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OBJETIVO DE DESARROLLO SOSTENIBLE 17

"La madre de los objetivos es el consumo sostenible": Paula Caballero


Medio Ambiente
4 Oct 2017 - 11:16 PM
Redacción Medio ambiente
La colombiana que ideó la ruta mundial por el desarrollo sostenible, una apuesta de 193 países
para erradicar la pobreza y conservar los recursos naturales antes de 2030.

Se necesitaba una agenda que motivara e inspirara, que fuera un llamado a la acción para
gobiernos, comunidades, sector privado, en fin, todos los actores que deben unir fuerzas y lograr
una transformación verdadera”. Esa fue la respuesta de Paula Caballero a El Espectador hace un
par de años al preguntarle por el origen de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una idea
propia que Colombia presentó ante la comunidad internacional en el año 2012

La propuesta de esta colombiana, en el marco de la Conferencia Río+20, se transformó en la nueva


agenda mundial para el desarrollo, conocida como la Agenda 2030, que incluye 17 Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas para cumplir antes de 2030. Una apuesta por la
sostenibilidad y la equidad que fuera aplicable a todos los países de las Naciones Unidas y que
inspirara, como dice el último de los objetivos, “Una Alianza Mundial para el Desarrollo
Sostenible”.

Volvimos a hablar con Caballero después de 641 días de implementarse en Colombia dichos
compromisos.

Ella se desempeña como directora global del Programa de Cambio Climático del Instituto Mundial
de Recursos (World Resources Institute), en Washington.

¿Qué resaltaría del proceso de construcción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible?

Fue un proceso largo y complejo, que demostró que la estrategia de Colombia, de trabajar con una
amplia gama de actores, está siendo efectiva. Además de la negociación de un concepto en sí,
cabe destacar otra propuesta que fue la clave del éxito. Una modalidad novedosa que jamás se
había empleado en el marco de la ONU: el famoso ‘Grupo de Trabajo Abierto’. Una idea de
nosotros que permitió profundizar en la construcción de objetivos, metas, indicadores y nos evitó
haber caído en una negociación politizada. Ese fue un logro histórico.

Han pasado casi dos años desde la implementación de los ODS, ¿cómo ve el panorama?
Debo decir que siento una enorme satisfacción. Este es un proceso que toma su tiempo, pues es
una apuesta muy ambiciosa, que busca transformar la manera en que nuestras sociedades y
economías entienden y definen el desarrollo. Pero veo no solamente gobiernos, sino sector
privado, sector financiero y otros involucrados de manera activa en la promoción e
implementación de estos Objetivos. Grandes compañías han hecho propios los ODS, un número
creciente de países voluntariamente presentan informes sobre su implementación y se forman
nuevas coaliciones para impulsar determinados objetivos o metas.

Es muy rápido para hablar de resultados concretos. Para usted, ¿cuál debe ser el mecanismo para
medir lo que se está haciendo?

Las Revisiones Voluntarias Nacionales o Voluntary National Review (VNR) en inglés. Una revisión
que presentan los países en el marco del Foro Político de Alto Nivel, la plataforma que dispuso la
ONU para hacerle seguimiento a la Agenda 2030. El último de ellos se realizó en julio de este año
en Nueva York, donde se presentaron 43 reportes.

También están las agencias de estadística de los países miembros, que han participado y liderado
la definición de indicadores para medir avances. Esto es clave, pues con la orientación de expertos
nacionales se asegura que los indicadores son relevantes para la definición y medición de políticas.

A propósito del último objetivo, el de Alianzas, ¿podría mencionar algún ejemplo exitoso?

Se ha gestado Campeones 12.3, una coalición global en torno a esa meta para eliminar el
desperdicio de alimentos. Esa alianza se enmarca dentro del ODS de Consumo y Producción
Responsable. Ahí participan algunas de las multinacionales del sector comida más importantes del
mundo, junto a gobiernos, investigadores, gremios de agricultores, ONG y sociedad civil.

¿Cuál es su opinión sobre el gobierno de Donald Trump y su postura frente a temas claves para el
desarrollo?

Trump tiene una agenda propia que no está alineada con la mayoría de los temas que los líderes
del mundo y sus sociedades entienden como prioritarios para desarrollo, tanto a nivel de su país
como a nivel internacional. Pero lo que estamos viendo es que las agendas acordadas en 2015
cuentan con un compromiso decidido de la comunidad internacional; son procesos impulsados por
fuerzas muy profundas. Hoy en día presenciamos lo que se puede denominar liderazgo distribuido.
Es un mundo cada vez mas multipolar.
Cuando pensó por primera vez en unos Objetivos de Desarrollo Sostenible era inconcebible la
desmovilización de las Farc, ¿cuál cree que es el papel del posconflicto dentro de la Agenda?

El proceso de paz abrió un espacio de enormes oportunidades para entender y profundizar en


muchos aspectos de cara al posconflicto. Tanto esta administración como la que sigue, tienen la
posibilidad de utilizar los ODS como un lente, porque ofrecen un panorama integral de desarrollo.
A través de ellos se puede entender las multiplicidades de la gama tanto de problemas como de
oportunidades de algo tan complejo como es la paz. Tanto de aquellos que exigen una resolución
inmediata como aquellos que se tienen que abordar con una visión de largo plazo, como todo el
tema de uso del suelo.

¿Cuál es el Objetivo de Desarrollo Sostenible que más le inquieta?

A mí ninguno me inquieta. Pero es importante decir que la madre de todos los ODS es el de
Objetivo 12 sobre Consumo y Producción Sostenible. Millones de personas están ingresando a la
clase media a nivel mundial, con expectativas de alimentación, transporte, energía y vivienda que,
si continuamos por la senda actual, exceden de manera dramática los recursos y sistemas
naturales del planeta. Tenemos que lograr una utilización más eficiente y efectiva de los recursos.
Si no logramos este objetivo estamos abocados a un mundo menos equitativo, más pobre, con
mayor potencial de conflicto. La sostenibilidad no es un asunto “ambiental”. Es un asunto
existencial a nivel de sociedad y economía. Y va de la mano con una visión profunda de inclusión.

Hace poco la ONU hizo un llamado a acelerar el ritmo para alcanzar los ODS en 2030, ¿cómo se
puede acelerar?

Uno de los temas importantes es mirar cuáles son las transformaciones estructurales y sistémicas
que se necesitan. ¿Cuál es la visión del país para el año 2050? ¿Cómo entiende su seguridad
alimenticia, hídrica, energética? Con base en este entendimiento, cada país debe proyectar sus
políticas e inversiones actuales. Lo pienso desde una óptica de cambio climático. Es fundamental
que cuando hablemos de acelerar pensemos sobre todo en cómo vamos a descarbonizar nuestras
economías. A reducir las emisiones de gases de efecto invernadero antes del año 2020, que es lo
que dice la ciencia que se necesita para mantenernos por debajo de los dos grados.

Y después de conseguirlo, hay que emprender unas trayectorias aceleradas dentro del sector
energético, del sector transporte, el sector suelo, agricultura y otros esfuerzos. Eso no se puede
hacer con pañitos de agua tibia, no generan las soluciones de fondo que la Agenda 2030 busco
impulsar. ni con pequeñas modificaciones. Eso es lo más urgente para los próximos años en esa
Agenda de desarrollo baja en carbono. ¿Es el objetivo 13, Adoptar Medidas Urgentes para
Combatir el Cambio Climático el que más le inquieta?
No lo mencioné porque lo que está inscrito de cambio climático en ese objetivo es una agenda
muy limitada. Había muchas razones políticas para no tener un ODS fuerte sobre el problema, por
procesos paralelos en el marco de Naciones Unidas como la Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc). Pero la realidad es que los ODS que tenemos no se
van a lograr ni mantener si no atendemos el cambio climático.

Según la Ley 1658 de 2013, “Hasta 2023 hay derechos de utilización de mercurio con fines
industriales y hasta 2018 para explotación minera”. Ley de la cual fue ponente Simón Gaviria en su
momento, y que fue aprobada durante la presidencia en el Senado de Roy Barreras. Y la misma
Presidencia de la República nombró al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible como el
representante legal de los derechos del río Atrato en el Chocó. ¿Cómo puede ser este río sujeto de
derechos cuando la normatividad permite el uso de mercurio para fines industriales hasta el año
2023?

Es absurdo y contradictorio decir que un río tiene derechos cuando la ley es permisiva con los
vertimientos que lo lesionan. Según la Universidad Nacional, más del 50% de las fuentes hídricas
en el país están en mal estado. ¿Cómo se puede considerar el río Atrato un sujeto de derechos
cuando la normatividad no va en la misma dirección? Es evidente la tolerancia jurídica promovida
por el Gobierno Nacional, el cual no se decide a poner un freno de emergencia y apoyar a las
comunidades afectadas. Las declaraciones del Ejecutivo muestran su incapacidad de acción y
tímido liderazgo en el tema.

Pero este no es el único asunto. La incoherencia llega a tal punto que, pese a que Colombia ha
suscrito el Acuerdo de París, no se evidencia una estrategia clara que permita la transición hacia
las energías renovables y el fortalecimiento en las políticas de la calidad del aire. Para Colombia
este acuerdo es una promesa de construcción y trabajo conjunto, uniéndose a un esfuerzo global
de hacerle frente al cambio climático.

Sin embargo, la firma de este acuerdo no representa la realidad, puesto que el Gobierno se ha
obsesionado con la extracción no convencional de hidrocarburos, a pesar de las advertencias que
han expresado la academia y las ONGs sobre sus negativos impactos sobre el ambiente y la salud
pública. Adicionalmente, la desconexión entre la política minero energética y la realidad social de
las comunidades ha desatado numerosas consultas populares, las cuales canalizan la indignación y
la defensa de los territorios como respuesta a la sordera estatal, con índices de rechazo del 97%.

La demagogia de quienes están al frente de la protección de los recursos hídricos y ambientales


del país es notable; mientras el pueblo dice no a la contaminación y protegen sus territorios, las
leyes dicen sí a las empresas que utilizan mercurio y que afectan directamente las fuentes hídricas.
Colombia no le ha dado la importancia necesaria a las enfermedades relacionadas con la
degradación ambiental que, en el año 2015, según el Departamento Nacional de Planeación, le
costaron al Estado y a los colombianos más de $20 billones.

Adicionalmente, aquí no existe una estrategia rigurosa de promoción y prevención que conecte la
política ambiental con la salud pública del país, y por ello tenemos casos tan dramáticos como el
del estudio del profesor Carlos Federico Molina Castaño, donde se hace evidente que “el mercurio
como ingrediente de la leche materna cada vez es más frecuente”.

Los activistas ambientales consideramos que la manera de afrontar la problemática es ayudar


directamente en la búsqueda de soluciones para que la crisis y la protección a los derechos
ambientales sea plasmada en acciones.

A lo sumo, quedan varias tensiones por resolver.

No podemos permitir que la protección ambiental en Colombia se quede en palabras. Se habla del
Río Atrato como sujeto de derechos y, al mismo tiempo, existen leyes permisivas con el uso de
mercurio.

De otro lado, si bien se considera un gran paso la firma del Acuerdo de Paris, los estudios de la
incidencia de mercurio en la leche materna, o en especies de consumo humano, no pasan a la
creación de políticas públicas de prevención, solo son exposición mediática, pero en realidad las
iniciativas no se materializan en Colombia.

Y mientras que el Gobierno presume de aparentes acciones ambientales, se discute a puerta


cerrada la reglamentación para la explotación de hidrocarburos no convencionales, desconociendo
la participación ciudadana, el mismo titular de la cartera de Ambiente ha dicho abiertamente que
Colombia no está preparada para implementar el “fracking”.

* Vocero de la ONG Movimiento Ambientalista Colombiano


proteger el medio ambiente puede generar también nuevas oportunidades de crecimiento
económico, un tema importante en un momento de crisis internacional.

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