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El hombre es un ser social.

Siempre ha vivido en sociedad


como un hecho natural. Un hombre no puede nacer fuera de
la sociedad. Una vez nacido, hay que comprender la
importancia que el aprendizaje de costumbres, de modos de
comportarse, de relacionarse y comunicarse, tiene para todo
ser humano, desde los primeros meses de vida. Todo ello
forma un conjunto de pautas y patrones de conducta social,
sin los cuales, se podrían ver reducidos a una condición
diferente a la que actualmente entendemos como humana.
La importancia que lo social tiene en la conformación de la
propia realidad humana contrasta, con la poca atención
recibida. El tardío descubrimiento de este como campo
temático es una de las razones por las que la Sociología no
empieza a desarrollarse hasta el s. XIX. No parece suficiente
la explicación de que una reflexión sobre lo social no se pudo
producir hasta que no se desarrollaron los planteamientos
propios del método científico, y hasta que la realidad de la
sociedad civil fue contemplada diferente al Estado, al
margen de todo lo que se comprendía en la esfera del poder
político. La mayor parte de los padres fundadores no
dedicaron sus esfuerzos a aclarar lo que constituye la
realidad de lo social. Podríamos pensar que lo tardío de esta
reflexión estriba en su carácter básico. La evidencia de que
los hombres estamos entrelazados en una compleja red de
grupos primarios identificables en los distintos ámbitos de la
vida social, constituye una realidad tan obvia en nuestros
días, que no deja de resultar sorprendente que hasta una
época reciente no se haya prestado la atención que se
merece. Resulta razonable la explicación de que ha sido la
misma importancia de lo social la que ha retardado el
desarrollo consciente de una reflexión sobre esta
problemática hasta el momento histórico de la revolución
industrial, en que el vertiginoso ritmo de los cambios sociales
empezó a hacer tambalearse la firmeza de muchas de las
concepciones tradicionales y los esquemas estructurales
con que el hombre había contado. Lo social constituye la
verdadera sustancia medular de estudio de la Sociología.
Las interrelaciones y dependencias mutuas entre los
procesos biológicos y culturales de la evolución han sido
objeto de atención. Schwartz y Edward han señalado que la
forma más frecuente de influencia cultural en este proceso
biológico lo constituye la selección de pareja. La significación
genética de estas decisiones culturales referidas al
emparejamiento, consiste en que ciertas combinaciones
genéticas son excluidas, o sus posibilidades reducidas. El
hombre es un ser social por naturaleza. Para su plena
realización, el hombre necesita de la relación con los otros,
no puede sobrevivir sin la ayuda de los demás. El hombre es
un ser en constante relación, con la naturaleza, consigo
mismo y con los demás. Tiende a reunirse en grupos, en los
cuales (a través de la convivencia) se conoce a sí mismo, da
de sí mismo y recibe de los otros; se pasa de una relación
yo-tu a un nosotros. Así los hombres al reunirse y
relacionarse entre sí, conforman la sociedad, como el
conjunto de esas relaciones estructuradas y determinadas
de las relaciones sociales; sin embargo, son las relaciones
internas de una sociedad las que nos permitan identificar el
tipo de sociedad en el que se encuentren se propone
encontrar las leyes que rigieron el acontecimiento. Ya con
las ciencias sociales, la diferencia se encuentra en la
extensión de la sociología respecto a su objeto de estudio,
puesto se le considera de mayor amplitud, por lo cual abarca
a las ciencias sociales. Con la filosofía social, que observa y
analiza el mismo fenómeno que la sociología, la diferencia
esté en los resultados que aporta, por su análisis desde la
totalidad del hecho social, es decir, en la sociología las
generalizaciones a las que llega parte solamente de los
hechos observados, sin considerar ningún principio que
precedente; en cambio, en la filosofía social, los hechos
observados son relacionados con principios definitivos, con
los cuales puede explicar la realidad en su conjunto. El
sociólogo investiga ¿cómo es que se realizan las relaciones
entre los hombres? Y pretende describir, comprender y
prever los acontecimientos; el filósofo cuestiona ¿por qué
son así las relaciones entre los hombres? ¿Qué es lo que
hace ser a esos modos de relación entre los hombres? Y
propone nuevas alternativas de convivencia desde una
comprensión totalizante de la realidad.

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