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Historia Universal Siglo veintiuno Volumen 8 EL IMPERIO ROMANO Y SUS PUEBLOS LIMITROFES El mundo mediterrdneo en la Edad Antigua, IV Compilado por Fergus Millar Argentina siglo Espafia x 2. Roma, el pueblo romano y el Senado En torno a Roma y al Senado se desarrollaron las instivu- ciones del Imperio. Bajo la Repiblica, el Senado, elegido por el pueblo romano pero de composicién en gtan parte heredi- taria, fue el auténtico gobierno del Estado; el pueblo, tedrica- mente soberano, tenia la Ultima palabra pero escasa participa- cién en la formacién de la polftica. Bajo el Imperio, el pueblo perdié todos los derechos constitucionales efectivos, ya fueran legislativos o electorales, y en cambio gané privilegios econé- micos cada vez mayores. Los emperadores organizaban la super- visién de acueductos y edificios piblicos, el abastecimiento de grano y el control del precio de los viveres, la distribucién mensual gtatuita de grano (y. més tarde de otros alimentos), constantes repartos de dinero y una continua serie de juegos y espectéculos repattidos a todo lo largo del calendario de la ciudad. Al tradicional derecho del pueblo romano a los frutos del Imperio, se aiiad{a la necesidad de los emperadores de demostrar el éxito de su régimen por medio de la ostentacién y la munificencia, segiin la tradicién aristocrética de la Repi- blica. Ademés, como veremos, la presencia del emperador pro- porcioné al pueblo romano la posibilidad de ejercitar cierto poder polftico real, incluso cuando desaparecieron los derechos formales. , La importancia de la ciudad de Roma y del pueblo romano estriba, pues, en el hecho de que los bienes del Imperio se gastaban principalmente en Roma, y en el de que Roma, hasta muy al final del perfodo, siguié siendo el escenario ntimero uno del ejercicio del poder imperial. La importancia del Senado fue mucho mayor y més compleja, Formado por Jos magistrados y ex magistrados de la ciudad de Roma, muchos de Jos cuales, en los primeros tiempos del Imperio, descendfan de familias senatoriales de la Repiiblica, dio la pauta de legalidad y de tespeto por el decoro y la tradicién en funcién de Ja cual se juzgaba a los emperadores (por ejemplo, en Tiberio cons- tituyé una muestra deliberada de respeto a la tradici6n el po nerse de pie para saludar a los cénsules). Augusto mismo, des- pués de la victoria del afio 31 a. C. gracias a la cual se hizo con el poder absoluto en e] mundo romano, fue elaborando su posicién constitucional cuidando siempre puntillosamente de no herir Jas suceptibilidades del Senado. Después de esto, los 12 emperadotes, todos los cuales hasta Mactino (217-218) fueron a su vez senadores antes de su elevacién al poder, en general intentaron (con notables excepciones) trabajar de acuerdo con el Senado y rebajar la tensién soterrada que inevitablemente resultaba del conflicto entre las tradiciones senatoriales y el simple hecho de ta existencia de un emperador. La naturaleza de Ja tensién y de los intentos por resolverla se revelan en el hecho de que Ja mayorfa de los emperadores, desde Nerva (96-98) hasta Septimio Severo (193-211), prestaron el juramento (que no siempre observaron) de no ejecutar a ningin senador sin un voto aprobatorio del Senado mismo. Ademés, la aprobaci6n por parte del Senado de sus poderes y sus tftulos era un elemento indispensable, aunque sélo formal, de Ja proclamacién de un emperador; y era también el Senado el que decidfa la deificaci6n o la damnatio memoriae de un emperador después de su muerte. Como el Senado conservaba la funcién legislativa que habfa adquirido en la Repiiblica, siguiéd encargado de una variada gama, dificil de precisar, de asuntos administrativos, y adquirié el papel nuevo de tribunal para ciertos delitos realizados por miembros de los estamentos senatorial y ecuestre. Tal era, en Mneas generales, la situaci6n del Senado en tanto que c4mara. De nuestras fuentes histéricas (Técito a principios del siglo nm, Dién Casio a principios del mr o la Historia Augusta en el rv) se desprende que a un emperador se le juzgaba segin cudl hubiera sido su conducta respecto al Se nado. Resulta llamatiyo el hecho de que todos aquellos empe- radores (Netén, Domiciang, Cémodo) que ofendieron con ma- yor violencia la susceptibilidad del Senado sufrieran muertes violentas. También fueron sélo senadores los que mantuvieron, excepto en el caso especial de Egipto, el monopolio del mando de las legiones y de las principales provincias. Las pautas impuestas de esta forma para el gobierno del Impetio permanecieron prdc- ticamente inalteradas hasta el Ultimo tercio del siglo mu. El cambio més significativo anterior a esta fecha es de otro tipo: Ja constante extensién del derecho a acceder al Senado para personas procedentes de las partes mds urbanizadas del Imperio. Pero aunque los hombres nuevos no pod{an ingresar sin la auto- rizacién del emperador, ellos y sus descendientes asimilaron sin embargo las tradiciones del Senado y el sentido de su dignidad corporativa, a lo que el emperador no podfa oponerse. 13

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