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Modelos de Revelación

(Traducción de Elementi di Teologia Fondamentale; Donath Hercsik) 1

La revelación es de una riqueza inagotable: es contemporáneamente acción, historia,


conocimiento, encuentro, comunión, trascendencia e inmanencia, progreso, economía
y cumplimiento definitivo. Esta polivalencia expone al teólogo a valorar un aspecto. De
allí que presentamos los modelos de tres autores.

René Latourelle
Partiendo de las relaciones humanas y adoptando la analogía del ser se puede
comprender la revelación en su totalidad como un fenómeno de Palabra que adopta
diversas formas de comunicación. Los profetas, Jesús y los apóstoles Testimonian. El
contenido de la Palabra y el testimonio es el evangelio. Por la fe al mensaje se produce
el Encuentro con Dios. Palabra, Testimonio y Encuentro son analogías que la teología
debe profundizar y purificar como y en que medida ellas dan acceso al misterio de la
revelación.
a. La revelación como Palabra
La Palabra es la más perfecta expresión de la persona. Hace referencia al
encuentro personal de los hombres: se habla al otro. Hablar es dirigirse a otro.
Antes de ser expresión, la palabra es interpelación, es un apelo buscando el
diálogo. Si cada palabra es apelo es porque tiende a la comunicación.
La palabra puede ser puramente utilitario: es el lenguaje pragmático del
intercambio de información, de consignas y mensajes. Es el grado más bajo de
la intención y de la expresión humana.
A nivel más alto está la expresión, revelación de la persona, testimonio de sí
mismo. Expresión del misterio personal que se vuelve al misterio personal del
otro. Esto es signo de amistad y amor: libertad que se abre al otro y se dona.
A veces la palabra no basta: es necesario el gesto, con el don de la propia vida:
es lo que sucede con el amor esponsal y el apostolado.
En la revelación es Dios que se vuelve al hombre: relación interpersonal y vital
en un designio de comunicación, diálogo y participación. Esta Palabra interpela
al hombre y lo invita a la obediencia de fe para la comunión de vida. La palabra
de Dios es de amistad y amor.
Esta intención de amor prorumpe de varios modos:
 Se dirige a una creatura, supera la distancia infinita, sale de su misterio,
condesciende y se hace presente al hombre por amor para salvar. Esto
indica el hecho mismo de dirigir la palabra.
 Se encarna, va al nivel de la creatura y se expresa con acciones, gestos,
comportamientos, Palabras.

1
Paginas: 40 al 52
 El objeto es manifestar los secretos de la vida divina misma. La
revelación de la vida íntima de Dios es inicio de participación a esa vida
y constituye un don de Dios al hombre. La revelación es una
autodonación.
 Este don llega hasta el extremo del amor: palabra inmolada en la cruz,
en la cruz Cristo narra la caridad del Padre y la Palabra llega al silencio.
La revelación mediante la Palabra es consumada y sellada por la
revelación-acción.

b. La revelación como Testimonio


El testimonio es una palabra por medio de la cual una persona invita a otra a
admitir una cosa como verdadera fiándose de su invitación como garantía
remota. Esta invitación a creer es la esencia del testimonio.
El testimonio es un hecho moral: empeña al testigo: su palabra es sustituto de
la misma experiencia. La fe en el testimonio requiere una cierta dimisión de la
razón: dimisión legítima porque ella tiene por motivo la sanidad mental
(ciencia, perspicacia, espíritu crítico) y sobre todo moral del testigo. La
posibilidad de diálogo se base en la confianza pedida por el testigo y la promesa
tácita de no traicionarla. Esto es inicio de amor.
La Sagrada Escritura describe la revelación como una economía de testimonios.
Los profetas dan testimonio, Jesús da testimonio, Apóstoles dan testimonio. La
Iglesia recoge el testimonio de los apóstoles (depósito) la conserva, protege,
propone, explica, interpreta, asimila y comprende. El Padre da testimonio del
Hijo; el Hijo del Padre y del Espíritu; el Espíritu del Hijo. El testimonio es el hilo
secreto entre eternidad y tiempo, cielo y tierra.
El testimonio divino es especial: no sólo afirma la verdad de lo que propone a
creer sino que afirma también la infabilidad absoluta de su testimonio. Dios es
la misma garantía de su testimonio. En la revelación los signos tienen por
objetivo asegurar la identificación del testigo, hacer reconocer en la voz y
palabra de Cristo el testimonio del Dios viviente y en la disposición de los
apóstoles el auténtico mensaje de Dios. Pero la Fe se apoya sobre el testimonio
divino increado. El hombre se apoya sobre una Palabra que lleva en sí la propia
garantía.
La invitación a creer por parte de Dios llega por dos vías: exterior e interior.
Dios, por medio de profetas, Cristo y apóstoles notifica a los hombres su
designio de salvación e invita a la fe. Pero esta la dimensión interior, la cual es
una acción. Dios actúa en el alma. Por eso se habla de una revelación,
iluminación, unción, atracción, testimonio interior. Dios puede infundir en el
hombre una luz por medio de la cual lo atrae a conformar su conocimiento al
divino, subordinándose a la primera verdad con un homenaje a s autoridad
infinita y a admitir el testimonio divino a causa de esta excelencia única que
hace de Dios la garantía última y absoluta de su verdad.

c. La revelación como Encuentro


La Palabra se vuelve realidad en el encuentro con el Tu. Encuentro que puede
alcanzar diversos grados de profundidad. Lo natural es que palabra y respuesta
se vuelvan un diálogo auténtico, reciprocidad, comunión, empeño recíproco. La
reciprocidad es la condición de un encuentro efectivo. En el encuentro
amoroso la reciprocidad puede ser completa. Esta reciprocidad es el fruto de
una revelación y don.
La Palabra de Dios encuentra en el hombre la acogida y reconocimiento. La fe
es el primer y libre paso del hombre a un intercambio de amistad; con la fe el
hombre responde al apelo de Dios. La fe es el equivalente de la sonrisa de la
amistad en el diálogo humano. Cuando el hombre se abre al Dios que habla,
comunica con su pensamiento, se deja invadir y dirigir por ello; Dios y el
hombre se encuentran y el encuentro se desarrolla en comunión de vida.
Revelación y fe son interpersonales. La fe es el encuentro con el Dios personal
en su Palabra. Si Dios se manifiesta como un Dios que habla, la fe debe ser
asentimiento a lo que dice; pero la misma adhesión se finaliza en el encuentro
con Dios. La fe inaugura en el diálogo un encuentro que se completará en la
visión.
La fe es un comportamiento global de todo el hombre que responde a la
invitación de Dios, como una totalidad en la que el conocimiento y el amor no
son sino una sola cosa. La fe que opera en la caridad es conocimiento y empeño
de toda la persona.

Max Seckler
Seckler hace la distinción entre el concepto experiencial de revelación y el
concepto sistemático. La revelación como concepto experiencial se relaciona a
concretas experiencias a las que se le atribuye un significado revelador.
La lengua define reveladores aquellos modos del comunicar y conocer que van
más allá de los procedimientos cognoscitivos comunes y más allá de las
comunes posibilidades del conocimiento, en cuanto en ellos se realiza un
conocimiento que proviene, como don más o menos gratuitos, desde un origen
del cual el hombre no puede disponer. El concepto experiencial de revelación
es relativo a situaciones de desvelamiento, que son experimentadas como tal.
El concepto experiencial de revelación se refiere siempre a conocimientos,
inspiraciones o percepciones, que son extraordinarias, ligadas sobre todo al
campo de la experiencia religiosa.
El punto decisivo del concepto sistemático de revelación es el resultado de una
reflexión teológica. A través de esta reflexión teológica se ha reconocido como
todos los fenómenos que entran en el concepto experiencial de la revelación
no constituyen más que un momento, una porción de aquello hacia lo cual
tiende la fe cristiana.
La experiencia de la revelación y la idea de revelación no se identifican de
hecho ni abrazan la misma área semántica. Desde un punto de vista histórico
podemos observar que para las experiencias religiosas que a su vez han
influenciado la experiencia concreta. La Sagrada escritura ofrece numerosos
ejemplos: sueños, adivinación, profecías, etc. Los modelos interpretativos que
guían la experiencia estaban en concordancias entre ellas.
En la idea de revelación se pueden distinguir tres modelos que son, en cierto
sentido, uno consecuencia del otro.

a- La revelación como epifanía


Epifanéia, fanérosis, fanerustai son conceptos bíblicos esenciales. El Dios
viviente se manifiesta y se hace experimentable en su santidad como
realidad concretamente presente, como una forma que crea, guía, juzga y
salva. En Cristo la gran epifanía de la salvación divina se hace
concretamente experimentable.
Lo característico de este modelo es que lo esencial es dado en el suceder y
manifestarse histórico de la salvación misma. En las revelaciones nos
encontramos de frente a la experiencia de la viviente presencia de aquel
que cumple grandes cosas.
b- La revelación como instrucción
Un componente doctrinal entra en el modelo epifánico. EL conocimiento de
Dios, de su verdad y directivas es uno de los motivos centrales de la Sagrada
Escritura, pero no se reduce a procedimientos teóricos.
Bajo la influencia del helenismo el concepto de salvación y revelación
fueron puesto bajo una progresiva intelectualización: la salvación aparece
como un bien para el intelecto, actividad mas alta de la más alta facultad
del hombre y viene buscada en la visión intelectual del mundo inteligible. La
revelación produce el conocimiento de la salvación y hace posible el
conocimiento como salvación. Ella desvela al mundo de la verdad divina y
hace posible una contemplación espiritual. En esta concepción
intelectualista de la revelación la luz no solo ilumina el camino, sino
constituye, al mismo tiempo, la meta.
Esta tendencia a leer el contenido de la revelación en clave teórica condujo
al modelo teórico-instructivo de la revelación, que encontramos en la edad
media.
En este caso revelación y salvación vienen separados. Para pensar la
salvación no se recurre más al concepto de la revelación sino a otras
categorías soteriológicas. El concepto de revelación viene reducida a la fase
informativa y teórico-doctrinal de la historia de salvación. La revelación es
pensada como enseñanza impartida por el maestro divino en torno a
hechos naturales y sobrenaturales, y es en tal contexto que se piensa que
su producto deba consistir solo en las verdades reveladas.
Esta idea de revelación característica del medioevo se encuadraba en una
concepción espiritual de la verdad: Dios era concebido como maestro
exterior e interior de una verdad que constituye la beatitud. A partir del
nominalismo se desarrollan siempre más los problemas de esta concepción:
los misterios de la fe se reducen a enigmas intelectuales de tipo
sobrenatural y la virtud de la fe consiste en retener verdaderas las
incomprensibles veritates revelatae. El concepto teórico-instructivo será
siempre más restringido al sentido doctrinal-conceptual: la revelación viene
erróneamente entendida como comunicación de una doctrina sobrenatural
y el proceso doctrinal es explicado como producción divina de
proposiciones mediante conceptos intelectuales propios del espíritu
humano.
c- La revelación como auto-comunicación de Dios.
El concilio (Dei Verbum) hace entrar en el concepto de revelación el evento
salvífico en su sustancia y fundamento, concibiéndolo como autorevelación
de Dios. Por otra parte el concepto de revelación sirve para definir en su
totalidad la realidad a la que la fe cristiana se dirige. Fuera de la revelación
no se entiende el evento salvífico. Hay una variedad semántica: economía
de la salvación, economía de la revelación, economía cristiana.
El concepto de revelación tiene una radicalización teocéntrica: el Dios de la
revelación se revela a sí mismo. Auto revelación de Dios es auto
manifestación y auto comunicación: al hombre le es concedida una
participación real, esencial de la misma realidad divina. Son importatentes
conceptos como participación, comunión. Por ello el modelo del concilio es
teórico-comunicativo-participativo. La idea de comunión hace referencia a
la relación interpersonal; la idea de participación expresa la posibilidad que
se ofrece de tomar parte de la bondad divina: verdad, justicia, amor.
Avery Dulles
En un estudio diacrónico se podría demostrar como la reflexión contextual de cada
época ha privilegiado uno u otro aspecto, sin excluir los demás. Los momentos son:
influencia griega, período gregoriano, luminismo, Concilio Vaticano I y Concilio
Vaticano II. Este autor distingue desde un estudio diacrónico cinco modelos:
a. Revelación como doctrina
Revelación como doctrina formulada por la Iglesia ofrecida a nuestra fe. Dios es
maestro infalible que transmite su ciencia a los hombres por medio de la
Palabra. El hombre es un discípulo atento pronto a aceptar lo que dice el
maestro. Este modelo pone de relieve la vertiente objetiva de la revelación,
identificada con el depósito de la fe confiado a la Iglesia. El origen divino de
esta enseñanza es atestiguada por signos externos. El punto debil del modelo
es su positivismo y extrensicismo: de un lado se presenta en modo autoritario;
por otro no mira las actuales necesidades y aspiraciones de los hombres.

b. Revelación como historia


Pone en primer plano los grandes eventos de la historia de la salvación que
culminan en la muerte y resurrección de Jesús que permiten de interpretar la
historia pasada y futura. Esta revelación requiere una respuesta esperanza en
el Dios de la promesa y de la salvación. Dios viene concebido como una persona
que obra en manera trascendental en la historia, mientras el hombre debe ser
una persona que discierne e interpreta los signos de la historia. Aquí están
Culmann, Pannenberg, Wright.
El punto fuerte es la realidad histórica de la revelación; el punto débil es la
inducción, selección e interpretación de los hechos históricos.

c. Revelación como experiencia interior


Concibe la revelación como experiencia interior de gracia y comunión con Dios
que se efectúa en un encuentro directo e inmediato de cada uno con lo divino.
Dios se comunica espontáneamente al alma que se abandona a su acción: esta
experiencia es portadora de salvación y de vida eterna. Para algunos, Cristo
permanece mediador de esta experiencia. La respuesta del hombre a esta
experiencia mística es aquella de la pía devoción, de la oración del corazón.
El punto fuerte es el insistir en el hecho de la revelación es un fenómeno
inmediato en el alma del hombre y que su contenido es el mismo Dios. Esto
mismo es su debilidad: ¿es posible para el hombre como ser limitado acoger
aquel Dios que es ilimitado?

d. Revelación como presencia dialéctica


Porque Dios es trascendente, el totalmente Otro, él mismo va al encuentro del
hombre que lo reconoce en la fe. La palabra de Dios revela y esconde la
manifestación de Dios. El primado de Dios es absoluto. Dios viene concebido
como juez misericordioso, que juzga y absuelve. El hombre debe convertirse
como un ser obediente que se somete a la palabra que juzga y absuelve.
El punto fuerte es la conciencia de distancia entre Dios y el hombre, demuestra
reverencia y gratitud frente a Dios. Lo débil es la coherencia interna: ¿cómo se
puede llegar desde afirmaciones negativas y amenazantes a una proclamación
inteligible y creíble de un mensaje que quiere ser buena noticia?

e. Revelación como nueva conciencia


La revelación encuentra su lugar en el horizonte último del hombre. Es una
nueva toma de conciencia del hombre de frente a la acción trascendente de
Dios que se revela y del empeño del hombre en la historia humana. La
revelación tiene un poder salvífico en cuanto contribuye a reestructurar
nuestra experiencia y el mundo mismo. La fe es la toma de conciencia de este
proceso trasformador de la revelación.
El punto fuerte reside en el hecho que enfatiza la importancia de la revelación
divina para apagar la sed del hombre en cuanto a la paz, justicia, etc. El lado
débil es la inducción: ¿cómo el surgir de una nueva conciencia en una persona
determinada en un momento histórico puede tener validez para otras
personas, lugares y tiempos?
Dulles busca de recuperar los valores de cada modelo por medio de una “superación”
que él descubre en la mediación simbólica: en el Cristo-Símbolo que integra todos los
modelos.
En su obra “Modelos de Revelación”2 presenta su teoría. En la parte segunda, después
de haber analizado los cinco modelos arriba descriptos, presenta la mediación
simbólica.
Según esta teoría la revelación no se produce jamás en una experiencia puramente
interior o en un encuentro no mediado con Dios. Es siempre mediada a través un
símbolo: a través un signo percibido externamente que obra misteriosamente en la
conciencia humana de modo que sugiere más de lo que puede describir o definir
claramente. Los símbolos reveladores son aquellos que expresan y median la
autocomunicación.
Las grandes revelaciones de la biblia son ricas en elementos simbólicos. La presencia
de los eventos simbólicos en los momentos salientes de la historia bíblica ofrece
sostén a la tesis según la cual la historia de la redención consiste en una serie de
situaciones de desvelamientos. Los signos eventos que constituyen esta historia han
sido descriptos como símbolos densos de significado y como el punto de acceso a
través el cual la salvación emerge haciéndose lenguaje.
El autor propone una tesis basada sobre el paralelismo entre la propiedad de la
comunicación simbólica y las propiedades de la revelación. Se pueden individuar
cuatro de estas propiedades:

 El simbolismo forja un conocimiento no especulativo, sino participativa, un


conocimiento de tipo implicante. Nos empuja, para el conocimiento, a
colocarnos mentalmente al interno del universo de significado y de valor. Es un
lugar a habitar.
 Por tanto el símbolo posee un efecto transformante.
 Tiene influencia sobre las tareas asumidas y sobre el comportamiento
 No son accesibles al pensamiento deductivo. Metiéndonos en contacto con los
aspectos más profundos de la realidad, el simbolismo puede generar una serie
indefinida de ideas particulares.
Vemos como el símbolo puede ser un medio de revelación: las cualidades de la
revelación corresponden a la comunicación simbólica. En primer lugar, la revelación da
un conocimiento participativo. Aceptar la revelación cristiana equivale a dejarse
abrazar en una comunidad de fe y comparte el estilo de vida descripto por Jesús (1Jn
4,8).
La revelación es transformativa, pues nos introduce a un nuevo mundo espiritual,
cambia horizontes.

2
Dulles, A; “Modelli della rivelazione”; Lateran University Press, Città del Vaticano, 2010; 275-350
Así la revelación ejercita un impacto sobre las obligaciones y sobre el comportamiento
de aquellos que la reciben.
Por último la revelación da una luz sobre los misterios que la razón no puede penetrar
en ningún modo. El carácter misterioso de la revelación no está privada de
inteligibilidad.
Luego el autor aplica esta idea simbólica de revelación a las cinco teorías de revelación
arriba desarrolladas.
Nos interesa su planteo de Cristo como vértice de la revelación (verdad ya asumida)
pero desde la teoría simbólica.
Si la realidad última es esencialmente misteriosa, su verdadero carácter vendrá
considerado más fácilmente accesible por el símbolo que por el discurso conceptual.
Si entendemos símbolo en un sentido fuertemente realístico (ejemplos: cuerpo-alma),
entendiendo un signo en el que la cosa significada está realmente presente, Cristo
puede ser llamado el símbolo de Dios por excelencia. En Cristo la manifestación y lo
que viene manifestado coinciden en sentido ontológico. El hombre Jesús es tanto el
símbolo cuanto la encarnación del logos eterno, que se comunica a sí mismo
volviéndose plenamente humano pero sin dejar de ser divino.
La humanidad de Cristo es realmente idéntica a sí mismo; no es una máscara. Pero él
es más que su humanidad, y ese “Más” es su divinidad. Cristo es una sola compleja
realidad que comprende sea el elemento divino y humano (LG 8).
Desde aquí vuelve a leer los cinco modelos de revelación centrándose en Cristo.

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