Sei sulla pagina 1di 4

Casanova

Europa contra Europa 1914-1945

V- Una guerra internacional en suelo español


La Guerra Civil española, no fue sólo un combate entre fascismo y democracia. Dentro de
esa guerra hubo varias y diferentes contiendas. En primer lugar, un conflicto militar, iniciado
cuando el golpe de Estado enterró las soluciones políticas y puso en su lugar las armas. Fue
también una guerra de clases, entre diferentes concepciones del orden social, una guerra de
religión, entre el catolicismo y el anticlericalismo, una guerra entorno a la idea de la patria y de la
nación, y una guerra de ideas. En la guerra civil española cristalizaron, en suma, batallas
universales entre propietarios y trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y
modernización, dirimidas en un marco internacional desequilibrado por la crisis de las
democracias y la irrupción del comunismo y del fascismo.
-Guerra civil y revolución
España no había participado en la Primera Guerra Mundial y no sufrió, por lo tanto, la
fuerte conmoción que esa guerra provocó, con la caída de los imperios y sus servidores, y el
endeudamiento para pagar las enormes sumas de dinero dedicadas al esfuerzo bélico. Pero,
compartía esa división y tensión, que acompañó al proceso de modernización, entre quienes
temían al bolchevismo y a las diferentes manifestaciones del socialismo, amantes del orden y la
autoridad, y los que soñaban con ese mundo nuevo e igualitario que surgiría de la lucha a muerte
entre clases sociales.
Las dificultades que en España encontraron la democracia y la República para consolidarse
procedieron de varios frentes. En primer lugar, del antirrepublicanismo del ejército y posiciones
antidemocráticas de los sectores más influyentes de la sociedad: hombres de negocios,
industriales, terratenientes, Iglesia y el ejército. (Estrecho vínculo entre religión y propiedad).
La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), el primer partido de masas
de la historia de la derecha española, creado en febrero de 1933, se propuso defender la
“civilización cristiana”, combatir la legislación “sectaria” de la República y “revisar“ la
Constitución. A partir de la derrota electoral de 1936, todos captaron el mensaje: restablecer el
orden exigía abandonar las urnas y tomar las armas.
Si, frente a la democracia, la derecha creía en el autoritarismo, la izquierda prefería la
revolución como alternativa al gobierno parlamentario. La guerra civil empezó porque una
sublevación militar debilitó y socavó la capacidad del Estado y del gobierno republicano para
mantener el orden. El golpe de muerte a la República se lo dieron desde dentro, desde el propio
seno de sus mecanismos de defensa, los grupos militares que rompieron el juramento de lealtad a
ese régimen el julio de 1936. La división del ejército y de las fuerzas de seguridad impidió el
triunfo de la rebelión, el logro de su principal objetivo: hacerse rápidamente con el poder. Pero al
minar decisivamente la capacidad del Gobierno para mantener el orden, ese golpe de Estado dio
paso a la violencia abierta, sin precedentes, de los grupos que lo apoyaron y de los que se
oponían. La guerra civil española fue, por lo tanto, el resultado inmediato de un golpe militar.
El autor considera como guerra civil, a una lucha violenta por el poder, que incluye
militares y población civil, dentro de las fronteras de un Estado y donde el gobierno de la nación
es uno de los principales contendientes. En el caso de la guerra civil española, los protagonistas
principales fueron el gobierno de la República y los militares rebeldes, aunque desde el momento
en que el golpe militar debilitó las estructuras políticas, coercitivas y administrativas del Estado,
grupos y milicias armadas de diferentes tipos se metieron en combate.
Desde el verano de 1936 en España hubo dos gobiernos y dos sistemas políticos, cada uno
de ellos compuesto y apoyado por varios grupos y clases. La situación de “soberanía múltiple”
comenzó, por lo tanto, con el desmoronamiento del Estado y finalizó cuando, tras la victoria de
uno de esos poderes y la derrota del otro, emergió, a partir de abril de 1939, una nueva forma
“soberana” de ejercer el monopolio de la violencia y de organización del Estado y de la sociedad.
La revolución consistió para mucho de sus protagonistas, en la eliminación radical de los
símbolos del poder, fuera éste militar, político, económico, cultural o eclesiástico. La revolución,
en fin, consistía en propagar por doquier una retórica agresiva que hablaba de sociedad sin clases,
sin partidos, sin Estado.
Esa violencia contra la gente del orden y el clero causó enormes perjuicios a la causa
republicana en el extranjero. El “terror rojo” pesó además de forma muy desfavorable en los
esfuerzos de la República para obtener apoyo internacional, aunque no fue el motivo principal
que inclinó a las potencias democráticas a dejarla abandonada y casi sola frente al acoso nazi y
fascista.
El miedo a la revolución, al bolchevismo (que dos décadas antes había triunfado en Rusia),
puso en contra de la República a los consejos de administración de las grandes empresas y a las
cancillerías diplomáticas de los países occidentales. La situación internacional era en ese
momento muy poco propicia para la República, y para una paz negociada, y eso afectó de forma
decisiva la duración, curso y desenlace de la guerra civil española, un conflicto claramente
interno en su origen.
Bajo esas condiciones, ningún país mostró interés por parar la guerra civil española. El
apoyo internacional a los dos bandos fue vital para combatir y continuar la guerra en los primeros
meses. La ayuda italo-germana permitió a los militares sublevados trasladar el ejército de África
a la Península a finales de julio de 1936 y la ayuda soviética contribuyó de modo decisivo a la
defensa republicana de Madrid ese mismo año. Esos apoyos se mantuvieron casi inalterables
hasta el final de la guerra, mientras que el resto de los países europeos, con Gran Bretaña a la
cabeza, parecía adherirse al Acuerdo de No Intervención.
La guerra civil española fue en su origen un conflicto interno entre españoles, pero en su
curso y desarrollo constituyó un episodio de una guerra civil europea que acabó en 1945. España,
se convirtió en el campo de batalla de un conflicto inevitable en el que al menos había tres
contendientes: el fascismo, el comunismo (o la revolución) y la democracia.
-Conflicto interno, impacto internacional
La guerra civil española, se manifestó en un violento combate político sobre los principios
básicos en torno a los cuales debía organizarse la sociedad y el Estado.
La reacción inicial del Gobierno francés del Frente Popular (socialistas y radicales), fue
poner en marcha un plan de ayuda para proporcionar material a la República española. Este plan
de ayuda no pudo ser puesto en marcha. El 25 de julio de 1936, Francia decidió no intervenir de
ninguna manera en el conflicto interno de España.
Ese fue el punto de partida de la política de no intervención que se pondría en marcha desde
el verano de 1936. No fue así, porque las peticiones de ayuda de Franco a Hitler y Mussolini
tuvieron más éxito y además la Alemania nazi y la Italia fascista nunca respetaron esa política de
no intervención. Los sublevados partían ya con una clara ventaja. El golpe de Estado, se
transformó en una guerra civil porque la ayuda italo-germana permitió a los militares rebeldes
trasladar el ejército de África a la Península.
Rusia, aunque muy pronto cambiaría su posición, mostraba un cauto distanciamiento ante
la guerra. Fuera de Europa, Estados Unidos seguía la política de neutralidad británica. Sólo
México daba claras muestras de apoyo a la República.
La política de no intervención partió del Gobierno francés del Frente Popular. Tras
descubrir que los nazis y fascistas italianos habían comenzado a auxiliar a los militares
sublevados, propuso que los principales países europeos firmaran un Acuerdo de No Intervención
en España. A finales de agosto de 1936, los veintisiete estados europeos, todos excepto Suiza,
neutral por mandato constitucional, habían suscrito oficialmente al Acuerdo de No Intervención.
En la práctica, la no intervención fue una auténtica farsa, que dejaba a la República en
desventaja con los militares rebeldes. La Unión Soviética, que no creía en el acuerdo, decidió en
principio adherirse para mantener buenas relaciones con Francia y Gran Bretaña. Pero Alemania,
Italia y Portugal se burlaron del compromiso y continuaron con los envíos de armas y
municiones. Para Alemania e Italia, la intervención en la guerra civil española marcó el inicio y
la consolidación de una nueva alianza diplomática que, a través del establecimiento oficial de
“Eje Roma-Berlín” en octubre de 1936, tendría importantes repercusiones en la futura política
internacional.
Los nazis utilizaron el suelo español como campo de pruebas. Para Hitler, la derrota de
Francia, objetivo primordial para llevar a cabo sus ambiciones expansionistas en Europa Central
y del Este, sería mucho más fácil con una España dominada por militares anticomunistas. Una
victoria republicana reforzaría los vínculos de España con Francia y la Unión Soviética, las dos
potencias que al oeste y al este se oponían a las ansias imperialistas del Tercer Reich.
Mussolini respondió afirmativamente a la petición de ayuda de Franco y tomó esa decisión
cuando se informó de que Hitler iba a apoyar a Franco y una vez comprobado que Francia y Gran
Bretaña no iban a intervenir.
La ayuda militar de nazis y fascistas fue considerable y decisiva para la victoria del ejército
de Franco. Todo en el plano internacional, resultaba favorable para los militares insurgentes. Las
cosas cambiaron cuando Stalin decidió intervenir en la contienda. (Dos meses después del
estallido). La guerra civil española, no proporcionaba ninguna ventaja a los intereses de la Unión
Soviética y el 22 de agosto de 1936 suscribió al Acuerdo de No Intervención. (No quería dejar a
la República abandonada, algo que fortalecería la posición de Hitler, pero tampoco quería
estropear su aproximación a las potencias democráticas. Si apoyaba a la República, alimentaría la
tesis de que detrás de ésta se encontraba “el comunismo internacional”.
Los indicios y pruebas de que Hitler y Mussolini ayudaban a los militares sublevados, pese
al Acuerdo de No Intervención, alarmaron a Stalin. La Unión Soviética comenzó a hacer lo
mismo que ya estaban haciendo Italia, Alemania y Portugal: incumplir los acuerdos de no
intervención sin abandonar oficialmente esa política. La ayuda soviética, fue importantísima para
sostener la causa republicana frente al ejército de Franco y el apoyo de Hitler y Mussolini.
La guerra no era un asunto español. Se internacionalizó y con ello ganó en brutalidad y
destrucción. Porque el territorio español se convirtió en el campo de pruebas del nuevo
armamento que estaba desarrollándose en esos años de rearme, previos a una gran guerra que se
anunciaba.
-Extranjeros
La decisión de organizar el envío de voluntarios a luchar en la guerra civil española la
adoptó el 18 de septiembre de 1936 el Secretariado de la Internacional Comunista. El centro de
reclutamiento fue París. Llegaron a España a partir de octubre, desde Polonia, Italia, Alemania y
otros países dominados por dictaduras y fascismos, aunque fue Francia quien aportó el mayor
número de brigadistas. Muchos de esos voluntarios que llegaban a España se encontraban en
paro, pero otros muchos dejaron sus trabajos. La mayoría, tenía en claro que el fascismo era una
amenaza internacional y España era el lugar apropiado para combatirlo.
Extranjeros, fueron también muchos de los que combatieron en las tropas del ejército de
Franco. Llegaron como las Brigadas Internacionales desde muchos lugares. Voluntarios no había
muchos, porque la mayoría de los que lucharon, sobre todo alemanes e italianos, eran soldados
regulares, bien preparados.
Los bandos que se enfrentaron en España eran tan diferentes desde el punto de vista de las
ideas, de cómo querían organizar el Estado y la sociedad, y estaban tan comprometidos con los
objetivos por los que tomaron las armas, que era difícil alcanzar un acuerdo. Y el panorama
internacional, tampoco dejó espacio para las negociaciones. De esa forma, la guerra acabó con la
aplastante victoria de un bando sobre otro, una victoria asociada desde ese momento con todo
tipo de atrocidades y abusos de los derechos humanos. Esa violencia exterminadora tenía poco
que ver con la represión y la censura utilizada por el régimen monárquico de Alfonso XIII o por
la Dictadura de Primo de Rivera. Las dictaduras que emergieron en Europa en los años treinta, en
Alemania, Austria, o España, tuvieron que enfrentarse a movimientos de oposición de masas, y
para controlarlos necesitaron poner en marcha nuevos instrumentos de terror. Ya no bastaba con
la prohibición de partidos políticos, la censura o la negación de los derechos individuales. Un
grupo de criminales se hizo con el poder. Y la brutal realidad que salió de sus decisiones fueron
los asesinatos, la tortura y los campos de concentración. La victoria de Franco fue también una
victoria de Hitler y Mussolini. Y la derrota de la República fue asimismo una derrota para las
democracias.

Potrebbero piacerti anche