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Samekj Jurado | 1791279 | Universidad Autónoma de Nuevo León

Historia contemporánea de Europa

El fascismo italiano | 18 de octubre de 2018

Para mi maestro Giampiero Bucci

El fascismo italiano tiene el doble carácter del que tiene intenciones y de aquel que (ob)tiene

realizaciones, esto es, dos etapas que se complementan: fusión del fascismo movimiento con el

fascismo régimen. Los aspectos históricos cubren desde el contexto de la Primera Guerra

Mundial, pasando por la formación de los Fasci italiani di combattimento y terminando con la

instauración de la dictadura fascista. A continuación, se hará una pausa histórica y mencionaré

los aspectos político-ideológicos sin una necesaria correlación entre ellos, pero relevantes al

momento de comprender el marco del pensamiento fascista de la época. Finalmente, en los

aspectos económicos se cubrirá el contexto desde la Gran Depresión de 1929 hasta la caída del

fascismo con la derrota de Italia en la Segunda Guerra Mundial. De esto se hace un análisis

cualitativo económico ya que es la mejor forma de estudiar la manera en que el fascismo-

régimen se desenvolvía.

Aspectos históricos

Desde muy joven, Mussolini mostraba rasgos de habilidades propagandísticas; a los 29 años

fue director del diario socialista más relevante de Italia: Avanti! Su popularidad y acaparamiento

de lectores le hizo ganar cierta fama y respeto por parte de la esfera política.

El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando de Austria, es asesinado en

Sarajevo; hecho que da origen a la Primera Guerra Mundial. Ante esta situación, Italia entra en

debate sobre entrar o no a la guerra; el Partido Socialista Italiano y Mussolini, mediante su


diario, expresan fervientemente que Italia no debería entrometerse en la guerra capitalista.

También católicos, socialistas y parte de los liberales decían no a la guerra. Mientras que

nacionalistas, partes fuertes y futuristas le decían que sí a la guerra.

Luego, sorpresivamente Mussolini declara que Italia entra a la guerra, mientras que

paradójicamente todos los partidos socialistas italianos no pensaran lo mismo. De esta manera,

Mussolini es expulsado de Italia, y con dinero francés crea su propio periódico: Il Popolo

d’Italia.

En 1915, Mussolini se enlista al ejército italiano y está 17 meses luchando en los Alpes. En

1919, la situación social en Italia estaba en colapso, la guerra estaba pauperizando al pueblo y

entre la clase media y alta existía el temor de un régimen comunista en Italia. En este contexto,

donde el gobierno democrático no parecía dar rastros de presencia ante su gente, y esta misma

gente temía por un ulterior régimen comunista, Mussolini toma ventaja y declara un par de cosas:

aplastar a los comunistas, restaurar la ley y el orden y disminuir el paro.

El 23 de marzo de 1919, sus promesas toman forma en la creación del Fasci italiani di

combattimento, el partido fascista de Mussolini que es presentado como la tercera posición, es

decir, y en palabras de De Corso (2015): “El fascismo pretendió convertirse en una tercera vía,

entre el comunismo soviético y el capitalismo liberal occidental” –que eran los dos regímenes

políticos imperantes de la época–, una vía con preponderancia nacionalista-sindicalista.

Paralelamente, crea la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional –también llamados

Camisas negras o escuadristas (squadristi en italiano)–, un cuerpo de milicias fascista, armados

con cuchillos y aceite de ricino.


En el contexto europeo que la Gran Guerra dejó a su paso, el 1 de agosto de 1922 se realiza

una huelga general que paraliza al país y Mussolini manda a sus seguidores a marchar sobre

Roma. Más tarde, el 27 de octubre de 1922 Mussolini y sus camisas negras marchan sobre

Roma, y dos días después, el 29 de octubre de 1922, El Rey le encarga formar gobierno ante la

amenaza de una guerra civil. De inmediato, Mussolini asumió poderes dictatoriales.

En cuanto a las influencias de pensamiento de Mussolini, está claro que tiene raíces marxistas,

lee también a Nietzsche y Vilfredo Paleto. Este último decía que no existe la democracia, sólo

oligarquías y élites. Su política consiste en apoderarse del poder, heredarlo y así mantenerlo para

sí.

Las primeras promesas como dictador hacia su pueblo fueron: estabilidad política, orden

público, prosperidad, reformas sociales y un Imperio. En palabras de Mussolini: “Italia quiere

paz, tranquilidad y trabajo, yo le daré todo esto, si puedo, con amor y si es preciso con la fuerza”.

Un año después hizo ilegítimo la participación de otros partidos políticos en el gobierno,

quedándose el Partido Nacional Fascista como partido único.

El 3 de enero de 1925 Mussolini instaura el totalitarismo en Italia. En un principio con una

política neoliberal. Es hasta después de la crisis de 1929 cuando el Estado fascista toma el viraje

de un Estado intervencionista.

Una de las innovaciones políticas de Benito Mussolini fue la instauración de un Estado

corporativista. Cada sector del país [e.g. la enseñanza] era manejado por una corporación, cada

corporación tenía el mismo número de representantes por parte de los empleados y los

empresarios, asesores y tres fascistas que velaban por los intereses del Estado.
Dentro de cada corporación, el Consejo Local elegía el
Consejo Nacional
Concepto Regional, quien a su vez elegía el Consejo

Consejo Regional Nacional. En 1933, Mussolini, como ministro de

Corporaciones, declara que el Parlamento sería sustituido


Consejo Local
por el Consejo Nacional, lo cual quería decir que las

leyes, en vez de ser redactadas por políticos serían elaboradas directamente por los obreros.

Aspectos político-ideológicos

El pensamiento fascista era incorporado en la mentalidad de las personas desde la infancia, les

enseñaban el Credo Fascista: “Creo en el genio de Mussolini; en nuestro Santo Padre el

Fascismo y en la comunión de todos los mártires fascistas; en la conversión de los italianos; en la

resurrección del Imperio”. Es evidente la cercanía del Credo Fascista al Credo Cristiano –con el

simple hecho de llamarlo “Credo Fascista”. Como dice Kohn en Bucci (1997): “el totalitarismo

moderno afirma una pretensión al absolutismo parecida a la de la fe medieval […] el fanatismo

de los totalitaristas nace del carácter absolutista de su fe”.

Familia y religión fueron elementos importantes de la propaganda fascista. Mussolini

mencionaba que la visión fascista de la vida era una visión religiosa. En 1929, Mussolini y el

Papa firman los Pactos de Letrán, lo cuales otorgaban la independencia política de la Santa

Sede del Reino de Italia como Estado soberano: el Vaticano. El catolicismo se convierte en la

religión del Estado, los matrimonios religiosos eran de carácter oficial y se enseñaba religión en

la escuela.

El fascismo nunca prohibió el arte [de vanguardia] de la época, ya que este dilucidaba el

sentimiento futurista que le daba fuerza y consistencia al movimiento y al postrero régimen. Los
artistas de la época eran 'inventores de una nueva sensibilidad’ encargados de asumir el papel de

los ingenieros del alma fascista.

Mientras que la retórica comunista giraba en torno al concepto de lucha de clases, el fascismo

hablaba de la lucha de naciones. De aquí la exaltación de la patria nacional que se respiraba en la

época. Mientras que la lucha de Hitler era una lucha racial. De hecho, sustituye el concepto de la

lucha de clases y “la sustituye por el concepto colaboración de las clases sociales, que se erige

sobre la unidad racial y cultural del pueblo” (De Corso, 2015).

Las características generales de la política y economía del fascismo son, en palabras de De

Corso, que “procura la homogeneidad en el campo sociopolítico, rechazando el parlamentarismo

y la idea de democracia occidental, y promueve la intervención del Estado en la economía para

mejorar el nivel de desarrollo”.

En términos generales, el fascismo es modernista; la economía es controlada por el Estado, no

poseída; es un “Estado comercial cerrado”, es decir, una autarquía.

Aspectos económicos.

Dentro del análisis de De Corso (2015), las políticas económicas del fascismo italiano pueden

segmentarse en tres etapas: 1) la fase liberal, de 1922 a 1929; 2) la respuesta a la Gran Depresión

y la autarquía entre 1929 y 1940; finalmente 3) el colapso económico durante la Segunda Guerra

Mundial.

Después de la guerra, la economía política fascista se encargó de restablecer el equilibrio

macroeconómico proponiendo el incremento de la productividad y lasa exportaciones,

minimizando los costos del eventual desempleo y destinó lo que previamente era para la guerra a

bienes de consumo para el sector civil. El ministro de Finanzas, Alberto de Stefani (1922-1925)
implementó una política de laissez-faire. Luego, Stefani fue reemplazado por Giuseppe Volpi,

quien para esos años ya tenía la seguridad de deslindarse de las políticas liberales y encauzarse

hacia el intervencionismo.

De Corso (2015) menciona tres objetivos cardinales que la política económica fascista tenía

en esos años: la estabilización monetaria y el reingreso de la lira al patrón oro, el incremento de

la producción de cereales [trigo] y, por último, se comenzó a estimular el crecimiento

demográfico.

En concreto, “la intención del gobierno era controlar el aumento generalizado de precios con

una política deflacionista e instaurar un mecanismo de regulación de los salarios desde el vértice

del régimen” (De Corso, 2015), lo cual nos indica que el fin a perseguir era que la población

siguiera teniendo acceso a los bienes necesarios y de esa manera impulsar el comercio local sin

percances sindicales o sociales.

El deseo de crecer demográficamente se llevó a cabo con el proyecto de la “ruralización” del

país, es decir, “desahogar las grandes urbes, desconcentrando la población y las industrias en

ciudades satélite” (De Corso, 2015). Todo esto con economías atadas a la producción agrícola y

agroindustrial en general. Lo que no funcionó fue el proyecto pronatalista, la tasa de fertilidad

siguió de bajada en el campo y en la ciudad.

Ahora bien, la Gran Depresión de 1929 marca una etapa media en la política económica

fascista, la cual es fuertemente caracterizada por el reforzamiento del Estado social. El principal

hecho por el cual Italia no salió tan afectada por la crisis económica global (caso contrario el de

Estados Unidos, Francia y Alemania) fue que “la economía italiana dependía fundamentalmente
del sector primario, volcado principalmente a satisfacer la demanda interna; y la baja

participación del comercio internacional en el producto interno bruto” (De Corso, 2015).

Se decidió crear el Instituto para la Reconstrucción Industrial (IRI) y el Istituto Mobiliare

Italiano (IMI), ahora encargados de los préstamos e inversiones a mediano y largo plazo

destinados al sector industrial. Esto hizo dar un paso más hacia el control estatal sobre la

economía italiana. Al contrario de la Unión Soviética o Alemania Oriental, Mussolini instó

concretar il Piano Regolatore (Plan Regulador), el cual tenía un alto grado de descentralización

por la división de planes sectoriales, veintidós corporaciones en total encargadas desde el sector

primario hasta el terciario de la economía italiana, incluyendo sindicatos y empresas. El primer

Plan se elaboró en 1936, para ser implementado entre 1937 y 1941. Italia se convertía de esta

manera, “después de la Unión Soviética, en el país con el mayor sector público del mundo” (De

Corso, 2015). Como se mencionó previamente, el Estado corporativo fue la gran innovación del

control económico por parte del gobierno, característico por no ser centralizado y no haber caído

en los vicios personales de sus dirigentes. Es como si el hecho histórico de la Crisis del 29

hubiese embonado perfectamente con la ideología fascista de velar por los intereses de la nación

y no por los individuales.

En octubre de 1935, el ejército italiano, por órdenes de Mussolini, invade al actual Etiopía

como parte de las intenciones expansionistas-imperialistas. En este contexto, tres fueron los

objetivos de la política económica italiana descritas por De Corso (2015): primero, al proceder

estratégicamente en la invasión a Etiopía, “valorizar las colonias integrándolas a la metrópoli, no

sólo económicamente sino como una extensión demográfico-cultural de la península”; segundo,

“intentar, simultáneamente, alcanzar la dependencia del comercio y el mercado de capitales

externos; por último, “preparar militarmente la nación para una conflagración mundial que venía
delineándose en el horizonte desde el ascenso del nazismo en Alemania”. En otras palabras, la

autarquía y la expansión imperial iban de la mano con la construcción del Estado corporativo y la

invasión imperialista, para luego preparar a la nación para una ulterior guerra y la esperada

próxima incorporación de más territorio.

En septiembre de 1939, Alemania invade Polonia. En un principio, Italia se mantiene neutral,

pero al ver la estrategia alemana en movimiento, la Blitzkrieg, o guerra relámpago, sobre

Polonia, Noruega, Bélgica y Francia, Mussolini reconsideró sus opciones. Es así como, el 10 de

junio de 1940, Italia declara la guerra a Francia e Inglaterra. De Corso describe el

acompañamiento que hace Italia a Alemania al entrar en guerra como “una estrategia de guerra

paralela, al lado de Alemania pero autónoma de la alianza y con objetivos propios”. El

pensamiento de Benito fue que la guerra sería un proceso corto y rápido para luego continuar

avanzando en su conquista territorial y en la ulterior reinvención de un Imperio al estilo romano.

Al final de cuentas, la intromisión en la guerra por parte de Italia es comprensible

mencionando los siguientes puntos: en primer lugar, “Italia tenía billones de liras en créditos

pendientes de pago por parte de Alemania en 1943 […] es decir, Italia estaba financiando el

esfuerzo militar alemán” (De Corso, 2015). Por otro lado, “el gasto militar italiano era mucho

menor que en cualquier otro lugar en proporción a los recursos generales, incluso en su punto

máximo en 1941 […] no tanto por no reducir el consumo privado, sino por un alto nivel de gasto

público no dedicado a la guerra” (Zamagni en De Corso, 2015). Esto dilucida las claras y cortas

intenciones del régimen por virar su economía hacia la guerra; prácticamente se intentó solventar

la guerra sin quitarle un centavo al gasto público.

Es así como finalmente y después del evidente declive del papel de Italia en la guerra, el 25 de

julio de 1943, el Gran Consejo vota a favor de limitar a Mussolini en su ejercicio del poder y las
fuerzas armadas pasan al control del rey Víctor Manuel III. El 28 de abril de 1945 Benito

Mussolini es fusilado junto a Clara Petacci, su amante.

En conclusión, sería erróneo concebir al fascismo como dos caras de una misma moneda (ya

que una cara excluye a la otra, no puedes ver ambas caras a la vez). Cuando se analiza la fase del

régimen fascista uno no puede dejar de percibir el espíritu ideológico del fascismo-movimiento.

Sin la base formadora del pensamiento fascista no hubiese sido posible el insaciable apoyo del

pueblo italiano hacia su líder –hacia su nación. De Corso contribuye a la idea afirmando que “la

caída del fascismo se debió a una apreciación errónea de los acontecimientos por parte de

Mussolini y de la élite fascista, e incluso de la sociedad italiana”; se percibe, pues, que el error

no fue sólo de Mussolini, de su gobierno o del pueblo italiano, sino que fue una caída conjunta

en la que todo el mundo cayó con una misma visión, y no por diferencias entre las partes. “Su

descalabro tuvo como principal elemento la derrota en una guerra externa” (De Corso, 2015), y

no por una guerra interna.

Referencias

IES Las Musas. [manueltorremocha madrid]. (2012, marzo 8). Fascismo italiano 01. La

llegada al poder de Mussolini.mpg [Archivo de video]. Recuperado de

https://www.youtube.com/watch?v=58tC23t_X5A.

IES Las Musas. [manueltorremocha madrid]. (2012, marzo 24). Fascismo italiano 02. El

gobierno fascista.mpg [Archivo de video]. Recuperado de

https://www.youtube.com/watch?v=Fs8y96nfEdA.

De Corso, G. (2015). La política económica del fascismo italiano desde 1922 hasta 1943:

breves consideraciones para su comprensión. tiempo&economía. 2(2), pp. 49-77.


Bucci, G. (1997). El Leviatan a medias. Fascismo y totalitarismo en la Italia de Mussolini.

HUMANITAS. (24), pp. 301-312.

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