que resultare más votada en la
primera vuelta, hubiere obtenido el cuarenta por ciento por lo menos de los votos afirmativos válidamente
emitidos y, además, existiere una diferencia mayor de diez puntos porcentuales respecto del total de los
votos afirmativos válidamente emitidos sobre la fórmula que le sigue en número de votos, sus integrantes
serán proclamados como presidente y vicepresidente de la Nación (art. 98).
Antes de la reforma constitucional de 1994, la elección de presidente y vicepresidente de la Nación era a
través del sufragio indirecto del electorado. El electorado era convocado cada seis años a fin de elegir a los
miembros de la juntas o colegios electorales, quienes en cada distrito resultaban ser los responsables de la
elección definitiva del mandatario de la República Argentina y de su vicepresidente. Cuando los dos
candidatos más votados para presidente y vicepresidente de la Nación, no lo eran por la mayoritaria de los
votos, la elección recaía en el Congreso de la Nación.
Si bien, el sistema de elección indirecta del presidente y vicepresidente de la Nación fue el adoptado por la
Constitución de 1853, el mismo fue perdiendo virtualidad con el surgimiento de los grandes partidos
políticos. Ello así, la práctica de las elecciones presidenciales ocurridas en la Argentina, han puesto de
manifiesto un comportamiento distinto de parte del electorado, puesto que los ciudadanos al votar, se
pronunciaban a favor de un partido y de los candidatos del mismo, los que aparecían en letras grandes,
mientras que los nombres de los electores figuraban en la misma boleta en letra más chica, de manera que
la elección del presidente y vicepresidente de la Nación se había convertido de indirecta a directa.
Otra de las modificaciones que presenta el sistema de elección presidencial consiste en el “ballottage” o
segunda vuelta, según el cual el candidato a un cargo electivo debe obtener en el escrutinio de los sufragios
la “mayoría absoluta” de los votos válidos para poder se elegido en el mismo. En el supuesto de que
ninguno de los candidatos hubiese alcanzado dicho porcentaje en la primera vuelta electoral, se celebrará
una segunda vuelta. De esta manera, los ciudadanos que en la primera vuelta eligen al candidato preferido,
en la segunda ronda electoral, optarán entre los dos candidatos que han sido más votados.
25
Expide las instrucciones y reglamentos que sean necesarios para la ejecución de las leyes de la Nación,
cuidando de no alterar su espíritu con excepciones reglamentarias (inc. 20). Surge de la norma, la facultad
del Presidente de la Nación de dictar los “reglamentos de ejecución o de aplicación” que completan la
redacción de las leyes y resultan necesarios para su aplicación. Así también, la última parte del inc. 2 que
estamos comentando, apunta a la aplicación del principio de “razonabilidad” de la función reglamentaria
del Poder Ejecutivo de la Nación.
Participa en la formación de las leyes con arreglo a la Constitución, las promulga y hace publicar. El Poder
Ejecutivo no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de
carácter legislativo. Solamente cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites
ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate de normas que regulen
materia penal, tributaria, electoral o el régimen de los partidos políticos, podrá dictar decretos por razones
de necesidad y urgencia, los que serán decididos en acuerdo general de ministros que deberán refrendarlos,
conjuntamente con el jefe de gabinete de ministros. El jefe de gabinete de ministros personalmente y
dentro de los diez días someterá la medida a consideración de la Comisión Bicameral Permanente cuya
composición deberá respetar la proporción de las representaciones políticas de cada Cámara. Esta
Comisión elevará su despacho en un plazo de diez días al plenario de cada Cámara para su expreso
tratamiento, el que de inmediato considerarán las Cámaras. Una ley especial sancionada con la mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara regulará el trámite y los alcances de la
intervención del Congreso (inc. 3). La primera parte del inc. 3, se refiere a la competencia que tiene el
Poder Ejecutivo de control legislativo. Actualmente el Poder Ejecutivo no sólo comparte la iniciativa
legislativa con las Cámaras del Congreso de la Nación y mantiene el derecho o potestad de observación de
las leyes mediante el “veto”, sino que también sus atribuciones se extienden a la posibilidad de “hacer
directamente la ley”, las que surgen de caminos diferentes que resultan por:
a) delegación del Poder Legislativo a su favor, conforme el art. 76 de la C.N. (reglamento delegado);
el dictado de “decretos de necesidad y urgencia” (inc. 30 del art.99 C.N.).
potestad de promulgar en forma parcial las leyes que han sido objeto del veto limitado a una porción de las
mismas (art. 80 C.N.).
Nombra los magistrados de la Corte Suprema con acuerdo del Senado por dos tercios de sus miembros
presentes, en sesión pública, convocada al efecto. Nombra los demás jueces de los tribunales federales
inferiores en base a una propuesta vinculante en terna del Consejo de la Magistratura, con acuerdo del
Senado, en sesión pública, en la que se tendrá en cuenta la idoneidad de los candidatos. Un nuevo
nombramiento, precedido de igual acuerdo, será necesario para mantener en el cargo a cualquiera de esos
magistrados, una vez que cumplan la edad de setenta y cinco años. Todos los nombramientos de
magistrados cuya edad sea la indicada o mayor se harán por cinco años, y podrán ser repetidos
indefinidamente, por el mismo trámite (inc. 4).
Nombra y remueve a los embajadores, ministros plenipotenciarios y encargados de negocios con acuerdo
del Senado; por sí solo nombra y remueve al jefe de gabinete de ministros y a los demás ministros del
despacho, los oficiales de su secretaría, los agentes consulares y los empleados cuyo nombramiento no está
reglado de otra forma por esta Constitución (inc. 7).
Provee los empleos militares de la Nación; con acuerdo del Senado, en la concesión de los empleos o grados
de oficiales superiores de las fuerzas armadas; y por sí solo en el campo de batalla (inc. 13).
Puede llenar las vacantes de los empleos, que requieren el acuerdo del Senado, y que ocurran durante su
receso, por medio de nombramientos en comisión que expirarán al fin de la próxima Legislatura (inc.
19). En estos incisos se reúnen todas las prescripciones relativas a nombramientos y remociones, algunas
facultades que ejerce por sí mismo y otras que requieren el acuerdo del Senado. Respecto del
nombramiento de los jueces, observamos que la redacción de la norma se compadece con la creación del
Consejo de la Magistratura que ha sido incorporado en la Constitución Nacional (art. 114). De esta manera
el Presidente de la Nación sólo nombra a los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, con
acuerdo del Senado, mientras que los jueces federales que integran el Poder Judicial de la Nación, los
nombra de una terna constituida con la previa intervención del Consejo de la Magistratura, manteniendo
también el requisito del acuerdo del Senado, el que requerirá la mayoría calificada de dos tercios de sus
miembros presentes. En cuanto al Jefe de Gabinete de Ministros lo designa y remueve el Presidente de la
Nación; mientras que respecto de la designación de funcionarios, cabe comentar que el Presidente se ha
reservado exclusivamente la designación de funcionarios de cierta jerarquía, delegando los restantes
nombramientos en los ministros, secretarios o máximas autoridades de organismos (descentralización
administrativa). Por último, el inc. 19 ha facultado al Presidente a practicar “designaciones en comisión”,
que se refiere a aquellos nombramientos que requieren el acuerdo del Senado, pero que pueden ser
cubiertas por el Presidente de manera condicional. Esta atribución ha llevado a que el Presidente realizara
designaciones para llenar vacantes ocurridas durante el receso del Senado.
Puede indultar o conmutar penas por delitos sujetos a la jurisdicción federal, previo informe del tribunal
correspondiente, excepto en los casos de acusación por la Cámara de Diputados (inc. 5). Cuando se
26
menciona la facultad del “indulto”, se trata de la posibilidad del perdón absoluto de una pena ya impuesta a
una persona, una vez finalizado el proceso penal. Por el contrario, conmutar significa cambiar una pena
mayor por otra de menor importancia o sanción de menor monto impuesta por el tribunal competente.
Siempre el indulto o conmutación deben estar referidos a una única persona, pues de los contrario se
confundiría con una amnistía, siendo que esta última sólo puede ser dictada por el Congreso de la Nación
(art. 75, inc. 20 de la C.N.). Así mismo, cabe destacar que el indulto no puede ser dictado en el curso de
un proceso penal, cuando aún no ha habido sentencia de condena firme, es decir, que haga “cosa juzgada”.
Concede jubilaciones, retiros, licencias y pensiones conforme a las leyes de la Nación (inc. 6). Se trata
esta última de una disposición que no se aplica en la actualidad, puesto que las jubilaciones y pensiones
son actualmente concedidas por el organismo previsional (ANSES), conforme al sistema integral de
Jubilaciones y Pensiones regulado por la Ley 24.241.
Hace anualmente la apertura de las sesiones del Congreso, reunidas al efecto ambas Cámaras, dando
cuenta en esta ocasión del estado de la Nación, de las reformas prometidas por la Constitución, y
recomendando a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes (inc. 8). Prorroga
las sesiones ordinarias del Congreso, o lo convoca a extraordinarias, cuando un grave interés de orden o de
progreso lo requiera (inc. 90). En particular, estos incisos del art. 99 de la C.N. tratan de las relaciones
entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, estableciendo un mecanismo mediante el cual el Presidente
debe informar al Congreso sobre las políticas generales del gobierno. Así mismo, el Presidente está
facultado a poner en funcionamiento del Congreso de la Nación mediante los actos de apertura, prórroga
de sesiones o convocatoria a sesiones extraordinarias. La apertura de las sesiones del Congreso en
asamblea podrá ser realizada indistintamente en el recinto de cualquiera de las Cámaras, no
necesariamente en la de Senadores como se indicaba antes de la reforma constitucional de 1994.
Supervisa el ejercicio de la facultad del jefe de gabinete de ministros respecto de la recaudación de las
rentas de la Nación y de su inversión, con arreglo a una ley o presupuesto de gastos nacionales. Este punto
se refiere a las facultades o poderes financieros del Presidente, que surgen de la ley anual de Presupuesto.
Al Poder Ejecutivo le caben todas las funciones administrativas de recaudación y ejecución presupuestaria.
Antes de la reforma constitucional de 1994, estos actos eran realizados directamente por organismos
especiales tales como la Dirección General Impositiva, la Dirección Nacional de Aduanas, etc. Actualmente,
estas facultades fueron conferidas al Jefe de Gabinete de Ministros (art. 100, inc. 7), manteniendo el
Presidente de la Nación la supervisión sobre dicha función. Sin perjuicio de ello, el Presidente es
responsable de tales actos, lo que surge implícitamente de su calidad de “responsable político de la
administración general del país. Lo cierto es que, en este caso, el Jefe de Gabinete tendrá a su cargo
facultades que hasta la reforma constitucional de 1994, tenía el ministro de economía y el secretario de
hacienda por delegación del presidente, quien asimismo tenía la responsabilidad por tales actos.
Actualmente, el Presidente mantiene dicha responsabilidad, por lo que la última reforma constitucional lo
que hizo fue adelantarse a la voluntad de delegación de funciones administrativas del presidente de la
Nación a favor del jefe de gabinete de ministros, atribuyendo tales potestades la misma norma
constitucional. En este último caso, será tarea legislativa la de sancionar una ley de ministerios que
distribuya las misiones y funciones de las distintas carteras ministeriales y del jefe de gabinete de ministros
a fin de evitar una superposición de competencia entre funcionarios de un mismo rango. En cuanto al
tema, podemos señalar, que si bien el Jefe de Gabinete tiene funciones administrativas, en cuanto a la
organización del trabajo común de los ministros, no posee facultades disciplinarias o jerárquicas sobre
ellos, que le permitan por sí mismo imponer su voluntad por sobre la del resto de los ministros, también
responsables del despacho de los negocios de la Nación.
Concluye y firma tratados, concordatos y otras negociaciones requeridas para el mantenimiento de buenas
relaciones con las organizaciones internacionales y las naciones extranjeras, recibe sus ministros y admite
sus cónsules (inc. 11). Esta norma fija el rol del presidente frente a la comunidad internacional, siendo él
quien asume la representación del Estado como persona jurídica en el ámbito internacional como jefe de
Estado. Esta atribución, asimismo, se relaciona con el art. 27 de la C.N. que establece la obligación del
Gobierno Federal de afianzar las relaciones con los restantes países, mediante la firma de tratados
internacionales, y con el art. 75, inc. 22 de la C.N.
Es comandante el jefe de todas las fuerzas armadas de la Nación (inc. 12). Dispone de las fuerzas
armadas, y corre con su organización y distribución según las necesidades de la Nación (inc. 140).
Declara la guerra y ordena represalias con autorización y aprobación del Congreso (inc. 15). El
presidente tiene a cargo el manejo de las fuerzas armadas y de seguridad, junto a las atribuciones de jefe de
Estado y de gobierno (art. 99, inc. 1). Así también, estas facultades deben ser interpretadas juntamente
con los poderes militares del Congreso (art. 75, inc. 25/28), de manera tal que la mayoría de los actos
relacionados al ejercicio de estas funciones (declaración de la guerra, firma del tratado de paz, etc),
necesitan de la intervención de ambos poderes (Legislativo y Ejecutivo). En cuanto a la concesión de
“patentes de corso” que se encontraba contemplado en el anterior inc. 18 (hoy inc. 15), es una potestad que
ha sido suprimida del texto constitucional, en razón de que ha quedado de hecho derogada luego de la
27
ratificación que el país ha efectuado de la Convención de París de 1858, la que eliminó las actividades de los
corsarios.
Declara en estado de sitio uno o varios puntos de la Nación, en caso de ataque exterior y por un término
limitado, con acuerdo del Senado. En caso de conmoción interior, sólo tiene esta facultad cuando el
Congreso está en receso, porque es atribución que corresponde a este cuerpo. El presidente la ejerce con las
limitaciones prescriptas en el art. 23. Se trata de las facultades que tiene el Poder Ejecutivo de la Nación en
su carácter de jefe de gobierno y responsable político de la administración del país, y que también surgen,
implícitamente, del poder jerárquico que le asiste sobre los funcionarios del Poder Ejecutivo Nacional,
inclusive el jefe de gabinete de ministros, quién, por otra parte, no constituye una suerte de “primer
ministro”, pudiendo llegar a ejercer ciertas facultades sobre el resto de los miembros del gabinete sólo por
delegación del presidente, no así como una potestad propia del órgano-institución.
Puede ausentarse del territorio de la Nación, con permiso del Congreso. En el receso de éste, sólo podrá
hacerlo sin licencia por razones justificadas de servicio público (inc. 18). En la anterior redacción de la
norma se hacía mención a que el presidente sólo podía ausentarse de la Capital con permiso del Congreso,
exigencia que cayó en desuso, toda vez que la residencia presidencial está ubicada en el ámbito de la
provincia de Buenos Aires y por ende, conforme a tal obligación, el presidente habría tenido que solicitar
autorización en forma diaria al Congreso, cada vez que debía trasladarse de la Casa de Gobierno a la
residencia presidencia. Por tal motivo ral exigencia fue suprimida por la Reforma Constitucional de 1994,
lo que parece una modificación acertada. Con anterioridad a la reforma, la autorización dada al jefe de
Estado por el Congreso de la Nación para ausentarse del país, tenía una duración de un año e inclusive le
era otorgada por todo la duración de su mandato. La doctrina estima más conveniente la redacción
actualmente dada al inc. 18 del mencionado art. 99, según la cual, en el caso de encontrarse en receso el
Congreso, el presidente podrá ausentarse del país sin autorización del Congreso, siempre que razones
justificadas de servicio público así lo requieran.
Decreta la intervención federal a una provincia o a la ciudad de Buenos Aires en caso de receso del
Congreso, y debe convocarlo simultáneamente para su tratamiento (inc. 20). Esta norma se refiere al
nuevo mecanismo que la reforma constitucional de 1994 ha dado a la “intervención federal”, la que junto al
de “estado de sitio” regulado por el art. 23 de la C.N., constituye un instituto de emergencia y que tiene por
finalidad restablecer el orden institucional quebrado por conflictos de carácter interno del país o ante un
ataque externo. Esta norma se relaciona entonces con el art. 6 (facultades del Gobierno Federal para
intervenir el territorio de las provincias), y el art. 75, inc. 31 ( facultad del Congreso de la Nación para
disponer la intervención federal a una provincia o a la ciudad de Buenos Aires) de la Constitución Nacional.
Esta atribución del Gobierno Federal puede ser ejercida de dos maneras. Estas son:
a) por decisión del Gobierno Federal , cuando sea necesario para garantizar la forma republicana de
gobierno o repeler invasiones exteriores.
b) a pedido de autoridades provinciales, a fin de sostenerlas ante el peligro de estabilidad de sus
instituciones o bien para restablecerlas, en el caso de sedición o por invasión de otra Provincia.
En el caso de la intervención federal, el interventor es designado por el Poder Ejecutivo Nacional.
47. Jefe de Gabinete de Ministros y Ministros del PEN (arts. 100 a 107 C.N.).
Nuestra Constitución Nacional de 1853 adoptó el sistema “presidencialista” de gobierno, sin perjuicio de lo
cual, en su Capítulo IV, se ocupaba de los ministros, lo que marcaba una gran diferencia con la
Constitución Norteamericana, en la que solo se hace mención al Presidente y Vicepresidente cuando
desarrolla el tema referente al Poder Ejecutivo. Lo cierto es que, en EE.UU., la labor del Presidente es
asistida por los “secretarios de Estado”, funcionarios no previstos en la Ley fundamental, en razón de que
en su modelo constitucional no integran el Poder Ejecutivo ni forman un gabinete, siendo estas dos
últimas características las que lo diferencian de los modelos de “parlamentarismo” europeo. De ahí que, en
nuestra Constitución Nacional, la institución de ministerial en ella prevista, significó la incorporación de
nuevos actores institucionales a los que se les confirió facultades dentro de un marco de relación con el
Poder Legislativo que se parecía en muchos aspectos al parlamentarismo. Ello se debe a la necesidad del
“refrendo” y de la “legalización” de los decretos presidenciales por parte de los Ministros (art. 100 de la
C.N.), la responsabilidad individual y colectiva de sus actos (art. 102), entre otras particularidades de
nuestro sistema ministerial, que lo hacen parecido a l sistema parlamentario. Cabe al respecto resaltar, la
relación de los ministros con el Congreso de la Nación, que les impone el deber de presentar una memoria
detallada del estado de la Nación en lo relativo a los negocios de sus respectivos departamentos (art. 104),
como así también, deben concurrir a las sesiones del Congreso y tomar parte en sus debates, pero no votar
(art. 106), pudiendo cada una de las Cámaras convocarlos para que informen sobre algún tema en
particular (art. 71). También los ministros pueden ser sometidos a juicio político (art. 53).
Sin perjuicio de la existencia de esta suerte de prescripciones constitucionales que son las que acabamos de
comentar referentes al rol de los ministros, lo cierto es que, el sistema “presidencialista” en la Argentina,
fue criticado por doctrinarios y constitucionalistas, quienes alertaron sobre la necesidad de encontrar
28
modos de controlar el accionar del presidente y acotar sus atribuciones, toda vez que resultaba una difícil
tarea para los ministros pretender poner frenos a la voluntad del Presidente negándose a refrendar un acto
presidencial, puesto que esta negativa ministerial puede ser fácilmente neutralizada por un pedido de
renuncia al cargo ministerial, como así también, no cabían dudas de que el funcionario designado en el
cargo del ministro saliente, habría de recibir el nombramiento ligado a su promesa o compromiso de
legalizar el acto impugnado por el ministro antecesor. Por otra parte, si bien los ministros tenían el deber
de informar sobre la gestión del ejecutivo ante sus Cámaras, la imposibilidad del Congreso de ordenar su
destitución, hizo fracasar en alguna medida, el funcionamiento de dichos mecanismos parlamentarios.
Frente a esta situación, la reforma constitucional de 1994 introdujo la figura del “Jefe de Gabinete de
Ministros”, como una forma de descentralizar algunas de las funciones en el interior del Poder Ejecutivo y
permitir el control del accionar del Presidente como mecanismo de atenuación del presidencialismo. Este
nuevo órgano concebido dentro del Poder Ejecutivo, se presenta como un nuevo elemento parlamentario,
insertado en nuestro sistema presidencialista.
Sin embargo, en la realidad, si analizamos con detenimiento las disposiciones constitucionales en cuestión,
podremos advertir que, lejos de atenuar el accionar del Presidente, estas nuevas modificaciones han
acentuado las potestades presidenciales, tanto en lo que se refiere a las potestades legislativas -que ahora
recibe el Presidente-, como a la posibilidad de hacerse reelegir.
Por otra parte, el Jefe de Gabinete de Ministros, resulta ser en última instancia, un ministro más e,
independientemente de sus facultades, permanece en una relación de dependencia absoluta con el
Presidente, al igual que el resto de los ministros. Además, el grueso de las atribuciones del Jefe de
Gabinete, serán producto de la delegación presidencial y su posición institucional frente al Presidente no se
diferencia de la de los demás ministros. Por ejemplo, la potestad reglamentaria que se le otorga, conforme
el art. 100, inc. 2, en verdad es la misma que poseen los restantes ministros y que ejecutan a través del
dictado de resoluciones ministeriales. Al respecto, debemos aclarar, que el Presidente retiene la facultad
reglamentaria del Poder Ejecutivo, que consiste en la reglamentación de las leyes sancionadas por el
Congreso de la Nación (Decretos ejecutivos o reglamentarios). Así también, el nombramiento y remoción
del Jefe de Gabinete constituyen una potestad presidencial, pues el “voto de censura” del Congreso que
contempla la Constitución Nacional, es de tan difícil práctica que resulta casi imposible que se lleve a cabo
tal como está previsto en la norma constitucional.
El art. 100 y art. 101 de la Constitución Nacional, establecen que el Jefe de Gabinete es responsable
políticamente frente al Congreso, para lo cual puede ser interpelado y objeto de posterior “voto positivo de
cesura”. Efectivamente, reza el art. 101, que el Jefe de Gabinete “puede ser interpelado a los efectos del
tratamiento de una moción de censura, por el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los
miembros de cualquiera de las Cámaras, y ser removido por el voto de la mayoría absoluta de los
miembros de cada una de las Cámaras”,
En definitiva, la creación de un órgano unipersonal con el nombre de “Jefe de Gabinete”, en el interior del
Poder Ejecutivo, no alcanza por sí mismo para cambiar los rasgos de nuestra estructura presidencial.
Mientras el Presidente conserve la facultad de remover en sus funciones, a su antojo, al Jefe de Gabinete,
ninguna modificación de fondo se habrá producido en el funcionamiento de las instituciones, debido a que
se mantiene la voluntad unipersonal e indiscutible del primer mandatario.
La reforma constitucional menciona la palabra “gabinete” como si se tratara de un cuerpo o institución
colegiado dotado de facultades propias y que expresa su voluntad en relación a los distintos actos de
gobierno del país. Sin embargo, de las normas constitucionales no surge la existencia de un órgano de tal
naturaleza. Las únicas disposiciones que involucran al gabinete están relacionadas con la actividad del jefe
de gabinete, quien parece desempeñar el papel de coordinador del mismo, ya que tiene a su cargo la misión
de convocar al gabinete a reuniones, prepararlas y coordinarlas (art. 100, inc. 5) y sólo puede presidirlas
en caso de ausencia del Presidente.
También es tarea del gabinete, prestar acuerdo para decidir el envío de un proyecto de Ley de Ministerios y
de Presupuesto Nacional al Congreso de la Nación (art. 100, inc. 6). Con relación a esta última exigencia,
cabe recordar, que con anterioridad a la reforma constitucional de 1994, aun antes de requerirse un
acuerdo conjunto, el mismo existía respecto de estos temas, se diese o no en el seno de una reunión
conjunta de gabinete. Si bien ahora se utiliza el término “gabinete” para aludir al conjunto de ministros, su
actuación no es ajena a las prácticas del presidencialismo. Actualmente, el gabinete o reunión de ministros,
tendrá lugar en todos los asuntos de gobierno y administración que planteen en su seno, el presidente, jefe
de gabinete, cualquiera de los ministros (correspondiente a sus respectivas carteras); y su intervención en
el seno del Poder Ejecutivo es de carácter consultivo. Se trata entonces de un órgano de consulta
obligatoria del Presidente para la toma de las decisiones previstas en el art. 99, incs. 18 (ausentarse el
Presidente del país) y 19 (llenar vacantes de los empleos que requieran el acuerdo del Senado); y para el
dictado de los reglamentos de necesidad y urgencia (art. 99, inc. 3).
29
En lo que se refiere a las atribuciones del Jefe de Gabinete de Ministros, nos remitimos a las referencias
que al respecto hemos efectuado al tratar las atribuciones del Presidente otorgadas por el art. 99 de la
Constitución Nacional.
Por último, cabe resaltar, que constituye un elemento de contención de las atribuciones del Presidente la
exigencia de “acuerdo del Senado” como requisito para dar validez a las designaciones del Ejecutivo. Se
trata de un acto institucional complejo que se aplica para la designación de jueces, altos oficiales,
embajadores y a los responsables de los principales organismos descentralizados de la Administración
Pública como, por ejemplo, los directores de los Entes Reguladores de los Servicios Públicos. Este último
mecanismo se presenta como una herramienta de re-equilibrio entre los poderes del Estado.
Además, no pueden ser senadores o diputados los ministros que no hayan previamente renunciado a sus
cargos (art. 105). Los ministros gozarán por sus servicios de un sueldo establecido por la ley, que no podrá
ser aumentado ni disminuido en favor o perjuicio de los que se hallen en ejercicio (art. 107).
Capítulo V
Poder Judicial de la Nación
(arts. 108 al 119 C.N.)
53. Composición.
El art. 114 sólo menciona los sectores que deben estar representados en el Consejo, cuales son: los órganos
políticos electivos, jueces, abogado de matrícula federal, personas del ámbito académico y científico. Será el
Congreso de la Nación que mediante una ley determine la composición final del Consejo y la periodicidad
con la cual se alternarán los cargos.
La reforma constitucional de 1994, en la cláusula transitoria decimotercera, estableció que a partir de los
trescientos sesenta (360) días de la vigencia de la reforma, sólo se podrán designar magistrados mediante
el procedimiento establecido en la Constitución reformada.
En la actualidad, conforme la ley 24.937 y sus modificatorias, el Consejo de la Magistratura se encuentra
integrado por veinte (20) miembros, de acuerdo a la siguiente composición:
El presidente de la CSJN.
Cuatro (4) jueces del Poder Judicial de la Nación (dos jueces de cámara y dos de primera instancia,
garantizándose la presencia de magistrados con competencia federal en el interior del país).
31
Ocho (8) legisladores. Los presidentes de cada una de las Cámaras, a propuesta de sus respectivos bloques,
designará cuatro (4) legisladores de cada una de ellas, correspondiendo dos al bloque con mayor
representación legislativa, un por la primera minoría y uno por la segunda minoría.
Cuatro (4) representantes de los abogados de ka matrícula federal designados por el voto directo de
profesionales que posean esa matrícula, a cuyo efecto se utilizará el sistema de elección D´Hont,
debiéndose garantizar la presencia de los abogados del interior de la República.
Un (1) representante del Poder Ejecutivo Nacional.
Dos (2) representantes del ámbito científico y académico que serán elegidos de la siguiente manera: a) Un
(1) profesor titular de cátedra universitaria de facultades de derecho nacionales, elegido por sus pares, a
cuyo efecto el Consejo Interuniversitario Nacional confeccionará el padrón y organizará la elección
respectiva; b) una (1) persona de reconocida trayectoria y prestigio, que haya sido acreedor de menciones
especiales en ámbitos académicos y/o científicos, que será elegido por el Consejo Interuniversitario
Nacional con el voto de los dos tercios (2/3) de sus integrantes.
Los miembros del Consejo, en el acto de incorporación, prestarán juramento ante el Presidente de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.
56. Atribuciones del Poder Judicial de la Nación (arts. 116 a 119 C.N.).
Como primera observación, corresponde resaltar que los tribunales sólo pueden actuar cuando exista un
“caso” o “causa judicial”; de tal manera, los jueces no pueden expedirse o fallar en abstracto, es decir,
mediante declaraciones teóricas sobre la interpretación de leyes. Consecuentemente, para que intervenga
un juez, es necesario un caso concreto y el pedido de una de las partes (los jueces no actúan de oficio).
La norma contenida en el art. 116 de la Constitución, distribuye las atribuciones entre el Poder Judicial de
la Nación y el Poder Judicial de las Provincias, describiendo la competencia de los órganos judiciales
federales, enunciando los casos que son de su conocimiento. Ello así, los temas que no están enumerados
en este artículo, corresponden al conocimiento de los tribunales locales, tanto de la Capital Federal como
los de las provincias De ahí que, la competencia federal se encuentra establecida de acuerdo a diferentes
criterios de atribución, cuales resultan ser:
En razón de la “materia”. De acuerdo a la naturaleza del tema litigioso, será competencia federal civil y
comercial, contencioso-administrativa, criminal o penal económica.
32
En razón de las “personas”. Será competencia federal los casos en que sean causas concernientes al Estado
Nacional, naciones extranjeras o ciudadanos extranjeros, embajadores, ministros públicos y cónsules
extranjeros, las provincias o sus vecinos.
En razón del “territorio”. Se tiene en cuenta el territorio donde se sucedieron los hechos.
Según Bidart Campos, las características principales de la jurisdicción federal son:
es limitada y de excepción, pues se ejerce solo en los casos en que la Constitución y las leyes reglamentarias
la indican.
es privativa y excluyente, porque no pueden los tribunales de las provincias conocer en las causas que
pertenecen a la jurisdicción federal.
es improrrogable si surge en razón de la materia o del territorio. Solo es prorrogable si se establece en
función de la persona, salvo los casos de competencia originaria de la Corte Suprema de Justicia (art. 117).
Por otra parte, el art. 117 de la Constitución establece un desdoblamiento en la competencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, ya que esta puede actuar en el caso concreto por vía de apelación o bien
por competencia originaria y exclusiva.
La Corte Suprema conocerá en el caso por “competencia apelada” cuando previamente hayan fallado los
tribunales inferiores según la ley.
Por el contrario, actuará por “competencia originaria y exclusiva”, en los casos fijados taxativamente por el
art. 117 de la Constitución, de manera tal que el conocimiento de la causa, la tramitación y decisión del
caso, será exclusivo de la Corte, sin intervención previa de ningún otro órgano o tribunal inferior.
33
Son casos de competencia originaria y exclusiva de la Corte Suprema, los asuntos concernientes a
embajadores, ministros y cónsules extranjeros, y en los que alguna provincia fuese parte, a excepción de
que se trate de un tema de límites interprovinciales, en los cuales la competencia para su resolución
corresponde al Congreso de la Nación, conforme el art. 75, inc. 15 de la Constitución Nacional.
Por su parte, el art. 118 al establecer que “Todos los juicios criminales ordinarios, que no se deriven del
despacho de acusación concedido en la Cámara de Diputados, se terminarán por jurados, luego que se
establezca en la República esta institución...”, no hace más que reiterar el mandato previsto en el arts. 24 y
75, inc. 12, de la Constitución, en lo referente a la sanción de una ley que establezca y reglamente el “juicio
por jurados”. Al respecto, recordemos que esta norma limita la decisión por jurados a las causas criminales
ordinarias y exime de este procedimiento al juicio político regulado por el art. 53 de la Ley Suprema. Por
otra parte, se prevé en forma excepcional el juzgamiento de delitos cometidos fuera de los límites de la
Nación, delegando en el Congreso de la Nación, la facultad de designar el tribunal con competencia para su
conocimiento.
Por último, el art. 119 de la Constitución tipifica el delito de “traición a la Nación”, que consiste en asistir al
enemigo por medio de la toma de armas o prestando ayuda financiera, informativa o tecnológica. Este
delito está también previsto en el Código Penal. A diferencia de lo que acontecía antes de la reforma
constitucional de 1994, la pena por este tipo de delito se encuentra limitada a la persona del delincuente,
no pudiendo ser trasmitida a sus familiares y/o herederos.
Capitulo VI
Gobierno de Provincia
58.Introducción.
Para tratar este tema es necesario que nos remitamos al artículo 1 de nuestra Constitución Nacional que
expresa: “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal.”
Este artículo determina las características fundamentales de la estructura del poder en el Estado
Argentino. Dichas características son:
-democracia representativa
-república
-federalismo
Pero antes de analizar el federalismo como forma de estado, tenemos que distinguir justamente
tres tipos de estado, el estado confederal, el estado unitario y el estado federal.
Estado Confederal: es aquel integrado por entidades cuasi soberanas, que se unen bajo un órgano común
que tiene competencia sólo para muy limitados asuntos (relaciones exteriores, guerra y paz) y no tiene
imperium directo sobre los ciudadanos de los Estados confederados, sino por medio de los gobiernos de
éstos.
Los estados miembro se reservan el derecho de ratificar las decisiones del órgano confederal,
rechazarlas e incluso separarse de aquella, ejerciendo el derecho de secesión.
Estado Unitario: está en el otro extremo. No existes entidades políticas que lo integren. No hay estados o
provincias autónomas que se den sus propias normas en materias reservadas. Todas las circunscripciones,
regiones, son meras divisiones administrativas del estado.
Estado federal: se encuentra en un estado intermedio. En este caso además de la división orgánica, las
funciones del poder están distribuidas territorialmente en órganos regionales que ejercen un poder
parcelado sobre una fracción del territorio nacional.
Estas entidades son denominadas en nuestra Constitución provincias y coexisten con el estado
federal y son autónomas. En el Preámbulo expresa “…Nos los representantes del Pueblo de la Nación
Argentina….por voluntad y elección de las provincias que la componen..”
Así, un sistema federal supone una distribución territorial de competencias, de modo que:
exista un gobierno central o federal que ejerce su poder sobre todo el territorio nacional y cuya esfera de
competencias apunta a los asuntos que interesan a toda la Nación;
existen gobiernos locales o provinciales que ejercen su poder sobre todo el territorio de sus respectivas
provincias y cuyo ámbito de acción se dirige a los asuntos de local.
Tal como lo expresáramos anteriormente las provincias son autónomas. ¿Qué significa autonomía? Es un
término político y se aplica a los entes que están capacitados para dictar sus propias leyes. Tiene un grado
menor que la soberanía, pero es más amplia que la autarquía, ya que ésta se limita a la capacidad de
administración.
Cuartar la libre circulación de buques, conceder preferencias a un puerto respecto de otros (art. 12).
Alterar los principios, garantías y derechos reconocidos en la constitución por medio de leyes que
reglamenten su ejercicio (art. 28)
Conceder en ningún caso facultades extraordinarias y la suma del poder publico ( art. 29)
Dictar leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella jurisdicción federal (art. 32 )
El presidente de la nació en ningún caso puede ejercer funciones judiciales (art. 109)
Órgano competente: El artículo 6 no determina a cuál de los poderes del gobierno le corresponden
disponer la intervención federal.
En general la doctrina había entendido que le compete al Congreso Nacional. La jurisprudencia a
partir del caso “Cullen c/ Llerena”, sostuvo el mismo criterio.
La reforma constitucional del ’94 resolvió este problema incorporando dos textos:
Art. 75 inc. 31, que establece expresamente que la intervención federal es de competencia del Congreso, sin
embargo, se autoriza al Poder Ejecutivo a decretarla durante el receso del Congreso, pudiendo éste
aprobarla o revocarla;
Art. 99 inc. 20, que autoriza al poder ejecutivo a decretarlo cuando está en receso el Congreso. Lo obliga
además a convocarlo simultáneamente.
Facultades del Interventor: La ejecución del acto declarativo de la intervención es llevada a cabo por un
conjunto de funcionarios ad hoc cuyo jefe recibe el nombre de interventor federal. Este funcionario es
designado por el Poder Ejecutivo. El resto del equipo es designado por él.
Si bien el interventor reemplaza a las autoridades locales y por ello se halla en la cúspide del
ordenamiento institucional provincial, es un delegado del presidente de la República y por ello es
funcionario nacional. Sus poderes son transitorios. Sus actos deben respetar las normas provinciales en
tanto no colisionen con las normas federales que determinaron la intervención.
Puede decirse que el interventor tiene un doble carácter, representa al gobierno federal pero es
también una especie de representante de la provincia hasta tanto sean organizados los poderes locales.
El alcance de la intervención depende de la ley que la decreta. En general, las leyes no especifican
los límites de las facultades sino que recurren a fórmulas genéricas como restablecer el orden público,
reorganizar los poderes públicos, etc. La extensión de las atribuciones del interventor va a depender del
acto que la declara y del poder de la provincia que se interviene.
Capitulo VII
Administración Pública
Capitulo VIII
Derecho Administrativo
b) Reglamentos autónomos:
Son los que puede dictar el Poder Ejecutivo sobre materias acerca de las cuales dicho poder tiene
competencia exclusiva, de acuerdo a las normas y principios constitucionales. Estas materias son las que
integran laa “reserva de la Administración” por oposición a la “reserva de la ley” que contempla un ámbito
reservado al legislador. Son ejemplos de reglamentos autónomos: los relacionados con la organización
administrativa; el estatuto referente al personal civil de la Administración que el Poder Ejecutivo puede
dictar como consecuencia de su facultad constitucional de nombrar y remover a ese personal; el
reglamento o decreto que instituye el recurso jerárquico mediante el cual el Pode Ejecutivo, ante el
reclamo de los administrados, ejercitará sus atribuciones de revocar, modificar o confirmar los actos
administrativos; etc. Una vez dictados los reglamentos autónomos, ellos constituyen una limitación a la
actividad jurídica de la Administración, pues integran el llamado “bloque de legalidad”.
c) Reglamentos delegados:
Son los que emite el Poder Ejecutivo en virtud de una atribución o habilitación que le confiere
expresamente el Poder Legislativo, de tal manera que no emanan de la potestad reglamentaria normal del
Poder Ejecutivo.
Tanto la doctrina como la jurisprudencia coinciden en que el Congreso no puede delegar en forma amplia
sus facultades al Poder Ejecutivo, sino que sólo puede permitirle dictar ciertas normas dentro de un marco
legal prefijado por el legislador, por ello, para algunos autores no tiene sentido hablar de “reglamento
delegado” como habitualmente se hace y resulta más adecuado usar el término “reglamento de integración”
puesto que solo proceden cuando el legislador mediante el dictado de una ley que establece un
determinado principio jurídico, ha dejado al administrador tal sólo la facultad de completar, interpretar o
integrar ese principio, sea precisando su concepto, sea determinando las circunstancias de hecho a que
deberá ser aplicado. Por ejemplo: una ley autoriza el cobro de una tasa o impuesto dentro de un límite
mínimo y otro máximo, facultando al Poder Ejecutivo a determinar cuál es el monto de la tasa dentro de
esos límites. La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho en el caso “Delfino”, 1927 (Fallos
148:430): “Que, ciertamente, el Congreso no puede delegar en el Poder Ejecutivo o en otro departamento
de la administración ninguna de las atribuciones o poderes que le han sido expresa o implícitamente
conferidos.. no existe propiamente delegación sino cuando una autoridad investida de un poder
determinado hace pasar el ejercicio de ese poder a otra autoridad o persona descargándolo sobre
ella...Existe una distinción fundamental entre la delegación de poder para hacer la ley y la de conferir
cierta autoridad al Poder Ejecutivo o a un cuerpo administrativo, a fin de reglar los pormenores y
detalles necesarios para la ejecución de aquélla. Lo primero no puede hacerse, lo segundo es admitido
aun en aquellos países en que, como EE.UU, el poder reglamentario se halla fuera de la letra de la
Constitución”. Posteriormente, la Corte Suprema en otro precedente “Mouviel”, 1957 (Fallos 237:636)
sostuvo que, “En el sistema representativo republicano de gobierno adoptado por la Constitución (art.
1) y que se apoya fundamentalmente en el principio de la división de poderes, el legislador no puede
simplemente delegar en el Poder Ejecutivo o en reparticiones administrativas la total configuración de
los delitos ni la libre elección de las penas, pues ello importaría la delegación de facultades que son por
esencia indelegables”.
La reforma constitucional llevada a cabo en el año 1994, ha establecido en su art. 76 que: “Se prohíbe la
delegación legislativa en el ¨Poder Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o de
emergencia públicas, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las bases de ka delegación que el
Congreso establezca...” . Esta norma constitucional coincide con el criterio jurisprudencial del pasado que
niega al Congreso poder facultar a la administración para hacer la ley, es decir, que no le puede autorizar a
regular determinadas materias. La regulación debe, según la Constitución, ser del propio Congreso y lo
único que puede delegarse es, de manera ocasional y modo excepcional, el perfeccionamiento de algún
supuesto de hecho faltante en una norma legislativa determinada.
En lo que se refiere a quién se puede delegar, el citado art. 76 de la C.N. admite en forma excepcional la
delegación al Poder Ejecutivo y no cabe extender dicha excepción al Jefe de Gabinete, los Ministros o
Secretarios de Estado, ni tampoco admitir la subdelegación. Puede en cambio atribuirse facultades a los
entes reguladores previstos en el art. 42 de la C.N., a tenor de los marcos regulatorios de servicios públicos
allí previstos, sin la limitación temporaria que tiene el Poder Ejecutivo , pues allí la delegación la hace el
Congreso al ente regulador en base a una previsión constitucional clara. Estos marcos, a su vez, a veces
autorizan en forma expresa al ente a subdelegar en sus propios órganos dependientes de las facultades que
la ley les otorga, lo que no parece contrariar el texto ni el espíritu de la prohibición de delegación al Poder
Ejecutivo y de la subdelegación por parte de éste.
• Los tratados
Dentro de la jerarquía de las normas a que hace referencia el art. 31 de la C.N., encontramos a los
“tratados” como otra de las fuentes del derecho en general y, en particular, del derecho administrativo. Los
tratados pueden versar sobre diferentes materias tales como telecomunicaciones, comercio marítimo,
tránsito de personas, etc. Los tratados concluidos y firmados por el Presidente de la Nación, aprobados por
el Congreso de la Nación, ratificados y publicados, deben ser considerados como recibidos por el
ordenamiento jurídico argentino, de manera tal que, observado el procedimiento descripto, la fuente del
derecho es el tratado en cuestión, no así la ley del Congreso que lo aprueba.
Sin perjuicio de lo dicho en cuanto a los tratados, distinta es la situación de las “convenciones” aprobadas
en conferencias internacionales, por las cuales la Nación se compromete a cumplir determinados
principios que deberán ser adoptados por el derecho interno, para lo cual será necesaria la sanción de una
ley especial que así lo disponga.
Así también, el tratado debe estar de acuerdo con los principios contenidos en la Constitución Nacional a
fin de no ser reputado inconstitucional.
• Analogía:
En el campo del derecho administrativo la analogía es una de las fuentes con amplia recepción en nuestro
ordenamiento jurídico, debido a la amplitud de contenido del derecho en general y a la existencia de una
legislación incompleta.
La analogía, al igual que los principios generales del derecho, constituye una forma o modo de resolver
cuestiones o situaciones jurídicas. No se trata de una interpretación de la norma, pues en realidad, cuando
se recurre a la analogía es porque no existe una norma que contemple tal o cual situación concreta. Por tal
motivo, la aplicación analógica implica la creación de una “nueva norma”. En tal sentido, el art. 16 del
Código Civil fija un principio -que no obstante su ubicación en el ordenamiento jurídico, resulta de
aplicación a todas las ramas del derecho-, que reza: “cuando una cuestión civil no pueda resolverse, ni
por las palabras, ni por el espíritu de la ley, se atenderá a los principios de leyes análogas; y si aun la
cuestión fuese dudosa, se resolverá por los principios generales del derecho, teniendo en consideración
las circunstancias del caso”.
También, cabe resaltar, que la analogía es una fuente escrita, puesto que la posibilidad de recurrir a ella
surge expresamente de la ley, y la solución del caso no previsto surge, asimismo, de una norma expresa de
la ley.
En el derecho argentino, algunas cuestiones de derecho administrativo encuentran solución jurídica
recurriendo a la analogía. Algunos ejemplos podemos encontrarlos en el caso de cuestiones atinentes a la
nulidad de los actos jurídicos que prevé el articulado del Código Civil y resultan aplicables por analogía a la
nulidad de los actos administrativos; así también en lo referente a la prescripción de las acciones contra el
Estado, ya sea por responsabilidad contractual o extracontractual, a cuyo efecto, por analogía, se aplican
las disposiciones del Código Civil, etc.
Por último, cabe señalar, que la aplicación extensiva de normas de derecho privado en derecho
administrativo, procede únicamente ante la falta de normas y principios administrativo de posible
aplicación a cuestiones jurídicas concretas.
• Jurisprudencia
Es una de las fuentes directas mediatas o subsidiarias, pues sólo se recurre a ella a falta de un texto legal
expreso. Sin perjuicio de ello, cabe resaltar que la jurisprudencia debe respaldarse en las normas jurídicas
positivas, toda vez que el juzgador debe expedirse “infra legem”, es decir, su actividad creadora, siempre
supeditada a la ley. Asimismo, se trata de una fuente escrita, los “fallos”, constituyendo la jurisprudencia,
“la repetición orgánica y concordante de fallos sobre una misma cuestión”. El juez, en su actividad
creadora de normas, al aplicar la norma general, crea una norma nueva, no general, sino individual para el
caso concreto (fallo).
• Doctrina:
La doctrina es la opinión de los estudiosos del derecho acerca de las cuestiones jurídicas y las soluciones
que proponen. Se trata de una fuente indirecta (sin base en una norma positiva) y de aplicación
subsidiaria. Si bien la doctrina en nuestro ordenamiento jurídico no existe como ocurre con la costumbre,
lo cierto es que ninguna norma positiva impide que se la invoque como fuente del derecho. Aun cuando no
tenga la imperatividad propia de la ley, puesto que no es emitida por ningún órgano del Estado, la doctrina
goza de la imperatividad de la lógica y del buen sentido. La lógica se expresa en los argumentos de los
tratadistas con poder y prestigio suficiente para elevar la doctrina a la categoría de fuente de jurídica en el
derecho administrativo.
• Costumbre
La costumbre es “la práctica constante y uniforme de una conducta, por parte de los miembros de una
comunidad social, con convicción de que tal comportamiento es jurídicamente obligatorio”.
Hay tres clases de costumbres:
a) La costumbre según la ley que interpreta, denominada “secundum legen”. Es aquella a la cual la
ley remite la solución del caso, de manera que la norma consuetudinaria tiene vigencia porque así
lo ha dispuesto la ley. El art. 17 del Código Civil establece que, “El uso, la costumbre o práctica
no pueden crear derechos, sino cuando las leyes se refieren a ellos”.
c) Costumbre contraria a la ley, derogatoria o “contra legem” tampoco puede ser fuente jurídica del
derecho, toda vez que resulta derogatoria de la ley vigente. El art. 17 del Código Civil establece
que: “El uso, la costumbre o práctica no pueden crear derechos, sino cuando las leyes se refieran
a ellos”. Esta última constituye una disposición de carácter general, que rige tanto para el derecho
privado como para el derecho público.
Capitulo IX
Dominio público y privado del Estado
52
b) Según el uso público a los que se afectan, en bienes:
De uso común: aquel que usan todas las personas en forma directa y libre, ejemplo: transitar por una calle,
difrutar de un paseo por una plaza, etc.
De uso especial: aquel que solamente pueden hacer las personas que obtuvieron el permiso o concesión
otorgado por un acto administrativo para lo cual deberán cumplir los requisitos exigidos por el Estado. Se
trata de un uso oneroso ya que el usuario paga al concesionario por el beneficio que obtiene y de uso
limitado ya que no se concede de por vida.
53
Ahora bien, hay casos como ocurre en el dominio público natural, que su afectación es de pleno derecho,
por ejemplo una isla o un río. La Administración no puede dárselos, en principio, a particulares.
En el dominio público artificial, además de la calificación de la ley nacional, de la cual deriva su condición
jurídica, es necesario un acto de afectación de parte de la Administración Nacional, Provincial o
Municipal, es el caso, por ejemplo, de un buque de guerra, una plaza, etc..
También es necesario tener en cuenta la desafectación tácita, que es la que ocurre cuando los bienes del
dominio público dejar de ser tales por causa de un hecho de la naturaleza o porque cambia su forma
externa. Por ejemplo un río que por causas naturales o por la mano del hombre, se seca.
Capitulo X
Responsabilidad del Estado
Dentro del marco de la actividad legítima del Estado, el daño puede ser causado por:
• Actos de la Administración Pública: Es decir, por el ejercicio de la función administrativa (hechos y actos
administrativos legítimos): en estos casos el Estado presta correctamente su servicio, sin perjuicio de lo
cual puede generar daños a sus administrados (por ejemplo, cuando se expropian bienes privados por
causa de utilidad pública; la requisición de bienes en tiempo de guerra, la ocupación temporánea de bienes
de particulares .etc.).
• Actos Legislativos (normas constitucionales). El Estado puede dañar a los particulares a través del
dictado de leyes o reglamentos (por ejemplo: dicta una ley que crea un impuesto perjudicando el
patrimonio de los particulares, perjuicio que se debe soportar por el interés publico; las normas sobre el
corralito financiero, leyes que prohíben importar ciertos productos para proteger la industria nacional,
leyes que obligan a los bares a cerrar después de las 4 de la mañana, leyes que prohíben fabricar o
comercializar algunos productos, etc. En principio, se tendrá derecho a la reparación de los daños, después
que una sentencia judicial declare la inconstitucionalidad de la ley o norma jurídica impugnada y cuando
estas normas:
dañen derechos o principios constitucionales;
el daño sea especial (ej: cuando un impuesto afecta a un individuo en forma desigual, cuando por cambiar
varias veces las leyes se le cause a un particular un perjuicio mayor que el normal);
otra ley reconozca derecho a indemnizar (ej: la ley 24.043 que fijó indemnización para aquellos detenidos o
puestos a disposición de tribunales militares);
cuando el Estado se enriquezca sin causa, aunque no cause un daño es responsable.
• Actos judiciales (sentencias). La Corte manifestó que el Estado no es responsable por actos judiciales
cuando su actuación sea legítima, pues aun cuando la sentencia no lo favorezca, debe igualmente soportar
lo que ella establece.
54
86. Responsabilidad por actividad ilegítima del Estado.
La actividad ilegítima surge cuando hay un incumplimiento irregular o defectuoso de la función o ella es
ejercida con irrazonabilidad o injusticia.
La indemnización en este supuesto debe ser integral (daño emergente y lucro cesante) porque no es justo
que los administrados soporten los daños causados por actividades ilegítimas del Estado llevadas a cabo
bajo la apariencia del interés publico.
Dentro de la actividad ilegitima el daño puede ser causado por:
La función materialmente administrativa (hechos y actos
administrativos ilegítimos), siendo los fallos jurisprudenciales (control judicial) los que marcan los
ejemplos y su evolución:
Antes del caso Devoto (1933): el Estado era responsable por sus actos privados o de gestión (porque había
igualdad de derechos entre las partes y se aplicaba el derecho privado) pero no lo era por sus actos de
autoridad o de imperio (porque había una desigualdad de derechos al haber relaciones de subordinación y
poder en el derecho público al que pertenecen estos actos de autoridad).
A partir del caso Devoto: surge la responsabilidad indirecta a través de la aplicación que hizo la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, de los arts. 1109 y 1113 del Código Civil. Estos articulos establecen:
Art. 1109 CC: “ todo el que ejecuta un hecho que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro está
obligado a la reparación del perjuicio…”
Art. 1113 CC: “ La obligación del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaren a los que
están bajo su dependencia, o por las cosas de que se sirve o que tiene a su cuidado..”
Art. 1112 CC: “Los hechos y las omisiones de los funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones, por
no cumplir sino de una manera irregular las obligaciones que le están impuestas, son comprendidos en
las disposiciones de este titulo”.
En concordancia con las normas citadas, debemos también citar al artículo 36 del Código Civil que
establece, ”…se reputan actos de las personas jurídicas los de sus representantes legales, siempre que no
excedan los límites de su Ministerio”. En lo que excedieren, sólo producirán efectos respecto de sus
mandatarios.”
Ello así, serán actos y hechos propios del Estado los que realicen sus agentes dentro del marco de sus
atribuciones (es decir, de la actuación legítima del Estado que genera responsabilidad directa); mientras
que las que excedan a ellas, serán actos o hechos que si bien no resultarán imputables en forma directa al
Estado, si lo será por responsabilidad indirecta.
Sin perjuicio de lo dicho, cabe poner de relieve que tanto la jurisprudencia con la doctrina han desestimado
este último criterio, sentando otro que sostiene que un acto es imputable directamente al Estado y lo hace
responsable por las consecuencias dañosas del mismo, cuando lo ejecuta cualquiera de sus órganos en
oportunidad del ejercicio de sus funciones o tareas, sin importar que lo haya hecho o no dentro de sus
atribuciones o limites legales (es decir, se trate de acto legítimo o ilegítimo).
Ello así, también los actos ilegítimos pueden ser propios del Estado y comprometer su responsabilidad
directa, cuando han sido realizados dentro del ejercicio aparente de la función encomendada al agente del
Estado, sea que dicha función haya sido regular o irregularmente ejercida o bien, legitima o ilegítimamente
manifestada.
Para que exista responsabilidad ilegítima, es necesario que se reúnan los siguientes elementos:
Un daño cierto al administrado (actual o futuro, individualizado y apreciable en dinero,
imputabilidad objetiva del acto o hecho administrativo a un órgano del Estado en ejercicio de sus funciones
(por ejemplo, actos que realiza un funcionario publico en ocasión de sus funciones, en estado de ebriedad
lo que genera la figura de falta de servicio. Para la falta de servicio no se exige culpa o dolo);
nexo causal entre ese daño y el acto del órgano administrativo del Estado.
• Actos legislativos: En este caso el Estado es responsable por daños cometidos a los administrados por
aquellas normas declaradas ilegítimas por sentencia judicial firme. Deben reunirse los siguientes
elementos para que se configure esta responsabilidad ilegítima por actos legislativos:
debe existir un daño cierto, un hecho o acto administrativo declarado ilegítimo por sentencia judicial
firme;
el daño debe ser imputable al Estado;
el daño debe ser resarcible en dinero;
debe existir conexión causal entre acto y daño.
Ante la responsabilidad estatal por actos legislativos o administrativos el damnificado puede pedir que le
restituyan la cosa a su estado anterior y de ser imposible debe pedir directamente que lo indemnicen.
• Actos judiciales: Se deben indemnizar los daños surgidos del error judicial o arbitrariedad de las medidas
tomadas por los órganos que ejercen el poder judicial (por ejemplo: cuando se realiza un secuestro o
embargo pero no se toman las previsiones exigidas y se causa así un daño en el patrimonio de los
particulares o cuando se condena a una persona que luego resulta inocente. Algunos autores creen que el
estado ante estos actos judiciales es irresponsable, porque las sentencias pasadas en autoridad de cosa
juzgada gozan de verdad legal otros consideran que es responsable por sentencias definitivas erróneas. La
Corte falló que habrá responsabilidad del Estado cuando haya un error judicial, cuando el acto fuere
declarado ilegítimo y se revoque, porque antes la sentencia tiene carácter de verdad legal. La restitución
debe ser integral porque hay arbitrariedad en la medida o error judicial.
55
Se puede dividir en dos etapas:
Primera Etapa: Primó la irresponsabilidad del Estado. En la época del absolutismo, el Estado estaba a
cargo del rey que era irresponsable por daños causados extracontractualmente en el ámbito público,
porque al ser el rey no se concebía que pudiera dañar al pueblo. Sin perjuicio de ello, el rey era responsable
extracontractualmente por su actuación en el ámbito del derecho privado. Luego de la Revolución Francesa
(1789), si bien la soberanía del pueblo se concibió en manos del pueblo, al que se le reconocieron los
derechos frente al poder el Estado, se mantuvo la postura de que en el ámbito público el Estado obraba
soberanamente por lo que era irresponsable por los daños causados a los particulares.
Segunda Etapa: Surge la responsabilidad del Estado (siglo XIX). Ante las críticas sobre la
irresponsabilidad del Estado por los actos públicos frente a las garantías que protegían los derechos del
pueblo establecidas en las Constituciones surge una nueva tendencia por responsabilizar al Estado de sus
actos aun públicos. Hasta ese momento se aplicaba el Código Civil para la responsabilidad del Estado por
sus actos de gestión (de naturaleza civil) pero no existían normas que regularan la responsabilidad por los
actos de la administración pública. Es así, que los damnificados empezaron a reclamar frente Estado la
obtención de la reparación de los daños por la actividad pública y ante la negativa de la Administración
Pública, recurrían a los tribunales judiciales.
Ahora bien, ante la situación plateada, deberíamos preguntarnos ¿Sí se puede aplicar el Código
Civil?. En principio, diríamos que no corresponde la aplicación de dichas normas de derecho privado,
porque éstas tratan de las relaciones de un particular con otro particular (en un plano de igualdad),
mientras que en las relaciones del particular con la Administración Pública, son de subordinación en virtud
del poder o imperium de que goza el Estado, lo que justifica la aplicación de un régimen exorbitante del
derecho privado.
Para responsabilizar al Estado por daños causados por sus agentes o dependientes en ejercicio de sus
funciones públicas, toda vez que en la cuestión entran en colisión otros intereses cuales son las necesidades
del servicio, los derechos del Estado y los intereses privados, resulta necesario ponderar las distintas
situaciones especiales.
Así las cosas, a partir del caso Blanco (Francia año 1873) se diferenció entre responsabilidad por
falta de servicio y la responsabilidad por falta personal.
Por falta de servicio, el Estado es responsable directo por los daños causados por servicios públicos
irregulares o defectuosos. En este supuesto, no se exige dolo o culpa del agente para que haya
responsabilidad del Estado. Es decir, se cambia la noción de culpa (que es indispensable para que se
configure responsabilidad en el derecho civil) por la del daño y su causalidad con el servicio público. Se
trata de un supuesto de responsabilidad objetiva basada en el daño causado por el servicio real prestado,
como no hacer nada (omisión), intervenir cuando no corresponde, etc. En nuestro Código Civil, la
responsabilidad objetiva del Estado por el hecho u omisión de sus agentes o dependientes en ejercicio de
sus funciones y que presten un servicio irregular o defectuoso, lo encontramos en el art. 1112.
Por falta personal se da cuando el agente que realiza la función comete con dolo o culpa una falta que
excede la falta de servicio. En este caso el agente es el responsable directo frente al administrado y no el
Estado, quien solo responde subsidiariamente por el daño causado. En nuestro Código Civil lo vemos en el
art. 1109 sobre responsabilidad indirecta cuando haya culpa. A modo de ejemplificar sería el supuesto de
que el agente se enriquezca en forma personal al prestar el servicio o cuando actúe con dolo o falta grave
inexcusable.
Así, en un primer momento se aplicó la responsabilidad subjetiva porque inicialmente se aplicaba
las normas del derecho privado, donde la regla general es la que reza que para que haya responsabilidad
siempre debe existir culpa o dolo, pero cómo solo podían ser responsables las personas físicas, siendo el
Estado una persona jurídica, se decía que el Estado no podía ser responsable por actos cometidos por sus
funcionarios.
Luego la Corte de Justicia cambió y sostuvo que el Estado podía ser responsable en el marco de las
funciones de derecho público, solo por los actos ilícitos cometidos por sus funcionarios al ejercer sus
funciones.
En la actualidad, el Estado responde por los daños causados por actos lícitos e ilícitos (sin
necesidad que los daños sean por culpa o dolo de sus agentes o funcionarios públicos) y cuando se de la
relación de causalidad entre acto y daño. Es decir que la responsabilidad es objetiva y directa basada en la
teoría del órgano. Según esta última, los agentes o funcionarios públicos actúan como integrantes del
órgano Estado. Esta teoría es aceptada por la mayoría de la doctrina, aunque hay otros autores (como por
ejemplo Dormí) que consideran que la responsabilidad del Estado es indirecta.
Hay además otro caso especial de responsabilidad del Estado por aplicar “poderes de guerra. Se trata del
ejercicio de atribuciones o poderes durante la guerra. Tal sería el caso en el que el Estado se queda con
bienes del enemigo que están en nuestro país o encontrados en el campo de batalla. Estos poderes de
guerra deben ser razonables y proporcionales con el fin que persiguen. Una posición jurisprudencial
posterior sostuvo que el Estado no será responsable cuando el poder de guerra es usado legítimamente,
pero será responsable cuando fuera usado ilegítimamente como por ejemplo, afectar en tiempos de guerra
la propiedad privada por fines que no tienen nada que ver con la guerra y que benefician al Estado.
89. Causas que eximen de responsabilidad al Estado.
56
¿Qué necesita el Estado para eximirse de responsabilidad o disminuirla?
En actualidad no se exige que los actos que causaron daño hayan sido cometidos con culpa o dolo sino que
solamente se exige la existencia de causalidad entre el acto dañoso (causa) y el daño para haya
responsabilidad. Ello así, para que el Estado se exima de responsabilidad el daño tiene que haber sido
provocado por un caso fortuito o fuerza mayor o bien, si la víctima tuvo culpa en el hecho. También es
causa de eximente de responsabilidad la existencia de una ley que así lo exima o que disminuya la
responsabilidad del Estado.
90. Resarcimiento
.
¿Cuál es la extensión del resarcimiento del Estado al damnificado?
Una vez comprobada la causalidad entre acto y daño, el Estado debe indemnizar al damnificado.
Si la responsabilidad es por actos lícitos, se indemniza el daño emergente (el efectivamente sufrido) pero
no el lucro cesante (aquello que el damnificado dejó de ganar a causa del daño); por el contrario, si la
responsabilidad es por actos ilícitos, se indemnizan daño emergente y lucro cesante.
57