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MORAL DEL AMOR Y LA SEXUALIDAD

A) ANTROPOLOGÍA DE LA SEXUALIDAD HUMANA:

La sexualidad es “una fuerza de encuentro y de diálogo entre personas”. El error consiste en quedarse en la
dimensión biológica (órganos y hormonas) de la sexualidad sin tener en cuenta los estudios que se han hecho
desde la psicología, la sociología, la antropología o la religión. Lo que han hecho esos estudios no fue negar la
dimensión biológica y sus finalidades, sino integrar esa dimensión en una visión global del hombre. En
definitiva lo que han hecho es humanizar la sexualidad, que, en su estricto sentido, es personal. Por tanto,
para entender la sexualidad resulta imprescindible determinar previa y simultáneamente lo que es el hombre,
de modo que pueda comprenderse con mayor hondura el significado de su vida y de su misión en el mundo.
El hombre nace del amor, del Amor divino infinito que lo crea en cooperación estrechísima con el
amor humano de sus padres. Está destinado al amor: a amar a Dios y a las personas creadas, ya en esta tierra,
tornándose cada vez más feliz; y, con semejante preparación, a amar definitivamente al Amor de los amores
durante la eternidad sin término y plena de dicha. Y, por lo mismo, crece, se perfecciona como hombre, como
persona, gracias al amor. Por eso, puede afirmarse sin reparos que la persona humana es, participadamente,
amor. Por tanto, la sexualidad humana es personal y se revela como el medio más específico, como
instrumento privilegiado para introducir, manifestar y hacer crecer el amor entre un varón y una mujer en
cuanto personas sexuadas. Es decir: “la sexualidad se presenta como el medio de realizar el amor.

Las instancias de la sexualidad

1. Dimensión biológica.

La sexualidad no es algo exclusivo de la especie humana, pero la biología sexual humana supone un
salto o variación cualitativa en la evolución sexual. Podemos decir que la biología sexual humana es algo más
que simple "biología". El comportamiento sexual en la especie humana no depende tanto de la fuerza
hormonal. La biología sexual se convierte en el hombre en impulso humano. Ahora bien, una de las
características de los impulsos humanos es su plasticidad y moldeabilidad, en contraste con la rigidez e
invariabilidad de los instintos animales. No se puede montar una moral sexual sobre una consideración
meramente biológica de la sexualidad humana.
Siendo la bisexualidad una etapa imperfecta del desarrollo sexual y siendo necesario pasar de la
bisexualidad inicial al dimorfismo sexual, aparece la obligación de realizar la diferenciación sexual. Aquí
tiene su raíz biológica el imperativo ético de vivir la feminidad y masculinidad como tareas morales.
La fisiología del comportamiento sexual es diferente en el hombre y en la mujer. Esto requiere una
actitud de compresión mutua, de autodominio y de coejecución armónica de las diversas etapas del
comportamiento sexual.
En el varón el deseo y la actividad sexuales dependen de un proceso esencialmente psicogenético. El
deseo sexual no es provocado por la formación o acumulación del esperma. La práctica del acto genital no es
una necesidad que el organismo exija y sin la cual no pueda pasar. La necesidad genital, por muy imperiosa
que sea, no es una necesidad absoluta.

2. Dimensión psicológica.

La sexualidad humana no se explica únicamente al nivel puramente biológico. Mientras que en el


animal su sexualidad queda encerrada en el horizonte biológico, el sexo biológico humano está "abierto" a
una instancia superior del hombre. El comportamiento sexual humano es regido por regiones elevadas de la
corteza cerebral. No es el peso hormonal el que juega el papel decisivo, sino el sistema nervioso central en
sus centros más desarrollados. De la plasticidad del cerebro humano adquiere la sexualidad en el hombre la
enorme plasticidad que posee. La sexualidad humana es, pues, un fenómeno psíquico. En ella hace su
aparición el mundo personal del hombre.

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Significado de la dimensión psicológica para la compresión global de la sexualidad humana.

a) La sexualidad como fuerza constructiva del yo

Una de las claves que aporta la instancia psicológica para la compresión global de la sexualidad es la
de la maduración. La sexualidad no es una realidad dada definitivamente; es una fuerza que debe ser
integrada desde el núcleo personal. He ahí las dos palabras: maduración e integración. La sexualidad tiene
que ser vivida desde el dinamismo interior del sujeto, éste a su vez se construye y madura a través de la
misma sexualidad. La sexualidad, por tanto, es una fuerza constructiva del "yo".

b) La sexualidad como función hermenéutica de la persona

La instancia psicológica aporta también a la sexualidad global la dimensión hermenéutica. La


persona se expresar a través de la sexualidad. Más aún, la sexualidad es una forma expresiva privilegiada de
la persona. Desde este significado hermenéutico, la sexualidad puede ser entendida como lenguaje de
personas.

3. Dimensión dialógica.

En primer lugar, la sexualidad humana únicamente logra su diferenciación específica al abrirse al


otro. Como segundo elemento que aporta la instancia dialógica al fenómeno global de la sexualidad humana,
hemos de afirmar que el comportamiento sexual es comportamiento humano al ser un comportamiento
dialogal. Dicho con otras palabras, la clave para interpretar el comportamiento sexual humano es su
interpretación dialógica.

4. Dimensión socio-cultural.

La vida sexual humana tiene unas "bases socioantropológicas".


En primer lugar, la superestructura social tiene la función de asegurar la finalidad del impulso
sexual.
En segundo lugar, la superestructura social trata de encauzar de una manera auténtica el excedente
impulsivo de la sexualidad humana.
En tercer lugar, la superestructura social ofrece cuadros sociales pertinentes para realizar la
posibilidad del erotismo en la vida humana.

5. Dimensión existencial

5.1. El hombre: un ser sexuado

La sexualidad es una estructura configurada de la existencia humana. Julián Marías afirma que el
hombre en concreto no es un ser sexual, sino sexuado. Sigue manteniendo la distinción objetiva que subyace
en la diferencia lingüística entre los adjetivos "sexual" y "sexuado". Afirma que la sexualidad humana es "una
de las formas radicales de instalación".

5.2. La sexualidad: lugar de enlace entre lo vital y lo humano

La estructura sexual es un lugar privilegiado en el que el hombre experimenta el "paso" o la


"presencia desproporcionada" de lo vital y lo humano. La sexualidad tiene una dimensión instintiva (vital);
pero también tiene una dimensión humana. "La sexualidad ocupa un puesto excepcional en la antropología".
La sexualidad descubre el misterio de la persona; "es la sede de la ternura, una ternura que es profundamente
humana, a la vez que está hondamente arraigada en el instinto".

5.3. La sexualidad: puerta de comunicación interpersonal

La sexualidad es una realidad que configura al hombre todo entero; participa y expresa el misterio
del hombre, en cuanto ser intermediario de una desproporción dialéctica. La sexualidad posibilita al hombre el

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encuentro con los demás. La sexualidad es una puerta de salida y de entrada en el mundo de las personas. La
sexualidad es una estructura antropológica privilegiada, donde y mediante la cual el hombre realiza la
apertura en su doble dimensión de menesterosidad y oblatividad. El hombre, al abrirse a otra persona, hace el
descubrimiento del "tú", y al mismo tiempo se descubre a sí mismo como un "yo". La apertura del hombre no
queda satisfecha en la relación "yo-tú". Necesita la aparición del "nosotros". En la raíz de la donación y
recibimiento del "yo-tú" va la exigencia de producir y aceptar un "nosotros", que a su vez se abrirá al
"vosotros" para formar la gran familia humana.

5.4. La sexualidad: modo de percibir al otro

Se puede decir que la sexualidad coexiste con la existencia. Cuando la existencia se proyecta en la
línea de "intencionalidad sexual" puede hacerlo a dos niveles: a un nivel preconsciente, en el que hay
identificación entre sujeto y objeto, y a un nivel consciente, en el que debe intervenir el "deseo". Cuando la
sexualidad se expresa a nivel consciente lo hace por medio del "deseo". Si la sexualidad significado la
existencia, el "signo" es el deseo. El cuerpo puede abrirse al otro, por medio del contacto del deseo: Entonces
el cuerpo expresa la totalidad de la existencia. La percepción sexual es un modo de intersubjetividad; es una
relación dialogal entre dos personas.

5.5. La sexualidad: lugar de vivencia de la vida y de la muerte

El misterio de la sexualidad humana está en que ésta es la expresión de la vida y la expresión de la


muerte. Misterio de vida y misterio de muerte: ahí reside el misterio de la sexualidad humana. El hombre
toma conciencia, vivencia este triunfo de la vida que se expresa en la sexualidad. Pero la sexualidad es
también la expresión de la misma muerte. En la sexualidad vivencia el hombre el misterio de la muerte. En
el momento en que se asegura la perennidad y expansión de la especie, en el momento de la victoria de la
vida, allí mismo estalla la fragilidad de cada individuo en su existencia distinta y particular. La sexualidad
está ligada tanto a la muerte como a la vida.

6. Dimensión mistérica

El contenido de la ética sexual de los pueblos primitivos aparece principalmente en los tabúes
sexuales. Nos limitamos a exponer los principios generales:
1. La sexualidad dentro del matrimonio.
2. Comportamiento sexual de los jóvenes.
3. Valoración de la virginidad
4. El tabú del incesto.

7. La sexualidad en el mundo actua

El erotismo es un aspecto de la sexualidad humana. El erotismo aparece en el nivel sociocultural de


la sexualidad; es un elemento integrante del comportamiento sexual humano. Decir que nuestra sociedad está
erotizada no sería una afirmación negativa.

Los aspectos negativos del erotismo actual:

1) Vivimos en un mundo sexualizado.


2) La sexualidad ha ganado "extensión", pero ha perdido "calidad".
3) El modo de vivir hoy día la sexualidad en nuestra sociedad masificada es un "indicador" de fallos
profundos en los valores personales.
En consecuencia, el hombre se considera a sí mismo como "un ser que busca el placer o que está
autorizado para buscarlo". El hombre de hoy tiende a la total sujeción del plano de la conducta a lo
meramente instintivo, acompañado de una racionalización convencional de tipo secundario. Se advierte en el
mundo de hoy una pérdida del sentido de la sexualidad y del amor.

Aspectos negativos de la sexualidad:

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a) La sexualidad como "distracción"

b) La sexualidad como "consumo"

c) La sexualidad como factor de "represión social".

d) La sexualidad como "falsa sacralización"

La "liberación sexual" debe ser "un ingrediente de la liberación económica-cultural, y todas ellas
sean vividas por el creyente desde su conciencia cristiana como integrante de esa radical liberación
evangélica que se define a sí misma como liberación del amor".

B) PUNTOS FUNDAMENTALES DEL MENSAJE BÍBLICO:

La sexualidad en la Biblia aparece como una realidad creada por Dios y por lo tanto buena. De
acuerdo a los planes de Dios, la práctica de la sexualidad debe darse en el marco de una relación de pacto
estable y duradero, de mutua entrega y fidelidad. En este ámbito, el disfrute del erotismo y el placer sexual
son una verdadera bendición del Creador. Por eso establece ciertas normas para evitar desvíos que dañen a las
personas.

1.- Normas de moral sexual en el AT.

La Biblia no es un libro de moral. La Biblia no oculta los fallos humanos de sus personajes. No
recomienda ni reprueba la conducta moral de aquellos personajes bíblicos que no presenta como ejemplares
en todo ni como santos. Tampoco se puede tomar como norma moral lo que son códigos sociales o litúrgicos
de otros tiempos. Además hay que tener en cuenta que la revelación es progresiva y que Dios se adaptó al
modo de entender y a las exigencias y capacidad de respuesta de los hombres de cada época. La moral del AT
no es perfecta, sino que está abierta a su plenitud y perfección en Cristo.
El ideal de Gén 2, 24 (unidad monogámica) contrasta con la endogamia patriarcal (Abraham) y la
poligamia (Salomón). Gén 1,28 expresa el valor de la fecundidad. El Cantar de los Cantares exalta la
monogamia y el significado unitivo de la relación conyugal. En Levítico 18 se condena el incesto, la práctica
homosexual y el bestialismo.
El divorcio estaba permitido. En este sentido, Dt 24,1 era objeto de explicación rigorista (Shammay)
y laxista (Hillel); las mujeres no podían pedir el divorcio. No obstante, después del exilio, los profetas
(Malaquías) lo denuncian. La fidelidad conyugal estaba protegida por la ley. El adulterio es considerado
como pecado contra Dios, infidelidad al consorte y desacato a la propiedad ajena. Está condenado, junto con
el homicidio y el hurto, como acto que perjudica al prójimo. La ley pedía la pena de muerte para los adúlteros.
La fidelidad conyugal es aconsejada al marido pero su infidelidad no es castigada sino en el caso de que
perjudique el derecho ajeno y tenga por cómplice una mujer casada; en cambio, la infidelidad de la mujer, aun
con varón casado, se trata con mayor dureza. En caso de violación, el agresor estaba obligado a casarse con la
víctima y no tenía derecho a repudiarla después.

2.-Normas sexuales en el Nuevo Testamento.

La moral del NT es una moral del indicativo (parenética), no del imperativo. Por lo que respecta a la
normativa neotestamentaria, conviene anotar que el Nuevo Testamento no da una casuística de moral sexual
ni aporta orientaciones concretas para cada una de las situaciones del comportamiento sexual. El NT recoge y
da nuevo valor a la doctrina de Génesis 1-2 sobre la igualdad, atracción y complementariedad de los sexos.
La afirmación de Gál 3,28 ("no hay varón o hembra") no suprime la realidad sexual; hay que entenderla en
una dimensión religiosa. Es Cristo quien da el valor al ser humano, no el sexo.
Enseñanzas de Jesús:
Del adulterio: «Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio (Éx 20,14; Dt 5,18). Pues yo os digo
que quien mira a una mujer deseándola ya ha cometido adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,27-28).

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Del divorcio: «Se dijo: Quien repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio (Dt 24,1). Pues yo os
digo que quien repudia a su mujer -salvo en caso de fornicación- la induce a adulterio, y quien se case con una
divorciada comete adulterio» (Mt 6,31-32; cf. Lc 16,18).
Pablo, en 1Cor 7,10-11 afirma, siguiendo el "precepto del Señor", que la mujer "no se separe del
marido"; en caso de justa separación, "no vuelva a casarse o reconcíliese con el marido”. Las relaciones
conyugales hay que colocarlas por encima de una mera unión sexual. La parénesis de Ef 5,21-32 adquiere una
perspectiva cristológica-eclesiológica; los casados han de realizar en su vida el ideal de unión que existe entre
Cristo y la Iglesia. De 1 Cor 7, 9 (si no pueden guardar continencia que se casen) se deduce que Pablo
desaprueba las relaciones prematrimoniales. La relación sexual entre esposos aparece como un derecho y
deber mutuos (débito conyugal) en 1Cor 7,3-6, aunque no falta el matiz de remedio contra la concupiscencia
"para evitar la fornicación" y "por condescendencia". Pablo permite una separación temporal con tal de que se
cumplan estas tres condiciones: 1°) de común acuerdo; 2°) para dedicarse a la oración; 3°) fijando ellos
mismo un límite "a fin de que no os tiente Satanás de incontinencia".
El Nuevo Testamento también habla de los pecados de sexualidad. Esta enseñanza aparece con
frecuencia en el género literario-moral de los catálogos de vicios y virtudes, procedente de una tradición del
judaísmo tardío con influencias del ambiente helenista. En los catálogos de vicios aparecen en primer plano
constantemente la idolatría (asociada a menudo con los desórdenes sexuales), la impureza y la codicia. Según
1 Cor 6,9 los pecados de sexualidad son:
- Fornicación. El pecado de fornicación recibe una gran amenaza, que corresponde a la
valoración que se le otorga: "ni los fornicarios", ni los idólatras, ni los adúlteros...poseerán el
reino de Dios". Pablo condena abiertamente la fornicación. Las razones que da son plenamente
teológicas:
1) El cristiano, por su misma condición, pertenece a Cristo.
2) El cristiano es templo del Espiritu santo (v.19); es posesión de Cristo; no se
pertenece a sí mismo; debe, pues, "Glorificar a Dios en su cuerpo"(v.20) y no puede prostituirlo.
3) El fornicario peca contra su propio cuerpo, porque le da un destino totalmente
diferente al que tiene.
- Adulterio
- La práctica de la homosexualidad (afeminados y sodomitas) excluye del Reino de Dios.

B) DOCTRINA DEL CATECISMO

La Tradición de la Iglesia ha entendido el sexto y el noveno mandamientos (arts. 6º y 9º del cap. 2º,
2ª Sección de la Tercera Parte) como una regulación completa de la sexualidad humana; una sexualidad que
se vive en el matrimonio. Así, en ese sexto mandamiento, se nos habla en el catecismo de que Dios creó al
hombre y la mujer; de la vocación a la castidad; del amor a los esposos dentro del marco de la fidelidad y
como lugar privilegiado para concebir a los hijos; y, en una última parte se exponen ofensas a la dignidad del
matrimonio como el divorcio.
1. Sexto Mandamiento
1.1.- Hombre y mujer los creó (2337-2359)
1.2.-La vocación a la castidad
a) La integridad de la persona
b) La integralidad del don de sí
c) Los diversos regímenes de la castidad
d) Las ofensas a la castidad
e) Castidad y homosexualidad
1.3.-El amor de los esposo (2360-2379)
a) La fidelidad conyugal
b) La fecundidad del matrimonio
c) El don del hijo
1.4.-Las ofensas a la dignidad del matrimonio (2380-2391): A) El divorcio; b) Otras ofensas a la
dignidad del matrimonio.

Resumen

2392 ‘El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano’ (FC 11).

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2393 Al crear al ser humano hombre y mujer, Dios confiere la dignidad personal
de manera idéntica a uno y a otra. A cada uno, hombre y mujer, corresponde reconocer y
aceptar su identidad sexual.
2394 Cristo es el modelo de la castidad. Todo bautizado es llamado a llevar una
vida casta, cada uno según su estado de vida.
2395 La castidad significa la integración de la sexualidad en la persona. Entraña
el aprendizaje del dominio personal.
2396 Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la
masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales.
2397 La alianza que los esposos contraen libremente implica un amor fiel. Les
confiere la obligación de guardar indisoluble su matrimonio.
2398 La fecundidad es un bien, un don, un fin del matrimonio. Dando la vida, los
esposos participan de la paternidad de Dios.
2399 La regulación de la natalidad representa uno de los aspectos de la
paternidad y la maternidad responsables. La legitimidad de las intenciones de los esposos
no justifica el recurso a medios moralmente reprobables (p.e., la esterilización directa o la
anticoncepción).
2400 El adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre son ofensas graves a
la dignidad del matrimonio.

. Acerca del noveno mandamiento, v. Catecismo 2528-2533.

C) CRITERIOS PARA LA ELABORACIÓN DE UN JUICIO MORAL CRISTIANO.

Dos han sido las principales formas de expresar en la moral clásica la orientación moral positiva que
es necesario introducir en la sexualidad humana:
a) viendo la sexualidad bajo la regulación expresada en el decálogo:
b) estudiando el comportamiento sexual dentro del sistema antropológico-formal de las virtudes, en
concreto dentro de la ordenación de la virtud de la castidad.
Los moralistas que sistematizan la moral según el decálogo (principalmente los moralistas de
orientación jesuítica y alfonsiana) introducen la sexualidad en el cuadro de los preceptos sexto y noveno del
decálogo. Ordenar la sexualidad humana únicamente a partir de las formulaciones del decálogo no parece
adecuado. Las razones de tal rechazo son: En primer lugar, con tal formulación corremos el peligro de hacer
algo "extrínseco" a la moral sexual, desconectándola del apoyo antropológico de donde tiene que brotar. La
moral tiene que nacer de la persona y no proviene del exterior a ella; de ahí que la formulación de los criterios
de valoración moral ha de poseer ese matiz personalista.
Por otra parte, aunque interpretásemos de una manera personalista los preceptos del decálogo, no
cabe duda que las formulaciones del sexto y noveno preceptos llevan implicadas una serie de configuraciones
socioculturales que o han sido superadas o están en contradicción con la plenitud neotestamentaria de la
revelación. Juzgamos, pues, como incompleta e inadecuada una exposición del aspecto moral de la
sexualidad a partir de las formulaciones del decálogo.
Otra orientación que se ha seguido para estudiar la moral sexual es la de encuadrarla en el esquema
de las virtudes. La moral sexual en su aspecto positivo es vista como la realización de la virtud de la castidad.
La exposición de la moral siguiendo los cuadros de las virtudes lleva consigo la tentación y el peligro de caer
en el "formalismo". Se corre el riesgo de concentrar la atención excesivamente en la perfección de los
"cuadros formales" y dejar escapar el contenido propiamente dicho de la moral. No consiste la teología moral
en hacer una "lógica ética", sino en construir un edificio de moral concreta. De otra parte, en lo que se refiere
a la virtud concreta de la castidad, además de ciertas adherencias culturales (puritanismo), el concepto de
castidad tal como lo exponen los manuales de teología moral se reduce a pura "genitalidad". En el fondo de
esta concepción de la moral sexual se advierte la ausencia de una antropología sexual integral. Querer
construir una moral sexual desconociendo dicha antropología sería frustrar en su raíz todos los juicios
valorativos.
Una vez que hemos descartado la exposición de la dimensión moral positiva de la sexualidad a partir
del esquema del decálogo y del esquema de la virtud de la castidad, es necesario señalar otra formulación.
Esta nueva formulación ha de basarse en una auténtica antropología sexual. En este sentido, la moral sexual

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ha de explicitar en quehacer ético la más profunda realidad (el más profundo ser) de la sexualidad humana.
La sexualidad es una fuerza y dimensión humana para edificación de la persona. Es necesario convertir ese
"es" (ser) en "debe ser" (quehacer). De este modo aparece una moral sexual centrada en la persona.
Al centrar la moral sexual en la persona afirmamos que el quehacer fundamental es realizar una
integración armoniosa y pacífica de la propia sexualidad en la totalidad de la persona. Al tomar en
consideración la dinámica de la personalidad y al centrar en ella el núcleo del quehacer moral de la
sexualidad, tenemos que admitir dos principios básicos para la moral sexual: el principio de diferenciación y
el principio de progresión. El principio de diferenciación nos recuerda que toda persona es un sistema único
y que no es abarcable enteramente por ningún esquema prefabricado; la regla objetiva es necesaria, pero ha de
ser aplicada teniendo en cuenta el carácter irrepetible de cada persona. Habrá que tener en cuenta los
principios universales, particulares y singulares de la moralidad. El principio de progresión nos recuerda que
la personalidad humana está sometida al proceso de la maduración; la orientación fundamental de una
existencia no se realiza de un modo puntual; necesita un proceso largo y profundo de maduración para
alcanzar la posesión plena de sí misma. Habrá que tener en cuenta la ley de gradualidad, que no se debe
confundir con la gradualidad de la ley (Familiaris consortio 31).
El centro de gravedad para considerar moral una relación sexual sería el AMOR. En este
sentido habrá que tener en cuenta el principio de proporcionalidad: a mayor amor, mayor expresión
corporal de ese amor. La nueva reflexión personalista sobre la sexualidad indica que el acto sexual
pleno ha de entenderse como una expresión de una entrega total y definitiva de la pareja, y para que
esto se produzca ha de realizarse en un ámbito institucional (el matrimonio). Este es el motivo por el
que no se admite la moralidad de las relaciones prematrimoniales, ya que los novios no están aún
casados y su comportamiento no está corroborado públicamente, de manera que no habría relación
entre el gesto sexual y la realidad de la pareja. El amor no sería en ese caso aún pleno y definitivo
aunque el gesto así lo demuestre.
Como conclusión, admitimos que la dimensión moral positiva de la sexualidad radica en su
capacidad de integración y de maduración de la persona. Es bueno moralmente -volvemos a repetir-
únicamente aquel comportamiento capaz de "personalizar" al hombre.

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