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al texto de la ponencia
El cuidado del cuerpo en un estado de excepción:
los hospitales-pueblos de Vasco de Quiroga.
Expositor: Dr. Diego Leonardo Mundaca Machuca.
Comentarista: José Alejandro Mendoza Tovar.
Quisiera comenzar este comentario con una ubicación breve y simple del asunto expuesto en
el texto de la ponencia, tarea que se basta con atender al título mismo del dicho texto. Así,
tenemos, por una parte, el tema del “cuidado del cuerpo” según la orientación en que nos ha
sido expuesto. Por otro lado, se trata de problematizar ese tema primero dentro del tema de
“un estado de excepción” que, según la presentación a la que hemos asistido, se trata de que
el segundo tema comparece como el horizonte que acota la especificidad problemática del
primero. Pero además de esto, el marco general de la exposición es el fenómeno histórico
recurrentemente tratado de “los hospitales-pueblos” de Vasco de Quiroga. Pues bien, si con
razón decimos que el tema de los “hospitales-pueblo” es un asunto familiar a la historiografía 1
sobre Quiroga, no lo es, o por lo menos no en la misma medida, abordarlo desde el punto de
vista del cuerpo, del cuidado del cuerpo bajo la tesis de que la obra hospitalaria de don Vasco
se puede interpretar bajo el significado de la inscripción de la ley en los cuerpos. La
orientación de mi comentario se dirigirá a dos aspectos que nos han sido presentados en la
ponencia: 1) la acuñación del término “humanismo escolástico” para definir el perfil
intelectual de Quiroga, y 2) el significado ético, más bien que disciplinario, de esta interesante
noción del cuidado del cuerpo.
Pero antes de ingresar al cuerpo mismo del texto de la exposición, he considerado
oportuno establecer una mirada panorámica general sobre lo que a fin de cuentas se pone en
recuperación en esta incursión que sobre la obra de Quiroga nos ha propuesto el dr. Mundaca.
Se trata, en efecto, de poner el “cuidado del cuerpo” como tema directriz para una
interpretación histórica de los hospitales-pueblo quiroguianos. Ahora bien, aquí nos
encontramos con lo que enunciaré de manera breve como ponderación del espacio, que es la
instancia de todas las inscripciones sobre el cuerpo, ponderación llevada a cabo por sobre el
tiempo. De estas dos formas de la composición de nuestra experiencia del mundo, del mundo
como representación, que son el espacio y el tiempo, parece que podemos decir que hay una
larga tradición, tan antigua y venerable como la epistemología y la ontología occidentales,
que ha privilegiado la tematización del tiempo para comprender la experiencia humana de su
ser histórico, lo que por lo demás tiene una obvia legalidad en la medida en que lo histórico
se define, casi en su esencia, como un fenómeno propio de la temporalidad. Habría que
preguntarnos, entonces, cuál podría ser, por una parte, la validez tanto epistemológica como
ontológica de un pensamiento histórico que se oriente más bien por el espacio, pero antes,
por otro lado, habríamos de preguntar por el predominio del tiempo, más allá de la inmediata
localización de lo histórico en lo temporal.
Yo diría que la primacía del tiempo en la historia del pensamiento hasta por lo menos
mediados del siglo XX, tiene que ver con su capacidad de totalizar la experiencia histórica
del ser humano en sus dos ejes, el sincrónico y el diacrónico. El tiempo permite hablar de
una historia universal desde que, progresivamente, todas las historias pertenecen a una única
temporalidad absoluta, ya sea que ésta se recorte en la sincronía o ya sea que asuma
sintéticamente la diversidad de lo pasado: el tiempo tiende a la unidad de lo universal, recoge
en su totalidad todos los tiempos, sólo hay un tiempo. Desplazar al tiempo en una 2
Por otro lado, en la tesis del dr. Mundaca nos encontramos con la consideración de que en 6
conviene recordar que Quiroga ha reconocido a los indígenas un derecho natural que, desde
su circunstancia, legitimaría la conducta de dispersión de toda policía, un derecho primordial
cuya anulación en la policía cristiana no sería legítima si no alcanzara el sentido de una
formación cristiana adecuada, de manera que no tendríamos aquí el esquema de la
normalidad y la desviación social, sino el de la legitimidad de la vida en policía y el de su
base en una disciplina ética, pero no normalizadora.
El espacio de los hospitales-pueblos no define la totalidad del derecho, puesto que ahí
está un derecho “pre-policial” al que siempre es posible retornar cuando la policía se ha
convertido en un medio de ruina y básicamente se implanta para el castigo, por una parte, y
el reclamo de dominación, por otra. Más bien señalaríamos que los lugares quiroguianos
buscan fundar el espacio de un derecho que significaría un progreso en la “humanización”
de los individuos, y que sin pensar la falta de policía como una vida aberrante o desviada, sí
significaría, sin embargo, una vida no plenamente humana. En este sentido, el derecho natural
destaca más bien por la pobreza de derechos para los sujetos humanos que se limitan, en
realidad, a la sobrevivencia. Pero, por esto, por el reconocimiento de su vigencia, es que los
hospitales-pueblos no se plantearían como los depositarios de la única forma posible de
derecho, pero sí como aquella que implica una profundización en la formación de lo humano
en su sentido más elevado. Por otro lado, es oportuno hacer una distinción no menor entre
este derecho primordial que Quiroga reconoce en el acto de romper con la civilidad para un
retorno a la vida fuera de la policía, respecto a lo que en el espacio discursivo de la filosofía
política contractualista de los siglos XVII y XVIII se reconoció como derecho natural: a
diferencia de la teoría del contrato de acuñación hobbesiana y rousseauniana, el derecho
primordial que Vasco de Quiroga atribuye a los indígenas no es una representación
hipotética, más mítica que histórica, de algo que sólo funciona como estrategia de
planteamiento de la soberanía; para Quiroga se trata de un ejercicio real e histórico, en el que
semejante derecho “natural” o primordial no sólo se antepone hipotéticamente para plantear
el problema del contrato social con vistas a la definición de la soberanía, sino que es la
expresión de una práctica real. Por esto, la vocación quiroguiana hacia la mixta policía no es
de la misma esencia que la llamada contractualista al estado de civilidad frente al natural,
sino que se trata de la instauración de un espacio en que la constitución jurídica de la vida en
comunidad, de la vida en policía, implica un sentido ético de la formación de sujetos, más 10
del tiempo y sus cronologías sino como obra en un espacio singular que reclama sus propias
prácticas singulares.
Alejandro Mendoza
El Colegio de Michoacán
alejandromt@colmich.edu.mx