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EFECTIVAS
DE ESCRIBIR
PARA ENGANCHAR AL
LECTOR
¿Para qué escribes, si no es para que te lean?
Por tanto, tienes que escribir para enganchar al lector. Pero hay determinados
aspectos de una lectura que pueden dar al traste con su atención.
El objetivo es tejer una red que cautive su atención para que solo desee seguir
avanzando en la lectura. Aunque son muchos los factores que pueden contribuir a
ello (la presentación de la propia trama, el ritmo, la elección del narrador, la fuerza
de los personajes…) hay pequeños detalles que podemos implementar casi en
cada párrafo.
Para ello importa tanto la historia que cuentas como la manera en que la cuentas.
Incluso puede suceder que una historia no tan buena, bien contada, sepa ganarse
al lector.
En esta miniguía te damos siete claves para enganchar al lector y lograr una
escritura que lo mantenga atado a los hilos de tu historia.
Estas claves tienen que ver con cómo usar los detalles, cómo equilibrar la trama,
evitar usar relleno solo para alargar la historia o ser específico.
Hemos ilustrado cada uno de estos siete puntos con ejemplos que te ayudarán a
comprender cómo aplicar estas claves a tus textos.
Debes aplicar esta idea a la trama en general, pero también a cada una de las
escenas. Veamos cómo.
La pequeña parecía muy cansada, era evidente que necesitaba una siesta.
Esta frase es sencilla y directa; sin duda describe de manera efectiva lo que sucede.
Sin embargo, no estimula la imaginación de lector, ni le impulsa a seguir leyendo.
Sin embargo, proporciona ciertos detalles secundarios —la boca pringosa, el casco
de vikingo— que, aunque ayudan a corporeizar la escena, no apoyan la cuestión
principal.
En esta versión, se han transformado los detalles para que apoyen el sentido
general del texto: el casco y el palo del algodón dulce se han convertido en
De este modo, se ha creado una escena mucho más atractiva para el lector que
querrá saber cómo reacciona el narrador al ultimátum de la pequeña, cómo se
resuelve el conflicto y quién resulta vencedor.
Por ello, la mejor escritura es aquella que logra que el lector se ponga en el lugar de
los protagonistas y sienta lo que ellos sienten: ira, amor, camaradería, frustración,
felicidad, terror, tensión…
De modo que nuestros textos tienen que lograr atrapar tanto la mente del lector
como su imaginación y su corazón.
El objetivo debe ser hacerle participar de la acción para que sienta, no nombrar
emociones abstractas que no logran hacer sentir.
Esta frase puede parecer certera, pero es muy imprecisa. No basta con nombrar lo
que siente el narrador, porque el lector se siente ajeno a ese sentimiento. ¿A qué se
refiere exactamente la idea de sentirse miserable? Es algo demasiado vago como
para despertar la empatía del lector.
Aunque viva mil años nunca olvidaré lo completamente sola que me sentí
tras la muerte de Pedro. Aunque los meses fueron pasando, no era capaz de
apartarlo de mi mente: todas las cosas me recordaban a él. Creí que nunca lo
superaría.
Si bien en esta ocasión se han añadido detalles específicos, esos detalles sólo
ayudan a la narración, resultan meramente enunciativos. En realidad no le
Esta última versión resulta conmovedora porque, con sus detalles, nos ayuda a
comprender y visualizar la relación entre Pedro y la narradora: las rutinas tranquilas
que compartían y cómo uno formaba parte de la vida del otro. No existe una
descripción pormenorizada, pero la hábil elección de los detalles permite que
el lector se represente tanto la vida con Pedro, como la vida sin él. Al tiempo, en
ningún lugar se menciona expresamente la muerte, pero la ausencia del hombre y
la alusión al hospital logran que el lector interprete los hechos, involucrándolo en la
composición del texto.
Debes incluir aquellos detalles que transmitan una idea más profunda o completa
que lo que la mera escena cuenta, incluyendo detalles que refuercen el sentido de
una escena dentro de la trama.
Pero, además, esta escena incluye ahora pormenores acerca del personaje,
desarrollándolo y dando idea de su personalidad al lector: la protagonista es una
mujer que sigue el juego del coqueteo con un desconocido; no es la primera vez
que lo hace, puesto que sabe los pasos a seguir para alcanzar el éxito; y muestra
sentido del humor cuando se dice a sí misma que ya ha hecho lo suficiente para
que el hombre se acerque.
Como ves, se trata de incluir ciertos detalles que transmitan una idea más profunda
o completa que lo que la mera escena cuenta. No se trata únicamente de incluir la
escena de un coqueteo en un restaurante, sino que esa escena debe proporcionar
nueva información relevante sobre tus protagonistas, sobre sus aspiraciones y su
forma de actuar, ayudando a comprender mejor la historia de su conflicto que estás
presentando.
El secreto para mantener cautivo el interés del lector es hacer que la trama siempre
avance, aportarle casi con cada párrafo nueva información sobre la historia para
que desee seguir avanzando a través de ella.
Esto no significa que debas aplicarte a idear tramas trepidantes, donde en cada
línea aguarde un giro argumental, sino trabajar para que cada palabra permita
comprender mejor a tus personajes y la manera en que sus decisiones y reacciones
van dando lugar al desarrollo de la acción.
A veces puedes caer en la tentación de rellenar páginas y páginas con texto que,
realmente, está aportando muy poco al desarrollo de la historia que deseas contar.
Qué le vamos a hacer: te gusta escribir y es difícil resistirse al impulso. Sin embargo
tienes que permanecer atento para asegurarte de que todo lo que escribes, cuenta.
Es decir, aporta una información útil para comprender algún hecho que vendrá a
continuación.
Esta versión está más cerca de no ser simple relleno: no solo aporta datos sobre
los requisitos para jugar al ping-pong, sino que los relaciona directamente con el
protagonista, de modo que nos cuenta algo sobre él. Las exigencias del deporte le
complacen y, de hecho, siente que le elevan por encima de aquellos a quienes el
ping-pong les parece un mero pasatiempo.
Este último párrafo profundiza todavía más en los sentimientos del protagonista.
No se detiene en consideraciones generales sobre el deporte, sino que describe
con detalles vívidos las sensaciones de Guillermo mientras lo práctica, desde lo
físico: cómo agarra la pala, cómo corre el sudor; hasta lo psicológico: la tensión
entre los jugadores, que depende directamente de los tantos que señala el
marcador.
La última versión nos dice que a Guillermo le gusta el ping-pong y por qué, nos
dice cómo se siente cuando juega, nos habla de una cierta competitividad.
Todos esos detalles no solo sirven para fijar la atención del lector para que se
sitúe mentalmente frente a una mesa de ping-pong dispuesto a vencer a su
Un buen texto debe satisfacer ese doble objetivo, lo que no resulta sencillo, así que
es mejor que no desperdicies palabras escribiendo mero relleno.
No basta con narrar, no basta con describir: hay que adentrarse en los abismos e
iluminar la oscuridad. Quedarse en la superficie puede significar que el lector no se
implique con tu historia y la abandone.
Para profundizar en tu historia necesitas tener muy claro qué quieres contar y qué
impresiones buscas provocar. Sin esas certezas, será imposible que logres hacer
sentir al lector lo que quieres que sienta.
Todos en el colegio sabían que Blanca era la más mala de cuarto curso. Era
una niña preciosa y muy inteligente y siempre lograba salirse con la suya. Por
el contrario, yo era torpe y tenía pocos amigos y era la empollona de la clase.
Así que Blanca convirtió mi vida en un infierno durante todo el curso.
En este fragmento, el autor pretende hacer comprender que Blanca es mala. Sin
embargo, se ha centrado tanto en los sentimientos de la narradora que solo la
hemos “visto” a ella.
Todos en el colegio, menos los profesores, sabían que Blanca era la más
mala de cuarto curso. Era una niña preciosa y muy inteligente y siempre
lograba salirse con la suya. Por el contrario, yo era torpe y tenía pocos
amigos y era la empollona de la clase. Una vez hice un mural precioso
sobre la llegada del otoño, trabajé en él durante días. El día en que debía
entregarlo, Blanca me arrebató la cartulina y arrancó una por una, con sonrisa
perversa y complacida, las hojas de árbol que yo había recopilado y pegado
Como puedes ver, ambos pasajes se ocupan de lo mismo; sin embargo la segunda
versión, al centrarse en un momento específico, logra que el lector se represente
a Blanca, que se sienta presente en el momento en que destroza el trabajo de la
protagonista. Y, al representarse esa acción injusta, el lector no solo comprende
la maldad de Blanca, sino que además se pone instintivamente del lado de la
narradora.
Por tanto, al incluir una acción concreta que cristaliza la maldad de Blanca se la
presenta como a una niña mala de una forma mucho más clara y palpable que si
simplemente se apunta «Todos en el colegio, menos los profesores, sabían que
Blanca era la más mala de cuarto curso».
Esto suele suceder porque no tienes claro lo que quieres contar, es decir, no has
visualizado bien la escena, prestando atención a todos sus detalles, calibrando las
acciones que describirás y previendo las consecuencias que tendrán.
Basta con que seas preciso y hagas constar aquello que mejor puede hacer
comprender al lector lo que estás contando y su significado en el conjunto de la
obra.
Veamos un ejemplo:
En esta frase se menciona una mirada y el sentimiento que dicha mirada suscita.
Sin embargo, la descripción es demasiado general: se podría definir con más
exactitud esa mirada, así como concretar ese vago sentimiento de incomodidad.
Por ejemplo, un ceño fruncido o una mirada fija pueden reforzar esa idea de una
mirada que resulta incómoda. Mientras que esa incomodidad puede traducirse en
un gesto como levantarse para salir del foco de los ojos o arreglarse la ropa.
Un ejemplo más:
Estaba claro que había que hacer algo para resolver esa terrible crisis.
Expresiones como “estaba claro”, “sin duda”, “era evidente”… a menudo son indicio
de que el escritor no está del todo seguro de haber logrado que se haga patente
En resumen, si eres un buen escritor te ocuparás de hacer evidente para el lector las
causas y las consecuencias de las acciones que mueven tu narración de la manera
más diáfana posible.
Esa idea es la base de todos estos consejos, pues si te limitas a contar pocas veces
lograrás alcanzar la profundidad que logre emocionar al lector o dejar constancia
de esos detalles persuasivos que cautivan para siempre la atención del lector.
Pues bien, hay ocasiones en las que no es necesario mostrar y basta con contar.
Tal es el caso cuando quieres dar brevemente una información que ponga en
antecedentes al lector sobre un hecho que necesita conocer para entender una
escena que se desarrollará a continuación.
En ese caso bastará con escribir algo como “Al salir de clase, Pedro tomó el autobús
para acercarse a casa de Miguel y devolverle el libro que le había prestado”. No
hace falta que te detengas a describir cómo fue el trayecto en autobús en mitad de
una tarde de tormenta, ni que las gotas de lluvia resbalaban por los cristales como
lágrimas.
Incluso aunque creas que esos detalles (la tormenta, las gotas como lágrimas)
anticipan lo que viene a continuación, esos detalles no le van a decir nada al
Otro ejemplo.
Tu protagonista va a comer ese día cerca de su oficina para poder finalizar antes
su jornada laboral y acudir a una importante cita por la tarde. Bastará con señalar:
“Para salir antes, Pedro se quedó ese día a almorzar en un local de comida rápida
cerca de su oficina”.
No es necesario que expliques el menú, cuál era la estatura y color de ojos del
camarero que le atendió o cómo a la mujer de la mesa de al lado se le volcó el vaso
de la bebida. Reserva los detalles que enganchan para la cita que Pedro tendrá por
la tarde para optar a un nuevo puesto de trabajo.
Y un ejemplo más.
Pedro tiene una decisiva entrevista de trabajo en las oficinas de una importante
multinacional. Mientras espera a que llegue su entrevistador no hace falta describir
prolijamente el color blanco roto de las paredes, el grosor de la moqueta y el
número y la forma de las manchas que tiene o los fluorescentes que iluminan la
estancia.
Reserva esos recursos, que pueden marcar la diferencia, para las escenas
importantes de tu narración, aquellas que hacen avanzar la trama, que desarrollan
el conflicto y en las que de verdad te interesa que el lector permanezca bien atento.