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SEMBLANZA DE LA VIDA Y OBRA DE

JORGE EDUARDO AGUIRRE MONTAÑEZ

Mg. JORGE ALBERTO CASAS OCHOA*

El arte es reflejo del desarrollo de los pueblos y al hacer referencia a los procesos
del Arte en Boyacá, necesariamente ha de traerse a la mente el trabajo de muchos
artistas que en su anonimato, han promulgado y consolidado tanto sus ideales como
prospectivas de mundos posibles. Muchos, han forjado su camino contraviniendo el
establecimiento, manifestando permanentemente sus dinámicas como escenario
para la vida, haciendo del arte, el extraordinario pretexto para propiciar el
intercambio simbólico entre los pueblos, como razón última para el equilibrio y la
armonía de los hombres.

Eduardo Aguirre ha logrado cosechar reconocimientos, entre distinciones y premios


en el contexto regional, por su trabajo artístico, razón demás para advertir que sus
obras ya hacen parte del paisaje cultural boyacense y con ellas, insumo de nuestra
identidad cultural.

El Premio Vida y Obra, otorgado por la Alcaldía Mayor de Tunja al Maestro Eduardo
Aguirre hace parte, ojalá, de más exaltaciones a su prolífica obra.

*Magíster en Historia de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia


Docente de Planta de la Escuela de Artes Plásticas de la UPTC.
Sus ancestros e iniciación artística

Al acoger con beneplácito la tarea investigativa de acercamiento a la vida y obra


pintor y teatrero tunjano Jorge Eduardo Aguirre Montañez, se es consciente de
abordar y revisar el trasegar histórico de una parte importante de las dinámicas
culturales de la ciudad de Tunja, desde los albores de la segunda mitad del siglo XX
hasta lo que va corrido del presente siglo, imbuida como una urbe colmada de
grandes transformaciones y paradigmas pero a su vez, pletórica de esperanzas e
ilusiones.

Con esta semblanza, se presenta hoy la vida y obra del Maestro Eduardo Aguirre,
reconocido en el medio regional como un artista abstraccionista por excelencia.
Nacido en la capital del departamento de Boyacá en el año 1956, es el cuarto de
cinco hermanos: Gloria Cecilia, Luís Felipe, Héctor Manuel, Jorge Eduardo y María
Eugenia. Sus padres, Bárbara Montañez y Felipe Aguirre mantuvieron
extraordinaria vena artística; su bisabuelo Leonídas y su hijo Luís (Padre de Bárbara
y abuelo de Eduardo) llegaron a Miraflores – Boyacá a principios del Siglo XX,
provenientes de Zaragoza -Norte de España- y traídos por la Iglesia Católica para
trabajar como orfebres en oficios especiales para el clero como hacer copones,
candelabros, custodias, lámparas, etc.

Su padre, Felipe, reconocido comerciante en Tunja, propietario del almacén de


calzado ABC, alternaba su trabajo con el arte la música, particularmente el violín.
En palabras del maestro Eduardo, su padre fue socio fundador del Club Boyacá,
hecho negado al parecer por un historiador. Hizo parte del Sexteto Mosser y con su
hermana Ana Elisa conformaron un Trío de Cámara; al respecto, Eduardo afirma:
“El padre José Mosser, sacerdote Salesiano tocaba el piano, mi tía interpretaba la
Viola y mi papá el violín con este Trío de Cámara amenizaban las fiestas y veladas
del Club.”
Al despuntar la segunda mitad del siglo XX, la ciudad de Tunja seguía manteniendo
su estructura urbana definida por el Centro Histórico y apenas empezaba a
vislumbrarse uno que otro brote urbanizador, marcado por la demolición del costado
Sur de la Plaza de Bolívar, algunos barrios nuevos como el Maldonado y a nivel
educativo, la aparición de nuevas carreras en la Universidad Pedagógica y
Tecnológica de Colombia y culturalmente, el nacimiento del tradicional Aguinaldo
Boyacense.

En este paisaje urbano brindado por la capital, la familia Aguirre Montañez se instala
en uno de sus tradicionales barrios de la ciudad, una vivienda ubicada en cercanías
del Bosque de la República, lugar que para la época, aún conservaba como
característica ser generosa en espacios y locaciones, corredores y pasillos amplios,
jardines y huertos en los que los dueños de casa podían convivir con la naturaleza,
árboles frutales, animales domésticos y de las exquisitas tradiciones culinarias. Allí
también nacieron sus hermanos Manuel y María Eugenia, la menor.

Bárbara y Felipe- Padres


del artista.
Las virtudes artísticas de sus padres como las vivencias brindadas por el contexto,
se constituyeron en referentes fundamentales para las temáticas de sus posteriores
obras artísticas. Bárbara desarrolló extraordinarias destrezas para el bordado de
figurillas con agujas e hilos de colores sobre telas que adornaban trajes especiales;
“Fue así como empecé a aprender el arte de la pintura y la infinita gama de colores.”
Simultáneamente, los primeros brotes carnesdolencos del Aguinaldo Boyacense
marcaron especial acento en la memoria del artista, particularmente los
denominados Matachines, personajes estrafalarios que hacían las delicias de
propios y extraños, espantando y asustando la gente con estruendosas bombas de
aire, hechas de vejigas de animales.

La fatal desaparición de su padre Felipe, a escasos cinco años de vida de Eduardo,


marcó una huella profunda en él y su familia, ya que las comodidades como los
mimos sufrieron un brusco e inesperado cambio: “Con la muerte de otros tres socios
mayoritarios también desaparecieron los libros contables, borrón y cuenta nueva.
Mi mamá y mis hermanos dejamos atrás este triste episodio, pero a partir de ese
mismo momento siempre mantuve en mi mente un marcado trauma de acciones”
asevera Eduardo.

Sin embargo, su vida continuó en medio de los cuadernos, libros, juegos amigos,
tareas, haciendo que su adolescencia transcurriera como la de cualquier otro
estudiante, hasta la llegada del día de su graduación como bachiller en el Colegio
Salesiano Maldonado, época trascendental porque tomó la decisión de asumir las
artes plásticas como su carrera profesional.

Por entonces transcurría el año de 1974, y él, con la venia de su familia, acoge el
comedor de su casa como lugar para el taller de arte. De esta manera, dos años
más tarde reúne una serie de obras y prepara su gran odisea, asistir a la
convocatoria de NUEVOS NOMBRES de la Biblioteca Luís Ángel Arango del Banco
de la República en Bogotá. Pasados quince días, el joven Eduardo recibe una
misiva de parte de la dirección de la biblioteca, en la que se informa que debe asistir
a una reunión en una de las salas de conferencias.
Muerte
Eduardo Aguirre
Témpera Sobre Tela
1975

Acude al llamado y con sorpresa ve que son más de doscientas personas las
participantes que provenían de todas las regiones del país; “Acudimos al llamado
del sabio crítico y curador, para recibir tremenda vaciada, llena de regaños y
reproches que con palabras casi proféticas decía: “No me vengan a decir que todos
ustedes son artistas, sería un fenómeno mundial si Colombia tuviera en éste
momento más de doscientos artistas plásticos, lo mejor es que recojan sus trabajos
y se regresen a sus casas y dedíquense a otra cosa, busquen oficio y ni piensen
jamás en ser artistas, éste es un trabajo muy serio y de mucha responsabilidad.””
Ante esta experiencia, Aguirre recoge sus trabajos y queda tan afectado que piensa
seriamente en replantear su decisión de ser pintor al acordarse de cada una de las
palabras del crítico; pero inexplicablemente, el encuentro con los paisajes de lado
y lado del camino de regreso a su hogar le confirmaron su disposición de continuar
siendo artista.
Vida
Eduardo Aguirre
Témpera Sobre Tela
1974 - 1975

Paulatinamente, lo anecdótico y la ironía han venido permaneciendo en los


procesos creativos de Eduardo Aguirre, sujetos a eventualidades a los que él se
aferra con profunda convicción, esto al referirse a un episodio en particular al que
considera que SER TERCERO MEJOR QUE SER PRIMERO. Así, para el año de
1977 asistió a la convocatoria del Cuarto Salón Bienal de Arte Joven de Boyacá,
organizado por un prestigioso colegio oficial de la capital del departamento. Una vez
concluido el evento, un sacerdote, amigo de Aguirre, le manifestó que su obra no
había alcanzado el primer puesto, a lo que él contestó que su intención no pretendía
ser ganador de premios.
Abstracto
Eduardo Aguirre
Acrílico sobre Lienzo
1977

El sacerdote reitera que tampoco había alcanzado el segundo puesto a lo que


Aguirre tampoco se inmutó. El cura nuevamente insiste que le tenía una buena
noticia diciéndole: “ocupó el tercer puesto, lo curioso es que este puesto es mejor
que el primero y el segundo porque el Instituto de Cultura y Bellas Artes de Boyacá
da un premio de Adquisición para el Museo de Arte Moderno de Boyacá y adicional
hay un cheque por la suma de tres mil pesos”.

Abstracto
Eduardo Aguirre
Acrílico sobre Lienzo
1977
La Dulce Deserción

Después de haber incursionado en otros eventos y convocatorias, entre las que se


cuentan dos salones regionales de la Zona Centro organizados por Colcultura, en
Tunja a finales de los años setenta, el joven Aguirre se presentó a los exámenes de
admisión de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional en Bogotá y con
el auspicio de su hermana Gloria Cecilia, se residenció en la Capital, después de
haber sorteado con éxito los obstáculos de acceder a este centro universitario.

Luego de un tiempo de haber pisado suelo universitario y de empezar a lidiar con la


multiplicidad de facetas de convivencia que ofrece la ciudad blanca, sus ilusiones
de ser artista a través de la academia pronto se fueron desvaneciendo; multiplicidad
de problemas afloraron por doquier, las organizaciones políticas de estudiantes de
izquierda y derecha aparecieron en su horizonte como destellos fulgurantes,
intimidantes, violentos y saboteadores del orden académico; las desapariciones de
muchos de ellos estaban a la orden del día y de esta manera la angustia y el
desconcierto fueron minando su apacible condición de creador y soñador de
provincia.

Aguirre enfatiza que: “la delincuencia común que hacía presencia en el campus
universitario, la prostitución, el homosexualismo, la drogadicción, el bienestar
estudiantil que también estaba untado de corrupción y las mafias impuestas por los
empleados de la universidad y, para completar estaba el marcado regionalismo de
los estudiantes”. Pero quizás, uno de los fenómenos de violencia que marcó
definitivamente su estancia en la universidad fue la denominada AVALANCHA, una
violenta estampida provocada por encapuchados al momento en que los
estudiantes hacían fila para el almuerzo, “y estudiante que tropezaba iba a dar al
piso y le marcaba desgracia, aproximadamente unos quinientos estudiantes
pasaban por encima del pobre desgraciado, pisábamos gafas, libros y cuadernos,
muchachas y muchachos, el objetivo era correr y llegar al recinto sanos y salvos”.
Después de acudir a sus recuerdos, de muchos de estos episodios de barbarie,
Eduardo Aguirre considera que esos actos grotescos detonaron su decepción,
evidenciada con estas palabras:

“Salí a la plaza CHE, el cielo negro, ya casi, hacia las tres e de la tarde,
y como en el día en que el Señor Jesucristo fue crucificado, bajo los
rayos, truenos y relámpagos que iluminaban la sabana, resaltando los
Cerros de Monserrate y Guadalupe con su fulgurante luz y con los
primeros goterones de lluvia que mojaban mi rostro a lo cual, yo no sabía
si era agua o eran mis lágrimas, abandoné la universidad. En la pared
de la plaza, el muñeco que representa al Che Guevara me observaba y
con risita socarrona me siguió con su mirada hasta que desaparecí por
la esquina opuesta a la plaza. Había cumplido su cometido,
definitivamente este siniestro personaje me acababa de expulsar de la
Universidad Nacional de Colombia.”

Los 80s y el Grupo Experimental de Artes “Taller de Talleres”

Al comenzar la década de los 80, Eduardo ya había contraído nupcias con Martha,
una tunjana con quien tuvo tres hijos, Adriana Marcela, Leonardo y Fernando. En
esta condición siempre se mantuvo atento a sus posibilidades de expresión plástica
y por casualidades de un trabajo común con su hermano Manuel y Francisco
Toledo, se contactan con el maestro José Ignacio Zambrano Yepes “Pepe” y el
pintor Jorge Alberto Casas Ochoa con quienes deciden conformar un colectivo
experimental de artistas, alejados totalmente de toda intención académica o de
conjunción estilística y por el contrario, mantener incólumes sus propuestas
artísticas personales. Zambrano Yepes, quizá el artista de mayor experiencia y
reconocimiento por sus connotadas condiciones como acuarelista prodigioso,
pintor versátil de temáticas arraigadas en el paisaje y el costumbrismo. Francisco
Toledo “Pacho”, apuntaba hacia temas más expresionistas y con una propuesta
plástica también alejada de la academia. Muy pronto dejó el grupo para atender
asuntos personales y para cursar sus estudios de Artes Plásticas en la Universidad
Nacional de Bogotá. Por otro lado, su hermano Manuel era más meticuloso con la
figuración y con algunas exploraciones en la abstracción y la tridimensionalidad.
Jorge Casas el menor del grupo tenía una línea de trabajo más figurativa con
especiales condiciones para el retrato, el dibujo con temáticas de profundo
contenido social y crítico. Eduardo, en el grupo, mantuvo una línea de trabajo
eminentemente abstraccionista, aproximándose a la experimentación con
materiales y objetos que terminaron en constructuras y ensamblajes. Allí produjo
varias series de dibujos a la pluma de meticulosa factura. Asimismo, su trabajo con
el color da cuenta de varias series de trabajos con técnicas mixtas lo que permitió
proyectar su obra con especial significación e influir en otros artistas aficionados.

A lo largo de más de cuatro años de incesante labor, el grupo pudo consolidar un


sello especial y de repercusión en el movimiento artístico y cultural de la ciudad. En
simultánea, fueron apareciendo lugares dignos para la promisión de los artistas
plásticos, como la Galería de la Casa Colseguros, “El Chamán”, la UPTC,
COMFABOY y el fortalecimiento de Festivales y Eventos de índole Regional,
Nacional e Internacional, como los festivales Internacionales de la Cultura,
certámenes escolares y gremiales en los que los artistas podían promocionar sus
trabajos. Igualmente se registra el hecho trascendental que por fin existiera en la
ciudad una institución educativa en la que se atendiera programas de formación en
artes a nivel de educación media, y de esta manera el CASD pudo preparar y
encaminar a muchos jóvenes estudiantes para que ingresaran mejor orientados a
una carrera universitaria en artes. Asimismo, se fue preparando el terreno para la
apertura de nuevas carreras universitarias en la UPTC como Medicina y nuevos
Centros de educación superior como la Corporación Universitaria de Boyacá, la
cual inició sus labores en un edificio contiguo a la sede del taller del colectivo
artístico. También florecieron medios de comunicación importantes que permitieron
la difusión de las manifestaciones artísticas como la Emisora Espectacular F.M.
Estéreo y el Diario “La Tierra”, lo que coadyuvó a la mayor interacción con los
circuitos del arte a nivel nacional e internacional. De esta manera, el grupo realizó
tres exposiciones colectivas en Tunja, Villa de Leyva y Medellín, y cinco
individuales.

A nivel institucional, entre finales de los años setenta y comienzos de los ochenta,
el Instituto Cultura y Bellas Artes de Boyacá – ICBA estaba en pleno proceso de
reestructuración, tanto de la parte de infraestructura como de sus líneas de
extensión a la comunidad en diferentes servicios y proyectos de formación artística
y cultural. Gustavo Mateus Cortes, su director, tenía como uno de sus proyectos
bandera la construcción y puesta en marcha de la Escuela Superior de Artes
Plásticas y para ello había contratado como asesor al maestro César Gustavo
García Páez, escultor chiquinquireño formado en la Unión Soviética, quien por su
experiencia podría orientar este proyecto. Es así que para el año de 1983, el ICBA
abrió un curso libre en escultura, con el fin de implementar los primeros ejercicios
pedagógicos en el campo de las artes plásticas orientado por el maestro García
Páez. De esta manera, los primeros inscritos en el programa fueron los integrantes
del colectivo, a lo que Aguirre comenta: “nos reclutó, con una disciplina casi militar,
de línea Marxista quiso enmarcar nuestro ideario y nuestro pensamiento a lo cual
nos opusimos rotundamente y el grupo tomó la decisión de renunciar en masa.
Hasta allí llegaron nuevamente mis pretensiones, estaba demostrado
definitivamente que la academia no estaba hecha para mí, conclusión: la academia
y la libertad de expresión no van de la mano”. Hacia finales de 1984, el grupo se
desintegró y cada uno de los artistas tomó rumbos distintos que les permitiera
consolidar sus prácticas artísticas de manera independientemente.
El Camino en Solitario.

Corría el año de 1985 y a través de la Ley 025 del 12 de febrero de 1985, le


concedieron facultades extraordinarias al presidente de la República Belisario
Betancur para crear el Fondo de Seguridad Social del Artista Colombiano, norma
a la que se acogieron muchos artistas empíricos, entre ellos el maestro Eduardo
Aguirre, quien mediante la resolución 17031 del 29 de Noviembre de 1990 del
Ministerio de Educación Nacional, le fue brindado el reconocimiento como artista
Profesional a través de la Tarjeta No. 151, en el campo de las Artes Plásticas y
Visuales.

Con este aval, Aguirre se traslada ese año a Bogotá junto con su hermano Manuel
e instala su taller en pleno centro de la capital, en el barrio la Perseverancia,
espacio que le permite mantener contacto permanente con artistas, curadores y
expertos en arte; allí trabaja arduamente y consigue preparar una exposición que
finalmente pudo emplazar en el Centro Cultural de Cundinamarca, dependencia de
la Gobernación. Al cabo de dos años regresa a Tunja y, en compañía de su
hermano, trabaja en un proyecto artístico para el Aguinaldo boyacense, lo que hace
que instale nuevamente su taller en la calle 13, junto al Bosque de la República.

En su largo trasegar de esta nueva etapa, el maestro Aguirre va consolidando otra


faceta de su proyecto artístico, produciendo incansablemente buena cantidad
obras de distintos formatos, lo que despertó la codicia en personas de extraña
procedencia quienes habidos de riqueza intentaron estafar al maestro, felizmente
sin lograrlo.
El Teatro, los Premios y el Amor.

Entrada la última década del siglo XX, su vida artística dio un giro inesperado;
empezó a incursionar en el mundo del teatro e hizo parte de colectivos de este
género artístico, primero como escenógrafo, luego como actor, asistente de
dirección y por último director, junto a connotadas figuras del teatro boyacense
como los maestros Carlos Sánchez y Carlos Salcedo. Así, en 1993 hace parte del
montaje de las obras “Historia de un amor In…posible”, “Alicia en el País de Nunca
Jamás”, “Juicio en el Cielo”, “Navidad en mi Pueblo”, “Villa Tristeza”, “El
Maravillosos Viaje de Enrique y Ana”.

Junto a estas obras, Aguirre trabajó de manera independiente con otros proyectos
como el grupo de muñecos El Baúl, culminando con el musical de Peter Pan en el
que hace como el antagónico Garfio. En esta faceta artística, Eduardo se ha
mantenido activo por cerca de quince años en diferentes roles, actividades que
para él no tendrían significación de no ser porque a su vida sentimental llegara
quien es hoy su compañera Sandra Patricia Valero de cuya relación nacieron sus
dos hijos, Diego y Adrián Eduardo. En palabras de Eduardo, Sandra terminó
involucrada en sus proyectos artísticos de teatro y “fue la mujer que me devolvió,
por Gracia de Dios, el amor y el afecto, dos sentimientos que me han impulsado y
han sido el motor de mi vida artística.” En la actualidad, las actividades en el arte
se han venido consolidando con una faceta diferente pero igualmente importante
como es la Educación Escolar de infantes, orientada y coordinada por Sandra
Patricia.
De su Obra Plástica.

La obra pictórica de Eduardo Aguirre está muy ligada a su concepción de vida,


obstinado con el oficio honesto del hacer objetos de arte, con el compromiso de
reflejar los valores de la cultura pero con un enorme sentido del humor, de la ironía
y el sarcasmo. Encuentra en el detalle y la minucia razones para determinar que el
centro de importancia de una obra puede estar en cualquier parte de la misma, es
decir, en el no lugar, en la marginalidad, en la periferia, en lo recóndito de una
escena. Se vale de lo anecdótico o la reminiscencia para plantear un gran
acontecimiento que desmigaja a través de la narrativa pictórica, pareciera que sus
obras fueran una enorme tarima en la que todos los intervinientes de la escena
convidaran a quienes están en los palcos a participar del acto y se le asignaran a
estos el mismo peso escénico.

Sus composiciones fluyen entre el fauvismo, - considerado como una de las


manifestaciones más evidentes del expresionismo, donde la noción de
representación de la realidad se acerca a permitir “ver los sentimientos” o los
estados de ánimo del artista- y, el ingenuísimo “premeditado”, porque todo lo que
hay allí es posible, desde mantener una línea ajustada a una perspectiva clásica
en el dibujo hasta la inverosímil situación de plasmar colores extravagantes a las
formas más cercanas o extraídas de su realidad.

El juego es una constante permanente en la obra de Aguirre, trátese de cualquier


tendencia hacia lo que él considera abstracción o de una escena eminentemente
anecdótica o ilustrativa; su capacidad de inventiva o de recursividad, para la
experimentación con las formas y colores, no está establecida en códigos o reglas.
Sus fulgurantes explosiones de color, por momentos contrastan con apacibles
campos de colores pastel, agrisados o neutros.
Su paciencia para ejecutar proyectos pictóricos fluctúa entre interminables tareas
de ejecutar obras colmadas de detalles, hasta la pulsión nerviosa o automática para
resolver sus obras en cuestión de instantes. Allí reposa la esencia de su prolífica
producción, razones que posiblemente la academia no le haya ofertado tal y cual
como él lo haya esperado.

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