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Se denomina mercado cautivo a aquél en el cual existen una serie de barreras de entrada que

impiden la competencia, convirtiendo al mercado en un monopolio u oligopolio. La forma más


habitual de crear un mercado cautivo es imponiendo fuertes aranceles, especificaciones técnicas
complejas o requisitos que las empresas deben cumplir para operar en dicho mercado, entre otros
supuestos.
Pero, también pueden derivarse de conductas abusivas de la posición de dominio, o prácticas
colusorias, –cuya concurrencia han examinado la Comisión Europea, el Tribunal de Defensa de la
Competencia y los tribunales contenciosos–, derivadas de prácticas ejercidas en mercados de
hidrocarburos, energía, TV, Telecomunicaciones, entre otros.

En internet, dentro del mercado mundial de buscadores, que Google controla, competidores,
editores, operadores de telefonía, librerías de fotos o plataformas de publicidad han denunciado ante
la Comisión Europea el abuso de su posición de dominio y por la forma en la que Google puede
aprovechar su poder de mercado, en el motor de búsqueda, para promover otros servicios como
Google+ o YouTube y excluir a sus competidores.
También, recientemente Vodafone ha denunciado a Telefónica por una estrategia “exclusionaria”
con el fin de trasladar su posición de “monopolio” de la red de cobre a la de fibra óptica.
Ahora bien, no toda restricción en la estructura competitiva del mercado hecha desde una posición
de dominio puede ser calificada como abusiva pues, nuestra normativa y el sistema económico en
que se inserta, no prohíben la posición de dominio, ni pretenden obstaculizar, a las empresas
dominantes, la consecución de una posible mayor eficiencia.

Entonces ¿qué prácticas conducen a la creación de barreras prohibidas o mercados cautivos?


Según la jurisprudencia del Tribunal Supremo, interpretando los supuestos de prohibición del art. 6
de la Ley de Defensa de la Competencia, se considera abuso de posición dominante la conducta
que conduzca a la configuración de un mercado cautivo imponiendo a los competidores, como
barreras de entrada, la necesidad de acometer gastos que hicieran inviable o seriamente gravosa su
respuesta comercial, o bien la reserva abusiva y privilegiada de bienes potencialmente escasos, la
mera imposición de precios o condiciones “no equitativos”, la limitación “injustificada” de la
producción o distribución en perjuicio de competidores o la aplicación de condiciones “desiguales”
para prestaciones equivalentes. Conductas todas ellas, entre otras posibles, por sí mismas,
anticompetitivas y perjudiciales para los restantes competidores.
Ahora bien, tales conductas excluyen en su propia definición que exista una causa justificada
y legítima en términos de competencia que la ampare, pues en tal caso dichos comportamientos no
serían “no equitativos”, “injustificados” o “desiguales”.
De acuerdo con lo anterior, serán abusivas, pues, las restricciones de la competencia hechas desde
una posición de dominio que no sean razonables por carecer de una justificación capaz de ser
aceptada como tal por el ordenamiento jurídico-económico.

Del mismo modo, la lesión de los intereses económicos de clientes, proveedores y consumidores
producida desde una posición de dominio requerirá, para ser calificada como explotación abusiva de
dicha posición, un elemento de carencia de justificación, que cabrá ver allí dónde el ejercicio por la
empresa dominante de su especial libertad económica deje de acomodarse, sin razón reconocible
como tal, al que llevaría a cabo en una situación de competencia efectiva.

Así, la Comisión Nacional de la Competencia (CNC) impuso en 2012 una multa de 120 millones
de euros a Telefónica, Vodafone y Orange: basado en que las tres, actuando como mayoristas, se
habían puesto de acuerdo para elevar los precios, hasta hacerlos excesivos, a los operadores
móviles virtuales, que carecen de red propia, por enviar y recibir mensajes SMS y MMS. La posición
de las tres grandes, vino a decir el regulador de la competencia, es monopolística. “De dominio
colectivo”, dijo.
Del mismo importe fue la sanción impuesta a un grupo de aseguradoras (Asepa, Mapfre, Caser,
Scor, Munich Re y Swiss Re) en el 2009 por pactar precios en los seguros de edificios.
Finalmente, recordar que el Tribunal Europeo de Justicia ratificó los 151,8 millones de euros con
que la Comisión Europea sancionó a Telefónica en 2007 por intentar apartar a sus competidores en
el mercado de banda ancha mediante la imposición de unos precios mayoristas demasiado elevados
como para que operaran sin incurrir en pérdidas. Esta sanción, es la segunda mayor que hasta
entonces había impuesto Competencia después de la de Microsoft (casi 500 millones de euros).

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