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El análisis de la conducta clínica está también sujeto a las condiciones generales de la terapia
psicológica, y toda influencia sobre el cliente se ejerce a través de dos principales formas:
estableciendo contingencias directas, y
a través de reglas.
Estas últimas son importantes porque:
pueden gobernar la conducta en muchos puntos temporales posteriores y en contextos
diferentes al de la situación en que son dadas, y
la conducta que gobiernan es relativamente insensible a las contingencias directas.
Capturando la conducta
El terapeuta pone el foco en algo que el cliente hace en un momento, lo cual convierte
entonces el objeto del diálogo y de la intervención.
Estas situaciones en las que la conducta clínicamente relevante ocurre son útiles a través de
dos caminos, ya que el terapeuta puede:
usar la conducta como la base para un análisis funcional desarrollado junto al cliente,
y/o
intervenir para el cambio de otras maneras.
La PAF realiza un especial énfasis sobre este tipo de análisis de conducta interpersonal que
se muestra en relación con el terapeuta y describe diferentes maneras de usar este tipo de
interacción para facilitar el cambio conductual.
Evocando la conducta
Muchas conductas problemáticas pueden ser capturadas en la interacción entre el cliente y el
terapeuta. Pero también está la necesidad de que el terapeuta las evoque.
La terapia de conducta tiene una larga tradición en hacer eso. El término normalmente
empleado para ese tipo de trabajo es ‘’exposición’’.
En ella, terapeuta y cliente buscan deliberadamente el tipo de condiciones bajo las
cuales la conducta problemática del cliente suele ocurrir.
El objetivo es permitir al terapeuta estar presente cuando la conducta problemática
del cliente ocurre,
en parte para ayudarle a reconocer lo que está haciendo y no funciona,
y en parte para influir al cliente para buscar una respuesta que funcione mejor
para él.
Ser expuesto a una situación problemática normalmente es una parte necesaria para el
aprendizaje de algo nuevo. Es en esa situación cuando la persona puede aprender una
conducta alternativa.
Todo lo que el terapeuta hace, es a menudo realizado en acuerdo con el cliente, en orden a
provocar la conducta clínicamente relevante dentro de este ámbito.
Diferentes tipos de role-playing pueden ser usados para evocar aquello sobre lo que el cliente
necesita trabajar.
Según la TMR, el problema fundamental de la evitación experiencial es que la conducta
verbal en la forma de seguimiento de reglas es muy dominante.
Tenemos la habilidad de perseguir algo que no hemos experimentado y podemos actuar para
hacer que ello ocurra. En el lenguaje ordinario, con esa conducta nos referimos a ‘’tener
intenciones’’: actuar con un propósito.
Es importante, por tanto, preguntar cuál es el propósito cuando intentemos encontrar una
conducta alternativa, algo que funcione como una consecuencia deseable y que les motive a
experimentar con conductas alternativas, incluso cuando eso deseado no sea directamente
accesible, gracias al enmarque relacional. De esta manera, cobra importancia la contribución
del estudio de la conducta gobernada por reglas alteradoras o de tipo augmentals.
La fundación de un análisis de la conducta clínica que incluye a la TMR
Como humanos, nuestras acciones están a menudo fusionadas a nuestro propio lenguaje;
seguimos reglas explícitas o implícitas incluso cuando este tipo de conducta no nos ayuda a
alcanzar lo que queremos.
La terapia, por tanto, tiene en cuenta tanto la cara negativa del lenguaje humano, como sus
potencialidades.
Recapitulando, toda conducta es influenciada por el contexto en el que ocurre, por sus
consecuencias y antecedentes. Alterando esos dos aspectos, el terapeuta puede influir al
cliente. Es por tanto natural, categorizar las estrategias terapéuticas en aquellas que
primariamente alteran lo que sigue a la conducta y aquellas que alteran lo que precede.
Capítulo 10
En todo caso, sería probablemente imposible describir todo lo que ocurre en sesión. Como
mucho, el terapeuta es claramente consciente de una o de unas pocas variables esenciales que
puede alterar.
La conclusión más importante del trabajo de Skinner fue que las consecuencias de la
conducta juegan un papel primario en la influencia sobre la subsecuente conducta debido a
cómo estas consecuencias refuerzan o castigan la conducta que la precede.
Por otro lado, cuando un profesional confirma elementos que un cliente menciona, puede
estar reforzando esas partes de la conducta. En Terapia Conductual Dialéctica (TCD) se
denomina ‘’validación’’. Se podría decir que casi siempre algún aspecto del comportamiento
del cliente puede ser validado (reforzado).
Cuando el terapeuta piensa que puede discriminar en el primer ámbito una conducta
alternativa a la problemática en el cliente, debería aprovechar la oportunidad para establecer
una consecuencia reforzante.
De forma general, muchas de las conductas que queremos reforzar son claros ejemplos de
conductas alternativas. ¿Qué conducta, por tanto, debe ser reforzada?
Para responder a esa pregunta es de ayuda para el terapeuta tener en cuenta la definición de
conducta problemática como la de inflexibilidad psicológica (evitación experiencial y fusión
cognitiva también).
La conducta alternativa a reforzar, debería ser una conducta con alta probabilidad de llevar
al cliente en una dirección valiosa, con la excepción de la simple huida de los eventos
privados.
Esa solución contiene una paradoja, ya que las personas buscan ayuda psicológica,
principalmente, para deshacerse de los eventos privados como estados de ánimo depresivo y
ansiedad. De hecho, las psicoterapias exitosas consiguen eso, en un mayor o menor grado.
Así, trabajar con el cliente para determinar el objetivo a perseguir con la conducta alternativa
es una importante parte de la terapia. Esto es, un ejemplo de focalización sobre los
antecedentes, ya que el objetivo actual es un enunciado verbal (o pensamiento) sobre una
consecuencia deseada y no la consecuencia en sí misma.
Determinar, en el momento, que conducta del terapeuta funcionará como reforzante para la
conducta alternativa del cliente es una tarea difícil.
Una pregunta útil que podría realizarse el terapeuta, es acerca de qué conducta podría realizar
que se pareciera a una consecuencia ocurrida de forma natural en el día a día del cliente
(segundo ámbito) y que pudiera reforzar la conducta alternativa.
Es importante tener en cuenta el riesgo existente de que las contingencias reforzantes que
sean establecidas no sean naturales, en cuyo caso pueden no funcionar como se pretende.
En ese caso, pueden funcionar como reforzantes en interacciones con el terapeuta, pero no
ayudan a la generalización de la conducta en la vida del cliente fuera de la terapia.
Tactar la conducta problemática de cliente por parte del terapeuta puede funcionar como una
consecuencia aversiva para esa conducta. De forma correspondiente, que el terapeuta tacte la
conducta alternativa puede funcionar como una consecuencia reforzante para esta.
Por supuesto, la dominancia que las contingencias verbalmente establecidas suelen tener para
los humanos no es absoluta. La conducta está siendo constantemente moldeada por la
interacción entre dos vías esenciales de aprendizaje: las funciones de estímulos directa y las
funciones de estímulo derivadas (indirectas).
La interacción verbal es una conducta que se mantiene por numerosos factores contextuales.
Se trata de un juego social que jugamos con otras personas en un contexto determinado, es
decir, qué en nuestra vida cotidiana, todos vivimos dentro de un determinado contexto social
y cultural que nos ofrece una gran variedad de consecuencias que refuerzan nuestra conducta
verbal.
Ahora, si las conductas verbales son una parte de los problemas psicológicos, los contextos
que sostienen estas conductas podrían ser alterados para ayudar a los clientes a sortear las
trampas verbales.
‘’¿Y si la confusión no fuera tu enemiga?’’ puede funcionar como una regla para la
conducta consistente en permanecer donde está, sintiendo lo que siente, y no tratando
rápidamente de controlar o eliminar la incomodidad del momento.
La TMR puede tomar parte y apoyar esa manera de romper las reglas de la conducta verbal
con el objeto de ayudar a las personas a sortear las trampas psicológicas.
Así pues, ¿cómo es posible que esa nueva conducta sea generalizada? Partiendo del hecho de
que constantemente estamos en un contexto social que, más bien, apoya la conducta verbal
problemática. La respuesta reside en las contingencias directas.
Cuando las personas que han luchado haciendo algo que no ha cumplido sus promesas,
finalmente se dan cuenta que pueden abandonar esa lucha, normalmente contactan con
consecuencias reforzantes. En esa situación, las personas simplemente tienden a hacer cosas
que no han hecho antes.
Aunque es importante que el terapeuta observe el rol que juega en la conducta del cliente, es
en el segundo ámbito donde los clientes viven sus vidas y donde en último término necesitan
cambiar.
En definitiva, las consecuencias que el cliente encuentra ‘’ahí afuera’’ son las cruciales, si
bien están fuera del control del terapeuta.
Todos los terapeutas, independientemente del modelo psicológico en el que se basen, asumen
que las instrucciones de un tipo u otro influyen en la conducta.
Una terapia que toma como base este punto de vista debería hacer uso de la conducta verbal
al tiempo que es consciente de sus aspectos problemáticos.
El terapeuta establece antecedentes verbales para la nueva conducta tan pronto como
desarrolla el análisis funcional inicial. Así, promueve la conducta gobernada por reglas en el
cliente pidiéndole que describa eventos que han tenido lugar fuera de la sala de consulta, por
ejem., cosas que sucedieron antes y que pensamientos y sentimientos se manifestaron en esas
ocasiones.
En términos conductuales, eso es descrito como tactar la conducta clínicamente relevante y
sus conexiones con los factores contextuales.
Una importante parte de las etapas iniciales de la terapia es precisamente reforzar ese tipo de
auto-discriminación en el cliente, y se puede llevar a cabo, por ejemplo, examinando
cuidadosamente los registros de las tareas asignadas.
En una situación terapéutica inicial, tal análisis puede llevar a sugerir conductas alternativas
para el segundo ámbito.
Mientras una conducta no se produzca en una cierta relación con un antecedente, no podemos
decir que el antecedente haya funcionado como una regla.
De la misma manera que la evitación experiencial es nuclear para el análisis empleado para
establecer consecuencias, también lo es para el establecimiento de antecedentes para la
conducta alternativa.
La tarea consiste en formular posibles reglas de una manera que influya al cliente a seguir
examinando e intentando nuevas conductas.
Para lograr eso, se refuerza al cliente por la descripción de eventos provenientes del segundo
ámbito y por sus esfuerzos en discriminar diferentes contingencias: lo que hace, por un lado,
y lo que precede y sigue su conducta por otro.
Para llevar a cabo un análisis funcional de esta manera, primero es necesario reforzar esa
conducta en sesión y, finalmente, tomando como base ese análisis, llegar de forma conjunta
a las estrategias conductuales alternativas; eso es algo central en el modelo terapéutico de
Activación Conductual.
Las estrategias alternativas se asignan como tareas para que el cliente experimente
con ellas.
Las experiencias son posteriormente analizadas y se formulas nuevas estrategias, que
se testean en nuevas asignaciones de tareas.
El objetivo de la terapia es, por tanto, establecer antecedentes verbales, reglas, para
las acciones del cliente en el segundo ámbito.
La cuestión decisiva es comprobar si la nueva conducta realmente encuentra
consecuencias reforzantes.
Esta estrategia consiste en que el cliente siga una regla que establece lo que debe hacerse
(pliance) en orden a conseguir consecuencias deseables y que la conducta funcione
independientemente del que da la regla (tracking).
Por otro lado, las consecuencias que el terapeuta quiere que el cliente contacte no son algo
que esté bajo su control. Hay dos maneras de abordar esa dificultad potencial:
con experiencias en las que el terapeuta siente que las consecuencias reforzantes
tienen gran probabilidad de ocurrir, o
con consecuencias que el terapeuta realmente puede controlar.
Si el cliente sigue la regla ‘’porque su terapeuta lo quiere’’ o ‘’porque eso es lo que se supone
que debes hacer en este tipo de terapia’’, esta conducta puede ser un ejemplo de tracking.
Algo que es inicialmente hecho ‘’porque el terapeuta lo quiere’’ puede, por supuesto, dar
como resultado consecuencias que van más allá de aquellas que el terapeuta posee bajo
control, convirtiéndose la conducta, en un primer paso para reforzar el tracking.
Según la TMR, dar instrucciones no siempre funciona como pensamos y puede llegar a ser
problemático.
El lenguaje humano tiene una rigidez incorporada que nos hace propensos a diferentes tipos
de trampas. Actuamos sobre funciones de estímulos indirectas incluso cuando ello no nos
lleva hacia lo que queremos, y esto se mantiene por diferentes factores contextuales.
Una forma esencial de alterar esos factores en la interacción terapéutica es no ofrecer las
consecuencias que normalmente hacemos siguiendo la conducta verbal.
Otra forma de alterar los factores contextuales es minar los antecedentes verbales que
influencian el problemático control de reglas y establecer antecedentes alternativos.
Terapeuta: esta forma de diálogo está en todos nosotros: pensamientos, cosas que
recordamos, cosas que van y vienen.
Terapeuta: ¿no es lo que ocurre también con los sentimientos? También van y vienen.
Puedes sentirte ahora de una forma y tal vez esta mañana te sentías diferente.
Terapeuta: van y vienen. Algunos pensamientos o sentimientos son buenos, otros no.
Algunos nos gustan, otros no. ¿Y te has dado cuenta de algo más? Estamos aquí todo
el tiempo, tanto tú como yo. Los pensamientos y sentimientos van y vienen, pero
nosotros, que somos quienes los perciben, estamos aquí todo el tiempo.
Cliente: ¿quién se da cuenta de como se está sintiendo, quieres decir? Bien, supongo
que soy yo. Sí, bien, eso es irrefutable.
Lo que el terapeuta trata de hacer en esa secuencia, es establecer un contexto dentro del cual
los pensamientos y sentimientos adquieran una función diferente a la que han tenido en el
día a día cotidiano.
Lo hace poniendo un especial foco sobre las áreas en las que tendemos a caer en trampas
verbales.
Todas las trampas se caracterizan por la fusión, por la conducta dominada por funciones de
estímulo derivadas.
Estamos, por tanto, ante un ejemplo de los intentos del terapeuta para alterar la parte del
contexto actual que sirve como Cfunc. Su intención es cambiar la conducta del cliente que
está en conexión con esos pensamientos, no corregir o cambiar los pensamientos.
Una persona verbalmente competente siempre actúa desde la perspectiva del yo-aquí-ahora.
Cuando actuamos en fusión con funciones de estímulo derivadas, estas se encuentran también
en el yo-aquí-ahora.
El terapeuta puede alterar el contexto para lo que es sentido y pensado al situar los eventos
desde el yo-allí-entonces. Esta estrategia terapéutica sirve como forma de ayudar al cliente a
desarrollar este tipo de auto-discriminación y tiene una meta específica: ayudar a enmarcar
los eventos privados desde el yo-allí-entonces.
La intención es alterar las funciones de estímulo porque ello conduce a los cambios
conductuales. En el momento en el que se toma esta perspectiva (los eventos privados ocurren
desde el yo-allí-entonces), el individuo se encuentra en una posición experimental que en el
lenguaje cotidiano diríamos de poder elegir. Es un ejemplo de defusión.
Puede sugerir posibles cursos de acción y por tanto funcionar como una regla, pero
típicamente lo hace de una forma flexible e ilimitada, más que prescribir la conducta
precisamente.
Indican la dirección principal, pero no hay disponible una descripción exacta de la conducta.
Eso conduce a que la probabilidad de contactar funciones de estímulo directas incremente,
lo cual es exactamente lo que el terapeuta busca cuando se esfuerza por disminuir el
seguimiento de reglas.
La segunda estrategia, tiene como objeto trabajar con los obstáculos que el cliente
experimenta y su relación con lo que este siente que es importante para su vida.
Se recuerda que uno de los principios básicos de la teoría del aprendizaje es que la conducta
de los humanos está gobernada por consecuencias. Las consecuencias de nuestras acciones
pasadas tienen un fuerte impacto sobre nuestra conducta futura. Es la tesis fundamental de la
psicología operante.
Una vez que hemos aprendido la respuesta relacional arbitrariamente aplicable, esta
capacidad cambia lo que puede funcionar como consecuencia gobernante.
Como resultado, las cosas externas y las experiencias internas ya no funcionan solo por lo
que son en sí mismas, pueden también adquirir diferentes funciones según aquello con lo que
estén relacionadas.
Debido a que las relaciones están, en un alto grado, gobernadas por el arbitrio de lo social, la
variabilidad es inmensa.
Estos tipos de redes relacionales pueden también conformar antecedentes y por tanto
funcionar como reglas e influir la conducta. El tipo de reglas que influyen en el grado en el
que los diferentes eventos funcionan como reforzantes o aversivos son los augmentals, y la
conducta que indica que un antecedente ha tenido una función alteradora es denomina
augmenting.
Este es el fenómeno al que nos referimos, en el lenguaje ordinario, cuando hablamos sobre
lo que es importante para nosotros, las cosas que queremos y deseamos.
De forma más técnica, diríamos que estos deseos pueden ser descritos como consecuencias
deseables, verbalmente construidas, que son globalmente válidas para un determinado
individuo. Lo que en ACT se llaman valores.
Las cosas que son importantes, tienen una función crucial en nuestro trabajo para el cambio.
Para movernos a realizar cambios, algo debe estar en juego. Necesitamos ser capaces de ver
aquello que queremos delante de nosotros, una meta o dirección. Y cuando lo hacemos,
estamos en aparente contacto con las consecuencias deseables.
Esos factores contextuales pueden, como resultado, funcionar como antecedentes para las
acciones que incrementan la probabilidad de que contactemos con las consecuencias
deseables de forma más directa.
Las personas inmersas en la evitación o fusión tienen problemas en esa área, ya que los
eventos privados funcionan como barreras para ese tipo de acciones. Desde su perspectiva,
borrar o controlar esos fenómenos privados es un prerrequisito para realizar las acciones que
les lleven hacia las consecuencias valoradas.
De esta manera, con el objetivo de disminuir el control de los antecedentes verbales cuando
resultan problemáticos, se busca alterar las relaciones entre los eventos privados relevantes
y las acciones valoradas de tal manera que más que estar en una relación de oposición, entre
en una relación de coordinación.
En ese caso, una relación de coordinación significa que esos dos elementos, eventos privados
y acciones valoradas, pueden estar presentes al mismo tiempo, puede coexistir.
Las estrategias comentadas funcionan bien de forma conjunta. La primera, defusión, puede
romper la tendencia de los eventos privados para influir en la conducta aquí-ahora, al
enmarcar los eventos privados problemáticos en el yo-allí-entonces. De esa manera, la
transformación de funciones implicada hace más fácil que sean relacionados que puede ser
‘’llevado como compañero de viaje’’, en lugar de algo que está en oposición con llevar a
cabo acciones valiosas. Como resultado, es probable que vayan perdiendo su función
aversiva según el tiempo pase, mientras se actúa en una dirección deseada y se van
experimentado consecuencias positivas por ello.
No saber lo que uno quiere
Decir que nada es importante, que nada importa y que no sabes lo que quieres ya es decir
algo. Es una conducta verbal que además, es bastante común. Si un cliente dice esto, aquí
tenemos algo importante.
Sin embargo, rara vez es una descripción real de la experiencia del cliente, rara es vez es un
tacto, y mucho menos un tacto puro. Es más bien un mando, ya que una consecuencia común
cuando alguien dice que no sabe o que nada le importa es que el oyente le contrarresta, por
ejemplo, con un consejo. Otra consecuencia es que la otra persona para de preguntar.
El dolor psicológico existe precisamente porque algo importante es inaccesible. Si nada fuera
importante, ¿cómo es que podemos sentir las cosas difíciles, duras o podridas?
Entonces, dado que siempre hay cosas que son importantes para nosotros,
independientemente de lo que digamos, puede ser necesario clarificarlas.
Incluso decir ‘’no sé lo qué quiero’’ a menudo representa un mando y una búsqueda de
consecuencias específicas, las dificultades en saber lo que uno quiere pueden también ser
reales. Entre otras cosas, saber lo que uno quiere requiere la habilidad de discriminar procesos
internos. Algunos hemos tenido un buen entrenamiento en esa habilidad y otros no.
Otra posible razón por la que un individuo puede tener problemas para acceder a lo que quiere
es que ciertos eventos privados pueden aparecer muy amenazantes.
Aprender a tactar el yo-como-proceso, puede por tanto ser una habilidad importante en la
identificación de lo que importa en la vida de uno, así como en llegar a estar motivado para
elegir la propia dirección.
Poco a poco, dando pasos pequeños, el terapeuta trabaja para ayudar al cliente a discriminar
lo que le ocurre. De forma paralela, sigue siendo importante trabajar sobre la defusión y la
clarificación de valores.
Así, la intención aquí ha sido señalar la importancia de hablar sobre las cosas importantes en
la vida como una manera de establecer antecedentes motivacionales (augmentals). El
terapeuta trata de establecer condiciones que funcionen como augmentals para la conducta
alternativa.
Un importante tipo de conducta gobernada por reglas ocurre cuando gobiernan consecuencias
construidas verbalmente que son globalmente deseadas por la persona (‘’lo que quiero’’, ‘’lo
que es importante’’).
Un antecedente para la conducta alternativa podría ser: ‘’Qué sería importante para ti? ¿Qué
te gustaría hacer si no tuvieras que preocuparte de que no haya nada que te moleste?’’
Resumen
Dar instrucciones para la conducta alternativa juega un importante papel. El foco específico
se ha puesto sobre cómo podemos trabajar con el lado oscuro del seguimiento de reglas para
debilitar el control que los antecedentes verbales tienen sobre la conducta humana.
Un importante factor en este asunto es la función que los eventos privados adquieren cuando
actuamos para controlarlos o eliminarlos. En este sentido, se describieron dos estrategias
principales encaminadas a alterar las funciones de los eventos privados que sirven como
antecedentes problemáticos para la conducta.
Una de ellas implica el desarrollo de la experiencia del cliente de un continuo yo (yo como
perspectiva) que distingue los eventos privados que gobiernan, de esa sensación permanente
y continua de uno mismo. Cuando enmarcamos los eventos privados dominantes desde el yo-
allí-entonces, sus funciones de estímulo son transformadas y tenemos la oportunidad de
comportarnos de forma más flexible en relación con esos eventos. Esto se denomina defusión.
En ambas estrategias, el terapeuta trabaja para cambiar el contexto dentro del cual ocurre la
conducta problemática del cliente.
Una diferencia fundamental con otros modelos es la toma del análisis de conducta como
punto de partida. La asunción esencial es que la conducta es desarrollada por el organismo
como un todo, y los factores que gobiernan a esta, deben ser encontrados en el contexto en
el cual ocurre.