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Iván Orozco nos presenta un ins- los públicos colombianos ese asunto
trumento analítico muy novedoso y no está lo suficientemente esclareci-
de gran utilidad para desentrañar, do, y es lo que él llama la nueva con-
hasta donde ello es posible, los dile- ciencia global humanitaria; un nuevo
mas de la paz y la justicia en Améri- clima cultural, universalista, norma-
ca Latina y, a su vez, para situar en tivo que viene casi como un manda-
el escenario contemporáneo de la to de los países centrales hacia las
nueva conciencia global humanita- periferias y que impone requisitos
ria, las contradicciones que se pre- humanitarios de justicia para críme-
sentan entre los "hacedores de paz" nes atroces, reivindicando la memo-
y "los defensores de los derechos hu- ria sobre el olvido y el castigo sobre
manos". Contrario a lo que el senti- el perdón. En un contexto
do común indicaría, no siempre los mundializado y de soberanías nacio-
procesos de justicia distributiva con- nales declinantes, es indudable que
ducen a una paz sostenible, y ésta, se disminuye el espacio de maniobra
en circunstancias especiales y de de los Estados para resolver los pro-
acuerdo con las modalidades de blemas de la guerra y de la paz, y las
victimización, dependería, según el variables externas adquieren cada vez
autor, de ciertos grados de perdón un peso mayor. Esto quiere decir
recíproco y de olvido o, en otras pa- también que los tiempos nacionales,
labras, de menos justicia. que pueden ser más lentos, ya no
coinciden con los internacionales, en
Parece interesante rescatar un eje los que las exigencias humanitarias
central de la reflexión de Orozco, se vuelven cada vez más estrictas y
porque da la impresión de que entre exigentes.
* Socióloga, magíster en Planeación urbano regional de la Universidad Nacional de Colombia; directora del grupo de
investigaciones en Estudios políticos. Profesora investigadora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.
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en la impunidad, pero ha sido la Es en este contexto en el que
memoria de las víctimas, la puesta 1ván Orozco propone su esquema
en público de su dolor y sufrimien- analítico para examinar los dilemas
to, sus relatos y narraciones sobre el de la justicia y de la paz; establecien-
horror y las depredaciones, lo que ha do modalidades diferenciadas de
permitido desnudar las guerras, qui- transición, simples y dobles, de dic-
tarles el halo romántico y salvífico, taduras a democracias y de v icti-
mostrar la hondura del drama huma- mización vertical u horizontal, así
nitario, la cara oculta de lo que acon- como formas distintas de moviliza-
tece en los ámbitos privados y ción colectiva de la sociedad civil en
domésticos cuando los guerreros de los esfuerzos bélicos. Su hipótesis es
todas las pelambres entran en acción, que en las transiciones simples y en
y lo endebles que resultan las justifi- los modelos de victimización verti-
caciones morales o políticas del ac- cal, unidireccional y asimétrica,
cionar bélico frente a la tragedia como en los casos de las dictaduras
pertinaz y continuada de millares de militares de Chile y Argentina, la
seres humanos que padecen los trau- justicia retributiva tiene mejores
mas del accionar de los guerreros. perspectivas de despliegue, aunque
Sin embargo, la nueva concien- en detrimento de la reconciliación.
cia global humanitaria, en cuyo con- Por el contrario, en los procesos de
texto dejan de ser admisibles los transición doble y de victimización
indultos, las amnistías y los perdo- horizontal y simétrica, como el de El
nes judiciales totales, plantea Salvador, la relación se invierte y la
interrogantes y dificultades cuando reconciliación predominaría sobre el
se trata de lograr acuerdos de paz ejercicio de la justicia distributiva.
entre hostiles, y allí precisamente es La combinación de transiciones y
donde se en marcan las tensiones en- modelos de victimización definirían,
tre la otrora unida familia humani- para Orozco, los alcances y las limi-
taria. Los hacedores de paz ponen su taciones en los usos de la verdad.
acento en el futuro, en la reconcilia- Acá quiero señalar que, si bien
ción y el perdón, en detrimento de comparto con el autor su esquema
la justicia distributiva y el castigo de analítico, brillante y esclarecedor,
los perpetradores; los defensores de me separo de él en el asunto de los
los derechos humanos, por el con- usos de la verdad. A mi juicio, las
trario, consideran que es necesario verdades, así sean ellas parciales, in-
saldar cuentas con el pasado, recons- dividuales o de grupo, rivales y con-
truir la verdad judicial e histórica y frontadas de víctimas, victimarios y
castigar a los culpables para restau- testigos, y aceptando los riesgos evi-
rar el orden democrático; tensiones dentes que han sido señalados reite-
que llevadas al límite podrían radamente en los trabajos sobre estos
traducirse en dos fórmulas contra- temas, resultan absolutamente per-
puestas: justicia sin paz o paz con tinentes para entender dos cosas im-
impunidad. portantes.
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Las narraciones que circulan des- tuvieron ocurrencia los delitos de lesa
de los medios de comunicación y los humanidad, los genocidios y los crí-
organismos estatales, en el mejor de menes atroces, y por lo tanto tener
los escenarios presentan el conflicto una visión matizada y plural de lo
colombiano como un enfrentamien- acontecido; en otras palabras, poseer
to entre guerrilla y paramilitares, del una visión más calidoscópica de las
cual los estamentos gubernamenta- lógicas, las gramáticas y las dramáti-
les estarían ausentes y serían algo así cas de una guerra tan degradada
como víctimas que sufren los efec- como la colombiana, puede contri-
tos traumáticos de unos y otros, y, buir de mejor manera a adaptar pro-
en el peor de los escenarios, la inter- cesos de reconciliación y de justicia
pretación se orienta a señalar que lo en el futuro.
que existe es una amenaza terrorista La segunda tesis de Iván Orozco
contra un Estado democrático. Es tiene que ver con una suerte de ge-
decir, se invierte la fórmula de la nealogía de la nueva conciencia hu-
victimización vertical, que en este manitaria global, que él interpreta
caso vendría desde abajo, desde la como tejida sobre la experiencia del
criminalidad organizada. holocausto judío y el legado de los
Cambiar esas narrativas, encon- juicios de Nuremberg, ratificada por
trar otras nominaciones para desig- las dictaduras del Cono sur, que ha-
nar lo que ocurre es también brían ¿? dejado sus huellas en los tra-
transformar la memoria nacional, y tados y en las convenciones sobre
mientras eso no ocurra es difícil en- derechos humanos y Derecho inter-
contrar algún balance precario en- nacional humanitario, elaboradas a
tre justicia y paz, más importante aún partir de la posguerra y orientadas a
en un país que ha tenido en el olvi- evitar en el futuro lo que se ha lla-
do una estrategia para salirle al paso mado masacres administrativas, ejecu-
a situaciones de conflicto y guerra tadas por Estados totalitarios o
civil. autoritarios sobre poblaciones rela-
La segunda razón por la que pa- tivamente inermes. Esta experiencia
rece importante el esclarecimiento fundacional habría propiciado lo que
histórico de todos los problemas que el autor llama, con mucho acierto,
pueden presentar estos procesos, so- "analogía de la dictadura", despla-
bre todo en contextos de continui- zando en cierta forma las dinámicas
dad del conflicto (hablar de de guerra a un segundo plano, como
posconflicto parcial sería forzar el mero contexto, y centrando su mi-
concepto) de fragmentación y larga rada casi exclusivamente en el gran
duración como el colombiano, es que Leviatán.
permite reconstruir los contextos, las La analogía con la dictadura se
dinámicas y las lógicas de la guerra; sustenta sobre una visión de
las tradiciones y las prácticas socia- victimización vertical, en la cual el
les, las especificidades de los espa- Estado sería el mayor victimario po-
cios territoriales en los cuales tencial. Según el autor, esta analo-
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civil en los eventos bélicos. Si bien así sea de manera precaria, las de-
el derecho internacional humanita- mandas de soberanía de los grupos
rio ha hecho énfasis en la distinción en disputa ¿? Y si bien buena parte
entre combatientes y no combatien- de estos comportamientos de los ci-
tes, con el ánimo de proteger a aque- viles no significan delitos ni son
llos que no se involucran judicializables ni punibles, sí tienen
directamente en las acciones de ar- amplia significación en las responsa-
mas, a juicio del autor esta norma bilidades políticas y éticas frente a la
de protección, necesaria y pertinen- guerra; responsabilidades éstas que
te por lo demás, a veces obscurece un proceso de esclarecimiento his-
al accionar de los civiles en la con- tórico debía dejar medianamente
frontación, que usualmente es ma- establecidas; además, disponer de
yor que el aceptado, bien como una visión más realista y descarnada
partícipes activos y solidarios en la de ésta participación, ayudaría a to-
logística de las confrontaciones, bien mar decisiones más eficaces sobre ese
como co laboradores forzados por balance difícil y siempre precario
uno u otro actor bélico; usualmente entre justicia retributiva y paz.
quien tiene el control transitorio so- Si bien el gobierno afirma que las
bre el territorio en el cual se habita, guerrillas han sido aisladas de sus
cambiando fácilmente de divisa poblaciones de apoyo y no cuentan
cuando cambia el denominador. con respaldo social, otra bien distin-
De allí que para algunos analistas ta es la que parece advertirse en al-
la guerra colombiana sea vista como gunas zonas históricas controladas
una guerra contra la sociedad, y si por ellos y entre algunos sectores so-
bien es cierto que los beligerantes ciales que les siguen brindando al
desarrollan habitualmente una dispu- menos simpatías y tolerancia con sus
ta feroz por inscribir en sus redes y depredaciones; aunque abría que
controlar organizaciones, personas, aceptar que la acción paramilitar,
instituciones, funcionarios y espa- orientada en lo fundamental hacia
cios, sería necesario examinar con las poblaciones de apoyo guerrille-
más detalle la percepción que las ro, ha logrado romper algunas viejas
poblaciones tienen sobre los actores lealtades en los territorios conquis-
armados y sus prácticas, porque a tados por ellos. Lo mismo podría
veces no es tan fácil trazar la línea decirse de los paramilitares; si bien
divisoria entre armados y desarma- estas agrupaciones no obedecen al
dos, víctimas y victimarios, ni esta- patrón clásico de agentes encubier-
blecer el grado de movilización tos del estado, como en Centro-
política y solidaria en torno a los prin- américa, falta por esclarecer sus
cipales actores del conflicto armado. relaciones e identidades con segmen-
Más que una guerra contra la socie- tos de las fuerzas de seguridad, con
dad, se trataría de una guerra por la el ejército y la policía, pero también
sociedad, que garantice (¿garantiza?), con administradores públicos de to-
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Orozco, se convierten en obstáculos nes de la guerra. En un contexto se-
formidables, tanto para la negocia- mejante, ni los hacedores de paz ni
ción de la paz como para el estable- los defensores de derechos humanos
cimiento de responsabilidades logran, mínimamente, lo que se pro-
políticas, jurídicas y penales de los ponen [C
diversos actores frente a los críme-
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