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FACULTAD DE MEDICINA

ESCUELA DE PSICOLOGIA
PROGRAMA DE MAGISTER EN PSICOLOGIA JURIDICA E INTERVENCIÓN
PSICOSOCIAL
SEDE DE TEMUCO

MENTALIZACIÓN Y CARACTERIZACIÓN PSICOSOCIAL DE SUJETOS CONDENADOS


POR LA COMISIÓN DE DELITOS VIOLENTOS SEXUALES, COMPARADO CON LA
POBLACION GENERAL.

AUTOR: RAUL OSCAR ABASOLO TRINCADO

Trabajo para optar al grado de Magister em Psicología Juridica e Intervención Psicosocial


Mención Forense

PROFESORA GUIA MG. PS. NATALIA BELMAR

TEMUCO – CHILE, MARZO 2019.

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1.- Introducción
2.- Objetivos
3.- Marco Teórico:
3.1 Conducta violenta: conceptualización
.
3.2 Conducta antisocial y delictiva
.
3.3 Conceptualización jurídica de los delitos sexuales en Chile.
.
3.4 Datos criminológicos sobre delitos sexuales y población penal chilena.
.
3.5 Concepto de Mentalización
.
4.- Hipótesis
5. MARCO METODOLOGICO.
5.1 Diseño y enfoque metodológico
.
5.2 Diseño muestral
.
Universo

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1.- Introducción

La conducta violenta delictiva, es un problema de interés publico, su expresión es amplia y


variada, desde acciones en contra de si mismo y los demás, existiendo una correlación entre estas
conductas violentas y los delitos.

El interés de la presente investigación es describir las conductas y los procesos de mentalización


que han llevado a este grupo de condenados a cometer delitos sexuales y compararlos con un
grupo de control, a fin de establecer una caracterización a través de las conductas y el perfil
psicosocial.

En esta línea de análisis surge el concepto convencional sobre delitos de mayor connotación
social (DMCS), y entre ellos se encuentra el delito de violación y el de abuso sexual a menores de
14 años, definido en el articulo 365 en el código penal de chile.

El acto inicial es conocer el origen, fuente y desenlace de las conductas violentas y


especificadamente aquellas que se relación con la comisión de delitos sexuales y abordar las
distintas aproximaciones teóricas y establecer un concepto que unifique un criterio que nos
permita producir un conocimiento para establecer las bases der la prevención de estos delitos y
generar estrategias de abordaje psicoterapéutico. Un aporte desde el enfoque criminológico, es
aportar elementos a la identificación de los factores que pueden influir en una persona cometa
conductas violentas de forma temprana y de esta manera inicie una carrera delictual, el propósito
entonces es avanzar en el control de estas variables y disminuir la probabilidad de reincidencia,
específicamente en los delitos de connotación sexual. Redondo (2015) en referencia a los
factores que pueden explicar los factores de riesgo los agrupa en las características globales y el
riesgo personal como una convergencia de aspectos propios que se anticipan como un agente pro-
delictivo.

El marco conceptual será la teoría de la mentalización aportada por Fonagy y sus colaboradores
que han aportado desde la construcción teórica y el proceso psicoterapéutico para comprender los
momentos que se encuentran a la base de la representación del uno mismo y la interacción con

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los demás. En esta línea se realizará un recorrido por los principales estudios realizados parta
medir los procesos de mentalización en Chile y Latinoamérica, con la aplicación de instrumentos
de medición y cualificación de las variables de la personalidad.

Se propone realizar un proceso investigativo con la población penal de la comuna de Villarrica


que se encuentre cumpliendo condena por delitos sexuales, que permita su caracterización y
conocer las condiciones psicosociales que predispusieron sus conductas violentas.

La temática de la seguridad ciudadana viene constituyéndose en los últimos años como una
problemática significativa para la población y el Gobierno de Chile, destacándose como la
principal, entre las cinco preocupaciones más relevantes de los ciudadanos (Cadena, 2016; León,
Cortés, & Folino, 2014).

De conformidad con lo planteado, Macchino (2007, p. 480) sostiene que “el déficit de estudios
científicos en materia criminal, impacta negativamente en el desarrollo de políticas públicas
relativas al crimen, la seguridad pública y en particular en el sistema penitenciario”.

Junto a su relevancia social y criminal, autores como Martínez y Redondo (2016) han destacado
que “la delincuencia sexual constituye uno de los mayores retos científicos y aplicados a los que
se enfrenta la psicología criminal” (p. 19).

Conforme a los lineamientos de Politoff, Matus, y Ramírez (como se citó en Aguilar, 2006, p 9),
la clasificación de los delitos sexuales seria la siguiente: (a) violación, (b) estupro, (c) abuso
sexual, (d) corrupción de menores, (e) trafico de personas, (f) ultraje a las buenas costumbres y
ofensas al pudor, y (g) incesto.

Datos

Respecto del enfoque estadístico, varios autores destacan la necesidad de ser prudentes al
aproximarse a los delitos sexuales basados en información sobre el número de denuncias y/o
condenas emitidas por los tribunales de justicia. Lo anterior por cuanto existe una elevada “cifra

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negra” en los delitos contra la libertad sexual, ya sea porque nunca son denunciados o porque las
denuncias realizadas no llegan a originar denuncias penales (Bueno & López, 2003; Macchino,
2007; Valencia, Labrador & Del Rosario, 2010).

2.- OBJETIVOS.
Objetivo general

Describir características psicosociales y capacidad de mentalización en sujetos que se encuentran


cumpliendo condena por delitos sexuales, en régimen de privación de libertad en el CDP
Villarrica, Pitrufquén y Nueva imperial y establecer comparación con sujetos de la población
general.

Objetivo especifico

 Describir las características psicosociales de los sujetos que componen la muestra del estudio.

 Describir el proceso de mentalización de los sujetos que componen la muestra del estudio.

 Comparar la muestra de los sujetos condenados por delitos sexuales y un grupo muestral de la
población general, en relación a las características psicosociales y mentalización.

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3.- MARCO TEÓRICO

3.1.- Conducta violenta: conceptualización

Covelli, (2007) se plantea el análisis de la conducta desde la Teoría del Delito, haciendo
referencia a la confrontación de las escuelas de pensamiento clásica y positivista, desde esta
perspectiva sitúa al hombre con autoría moral y libre albedrio, esta es la posición de la escuela
clásica que sostiene que le hombre tiene la capacidad de comprender la naturaleza de sus actos y
que puede elegir entre hacer o no hacer y contraposición la escuela positivista señala que el
hombre actúa condicionado por la sociedad y por el determinismo cósmico.

El comportamiento antisocial es un fenómeno heterogéneo que incluye diversos tipos de


conductas desviadas (Redondo, 2008).

La Organización Mundial Para la salud O.M.S, ha definido la conducta violenta como el uso
intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o como amenaza, contra uno mismo, otra
persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones,
muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. (OMS, 2002).

La clasificación de la OMS, divide la violencia en tres categorías generales, según las


características de los que cometen el acto de violencia: la violencia autoinfligida
(comportamiento suicida y autolesiones), la violencia interpersonal (violencia familiar, que
incluye menores, pareja y ancianos; asíí como violencia entre personas sin parentesco), la
violencia colectiva (social, política y económica). Según la naturaleza de los actos de violencia
puede ser: física, sexual, psíquica, lo anteriores incluyen privaciones o descuido.

Pareciera ser que el concepto de conducta violenta, pero no esta del todo definido y es por ello
que existen discrepancias y malos entendidos. J. Saiz Ruiz, J. L. Carrasco Perera (2000). En esta
línea, algunas investigaciones han concluido que el rasgo impulsivo de personalidad tiene un alto
componente hereditario. Torgensen S (1993).

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La conducta violenta es un fenómeno presente en distintos ámbitos de la sociedad y ha sido
estudiado desde las distintas disciplinas como la psicología, psiquiatría, antropología, el derecho,
entre otras. Se han empleado diversos conceptos para referirse a las conductas antisociales, tales
como impulsividad, trastornos de la conducta y delincuencia (Bonilla y Fernández- Guinea, 2006;
Muñoz y Amores, 2011). El conflicto sobre la conceptualización obliga a realizar un análisis
sobre estos términos.

Al momento de revisar los textos disponibles, revistas, artículos de la web y estudios, nos
encontramos con un elemento central y que es consensuado por la mayoría de los autores y de las
disciplinas, concluyendo que es el acto de someter a otro por medio de la fuerza. En esta línea de
aproximación al concepto podremos decir que la conducta violenta es todo lo contrario al
concepto de convivencia, (Furlán, Saucedo & Lara, 2004; Aldana, 2006; Román & Leyva, 2011),
estos autores han profundizado en esta materia señalando “la convivencia es entendida como el
estado donde diversos sujetos se relacionan entre sí y con el entorno, en términos de
reconocimiento, reciprocidad, tolerancia, participación, etc., pudiendo asíí convivir entre todos de
manera pacifica y segura, y alcanzar una cultura para la paz”. En cambio, la violencia se
entiende como todas aquellas acciones que causan dolor físico o psíquico en los sujetos, o dañan
objetos que se encuentran en un ámbito determinado (Hurrelman, 1990).

El concepto sobre la conducta violenta puede ser considerado como un proceso


multidisciplinario, es decir, objeto de estudio de la Psicología, sociología, antropología,
educación entre otras, todas desde su particularidad confluyen conceptualmente como la acción
ejercida sobre un otro que produce daño y que puede llevar a producir cambios en la vida de las
personas que han sufrido estas experiencias.

El abordaje teórico del concepto de la conducta violenta ha sido sistematizado y agrupado por
Cerezo (1999), Ramos (2008) y Abaladejo (2011) en dos líneas teóricas; las teorías instintivas y
del impulso y las teorías reactivas ambientales. Esta clasificación permite organizar los supuestos
y poder confluir en una idea más consistente en relación a la fuente que origina la conducta
violenta. Siguiendo esta propuesta es posible señalar que la conducta violenta se puede observar

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como un acto de fuente impulsiva y, por otro lado; de forma planeada, siendo esta última más
ligada con las conductas psicopáticas. Arias, Ostrosky-Solis (2008). Las principales t eorías
son, teoría genética, teoría etológica, teoría psicoanalítica, teoría de la personalidad,
teoría de la frustración y teoría de la señal-activación.

De acuerdo con lo anterior y siguiendo a Cerezo (1999), Ramos (2008) y Abaladejo (2011) en la
idea de la clasificación de las teorías fundamentales para entender la conducta violenta, es
importante una revisión de las ideas nucleares respecto de las teorías del instinto.

En primer lugar, la teoría genética refiere a la presencia de procesos bioquímicos y hormonales


que pueden explicar las conductas agresivas (Ramos, 2008), la noradrenalina y los esteroides de
la corteza suprarrenal son los responsables de que surja la conducta violenta (Mackal, 1993). En
segundo lugar, la teoría etiológica señala que son los impulsos innatos han ido evolucionando los
que explicarían la conducta violenta, esta mirada se desprende de las teorías de Darwin y Konrad
Lorenz respecto de la evolución y selección natural de las especies, para esta visión la
supervivencia de las especies es la fuente de la conducta violenta. Consideran que las conductas
agresivas pueden darse sin ningún tipo de provocación y que el único fin de ese tipo de
comportamientos es la supervivencia de los sujetos en el entorno donde habitan (León, 2013).

ACA HAY QUE REALIZAR UN PUENTE ENTRE LA TEORIA INNTATISTA DE LA


CONDUCTA VIOLENTA Y RASGOS DE LA PERSONALIDAD

Desde la perspectiva de la teoría de la personalidad, se considera el comportamiento violento uno


de los rasgos que constituyen la personalidad de los sujetos, especialmente relacionados con la
impulsividad y la ausencia de autocontrol (Ramos, 2008 y Albaladejo, 2011).

En el desarrollo de la teoría de la personalidad hay tres autores que elaboran un planteamiento


que señalan que las conductas violentas se refieren a rasgos de la personalidad y la ausencia de
los controles mentales, Eysenk lo explica esto desde la categorización entre psicoticismo y
neuroticismo (Eysenck, 1992), por otra parte, Kretschmer cataloga las conductas desviadas o
antisociales de las personas como una característica biotipológica, que toma como punto de
referencia las bases biológicas de la personalidad y la constitución física de los sujetos.

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Por su parte el psicoanálisis también surge una propuesta teórica que se relacionaría la
imposibilidad de satisfacción de la líbido, la exteriorización de las sensaciones y sentimientos
negativos que reflejarían los conflictos de tipo inconsciente. Desde esta teoría podemos canalizar
que la violencia es un factor sujeto al interior del ser y que las agresiones se manifiestan a partir
de afectos negativos que muchas veces se encuentran previstos en la sociedad, y por lo tanto
también puede entenderse como un estado del propio ser humano. Acá falta más desarrollo de la
idea

Finalmente, en el ámbito de las teorías del instinto surge la propuesta de Dollar (1939) que señala
que las conductas violentas se producirían cuando existe una frustración o interferencia de
algunos objetivos lo que el autor define como “Agresión Instrumental”.

En otra línea del análisis sobre el concepto de la conducta violenta surgen las teorías reactivas o
ambientales que consideran a las conductas agresivas del ser humano, como una consecuencia de
circunstancias ambientales (Ramos, 2008).

La teoría aprendizaje social de Rotter (1966), mantiene las conductas violentas dependerán de la
experiencia previa que poseen sobre las consecuencias que tienen las conductas, por lo tanto, la
fuente de toda conducta violenta será el medio social y cultural interactuando recíprocamente,
adquiriendo una experiencia en donde el sujeto participa activamente a nivel cognoscitivo con el
fin principal es evitar el castigo y recibir refuerzos positivos, todo esto por medio del proceso de
observación , esta teoría de fuente conductista intenta avanzar un poco más allá y propone la idea
que los procesos mentales pueden ser estudiados, considerando los pensamientos, la imaginación,
evocación, la intencionalidad y las emociones. En esta línea el autor propone que para que se
produzcan los procesos deben cubrirse algunas necesidades básicas de tipo psicológico como el
conocimiento de los otros, la experiencia de liderazgo, independencia, afectos, protección y
bienestar físico.

Quizás una de las teorías más conocidas es la que nos ofrece (Bandura 1975), señala que el
aprendizaje es por la imitación y observación (Bandura, 1987), indica que las conductas violentas

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serán el resultado de la relación entre las recompensas positivas y negativas. El aprendizaje
social tiene lugar a través de la imitación e identificación con otras personas, a través del proceso
del modelado, lo que refiere que ante tipos antisociales el efecto sería conductas violentas y en
tipos positivos los efectos será el refuerzo prosocial, la motivación para observar las conductas y
acumular en la memoria los contenidos para posteriormente recuperar y reproducir; y los
procesos cognitivos a través de la percepción de autoeficacia.

En el aprendizaje social existe un determinismo reciproco, lo que refiere a las características


internas del sujeto, el entorno y las conductas especificas. Esta teoría se fundamenta en la
conducta, pero no se queda ahí, reconoce los factores personales de cada sujeto, tales como las
creencias y las expectativas, determinando el repertorio de conductas reguladas por su
consecución y los procesos cognoscitivos.

La teoría de condicionamiento operante (Skinner 1938) señala que la conducta violenta se


adquiere o mantiene dependiendo del refuerzo que haga de ellas. Skinner militante del
conductismo radical opositor al método especulativo del psicoanálisis, refiere que las conductas
pueden ser conocidas y modificadas a partir de la presencia de los estímulos positivos y
negativos, que este acto establece la relación agrado versus desagrado y que la conducta puede
ser entendida desde sus efectos y consecuencias, generando un bucle entre la percepción, acción,
percepción, refiriendo que la interacción con el mundo, puede modificar la conducta de un sujeto.

En la misma línea conductual surge el aporte que realiza Pavlov a través de la teoría del
condicionamiento clásico que refiere a la conducta violenta como las respuestas automáticas ante
nuevos estímulos y que mediante el proceso de condicionamiento clásico se puede los sujetos
pueden reaccionar de forma involuntaria ante los estímulos. El dolor está clásicamente
condicionado y es siempre suficiente en sí mismo para activar la agresión en los sujetos (Hull,
1943; Pavlov, 1963). El sujeto evita el dolor y esto puede explicar la conducta violenta como una
respuesta frente a la amenaza como un proceso de anticipación al dolor.

La teoría de la imitación a través de sus principales representantes que son Mc Dougall, Bandura,
Miller y Dollard, acuñan la idea que los sujetos tienden innatamente a imitar las conductas

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observadas. Puntualmente Mc Dougall (1926) limitó su definición de imitación al acto instintivo
y abierto de remedar la conducta de otro: las acciones observadas despiertan el instinto o impulso
de copiarlas. (Piedrahita, 2009). Bandura por su parte señala que las conductas son una
consecuencia de la imitación del medio, principalmente en el rango evolutivo de niños y
adolescentes, por su condición de mayor vulnerabilidad. Mc Dougall es uno de los primeros
teóricos en estudiar el concepto de la imitación, pero son Miller y Dollard (1941), logran
incorporar la imitación como un objeto de estudio al interior de la teoría conductual a través de
las investigaciones que desarrollaron con niños y adolescentes expuestos a medios hostiles y
agresivos, llegando a la conclusión que tendían a imitar las conductas violentas. En relación y
siguiendo al concepto de imitación, surge el aporte de French y Raven (1959), a través de la
teoría de la influencia social por imitación, que releva el poder como la posibilidad de influir en
las conductas de los demás, a través del control de los refuerzos positivos y negativos. Los
autores realizan una clasificación tipológica en relación a las destrezas, atractivo, legitimidad, el
poder coercitivo y el poder gratificante.

Las teorías sociológicas que explican o describen las conductas violentas tienen su fundamento
en el interaccionismo simbólico Herbert Blumer (1938), este autor señala que el carácter
distintivo de la interacción que se produce en los seres humanos, son estos los que interpretan o
definen las conductas si limitarse únicamente a la reacción de la interacción mediatizada por los
símbolos. Desde la contribución que realiza la interacción social la conducta se entiende como el
proceso de interacción y como de esta manera se transforma en la capacidad de reflexión de los
sujetos y de esta manera aprenden los símbolos y significados, los que pueden modificados
siempre que los sujetos lo deseen (Bermúdez y Gallegos 2011).

Estrechamente relacionada con la teoría de la interacción social, surge la teoría funcionalista. Los
teóricos consideran que toda interacción social entre individuos conlleva consecuencias sociales.
Consideran que la delincuencia y la desviación, son la respuesta a resistencias del sistema y
carencias ético-morales en el núcleo comunitario. Creen que, si existen divergencias entre las
aspiraciones de los sujetos con las recompensas existentes, afectará en la motivación de los
miembros del sistema, y por tanto favoreceráí la desviación social o anomia. Durkheim (1984),
consideró que la anomia se produce cuando no existe claridad en las normas que conducen el

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comportamiento humano, lo que produce en el sujeto desorientación y angustia. El concepto de
anomia propuesto por Durkheim representa un avance sustancial hacia la generación de una
primera explicación sociológica del crimen violento; es, en otras palabras, el acercamiento
definitivo a la dimensión social del crimen violento. Ramírez, Luis David. (2013).

Desde la sociología, el concepto de la conducta antisocial ha sido considerado tradicionalmente


como parte integrante del concepto más general de desviación (Cohen, 1965; Pitch, 1980;
Vázquez, 2003).

Merton 1957, en su articulo “estructura social y anomia”, consideró que el origen del delito se
encontraba dentro la estructura social, lo que le llevo a modificar el concepto de anomia
establecido previamente por Durkheim y proponer la idea el concepto tensión para explicar la
presión que sufren los sujetos cuando existen divergencias entre la realidad social y las normas
reconocidas socialmente, y considera que ante dicha tensión existe sujetos conformistas,
innovadores, ritualistas, retirados y rebeldes. (Merton, 1968).

Otros aportes teóricos provienen de autores como Cohen (1955), que considera que la desviación
social es una respuesta de grupos subculturales que se siente frustrados por su status social y se
reúnen en subculturas con fines delictivos, que rechazan los valores sociales y sustituyen por
normas antisociales. De forma manera paralela surge la teoría del conflicto que señala que el
comportamiento social es entendido como enfrentamientos entre grupos que luchan entre sí, que
pueden resolverse mediante otras vías sin necesidad de aplicar conductas violentas (Schaefer, R,
2006).

Desde una perspectiva criminológica que intenta explicar la distribución del delito y de la
delincuencia entre las personas, grupos y sociedad surge la teoría del control y teoría del delito
Gottfredson y Hirschi, (1990), señala que cualquier individuo tiene tendencia natural a
protagonizar actos delictivos si se encuentra en situaciones que lo motiven a ello, puesto que el
ser humano actúa de forma racional. (Gottfredson, 2006; Serrano, 2009). La teoría del
autocontrol localiza la base del comportamiento conforme en las vinculaciones que se forman al
inicio de la vida entre los padres u otros cuidadores y los hijos. Estas vinculaciones se

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desarrollan hacia la tendencia a regular el comportamiento individual en función de las
consecuencias negativas de las acciones (Hirschi, 1969; Gottfredson y Hirschi, 1990).

Por su parte la teoría de las ventanas rotas que surge de un estudio de psicología social
desarrollado por Philip Zimbardo en 1969 y posteriormente profundizado por Wilson y Kelling
(1982), intenta explicar las conductas violentas a partir del desorden social, argumentando que los
sujetos expuestos a situaciones de mayor desorden se sienten menos seguros (Jackson 2004)
(citado en Acuña, Uzzell & Brown, 2011), estos autores señalan que los lugares con mayor
desorden son percibidos con mayor vulnerabilidad y miedo, incrementando la desconfianza. En
la misma línea Shaw y Mckay (1942) a través de un estudio de campo en los barrios pobres de
Chicago, que además presentaban mayores tasas de delincuencia, los autores tratan de
argumentar que los sujetos que residen en ambientes donde prevalecen los actos delictivos y el
desorden social, acaban manifestando también conductas delictivas (Redondo & Garrido, 2013)
(citado en Sánchez, 2014).

En los 60´y 70´se inicia un proceso de estudios sobre la desviación desde la perspectiva del
interaccionismo simbólico, Howard Becker (1928) impulsor de la teoría del etiquetamiento o del
interaccionismo de la desviación, aporta un cambio de visión paradigmática sosteniendo que los
estudios sobre las conductas desviadas no deben centrarse en la acción, sino en la reacción social,
que no debe focalizarse en el sujeto, sino en los agentes de control. Larrauri, E (1991). Según la
autora Elena Larrauri surge como una respuesta en contradicción con las teorías de la Anomia de
Merton y las teorías de las Subculturas de Cohen, que fueron enfoques predominantes en la
década de los 50´. El interaccionismo simbólico se interesa en estudiar la sujeto como un ser que
actúa respecto de las interpretaciones que hace de los objetos, situaciones y acciones de los otros,
lo que trae como consecuencia la necesidad de estudiar a todos los agentes implicados en el
proceso de desviación, es decir, no sólo aquellos etiquetados como “desviados”, sino también
aquellos que crean las normas y las aplican.

3.2.- Conducta antisocial y delictiva

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El comportamiento antisocial es un fenómeno heterogéneo que incluye diversos tipos de
conductas desviadas (Redondo, 2008). La versatilidad de las conductas es aceptada por la
mayoría de los investigadores (Romero, Sobral y Luengo, 1999), este hecho ha generado una
discusión entre la teoría y los procesos investigativos, de esta manera algunos autores señalan que
la conducta antisocial debe estudiarse de forma global Farrington (1992), Gottfredson y Hirschi
(1990), mientras que otros como Garrido, Stangeland y Redondo (1999), Mirón y Otero-López
(2005) se optan por un análisis segmentado respecto de los factores de riesgo y protección que
inciden en la conducta.

Para que se dé una conducta antisocial delictiva deben darse algunos factores que la determinen,
estos son los factores biológico, psicológico y sociológico, siguiendo esta línea de análisis se
hace necesario señalar que no se puede generalizar o globalizar una única conceptualización, ya
que depende de la historia del sujeto y el historial delictivo. (Echeburúa, Fernández-Montalvo y
Corral, 2009; Garrido, López, Silva, López-Latorre y Molina, 2006; Pérez, Redondo, Martínez,
García y Andrés-Pueyo, 2008).

La falta de consenso teórico y explicativo de los modelos ya existentes, por el afán reduccionista
permitió el surgimiento de propuestas integrativas que abarcan los tres antes descritos; lo
biológico, psicológico y sociológico, todo esto en una sola teoría. Arce, R. & Fariña, F. (2007).
Estos autores proponen el paradigma del “no modelo” Arce, R. & Fariña,F.(1996), señalan que no
es posible reducir el comportamiento humano, entre el comportamiento antisocial y delictivo, a
un único modelo explicativo, sino que cada contexto y cada caso precisa de la asunción de un
modelo especifico que se ajuste al mismo.

Siguiendo el paradigma del “no modelo” Arce y Fariña (1996, 2007, 2009, 2010) en la idea de
comprender y describir las conductas antisociales y delictuales, sostienen como ideas nucleares
que es imposible reducir el comportamiento humano en general y en particular las conductas
delictivas a un único modelo explicativo, más bien se orienta a la singularidad de cada sujeto; una
segunda idea es que el repertorio conductual del sujeto independiente a su etiqueta de conducta
desviada, esta determinada por la posibilidad de tener una conducta antisocial o prosocial y es
finalmente el sujeto optara respecto de su comportamiento.

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Desde una comprensión psicológica al comportamiento antisocial y delictivo, e intentando
desmarcarse del enfoque biológico que se centraba en lo orgánico, lo psicológico intenta
comprender desde los procesos mentales, la interpretación de los estímulos y la toma de
decisiones, para tal efecto este modelo se focaliza en conocer los factores que determinan la
personalidad, el tipo de pensamiento, los mecanismos sociocognitivos y las emociones. Fariña, E,
Arce, K, Novo, M., Seijo, D. & Vázquez, M. J. (2005).

Las teorías basadas en la personalidad de Eysenck (1970,1976,1978) señala que la conducta


delictiva es el resultado de la influencia de las variables ambientales con determinadas
predisposiciones genéticas. Este planteamiento postula tres dimensiones temperamentales de la
personalidad: la extroversión que se caracteriza por la impulsividad, la actividad, la vivacidad y
la excitabilidad, mientras que la introversión se asocia a rasgos de timidez y tranquilidad. Otra
categoría se asocia al neuroticismo, que se expresa con una baja tolerancia a la frustración,
hipersensibilidad, ansiedad e inquietud y finalmente la dimensión de psicoticismo, con una
expresión de aislamiento, crueldad, carencia de afectos, buscadores de sensaciones extremas y
hostiles Eysenck y Ranchman (1965). La relación entre la extraversión, el neuroticismo y la
conducta delictiva queda reflejada de la siguiente formula: el extrovertido neurótico tiene escasas
competencias sociales, mientras que el introvertido estable se muestra eficazmente socializado,
ya que él se condiciona bien (introversión) y la hipersensibilidad (bajo neuroticismo) no le afecta.
Pero, los introvertidos neuróticos y los extrovertidos estables tienen un nivel de socialización
intermedio, ya que en cada caso uno de los polos inhibe la socialización y el otro la potencia
(Feldman, 1989). Igualmente, la ultima dimensión de la personalidad identificada por Eysenck, el
psicoticismo, se relaciona positivamente con la conducta delictiva, siendo sujetos solitarios,
problemáticos, crueles, carentes de sentimientos, buscadores de sensaciones Zuckerman
(1969,1974) y hostiles. En esta línea Pérez (1987) sostiene que la estimulación es el factor que
explica la relación entre extroversión, psicoticismo y conducta delictiva.

El proceso comprensivo de la conducta violenta también ha considerado los aportes de las teorías
basadas en el razonamiento cognitivo, siguiendo a Garrido (2005), refiere que es el modo como
una persona piensa, percibe, analiza y valora la realidad, y como esta influye en su ajuste

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emocional y conductual asíí, la literatura relaciona el comportamiento antisocial con estructuras
cognitivas distorsionadas o prodelictivas (Herrero, 2005; Langton, 2007).

En algunas ocasiones los sujetos pueden llegar a justiciar su comportamiento antisocial o


delictivo, esto se produce por una distorsión de tipo cognitivo, con la presencia de pensamientos
automáticos, con ausencia de control mental, fracasando los mecanismos de autonomía cognitiva
e imposibilitando la capacidad de discernir los estímulos de la realidad y el sentido lógico y
realista de los pensamientos. (Santostefano, 1990). Siguiendo en esta idea el autor señala que la
ruptura u omisión de algunos detalles de la realidad, fusionados con la fantasía, dan lugar a las
percepciones distorsionadas, que resulta de la disfunción en los procesos cognitivos.

Desde la visión cognitiva surgen aportes desde la teoría general de la tensión sostiene que la
conducta antisocial deviene de un proceso cíclico, que aparece al originarse las tensiones en las
interacciones negativas, desencadenando un estado emocional negativo que insta a la ejecución
de la conducta antisocial para disminuir la tensión experimentada (Agnew, 2006). Según
Redondo (2008), muchos homicidios, asesinatos de pareja, agresiones sexuales y robos con
intimidación son ejecutados por sujetos que experimentan fuertes sentimientos de ira, apetito
sexual y desprecio hacia otras personas.

Finalmente, desde una comprensión ambiental o sociológica del comportamiento delictivo y


antisocial, refiere que su interés se produce en conocer y describir los procesos de vinculación
primarios (padres, hermanos, abuelos, grupos fraternos), secundarios (medios de comunicación),
las oportunidades, el etiquetamiento y las normas subculturales. En esta línea explicativa surge la
teoría del aprendizaje social (Andrés-Pueyo y Redondo 2007), siendo el autor más relevante es
Bandura (1987), que sostiene que la observación del comportamiento es una fuente de múltiples
aprendizajes. Para Akers (2006) el modelado es uno de las fuentes del aprendizaje en general y
en particular de las conductas delictivas, siendo un intercambios de modelos delictivos más
básicos a más complejos.

Feldman (1989) señala que los sujetos pueden aprender cometer delitos o no hacerlos, señala que
el sujeto incorpora dichas conductas por medio de un aprendizaje precario en conductas pro-

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sociales así como por el efecto del refuerzo, moldeamiento social y los procesos de inducción
situacional (García – Pablos, 2003), finalmente el sujeto adquiere percepciones distorsionadas
con un ajuste de la escala de valores como estrategia autojustificadoras de las conductas
delictivas.

Por otra parte la teoría del asociacionismo diferencial, basada en las rupturas de vínculos sociales,
señala que los menores vulnerables muestran signos de una socialización diferencial disfuncional
no sólo en la esfera social, si no que también en la esfera familiar y en su entorno (comunidad),
generándose un contexto de alto riesgo de presentar conductas antisociales o delictivas.
Sutherland (1947), refiere que el delincuente se hace por los comportamientos que le rodean. Una
persona mantiene una conducta delictiva cuando las definiciones favorables a la violación de la
ley superan a las desfavorables; esto es, cuando por sus contactos diferenciales ha aprendido mas
modelos criminales que respetuosos del derecho.

Sutherland resumióí en nueve ideas las bases de su teoría de la “asociación diferencial” Garcia-
Pablos de Molina (1988), la conducta criminal se aprende en interacción con otros sujetos a
través del proceso de comunicación, la parte principal del proceso de aprendizaje, es decir,
aquella en que se adquiere la conducta criminal, se realiza en el seno de las relaciones más
intimas del individuo con sus familiares y allegados, el aprendizaje de la conducta criminal
incluye las técnicas de comisión del delito, asíí como la orientación especifica de movibles,
impulsos, actitudes y la misma racionalización de la conducta delictiva, la dirección especifica de
motivos e impulsos se aprende de las definiciones más variadas de los preceptos legales,
favorables o desfavorables a estos, una persona llega a ser delincuente cuando las definiciones
favorables a la violación a la ley superan a las desfavorables, las asociaciones diferenciales del
individuo pueden ser distintos según la frecuencia, duración, prioridad e intensidad de las
conductas delictivas, el proceso de aprendizaje corresponde al de todos los mecanismos
inherentes a cualquier proceso de aprendizaje y el comportamiento delictivo es una expresión de
necesidades y valores generales.

Según Akers (2006) este aprendizaje deriva de cuatro mecanismos interrelacionados: a) la


asociación diferencial con personas que muestran hábitos y actitudes delictivos; b) la adquisición

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por el individuo de definiciones favorables al delito; e) el reforzamiento diferencial de
comportamientos delictivos, y d) la imitación de modelos prodelictivos (Redondo y Andrés-
Pueyo, 2007).

Considerando la presencia de múltiples factores que intervienen en el proceso de aprendizaje


surge el aporte de la teoría de los valores subterráneos y neutralización de Sykes y Matza (1957),
que se plantea como una critica a la teoría del subsistema criminal de Cohen (1955), los autores
señalan que existen dificultades para considerar que la conducta violenta delictiva como el
resultado de valores y normas desviados, estas contradicciones de origen son de tipo empírico y
teórico, Sykes y Matza (2008) sostienen que si hubiera una subcultura delictiva los delincuentes
no presentarían sentimientos de culpa y vergüenza en su detención y que en segundo lugar los
delincuentes valoran positivamente a los sujetos “realmente honestos” que cumplen la ley. Esto
se relaciona con el establecimiento de códigos en el mundo de la delincuencia como de “no
robarse entre amigos, o “no cometer delitos en lugares sagrados o de devoción, a partir de este
aspecto es posible sostener que los actos delictivos son evaluados de maldadosos por los propios
delincuentes.

La ausencia de vinculación, redes de apoyo, relaciones de apego seguro pueden potenciar la


presencia de conductas delictivas, la teoría de Hirschi (1969), refiere que la inclusión social
favorece la resistencia a las conductas de riesgo y vulnerabilidad que son gatillantes de las
conductas delictivas. La ausencia de normas convencionales, en ausencia de estructuras y
organización facilita el surgimiento de las conductas delictivas, desde esta óptica se puede dividir
a los sujetos entre aquellos que se adaptan o no a la sociedad, este es el planteamiento central de
la teoría de la anomia de Durkheim (1986), consideró que la anomia se produce cuando no existe
claridad en las normas que conducen el comportamiento humano, lo que produce en el sujeto
desorientación y angustia.

Desde la visión de los trabajos realizados por Merlon (1980) el surgimiento de las conductas
violentas delictivas como la diferencia o distancia que se produce entre las necesidades
elaboradas por la sociedad y los recursos que el sujeto tiene para alcanzar el cumplimiento de esa
necesidad. La conducta “desviada o delictiva” es una reacción normal a las contradicciones de

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las estructuras sociales, las cuales ejercen una presión definida sobre sus miembros para que
adopten comportamientos “disconformes”. La frustración entre la demanda y los fines
perseguidos, no tan sólo afecta en el plano personal, sino que además, puede ser adherencia con
grupos antisociales y la comisión de delitos (Garrido et al., 1999).

R. Cloward y L. Ohlin explican en 1960, a partir de un estudio sobre la delincuencia juvenil,


sostenían que las formas de conductas criminales pueden producirse no solo por la falta de
mecanismos culturalmente aprobados para alcanzar el éxito, sino que también de la
disponibilidad de una serie de medios no convencionales para lograr el mismo objetivo. En este
sentido, el trabajo de Cloward y Ohlin intenta explicar la delincuencia en términos de la
existencia de una relativa estructura de oportunidades disponible para las diferentes categorías
sociales.

En síntesis, las teorías subculturales, de la que forma parte la teoría de las oportunidades
diferenciales de Cloward y Ohlin, unidas a los postulados sobre la anomia y la tensión,
propusieron que las discrepancias entre fines y medios, que se dan en la colectividad,
especialmente entre las clases menos pudientes, producen estrés e incomodidad social, y que
estas vivencias, a su vez, conducirían a la delincuencia (Siegel, 2010).

Considerando que se ha intentado responder desde distintos enfoques teóricos respecto de las
conductas antisociales y/o delictivas, no se ha logrado proponer un modelo explicativo
consensuado y validado debido a las variables multicausales, de esta manera es que surgen
nuevos modelos explicativos que se denominan multimodal y multinivel, que intentan
aproximarse desde una visión integradora.

Atendiendo a la multicausalidad del comportamiento antisocial y delictivo, destacan dos hipótesis


surgidas de los modelos integradores (Farrington, 1992; Feldrnan, 1989; Gottfredson y Hirschi,
1990). La primera hipótesis (Feldrnan, 1989) gira en torno al aprendizaje del comportamiento
delictivo y no delictivo; en concreto, sostiene que el individuo tiende a mantener o no conductas
desviadas, de forma exclusiva, en razón de lo aprendido. La segunda hipótesis (Farrington, 1992)
se desarrolla en torno a la probabilidad de riesgo del comportamiento desviado; específicamente

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sustenta que un conjunto de destrezas, entendidas como competencia social, inhiben este
comportamiento, sin embargo, un déficit en ellas lo facilita. En conclusión, dichas hipótesis, que
únicamente tienen pretensiones descriptivas y descriptivo-prescriptivas, como seria necesario,
han dejado dos legados muy significativos para el avance en la comprensión y tratamiento del
comportamiento antisocial: el comportamiento antisocial, al igual que el prosocial, no es innato
sino que requiere de un aprendizaje, y la identificación de los factores de riesgo y protectores
para el aprendizaje y generalización de ese comportamiento antisocial.

Estos modelos de riesgo han identificado como variables que actúan como moderadoras del
comportamiento delictivo: Losel y Bender (2003), en una revisión más reciente sobre los factores
protectores señalan los 10 siguientes factores: psicofisiológicos y biológicos, temperamento y
otras características de personalidad, competencias cognitivas, apego a otros significativos,
cuidado en la familia y otros contextos; rendimiento escolar, vinculo con la escuela y empleo;
redes sociales y grupo de iguales, cogniciones relacionadas con uno mismo, cogniciones sociales
y creencias, factores de la comunidad y vecindario.

Siguiendo el desarrollo sobre las conductas de riesgo, surge la teoría de la conducta problema de
Jessor (1993), según este modelo Jessor entiende las conductas de riesgo en el adolescente como
una interrelación de factores de riesgo y factores protectores que afectan al adolescente y, por
extensión, al conjunto de éstos. Igualmente, el modelo de Desarrollo Social de Hawkins,
Catalano y Miller (1992) plantea que los distintos factores de riesgo que configuran la matriz
biopsicosocial no ocurren independiente o aisladamente los unos de los otros, sino que, con
frecuencia, se presentan en conjunción, afectando, al funcionamiento global del adolescente.

Como resultado de la combinación de estos factores de riesgo surgen los modelos de


vulnerabilidad o de déficit de destrezas (McGuire, 2000; Ross y Fabiano, 1985; Werner, 1986;
Zubin, 1989) y los de competencia o factores de protección (Losel, Kolip y Bender, 1992;
Wallston, 1992), que constituyen el fundamento para los programas de intervención (Arce y
Fariña, 2009).

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Otro modelo integrador del comportamiento antisocial en la adolescencia que complementa y
extiende el modelo de ajuste persona-entorno es el propuesto por Moffitt (1993a, 1993b). Esta
autora planteó que las conductas delictivas son el resultado de un fenómeno histórico creado por
la incongruencia que supone en la adolescencia lograr la madurez biológica, sin que
simultáneamente se conceda o reconozca al adolescente estatus de adulto.
Andrés Pueyo y Echeburúa (2010), desde el enfoque victimológico y criminológico incorporan el
concepto de la intención de producir daño y efectos sobre la víctima, de esta premisa se
desprende la tipificación de estas conductas en delitos violentos que el Ministerio del Interior
(2004) toma para establecer un listado de delitos de mayor connotación social (DMCS) 1, entre los
cuales aparece la violación y la violencia intrafamiliar.

3.3.- Conceptualización jurídica de los delitos sexuales en Chile.

En relación con la perspectiva jurídica, la legislación chilena consigna explícitamente los delitos
sexuales como aquellos que se encuentran regulados en los párrafos 5, 6,7, 8 y 9 del Título VII
del Libro II del Código Penal (en adelante CP), cuya denominación especifica es “Crímenes y
delitos contra el orden de las familias, contra la moralidad pública y contra la integridad sexual”
(artículo 361 a 375 CP). Cabe señalar, en todo caso, que algunos tipos de delitos se encuentran
también considerados en los artículos 141, 142 y 433 del CP (Aguilar, 2006). Se aprecia que
dicho cuerpo legislativo ha presentado modificaciones en el año 1999 (Ley 19.617), y
posteriormente en el año 2004 (Ley No19.927), las que consideraron la actualización de la
redacción de algunos tipos penales, así como la incorporación de tipos penales no contemplados
en etapas históricas anteriores (Maffioletti & Huerta, 2011).

1 Delitos de Mayor Connotación Social (DMCS): Estos corresponden a los grupos denominados
como "Delitos Violentos" (Robo con Violencia, Robo con Intimidación, Robo por Sorpresa,
Lesiones, Homicidio y Violación), y "Delitos Contra la Propiedad" (Robo de Vehículo
Motorizado, Robo de Accesorios de Vehículos, Robo en Lugar Habitado, Robo en Lugar no
Habitado, Otros Robos con Fuerza y Hurto). Carabineros de Chile, Departamento de Análisis
Criminal (2017).

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Nuestra sociedad ha reconocido la relevancia de que tiene la criminalización de los delitos
sexuales en este cometido en las últimas décadas se han realizado modificaciones respecto de la
tipificación de los delitos sexuales, esto se ha producido por una mirada de mayor dignidad y
respeto por las personas. Las reformas en materia de criminalización y penalización buscan
poder generar un nuevo orden jurídico, esto inspirado en el movimiento reformista 2 que se
plantea la tarea de reducir lo que es un acto que atenta en la vida sexual de una persona y lo que
no es.

ACA SERIA BUENO DESARROLLAR LA IDEA DE LA EVOLUCION JURIDICA DE LA


LEY.

Parta efecto de poder ofrecer una definición y breve descripción de los delitos sexuales
contenidos en el Código Penal chileno (Biblioteca del Congreso Nacional, 2011), agrupando
algunos tipos delictivos según terminología usada en el ámbito jurídico.

1.- Violación

El delito de violación propia de mayor de 14 años , (Art 361del CP), señala que comete violación
el que accede carnalmente, por vía vaginal, anal o bucal, a una persona mayor de catorce años, en
alguno de los casos siguientes: Cuando se usa de fuerza o intimidación, cuando la víctima se halla
privada de sentido, o cuando se aprovecha su incapacidad para oponerse y cuando se abusa de la
enajenación o trastorno mental de la víctima. La violación será castigada con la pena de presidio
mayor en su grado mínimo a medio. (Biblioteca del Congreso Nacional, 2011). El delito de
violación a una persona menor de 14 años, también llamada violación impropia, se define como

2 Al referirnos a “reformismo” la doctrina contemporánea refiere específicamente a un vasto


movimiento internacional en pro de la renovación del ordenamiento punitivo, que se desarrolla a
partir de la década de los años cincuenta del siglo XX. Ver: Rodríguez C., Luis, Delitos sexuales,
Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2a edición, reimpresión 2015, p.119.

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el acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, a una persona menor de 14 años, aunque no
concurran las circunstancias anteriores.

Existen situaciones que complejizan el delito de violación como el homicidio (Art 372 bis del
CP), robo con violación (Artículo 433 N° 1 del CP), Secuestro con violación (Artículo 141 inciso
final del CP) y Sustracción de menores con violación (Artículo 142 inciso final del CP).

2.- Delito de estupro

Estupro (Artículo 363 del CP): es el que accediere carnalmente, por vía vaginal, anal o bucal, a
una persona menor de edad pero mayor de catorce años, concurriendo cualquiera de las
circunstancias siguientes: cuando se abusa de una anomalía o perturbación mental, aun
transitoria, de la víctima, que por su menor entidad no sea constitutiva de enajenación o trastorno,
cuando se abusa de una relación de dependencia de la víctima, como en los casos en que el
agresor está encargado de su custodia, educación o cuidado, o tiene con ella una relación laboral,
cuando se abusa del grave desamparo en que se encuentra la víctima y Cuando se engaña a la
víctima abusando de su inexperiencia o ignorancia sexual. (Biblioteca del Congreso Nacional,
2011).

3.- Sodomía

Sodomía (Artículo 365 del CP): El que accediere carnalmente a un menor de dieciocho años de
su mismo sexo, sin que medien las circunstancias de los delitos de violación o estupro.
(Biblioteca del Congreso Nacional, 2011).

4.- Delito de abuso sexual.

El Código Penal define el abuso sexual como la realización abusiva de una acción sexual distinta
del acceso carnal con una persona mayor de 14 años y menor de 18 años, siempre que concurran
las circunstancias del delito de violación o del estupro. A este delito se le denomina abuso sexual
propio. Cuando esta acción afecta a una persona menor de 14 años, no deben concurrir las

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circunstancias anteriores para ser tipificado como delito. A esta figura se le denomina abuso
sexual impropio. En el Código Penal se define abuso sexual como: “cualquier acto de
significación sexual y de relevancia realizado mediante contacto corporal con la víctima, o que
haya afectado los genitales, el ano o la boca de la víctima, aun cuando no hubiere contacto
corporal con ella” (Biblioteca del Congreso Nacional, 2011).

5.- Delitos de explotación sexual de menores de edad, Asociados a la pornografía

Producción de material pornográfico (Artículo 366 quinquies del CP): El que participare en la
producción de material pornográfico, cualquiera sea su soporte, en cuya elaboración hubieren
sido utilizados menores de dieciocho años, será sancionado con presidio menor en su grado
máximo.

Tráfico o difusión de material pornográfico (Artículo 374 bis inciso 1° del CP): El que vendiere,
distribuyere o exhibiere canciones, folletos u otros escritos, impresos o no, figuras o estampas
contrarios a las buenas costumbres, será condenado a las penas de reclusión menor en su grado
mínimo o multa de once a veinte unidades tributarias mensuales.

Adquisición o almacenamiento de material pornográfico (Artículo 374 bis inciso 2° del CP):
Asociados a la prostitución

Favorecimiento de la prostitución infantil (Artículo 367 del CP): El que maliciosamente adquiera
o almacene material pornográfico, cualquiera sea su soporte, en cuya elaboración hayan sido
utilizados menores de dieciocho años, será castigado con presidio menor en su grado medio.

Obtención de servicios sexuales de menores de edad o favorecimiento impropio (Artículo 367 ter
del CP): El que, a cambio de dinero u otras prestaciones de cualquier naturaleza, obtuviere
servicios sexuales por parte de personas mayores de catorce, pero menores de dieciocho años de
edad, sin que medien las circunstancias de los delitos de violación o estupro, será castigado con
presidio menor en su grado máximo.

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Trata de personas menores de edad con fines de prostitución ( Artículo 411 quáter del CP): El que
mediante violencia, intimidación, coacción, engaño, abuso de poder, aprovechamiento de una
situación de vulnerabilidad o de dependencia de la víctima, o la concesión o recepción de pagos u
otros beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra
capte, traslade, acoja o reciba personas para que sean objeto de alguna forma de explotación
sexual, incluyendo la pornografía, trabajos o servicios forzados, servidumbre o esclavitud o
prácticas análogas a ésta, o extracción de órganos, será castigado con la pena de reclusión mayor
en sus grados mínimo a medio y multa de cincuenta a cien unidades tributarias mensuales.

3.4. Datos criminológicos sobre delitos sexuales y población penal chilena.

El sistema penitenciario consta de tres subsistemas que forman parte de Gendarmería: cerrado,
semi abierto y abierto. En el subsistema cerrado se encuentran quienes están privados de libertad,
incluyendo detenidos, imputados y condenados, repartidos en 84 recintos carcelarios, incluyendo
los Centros de cumplimiento penitenciario y los Centros de detención preventiva (Larenas y
García, 2011; Genchi, 2014), citados en el boletín del Centro de Políticas Públicas de la
Universidad Católica de Chile,

Por su parte, el subsistema semi abierto considera a las personas condenadas a una pena privativa
de libertad que han accedido a su cumplimiento en semi libertad en alguno de los 21 Centros de
educación y trabajo. A ellos corresponde un porcentaje muy menor de la población penal, no
superior a un 1% (Genchi, 2014).

Finalmente, el subsistema abierto corresponde a aquellos sentenciados a alguna de las penas


sustitutivas establecidas por la Ley N° 18.216 (remisión condicional de la pena, libertad vigilada,
libertad vigilada intensiva, reclusión parcial, en las modalidades nocturna, diurna y de fin de
semana, y prestación de servicios a la comunidad), o bien que cuentan con beneficios de
reinserción o con apremios y están vinculados a alguno de los 33 centros de reinserción social
(Genchi, 2014; CESC, 2015).

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Según las estadísticas de Gendarmería de Chile, actualizada al 31 de diciembre del 2018, la
población penal nacional alcanza a los 138.821 sujetos, de los cuales 123.248 corresponden a
hombres y 15.573 a mujeres, representando el 88,7% y 11.2% respectivamente. Del subsistema
de privación de libertad (sistema cerrado) alcanza a 40.628 sujetos, lo que corresponde al 36.08%
del total de la población penal de Chile.

La población penal masculina en el subsistema cerrado alcanza a los 45.918 en el territorio


nacional, el porcentaje del 37,2 del total de la población, en desglose esta cifra esta constituida
por 17 detenidos, 5 procesados, 11.743 imputados y 25.046 condenados, correspondiendo este
último segmento al 18,0 % de la población penal atendida por Gendarmería de Chile.
A nivel de la región de la Araucanía la población penal es de 8.144 sujetos, los que se distribuyen
entre 7.460 hombres y 684 mujeres. Respecto del subsistema cerrado, existen 2.001 hombres y
80 mujeres, que corresponden al 25,5% de la población total atendida en la región.

El presente estudio se focaliza en la región de la Araucanía y específicamente en el subsistema


cerrado de los penales C.C.P de Nueva Imperial, C.D.P Pitrufquén y C.D.P de la comuna de
Villarrica. La población penal es de 1.788, distribuidos en 1.703 hombres y 85 de mujeres.

DESGLOSAR CIFRAS POR PENAL

Según el Boletín Estadístico Anual Año 2018 de la fiscalía de Chile, en su Tabla N°3 en
referencia a delitos ingresados por categoría de delitos y tipo de imputado, existen 1.379.642
delitos ingresados, de estos 28.132 se corresponden a delitos sexuales que se corresponde a
2.05% del total nacional, de las cuales 44.76 % correspondieron a imputados conocidos, y 55.24
% a imputados desconocidos.

Los delitos sexuales ingresados por imputados conocidos en la región de la Araucanía durante el
2018 se corresponden a 977 casos, de los cuales 11,77% del total de los delitos de la región, los
delitos de violación en la región de la Araucanía según el boletín anual de la fiscalía señalan que
el año 2016 se ingresaron 194 casos.

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Respecto del delito de abuso sexual es posible señalar que el total de denuncias en el año 2015,
alcanzan a 296 que corresponden al 5,63% del total nacional con 5.254, de estos casos a nivel
regional 63 se condujeron a una detención siendo un 6,92% del total nacional de 911 casos.

En esta misma línea de análisis las denuncias y detenciones, conforme a datos de la Subsecretaría
de Prevención del Delito de Chile, obtenidas del sistema AUPOL de Carabineros de Chile, en el
período 2005 al 2015 respecto se puede señalar que el total de denuncias en el 2015 alcanzan a
1622 casos de los cuales 328 derivan en una detención. En el mismo período en la región de la
Araucanía se denunciaron 98 casos de los cuales 36 terminan en detención de los sujetos. A nivel
porcentual podemos señalar que la región de la Araucanía alcanza el 6.0% del total nacional.

Por su parte el reporte estadístico mensual de Carabineros de Chile para el periodo enero-marzo
2017 establece para el delito de violación un total de 474 casos, lo que representa un incremento
del 1,1% respecto del mismo período en el año 2016.

Acá se hace necesario definir que los delitos del estudio y justificar porque

CARACTERIZACIÓN

Las características demográficas y sociales de las personas privadas de libertad dan cuenta de un
grupo relativamente homogéneo en términos de educación y empleo, con indicadores sociales y
educacionales por debajo de la media del país. (Paz Ciudadana, 2016). Históricamente, la
población penal ha estado compuesta por una mayoría masculina que sobrepasa el 90% del total.
El 67% es menor de 35 años y el promedio total de edad es de 33 (ISUC, 2010; Genchi, 2016).
Además, cuenta con una escolaridad promedio bastante baja: solo el 14% de las personas
privadas de libertad completó la educación media, en comparación con un 54,3% de la población
general, mientras que el 7,3% es analfabeto (PNUD, 2013; Paz Ciudadana, 2016).

El inicio de las actividades delictivas se gatilla tempranamente. Un 68% declara haber cometido
su primer delito antes de los 18 años; un 60% señala haber sido detenido, y un 27% dice haber
sufrido privación de libertad siendo menor de edad. (Paz Ciudadana, 2016).

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Estudios sobre delitos sexuales

Existen varios estudios que se han focalizado en describir las características psicológicas de los
agresores sexuales, caracterización sociodemográficas, criminológicas y fenomenológicas, las
que han aportado avances significativos a la discusión y comprensión de las conductas violentas
delictivas de connotación sexual.

El estudio realizado por Gonzalo Lira Mendiguren, Carlos Varas Alfaro, Sara Salum Alvarado, &
Elena Salum Alvarado, sobre la caracterización sociodemográfica y criminológica de hombres
condenados por delitos sexuales, en el Complejo Penitenciario de Valparaíso, Chile. Este estudio
descriptivo correlacional de tipo transversal, describe y analiza variables sociodemográficas y
criminógenas en 174 personas que cumplen sentencia por delitos sexuales. Los resultados
muestran que la mayoría de los sujetos corresponde a hombres solteros de mediana edad, de nivel
educacional medio, presentando un bajo y mediano nivel de compromiso delictual. Lira
Mendiguren, G., Varas Alfaro, C., Salum Alvarado, S., & Salum Alvarado, E. (2017).

Conforme a los resultados expuestos, puede observarse que, de la muestra analizada, el 97%
corresponde a hombres, que el 47,7% declara encontrarse soltero y 32,8%, casados. La carga
académica o estudios refiere que el 63,8% completó los estudios medios, un 21% la enseñanza
general básica, y 10,9% la enseñanza superior, del total de sujetos, 4% declara no haber tenido
instrucción escolar.

En lo que refiere a variables criminógenas, como “compromiso delictivo y peligrosidad”, se


aprecia que el grupo estudiado se ubica mayormente en niveles bajos y moderados (93%),
aspecto que resulta coherente respecto a la afirmación de que los delincuentes sexuales
presentarían tasas de compromiso delictivo significativamente más bajas que los delincuentes
comunes. Lira Mendiguren, G., Varas Alfaro, C., Salum Alvarado, S., & Salum Alvarado, E.
(2017).

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A nivel de síntesis de esta investigación sugiere que la muestra es decir la población de agresores
sexuales debe ser considerara como una población heterogénea y diversa, que la posibilidad de
encontrar elementos comunes en el tipo de delito especifico. Estos resultados serian coherentes
con los hallazgos empíricos obtenidos entre otros, por Hanson (2014), quienes sostienen que los
ofensores sexuales constituyen una población heterogénea, que varia considerablemente en su
conducta delictiva, motivaciones y riesgo de reincidencia.

El estudio realizado por Francisco Maffioletti Celedón y Sofía Huerta Castro, subdirector y
Psicóloga de la Unidad Especializada en Delitos Sexuales y Violentos, Fiscalía Nacional,
Ministerio Público, realizaron una aproximación fenomenológica de los delitos sexuales en Chile.
Mediante el presente estudio se pretende aportar a una mejor comprensión del fenómeno de los
delitos sexuales, describiendo su incidencia, prevalencia, y sus formas de manifestación,
considerándose que conociendo el fenómeno de forma más acabada es posible desarrollar una
mejor política criminal en torno a éstos. Maffioletti, F. & Huerta, S. (2011).

Los autores del estudio han confirmado que no existen trastornos psicológicos graves en la
personalidad de los agresores sexuales, que explique la comisión de los delitos sexuales, más bien
seria una característica del sujeto, lo que los hace imputables ante el sistema legal chileno. Al
respecto Seghorn, Prentky y Boucher (1987), señalan que “un aspecto de la personalidad que
podemos descartar es la posibilidad de que los delincuentes sexuales se caractericen por
trastornos psiquiátricos que les impidan controlar su comportamiento sexual.

Las principales conclusiones del estudio es que las características de las victimas, en su gran
mayoría menores de edad; el contexto y dinámica en que el delito usualmente ocurre, esto es, a
través del abuso de un rol de cuidado y protección de la víctima, el uso de estrategias de
manipulación afectiva, seducción y amedrentamiento o coacción; en la mayoría de los casos la
escasez o inexistencia de medios probatorios distintos a la declaración de la víctima, tales como
peritajes sexológicos, lesiones físicas, ADN, embarazos, o enfermedades de transmisión sexual,
que incluso aun en los casos en que se presentan esta últimas, no son prueba de la existencia del
doblegamiento de la voluntad del sujeto pasivo; la existencia de los fenómenos de la
victimización secundaria, la retractación y una alta cifra negra, que vienen a constituir

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componentes adicionales que agregan dificultades a la labor probatoria. Maffioletti, F. & Huerta,
S. (2011).

Respecto de los agresores sexuales, las investigaciones que se han orientado a describir los
perfiles psicológicos (Ortiz- Tallo, Sánchez & Cardenal 2002), estos autores buscan describir el
estilo de personalidad o patrón comportamental de los agresores sexuales, que permita orientar
respecto de los pensamientos, actitudes y conductas, y de esta manera saber los motivos que los
llevaron a cometer el delito sexual.

El estudio se propuso evaluar a un grupo de 90 delincuentes entre 20 y 65 años, penados por


haber cometido delitos sexuales, cumpliendo condena en la prisión de Alhaurín de la Torre
(Málaga), durante un periodo de tres años (1996-1997-1998). Se realizó una evaluación
psicológica utilizando el MCMI-II de Millón como instrumento para evaluar el estilo o trastorno
de personalidad y para identificar síndromes clínicos. Además, se realizaron entrevistas
individuales donde se obtuvieron las historias delictivas, y se aplicaron tres tipos de pruebas,
cuestionario de actitudes sexuales de Eysenck, prueba de inteligencia general (D-48) 3 en los
diferentes grupos.

Los principales resultados obtenidos hacen referencia a personas que tienen dificultades para las
relaciones interpersonales, con poca o nula capacidad para empatizar e incapacidad para
conseguir intimidad, con dificultad a la hora de establecer vínculos emocionales. Los
delincuentes sexuales de adultos aparecen con rasgos de personalidad dependientes, antisociales,
compulsivos y con trastornos de personalidad límite o borderline. Suelen tener actitudes desleales
y deshonestas, no prestan atención a las consecuencias de sus actuaciones y violando las normas
sociales. A nivel psicosocial provienen de familias desestructuradas en las cuales hubo
alcoholismo, abuso, violaciones o separaciones traumáticas que han tenido experiencias difíciles
en los primeros años de su vida.

3 El test de Dominó también llamado D48 es una prueba de la llamada inteligencia no verbal y
fue creada por el psicólogo inglés E. Anstey para uso exclusivo de la Armada Británica. Mide el
factor G de la inteligencia de los sujetos (capacidad de inteligencia general) en función de sus
facultades lógicas.

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3.5.- Concepto de Mentalización

El concepto Mentalización (o Función Reflexiva) que se define como la capacidad de


comprender e interpretar las conductas propias y de los otros como expresiones de estados
mentales tales como sentimientos, fantasías, deseos, motivaciones, pensamientos y/o creencias.
Su principal referente es Peter Fonagy y otros autores por comprender y abordar el trastorno de
personalidad limite o bordeline (Fonagy, 1991; Fonagy 1995), basándose en conceptos
psicoanalíticos y de la teoría del apego (Main, 1991) articulados con los desarrollos sobre teoría
de la mente (Baron-Cohen, Leslie, Frith, 1985; Baron-Cohen, 1995),

En el proceso de mentalización su fuente de interés inicial ha sido el estudio del trastorno de la


personalidad, (Chiesa, Fonagy and Holmes, 2003), (Chiesa 2004), (Chiesa and Fonagy, 2007),
(Chiesa, Fonagy and Holmes, 2006) y en particular el trastorno de la personalidad limítrofe TLP,
que a su vez de relaciona con temáticas como vínculo, mentalización (Fonagy and Bateman,
2008), (Fonagy, Luyten and Strathearn, 2011) y tratamientos basados en la mentalización
indicados para el TLP (Bateman and Fonagy, 2004), (Fonagy and Bateman, 2006a), (Fonagy and
Bateman, 2006b), (Bateman and Fonagy, 2009).

La teoría de la Mentalización y función ejecutiva incluye elementos de la psicología evolutiva,


neurociencias, evaluación del funcionamiento reflexivo y el abordaje de la intervención
psicológica. En la actualidad existe un grupo significativo de investigadores y psicoterapeutas en
crecimiento que utilizan este enfoque en su practica en la intervención clínica (Allen, 2005;
Rudden 2008), en la evacuación de enfoques teóricos y técnicos Levy (2006); Yeomans (2008),
otros autores la utilizan como terapia basada en la mentalización (Bateman, Fonagy, 2004, 2006),
en procesos de pareja (Younger, 2006), terapia de familia (Fearon 2006), grupal (Bateman,
Fonagy, 2004), el entrenamiento de la pareja parental primeriza (Sadler et al., 2006), los talleres
de psicoeducación (Haslam-Hapwood et al. 2006), los grupos de profesionales en crisis
(Bleiberg, 2006), la prevención de la violencia en las escuelas (Allen, Fonagy, Bateman, 2008),
entre otros abordajes.

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Desde la teoría de la mentalización de forma directa o indirecta se han producido distintos tipos
de estudios: teóricos, clínicos, empíricos, estudios de eficacia de tratamientos, validación
psicométrica de instrumentos, meta-análisis, métodos van más alláí de las fronteras del campo
psicoanalítico, con una amplia gama de temáticas vínculo, mentalización, trastorno límite de
personalidad y violencia en el ámbito escolar. Los estudios sobre el vínculo abarcan aspectos
conceptuales (Stein 2002), en adultos y en niños, (Allen, 2005); teoría del vínculo y psicoanálisis
(Fonagy P., 2003b), (Fonagy, 2004a), (Fonagy, and Target, 2007a), (Fonagy and Target, 2007b);
vínculo y mentalización (Fonagy 2002); (Fonagy and Target, 2006); vínculo y transmisión
intergeneracional (Shah 2010); vínculo y neurociencia (Fonagy and Target, 2008); vínculo y
genética (Fearon, 2006). Además, ha desarrollado un instrumento para evaluarlo, el Child
Attachment Interview (CAI) (Shmueli-Goetz, 2008).

El concepto Mentalización o Función Reflexiva (FR) refiere a un conjunto de variadas


operaciones psicológicas que incluyen la capacidad de representación que permite la activación
de los mecanismos interpretativos, con el propósito de explicar, predecir los comportamientos
propios y de los otros mediante la inferencia y la capacidad de atribuir a los sujetos ciertos
estados mentales que puedan explicar su conducta. (Gergely, 2003).

La mentalización incluye diversos procesos mentales, que pueden ser clasificados en tres grupos
de proceso (Fonagy et al., 1993). 1.- Los procesos simbolizantes y transformadores que son
definidos como una serie de actividades mentales consistentes en procesos de simbolización,
procesamiento y transformación de representaciones, pensamientos y afectos. Además de los
procesos antes descritos, se puede mencionar 2.- procesos intersubjetivos por el cual se
constituyen las representaciones secundarias para simbolizar los afectos (Gergely y Watson,
1996), los otros mecanismos comprometidos de la construcción del contenido manifiesto del
sueño (Freud, 1900; Fonagy, 2000), el procesamiento de la experiencia subjetiva preconsciente al
ser traducida en palabras (Lanza Castelli, 2010a). Finalmente, 3.- los procesos cognitivos,
imaginativos y atencionales que agrupa una serie de operaciones mentales de complejidad
variable incluidas en el término mentalizar, tales como la dirección de la atención, recordar,
interpretar, el dar sentido, empatizar, imaginar, el identificar y comprender los estados

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emocionales e inferir los estados mentales que subyacen a los comportamientos de los demás.
(Fonagy et al., 1993).

Complementariamente a estos procesos es importante incluir las actividades metacognitivas,


facilitando el proceso de discernimiento entre el uno mismo y los otros, estableciendo la
separación entre el pensamiento y la realidad afectiva. Esta posición favorece la comprensión de
la propia mente, reevalúa los mecanismos automáticos de interpretación que nos permite
visualizar a los otros y favorece la regulación emocional (Main, 1991; Allen, Fonagy, Bateman,
2008). Respecto de los procesos reguladores permite realizar el análisis sobre los propios actos y
sus consecuencias, identificar el estado emocional del “otro” permitiendo mediatizar la propia
emoción, la idea nuclear es “El pensar antes de actuar impulsivamente es, por tanto,
paradigmático del mentalizar” (Allen, Fonagy, Bateman, 2008, p. 8).

Para efectos de una mejor comprensión del proceso de Mentalización, se hace necesario
diferenciar entre la mentalización implícita que funciona habitualmente como la intuición e
incluye la destreza para responder apropiadamente a la comunicación emocional no verbal
(Allen, Fonagy, Bateman, 2008), esta se dirige hacia uno mismo, ocurre de manera no reflexiva,
es automática y que constituye la mayor cantidad de los procesos psicológicos activados en el
proceso de mentalización (Barker y Givon, 2005).

La mentalización implícita en relación con uno mismo tiene que ver con el sentimiento del self
(Allen, 2006). y por otro lado el proceso de Mentalización explícito, incluye los procesos
simbólicos, deliberados y reflexivos que se expresa a través del lenguaje e forma de narraciones,
implica un mayor nivel de conciencia y una focalización deliberada de la atención. Es evidente
que la diferencia entre ambas formas de Mentalización, tiene que ver con el proceso de la
memoria: la diferencia entre la memoria declarativa y procedural (Fonagy, 1999a).

Las fallas en el proceso de mentalización documentada en múltiples estudios muestran que el


maltrato infantil (abuso y abandono) produce perturbaciones en el funcionamiento reflexivo del
niño, que pueden se hallar a través de una serie de indicadores entre los cuales encontramos: a) la
implicación del niño en juegos poco simbólicos b) falta de empatía demostrada muchas veces

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ante el sufrimiento de los otros niños; c) la pobreza emocional; d) el empleo escaso de términos
que aluden a sus estados internos y la poca frecuencia con que hablan con sus madres acerca de
sus emociones; e) la dificultad para entender la expresión facial de los afectos, etc. (Fonagy,
Target, 2008). Las actitudes autoritarias de los padres, basadas en el castigo y la exigencia de
obediencia, se encuentran entre estas modalidades perturbadoras, según ha sido demostrado en
distintos estudios (Fonagy, Target, 1997).

Respecto de las herramientas de medición de la Mentalización, podemos señalar que desde el


psicoanálisis no han sido proclive al uso de instrumentos de este tipos, los métodos más usados
son la historia clínica y las entrevistas no estructuradas que le han permitido elaborar los
diagnósticos y la comprensión del paciente, a pesar de esto Fonagy nos muestra como resulta
posible generar instrumentos adecuados a conceptos psicoanalíticos y como éstos pueden
convivir con las exigencias de la investigación empírica. En esta línea de trabajo se han creados
instrumentos de evaluación relacionados con los tópicos principales de su creación científica: el
vínculo, la capacidad de mentalización (función reflexiva) y los trastornos de personalidad, que
tienen como referente el clásico Adult Attachment Interview (AAI) de M. Main.

La Child Attachment Interview (CAI) (Shmueli-Goetz et al., 2008) tiene como objetivo evaluar el
vínculo en niños. Se trata de una entrevista semiestructurada, una versión adaptada a niños de la
AAI, en la que se pide que describan su relación con sus padres.

La Problematic Object Representations Scales (PORS) (Ribeiro et al., 2010) tiene por objetivo
evaluar las relaciones objetales en sujetos con trastornos de personalidad. Se aplica a partir de la
AAI e integra aspectos psicoanalíticos y cognitivos. Asimismo, evalúa la función reflexiva (FR)
(Fonagy 1997) utilizando la AAI. Se plantean preguntas al sujeto acerca de sus recuerdos y
experiencias infantiles en relación a sus padres.

El instrumento utilizado es el Manual de Función Reflexiva RF (Fonagy, Target, Steele y Steele,


1998), que ha sido adaptado y validado (Quiroga, 2003), para realizar dicha validación el
instrumento fue traducido del inglés al español y se realizaron pruebas con profesionales seniors,
obteniendo la confiabilidad interna. El manual tiene una escala de función reflexiva que

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comienza en -1 como el grado menor de mentalización al 9 que es el mayor grado de
mentalización. Los puntajes posibles son –1 (RF Negativa), 1 (RF Ausente pero no rechazada), 3
(RF Dudosa o Baja), 5 (RF Definida o Común), 7 (RF Pronunciada o Notable) y 9 (RF Completa
o Excepcional); los puntajes en números pares se reservan para los casos en que una transcripción
particular se ubica entre dos clases. Los criterios de evaluación que deben cumplir los pasajes
para ser calificados con cada uno de los puntajes fueron publicados en un trabajo anterior
(Quiroga y Cryan, 2012e).

Las investigaciones empíricas fueron realizadas con el Manual de Función Reflexiva- RF


(Fonagy, Target, Steele y Steele, 1998), el cual ha sido adaptado y validado al castellano
(Quiroga, 2003). El manual tiene una Escala de Función Reflexiva que comienza en -1 como el
grado menor de mentalización al 9 que es el mayor grado de mentalización. Los puntajes posibles
son –1 (RF Negativa), 1 (RF Ausente pero no rechazada), 3 (RF Dudosa o Baja), 5 (RF Definida
o Común), 7 (RF Pronunciada o Notable) y 9 (RF Completa o Excepcional); los puntajes en
números pares se reservan para los casos en que una transcripción particular se ubica entre dos
clases. Los juicios de evaluación que deben cumplir los pasajes para ser calificados con cada uno
de los puntajes fueron publicados en un trabajo anterior (Quiroga y Cryan, 2012e).

Para efectos de la presente investigación, considerando el objetivo de describir las capacidades de


mentalización en sujetos agresores sexuales, se ha considerado utilizar Test de Situaciones para la
evaluación de la mentalización (TESEM) L, Castelli G (2011). Es un instrumento en donde se le
presentan una serie de situaciones al sujeto sobre las cuales se realizan preguntas que promueven
la capacidad reflexiva. Las respuestas del entrevistado son posteriormente tabuladas, y puntuadas,
de modo tal que se realizan dos tipos de análisis, cuantitativo y cualitativo. El análisis
cuantitativo se basa en la Escala para la Función Reflexiva), Fonagy P, Target M, Steele H, Steele
M (1998) con algunos agregados. Evalúa todas las dimensiones que componen la capacidad
reflexiva desde el modelo de polaridades.

4. HIPÓTESIS

Las hipótesis que orientan la presente investigación son:

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 Existen características comunes en las personas que cometen los delitos violentos en relación
al proceso de mentalización.

 Que no existen elementos comunes en las personas que cometen los delitos violentos en
relación al proceso de mentalización.

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5. MARCO METODOLOGICO.
5.1. Diseño y enfoque metodológico

Considerando la relevancia del tema de investigación, los escasos datos disponibles respecto de la
población de la muestra, la importancia de conocer sobre el tema y proporcionar una visión que
permita describir como se producen las conductas violentas, cuales son los procesos que
intervienen en la mentalización y comparar entre los grupos si existe información significativa, se
ha tomado la decisión de encuadrar esta investigación dentro de un enfoque científico
cuantitativo, este tipo de investigación no experimental no realizará acto alguno para manipular
deliberadamente las variables. Según Hernández, Fernández y Baptista (2003) “Los diseños de
investigación transversal recolectan datos en un solo momento, en un tiempo único. Su propósito
es describir variables, y analizar su incidencia e interrelación en un momento dado”.

La presente investigación de tipo transversal descriptiva, ya que se propone conocer sobre las
características psicosociales y mentalización en una muestra de sujetos que han cometido
conductas violentas de carácter delictual según el sistema formal jurídico en Chile, que se
encuentran cumpliendo condena en la región de la Araucanía, específicamente en tres centros
cerrados de privación de libertad. Como se ha señalado anteriormente este tipo de investigación
no experimenta se ha propuesto investigar sobre un tema poco estudiado que no ha sido abordado
anteriormente, con el propósito de aumentar el conocimiento y aportar a la comprensión de las
causas en que se producen las conductas violentas de tipo sexual, específicamente el delito de
violación y abusos sexuales, contenidos en el código penal de Chile. Hernández Sampieri,
Roberto /Diseños Explorativas (2000).

5.2. Diseño muestral


Universo

La población que orienta esta investigación esta integrada por sujetos cumpliendo condena por el
delito de violación y abuso sexual, en la región de la Araucanía, específicamente en los centros
cerrado de detención de las comunas de Villarrica, Pitrufquén y Nueva Imperial.

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Tipo de muestreo y muestra

La unidad de muestreo de tipo no probabilístico por conveniencia será la población penal que se
encuentra cumpliendo condena por el delito de violación y/o abusos sexuales, criterio definido de
selección de la muestra. Respecto de los datos de caracterización obtenidos el estudio se
focalizará en sujetos de sexo masculino, condenados y cumpliendo la condena.

Respecto del grupo muestral de la población de la población general, serán las mismas
características de sexo, segmento de edades, sin antecedentes penales, hasta conformar el mismo
número de casos.

5.3. Técnicas e instrumentos empleados para la obtención de la información

Para efecto de recoger la información necesaria para responder a los objetivos de la presente
investigación, se aplicarán los siguientes instrumentos:

• Ficha de caracterización psicosocial (ver anexo A) esta ficha fue elaborada por Belmar, N
& Romero (2015), en el marco de la investigación sobre características psicosociales y
neuropsicológicas, Universidad Mayor. Dicho instrumento de sistematización de la información,
será contrastada con la información disponible en los centros de cumplimiento penitenciario, con
el fin de poder establecer la caracterización psicológica, social y criminológica, respecto de la
historia familiar, procedencia demográfica, antecedentes médicos, penales, reincidencia que sean
relevantes para este estudio.
• Para efectos de la presente investigación, considerando el objetivo de describir las
capacidades de mentalización en sujetos agresores sexuales, se ha considerado utilizar Test de
Situaciones para la evaluación de la mentalización (TESEM) L, Castelli G (2011). Es un
instrumento en donde se le presentan una serie de situaciones al sujeto sobre las cuales se realizan
preguntas que promueven la capacidad reflexiva. Las respuestas del entrevistado son
posteriormente tabuladas, y puntuadas, de modo tal que se realizan dos tipos de análisis,
cuantitativo y cualitativo. El análisis cuantitativo se basa en la Escala para la Función
Reflexiva), Fonagy P, Target M, Steele H, Steele M (1998) con algunos agregados.

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5.4. Definición de variables

Las variables estipuladas para este estudio se agrupan en dos categorías: Psicosociales (socio-
criminales) y Mentalización.

Información recogida a través de la información disponible en el sistema de registros de


gendarmería de Chile, entrevista semiestructurada con el grupo de la muestra penal y la
aplicación de la evaluación de las funciones reflexivas TESEM.

Definición: caracterizar información sobre la vida del grupo de la muestra penal relentes en el
proceso de socialización, familiar, criminal, actividad, composición del grupo familiar, origen
geográfico, indicadores económicos, salud mental y física.

Variable de Mentalización: Conocer el proceso de mentalización que se produce en los sujetos


que se encuentran cumpliendo condenados por el delito de violación y abuso sexual, evaluar la
presencia de fallos, tipo de apego, principales indicadores de la mentalización y de que manera se
evidencia en la presencia de las conductas delictivas.

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