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Copyright © 1985 Herald Press — Traducción de Dionisio Byler, con permiso, 2006
2 El camino de la paz en un mundo en guerra
aprendiendo a depender día a día más plena y go- tanto en la familia como en el mundo de las nacio-
zosamente de él. Sin embargo no es a esto que se nes. Entre las naciones poco importa que la gente
refería Jesús al predecir los sufrimientos de sus se confiese religiosa o no. La elección de armas y
discípulos. la predisposición a vengarse son parecidas en
cualquiera de los casos. ¡Qué pocos son, qué po-
La cruz de Cristo es el precio de su obediencia
a Dios en medio de un mundo rebelde; fue sufrir cos hay incluso en las iglesias cristianas, que en
este mundo de conflictos procuran parecerse so-
por haber actuado como era debido, por amar
donde otros odiaban, por representar en la carne lamente a Cristo, hallar en el Siervo Sufriente del
Señor —que no en algún rey o guerrero admira-
el perdón y la justicia de Dios entre personas que
eran menos perdonadoras y menos justas. La cruz do— el modelo para sus vidas!
de Cristo fue el método por el que Dios supera el «Es en esto que sabemos qué es el amor —dice
mal con el bien. el apóstol—, en que Cristo entregó su vida por no-
sotros. Y a nosotros nos corresponde entregar
La cruz de los cristianos no es distinta. Es el
nuestras vidas por nuestros hermanos» (1 Juan
precio a pagar por la obediencia al amor que tiene
3,16).
Dios por todos los pueblos en un mundo gober-
nado por el odio. Amar a amigos y enemigos con Aquellos cristianos que por su lealtad al Prín-
un amor que jamás se echa atrás significa tener cipe de Paz se encuentran a contracorriente del
que aguantar la hostilidad y el sufrimiento, como mundo de nacionalismos en que vivimos hoy día,
lo aguantó él. porque están dispuestos a amar a los amigos de su
nación pero no a odiar a los enemigos de su na-
Jesús instruyó a sus discípulos, con sencillez y
claridad, a no resistir contra el maligno. ción, no son soñadores desconectados de la reali-
dad, que piensan que por su objetar conseguirán
Al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, que acaben las guerras. Al contrario, son los mili-
vuélvete y ofrécele la izquierda. Si te demanda pi- tares los que piensan que pueden poner fin a las
diéndote la camisa, deja que se lleve tu chaqueta guerras con tal de mantenerse preparados para
también. […] Amad a vuestros enemigos y orad por una guerra más. Ni tampoco es que tales cristia-
los que os persiguen, puesto que sólo así podéis ser nos piensen que por negarse a contribuir a la des-
hijos de vuestro Padre celestial que envía su sol y su trucción sistemática de la vida y propiedad, pue-
lluvia sobre buenos y malos por igual. den distanciarse en términos absolutos de las
Mateo 5,39-45 complejidades y los conflictos de la vida moderna.
Ni tampoco es que estén reaccionando emocio-
Al decir esto, no es que Jesús fuese un soñador
nalmente por temor a la terrible destrucción de
bisoño inspirando esperanzas imposibles en un
que son capaces las armas creadas por la ingenio-
mundo mejor, convencido de que con tal de que
sidad de los científicos modernos.
sigamos sonriendo todo acabará bien, nuestros
adversarios se convertirán en amigos y todos Aman a sus enemigos no porque piensen que
nuestros sacrificios habrán valido la pena. Él sabía son personas maravillosas, no porque piensen que
de sobra el precio a pagar por amar sin límites. su amor seguramente los conquistará, no porque
Podía prever con claridad el sufrimiento que esto dejen de respetar su propia tierra ni a sus líderes,
conlleva, en primer lugar para sí mismo, pero no porque les traiga sin cuidado la seguridad de
también para sus seguidores. Pero él no veía otra su prójimo, no porque prefieran otro sistema polí-
manera de proceder, ningún otro camino digno de tico o económico.
Dios. La enseñanza de Jesús no es una colección Los cristianos aman a sus enemigos porque
de buenas ideas humanas; es su interpretación di- Dios los ama y manda que sus seguidores los
vinamente autorizada, de la Ley de Dios. amen. Ese es el único motivo, pero con ese motivo
basta. Nuestro Dios, que se ha dado a conocer en
Enfrentar nuestros conflictos Jesucristo, es un Dios reconciliador, perdonador y
Con el paso de los años el mundo no se ha sufriente. Si es verdad que, por parafrasear a Pa-
vuelto más caritativo. El ejemplo de Caín, que blo «ya no amo yo, sino que ama Cristo en mí»
mató a su hermano, sigue sentando precedente (Gálatas 2,20), mi vida tiene que mostrar las evi-
para nuestra manera de afrontar los conflictos, dencias de esa revelación.
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Dios» no reside en una lengua ni un territorio ni mente. ¿Pero acaso no es una traición mucho más
un gobierno en común, sino en haber recibido un flagrante de la unidad cristiana cuando los hijos
mismo llamamiento y en haber respondido de de un mismo Padre, discípulos de un mismo Se-
igual manera. Reconciliados con Dios, estos hom- ñor, toman armas unos contra otros a la orden de
bres y mujeres se pertenecen unos a otros. La sus gobernantes seculares?
unidad así creada, penetra toda muralla y rasga Confesar que creemos en la Iglesia Universal
toda cortina, sea de hierro, sea de bambú.
significa admitir que no podemos comprender to-
Entonces el apóstol dijo que en Cristo Dios da la voluntad de Dios mientras nuestras mentes
había unido a «griegos y judíos, […] bárbaros y estén cercadas por las fronteras humanas. Por
escitas, sean esclavos o libres» (Colosenses 3,11). ejemplo, cuando el apóstol Pablo instruye a sus
Hoy diría «blancos y negros, rusos y americanos, lectores a someterse a los poderes establecidos so-
obreros y la patronal». bre ellos (Romanos 13,1), no podemos entender,
como tantos cristianos entienden, que esto sólo
Esta nueva nación, el pueblo de Dios, es la pri-
nos es aplicable a nosotros y a nuestro gobierno.
mera lealtad del cristiano. Ninguna nación políti-
Pablo escribió eso acerca del gobierno de la Roma
ca, ninguna tierra patria a la que se pueda perte-
necer por nacimiento, puede privilegiarse por en- pagana. No dice que los ciudadanos que aman la
libertad deben someterse solamente a gobiernos
cima de la ciudadanía celestial del cristiano que ha
nacido de nuevo. democráticos, sino que «toda alma» se someta a
los gobernantes establecidos. Si este es el deber
Estas frases piadosas —ciudadanía celestial, del cristiano en Norteamérica, no lo es menos del
nacer de nuevo, pueblo de Dios— no tienen nada que vive en la China o en Francia, en Polonia o en
de nuevo. De hecho, nos resultan tan familiares, la India.
tan gastadas por el uso frecuente, que a pocos cris-
Nuestros gobiernos pueden creer que tienen
tianos se les ocurre detenerse a pensar qué sucede-
motivos para negar la autoridad de ciertos pode-
ría si empezáramos a tomárnoslas en serio. Y
res hostiles, incluso para procurar derrocarlos.
bien, ¿qué sucedería?
Algunos cristianos ven mucho mérito en promo-
ver una política nacional más beligerante que la
Hermanos y hermanas en todas las na-
ciones que adoptan sus propios gobernantes. Algunos
llegan a considerar que es imposible que un cris-
En primer lugar, el llamamiento de Dios a dar tiano auténtico viva bajo un gobierno fascista o
preeminencia a la primera lealtad, supondría que comunista sin rebelarse. Admiten así su falta de
los cristianos de las distintas naciones, incluso de entendimiento de la universalidad de la Iglesia,
naciones enemistadas, tendrían más en común que habitualmente a lo largo de la historia ha me-
unos con otros, se pertenecerían más estrechamen- drado bajo gobiernos no cristianos, incluso tiráni-
te unos a otros, prestarían mayor atención al bien- cos, mientras que se ha estancado siempre que ha
estar los unos de los otros, que en relación a sus sido la valedera espiritual de fines estrechamente
conciudadanos no cristianos. No en balde los cris- nacionalistas.
tianos se tratan unos a otros de «hermano» y
«hermana». ¿Cómo podrían entonces los cristia-
Valores ulteriores
nos, por amor del prestigio o las riquezas de su
país, procurar arrebatarles las vidas a sus herma- Por último, la primacía de la lealtad de los cris-
nos y hermanas espirituales, cuando su única tianos se manifestará en nuestra apreciación de los
ofensa es haber nacido bajo otra bandera? valores ulteriores. En las mentes de muchas per-
sonas serias, lo que de verdad importa acerca de la
Hoy día vemos una ola de preocupación por la historia humana es la creación de instituciones
división que asola las iglesias cristianas. Las dife- que generen y distribuyan abundancia material, y
rencias de credo y las barreras denominacionales que garanticen derechos humanos. Esto es lo que
nos parecen una ofensa contra la voluntad expresa leemos en los libros de historia. Es cierto que estas
del Señor, de que sus seguidores fuesen uno como cosas importan. Y por lo general los cristianos
él y el Padre son uno. Los líderes de las iglesias se contribuyen mucho a que se consigan. Pero lo que
esmeran con los credos y dedican un esfuerzo más importa, la verdadera razón por la que Dios
considerable para que podamos adorar conjunta- permite que el tiempo siga avanzando, es su pro-
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yecto de reunir un pueblo mediante el testimonio sotros…? Los deseos de vuestros cuerpos… Envi-
del evangelio. El propósito de Dios no es cons- diáis…»
truir y proteger una democracia mayor y mejor Nos cuesta admitir lo hondo que ha penetrado
sino construir la Iglesia; no estamos aquí para de-
su vista. Es verdad que algunos —incluso algunos
rrotar el comunismo, ni siquiera para derrotar el
grupos de personas y tal vez, rara vez, una na-
hambre, sino para proclamar su reinado y para ción— puede procurar sinceramente algún fin no
congregar en un único cuerpo nuevo a toda clase
egoísta; pero no es nada frecuente y los casos son
de hombres y mujeres. Los reyes y los imperios se efímeros. Cuando se proclaman constantemente
han levantado y han caído en el pasado y seguirán
causas grandes, nobles y desinteresadas como mo-
levantándose y cayendo hasta el día que aparezca tivo de la acción de un grupo, incluso los más in-
Cristo. Que los cristianos sirvamos los intereses
genuos entre nosotros hemos aprendido a sospe-
de cualquier gobierno —aunque sea por la seguri-
char que las motivaciones reales son otras. En la
dad y el poder de una democracia pacífica que política internacional una nación puede expresar
promueve la libertad— pagando por ello el precio
un gran interés, como suele decirse, en «liberar» a
de las vidas y seguridad de nuestros hermanos y determinado pueblo víctima de «la tiranía». Pero
hermanas de todo el mundo, constituiría egoísmo
lo que de verdad les importa es el precio del azú-
e idolatría, no importa cuánto lo quieran adornar car o el acceso a alguna mina o puerto, o el au-
los predicadores y poetas del patriotismo.
mento de su influencia política. En las negocia-
No sólo en tiempos de Abraham fue una prue- ciones entre obreros y la patronal, cada cual dice
ba de la fe el saberse llamado por Dios a abando- estar procurando el bien de la economía nacional.
nar todo lo demás por lealtad a esa «ciudad cuyo Pero el deseo disimulado es el provecho inmedia-
fundador y edificador es Dios» (Hebreos 11,10). to e interesado, aunque el precio lo pague toda la
Tanto más hoy, cuando el nacionalismo ha llegado sociedad. En un desacuerdo de barrio o de fami-
a ser la religión que en la práctica profesan millo- lia, nos apresuramos a declarar cuáles son los
nes de personas, la profundidad y el temple de la principios serios y morales que están en juego —la
profesión de fe cristiana de los que asisten a las honestidad y la decencia— cuando la triste reali-
iglesias será puesta a prueba ante la elección entre dad es que lo que nos impulsa es la testarudez.
sus lealtades mundanales y las eternas.
¿Cuál es nuestra filiación? Es con ese pueblo Comprender la causa
«elegido de cada nación, a la vez que una en toda Entonces, si llegamos a entender la causa esen-
la tierra». ¿Nuestra nacionalidad? Cristianos. cial del conflicto, ésta explica muchas cosas. Ex-
plica, en primer lugar, por qué el cristiano es y debe
ser un hijo de la paz. El cristiano no es en primera
III. Desarmados por Dios instancia una persona que se ha hecho miembro
¿Qué provoca los conflictos y las trifulcas entre vo- de una iglesia o que ha aceptado determinadas en-
sotros? señanzas o que alberga determinados sentimientos
¿No vienen, acaso, de la agresividad de los deseos de o que ha prometido vivir guiándose por determi-
vuestros cuerpos? nados valores morales —aunque todas estas cosas
Deseáis lo que no tenéis y por consiguiente os incli- sean ciertas. El cristiano es alguien que, en las pa-
náis al homicidio; labras de Jesús, «ha nacido de nuevo», ha vuelto a
envidáis y no podéis conseguir vuestras ambiciones empezar su vida y por el poder de Dios es ahora
y por consiguiente peláis y combatís. una persona nueva. Antes el conflicto era una
Santiago 4,1-2 parte normal de su existencia, un elemento consti-
tutivo de su naturaleza; pero ahora se ha despoja-
Estas palabras del apóstol Santiago no tienen
do de sus armas. La fuente de donde manaban la
desperdicio. Donde haya conflicto, sea en un gru-
enemistad y las contiendas se ha secado. El arbus-
po pequeño o entre naciones, intentamos prestar
to enjuto de la amargura ha sido cortado de raíz.
dignidad a los ataques con principios elevados.
Tal vez algún día eche brotes nuevos, pero el cre-
Podemos hablar de la verdad y del honor, de la
yente sabe bien como atajarlos al igual que cual-
democracia y de los derechos humanos, de gran-
quier otra tentación —con arrepentimiento, confe-
des causas y fines nobles. Pero el apóstol no se de-
sión y victoria espiritual.
ja engañar: «¿Qué provoca los conflictos entre vo-
6 El camino de la paz en un mundo en guerra
La razón, por tanto, del llamamiento del cris- damos vivir vidas tranquilas y piadosas. el deber
tiano a vivir por encima de las batallas de este ante Dios de los gobiernos, es permitirlo. Por tan-
mundo no es que uno de los Diez Mandamientos to podemos y debemos orar y testificar sobre la
nos instruya a no matar; ni tampoco, siquiera, que locura de confiar en armas mundanales; sobre la
Jesús con otras palabras nos mandó amar a nues- desestabilización de las instituciones democráticas
tros enemigos. Es que Dios ha dejado sin armas que supone el armamentismo en tiempos de paz;
mundanales al cristiano. No hace falta que nos sobre los peligros de la contaminación radioactiva
manden amar al prójimo, empezando con nuestro que podrían devenir de una «guerra por error», a
círculo más íntimo y hasta los mismísimos enemi- que las grandes potencias someten al resto del
gos. El cristiano se descubre irremediablemente mundo; y especialmente sobre la inmoralidad es-
impulsado a ello por el amor de Cristo que le nace pantosa de las armas que se está desarrollando.
de su interior.
Puede incluso llegar a suceder que a medida
El hecho de que el deseo egoísta es la raíz de la que más y más de nuestros conciudadanos se sien-
guerra explica por qué no es en absoluto realista tan intranquilos por la amenaza del militarismo, el
esperar que naciones y sociedades enteras puedan ejemplo y la negativa de unos pocos cristianos in-
construir un mundo de paz. La conducta cristiana transigentes haga sonar la alarma, constituyéndo-
fluye de la fe; no podemos imponérsela a las na- se en vocero para una ciudadanía inteligente que
ciones. Muchos, al oír de cristianos cuyas con- esperaba a que alguien tuviese el valor de ser el
ciencias les impide tomar armas, suelen argumen- primero en hablar y sufrir por ello. Pero el cristia-
tar en contra de esa posición alegando que es im- no no renuncia a la guerra porque esté convenido
posible esperar que las naciones sigan ese ejemplo. de que los ciudadanos inteligentes acabarán por
Es un argumento harto extraño. En nuestras en- convencerse. No lo harán. El creyente adopta esa
señanzas acerca de la pureza moral y la santidad posición porque la muerte indefensa del Mesías ha
en cualquier otro aspecto de la conducta humana, quedado manifestada de una vez por todas como
jamás se nos ocurriría esperar a que el mundo en- la victoria de la fe que puede más que el mundo.
tero esté dispuesto a seguirnos antes de lanzarnos
Y sin embargo… ¿Eso es todo? Acaso no hay,
a seguir a Cristo. Sabemos de sobra que ser lla-
al fin de cuentas, una diferencia moral entre la li-
mados por Cristo nos hará ser distintos del mun-
bertad y la tiranía? ¿Acaso no es nuestro deber
do.
cuidar de nuestra civilización e incluso sacrificar-
¿Cómo, entonces, íbamos a condicionar nuestra nos por conservarla? ¡Es imposible descalificar
disposición a vivir sin armas mundanales a que las como «egoísmo» todos los sacrificios altruistas!
naciones estuvieran dispuestas a abandonar su ¿No somos socialmente responsables? El cristiano
armamento? Jesús predijo que siempre habría a quien Dios ha despojado de armas mundanales
guerras mientras dure este mundo, así como pre- tiene mucho que decir en este punto, pero es posi-
dijo que la fe de muchos se enfriaría y sus morales ble resumirlas en una única pregunta. ¿Acaso no
decaerían. Pero esa no es razón para que los cris- tuvo que hacer frente Jesús a ese mismo proble-
tianos se adapten a las conductas de este mundo, ma? ¿Acaso él, que fue tan humano como tú y yo,
así como lo mucho que abundan el robo o el des- se despreocupó de las víctimas de la opresión?
pilfarro no constituye un modelo que los cristia- ¿Acaso no creía él que era la firme voluntad de
nos deban seguir. Dios, anunciada por sus profetas, glorificarse a sí
mismo estableciendo justicia entre las naciones,
Orad por los que gobiernan haciendo de Sion un centro desde donde la justicia
fluiría hacia todos los pueblos?
Cuando decimos que no esperamos que las na-
ciones emprendan el camino del sufrimiento y el
discipulado, no queremos dar a entender que esté El ejemplo supremo
mal que los cristianos deseen la paz entre las na- Y sin embargo, todas estas consideraciones no
ciones y trabajen por ella. El apóstol Pablo nos hicieron dudar al Hijo del Hombre —en quien
instruye expresamente orar muy especialmente vemos cómo quiere Dios que seamos cada uno—
por los gobernantes y por todos los que están en de su convencimiento de que para poder alcanzar
autoridad, a fin de que podamos vivir una exis- y salvar a los perdidos, su camino no debía ser el
tencia pacífica. La voluntad de Dios es que po- del poder sino el de la humildad; no imponiendo
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la justicia por la fuerza sino encarnando el amor. yoría de la gente, acostumbrados a pensar a un ni-
Como escribió Pedro: «[Él…] encomendó su causa vel «meramente humano», esperaríamos que aca-
a Aquel que juzga con justicia» (1 Pedro 2,23). Y a baría la frase calificando sus armas como «no
pesar de ello, ¿acaso el ministerio de este hombre humanas sino espirituales» o «no de este mundo
solo e indefenso —y la larga línea de los mártires sino del otro mundo». Pero lo que él dice es: «no
que a través de los siglos se han despojado de ar- meramente humanas sino divinamente podero-
mas mundanales— no ha contribuido más a des- sas». Tal es la «mansedumbre todopoderosa» del
pojar a tiranos y defender los derechos humanos reinado de nuestro Señor. Cuando el cristiano a
fundamentales, que el celo beligerante de todos quien Dios ha desarmado abandona las armas car-
aquellos que procuraron defender al pueblo de nales no es, en última instancia, porque esas armas
Dios contra los impíos empuñando las armas de sean demasiado fuertes sino porque son demasia-
guerra? La ira humana no nos trae la justicia de do débiles. Así encamina su vida hacia aquel día
Dios. cuando toda la creación alabará no a reyes y pri-
meros ministros sino al Cordero que fue inmola-
Cuando el apóstol Pablo dice que «las armas
que esgrimimos no son meramente humanas» o do, quien es digno de recibir la bendición y la hon-
ra y la gloria y el poder (Apocalipsis 5,12-13).
«no son las del mundo» (2 Corintios 10,4), la ma-