La vida consiste en procesos y hay procesos para todo lo que
uno se pueda imaginar. Por ejemplo, la carne, los vegetales pasan un proceso de cocción antes de comerlo; un pedazo de madera se convierte en un mueble, un pedazo de tela, en un vestido. Una avería de un automóvil, avión, reloj, o lo que sea, también requiere un tratamiento individual y la pericia del que lo repara. Vemos procesos por todos lados.
Todo proceso, para desarrollarse y lograrse, requiere una
espera, cosa que es difícil en estos tiempos modernos en los cuales todo lo queremos de inmediato. Por ejemplo: la comida rápida, maquinarias industriales más rápidas, el internet más rápido, etc. Si yo tengo una semilla, primero tengo que preparar el terreno, y cuidar la semilla con agua, sol y nutrientes. Luego, esperar a que la raíz crezca, antes de que salga la planta. Eso toma tiempo, cuidados y supervisión.
Las personas también pasamos por procesos:
Cuando hay un enfermo, debe ir al hospital, donde
recibirá tratamiento para sanar. Cuando uno es niño, debe esperar a crecer y ser adulto para poder hacer cosas de adulto, para las cuales no está preparado aún. Madurar emocionalmente es un proceso. La personalidad madura se consigue por el desarrollo adecuado de la inteligencia y la voluntad. Este proceso dura toda la vida y no todos la consiguen. Procesar el dolor es una de las cosas más difíciles. Por eso algunos huyen, porque no quieren sufrir.
Como cristianos, vamos a ser procesados, pues hemos
pasado de un mundo donde no conocíamos a Dios, al Reino de Dios. Las condiciones de vida en ambos lugares son muy diferentes. Al empezar en ese nuevo mundo, empieza nuestro proceso de adaptación a lo nuevo.
Los grandes hombres y mujeres de Dios fueron procesados. Al
verlos, parece sencillo haber llegado hasta donde están, pero no conocemos el precio que han tenido que pagar para llegar allí.
Si anhelamos ministerio, debemos estar dispuestos a ser
procesados y cambiados. Esto se logra estando bajo autoridad, donde nos pedirán que hagamos cosas que a veces no nos gustan. Lo que está sucediendo es que el ser interior está siendo formado a no hacer mi voluntad, sino a estar rendido a los pies del Señor, si es que anhelamos servirlo.
Si no anhelamos ministerio, igual, como cristianos, hemos de
ser procesados y cambiados para estar aptos para entrar en el Reino de los Cielos, que tiene características tan distintas y hasta contrarias a las que estamos acostumbrados aquí en la tierra.
El proceso indica que habrá partes que tendrán que ser
quitadas de nosotros. El hijo que se congrega en una casa pastoral, necesita un proceso de formación. Por lo tanto, si eres hijo en la casa pastoral (aplica con los padres terrenales también), no te debe molestar la corrección y la disciplina, si es que quieres llegar a ser lo que deseas ser. Son necesarias para evitarte errores mayores en el futuro. Al rey Saúl le fue arrebatado el Reino y fue desechado por Dios. Él no pasó ningún proceso, sino que fue colocado en el reino con todas las grieta de su carácter, sin pulir. Si no somos procesados, no seremos útiles en el Reino de Dios.
Ejemplo de personas en la Biblia, que fueron procesadas:
MOISÉS
Moisés tuvo que pasar procesos. Primero creyó que sus
compatriotas entenderían que al matar Moisés al egipcio (Éxodo 2:11-12), él los estaba defendiendo y que sería su libertador, pero él no entendió que eso era un proceso.
Más adelante Moisés recibe el llamado de Dios, pero él objeta:
“no me creerán, ni oirán mi voz, porque dirán que Dios no me ha aparecido” (4:1). Estuvo airado por la idolatría del pueblo (32:19).
Fue criticado por sus hermanos (Números 12:1-8). Y luego,
Dios lo prepara en la rudeza de la vida en el desierto y en la fe del Dios verdadero, al convivir con el pueblo de Israel.
JESÚS
No podía faltar nuestro mejor ejemplo de vida, quien como
humano, también fue procesado. Desde su nacimiento, querían matarlo (Mateo 2:13). A los 30 años fue bautizado, e inmediatamente, fue llevado al desierto para ser tentado por el diablo (4:1-11). Al final fue procesado en el huerto de Getsemaní, para ser muerto en la Cruz del Calvario (27:32-56), y luego resucitar (28:1-10).
CONCLUSIÓN
Los procesos son necesarios para dejar el infantilismo y
convertirse en adulto. Si realmente queremos ser usados por Dios en lo que Él nos llama a hacer, debemos cambiar a través de los procesos que se nos presenten. A través de los procesos, el corazón se va purificando y nos ayudará a parecernos cada vez más a Jesús.
La perseverancia es necesaria para pasar los procesos. Si
Dios permitiera que no tuviéramos obstáculos en el camino, no creceríamos, ni seríamos tan fuertes como podemos serlo después de haber pasado por nuestras luchas.
Vamos a ser probados como el oro (1 Pedro 1:7). En lugar de
poner resistencia, lo mejor es entregar nuestra vida a los pies de Jesús y confiar en que Él obrará con sumo cuidado con nosotros (a no ser que seamos rebeldes) y transformará nuestra vida, sacando la joya preciosa que está oculta.