Taller de Redacción y Comprensión de Textos Semestre 2018-2 Ávila Johnson, Ana Perla Ejercicio núm.: 5 Núm. de cta.: 315038013 Ensayo Grupo: 0006 Fecha de entrega: 01/05/2018
Esclavas del maquillaje
Desde el surgimiento del amor cortes en la Edad Media se empezó a idealizar a la mujer, de igual manera, se le dio un valor estético a su presencia. Se dieron instrucciones de como se debía comportar una dama, como debía actuar y como se tenía que ver: perfecta. Estos estereotipos siguen vigentes en nuestra sociedad, el deber de una mujer es estar perfecta siempre y en cualquier momento: despertar, al ir a la escuela, al mercado o después de parir un hijo. Si por alguna extraña razón no cumples ese deber, serás criticada por la que sí se ve perfecta, o por el machito de la esquina o incluso por ti misma, cuando te veas en el reflejo de alguna ventana polarizada de un carro o en el espejo del baño; de estos factores nacen nuestras inseguridades de las cuales la industria cosmética se aprovechó para elaborar todo un gran comercio junto a una estrategia publicitaria, encontró el punto débil en cada mujer para poder sacar ventaja de nuestra baja autoestima y obtener todo nuestro dinero. Me refiero a las cremas, los exfoliantes, las mascarillas, los productos para el cabello, los tratamientos, el maquillaje todos creados con la finalidad de cubrir o mejorar lo que se supone no debería estar ahí según la sociedad o para lucir como deberías lucir. El maquillaje es un gran factor en toda esta mercadotecnia; para cubrir los granitos, tus poros, las ojeras, agrandar el ojo, hacer tu nariz se vea más delgada, tus pómulos como estrella de cine o tus labios como los de las famosas de reallity shows. El maquillaje es una alternativa para lucir mejor de como te sientes, para disimular cosas que no te gusten o para resaltar las que sí. Pero ¿qué sucede cuando crees el maquillarte se vuelve algo necesario en tu vida y no un gusto o algo divertido o un momento contigo misma? Se empieza a crear dependencia del maquillaje, se crea una situación en donde deja de ser tu amigo, tu ayuda, se vuelve un enemigo al recordarte constantemente lo poco que vales sin él. Pero, sin embargo, el maquillarse no está mal, yo lo hago casi todos los días, el punto es hacerlo por ti para ti, no por como deberías lucir. Hacerlo porque te quieres ver bien, porque te sientes bien al hacerlo. No por gustarle a alguien, no por las inseguridades o por parecerte a alguien irreal, no por perseguir cánones de bellezas inalcanzables. Todos somos bellos, con o sin maquillaje. Al usarlo, al igual que al no usarlo debe haber seguridad, debe haber comodidad y felicidad. Cuando se encuentra ese equilibro, ya no eres esclava de la industria, eres libre de hacer lo que quieras cuando quieras. Ya no juegan con tus inseguridades, ya puedes presumir de ellas. Lo importante es poder reconocerte en el espejo con maquillaje o sin él y verte perfecta de ambas maneras.