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COMENTARIO

al texto de la ponencia
El cuidado del cuerpo en un estado de excepción:
los hospitales-pueblos de Vasco de Quiroga.
Expositor: Dr. Diego Leonardo Mundaca Machuca.
Comentarista: José Alejandro Mendoza Tovar.

Quisiera comenzar este comentario con una ubicación breve y simple del asunto expuesto en
el texto de la ponencia, tarea que se basta con atender al título mismo del dicho texto. Así,
tenemos, por una parte, el tema del “cuidado del cuerpo” según la orientación en que nos ha
sido expuesto. Por otro lado, se trata de problematizar ese tema primero dentro del tema de
“un estado de excepción” que, según la presentación a la que hemos asistido, se trata de que
el segundo tema comparece como el horizonte que acota la especificidad problemática del
primero. Pero además de esto, el marco general de la exposición es el fenómeno histórico
recurrentemente tratado de “los hospitales-pueblos” de Vasco de Quiroga. Pues bien, si con
razón decimos que el tema de los “hospitales-pueblo” es un asunto familiar a la historiografía 1

sobre Quiroga, no lo es, o por lo menos no en la misma medida, abordarlo desde el punto de
vista del cuerpo, del cuidado del cuerpo bajo la tesis de que la obra hospitalaria de don Vasco
se puede interpretar bajo el significado de la inscripción de la ley en los cuerpos. La
orientación de mi comentario se dirigirá a dos aspectos que nos han sido presentados en la
ponencia: 1) la acuñación del término “humanismo escolástico” para definir el perfil
intelectual de Quiroga, y 2) el significado ético, más bien que disciplinario, de esta interesante
noción del cuidado del cuerpo.
Pero antes de ingresar al cuerpo mismo del texto de la exposición, he considerado
oportuno establecer una mirada panorámica general sobre lo que a fin de cuentas se pone en
recuperación en esta incursión que sobre la obra de Quiroga nos ha propuesto el dr. Mundaca.
Se trata, en efecto, de poner el “cuidado del cuerpo” como tema directriz para una
interpretación histórica de los hospitales-pueblo quiroguianos. Ahora bien, aquí nos
encontramos con lo que enunciaré de manera breve como ponderación del espacio, que es la
instancia de todas las inscripciones sobre el cuerpo, ponderación llevada a cabo por sobre el
tiempo. De estas dos formas de la composición de nuestra experiencia del mundo, del mundo
como representación, que son el espacio y el tiempo, parece que podemos decir que hay una
larga tradición, tan antigua y venerable como la epistemología y la ontología occidentales,
que ha privilegiado la tematización del tiempo para comprender la experiencia humana de su
ser histórico, lo que por lo demás tiene una obvia legalidad en la medida en que lo histórico
se define, casi en su esencia, como un fenómeno propio de la temporalidad. Habría que
preguntarnos, entonces, cuál podría ser, por una parte, la validez tanto epistemológica como
ontológica de un pensamiento histórico que se oriente más bien por el espacio, pero antes,
por otro lado, habríamos de preguntar por el predominio del tiempo, más allá de la inmediata
localización de lo histórico en lo temporal.
Yo diría que la primacía del tiempo en la historia del pensamiento hasta por lo menos
mediados del siglo XX, tiene que ver con su capacidad de totalizar la experiencia histórica
del ser humano en sus dos ejes, el sincrónico y el diacrónico. El tiempo permite hablar de
una historia universal desde que, progresivamente, todas las historias pertenecen a una única
temporalidad absoluta, ya sea que ésta se recorte en la sincronía o ya sea que asuma
sintéticamente la diversidad de lo pasado: el tiempo tiende a la unidad de lo universal, recoge
en su totalidad todos los tiempos, sólo hay un tiempo. Desplazar al tiempo en una 2

ponderación del espacio tendría, en consecuencia, un efecto de diferenciación y singularidad.


Digamos que el espacio es el ámbito de la diferencia real que no está dada a una síntesis
universalista y monológica.
Por otro lado, también sería posible señalar que el desplazamiento del tiempo por el
espacio tiene que ver con una perspectiva que profundiza uno de los efectos de la
modernidad. Veámoslo: si una de las cosas que más se han destacado de la cultura moderna
y de su pensamiento crítico ha sido la desacralización, sin embargo, también se puede señalar,
como se lo ha hecho, que la misma modernidad mantiene una continuidad significativa con
el pensamiento tradicional, a saber: la proyección universalista de la historia, una forma
secular de realización escatológica de la conciencia, para lo cual, será evidente, el tiempo
debe ser la forma privilegiada para pensar el acontecimiento de lo histórico. La modernidad
habrá desacralizado el mundo, pero no dejado de pensar en la misma lógica de lo universal.
En este marco, el espacio aparece como agudización de la modernidad y su crítica al darnos
la posibilidad de pensar la singularidad y la multiplicidad que la vocación universalista de la
temporalidad en el pensamiento moderno clásico no habría permitido experimentar. En suma,
podemos decir que con el espacio se establece una retirada de la historia universal del Espíritu
y se abre un ámbito de pensamiento histórico más sensible a las prácticas singulares.
Pues bien, para que el espacio tenga una significación histórica, se comprenderá la
necesidad que implica el que no sea concebido bajo el carácter de una intuición pura y
abstracta, sino que designe un ámbito de práctica de ser, y a esto es a lo que podemos llamar,
con propiedad, lugar. De manera que así tenemos que la meditación histórica que se realiza
más bien desde el punto de vista del espacio que del tiempo consiste en una “topología” que
inquiere las singularidades en las que se dan prácticas de constitución histórica de los sujetos,
y que en esta ocasión se nos presentan en la reflexión de esos espacios históricos que son los
hospitales-pueblos quiroguianos, cuya topología versa, sobre todo, en la ya señalada tesis que
los pone bajo las perspectiva de las prácticas sobre los cuerpos. Tal vez haya una tenue
distinción de términos correlativos entre tiempo-espíritu, por una parte, y espacio-cuerpo, por
otra. No es una expresión extraña la que nos habla de la práctica jurídica y política de Vasco
de Quiroga como la de una “utopía”, de donde, como podemos ver en la palabra, se destaca
el aspecto del espacio en su significación histórica advertida, a saber: la de “lugar”, topos.
Atendamos a esta topología que, nos dice el texto de la ponencia del dr. Mundaca, se orienta 3

en el espacio hacia el cuidado del cuerpo.

Desplazándonos ya al contenido positivo de la ponencia, me parece que de lo que se trata,


esencialmente, es de exponer el tema de la “Mixta policía” enunciado en la Información en
derecho hacia el arraigo en una tradición amplia en la que encontraría su fundamento; dicha
tradición remite a una antropología filosófica-teológica —la de Tomás de Aquino—
desplegada en el horizonte de un “perfil intelectual” en el cual la recuperación de dicha
antropología encuentra una emergencia pertinente, y se trata de lo que el dr. Mundaca ha
acuñado como “humanismo escolástico” que, como vemos ya por los términos mismos que
la expresan, se trata de algo que, a priori, nos hace mirar hacia un tipo de saber complejo por
aquello que tiene que conjugar, la escolástica y el humanismo. Pues bien, yo sintetizaré la
orientación de mi comentario en la siguiente afirmación: lo que fundamentalmente nos
plantea la tesis aquí expuesta sobre el cuidado del cuerpo en los hospitales pueblos de Vasco
de Quiroga es que leamos e interpretemos la Mixta policía quiroguiana a la luz, más bien
que de un humanismo cristiano relativamente llano, desde ese señalado humanismo
escolástico, donde lo más importante es ampliar la tradición escolástica que se sostiene en
la obra de Quiroga, y con ello, suspender, prudentemente, la tradición interpretativa que ha
enfatizado más bien la influencia del humanismo. Con ello, podremos destacar, además, que
la estrategia de formación conceptual de esta tesis del dr. Mundaca está dirigida por una labor
de cruce de términos, lo que ya la misma expresión “Mixta policía” lleva consigo.
Ahora bien, yo quisiera plantear aquí un problema de “semántica histórica” que se
suscita cuando se llevan a cabo ejercicios en los cuales se vinculan y sintetizan conceptos
que una amplia tradición bastante normalizada, estabilizada —quizás hasta endurecida—,
nos ha transmitido como conceptos mutuamente excluyentes desde su origen, como lo
podrían ser, aquí, los de humanismo, por una parte, y escolástica, por otra. Siempre es
necesario tener una cautela crítica en la producción semántica sobre todo en relación a la
problemática que conlleva un exceso en la ampliación de significado que se realiza en la
exégesis. Digamos que, en términos kantianos, se trataría de algo así como una “Crítica de la
razón semántica” en la conceptualización historiográfica, de manera que no franqueemos los
límites en la atribución conceptual cuando nos planteamos la revisión de una determinada
práctica de interpretación. Aquí nos encontraríamos, entonces, con la cuestión de la 4

legitimidad de la acuñación de la expresión “humanismo escolástico”; hay que ver cuán


válido es, desde el punto de vista histórico, filosófico y, en suman, conceptual, la ampliación
de la escolástica hacia el humanismo y viceversa, pues lo que todos presuponemos cuando
nos encontramos en un ejercicio intelectual de producción semántica, es que en la síntesis de
conceptos se trata de la constitución de una racionalidad diferente que no se podría explicar
desde la unilateralidad de uno solo de los términos implicados; porque, por otro lado, a veces
nos encontramos con que una síntesis semántica en realidad no hace sino reducir un conjunto
de conceptos al rendimiento de uno sólo de ellos, lo que termina siendo una gratuidad que
realmente no nos lleva a la producción ni al reconocimiento real de una experiencia de
racionalidad diferente. Y lo que tenemos aquí, creo poder afirmar, es que en la Mixta policía,
de acuerdo a lo que nos dice el dr. Mundaca con el concepto de “humanismo escolástico”, se
ha producido una racionalidad diferente a la que se tendría si sólo consideráramos, de manera
unilateral, o bien la escolástica, o bien el humanismo. Asistimos, pues, a una ampliación
semántica cuya legitimidad histórica y filosófica nos ha explicado la ponencia.
Pues bien, preguntémonos lo siguiente: ¿desde dónde se hace posible esta producción
semántica? Como he advertido líneas arriba, una de las fuentes de este humanismo
escolástico es la antropología filosófica-teológica de Tomás de Aquino. Y en este punto de
mi comentario me ha parecido preciso destacar que ya tendríamos que transitar de una tarea
exclusivamente exegética a una de índole arqueológica, pues ya no se trata tanto de establecer
el juego de configuraciones discursivas a partir de un sentido normativo sino que se trata de
indagar las condiciones dadas en ciertas prácticas discursivas que hacen posible la aparición
y existencia, la emergencia, de un tipo de saber que se orientará al planteamiento del cuidado
del cuerpo y que en la obra de Vasco de Quiroga se trata de la formación discursiva
reconocida bajo la expresión “Mixta policía”, a la cual, si he comprendido con rectitud la
ponencia del dr. Mundaca, hay que ponerle como condición arqueológica, en principio, esta
señalada antropología tomista, o más bien dicho, aristotélica-tomista, que ya nos da, como
será evidente, la impronta escolástica en el discurso de la Mixta policía. Así pues, esto hay
que plantearlo de la siguiente manera: el humanismo renacentista cristiano, según esto, no
sería una condición discursiva suficiente para explicar el planteamiento quiroguiano en lo
que tendría de más singular sobre la temática del cuidado del cuerpo; por esta razón, entonces, 5

sería preciso buscar la fuente de la tradición escolástica tomista.


¿Qué es, pues, lo que tendríamos que recoger del tomismo para que la tradición
discursiva escolástica se evidencie en Quiroga? Se trata de la tesis antropológica que desde
el tratado aristotélico sobre el alma llega hasta Tomás de Aquino para decirnos que el ser de
lo humano no es sólo el alma, y que la reducción a ésta implicaría una carencia en la
concepción integral de eso humano; a diferencia de la tradición neoplatónica que había
influido una buena parte de la antropología cristiana al hacer de la dignidad del hombre una
cuestión del alma, el tomismo enseña que el alma es actual en cuanto que forma del cuerpo,
de manera que no se puede soslayar la corporalidad como algo ajeno a lo humano en su ser
integral. Contra esa tradición de raigambre neoplatónica, muy presente en la mística alemana
y hasta árabe del sufismo, por ejemplo, Tomás de Aquino ha restablecido la constitución
corporal de lo humano no de manera marginal sino esencialmente constitutiva. De esta
manera, vemos que desde el punto de vista de esta antropología, planteada en el dominio
discursivo de la escolástica, la vida cristiana no se puede reducir al cuidado del alma sino
que, en atención al ser integral del hombre, implica un cuidado del cuerpo, pues el ser humano
es corporalidad donde se actualiza el alma, y decimos que aquí se va en un movimiento
distinto al de la antropología neoplatónica que había articulado a una orientación cristiana
tendiente a olvidar la dimensión corporal.
Como vemos, el ser humano es una “cosa” mixta, alma y cuerpo de la misma manera.
Esto, sin embargo, no debe llevarnos a olvidar que ya en la ontología aristotélica y después
en la tomista, la articulación de las causas constitutivas de todo ente está regida por una
enunciación de eminencia de la causa formal sobre la material, esto es, no hay univocidad en
la constitución causal de la entidad sino siempre una preminencia analógica en virtud de la
cual la forma, el alma en la antropología, define el ser del hombre con más propiedad que la
materia, esto es, el cuerpo. Pero lo importante aquí es que, no obstante esta antropología
basada en la ontología “eminentista” de las causas, se precisa la vigencia de la corporalidad
para tener un concepto completo del ser humano. Y reiteramos que esta antropología se
encuentra inscrita en la práctica discursiva de la escolástica, por lo que aquí no se precisa del
humanismo para llevar a cabo una exposición más integral de lo humano.

Por otro lado, en la tesis del dr. Mundaca nos encontramos con la consideración de que en 6

Vasco de Quiroga se da el efecto de una “traslado de saberes”, y aquí ya aparece, junto a la


escolástica, la presencia del humanismo dentro del espacio cristiano del saber. Más bien que
al lado de la antropología aristotélico-tomista, en síntesis con ella precisamente por la
ampliación de lo humano en la corporalidad, se nos presenta la influencia de Antonino de
Florencia y la temática del cultivo de la civitas cristiana en el mundo. Antes, sin embargo,
veamos que la antropología tomista no consiste en el patetismo existencialista de arrojar al
ser humano al mundo en la sola mundanidad de su condición corporal; ni escatológica ni
soteriológicamente vista se podría decir que la conceptualización tomista del hombre
implique una sobre ponderación del mundo hasta tal punto que se hiciera de él la finalidad
existencial del hombre. Pero lo que sí tenemos, en consonancia con la recuperación del
cuerpo, es el planteamiento de una sabiduría política, cívica, de la vida cristiana, pues el
hombre no puede descuidar su espacio de ser. Y es en esto donde aparece el señalado traslado
de saberes que Vasco de Quiroga habría continuado en sus hospitales-pueblo a partir de esta
figura de Antonino de Florencia.
Como hemos visto, el dr. Mundaca nos señala un viraje en los saberes religiosos en
las órdenes mendicantes por virtud del cual, a partir del siglo XIII, habría una valoración del
mundo en términos de esa coincidencia concebida entre la santidad y la cultura. Se trata de
una interpretación de lo mundano que ya no le plantea a la vida cristiana la huida anacorética
del mundo sino que solicita un saber estar en él; se plantea, entonces, una sabiduría cívica y
política en la existencia cristiana que tendría un emblema en la humanidad misma de Cristo
y en la proliferación de prácticas éticas que buscaban la santidad cristiana en el tópico de la
imitación de Cristo, que en la exposición de la ponencia se trata, justamente, del Cristo que
anduvo en el mundo, no de la huida. El saber tomado de Antonino de Florencia tiene que ver,
pues, con esta dedicación al cultivo de la civilidad cristiana a partir de la condición
antropológica que hace del hombre un ciudadano del mundo. Y en esto, deberíamos decir
que más bien que una revaloración del mundo, se trata de hacer frente a una evidente
condición de ser, la del cuerpo y la mundanidad de lo humano. Aquí tenemos, pues, la
impronta humanista en Vasco de Quiroga por la vía de una sabiduría cristiana para ser
ciudadano del mundo en lugar de tomar las prácticas de renuncia absoluta más cercanas a,
por ejemplo, la vida monacal ejemplarizada en Bernardo de Claraval. 7

A la consideración que se ha hecho sobre la producción semántica a propósito de la propuesta


del dr. Mundaca de definir la Mixta policía de Quiroga en términos de “humanismo
escolástico”, hay que decir que la síntesis que produciría esta forma de racionalidad se habría
conseguido a partir del pensamiento tomista en su restitución antropológica del cuerpo, por
una parte, y en la convergencia de la idea de la civitas cristiana como sabiduría para el mundo
en el legado de Antonino de Florencia, de manera que en esas dos fuentes encontraría su
legalidad discursiva esta noción mencionada que reúne a la tradición escolástica con la
humanista en los términos así expuestos. Podemos decir que, en términos generales, la
producción semántica propuesta ha encontrado validez, pues según tal presentación, la Mixta
policía no se entendería ni por el humanismo solo ni por la pura escolástica, sino que se
precisaría de una experiencia intelectual surgida de su entrecruce y síntesis productiva.
Si hasta aquí hemos visto las condiciones arqueológicas de la enunciación de la Mixta
policía y de la formación de su dominio objetivo, veamos ahora lo que en ella se encuentra
en torno al cuidado del cuerpo.
He señalado párrafos arriba que la ponderación del espacio en la interpretación histórica se
proyectaba hacia la noción de lugar, que es un espacio donde se realizan prácticas
constitutivas de subjetividades; ahora vemos que con base en la antropología tomista y el
pensamiento cívico de Antonino de Florencia, los hospitales-pueblos de Vasco de Quiroga
se presentan, justamente, como “lugares” en este sentido. Pero el énfasis puesto en la
exposición ha sido en el cuidado del cuerpo. El dr. Mundaca nos dice que se trataría de la
escritura en los cuerpos de los indígenas de las representaciones del modo de ser de la vida
en policía cristiana, de la cual ya hemos visto por qué se define como mixta, a saber: porque
atiende al ser integral del hombre como alma y cuerpo. La Mixta policía es la respuesta de
Vasco de Quiroga a la necesidad topológica de la incorporación cristiana de los indígenas
desde su cuerpo y sobre el fundamento de una vida cívica. Pero con mayor especificidad, se
trata de lugares en los que se plantea la tarea de inscribir la ley en los sujetos a partir de una
serie de técnicas que se aplican sobre los cuerpos; se trata de la formación de un ethos, de un
modo de ser a partir de la disposición corporal, y podemos suponer que para Vasco de
Quiroga habría una carencia donde sólo se aplica una modelación del alma si se prescindiera 8

del cuerpo por los fundamentos antropológicos antes vistos.


Una mirada a las líneas temáticas fundamentales del escrito de Quiroga sobre la
Información en derecho nos habla, por una parte, de un acervo de prácticas contra el espíritu
legitimador de la colonia en la evangelización que conducían a que los indígenas se
encontraran en un movimiento de dispersión social hacia la vida sin policía, tanto la espiritual
como, podemos decir en este marco, la corporal. Y lo que es problemático para Quiroga, lejos
de la asimilación mestiza que en realidad aún no se presenta como la vía de incorporación,
es la definición de un espacio, precisamente, en que la vida en policía cumpla el cometido de
la evangelización, pero desde el reconocimiento indígena de la legitimidad de la obra. Por
esto es importante señalar la relevancia de pensar en términos del espacio, pues sin dejar de
lado las perspectivas cronológicas de tipo milenarista, de una edad de oro recuperable en el
Nuevo mundo o, en fin, del tiempo de una humanidad no corrompida, la singularidad de los
hospitales-pueblo se aprecia mejor desde la perspectiva topológica: se trata del espacio de
otro lugar.
Así, la perspectiva del cuidado del cuerpo en un discurso humanista-escolástico, tal
como nos ha sido expuesta, nos conduce a la tesis principal de que la Mixta policía, en el
espacio definido por estos lugares de los hospitales-pueblos, crearán subjetividades a partir
de la inscripción en el cuerpo, que se torna materia ética de la policía quiroguiana. Sobre esta
definición topológica de los hospitales-pueblo me he preguntado si podrían ser definidos, a
final de cuentas, en una relación de poder como la que supondría la noción foucaultiana del
biopoder y la sociedad disciplinaria; es decir, vale preguntarnos si lo que va en el cuidado
del cuerpo es una disciplina normativa de los sujetos, como lo podría sugerir esta ponderación
al espacio y al cuerpo en torno a lugares de formación y producción de la vida. Yo diría que
hablar de sociedad disciplinaria a propósito de los hospitales-pueblo sería una inadecuada
ampliación semántica del concepto de la Mixta policía, sobre todo si atendemos a la
exposición concreta del dr. Mundaca a lo que oba en el cuidado del cuerpo: más bien una
modelación ética que no supone la vigilancia y la norma como medios de formación, sino de
algo más cercano a la edificación de la vida. En todo caso, quizá podamos pensar en un
espacio disciplinario que no pretende normalizar creando prácticas de examen de la conducta,
sino que se trata de una modelación ética, eso sí, dentro de la disciplina cristiana. Sobre esto 9

conviene recordar que Quiroga ha reconocido a los indígenas un derecho natural que, desde
su circunstancia, legitimaría la conducta de dispersión de toda policía, un derecho primordial
cuya anulación en la policía cristiana no sería legítima si no alcanzara el sentido de una
formación cristiana adecuada, de manera que no tendríamos aquí el esquema de la
normalidad y la desviación social, sino el de la legitimidad de la vida en policía y el de su
base en una disciplina ética, pero no normalizadora.
El espacio de los hospitales-pueblos no define la totalidad del derecho, puesto que ahí
está un derecho “pre-policial” al que siempre es posible retornar cuando la policía se ha
convertido en un medio de ruina y básicamente se implanta para el castigo, por una parte, y
el reclamo de dominación, por otra. Más bien señalaríamos que los lugares quiroguianos
buscan fundar el espacio de un derecho que significaría un progreso en la “humanización”
de los individuos, y que sin pensar la falta de policía como una vida aberrante o desviada, sí
significaría, sin embargo, una vida no plenamente humana. En este sentido, el derecho natural
destaca más bien por la pobreza de derechos para los sujetos humanos que se limitan, en
realidad, a la sobrevivencia. Pero, por esto, por el reconocimiento de su vigencia, es que los
hospitales-pueblos no se plantearían como los depositarios de la única forma posible de
derecho, pero sí como aquella que implica una profundización en la formación de lo humano
en su sentido más elevado. Por otro lado, es oportuno hacer una distinción no menor entre
este derecho primordial que Quiroga reconoce en el acto de romper con la civilidad para un
retorno a la vida fuera de la policía, respecto a lo que en el espacio discursivo de la filosofía
política contractualista de los siglos XVII y XVIII se reconoció como derecho natural: a
diferencia de la teoría del contrato de acuñación hobbesiana y rousseauniana, el derecho
primordial que Vasco de Quiroga atribuye a los indígenas no es una representación
hipotética, más mítica que histórica, de algo que sólo funciona como estrategia de
planteamiento de la soberanía; para Quiroga se trata de un ejercicio real e histórico, en el que
semejante derecho “natural” o primordial no sólo se antepone hipotéticamente para plantear
el problema del contrato social con vistas a la definición de la soberanía, sino que es la
expresión de una práctica real. Por esto, la vocación quiroguiana hacia la mixta policía no es
de la misma esencia que la llamada contractualista al estado de civilidad frente al natural,
sino que se trata de la instauración de un espacio en que la constitución jurídica de la vida en
comunidad, de la vida en policía, implica un sentido ético de la formación de sujetos, más 10

bien que un sentido político de la localización del poder soberano.


Sin embargo, y no obstante que el esquema de la topología quiroguiana no habla de
una distinción entre lo normal y lo anormal en la medida en que el derecho natural o
primordial no amenaza al derecho del espacio de la policía, poner el cuidado del cuerpo como
punto de partida de la formación ética de subjetividades sí nos remite a “dispositivos”, esto
es, si bien no se trata de la imposición de una normatividad, sí se trata de codificar la
conducta. Y los dispositivos, como se sabe, siempre tienen el aspecto de prácticas
contradictorias, pues se trata de algo que conduce la libertad a partir de técnicas ejercidas
sobre la subjetividad sin que se necesite de las voluntades y conciencias reflexivas de los
sujetos implicados en los dispositivos. Así, el dr. Mundaca nos habla de la forma en la cual
los lugares quiroguianos se especifican para definir la singularidad de cada técnica sobre el
cuerpo a fin de inscribirlo en el derecho: casa, familia, capilla y enfermería, definiciones en
las que la espacialidad de los hospitales-pueblos establecerán la conducción formativa de los
cuerpos de los indígenas en su modelamiento ético y jurídico, con el sentido fundamental de
que el cuerpo debe ser necesariamente la dimensión inicial de la producción del derecho,
pues no puede haber derecho, es decir, vida en policía, donde el cuerpo es violentado y la
integridad antropológica del ser humano es, de esa manera, suprimida.
Y de aquí, finalmente, el contexto del Estado de excepción en el que la ponencia nos
ha expuesto entre los dos tipos de Iglesias, la jerárquica como expresión cercana a la iglesia
tridentina y de los concilios provinciales mexicanos, ante la “Iglesia india”, pues lo que se
pone en juego dentro del espacio de los hospitales-pueblos no designará una topología en
donde el derecho y la policía distingan de manera absoluta la singularidad de los indígenas,
sino que sus dispositivos tengan, en efecto, la consecuencia de incorporar estos lugares dentro
de la práctica de la ley del mundo europeo. Entendemos, según lo dicho por el dr. Mundaca,
que para Quiroga no se trataría del problema —más bien actual— del reconocimiento de la
alteridad amerindia a partir de un discurso basado en la reapropiación de ese derecho
primordial al que ya hemos aludido (lo que sería una perspectiva más bien contemporánea),
sino de una incorporación cultural a través de un modelamiento ético que tendría en el cuerpo
su instancia primaria, sobre el que se definiría el espacio de lo jurídico sin que las técnicas
sobre el cuerpo conlleven una disciplina normalizadora, sino hacia una forma de apropiación
de sí para la civitas cristiana, pero, hay que decirlo otra vez: no como el producto histórico 11

del tiempo y sus cronologías sino como obra en un espacio singular que reclama sus propias
prácticas singulares.

Alejandro Mendoza
El Colegio de Michoacán
alejandromt@colmich.edu.mx

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