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La tradicional atribución de lo público y la política pública – entendida como aquella que se ocupa del
“bien común”, del “interés de todos” – como dominio exclusivo del Estado, está hoy cuestionada. Por un
lado, hay una creciente apertura del Estado y de la “cosa pública” hacia la intervención activa de
actores no-estatales. Por otro lado, hay una creciente apertura de los Estados y las sociedades
nacionales, y de la política pública, a la influencia de las agencias internacionales, las cuales han
incorporado a la sociedad civil como un nuevo interlocutor, con y sin la mediación del Estado. Como se
señalaba en una reunión del BID, estaríamos hoy bailando un "tango entre tres": Estado, sociedad civil,
y Banco (organismo donante). En verdad, no obstante, se trata de un “tango entre cuatro”, pues en esa
tríada está ausente el nuevo gran actor: el mercado. La sociedad civil (su propia caracterización como
tal, su nuevo papel, sus límites y posibilidades) se ubica y define hoy en esta compleja trama de
relaciones entre Estado, mercado, y agencias internacionales.
La creciente visibilidad de la sociedad civil tiene relación con el crecimiento y el cada vez mayor peso
de las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), y particularmente de las Organizaciones No
Gubernamentales (ONGs), en el ámbito nacional e internacional. En esto, las agencias internacionales
han jugado un rol importante, viendo el fortalecimiento y la participación de las OSC como elementos
fundamentales de democratización, modernización y gobernabilidad, así como de mayor eficacia y
sustentabilidad en la ejecución de las políticas y los proyectos de desarrollo que vienen haciéndose con
apoyo de la cooperación internacional.
La década de 1990, con las grandes transformaciones que trajo consigo a nivel mundial, en
todos los órdenes, trajo muchas y variadas propuestas de reforma para la educación, desde
versiones tibias de “mejoramiento de la calidad de la educación (escolar)” hasta propuestas
radicales de cambios de paradigma, algunas de las cuales, confiando en el Super poder de las
modernas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs), avizoran incluso la
desaparición del sistema escolar como lo conocemos. La versión de reforma que se impuso a lo
largo de la década en esta región y en las otras regiones del Sur, vía financiamiento y asesoría
internacionales, particularmente del Banco Mundial, incluyó como componentes fundamentales la
descentralización, la autonomía escolar, la participación y la co-gestión comunitaria y la consulta
social. (Recuadro 1). Dichas políticas y medidas tuvieron modos y grados distintos de
interpretación, ejecución, desarrollo y éxito en los distintos países, programas y regiones. En
muchos casos, como se reconoce, dichas medidas fueron apresuradas y parciales; en la mayoría
de casos generaron desajustes y resistencias, no sólo por parte de los docentes sino de la
comunidad escolar, de un amplio espectro de organizaciones sociales y de la opinión pública.
PARTICIPACION DE LA POBLACION EN LA SALUD
La participación social ha sido entendida de diversas formas: como beneficiario, como
contribución a la promoción de la salud y participación comunitaria, esta última con dos miradas
diferentes. En la primera se considera a las personas como simples receptoras o beneficiarias de
la atención de salud; esta ha sido la visión predominante en las organizaciones creadas bajo el
concepto de gratuidad de la salud en aquellos países donde el sector público de la salud ha
tenido un papel y desarrollo preponderantes. En la participación como contribución a la
promoción de la salud se define la participación como el apoyo voluntario de la población a
determinados programas y proyectos de desarrollo social establecidos por los servicios de salud
o las autoridades locales pero implica una relación de verticalidad entre el agente público y las
personas, que son vistas como un instrumento o recurso que facilita la acción del Estado. La
participación comunitaria, promovida principalmente por los organismos multilaterales, se
interpreta la participación como la organización de la comunidad en comités o grupos de apoyo a
los programas y proyectos de desarrollo social con una asignación de mayores espacios de
acción a la ciudadanía, su principal dificultad es que es difícil identificar a la “comunidad” como
una entidad que actúe ante el sector de la salud como interlocutor único o en representación de
la diversidad social y por tanto los instrumentos de participación tradicionales son poco eficaces
frente a las demandas de los ciudadanos y en regiones donde el desarrollo de las redes sociales
es escaso como en el caso de América Latina.
Una visión más moderna de participación en la salud reconoce a las personas como usuarios y a
la vez como ciudadanos ante los cuales el sistema de salud debe rendir cuentas de la calidad y
oportunidad del servicio, así como del uso eficiente de los recursos. En tal sentido requiere una
mayor responsabilidad de los sistemas de salud frente a la ciudadanía y la necesidad de
implementar distintos mecanismos de participación, ya sean individuales o colectivos, que
permitan a las personas ejercer control sobre sus derechos de protección de la salud. +