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René Latourelle
Partiendo de las relaciones humanas y adoptando la analogía del ser se puede
comprender la revelación en su totalidad como un fenómeno de Palabra que adopta
diversas formas de comunicación. Los profetas, Jesús y los apóstoles Testimonian. El
contenido de la Palabra y el testimonio es el evangelio. Por la fe al mensaje se produce
el Encuentro con Dios. Palabra, Testimonio y Encuentro son analogías que la teología
debe profundizar y purificar como y en que medida ellas dan acceso al misterio de la
revelación.
a. La revelación como Palabra
La Palabra es la más perfecta expresión de la persona. Hace referencia al
encuentro personal de los hombres: se habla al otro. Hablar es dirigirse a otro.
Antes de ser expresión, la palabra es interpelación, es un apelo buscando el
diálogo. Si cada palabra es apelo es porque tiende a la comunicación.
La palabra puede ser puramente utilitario: es el lenguaje pragmático del
intercambio de información, de consignas y mensajes. Es el grado más bajo de
la intención y de la expresión humana.
A nivel más alto está la expresión, revelación de la persona, testimonio de sí
mismo. Expresión del misterio personal que se vuelve al misterio personal del
otro. Esto es signo de amistad y amor: libertad que se abre al otro y se dona.
A veces la palabra no basta: es necesario el gesto, con el don de la propia vida:
es lo que sucede con el amor esponsal y el apostolado.
En la revelación es Dios que se vuelve al hombre: relación interpersonal y vital
en un designio de comunicación, diálogo y participación. Esta Palabra interpela
al hombre y lo invita a la obediencia de fe para la comunión de vida. La palabra
de Dios es de amistad y amor.
Esta intención de amor prorumpe de varios modos:
Se dirige a una creatura, supera la distancia infinita, sale de su misterio,
condesciende y se hace presente al hombre por amor para salvar. Esto
indica el hecho mismo de dirigir la palabra.
Se encarna, va al nivel de la creatura y se expresa con acciones, gestos,
comportamientos, Palabras.
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Paginas: 40 al 52
El objeto es manifestar los secretos de la vida divina misma. La
revelación de la vida íntima de Dios es inicio de participación a esa vida
y constituye un don de Dios al hombre. La revelación es una
autodonación.
Este don llega hasta el extremo del amor: palabra inmolada en la cruz,
en la cruz Cristo narra la caridad del Padre y la Palabra llega al silencio.
La revelación mediante la Palabra es consumada y sellada por la
revelación-acción.
Max Seckler
Seckler hace la distinción entre el concepto experiencial de revelación y el
concepto sistemático. La revelación como concepto experiencial se relaciona a
concretas experiencias a las que se le atribuye un significado revelador.
La lengua define reveladores aquellos modos del comunicar y conocer que van
más allá de los procedimientos cognoscitivos comunes y más allá de las
comunes posibilidades del conocimiento, en cuanto en ellos se realiza un
conocimiento que proviene, como don más o menos gratuitos, desde un origen
del cual el hombre no puede disponer. El concepto experiencial de revelación
es relativo a situaciones de desvelamiento, que son experimentadas como tal.
El concepto experiencial de revelación se refiere siempre a conocimientos,
inspiraciones o percepciones, que son extraordinarias, ligadas sobre todo al
campo de la experiencia religiosa.
El punto decisivo del concepto sistemático de revelación es el resultado de una
reflexión teológica. A través de esta reflexión teológica se ha reconocido como
todos los fenómenos que entran en el concepto experiencial de la revelación
no constituyen más que un momento, una porción de aquello hacia lo cual
tiende la fe cristiana.
La experiencia de la revelación y la idea de revelación no se identifican de
hecho ni abrazan la misma área semántica. Desde un punto de vista histórico
podemos observar que para las experiencias religiosas que a su vez han
influenciado la experiencia concreta. La Sagrada escritura ofrece numerosos
ejemplos: sueños, adivinación, profecías, etc. Los modelos interpretativos que
guían la experiencia estaban en concordancias entre ellas.
En la idea de revelación se pueden distinguir tres modelos que son, en cierto
sentido, uno consecuencia del otro.
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Dulles, A; “Modelli della rivelazione”; Lateran University Press, Città del Vaticano, 2010; 275-350
Así la revelación ejercita un impacto sobre las obligaciones y sobre el comportamiento
de aquellos que la reciben.
Por último la revelación da una luz sobre los misterios que la razón no puede penetrar
en ningún modo. El carácter misterioso de la revelación no está privada de
inteligibilidad.
Luego el autor aplica esta idea simbólica de revelación a las cinco teorías de revelación
arriba desarrolladas.
Nos interesa su planteo de Cristo como vértice de la revelación (verdad ya asumida)
pero desde la teoría simbólica.
Si la realidad última es esencialmente misteriosa, su verdadero carácter vendrá
considerado más fácilmente accesible por el símbolo que por el discurso conceptual.
Si entendemos símbolo en un sentido fuertemente realístico (ejemplos: cuerpo-alma),
entendiendo un signo en el que la cosa significada está realmente presente, Cristo
puede ser llamado el símbolo de Dios por excelencia. En Cristo la manifestación y lo
que viene manifestado coinciden en sentido ontológico. El hombre Jesús es tanto el
símbolo cuanto la encarnación del logos eterno, que se comunica a sí mismo
volviéndose plenamente humano pero sin dejar de ser divino.
La humanidad de Cristo es realmente idéntica a sí mismo; no es una máscara. Pero él
es más que su humanidad, y ese “Más” es su divinidad. Cristo es una sola compleja
realidad que comprende sea el elemento divino y humano (LG 8).
Desde aquí vuelve a leer los cinco modelos de revelación centrándose en Cristo.