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3QUE ES LA CRITICA LITERARIA? ‘Antes de explicar lo que yo entiendo por critica de Ia literatura, tendré que decir unas palabras acerca de la Titeratura, 0, més coneretamente, acerca de las obras literarias.* Una obra literaria se puede definir de muchas maneras. A mi me gusta, por econdmica, esta definicién: una obra literaria es Ia concrecién lingiifstica (concrecién en forma de lenguajc) de una emocién, de una experiencia, de una imaginacién, de una actitud ante el mundo, ante los hombres. Un cuento, un poema, tuna novela, etcétera, son obras literarias: convierten en lengua- je, digamos, la adoracién de la belleza, la indignacién por la injusticia individval o social, la fascinacién por el mistetio de lavidao por el misteriodc la muerte, el sentimiento de serenidad © de terror o de melancol{a dejado por cierta noche... (y esta enumeracion podrfa seguir hasta el infinito) Pues bien: as{ como el cuento, el poema, Ia novela, han con- vertido en lenguaje la experiencia del autor, ast In critica de ‘ese cuento, de ese poems, de esa novela, convierte en lenguaje Inexperiencia dejade por su lectura. La critica es la formutacién de la experiencia del lector. Pone en palabras 1o que se ha experimentado con Ia lectura. ;,Asf de simple? Sf, s6lo que esa simplicidad puede ser dificultosisima, Como la experiencia de Talecturaes.a veces sumamente complicada, hecha de elementos cenormemente variados y complejos, ese poner en palabras se puede complicar hasta Negar a ser algo tan técnico o tanexigente como una filosofia o como un sistema cientifico. De hecho, los, grandes criticos literarios son tan raros como los grandes crea~ ores literarios, Ms reros atin, tal vez. La razén puede ser ésta » Bsus paginns son la “vein excite” (1973) de un conferencia deta de viva vo 22 Be junio de (912 en ls Libyetia Univeretana, Ev psc de un eilo Tarde "(de ponirs, de msica, de ine, ectera), anime toes "erat Jos medios de que se vale el creador literario son fundamental- mente irracionales, intuitivos, casi “fatales” (a veces se habla de “dones divinos”), mientras que los medios de que se vale el erftico son fundamentalmente racionales, discursivos, y por lo tanto se consiguen més por las vias del esfuerzo, de la disciplina y det estudio que por las vias gratuitas de Ia intuicién. Por eso el critico puede “formarse”. Por eso hay incluso c4- tedras para la mejor preparaciGn de los eriticos literarios. (No se sabe, en cambio, de ningén verdadero creador literario que haya legado a serlo a eausa de que “se forms” siguiendo cursos de creacién.) Tal vex nunca Ileguemos a ser “grandes” criticos. Pero es un hecho que todos los lectores podemos hacemos crf- ticos, y que todos los criticos podemos hacernos mejores cxiti- cos. Son metas que estin a nuestro alcance. ‘Digamos que hemos lefdo ese cuento, ese poema, esa nove~ la... O no: hagamos otra cosa mejor: leamos una obra determi- nada. Sea un cuento de Juan Rulfo, digamos el cuento intitulado “Diles que no me maten”, de su libro El Vlano en Hamas. (Para entender mejor io que va a seguir, seria efectivamente muy bueno leer ese cuento de Rulfo, o reteerlo si su lectura no es muy reciente, Perd6n si esto causa alguna incomodidad: pero To que va a seguir puede decirse lo mismo en un lenguaje general yy abstracto que en un lengueje particuler y concreto, y yo pre~ Fiero decididamente Ja segunda manera. Si tomara una novela de Juan Carlos Onetti, oun poema de Tomas Segovia, los rasgos {que destacarfa serfan naturalmente otros, pero mis concJusiones, en cuanto a fo que es {a critica, serian las mismas.) Eiijo “Diles que no me maten” por una razon de comodidad: conozco a much{simos lectores de es¢ cuento, sobre todo lec tores jévenes, y puedo asegurar (observaci6n de hecho) que a ninguno lo ha dejado indiferente. Asi se hace més cémoda la tarea de entenderse. Pero muy bien puede ser que entre los que ime estén leyendo haya alguno que sienta que ese cuento “no fe dice nada”. Es bien posible: esté en el orden de las cosas, y no hay que alarmarse excesivamente. Desde luego, una cosa que ‘nunca hay que hacer es fingir que nos interesa una obra que nos hha dejedo indiferentes. (A ese lector que ha encontrado hueco y vacfo el cuento de Rulfo, mero sonido de palabras, le suplico yo que ponga en su lugar algo que a él le interesa, y que en 4l lugar de los rasgos que yo destaco, destaque él los rasgos per- tinentes de esa obra que él ama.) Pero antes de entrar en materia no estaré de més decir unas palabras acerca de la critica Yadversa”, porque después no voy a hablar més que de Ie eritica que més me importa (aunque ésta también, ocasionalmente, pueda ser adversa). 1. Muchas personas piensan que hacer critica de un libro © de un avtor, eriticarlos, es lo mismo qué censurarlos, “meterse con ellos”? “ponerlos como trapo”. Yo no le doy ese significado ala palabra. Para mi, eritica significa “apreciacién, valoraci6n, juicio, entendimiento de alguna cosa”, en este caso una obra literaria, Tal apreciaci6n podria traducirse en wna condena, pero ‘eso ya serfa por culpa de Ia que se pretendia creacién literaria, sin serlo, y no por culpa de una determinada actitud critica, porque la critica, segin mi definicién, no estaba de ninguna manera predispuesta a un rechazo. 2. Claro que la erftica “adversa” —euando es critica, se en- tiende— puede ser tan iluminadora como fa critica “favorable” © “entusiasta’, El eritico que niega categoria estética, categoria de creaciones literarias a tales o cuales productos, aunque en otro terreno scan algo (reportajes, por ejemplo, 0 incluso ejer- cicios de gramética), les esti negando en el terreno literario suser mismo, las esté declarando “no-seres”, y por consiguiente esté afirmando sus ideales del verdadero “ser”, de la verdadera obra literaria, 3. Sin embargo, el fraude total, el completo no sex, el cero absoluto, son fenémenos muy raros, y quiz4 puramente hipo- téticos, entes imaginarios. Baste pensar esto: Ia peo: novela tiene lectores. A mi, por ejemplo, las novelas de Corfn Tellado ‘me parecen (porque ése es mi esquema mental, lo reconozco, © £ea mi actitud critica) la negacién misma de la creacién lite~ rasia; y sin embargo me es forzoso reconocer gue Corin Tellado tiene infinitas lectoras, y que esas lectoras, que por supuesto son tan sores humanos como yo, experimenten en su esfera las mismas emociones que el lector de Marcel Proust en Ja suya. 2 Hiy un gracias ensayo de Brique Dfex-Canedo lamado "Metetse con” en lo primers serie de 158 Conversacionesderaras, edicaas por subi Zoagu). Evita a fbi lctores 9 lero: re van a diverse, (Nora de 1993.) 42 (Las mismas? {No estaré exagerando? No, porque son emo- clones hechas de idéntica sustancia, por més que, muy proba- blemente, las Iectoras de Corin Tellado tenderdn a pensar que lacsfera de ellas, In esfera corintelladesca, es mucho mas amable y placentera, mucho més célida y grata que la esfera enrarceida cl lector de Proust, mientras que el lector de Proust, natural- ‘mente, ni siquiera se dignaré asomarse a Ja otra esfera, sintién- dola barata e idiota.» 4, Por lo tanto, el hipotético condenador absoluto del cuento de Juan Rulfo, si es un critico informado, tiene que saber, for- zosamente, que existen acerca de é) muchas valoraciones “fa- vorables” y aun “entusiastas”. ¥, si procede verdaderamente como eriti¢o, no me cabe duda de que eso lo estimularé a hacer de su condena un verdadero juicio o entendimiento, una ver~ dadera eritica literaria. 5. La conclusién de todo esto es muy clara, En un cuadro total, que abarque todos los aspectos y todas las repercusiones de une obra deierminada, es normal encontrar dosis de acepta- cidn y dosis de rechazo. No hay agut nada 100 por ciento “ne- gro” ni 100 por ciento “blanco”, Nuestra reaccién personal, si #8 honrada, rara vez es asi de intransigente, Y si leemos una historia de'le eritica no tardaremos en encontrarnos con que nadie (ni Homero, ni Shakespeare, ni Dante, ni Cervantes, ni Goethe) se ha visto libre de “Tunares”, de “debilidades” y aun de “estupideces”, al pasar por el juicio honrado de generaciones de lectores. De af que las buenas eriticas, en la préctica, no usen Ja “‘censura” sin algunos granos de “elogio" (y vieeversa). Las erfticas 100 por ciento negras, las criticas implacablemente 4 Durante ios of menclonar las novela de Refael Péez y Pécez como ejemplo soprema de “eubliteratur”, pero jamkseaySuna28 mls manos. Posesiommente Pasion founzar exe hat les novela de Corin Telada, caja nombre, mis extOnico ue ode Paren y Perez, acopé en mis clases de Teoria Liteona eatndo de “subliterare” 30 trae. Tampoco habia Teido ningora, pero mis alumnos y yo eabiamos por dénde Fan Abora bien, a vex fuimoe invitees mi Zama yo, pasar an finde semana fois case que cists desconocidor (amigos Ce amigos) renfan enum gar tata, y [ils em la sala me enconiré con Gocenas de novela de Corla Tella meats fa {sis pasaba por prados y oleot y lagos, vo me dedigué s leeras, con Ie mi ina ciate de rogoijo —-e eto esloy seguro con que Cervantes ley la Fortuna de ‘Amar de Annie az Lo Frasso: vease Dow Quifore, primers pare ap. 6, acne! il, (Nota de 1993.) 43 aniguiladomss, tienen siempre, en mi opinién, una dosis més omenos fuerte de ignorancia (0 de “mala leche", que no sé si es peor). Hemos lefdo, pues, “Diles que no me maten” y nos ha impre- sionado de una u otra manera, No de la misma manera a todos, desde luego. Algiin lector vivird el cuento como evocacién o recreacién de un ambjente rural mexicano; otro tendrd a im- presién de que Rulfo transcribié en estas paginas una escena Tnvy conereta y muy patética, presenciada por él; otro se su- mezgiré sin mis en ese patetismo, y a fuerza de identificarse con Juvencio Nava sentird en s{ esa misma urgencia de vivir, ¥ unird su voza la del pobre viejo (probablemente con el corazon Palpitindole) para gritar con él Ja abyecta siplica: “Diles que tengan tantita léstima de mf”, y al decisla sentiré la esperanza (remota, sf, pero esperanza) de que el coronel, el hijo de don Lupe Terreros, se compadezca; pero otro se identificard més bien, quiz4, con el justiciero coronel; otro se conmovers por 1a eficacia del longuaje, por su desaudez (que puede ser desola- cién, que puede ser precisién); otro, a lo mejor, ni siquiera se fijard en el Ienguaje (o creerd, con desdén, que eso es cosa de “eraditos” 0 de “fil6logos”) y se atendré solo al drama, al im- pacto; algunos sentirén que el cuento ¢s una obra maestra de ccélculo, con sus porciones bien equilibradas de tensién y dis- tensi6n, de ironia y de drama; otros rechazaréa, aun con indig- nacién, cualquier idea de céleulo y de artificio, y dirfin que el cusnto es la espontaneidad misma. He enumerado algunas de las posibles reacciones, pero éstas son précticamente ilimitadas, por la misma razén de que son. prficticamente ilimitadas las sensibilidades humanas, Pensemos (por via de ejemplo) que la experiencia de un lector finlandés sencillamente no puede ser idéntica a la de un lector mexicano. Pero, en fin, baste con esa enumeraci6n. (Cada cual podré en esie momento hacer explicita su propia reaccién, decir honra- damente Ja respuesta que primero le vendrfa a los labios si se Jepreguntara a boca de jarro: "{Quées lo que te ha impresionado Pues bien: si se dan todas esas recciones de los lectores, es que todos los estimutos necesarios para ello estén de alguna 44 ‘maneraen el cuento, unos més a flor de tierra, por decir asi, otros ‘mAs soterrados; unos bien expresos, otros insinuados apenas, Es evidente que algunos de esos estfmulos Jos “puso” Rulfo cons- cientemente, mientras que otros “se le colaron” sin que él se diera cuenta, (jTantas veces ocurre que un escritor se asombra de lo que los lectores han encontrado en su obra!) Nunca podremos separat con precisién lo consciente de lo no consciente, Pero un hecho es claro: todo Io que “Diles que no me maten nos esté transmitiendo de Ia vida de Rulfo, de su experiencia, de sus re- ccuerdos y sus obsesiones, de su sentido de la tragedia y la ironta, de su ternura, de su enorme compasién pot los seres humanos, en tune palabra, todo lo que hay alif de su mundo total (0 sea: su ‘mundo consciente y su mundo subconsciente), todo eso se ha convertido en lenguaje, odo eso se nos da en forma de lenguaie. Lo que hace el lector es descifrar el lenguaje det autor, “des- codificar” su mensaje, No tiene por delante al hombre Juan Rulfo (y si lo tuviera por delante, zcémo harfa para entrar en comunién directa con su mundo). Lo que tiene por delante son tunas pocas péginas escritas en la lengua espafiola de México. Y¥ esos cuantos centenares de palabras, esos pequefios pufiados de lenguaje, son Ia nica garantia de la autenticidad de su experiencia, porque son Ta nica garantfa de 1a emocidn, del conjunto de emociones que consciente o inconscientemente Ile- varon a Rolfo a escribir “Diles que no me maten”. La critica literaria rabaja con ese tenguaje, dice qué es, qué hay detrés, de él, qué significa. La “tarea” de Juan Rulfo termin6 cuando entregs su cuento ala imprenta, o antes, cuando escribié Ja stima palabra, cuando hizo el Ultimo retoque. La “tarea” de los lectores, en cambio, noha terminado ni lleva muchas trazas de terminar. (Hay “tareas de lectores” que duran siglos y siglos.) Eso es la jectura. Para esa tarea se nos han entregado las obras literarias: para que las Jeamos. Ahora bien, el critico literario es un lector que no se guarda para sf mismo su experiencia, sino que la saca fuera, Ia pone a laluz, la hace explicita, le examina, la analiza, se plantea preguntas acerca de ella. Es lo que muchos lectores suelen hacer en realidad, aunque sea en Ja forma ingenua 0 genérica de una exclamacién: “Si vieras cémo me ha impresionado esto que acabo de leer!" ¥ 45

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