Sei sulla pagina 1di 7

Antropología y sociología del arte

Profesor: Alex Huerta

Alumno: Antonio Cercado


La pérdida del sentido de la violencia en la música comercial

A pesar de que nos encontramos en un contexto donde la música es parte importante de


nuestras vidas, lamentablemente, hay un olvido del sentido primigenio que alguna vez
tuvo esta. Así pues, actualmente, y debido a la masificación de la industria cultural, nos
vemos inmersos en una variedad gigantesca de estilos musicales que llegan a
transformarse según el contexto en donde se crean, obteniendo como resultado nuevos
estilos caracterizados por su peculiaridad debido a su surgimiento a partir de una
perspectiva individual de vida. Sin embargo, la masificación de los “productos” musicales
ha entorpecido o, mejor dicho, transformado la mirada del oyente, respecto a lo que se
podría considerar realmente música. En el presente escrito, mis pretensiones estarán
focalizadas en mostrar cómo un aspecto tan fundamental como la violencia (entendida
como expresión) está siendo olvidada en el ambiente musical contemporáneo. Para ello,
en primer lugar, mostraré, de manera general, el claro vinculo que ha tenido la música y
la violencia a lo largo de la historia de la humanidad; en segundo lugar, explicaré cómo,
desde mi perspectiva, el Grunge y el Hip Hop (engendrados desde mediados de los
ochenta hasta terminados los noventa) son las últimas expresiones de violencia en la
música comercial. Finalmente, trataré de dilucidar cómo, gracias a la radical influencia
de la industria cultura, se está olvidando de este vinculo esencial entre música y violencia.
No hace falta un gran esfuerzo cognitivo para darnos cuenta que es imposible encontrar
un origen exacto de la música. No obstante, ¿qué es lo que motivo a los humanos
primitivos a considerar un sonido arbitrario como música? Sin temor a equivocarme,
podría argumentar que uno de los factores que marcó la diferencia entre un mero sonido
ambiental y lo propiamente musical fue la experiencia de lo sublime en lo violento. En
palabras de Eduardo Torres: “Sin dudas, el primer acto de violencia hacia los sentidos
debió ser el de la percusión. El más elemental. Un tronco hueco hizo de inicial tambor y
su ruido, artificial, creado por el ser humano, debió violentar los sonidos de la naturaleza”
(p. 55). De este modo, la música se convirtió en un lenguaje más, pero no un lenguaje
humano, sino más bien un lenguaje con el que se podía entrar en conexión con lo
desconocido, lo divino. Los rituales, entonces, cobran sentido bajo esta perspectiva, ya
que buscan en ellos se busca en el contacto con fuerzas que sobrepasan los pobres limites
humanos: la música se convierte en el lenguaje divino. Desde otra perspectiva, la música
puede entenderse como una domesticación del ruido, para encontrar un vínculo con la
sublimidad absoluta que representa el sentido de la vida. La música dota de sentido a la
vida en tanto sirve como medio en nuestra comunicación con las deidades. Es así como
la palabra “música” adquiere sentido en el mundo griego: proveniente del término
“mousiké” (μουσική), el término música hace referencia a las musas, que no vienen a ser
otra cosa que divinidades que, a través de sus cantos, se comunican con los dioses. Para
ejemplificar esto, desde Hesíodo o incluso Parménides, las musas son aquellos seres
capaces de entrar en conexión con la verdad en sentido absoluto y, en el caso de Hesíodo,
la manera de expresar tal verdad se da a través de sus cantos. El vinculo más claro entre
música y violencia en la antigüedad se da a través de los cánticos de guerra en las distintas
culturas. La música impresiona, conmueve y mueve a quien ve y oye. No hace falta
imaginar escenarios lejanos para encontrar ejemplos que acrediten esto. Para los mochica,
la guerra no era simplemente un ajuste de cuentas en búsqueda de expandir su territorio,
sino que era un ritual en donde el propósito era buscar algunos prisioneros para poder
sacrificarlos a las divinidades. Las batallas, acompañadas con la música, quedan, pues,
expuestas como una fiesta donde reina la violencia. Según Cesar Bolaños “la música
cumplía diferentes roles. El primero era el de iniciar a los combatientes a luchar. Así, las
trompetas y caracolas, no menos que instrumentos de percusión, generaban un ambiente
propicio para la lucha que se iba a llevar a cabo, al mismo tiempo que se amedrentaba
psicológicamente al enemigo” (p. 57). Vemos entonces cómo música y violencia han ido
de la mano desde el inicio de las civilizaciones. Sin embargo, ¿cómo se podría vincular
lo propiamente violento con la música contemporánea?

Si bien es obvio que, en el ambiente contemporáneo, la música no tiene la misma


connotación que en las culturas antiguas, no por ello la violencia ha dejado de ser esencial
para la música. Para situarnos mejor en el contexto, es preciso señalar el gran quiebre en
las concepciones musicales (y arte en general) que se dio a inicios del siglo XX. La música
clásica, con siglos de tradición, se ve inmersa en una crisis, debido a movimientos
vanguardistas que buscaban un sonido no tan “culto” o, en algunos casos, un sonido no
armónicamente convencional. Así pues, tenemos a Pierre Schaeffer, precursor de la
música concreta, quien le da un giro total a las convenciones musicales. Sin embargo, por
motivos contextuales, nos enfocaremos en la música popular, ya que su surgimiento se
radicaliza en la búsqueda de sonidos más simples y con mensajes menos conceptuales.
La música “vulgar”, así, se apodera del mundo porque ya no es parte de una elite. Toda
la represión que representaba esta “música culta” se ve reducida ante el mundo de
expresividad que nos ofrecía la gran versatilidad de la música popular. Como
consecuencia de esta variedad de estilos musicales, se empieza a masificar la música y, a
modo de ideología, los grupos humanos se encuentran identificados en un estilo musical.

La violencia, en este contexto, ya no se entiende en un sentido estrictamente bélico o de


ritual, sino que se la encuentra bajo términos de expresión. En otras palabras, la música
sirve como medio para expresar una crítica social. De ser un medio para dialogar con las
divinidades, la música se convierte en una vía para el desfogue catárquico impulsado por
desconformidades en un determinado contexto social. Siguiendo a Nietzsche, la música
tiene esa capacidad de despertar el “estado dionisiaco” en nuestro ser, ayudándonos a
desinhibirnos para entrar en contacto con nuestra parte no racional. Bajo estos términos,
se pueden entender estilos musicales como el jazz, blues, rock and roll, punk, metal que,
más allá de sus similitudes en su estructura musical, se caracterizaban por ser
movimientos vanguardistas en búsqueda de expresar su disconformidad en dos niveles:
social e individual. No es extraño, entonces, entender bajo estos términos al movimiento
subte en el Perú de los ochenta, donde las letras de las canciones reflejaban el malestar
social y político de aquella época. La violencia se presenta, pues, con la imagen de
rebeldía y agresividad: Eduardo torres argumenta que “muchos sectores conservadores
ven como impropia toda música que, en apariencia, resulta violenta. Claro que esa gente
cree que las disonancias, los ruidos fuertes, las baquetas retumbando sobre una tarola, el
doble pedal, las guitarras eléctricas, las letras con improperios son obra de mentalidades
perturbadas que pueden perturbar a otros”.

Sin embargo, como presenté inicialmente, desde mi perspectiva, el Grunge y el Hip Hop
son los últimos movimientos auténticamente violentos de la música comercial. Por un
lado, el Hip Hop tiene sus orígenes culturales en los años setenta y, al margen de sus
influencias, se caracteriza por su crudeza al momento de referirse a los dilemas sociales.
Este peculiar genero musical nace en Nueva York y es propio de los sectores más pobres
de la cuidad. Por ello, no es de extrañarse el contenido social que cargaban sus canciones.
A pesar de su masificación y transformación a lo largo de los últimos años, el hip hop (al
menos en la mayoría de los casos) nace con la intención de expresar la desconformidad
social de un sector desfavorecido en una de las ciudades más importantes del mundo. Por
otro lado, el grunge, desde mi punto de vista, es el último movimiento (derivado del rock)
que mantiene la impronta de la violencia en su filosofía. Este movimiento nace
aproximadamente a mediados de los ochenta y, a diferencia del hip hop, se caracteriza
porque se buscaba expresar una disonancia ya no social, sino subjetiva o psicológica.
Aunque su critica social fue innegable, lo característico del grunge fue su crudeza y
oscuridad al tratar desde temas cotidianos como amor o amistad, hasta temas más
existenciales vinculados a la muerte o el sentido de la vida. así pues, se puede notar con
claridad la presencia de lo violento incluso en el amor en una de las canciones más
románticas de Alice in Chains (love hate love):

Lost inside my sick head


I live for you but I'm not alive
Take my hand before I kill
I still love you, but, I still burn

Hasta el momento, he mostrado cómo la música y la violencia, desde sus orígenes hasta
el ambiente contemporáneo, están íntimamente vinculadas. Sin embargo, en el contexto
actual esto está cambiando, no porque ya no se cree música con estas características, sino
porque la industria cultural está suprimiendo o al menos limitando la capacidad expresiva
de la música “comercial”. Como vimos, la violencia en la música popular es un tema de
expresión y por lo tanto se asume una identidad entre el compositor y la música que crea.
Sin embargo, este vinculo intimo entre pieza musical y compositor se ha ido deteriorando
al punto de crear música reciclable. Paralelo a lo que Marx propuso hace doscientos años
en sus “Manuscritos económicos filosóficos” (donde el sujeto se ve alineado en su trabajo
debido a la imperiosa necesidad de producir) se puede hablar de una alienación análoga
en la música comercial. Desde esta perspectiva, la música deja de ser arte para convertirse
en producto; así, al perder su facultad de arte, pierde la capacidad de poder expresar y, en
consecuencia, la violencia deja de tener cabida en la producción musical. El mundo
actual, globalizado, atontado por la inmediatez, necesita un producto básico que sea de
gusto general, donde la imagen es más importante que la música misma. Se deja, pues,
de vender música para vender solamente imagen.

Para finalizar este escrito, es importante aclarar que esta critica no está enfocada en la
música en general. Como se sabe, aun en la actualidad siguen surgiendo movimientos
musicales verdaderamente auténticos. La crítica, más bien, está focalizada en la necesidad
totalmente innecesaria de querer masificar la música con fines únicamente lucrativos. No
obstante, no es un problema únicamente de la industria cultural, sino que esta actúa en
base al comportamiento casi irracional de la sociedad “masificada”. En lo social o, siendo
más específico, en lo cultural la música sigue siendo auténtica. Sin embargo, la cultura se
pierde en la masa; esta, entonces, se entiende como espectro irracional que busca
satisfacerse con lo inmediato. Siguiendo a byung-chul han, lo social se convierte en un
“enjambre” en búsqueda del espectáculo y el escándalo impulsado principalmente por la
digitalización del mundo. En el mundo digital no hay cultura, sino enjambre y, por tanto,
si no hay cultura, no se puede hablar estrictamente de música y violencia en el sentido
que he venido dilucidando.
Bibliografía

TORRES, Eduardo
2010 El acorde perido. Lima: PUCP

BOLAÑOS, Cesar
1985 La música en el antiguo Perú. Lima: Patrono Popular y
Porvenir Pro Música Clásica

BYUNG-CHUL, han
2014 El Enjambre. Barcelona: Herder

MARX, Karl
1987 Manuscritos económico-filosóficos. México: FCE

Potrebbero piacerti anche