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Kemerer: un campeón de los derechos humanos

Viernes 12 de septiembre de 2008

Este sábado, 13 de septiembre, se cumplen los 100 años del nacimiento del que fuera nuestro
primer Pastor Diocesano, monseñor Jorge Kemerer. Y me alegra que, con este motivo, ya han
sido varios los que han evocado su memoria y le están rindiendo un merecido homenaje.
Sobre todo, por lo que, leído y oído, recordando a Kemerer como a un gran educador y
promotor de instituciones de tanto prestigio, como las que conocemos todos en nuestra
provincia de Misiones. Todo lo que se diga, en este sentido, es poco. Ciertamente que Kemerer
se merece nuestro reconocimiento y, como lo dije varias veces, fue uno de estos obispos que
merecidamente pasará a la historia.
Pero yo quiero fijarme en otros aspectos que quizá no se han destacado tanto. Porque Jorge
Kemerer, antes que nada, fue un gran Pastor. Y quiero enumerar siquiera algunos aspectos de
su pastoreo.
Su primera preocupación, sin duda, fue la evangelización. Los que llevamos aquí unos cuantos
años, (yo más de 40), no podemos olvidar aquel enorme esfuerzo que se puso en el "Año de la
Evangelización", que en realidad no fue un año, sino una constante. Sobre todo, el entusiasmo
con que volvió del Concilio Vaticano II, que quiso aplicar cuanto antes en nuestra Diócesis. A
mí, personalmente me había encargado la difusión de los documentos del Concilio, a través de
los "Medios" que disponíamos en aquel tiempo. (Recuerden que, en 1966, finalizado el
Concilio, no había todavía televisión en la provincia)
Como buen hijo de San Arnoldo Janssen, puso un énfasis especial en la Pastoral Bíblica, con
diferentes iniciativas. Fue, sobre todo, un gran catequista. Catequista de alma. Recuerdo, en
particular, la celebración de las Confirmaciones. Las miles y miles que habrá hecho en sus casi
30 años de episcopado, y que raras veces delegaba en otros porque la gente, decía, quiere ver
al Obispo. Y aprovechaba la ceremonia para hacer una buena catequesis. (¿Recuerdan aquellas
preguntas, que cambiaba cada año, y que los catequistas temblaban porque querían que sus
catequizados contestaran bien?) Y admiraba en él que, después de tantos años, las hacía con
tanto entusiasmo como el primer día.
Minucioso y exigente hasta en los detalles. Porque, al mismo tiempo, era un gran liturgista, del
que aprendimos muchos de nosotros. Tenía intuiciones que marcaron un estilo en el modo de
confirmar. Estilo que me sabría mal que se perdiera entre nosotros.

"Tenemos mucho que aprender de Kemerer".


Como buen Pastor, dedicó gran parte de sus energías (¡que no eran pocas!) a recorrer varias
veces toda la provincia, que se conocía mejor que nadie, en aquellos años en que todo era más
difícil. En 1966 el asfalto no llegaba a San Ignacio. A partir del puente sobre el Yabebiry, que
era de madera, todos eran caminos de tierra. ¡Lo que habremos sufrido por estos caminos,
sobre todo en tiempos de lluvias! Los campesinos del interior no olvidan aquellas Visitas
Pastorales prolongadas, en las que el Obispo se sentaba con ellos para escuchar sus
problemáticas. Parecía un experto en los temas del campo, interesándose por todo. Claro que
esto le llevaba mucho tiempo, por lo que la gente, (o los curas) de Posadas le criticaban de que
no estaba en la Capital, porque le atraía más el interior. En cambio, la gente del interior se
quejaba de que el Obispo siempre estaba en Posadas, atrapado por los asuntos del Montoya,
del que fuera Rector por tantos años. Conclusión. Que es imposible darles el gusto a todos.
Enuncio sólo otros aspectos no menos importantes. La creación del Seminario Santo Cura de
Ars, para la formación de futuros sacerdotes; y de la Escuela de Ministerios y Diaconado
permanente que funcionó en Fátima durante muchos años. Porque no hay que olvidar que
Kemerer fue uno de los principales promotores de la restauración de este diaconado en el
Concilio Vaticano II. Y cuando Kemerer se proponía algo, desde luego que no paraba hasta
conseguirlo.
En sus últimos años, sobre todo, se entregó de todo corazón a la reivindicación de nuestros
pueblos originarios, en lo que consideraba una deuda histórica que teníamos que saldar. Por
esto el empeño que puso en estos programas de promoción, especialmente en las aldeas, que
como experiencia piloto se crearon en Fracrán y Perutí, y que encomendó al Instituto Montoya
para asegurarse de su continuación. Todo esto no son más que algunos aspectos de su
inmensa actividad pastoral, en un campo tan dilatado como era entonces toda la provincia de
Misiones. Por esto que con el tiempo fue madurando la idea de la creación de una nueva
Diócesis en el Norte, hasta que en 1986 se crea la Diócesis de Puerto Iguazú.
"Dios quiera que a nosotros no nos domine el miedo, el arma de los cobardes".
Pero no hemos dicho todavía quién era monseñor Kemerer. Kemerer fue toda su vida un
apasionado que la historia, y en concreto, como misionero, de la historia de la evangelización.
Por esto fue el gran admirador de esta experiencia mundialmente ponderada de las antiguas
Misiones, o Reducciones Jesuíticas entre los Guaraníes. Y de alguna manera pensaba que esto
se tenía que hacer actual. Por esto se entusiasmó en promover la Causa de la Canonización de
San Roque González de Santa Cruz, al que presentaba como un modelo para imitar.
Y entre los aspectos a imitar de Roque González, consideraba que, así como él, en su tiempo,
luchó tanto por la defensa de los derechos de los indígenas, sus hermanos guaraníes, así
nosotros deberíamos también comprometernos más en la defensa de tantas causas justas
como están en juego en el mundo de hoy. Porque éste es el último aspecto que quiero
destacar, ya que me parece que no se ha subrayado suficientemente. Que Kemerer fue un
gran DEFENSOR DE LOS DERECHOS HUMANOS.
Por esto fue un gran luchador. Peleador, me animo a decir. Lo cual se conjugaba muy bien con
su carácter, -enérgico, aunque muy humano e incluso tierno cuando se le trataba en la
intimidad-, pero sobre todo por sus convicciones y su Fe.
No sé si se ha estudiado suficientemente este aspecto de su personalidad. En la homilía de la
Misa de sus exequias, yo conté cómo le tocó pelear con casi todos los gobernadores que
tuvimos en su tiempo, sobre todo con los militares. Con qué autoridad se les plantaba y se
jugaba cuando se trataba de defender un derecho, o a las pobres víctimas de la dictadura
(Algunos que han sobrevivido pueden dar buen testimonio de ello). No tenía miedo a nadie.
Porque estaba totalmente consubstanciado con su gente. El compromiso social. La defensa de
la justicia. La libertad de la Iglesia. La libertad de enseñanza, como uno de estos derechos. El
bien de la Patria. Fue un gran patriota, como se evidenció, por ejemplo, con motivo de la
Guerra de las Malvinas.
Pero lo que yo quiero destacar es esto. Que de Kemerer tenemos mucho que aprender. Que
fue un hombre que tenía las cosas claras; que era coherente y se jugaba. Dios quiera que a
nosotros no nos domine el miedo, -el arma de los cobardes-, y que estemos siempre
dispuestos a defender la justicia que brota de la Fe. Al hombre, a todo hombre, que es imagen
y semejanza de Dios.

Por Joaquín Piña


Obispo emérito

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