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La Segunda Guerra Mundial, en efecto, fue una nueva �guerra total� (como lo hab�a
sido la �Gran Guerra� o Primera Guerra Mundial, 1914-1918), desarrollada en vastos
�mbitos de la geograf�a del planeta (toda Europa, el norte de �frica, Asia
Oriental, el oc�ano Pac�fico) y en la que gobiernos y estados mayores movilizaron
todos los recursos disponibles, pudiendo apenas ser eludida por la poblaci�n civil,
v�ctima directa de los m�s masivos bombardeos vistos hasta entonces.
El miedo a la expansi�n del comunismo sovi�tico hab�a hecho que Hitler fuese visto
por las democracias occidentales como un mal menor, suposici�n que s�lo desmentir�a
el desarrollo de la contienda. La Segunda Guerra Mundial cost� la vida a sesenta
millones de personas, devast� una vez m�s el continente europeo y dio paso a una
nueva era, la de la �Guerra Fr�a�. Las dos nuevas superpotencias surgidas del
desenlace de la guerra, los Estados Unidos y la URSS, lideraron dos grandes bloques
militares e ideol�gicos, el capitalista y el comunista, que se enfrentar�an
soterradamente durante casi medio siglo, hasta que la disoluci�n de la Uni�n
Sovi�tica en 1991 inici� el presente orden mundial.
Mussolini y Hitler
Present�ndose adem�s como los verdaderos patriotas frente a una clase pol�tica de
traidores que hab�a ratificado las imposiciones de Versalles, los fascistas
ridiculizaron abiertamente el parlamentarismo y la democracia e incluso algunos de
sus principios fundamentales, como el igualitarismo, contribuyendo al descr�dito
del sistema liberal desde una perspectiva opuesta pero complementaria a la de los
comunistas, que ve�an en los gobiernos democr�ticos meros instrumentos opresores al
servicio de la burgues�a capitalista.
Sin embargo, para los fascistas, las formaciones comunistas y los sindicatos
obreros eran poco menos que agentes de Mosc�, es decir, una conjura organizada por
enemigos exteriores para debilitar a la naci�n. Este inequ�voco y furibundo
anticomunismo acabar�a resultando clave en su acceso el poder. Su mensaje no s�lo
cal� paulatinamente entre las legiones de descontentos que hab�a dejado tras de s�
la guerra, sino que, en los momentos decisivos, el fascismo recibi� el apoyo de las
clases dominantes, temerosas de una revoluci�n social como la que hab�a liquidado
la Rusia de los zares en 1917.
En fecha tan temprana como 1922, la �Marcha sobre Roma� de los fascistas italianos
llev� al nombramiento como primer ministro de Mussolini, quien,