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TRABAJO GRUPAL: Consulta sobre Escatología en las religiones

CURSO: Escatología
DOCENTE: Manuel David Gómez.
ESTUDIANTES:
Víctor Molina
Fabricio Dos Santos
Silvestre Bini
Jesús Orlando Bedoya
Helmer Rendón
Ange Lobuoe
UNIVERSIDAD CATOLICA LUIS AMIGÓ

El término escatología refiere a las creencias relativas a la muerte, el más allá, juicios finales,
premios y castigos en el “otro mundo”. Así, la idea de un juicio final, o de los muertos, es
una creencia muy extendida en muchas religiones y data de tiempos muy antiguos. En el
budismo la escatología hace referencia al fin de la existencia (Nirvana) estado donde el ser
humano pierde toda particularidad, personalidad y conciencia, dejando simplemente de
existir y con ello no sufrir más. La esperanza “Escatológica” budista implica una liberación
definitiva de la existencia, del dolor que es fruto de la limitación humana, poder terminar con
la condición contingente y quedar libres de todo sufrimiento y angustia; el énfasis primordial
está siempre en la auto-redención ya que el budismo en general se caracteriza por creer en la
reencarnación y por aspirar a alcanzar el nirvana a través de una vida de quietud,
contemplación, austeridad y disciplina moral. El budismo todo, es un intento por dejar al ser
humano liberado del sufrimiento y dolor. En la escatología budista el dolor se reconoce y se
busca su génesis con la finalidad de suprimirlo. En este sentido, se entiende que no es posible
hablar de “escatología” en el budismo, desde el mismo sentido cristiano, pues el significado
que se da a la trascendencia del ser no necesariamente está relacionado con el final de la
existencia y la vida, porque en esta religión no se espera la “llegada” de ningún estado de
Gracia plena en la que Dios realice en el ser humano la Promesa “anunciada desde antiguo”.
No existen elementos que apelen a la trascendencia humana ni a la inmortalidad del alma, en
la creencia budista, sino aquellos que apelan al alcance de la no existencia, como única vía
para evitar el dolor.

En el caso del hinduismo, la vida no es algo que finalice con la muerte, pues los presupuestos
de todos los caminos de salvación en la cultura india se observan desde un proceso indefinido
de nacimiento y muerte al que está sometido todo ser; incluso los propios dioses están
sometidos a esta ley de cambio y retorno.

El hinduista sabe bien que su existencia es cíclica y que está sujeta a las leyes eternas y
divinas, por lo cual comprende su historia como una estación de paso que le conduce a un
nuevo nacimiento y una nueva muerte. En otras palabras, podría decirse que la existencia del
hinduista está cifrada en una serie de procesos ilimitados que le conducen a la perfección de
vida, ciclo tras ciclo. De allí que todo cuanto acontece en su vida es ya un dato escatológico
que sabe leer y actualizar en el aquí y ahora de su historia, conjugándola sabiamente con la
realidad infinita del Creador y Salvador, en un viaje individual que lo conduce siempre hacia
lo más hondo de su ser, a su interior profundo, su “cielo del alma”. Tras esta realidad, sería
preciso afirmar que el hindú vive inmerso en una espiral sin fin que le pone de frente la
“liberación interior”, identificándole con una de sus divinidades a través de la práctica asidua
del yoga y poder alcanzar su anhelado Brahma.
Por su parte los griegos, bajo una cultura religiosa politeísta, conocían bien que sus dioses se
caracterizaban por ser antropomórficos y por vivir de una manera muy parecida a la de los
humanos, diferenciándose porque eran todopoderosos e inmortales, pero no susceptibles a la
enfermedad, la vejez o la muerte. La religión estaba presente en todos los momentos de la
vida y en todos los rincones del imperio. Existía un dios para cada situación y para cada lugar.
Esto evidencia una concepción escatológica inmediata, permanente y cercana. La
trascendencia coexistía dialógicamente entre dioses y humanos en la realidad cotidiana. No
había que esperar el momento final para entrar en contacto directo con la divinidad, eso estaba
sucediendo desde el “aquí y el ahora” dinamizado por un ágil y efectivo sistema de oráculos
que hacía de la comunicación entre dioses y humanos una realidad fluida. Creían en la
existencia del mundo de los muertos, que se encontraba debajo de la tierra y era custodiado
por el dios Hades, quien tenía la función de controlar la entrada y salida de aquel lugar.

No obstante, para las religiones tradicionales africanas, la persona logra la plenitud durante
su existencia, colaborando con el resto de la comunidad, en la armonía del mundo,
participando en los ritos de paso, haciendo ofrendas a los ancestros, reproduciéndose y
convirtiéndose finalmente, al dejar el mundo de los vivos, en ancestro o antepasado
divinizado. La “fe ancestral” se refiere en forma decisiva a los que tienen la vida tras sí. La
“fe ancestral”, es la fe a aquellos que han pasado la frontera de la muerte. De la unión con
estos “poderosos ancestros” depende, pues, toda la vida aquí y ahora. El futuro de la propia
vida y de la comunidad está en las manos de estos seres poderosos, los antepasados. El punto
culminante es la muerte. El bienestar de la comunidad y del individuo no depende tanto de
los vivos, como de los muertos y de su vida futura. Por eso los ritos más importantes son los
que se realizan con ocasión de la muerte y sepultura.

En las culturas amerindias de América, los indios Guaraní del sur, son profetas errantes que
buscaban constantemente una “tierra sin maldad”. Guerreros que ocuparon el territorio de
una grande parte de América. Según los primeros relatos de misioneros y otros colonizadores,
ellos al parecer eran un “pueblo sin ley”; pueblos y culturas sin la idea de un dios, sin temor,
sin nada más a no ser algunos nombres que se daba a los fenómenos de la naturaleza. Al
parecer no poseían ritual alguno de cualquier tipo de culto religioso y no tampoco ningún
conocimiento del Dios verdadero. Estos indios no creían en nada, no adoraban astros, ni
animales, ni plantas; no había lugares sacros. Ellos, los guaraníes, caminaban hacia a la
“tierra sin maldad”, donde la búsqueda incesante podría ser el símbolo del sentido de su
propia vida. Su Profeta, do Karaí, es el mensajero incansable de una tierra hasta hoy no
encontrada. No obstante, desarrollaron una religión fundada en la espera y en la búsqueda
de la “tierra sin maldad”, la cual no es simplemente un lugar al que se desplace la tribu con
la esperanza de llevar una vida sin muerte y sin maldad, sino además un tiempo.

La escatología musulmana, se centra en uno de sus dogmas: la fe en el último día, que engloba
toda la mentalidad musulmana. El Corán describe con relativa abundancia las fases sucesivas
de los tiempos finales: fin del mundo, resurrección de los muertos, juicio, retribución en el
paraíso o en el infierno. La escatología islámica cree que habrá una culminación de la historia
y el triunfo final de la justicia sobre la injusticia y la opresión, así mismo ubica el fin de la
historia con el regreso del verdadero Mesías quien restaurará en la Tierra Santa el verdadero
estado de Israel. La escatología musulmana también proporciona todo su sentido al futuro
del mundo, al tiempo y a la historia, y finalmente, al significado del propio ser humano.

Referencias:

Bürkle, H. (2009, noviembre, 22). Escatología en la Religiones mundiales. Neue Zeitschrift


für systhematische Theologie und Religionsphilosophie. Recuperado de
https://www.degruyter.com/view/j/nzst.1980.22.issue-1-3/nzst.1980.22.1-
3.189/nzst.1980.22.1-3.189.xml?rskey=gWl5Sv&result=2&q=HORST+B%C3%9CRKLE

Herencia helena. (2011, junio, 1). Herencia helénica. Parte de lo que somos hoy… Grecia
[mensaje de un blog] Recuperado de
http://herenciahelena.blogspot.com/2011/06/religion-de-la-antigua-grecia.html

Open Course Ware. (2015). Historia Antigua II. Grecia y el mundo helenístico. Religión y
formas de vida en la antigua Grecia. Recuperado de

https://ocw.unican.es/mod/book/tool/print/index.php?id=882

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