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Capitulo I.

Teoría del Estado


1. Estado. Su naturaleza jurídica. Teorías.
Para dar un concepto de Estado, previamente debemos averiguar: ¿qué es el Estado?; ¿cuál es su
naturaleza ?; ¿en qué consiste?. Trataremos, entonces, de describir sintéticamente cuál es su realidad, su
naturaleza.
Existen distintas teorías que dan fundamento a la existencia del Estado, entre ellas, podemos mencionar a
las siguientes teorías: sociológicas, deontológicas, políticas y jurídicas. Ahora bien, de manera ilustrativa y
sin adentrarnos en un análisis profundo, sobre cada una de ellas podemos señalar que:
Las “teorías sociológicas” descubren en el Estado una realidad social, pues se dedican a observar y explicar su
naturaleza sobre la base del fenómeno sociológico de la convivencia humana como un hecho social, externo y
objetivo, exterior a los hombres. No toman en consideración aspectos éticos, jurídicos o políticos y, en el caso
de ser estos últimos aspectos asimilarlos por la teoría sociológica, serán considerados por ésta en un segundo
plano.
Las “teorías deontológicas” –siendo que la deontología jurídica estudia y aplica los principios de la ética o
moral al campo del derecho- son las que comienzan proponiendo al Estado un fin que consideran debido y
una vez que descubren y formulan ese fin, sostienen que éste constituye una parte de la esencia del Estado,
concluyendo que toda organización política real y concreta, para tener la naturaleza o esencia de Estado,
debe cumplir aquél fin, careciendo por ende de tal naturaleza, todas aquellas organizaciones que no lo
cumplen o lo violan. Es así que en este tipo de teorías la naturaleza del Estado se explica por su fin.
Las “teorías jurídicas” contemplan la naturaleza del Estado desde una perspectiva jurídica o sea, desde la
ordenación que el derecho le depara. Cuando son monistas llegan al extremo de pensar que el Estado es una
creación exclusiva del derecho, que su única naturaleza deriva del derecho. Cuando no son monistas,
admiten ingredientes sociológicos, políticos o deontológicos, poniendo en primer lugar al derecho, que es el
que abarca a los demás aspectos subyacentes.
Las “teorías políticas” presentan al Estado como una formación del orden político, como un ente de la
realidad social que está políticamente organizado.
Luego de considerar todas estas teorías, podemos concluir que, en el Estado hay una realidad social y externa
que deriva de los hombres, pero que no se agota en los hombres. El Estado presupone hombres, convivencia
y la asociación unificada socialmente por un fin común, institucionalizada y personificada moralmente. Esta
realidad social presenta una dualidad de gobernantes y gobernados, exhibe un hecho de dominación social y
una relación mando y obediencia. Tiene además un marco de encuadre físico o geográfico que es el territorio,
por lo que se trata de una convivencia organizada territorialmente. Esta realidad social no es sustancial como
lo es la persona humana, sino accidental y accesoria. Decimos, entonces, que es una persona moral o ente
colectivo distinto de sus integrantes, que afecta el modo de ser de los mismos, que los sostiene y que existe
por ellos, en ellos y para ellos.
Por otra parte esta realidad social se juridiza. El orden jurídico que le presta unidad y la informa es el
derecho constitucional. Esa realidad social que es también como dijimos persona moral, se recubre de
personalidad jurídica y traba una relación jurídica entre gobernantes y gobernados. En estrecha conexión, la
faz dinámica del Estado es política, es acción de gobernantes y gobernados en común, configurando una
empresa. El Estado es una realidad política en movimiento, en devenir, es algo que se hace y que transcurre.
El poder del Estado, a la vez, como centro de gravedad y motor de la política, se cualifica habitualmente con
la nota de soberanía, porque no depende de otra instancia más alta ni comparte sus decisiones originarias
con nadie, se impone y decide por sí.
El Estado, por último, tiene un fin. Importa descubrir ese fin a la luz de la justicia, para saber y conocer cómo
debe ser el Estado. En él se realizan valores propios de la convivencia social y política: orden, paz,
cooperación, seguridad, justicia. Este aspecto deontológico interesa para integrar la política con los
principios primarios de la ética y para que la organización estatal sea moralmente buena.
Cualquiera sea el encuadre que prefiramos darle, lo cierto es que el Estado -como realidad social, jurídica y
política- es real pero no sustancial, sino que es accidental; existe pero hacia otro ser, hacia el hombre, en
relación con él. No tiene cuerpo, ni alma, ni razón ni voluntad como los individuos, posee un ser propio y
distinto, no independiente totalmente de los hombres porque existe por ellos y en ellos, pero tampoco
confundido con los hombres, a los que no obstante les imprime una cualidad o modo de ser específicos.

2. Concepto de Estado.
La existencia del Estado como organización política de la convivencia es permanente (siempre se ha dado, se
da actualmente y se dará en el futuro).
Esto es así porque responde a una necesidad de la naturaleza humana, al modo de ser del hombre, ya que el
hombre es un ser social. Por tal motivo resulta necesario, natural e inevitable que exista el Estado, pero es
variable e histórico que exista con ésta o con aquélla forma.
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Según Bidart Campos, literalmente, usamos la palabra estado para mencionar a la organización política
constante y permanente con cualquier forma histórica que haya tenido o tenga. Históricamente, la palabra
“estado” no aparece en el vocablo político como sinónimo de organización política hasta Maquiavelo. Es
precisamente Maquiavelo quien la introduce al vocabulario político, afirmando que todos los Estados que
existen son repúblicas o principados. Los griegos usaron el término “polis” y los romanos la palabra “civitas”,
“res publica”, “imperium” cuando se referían al Estado. La Edad Media hereda fundamentalmente la palabra
“república” (cosa pública o de todos en común), pero se vale de expresiones como “land” y “terra” dando así
prevalencia al elemento territorial de la organización política.
La institucionalización del Estado constituye la culminación de un proceso que se inicia en las primeras
ciudades italianas (Florencia, Génova, etc.) durante el siglo XV. Allí aparece la expresión “lo stato”, para
designar en general a toda organización jurídico-política y su forma de gobierno, siendo de carácter
monárquico o republicano.
A partir del siglo XVII se comienza a consolidar el territorio del Estado. Desde allí se crean distinta
concepciones de Estado, como la que sostiene que el Estado “es la perfecta organización jurídico-política
que procura el bien común siendo un objeto real, no ideal”.
Santo Tomás de Aquino toma la idea de Aristóteles -en cuanto a que el Estado es la comunidad perfecta y
soberana, pero que necesita también de sociedades intermediarias y elabora una definición que es
incorporada a la Escuela escolástica de gran influencia en el mundo Occidental. Así, define al Estado como la
institución necesaria y fundamental que deriva de la naturaleza social del hombre, siendo su finalidad el
buen orden de la vida; por lo tanto, el bien común es la fuente en la cual los gobernantes deben inspirarse,
sin perjudicar la condición y dignidad individual de cada integrante del Estado. Asimismo, el principio que
unifica y otorga coherencia a la organización estatal es el de la “autoridad” que se mantiene por medio del
poder, el cual actúa con el fin de asegurar el orden social a través de la ley que debe ser justa conforme a la
naturaleza y apropiada a la costumbre del país.
Otro concepto de Estado, es el que propone Manuel María Diez. Este autor define al Estado, como “un ente
orgánico unitario, estructurado jurídicamente bajo la forma de una corporación, que detenta el ejercicio
del poder”.
Para finalizar, podemos enfocar el concepto de Estado desde el punto de vista del Derecho Internacional
Público. En este último caso el concepto de Estado se encuentra asociado con el de soberanía. Sus notas
características para el Derecho Internacional Público, son:
Posee un señorío personal sobre sus miembros;
Debe asumir un perspectiva de duración o permanencia;
Debe acreditar un gobierno pleno;
Es necesario le acatamiento de sus miembros a un efectivo orden legal;
En su base espacial debe tener una verdadera soberanía territorial;
Debe respetar las normas de Derecho Internacional

3. Origen del Estado


Para referirnos al tema del origen del Estado, debemos adentrarnos en el terreno filosófico a fin de averiguar
su causa eficiente, es decir, la causa que da origen a un ser. Conocer la causa eficiente del Estado es saber
¿por qué existe el estado, de dónde surge o proviene su existencia?.
Hay diversas teorías que tratan el tema, como son las teorías religiosas, de la fuerza, jurídicas, éticas y
sicológicas.
Teorías religiosas:
Son las que pretenden fundamentar el origen del Estado en un ser superior al hombre, acudiendo al origen
divino del poder como causa eficiente. Así la teoría religiosa del derecho divino natural afirma que el poder
deriva de Dios, pero que Dios no predetermina ninguna forma política concreta, ni ninguna persona para
ejercer el poder; ello es establecido por decisión de los hombres. San Crisóstomo explica que San Pablo, al
enseñarnos que todo poder proviene de Dios, no dice que todo príncipe viene de Dios, sino que todo poder
viene de Dios. No es la persona del gobernante sino la capacidad y el derecho de mandar lo que proviene de
Dios, es decir, la autoridad que el gobernante tiene.
Hay distintas variantes de esta teoría. Nosotros nos detendremos en la que expone Francisco Suárez, que
sostiene que el pode deriva de Dios, pero llega al gobernante a través del pueblo. El pueblo es el sujeto
primario de la autoridad. Esta tesis se llama de la e la colación indirecta o mediata de poder, en oposición a la
del derecho divino de los reyes. Entonces el pueblo transfiere el poder al gobernante y no puede recuperar
en dos casos: si el gobernante incurre en tiranía (derecho de resistencia a la opresión) o si hay acefalía en el
poder. Ahora bien, otra posición argumenta que es cierto que ninguna persona está impuesta por Dios ni por
el derecho natural, ningún hombre está a priori investido de poder, pero añade, que lo que reside en el
pueblo es el pode originario de decidir qué forma política va a tener el estado y quién va a ejercer el poder o
sea, el pueblo es titular del poder constituyente originario para organizar el estado, establece su gobierno,

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fijar la investidura del poder, etc. Una vez hecho esto y establecido el gobernante según la decisión originaria
del pueblo, el pode que ese gobernante ejerce proviene directamente de Dios.
Teorías de la fuerza:
Estas teorías legitiman al Estado y al poder sosteniendo que en el origen del Estado hay un acto de fuerza
consistente en la imposición y dominación de un grupo sobre otro. Esta teorías no son satisfactorias desde le
punto de vista de la justificación del Estado.
Teorías jurídicas:
Estas teorías adoptan una institución o figura del derecho para dar razón a la existencia del Estado. Las
principales son:
Teoría patriarcal: el Estado deriva de la familia asociando el poder del gobernante con el que tiene un padre
de familia.
Teoría patrimonial: el titular de la tierra es el que ejerce el poder político por el mismo derecho de propiedad
que tiene sobre un determinado territorio.
Teoría de la ocupación: partiendo de la tesis romanista de que las cosas sin dueño pueden adquirirse por
aprehensión, una corriente fundamenta el título del Estado en la ocupación del poder. El poder se considera
“res nullíus” o vacante en su origen y el modo originario de adquirirlo es mediante la ocupación.
Teoría de la prescripción: la posesión y el ejercicio de poder durante un cierto tiempo confieren justificación
al título gubernativo.
Teoría contractual: es la más importante entre todas las teorías jurídicas. El Estado no se puede justificar si
no se supone que existe porque los hombres le han dado origen a través de un acto voluntario de tipo
contractual. El pacto o contrato es la causa eficiente que legitima al Estado. Rousseau y Hobbes son dos
exponentes clásicos de esta teoría y afirman que el pacto da origen al Estado después de un previo estado de
naturaleza. Los hombres abandonan ese estado de naturaleza para organizar la convivencia que antes era
buena y pacífica según Rousseau y mala y belicosa según Hobbes. El pacto es celebrado entre los hombres
sin participación del gobernante, por eso se lo llama pacto de unión. Locke y el liberalismo político se
adhieren también a la teoría del pacto entendiendo que si todos los hombres son por naturaleza libres,
iguales e independientes, nadie puede ser sometido al poder del Estado sin una incorporación consentida por
el propio individuo.
•Teorías éticas:
Fundamentan el Estado en una necesidad de orden moral. Para ello tienen en vista los fines que asigna al
hombre y al idea de perfección que se forjan respecto del hombre. Así Aristóteles y Santo Tomás consideran
que la plenitud y el desarrollo se alcanzan en el Estado. En realidad, estas teorías no funcionan
autónomamente, sino que más bien completan a alguna de las otras o se integran en ellas.
•Teorías sicológicas:
Justifican al Estado por la eficacia de ciertos impulsos que impelen al hombre a organizar la convivencia.
Tampoco son tesis autónomas. Así se afirma que psíquicamente existe en el hombre la tendencia social y
política que el propio hombre capta y percibe racionalmente, dándose cuenta que debe vivir en una sociedad
políticamente organizada.
Habiendo realizado esta síntesis de las teorías que explican el origen del Estado, estamos en condiciones de
concluir que la sociabilidad y la politicidad, que son constitutivas del hombre, importan aceptar que el
Estado es natural porque el hombre no puede convivir más que dentro de la organización política. La
naturaleza humana es la causa eficiente o el origen filosófico del Estado y éste último existe porque la
naturaleza humana lo impone y en la forma que los hombres establecen para cada Estado en concreto,
siendo en este último aspecto donde la tesis del pacto o consentimiento acoplan su punto de vista. Es decir,
cada comunidad decidirá libre y voluntariamente y por sí misma como adaptará la tendencia natural de
sociabilidad y politicidad. Así también, podemos decir que el hombre, ser insuficiente y limitado, requiere
por su propia naturaleza alcanzar el bien y buscar el deber ser moral de la única manera como puede vivir en
el mundo, cual es organizando políticamente su convivencia. El Estado, entonces, al decir de Bidart Campos,
es una obra de cultura, puesto que por más natural y necesario que sea, no es independiente totalmente de la
conciencia reflexiva de los hombres. Además, en el Estado los hombres realizan los valores que son propios
de la vida social y política: justicia, orden, paz, cooperación, etc.

4. La personalidad del estado


El Estado es una persona; tiene personalidad. Pero no es una persona como el hombre porque no tiene una
realidad sustancial que se sostenga o subsista por sí misma, sino que existe en y por los hombres. Ello así, la
personalidad del Estado es de tipo accesorio o accidental, es un modo de ser que afecta al hombre y a su
convivencia. Sin embargo, el carácter accidental de esa realidad no impide reconocer que el Estado es una
unidad estable, duradera, distinta de los hombres, aunque no surge, no existe y no subsiste sin los hombres.
Esa realidad social accidental se llama persona moral, pero no por alusión a la ética sino como
contraposición a la persona física o visible que es el hombre. Esa persona moral es a la vez persona jurídica,
porque es un sujeto de derecho.
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5. La doble personalidad pública y privada del Estado
La personalidad jurídica del Estado tiene carácter público, pues el Estado es una persona jurídica de derecho
público, a diferencia de una asociación civil que es persona jurídica de derecho privado. La doctrina dividía o
desdoblada la personalidad jurídica del Estado en persona pública y persona privada. A la primera, la veía
cuando el Estado actuaba con todo el rigor y con todo el imperio de su poder público (por ejemplo, cuando
legisla, cobra impuestos, expropia un bien, acuña la moneda, dicta una sentencia, etc.); mientras que a la
segunda, la veía cuando el Estado actuaba junto a los particulares en situación de cierta o aparente igualdad
(por ejemplo, cuando en el marco del derecho privado realizaba una compraventa). A los actos como persona
pública, se los llamaba actos de imperio y a los actos como persona privada, actos de gestión privada.
Ahora bien, ¿por qué se hizo esta distinción?. En general se consideró que el Estado carecía de
responsabilidad, motivo por el cual no respondía por los daños ocasionados por su actividad (por ejemplo,
por los daños que originaba a terceros). Pero, con el transcurso del tiempo, al progresar los criterios de
justicia, se entendió que cuando el Estado actuaba como una persona de derecho privado, es decir, como un
particular más, era injusto eximirlo de responsabilidad. Entonces se empezó a hablar de la doble
responsabilidad del Estado, a fin de mantener la irresponsabilidad cuando el Estado actuaba como persona
de derecho público, por el contrario, haciéndolo responsable cuando actuaba como persona de derecho
privado. En realidad la personalidad del Estado es una sola y es siempre pública o también llamada de
derecho público. Lo diverso, es su actividad. En efecto, esa única persona jurídica pública actúa en algunos
casos dentro del marco del derecho público y, en otros, dentro del derecho privado, de manera que lo que
difiere es la naturaleza de las relaciones jurídicas que hacen que se aplique una u otra rama del derecho
objetivo, pero no la naturaleza de la personalidad, la que siempre será pública para el Estado.
La personalidad del Estado encuentra sus raíces en la tradición romanista. Como señaláramos
precedentemente, el Estado constituye un sujeto de derecho que se basa en su personalidad moral y reconoce
una personalidad preexistente producto de la realidad social. Es una unidad compuesta de población,
territorio, orden, poder y fin. Es un sujeto con personalidad política y jurídica.
La personalidad jurídica del estado es constitucional. Es única pero actúa en dos campos (en el campo del
derecho público y en el campo del derecho privado) y es pública porque el estado en ejercicio de su poder
crea el ordenamiento jurídico y establece un orden normativo que otorga al ser político estatal el carácter de
persona jurídica.

6. Fines del Estado


El Estado debe realizar y realiza actividades que constituyen diferentes modos de ejercicio de la potestad
estatal. En ejercicio de sus actividades persigue la obtención de diferentes fines. A esos fines, la doctrina
clásica los clasificó en:
Fines esenciales o jurídicos:
Son aquellos cuya realización construye el mínimo necesario para que el Estado pueda subsistir
Fines no esenciales o sociales:
Son aquellos que el estado asume para hacer mejor y más útil la convivencia misma.
En síntesis, el fin del Estado es el bien común o de realización de la justicia. En efecto, al ser el Estado la
única forma posible de convivencia humana y social, el bien común es el fin para el cual existe y está dado o
atribuido en razón de su origen, para beneficio del hombre y de la comunidad. Este fin es por lo expuesto
objetivo pero además es absoluto, porque ningún Estado puede apartarse de él sin que cometa injusticia y,
además, es universal porque pertenece a todos los Estados, a cualquier organización política que en cualquier
lugar y momento da la estructura a la convivencia social. A este fin lo captamos como un bien por las
siguientes razones.
Porque perfecciona al Estado que lo promueve y lo cumple;
Porque desde un punto de vista ético satisface al orden moral;
Porque beneficia a todos los hombres;
Porque mediante él los individuos y los grupos inferiores pueden lograr su bien particular.
Ahora bien, es conveniente mencionar los fines específicos que están a cargo de la Administración Pública, ya
que la misma es motivo de estudio en esta materia. Ellos son:
cometidos esenciales;
servicios públicos;
servicios sociales;
actuación estatal en el campo de la actividad individual;
aspectos administrativos de la actividad privada individual.

7. Elementos del Estado


Tradicionalmente y también habitualmente se mencionan tres elementos del Estado:
población
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territorio
poder
A estos tres elementos, el Dr. Bidart Campos agrega un cuarto cual es:
gobierno.
Haciendo un breve análisis de cada uno de ellos, podemos decir que:
Población: es el elemento humano del Estado. Sin hombres nos hay Estado. Los hombres conviven y por ello
la unidad primaria del Estado es el hombre. Pero hay que ubicar también dentro del elemento humano, a
continuación de los hombres, las asociaciones e instituciones menores que los hombres forman con fines
parciales de bien común. Es ésta un concepción pluralista y solidarista, que no suma a los hombres mecánica
y artificialmente poniéndolos unos junto a otros en forma desconectada, sino que los asocia, los vincula y
relaciona. Es decir, además de los hombres, hay en la población grupos que se organizan con permanencia y
duración y que genéricamente pueden denominarse sociedades menores o inferiores, asociaciones,
instituciones, etc. (por ejemplo, universidades, asociaciones civiles, sociedades comerciales comunidades
religiosas, culturales, etc.).
Territorio: Para que haya Estado tiene que haber territorio. Es decir, el Estado requiere de la base o el marco
físico y geográfico donde se agrupan y conviven los hombres. El territorio juega un papel muy importante
entre los elementos del Estado porque delimita el ámbito espacial donde se ejerce el poder de ese Estado e
importa afirmar la independencia estatal, excluyendo por un lado el ejercicio de otro poder político en el área
propia del Estado y extinguiendo el poder del Estado más allá de sus fronteras.
En suma, el territorio señala hasta dónde se ejerce espacialmente el poder del Estado y desde dónde ya no se
ejerce. No sólo comprende el suelo sino también, el subsuelo y el espacio aéreo. Para los Estados que tienen
litoral marítimo comprende un cierto espacio de mar adyacente a las costas que se subdivide en mar
territorial propiamente dicho y zona contigua o mar jurisdiccional, con más la plataforma submarina.
Poder: La palabra poder sugiere de inmediato la idea de fuerza, pujanza, energía. Pero esta idea de poder
encierra una idea de medio y de relación, no se puede “a secas”, sino que se puede “algo”. . De ahí que de
donde haya un fin a cumplir habrá un poder para cumplirlo, o sea la capacidad y la energía necesarias para
alcanzar dicho fin . El poder del Estado o poder político es el centro de gravedad de la política, porque
exterioriza, impulsa, conduce y despliega la dinámica política, que es propia y esencial de todo Estado o
régimen político. Como concepto decimos que el poder es la aptitud, capacidad, energía, fuerza o
competencia de que dispone el poder para cumplir su fin. Si el poder, entonces, es aptitud y energía para
cumplir el fin, el poder se justificará cuando en su ejercicio tienda al fin para el cual existe. Tal es la llamada
legitimidad de ejercicio, por lo tanto, el fin de bien público o de justicia legitima o hace legítimo al poder en
su ejercicio.
Gobierno: Tal como lo señaláramos al inicio, hay un cuarto elemento que es el gobierno, que son los hombres
titulares del poder o gobernantes. Las normas jurídicas describen a las personas físicas que ejercen el poder
como órganos del poder o del Estado. Este poder a su vez se desglosa y descompone en actividades diversas
que son las funciones del poder (por ejemplo: legislar, administrar, juzgar).
El gobierno, entonces, representa al Estado y actúa en su nombre. Lo que hace el gobierno en ejercicio del
poder se atribuye o imputa a la persona jurídica “Estado”, puesto que este último actúa por representación o
sea, a través del gobierno que ejerce el poder.

8. Formas de Estado
Antes de entrar en el análisis de las diferentes formas de Estado, tenemos que distinguir estas últimas de las
formas de gobiernos. Las formas de Estado aluden a las formas de organización del Estado mismo y las
formas de gobierno a las formas de organización del elemento gobierno.
Según Bidart Campos, tenemos cinco formas de Estado, que difieren de la manera cómo se ejerce el poder.
Para ello hay que relacionar el elemento poder con otros elementos del Estado. Ello así, si relacionamos el
poder con el elemento territorio, podemos clasificar al en “Estado Unitario”, que es cuando el poder se ejerce
en forma políticamente centralizada, o “Estado Federal”, que es cuando el poder se ejerce en forma
políticamente descentralizada.
Ahora bien, si relacionamos el poder con la población o elemento humano, podemos clasificar al Estado en
“democrático”, que es donde existe un reconocimiento de la dignidad, libertad y derechos del hombre;
“autoritario”, que es donde existe una restricción severa de estos derechos y “totalitario” que es donde hay
negación de estos derechos.

9. Formas de Gobierno
La clasificación de las formas de gobierno constituye un tema que fue tratado por la ciencia política con
anterioridad la clasificación de las formas de Estado. Una primera clasificación denominada “clásica” fue
propuesta por Aristóteles, quien identificó las distintas formas de gobierno atendiendo al fin para el cual el
gobernante ejerce el poder. Aristóteles habla de “formas puras” que se dan cuando el fin buscado por el
gobernante es el bien de toda la comunidad, tanto cuando gobierna una sola persona (monarquía) como
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cuando gobiernan varios (aristocracia) o todos (democracia). Cada una de estas formas puras se convierten
en “formas impuras” cuando el fin perseguido por el gobernante ya no es el bien común sin un bien
particular. Así la monarquía se transforma en tiranía, la aristocracia en oligarquía y la democracia en
demagogia.
Siglos más tarde, Maquiavelo introducirá una dualidad de formas y no hablará, entonces, de principados y
repúblicas. Montesquieu retomará la clasificación tripartita, pero con formas originales: monarquía,
república (dividida en república aristocrática y república democrática) y despotismo.
En nuestros días la clasificación de las formas de gobierno en bastante dispar según los autores. Pero entre
los criterios más difundidos, en correspondencia con las formas de gobierno reales que el mundo
contemporáneo nos presenta, se halla el que toma en cuenta cómo son los órganos del gobierno en su
composición y cuáles son las relaciones de poder que se dan entre ellos. Y así surgen dos formas principales
a) parlamentaria denominada “parlamentarismo” y, b) presidencial, que se llama “presidencialista”.
El parlamentarismo toma su nombre del parlamento porque el órgano o poder ejecutivo es agente del
parlamento. Para gobernar, el ejecutivo necesita que el parlamento le preste su apoyo o respaldo que se
exterioriza a través de su voto de confianza. El poder ejecutivo, en este caso, es el gabinete o ministerio,
presidido por el primer ministro. Pero hay otro órgano que esta fuera de la clásica trilogía de poder ejecutivo,
legislativo y judicial., que es el “jefe de Estado”. Este último puede ser un rey (como sucede en Gran Bretaña,
Noruega, etc.) o, un presidente de la república (así como acontece en Italia, etc.).
El presidencialismo no tiene esa relación íntima entre el ejecutivo y el parlamento. Tampoco hay dualidad o
división de jefaturas, al contrario la jefatura del Estado y la jefatura del ejecutivo esta a cargo del presidente
de la república. El presidencialismo no se caracteriza por la existencia de un presidente sino por la función
que éste cumple y por la forma de relación que tiene con el parlamento. El presidente gobierna, administra y
ejecuta libremente. En el presidencialismo puro el presidente no tiene ministros, en el presidencialismo
híbrido o mixto, como en Argentina, sí los tiene.
Es necesario realizar aquí algunas apreciaciones en cuanto a la democracia. En efecto, la democracia puede
se pura o directa y puede ser representativa. Es pura o directa, cuando el pueblo por sí mismo se da sus
propias leyes sin valerse de agentes o mandatarios a ese efecto. Por el contrario es representativa cuando con
objeto de establecer las leyes fundamentales y ordinarias, elige representantes y los provee de poderes
suficientes para hacerlo.
Pero también podemos mencionar un tercer sistema llamad “referéndum” que no es sino la reunión de los
dos precedentes; el pueblo a la vez retiene y delega su poder, confía a los representantes el cuidado de hacer
la ley, con la reserva de que él mismo aprobará o rechazará las decisiones votadas por aquellos.
En cuanto a las formas semidirectas de democracia, éstas tienden a que los ciudadanos sin intermediación de
los gobernantes, se pronuncien por si o por no respecto de determinadas materias sometidas a su consulta.
En la teoría y en el derecho comparado se distinguen tres formas básicas:
1. Iniciativa popular: los ciudadanos proponen la sanción de determinadas normas.
2. Consulta popular: tiene por objeto que el pueblo se pronuncie acerca de ciertas normas o medidas de
política. La consulta puede ser vinculante o no vinculante.
3. Revocatoria popular: los ciudadanos proponen la derogación de determinada legislación.
La reforma constitucional efectuada en nuestra Constitución en el año 1994 ha incluido en el texto las dos
primeras.
Ahora bien, no deberíamos confundir la democracia representativa de la forma republicana típica. Una y
otra forma implican la soberanía del pueblo. Pero la forma republicana tiene, entre otros caracteres, uno
muy particular que no acompaña sustancialmente a la democracia representativa que es la separación de los
poderes de gobierno. Asimismo, a modo de profundizar en el análisis en la forma republicana además de la
división de poderes tiene como característica las siguientes notas: a) elección popular de los gobernantes; b)
periodicidad en el ejercicio del gobierno; c) publicidad de los actos de gobierno; d) responsabilidad por esos
mismos actos; e) igualdad de los individuos.

Capitulo II
Constitución Nacional
Introducción a la parte orgánica

El poder: concepto y definición.


La aptitud o capacidad para hacer o decidir algo es conocida como poder. De ahí que la idea de poder se
asocie con la fuerza o energía generadora de actos; consecuentemente, el poder es la capacidad de dirigir una
acción y de coordinar el actuar de otros. También “poder” significa la energía o voluntad que da la finalidad a
la acción. Desde esta perspectiva, el poder implica:
una relación, pues no podemos representarnos al poder desligado de un objeto sobre el cual recae y se
ejercita la capacidad de ordenar el actuar.

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una iniciativa libre, toda vez que no podemos imaginar el poder sin que sea asumido por una iniciativa que se
proponga fines y, por ende, que sea responsable, por lo tanto típicamente humana.
Cuando nos referimos al concepto de “poder”, tenemos que distinguir entre la actividad de las fuerzas de la
naturaleza (que poseen energía) y el poder del hombre (que significa decisión libre, con finalidad y
responsabilidad por la opción realizada en pro del efecto buscado), motivo por el cual detrás de cada decisión
que implica el ejercicio del poder, hay un hombre o un conjunto de hombres, no siendo posible admitir la
despersonalización del poder.

11. Poder político. Concepto.


El poder político es la capacidad sustentada en la autoridad o en la fuerza, o en ambas a la vez, de
obtener determinadas conductas y de impedir otras, con el objeto de lograr el bien común en la sociedad
política. De la manera en la que se ejerza esta capacidad con relación a los otros elementos del Estado,
dependerá la forma de Estado que se adopte y se permitirá o no al hombre cumplir con la finalidad para la
que fue creado y hacer recto ejercicio de la libertad. Por ejemplo, de la manera cómo se ejerce el poder sobre
el “territorio”, podemos distinguir formas centralizadas y descentralizadas del Estado. También nos permite
diferenciar el unitarismo de federalismo y dentro del ésta última categoría, la federación de la confederación.
Por otra parte, de la manera como se ejerza el poder sobre el otro elemento del Estado, “la población”,
podremos distinguir la democracia, autocracia y totalitarismo.

12. Elementos del poder:


Hay dos elementos del poder:
la autoridad y la fuerza;
b) la finalidad de la Sociedad Política.
Cuando el poder descarta la finalidad del bien común y a ésta se la sustituye por la fundamentación de la
ideología, se corre el riesgo de caer en el despotismo y, como consecuencia de ello, la respuesta de la
Sociedad será el ejercicio del derecho de resistencia o de la oposición en defensa de la libertad y la dignidad
del hombre.
En cuanto a la relación entre la autoridad y el poder, podemos mencionar que, si bien el poder
puede hallar su sustento en la autoridad de quien lo posee y ejercita, no debemos entender a ambos términos
como sinónimos. Autoridad es el reconocimiento de la aptitud de mandar de un hombre o grupo de hombres,
por parte de quienes conforman el otro extremo de la relación mando-obediencia. Tiene autoridad quien
consigue acatamiento sin necesidad de recurrir a sanciones o amenazas de sanciones. Es decir, la autoridad
es el reconocimiento por los gobernados de la idoneidad de quien manda y también la existencia de un
proyecto atractivo en virtud del cual se colabora y obedece a fin de que surjan beneficios para todos.
Tampoco debemos confundir los términos legalidad y legitimidad del poder. El poder es legal
cuando quienes lo ejercen lo hacen en virtud de un derecho (ley o costumbre) que establece las formas y
procedimientos que reglamentan la designación de los gobernantes y el ejercicio del gobierno. La legalidad
hace a la forma, la legitimidad al fondo.
El poder es legítimo, cuando es discernido y ejercido de conformidad a criterios admitidos como válidos por
el grupo político. Consiste en el consentimiento duradero y mayoritario que los miembros de una Sociedad
política otorgan a sus dirigentes para conducir los destinos del Estado por las vías pacíficas (no violentas).
Quien gobierna, no sólo debe haber sido elegido de acuerdo a las formas o procedimientos legales, sino que
también debe hacerlo con arreglo a los fines que esa misma Sociedad política reconoce como válidos. Ello así,
en un “Estado de Derecho”, es precisamente la Constitución del Estado la que asegura la legitimidad del
poder solo en la medida que los gobernantes se conformen a su letra y a su espíritu. Lo usual es que el
gobierno legítimo sea a su vez legal, pero siempre todo gobierno legal es legítimo también, aun cuando pueda
perder su legitimidad de origen por el mal ejercicio del poder. Ese mal ejercicio del poder es lo que justifica la
deposición del gobernante.

13. Poder, funciones y órganos.


Suele usarse la palabra “poder” indistintamente para designar al poder político, a las funciones y a
los órganos estatales que lo ejercen, ello sin duda por influencia de la obra de Montesquieu, quien adoptó por
regla general el vocablo “poder”, dándole un sentido amplio. En su obra “El Espíritu de las leyes”, el autor
expone la teoría que se ha conocido como de la “separación de poderes”. Dice al respecto que “es cierto que
en las democracias parece que el pueblo hace lo que quiere, pero la libertad política no consiste en no hacer
lo que no se quiere. En un Estado, en una sociedad en la que hay leyes, la libertad solo puede consistir en
poder hacer lo que se debe querer y en no estar obligado a hacer lo que no se debe querer. La libertad es el
derecho a hacer todo lo que las leyes permiten, de manera que si un ciudadano pudiera hacer lo que las
leyes prohíben ya no habría libertad pues los demás tendrían igualmente esta facultad”. El autor también
expresa que la finalidad política es producto de los Estados moderados, pero para que la misma se haga
efectiva es indispensable que no se abuse del poder, y concluye que, “para que no se abuse del poder es
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preciso que por disposición de las cosas, el poder frene al poder”. La disposición de las cosas se da en las
facultades y funciones que en el origen del Estado se confieren. Es por ello que Montesquieu, busca un país
en el que su fin particular sea el de la libertad política y cree encontrarlo en Inglaterra. En el Capítulo VI del
Libro XI del “Espíritu de las leyes”, titulado “De la Constitución de Inglaterra”, comienza el autor diciendo
que: “Hay en cada Estado, tres clases de poderes: el poder legislativo, el poder ejecutivo de los que
dependen del Derecho de Gentes, y el poder ejecutivo de los que dependen del Derecho Civil”. Al segundo de
los poderes, propondrá llamarlo “poder ejecutivo del Estado” y al tercero “poder judicial”. En cuanto a la
existencia o no de la libertad, marca la necesidad de que tales poderes no estén unidos en una sola persona.
En un párrafo en el que indirectamente describe las funciones de los tres poderes, expresa que, “Todo
estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, de los nobles o del pueblo,
ejerciera los tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los
delitos o las diferencias entre particulares”.
Así también, cuando analiza la distinta situación de distintos países, conforme a la teoría que ha expuesto, se
detiene a considerar cómo se constituyen los organismos que ejercen el poder legislativo y después de
manifestar que lo ideal sería que todo el pueblo concurriera a la formulación de las leyes, reconoce su
imposibilidad, por lo que busca una fórmula de representación, que los legisladores sean elegidos por el
cuerpo electoral de la Nación o por el de cada lugar principal, pronunciándose por éste último caso, que es lo
que nosotros conocemos como sistema unipersonal de circunscripción como más conveniente, alegando que
así se conocen mejor las necesidades de la propia ciudad.
Modernamente, se ha reconocido que el “poder del Estado” es sólo uno y, consecuentemente, no se lo puede
dividir de una manera tajante como lo hace una interpretación radical de la teoría de Montesquieu. Lo cierto
es que nos encontramos ante tres funciones: legislativa, ejecutiva y judicial, armónicamente relacionadas y
no en situación de tensión que pueda llegar a anularlos.
Con relación a la teoría de la “división de poderes”, la mayoría de los tratadistas señalan que Montesquieu no
utilizó la palabra “separación” sino “división” de poderes. En realidad resulta lógico pensar que no haya
utilizado la palabra separación, influido por el pensador Locke, quien no concebía a los poderes en ese estado
sino en una mutua conexión. Según Locke, se pueden encontrar cuatro (4) poderes que el autor no enuncia
como divididos ni separados, sino realizando funciones. Estos poderes son, en primer lugar, el poder
federativo, que entiende en la guerra, la paz y las relaciones exteriores; en segundo y tercer lugar, el poder
ejecutivo, que está personificado por el rey, el que no tiene receso en su actuación y que incluye el poder
judicial, puesto que en el rey están las funciones ejecutivas y judiciales; por último, en el cuarto lugar, el
poder del pueblo, que si bien no está muy claro el momento de su intervención, sobre lo que no quedan
dudas es que le corresponderá actuar en caso de que los derechos naturales que se quieren amparar con los
contratos de unión y sujeción, estuvieren en peligro.
Ello así, el análisis de su teoría política-filosófica nos permite concluir que no podemos hablar en Locke de
separación de poderes; por el contrario, su teoría ha sido interpretada como una posibilidad de contrapesos
institucionales normados por la Constitución.
En Montesquieu, se descubre también una razón sociológica en la adjudicación de las funciones en cada
estamento. Así el rey, que se ocupa del ejecutivo desde el punto de vista social, no es lo mismo que la nobleza
y la burguesía que se reparten las dos cámaras del legislativo y, que distintas entre sí, representan diferentes
sectores sociales. En cuanto a los jueces, la investidura del cargo y la imparcialidad que exige la función,
provoca que no representen a ningún sector y actúen en nombre de todos.
En definitiva, la división de poderes que se plasma en los textos constitucionales responderá a la presencia
de tales elementos en la Constitución real de la Sociedad Política, y cuando así no ocurra, en el pensamiento
de Montesquieu, no nos encontraremos dentro de un sistema de gobierno moderado que es el único que en
esta teoría puede concretarse.

5. Poder: Doctrina actual.


La doctrina enseña que el poder del Estado es único e indivisible; lo que podemos distinguir, son
sus funciones y sus órganos. Ello se debe a que el poder político se manifiesta a través de distintas
actividades o funciones que son cumplidas o realizadas por órganos del Estado.
Es necesario, por lo tanto, distinguir en planos diversos del poder, las funciones y los órganos, pues se trata
de un problema con tres términos, de donde deviene la incorrecta expresión “división de poderes”, y las
denominaciones “poder ejecutivo”, “poder legislativo” y “poder judicial”, usados tradicionalmente, pues el
“poder político es uno solo”.

15. Funciones.
¿Cómo hacemos para distinguir las funciones?. Hay distintos criterios:

Criterio Orgánico: Se considera la función por el órgano que la cumple y así toda la actividad cumplida por el
órgano legislativo será “legislativa”, sin darle relevancia a la forma del acto de que se trate (ley, decreto,
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sentencia) ni a su contenido (regla de conducta o ley; puesta en ejecución de las normas o reglamento; velar
por el cumplimiento de la ley o aplicar la ley resolviendo controversias –sentencia-).

Criterio Formal: Atiende a la forma que el acto reviste, siendo ley todo acto con forma de tal, dictado
siguiendo el procedimiento constitucionalmente establecido para su sanción, promulgación y publicación.

Criterio Material: Debe estarse a la sustancia o contenido del acto, sin que tenga trascendencia la forma que
presenta ni el órgano del cual emana, de donde el acto será legislativo por su esencia y no por tener forma de
ley, ni por ser emitido por el parlamento o congreso.

16. Organos.
El poder, para realizarse necesita de una inteligencia, de una voluntad, de una fuerza humana que la
concrete, lo haga efectivo, siendo por tanto personas físicas (con inteligencia y voluntad) las que actúen por
el Estado, caso en el cual sus voluntades son imputables al Estado.
Para explicar el fundamento de la imputación o atribución de los actos y hechos de las personas que actúan
por el Estado a éste, se han propuesto diversas teorías, siendo las principales las siguientes:

Teoría del mandato: las personas físicas actuarían como mandatarios del Estado. La crítica a esta teoría es la
que entiende que ella resulta inaceptable pues parte del supuesto de que el Estado estuvo en condiciones de
expresar su voluntad para otorgar el mandato, cuando para dar tal mandato se requiere desde ese mismo
momento una voluntad, la cual todavía no existe en el Estado.

Teoría de la representación: Conforme a esta teoría las personas físicas obrarían como representantes del
estado para suplir la insuficiencia de su voluntad, en forma análoga a la representación del menor o del
demente. Más esta concepción tiene también la falla lógica de la inexistencia de una voluntad inicial en el
Estado para poder nombrar o darse el representante.

Teoría del órgano: Expresa el administrativista Marienhoff, que entre la noción de órgano y mandatario o
representante, hay una diferencia esencial. La calidad de representante puede derivar de la ley o de un acto
jurídico; en cambio, la calidad de órgano deriva de la propia constitución de la persona moral, integra la
estructura de ésta y forma parte de ella. El órgano nace con la persona jurídica. En el mandato y en la
representación hay un vínculo jurídico entre dos (2) sujetos de derecho donde uno actúa en nombre de otro;
en cambio, tratándose del órgano, la persona jurídica (en el caso el Estado) actúa ella misma, porque el
órgano forma parte de ella e integra su estructura. La persona jurídica se sirve del órgano como la persona
física se sirve de la boca o de la mano. En definitiva las personas físicas pueden actuar como persona privada
o como órgano del Estado. En el primer caso, actúa en forma personal y sus actos y hechos a ella se le
atribuyen; mientras que en el segundo caso, cuando actúan como órganos, las consecuencias al ser
voluntades también le son imputables al Estado.
Entonces, nos preguntamos ¿qué criterio debe seguirse para saber si la persona física actúa como órgano del
Estado o como persona física?. Los criterios son:
Criterio Subjetivo: que toma en cuenta la finalidad perseguida por la persona física.
Criterio Objetivo: que solo analiza la conducta del mismo. Ello así, podemos tener en cuenta: 1) la
legitimidad del acto o hecho, concluyendo que serán imputables al Estado los actos válidos; 2) Prescindiendo
de la legitimidad del acto o hecho, corresponderá imputar al Estado o ente público los actos o hechos que
aparentan ser propios de las tareas o funciones del cargo del agente.
Por último, cuando utilizamos la expresión órgano, podemos hacerlo en dos (2) sentidos:
Órgano Individuo: designa a la persona física que actúa y expresa la voluntad del Estado (por ejemplo: el
presidente).
Órgano Institución: designa a una esfera de competencias delimitadas por el ordenamiento jurídico (por
ejemplo: cuando la Constitución describe las atribuciones del Poder Ejecutivo).
Es importante destacar que, la desaparición del órgano individuo no tiene ninguna influencia en la existencia
jurídica del órgano institución, el cual sobrevive a los cambios, siempre es contingente de los órganos
individuos. También, los órganos institución no tienen personalidad jurídica. Entre nosotros, por ejemplo,
los órganos legislativo, judicial y ejecutivo, carecen de personalidad, la cual corresponde al Estado cuya
estructura integran.

17. La Constitución Nacional (reformada en 1994).

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Constitución Nacional
Parte Dogmática Capítulo I Derechos y Garantías Arts. 1° a 35

Capítulo II Nuevos Derechos y Garantías


Arts. 36 a 43
Parte Orgánica Título 1° Sección 1°: Poder Legislativo. Arts.
(Autoridades de la Nación) (Gobierno Federal) 44 a 86.
Sección 2°. Poder Ejecutivo. Arts.
87 a 107.
Sección 3°. Poder Judicial. Arts.
108 a 119.
Sección 4°. Ministerio Público. Art.
120.
Título 2° Arts. 121 a 129.
(Gobiernos de Provincia)

Capitulo III
Poder Legislativo

18. Poder Legislativo (arts. 44 a 86 C.N).


Este órgano es considerado por autonomasia como el depositario de la soberanía del pueblo. Su función
principal consiste en la elaboración de normas generales y abstractas con consecuencia sobre el ejercicio de
los derechos subjetivos de los habitantes. Por tal motivo, esta competencia sólo puede provenir de un
mandato expreso por parte del pronunciamiento del electorado en la designación de sus representantes.
Nuestro Poder Legislativo es ejercido por una órgano que se conoce con el nombre de Congreso. El Poder
Legislativo puede ser concebido, según los distintos sistemas políticos, en bicameral o unicameral.

Sistemas Ventajas
Unicameral Sistema más rápido y económico
Bicameral Garantiza el doble estudio de los
proyectos de ley y asegura un
mayor conocimiento de los temas
del proyecto.

19. Historia del Bicameralismo:

Su origen lo encontramos en Inglaterra en el año 1264. Aparece como consecuencia de la lucha de clases, de
la que surgieron las cámaras que representaban a la “Alta nobleza” y a los “Comunes o Burgos”.
En EE.UU, el bicameralismo nació como producto de una transacción entre Estados. Así surgió la entonces
“Cámara Alta” (el Senado) y la “Cámara Baja” (los representantes del Pueblo o Diputados).
En nuestro país, en los ensayos constitucionales de 1819, se preveía un poder legislativo unicameral. Por el
contrario, en las Constituciones de 1819 y 1826, el Poder Legislativo era bicameral, al igual que lo previó el
Congreso General Constituyente de 1853, siguiendo la doctrina adoptada por Alberdi.
Nuestra Constitución Nacional, adoptó para la Nación el sistema bicameral. En su art. 44, se prevé un Poder
Legislativo bicameral, concebido como un órgano complejo constituido por un órgano simple colegiado
(Cámara de Diputados) -que representa al pueblo de la Nación-, y por otro órgano simple colegiado, la
Cámara de “Senadores” -esta última representativa de las Provincias y de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires-.

20. Razón de ser del bicameralismo en la Argentina.


En nuestro país, la existencia del Senado se debe a la presencia de las provincias que se constituyeron en
forma previa a la Nación. Es por ello, que la función revisora de una cámara con respecto a la otra, como así
también el juicio político y la función de ambas cámaras en él, son consecuencia de la existencia de dos
cámaras pero no la razón de ser del bicameralismo.
Las cámaras se rigen por el principio regulador de “las mayorías” de las personas que componen el colegio,
cuya voluntad predomina sobre la minoría.

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Las provincias pueden organizar un Poder Legislativo “unicameral”. No necesariamente, deben organizar un
Poder Legislativo “bicameral” para gozar de la garantía federal que dispone el art. 5° de la C.N. En la
Argentina adoptaron un Poder Legislativo unicameral, las provincias de: Santiago del Estero, Río Negro,
Jujuy, Neuquen, La Rioja, Misiones, San Juan, Formosa, Chaco, Chubut, Santa Cruz, La Pampa, Tucumán y
Tierra del Fuego,

21.Cámara de Diputados (arts. 45 a 53 C.N.).


Los diputados representan al pueblo de la Nación. El número de diputados y su forma de elección surge del
art. 45 de la C.N. Esta cámara se caracteriza por:
Elección Directa: por el pueblo (se encuentra prohibida la elección indirecta). A los efectos se consideran a
las provincias, a la Ciudad de Buenos Aires y a la Capital Federal (para el caso de que ésta última se hubiera
trasladado a otro lugar) como “distritos electorales” de un solo Estado. Ello no vulnera las autonomías
provinciales ya que los diputados representan al pueblo de la Nación y no al de las provincias, de las que sólo
se tiene en cuenta su numero de habitantes.
Simple Pluralidad de Votos (sufragios): Ello significa que los cargos deben ser cubiertos por los candidatos
más votados de conformidad con el sistema electoral que sancione el Congreso de la Nación (art. 49 C.N.). La
Constitución no estableció ningún sistema electoral, por el contrario, dispuso que la primera elección debería
hacerse de conformidad con los establecidos por las leyes provinciales.
Representantes: Se eligen 1 diputado cada 33.000 habitantes o fracción que no baje de 16.500 habitantes.
Luego de cada Censo Nacional de Población el Congreso de la Nación, podrá ajustar el número de
representantes que podrá ser aumentado pero nunca disminuido. El Censo Nacional de Población deberá
realizarse cada 10 años (art. 47). Sobre la base del Censo realizado en el año 1872, la Cámara de Diputados se
integró con 86 diputados, número que se incrementó en 254 en la elección de 1983, conforme el Censo
realizado en 1980. Actualmente, según dato proporcionado por el Congreso de la Nación, el número de
diputados es de “257” miembros. Conforme lo dispone el art. 46, la integración de la “primera legislatura” se
realizó en base al número de diputados por cada provincia que fijó el Congreso en 1826, razón por la cual se
trató de una disposición transitoria que se incluyó en la Constitución de 1853, y que en la actualidad ha
perdido vigencia. Así también, podemos señalar que, el actual art. 45 de la C.N. incorpora la previsión del
traslado de la Capital Federal. La novedad consiste en que la representación de los diputados de la Nación
puede contar -a partir de la Reforma de la Constitución Nacional de 1994- no ya de dos unidades
institucionales “provincias y capital federal” sino de tres “Provincias, Ciudad de Buenos Aires y Capital
Federal ” -esta última en la hipótesis de que la capital sea trasladada a otra ciudad-. Esta nueva circunstancia
despeja la incógnita política de la situación institucional de la “autonomía de la Ciudad de Buenos Aires”,
dándole representación directa a esta última por derecho propio y no por ser la ciudad sede de la Capital de
la República.
Requisitos para ser Diputado de la Nación. (art. 48 C.N.).
Edad: 25 años cumplidos.
Tener cuatro (4) años de ciudadanía en ejercicio (en caso de no ser natural de nuestro País).
Ser natural de la Provincia que lo elija, o con dos (2) años de residencia inmediata en ella.
Duración del mandato (art. 50): Los diputados duran cuatro (4) años en su mandato y son reelegibles. La
cámara se renovará por mitad cada bienio (cada 2 años). Los nombrados para la primera legislatura, luego
que se reúnan, sortearán los diputados que deban salir en el primer período (cumplidos los 2 primeros años).
Es decir, cada dos (2) años se debe realizar una elección nacional para renovar la mitad de los integrantes de
la Cámara de Diputados. El primer sorteo se realizó en 1855, pero las interrupciones constitucionales que
tuvo la República Argentina en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976, hicieron que el sorteo debiera repetirse
al restablecerse la normalidad constitucional, en cada uno de los casos.
Vacancia (art. 51): En caso de vacancia, el gobierno de la provincia o de la Capital Federal deberá hace
proceder a elección legal de un nuevo miembro. La constitución quiere que la diputación se cubra con una
nueva elección posterior a la vacancia. La vacancia se produce por muerte, renuncia, separación del cargo,
inhabilitación o incapacidad permanente. El constitucionalista Bidart Campos, reputa como inconstitucional
el régimen de suplentes. Debemos tener en cuenta que el art. 51 de la C.N., no contempla el caso de que el
diputado que deja vacante su cargo pertenezca a la Ciudad de Buenos Aires. Pareciera, entonces, que la
Ciudad de Buenos Aires no podría elegir a un nuevo diputado para ocupar el cargo vacante. Pensamos que
esta situación fue creada involuntariamente, por una omisión de los Convencionalistas Constituyentes de
1994, que llevaron a cabo la reforma de la Constitución Nacional.

22. Cámara de Senadores: (arts. 54 a 74 C.N.).


Los senadores representan a las provincias y a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sus características son:
Número y Elección: El Senado representa las autonomías provinciales. Las provincias son integrantes de la
soberanía de la Nación y ninguna tiene preponderancia sobre las demás. Se eligen tres (3) senadores por
cada Provincia y tres (3) por la Ciudad de Buenos Aires.
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La elección es “directa” y “conjunta”, correspondiendo dos (2) bancas de senadores al partido político con
mayor número de votos y un tercero al partido político que le sigue en número de votos. Cada senador tendrá
derecho a un (1) voto. Antes de la reforma de 1994, la elección de senadores era en forma “indirecta” y ello
daba lugar a componendas con el gobernador y de todo tipo. La reforma constitucional de 1994 trajo varios
cambios respecto a la Cámara de Senadores. Ello fueron:
Aumentó de dos (2) a tres (3) el número de senadores por cada provincia y por la Ciudad de Buenos Aires.
La elección de ser “indirecta” pasó a ser “directa y conjunta”.
Se adjudicaron, de las tres (3) bancas, dos (2) al Partido Político mayoritario, y una (1) al Partido Político que
sigue en el número de votos. Así también, podemos señalar, que el art. 54 C.N, no menciona a la Capital
Federal. Esta omisión tiene su razón de ser. Al respecto. se siguió el criterio de los EE.UU., según el cual,
donde el Distrito Federal (en nuestro caso la Capital Federal, sede de las autoridades nacionales) no tiene
representación senatorial. En la Argentina, en el caso de ser trasladada la Capital Federal a otro lugar, no
existe fundamento histórico para que tenga representación la nueva sede de las autoridades nacionales. En
cambio, sí tiene fundamento histórico la representación senatorial de la Ciudad de Buenos Aires. La reforma
constitucional de 1994, consagra como titulares de las bancas senatoriales a los Partidos Políticos. El art, 38
de la ley fundamental establece que, “los Partidos Políticos son instituciones fundamentales del sistema
democrático”, pues garantizan la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos.
Así también, la mencionada reforma dispuso la primera renovación de los senadores cuyos mandatos debían
expirar en 1995, y que los senadores serían elegidos por la legislaturas provinciales, las que tendrían que
nominar al tercer (3°) senador por la minoría. En cuanto a la disposición transitoria cuarta dispuso que, “el
conjunto de los senadores por cada Distrito se integrará, en lo posible, de modo que correspondan dos
bancas al partido político o alianza electoral que tenga el mayor número de miembros en la legislatura y, la
restante, al partido político o alianza electoral que le siga en número de miembros de ella”.
Requisitos para ser Senador (art. 55). Estos son:
30 años de edad.
Haber sido seis (6) años ciudadano de la Nación (este supuesto se aplica en caso de la ciudadanía por opción
o naturalización).
Disfrutar de una renta anual de 2.000 pesos fuertes o de una entrada equivalente (esta disposición podrá ser
aplicada solo en el caso de que el Congreso de la Nación disponga actualizar dicha suma de dinero).
Ser natural de la provincia que lo elija o tener dos (2) años de residencia inmediata en ella.
Duración del mandato (art. 56). Los senadores duran seis (6) años en el ejercicio de su mandato y son
reelegibles indefinidamente. El Senado se renovará a razón de una tercera parte de los distritos electorales
por cada dos (2) años.
Vacancia: (Art. 62). Cuando vacase alguna plaza del Senado por muerte, renuncia u otra causa, el Gobierno a
que corresponda la vacante, habrá de proceder inmediatamente a la elección del nuevo senador. Conforme la
cláusula transitoria cuarta, toda vez que se elija un senador nacional, se designará un “suplente”, quien
asumirá en los casos del art. 62.”.

23. Sesiones (art. 63 C.N.).


Ambas Cámaras se reunirán en sesiones ordinarias todos los años desde el 1° de marzo hasta el 30 de
noviembre de cada año. El presidente de la Nación puede convocar a sesionar a las cámaras del Congreso de
la Nación, y también puede prorrogar sus sesiones. El quórum está previsto en el art. 64 de la C.N. Puede
consistir en:
Quórum para sesionar (en este caso la mayoría se computa sobre la totalidad de los miembros de la Cámara
respectiva).
Quórum para aprobar proyectos o decisiones (el principio general es que la mayoría se cuente sobre la
totalidad de los miembros presentes).
Regla General: El quórum se fija por mayoría absoluta (mitad + uno de sus miembros).
Quórum agravado: La Constitución contempla casos en que se requiere un quórum especial denominado
“agravado”. Consiste en el voto de 2/3 de la totalidad de los miembros de cada Cámara.

24. Tipo de sesiones.

Hay distintos tipos de sesiones durante el año legislativo. Estas son :


Preparatorias: Su objeto es incorporar a los legisladores electos (art. 64 C.N.) Los legisladores actúan como
juez de las elecciones, analizando los derechos y títulos de sus miembros electos. También, reciben los
juramentos de los legisladores (art. 67), y eligen a sus autoridades. Según el art. 57, el vicepresidente de la
Nación es también el presidente de la Cámara de Senadores. El art. 58, determina la forma en que debe ser
nombrado el presidente del Senado, en caso de ausencia o falta de vicepresidente de la Nación.

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Ordinarias: El ex-art. 55 de la Constitución Nacional de 1853, establecía que ambas cámaras se reunían en
sesiones ordinarias desde el 1° de mayo al 30 de septiembre de cada año. El art. 99 de la C.N. reformada en
1994, faculta al Poder Ejecutivo Nacional a proceder a la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de
la Nación (inc. 8°), como así también a prorrogar las sesiones ordinarias y a convocar a las extraordinarias,
cuando graves intereses de orden o de progreso así lo requieran (inc. 9°). Por su parte, el art. 63, extiende las
sesiones ordinarias fijándolas desde el 1° de marzo al 30 de noviembre de todos los años.

De prórroga: Durante las sesiones de prórroga (sesiones ordinarias prorrogadas) la Competencia de ambas
Cámaras del Congreso de la Nación es amplia, pues durante ellas pueden tratar cualquier asunto. Por el art.
99 inc. 9°, el PEN puede prorrogar las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, sin que ello signifique
que la decisión de prorrogar sus sesiones no pueda ser dispuesta por las propias Cámaras del Congreso de la
Nación. No debemos olvidar que en caso de duda debe estarse por un criterio restrictivo respecto de las
facultades del Presidente de la Nación a fin de mantener un equilibrio de poderes. Por esta razón, la mayoría
de los doctrinarios reconocen la facultad del Congreso de la Nación para disponer la prórroga de las sesiones
ordinarias. Además, cabe resaltar, que en la actualidad el tema de la prórroga de las sesiones ha perdido
relevancia debido a que se ha extendido a tres meses más el período de sesiones ordinarias.

Extraordinarias: El art. 99, inc. 9, de la C.N. dispone que las sesiones extraordinarias son las que convoca el
Presidente de la Nación, siempre ante un caso de grave interés de orden o de progreso que así lo determine.
Ello así, el Congreso de la Nación debe circunscribir su competencia al tratamiento de las cuestiones que
dieron origen a las sesiones extraordinarias.

Especiales: Se diferencian de las extraordinarias, porque las sesiones especiales las convoca el propio
Congreso de la Nación en uso de sus propias atribuciones constitucionales, tal como resultan las atinentes al
“juicio político” (art. 53) o, las de homenaje con motivo de la concurrencia al recinto de alguna personalidad
o político extranjero. Estas sesiones son realizadas por las mismas Cámaras; en cambio las extraordinarias,
sólo pueden ser convocadas por el Presidente de la Nación.

25. Simultaneidad de las sesiones.


Las Cámaras de Senadores y Diputados, empiezan y concluyen sus sesiones, simultáneamente. Ninguna de
ellas podrá, mientras se encuentran reunidas, suspender sus sesiones por más de tres (3) días sin el
consentimiento de la otra Cámara (art. 65 de la C.N.). La sanción de leyes exige la concurrencia de las dos (2)
Cámaras, y aun cuando cada una sesiona en su propio recinto, el trabajo parlamentario de nuestro sistema
bicameral requiere del funcionamiento simultáneo de las Cámaras.

26. Publicidad de las Sesiones.


Se trata de un imperativo de la forma republicana de gobierno que exige la publicidad de los actos de
gobierno. Ello significa que, en principio, quedan eliminadas las sesiones secretas. La Constitución
contempla en la actualidad expresamente la sesión pública para el acuerdo del Senado requerido en el caso
de nombramiento de los magistrados judiciales (Art. 99, inc. 4°, de la C.N.).

27. Incompatibilidad de los Legisladores.


Ningún miembro del Congreso podrá recibir empleo o comisión del Poder Ejecutivo sin previo
consentimiento de la Cámara respectiva, excepto los empleos en escala (art. 72, de la C.N.). Así también, el
art. 105, cuando se refiriere a los ministros del Poder Ejecutivo Nacional, establece que estos últimos no
podrán ser senadores ni diputados sin previa dimisión (renuncia) de sus empleos. Tampoco pueden
acumularse el desempeño de un cargo legislativo con la función judicial. La razón de ser de las
incompatibilidades, radica en la división de poderes y en la necesidad de que los legisladores se dediquen
plenamente a su cargo.
Como hemos mencionado, la excepción la encontramos en el caso de los “empleos de escala” (art. 72, de la
C.N.), que son aquellos empleos en los cuales se asciende gradualmente por antigüedad (Ejemplo: los
funcionarios de carrera de la Administración Pública). En estos casos, el interesado deberá pedir licencia
especial sin goce de haberes en el “empleo de escala”.
Por otra parte, cualquiera de las cámaras legislativas podrá autorizar (dar consentimiento) a alguno de sus
miembros para que ocupe un cargo dependiente del Poder Ejecutivo, como ser el de ministro o asesor
presidencial. Ello no lo obliga a renunciar a su cargo como legislador, sino tan solo a pedir licencia.
Los eclesiásticos regulares no podrán ser miembros del Congreso de la Nación, ni los gobernadores de las
provincias por las de su mando (art. 73, de la C.N.). La interdicción de los eclesiásticos regulares se debe a la
dependencia que tienen con la orden religiosa por el voto de obediencia. En cuanto a la incompatibilidad de
los gobernadores de provincias, ésta es una consecuencia de nuestra estructura federal de Estado y, además,
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porque resulta imposible para el gobernador desempeñar también la función de legislador. Tampoco los
gobernadores de provincias podrán ser legisladores en representación de otras provincias.

28. Privilegios e Inmunidades Parlamentarias:


Estas pueden clasificarse en: a) Colectivos (atañen al cuerpo u órgano colegiado complejo) y b)
Individuales (atañen al legislador).

Colectivos:
Las cámaras de diputados y senadores gozan de las siguientes facultades:
Ser juez de las elecciones, derechos y títulos (art. 64, 1° parte, de la C.N.). Este privilegio significa que las
cámaras pueden verificar si el legislador electo reúne las condiciones exigidas por la Constitución, aceptar
sus diplomas y tomarle juramento.
Dictan su propio reglamento interno (art. 66 de la C.N.).
Gozan de facultades disciplinarias que les permiten corregir los desórdenes de conducta observados en el
ejercicio de las funciones legislativas (Ejemplos: agravios, insultos, interrupciones, etc); podrán remover por
inhabilidad física al legislador (en este último caso, no se trata de una sanción sino de la facultad que tienen
las cámaras de apartar de las funciones al legislador que padece de imposibilidad física) o, por inhabilidad
moral sobreviniente a su incorporación en la Cámara y hasta excluir de su seno a cualquiera de sus miembros
con dos tercios de sus votos (art. 66 de la C.N.). En el caso de que un legislador cometa algún delito, la
cámara legislativa deberá dar intervención al Poder Judicial. Las cámaras también gozan de facultades
disciplinarias aplicables sobre terceros ajenos a la Cámara, siempre que hayan cometido actos de indisciplina
dentro del recinto y durante las sesiones legislativas.
Aceptar la renuncia de sus miembros, para lo cual será suficiente el voto de la mayoría absoluta, es decir, la
mitad más uno de los miembros presentes (art. 66, de la C.N).

Individuales:
Inmunidad de expresión: Ninguno de los miembros del Congreso de la Nación podrán ser acusados,
interrogados judicialmente o molestados por las opiniones o discursos que emitan durante el desempeño de
su mandato de legislador (art 68 de la C.N.). Se trata de una garantía que goza el legislador que no puede ser
procesado penalmente ni molestado por las opiniones o discursos efectuadas desde su incorporación al
Congreso hasta su cese y aun después de su cese, porque esta inmunidad o privilegio es perpetua aunque
siempre limitada a las opiniones vertidas con motivo u ocasión de las funciones de legislador. La justificación
de esta inmunidad la encontramos en el carácter deliberativo del Congreso, y por ella se garantiza la
independencia funcional del órgano. Abarca no solo la expresión oral sino también la escrita, incluso las
manifestaciones simbólicas y actitudes. No ampara al legislador que comete agravio o injuria en un
programa de televisión o en un acto público. Sin perjuicio de esta inmunidad, las Cámaras pueden sancionar
al legislador por desorden de conducta.
Inmunidad de arresto: Ningún senador o diputado, desde el día de su elección hasta su cese, podrá ser
arrestado; excepto en el caso de ser sorprendido “infraganti” en la ejecución de algún crimen que merezca
pena de muerte, que sea infamante u otra aflictiva. En estos últimos casos, se deberá dar cuenta del hecho
cometido por el legislador a la Cámara respectiva, junto a la información sumarial del hecho (art. 69 de la
C.N.). Lo que está prohibido es el procesamiento del legislador, porque el arresto responde a la prisión
preventiva que debe ser dispuesta como consecuencia del procesamiento. Esta prohibición es coherente con
lo dispuesto en el Art. 70 de la C.N., que establece el procesamiento por “desafuero”. Acordado el desafuero,
el legislador queda a disposición del juez competente para ser juzgado (procesado). Si se encuentra a un
legislador cometiendo un crimen o delito, de hecho puede ser arrestado, pero tengamos en cuenta que el
arresto no significa el desafuero automático de la investidura de legislador. Para que el desafuero se
produzca, la Cámara respectiva debe decidir previamente el desafuero del legislador en base a la información
sumaria del hecho que se le envía. Si el desafuero es negativo, el legislador debe recuperar su libertad. El
arresto “infraganti”, debe ser hecho en el mismo momento en que el legislador comete el delito que debe ser
de tipo doloso.
Desafuero: Cuando se forme una querella por escrito ante la justicia ordinaria contra cualquier senador o
diputado, una vez examinado el mérito del sumario en juicio público, podrá la Cámara, con dos terceras
partes de sus votos, suspender en sus funciones al legislador acusado, y ponerlo a disposición del juez
competente para su juzgamiento (art. 70 de la C.N.). Si un juez instructor tiene suficientes elementos de
prueba contra un legislador, debe remitir los antecedentes a la Cámara respectiva, solicitando el desafuero de
éste. El pedido debe ser remitido por la Cámara a una Comisión para su estudio. La Comisión deberá
examinar el mérito del sumario en juicio público, dando derecho de defensa al legislador e incluso éste podrá
producir prueba en su descargo. Luego el caso pasará a plenario de la Cámara, oportunidad en la que
también debe garantizarse el derecho de defensa del legislador acusado. La Cámara necesita de dos terceras

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partes de sus votos para admitir el desafuero. Si la sentencia es absolutoria, el legislador recupera sus fueros
y puede reintegrarse en sus funciones.
Dieta: Los servicios de los senadores y diputados son remunerados por el Tesoro de la Nación, con una
dotación que señala la ley (art. 74 de la C.N.). Se trata de la remuneración de los legisladores llamada
comúnmente “dieta” y que es fijada por ellos mismos mediante una ley.

29. Proceso de formación y sanción de las leyes.


Iniciativa del proyecto:
Como principio general los proyectos podrán tener origen en cualquiera de las Cámaras y ser presentados
por legisladores o por el Poder Ejecutivo Nacional.
Las excepciones a este principio general son las que establece la Constitución Nacional (Art. 77 de la C.N.), y
estas son:
a) Iniciativa Cámara de Diputados: Las leyes sobre contribuciones de sangre como el caso del reclutamiento
de tropas o de dinero como son las de impuestos, etc. (Confr. art. 52 de la C.N); los proyectos que provengan
de las iniciativas legislativas de los ciudadanos (Art. 39 de la C.N.) y los que propongan la iniciativa de
someter a consulta popular un proyecto de ley (Art. 40 de la C.N.).
b) Iniciativa Cámara de Senadores: Se trata de los proyectos de ley en materia de coparticipación y en todo lo
conducente al crecimiento armónico de la Nación y su relación con las Provincias o regiones (art. 75, inc. 2° y
19° de la C.N) como por ejemplo, el proyecto de poblamiento de regiones o provincias, las leyes de
promoción industrial, etc.

Procedimiento de formación y sanción de las leyes.


El procedimiento se divide en tres etapas
Iniciativa
Sanción (etapa constitutiva o de aprobación)
Promulgación y publicación.
La reforma constitucional llevada a cabo en el año 1994, introdujo algunas modificaciones en el tema. Estas
son:
La mayoría agravada para sancionar diversos proyectos. Se exige mayoría absoluta de los miembros de cada
una de las Cámaras para reformar el régimen electoral y de los partidos políticos.
La atribución dada a las Comisiones del Congreso para el estudio de los temas y elaboración de los
dictámenes respectivos.
La prohibición de sanciones tácitas o fictas de las leyes.
Se reducen de cinco a tres las intervenciones de cada una de las Cámaras durante el proceso de sanción de las
leyes.

La Promulgación y publicación.
La aprobación por la Cámara revisora de un proyecto de ley no convierte al proyecto directamente en ley,
para ello es necesario la promulgación por el Poder Ejecutivo Nacional y su posterior publicación. La sanción
legislativa necesita pasar por el examen del PEN quien puede promulgarla directamente o bien devolver el
proyecto con sus objeciones que se denomina “Veto”.

30. Procedimiento.
¿Qué puede pasar con la iniciativa de un proyecto?. Existen distintas opciones:
El proyecto es aprobado por la Cámara de origen, pasa a la Cámara revisora que también lo aprueba y, así
sancionado el proyecto, pasa al PEN para que, en caso de no efectuarle observaciones, proceda a promulgarlo
y a ordenar su publicación.
El proyecto es aprobado por la Cámara de origen y por la revisora, así sancionado pasa al PEN el que podrá
ser:
Promulgarlo tácitamente (art. 80 de la C.N.). El proyecto se reputa aprobado tácitamente por el PEN, cuando
no es devuelto a las Cámaras en el término de 10 días útiles o hábiles.
Excepción al veto (art. 40 de la C.N.). No procede el veto del PEN, cuando el Congreso a iniciativa de la
Cámara de Diputados, aprueba un proyecto de ley sobre “Consulta Popular”.
Veto Parcial (art. 80 de la C.N.). Los proyectos desechados parcialmente por el PEN (veto parcial) no podrán
ser aprobados en la parte restante. Es importante recordar que el tercer párrafo del art. 80 de la C.N, admite
excepcionalmente que un proyecto observado parcialmente por el PEN pueda llegar a ser ley en la parte no
vetada, para lo cual esta última parte no vetada tiene que tener autonomía normativa y su aprobación parcial
no puede alterar el espíritu ni la unidad del proyecto sancionado por el Congreso. En este último caso, el
procedimiento que debe seguir el PEN es el mismo que la Constitución Nacional estipula para la aprobación
de los decretos de necesidad y urgencia que establece el art. 99, inc. 3°, de la C.N. (conforme lo estipula el art.
80, última parte). Puede también pasar en el caso del veto parcial, que el proyecto vuelva a las Cámaras de
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origen y revisora del Congreso de la Nación. El proyecto se discute nuevamente en la Cámara de origen y si
ésta confirma las observaciones introducidas por el PEN con las dos terceras partes de sus votos, pasa a la
Cámara revisora quien, sí también lo confirma con las dos terceras partes de sus votos, el proyecto resulta
sancionado con las modificaciones introducidas parcialmente por el PEN. Ello así, pasa nuevamente al PEN
para ser promulgado y ordenada su publicación. En este último caso la votación será “nominativa” por sí o
por no y tanto los nombres de los legisladores, los fundamentos de los votantes, y las objeciones del PEN, se
publicarán inmediatamente en la Prensa. Si las Cámara difieren sobre las objeciones del veto, el proyecto no
podrá ser sancionado y tampoco podrá repetirse en las sesiones de aquel año (art. 83 de la C.N.).

Veto total: También el PEN puede vetar el proyecto totalmente. En este caso el proyecto no podrá ser
nuevamente discutido en las sesiones de ese año.

31. Publicación:
El Art. 2° del Código Civil establece que las leyes no son obligatorias sino después de su publicación y desde
el día que ellas determinen para entrar en vigencia. En el caso de que no fijen una fecha, las leyes serán
obligatorias después de los 8 días siguientes a su publicación oficial.
El PEN participa de la formación de las leyes con arreglo a la Constitución Nacional, las promulga y las hace
publicar (art. 99, inc. 3°, primer párrafo de la C.N.).

32. Comisión Bicameral Permanente:


La Convención Constituyente de 1994, introdujo en el texto constitucional, conformada en el seno del Poder
Legislativo, a la Comisión Bicameral Permanente, integrada por legisladores de ambas Cámaras, a cuyo fin se
deberá respetar en su composición la proporción de las representaciones políticas de cada una de ellas.
Las Comisiones del Congreso de la Nación antes de la Reforma de 1994, tenían su origen en los reglamentos
de las Cámaras u otras veces su origen era legal como el caso de la Comisión Bicameral Permanente para el
Seguimiento de las Privatizaciones que fue creada por el art. 14 de la Ley 23.396 de Reforma del Estado.
Son atribuciones de la Comisión Bicameral Permanente:
Decretos de Necesidad y urgencia: (art. 99, inc. 3°, y art.
100, inc. 13°, de la C.N.). La Comisión eleva el despacho al Plenario de cada una de las Cámaras para el
expreso e inmediato tratamiento de los decretos de necesidad y urgencia dictados por el PEN.
Decretos de Legislación Delegada: Efectúa el control de
los decretos que dicte el PEN en ejercicio de las facultades delegadas por el Congreso de la Nación (art. 76 y
art. 100, inc. 12°, de la C.N.).
Decretos de Promulgación Parcial: Efectúa el control de
los decretos que dicte el PEN para promulgar parcialmente leyes (art. 80 y art. 100, inc. 13°, de la C.N.). En
este último caso en el que el PEN quiere aprobar parcialmente un proyecto de ley en la parte no vetada, ésta
última deberá ser aprobada por Acuerdo General de Ministros -como sucede en el caso de los decretos de
necesidad y urgencia- y también refrendado por el Jefe de Gabinete de Ministros, quien asimismo, deberá
elevarlo al Acuerdo en el plazo de 10 días hábiles, para luego someterlo a consideración de la Comisión
Bicameral Permanente, la que tendrá igual plazo de 10 días hábiles para emitir dictamen y elevar el despacho
a plenario de las Cámaras. Esta últimas deberán darle al Acuerdo en cuestión, tratamiento expreso y
consideración inmediata. La regulación procesal de los trámites y alcances de la intervención del Congreso
en estos casos, deberá ser establecido por una ley especialmente sancionada con la mayoría absoluta de los
miembros de cada una de las Cámaras. Hasta la fecha aun no se ha conformado la Comisión Bicameral
Permanente prevista a partir de la Reforma Constitucional de 1994.

33. Atribuciones del Congreso de la Nación (art. 75 de la C.N.)

Competencias Tributarias: (art. 75 inc. 1 y 2 C.N.)

-Derechos de importación y exportación.


-Contribuciones directas e indirectas
-Régimen de Coparticipación.

Competencias Financieras:

- Asignaciones específicas de recursos coparticipables (Art. 75, inc. 3º C.N.).Se ha previsto para situaciones
de emergencia que se pueden establecer y modificar asignaciones específicas de recursos coparticipables. La
reasignación debe ser temporal.
- Empréstitos (art. 75, inc. 4º).
- Reglar el pago de las deudas internas y externas (art. 75, inc. 7º C.N.).
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- Aprobar el Presupuesto General de la Nación. (art. 75 inc. 8º C.N.).
- Establecer el Banco federal con facultad de emitir moneda, así como otros bancos nacionales (art. 75, inc. 6
C.N.).
- Subsidios para las provincias.
- Pesas y Medidas (art. 75 inc. 11).

Competencias Normativas:

- Dictado de Códigos y legislación de fondo (Código Civil, Comercial, Penal, de Minería y del Trabajo y
Seguridad Social) y las leyes los integren o modifiquen (art. 75, inc. 12 C.N.). Estos códigos y leyes se aplican
en todo el territorio de la Nación tanto por la justicia federal como la provincial.
- Leyes federales o especiales (art. 75 inc. 12 C.N.). Se trata de las leyes especiales para toda la Nación sobre
naturalización y nacionalidad, quebrantos, falsificación de moneda corriente y documentos públicos y la que
establezca el juicio por jurados. Estas son leyes con ámbito de aplicación en todo el territorio nacional, pero
su aplicación es exclusiva de los tribunales federales. Por ejemplo: la ley de estupefacientes, ley penal
tributaria, leyes aduaneras, ley de ciudadanía, navegación marítima, etc. Las leyes federales se definen por
exclusión, es decir son todas aquellas que no integran la legislación ordinaria ni la legislación local del
Congreso. En realidad la ley de quiebras fue absorbida por el Código de Comercio (ley de fondo o legislación
ordinaria) y la ley de falsificación de moneda y de documentos por el Código Penal (también ley ordinaria o
de fondo).
- Leyes locales: son leyes locales las que el Congreso sanciona para la Capital Federal para los
establecimientos de utilidad nacional (art. 75, inc. 30 C.N.) y sobre territorios nacionales (art. 75 inc. 15
C.N.). La legislación sobre territorios nacionales, atento la provincialización de Tierra del Fuego, en la
actualidad ha perdido vigencia.
- Leyes de organización y de base de la educación. Compete al Congreso de la Nación legislar sobre cultura y
educación, dictando planes de instrucción general y universitaria (Art. 75, inc. 18 C.N.). Los principios que
debe respetar es el de gratuidad y equidad de la educación pública estatal y la autonomía y autarquía de las
universidades nacionales.
También dicta las leyes tendientes a proteger la identidad cultural y pluralidad cultural, la libre creación y
circulación de las obras de autor, el patrimonio artístico y los espacios culturales y audiovisuales (art. 75 inc.
19 C.N.).
En estos aspectos la Constitución habilita al Congreso de la Nación a legislar concurrentemente con las
provincias y municipios en estas materias de cultura y educación.
Con la reforma de 1994 se introdujo como tema de competencia la formación profesional de los
trabajadores.
- Leyes de amnistía generales. La ley de amnistía es la ley del olvido que se sanciona después de un
acontecimiento político grave. Se diferencia del indulto de penas que es competencia del PEN.

Competencia Comercial (art. 75, inc. 13 C.N.).

Es una cláusula comercial de la Constitución Nacional el reglar el comercio entre las naciones extranjeras y
de las provincias entre sí. (es decir el llamado comercio interior (interprovincial) y el exterior). El art. 126 de
la C.N. prohibe a las provincias dictar leyes sobre comercio o navegación interior o comercio exterior.
El art. 75, inc. 10 C.N., faculta al Congreso de la Nación a reglamentar la libre navegación de los ríos
interiores, habilitar los puertos que considere convenientes y crear o suprimir aduanas. El art. 26 de la C.N.
declara la libre navegación de los barcos de todas las banderas en los ríos interiores, con sujeción a los
reglamentos que dicten las autoridades nacionales. Cae dentro de la competencia del Congreso de la Nación
todo lo referente al cruce de fronteras interprovincial (sea bienes, mercaderías, personas, información, etc) y
el comercio interprovincial entre las provincias y con el exterior.
Se denomina comercio al tráfico o intercambio de bienes o servicios. Se entiende que incluye además del
tráfico mercantil y la circulación de efectos visibles y tangibles por todo el territorio de la Nación, la
conducción de personas, la transmisión por telégrafos, teléfono u otro medio de comunicación.

Competencia en asuntos de Relaciones Exteriores.

- Declaración de la guerra y la paz. El Congreso autoriza al PEN a declarar la guerra o hacer la paz (art. 75,
inc. 25 C.N.). El presidente de la Nación puede declarar la guerra u ordenar represalias con autorización y
aprobación del Congreso de la Nación (art. 99 inc. 15).
- Aprobación o rechazo de tratados: (Art. 75 inc. 22 C.N.). Los tratados pueden ser con otras naciones o con
organismos internacionales y los concordatos con la Santa Sede. El Congreso debe aprobar o rechazar el
acuerdo o tratado, no puede introducirle modificaciones o reservas, pues ello significaría rechazar el tratado.
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- Arreglar definitivamente los límites del territorio nacional (art. 75 inc. 15 C.N.).
- Faculta al PEN para ordenar represalias y establecer reglamentos de pesas. Las represalias en materia de
derecho internacional constituyen sanciones y las pesas representan la ejecución de las sanciones (por
ejemplo es una sanción el derecho del Estado de tomar la posesión de un barco extranjero o de su
cargamento cuando hubiera violado una ley del Estado o una norma de un tratado internacional).
- Aprueba los tratados de integración (Art. 75, inc. 24 C.N.).Faculta al Congreso a aprobar los tratados de
integración en los que se deleguen competencias y jurisdicciones.

Competencia para fijar límites interprovinciales y creación de nuevas provincias y también fijar la sede de
las autoridades federales (la Capital del Estado).

- Fija los límites entre las provincias (art. 75 inc. 15 C.N.).


- La creación de nuevas provincias sólo ha ocurrido mediante la provincialización de territorios nacionales
(ejemplo Tierra del Fuego).
- Corresponde al Congreso de la Nación determinar por una ley especial la ciudad capital de la República,
sede de las autoridades nacionales (art. 3º C.N.).En este caso se requiere el consentimiento de la legislatura
provincial afectada.

Competencias Administrativas.

- Arreglar los Correos (Art. 75 inc. 14 C.N.), que es un servicio público.


- Uso y enajenación de tierras públicas. El producido de la venta de las tierras públicas ingresa al Tesoro de
la Nación (art. 75 inc. 5º C.N.).
- Creación de Tribunales, empleos, pensiones y honores.
Establece los tribunales inferiores a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Crea y suprime empleos
(entidades autárquicas), otorga pensiones (graciables) y honores (reconoce importantes servicios prestados
al país en su carácter de depositario de la soberanía popular. Los honores pueden ser otorgados a personas
físicas o jurídicas. También se debe solicitar autorización al Congreso de la Nación para recibir honores a un
ciudadano argentino que ha sido distinguido por un gobierno extranjero.
- Autoriza al Presidente de la Nación a ausentarse del territorio de la Nación.

Competencias económicas, sociales y culturales:

- De progreso y bienestar (Art. 75 inc. 18 C.N.).Proveer a la prosperidad del país, al adelanto y bienestar de
todas las provincias, promoviendo su industria, la importación de capitales, y la explotación de sus ríos
internos, mediante la sanción de leyes protectoras de estos fines y por concesiones temporales de privilegios
y recompensas de estímulos. Se trata de la llamada “cláusula del progreso”. Un ejemplo son las leyes de
promoción industrial y la concesión de los servicios públicos.
- Nuevo progreso: También proveerá lo conducente al “desarrollo humano”, al “progreso económico con
justicia social”, a “la productividad de la economía nacional”, generando empleos, proveyendo a la formación
profesional de los trabajadores, la defensa del valor de la moneda, la investigación y el desarrollo científico y
tecnológico (estas son normas programáticas que necesitan de una ley para concretarse).
- Legislación sobre igualdad real. Corresponde al Congreso de la Nación legislar y promover medidas que
garanticen la igualdad de oportunidades y de trato y pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos en la
Constitución Nacional y por los Tratados internacionales, sobre derechos humanos, preferentemente de las
mujeres, ancianos, personas discapacitadas y los niños.
- Régimen de seguridad social del niño: El Congreso debe dictar un régimen de Seguridad social del niño
especial e integral a fin de proteger al niño en situación de desamparo desde el embarazo de la madre hasta
la finalización del período de enseñanza elemental y de la madre durante el embarazo y el tiempo de
lactancia (art. 75 inc. 23 C.N.).
- Pueblos indígenas: El Congreso de la Nación debe reconocer la preexistencia étnica y cultural de los
pueblos indígenas. Respetar el derecho a su identidad y el derecho a la educación bilingüe e intercultural.
Reconocer personería jurídica de sus comunidades. Reconocer la posesión y propiedad comunitaria de las
tierras que tradicionalmente ocupan. También debe regular la entrega de otras tierras aptas y suficientes
para el desarrollo humano. Estas tierras serán inajenables, transmisibles ni susceptibles de gravamen o
embargo. También debe asegurar la participación de los pueblos indígenas en la gestión referida al uso y
explotación de los recursos naturales y demás intereses que los afecten.

Competencias Militares:

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- Fijar las fuerzas armadas en tiempo de paz y de guerra y dictar las normas para organización y gobierno
(art. 75 inc. 27 C.N.).
- Otorgar permiso para la introducción o salida de tropas del país.
- Seguridad de las fronteras. A esta competencia alude el art. 75 inc. 16 C.N.

Competencia Pre-constituyente:

De acuerdo al art. 30 de la C.N. el Congreso es quien dispone la modificación al texto constitucional,


aprobando por mayoría de 2/3 de los votos de sus miembros, la declaración de necesidad de la reforma.

Competencia de emergencia:

- Declaración de estado de sitio en uno o varios punto del país en caso de conmoción interior y aprueba o
suspende el estado de sitio declarado por el PEN durante su receso (art. 75 inc. 29 C.N.).
- Intervención Federal. Disponer la intervención federal a una provincia o a la ciudad de Buenos Aires, y
aprueba o revoca la que hubiere sido ordenada durante su receso legislativo por el PEN (art. 75 inc. 31 C.N.).
- Dimisión de presidente o vicepresidente de la Nación. Admite o desecha los motivos de dimisión del
presidente o vicepresidente de la Nación. Si ambos cesaren al mismo tiempo estamos en una situación de
acefalía en que debería procederse a una nueva elección (art. 75 inc. 21 C.N.).

Poderes implícitos:

- Son las atribuciones que se encuentran en manos del Congreso en asuntos de su competencia y que no han
sido establecidos expresamente en el texto constitucional, y que representan medios para hacer efectivos
otros poderes concedidos por la Constitución Nacional al gobierno nacional-.

Competencias de Control.
- El voto de censura y la remoción del Jefe de Gabinete de Ministros.
- Informes al Congreso. El Congreso de la Nación puede hacer venir a su recinto a los Ministros del PEN para
recibir explicaciones e informes que estime conveniente sobre su gestión. La interpelación no provoca la
destitución de los ministros, con la única excepción del art. 101 C.N. respecto al Jefe de Gabinete de
Ministros.
- Juicio Político del Presidente, Vicepresidente, Ministros, del PEN, Legisladores de ambas Cámaras y
Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.(art. 53 C.N.).
- Auditoría General de la Nación. (art. 85 C.N.).
- Defensor del Pueblo de la Nación (art. 86 C.N.).

34. Juicio Político (art. 53 C.N.)


El art. 53 de la C.N. regula las facultades de la Cámara de Diputados en materia de juicio político. La
potestad que tiene la Cámara de Diputados de acusar ante el Senado puede ser ejercida sobre el presidente,
vicepresidente, jefe de gabinete de ministros, ministros y miembros o magistrados de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación.
El procedimiento consta de dos etapas: la acusación de la Cámara de Diputados y el juicio público
ante el Senado. Si bien el juicio político reviste las formas externas de un juicio público, con sus etapas de
acusación, defensa, prueba y sentencia, conforme las reglas procesales semejantes a la de los juicios
judiciales, tiene dos diferencias esenciales, cuales son: a) que el juicio no se realiza ante un tribunal de
justicia integrado por jueces profesionales, sino ante un órgano político; y b) y que éste aplica conceptos de
“mal desempeño” o “mala conducta”, términos más abiertos a la apreciación discrecional a la apreciación
discrecional que las normas jurídicas aplicables por los tribunales judiciales en los procesos penales, ceñidos
por la exigencia de una estricta tipificación normativa de las conductas punibles.
Como una forma de prevenir abusos, tanto la acusación como la condena, requieren que sean
resueltas por mayorías de dos tercios (2/3), a cuyo efecto, no resulta fácil la obtención de esa mayoría en la
dos cámaras. Además, otra traba para la condena arbitraria es la exigencia de que el juicio se haga
públicamente, bajo el control de la opinión general.
El juicio político puede promoverse en la Cámara baja no sólo por los diputados, sino por cualquier
habitante en ejercicio de su derecho de petición (art. 14 de la C.N.). Las iniciativas son giradas a la comisión
de juicio político. Para la declaración de “hacer lugar a la formación de la causa”, se requiere la votación de la
mayoría de las dos terceras partes del número de miembros presentes. Obtenida dicha declaración, se
designa a una comisión encargada de presentar y sostener la acusación ante el Senado constituido en
tribunal, asumiendo dicha comisión un papel semejante al de un “fiscal”.

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La muerte del inculpado pone fin al procedimiento por carecer de objeto válido. Su renuncia ha
promovido confusos debates y decisiones contradictorias. En el caso de que la renuncia fuese aceptada antes
de la acusación, el funcionario ha dejado de ser tal, y por ende, su renuncia pone fin al juicio político. Si en
cambio la renuncia fuese aceptada después de la acusación, el fallo del juicio político no podrá ordenar su
destitución, y sólo podrá resolver la inhabilidad para declararlo incapaz de ocupar ningún empleo de honor,
de confianza o a sueldo en la Nación (art. 60 de la C.N.).
Volviendo al procedimiento del juicio político, una vez efectuada la declaración de acusación por la
Cámara de Diputados, la resolución debe ser puesta en conocimiento del Senado, y en ella se debe fijar la
fecha en que ha de constituirse en tribunal y resolver sobre el reglamento a que habrá de sujetarse. Si bien
resulta un tema discutible, el Senado podrá suspender preventivamente al acusado cuando éste no se aparta
voluntariamente mediante un pedido de licencia. Al respecto, los que apoyan esta facultad del Senado,
sostienen que el que puede lo más (destituir) puede lo menos (suspender). La opinión contraria señala que la
suspensión vulnera el derecho a desempeñar el cargo por el término constitucional en tanto no se resuelva su
cese por mayoría de dos tercios.
Una vez concluido el procedimiento ante el Senado, el fallo se adopta por votación que debe tomarse
sobre cada cargo de la acusación, y si ninguno fuera aprobado por mayoría de dos tercios de los miembros
presentes, se absolverá al acusado. Bastará que un solo cargo sea aprobado por esa mayoría para que se lo
declare incurso en la destitución de su empleo. Resuelta la destitución, debe realizarse otra votación para
decidir sobre la inhabilidad, requiriéndose también mayoría de dos tercios. Además, si se declara la
inhabilidad, por otras votaciones debe establecerse si será por tiempo indeterminado o determinado, y en
este último caso, por cuánto tiempo, exigiéndose siempre la mayoría de dos tercios para la sanción más
grave.
Producida la destitución, la parte condenada quedará sujeta a acusación, juicio y castigo conforme a
las leyes ante los tribunales ordinarios.
La experiencia vivida en nuestro país, nos demuestra que las Cámaras del Congreso han ejercido en
forma restrictiva la facultad de destituir a los miembros de los órganos supremos de gobierno y ministros.
Ningún presidente, vicepresidente o ministro ha sido sometido a juicio político por acusación de la Cámara
baja. Todos los casos en que el Senado llegó a constituirse en tribunal afectaron a magistrados judiciales. El
requisito de la mayoría de dos tercios, hace improbable que prospere un juicio político contra funcionarios
de gobierno amparados por la solidaridad del bloque legislativo afín.

35. Auditoria General de la Nación (art. 85 de la C.N.).


El Congreso de la Nación dispone de facultades preventivas y a posteriori en materia de control
financiero, de manera tal que el Presidente depende de la conformidad del Congreso
La Auditoria General de la Nación (AGN) fue creada en la ley 24.156, encontrándose contemplada en el
Título VII de la mencionada ley. Posteriormente, este organismo alcanzó jerarquía constitucional con la
reforma de 1994 que lo ha incorporado en el art. 85 de la Constitución Nacional.
Sus principales características son:
Tiene a su cargo el control externo posterior de la gestión pública, que ejerce a través de la técnica de la
auditoria.
Es un ente autárquico en el ámbito del Poder Legislativo y es considerado su brazo técnico, con autonomía
funcional.
Fue incorporado en la Constitución Nacional a partir de su reforma en el año 1994.
Es un órgano colegiado, cuyo presidente es designado a propuesta del partido político de oposición con
mayor número de legisladores en el Congreso de la Nación.
Las tareas de auditoria puede ser realizarlas con el personal propio de la AGN, o bien contratando
profesionales independientes.
El Congreso de la Nación puede ampliar su competencia.
Carece de facultades jurisdiccionales para deslindar las responsabilidades de los funcionarios públicos, como
así también para aplicar multas y formular observaciones con carácter suspensivo.
Tiene competencia para formular los criterios de control y auditoria externa a ser utilizados.
La figura de la AGN en el ámbito del Poder Legislativo, se deriva del principio de división de poderes y del
control recíproco.
La autonomía funcional de la AGN significa que puede ejercer su función técnica de control sin ser
intervenida por el Congreso de la Nación, así como darse su propio reglamento de funcionamiento interno
sin que deba ser ratificado por éste.
La índole de la actividad que lleva a cabo la AGN es de carácter administrativo, técnico y consultivo. Es
indudable que el constituyente de 1994 ha querido fortalecer la función propia del Congreso de la Nación,
dotándolo de un órgano técnico idóneo para ese cometido (la AGN). Los dictámenes de la AGN son remitidos
a la Comisión Parlamentaria Mixta Revisora de Cuentas, al Ministro del área controlada, y al órgano o ente

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auditado. A partir del año 2000, también son remitidos al Jefe de Gabinete de Ministros, quien en virtud del
art. 100 de la C.N., ejerce la administración general de país.
Es competencia de la Auditoria General de la Nación, la de:
Realizar el control externo posterior de la gestión presupuestaria, económica, financiera, patrimonial, legal y
de gestión, así como el dictamen sobre los estados contables financieros de la administración central,
organismos descentralizados, empresas y sociedades del Estado, entes reguladores de los servicios públicos,
y entes privados adjudicatarios de procesos de privatización, en cuanto a las obligaciones emergentes de los
respectivos contratos.
Todas las funciones que le asigna el art. 118 de la Ley 24.156.
Para el desempeño de sus funciones, la AGN puede:
Realizar todo acto, contrato u operación que se relacione con su competencia.
Exigir la colaboración de las entidades del sector público, las que estarán obligadas a suministrar los datos,
documentos, antecedentes e informes relacionados con el ejercicio de sus funciones.
Promover las investigaciones de contenido patrimonial en los casos que corresponda, comunicando sus
conclusiones a la Comisión Parlamentaria Mixta Revisora de Cuentas.
Formular los criterios de control y auditoria y establecer las normas de auditoria externa a ser utilizadas por
la entidad. Estas normas deberán atender a un modelo que abarque los aspectos financieros de legalidad y de
economía, eficiencia y eficacia.
Presentar a la Comisión Parlamentaria Mixta antes del 1° de mayo de cada año la memoria de su actuación.
Dar a publicidad todo material señalado en el apartado anterior, con excepción de aquel que, por decisión de
la Comisión Parlamentaria Mixta Revisora de Cuentas, deba permanecer reservado.
En lo que se refiere a los sujetos alcanzados por la competencia de la AGN, ésta comprende a la
Administración Pública central y descentralizada, Empresas y Sociedades del Estado, Entes Reguladores de
servicios públicos y a los entes privados de procesos de privatización, en cuanto a las obligaciones
emergentes de los respectivos contratos. Si bien la ley 24.156 menciona a la Municipalidad de la Ciudad de
Bs.As., la AGN ha dejado de tener competencia sobre el Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires,
quien ahora tiene su propio órgano auditor externo, que depende de la Legislatura de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
La AGN se compone de un órgano de conducción que se integra con siete (7) miembros: tres (3) auditores
generales designados por la Cámara de Senadores, tres (3) por la Cámara de Diputados, de acuerdo con la
composición política de cada cámara. Su mandato es de ocho (8) años y se renuevan por mitades cada cuatro
(4) años. El Presidente es designado a propuesta del partido político de la oposición con mayor número de
legisladores en el Congreso de la Nación.
Los auditores pueden ser removidos, en caso de inconducta grave o manifiesto incumplimiento de sus
deberes, por los procedimientos establecidos para su designación. No podrán ser designados personas que se
encuentren inhibidas, en estado de quiebra o concursados civilmente.

36. Defensor del Pueblo de la Nación (art. 86 C.N.)


El artículo 86 de la Constitución Nacional reformada en 1994, concibe al Defensor del Pueblo de la Nación
como un órgano independiente instituido en el ámbito del Congreso de la Nación (es designado y removido
por el Congreso con el voto de las 2/3 partes de sus miembros presentes de cada una de las Cámaras), que
goza de las inmunidades y privilegios de los legisladores y actúa con plena autonomía funcional sin recibir
instrucciones de ninguna autoridad. Permanece cinco (5) años en el cargo, pudiendo ser nuevamente
designado solo por única vez. Su organización y funcionamiento es regulada por la ley 24.284, modificada
después de la reforma constitucional de 1994, por la ley 24.379. Con anterioridad, el decreto 1786/93 había
instituido a “nivel nacional”, al Defensor del Pueblo.
Su misión, es la defensa y protección de los derechos humanos y los demás derechos, garantías e intereses
tutelados en la Constitución Nacional y las leyes, ante hechos, actos u omisiones de la Administración y
controlar el ejercicio de las funciones administrativas públicas.
La figura del Defensor del Pueblo fue creada por la ley 24.284, cuya normativa dispone que éste puede iniciar
y proseguir de oficio o a petición del interesado, cualquier investigación conducente al esclarecimiento de los
actos, hechos u omisiones de la Administración Pública Nacional y sus agentes, que impliquen el ejercicio
ilegítimo, defectuoso, irregular o abusivo, arbitrario o discriminatorio, negligente, gravemente inconveniente
e inoportuno de sus funciones, incluyendo aquellos capaces de afectar intereses difusos o colectivos (art. 14).
Bajo el título “Competencia” del Defensor del Pueblo, se establece que “Dentro del concepto de
administración pública, a los efectos de la presente ley, quedan comprendidas la administración centralizada
y descentralizada, entidades autárquicas, empresas del Estado, sociedades del Estado, sociedades de
economía mixta, organismo del Estado cualquiera fuera su naturaleza jurídica, denominación, ley especial
que pudiera regirlo o lugar o país donde preste sus servicios” (art. 16). Por su parte, el art. 17, bajo el título
“Otros ámbitos de competencia”, establece que, “Quedan comprendidos dentro de la competencia de la
Defensoría del Pueblo, las personas jurídicas públicas no estatales que ejerzan prerrogativas públicas y las
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privadas prestadoras de los servicios públicos. En este caso y sin perjuicio de las restantes facultades
otorgadas por esta ley, el Defensor del Pueblo puede instar a las autoridades administrativas competentes el
ejercicio de las facultades otorgadas por la ley”. Consecuentemente, la información que el Defensor del
Pueblo puede requerir sobre la gestión de las concesionarias privadas de los servicios públicos, sólo puede
obtenerla a través de los órganos de control del servicio público en cuestión (entes reguladores).
Así también, la ley 24.284, en su Capítulo III, “Obligación de Colaboración y Régimen de
Responsabilidad”, establece que, “Todos los organismos públicos, personas físicas o jurídicas públicas o
privadas, están obligadas a prestar colaboración con carácter preferente a la Defensoría del Pueblo en sus
investigaciones e inspecciones” (art. 24), correspondiendo la aplicación de sanción en caso de
incumplimiento, tal como lo fija el art. 25 de la citada ley, que expresa: “Todo aquel que impida la
efectivización de una denuncia ante el Defensor del Pueblo u obstaculice la investigación a su cargo, incurre
en el delito de desobediencia que prevé el art. 240 del código penal”. del ejercicio de las funciones
administrativas públicas.
La Ley 24.372 –que modifica la Ley 24.284- dictada con posterioridad a la Reforma Constitucional de 1994,
adecua algunos aspectos de la ley anterior, especialmente los arts. 24, 25, y 28.
El art. 24 como “deber de colaboración” prevé que todos los organismos y entes contemplados en el art. 16,
las personas referidas en el art. 17 y sus agentes, están obligados a prestar colaboración, con carácter
preferente a la Defensoría del Pueblo en sus investigaciones e inspecciones. Por su parte el art. 25, contempla
las consecuencias previstas para el caso de entorpecimiento de su labor. Esencialmente la norma modificada
contiene la enmienda del Código Penal (ahora se trata del art. 239 del Código Penal). Finalmente, el art. 28,
aborda el tema relativo a las advertencias y recomendaciones. La modificación sólo se limita a precisar el
cómputo del plazo, el que ahora es de 30 días, para informar al Defensor del Pueblo.
El Defensor del Pueblo de la Nación, al igual que el Ministerio Público, constituye uno de los casos en el que
el ordenamiento jurídico prevé una legitimación llamada “extraordinaria” diferente de la general, que se
caracteriza por el hecho de que resulta habilitado para intervenir en el proceso un organismo que actúa en
nombre propio, para la adecuada protección de los derechos, garantías e intereses cuya titularidad es de
otros o, en defensa de intereses que afectan el orden público o social.
La interpretación mayoritaria a favor de la legitimación procesal del Defensor del Pueblo, es la que sostiene
que el Estado no quiere abandonar a la iniciativa particular la existencia de una pretensión, de manera que
establece un órgano específico con la misión de interponer pretensiones ante el órgano jurisdiccional, en vez
o además de la actividad de las partes que actúan en nombre e interés propio. En este sentido la atribución
de legitimación procesal a un órgano público –Defensor del Pueblo y Ministerio Público- implica que el
Estado asume como propio el interés en el ejercicio de la tutela de los intereses cuya protección confía. Por
esta última razón, excluir la actuación del Defensor del Pueblo por la intervención del particular afectado,
desnaturaliza los textos constitucionales. El art. 86 de la Constitución Nacional, establece que el Defensor del
Pueblo tiene legitimación procesal para actuar en defensa y protección de los derechos de los habitantes de la
Nación.

Capitulo
Poder Ejecutivo Nacional
(arts 87 a 107 C.N.)

37. Estructura del Poder Ejecutivo Nacional.

22
La débil estructura del Poder Ejecutivo en los antecedentes patrios, junto a la inexistencia desde 1820 -a
excepción de la presidencia de Rivadavia- de la figura de un presidente, privaron a los constituyentes de
1853 de antecedentes nacionales de relevancia, razón por la cual Alberdi encontró en la Constitución
chilena de 1833, la alternativa de un Poder Ejecutivo fuerte y garante del orden institucional, con una clara
superioridad sobre el resto de los poderes. Fue recién con la reforma constitucional de 1994, que se
introdujeron importantes modificaciones en la estructura presidencial, en un intento por atenuar el
“presidencialismo”, manteniéndose la figura de un Poder Ejecutivo “unipersonal”, pero compartiendo
importantes funciones con el Jefe de Gabinete de Ministros.
El art. 87 de la C.N., establece el mencionado carácter unipersonal al fijar que el Poder Ejecutivo de la
Nación será desempeñado por un ciudadano con el título de “presidente de la Nación Argentina”.
Consecuentemente, podemos afirmar que el vicepresidente, el jefe de gabinete y los ministros, no integran
el Poder Ejecutivo Nacional, pues más allá de que los actos del presidente necesiten refrendo ministerial
-conforme el art. 100 de la C.N.-, lo cierto es que el presidente tiene la atribución de nombrar y remover
“por sí solo” a los ministros (art. 99, inc. 7).

38, Acefalía:
La Constitución Nacional trata la “acefalía” del Poder Ejecutivo en su art. 88. La acefalía puede ser
“permanente o temporaria” según el tiempo de producción de las distintas causales, o bien “parcial o total”,
según se produzca el alejamiento solo del presidente o del vicepresidente, o bien de ambos a la vez. Cuando
la acefalía es “parcial”, la Constitución prevé que sea el vicepresidente quien deba reemplazar al presidente.
Por el contrario, deja bajo la decisión del Congreso de la Nación determinar el camino a seguir en caso de
acefalía total y no se pronuncia sobre el caso de la acefalía permanente del vicepresidente.

39. Acefalía “total y permanente”.


En este caso, hallándose vacante el Poder Ejecutivo, la norma constitucional prevé la manera de asegurar la
continuidad del órgano, pues por su naturaleza no admite períodos de receso, dejando la cuestión en
manos del legislador, lo que ha originado dos interpretaciones diferentes. Por un lado, la doctrina que ha
interpretado literalmente la norma, sostiene que el Congreso tiene asignada la facultad de cumplir la
función de colegio electoral, designando al funcionario público que accederá a la titularidad del Ejecutivo.
Por otro lado, otra parte de la doctrina entendió que lo que puede hacer el Congreso es dictar una ley que
establezca el orden sucesorio y los pasos a seguir en caso de vacancia del Ejecutivo. Esta última es la
solución que siguió el Congreso de la Nación, dictando la primera ley de acefalía n 252 en el año 1868.
Esta norma estableció que en caso de acefalía total del PEN, el orden sucesorio será: Presidente
Provisional del Senado, de la Cámara de Diputados y por último, de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación. Por su parte, estos funcionarios deberán convocar al electorado para designar a la persona que
ocupará el cargo vacante, cuando la separación del cargo fuese “perpetua”. En el año 1975 se sanciona una
nueva ley de acefalía, la n 20.972, la que si bien mantiene el orden sucesorio establecido por la ley
anterior, suprime la obligación que debía asumir la autoridad que cubriera provisionalmente el cargo
acéfalo, de convocar a elecciones generales. Ello así, cuando la vacancia no fuera transitoria, el Congreso
reunido en “Asamblea Legislativa” será quien deba proceder a cubrir el cargo vacante, debiendo elegir a un
funcionario que reúna las condiciones o requisitos para el cargo que establecía el art. 76 de la C.N.
-actualmente art. 89 de la C.N. reformada en 1994- el que será seleccionado entre los funcionarios que
desempeñen mandatos populares electivos, tales como senador nacional, diputado nacional o gobernador
de alguna de las provincias.
Es de advertir que ambas leyes presentan vacíos legislativos, toda vez que la primera de ellas, omite
precisar el plazo para el llamado a elecciones, mientras que la segunda, no fija el plazo para la convocatoria
a Asamblea Legislativa.
En la actualidad, se encuentra vigente la ley 20.972, pero con las modificaciones introducidas por la ley
25.716 del año 2003. Según ellas, en caso de acefalía total y permanente, el Poder Ejecutivo será
desempeñado transitoriamente por la autoridad que corresponda según el orden sucesorio fijado por la ley
20.972, hasta tanto el Congreso reunido en Asamblea designe al funcionario que cubra la vacante. A sus
efectos, la Asamblea deberá ser convocada dentro de las 48 hs. siguientes al hecho de la acefalía por el
Presidente del Senado que será, asimismo, quien la presida. La Asamblea se constituirá en primera
convocatoria con la presencia de las dos terceras partes de los miembros de cada una de las Cámaras
Legislativas y, en caso de no lograrse este quorum, se reunirá nuevamente a las 48 hs. siguientes,
constituyéndose con simple mayoría de los miembros de cada Cámara.
La designación se hará por mayoría absoluta de los presentes, y si no se obtuviera esa mayoría en la
primera votación, se hará por segunda vez, limitándose a las dos personas que en la primera votación
hubiesen obtenido mayor número de sufragios. En caso de empate de repetirá la votación y, de resultar
nuevo empate, definirá la elección el Presidente de la Asamblea votando por segunda vez. El voto será
siempre nominal.
23
En cuanto a la designación, al igual que lo establecía la ley 20.972, deberá recaer en un funcionario que
reúna las condiciones para ser presidente de la nación, conforme el art. 89 de la C.N., y que se desempeñe
como Senador Nacional, Diputado Nacional o Gobernador de Provincia. En caso de existir Presidente y
Vicepresidente de la Nación electos, éstos asumirán los cargos acéfalos.

40. Requisitos para acceder al cargo de presidente o vice.


El art. 89 de la C.N. establece que para ser presidente o vicepresidente de la Nación, se requiere haber
nacido en el territorio argentino, o ser hijo de ciudadano nativo, habiendo nacido en país extranjero; y las
demás calidades exigidas para ser elegido senador.
La reforma constitucional de 1994, mantuvo los requisitos exigidos en la redacción original de la
Constitución, a excepción del que exigía que el primer mandatario de la Nación debía pertenecer a la
comunión Católica Apostólica Romana, requisito que ha sido suprimido.
Así también, en lo que se refiere a la exigencia de la renta mínima que se deriva de la sección de senadores,
cabe resaltar, que la misma ha caído en desuso.
Por otra parte, la exigencia de ser argentino, o hijo de padre o madre argentinos nativos, reconoce una
razón histórica cual es la de dar posibilidad de aspirar a la presidencia a los hijos de argentinos que se
habían visto obligados a dejar el país contra su voluntad, por motivos de índole política.

41. Duración del mandato.


El presidente y vicepresidente duran en sus funciones el término de cuatro años y podrán ser reelegidos o
sucederse recíprocamente por un solo período consecutivo. Si han sido reelectos o se han sucedido
recíprocamente, no pueden ser elegidos para ninguno de ambos cargos, sino con un intervalo de un
período (art. 90 C.N.).
El tema de la duración y reelección es el que suscitó, en su mayor parte, la necesidad de la reforma
constitucional. La alternancia en el ejercicio del poder constituye uno de los principios fundamentales de la
democracia, y la intención es evitar una continuidad al frente del gobierno de un mandatario que signifique
la personalización del poder contraria al espíritu del Estado de Derecho y reñidas con los principios
republicanos. Esta nueva redacción que ha dado la reforma, si bien se inspira en la Constitución
estadounidense, en realidad avanza sobre este precedente del derecho norteamericano, al posibilitar una
nueva reelección del presidente, pero limitada a único período consecutivo. Así también, la reforma acorta
el mandato presidencial a cuatro años.

42. Cese del mandato.


El presidente de la Nación cesa en el poder el mismo día en que expira su período de cuatro años, sin que
evento alguno que lo haya interrumpido, pueda ser motivo de que se le complete más tarde.
Esta norma ha sido mantenida en su redacción inicial, y exterioriza las consecuencias del principio de
representación, que reza que la fuente de todo mandato electivo de tipo democrático reside en la voluntad
del pueblo que es quien lo ha elegido mediante el voto o sufragio. No existe voluntad distinta a la del
electorado, que pueda arrogarse el derecho a extender el período presidencial, transgrediendo la norma
constitucional.

43. Remuneración del cargo e incompatibilidades.


El presidente y vicepresidente disfrutan de un sueldo pagado por el Tesoro de la Nación (art. 92 C.N.). El
sueldo del presidente es intangible durante su mandato, y con este principio se busca mantener la
independencia del cargo, ajeno a toda presión de otro órgano político del Estado. Sin perjuicio de esta
norma, nuestro país ha vivido períodos de inflación que han hecho necesario modificar la retribución del
mandatario, acorde con la realidad económica del país.
En cuanto al régimen de incompatibilidades, el presidente y vicepresidente de la Nación no pueden
durante el ejercicio del mandato, ocupar otro empleo o algún cargo oficial, sea en sede nacional o
provincial.

44. Juramento.
Al tomar posesión de su cargo el presidente y vicepresidente de la Nación deberán prestar juramento, en
manos del presidente del Senado y ante el Congreso reunido en Asamblea, respetando sus creencias
religiosas de: “desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidente (o vicepresidente) de la Nación
y observar y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina” (art. 93 de la C.N.).
En este punto se advierte que la supresión de la fórmula religiosa prevista originalmente en esta
disposición, se compadece con la paralela eliminación del requisito confesional para acceder a la
presidencia de la Nación. Es por tal motivo, que la norma comentada precisó el juramento del Presidente,
respetando sus creencias religiosas.

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45. Forma y tiempo de elección.
El presidente y vicepresidente de la Nación serán elegidos directamente por el pueblo en doble vuelta,
según lo establece la Constitución. A este fin el territorio nacional conformará un distrito único. (art.94 de
la C.N.).
La elección se efectuará dentro de los dos meses anteriores a la conclusión del mandato del presidente en
ejercicio (art. 95). La segunda vuelta electoral, si correspondiere, se realizará entre las dos fórmulas de
candidatos más votadas, dentro de los treinta días de celebrada la anterior (art. 96).
Cuando la fórmula que resultare más votada en la primera vuelta, hubiere obtenido más del cuarenta y
cinco por ciento de los votos afirmativos válidamente emitidos, sus integrantes serán proclamados como
presidente y vicepresidente de la Nación (art. 97). Cuando la fórmula que resultare más votada en la
primera vuelta, hubiere obtenido el cuarenta por ciento por lo menos de los votos afirmativos válidamente
emitidos y, además, existiere una diferencia mayor de diez puntos porcentuales respecto del total de los
votos afirmativos válidamente emitidos sobre la fórmula que le sigue en número de votos, sus integrantes
serán proclamados como presidente y vicepresidente de la Nación (art. 98).
Antes de la reforma constitucional de 1994, la elección de presidente y vicepresidente de la Nación era a
través del sufragio indirecto del electorado. El electorado era convocado cada seis años a fin de elegir a los
miembros de la juntas o colegios electorales, quienes en cada distrito resultaban ser los responsables de la
elección definitiva del mandatario de la República Argentina y de su vicepresidente. Cuando los dos
candidatos más votados para presidente y vicepresidente de la Nación, no lo eran por la mayoritaria de los
votos, la elección recaía en el Congreso de la Nación.
Si bien, el sistema de elección indirecta del presidente y vicepresidente de la Nación fue el adoptado por la
Constitución de 1853, el mismo fue perdiendo virtualidad con el surgimiento de los grandes partidos
políticos. Ello así, la práctica de las elecciones presidenciales ocurridas en la Argentina, han puesto de
manifiesto un comportamiento distinto de parte del electorado, puesto que los ciudadanos al votar, se
pronunciaban a favor de un partido y de los candidatos del mismo, los que aparecían en letras grandes,
mientras que los nombres de los electores figuraban en la misma boleta en letra más chica, de manera que
la elección del presidente y vicepresidente de la Nación se había convertido de indirecta a directa.
Otra de las modificaciones que presenta el sistema de elección presidencial consiste en el “ballottage” o
segunda vuelta, según el cual el candidato a un cargo electivo debe obtener en el escrutinio de los sufragios
la “mayoría absoluta” de los votos válidos para poder se elegido en el mismo. En el supuesto de que
ninguno de los candidatos hubiese alcanzado dicho porcentaje en la primera vuelta electoral, se celebrará
una segunda vuelta. De esta manera, los ciudadanos que en la primera vuelta eligen al candidato preferido,
en la segunda ronda electoral, optarán entre los dos candidatos que han sido más votados.

46. Atribuciones del Poder Ejecutivo.


En la Constitución de 1853, las atribuciones del Poder Ejecutivo se encontraban enumeradas en el art. 86
de la ley fundamental. En este punto, la reforma constitucional de 1994, ha suprimido tres incisos
correspondientes a la Jefatura de la Capital Federal (inc. 3 del ex-art. 86) y al ejercicio del Patronato que
quedó derogado por el Concordato de 1966 (incs. 8 y 9 del ex-art. 86).
El art. 99 de la Constitución reformada, no solo ha suprimido los incisos mencionados, sino también ha
agregado el inc. 20 relativo a la “intervención federal” que antes no existía. El resto de los incisos, si bien
estaban contenidos en el ex-art. 86, su redacción ha sido modificada en la mayoría de ellos.
Conforme el art. 99 de la C.N. reformada en 1994, las atribuciones del Poder Ejecutivo Nacional son las
siguientes:
Es el jefe supremo de la Nación, jefe de Gobierno y responsable político de la administración general del
país (inc. 1).
Dentro del marco de estas atribuciones, el Presidente de la Nación dicta los denominados “reglamentos
autónomos”. La atribución del presidente de la Nación determinada en el inc. 1 del art 99 de la C.N.,
debe ser interpretada conjuntamente con las atribuciones del Jefe de Gabinete de Ministros, el cual,
conforme el art. 100, inc. 1 de la C.N., le corresponde “ejercer la administración general del país”. Al
respecto, la doctrina extrae las siguientes conclusiones:
1) Al presidente se le agrega de manera expresa la función de “jefe de gobierno”, la que por sí implica la
atribución del manejo de la administración pública .
2) El presidente también es el responsable político de la administración general del país.
3) De las dos premisas anteriores se deduce que el Jefe de Gabinete de Ministros no posee un ámbito
propio de facultades, puesto que el ejercicio de sus atribuciones será el resultado de la supervisión,
subordinación y delegación de poderes que el Presidente quiera delegarle; por otra parte, el Jefe de
Gabinete de Ministros ejerce una especie de función de coordinador de gabinete o nexo con el Poder
Legislativo, que lo acercan a las características que ha tenido el cargo de Secretario General de la
Presidencia.

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Expide las instrucciones y reglamentos que sean necesarios para la ejecución de las leyes de la Nación,
cuidando de no alterar su espíritu con excepciones reglamentarias (inc. 20). Surge de la norma, la facultad
del Presidente de la Nación de dictar los “reglamentos de ejecución o de aplicación” que completan la
redacción de las leyes y resultan necesarios para su aplicación. Así también, la última parte del inc. 2 que
estamos comentando, apunta a la aplicación del principio de “razonabilidad” de la función reglamentaria
del Poder Ejecutivo de la Nación.
Participa en la formación de las leyes con arreglo a la Constitución, las promulga y hace publicar. El Poder
Ejecutivo no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de
carácter legislativo. Solamente cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites
ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate de normas que regulen
materia penal, tributaria, electoral o el régimen de los partidos políticos, podrá dictar decretos por razones
de necesidad y urgencia, los que serán decididos en acuerdo general de ministros que deberán refrendarlos,
conjuntamente con el jefe de gabinete de ministros. El jefe de gabinete de ministros personalmente y
dentro de los diez días someterá la medida a consideración de la Comisión Bicameral Permanente cuya
composición deberá respetar la proporción de las representaciones políticas de cada Cámara. Esta
Comisión elevará su despacho en un plazo de diez días al plenario de cada Cámara para su expreso
tratamiento, el que de inmediato considerarán las Cámaras. Una ley especial sancionada con la mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara regulará el trámite y los alcances de la
intervención del Congreso (inc. 3). La primera parte del inc. 3, se refiere a la competencia que tiene el
Poder Ejecutivo de control legislativo. Actualmente el Poder Ejecutivo no sólo comparte la iniciativa
legislativa con las Cámaras del Congreso de la Nación y mantiene el derecho o potestad de observación de
las leyes mediante el “veto”, sino que también sus atribuciones se extienden a la posibilidad de “hacer
directamente la ley”, las que surgen de caminos diferentes que resultan por:
a) delegación del Poder Legislativo a su favor, conforme el art. 76 de la C.N. (reglamento delegado);
el dictado de “decretos de necesidad y urgencia” (inc. 30 del art.99 C.N.).
potestad de promulgar en forma parcial las leyes que han sido objeto del veto limitado a una porción de las
mismas (art. 80 C.N.).
Nombra los magistrados de la Corte Suprema con acuerdo del Senado por dos tercios de sus miembros
presentes, en sesión pública, convocada al efecto. Nombra los demás jueces de los tribunales federales
inferiores en base a una propuesta vinculante en terna del Consejo de la Magistratura, con acuerdo del
Senado, en sesión pública, en la que se tendrá en cuenta la idoneidad de los candidatos. Un nuevo
nombramiento, precedido de igual acuerdo, será necesario para mantener en el cargo a cualquiera de esos
magistrados, una vez que cumplan la edad de setenta y cinco años. Todos los nombramientos de
magistrados cuya edad sea la indicada o mayor se harán por cinco años, y podrán ser repetidos
indefinidamente, por el mismo trámite (inc. 4).
Nombra y remueve a los embajadores, ministros plenipotenciarios y encargados de negocios con acuerdo
del Senado; por sí solo nombra y remueve al jefe de gabinete de ministros y a los demás ministros del
despacho, los oficiales de su secretaría, los agentes consulares y los empleados cuyo nombramiento no está
reglado de otra forma por esta Constitución (inc. 7).
Provee los empleos militares de la Nación; con acuerdo del Senado, en la concesión de los empleos o grados
de oficiales superiores de las fuerzas armadas; y por sí solo en el campo de batalla (inc. 13).
Puede llenar las vacantes de los empleos, que requieren el acuerdo del Senado, y que ocurran durante su
receso, por medio de nombramientos en comisión que expirarán al fin de la próxima Legislatura (inc.
19). En estos incisos se reúnen todas las prescripciones relativas a nombramientos y remociones, algunas
facultades que ejerce por sí mismo y otras que requieren el acuerdo del Senado. Respecto del
nombramiento de los jueces, observamos que la redacción de la norma se compadece con la creación del
Consejo de la Magistratura que ha sido incorporado en la Constitución Nacional (art. 114). De esta manera
el Presidente de la Nación sólo nombra a los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, con
acuerdo del Senado, mientras que los jueces federales que integran el Poder Judicial de la Nación, los
nombra de una terna constituida con la previa intervención del Consejo de la Magistratura, manteniendo
también el requisito del acuerdo del Senado, el que requerirá la mayoría calificada de dos tercios de sus
miembros presentes. En cuanto al Jefe de Gabinete de Ministros lo designa y remueve el Presidente de la
Nación; mientras que respecto de la designación de funcionarios, cabe comentar que el Presidente se ha
reservado exclusivamente la designación de funcionarios de cierta jerarquía, delegando los restantes
nombramientos en los ministros, secretarios o máximas autoridades de organismos (descentralización
administrativa). Por último, el inc. 19 ha facultado al Presidente a practicar “designaciones en comisión”,
que se refiere a aquellos nombramientos que requieren el acuerdo del Senado, pero que pueden ser
cubiertas por el Presidente de manera condicional. Esta atribución ha llevado a que el Presidente realizara
designaciones para llenar vacantes ocurridas durante el receso del Senado.
Puede indultar o conmutar penas por delitos sujetos a la jurisdicción federal, previo informe del tribunal
correspondiente, excepto en los casos de acusación por la Cámara de Diputados (inc. 5). Cuando se
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menciona la facultad del “indulto”, se trata de la posibilidad del perdón absoluto de una pena ya impuesta a
una persona, una vez finalizado el proceso penal. Por el contrario, conmutar significa cambiar una pena
mayor por otra de menor importancia o sanción de menor monto impuesta por el tribunal competente.
Siempre el indulto o conmutación deben estar referidos a una única persona, pues de los contrario se
confundiría con una amnistía, siendo que esta última sólo puede ser dictada por el Congreso de la Nación
(art. 75, inc. 20 de la C.N.). Así mismo, cabe destacar que el indulto no puede ser dictado en el curso de
un proceso penal, cuando aún no ha habido sentencia de condena firme, es decir, que haga “cosa juzgada”.
Concede jubilaciones, retiros, licencias y pensiones conforme a las leyes de la Nación (inc. 6). Se trata
esta última de una disposición que no se aplica en la actualidad, puesto que las jubilaciones y pensiones
son actualmente concedidas por el organismo previsional (ANSES), conforme al sistema integral de
Jubilaciones y Pensiones regulado por la Ley 24.241.
Hace anualmente la apertura de las sesiones del Congreso, reunidas al efecto ambas Cámaras, dando
cuenta en esta ocasión del estado de la Nación, de las reformas prometidas por la Constitución, y
recomendando a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes (inc. 8). Prorroga
las sesiones ordinarias del Congreso, o lo convoca a extraordinarias, cuando un grave interés de orden o de
progreso lo requiera (inc. 90). En particular, estos incisos del art. 99 de la C.N. tratan de las relaciones
entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, estableciendo un mecanismo mediante el cual el Presidente
debe informar al Congreso sobre las políticas generales del gobierno. Así mismo, el Presidente está
facultado a poner en funcionamiento del Congreso de la Nación mediante los actos de apertura, prórroga
de sesiones o convocatoria a sesiones extraordinarias. La apertura de las sesiones del Congreso en
asamblea podrá ser realizada indistintamente en el recinto de cualquiera de las Cámaras, no
necesariamente en la de Senadores como se indicaba antes de la reforma constitucional de 1994.
Supervisa el ejercicio de la facultad del jefe de gabinete de ministros respecto de la recaudación de las
rentas de la Nación y de su inversión, con arreglo a una ley o presupuesto de gastos nacionales. Este punto
se refiere a las facultades o poderes financieros del Presidente, que surgen de la ley anual de Presupuesto.
Al Poder Ejecutivo le caben todas las funciones administrativas de recaudación y ejecución presupuestaria.
Antes de la reforma constitucional de 1994, estos actos eran realizados directamente por organismos
especiales tales como la Dirección General Impositiva, la Dirección Nacional de Aduanas, etc. Actualmente,
estas facultades fueron conferidas al Jefe de Gabinete de Ministros (art. 100, inc. 7), manteniendo el
Presidente de la Nación la supervisión sobre dicha función. Sin perjuicio de ello, el Presidente es
responsable de tales actos, lo que surge implícitamente de su calidad de “responsable político de la
administración general del país. Lo cierto es que, en este caso, el Jefe de Gabinete tendrá a su cargo
facultades que hasta la reforma constitucional de 1994, tenía el ministro de economía y el secretario de
hacienda por delegación del presidente, quien asimismo tenía la responsabilidad por tales actos.
Actualmente, el Presidente mantiene dicha responsabilidad, por lo que la última reforma constitucional lo
que hizo fue adelantarse a la voluntad de delegación de funciones administrativas del presidente de la
Nación a favor del jefe de gabinete de ministros, atribuyendo tales potestades la misma norma
constitucional. En este último caso, será tarea legislativa la de sancionar una ley de ministerios que
distribuya las misiones y funciones de las distintas carteras ministeriales y del jefe de gabinete de ministros
a fin de evitar una superposición de competencia entre funcionarios de un mismo rango. En cuanto al
tema, podemos señalar, que si bien el Jefe de Gabinete tiene funciones administrativas, en cuanto a la
organización del trabajo común de los ministros, no posee facultades disciplinarias o jerárquicas sobre
ellos, que le permitan por sí mismo imponer su voluntad por sobre la del resto de los ministros, también
responsables del despacho de los negocios de la Nación.
Concluye y firma tratados, concordatos y otras negociaciones requeridas para el mantenimiento de buenas
relaciones con las organizaciones internacionales y las naciones extranjeras, recibe sus ministros y admite
sus cónsules (inc. 11). Esta norma fija el rol del presidente frente a la comunidad internacional, siendo él
quien asume la representación del Estado como persona jurídica en el ámbito internacional como jefe de
Estado. Esta atribución, asimismo, se relaciona con el art. 27 de la C.N. que establece la obligación del
Gobierno Federal de afianzar las relaciones con los restantes países, mediante la firma de tratados
internacionales, y con el art. 75, inc. 22 de la C.N.
Es comandante el jefe de todas las fuerzas armadas de la Nación (inc. 12). Dispone de las fuerzas
armadas, y corre con su organización y distribución según las necesidades de la Nación (inc. 140).
Declara la guerra y ordena represalias con autorización y aprobación del Congreso (inc. 15). El
presidente tiene a cargo el manejo de las fuerzas armadas y de seguridad, junto a las atribuciones de jefe de
Estado y de gobierno (art. 99, inc. 1). Así también, estas facultades deben ser interpretadas juntamente
con los poderes militares del Congreso (art. 75, inc. 25/28), de manera tal que la mayoría de los actos
relacionados al ejercicio de estas funciones (declaración de la guerra, firma del tratado de paz, etc),
necesitan de la intervención de ambos poderes (Legislativo y Ejecutivo). En cuanto a la concesión de
“patentes de corso” que se encontraba contemplado en el anterior inc. 18 (hoy inc. 15), es una potestad que
ha sido suprimida del texto constitucional, en razón de que ha quedado de hecho derogada luego de la
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ratificación que el país ha efectuado de la Convención de París de 1858, la que eliminó las actividades de los
corsarios.
Declara en estado de sitio uno o varios puntos de la Nación, en caso de ataque exterior y por un término
limitado, con acuerdo del Senado. En caso de conmoción interior, sólo tiene esta facultad cuando el
Congreso está en receso, porque es atribución que corresponde a este cuerpo. El presidente la ejerce con las
limitaciones prescriptas en el art. 23. Se trata de las facultades que tiene el Poder Ejecutivo de la Nación en
su carácter de jefe de gobierno y responsable político de la administración del país, y que también surgen,
implícitamente, del poder jerárquico que le asiste sobre los funcionarios del Poder Ejecutivo Nacional,
inclusive el jefe de gabinete de ministros, quién, por otra parte, no constituye una suerte de “primer
ministro”, pudiendo llegar a ejercer ciertas facultades sobre el resto de los miembros del gabinete sólo por
delegación del presidente, no así como una potestad propia del órgano-institución.
Puede ausentarse del territorio de la Nación, con permiso del Congreso. En el receso de éste, sólo podrá
hacerlo sin licencia por razones justificadas de servicio público (inc. 18). En la anterior redacción de la
norma se hacía mención a que el presidente sólo podía ausentarse de la Capital con permiso del Congreso,
exigencia que cayó en desuso, toda vez que la residencia presidencial está ubicada en el ámbito de la
provincia de Buenos Aires y por ende, conforme a tal obligación, el presidente habría tenido que solicitar
autorización en forma diaria al Congreso, cada vez que debía trasladarse de la Casa de Gobierno a la
residencia presidencia. Por tal motivo ral exigencia fue suprimida por la Reforma Constitucional de 1994,
lo que parece una modificación acertada. Con anterioridad a la reforma, la autorización dada al jefe de
Estado por el Congreso de la Nación para ausentarse del país, tenía una duración de un año e inclusive le
era otorgada por todo la duración de su mandato. La doctrina estima más conveniente la redacción
actualmente dada al inc. 18 del mencionado art. 99, según la cual, en el caso de encontrarse en receso el
Congreso, el presidente podrá ausentarse del país sin autorización del Congreso, siempre que razones
justificadas de servicio público así lo requieran.
Decreta la intervención federal a una provincia o a la ciudad de Buenos Aires en caso de receso del
Congreso, y debe convocarlo simultáneamente para su tratamiento (inc. 20). Esta norma se refiere al
nuevo mecanismo que la reforma constitucional de 1994 ha dado a la “intervención federal”, la que junto al
de “estado de sitio” regulado por el art. 23 de la C.N., constituye un instituto de emergencia y que tiene por
finalidad restablecer el orden institucional quebrado por conflictos de carácter interno del país o ante un
ataque externo. Esta norma se relaciona entonces con el art. 6 (facultades del Gobierno Federal para
intervenir el territorio de las provincias), y el art. 75, inc. 31 ( facultad del Congreso de la Nación para
disponer la intervención federal a una provincia o a la ciudad de Buenos Aires) de la Constitución Nacional.
Esta atribución del Gobierno Federal puede ser ejercida de dos maneras. Estas son:
a) por decisión del Gobierno Federal , cuando sea necesario para garantizar la forma republicana de
gobierno o repeler invasiones exteriores.
b) a pedido de autoridades provinciales, a fin de sostenerlas ante el peligro de estabilidad de sus
instituciones o bien para restablecerlas, en el caso de sedición o por invasión de otra Provincia.
En el caso de la intervención federal, el interventor es designado por el Poder Ejecutivo Nacional.

47. Jefe de Gabinete de Ministros y Ministros del PEN (arts. 100 a 107 C.N.).
Nuestra Constitución Nacional de 1853 adoptó el sistema “presidencialista” de gobierno, sin perjuicio de lo
cual, en su Capítulo IV, se ocupaba de los ministros, lo que marcaba una gran diferencia con la
Constitución Norteamericana, en la que solo se hace mención al Presidente y Vicepresidente cuando
desarrolla el tema referente al Poder Ejecutivo. Lo cierto es que, en EE.UU., la labor del Presidente es
asistida por los “secretarios de Estado”, funcionarios no previstos en la Ley fundamental, en razón de que
en su modelo constitucional no integran el Poder Ejecutivo ni forman un gabinete, siendo estas dos
últimas características las que lo diferencian de los modelos de “parlamentarismo” europeo. De ahí que, en
nuestra Constitución Nacional, la institución de ministerial en ella prevista, significó la incorporación de
nuevos actores institucionales a los que se les confirió facultades dentro de un marco de relación con el
Poder Legislativo que se parecía en muchos aspectos al parlamentarismo. Ello se debe a la necesidad del
“refrendo” y de la “legalización” de los decretos presidenciales por parte de los Ministros (art. 100 de la
C.N.), la responsabilidad individual y colectiva de sus actos (art. 102), entre otras particularidades de
nuestro sistema ministerial, que lo hacen parecido a l sistema parlamentario. Cabe al respecto resaltar, la
relación de los ministros con el Congreso de la Nación, que les impone el deber de presentar una memoria
detallada del estado de la Nación en lo relativo a los negocios de sus respectivos departamentos (art. 104),
como así también, deben concurrir a las sesiones del Congreso y tomar parte en sus debates, pero no votar
(art. 106), pudiendo cada una de las Cámaras convocarlos para que informen sobre algún tema en
particular (art. 71). También los ministros pueden ser sometidos a juicio político (art. 53).
Sin perjuicio de la existencia de esta suerte de prescripciones constitucionales que son las que acabamos de
comentar referentes al rol de los ministros, lo cierto es que, el sistema “presidencialista” en la Argentina,
fue criticado por doctrinarios y constitucionalistas, quienes alertaron sobre la necesidad de encontrar
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modos de controlar el accionar del presidente y acotar sus atribuciones, toda vez que resultaba una difícil
tarea para los ministros pretender poner frenos a la voluntad del Presidente negándose a refrendar un acto
presidencial, puesto que esta negativa ministerial puede ser fácilmente neutralizada por un pedido de
renuncia al cargo ministerial, como así también, no cabían dudas de que el funcionario designado en el
cargo del ministro saliente, habría de recibir el nombramiento ligado a su promesa o compromiso de
legalizar el acto impugnado por el ministro antecesor. Por otra parte, si bien los ministros tenían el deber
de informar sobre la gestión del ejecutivo ante sus Cámaras, la imposibilidad del Congreso de ordenar su
destitución, hizo fracasar en alguna medida, el funcionamiento de dichos mecanismos parlamentarios.
Frente a esta situación, la reforma constitucional de 1994 introdujo la figura del “Jefe de Gabinete de
Ministros”, como una forma de descentralizar algunas de las funciones en el interior del Poder Ejecutivo y
permitir el control del accionar del Presidente como mecanismo de atenuación del presidencialismo. Este
nuevo órgano concebido dentro del Poder Ejecutivo, se presenta como un nuevo elemento parlamentario,
insertado en nuestro sistema presidencialista.
Sin embargo, en la realidad, si analizamos con detenimiento las disposiciones constitucionales en cuestión,
podremos advertir que, lejos de atenuar el accionar del Presidente, estas nuevas modificaciones han
acentuado las potestades presidenciales, tanto en lo que se refiere a las potestades legislativas -que ahora
recibe el Presidente-, como a la posibilidad de hacerse reelegir.
Por otra parte, el Jefe de Gabinete de Ministros, resulta ser en última instancia, un ministro más e,
independientemente de sus facultades, permanece en una relación de dependencia absoluta con el
Presidente, al igual que el resto de los ministros. Además, el grueso de las atribuciones del Jefe de
Gabinete, serán producto de la delegación presidencial y su posición institucional frente al Presidente no se
diferencia de la de los demás ministros. Por ejemplo, la potestad reglamentaria que se le otorga, conforme
el art. 100, inc. 2, en verdad es la misma que poseen los restantes ministros y que ejecutan a través del
dictado de resoluciones ministeriales. Al respecto, debemos aclarar, que el Presidente retiene la facultad
reglamentaria del Poder Ejecutivo, que consiste en la reglamentación de las leyes sancionadas por el
Congreso de la Nación (Decretos ejecutivos o reglamentarios). Así también, el nombramiento y remoción
del Jefe de Gabinete constituyen una potestad presidencial, pues el “voto de censura” del Congreso que
contempla la Constitución Nacional, es de tan difícil práctica que resulta casi imposible que se lleve a cabo
tal como está previsto en la norma constitucional.
El art. 100 y art. 101 de la Constitución Nacional, establecen que el Jefe de Gabinete es responsable
políticamente frente al Congreso, para lo cual puede ser interpelado y objeto de posterior “voto positivo de
cesura”. Efectivamente, reza el art. 101, que el Jefe de Gabinete “puede ser interpelado a los efectos del
tratamiento de una moción de censura, por el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los
miembros de cualquiera de las Cámaras, y ser removido por el voto de la mayoría absoluta de los
miembros de cada una de las Cámaras”,
En definitiva, la creación de un órgano unipersonal con el nombre de “Jefe de Gabinete”, en el interior del
Poder Ejecutivo, no alcanza por sí mismo para cambiar los rasgos de nuestra estructura presidencial.
Mientras el Presidente conserve la facultad de remover en sus funciones, a su antojo, al Jefe de Gabinete,
ninguna modificación de fondo se habrá producido en el funcionamiento de las instituciones, debido a que
se mantiene la voluntad unipersonal e indiscutible del primer mandatario.
La reforma constitucional menciona la palabra “gabinete” como si se tratara de un cuerpo o institución
colegiado dotado de facultades propias y que expresa su voluntad en relación a los distintos actos de
gobierno del país. Sin embargo, de las normas constitucionales no surge la existencia de un órgano de tal
naturaleza. Las únicas disposiciones que involucran al gabinete están relacionadas con la actividad del jefe
de gabinete, quien parece desempeñar el papel de coordinador del mismo, ya que tiene a su cargo la misión
de convocar al gabinete a reuniones, prepararlas y coordinarlas (art. 100, inc. 5) y sólo puede presidirlas
en caso de ausencia del Presidente.
También es tarea del gabinete, prestar acuerdo para decidir el envío de un proyecto de Ley de Ministerios y
de Presupuesto Nacional al Congreso de la Nación (art. 100, inc. 6). Con relación a esta última exigencia,
cabe recordar, que con anterioridad a la reforma constitucional de 1994, aun antes de requerirse un
acuerdo conjunto, el mismo existía respecto de estos temas, se diese o no en el seno de una reunión
conjunta de gabinete. Si bien ahora se utiliza el término “gabinete” para aludir al conjunto de ministros, su
actuación no es ajena a las prácticas del presidencialismo. Actualmente, el gabinete o reunión de ministros,
tendrá lugar en todos los asuntos de gobierno y administración que planteen en su seno, el presidente, jefe
de gabinete, cualquiera de los ministros (correspondiente a sus respectivas carteras); y su intervención en
el seno del Poder Ejecutivo es de carácter consultivo. Se trata entonces de un órgano de consulta
obligatoria del Presidente para la toma de las decisiones previstas en el art. 99, incs. 18 (ausentarse el
Presidente del país) y 19 (llenar vacantes de los empleos que requieran el acuerdo del Senado); y para el
dictado de los reglamentos de necesidad y urgencia (art. 99, inc. 3).

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En lo que se refiere a las atribuciones del Jefe de Gabinete de Ministros, nos remitimos a las referencias
que al respecto hemos efectuado al tratar las atribuciones del Presidente otorgadas por el art. 99 de la
Constitución Nacional.
Por último, cabe resaltar, que constituye un elemento de contención de las atribuciones del Presidente la
exigencia de “acuerdo del Senado” como requisito para dar validez a las designaciones del Ejecutivo. Se
trata de un acto institucional complejo que se aplica para la designación de jueces, altos oficiales,
embajadores y a los responsables de los principales organismos descentralizados de la Administración
Pública como, por ejemplo, los directores de los Entes Reguladores de los Servicios Públicos. Este último
mecanismo se presenta como una herramienta de re-equilibrio entre los poderes del Estado.
Además, no pueden ser senadores o diputados los ministros que no hayan previamente renunciado a sus
cargos (art. 105). Los ministros gozarán por sus servicios de un sueldo establecido por la ley, que no podrá
ser aumentado ni disminuido en favor o perjuicio de los que se hallen en ejercicio (art. 107).

Capítulo V
Poder Judicial de la Nación
(arts. 108 al 119 C.N.)

48. Poder Judicial. Su naturaleza y duración.


El art. 108 de la Constitución Nacional establece que el “Poder Judicial de la Nación será ejercido por una
Corte Suprema de Justicia, y por los demás tribunales inferiores que el Congreso estableciere en el
territorio de la Nación”.
De esta manera, nuestra Constitución crea un sólo órgano judicial que es la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, que es la cúpula del Poder Judicial, delegando en el Congreso de la Nación la facultad de crear los
otros miembros subordinados jerárquicamente a la Corte, es decir, los “tribunales inferiores”. Es por ello
que el poder judicial es un órgano complejo y vertical, que desarrolla una de las funciones del Estado cual
es la “jurisdiccional”, garantizando a los habitantes de la Nación Argentina el efectivo ejercicio del derecho
a la jurisdicción que consagra el art. 18 de la Constitución Nacional.
El órgano judicial se caracteriza por ser “independiente” como surge del espíritu de la ley, toda vez que no
está sujeto a los cambios políticos de los otros poderes, ni a partidismos de ninguna naturaleza. Esta
independencia se asegura a través de otras de sus características como son: la imparcialidad, inamovilidad
e intangibilidad de sus remuneraciones.
Por otra parte, la administración de justicia es una actividad exclusiva del órgano judicial, porque así lo ha
querido nuestro sistema constitucional que es judicialista, de manera que impide delegar la tarea de
dirimir conflictos o controversias a los particulares y a los otros dos órganos del Estado. La creación de
tribunales permanentes es la forma de hacer cumplir la garantía constitucional del “juez natural” (art. 18
de la C.N.), que niega la existencia de tribunales de excepción o comisiones especiales.
El art. 109 de Constitución imposibilita al presidente de la Nación a ejercer funciones judiciales, ni siquiera
durante el “estado de sitio” (art. 23 de la C.N.), circunstancia ante la cual el presidente no puede ni
condenar ni aplicar penas, restringiéndose sus atribuciones solo a la posibilidad de arrestar a personas y
trasladarlas de un lugar a otro dentro del territorio argentino. El constituyente ha querido respetar el
principio de separación de poderes como así también evitar la concentración de poder en el órgano
ejecutivo, preservando la forma democrática del Estado. La separación entre el órgano Ejecutivo y el
Judicial es más que evidente, pues alcanza además otras prohibiciones para el presidente, toda vez que no
podrá arrogarse el conocimiento de causas que se encuentren en trámite ni tampoco impulsar
procesalmente juicios que, por distintas razones, hayan concluido su tramitación ante los órganos de
justicia.
Los jueces gozan de la garantía de “inamovilidad” -que significa que conservan sus empleos mientras dure
su buena conducta- e “intangibilidad de sus remuneraciones” -que significa que la compensación que
reciban por sus servicios será determinada por una ley y no podrá ser disminuida de ninguna manera
durante el ejercicio de sus funciones-.
Así también, cabe destacar, que en materia de incompatibilidades, los jueces solo pueden ejercer la
docencia y los trabajos de investigación , no pudiendo ejercer otro tipo de actividades (sean públicas o
privadas) a fin de preservar su imparcialidad en la decisión de las causas sometidas a su conocimiento.

49. Requisitos para ser ministro de la CSJN.


El art. 111 de la Constitución establece que el aspirante a ser miembro de la Corte Suprema de Justicia,
debe ser abogado de la Nación, con ocho (8) años de ejercicio, y tener las calidades requeridas para ser
senador.
El requerimiento del título de abogado se debe a que la Corte Suprema de Justicia es un “tribunal de
derecho”. Si bien este requisito, según el texto constitucional, está referido solo a los miembros de la Corte
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Suprema, motivo por el cual no resultaría cuestionable constitucionalmente una ley del Congreso que
establezca los tribunales inferiores integrado por personas legas (no abogados), lo cierto es que para ser
juez de los tribunales de primera y segunda instancia, se requiere el título de abogado.

50. Juramento de los integrantes de la CSJN


Los jueces de la Corte deberán prestar juramento ante el presidente de la misma, que es el elegido entre sus
pares (art. 112 de la C.N.). El juramento implica el compromiso de desempeñar sus funciones conforme la
Constitución Nacional.

51. Atribuciones. Modificaciones introducidas por la reforma constitucional de 1994 (art.


113 C.N.).
La Corte Suprema dictará su propio reglamento interno y nombrará a sus empleados (art. 113). La reforma
constitucional de 1994, suprimió la facultad que tenía la Corte Suprema de dictar su “reglamento
económico”, derivando la administración de los recursos del poder judicial a un nuevo órgano
constitucional creado por el art. 114, el “Consejo de la Magistratura”.
También se le ha quitado a la Corte Suprema la facultad disciplinaria sobre los jueces y el dictado de
reglamentos relacionados con la organización judicial, razón por la cual, el reglamento interno que cita el
art. 113, queda limitado a regular los trámites administrativos, la designación de personal subalterno, los
derechos y obligaciones de los empleados judiciales y el régimen de sanciones que se les puede llegar a
aplicar a estos últimos (facultades de superintendencia a empleados y funcionarios, no así a los jueces).
No debe olvidarse que distinta el la facultad disciplinaria que tienen todos los jueces dentro del proceso
respecto de las partes y/o de sus abogados, como así también para proteger la dignidad del juez.

52. Consejo de la Magistratura.


Es un órgano creado con rango constitucional por la reforma de 1994 e incorporado a su texto por el art.
114. La conformación final del Consejo de la Magistratura quedó delegada en el Congreso de la Nación, el
que fijó su organización mediante el texto ordenado de la ley 24.937 (B.O. 6/01/1998), modificado por la
ley 24.939, según lo dispuesto por el decreto 816/99 (B.O. 30/07/1999), y modificado por la ley 25.669
(B.O. 19/11/2002) y ley 25.876 (B.O. 22/01/2004).
Su principal cometido es la designación de los jueces y el manejo de las cuestiones administrativas y
financieras del poder judicial, atribuciones que antes de la reforma constitucional de 1994, se encontraban
en manos de la Corte Suprema.
En lo que se refiere al sistema de elección de jueces, antes de la reforma constitucional de 1994, tanto los
jueces de la Corte Suprema como los de los tribunales inferiores, eran designados por el Presidente de la
Nación previo acuerdo del Senado. Este último sistema es el que se conserva para la designación de los
magistrados de la Corte Suprema de Justicia, conforme lo fija el art. 99, inc. 4 de la Constitución que
reza: ..”Nombra los magistrados de la Corte Suprema con acuerdo del Senado, por dos tercios de sus
miembros presentes, en sesión pública, convocada al efecto”. Ello así, en la designación de ministros de la
Corte Suprema, para el acuerdo del Senado, en sesión pública, se necesita el voto de una mayoría agravada.
En el sistema anterior los acuerdos se trataban en sesiones secretas para proteger la intimidad y reputación
del los candidatos propuestos. En cuanto al resto de los jueces (de primera y segunda instancia), también
los designa el Presidente de la Nación, de una terna que le presenta el Consejo de la Magistratura, obtenida
como resultado de un proceso de selección, y la designación del Presidente debe ser sometida al acuerdo
del Senado, en sesión pública. De esta manera, en la actualidad, para la designación de jueces inferiores,
deberán intervenir tres órganos: a) el Consejo de la Magistratura (que lleva a cabo el proceso de selección y
designa la “terna”); b) el Presidente (que elige al candidato de la terna); c) el Senado de la Nación (que
presta el acuerdo a la designación del cargo por el Presidente).

53. Composición.
El art. 114 sólo menciona los sectores que deben estar representados en el Consejo, cuales son: los órganos
políticos electivos, jueces, abogado de matrícula federal, personas del ámbito académico y científico. Será el
Congreso de la Nación que mediante una ley determine la composición final del Consejo y la periodicidad
con la cual se alternarán los cargos.
La reforma constitucional de 1994, en la cláusula transitoria decimotercera, estableció que a partir de los
trescientos sesenta (360) días de la vigencia de la reforma, sólo se podrán designar magistrados mediante
el procedimiento establecido en la Constitución reformada.
En la actualidad, conforme la ley 24.937 y sus modificatorias, el Consejo de la Magistratura se encuentra
integrado por veinte (20) miembros, de acuerdo a la siguiente composición:
El presidente de la CSJN.
Cuatro (4) jueces del Poder Judicial de la Nación (dos jueces de cámara y dos de primera instancia,
garantizándose la presencia de magistrados con competencia federal en el interior del país).
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Ocho (8) legisladores. Los presidentes de cada una de las Cámaras, a propuesta de sus respectivos bloques,
designará cuatro (4) legisladores de cada una de ellas, correspondiendo dos al bloque con mayor
representación legislativa, un por la primera minoría y uno por la segunda minoría.
Cuatro (4) representantes de los abogados de ka matrícula federal designados por el voto directo de
profesionales que posean esa matrícula, a cuyo efecto se utilizará el sistema de elección D´Hont,
debiéndose garantizar la presencia de los abogados del interior de la República.
Un (1) representante del Poder Ejecutivo Nacional.
Dos (2) representantes del ámbito científico y académico que serán elegidos de la siguiente manera: a) Un
(1) profesor titular de cátedra universitaria de facultades de derecho nacionales, elegido por sus pares, a
cuyo efecto el Consejo Interuniversitario Nacional confeccionará el padrón y organizará la elección
respectiva; b) una (1) persona de reconocida trayectoria y prestigio, que haya sido acreedor de menciones
especiales en ámbitos académicos y/o científicos, que será elegido por el Consejo Interuniversitario
Nacional con el voto de los dos tercios (2/3) de sus integrantes.
Los miembros del Consejo, en el acto de incorporación, prestarán juramento ante el Presidente de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.

54. Duración de los mandatos


Durarán cuatro (4) años en sus cargos, pudiendo ser reelegidos por una vez en forma consecutiva.
Las condiciones para integrar el Consejo, son las mismas que se requieren para ser miembro de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.
También están sometidos al mismo régimen de incompatibilidades que los ministros de la Corte Suprema,
y no podrán concursar para ser designados magistrados o ser promovido si lo fuesen, mientras dure su
desempeño en el Consejo.

55. Atribuciones del Consejo de la Magistratura.


Como ya hemos comentado al hablar de las atribuciones de la Corte Suprema y las modificaciones
introducidas por la reforma constitucional de 1994, le asisten al Consejo de la Magistratura las atribuciones
respecto de la selección de los jueces inferiores y de la administración financiera y de ejercicio del control
del Poder Judicial.
En cuanto al rol en el proceso de remoción de los jueces inferiores, el Consejo de la Magistratura toma la
decisión sobre la apertura del procedimiento instituido por el art.115 de la Constitución y tiene la facultad
disciplinaria de suspender al juez sometido al trámite de enjuiciamiento. También formula la acusación del
magistrado ante el tribunal especial, que es una función similar a la desarrollada por la Cámara de
Diputados en el juicio político.
A tales efectos, el tribunal de enjuiciamiento estará integrado por legisladores, magistrados y abogados de
la matrícula federal (art. 115), quedando sometido a la regulación de una ley del Congreso la integración,
periodicidad en las funciones de los miembros del tribunal o “jury de enjuiciamiento”, como así también el
procedimiento que deba seguirse.
Las causales para ser sometido a un “jury de enjuiciamiento”, son las previstas en el art. 53 de la
Constitución para promover el juicio político (mal desempeño de las funciones, delito en el ejercicio de las
funciones o crímenes comunes).
En lo que respecta a las facultades del tribunal de enjuiciamiento, al igual que las atribuciones del Senado
en el juicio político, sólo puede decidir la “remoción del juez” ( toda vez que la aplicación de otro tipo de
sanciones, resulta ser una atribución exclusiva del Poder Judicial) y el fallo no será recurrible. Al respecto,
si el fallo no se pronuncia dentro del plazo estipulado en la norma (ciento ochenta (180) días contados
desde el acto de apertura del proceso de remoción), corresponderá el archivo de las actuaciones, y la
reposición del juez en su cargo, en el caso que se encontrare suspendido en sus funciones.

56. Atribuciones del Poder Judicial de la Nación (arts. 116 a 119 C.N.).
Como primera observación, corresponde resaltar que los tribunales sólo pueden actuar cuando exista un
“caso” o “causa judicial”; de tal manera, los jueces no pueden expedirse o fallar en abstracto, es decir,
mediante declaraciones teóricas sobre la interpretación de leyes. Consecuentemente, para que intervenga
un juez, es necesario un caso concreto y el pedido de una de las partes (los jueces no actúan de oficio).
La norma contenida en el art. 116 de la Constitución, distribuye las atribuciones entre el Poder Judicial de
la Nación y el Poder Judicial de las Provincias, describiendo la competencia de los órganos judiciales
federales, enunciando los casos que son de su conocimiento. Ello así, los temas que no están enumerados
en este artículo, corresponden al conocimiento de los tribunales locales, tanto de la Capital Federal como
los de las provincias De ahí que, la competencia federal se encuentra establecida de acuerdo a diferentes
criterios de atribución, cuales resultan ser:
En razón de la “materia”. De acuerdo a la naturaleza del tema litigioso, será competencia federal civil y
comercial, contencioso-administrativa, criminal o penal económica.
32
En razón de las “personas”. Será competencia federal los casos en que sean causas concernientes al Estado
Nacional, naciones extranjeras o ciudadanos extranjeros, embajadores, ministros públicos y cónsules
extranjeros, las provincias o sus vecinos.
En razón del “territorio”. Se tiene en cuenta el territorio donde se sucedieron los hechos.
Según Bidart Campos, las características principales de la jurisdicción federal son:
es limitada y de excepción, pues se ejerce solo en los casos en que la Constitución y las leyes reglamentarias
la indican.
es privativa y excluyente, porque no pueden los tribunales de las provincias conocer en las causas que
pertenecen a la jurisdicción federal.
es improrrogable si surge en razón de la materia o del territorio. Solo es prorrogable si se establece en
función de la persona, salvo los casos de competencia originaria de la Corte Suprema de Justicia (art. 117).
Por otra parte, el art. 117 de la Constitución establece un desdoblamiento en la competencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, ya que esta puede actuar en el caso concreto por vía de apelación o bien
por competencia originaria y exclusiva.
La Corte Suprema conocerá en el caso por “competencia apelada” cuando previamente hayan fallado los
tribunales inferiores según la ley.
Por el contrario, actuará por “competencia originaria y exclusiva”, en los casos fijados taxativamente por el
art. 117 de la Constitución, de manera tal que el conocimiento de la causa, la tramitación y decisión del
caso, será exclusivo de la Corte, sin intervención previa de ningún otro órgano o tribunal inferior.

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Son casos de competencia originaria y exclusiva de la Corte Suprema, los asuntos concernientes a
embajadores, ministros y cónsules extranjeros, y en los que alguna provincia fuese parte, a excepción de
que se trate de un tema de límites interprovinciales, en los cuales la competencia para su resolución
corresponde al Congreso de la Nación, conforme el art. 75, inc. 15 de la Constitución Nacional.
Por su parte, el art. 118 al establecer que “Todos los juicios criminales ordinarios, que no se deriven del
despacho de acusación concedido en la Cámara de Diputados, se terminarán por jurados, luego que se
establezca en la República esta institución...”, no hace más que reiterar el mandato previsto en el arts. 24 y
75, inc. 12, de la Constitución, en lo referente a la sanción de una ley que establezca y reglamente el “juicio
por jurados”. Al respecto, recordemos que esta norma limita la decisión por jurados a las causas criminales
ordinarias y exime de este procedimiento al juicio político regulado por el art. 53 de la Ley Suprema. Por
otra parte, se prevé en forma excepcional el juzgamiento de delitos cometidos fuera de los límites de la
Nación, delegando en el Congreso de la Nación, la facultad de designar el tribunal con competencia para su
conocimiento.
Por último, el art. 119 de la Constitución tipifica el delito de “traición a la Nación”, que consiste en asistir al
enemigo por medio de la toma de armas o prestando ayuda financiera, informativa o tecnológica. Este
delito está también previsto en el Código Penal. A diferencia de lo que acontecía antes de la reforma
constitucional de 1994, la pena por este tipo de delito se encuentra limitada a la persona del delincuente,
no pudiendo ser trasmitida a sus familiares y/o herederos.

57. Ministerio Público.


El Ministerio Público es concebido como un órgano extra-poder, en el art. 120 de la Constitución, en una
sección independiente de la que regula el Poder Judicial, del cual no depende.
Ministerio Público goza de independencia (no depende del Poder Judicial), autonomía funcional (no
recibe órdenes de ningún otro poder del Estado) y autarquía financiera (manejo de los fondos y/o
recursos asignados por el Presupuesto Anual Nacional, sin necesidad de requerir autorización alguna).
Sin perjuicio de que la norma constitucional comentada establece las atribuciones, funciones e integración
del Ministerio Público, nada dice sobre el mecanismo de designación y remoción de sus miembros.
Respecto a sus funciones, el Ministerio Público puede “promover la actuación de la justicia en defensa de
la legalidad, de los intereses generales de la sociedad, en coordinación con las demás autoridades de la
República”. Ello así, la función de este órgano es la de auxiliar a la justicia, promoviendo la actuación de los
jueces en defensa de los intereses de la sociedad y asumiendo la defensa del Estado y del orden legal.
Integran el Ministerio Público, los Asesores de Menores, Agentes Fiscales y Defensores Oficiales.
En cuanto a su composición, se establece que se integrará con un procurador general de la Nación y un
defensor general de la Nación y los demás miembros que la ley establezca. Sus miembros gozan de las
inmunidades funcionales e intangibilidad de sus remuneraciones.
Bidart Campos, antes de la reforma constitucional de 1994, cuando se refería a este órgano extra-poder,
sostenía que resultaba difícil sancionar una ley que establezca una forma de designación de sus integrantes
similar a la que rige la designación y remoción de los jueces, en razón de que se trata de un órgano que no
integra el Poder Judicial. Más aun, actualmente, no habiendo el art. 120 establecido la intervención del
Senado o del Consejo de la Magistratura para la designación de sus integrantes, no puede el Congreso
sancionar una ley que disponga tal mecanismo a sus efectos.
Otros autores, también han resaltado que la norma constitucional nada dice sobre la garantía de
inamovilidad en sus cargos de los funcionarios que lo integran.

Capitulo VI
Gobierno de Provincia

58.Introducción.
Para tratar este tema es necesario que nos remitamos al artículo 1 de nuestra Constitución Nacional que
expresa: “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal.”
Este artículo determina las características fundamentales de la estructura del poder en el Estado
Argentino. Dichas características son:
-democracia representativa
-república
-federalismo
Pero antes de analizar el federalismo como forma de estado, tenemos que distinguir justamente
tres tipos de estado, el estado confederal, el estado unitario y el estado federal.
Estado Confederal: es aquel integrado por entidades cuasi soberanas, que se unen bajo un órgano común
que tiene competencia sólo para muy limitados asuntos (relaciones exteriores, guerra y paz) y no tiene
imperium directo sobre los ciudadanos de los Estados confederados, sino por medio de los gobiernos de
éstos.
Los estados miembro se reservan el derecho de ratificar las decisiones del órgano confederal,
rechazarlas e incluso separarse de aquella, ejerciendo el derecho de secesión.
Estado Unitario: está en el otro extremo. No existes entidades políticas que lo integren. No hay estados o
provincias autónomas que se den sus propias normas en materias reservadas. Todas las circunscripciones,
regiones, son meras divisiones administrativas del estado.
Estado federal: se encuentra en un estado intermedio. En este caso además de la división orgánica, las
funciones del poder están distribuidas territorialmente en órganos regionales que ejercen un poder
parcelado sobre una fracción del territorio nacional.
Estas entidades son denominadas en nuestra Constitución provincias y coexisten con el estado
federal y son autónomas. En el Preámbulo expresa “…Nos los representantes del Pueblo de la Nación
Argentina….por voluntad y elección de las provincias que la componen..”
Así, un sistema federal supone una distribución territorial de competencias, de modo que:
exista un gobierno central o federal que ejerce su poder sobre todo el territorio nacional y cuya esfera de
competencias apunta a los asuntos que interesan a toda la Nación;
existen gobiernos locales o provinciales que ejercen su poder sobre todo el territorio de sus respectivas
provincias y cuyo ámbito de acción se dirige a los asuntos de local.
Tal como lo expresáramos anteriormente las provincias son autónomas. ¿Qué significa autonomía? Es un
término político y se aplica a los entes que están capacitados para dictar sus propias leyes. Tiene un grado
menor que la soberanía, pero es más amplia que la autarquía, ya que ésta se limita a la capacidad de
administración.

59. Relaciones entre el Estado federal y las provincias


El ordenamiento constitucional del estado federal presenta una estructura de triple relación entre
la federación y sus partes, es decir, las entidades que componen esa unidad federativa y el gobierno central.
Tales relaciones son:
Relación de subordinación, por ella el orden político y jurídico del estado federal (la constitución federal) ,
es supremo y obliga a que el orden político y jurídico de cada estado miembro (la constitución local) sea
compatible con el orden federal. Las constituciones locales deben estar de acuerdo con la constitución
federal y no deben violarla en sus principios y estructuras fundamentales. La constitución federal tiene
primacía sobre las constituciones locales. Se trata de un plano superior que subordina a los inferiores.
Esta relación de subordinación está prevista en los artículos 5, 31 y 128 de nuestra C.N.. Las
constituciones provinciales deben seguir las pautas fijadas en la Constitución Nacional. Las normas
provinciales no pueden contener disposiciones contrarias a las normas federales. Además las autoridades
provinciales son considerados agentes delegados del gobierno federal para la aplicación de las normas y las
políticas de éste.
Relación de Participación, en virtud de la cual los estados miembros toman parte de alguna manera en las
decisiones del estado federal. Para el funcionamiento de esta relación lo más común es establecer un
órgano del gobierno federal en el que haya representantes de esos estados miembros, de modo tal que en
las decisiones que tal órgano adopta colaboren estos estados miembros. Lo habitual es que ese órgano sea
el parlamento o congreso, ya que el senado es generalmente la cámara que se forma con representantes de
los estados miembros.
En nuestra C.N. las provincias se reservaron el derecho a participar permanentemente en la
formación de la voluntad federal, mediante su presencia en el Senado, el cual está integrado por
representantes de cada provincia. Tal representación es igualitaria (art... 54 C.N.) cualquiera sea la
población o la participación provincial en los recursos nacionales.
Relación de coordinación, en virtud de la cual se reparten o distribuyen las competencias entre el estado
federal y los estado miembros, estableciéndose qué le corresponde hacer o no hacer a uno y a los otros, por
lo que puede hablarse de:
competencias reservadas, son las que pertenecen a los estados miembros. Así, conforme al art.. .121 de la
C.N. las provincias conservan todo el poder no delegado al gobierno federal y el que expresamente se hayan
reservado por pactos especiales al tiempo de su incorporación;
competencias delegadas, son las que pertenecen al gobierno federal, porque los estados miembros, se las
han transferido a través de la constitución. Las encontramos en varios artículos de nuestro C.N., entre
ellos, por ejemplo los artículos 2, 4, 75 inc. 20, 99 inc. 16, 116, 117, 127, etc.
competencias prohibidas, son las que no pueden ejercer los estados miembros o el estado federal o ambos.
También, hay varios artículos en nuestra C.N., por ejemplo, 12, 28 126, etc..
competencias concurrentes, son las que pertenecen tanto al estado federal como a los estado miembros. Lo
vemos en nuestra C.N. en los siguientes artículos 13, 75. inc. 18 y 19 y 125, etc.

A los efectos de brindar más claridad al tema se ha elaborado el siguiente cuadro:

Poderes delegados a la nacion

Sostenimiento del culto católico (art. 2).


Provee a los gastos de la Nación con los fondos del Tesoro Nacional (art. 4)
Intervención federal (arts. 6, 75 inc. 31 y 99 inc. 20).
Defensa de la Patria (art. 21).
Declaración del estado de sitio (arts. 23, 61 y 99 inc. 16)
Fomentar la inmigración europea (art. 25)
Reglar la navegación (art. 26)
Afianzar relaciones de paz y comercio con potencias extranjeras (art. 27)
Declarar la necesidad de reforma de la Constitución (art. 30)
Iniciativa de leyes sobre contribuciones y reclutamiento de tropas a través de la cámara de diputados (art.
52)
Acusar al presidente, vicepresidente, jefe de gabinete, ministros y miembros de la corte suprema (por la
cámara de diputados) y juzgarlos en juicio político ( por el senado). (arts 53 y 59)
Todas las atribuciones de congreso (art. 75)
Todas las atribuciones del poder ejecutivo. (art. 99)
Todas las atribuciones del jefe de gabinete. (art. 100)
Todas las atribuciones de la corte suprema (art. 116 y 117)
Legislar en forma especial para penar el delito de traición a la patria (art. 119)
Dirimir los conflictos entre provincias (art. 127)

Poderes prohibidos a la nación

Cuartar la libre circulación de buques, conceder preferencias a un puerto respecto de otros (art. 12).
Alterar los principios, garantías y derechos reconocidos en la constitución por medio de leyes que
reglamenten su ejercicio (art. 28)
Conceder en ningún caso facultades extraordinarias y la suma del poder publico ( art. 29)
Dictar leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella jurisdicción federal (art. 32 )
El presidente de la nació en ningún caso puede ejercer funciones judiciales (art. 109)

Poderes Conservados por las provincias

Dictan su propia con


Se dictan su propia constitución (arts. 5 y 123)
Se obligan recíprocamente a extraditar criminales (art. 8 )
Participan en la formación de la voluntad publica por medio de su representación en el senado de la nación
(art. 54)
Conservan todo el poder no delegado (art. 121)
Se dan sus propias instituciones (art. 122)
Eligen sus gobernadores, legisladores y demás funcionarios (art. 122)
Pueden unirse en regiones (art. 124)
Tienen el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio. (art. 124)
Pueden celebrar tratados parciales para fines de administración de justicia, de intereses económicos y
trabajos de utilidad común. (art. 125)
Pueden promover sus industrias, la inmigración, construcción de ferrocarriles y canales navegables,
importación de capitales extranjeros etc. (art. 125)
Pueden promover el progreso económico, el desarrollo humano, la generación de empleo, la educación, la
ciencia, el conocimiento y la cultura (art. 125)

Poder prohibidos a las provincias

Establecer aduanas (arts. 9 y 126)


Celebrar tratados parciales de carácter político (art. 126)
Expedir leyes sobre comercio , navegación interior o exterior (art. 126)
Acuñar moneda, establecer banco con facultades de emitir billetes. (art. 126)
Dictar leyes sobre ciudadanía y naturalización, banca rota, falsificación de moneda o documento del estado
(art. 126)
Nombrar o recibir agentes extranjeros (art. 126)
Armar buques de guerra o levantar ejércitos, salvo caso de invasión exterior o peligro inminente (art. 126)
Declarar o hacer la guerra a otra provincia (art. 127)
Formación de nuevas provincias ( art. 13)

60. Garantía Federal


La Constitución Nacional establece en el artículo 5 la obligación para las provincias del dictado de
sus propias constituciones, de acuerdo con los principios de la Constitución Nacional. Vemos la
supremacía federal sobre la provincial. Ahora bien, no por el solo hecho del dictado de sus constituciones
se les reconoce a éstas el ejercicio del poder constituyente del segundo grado. Por el contrario, el art. 5
establece los principios fundamentales del derecho público provincial al incorporar una serie de requisitos.
Ellos son:
Sistema representativo republicano: las constituciones provinciales deben reconocer la soberanía del
pueblo y adoptar los mecanismos necesarios para asegurar la efectividad de los funcionarios, división de
poderes, periodicidad de los cargos, etc.
Inclusión de los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional: en general se hallan
mejorados, ampliados y modernizados.
Asegurar la administración de justicia, es decir, deben organizar un poder judicial independiente.
Asegurar el régimen municipal
Asegurar la educación primaria
Finaliza el art. 5 diciendo “…Bajo de estas condiciones el Gobierno
Federal, garante a cada provincia el goce y ejercicio de sus instituciones.”
Esto es lo que se denomina garantía federal. La misma tiende a preservar las autoridades
provinciales ante el ataque de particulares, otra provincia o estados extranjeros. En tales casos, el gobierno
federal debe acudir en auxilio de las autoridades provinciales afectadas.
El art. 6 establece la única forma en que el gobierno federal está facultado para suspender la
autonomía provincial que le garantiza el art. 5 y el mecanismo que la constitución prevé es la intervención
federal.

61. Intervención federal


Es un acto complejo de naturaleza política, emanado del gobierno federal por el cual se limita o
suspende temporariamente la autonomía provincial a fin de cumplir alguno de los objetivos previstos en el
art. 6 de la C.N..
Decimos que es un acto complejo porque tiene varia etapas: pedido o requisitoria, declaración y
ejecución.
En el texto originario del artículo 6, la intervención federal apuntaba exclusivamente a restablecer
el orden perturbado por la sedición o a tender a la seguridad nacional amenazada por un ataque exterior.
La redacción actual del texto fue propuesta por la Convención revisora del estado de Buenos Aires
de 1860.
Analizando el texto vemos que contiene dos tipos de intervención federal, que se distinguen por
sus causas y sus efectos:
Intervención protectora, que puede ser a) a requerimiento; b) por invasiones exteriores.
Intervención represiva
Habría una tercera, que si bien no está prevista en nuestra C.N., surge de la propia historia constitucional
de nuestro país, por eso, algunos autores hablan de 3-intervención anticipada.
Intervención Protectora:
A requerimiento, es la que se efectúa a requerimiento o pedido de las autoridades provinciales, cuando
éstas estuvieran amenazadas o hubieran sido dispuestas por sedición interna o por invasión de otra
provincia. Esto es lo que la propia constitución clasifica de acto de guerra civil, sedición o asonada (art.
127).
Para repeler invasiones exteriores, en este caso el gobierno federal procede de oficio, ya que está en juego la
seguridad nacional.
Así, en el primer caso el gobierno federal está obligado a auxiliar a las autoridades provinciales,
sosteniéndolas con todo le peso de las fuerza bajo su jurisdicción. No ocurre lo mismo en el segundo caso.
En cualquiera de los casos el alcance de la medida debe se limitado, para no alterar el funcionamiento de
las autoridades provinciales.
¿Cuáles son las autoridades provinciales legitimadas para solicitar la intervención federal? Se entiende que
cualquiera de los tres poderes puede efectuarla, máxime si se tiene en cuenta que, por las circunstancias
propias, no son exigibles todos los recaudos que corresponden a un acto regular. Pero en principio
correspondería las autoridades superiores de cada poder,
El acto de la requisitoria, por lo mismo, no debe se formal ni completo, es suficiente que de de él surja la
voluntad de recabar el auxilio federal.
2. Intervención represiva: está prevista en la primera parte del artículo. Su objetivo es garantizar la forma
republicana de gobierno. Fue incorporada por la reforma del ’60. A diferencia de las anteriores, ésta tiene
por objeto sustituir total o parcialmente a las autoridades locales.
Esta medida se justificaría, por ejemplo, si de existir un conflicto en una provincia, éste se prolonga sin
atisbo de solución, como cuando alguno de los poderes provinciales, pretendiera usurpar funciones que no
le competen y esa situación no pudiera ser corregida por los otros poderes.
3. Intervención anticipada: si bien no figura dentro del art. 6, en nuestra historia constitucional se
produjo un caso así. Fue en 1962, durante la presidencia del Dr. Arturo Frondizi, Habiendo triunfado en
los comicios de ese año los candidatos peronistas en varias provincias, se dispuso por decreto la
intervención federal en esas provincias como tentativa para detener el golpe militar en marcha. Esta fue
inútil porque al poco tiempo el gobierno de iure quedó derrocado.

Órgano competente: El artículo 6 no determina a cuál de los poderes del gobierno le corresponden
disponer la intervención federal.
En general la doctrina había entendido que le compete al Congreso Nacional. La jurisprudencia a
partir del caso “Cullen c/ Llerena”, sostuvo el mismo criterio.
La reforma constitucional del ’94 resolvió este problema incorporando dos textos:
Art. 75 inc. 31, que establece expresamente que la intervención federal es de competencia del Congreso, sin
embargo, se autoriza al Poder Ejecutivo a decretarla durante el receso del Congreso, pudiendo éste
aprobarla o revocarla;
Art. 99 inc. 20, que autoriza al poder ejecutivo a decretarlo cuando está en receso el Congreso. Lo obliga
además a convocarlo simultáneamente.

Facultades del Interventor: La ejecución del acto declarativo de la intervención es llevada a cabo por un
conjunto de funcionarios ad hoc cuyo jefe recibe el nombre de interventor federal. Este funcionario es
designado por el Poder Ejecutivo. El resto del equipo es designado por él.
Si bien el interventor reemplaza a las autoridades locales y por ello se halla en la cúspide del
ordenamiento institucional provincial, es un delegado del presidente de la República y por ello es
funcionario nacional. Sus poderes son transitorios. Sus actos deben respetar las normas provinciales en
tanto no colisionen con las normas federales que determinaron la intervención.
Puede decirse que el interventor tiene un doble carácter, representa al gobierno federal pero es
también una especie de representante de la provincia hasta tanto sean organizados los poderes locales.
El alcance de la intervención depende de la ley que la decreta. En general, las leyes no especifican
los límites de las facultades sino que recurren a fórmulas genéricas como restablecer el orden público,
reorganizar los poderes públicos, etc. La extensión de las atribuciones del interventor va a depender del
acto que la declara y del poder de la provincia que se interviene.

62. Coparticipación Federal


En materia tributaria se ha utilizado esta denominación para referirse al régimen de colaboración
acordado entre el gobierno federal y las provincias, en virtud de las leyes convenio por medio de las cuales
las provincias delegan en el poder central el ejercicio de determinadas facultades impositivas con la
condición de participar en un sistema de reparto de los impuestos incluidos en ese régimen.
Hubieron varias leyes que regularon la coparticipación. Actualmente se encuentra vigente la ley
23.548.
Las provincias se integran a este régimen de coparticipación mediante su adhesión expresa. Dicha
adhesión supone delegar en el estado federal la potestad tributaria tanto para legislar el tributo como para
percibirlo. A cambio de esto participa en un porcentaje previsto del producto de la recaudación fiscal. Del
producto de los impuestos incluidos en el sistema la nación recoge el 48,5 %, las provincias otro 48,5% y el
3% restante va a un fondo de desarrollo regional creado por la ley.
El gobierno federal no sólo prohíbe a las provincias crear diversos impuestos sino que va aún más allá, al
imponerles un criterio único para legislar los escasos impuestos que no le fueron prohibidos o quitados por
el fisco nacional. La ley dispone una sanción pecuniaria para las provincias que no se adhieran al sistema.
La reforma convalidó este sistema tratando de rodearlo de algunas garantías para las provincias. Así el art.
75 incisos 2 y 3 se ocupa del tema.
El art. 75 inc. 2 incluye expresamente en el primer párrafo las contribuciones indirectas: “Corresponde al
Congreso…imponer contribuciones indirectas…”. Hasta ese momento surgía implícitamente del art. 4.
Respecto a las contribuciones directas, previstas también en el primer párrafo, se mantiene la misma
redacción de antes: “…Imponer contribuciones directas, por tiempo determinado, proporcionalmente
iguales en todo le territorio de la Nación, siempre que la defensa, seguridad común y bien general del
Estado lo exijan…” .Pero al final del párrafo se establece que las contribuciones previstas en el inciso
(ambas) son coparticipables, salvo aquellos impuestos que estén asignados a un destino o fondo específico.
El segundo párrafo de inciso se refiere a la ley convenio que debe garantizar la automaticidad en la
remisión de los fondos, es decir, que el gobierno federal cada vez que recauda, automáticamente debe
remitir los porcentajes a cada provincia.
El tercer párrafo fija algunos principios que debe inspirar la distribución de los fondos coparticipables,
criterios objetivos de reparto en base a los servicios, competencias y funciones de cada una de las
provincias, y la ciudad de Buenos Aires; asimismo se establece que la distribución será equitativa, solidaria
y dará prioridad al logro de una grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de
oportunidades en todo el territorio nacional.
El cuarto párrafo establece los requisitos para garantizar a las provincias fuerza frente a la presión del
gobierno central.. Primero el Senado es la cámara originaria de la ley convenio y en caso de discrepancia
con la c{amara de diputados, prevalecerá en principio, su voluntad. Segundo, el proyecto debe ser
aprobado con una mayoría agravada: más de la mitad, es decir, mayoría absoluta de la totalidad de los
miembros de cada Cámara. Tercero, una vez promulgada la ley debe ser aprobada por las provincias.
El quinto párrafo del inciso se refiere a un principio muy importante para garantizar las economías
provinciales al establecer un que no se puede transferir a las provincias servicios o funciones sin que se les
transfiera al mismo tiempo los recursos afectados a esos servicios. Esa transferencia se debe hacer por ley y
dicha ley debe ser también aprobada por las provincias interesadas.
El sexto y último párrafo establece que le organismo fiscal que está a cargo del control y fiscalización de la
ejecución de este inciso debe estar integrado por representantes de toda las provincias y de la ciudad de
Buenos Aires.
Como indicamos el art. 75 inc. 3 también se ocupa de la coparticipación. Este inciso es totalmente nuevo ya
que permite al congreso modificar las asignaciones específicas de recursos coparticipables. Cuando dice “…
por tiempo determinado…” no implica limitación alguna para el gobierno central ya que se prorrogan los
plazos periódicamente.
63. Los Municipios
Nos referiremos al régimen municipal. En este aspecto la reforma incluyó el nuevo artículo 123, en
el cual se reconoce a los municipios el carácter de entidades autónomas dentro del territorio provincial.
Dice el art. 123:” Cada provincia dicta su propia constitución, conforme lo dispuesto por el art. 5,
asegurando la autonomía municipal y reglando su alcance y contenido en el orden institucional, político,
administrativo, económico y financiero.”
Así la reforma terminó con la vieja discusión doctrinaria y jurisprudencial que oscilaba entre
considerar a los municipios como meras descentralizaciones administrativas del gobierno provincial o bien
como entidades autónomas de segundo grado.

64. Régimen de la Ciudad de Buenos Aires


La reforma del ’94 ha dado a la ciudad de Buenos Aires el status de una nueva provincia aunque sin ese
nombre. Según los nuevos textos la ciudad será al mismo tiempo provincia y capital federal.
Surge el tema a través del art. 129 de la C.N.. El mismo establece que la ciudad de Buenos Aires tendrá su
régimen de gobierno autónomo con facultades propias de legislación y también de jurisdicción. Su jefe de
gobierno será elegido directamente por el pueblo de la ciudad. Así se le confiere la calidad de ente con
autonomía política.
El último párrafo establece que el Congreso Nacional convocará a los habitantes de la ciudad de Buenos
Aires para que mediante los representantes que elijan a ese efecto, dicten el estatuto organizativo de sus
instituciones.
La ciudad de Buenos Aires no es un mero municipio con caracteres especiales sino que tiene el mismo
grado de autonomía que una provincia.
Por lo demás, una ley garantizara los intereses del estado nacional mientras la ciudad de buenos aires sea
capital de la nación.
Aquí debemos referirnos brevemente a la capital federal de la republica esta tiene un estatus jurídico
diferente del resto del territorio nacional. Conforme al art. 3, la Capital Federal debe ser declarada por una
ley especial del congreso previa sección hecha por las legislaturas del territorio que haya de federalizar.

Capitulo VII
Administración Pública

65. Administración Pública. Concepto. Principio de Legalidad.

Administrar: Es servir a (actividad tendiente a un fin). La Administración es una actividad:


 concreta y práctica
 inmediata (por los propios órganos del Estado)
 permanente y continua (actúa para el presente)
 consiste en actos individuales o generales (reglamentos)
 tiende a la satisfacción de las necesidades del grupo social y de los individuos que la integran.
Gobierno: Es la expresión final del poder (dirección).. Quién Gobierna?: gobiernan el órgano ejecutivo,
legislativo y judicial
Administración: Es la acción complementaria del Gobierno y subordinada al mismo.
En un Estado de Derecho, la administración se encuentra subordinada al Derecho y es el Derecho
Administrativo el que fija límites a la Administración Pública; precisamente, los límites a la actividad de la
Administración se denomina “Principio de legalidad”. Estos límites se fijan:
 En interés privado (de los administrados)
 En interés público (de la comunidad)

Los límites fijados en interés público, pueden clasificarse en:

 Actividad reglada (sujeta a normas jurídicas)


 Actividad discrecional (es la oportunidad, mérito o conveniencia sujeto a las exigencias de la técnica o de
la política)
66. Clasificación de la Actividad Administrativa.
En razón de la naturaleza de sus funciones:
 Activa (decide, ejecuta)
 Jurisdiccional (resuelve los reclamos, recursos,etc)
 Interna (es una actividad no jurídica) y externa (el dictado del acto administrativo)
 Consultiva (es de carácter técnico)
 Reglada (la vinculada a la ley) y Discrecional (la vinculada a la oportunidad, mérito o conveniencia)
 De Control: que puede ser:
Interno (acto de la administración)
Externo (acto administrativo)
En razón de la estructura del órgano
 Burocrática (consiste en el ejercicio de la función en forma individual)
 Colegiada (la función es encomendada a varias personas físicas que actúan en pié de igualdad y
deliberan)
 Autárquica (es la administración descentralizada a través de una persona pública “estatal”)

67. Elementos de la Administración Autarquía:


Los elementos que caracterizan a los entes autárquicos son:
 Personalidad jurídica del ente autárquico
 Patrimonio afectado al cumplimiento de fines asignados al ente
 Cumplimiento de un fin público
 Creación legal directa por el Estado
 Control de tutela por la Administración Central

68. Actividad Administrativa.


La actividad Administrativa puede clasificarse en :
Interorgánica
Interadministrativa
Características de cada actividad Interorgánica Interadministrativa
Sujetos de la relación Organismos administrativos o Sujetos de derecho –entre entidades
administrativa entre órganos de una misma autárquicas.
persona pública estatal
Tipo de actos en que se concreta Actividad Interna: Actos de la Actividad Externa: Acto
la relación administración Administrativo

En Derecho Administrativo, la personalidad jurídica de la Administración Pública va subsumida en la del


Estado.

69. Clasificación de la Administración Pública.


La Administración Pública puede ser:
 CENTRALIZADA
 DESCENTRALIZADA
Así también, Administración Pública descentralizada, puede ser:
- BUROCRATICA (simples órganos cuya separación de la Administración Central es puramente funcional)
AUTARQUICA (implica separación orgánica y funcional de la Administración Central)-
La Administración Pública descentralizada con personalidad jurídica propia es la “Persona Jurídica Pública
Estatal” o también llamada “Autárquica”.
También forman parte de la Administración Pública descentralizada y tienen personalidad
jurídica propia, las “Personas Jurídicas Públicas no Estatal” que pueden ser;
 Las Empresas del Estado
 Las Sociedades de Economía Mixta
La Persona para el derecho, es todo ser capaz de ser sujeto de derecho, de tener derechos subjetivos. La
persona puede ser física o jurídica. Es “Persona Jurídica” todo ente real creado por el ESTADO o
autorizado por él.
La Administración Pública (Centralizada o Descentralizada) es un sujeto activo de potestades o derechos,
por lo tanto se dice que es una “Persona Jurídica Pública”.
Las características que diferencian a una Persona Jurídica Pública de una Persona Jurídica
Privada se detallan en el cuadro siguiente:
Características Pers. Jurd. Públicas Pers. Jurd. Privadas
Las rige el Derecho Administrativo Privado
Pueden ser personas Públicas Estatal o no Estatal Siempre son privadas
Los fondos: Son o pueden ser públicos Siempre son privados
Los administradores o agentes Funcionarios públicos Trabajadores sujetos al Contrato
de Trabajo de derecho privado
Los actos que emiten: Actos administrativos Actos jurídicos
Ejercen sobre sus agentes Poder sancionatorio o Se aplica el régimen disciplinario
disciplinario de la Ley Contrato de Trabajo
Litigan Fuero Federal Justicia Nacional o Local
Ordinaria.
Las características que asemejan o diferencian a una Persona Jurídica Pública Estatal de una
Persona Jurídica Pública no Estatal se detallan en el siguiente cuadro:

Características Persona Jurídica Pública Estatal Persona Jurídica Pública No


Estatal
Origen Siempre por acto Estatal Acto del Estado o de los
particulares (Ley de Sociedades)
Fines Esenciales del Estado En estos entes el Interés general
es menos intenso que el propio
del Estado
Actos que emiten Son actos administrativos Son actos jurídicos y por
excepción, en algunos casos
pueden gozar de la calidad de los
actos administrativos, cuando así
lo estipule la ley.
Organo-persona Son Funcionarios o agentes Se trata de Personal contratado
públicos por la Ley de Contrato de Trabajo
o de acuerdo a los Estatutos
sociales (ley de Sociedades)
Patrimonio Es del Estado y sus bienes del Es privado y en parte puede ser
dominio público y privado del integrado por patrimonio del
Estado. Estado y bienes del dominio
público o privado del Estado, que
son afectados al uso de una
Persona Pública con
determinados fines públicos.
Control del Estado Control Administrativo de Tutela Por la índole de la actividad están
sometidas a un control más o
menos riguroso por parte de
órganos del Estado.
Prerrogativas Gozan de poder coactivo o Pueden tener cierto poder
imperio sobre los administrados coactivo sobre los administrados
dentro de su ámbito
70. Caracteres Jurídicos de las Entidades Públicas Estatales (Autárquicas)
Los caracteres jurídicos de las entidades públicas estatales son:
Creación Estatal: por ley formal o decreto. El acto de creación establece cometidos públicos que toman a
su cargo y también las reglas básicas de su organización.
Personalidad Jurídica Propia: Pueden actuar po sí, en nombre propio, estar en juicio, etc (capacidad de
administrarse así mismas).
Patrimonio Estatal: Estas entidades son de propiedad del Estado Central, al menos su capital mayoritario
en el caso de que hubiere concurrencia patrimonial con personas privadas.
Asignación Legal de recursos: Reciben sus fondos del presupuesto general o pueden tener por ley la
percepción de algún impuesto o tasa.
Control de la Administración Central: Se lo ejerce a fin de que la actividad de estas entidades se coordine
con el resto de la actividad estatal. Comprende: control de presupuesto (autorización y aprobación), de
inversión (SIGEN, AGN, etc), designación personal directivo del ente (presidente, directorio por el PEN),
control de los actos del ente (recurso de alzada), intervención administrativa del ente.
Responsabilidad del Estado: responsabilidad “indirecta” del Estado por los actos y hechos de sus entidades
descentralizadas (en subsidio).

Capitulo VIII
Derecho Administrativo

70. El Derecho Administrativo como rama del Derecho Público.


El derecho administrativo pertenece al derecho público y ello en razón a la índole de los sujetos que
intervienen en las relaciones jurídicas que regula (Estado /administrado) como así también por la
naturaleza de la actividad que realiza la Administración Pública, las relaciones posibles que todo ello
determina entre el Estado y el administrado y, por último, por la materia regulada, cual es la organización y
funcionamiento de la Administración Pública. Ello así, porque cuando el Estado lleva a cabo sus
actividades y ejerce las prerrogativas de “poder”, se coloca en un plano superior frente al administrado,
factor determinante de que las normas jurídicas que regulan dicha actividad no sean como en el derecho
privado de “coordinación” sino de “subordinación”, pues el administrado se encuentra “obligado” frente a
la Administración Pública en función de tales disposiciones legales, siendo, esta última característica, la
que permite ubicar el derecho administrativo como rama integrante del derecho público.

71. Concepto y caracteres del Derecho Administrativo..


A los fines de poder proporcionar una definición de “derecho administrativo”, previamente debemos
analizar su objeto y contenido.
El objeto del derecho administrativo es la “Administración Pública” en todas sus manifestaciones. Por
“administración”, entendemos a la actividad permanente, concreta y práctica del Estado que tiende a la
satisfacción inmediata de las necesidades de la comunidad y de cada uno de los individuos que la integra;
de manera tal que la administración es la “actividad” encaminada a un fin.
A tales efectos, la administración debe organizarse, crear sus órganos, fijar la competencia de cada uno de
ellos, etc. Consecuentemente, el “contenido” del derecho administrativo está determinado por la materia
atinente a la organización y funcionamiento de la Administración Pública, regulando todo lo atinente a la
forma en que se manifiesta la actividad administrativa, es decir, las relaciones que nacen de la actividad
administrativa.
Habiéndose fijado su objeto y contenido, estamos en condiciones de definir al Derecho Administrativo
como, “el conjunto de normas y de principios de derecho público, que tiene por objeto la organización y el
funcionamiento de la Administración Pública, como así también, la regulación de las “relaciones jurídicas”
que se susciten entre órganos de la Administración Pública (relaciones interorgánicas), entre órganos de la
Administración Pública centralizada con alguna entidad pública estatal o no estatal perteneciente a la
Administración Pública descentralizada, y de las que surjan de las relaciones entre la Administración
Pública (centralizada o descentralizada) con los administrados.
Cuando en la definición hacemos mención a la “Administración Pública”, debemos entender por esta
última, a la actividad desplegada por cualquiera de los órganos estatales (legislativo, ejecutivo y judicial),
siempre que por su naturaleza jurídica se trate de una actividad “administrativa”. Por ejemplo, será
actividad administrativa, la desplegada por el Poder Judicial o Legislativo al designar, sancionar, decretar
la cesantía o exoneración de uno o varios de sus agentes o funcionarios públicos; celebrar un contrato
administrativo de suministro u obra pública con proveedores del Estado; constituir a favor del Estado o de
un tercero el derecho real de servidumbre, concesionar un servicio público, declarar a un bien como
monumento histórico, llevar a cabo el proceso de expropiación de un inmueble privado, previa ley que así
lo dispone, etc.
Por último, cabe señalar, que el derecho administrativo tiene como característica propia, la de ser un
derecho “local”, consecuencia de nuestro régimen político establecido en nuestra Constitución Nacional. Es
decir, en el orden jurídico, las provincias que son preexistentes respecto de la Nación, se han reservado
como un poder no delegado el de darse sus propias instituciones locales y regirse por ellas (art. 122 y art.
123 de la Constitución Nacional).
Ello así, como principio podemos señalar que las leyes administrativas de la Nación sólo rigen para ella
misma y que cada provincia se dicta sus propias leyes de obras públicas, las relativas a la función pública,
las de procedimiento administrativo y de derecho procesal administrativo, la de organización
administrativa, entidades autárquicas, empresas del Estado, etc. Sin perjuicio de ello, debemos resaltar que
no todo el derecho administrativo nacional es puramente local, de aplicación sólo para las provincias o la
Nación misma, puesto que existen algunas leyes administrativas que entran dentro del ámbito del derecho
federal y que en consecuencia, escapan al ámbito provincial; por ejemplo pueden citarse las leyes de
aduana, servicio militar, etc. Además resultan algunas facultades concurrentes del Congreso Nacional y de
las legislaturas locales, como ser lo referente al bienestar general, ejemplo en materia de protección del
medio ambiente, casos en los cuales ante la existencia de leyes locales y nacionales sobre la misma materia,
por el principio de supremacía o jerarquía de las normas que fija el art. 31 de la C.N., tendrá cierta
supremacía la ley nacional.

72. Codificación del Derecho Administrativo.


Codificar significa formar un código, es decir “reducir a una unidad orgánica, homogénea, metódica y
sistemática, las normas que han de regular una rama determinada del derecho”.
Según lo admite el autor Marienhoff, la codificación genera opiniones contrarias. Por un lado, encontramos
a quienes se oponen a ella, argumentado entre sus inconvenientes, que la sanción de códigos causa
imprecisión y la errónea convicción de que todo queda resuelto por aplicación del código; como así
también que, muchas veces el derecho codificado queda estancado al margen de las transformaciones que
sufre la sociedad, y que exigen un cambio de las reglas jurídicas. Entre los adeptos a la codificación,
mencionan como ventaja que, facilita el conocimiento y aplicación del derecho y que siendo el código una
obra concreta y metódica, permite extraer de él ciertos principios generales que sirven de base para la
orientación jurídica de la sociedad.
Sin perjuicio de estas corrientes o posiciones doctrinarias, lo cierto es que la idea de codificar el derecho
administrativo es una tarea ardua y complicada, que para algunos autores hace hasta imposible su
concreción. Ello se debe a la abundancia o amplitud de la materia que abarca el derecho administrativo, a
la poca o relativa estabilidad de la materia y a la falta de orden en la legislación administrativa. Así
también, no debemos olvidar que en nuestro país, el derecho administrativo es esencialmente “local”,
puesto que la facultad de legislar sobre la materia que lo comprende resulta ser uno de los tantos poderes
reservados, no delegados por las Provincias a la Nación; sin perjuicio de lo cual, no podemos olvidar que
existen algunas materias administrativas que pueden ser legisladas exclusivamente por las Provincias
(como es el tema referente al uso de los bienes del dominio público), otras que son facultad exclusiva de la
Nación (como todo lo referente a la regulación o policía sanitaria animal cuando el interés público
protegido sea de índole nacional), y por último hay otras materias administrativas cuya legislación es una
facultad concurrente para las Provincias y la Nación (como disponer la expropiación por fines de utilidad
pública). En definitiva, a efectos de determinar el órgano competente para legislar la materia
administrativa, dependerá de la interpretación de las normas y de los principios constitucionales, razón por
la cual no resulta fácil la tarea de sancionar un código que comprenda toda la materia administrativa, con
vigencia para toda la República Argentina.
Es por tales razones, que en nuestro país existe una tendencia hacia la sanción de códigos administrativos
por materias, es decir en forma parcial, aunque esta actividad se observa principalmente en el orden
provincial, tales como los proyectos en algunas provincias de códigos de Aguas, de Procedimiento
Contencioso-administrativo, de Obras Públicas, etc.

73. Fuentes del Derecho Administrativo.


Por “fuentes” del derecho, y en particular, del derecho administrativo, deben entenderse los distintos
orígenes posibles de las normas y principios que interesan al derecho administrativo, tengan o no eficacia
normativa expresamente establecida.
La clasificación de las fuentes del derecho, en general y del derecho administrativo, en particular, ha sido
objeto de discrepancias doctrinarias. A los fines de este ensayo, y siguiendo al administrativista
Marienhoff, adoptaremos la clasificación que divide las fuentes en directas (inmediatas o mediatas) e
indirectas.
Son fuentes directas inmediatas, las basadas en normas jurídicas positivas, tales como la Constitución,
leyes, reglamentos administrativos, tratados, mientras que las fuentes directas mediatas son la analogía,
los principios generales del derecho y la jurisprudencia. Por su parte, son fuentes indirectas, las que nos se
basan en normas o textos positivos, por ejemplo, la doctrina, la costumbre, los contratos y actos
administrativos individuales.
En cuanto a la jerarquía u orden de prelación entre las fuentes del derecho administrativo, en primer lugar
debemos colocar a las fuentes directas inmediatas, en segundo lugar a las directas mediatas y en tercer
lugar a las indirectas. Así mismo, dentro de las fuentes directas inmediatas, el orden de prelación de las
normas aparece determinado por el art. 31 de la Constitución Nacional; y dentro de las fuentes directas
mediatas, por lo dispuesto por el art. 16 del Código Civil, o sea, la analogía, principios generales del
derecho y por último, la jurisprudencia.

74. Fuentes en particular:


• Constitución:
Es la fuente primaria, no sólo del derecho administrativo, sino de todas las ramas del derecho. Es el punto
de partida de todo el ordenamiento jurídico y por ello se la llama la “superley” o “ley suprema”. Toda
actividad jurídica de la Administración Pública encuentra sus limitaciones en la Constitución. En ella se
encuentran las bases de la Administración Pública, es decir los principios del régimen administrativo de un
país.
Nuestra Constitución Nacional de 1853, traía el sistema de valores de la Constitución norteamericana, con
principal énfasis en el principio supremo de razonabilidad y justicia. A partir del año 1984, con el
sometimiento de la Argentina a la Convención Americana de Derechos Humanos y a la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, se ha iniciado una nueva etapa que se fue complementando con el
sometimiento a nuevos tratados de derechos humanos con jurisdicción extranjera, el reconocimiento de la
operatividad y supremacía de la Convención, la reforma constitucional de 1994, los tratados de integración
regional, los tratados contra la corrupción , etc., lo que nos llevó a postular la operatividad y el carácter de
orden jurídico superior de la Convención, colocando en el orden de prelación de las fuentes, a la
Convención en primer lugar, seguida por la Constitución, de manera tal que ese primer lugar supranacional
e internacional en la jerarquía de las fuentes se fue incrementando.
En la actualidad, si bien las normas constitucionales son jurídicas y tienen sanción en caso de
incumplimiento, ya no son supremas, pues están un peldaño más abajo en la jerarquía de las fuentes. El
primer nivel en las fuentes, a su vez, está claramente compuesto más de principios que de normas; se
integra con los valores de todo orden jurídico, del derecho internacional, etc. Los grandes valores de
razonabilidad, justicia, son admitidos como supremos y los textos normativos son ahora instrumentales
para el logro de tales fines.
• Ley
La ley, después de la Constitución, es la fuente cualitativamente más importante del derecho
administrativo. La ley es la norma jurídica que emite el órgano legislativo, siguiendo para ello el
procedimiento que al efecto establece la Constitución Nacional (ley formal).
La ley formal se diferencia de la ley material en tanto esta última constituye el acto jurídico que establece
una regla de derecho. En cambio, la ley formal puede o no contener o establecer una regla de derecho. Sin
perjuicio de ello, cabe señalar que, cuando la Constitución Nacional hable de ley, por principio se está
refiriendo a dicho acto en sentido formal, o sea el sancionado conforme el procedimiento establecido en la
misma. En cambio, la ley en sentido material está determinada por la naturaleza de la actividad del Estado
y no por el órgano del cual emana. La ley en sentido material contiene siempre normas jurídicas, mientras
que la ley en sentido formal -que es la que solo emana del Poder Legislativo- puede o no contener la norma
jurídica. En definitiva, es ley por la forma constitucional que reviste.
El proceso de formación de la ley (formal), hasta adquirir el carácter imperativo, abarca distintas etapas: la
sanción, que es el acto típicamente legislativo, la promulgación, que es el acto propio del Ejecutivo, y la
publicación, que es el acto que también se realiza y cumple en el ámbito administrativo. La publicación, en
principio general, debe efectuarse en el diario oficial que es el “Boletín Oficial”, y ello no solo impone
“autenticidad” al texto publicado, sino también seguridad o certeza jurídicas referente al día en que
comienza a regir la ley, es decir se convierte en obligatoria. En definitiva, la publicación es esencial pues
constituye la base de la presunción de conocimiento de la ley atribuida a los habitantes del país.
Las leyes formales tienen un contenido específico, cual es la materia reservada por la Constitución a la
competencia del Congreso de la Nación. Es lo que se llama “reserva de la ley”. En lo que respecta a los
caracteres de la ley, podemos decir que ésta es “general” y “abstracta”, o sea se trata de una norma emitida
no en relación a un caso particular o actual, sino en abstracto, para alcanzar todos los casos de la misma
naturaleza que puedan presentarse en el futuro.
Las leyes de clasifican en: a) leyes locales y, b) leyes nacionales. Así mismo, estas últimas, se clasifican en
1) leyes de derecho común y, 2) leyes de derecho federal.
Son leyes locales las que el Congreso de la Nación dictaba en su carácter de legislatura local, es
decir, para la Capital Federal, y la materia q que este tipo de leyes se refería era en general la misma a que
se refieren o pueden referirse las leyes provinciales y las cosas y las personas a que se apliquen, son
siempre exclusivamente aquellas que están comprendidas en ese ámbito territorial. A partir de la reforma
constitucional de 1994, al haberse dado autonomía a la Ciudad de Buenos Aires, las facultades del
Congreso como legislatura local se limita a los lugares donde operan establecimientos de utilidad nacional.
Las leyes nacionales del Congreso de la Nación se caracterizan porque son de aplicación en todo el
territorio de la Nación. Estas a su vez se clasifican en razón de la materia o contenido de tales leyes, en
leyes de derecho común y leyes de derecho federal. Observamos, entonces, que mientras que la distinción
entre leyes locales y nacionales está dada en razón del territorio, la distinción entre leyes nacionales de
derecho común y federal está dada en cambio en razón de la materia. Son leyes nacionales de derecho
común, las previstas en el art. 75, inc. 12 de la C.N., a saber, los códigos Civil, Penal, Comercial, etc. Estas
leyes se caracterizan porque son aplicadas en todo el territorio de la Nación por los jueces locales, es decir
los jueces de la respectiva jurisdicción en que la cuestión se produzca.
Las leyes nacionales federales, son aquellas que hacen a la existencia y al funcionamiento de los poderes
del Estado Nacional, tales como las leyes de Ciudadanía, Servicio Militar, Elecciones Nacionales, Partidos
Políticos, etc. Estas leyes, a diferencia de las de derecho común, son aplicadas por los jueces federales, es
decir, los jueces del Estado Nacional, aunque los casos de que se trate se produzcan en el territorio de las
provincias.
Por último, cabe mencionar, el error semántico de llamar “leyes” a los decretos-leyes del gobierno de facto
o de fuerza. La reforma Constitucional de 1994, en su art. 36 delimita claramente a este tipo de gobierno de
fuerza. La Corte Internacional de Derechos Humanos define a las leyes como: “la norma jurídica de
carácter general, ceñida al bien común, emanada de los órganos legislativos constitucionalmente
previstos y democráticamente elegidos y elaborada según el procedimiento establecido por las
constituciones de los Estados partes para la formación de las leyes”, puesto que el principio de legalidad,
las instituciones democráticas y el estado de derecho son inseparables, de manera tal que es la legislatura
electa y no otra la que tiene la potestad legislativa.
• Reglamentos:
Los reglamentos implican la manifestación de voluntad de los órganos administrativos que crean normas
de alcance general, impersonal y objetivas. Los reglamentos no solo provienen del Poder Ejecutivo, sino
también pueden ser dictados por los órganos Legislativo y Judicial.
Jurídicamente, el reglamento goza de las prerrogativas de la ley. Los reglamentos tienen para los jueces, la
misma fuerza y valor que las leyes, debiendo ser aplicados e interpretadas por éstos de la misma manera.
Pero al igual que la ley, la obligatoriedad del reglamento depende de que las etapas de su formación se
hayan cumplido satisfactoriamente, cuales son: promulgación y publicación.
La doctrina reconoce cuatro clases de reglamentos: los de ejecución, los autónomos, los delegados y los de
necesidad y urgencia.
a) Reglamentos de ejecución:
Son los que emite el Poder Ejecutivo en ejercicio de atribuciones constitucionales propias, para hacer
posible o más conveniente la aplicación o ejecución de las leyes. Están expresamente previsto en la
Constitución Nacional, en el art. 99, inc. 2, el que al fijar las atribuciones del PEN establece que éste
“Expide las instrucciones y reglamentos que sean necesarios para la ejecución de las leyes de la Nación,
cuidando de no alterar su espíritu con excepciones reglamentarias”. El Jefe de Gabinete, también expide
reglamentos sub-legales para el ejercicio de las atribuciones del art. 100, inc. 2 de la C.N.
Con referencia a los reglamentos de ejecución, cabe señalar que, las leyes deben cumplirse desde el
momento de su promulgación y publicación, motivo por el cual no dependen en modo alguno de que el
Poder Ejecutivo decida reglamentarlas o no; los jueces y la misma administración deben acatar y ejecutar
las leyes en los casos concretos, interpretándolas si fuera necesario, pero sin depender de que no hayan
sido reglamentadas.
En segundo lugar, el reglamento de ejecución es fundamentalmente un reglamento dirigido a los propios
agentes administrativos, a fin de que éstos sepan a qué atenerse y cómo proceder ante los casos de
aplicación de la ley que reglamentan.
El reglamento de ejecución debe limitarse a ordenar el funcionamiento y los deberes de los agentes y
funcionarios de la administración en lo que respecta al cumplimiento y ejecución de la ley, de manera tal
que si se excediera de esta facultad, sin que haya una autorización expresa dada por la ley, el reglamento
será ilegítimo, no pudiendo tampoco ser encuadrado en el supuesto de reglamento delegado o de
integración.
Así también, debe recordarse que el Poder Ejecutivo al reglamentar la ley debe cuidar de no alterar su
espíritu con excepciones reglamentarias, no pudiendo definir los términos legales, llenar supuestos vacíos
o lagunas de la ley que reglamenta, etc.
La facultad de dictar reglamentos de ejecución está otorgada principalmente al Poder Ejecutivo y sólo en
forma limitada al Jefe de Gabinete. Sólo por excepción puede admitirse esa facultad y de manera limitada,
en las entidades descentralizadas (ejemplo: las facultades reglamentarias de los entes reguladores de
servicios públicos).

b) Reglamentos autónomos:
Son los que puede dictar el Poder Ejecutivo sobre materias acerca de las cuales dicho poder tiene
competencia exclusiva, de acuerdo a las normas y principios constitucionales. Estas materias son las que
integran laa “reserva de la Administración” por oposición a la “reserva de la ley” que contempla un ámbito
reservado al legislador. Son ejemplos de reglamentos autónomos: los relacionados con la organización
administrativa; el estatuto referente al personal civil de la Administración que el Poder Ejecutivo puede
dictar como consecuencia de su facultad constitucional de nombrar y remover a ese personal; el
reglamento o decreto que instituye el recurso jerárquico mediante el cual el Pode Ejecutivo, ante el
reclamo de los administrados, ejercitará sus atribuciones de revocar, modificar o confirmar los actos
administrativos; etc. Una vez dictados los reglamentos autónomos, ellos constituyen una limitación a la
actividad jurídica de la Administración, pues integran el llamado “bloque de legalidad”.

c) Reglamentos delegados:
Son los que emite el Poder Ejecutivo en virtud de una atribución o habilitación que le confiere
expresamente el Poder Legislativo, de tal manera que no emanan de la potestad reglamentaria normal del
Poder Ejecutivo.
Tanto la doctrina como la jurisprudencia coinciden en que el Congreso no puede delegar en forma amplia
sus facultades al Poder Ejecutivo, sino que sólo puede permitirle dictar ciertas normas dentro de un marco
legal prefijado por el legislador, por ello, para algunos autores no tiene sentido hablar de “reglamento
delegado” como habitualmente se hace y resulta más adecuado usar el término “reglamento de integración”
puesto que solo proceden cuando el legislador mediante el dictado de una ley que establece un
determinado principio jurídico, ha dejado al administrador tal sólo la facultad de completar, interpretar o
integrar ese principio, sea precisando su concepto, sea determinando las circunstancias de hecho a que
deberá ser aplicado. Por ejemplo: una ley autoriza el cobro de una tasa o impuesto dentro de un límite
mínimo y otro máximo, facultando al Poder Ejecutivo a determinar cuál es el monto de la tasa dentro de
esos límites. La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho en el caso “Delfino”, 1927 (Fallos
148:430): “Que, ciertamente, el Congreso no puede delegar en el Poder Ejecutivo o en otro departamento
de la administración ninguna de las atribuciones o poderes que le han sido expresa o implícitamente
conferidos.. no existe propiamente delegación sino cuando una autoridad investida de un poder
determinado hace pasar el ejercicio de ese poder a otra autoridad o persona descargándolo sobre
ella...Existe una distinción fundamental entre la delegación de poder para hacer la ley y la de conferir
cierta autoridad al Poder Ejecutivo o a un cuerpo administrativo, a fin de reglar los pormenores y
detalles necesarios para la ejecución de aquélla. Lo primero no puede hacerse, lo segundo es admitido
aun en aquellos países en que, como EE.UU, el poder reglamentario se halla fuera de la letra de la
Constitución”. Posteriormente, la Corte Suprema en otro precedente “Mouviel”, 1957 (Fallos 237:636)
sostuvo que, “En el sistema representativo republicano de gobierno adoptado por la Constitución (art.
1) y que se apoya fundamentalmente en el principio de la división de poderes, el legislador no puede
simplemente delegar en el Poder Ejecutivo o en reparticiones administrativas la total configuración de
los delitos ni la libre elección de las penas, pues ello importaría la delegación de facultades que son por
esencia indelegables”.
La reforma constitucional llevada a cabo en el año 1994, ha establecido en su art. 76 que: “Se prohíbe la
delegación legislativa en el ¨Poder Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o de
emergencia públicas, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las bases de ka delegación que el
Congreso establezca...” . Esta norma constitucional coincide con el criterio jurisprudencial del pasado que
niega al Congreso poder facultar a la administración para hacer la ley, es decir, que no le puede autorizar a
regular determinadas materias. La regulación debe, según la Constitución, ser del propio Congreso y lo
único que puede delegarse es, de manera ocasional y modo excepcional, el perfeccionamiento de algún
supuesto de hecho faltante en una norma legislativa determinada.
En lo que se refiere a quién se puede delegar, el citado art. 76 de la C.N. admite en forma excepcional la
delegación al Poder Ejecutivo y no cabe extender dicha excepción al Jefe de Gabinete, los Ministros o
Secretarios de Estado, ni tampoco admitir la subdelegación. Puede en cambio atribuirse facultades a los
entes reguladores previstos en el art. 42 de la C.N., a tenor de los marcos regulatorios de servicios públicos
allí previstos, sin la limitación temporaria que tiene el Poder Ejecutivo , pues allí la delegación la hace el
Congreso al ente regulador en base a una previsión constitucional clara. Estos marcos, a su vez, a veces
autorizan en forma expresa al ente a subdelegar en sus propios órganos dependientes de las facultades que
la ley les otorga, lo que no parece contrariar el texto ni el espíritu de la prohibición de delegación al Poder
Ejecutivo y de la subdelegación por parte de éste.

d) Reglamentos de necesidad y urgencia.


Los reglamentos de necesidad y urgencia sólo pueden ser válidamente emitidos ante el hecho evidente de
necesidad y urgencia. Si tal hecho falta, el reglamento carecería de validez, por falta de causa. Al respecto,
cabe advertir que cuando la urgencia está de antemano prevista en una ley que faculta al Poder Ejecutivo a
adoptar medidas de emergencia, el reglamento no es ya de necesidad y urgencia; en tales supuestos, será
un reglamento delegado o de ejecución, según los casos.
La admisibilidad del reglamento de necesidad y urgencia es excepcional. Tiempo atrás fue admitido a pesar
de no estar previsto en la Constitución Nacional. A partir de la reforma de 1994, los reglamentos de
necesidad y urgencia han sido incorporados como una categoría más dentro de la facultad reglamentaria
del PEN, sin perjuicio de los límites que explícitamente fueron colocados a la facultad de dictarlos, la
exigencia de la causa o sustento fáctico habilitante, el procedimiento de ratificación, etc. A sus efectos, la
causa habilitante de competencia legislativa en el Poder Ejecutivo, debe ser siempre una real emergencia
pública en la sociedad, la cual no basta que sea invocada sino que debe ser susceptible de comprobación
judicial. El Presidente de la Nación es el único habilitado para dictar un reglamento de necesidad y
urgencia, con acuerdo de su gabinete; de manera tal que no puede dictarlo el Jefe de Gabinete y, asimismo,
esta facultad no admite delegación. Se encuentra prohibido el dictado de un decreto de necesidad y
urgencia referido a materias tales como las penal, tributaria, electoral o de régimen de los partidos
políticos. En cuanto al procedimiento, se requiere el refrendo de todos los ministros y del Jefe de Gabinete
en acuerdo general; no basta juntar la firma de todos, debe haber realmente una sesión de acuerdo general
de ministros. Este acuerdo general debe ser comunicado, dentro de los diez días, a la Comisión Bicameral
Permanente del Congreso de la Nación, la que a su vez debe producir el despacho en diez días y elevarlo a
plenario de cada Cámara legislativa. La voluntad de cada Cámara debe manifestarse expresamente; se
excluye en todos los casos, la sanción ficta o tácita. Si no se dan los recaudos de fondo y de forma para su
validez el reglamento cae automáticamente, porque el expreso tratamiento requerido por la Constitución
no puede interpretarse de otro modo que su ratificación o modificación legal.

• Los tratados
Dentro de la jerarquía de las normas a que hace referencia el art. 31 de la C.N., encontramos a los
“tratados” como otra de las fuentes del derecho en general y, en particular, del derecho administrativo. Los
tratados pueden versar sobre diferentes materias tales como telecomunicaciones, comercio marítimo,
tránsito de personas, etc. Los tratados concluidos y firmados por el Presidente de la Nación, aprobados por
el Congreso de la Nación, ratificados y publicados, deben ser considerados como recibidos por el
ordenamiento jurídico argentino, de manera tal que, observado el procedimiento descripto, la fuente del
derecho es el tratado en cuestión, no así la ley del Congreso que lo aprueba.
Sin perjuicio de lo dicho en cuanto a los tratados, distinta es la situación de las “convenciones” aprobadas
en conferencias internacionales, por las cuales la Nación se compromete a cumplir determinados
principios que deberán ser adoptados por el derecho interno, para lo cual será necesaria la sanción de una
ley especial que así lo disponga.
Así también, el tratado debe estar de acuerdo con los principios contenidos en la Constitución Nacional a
fin de no ser reputado inconstitucional.

• Analogía:
En el campo del derecho administrativo la analogía es una de las fuentes con amplia recepción en nuestro
ordenamiento jurídico, debido a la amplitud de contenido del derecho en general y a la existencia de una
legislación incompleta.
La analogía, al igual que los principios generales del derecho, constituye una forma o modo de resolver
cuestiones o situaciones jurídicas. No se trata de una interpretación de la norma, pues en realidad, cuando
se recurre a la analogía es porque no existe una norma que contemple tal o cual situación concreta. Por tal
motivo, la aplicación analógica implica la creación de una “nueva norma”. En tal sentido, el art. 16 del
Código Civil fija un principio -que no obstante su ubicación en el ordenamiento jurídico, resulta de
aplicación a todas las ramas del derecho-, que reza: “cuando una cuestión civil no pueda resolverse, ni
por las palabras, ni por el espíritu de la ley, se atenderá a los principios de leyes análogas; y si aun la
cuestión fuese dudosa, se resolverá por los principios generales del derecho, teniendo en consideración
las circunstancias del caso”.
También, cabe resaltar, que la analogía es una fuente escrita, puesto que la posibilidad de recurrir a ella
surge expresamente de la ley, y la solución del caso no previsto surge, asimismo, de una norma expresa de
la ley.
En el derecho argentino, algunas cuestiones de derecho administrativo encuentran solución jurídica
recurriendo a la analogía. Algunos ejemplos podemos encontrarlos en el caso de cuestiones atinentes a la
nulidad de los actos jurídicos que prevé el articulado del Código Civil y resultan aplicables por analogía a la
nulidad de los actos administrativos; así también en lo referente a la prescripción de las acciones contra el
Estado, ya sea por responsabilidad contractual o extracontractual, a cuyo efecto, por analogía, se aplican
las disposiciones del Código Civil, etc.
Por último, cabe señalar, que la aplicación extensiva de normas de derecho privado en derecho
administrativo, procede únicamente ante la falta de normas y principios administrativo de posible
aplicación a cuestiones jurídicas concretas.

• Principios generales del derecho.


Al igual que la analogía, los principios generales del derecho constituyen una fuente del derecho
administrativo. Ya hemos mencionado la disposición contenida en el art.16 del Código Civil, en el sentido
que cuando una cuestión no pueda resolverse ni por las palabras ni por el espíritu de la ley, ni por la
analogía, ha de recurrirse a los principios generales del derecho. Estos últimos, como fuente del derecho,
tienen autonomía propia, pues existen por sí mismos y provienen del derecho natural, del derecho romano,
el derecho de gentes, la moral, el ordenamiento jurídico interno, etc. Del derecho romano provienen tres
principios fundamentales, a saber: “vivir honestamente, no hacer daño a otro, dar a cada uno lo suyo”. El
derecho de gentes, además de ser un conjunto de principios universales de derecho privado, constituye la
base del derecho internacional público, y se diferencia del derecho natural, porque este último está
fundado en la naturaleza humana, mientras que el de gentes aparece fundado por la razón; así lo señaló la
Corte Suprema de Justicia de la Nación (Fallos tomo 7, pág. 282, n 14 y pág. 294) cuando sostuvo: “el
derecho de gentes es el que la razón natural establece entre todos los hombres y es observado por todos
los pueblos, siendo usado por todas las gentes” . La moral, toda vez que constituye la esencia del acto
jurídico -público o privado- y es por ello fuente de principios generales del derecho. También, los
principios generales del derecho encuentran su fuente en el ordenamiento jurídico interno. Dentro de éste,
constituye la fuente primaria la Constitución Nacional, sin perjuicio de que también surgen de otras
normas, como las del Código Civil. Entre los principios generales del derecho, podemos citar el
reconocimiento del “derecho a la vida”, los que surgen de la forma republicana de gobierno (entre éstos, el
de la división de los poderes o funciones estatales); el de igualdad ante la ley; el de que nadie puede ser
juzgado ni penado sin previo “Debido proceso legal”; el de que nadie puede ser privado de su propiedad
sino por razones de utilidad o interés público y mediando debida indemnización; el de la teoría de lo
principal y accesorio; el de la teoría del enriquecimiento sin causa (nadie puede enriquecerse en perjuicio
de otro); el de las libertades individuales, cuya limitación debe surgir de la ley; etc.

• Jurisprudencia
Es una de las fuentes directas mediatas o subsidiarias, pues sólo se recurre a ella a falta de un texto legal
expreso. Sin perjuicio de ello, cabe resaltar que la jurisprudencia debe respaldarse en las normas jurídicas
positivas, toda vez que el juzgador debe expedirse “infra legem”, es decir, su actividad creadora, siempre
supeditada a la ley. Asimismo, se trata de una fuente escrita, los “fallos”, constituyendo la jurisprudencia,
“la repetición orgánica y concordante de fallos sobre una misma cuestión”. El juez, en su actividad
creadora de normas, al aplicar la norma general, crea una norma nueva, no general, sino individual para el
caso concreto (fallo).

• Doctrina:
La doctrina es la opinión de los estudiosos del derecho acerca de las cuestiones jurídicas y las soluciones
que proponen. Se trata de una fuente indirecta (sin base en una norma positiva) y de aplicación
subsidiaria. Si bien la doctrina en nuestro ordenamiento jurídico no existe como ocurre con la costumbre,
lo cierto es que ninguna norma positiva impide que se la invoque como fuente del derecho. Aun cuando no
tenga la imperatividad propia de la ley, puesto que no es emitida por ningún órgano del Estado, la doctrina
goza de la imperatividad de la lógica y del buen sentido. La lógica se expresa en los argumentos de los
tratadistas con poder y prestigio suficiente para elevar la doctrina a la categoría de fuente de jurídica en el
derecho administrativo.

• Costumbre
La costumbre es “la práctica constante y uniforme de una conducta, por parte de los miembros de una
comunidad social, con convicción de que tal comportamiento es jurídicamente obligatorio”.
Hay tres clases de costumbres:

a) La costumbre según la ley que interpreta, denominada “secundum legen”. Es aquella a la cual la
ley remite la solución del caso, de manera que la norma consuetudinaria tiene vigencia porque así
lo ha dispuesto la ley. El art. 17 del Código Civil establece que, “El uso, la costumbre o práctica
no pueden crear derechos, sino cuando las leyes se refieren a ellos”.

b) La costumbre supletoria de la ley o “praeter legem”. En nuestro derecho positivo la costumbre


“praeter legem” no es ni puede ser fuente jurídica. Se oponen a ello los artículos 19 y 22 de la
Constitución Nacional. El citado art. 19, en tanto establece que, “ningún habitante de la Nación
será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de hacer lo que ella no prohíbe”;
mientras que el art. 22, dispone que, “el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus
representantes y autoridades creadas por la Constitución”.De tal manera, como la costumbre
difiere de la ley, no puede ésta ser fuente jurídica en nuestro ordenamiento jurídico positivo.

c) Costumbre contraria a la ley, derogatoria o “contra legem” tampoco puede ser fuente jurídica del
derecho, toda vez que resulta derogatoria de la ley vigente. El art. 17 del Código Civil establece
que: “El uso, la costumbre o práctica no pueden crear derechos, sino cuando las leyes se refieran
a ellos”. Esta última constituye una disposición de carácter general, que rige tanto para el derecho
privado como para el derecho público.
Capitulo IX
Dominio público y privado del Estado

75. Dominio Público. Definición.


Es el conjunto de bienes de una persona pública(Nación, provincia, Municipio, Iglesia Católica), afectados
al uso de toda la comunidad y a los que se le aplica un régimen especial. De esta definición se destacan
cuatro elementos:
Sujetos: ¿Quién es el sujeto titular del bien?. Es la persona pública, el Estado (Nación, Provincia o
Municipio) o las Entidades Públicas.
Algunos autores como Marienhoff, afirman que el titular de los bienes de dominio público es el pueblo.
Vélez Sarsfield, autor del Código Civil, consideró a los bienes públicos como los propios del Estado y son
éstos los que quedan de manifiesto en la enumeración del artículo 2340 del Código Civil.
Objeto: ¿Qué cosas o bienes integran el dominio público?:
Bienes muebles, salvo cosas fungibles o consumibles, como aviones y barcos de la fuerzas armadas, libros
de las bibliotecas públicas, cosas de los museos, animales del zoológico, etc;
Bienes inmuebles y sus accesorios cuando sean imprescindibles para que el principal cumpla su fin, por
ejemplo, árboles de un parque público. Si no son imprescindibles serán de dominio privado, como por
ejemplo, una mina de oro en un parque público;
Bienes inmateriales, como es el espacio aéreo;
Derechos, como el de las servidumbres creadas para beneficiar a una entidad pública;
Derechos intelectuales que hereda el Estado o entidad pública cuando el autor fallecido no tiene herederos.
Finalidad: La finalidad de incluir una determinada cosa en el dominio público debe ser el uso público (ya
sea en forma directa o indirecta). Por ejemplo, afectar un edificio para construir una biblioteca pública,
expropiar una casa para hacer allí una autopista o una escuela, etc.
Régimen de derecho público: Los bienes tienen que someterse a un régimen de derecho público a través de
una ley del Congreso Nacional, puesto que es siempre la ley nacional la que declara que un bien es público
o privado (art. 75 inc. 12 de la Constitución Nacional), mientras que la ley local puede regular solamente su
forma de uso.
Excepcionalmente y a través de convenios con el Estado nacional, las provincias tendrán el dominio
público de sus recursos naturales (art. 124 de la Constitución Nacional), de los hidrocarburos y las minas
de sus territorios, de los yacimientos petrolíferos, puertos, etc.
Es necesario aclarar, que si bien el Congreso a través de una ley es el único habilitado para declarar si un
bien es público, la Administración a través de un acto administrativo puede disponer la afectación del
bien al uso público.

76. Caracteres de los bienes de dominio público


Los bienes de dominio público del Estado poseen las siguientes características:
Inalienables: en realidad este principio no es absoluto ya que pueden ser expropiados o gravados (por
ejemplo, las servidumbres) siempre que su fundamento sea contribuir con su afectación al uso público.
Imprescriptibles: no puede prescribir el dominio de las cosas que no están en el comercio como las cosas
de dominio público.
Inembargables: el bien de dominio público no puede ser hipotecado ni ser objeto de ejecución forzosa, toda
vez que un juez no puede cambiar el destino de una cosa de uso común, porque esa es una facultad que solo
le corresponde a la Administración Pública.
Está afectado al uso público.

77.Formas de proteger el dominio público.


Dromi explica que el Estado tiene dos formas de proteger su dominio:
Por la vía administrativa: la Administración tiene el privilegio de ejercer su poder de policía sin tener
que recurrir a la justicia.
Por la vía judicial: la Administración pude optar discrecionalmente por esta vía, promoviendo ante un juez
las acciones petitorias o posesorias. Ante determinadas situaciones no podrá optar por una de estas vías,
teniendo que elegir la judicial. Esta situación acontece cuando existan dudas sobre el carácter público de
un bien o cuando sobre dicho bien se haya cometido un delito de derecho penal.
En general, se protege la cosa para mantenerla o recuperarla, para lograr que quien usa la cosa
indebidamente cese esa acción y repare los daños causados por el uso indebido (ya sea por su destrucción o
desaparición).
Asimismo, los propietarios de inmuebles vecinos del dominio público , ya sea de una calle, parque, museo,
etc.., pueden iniciar acciones judiciales contra un particular que impida el uso del bien, para lograr que
cese la acción y recobrar así su uso comunitario.

78. Clasificación del dominio público


Los bienes del dominio público pueden clasificarse en:
Según la conformación de los bienes, en:
Natural: Son aquellos bienes que están en la naturaleza y sobre los cuales no interviene la mano del
hombre, como por ejemplo playas, ríos, arroyos, etc..
Artificial: Son aquellos bienes creados por la acción humana, ejemplo, calles, caminos, puentes, etc..

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b) Según el uso público a los que se afectan, en bienes:
De uso común: aquel que usan todas las personas en forma directa y libre, ejemplo: transitar por una calle,
difrutar de un paseo por una plaza, etc.
De uso especial: aquel que solamente pueden hacer las personas que obtuvieron el permiso o concesión
otorgado por un acto administrativo para lo cual deberán cumplir los requisitos exigidos por el Estado. Se
trata de un uso oneroso ya que el usuario paga al concesionario por el beneficio que obtiene y de uso
limitado ya que no se concede de por vida.

79. Enumeración de los bienes públicos del Estado


Los bienes públicos del Estado están enumerados en el artículo 2340 del Código Civil y ellos son:
Los mares territoriales, hasta la distancia que determine la legislación especial, independientemente del
poder jurisdiccional sobre la zona contigua;
Los mares interiores, bahías, ensenadas, puertos y ancladeros;
Los ríos, sus cauces, las demás aguas que corren por cauces naturales y toda otra agua que tenga o adquiera
la aptitud de satisfacer usos de interés general, comprendiéndose las aguas subterráneas;
Las playas del mar y las riberas internas de los ríos (entendiéndose por tales la extensión de tierra que las
aguas bañan o desocupan durante las altas mareas normales o las crecidas medias ordinarias);
Los lagos navegables y sus lechos;
Las islas formadas o que se formen en el mar territorial o en toda clase de río, o en los lagos navegables,
cuando ellas no pertenezcan a particulares;
Las calles, plazas, caminos, canales, puentes y cualquier otra obra pública construida para utilidad o
comodidad común;
Los documentos oficiales de los poderes del Estado;
Las ruinas y yacimientos arqueológicos y paleontológicos de interés científico.
Como característica general, los bienes públicos del Estado están afectados al uso y goce de todos los
habitantes (art. 2341 del C.C.) y están fuera del comercio. Por los caracteres señalados, estos bienes son
inalienables, imprescriptibles, inembargables y de uso gratuito.
El Estado puede hacer cesar esa afectación al uso común, desafectándolos por medio de una ley o decisión
y declaración del Poder Ejecutivo.

80. Enumeración de los bienes privados del Estado


Están enumerados en el artículo 2342 del código Civil y ellos son:
Todas las tierras dentro del país que no tengan dueño.
Las minas de oro, plata, cobre, piedras preciosas y sustancias fósiles;
Los bienes vacantes o mostrencos y de los de las personas que mueren sin tener herederos;
Los muros, plazas, de guerra, puentes, ferrocarriles y toda otra construcción hechas por el Estado o los
Estados, y los bienes adquiridos por el Estado (mientras no estén afectados a un fin de utilidad pública o
servicio público);
Las embarcaciones que diesen en las costas de los mares o ríos de la República, sus fragmentos y los
objetos de su cargamento, siendo de enemigos o corsarios.
Sobre los bienes privados, el Estado tiene un derecho de propiedad al igual que cualquier otro particular,
pero la enajenación de esos bienes está regulada por el derecho administrativo. En general, los bienes
privados del Estado, a diferencia de los bienes del dominio púbñico, son prescriptibles, embargables (salvo
que estén afectados a un servicio público) y enajenables, si se cumplen las exigencias de las leyes
administrativas para ello.

81. Bienes municipales


Son los que el Estado (nacional o provincial) ha puesto bajo el dominio de las municipalidades (por
ejemplo: calles, plazas, caminos, etc..). Conforme el art. 2344 del Código Civil, los bienes municipales son
enajenables en el modo y forma que las leyes especiales lo prescriban.

82. Bienes de la Iglesia


Están previstos en los artículos 2345 y 2346 del Código Civil. Los bienes de la Iglesia Católica pueden ser
públicos o privados. La Iglesia Católica es persona de carácter público según el artículo 33 del Código Civil.
Los bienes públicos de la Iglesia, los destinados al culto, así son públicos los templos, altares, cosas
sagradas o religiosas (ya que tienen un fin de uso común) y son inembargables, inalienables e
imprescriptibles mientras estén afectados a ese uso común.
Los bienes privados de la Iglesia son los no destinados al culto. Las iglesias no católicas sólo tienen bienes
privados, enajenables de conformidad a sus estatutos ya que son personas jurídicas de carácter privado.

83. Afectación y desafectación


Estos términos están íntimamente relacionados con el dominio público porque los bienes considerados de
dominio público son afectados o desafectados para su uso.
Afectar un bien al dominio público, es la acción mediante la cual un órgano estatal competente hace que
dicho bien sea destinado al uso público.
Desafectar, es sacar el bien del dominio público, de su fin, de su uso público, a través de un acto
administrativo.

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Ahora bien, hay casos como ocurre en el dominio público natural, que su afectación es de pleno derecho,
por ejemplo una isla o un río. La Administración no puede dárselos, en principio, a particulares.
En el dominio público artificial, además de la calificación de la ley nacional, de la cual deriva su condición
jurídica, es necesario un acto de afectación de parte de la Administración Nacional, Provincial o
Municipal, es el caso, por ejemplo, de un buque de guerra, una plaza, etc..
También es necesario tener en cuenta la desafectación tácita, que es la que ocurre cuando los bienes del
dominio público dejar de ser tales por causa de un hecho de la naturaleza o porque cambia su forma
externa. Por ejemplo un río que por causas naturales o por la mano del hombre, se seca.

Capitulo X
Responsabilidad del Estado

Responsabilidad del Estado. Concepto:


Hay responsabilidad del Estado cuando un particular sufrió un daño (moral o material) causado por aquel.
El Estado es una persona jurídica integrada por sus órganos Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Cuando
dichos órganos en ejercicio de sus funciones causan un daño a particulares o, cuando el daño es causado
por objetos de su propiedad, la responsabilidad será del Estado y la sanción será siempre de carácter
pecuniario (reparación del el daño), de manera que nunca es de carácter penal. Ello así, el Estado puede
tener diferentes tipos de responsabilidades:
Precontractual: cuando la responsabilidad surge de una conducta previa a la celebración del contrato.
Contractual: cuando la responsabilidad surge de la ejecución o incumplimiento del contrato. En el caso de
responsabilidad contractual, se aplican los principios de los contratos (por ejemplo, el principio “pacta
sunt Servando”, que significa que los contratos se hacen para ser cumplidos) y también se aplican los
efectos propios de los contratos (como es la seña, el pacto comisorio, la garantía de evicción, los vicios
redhibitorios. etc.).
Extracontractual: cuando la responsabilidad surge de la relación entre el Estado y los administrados (ya se
trate de una función administrativa o de actos de tipo legislativo o judicial). La responsabilidad
extracontractual puede surgir de una actividad legítima o ilegitima del Estado.
• Por actividad legítima del Estado: significa que los actos estatales son legítimos, por no tener vicios ni
defectos, es decir, el acto reúne todos los requisitos exigidos por el ordenamiento jurídico vigente. Para que
nazca la responsabilidad del Estado, deben cumplirse ciertos presupuestos. Esto son:
• Daño Cierto: debe existir un daño cierto a un interés particular o derecho subjetivo de un administrado y
que éste sea imputable al Estado (ej: no es imputable al Estado el Caso fortuito);
• Relación de causalidad: Debe existir una relación de causalidad entre el daño y la conducta del Estado.
• Falta de deber Jurídico de soportar el daño: El tercero o administrado no tiene el deber jurídico de
soportar el daño cuando no tuvo culpa alguna en el hecho o acto dañoso. Sin perjuicio de ello, cuando se
trata de responsabilidad del Estado por actividad legítima, la indemnización solo repara el daño emergente
pero no el lucro cesante, toda vez que el administrado debe soportar ciertas cargas y/o sacrificios por el
interés publico de la actividad administrativa lícita.
La acción judicial, según Cassagne, prescribe a los 10 años de acontecido el acto o hecho dañoso, por
aplicación del art. 4023 del Código Civil.

85. Responsabilidad por actividad legítima del Estado.

Dentro del marco de la actividad legítima del Estado, el daño puede ser causado por:
• Actos de la Administración Pública: Es decir, por el ejercicio de la función administrativa (hechos y actos
administrativos legítimos): en estos casos el Estado presta correctamente su servicio, sin perjuicio de lo
cual puede generar daños a sus administrados (por ejemplo, cuando se expropian bienes privados por
causa de utilidad pública; la requisición de bienes en tiempo de guerra, la ocupación temporánea de bienes
de particulares .etc.).
• Actos Legislativos (normas constitucionales). El Estado puede dañar a los particulares a través del
dictado de leyes o reglamentos (por ejemplo: dicta una ley que crea un impuesto perjudicando el
patrimonio de los particulares, perjuicio que se debe soportar por el interés publico; las normas sobre el
corralito financiero, leyes que prohíben importar ciertos productos para proteger la industria nacional,
leyes que obligan a los bares a cerrar después de las 4 de la mañana, leyes que prohíben fabricar o
comercializar algunos productos, etc. En principio, se tendrá derecho a la reparación de los daños, después
que una sentencia judicial declare la inconstitucionalidad de la ley o norma jurídica impugnada y cuando
estas normas:
dañen derechos o principios constitucionales;
el daño sea especial (ej: cuando un impuesto afecta a un individuo en forma desigual, cuando por cambiar
varias veces las leyes se le cause a un particular un perjuicio mayor que el normal);
otra ley reconozca derecho a indemnizar (ej: la ley 24.043 que fijó indemnización para aquellos detenidos o
puestos a disposición de tribunales militares);
cuando el Estado se enriquezca sin causa, aunque no cause un daño es responsable.
• Actos judiciales (sentencias). La Corte manifestó que el Estado no es responsable por actos judiciales
cuando su actuación sea legítima, pues aun cuando la sentencia no lo favorezca, debe igualmente soportar
lo que ella establece.

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86. Responsabilidad por actividad ilegítima del Estado.

La actividad ilegítima surge cuando hay un incumplimiento irregular o defectuoso de la función o ella es
ejercida con irrazonabilidad o injusticia.
La indemnización en este supuesto debe ser integral (daño emergente y lucro cesante) porque no es justo
que los administrados soporten los daños causados por actividades ilegítimas del Estado llevadas a cabo
bajo la apariencia del interés publico.
Dentro de la actividad ilegitima el daño puede ser causado por:
La función materialmente administrativa (hechos y actos
administrativos ilegítimos), siendo los fallos jurisprudenciales (control judicial) los que marcan los
ejemplos y su evolución:
Antes del caso Devoto (1933): el Estado era responsable por sus actos privados o de gestión (porque había
igualdad de derechos entre las partes y se aplicaba el derecho privado) pero no lo era por sus actos de
autoridad o de imperio (porque había una desigualdad de derechos al haber relaciones de subordinación y
poder en el derecho público al que pertenecen estos actos de autoridad).
A partir del caso Devoto: surge la responsabilidad indirecta a través de la aplicación que hizo la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, de los arts. 1109 y 1113 del Código Civil. Estos articulos establecen:
Art. 1109 CC: “ todo el que ejecuta un hecho que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro está
obligado a la reparación del perjuicio…”
Art. 1113 CC: “ La obligación del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaren a los que
están bajo su dependencia, o por las cosas de que se sirve o que tiene a su cuidado..”
Art. 1112 CC: “Los hechos y las omisiones de los funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones, por
no cumplir sino de una manera irregular las obligaciones que le están impuestas, son comprendidos en
las disposiciones de este titulo”.
En concordancia con las normas citadas, debemos también citar al artículo 36 del Código Civil que
establece, ”…se reputan actos de las personas jurídicas los de sus representantes legales, siempre que no
excedan los límites de su Ministerio”. En lo que excedieren, sólo producirán efectos respecto de sus
mandatarios.”
Ello así, serán actos y hechos propios del Estado los que realicen sus agentes dentro del marco de sus
atribuciones (es decir, de la actuación legítima del Estado que genera responsabilidad directa); mientras
que las que excedan a ellas, serán actos o hechos que si bien no resultarán imputables en forma directa al
Estado, si lo será por responsabilidad indirecta.
Sin perjuicio de lo dicho, cabe poner de relieve que tanto la jurisprudencia con la doctrina han desestimado
este último criterio, sentando otro que sostiene que un acto es imputable directamente al Estado y lo hace
responsable por las consecuencias dañosas del mismo, cuando lo ejecuta cualquiera de sus órganos en
oportunidad del ejercicio de sus funciones o tareas, sin importar que lo haya hecho o no dentro de sus
atribuciones o limites legales (es decir, se trate de acto legítimo o ilegítimo).
Ello así, también los actos ilegítimos pueden ser propios del Estado y comprometer su responsabilidad
directa, cuando han sido realizados dentro del ejercicio aparente de la función encomendada al agente del
Estado, sea que dicha función haya sido regular o irregularmente ejercida o bien, legitima o ilegítimamente
manifestada.
Para que exista responsabilidad ilegítima, es necesario que se reúnan los siguientes elementos:
Un daño cierto al administrado (actual o futuro, individualizado y apreciable en dinero,
imputabilidad objetiva del acto o hecho administrativo a un órgano del Estado en ejercicio de sus funciones
(por ejemplo, actos que realiza un funcionario publico en ocasión de sus funciones, en estado de ebriedad
lo que genera la figura de falta de servicio. Para la falta de servicio no se exige culpa o dolo);
nexo causal entre ese daño y el acto del órgano administrativo del Estado.
• Actos legislativos: En este caso el Estado es responsable por daños cometidos a los administrados por
aquellas normas declaradas ilegítimas por sentencia judicial firme. Deben reunirse los siguientes
elementos para que se configure esta responsabilidad ilegítima por actos legislativos:
debe existir un daño cierto, un hecho o acto administrativo declarado ilegítimo por sentencia judicial
firme;
el daño debe ser imputable al Estado;
el daño debe ser resarcible en dinero;
debe existir conexión causal entre acto y daño.
Ante la responsabilidad estatal por actos legislativos o administrativos el damnificado puede pedir que le
restituyan la cosa a su estado anterior y de ser imposible debe pedir directamente que lo indemnicen.
• Actos judiciales: Se deben indemnizar los daños surgidos del error judicial o arbitrariedad de las medidas
tomadas por los órganos que ejercen el poder judicial (por ejemplo: cuando se realiza un secuestro o
embargo pero no se toman las previsiones exigidas y se causa así un daño en el patrimonio de los
particulares o cuando se condena a una persona que luego resulta inocente. Algunos autores creen que el
estado ante estos actos judiciales es irresponsable, porque las sentencias pasadas en autoridad de cosa
juzgada gozan de verdad legal otros consideran que es responsable por sentencias definitivas erróneas. La
Corte falló que habrá responsabilidad del Estado cuando haya un error judicial, cuando el acto fuere
declarado ilegítimo y se revoque, porque antes la sentencia tiene carácter de verdad legal. La restitución
debe ser integral porque hay arbitrariedad en la medida o error judicial.

87. Evolución de la Teoría de la Responsabilidad del Estado

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Se puede dividir en dos etapas:
Primera Etapa: Primó la irresponsabilidad del Estado. En la época del absolutismo, el Estado estaba a
cargo del rey que era irresponsable por daños causados extracontractualmente en el ámbito público,
porque al ser el rey no se concebía que pudiera dañar al pueblo. Sin perjuicio de ello, el rey era responsable
extracontractualmente por su actuación en el ámbito del derecho privado. Luego de la Revolución Francesa
(1789), si bien la soberanía del pueblo se concibió en manos del pueblo, al que se le reconocieron los
derechos frente al poder el Estado, se mantuvo la postura de que en el ámbito público el Estado obraba
soberanamente por lo que era irresponsable por los daños causados a los particulares.
Segunda Etapa: Surge la responsabilidad del Estado (siglo XIX). Ante las críticas sobre la
irresponsabilidad del Estado por los actos públicos frente a las garantías que protegían los derechos del
pueblo establecidas en las Constituciones surge una nueva tendencia por responsabilizar al Estado de sus
actos aun públicos. Hasta ese momento se aplicaba el Código Civil para la responsabilidad del Estado por
sus actos de gestión (de naturaleza civil) pero no existían normas que regularan la responsabilidad por los
actos de la administración pública. Es así, que los damnificados empezaron a reclamar frente Estado la
obtención de la reparación de los daños por la actividad pública y ante la negativa de la Administración
Pública, recurrían a los tribunales judiciales.
Ahora bien, ante la situación plateada, deberíamos preguntarnos ¿Sí se puede aplicar el Código
Civil?. En principio, diríamos que no corresponde la aplicación de dichas normas de derecho privado,
porque éstas tratan de las relaciones de un particular con otro particular (en un plano de igualdad),
mientras que en las relaciones del particular con la Administración Pública, son de subordinación en virtud
del poder o imperium de que goza el Estado, lo que justifica la aplicación de un régimen exorbitante del
derecho privado.
Para responsabilizar al Estado por daños causados por sus agentes o dependientes en ejercicio de sus
funciones públicas, toda vez que en la cuestión entran en colisión otros intereses cuales son las necesidades
del servicio, los derechos del Estado y los intereses privados, resulta necesario ponderar las distintas
situaciones especiales.
Así las cosas, a partir del caso Blanco (Francia año 1873) se diferenció entre responsabilidad por
falta de servicio y la responsabilidad por falta personal.
Por falta de servicio, el Estado es responsable directo por los daños causados por servicios públicos
irregulares o defectuosos. En este supuesto, no se exige dolo o culpa del agente para que haya
responsabilidad del Estado. Es decir, se cambia la noción de culpa (que es indispensable para que se
configure responsabilidad en el derecho civil) por la del daño y su causalidad con el servicio público. Se
trata de un supuesto de responsabilidad objetiva basada en el daño causado por el servicio real prestado,
como no hacer nada (omisión), intervenir cuando no corresponde, etc. En nuestro Código Civil, la
responsabilidad objetiva del Estado por el hecho u omisión de sus agentes o dependientes en ejercicio de
sus funciones y que presten un servicio irregular o defectuoso, lo encontramos en el art. 1112.
Por falta personal se da cuando el agente que realiza la función comete con dolo o culpa una falta que
excede la falta de servicio. En este caso el agente es el responsable directo frente al administrado y no el
Estado, quien solo responde subsidiariamente por el daño causado. En nuestro Código Civil lo vemos en el
art. 1109 sobre responsabilidad indirecta cuando haya culpa. A modo de ejemplificar sería el supuesto de
que el agente se enriquezca en forma personal al prestar el servicio o cuando actúe con dolo o falta grave
inexcusable.
Así, en un primer momento se aplicó la responsabilidad subjetiva porque inicialmente se aplicaba
las normas del derecho privado, donde la regla general es la que reza que para que haya responsabilidad
siempre debe existir culpa o dolo, pero cómo solo podían ser responsables las personas físicas, siendo el
Estado una persona jurídica, se decía que el Estado no podía ser responsable por actos cometidos por sus
funcionarios.
Luego la Corte de Justicia cambió y sostuvo que el Estado podía ser responsable en el marco de las
funciones de derecho público, solo por los actos ilícitos cometidos por sus funcionarios al ejercer sus
funciones.
En la actualidad, el Estado responde por los daños causados por actos lícitos e ilícitos (sin
necesidad que los daños sean por culpa o dolo de sus agentes o funcionarios públicos) y cuando se de la
relación de causalidad entre acto y daño. Es decir que la responsabilidad es objetiva y directa basada en la
teoría del órgano. Según esta última, los agentes o funcionarios públicos actúan como integrantes del
órgano Estado. Esta teoría es aceptada por la mayoría de la doctrina, aunque hay otros autores (como por
ejemplo Dormí) que consideran que la responsabilidad del Estado es indirecta.

88. Responsabilidad del Estado “Poderes de guerra”.

Hay además otro caso especial de responsabilidad del Estado por aplicar “poderes de guerra. Se trata del
ejercicio de atribuciones o poderes durante la guerra. Tal sería el caso en el que el Estado se queda con
bienes del enemigo que están en nuestro país o encontrados en el campo de batalla. Estos poderes de
guerra deben ser razonables y proporcionales con el fin que persiguen. Una posición jurisprudencial
posterior sostuvo que el Estado no será responsable cuando el poder de guerra es usado legítimamente,
pero será responsable cuando fuera usado ilegítimamente como por ejemplo, afectar en tiempos de guerra
la propiedad privada por fines que no tienen nada que ver con la guerra y que benefician al Estado.
89. Causas que eximen de responsabilidad al Estado.

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¿Qué necesita el Estado para eximirse de responsabilidad o disminuirla?
En actualidad no se exige que los actos que causaron daño hayan sido cometidos con culpa o dolo sino que
solamente se exige la existencia de causalidad entre el acto dañoso (causa) y el daño para haya
responsabilidad. Ello así, para que el Estado se exima de responsabilidad el daño tiene que haber sido
provocado por un caso fortuito o fuerza mayor o bien, si la víctima tuvo culpa en el hecho. También es
causa de eximente de responsabilidad la existencia de una ley que así lo exima o que disminuya la
responsabilidad del Estado.

90. Resarcimiento
.
¿Cuál es la extensión del resarcimiento del Estado al damnificado?
Una vez comprobada la causalidad entre acto y daño, el Estado debe indemnizar al damnificado.
Si la responsabilidad es por actos lícitos, se indemniza el daño emergente (el efectivamente sufrido) pero
no el lucro cesante (aquello que el damnificado dejó de ganar a causa del daño); por el contrario, si la
responsabilidad es por actos ilícitos, se indemnizan daño emergente y lucro cesante.

91. Prescripción de la acción por daño.


¿Cuánto tiempo tienen los damnificados para demandar al Estado por responsabilidad extracontractual de
actos lícitos o ilícitos?
La acción de daños y perjuicios por responsabilidad extracontractual del Estado prescribe a los
dos (2) años según el artículo 4037 del Código Civil, desde que el damnificado (actor o demandante) tomó
conocimiento de los daños que reclama.

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