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ALEJANDRÍA
DIRECTOR
MAG. LUCIANO RIVERA ROJAS
NOTA DE ACEPTACIÓN
El director y jurados del seminario del proyecto de grado “El espíritu de la modernidad en El
Cuarteto de Alejandría”, elaborado por: María Elena Sandoval, una vez revisado el escrito
final y aprobado la sustentación de la misma, autorizan a su autora para que realice gestiones
Jurado
Jurado
Popayán, 2017
V
Agradecimientos
A mis padres, José y María Antonia, por todo su apoyo incondicional. A mis hermanos
Julián y Lola, su comprensión y confianza hizo que diera lo mejor de mí en estas páginas. Al
profesor Luciano Rivera por su tiempo y valiosa guía en este proceso, a mis compañeras de
seminario Alejandra, Aleida y Marisol, compartimos esta experiencia incluyendo las crisis y
Literatura, por contribuir a mi formación más allá de lo académico. A Daniel por sus lecturas,
Tabla de contenido
Introducción ................................................................................................................................ 7
1. Novela y autoconciencia ..................................................................................................... 9
1.1 Inicios de la modernidad .................................................................................................... 9
1.2 La novela moderna del siglo XX ..................................................................................... 13
1.3 El Cuarteto de Alejandría ¿una novela moderna? ........................................................... 15
2. Plano de la narración en Justine y Balthazar .................................................................... 17
2.1 Narradores de El Cuarteto ............................................................................................... 19
2.1.1 Espacio y tiempo de la narración .............................................................................. 19
2.1.2 El universo alejandrino: cada habitante es un narrador............................................. 20
2.2 El problema de la forma................................................................................................... 24
3. Transtextualidad en El Cuarteto de Alejandría................................................................. 30
3.1 Epígrafe: cartas de Sigmund Freud .................................................................................. 31
3.2 Epígrafes de Justine o los infortunios de la virtud del Marqués de Sade ........................ 33
3.3 El cuarteto y la obra de Cavafys ...................................................................................... 37
3.3.1 ¿Qué resume la palabra Alejandría?.......................................................................... 37
3.3.2 Soledad y muerte: Marco Antonio y Naruz .............................................................. 39
3.3.3 El regreso de Darley a Alejandría ............................................................................. 41
3.4 Hipertextualidad en El Cuarteto: Justine y Balthazar ..................................................... 43
3.4.1 Architextualidad en El Cuarteto ............................................................................... 47
3.4.2 Metatextualidad: Justine y Balthazar ........................................................................ 48
4. A manera de conclusión: autoconciencia y metaficción en El Cuarteto........................... 53
5. Bibliografía........................................................................................................................ 58
7
Introducción
El Cuarteto de Alejandría, la tetralogía publicada entre 1957 y 1960, sería la obra más
representativa de Lawrence Durrell, que debido a su amplia difusión generó gran variedad de
comentarios críticos, la mayoría de ellos, resaltando la riqueza del lenguaje empleado para
capturar la ciudad de Alejandría. La atención que recibieron estas novelas se debe en parte a la
arriesgada propuesta formal expuesta por el autor, quien propone hacer uso del espacio-tiempo
einsteniano para presentar una ‘investigación sobre el amor moderno’ narrada bajo diferentes
perspectivas.
comprender así los aspectos constitutivos de las cuatro novelas. Bajo la intención de
incorporar diferentes puntos de vista sin que uno prevalezca, el autor recurre al concepto de
principios del siglo XX, principalmente en sus concepciones respecto al arte y el artista, y
Para comprender esto, en el primer capítulo se realiza una síntesis de las circunstancias
sociales e históricas que dieron vida la creación de la novela como género narrativo. En el
para análisis transtextual realizado en el tercer capítulo, donde se describen y analizan las
cuales Durrell desarrolla su propio concepto de novela, el cual se encuentra en esa interface
Así, El Cuarteto de Alejandría puede entenderse como una obra de transición, que
1. Novela y autoconciencia
Menos mal que vivimos bajo la forma de una ilusión vital, bajo la forma de una
ausencia, de una irrealidad, de una no inmediatez de las cosas. Menos mal que nada está
presente ni es idéntico a sí mismo. Menos mal que la realidad no existe. Menos mal que el
crimen nunca es perfecto.
‘El crimen perfecto’ Jean Baudrillard (1996)
elementos de continuidad como de ruptura; esto quiere decir que su formación y consolidación
Los historiadores toman como referencia la gran crisis secular del siglo XIV –en cuyo
ambiente surgieron autores como Petrarca y Bocaccio– como el momento que marcaría la
decadencia de la Edad Media; pero más que ser una ruptura, representó el cenit de un proceso
que generó profundos cambios en diversos ámbitos. En dicho periodo, las acciones orientadas
a romper el esquema jerárquico establecido implicaban apartarse de Dios. Por esta razón, el
arte estaba ceñido a este sistema inspirado por la doctrina platónica, por lo cual, la imagen
que dependía todo. Así, el arte era el mundo idealizado de las concepciones eclesiásticas, que
10
Con la aparición de la burguesía, se generó una nueva ética donde los principios de
vida (Nieto y Checa, 1980, p. 19). Así surgió el Renacimiento –periodo considerado como un
puente de enlace entre la Edad Media y la Modernidad– cuyas transformaciones en las esferas
respecto al monopolio secular ejercido por la iglesia; doblando y cambiando, pero nunca
rompiendo del todo las convicciones religiosas que sirven de justificación al sistema
eclesiástico. Aun así, este primer paso dio lugar al proceso que posteriormente se denominará
Modernidad, donde se abandona esa creencia en que todo puede ser explicado mediante la
‘física’ –en oposición a la metafísica– de la capacidad técnica del ser humano, la cual está
basada en el uso de una razón que se protege de lo ‘inexplicable’, y que atiende así de manera
paradigmas que dieron pie a una visión crítica. Esto se manifiesta en una convicción: la
tradicional, en la sociedad urbana que se produce con la Revolución Industrial y el triunfo del
y el valor del tiempo se redefinieron, donde se consolidó el sujeto moderno, marcado por
permiteron pensar la emancipación conjunta de las tradiciones, las doctrinas o las ideologías
heredadas y no problematizadas por una cultura tradicional, gracias a que dio lugar a la
se constituyó en la posibilidad política reflexiva de cambiar las reglas del juego de la vida
social. En consecuencia, las instituciones que durante siglos fueron la base de la cultura
europea se cuestionaron mediante la crítica, entendida esta como “un método de investigación,
entrañablemente ligado con la crítica. Así, un pensador como Nietzsche ve con agudeza en la
teología y en la filosofía de la religión cristiana, la valoración del Ser hecha durante varios
milenios, la cual deprecia y desvaloriza el mundo de lo sensible y todo lo percibido por los
12
sentidos. Por ello, como en el ámbito social y político, la muerte del derecho divino llevaría
impidieron que la modernidad avanzara como proyecto. Esta contradicción marcará las
revoluciones posteriores en cuanto “Una sociedad que se define a sí misma como racional –o
que tiende a serlo– tiene que ser crítica e inestable, pues la razón es ante todo crítica y
examen” (Paz, 2013, p. 221). El zeitgeist de la modernidad es la duda aun si esta implica a
novelesco, una expresión que encierra la esencia ambigua de la época. Esto se manifiestó en
oscilación entre prosa y poesía. De este modo nos ofrece una historia condimentada con
en dicha historia y que amplía los sentidos de la narración. La novela logró adaptarse y
expresar las diversas épocas y embates de la historia. En consecuencia, las crisis han abundado
una víctima de sus propias circunstancias. La novela se erigió como imagen y modelo de la
edad moderna, de sus dudas, crisis, vacilaciones, que hacen de esta una búsqueda, cuyos
alcances superan las verdades definitivas y nos ofrece como única certeza la sabiduría de lo
incierto.
13
Tal como lo afirmó Milán Kundera (1994, p. 14) si se ha de evocar una figura decisiva
introduce el humor como juicio implícito de la realidad y la razón. Como símbolo estético y
hecho literario, cambió radicalmente las tradiciones de lectura y escritura, por lo cual, la
novela adquirió un compromiso con el conocimiento, tal como afirma Carlos Fuentes:
“Cervantes es el primer novelista que radica la crítica de la creación dentro de las páginas de
su propia creación” (1976, p. 33). Este nivel de autoconciencia es la característica que marcó
siglo XX.
Durante este siglo estos rasgos iniciales tomaron rumbos insospechados, nuevamente
suscitada por las dos guerras mundiales generaron un ambiente de escepticismo generalizado y
profunda desconfianza con respecto a los grandes paradigmas éticos que rigieron a la
mundo, hundiéndose en lo que Heiddegger llamó ‘el olvido del ser’. En el siglo XX el
descrédito de la razón, la ciencia y la técnica, no surgió de una ‘negación simple’ de estas, sino
una progresiva desvaloración de la vida por la entronización de la lógica de los medios y los
14
afirmó que “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”; esta lapidaria
civilización moderna. Este contexto llevó a hablar de la ‘crisis de la novela’. Bajo esta lógica
¿qué sentido tiene, después de tanta muerte, narrar historias y escribir poemas? Esta pregunta
obliga al escritor a cuestionar el ser de la novela y por lo mismo, darle un viraje a su proceso
adquieren la primacía, la fábula resulta imposible” (1968, p. 32). En concordancia con esto,
autores como Virginia Woolf y James Joyce desplazaron la fábula mediante la corriente de
conciencia. Por ello, la historia se cuenta bajo el recuerdo, las asociaciones y demás, que son
héroe abandonó su posición, apartándose cada vez más de la conciencia ejemplar de un ‘yo’.
Estas circunstancias del mundo exigían la desmitificación del individuo; así el héroe moderno
práctica del sentido de la vida del hombre medieval, tema importante dentro de la épica, se
importa tanto el ‘qué’ sino el ‘cómo’. De esta manera se desplazó al narrador omnisciente,
15
en cuanto al plano de la narración, que a su vez nos remiten de nuevo a la autoconciencia del
relato, donde se busca romper con la ilusión de la fábula exponiendo abiertamente el carácter
ficticio del relato. Este mecanismo se pone de presente en la literatura latinoamericana del
siglo XX, donde autores como Jorge Luis Borges, expresaron de manera constante reflexiones
sobre la crítica a la lectura en relatos como Pierre Menard, autor del Quijote, en el cual se
asimila la traducción como la lectura más compleja de un texto. Bajo otra perspectiva,
Cortázar en su relato Continuidad en los parques, desdibuja los límites entre lo narrado y lo
real, advirtiendo al lector de su ignorancia, al asumir la ficción como verdad. Por otro lado, y
de una manera más implícita, Gabriel García Márquez ahondó en este tema con la célebre
novela Cien años de soledad, manifestado a través de las múltiples lecturas de los pergaminos
Por esta razón, el siglo XX lejos de ver el declive de este género narrativo, fue testigo
justificación, según afirma Herman Broch, es “descubrir lo que sólo una novela puede
descubrir es la única razón der ser de la novela […] El conocimiento es la única moral de la
ciudad, quienes hacen parte de la narración de la misma. Esta reescritura no solo se da a partir
de textos y fragmentos de otras obras, sino también desde las diferentes perspectivas que
de la novela moderna: “El problema de la búsqueda de una verdad y de una realidad objetiva,
continuas las reflexiones sobre la acción misma de narrar y crear. No en vano la mayoría de
personajes son escritores y artistas quienes expresan sus posturas respecto al ejercicio creador.
La gran importancia que Durrell otorga a la forma de sus obras, la introducción de temas
propios de la crítica literaria y la forma en que se desdibuja el concepto de verdad, son algunas
características que hacen de ellas textos modernos; y que a la luz de lo expuesto anteriormente,
permiten comprender cómo la novela, desde su origen, se encuentra estrechamente ligada a las
múltiples crisis, palabra recurrente en los diagnósticos del siglo XX, pero como afirma Vintila
Horia, crisis en griego significa decisión. La novela decidió ser ese conocimiento
inaprehensible para la razón tan íntimamente ligado al ser mismo del sujeto contemporáneo, el
cual solo puede ser expresado bajo ese espíritu de la complejidad, en cuanto plantea los
problemas más profundos del ser, y de la continuidad, ya que solo ubicándose en perspectiva
Naruz me dijo un día que amaba el desierto porque allí el viento borra las pisadas de nuestros pasos
como quien apaga una vela. Lo mismo, creo, hace la realidad. ¿Cómo podemos entonces perseguir la
verdad?
característica. Esto se hace evidente en El Cuarteto de Alejandría, puesto que en tres de estas
cognitivo que marca su perspectiva formal. El concepto de novela que aquí propone Durrell
2
solo es comprensible a través de la lectura detenida de la instancia narracional, ya que al
del narrar ha sido ampliamente estudiada desde enfoques narratológicos, puesto que permite la
1
Plano constitutivo del texto narrativo literario donde se ubica la pareja integrada por narrador y
narratario, interlocutores que se comunican mediante el discurso (Serrano, 1996, p. 26).
2
Conformada por el narrador y narratario, productor y receptor ficticio del discurso narrativo, a través
del cual se relata una historia. Son diferentes al el escritor y lector en cuanto son construcciones
textuales y existen solamente como tal (ibíd., p. 27).
3
Significante, enunciado discurso o texto narrativo mismo que conduce al lector a la narración y a la
historia, mediante el cual dichos actores y secuencias son relatadas. (ibíd., p. 23)
4
Significado o contenido narrativo donde se localizan los actores y las secuencias de acciones que
éstos llevan a cabo. Es una construcción sintáctico-semántica realizada por el lector a partir de los
datos proporcionados en el plano del relato. (ibíd., p. 21-23).
18
de una gran complejidad estructural que requieren un modelo adecuado para su análisis
(Serrano, 1996, p. 24-25).
ficción son autores, se constituye un segundo nivel narrativo llamado intradiegético5 donde se
permiten los ecos intertextuales constitutivos de esta tetralogía: Jacob Arnauti con Moeurs,
Pursewarden con los fragmentos de su obra y sus reflexiones, Balthazar con su revisión al
manuscrito de Justine y por supuesto, la misma reescritura que hace Darley de estos.
Para entender el concepto de novela propuesto por Durrell, son de gran importancia los
propone una primera novela de ecos autobiográficos llamada por su autor dentro de la ficción
Para iniciar, caracterizaré a los narradores y narratarios, que son productor y receptor
ficticios del discurso, para luego describir con detalle las relaciones dadas en el plano de la
5
Narración emitida desde una segunda instancia narracional de la diegésis (ibíd., p. 45)
6
“Es un universo más bien que un encadenamiento de acciones (historia): la diegésis no es por
consiguiente la historia sino el lugar donde ella sucede” (Genette en Serrano, 1996, p.19).
19
revelado (1992, p. 252), es un escritor británico quien trabajó como profesor en Alejandría y
decide escribir tiempo después sus memorias de la ciudad. El narratario a quien dirige el relato
es anónimo, ya que no es mencionado de manera explícita. Los actores de esta historia, situada
en el pasado en relación al momento de la narración, son el mismo Darley, junto con Justine,
textuales como diarios personales, obras literarias y, en el caso de Balthazar, los comentarios
Darley reitera su necesidad de alejarse de Alejandría para poder narrar lo sucedido ahí.
Por ello, viaja a una isla del Mediterráneo con la hija de Melissa y decide empezar a escribir;
es desde ese lugar que se configura el presente narrativo. Esta demarcación de espacios es de
gran importancia para el narrador, quien permanece un lapso de aproximadamente tres años
Cuarteto. Tal disyunción espacial y temporal implica para quien toma distancia una
ampliación de su conciencia. Por eso Darley dice: “¡He tenido que venir tan lejos para
tiempo le otorga al narrador la madurez necesaria para comprender, y en esto tiene un papel
Vista a través de la pantalla deformadora de la memoria, qué remota me parece esa tarde
olvidada. Todavía teníamos que vivir hasta llegar a la gran cacería de patos que de manera
tan brusca, tan breve, precipitó el cambio final y la desaparición de la misma Justine. Pero
todo eso pertenece a otra Alejandría –la que he creado en espíritu y que el gran
Comentario de Balthazar ha modificado, si no destruido, hasta hacerla totalmente
irreconocible. (Durrell, 1963a, p. 297)
rodeado del mar, donde Darley vive de manera modesta con la niña. En medio de la rutina y el
trabajo diario, este personaje escribe sus memorias sobre la ciudad bajo la sombra del recuerdo
constante de Justine. El segundo es una ciudad cosmopolita descrita bajo una lógica de
contrastes que permite resaltar los escenarios opulentos con la miseria de sus calles. La ciudad
psiquis de sus habitantes. En la segunda novela, pese al contacto con Balthazar, se mantiene
esta distancia; los comentarios de este personaje hicieron que la Alejandría del manuscrito de
Justine se viniera abajo. Solo hasta el tercer volumen –Clea– convergen el espacio de la
historia y el de la narración.
memoria para reconstruir, con la mayor fidelidad posible, aquellos sucesos y personajes que
reiterado empleo de anacronías, es decir, analepsis, las cuales son retrospecciones o retrocesos
temporales. Por esto, al tratarse de una reflexión personal que constantemente evoca a la
7
Narración que se produce cuando el espacio desde el cual se narra es diferente al de la historia.
8
Narrador que participa en la historia que relata como protagonista.
21
memoria, la historia no es narrada en orden lineal, más bien “Lo que necesito es registrar las
hicieron parte de esa historia, que enriquecen así sus percepciones respecto a la ciudad y a los
sucesos. Como la figura central de este primer texto es Justine, Darley hace uso de su diario y
Pero estos papeles que guardo con cuidado son los tres volúmenes del diario de Justine, y
las páginas que registran la locura de Nessim. Nessim me entregó todo a mí partida,
diciendo: Tome esto y léalo. Aquí se habla mucho de nosotros. Le ayudará a conservar la
imagen de Justine sin echarse atrás, como he tenido que hacerlo yo (Durrell, 1963a, p. 17).
conocimiento sobre ella. Dicha búsqueda satisface dos aspectos de su identidad narratológica,
en este caso, como personaje que a la postre terminará enamorándose de Justine y como
responsable del decir. Ciertamente, requiere de un saber que él no puede tener por completo,
pues no la conoció cuando ella tuvo su relación con Arnauti, a la cual haré referencia más
adelante. Sin embargo, este narrador reconoce con cierta vacilación que en estos diarios no
encontrará toda la verdad: “Su diario no es una buena fuente de información, porque no
contiene claves tales como nombres, fechas y lugares, y abunda sobre todo en fulgurantes
vuelos de su fantasía” (Durrell, 1963a, p. 72). Respecto a las páginas escritas por Nessim,
9
Ubicado en una primera instancia narracional, que según el criterio de participación es actor en la
historia que relata.
22
Darley como narrador no las cita directamente; recurre a la metalepsis10 para referirse a estos
episodios de locura: “Todo eso lo perturbaba, pues no tenía nada que ver con los sueños de las
(1963a, p.220).
Existe también otro texto el cual Darley lee con mucho interés. Se trata de Moeurs, una
novela escrita a manera de diario de la vida alejandrina por Jacob Arnauti el primer esposo de
Justine, narrada en primera persona y publicada en 1935, un tiempo anterior al de los sucesos
que se desarrollan en la historia. Dentro de este relato, su narrador escribe el diario para que lo
leyera su esposa Claudia, quien es el narratario de este texto. Claudia según los lectores
inicialmente, incluye en sus manuscritos fragmentos del capítulo llamado “Vida póstuma”, el
cual en un estrato metadiegético se citan también algunos párrafos del diario de Justine
(1963a, p. 83).
Por otro lado, aparecen otros narradores intradiegéticos citados por el narrador
entran varias figuras claves dentro de su particular configuración de la ciudad. Primero está
10
Trasgresiones en las que se relata cambiando de nivel o instancia narracional.
11
Narrador que por su posición jerárquica, es quien cede la voz a los narradores intradiegéticos.
23
Balthazar, gran amigo de Darley y Justine que aparece a partir de la segunda parte del texto y
regreso de Darley después de su viaje al alto Egipto, es Balthazar quien le informa todo lo
sucedido desde la huida de Justine, que marca un punto de inflexión en la historia, dado que
Pursewarden, el escritor anglosajón de gran éxito, junto a Arnauti, son figuras que
reflejan diversas perspectivas del ejercicio creativo. En el texto, Darley expresa su rivalidad
caracterización de esta figura responde en mucho a esa rivalidad, pero en las entrevistas
citadas por el narrador, el tema fundamental es el oficio del novelista y el proceso de creación:
“-Permítame -me dijo con tono quejumbroso- que le confíe el secreto de mi oficio de
novelista. Yo tengo éxito, y usted es un fracaso. La respuesta, viejo, es sexo; mucho sexo”
(1963a, p. 146)
que el narrador empieza a considerar aspectos personales de este escritor que lo llevan a actuar
y pensar de esta forma, existiendo cierta consideración, ya que la muerte reviste de una nueva
Luego aparece la figura de Scobie, un viejo marino inglés, amigo de Clea y Darley,
quien contrata a este último para una misión de espionaje. Scobie habla de experiencias
hacer parte de la ciudad, como una representación de aquellos extranjeros que buscan refugio
En el manuscrito existen otros textos que nutren esta visión personal como la de Clea, a
quien constantemente Darley le cede la voz, gracias a que ella es una de las personas más
cercanas a Justine. Por esta razón, después de su huida, Darley la busca enterándose así de la
intensa relación que mantuvieron y que dejó una profunda huella en Clea. Al final del texto,
Darley cita una extensa carta enviada a la isla por ella, texto que se aproxima al presente de la
narración y permite conocer algo más sobre el paradero de Justine y el cambio que produce la
numerosas notas que escribía sobre su relación con Justine. Estas notas hacen parte del pasado
en Alejandría, por lo cual, las retomas desde la isla (Durrell 1963a: 200).
Es realmente significativo el papel que tiene dentro del texto la obra de Cavafys, el
poeta de la ciudad que logró captar el espectro de contradicciones que hace a los alejandrinos
una extensión de la ciudad misma. Aquí se cita el poema La ciudad, en concordancia con el
Retrocedo paso a paso en el camino del recuerdo para llegar a la ciudad donde vivimos
todos un lapso tan breve, la ciudad que se sirvió de nosotros como si fuéramos su flora,
que nos envolvió en conflictos que eran suyos y creíamos equivocadamente nuestros, la
Balthazar realiza observaciones a esta idea de reconstruir lo sucedido allí, apoyándose en este
tipo de textos:
25
enunciación, es consciente de sus límites al tratar de relatar con un grado de verdad lo ocurrido
años atrás:
Pero para poder seguir, es preciso retroceder, no porque sea falso todo lo que he escrito
sobre ellos, nada de eso. Pero en ese entonces no disponía de la totalidad de los hechos.
Tracé un cuadro provisional como quien reconstruye una civilización perdida a partir de
algunos fragmentos de vasos, de una inscripción en una tableta, un amuleto, algunos
huesos humanos, una máscara fúnebre de oro sonriente (Durrell, 1992, p. 15).
Uno de sus límites cognitivos es el que le impone el conocimiento parcial que él como
ella. Por eso Darley emplea la imagen del arqueólogo, para expresar precisamente cómo se
12
Saber diegético o relativo a la historia.
26
luz de las revelaciones del Comentario, Darley se aparta de esta preocupación inicial y como
escritor se plantea preguntas respecto a la manera cómo podrían alterar estas su obra:
Eso es lo que escribe mi amigo, y tiene razón, pues el Comentario me plantea ahora un
problema mucho más complejo que el de la "verdad objetiva frente a la vida" o, si se
prefiere, "frente a la ficción". Plantea, como lo hace la vida –la haga uno o la tome tal
como es– el problema, de veta más dura, de la forma. ¿Cómo manipular esa masa de datos
cristalizados para obtener su significación y dar así un cuadro coherente de esa imposible
ciudad del amor y la obscenidad? (Durrell, 1992, p. 224).
el reto que impone la llegada de esta información, alejándose así de los planteamientos
saber y un informador que comunica de manera explícita. En Balthazar ambos procesos son
expuestos, y una vez solucionado el saber ‘qué’ gracias a los datos proporcionados por el
personaje Balthazar, queda el saber cómo incorporarlos, lo que compromete el saber modal13
del narrador.
Tantas cosas me han sido reveladas por todo esto que tengo en cierto modo la impresión
de estar en el umbral de un nuevo libro –de una nueva Alejandría–. Los viejos
lineamientos evocativos que bosquejé, entrelazándolos con los nombres de los ejemplares
de la ciudad: Cavafy, Alejandro, Cleopatra y todos los demás, eran subjetivos. Yo había
trazado la imagen de mi celosa propiedad personal, verdadera dentro de los límites de una
verdad percibida parcialmente. Ahora, a la luz de todos estos tesoros –pues la verdad,
aunque implacable como el amor, tiene que ser también un tesoro– ¿qué debo hacer?
¿Ampliar las fronteras de la verdad original, construir con la mampostería de estos nuevos
datos los cimientos sobre los cuales ha de levantarse una nueva Alejandría? ¿O bien la
13
Saber cómo informar, que implica un conocimiento formal.
27
estructura debe mantenerse igual, así como los personajes, y sólo la verdad misma ha de
cambiarse en su contraria? (Durrell, 1992, p. 224).
las inquietudes naturales de un autor respecto a la manera cómo debe informar. La búsqueda
de la forma es una cuestión persistente y tan esencial como el contenido mismo. Darley, como
escritor, reconoce la complejidad de adaptar una forma precisa que logre expresar lo deseado.
En Rubén Darío, por citar un ejemplo, el problema de la forma fue expresado de manera
relaciona íntimamente la novela con la propuesta de estos autores, incluyendo a Kafka, Proust
y Huxley. García Márquez encontró esa forma que durante años había buscado para poder dar
vida a ‘La casa’. En el azar de las lecturas que moldean un estilo, Faulkner soñó con un mundo
autónomo en su escritura, que no pasó desapercibido y así García Márquez resumió el mundo
en un pueblo, como a su vez lo hizo Rulfo con Comala y Onetti con Santa María.
interesante desde una perspectiva formal, ya que narra este proceso de adquisición por parte
28
del narrador de las competencias semánticas y modales, lo que hace que su proyecto inicial
segundo volumen es una revisión del primero, se da una solución formal para hacer explícita
la reescritura que constituye la literatura misma. Durrell inaugura El Cuarteto con una novela
cerrada, rica en lenguaje y sin mayores complejidades, para luego presentar Balthazar, que
busca controvertir el primer volumen. Si bien mediante la diegésis se nos muestran los
múltiples errores en los que recae el narrador como su meta de reconstruir la ciudad y con ello
a cada uno de los personajes que la componen pretendiendo englobar las perspectivas de cada
segundo libro, gracias a la información proporcionada por Bathazar, quien actúa como una
conciencia del escritor, traslada esa intención y surge así una preocupación en la forma,
pregunta que llena miles de páginas en las novelas modernas. Así se aleja de la interminable
discusión de la realidad-ficción y hace manifiesta esta cuestión como autor del manuscrito; de
14
O transtextualidad, es la trascendencia textual del texto que lo pone en relación, manifiesta o secreta,
con otros textos.
29
donde las perspectivas se superponen una a una como un palimpsesto, de ahí la alusión a la
Supongo que, no estaría tan mal aplicar esa analogía a la realidad de Alejandría, ciudad
sagrada y profana a la vez; entre Teócrito, Plotino y la Versión de los Setenta, uno se
mueve en planos intermediarios que son sobre todo los de la […] Así se opera el lento
crecimiento, por acumulación, del tiempo mismo en el lugar. Así deposita la vida en el
rostro de los individuos, capa por capa, las arrugas sucesivas de la experiencia en las
cuales es absolutamente imposible distinguir la risa de las lágrimas […] (Durrell, 1992, p.
223).
30
Teniendo en cuenta lo reiterado por Graciela Reyes, al afirmar que en todo texto hay
otro texto, El Cuarteto que leemos es un palimpsesto donde se entrecruzan al menos tres
escritos –el comentario de Balthazar, los diarios de Justine y Nessim, Moeurs de Arnauti– y
que hace alusión directa a tantos más, que al ser leídos y reelaborados por Darley, generan la
ilusión o al menos simula la producción de uno solo. Este hecho discursivo exige para su
hipertextualidad17. La primera se refleja en los epígrafes que preceden las obras, los poemas de
Constantino Cavafys ubicados como epílogos y las notas preliminares. La segunda se expone
en la relación entre el primer y segundo volumen: Justine es escrita a partir de diversos textos;
Dichas relaciones paratextuales se cumplen a través de citas textuales, las cuales no son
una repetición total, ya que su producción es inevitablemente una recontextualización del texto
citado. Por ello solo puede representarse. Según los términos de Reyes: “El texto original
15
Según Graciela Reyes (1984), es la incorporación de otros textos literarios en el texto presente,
cumpliendo la una condición sine qua non de todo discurso: la iterabilidad.
16
Genette la define como títulos, subtítulos, epílogos, advertencias, epígrafes y todas las señales
consideradas accesorias que ejercen una acción sobre el lector.
17
Todo texto derivado de uno anterior por una transformación o imitación. “Toda relación que une un
texto B (que llamaré hipertexto) a un texto anterior A (al que llamaré hipotexto 12) en el que se injerta
de una manera que no es la del comentario. Como se ve en la metáfora se injerta y en la determinación
negativa, esta definición es totalmente provisional” (Genette, 1989, p. 14).
31
aparece en el texto citador como una imagen desprovista de gran parte de su entorno, por lo
cual un significado puede ser diferente e incluso opuesto al que tenía en su situación original”
representación.
Las novelas que componen El Cuarteto están precedidas por epígrafes de Freud y el
Marqués de Sade. Estos epígrafes podrían considerarse como la transcripción más exacta al ser
una cita directa, pero aquí se reproduce escrupulosamente un texto quizás no en su sentido
original (Reyes, 1984, p. 62). Como suma a la visión multifacética del amor y el sexo en su
manifestación física, Durrell introduce como epígrafe a Justine, el primero de los cuatro
volúmenes, un fragmento de las cartas de Freud: “Empiezo a creer que todo acto sexual es un
proceso en el que participan cuatro personas. Tenemos que discutir en detalle este problema”.
Para comprender este paratexto, es necesario tener en cuenta la entrevista realizada por
erotismo bisexual el cual Freud desenterró después de que este había sido perdido,
virtualmente desde Platón” (Young, 1959, p. 46). Este amor bisexual, es evidente en El
Banquete, donde Aristófanes hace mención en su discurso al mito del andrógino para explicar
y clasificar los tipos de amor humano. Según este mito existían tres sexos, los hombres,
mujeres y andróginos, estos últimos dotados de una gran fuerza que los llevó a intentar subir al
cielo. Como castigo, Zeus decide cortarlos a la mitad y para humillarlos, volvió el semblante
de los andróginos del lado en que se hizo la separación para que tuvieran siempre a la vista
esta marca. Los órganos reproductivos quedaron del lado de la espalda, de modo que las
mitades separadas atraídas por el ardor del amor no podían engendrar. Al prever la extinción
32
de esta raza Zeus intervino, puso estos órganos en la parte anterior e hizo posible la
reproducción, pero desde entonces se hizo mediante la unión del varón con la hembra, y la
sociedad hizo que se separaran los seres del mismo sexo primitivamente unidos. Sin embargo,
Los hombres que provienen de la separación de estos seres compuestos, que se llaman
andróginos, aman las mujeres; y la mayor parte de los adúlteros pertenecen a esta especie,
así como también las mujeres que aman a los hombres y violan las leyes del himeneo.
Pero a las mujeres, que provienen de la separación de las mujeres primitivas, no llaman la
atención los hombres y se inclinan más a las mujeres; a esta especie pertenecen las
trihades. Del mismo modo los hombres, que provienen de la separación de los hombres
primitivos, buscan el sexo masculino (Platón, 1871, p. 322).
sociedad occidental, es retomada luego por Freud, quien reconoce en el niño la existencia de
las dos disposiciones sexuales, el cual, con la solución del complejo de Edipo, logra establecer
De esta manera, este paratexto adquiere mayor significancia en cuanto hace parte del
esta frase en la construcción de los personajes alejandrinos como Justine, Scobie, Balthazar y
Clea. Esta visión de las personas como seres doblemente sexuados ayuda a expandir el
concepto del amor más allá de los límites normales y de esta forma, el amor puede ser
manifestado en cuatro maneras cuando cada acto sexual involucre dos participantes.
Por otro lado, otro paratexto incluido como epígrafe en los volúmenes de El Cuarteto
es la obra Justine o los infortunios de la virtud del Marqués de Sade. Así se establece una
relación entre los dos personajes principales, cuyo nombre procedente del latín hace referencia
a la rectitud. Los dos personajes que crecen en contextos carentes de oportunidades y en una
sociedad viciada, son marcadas por una violación en su adolescencia. Justine, el personaje de
Sade, es una joven huérfana que busca preservar su virtud y al buscar ayuda, solo encuentra
situaciones adversas, contrario a su hermana Juliette, quien mediante el vicio consigue riqueza
desconoce de muchos de estos calificativos. Justine hace uso de su sensualidad para llegar a
sus objetivos que van más allá de ocupar una posición social importante.
La relación con Sade es esencial. Pursewarden, el escritor que a menudo expone puntos
de vista afines con los de Durrell, responde al cuestionamiento respecto a los epígrafes de
Sade en cada libro suyo, por lo cual se puede decir que el autor habla a través de este
personaje:
34
¿Por qué elijo siempre un epígrafe de Sade? Porque Sade es una demostración de
racionalismo puro –la época de dulce razón que hemos conocido en Europa desde
Descartes–. Es la flor última de la razón y del comportamiento típicamente europeos.
Espero vivir lo bastante para verlo traducido al chino. Sus libros pondrán la casa patas
arriba y serán leídos como obras de puro humor. Pero su espíritu ya nos ha hecho caer la
casa sobre la cabeza (Durrell, 1992, p. 304).
“Hay dos soluciones posibles: el crimen que nos hace felices, o la cuerda que nos impide ser
desdichados. Respóndame, querida Thérèse, ¿se puede dudar un solo instante? ¿Y qué
argumento podría aducir su pobre inteligencia en contra de aquél?”. Justine, bajo el seudónimo
de Thérèse, busca argumentar su defensa de la virtud con cierta ingenuidad, por lo cual sus
acciones, frente a los cuales Justine queda sin argumentos. Parece ser que los habitantes de
Alejandría optan por la primera opción, en cuanto la ciudad misma no les da lugar a decidir.
hace referencia a la forma en que Justine o Thérèse narra sus infortunios al señor Corville y su
esposa:
Si, insistimos en esos detalles, mientras usted los cubre con un velo de pudor que borra
todo su borde de horror, sólo queda aquello que es útil para quien quiera familiarizarse
con el hombre; no se imagina usted hasta qué punto esos cuadros pueden servir al
desarrollo del espíritu humano; quizá nuestro respeto ciego por esa rama del saber deriva
de la estúpida reserva de quienes pretenden entender esas cuestiones. Dominados por
terrores absurdos, enarblan puerilidades familiares a todos los imbéciles y no se atreven a
asir con audacia el corazón humano y revelarnos sus gigantescas particularidades.
Justine de Sade es una novela erótica con un fuerte contenido filosófico. Así, los
hechos que aquí suceden van más allá de la descripción explícita de los sucesos para
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profundizar en las contradicciones humanas que en estos subyace. Quienes han escrito sobre el
espíritu humano, a causa del pudor, evitan hablar de estas pulsiones ocultas; se han limitado a
hacer mención a temas comunes, lo que ha impedido un verdadero conocimiento. Esta cita
cuya conducta dista de los cánones, y mediante las relaciones que aquí tienen lugar, busca
nota preliminar y lo que aquí se plantea: “El espejo ve al hombre hermoso, el espejo ama al
hombre; otro espejo ve al hombre horrible y lo odia; y es siempre el mismo ser el que
reproduce las impresiones”. Llevando esta cita a su contexto original, esta es una comparación
Querida Thérèse, hay que entender que los objetos no tienen más valor ante nuestros ojos
que el que les da nuestra imaginación. […] Una comparación facilitará ante tus ojos lo que
te expongo. ¿Has visto, Thérèse, espejos de formas diferentes? Unos disminuyen los
objetos, otros los aumentan. Los hay que los vuelven espantosos, y otros que les prestan
encantos. ¿Te imaginas ahora que si cada uno de esos espejos uniera la facultad creadora a
la facultad objetiva ofrecería, de un mismo hombre que se contemplara en él, retratos
totalmente diferentes? ¿Y estos retratos responderían a la manera como ha percibido el
objeto? Si a las dos facultades que acabamos de atribuir a este espejo, uniéramos ahora la
de la sensibilidad, ¿no tendría hacia este hombre, visto por él de tal o cual manera, el tipo
de sentimiento que le fuera posible concebir para la clase de ser que habría descubierto?
(Sade, 2000, p. 120)
Desde un inicio Durrell renuncia a un concepto de verdad y por ello ofrece las cuatro
período de tiempo, esto desde diferentes ángulos que no solo dependen del narrador. Los
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quien se le revelan.
en la relación de sujeto-objeto, al campo literario, una tarea pretenciosa pero que asume valida
como un intento de descubrir una nueva forma que se adapte a nuestro tiempo. Por ello,
concepción del tiempo como es la bergsoniana. Esta nota se prefigura como un mapa de
lectura que intenta explicar los cambios en narrador y tiempo de las dos obras siguientes:
evidente en las novelas, las cuales logran entretejerse más allá del plano de la historia. El estilo
es la pieza clave en esta unidad que Durrell buscaba configurar, que prefigurada desde su
propio título de ‘cuarteto’: cuatro movimientos, ejecutados uno en sucesión de otro, pero que
los sórdidos escenarios de los barrios árabes que contrastan con el palacio de verano de
Justine, el ambiente exacerbado de las festividades populares con la opulenta fiesta de los
Cervoni, nos da una idea de ese constante contraste matizado con el refinado lenguaje que
tantos aplausos le merecieron a El Cuarteto de parte de lectores como George Steiner y Henry
Miller.
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propio título. Para esto, Durrell se inspira en el relato de viaje de Edward Morgan Forster
Alexandria: a History and Guide (1922) –quien incluso es citado en Justine (Durrell, 1963, p.
40)– y claro está, parte de este tono apropiado para narrar esta ciudad mítica lo encontró en ‘el
viejo poeta de la ciudad’ Constantino Cavafys, quien es una figura recurrente en este retrato de
traducción realizada por John Mavrogordato, que refuerza la idea de la ciudad mítica que
Toda la discordancia de sus vidas, ¿daba la medida de la ansiedad que habían heredado de
la ciudad o de la época? “¡Oh, Dios mío! —Estuvo a punto de exclamar—. ¿Por qué no
abandonamos esta ciudad, Justine, y buscamos una atmósfera menos impregnada de
desarraigo y de fracaso?” Las palabras del viejo poeta acudieron a su espíritu, sofocadas
como por el pedal de un piano, para hervir y resonar en torno a la frágil esperanza que su
pensamiento había arrancado de un oscuro sueño.
desarraigado, donde convergen diferentes culturas y creencias, ejerce una violencia existencial
en los personajes: “En esencia, ¿qué es esa ciudad, la nuestra? ¿Qué resume la palabra
Alejandría? Evoco en seguida innumerables calles donde se arremolina el polvo. Hoy es de las
moscas y los mendigos, y entre ambas especies de todos aquellos que llevan una existencia
vicaria” (1963a: 12). Así nos presenta Durrell a Alejandría, lugar donde vivió de 1942 a 1945,
con su particular carácter levantino, narra una ciudad que ya no existe, quizás tampoco durante
el periodo que Durrell vivió allí, ya que en varias entrevistas declaró, como también lo hace en
la dedicatoria en Justine, que este libro hace referencia a la Alejandría de los años 30, la
ciudad de Eva, su pareja durante un largo tiempo, quien le narraba sus propias experiencias
que hicieron eco en la imaginación de Durrell “a Eva, estas memorias de su ciudad natal”
Siempre en relación con este poema: “He venido a reconstruir piedra por piedra esa
ciudad en mi mente, esas provincias melancólicas que el viejo veía llenas de las ‘ruinas
sombrías’ de su vida” (Durrell, 1963a, p. 13). La identificación con esta ciudad, cuya
atmósfera es inspirada en el poema de Cavafys, está ligada profundamente con los personajes:
“Somos hijos de nuestro paisaje; nos dicta nuestra conducta e incluso nuestros pensamientos
en la medida en que armonizamos con él. No concibo una identificación mejor” (Durrell,
1963a, p. 41).
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Esta asimilación de la ciudad por parte de los personajes no es nueva. Justine abre de
par en par las puertas de la ciudad de Alejandría, continuando una tradición de la literatura
moderna, a la cual se sumará esta ciudad egipcia, convertida en algo más allá de un escenario
para el amor, el cual determinará las vidas de Darley, Melissa, Justine y Nessim. La propia
prosa barroca de Durrell resulta precisa para narrar esta ciudad con el exotismo del espacio
En aquella época Nessim había empezado ya a recorrer el gran ciclo de sueños históricos
que venían a reemplazar en su espíritu los sueños de infancia, y en los que la Ciudad se
precipitaba como si hubiera encontrado por fin un sujeto sensible a través del cual pudiera
expresar los deseos y anhelos colectivos que constituían lo más profundo de su cultura.
Veía al despertar las torres y los minaretes impresos contra el cielo agotado y polvoriento,
y sobre ellos, como en montaje, las huellas gigantescas de la memoria histórica que yace
detrás de los recuerdos de la personalidad individual, y es su mentor, su guía; más aún, su
inventora, puesto que el hombre es tan sólo una extensión del espíritu del lugar (Durrell,
1963a, p. 183).
El siguiente poema citado por Durrell es Los dioses abandonan a Antonio, que solo
aparece al final de Justine, sin establecer, como lo hace con los demás poemas, una relación
En una clara relación al personaje histórico, Cavafys expresa en este poema el tenso
evocando este poema. Temprano, Naruz nota que se encuentra solo en la gran plantación,
Habitualmente, al despertar, gritaba llamando con un rugido a Alí, quien le traía un gran
recipiente de cobre, de largo cuello lleno de agua tibia, y lo regaba, mientras él, de pie en
la bañera victoriana, jadeaba y silbaba. Pero ¿ahora? El patio silencioso, y el cuarto en que
dormía Alí, cerrado. La llave puesta en su lugar, sobre el clavo, fuera. Ni un alma.
(Durrell, 1963b, p. 325)
Naruz sabía que la reciente iluminación sagrada que había recibido, lo había llevado a
una posición radical incómoda para la comunidad copta, ya que podía poner en evidencia sus
planes en Palestina. La relación con su hermano se había deteriorado y como un hombre desde
hace tiempo preparado: “Después subió a buscar su látigo. Cuando lo arrollaba, se le ocurrió
otra idea. Volvió al cuarto de estar y tomó un revólver del escritorio, examinándolo para ver si
destino, con la seguridad de estar en sus tierras y ser quien mejor las conoce: “[…] había oído
ruidos de movimiento en los verdes claros a su alrededor […] Compadecía al que acudiese a
molestarle en tal sitio; conocía de memoria los claros y las sendas. Allí estaba en su propio
El ruido de los disparos alertaron a Nessim y Balthazar, quienes se apresuran a ver qué
sucedió y, bajo el simbólico árbol sagrado, yace Naruz, aún vivo, consciente del poco tiempo
que le queda y de las ya no extrañas circunstancias en las cuales sucedió esto: “Estaba tendido
en la hierba, debajo del nubk, con la cabeza y el cuello sostenidos por el árbol en un ángulo
que le inclinaba la cara hacia adelante como si estuviera examinando las heridas de pistola en
su propio cuerpo. Solamente los ojos se le movían […]” (Durrell, 1963b, p. 329).
embriaguez de ese tropel divino: “Habían traído una enorme cortina púrpura con que llevarle
de vuelta a la casa. Y ahora, de un modo extraño, el lugar se llenó de sirvientes. Refluían como
deben rodar ahora por alguna parte», pensé entre comillas (citando al poeta de la ciudad)
(Durrell, 1963c, p. 43).
Una nota dirige al lector a la parte final del libro donde se encuentran los poemas de
Cavafys. Este cambio en el apartamento donde solían vivir Darley y Melissa le trae a la mente
El sol de la tarde.
Este regreso lo pone de nuevo en contacto con el espíritu de la ciudad, el cual fue
capturado por su poeta. Por ello, son constantes las citas que hace el autor, esta vez vienen a la
mente a medida que va recorriendo en físico los espacios donde tiempo atrás empezó este
desvanecieron esta escena. Aquí se inserta la nota que nos remite A lo lejos:
Esto lo hace reflexionar sobre la memoria ligada al amor; puesto que significó para él
que había olvidado definitivamente a Melissa. El recuerdo es una forma de eternizar a alguien,
este olvido lo hace aceptar que causó un desgaste de su nombre al volverla literatura.
Con sorpresa y angustia comprobé que Melissa se había esfumado para siempre. Las
aguas la habían devorado. Eso era todo. Como si nunca hubiese existido […] Hasta intenté
(con esa tendencia al autoengaño tan común en los sentimentales) obligarla a reaparecer
por un acto de la voluntad, a resucitar uno, sólo uno de aquellos besos vespertinos que en
un tiempo habían constituido para mí la suma de los infinitos significados de la ciudad
[…] la experiencia fue vana (Durrell, 1963c, p. 45).
nos presenta a la ciudad –Justine– y el que marca el regreso a esta –Clea–. La poética de
Cavafys parece expresar las contradicciones y angustias de los alejandrinos, además de dotar a
No hay obra literaria que, en algún grado y según las lecturas, no evoque otra, y, en
este sentido, todas las obras son hipertextuales. En El Cuarteto, este rasgo es constitutivo y
expuesto de manera reiterada. En Justine, se nombran varios textos a partir de los cuales se
construye esta novela, quizás el más importante es Moeurs, novela escrita por Jacob Arnauti,
un escritor francés de origen albanés exesposo de Justine, cuyo argumento es descrito como un
diario de la vida Alejandrina hacia el año de 1935; y aquí inician una serie de similitudes con
la experiencia del narrador que lo hacen identificarse hasta cierto punto con Arnauti. Esta
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la narración en primera persona realizada por un extranjero son signo de ello. Gracias a las
múltiples reediciones de Moeurs, era común para los alejandrinos la creencia de que Claudia,
múltiples citas de Moeurs y los diarios de Justine y Nessim ayudan a caracterizar al personaje
había hecho sobre el carácter de Justine las mismas observaciones que más tarde llegaríamos a
Darley identifica a cada personaje del libro en los habitantes de la ciudad, hecho que lo
paso por Alejandría bajo la mirada algo romántica de un extranjero, en quien causa impresión
cotidianidad en esta ciudad, decidió titularlo Moeurs, que traduce ‘costumbres’ del francés.
45
Así mismo, los diarios de Justine y Nessim son tomados como testimonios, y tal como
Moeurs son usados por Darley como argumentos para justificar en ciertos momentos su visión
de los sucesos:
Recuerdo ahora un pasaje del diario de Justine. Lo reproduzco aquí aunque se refiere a
episodios muy anteriores al que acabo de contar, porque expresa casi exactamente esa
curiosa encarnación de un amor que he llegado a considerar más propio de la ciudad que
de nosotros mismos. “Es inútil —escribe— imaginar que uno se enamore por una
correspondencia espiritual o intelectual; el amor es el incendio de dos almas empeñadas en
crecer y manifestarse independientemente […] ¡Cuán característico como descripción del
don mágico, y qué falta de sentido del humor! ¡Y a la vez tan cierto… tan de Justine!
(Durrell, 1963a, p. 49-50).
veracidad al considerarse textos íntimos. Además, Darley concluye sus tres narraciones
citando cartas de Clea, y muchas otras dentro de las novelas, como una manera de evocar la
propia voz de los actores. Por ello, Darley se alimenta de estos escritos para caracterizar a sus
personajes.
Así Justine se construye como un palimpsesto de diversos hipotextos, que van desde
los poemas de Cavafys, Moeurs, los Diarios de Justine y Nessim, y las diversas cartas,
textualmente existe una simultaneidad en el acto de citar y en el acto de ser citado (Reyes,
1984, p. 94); esto convoca las voces tanto del narrador que cita como del narrador citado. Pese
46
De cierta manera, Darley como lector olvida esto. Durrell afirmó en una entrevista que:
“Cuando leas Clea, espero que sientas que Darley actuó necesariamente así en Justine porque
el tema central de los cuatro libros, además de otras cosas, es mostrar la manera en que un
artista crece” (Young, 1998, p. 45). Así se entiende que sea precisamente Darley quien, quizás,
proposiciones narrativas y descriptivas crea la diegésis que sería el mundo cierto de la ficción.
En la novela tradicional, el narrador debe dar toda la información necesaria para que el lector
reconstruya ese mundo narrado. A través de Darley también se plantea una reflexión sobre el
homodiegética “con el yo se hace menos responsable del decir” (Reyes, 1984, p. 91); de modo
—Está absolutamente fascinado por los diarios. ¿Te acuerdas? Yo solía copiar todas las
notas de Arnauti para Moeurs, en mi propia letra, cuando él se rompió la muñeca. Las
teníamos encuadernadas. Todas las partes que él no usó al final se las he dado al pobre
Darley como diario mío. —Deprimió sus mejillas en una triste sonrisa—: Las acepta
como mías y dice, no sin naturalidad, ¡que tengo una mente masculina! También dice que
mi francés no es muy bueno… Eso le gustaría a Arnauti, ¿no? (Durrell, 1963b, p. 332)
47
trascendentes en las que se engloban los textos: tipos de discurso (modos de enunciación,
es particular que la polifonía se exprese no solo en las voces de los personajes sino también en
los ecos de distintos géneros. Debido a los cambios de perspectiva, narración y formato, El
epistolar y una novela de formación. A esto se suman los elementos extra-ficcionales como la
Stendhal me fascina con su curiosa timidez y su ternura y esos destellos súbitos de humor
mordaz y de ironía. […] Por el momento estoy leyendo para entender algo acerca de la
novela, de cómo se hace. No te hagas mala sangre con Mountolive, es un género que sé
que odias tanto como yo, la novela naturalista (Durrell y Miller, 1964, p. 341).
48
imitación de la novela naturalista de finales del siglo XIX. Además, adopta temporalmente
superponer las perspectivas de los personajes, se mezclan diversos géneros que permiten
expresar las diferentes historias que aquí se desarrollan; pero en oposición, el uso de estos
estilos permiten entrever una intencionalidad del autor: en el caso del naturalismo al buscar un
tono que permita expresar las claves del entramado de la historia que pudieran otorgar cierta
pastiche de esta con Moeurs que tiene como finalidad realizar una crítica a la manera en que
llega a abstraer a los seres humanos, como lo hizo el narrador de esta novela con Claudia al
tratar de ‘curarla’.
palimpsesto, que recoge las voces de los alejandrinos, la mayoría de veces mediante la citación
directa que muestra explícitamente esta estructura polifónica. ¿Qué sucede cuando se
convocan otras voces que no son citadas textualmente? Para comprender esta cuestión, es
que se haya considerado con toda la atención que merece el hecho mismo (Genette, 1989,
p. 13).
teoría y crítica literaria es el metatexto por excelencia. En un sentido más general, el concepto
de metatextualidad se ha ampliado para incluir aquellos textos que establecen una distancia
crítica con ellos mismos, con lo que adquieren un carácter autoreferrencial y autoconciente.
comprender las diferentes dimensiones del texto mismo. Por esta razón, bajo el recurso del
Borges explota una vez más las relaciones metatextuales constitutivas de su obra. Ts'ui Pên se
referencia directa pero se conoce de ella a través del resumen de un fragmento y los
comentarios de Albert. Así, este hipertexto no hace una referencia directa a su hipotexto sino
paralela o incorporada, total o parcialmente en los textos, que les dé identidad genérica y de
valoración social como textos literarios. Esta conceptualización explícita da a conocer el grado
no se puede reducir solo a esta. Según Genette, el hipertexto opera en el orden de la ficción
50
narrativa (historia) (1989, p. 493), mientras que la relación que establece el metatexto es
que se crea un hipertexto que cumple una función crítica, que podemos ligar a la
para el narrador. Dios es un humorista es una obra de su autoría que cobra gran
reconocimiento, pero de la cual no se hace una referencia directa, solo mediante comentarios:
Hablamos todavía un rato de cosas sin importancia, hasta que de pronto Capodistria
empieza a criticar el tercer volumen de la obra de Pursewarden, que acaba de aparecer en
las librerías. —Lo que más me asombra —dice—, es que presenta una serie de problemas
espirituales como si fueran la cosa más corriente, y los ilustra por medio de sus personajes
(Durrell, 1963a, p. 204).
Aun así: “El metatexto crítico se concibe, pero casi nunca se practica sin una parte –a
manera, a diferencia de Borges, se introducen ciertas citas, que en los primeros volúmenes de
“(Pursewarden anota; “Una persona, ¿es continuamente ella misma, o lo es una y otra vez de
una manera consecutiva, a una velocidad tal que produce la ilusión de una estructura continua,
como el parpadeo de las viejas películas mudas?”)” (Durrell, 1963a, p. 241). Solo en Clea se
extrae un capítulo suyo titulado Conversaciones con el hermano asno; además, en este mismo
libro se mencionan las cartas que son entregadas a su hermana Liza, las cuales son descritas
por Darley como una verdadera obra de arte. Sin embargo, no se transcribe un solo fragmento
de ellas.
51
¡Las cartas! Feroces, hoscas, brillantes, profusas; el torrente de palabras fluía interminable
salpicado de imágenes duras como diamantes, el salvaje frenesí autoanalítico de la
desesperación, del remordimiento, de la pasión. Empecé a temblar como en presencia de
un gran maestro, a temblar y a murmurar. De pronto, con una profunda conmoción, tuve la
absoluta certeza de que no había en ninguna dimensión de nuestra literatura, ¡nada que
pudiese compararse con aquellas cartas! (Durrell, 1963c, p. 236).
De esta manera, Durrell expresa en la estructura misma de sus obras este proceso
imposibilidad de una verdad o visión única, que se manifiesta en este palimpsesto a través del
cual, se tocan diferentes temas a partir de una crítica implícita en la obra, que reflejan el
El perverso Comentario, cargado de estas dudas, hace presión como un dedo brutal aquí y
allá, siempre en los lugares dolorosos. He comenzado a copiarlo todo despacio,
penosamente, no sólo para comprender mejor los puntos en que difiere de mi propia
versión de la realidad, sino también para mirarlo como una entidad distinta, como
manuscrito que existe por derecho propio, como la visión particular que otros ojos han
52
Alejandría, como hemos visto, exhibe numerosos aspectos del modernismo literario,
de arte y el artista para organizar esta incertidumbre caótica, y esa visión post-victoriana de la
artista.
Darley de organizarlos. Para comprender las experiencias en las tres novelas que narra Darley,
queda así ligado a la idea y exiliado de la realidad material; de ahí las conflictivas relaciones
54
que establece el sujeto artístico con el mundo desacralizado de la modernidad, regido por
concepto de novela de Durrell. En Balthazar, Pursewarden declara “Escribir tiene por objeto
desarrollar una personalidad que, en última instancia, permita al hombre trascender el arte”
Clea, este no resulta en la solución de los problemas de la vida. Para Darley, ser un escritor no
es solo narrar, implica entender, lograr una comprensión del mundo. En gran parte, él llega a
esta idea gracias a Keats, quien Darley anteriormente lo calificaba de tímido y sin humor, pero
aspectos modernistas de su escritura. La capacidad del arte y la escritura para trascender este
El Cuarteto que es el crecimiento de Darley como escritor (Niska, 2008, p. 28), es decir, su
adquisición de un saber modal y semántico que le permitió llegar a una madurez como artista.
Del mismo modo, el papel central de Darley y los otros escritores de la historia (es decir,
demostrando que “un tema importante en el Cuarteto es el arte y su poder para ordenar la vida,
el control del arte sobre la vida” (Dasenbrock en Niska, 2008, p. 29), que ha sido una
moderna de principios del siglo XX y comparte muchas más con la novela posmoderna. Un
Así, mientras los modernistas buscan solucionar el problema de los múltiples puntos de
llegar a una verdad, teniendo en cuenta que esta es una construcción inestable; es en este
profundo escepticismo que ambas posturas divergen. Podría decir que existe una intención de
contrastar toda posible verdad que aparece en El Cuarteto, en cuanto se ofrecen diversos
puntos de vista sobre los mismos sucesos y de estas versiones no hay una que prevalezca.
Incluso, en un momento dado, Darley abandona este debate y dirige su atención al problema
plano de la narración de El Cuarteto: “Existe una intención abierta de poner en relieve el acto
la escritura” (Rodríguez, 1995, p. 46). Esto es la autoconciencia del relato, que va más allá de
alienación del lenguaje. Por ello, “la forma afín de la autoconciencia es el relato y en ella se
desarrolla el mayor poder heurístico de una cultura: la posmoderna” (Rodríguez, 1995, p. 17).
visión del arte como salvación, como un medio que permite una reafirmación frente a un
He hablado de la inutilidad del arte, pero no he dicho la verdad sobre el consuelo que
procura. El solaz que me da este trabajo de la cabeza y del corazón, reside en que sólo
aquí, en el silencio del pintor o del escritor, puede recrearse la realidad, ordenarse
nuevamente, mostrar su sentido profundo.[…] Por medio del arte logramos una feliz
transacción con todo lo que nos hiere o vence en la vida cotidiana, no para escapar al
destino, como trata de hacerlo el hombre ordinario, sino para cumplirlo en todas sus
posibilidades: las imaginarias (Durrell, 1963a, p. 18).
una salvación, incluso se aleja de ser una posibilidad de conocimiento humano. Aspectos
exuberante lenguaje en el que está narrado y principalmente la concepción del arte, acercan a
una novela de transición entre la modernidad y las concepciones posmodernas, cuya estructura
experimental, su exploración formal, su búsqueda de una forma que se adapte a su tiempo (que
57
argumento, confluyen varias temáticas heredadas de la novela de principio del siglo XX.
misma lógica en que se construye: el palimpsesto, una transición en la que confluyen dos
periodos históricos con sus características, que se constituye como una propuesta valiosa a
nivel no solo formal. En los cuatro volúmenes, la unidad que propone Durrell se logra en su
forma, ya que se construye como la naturaleza misma de Alejandría, capa a capa, conteniendo
Un recuerdo me decía, un recuerdo falseado por los deseos e intuiciones apenas realizados
hasta entonces en el papel. ¡Alejandría, capital del recuerdo! Todas aquellas notas
manuscritas, robadas a criaturas vivas y muertas, al punto de que yo mismo me había
convertido en algo así como el postscriptum de una carta eternamente inconclusa, jamás
enviada (Durrell, 1963c, p. 11).
58
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