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Problemática

de la Teoría
Literaria

The New Criticism: La


Nueva Crítica

-Exposición

TOBARES, Gisela S.

18/09/2012
THE NEW CRITICISM: La Nueva Crítica Norteamericana

Paralelamente al desarrollo de la Estilística europea se desarrolló en Estados Unidos


a partir de los años ´30 y hasta fines de los ´50, una escuela o corriente de nuevos
críticos que forman un grupo muy heterogéneo.
Generalmente se toma como sus principales representantes a T. S. Eliot, I. A.
Richards, William Empson y F. R. Leavis.
El término proviene de la obra de J. C. Ransom: The New Criticism.

Las ideas más importantes de esta corriente son:


 El rechazo al desarrollo del capitalismo urbano.
 La defensa de la comunidad rural.
 La necesidad de una poesía en un mundo dominado por la ciencia y el
racionalismo.
En el período que abarcó la Nueva Crítica norteamericana, el sur estaba siendo
industrializado y rápidamente invadido por el monopolio capitalista del norte. Sin
embargo, intelectuales sureños de tipo tradicional pudieron encontrar en él, una
“alternativa estética” que hiciera contrapeso al estéril racionalismo científico del
individualismo del norte.

La ideología de la Nueva Crítica comenzaba a surgir, y para esta corriente tanto:


 el racionalismo científico que estaba asolando la “vida estética” del viejo sur
norteamericano, como
 la experiencia humana, que estaba siendo separada de su particularidad
sensitiva,
necesitaban una respuesta. La solución se encontraba, para estos nuevos críticos,
en la POESÍA. La respuesta poética de la Nueva Crítica (no la científica) respetaba la
integridad sustitutiva de su objeto. Acá no entra en juego la cognición racional, sino
la afectiva, la cual nos une con el “cuerpo del mundo” mediante eslabones
esencialmente religiosos. A través del arte, un mundo enajenado podría restaurarse
en beneficio nuestro con toda su rica multiplicidad. La POESÍA, que es

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esencialmente contemplativa, incitaría no a cambiar el mundo, sino a reverenciarlo
por lo que en realidad es, enseñaría a acercarse a él con desinteresada humildad.
La Nueva Crítica encerraba la ideología de una inteligencia arraigada, a la defensiva,
que reinventó en la literatura lo que no podía localizar en la realidad. La poesía
constituía una nueva religión, un refugio nostálgico frente al enajenante capitalismo
industrial.

Para la Nueva Crítica:


Un POEMA resultaba impenetrable como el mismo Dios a los esfuerzos de la
investigación racional: existía un objeto encerrado en sí mismo. Un poema es algo
que no puede ser interpretado, ni expresado en ninguna lengua que no sea la de él
mismo; cada una de sus partes se despliega sobre las otras en una compleja unidad
orgánica, y violarla equivaldría a una especie de blasfemia.

Entonces si un poema iba a convertirse en un objeto en sí mismo, la Nueva Crítica


tenía que separarlo tanto del autor como del lector.
La Nueva Crítica rompió así con la teoría de los “grandes hombres” de la literatura, e
insistió en que lo que el autor intentó decir al escribir, aún cuando pudiera
recobrarse, carecía de importancia para la interpretación de su texto. Por otra
parte, tampoco había que confundir la respuesta emocional del lector con el
significado del poema. EL POEMA SIGNIFICABA LO QUE SIGNIFICABA, más allá de
las intenciones del poeta, del autor, y de los sentimientos y emociones subjetivos
que despertara en el lector. EL SIGNIFICADO DEBE SER CALIFICADO DE
MANIFIESTO Y OBJETIVO, INSCRITO PRECISAMENTE EN EL LENGUAJE DEL TEXTO
LITERARIO, Y NO TENÍA NADA QUE VER CON UN SUPUESTO IMPULSO FANTASMAL
EMPOTRADO EN LA CABEZA DE UN ESCRITOR MUERTO HACE MUCHO TIEMPO;
ADEMÁS, ES AJENO A LOS SIGNIFICADOS PARTICULARES QUE EL LECTOR PUEDA
ATRIBUIRLE.

Estas actitudes de la Nueva Crítica ante estas cuestiones estaban íntimamente


ligadas a su afán por convertir al poema en un objeto que se baste a sí mismo. El
poema se convierte más en una figura espacial que en un proceso temporal.

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Rescatar el texto tanto del poder del autor como del poder del lector equivalía a
liberarlo de todo contexto histórico y social. La literatura así, era una solución de los
problemas sociales, pero no formaba parte de ellos.
En realidad, la Nueva Crítica convirtió al poema en un fetiche. Porque si Richards
hubiera “desmaterializado” el texto reduciéndolo a un ventanal transparente por el
que se asoma uno a la psique del autor, la Nueva Crítica norteamericana lo hubiera
“re-materializado” con creces. Y es aquí donde surge la ironía, pues el mismísimo
orden social contra el cual protestaba esta poesía está repleto de tales
“cosificaciones”, que transforman en “cosas” a gentes, procesos e instituciones.

El poema de la Nueva Crítica estaba saturado de misticismo absoluto que no


toleraba ningún argumento racional, pues en el fondo, la Nueva Crítica era
irracionalismo sin atenuantes, íntimamente relacionado con el dogma religioso (la
mayoría de sus representantes eran cristianos) y con el ala derecha de la política
architradicionalista.
Esto no significa que la Nueva Crítica haya sido hostil al análisis crítico, puesto que
cultivaba ex profeso las técnicas más implacables de la disección crítica. El mismo
impulso que la movió a insistir en la condición “objetiva” de la obra, la llevó a apoyar
una manera estrictamente “objetiva” de analizarla. Una crónica típica de la Nueva
Crítica sobre un poema encierra una investigación rigurosa de sus diversas
“tensiones”, “paradojas” y “ambivalencias”, la cual mostraría cómo se resuelven e
integran gracias a la solidez de su estructura.

La Nueva Crítica se desarrolló durante los años en que la crítica literaria en


Norteamérica se esforzaba por “profesionalizarse”, por ser aceptada como
disciplina académica respetable. El movimiento comenzó a vivir como suplemento
humanístico o alternativa de la sociedad tecnocrática, pero acabó por reproducir en
sus propios métodos esa misma tecnocracia. A poco andar la Nueva Crítica pareció
completamente natural en el mundo de la crítica literaria, a tal grado que resultaba
difícil imaginar que anteriormente las cosas no hubiesen sido así.
Dos razones importantes explican por qué la Nueva Crítica fue bien recibida en el
ámbito académico:

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 suministraba un método pedagógico útil para enfrentarse a la creciente
población estudiantil. Distribuir un breve poema para educar la
perceptibilidad de los estudiantes resultaba menos molesto que impartir un
curso sobre las más grandes novelas del mundo.
 El criterio de la Nueva Crítica resultó muy atractivo para intelectuales
escépticos y liberales, desorientados por los dogmas antitéticos de la Guerra
Fría. La poesía al estilo de la Nueva Crítica significaba no comprometerse con
nada ni con nadie. La poesía solo enseñaba “desinterés”. Era una receta
favorable a la inercia política y, por lo tanto, a la sumisión al statu quo.
Los límites de la Nueva Crítica coincidían esencialmente con los de la democracia
liberal: un poema escribió J. C. Ransom, era “por así decirlo, como el Estado
democrático, el cual realiza los fines del Estado sin sacrificar el carácter personal de
sus ciudadanos”. Sería interesante saber qué habrían opinado los esclavos sureños
sobre tales asertos.

Es interesante notar la inclinación de estos críticos hacia la POESÍA. A decir verdad, la


mayor parte de las teorías literarias colocan inconscientemente en “primera línea”
algún género literario en particular del cual derivan sus opiniones de carácter
general. En este caso, sirve para entender las ideas de la Nueva Crítica, puesto que
el cambio en dirección de la poesía es significativo, ya que entre todos los géneros
literarios es el que parece más herméticamente ajeno a la historia, aquel donde la
“sensibilidad” entra en juego en sus formas más puras, menos viciada socialmente.
Esto es así, al menos para estos críticos, quienes parecen notablemente
desinteresados en lo que podría denominarse “pensamiento”. La crítica de Eliot
manifiesta una gran falta de interés en lo que las obras literarias realmente dicen; su
atención se reduce a las cualidades del lenguaje, a los estilos del sentimiento. Para
Eliot se califica de “clásica” la obra que nace de una estructura de creencias
compartidas, si bien en qué consistan esas creencias es menos importante que el
hecho de que sean compartidas. Para Richards el ocuparse de creencias constituye
sin duda un obstáculo para la apreciación literaria: la fuerte emoción que se
experimenta al leer un poema puede sentirse como si fuera una creencia, pero no
pasa de una pseudo-condición.

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En suma:
La NUEVA CRÍTICA norteamericana:
Propone una lectura atenta del texto, con particular atención a sus ambigüedades y
contradicciones internas (que son lingüísticas y literarias) con la voluntad de excluir
los componentes históricos y psicológicos de los estudios literarios, en la creencia
de que hay que analizar la obra en sí, prescindiendo del fundamento científico (lo
que era en gran medida la clave del formalismo ruso).

El denominador común de los autores del New Criticism fue la denominada


denuncia de las cuatro falacias, la cual fue sistematizada por Wimsatt en una serie
de puntos que critican algunos supuestos de los estudios literarios tradicionales:

 Falacia intencional: consiste en creer que se puede identificar el valor


externo del poema, lo que el poema es, con lo que el autor quiere que sea,
con lo que el autor quiere decir. Así, el objeto de la crítica tiende a
desaparecer. Dejaría de ser el poema para pasar a ser el autor. Por eso, en las
investigaciones literarias hay que distinguir entre un posible estudio
psicológico del autor, que puede dar lugar a una tipología de autores, y un
estudio de poética, que ha de centrarse en el poema mismo.
 Falacia afectiva o psicológica: consiste en afirmar que el valor del poema o lo
que quiere decir el poema depende del lector. Si la falacia intencional derrota
por el lado de la psicología del autor, la afectiva se excede por el lado de la
psicología del lector. Si la primera llevaba a un estudio fuera del texto, la
segunda lleva a un relativismo total: si resulta que la entidad del poema
depende de lo que el lector encuentre en él, es posible, en consecuencia, que
cada lector encuentre algo distinto.
 Falacia biografista: la Nueva Crítica se desentiende de los aspectos
biográficos de los autores. La experiencia del autor y su intención en el
momento de la escritura carecen del mínimo interés. El poema es, antes que
nada, un objeto de dominio público.
 Falacia del mensaje: es la que considera que la obra literaria fundamenta su
valor en el ser transmisora de doctrinas particulares y que considera misión

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de la crítica sacar a la luz esas doctrinas implicadas en el texto. La Nueva
Crítica denuncia la falacia por considerar que si el valor literario estuviera
fundamentado en el sustrato ideológico, entonces lo que tendría más valor
desde este punto de vista sería un tratado cualquiera. Se acepta, pues, el
lema de que <<un poema no debería significar, sino ser>>.

La doctrina de los nuevos críticos conduce a una conclusión próxima a la de los


formalistas rusos en el sentido de abolir la tradicional diferencia entre una forma y
un fondo. No es posible separar a ambos conceptos puesto que los elementos de
contenido reciben una elaboración formal y los elementos significantes reciben
valores de significación o contenido. En la Nueva Crítica se llega a hablar de
materiales, tanto de forma como de fondo, y de construcción a través de la cual se
constituye el poema. En esto coincide con el formalismo ruso, pero se diferencia en
todo lo demás. Si la Nueva Crítica opina que la construcción en el poema es algo a
cuyo servicio está la manipulación, el formalismo ruso piensa que lo que constituye
el poema es, precisamente, la manipulación, es decir, la literalidad.

Por otro lado, es importante tener en cuenta que dentro de esta corriente de crítica
literaria había discrepancia en lo que sostenían sus representantes a través de sus
obras, es por eso que se habla de grupo heterogéneo, razón por la cual no llegó a
constituirse en escuela.
Entre sus más importantes representantes, ya se había nombrado a I. A. Richards,
sostenía que el poema es un sistema dinámico donde el significado surge del
contexto global. Distinguía entre lenguaje referencial y lenguaje poético o emotivo;
entre proposiciones (significaciones referenciales del mundo empírico) y pseudo-
proposiciones (significaciones emocionales empleadas por el arte).
Y quien había creído casi ingenuamente que un poema no pasaba de ser un medio
transparente a través del cual podían observarse los procesos psicológicos del
poeta: leer era sólo recrear en nuestra mente la situación mental del autor. La gran
literatura es obra de grandes hombres, y su valor radica principalmente en que
permite el acceso íntimo a su alma. Esta posición encierra varios problemas: en
primer lugar reduce toda la literatura a una especie de autobiografía encubierta. Las

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obras literarias no se leen como tales sino simple y llanamente como recursos de
segunda mano que permiten conocer a alguien. En segundo lugar, la posición da por
hecho que las obras literarias son “expresiones” de la mente del autor, ello no es
así, porque aún cuando pueda uno tener acceso a la mente de Shakespeare leyendo
Hamlet, ¿para qué podría servir eso si mi acceso a su mente se reduce a lo encerrado
en el texto de Hamlet?

Por otra parte, se encontraba T. S. Eliot que se oponía a la idea de Richards de que la
poesía consistía en el uso de la función emotiva del lenguaje y de que era
simplemente un vehículo que permitía la comunicación de la experiencia del autor al
lector. Eliot creía que la poesía se basaba más bien en un intento de liberarse de la
emoción y más que una expresión de la personalidad del autor era un intento de
despersonalización en el que el artista trata de escapar a la obsesión de sus
emociones. Las ideas de Eliot llevan de vuelta al poema y no al poeta, y a una fría
racionalidad, cercana al Formalismo Ruso. Para Eliot los buenos poetas objetivan sus
sentimientos, los expresan sólo indirectamente a través de la descripción de las
cosas que los rodean mediante la técnica del “correlato objetivo”.
Es por estas ideas que la crítica de Eliot representará un papel importantísimo para
la Nueva Crítica. Eliot defiende que sólo puede ser buen crítico aquel que tiene
capacidad de creador, prejuicio éste que será atacado por la Nueva Crítica y que
suele estar presente en los críticos que son a la vez creadores.
Las aportaciones de Eliot a esta corriente son básicamente dos:
 Una teoría de la objetividad: la crítica literaria se interesa por la poesía con
independencia de la biografía del autor y con independencia de la historia. E
conocimiento del poema será, pues, a-histórico. Todas las obras literarias
pertenecerían a una misma tradición: a la tradición de las obras logradas.
 Una teoría del correlato objetivo: ese descubrimiento que lleva a una obra
lograda necesita una traducción lingüística adecuada. Un poema puede
fallar, pues, por dos causas: porque no hay ningún descubrimiento; o porque,
aunque se dé ese descubrimiento, el autor no sepa darle forma lingüística
adecuada.

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Por último, esta corriente (debido a la ideología que sostenía a través de sus
representantes) tendrá sus opositores que le reprocharán su falta de atención, en el
análisis crítico literario, al contexto histórico-social. Razón por la cual, como
reacción a la Nueva Crítica norteamericana surgirá el New Historicism (década de
1980 a partir del trabajo del crítico Stephen Greenblatt) para reivindicar el retorno
de la historia a los estudios literarios.

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