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Nicolás Cruz

Catalina Balmaceda
NICOLÁS CRUZ
CATALINA BALMACEDA
(Editores)

La Antigüedad
Construcción de un
espacio interconectado

RiL editores
930 Cruz, Nicolás (ed.)
C La Antigüedad: construcción de un espacio
intetconectado I Nicolás Cruz, Catalina Balma-
ceda (editores). -- Santiago: RIL editores, 2010.

320 p.; 21 cm.


ISBN: 978-956-284-761-2

1 HISTORIA ANTIGUA. 1 CIVILIZACIÓN ANTIGUA.

LA ANTIGÜEDAD:
CONSTRUCCIÓN DE UN ESPACIO INTERCONECTADO
Primera edición: agosto de 2.010

@ Nicolás Cruz - Catalina Balmaceda, 2.010


Registro de Propiedad Intelectual
N° 196.579

@ RIL@ editores, 2.010


Alférez Real 1464
750-0960 Providencia
Santiago de Chile
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Derechos reservados.
-,
ÍNDICE

Los autores 9

Abreviaturas de uso más frecuente 13

Palabras preliminares 15

LA IDEA DEL TIEMPO EN LA HISTORIOGRAFíA CLÁSICA


Francesco Borghesi. 21

DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN: DOS INSTRUMENTOS


PARA LOS CONTACTOS EN EL MEDITERRÁNEO
Raúl Buono-Core 37

LA CIUDAD CÓSMICA Y LA CONCEPCIÓN ESTOICA


DE RACIONALIDAD
Marcelo D. Boeri 61

ROMA y LOS OTROS.


Los CULTOS EXTRANJEROS EN LA REPÚBLICA ROMANA
Cecilia Ames 85

LA GUERRA DE YUGURTA:
SALUSTIO y EL INFORME DE UNA CRISIS GLOBAL
Catalina Balmaceda E. 107

LAS RELACIONES DE ROMA CON LAS PROVINCIAS:


EL PROCONSULADO DE M. T. CICERÓN EN CILICIA
Marta Sagristani 131
AUGUSTO y LOS COMIENZOS DEL CULTO IMPERIAL
COMO ELEMENTO DE UNIFICACIÓN DEL IMPERIO
Cesare Letta 155

POEMA, EXILIO, DIFERENDO.


APROXIMACIÓN A LA POÉTICA DEL DESTIERRO EN OVIDIO
Miguel Ruiz Stul/.. 171

GEOGRAFíA LITERARIA, CULTURAL Y POLíTICA


EN METAMORPHOSES DE ApULEYO
Guil/ermo de Santis 191

MODALIDADES DE CIRCULACIÓN DE LA INFORMACIÓN


OFICIAL EN EL ALTO IMPERIO ROMANO
Ale;andro Bancalari Molina 215

¿PERSONAS INFORMADAS EN EL MEDITERRÁNEO ANTIGUO?


Nicolás Cruz 235

GOBERNANTES VIAJEROS:
EL EMPERADOR ADRIANO (II7-I38),
UN CASO EN EL MUNDO ANTIGUO
Ale;andro Vil/alabas Martínez.. 273

LA TABULA PEUTlNGER1ANA,
ENTRE IMAGINAR Y REPRESENTAR EL MUNDO
EN EL IMPERIO ROMANO
MarcelaA. E. Cubil/os Poblete 299

Índice de nombres antiguos 319

Índice de nombres modernos 323

Índice toponímico ... 329

..
DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN:
DOS INSTRUMENTOS PARA
LOS CONTACTOS EN EL MEDITERRÁNEO

Raúl Buono-Core

Resumen: este artículo busca establecer el decisivo rol


que tuvo el desarrollo de la navegación y el comercio con
el consecuente desenvolvimiento de un sistema formal de
relaciones entre los diversos pueblos y Estados de la cuenca
del Mediterráneo, que hoy se podrían denominar como
contactos diplomáticos, en momentos en que se estaba en
los albores del inicio de un sistema y de un lenguaje más
o menos comparables a lo que se entiende por diplomacia
moderna, y que buscaba mantener la paz y la concordia
entre las diversas culturas y núcleos políticos. Sin lugar a
dudas el Mediterráneo se convierte en una vía, en el mejor
instrumento para que esos vínculos se concreten y se hagan
realidad.
Palabras clave: diplomacia, navegación, arbitraje, tre-
gua, neutralidad, comercio, oráculos.

LAHISTORIADELMUNDOANTIGUOes también una historia del


Mediterráneo. Un ámbito que se transforma en un gran escenario
en el que, en sus bordes y en su interior, pueblos y civilizaciones
construyen su propia realidad, más aún, su identidad. Visto así,
se transforma no solo en un medio para acceder, sino también
en un punto de encuentro y desencuentro, pero por sobre todo,
en un medio de contacto. Las dificultades de desplazamiento en
tierra firme lo convierten en la gran autopista de la Antigüedad;
-,
37
RAÚL BUONO-CORE

en la que es posible desplazarse con mayor rapidez y seguridad,


condición que permite el nacimiento de diversas actividades, como
la exploración y el comercio, además de la conversión de pueblos
de tradición continental en pueblos incitados por el marl.
El aprovisionamiento de metrópolis como Atenas, Roma o
Constantinopla solo se podía afianzar a través del mar. Esta ne-
cesidad generó flotas mercantes y de guerra con el fin de volver
seguras las rutas marítimas2 junto con una activa diplomacia.
Sabemos de Estados que incluso llegaron a su mayor esplendor
basando su poder en una talasocracia, como es el caso de Creta
y Etruria. Al aumentar la calidad y la cantidad de las mercaderías

Sobre el Mediterráneo en el mundo antiguo existe una variada bibliografía,


entre la que destacan autores como: Casson, L. The Ancient Mariners, Se-
afarers and sea-fighters of the Mediterranean i" a"cient times, New York,
1959- Second edition, Princeton, 1991; Id., Ships a"d seamanship's i,z the
alzcie"t lIJorld,Princeton-New Jersey, 1971; Id., Travel i" the a"cie"t lIJorld,
London, 1974; Id., «Harbour and river boats of ancient Rome», en fRS, 55,
1965, pp. 30-39; Rougé, j. La mari"e da"s l'A"tiquité, París, 1975;Janni, P.
11mare degli Antichi, Bari, 1996; González Espelosin, F.j. El descubrimie"to
del mundo-Geografía y via;eros e" la antigua Grecia, Madrid, 2000; Breglia,
L. Le antiche ratte del mediterra"eo, Roma, 1966; Rougé, j. Recherches sur
/'orgalzisatiOlzdu comerce maritime en Méditerranée sous /'Empire romain,
Paris, 1966; BIackman, D. J. «Ancient harbours in the Mediterranean..,
en [fNA, 11,1982, pp. 79-104 y 185-212; Balil, A. «Navigazione e rapporti
marittime», en Misce/lalzea di Studi Classici i" o"ore di Euge"io Mall/zi, 1,
Roma, 1980, pp. 173-180; Artzy, M. Los "ómadas del mar, Barcelona, 2007;
Braudel, Fernand El mediterráneo: el espacio y la historia, México, 1989;
Braudel, F. y Duby, G. (compiladores), El Mediterrálzeo: los hombres y su
herencia, México, 1986.
Sobre estos temas del poder y el comercio en el mar: Buono-Core, R. «Flotas
militares y guerras navales en el mundo antiguo: el problema del poder na-
val», en LIMES,9/1 O, 1997-1998, pp. 187-206; Morrison, j.S. «Greek naval
tactics in the 5th century BC»,en [fNA, 3, 1974, pp. 21-26; Taillardat, j. «La
triere athénienne et la guerre sur mer aux Ve et IVe siecle», en Brisson, j. P.
Problemes de la guerre en Grece a"cielme, París, 1968, pp. 183-205; Thiel,
j. H. Studies O" the history of Roman seapollJer e" Republica" times, Áms-
terdam, 1946; Reddé, M. Mare Nostrum. Les infrastructztres, le dispositif
et /'histoire de la mari"e militaire sous I'empire romain, Roma, 1986; Zac-
cagnini, C. Mercanti e politica"el mondo antico (Ed.), Roma, 2000; Redde,
M.- Golvin, j. C. I romani e il Mediterraneo, Roma, 2008.
..
DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN

transportadas surgió la piratería, la que llegó en ciertos momentos


a ser endémica, problema del que ya tenemos los primeros datos
en los conocidos pasos de Tucídides y Heródoto, quienes se re-
fieren a Minas, rey de Creta, que habría derrotado a algún tipo
de piratas más o menos en el siglo xv a.e. En los textos de Tell
el-Amarna hay datos bastante creíbles acerca de algunos pueblos
del mar (los que bien podrían haber correspondido a algún tipo
de piratas o de pueblos convertidos a la lucrativa actividad de la
piratería), que en la época del faraón Akhenatón iban a atacar
el litoral egipcio y el puerto de Biblos3. Los shardana aparecen
en varios textos antiguos antes que los filisteos y no se limitan
a la época de Ramsés III. Se habla de ellos en los textos de Tell
el-Amarna y también Ugarit, y hacen su aparición como piratas
en Egipto durante los primeros años del reinado de Ramsés 114.
Entre los siglos IX y VIIIa.e. los fenicios aseguran las rutas
marítimas a través de la fundación de colonias, entre las que se
cuenta Cartago, ciudad que como sabemos llegará a tener un in-
menso poder en el Mediterráneos. Navegando los griegos llegaron
Casson, L. The A/lcie/lt Mari/lers, Seafarers a/ld sea-fighters of the Mediterra-
/leall i/l a/lcie/lt times, New York, 1959- Second edition, Princeton 1991; trad
it., pp. 32-33; sobre la piratería por ejemplo: Ormerod, H.A. Piracy i/l the
A/lcie/lt World, Liverpool, 1924; Brule, P. La piraterie crétoise hellénistique,
Besancon, 1978; Dell, H. «The origin and nature of IlIyrian Piracy», en His-
toria, XVI,1967, pp. 344-358; Perinet, Ch. «La piraterie dans la latinité», en
Caesarodum, 1968, pp. 75-80; Maroti, E. «Diodotos Tryphon et la piraterie»,
en Acta Antiqua, 10, 1962, pp. 187-194; Id., Piracy i/l the age of the roma/l
civil wars, Budapest, 1972; Crawford, M. «Republican denarii, in Romania:
the represión of piracy and the siave trade», en ]RS,LXVII,1977, pp. 117-124;
Dell, H. J. «The origin and nature of IlIyrian Piracy», en Historia XVI,1967
Buono-Core, R. «Piratería, política y comercio en una Roma republicana»,
en SER,XII,2004, pp. 61-76; Gras, M. «La piraterie tyrrhénienne en mer Egée:
mythe ou réalite?», en Mélanges Heurgon, 1,1976, pp. 341 Yss.; lentile, M.
G. La pirateria tirrenica, en Kokalos, Suppl. 6, 1983; Levi, M. A. «Le cause
della guerra romana contro gli IlIiri», en Revista di Studi Antichi, 1973, pp.
317-325; Anson, E. M. «The Persian fleet in 334», en CP, 84,1989, pp. 44-49.
Artzy, M. op. cit., p. 146 Yss.
Acquaro, E. (a cura di), Sul/e rotte dei Fenici, Roma, 1999; Chiera, G., 1Fenici
mercan ti e avventurieri del/'antichitiz. Un popolo di navigatori da Oriente a
Occidente lungo le vie del sale, Roma, 1979.

39
RAÚL BUONO-CORE

al Mar Negro, al sur de Italia y a Sicilia, a la Cirenaica, al norte


de África, al sur de Francia y España, realidad que más adelante
detonará un conflicto con Cartago. La certeza de la presencia de
algunos Estados en el Mediterráneo va de la mano con el desarrollo
de la navegación y del poder político, convirtiendo algunas zonas
de ese espacio marítimo en un territorio en disputa. Los conflictos
entre griegos y cartagineses o las alianzas entre cartagineses y etrus-
cos contra los griegos6, van convirtiendo el Mediterráneo en una
prolongación del dominio territorial de esas potencias, hecho que
hará posible el surgimiento de los instrumentos que permitirán, en
algunos casos, negociar y solucionar por la vía pacífica algunos
de esos conflictos. Los etruscos, en algunos períodos dueños del
mar Tirreno, se opondrán a la fundación de colonias griegas au-
tónomas en la costa occidental de la península itálica, al norte de
Cumas7. Es probable que, a pesar de esto, alguna ciudad etrusca
como Cerveteri o Gravisca tolerase la presencia de alguna filial de
comerciantes griegos con el objeto de importar bienes suntuarios
desde Grecia, que admiraron y adquirieron en grandes cantida-
des, según lo atestiguan los objetos encontrados en las necrópolis
etruscas. No estamos en condiciones de afirmar con certeza que
en el siglo VIa.e. naves etruscas llegasen hasta el Egeo, pero sa-
bemos, eso sí, que los etruscos tuvieron paralelamente una fama
de temibles piratas, aun cuando es probable que esta haya sido
solo un aspecto de sus actividades marítimas8. Heródoto nos da
la noticia de que entre el 540 Yel 530 a.e. se produjo una batalla
naval frente a la colonia griega de Masalia (Marsella), en la cual

Colozier,Mlle Ét. «LessÉtrusqueset Carthage», en MEFR,LXV,(1953), pp.


63-98; Ferron, J. «Les relations de Carthage avec l'Étrurie», en Latomus,
XXV,1966, pp. 689-709.
Combet Farnoux, M. B. «Cumes, l'Étrurie et Rome, a la fin du VIe siecle
et au début du Ve siecle- Un aspect des premiers contacts de Rome avec
I'hellénisme», en MEFR,LXIX,1957, pp. 7-44.
Estrabón, IV, 1, 10, relata la presencia de piratas tirrénicos frente a las islas
Stecadi, en los alrededores de Marsella.
.,
DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN

los marselleses lograron rechazar un ataque cartaginés. En ese


encuentro es probable que los etruscos hayan participado también
con sus naves9. Al parecer dicha victoria fue a lo Pirro, porque
a pesar de la derrota Cartago logró progresivamente alejar a los
navegantes y mercaderes extranjeros del Mediterráneo occidental,
hecho que le permitió, a fines del siglo VIa.c., conquistar el rico
reino de Tartessos en España, bloqueando el estrecho de Gibraltar,
logrando en esa área marítima un monopolio comercial que en
el mundo. antiguo no tuvo parangón. Un siglo antes los griegos
ya habían llegado al Atlántico, presumiblemente hasta Britania,
centro del comercio del estaño. Entre el siglo VIIe inicios del VI
a.c. florecía el comercio marítimo griego y la cerámica corintia
estaba muy difundida en el Mediterráneo oriental.
A partir de la experiencia de Salamina y el consecuente
abandono de los persas de su política de expansión sobre Euro-
pa, Atenas consolidará en los próximos 150 años los principios
fundamentales de su política exterior y económi~ potencia
naval y el comercio marítimo. En el siglo IVa.c., cuando en Gre-
cia cambian los equilibrios de fuerzas, Atenas seguirá pensando
en la necesidad de una capacidad naval, pero los macedonios los
derrotarán en la batalla de Amorgo, poniendo fin a su potencia
militar ycomercial10. En la época helenísticala actividad marítima
descansa también en el comercio.

Kramer, Frank R. ..Massilian diplomacy before the second punic war», en


A]P, LXIX,1, 1948, pp. 1-25; Buono-Core, R. «Roma, Marsella y el Medi-
terráneo occidental», en SER,1991, pp. 21-34; Nenci, G. «Le Relazioni con
Marsiglia nella politica estera romana», en Rivista di Studi Liguri, 24,1958,
pp. 24-97; Dewitt,J. «Massilia and Rome», en Trans. Americ. Philol. Assoc.,
LXXI,1940, pp. 605-615.
10 Para la política exterior de Atenas y Grecia, ver principalmente Bengsron,
H. , Die Verrriige der griechisch-romischen Welt von 700 bis 338 v. Chr..
Mitwirkung V.Werner, R. en Die Sttatsvertrage des Altertums, Bd. 11,Berlín,
1962-1975; Bouthoul, G. Traité de Polémologie. Sociologie des guerres,
París, 1970; Detienne, «Géométrie, Politique et Société», en AllIzales Ese,
20, 1965; Fernández Nieto, F. Los acuerdos bélicos en la antigua Grecia:
época arcaica y clásica, Santiago de Compostela, 1975,2 vols.; Moggi, M.

.. 41
RAÚL BUONO-CORE

En el Occidente, pocos años después de la victoria sobre


Cartago, Gerión 1 de Siracusa se deshizo de la amenaza etrusca

(a cura di), I sinecismi interstatali greci, Pisa, 1976; La vie intemationale


dans la Crecedes Cités(VI-lV s.av.J.c.),París,1940;Philippson,C. The
lntemacional Law and Custom o( Ancient Creece and Rome, London,
1911,1-11;Ténékides, M. G. «Droit Internacional et communautés fédérales
dans la Grece des cités (v-m siecles avant J.-c.)>>, en Recueil des Tours de
/'Académie de Droit Internacional, 90, 1956,11, Leyde, 1957; Calabi, Ida
Ricerche sui rapporti tra le poleis, Firenze, 1953; Id., «11trattato romano-
etolico del 212 nella nuova epigrafe acarnana», en RFlC,n.s. XXXIX,1956,
pp. 389-397; Phillipson, C. The lntemacional Law and Custom o( A/lcimt
Creece a/ld Rome, London, 1911; Vernant, P. (edit.); Problemes de la guerre
e/l Crece allcie/l/le, París, 1968; Calderone, Pístis-Fides. Ricerche di storia e
diritto internazionale nell'antichita, Mesina, 1964; Raffaela, L., Cresci, F.,
Gazzano D., Orsi, P. La retorica della Diplomazia nella Grecia Antica e a
Bisanzio, Roma, 2002; Santi Amantini, L. (a cura di), Dalle parole ai (atti,
RelaziOlzi interstatali e comlmicazione politica /lel mondo a/ltico, Roma,
2005; Piccirilli, L. L'i/lvmzio/le della diplomazia /lella Crecia antica, Roma,
2002; Canali De Rossi, F. Le ambascerie dal mondo greco a Roma in eta
republicana, Roma, 1997; Ferrabino, A. J/ problema del/'¡mita /lazi01lale
nella Crecia alltica, 1, Roma, 1972; Badian, E. «Rome and Antiochus the
Great: a study in cold wac», en CP,LIV,2, (1959), pp. 81-99; Id., ..The treaty
betWeen Rome and the Achaean league», en}RS,42,1952, pp. 76-80; Mosley,
D.J. Envoys and Diplomacy in ancient Greece, Historia-Einzelschriften-heft,
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années de recherches (1966-1975)>>,en BCH,99,1975, pp. 853-896; Aymard,
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Revue Historique, CCXVII,2,1957, pp. 233-249; Sordi, M. «Atene e Sparta
dalle guerre persiane al 462/1 a.c.», en Aevum, 1-11,1976,pp.25-41; Id., «1
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Aevum, LIV,1980, pp. 23-34; Mc Donald, A. H. «The Treaty of Apamea»,
en }RS, LVII,1967, pp. 1-8; Mc Donald and Walbank, F.W. «The origins of
the second macedonian war», en }RS, 1937, pp. 180-207; Buono-Core, R.
.<Lasoperaciones navales en las guerras macedónicas: una vía romana para
consolidar el poder político en Grecia y el mundo helenístico», en Revista de
Historia Universal, 6, 1996, pp. 20-36; Bosch-Gimpera, P. «Una guerra fra
cartaginesi e greci in Spagna: la ignorata battaglia di Artemision», en RFlC,
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della 'Eparchia' punica di Sicilia», en Kokalos, 32, 1986, pp. 115-179; Ruzic-
ka, S. «War in the Aegean, 333-331 B.C.: a reconsideration», en Phoe/lix,
42,1988, pp. 131-151; Worthington, 1. «Alexander the Creat and the date
of the Mytilene decree», en Zeitschri(t (ür Papyrologie ¡/lid Epigraphik, 83,
1990, pp. 194-215; Kallet-Marx, L. «The Kallias decree, Thucydides, and
the outbreak of the Peloponnesian war», en CQ, 39, 1989, pp. 94-113.

. .\
DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN

en la batalla de Cumas el 474 a.c., terminando con la potencia


marítima etrusca, lo que quedó en evidencia cuando estos se alia-
ron con Atenas durante la Guerra del Peloponeso, entregándoles
un nulo apoyo en el marl l.
Roma por otro lado estaba muy lejos de representar una pre-
sencia marítima. El hecho de que en el asedio de Antium (Ancio),
el 341 a.c., haya usado veinte naves de guerra no es algo relevante
si se le compara con los parámetros en uso en el Mediterráneo
oriental. También es incierto que en el período posterior al asedio
haya mantenido algo parecido a una flota de guerra. Contaba con
una marina mercante de poca importancia, según se puede apreciar
en los tratados comerciales con Cartago, el primero de los cuales
fue estipulado entre elS09 y elS08 a.C.ll. Es difícil, pero no impro-
bable, que los púnicos hayan abierto a un competidor de cuidado
algunos puertos que estaban bajo su esfera de influencia y que en
dicho acuerdo son descritos13.Hasta el Imperio el comercio marí-
timo fue, en primer lugar, una prerrogativa de las ciudades griegas
de la Magna Grecia y de Sicilia, las que como sabemos, poco a

11 Combet Farnoux, M. B. alJ. cit., en MEFR,LXIX,(1957), pp. 7-44.


12 Heurgon, J. «Sur I'interdiction de naviguer au-delil du Beau-Promontoire
dans le premier traité entre Rome et Carthage, (PoI., III,22-23»>, en Scripta
Varia, Collection Latomus, 191, 1986, pp. 107-115; Calderone, S. «Livio
e il secondo trattato romano-punico di Polibio», en Miscellanea di Studi
Classici in onore di Eugenio Manni, Roma, 1980, pp. 365-375; Giannelli,
C. A. «Quattro o cinque i trattati romano-punici?>" en Helikon, 11,1962,
pp. 415-424; Nenci, G. «11trattato romano-cartaginese», en Historia, VII,
1958, pp. 263-299; Mitchell, R. E. «Roman-Carthaginian treaties: 306 and
279/8 B.C.», en Historia, XX,1971, pp. 633-655; Badian, E. «Two Polybian
treaties», en Miscellanea di Studi Classici in onore di Eugenio Manni, 1,
Roma, 1980, pp. 161-169; Sancho Royo, A. «En torno al tratado del Ebro
entre Roma y Asdrúbal», en Habis, 7, 1976, pp. 75-110; Buono-Core, R.
«Los tratados y la política: el caso de Aníbal Barca'>, en SER,XIII,2006, pp.
47-64; Santos Yanguas, N. «El tratado del Ebro y el origen de la segunda
guerra púnica», en Hispania, 37,1977, pp. 269-298.
13 El tema de los espacios marítimos como territorios soberanos se analiza
en Buono-Core, R. «La oceanopolítica y la geopolítica, ¿claves para una
comprensión del expansionismo romano entre los siglos VIy IIIa.c.?», en
SER, VII-VIII, 1996, pp. 57-69.

. .\ 43
RAÚL BUONO-CORE

poco se irán convirtiendo en aliadas de Roma. Es prácticamente


inútil tratar de encontrar en una Roma republicana movimientos
de naturaleza mercantil, el que en el mejor de los casos significó
solo el aprovisionamiento de granos de la capital. Incluso cuando
en el166 a.e. Oelos fue declarado algo así como puerto franco de
carácter internacional-una competencia que seguramente afectó
a Rodas-, parece que Roma no se vio directamente beneficiada
(recordemos que coincidiendo con el estallido de la Primera Guerra
Púnica el 264 a.e. armó una flota propia por primera vez). Más
adelante la capacidad naval de Roma es la que impide que Filipo
V de Macedonia, aliado de Cartago, pueda intervenir en Italia.
Estos hechos marcan el inicio de la unificación del Mediterráneo
por una única potencia universalmente reconocida, que se realizará
después de la consolidación del gobierno central en Roma, en los
tiempos del emperador Octaviano Augusto.
En un mundo así, pleno de tensiones, en el cual el péndulo
va y viene, los pasos de la diplomacia contribuyen por ejemplo al
reconocimiento de los espacios periféricos, por lo cual, al interior
de los Estados o de la urbe los embajadores extranjeros serán
acogidos y recibidos, interesándose por los problemas de cada
uno, entrando en contacto con los poderes del Estado. Mientras
los embajadores romanos, sus legados, protegidos por la invio-
labilidad que les confería el cargo, se proyectarán incisivamente
hacia las naciones extranjeras, estableciendo los tiempos y los
límites de ellasl4.

14 Paralasrelacionesexterioresde Roma,entreotros autores,TorregarayPagola,


E. -J. S. Yanguas (Eds.), Di/llomacia y autorrepresentación en la Roma Anti-
gua, Vitoria, 2005; Auliard, C. La diplomatie romaine-L'autre i1tStrument de
la conquete, Rennes, 2006; Canali De Rossi, F. Le relazi(mi diplomatiche di
Roma, 1,Roma, 2005; Angeli Bertinelli, M. G. e Piccirilli, L. (a cura di), Serta
Antiqua et mediaevalia, IV,Linguaggio e termini/ogia diplomatica dall'antico
oriente al/'impera bizantino, Roma, 2001; Buono-Core, R. ..Los tratados en el
mundo romano», en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, XXV,2003, pp.
23-34; Veyne, P. «y a-t-il un impérialisme romain?», en MEFRA,87, 1975, pp.
793-855; Rebuffat, M. R. «Les Phéniciens a Rome», en Melanges d' archéologie
. .t
44
DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN

El estudio de la antigua diplomacia fue objeto de preocupa-


ción desde la época bizantina, cuando una serie de hechos rela-
cionados con las embajadas mencionadas por los historiadores
de la Antigüedad fueron compilados para el uso del emperador
Constantino VII Porfirogenetols. La finalidad de ese proyecto fue
mostrar que los romanos conquistaron el mundo no solo con las
armas, sino que a través de la palabra, la que encontró su plena
expresión en Grecia, en el ágora y en la Asamblea, y en Roma,
en las deliberaciones del Senado, las que dieron a conocer en el
extranjero sus legados.
Veamos entonces algunos ejemplos que nos permitan analizar
por qué la diplomacia fue una vía unificadora en este gran esce-
nario que es el Mediterráneo.
Hasta fines del siglo XIXse consideraba el derecho internacio-
nal público como un logro de la civilización moderna, por lo que la
posibilidad de que se aceptara la existencia de algún instrumento
como un arbitraje en la Antigüedad era completamente imposible.
Hoy sabemos que la información salida a la luz después del des-

et d'histoire, 78, 1966, pp. 7-48; Derow, P.S.«Polybius, Rome and the East»,
en jRS, LXIX,1979, pp. 1-15; Gabba, E. «Aspetti culturali dell'imperialismo
romano», en ATH,65, 1977, pp. 49-74; Frank, T. «Mercantilism and Rome's
foreign policy», en Amm. Hist. Rev., XVIIl,1913, pp. 233-252; Clemente, G.
«Esperti» ambasciatori del Senato e la formazione della politica estera romana
tra il IIIe il IIsecolo a.c.», en ATH,III-IV,1976, pp. 319-352; Errington, R. M.
«Rome and Spain before the Second Punic War», en Latomus, XXIX,1, 1970,
pp. 25-57; Harris, W.v. (Edit.), «The Imperialism of Mid-Republican Rome»,
en Papersand monographs of the Ameriam Academy in Rome, XXIX,Roma,
1984; Briscoe, J. «Eastern Policy and Senatorial Politics 168-146 B.C.», en
Historia, XVIII,1969, pp. 49-70; Walbank, F.W. «Roman declaration of war
in the third and second centuries», en cr, XLIV,1949, pp. 15-19; Id., «Poly-
bius and Rome's eastern policy», en jRS, LlII,1963, pp. 1-13; Eckstein, A. M.
«Hannibal at new Carthage: Polybius 3.15 and the power of irrationality»,
en cr, 84, 1989, pp. 1-15; Pomeroy,A.j. «Hannibal at Nuceria», en Historia,
XXXVIII,1989, pp. 162-176.
15 Sobre esos argumentos me permito recordar una de la primeras obras
publicadas en español, la de Herrera, H. Las relaciones intemacionales del
Imperio Bizantino durante la época de las grandes invasiones, Santiago de
Chile, 1972.

. .\ 45
RAÚL BUONO-CORE

cubrimiento de numerosos textos epigráficos sobre congresos y


tratados estipulados entre las polis ha cambiado esa añeja visión
del mundo antiguo, Además, hace poco más de cincuenta años,
los nuevos descubrimientos arqueológicos de las civilizaciones
más antiguas de Asia y los progresos hechos en el desciframiento
de las escrituras de carácter cuneiforme permitieron dar a cono-
cer algunos textos de tratados del mundo sumerio que incluyen
ejemplos de arbitrajes y que corresponden a un tiempo cercano al
tercer milenio a.e. Por cierto estas evidencias no son suficientes
para sostener que el arbitraje internacional haya tenido su origen
en la Antigüedad, sobre todo porque es improbable que entre esa
época y el mundo actual existan idénticos sujetos jurídicos. Tam-
bién sería un error creer que en el mundo griego la finalidad del
arbitraje internacional haya sido la eliminación de las causas de
la guerra a través de la colaboración de dos o más polis, porque
la realidad es que permanentemente sufrieron las penurias de
esos conflictos, Hoy un arbitraje internacional se entiende como
el procedimiento en «el que un juez, libremente elegido, conoce y
decide inapelablementesobre una disputa» 16, Recordemosque el
término arbitraje deriva de la palabra latina arbiter, que se refiere
al que asistía a los litigantes. Al parecer en los primeros tiempos
tuvo más bien la función de un mediador, para después pasar a
ser un juez elegido por los litigantes para dictar un arbitrium ]7, es
decir, una sentencia. Era la persona que conciliaba a los litigantes,
que mediaba entre las dos partes, Hasta ahora no disponemos de
antecedentes confiables como para pensar que esa institución fuese

16 Sereni,A.B.s.v.arbitrato,en el Novo DigestoItaliano,Torino,1937,1,p.


638; Piccirilli, L. I (a cura di), Gli arbitrati interstatali greci, Pisa, 1973;
Buono-Core, R. «Tratados y arbitrajes en Atenas del siglo V a.c.», en Eu-
ropa, 2, 2004, pp. 29-38; Tod, M. N. Intemational arbitration among the
Greeks, Oxford, 1913; Raeder, A. L'arbitrage intemational chez les He//e,zcs,
Kristiania,1912.
17 Cfr.De Ruggiero, op. cit., p. 13 Yss.; Balch,R. W.Arbitration as a term of
internacional Law, Philadelphia, 1920.
DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN

creada por los griegos o por los romanosl8. En el caso griego no


existen datos de designaciones específicas para un arbitraje pú-
blico en el que el Estado haya sido el juez arbitral, ni menos del
modo como se tramitan en el mundo moderno, me refiero a los
árbitros internacionales. Los antecedentes que nos entregan los
textos literarios y epigráficos relacionados con los procedimien-
tos arbitrales entre las poli s se refieren a toda la historia griega,
desde la edad arcaica hasta los primeros siglos d.C No parece
real que haya existido una institución jurídica que pueda llamarse
con un nombre y haya tenido una fisonomía permanente desde
la época arcaica hasta la época romana. Aun así existen ejemplos
de desavenencias entre dos o más polis que fueron resueltas con
medios pacíficos, impidiendo de ese modo una solución violenta.
La existencia de esos hechos y de esas tradiciones, demuestra la
constante preocupación del pueblo griego por la justicia y sus
deseos de paz. Los más recientes estudios de las fuentes literarias,
epigráficas o papirológicas determinan que entre el siglo VIIIa.C
y el siglo IVa.C hay 61 arbitrajes llamados históricos y 19 míti-
cos, estos últimos consignados a juicios arbitrados por héroes o
divinidades -presumiblemente- protectoras de las polis. Reales o
no, demuestran que la tradición ya estaba constituida 19y formaba
parte de la memoria colectiva.
Ahora bien, el espíritu de justicia y los esfuerzos por instalar
una sociedad justa, los procedimientos y las reacciones humanas,
hacen que algunos episodios de la Antigüedad muestren similitu-
des con los actuales. Pero si a los historiadores del derecho esas
analogías pueden parecerles satisfactorias, no podemos olvidar la
gran diferencia que presentan las muy diversas circunstancias en
que ellos ocurrieron. Si en una discusión actual sobre la esencia
del derecho internacional, su autonomía, sus fuentes y sujetos se
considera solo instituciones de la antigua Grecia, se está cometien-

lB Calabi, I. ofJ. cit., Firenze, 1953, p. 93.


19 Piccirilli (L. a cura di), Gli arbitra ti interstatali greci, Pisa, 1973.

. . 47
RAÚL BUONO-CORE

do un error. No todos los aspectos de los logros de la civilización


griega evolucionaron del mismo modo en las diversas regiones,
además, la estructura social moderna es distinta a la griega; esta
última nunca tuvo una estructura política técnicamente estable,
por el contrario, estuvo en permanente movimiento y cambio.
Otra cosa es que, tal como lo ha presentado la investigación
moderna, el arbitraje haya existido en la antigua Grecia. No hay
que perder de vista que esa realidad estuvo acompañada de la
poca voluntad de los griegos en constituirse en un Estado único.
Dicho procedimiento no tuvo la frecuencia necesaria para impe-
dir o moderar las continuas guerras que agitaron a Grecia, o que
después, en la mayoría de los casos, no aceptaran la sentencia
de los árbitros. Aunque se pueda en este campo formular juicios
morales, el constante esfuerzo por actuar con justicia fue una
admirable prueba de la refinada conciencia ética de los griegos y
de la sensible discordia en la política, entre la especulación teórica
y las condiciones reales.
En el mundo griego existió un derecho internacional que buscó
regular las relaciones entre las polis. De ese principio surgió, por
ejemplo, la aplicación de un derecho comercial que era común a
todas, con tribunales marítimos que regulaban las relaciones entre
los ciudadanos de ellas y otros pueblos. En el mar se aplicó un
derecho marítimo que normó el comercio internacional, el que
tuvo especial relevancia a la hora de estipularse algún tipo de
tratado comercial. Por ejemplo, este otorgaba a los ciudadanos
privilegios frente a los organismos públicos, hasta hoy, siempre
confrontacionales y poco amistosos. El derecho ático fue más plu-
ralista porque reconoció la existencia de dos derechos paralelos,
transformándose en la corrección y en el complemento del otro,
situación necesaria en la humana realidad de las cosas. En cuanto
a la organización jurídica, a pesar de haber estado en un ámbito
más bien limitado por su naturaleza técnica, era muy sensible y
abierto a la lógica y a la capacidad creativa propia del derecho.
. .\
DIPLOMACIA y NAVEGACiÓN

La elección de un juez arbitral demostró la fe en la existencia


de una justicia única e igualitaria para todos los griegos. El no
aceptar arbitrajes con potencias extra griegas convirtió el asunto
en un problema local, pero aun así se transformó en un ejemplo
para los que en esos tiempos habitaron la cuenca del Mediterráneo.
Otro instrumento diplomático fue el de la neutralidad20. No
es mucho lo que se ha escrito sobre la diplomacia en la antigua
Grecia, por consiguiente, el tema de la neutralidad ha merecido
menos atención aún. Hay datos para afirmar que los inicios de un
debate sobre esto ocurrieron cerca del fin de las Guerras Médicas.
Por Heródoto, sabemos de varias poli s que fueron partidarias de
los persas, por lo que fueron acusadas de traicionar a la Hélade21.
Los griegos probablemente consideraron que la neutralidad ante
los bárbaros era inaceptable, algo que Tucídides menciona al re-
ferirse a Siracusa, que toma esa postura, hecho que hace aparecer
a los neutrales ayudando al más fuerte. La vergüenza de haber
apoyado a los persas fue un hecho insostenible y se usó como
argumento para atacar al adversario, surgiendo la propaganda
como un instrumento potente de presión psicológica a las ciudades
que habían apoyado a los persas o habían permanecido neutrales.
Uno de los argumentos entregados fue el de haber seguido las
órdenes del oráculo de Delfos, santuario que como sabemos, fue
famoso porque en base al sentido común reguló en gran medida
las relaciones internacionales, y en el caso de la invasión persa
aconsejó no oponerse a ella. Por esto Heródoto, cuando se refiere
a las ciudades que apoyaron a los persas, hace la diferencia entre
las que lo habrían hecho voluntariamente y sin presiones, las que

20 Buono-Core, R. «La neutralidad y la tregua sagrada en Grecia: ¿actos


diplomáticos?», en LIMES, 19,2007, pp. 147-160; Fernández-Nieto, F.,
«Tregua sagrada, diplomacia y política durante la Guerra del Peloponeso»,
en E. Frezouls & A. Jacquemin, (eds.), Les relatiolls j¡ltemaciOllales, París,
1995, pp. 161-187; Nenci, G., «La neutralita nella Grecia antica», en Studi
sui rapporti j¡lterstatali lid mOlido a¡ltico, Pisa, 1981.
21 Heródoto, 8, 144,2.

49
-.
RAÚL BUONO-CORE

lo habrían hecho entusiastamente y las que lo habrían hecho por


necesidad, lo que demuestra que no todos estuvieron de acuerdo
y que, por el contrario, se dividieron entre los que tomaron el
camino de la neutralidad, los que hicieron la guerra contra los
persas y los que se pusieron de su lado.
Durante el siglo V a.c., cuando aún en Grecia se discutía sobre
estos acontecimientos, los griegos comenzaron a verse frente a una
elección aún más difícil, ya no referida a la posición tomada frente
a los bárbaros, sino frente a los mismos griegos, en la víspera de
la Guerra del Peloponeso. Tucídides registra los discursos de los
embajadores que defendieron la posición tomada por las polis22.Es
el siglo de la gran discusión sobre la neutralidad, acompañado del
florecimiento de la cultura y del arte, un debate de alto nivel, estilo
que en su forma y en su fondo afortunadamente ha permanecido
hasta hoy día. Hay que tener presente que los griegos considera-
ron la guerra como una forma de compromiso permanente; eso
explica en cierto modo el grado de dramatismo que ella asume
en Heródoto y Tucídides, cuando se tiene que decidir y elegir si se
involucran o no en el conflicto, porque la neutralidad, tal como
estamos viendo, fue probablemente considerada desde un punto
de vista teórico, extraña a la mentalidad griega. La neutralidad no
es vista como una condición permanente, sino como una posición
que en algún momento es necesario tomar. Elegir la neutralidad
tuvo el significado de algo así como salir del medio y alejarse del
centro. Fue el resultado del deseo de una comunidad de ponerse
a cubierto para lograr una forma de tranquilidad y de seguridad
para todos sus miembros, al precio de desprestigiarse y quedar en
una posición incómoda frente al resto de las polis griegas.
Hay también una sutil diferencia entre neutral y neutro. Tu-
cídides nos señala que la neutralidad no fue jamás neutra cuando
menciona a los siracusanos, quienes les dicen a los habitantes
de Camarina que la noción de neutralidad va de la mano con la
22 Tucídides, 3, 62, 1.

5° . .t
DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN

igualdad y la equidistancia23. No fue fácil para una ciudad que


necesitaba mantener su autonomía, su autarquía y su libertad,
conciliar estos principios con la idea de neutralidad. Los griegos
pusieron en peligro estos principios al aliarse en ligas con el fin de
mantenerse independientes, pero al costo también de perder parte
de esa independencia. Hubo un ideal griego que los llevó a la insu-
laridad, o al menos al deseo de aislamiento, deseo que se concretó a
medias cuando formaron alianzas que en muchas ocasiones fueron
un factor de conflicto entre las polis, porque algunas desearon la
neutralidad y otras en cambio se opusieron. Sobre todo en los
conflictos se generó la necesidad de tener a alguien que pudiese
hacer el papel de intermediario, situación que de alguna manera
se dio en los juegos panhelénicos y en las ceremonias religiosas
que se realizaban en las sedes de los oráculos, espacio sagrado en
el cual los que asistían quedaban en una situación bastante similar
a las del que se asila, aunque el tiempo en esa condición haya sido
breve. Por esto en Grecia eran buscados con mucho cuidado los
lugares que garantizaran una total neutralidad, asegurándose de
ese modo una convivencia aceptable para los encuentros entre
enemigos, un espacio apropiado para la palabra y las ideas. Delfos
fue uno de esos lugares; el oráculo conoció las condiciones de los
adversarios y los aconsejó con sensatez, aunque quizás acatando
de preferencia los deseos de quienes buscaron en su autoridad la
aprobación plena de sus propuestas. Aun así, los consejos fueron
generalmente el resultado de un conocimiento adecuado de la
política interna y externa de Grecia. Los santuarios gozaban de
una neutralidad intrínseca y funcional, independientemente de
cualquier conflicto en curso. Recordemos que el santuario xynón
de Lesbos, constituido fácticamente en el centro político del lugar,
fue llamado también messon24,es decir, lo que está en el medio, la
zona del conflicto de la cual el neutral debía alejarse. La necesidad

23 Tucídides, 6, 80, 1,2.


24 Detienne, M. op. cit., p. 439.

. .t
RAÚL BUONO-CORE

de ese espacio se fundamentó en la figura de un mediador, alguien


que hizo de intermediario en ese lugar. Esa idea se potencia en el
mismo adjetivo, que significó también imparcial, intermediario,
aquel que se sitúa en el medio. Este término se usó también para
indicar el espacio que separaba a los ejércitos25,además de señalar
todo lo que era ofrecido en común, por ejemplo los premios que
se otorgaban en las competencias.
El alto porcentaje de fragmentación de la vida política griega
después de la caída de Micenas explica que encontremos en la
mentalidad griega la posibilidad de elegir o rechazar la neu-
tralidad. El aislamiento de las comunidades las obligó a tomar
posiciones ante la bipolaridad producida por Atenas y Esparta.
El conocido «diálogo de los melios» en Tucídides es el prototipo
del diálogo entre sordos y nos permite ver hasta qué límites llegó
la lógica del poder en Grecia. Ahí, la neutralidad fue siempre
una opción para los más débiles, fruto del esfuerzo de muchos
que se esmeraron por vivir en paz. Aun así, hasta ahora, no se
ha encontrado ningún documento que asegure o demuestre que
hubo una declaración de carácter jurídico de tipo oficial sobre
la neutralidad.
Otro instrumento de la diplomacia fue la llamada tregua
sagrada, el que se fue prestigiando entre las ciudades griegas. La
tregua se proclamaba al interior de una fiesta religiosa local o pan-
helénica. Sus promotores no se limitaban a exhortar a los griegos
a que cumpliesen con las recomendaciones de los dioses, sino que
enviándose altos personajes de la administración del santuario
en el cual la fiesta se celebraría, se cerraban solemnemente los
acuerdos con las ciudades griegas que lo desearan, comprome-
tiéndose éstas a observar con fidelidad un período convenido de
suspensión de las hostilidades y actos violentos contra personas
y propiedades. La finalidad era impedir que estallaran conflictos

25 Se llamará mesóchoroll el territorio de nadie entre dos pueblos limítrofes; y


metáichmioll el espacio entre dos enemigos que se enfrentan.

. .\
DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN

bélicos en el momento en que se desarrollara la fiesta, razón por


la cual esto puede ser considerado como un tipo de convenio
anticipado de suspensión de actividades.
La costumbre de interrumpir los conflictos armados, para dar
ocasión a que las ciudades griegas comprometidas pudiesen cele-
brar sin inconvenientes las fiestas y conmemoraciones religiosas
más relevantes por su prestigio interhelénico o regional, parece
ser que se remonta a las etapas inmediatamente posteriores a
las primeras migraciones, cuando ya todas las ramas del pueblo
griego se habían asentado y los centros de difusión de los cultos
habían sido al menos inicialmente establecidos. Hoy sabemos
que los indoeuropeos ya traían el principio religioso del culto
que conmemoraba a la mitad amistosa, bondadosa y pacífica del
primer nivel de sus dioses soberanos, que se oponía a la mitad
violenta, belicosa y temible. Y a ese principio manifestaban su
adhesión mediante una celebración encaminada a destacar una
actuación equilibrada que facilitaba una convivencia sin sobre-
saltos26.Del Este es probable que se derive la tregua sagrada, sin
embargo resulta también probable que esta conmemoración en
sus comienzos haya tenido un carácter restringido, careciendo de
una protección político-diplomática, como la que tuvieron los
cuatro grandes santuarios helénicos, en especial el de Olimpia. Si
le damos crédito al disco de Ifito, en el que sin duda se hablaba
de los juegos, los eleos y los espartanos se comprometieron a una
tregua sagrada, compromiso que por parte de Esparta suscribió
el legislador Licurgo. La fiesta de Olimpia y su tregua tuvo en el
comienzo una extensión local dentro del Peloponeso, sin embar-
go los juegos quedaron abiertos a todas aquellas ciudades que
desearan participar en ellos, con tal de que se sometieran a las
prescripciones señaladas. De ese modo poco a poco los juegos, a
medida que las polis griegas se adhirieron al acuerdo primitivo,

26 Dumezil, G., Les dieux des /lIdo-européells, París, 1952, trad. esp. Barcelona,
1971, p. 11 Yss.

53
RAÚL BUONO-CORE

adquirieron un carácter y extensión panhelénico, hasta alcanzar


a reunir, en la época clásica, a la mayoría de los griegos del con-
tinente, de Asia Menor, de las islas, de Sicilia e Italia, así como
las colonias ubicadas en occidente hasta el Mar Negro, es decir,
un fenómeno verdaderamente mediterráneo con enormes conse-
cuencias hasta nuestros días.
La tregua sagrada protegía a las personas y bienes de quienes
deseasen tomar parte en la fiesta. Es conocido que cada ciudad
griega, incluso perteneciente a la misma tribu o estirpe, se rigió
por un diferente sistema de nomenclatura, como también por
un diverso cálculo de los meses. Por tal razón, y sobre todo por
tratarse de cuestiones tan importantes como la paz o la guerra, la
función de los theorói o los spondophoroi fue fundamental, puesto
que comparaban la datación propia del santuario con la de cada
uno de los lugares que visitaban, de manera que las fechas durante
las cuales en ese año regiría la tregua sagrada correspondiente a
la fiesta que ellos anunciaban quedasen perfectamente claras en
el calendario de cada ciudad.
Estos funcionarios toman un papel muy similar al de los que
hoy se encargan de los asuntos diplomáticos, porque el reconoci-
miento y aceptación de la tregua sagrada por una ciudad fue un
acto diplomático negociado por estos emisarios, constituyéndose
en un auténtico compromiso internacional en la política exterior
de cada una de las polis griegas.
Por tal razón, el camino seguido durante el anuncio de la
fiesta era el mismo que se emprendía cuando se negociaba un
acuerdo internacional en la asamblea popular: los theorói y los
spondophoroi actuaban como embajadores de una de las partes,
presentando oficialmente su propuesta, primero al consejo y más
tarde a la asamblea; una vez oídas sus proposiciones, los compo-
nentes de dicho organismo deliberaban todo el tiempo que fuera
necesario acerca de la conveniencia de aceptar o rechazar lo que
ellos proponían.

54
DIPLOMACIA y NAVEGACiÓN

La ciudad conservaba el documento del acuerdo escrito en un


papiro o en madera y lo depositaba en el archivo; los emisarios
del santuario tomaban cuidadosa nota de lo estipulado, aunque
en algunas ocasiones la misma ciudad les entregaba una copia del
decreto. Una vez que los theorói o spondophoroi habían cumplido
su misión, recorriendo todos los lugares que les habían indicado
en el santuario, regresaban a su lugar de origen con las respuestas
de las ciudades invitadas. En el santuario se procedía entonces a
confeccionar la lista de aquellas ciudades que habían aceptado
participar' en la fiesta, anotando además el reconocimiento o no
de la tregua sagrada. A la vista de este informe, las autoridades
del templo se encargaban de los decretos de las ciudades que
aceptaban la fiesta y convenían en que sus reglas fueran preserva-
das mediante una grabación en piedra, tal como se deduce de las
numerosas inscripciones que se han encontrado. De este modo el
santuario estaba en condiciones en todo momento, de conocer los
compromisos suscritos por cada una de las ciudades, y en contra-
partida las ciudades o confederaciones conocían también, tras la
visita de los emisarios, el alcance de las obligaciones contraídas y
las fechas de comienzo y final de las mismas. Como se ha señalado,
el acuerdo de la tregua sagrada prohibía cualquier actividad bélica
a los que la habían suscrito, aun cuando el ataque fuese dirigido
a una ciudad o liga que hubiese rehusado aceptar la fiesta y la
tregua. Por supuesto que el compromiso era mayor si las hostili-
dades eran entabladas entre dos ciudades que habían asumido la
obligación de respetar la tregua. Pero naturalmente, en el caso de
que cualquiera de los que habían acordado el compromiso de la
tregua fuese atacado por otra ciudad o liga que no hubiera hecho
lo mismo, este podía defender y repeler la agresión sin infringir
por ello el convenio. Dentro de esta población podía incluirse todo
movimiento de tropas con ánimo ofensivo, aunque el conflicto
nunca tuviese lugar. La primera fiesta que abandonó esta esfera
restringida de celebración fue la olímpica, que por medio de la

-, 55
RAÚL BUONO-CORE

reorganización llevada a cabo en el año 776 a.e. se vio revestida


de un carácter pan helénico, contribuyendo al establecimiento de
la tregua sagrada a prestarle mayor estabilidad y solemnidad, de
manera que las ceremonias religiosas y civiles que con tal motivo
tenían lugar favorecieron poco a poco la afluencia de las ciudades
griegas de todo el continente y de las islas orientales y occidentales.
Siguiendo el modelo de Olimpia, otros santuarios griegos
extendieron también su radio de acción por medio de la celebra-
ción de fiestas que llevaban consigo la proclamación de la tregua
sagrada. En la época clásica la fiesta y juegos píticos, nemeos
o ístmicos continuaron el camino abierto por los olímpicos. El
sistema de tregua sagrada fue por consiguiente un procedimiento
que logró regular, por medio de acuerdos convenidos en base a
las creencias religiosas, los enfrentamientos bélicos y enemistades
durante temporadas bastante extensas. Sin embargo, sería erró-
neo pensar que poseyó mucha eficacia; en la práctica, la libertad
de que gozaron las ciudades para aceptar las fiestas y la tregua,
unida al hecho de que todos los santuarios estuvieron en manos
de personajes directamente vinculados por lazos de sangre a una
determinada polis o pueblo, hicieron que la tregua sagrada fuese
una institución positiva solo en pocas ocasiones, que siempre
coincidieron con un estado general en Grecia de buenas relacio-
nes con la ciudad de la que más o menos directamente dependía
el santuario. Una prueba de esto es que los atenienses tuvieron
que realizar durante mucho tiempo la procesión de los misterios
de Eleusis por mar, debido a que la liga del Peloponeso no había
aceptado la participación y la tregua, lo que hacía peligroso el
intento, por los riesgos de un ataque si se efectuaba por tierra,
como era tradicional.
La institución de la tregua sagrada funcionó adecuadamente,
creando lazos de paz y de amistad entre los griegos, huéspedes
comunes de los santuarios panhelénicos, mediante los renovados
aportes en ofrendas e ideales compartidos por todos ellos. Su base

. .\
DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN

religiosa no fue suficiente para mantener la cohesión entre quienes


en ella participaban, pero debe ser considerada como un claro
exponente de la influencia que la idea religiosa pudo ejercer sobre
los pueblos para la búsqueda de la paz y las buenas relaciones
interestatales en el mundo griego, generándose una actividad en
esos tiempos que hoy bien podría ser llamada diplomática.
Los embajadores antiguos, a diferencia de los modernos, no
tuvieron el poder de llevar adelante las negociaciones entre los
Estados con plena independencia, aun cuando en el papel fueron
investidos de plenos poderes. Tenían solo la misión de convencer a
su interlocutor acerca de la validez y beneficio de las propuestas de
las cuales eran portadores. La mayor arma de la diplomacia griega
estuvo en el arte de convencer al auditorio. Por eso los enviados
fueron casi siempre expertos oradores, capaces de hacer entender
sus razones, tanto a los ciudadanos de las polis, como a los que
formaban parte de las embajadas. Así, más que ser verdaderos
negociadores, tuvieron que demostrar sus mejores habilidades en
la discusión y en su capacidad de persuadir27. El uso de la violencia
desde los primeros tiempos, claramente registrado por los autores
antiguos, hará surgir la diplomacia y los diplomáticos.
En Roma, tanto en la monarquía como en la República, las
formas en que se dieron los primeros contactos fueron rudimen-
tarias, más que nada porque las instituciones inicialmente fueron
muy básicas. Los fundamentos de la diplomacia se fueron enri-
queciendo en la medida en que la cultura y los responsables de la
política también lo hicieron; y esto no es menor en una sociedad
en la cual el triunfo militar era el momento de mayor gloria de un

27 Buono-Core, R. «El sentido de la libertad en Atenas y Esparta», en LIMES,


14-15, Santiago, 2002-2003, pp. 46-54; Eurípides, Las Suplicantes, 437-441;
Demóstenes, Sobre la corona, 170; Isócrates, Sobre el cambio de fortunas,
254. Isócrates se refiere a la humanidad, Tucídides a la democracia; sin
embargo se reconoce la misma filosofía subyacente y la misma fe, griega y
ateniense, en el análisis realizado.

. . 57
RAÚL BUONO-CORE

roman02R.Cicerón, un conocedor del problema, afirma que: «en


materia de tratados, de convenciones, de cláusulas entre los pue-
blos, los reyes, las naciones extranjeras, son un modo de derecho
internacional de la guerra y de la paz»29.Recordando el papel del
Senado en las relaciones exteriores de Roma y de la preparación
de sus miembros, nos recuerda que

un senador debe tener noticia del estado de las cosas de


la República, lo que abarca mucho: el número de soldados,
el caudal del erario, los aliados de la República, sus amigos,
los pueblos tribUtarios, la ley, pacto o tratado aplicable a
cada uno; y debe conocer bien la forma de dar decretos y
saber la historia de los antepasados30.

Parece haber sido esencial conocer con precisión las condicio-


nes a través de las cuales las diferentes regiones sometidas habían
sido integradas al dominio de Roma, como también, conocer
los contenidos de los reglamentos diplomáticos aplicados en los
momentos de la conquista. La memoria de esas regulaciones nos
lleva a la fundación de Roma, a Rómulo, para lo cual Cicerón,
en su memorable Pro Balbo recuerda que «Rómulo, el primero
de nuestros reyes, el fundador de esta ciudad, nos enseñó con su
tratado con los sabinos que convenía engrandecer nll¡estra repú-
blica, recibiendo en ella hasta a nuestros enemigos»31.Estos actos
diplomáticos se constituirán en una suerte de modelo, establecien-
do un principio de integración de los enemigos, convirtiéndose en
un verdadero reglamento diplomático. Una diferencia estructural
distingue a la diplomacia grecorromana de la diplomacia moderna:
hoy las relaciones entre los Estados tienen un carácter permanente,
al menos ese es el propósito; en la Antigüedad en cambio, ellas
lB Ver Harris, w. v. Guerra e imperialismoen la Roma republicana,327-70
a.c., Madrid, 1989, p. 21 Yss.
29 Cicerón,Pro Balbo, 14.
30 Cicerón,De leg, 3, 41.
31 Cicerón,Pro Balbo,31.
..
DIPLOMACIA y NAVEGACIÓN

tuvieron un carácter puntual y temporal. Hasta lo que podemos


saber hoy, no hay en el mundo antiguo ninguna representación
de carácter permanente entre los Estados del Mediterráneo. Las
primeras delegaciones de este tipo aparecen en Italia en el siglo xv.
Hay grandes diferencias entre la diplomacia antigua y la
moderna, pero esta última tampoco está en condiciones de desle-
gitimar los procedimientos que usaron los romanos. No hay que
olvidar que cada tiempo tiene su tono, y en ese período se estaba
poco a poco construyendo un sistema que, al contrario del caso
griego, pr~tendía tener un carácter universal, estableciendo un
mundo de vínculos y relaciones que favorecerán la permanencia
de los contactos entre los Estados mediterráneos.

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