Pérdidas y Duelos Reflexiones y Herramientas para ... - (3. Pérdidas Íntimas (Invisibles) y Pérdidas Ambiguas)

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PÉR DIDA S ÍN T I M A S
I N V I S I BL E S Y P É R DI DA S
A MBIGUAS
| P É R DI DA S Í N T I M A S I N V I S I BL E S |
Las pérdidas íntimas son las que se producen en lo más pro-

fundo de nuestro ser. La pérdida de la autoestima, los idea-
les, las ilusiones, la identidad, los valores básicos que nos
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enseñaron de pequeños… son difíciles de procesar y revita-

lizar, pero ni es imposible intentarlo, ni hemos de descartar
conseguirlo.
Para iluminar este apartado, nos detendremos en algu-
nas de estas pérdidas, en formato «ficha de referencia».
l a au t oe st i m a
La pérdida de autoestima, «la propia percepción que tiene

una persona sobre sus propios méritos, actitudes y capa-
cidades», tiende a encerrarnos en nosotros mismos, pro-
curando no salir… en el fondo quizá para no sentirnos
maltratados.
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Poch, Avellan, Concepció. Pérdidas y duelos: reflexiones y herramientas para identificarlos y afrontarlos, Ediciones
Octaedro, S.L., 2013. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/bibliouhsp/detail.action?docID=3226735.
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PÉRDIDAS Y DUELOS
La autoestima también se construye a partir de las per-

sonas que nos rodean, de las experiencias, vivencias y senti-
mientos que se producen a lo largo de nuestra vida. Algunas
personas piensan que su aspecto físico no les permite igua-
larse a los demás: demasiado «gordo», demasiado «delgado»,
demasiado «bajo»… Aceptarse tal como se es, es la «clave»
para no perder esa autoestima tan importante y, en ocasio-
nes, tan costosa de mantener.
l a pac i e nc i a
La pérdida de paciencia resulta omnipresente en nuestro

mundo de velocidad, prisas, ruidos y estímulos múltiples.
Pero es la paciencia la que nos libera de un desordenado es-
tado de tristeza. Esta frase de Tomás de Aquino, nos lleva de
la mano a un inteligente argumento que va pasando de boca
en boca y que todos sentimos como nuestro: «Las personas
felices tienen la fuerza necesaria para cambiar aquello que

está bajo su control, la paciencia imprescindible para sobre-
llevar lo que no pueden cambiar y la inteligencia suficiente
para distinguir lo uno de lo otro.»
En los hospitales somos dobles «pacientes», por nuestra
vulnerabilidad física y por el tiempo que con frecuencia
nos toca esperar (patio-ere, verbo latino, significa «pade-
cer»). Se impone la lentitud, el respiro hondo que sale de
las entrañas y relaja, la ayuda de un buen libro o artículo
periodístico, o, simplemente, la conciencia de solidaridad
cómplice con quienes se encuentran en la misma situación.
Por desgracia, ni la paciencia, ni la espera, ni la lentitud son
valores al alza hoy en día. Se los identifica con la sumisión
o la resignación.
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PÉ R DI DA S Í N T I M A S I N V ISI BL ES Y PÉ R DI DA S A M BIGUA S
El filósofo José Antonio Marina dice a los alumnos de la

Universidad de Padres que dirige (<www.universidadde-
padres.es>) que los niños deben aprender a esperar y apla-
zar el premio. Zigmunt Bauman habla del «síndrome de la
impaciencia». El mismo Marina afirma que cuando ve un
anuncio que dice «No esperes a poder tenerlo, tenlo ya», le
dan ganas de llevarlo al juzgado de guardia por «atentado
educativo».
La paciencia es un regalo, mientras que la impaciencia se
ha convertido en el principal motor de nuestra veloz idea del
progreso. ¡Quizá nos equivocamos mucho! Tampoco la pa-
ciencia como simple pasividad o tolerancia superficial nos
enriquece como personas… ¡es algo para ir tirando! El de-
seo de obtener una recompensa rápida siempre ha existido,
incluso en los adultos, aunque hoy en día se está dando de
manera más acelerada y más visible. Cuesta aceptar que hay
cosas sobre las que no tenemos poder y hemos de admitir
que cada día se nos presentan situaciones «favorables» para
perder la paciencia.
Por otro lado, la pérdida de capacidad de esfuerzo no siem-
pre es proporcional al resultado obtenido, y desde un punto
de vista educativo habría que sancionar o recompensar este
esfuerzo en función de la energía y perseverancia que gene-
ra, prescindiendo del éxito o del fracaso conseguido.
El hombre es el ser que comienza demasiado tarde

y acaba demasiado pronto.
El tiempo es para nosotros un plazo.
Por eso ninguna de las cosas importantes
de nuestra vida puede esperar.
Daniel Innerarity
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PÉRDIDAS Y DUELOS
l os va l or e s é t icos
La pérdida de valores éticos (y morales) no puede quedar al

margen. Tampoco obviamos los ideales sociales y políticos
que tantas y tantas personas «predican» y ejercen.
En el reverso de la moneda, valores como el respeto, la
responsabilidad, la solidaridad, la compasión… son margi-
nados día sí y día también por poderes que ultrapasan impu-
nemente las fronteras de la dignidad que todo ser humano
merece. Se impone el mandato hacernos respetar, respetando
a los demás. La pérdida (especialmente si es «robada») de ilu-
siones e ideales también trastorna nuestra intimidad. ¿Con
qué derecho un «ladrón» anónimo se permite perturbar
nuestra proyección en el futuro, prescindiendo de la exten-
sión que este tenga?
e l h u mor
La pérdida de humor, de tiempo dedicado a los demás, de

capacidad de conversar con alguien que lo necesita… serían
más fáciles de llevar si tuviésemos (niños, jóvenes, adultos,
ancianos) un nivel más elevado de tolerancia a la frustra-
ción. Nos resulta difícil posponer anhelos inmediatos, como
si el tiempo se acabara ¡ya! Y si bien es cierto que el calen-
dario no se detiene, el tiempo aprovechado y bien dosifica-
do da mucho más de sí de lo que, de entrada, parece. Grou-
cho Marx afirmaba que «hacer reír es una cosa muy seria».
Actualmente, más de un psicólogo, y también más de tres,
sostienen que el humor es un signo de madurez de la perso-
nalidad. Lleva sutilmente a la paciencia, la tranquilidad, la
tolerancia… y con él se aprende a ser un «buen» perdedor. El
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que funciona de verdad es el humor positivo, inofensivo, que

no denigra ni discrimina a nadie por razones de nacionali-
dad, sexo o creencias. Admitiendo sin reparos lo escrito an-
teriormente, también hay quien asegura que el mal humor
—a nivel moderado— mejora las capacidades para afrontar
los problemas y activa una forma de pensar más atenta y
precisa.
Si el buen humor y la risa estimulan la producción de en-
dorfinas, elevan los niveles de energía y provocan una eu-
foria natural, ¿cómo es posible que nos los dejemos perder?
¿Qué saldo dará más beneficios a nuestro ánimo? La res-
puesta se construye sola, no necesita argumentación. Otra
cosa es que, en la práctica y por las circunstancias que sean,
sea posible o no llevarlo a cabo.
No hay prácticamente nada como el humor

en la existencia humana
que le permita a una persona
mantener la distancia de manera tan clara.

Elisabeth Lúkas
e l au t ocon t rol
La pérdida de autocontrol ante situaciones complicadas o

difíciles de soportar, consigue que ni nosotros mismos nos
reconozcamos. ¡Hemos perdido los nervios! ¡El asunto se nos
ha escapado de las manos! ¿Motivos? Seguro que los hay, lo
bueno es conocerlos y saberlos conducir con más que menos
acierto. La serenidad podría ser el mejor antídoto, y conse-
guirla requiere entreno. Además, no se pueden olvidar las
seguras víctimas de este tipo de pérdida.
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PÉRDIDAS Y DUELOS
La psicóloga Marta Centelles explica que el mal humor (en

ocasiones «reconvertido» en pérdida de autocontrol) es un es-
tado de ánimo en que generalmente se produce una negación
de la realidad. El presente se niega, se distorsiona (¿se pierde?,
pregunta la autora). Ello produce tensión a la persona, que pa-
rece que esté peleada con el mundo y con el propio yo.
Si hablamos de un entorno íntimo «más superficial», po-
demos hablar de pérdidas en situaciones no deseadas, vivi-
das de manera frustrante porque nos atañen personalmente
e incluso, íntimamente. Entre estas pérdidas —por livianas
que parezcan— están las derrotas futbolísticas del equipo
preferido. He ahí un breve relato tan ficticio como real:
Mi equipo preferido está perdiendo la Liga, la Champions, la

Copa de… todo lo ganable y lo perdible… Me cuesta aceptarlo,
es decir, no quiero aceptarlo, hasta hace poco tiempo eran unos
ganadores «inderrotables». ¿Qué les pasa? No es que mi estado
anímico dependa absolutamente de sus victorias o derrotas,
pero no puedo negar que me influye, y más de lo que desearía

yo mismo. Soy así de vulnerable en este campo (nunca mejor di-
cho). Tengo amigos que no viven la pasión futbolística con tanta
intensidad como yo, y en cierto modo me molesta reconocerlo
porque no puedo depender de algo externo —por importante
que me parezca que es— para sentirme feliz o desdichado.
La derrota tiene (como la pérdida)

algo positivo, nunca es definitiva.
En cambio, la victoria
tiene algo negativo,
jamás es definitiva.
José Saramago
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Y si pensamos en las actuaciones de nuestros líderes polí-

ticos —incluso los preferidos—, es penoso comprobar cómo
en esta segunda década del siglo xxi van dando bandazos
y no aciertan (o no saben) resolver cuestiones prioritarias
para mantener un mínimo bienestar social duramente con-
seguido en las últimas décadas. El último barómetro del CIS
correspondiente al mes de marzo (2012) señala que la pobla-
ción española considera que la clase política y los partidos
son el tercer problema del país, después del paro y las difi-
cultades económicas. El periodista catalán Francesc-Marc
Álvaro aseguraba en uno de sus artículos periodísticos que
«los que tendrían que plantear soluciones para seguir ade-
lante se han convertido en el problema y el obstáculo. ¿Qué
hay detrás del tacticismo de algunos líderes? El miedo a per-
der las elecciones».
En ocasiones nos sentimos desvalidos, sin referentes cla-
ros de liderazgo, sin vislumbrar en las privilegiadas clases
sociales de alto standing sus pocas ganas de perder una par-
te de sus grandes ganancias. ¿Lo entenderán, finalmente? ¿Y

después, lo harán? Tengo mis dudas, ¿y tú?
En el fondo, debemos ser seres insatisfechos con el en-
torno en el que vivimos, deseosos de ser de otro modo (¡me-
jores!), de habitar un mundo más justo. Como escribe Joan-
Carles Mèlich (2010), la mayor parte de las veces somos in-
capaces de saber qué es lo que deseamos. Hay algo que nos
impide ser nosotros mismos de modo definitivo, como si
hubiésemos perdido aquello que nos saciaría nuestro deseo.
Y entonces descubrimos que el ser humano es homo patiens
porque es un ser deseante.
La aceptación y el reconocimiento responsable —que no
culpable— de los límites y las pérdidas resulta ser un buen
camino.
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PÉRDIDAS Y DUELOS
l a at e nc ión
Para niños y adultos, mantener la atención durante un pe-

riodo relativamente largo de tiempo, no resulta fácil.
Hoy nos planteamos si los niños no llevan un ritmo de
vida demasiado estresante, con cantidad de actividades ex-
traescolares, de modo que resulta lógico que les cueste man-
tener la atención. Se detectan dificultades para mantener
una atención continuada en actividades que no sean cortas.
Profesores, padres y monitores detectan en los niños una
mayor facilidad para aburrirse y la necesidad de cambiar
constantemente de juego.
Los especialistas coinciden en que no hay una norma ge-
neral que ayude a mantener la atención: depende de cada
persona, de la motivación, del esfuerzo, del entrenamiento…
Hay cierta unanimidad en que la curva de atención va su-
biendo a medida que nos concentramos, logra un máximo
de rendimiento que se mantiene algo más de media hora
para luego empezar a decrecer. En cualquier caso, las preo-

cupaciones en jóvenes y adultos y los estímulos externos en
cualquier edad, son el «virus» que se entromete en nuestra
concentración y nos pierde.
Quien consigue distanciarse de sus irritaciones

no se ve entregado a ellas,
y quien a pesar de sus debilidades
consigue apuntar hacia una meta,
acaba viéndose más fortalecido en el intento.
Elisabeth Lúkas
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l a e spe r a n z a
Se dice que la esperanza es lo último que se pierde.

Quizá por esa convicción tan extendida, pensamos que es
muy positivo dar razones a quienes no las vean. Hay perso-
nas que transmiten energía positiva y contagian un optimis-
mo sano que da la sensación de que no hay nada perdido. El
psicoterapeuta Luis Muiño afirma que podemos entrenarnos
para ayudar a los demás a encontrar factores de esperanza y
fijar límites entre lo que hay y lo que desearíamos que hubie-
ra. Los buenos optimizadores son realistas, y lo consiguen
mediante un equilibrio entre el «pesimismo racional» y el
«optimismo por fuerza de voluntad». Son personas que con-
siguen hacer aflorar lo mejor de nosotros mismos, aunque
hayamos perdido (momentáneamente) las riendas de nues-
tra vida.
Si hay más palabras para expresar la desesperanza y la
emoción negativa que la positiva, también es posible buscar
—y encontrar— aquellas expresiones cargadas de esperanza

que parecen perdidas, y necesitamos. A mí me gusta pensar
que la esperanza resulta necesaria aunque no siempre sea
realista.
La esperanza es un estimulante vital

muy superior a la suerte.
Friedrich Nietzsche
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PÉRDIDAS Y DUELOS
l a i n ic i at i va , l a c r e at i v i da d… e l m i e do
En plena crisis económica, y desde diversos frentes, nos lan-

zan mensajes para que seamos más creativos, nos «reinven-
temos», tengamos iniciativas originales…
En estos casos, como en otros muchos, la teoría siempre
es menos complicada que la práctica, aunque la primera sea
absolutamente necesaria como premisa principal.
Si hablamos de niños, y se lo damos todo preparado, in-
cluso su propio tiempo libre, corren el riesgo de no ser capa-
ces de organizarse por sí solos en el futuro y perder la opor-
tunidad de desarrollar iniciativas propias.
¡No todo depende de la educación, la genética y el entorno
también tienen mucho que decir!
Por otro lado, es positivo recordar que perder el miedo o
la vergüenza (de manera absoluta) puede resultar un asunto
peligroso, aunque en determinadas ocasiones, resulte asom-
brosamente positivo. Dejamos el desarrollo de este punto
para psicólogos y sociólogos expertos en el tema.
La experiencia demuestra que

haga lo que haga voy a sufrir
(esclerosis en placas, traición de un amigo,
cáncer, leucemia, accidente de coche,
pérdida de un hijo, todo es posible…
Sigo hasta el infinito la lista de las tejas
que pueden caerme encima de la cabeza)…
Alexandre Jollien
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l a l i be r ta d i n t e r na
Perder la libertad externa (confinamiento, reclusión, pri-

sión…) es una situación que es consecuencia de unas actitu-
des y acciones personales —justas o injustas—. A las perso-
nas «libres» nos conmueve, o nos irrita, que otras vivan entre
rejas. «Algo habrán hecho» es una expresión común y espon-
tánea en muchos ámbitos. Y en función de la gravedad del
hecho perpetrado, nuestra noción de justicia se alegra por el
castigo que consideramos del todo merecido.
Existe otra pérdida de libertad mucho más íntima y sutil,
y que depende de cada uno, que atenaza por dentro el es-
píritu de individuos poco asertivos, tímidos severos, depen-
dientes del qué dirán… Son «pequeños» fracasos personales
ante lo que uno desearía hacer y lo que acaba haciendo.
Es muy probable que en estas situaciones, las perso-
nas con más recursos positivos internos, puedan ayudar
a paliar el sufrimiento que conlleva sentirse no-libre in-
ternamente. Porque, en definitiva, esta libertad nadie nos

la debería poder quitar, es nuestra y solo nuestra. Erich
Fromm desarrolla este tema en su famoso libro El miedo a
la libertad.
| PÉR DIDA S A MBIGUA S |
consi de r ac ion e s ge n e r a l e s
Las pérdidas ambiguas han sido poco tratadas a causa su

propia idiosincrasia. No resulta fácil abordar un tema poco
definido, escurridizo, escondido… Aquí abordaremos una
sucinta aproximación al tema, dirigiendo a los lectores inte-
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PÉRDIDAS Y DUELOS
resados en su profundización a la obra de Pauline Boss rese-

ñada en la bibliografía al final del libro.
Según esta autora, existen dos tipos básicos de pérdida
ambigua. El primero consiste en una ausencia física. Los
miembros de la familia perciben a determinada persona
como ausente físicamente pero presente psicológicamente,
puesto que no es seguro si está viva o muerta (por ejemplo
en el caso de los niños raptados). El segundo caso consiste
en una ausencia psicológica. Se percibe a la persona como
presente físicamente pero ausente psicológicamente (por
ejemplo, las personas enfermas de Alzheimer). Las inves-
tigaciones de esta experta con familias que se enfrentan a
casos de demencia han demostrado que tanto el dominio
como la aceptación espiritual de la situación les resultan de
gran utilidad mientras cuidan al paciente y viven con la pér-
dida ambigua de la enfermedad de Alzheimer. En ocasiones
cuesta entender cómo la ausencia psicológica puede ser tan
devastadora como la física. En esta pérdida ambigua el ser
querido está presente, pero su mente no.

Cuando un bebé es entregado en adopción, la pérdida
ambigua puede afectar a la madre y al hijo. El niño puede
preguntarse dónde está la madre, si está bien o cómo es…
En todo caso, a los ojos de un niño, es la presencia física más
que la genética lo que define a un padre o una madre.
El secreto para soportar el dolor de una pérdida incier-
ta es evitar sentirse impotente. Eso se consigue trabajando
para cambiar lo que, en teoría, no se puede cambiar, pero en
la práctica sí se puede. Algunas personas son capaces de ver
alguna esperanza en su pérdida ambigua: transforman ínti-
mamente una situación que objetivamente no va a cambiar.
También pueden utilizar su facultad de dominio para lograr
cambios, no necesariamente para modificar la tragedia de
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su propia pérdida, sino para ayudar a otros que podrían lle-

gar a sufrir en el futuro una pérdida semejante.
Por otro lado, si las personas del entorno más próximo
no reconocen que una pérdida ambigua es traumática, no
podrán establecer vínculos significativos. Cuando alguien
se «pierde por etapas», sus seres queridos necesitan, más
que nunca, mantener amistades y actividades fuera de casa,
sin que por ello sientan que están haciendo algo desleal al
enfermo. Se ha de reconocer que no todas las comunidades
son comprensivas con las necesidades de los cuidadores. En
muchas ocasiones predomina la tendencia a criticar o apar-
tarse de los que necesitan ayuda. Las pérdidas de los demás
nos recuerdan nuestras propias vulnerabilidades, y eso —de
entrada— no resulta agradable.
No podemos pretender no caer nunca,

lo que sí debemos pretender es
levantarnos cada vez que caemos.
Confucio
pe r s ona s de s a pa r ec i da s
La misma autora antes mencionada explica que en la mag-

nífica obra El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, varias
mujeres mencionaban que les ayudaba a comprender la de-
saparición de sus maridos pilotos. El relato está lleno de sig-
nificado sobre la ambigüedad de la presencia y la ausencia,
además de otros temas muy importantes e interesantes. Las
cosas no siempre salen como deseamos, porque no podemos
controlarlo todo; ante lo cual tenemos dos opciones: enfa-
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PÉRDIDAS Y DUELOS
darnos o continuar hacia adelante. Y esto ocurre de manera

especial en las pérdidas ambiguas.
Algunos estudios evidencian que la pérdida ambigua es
estresante y conduce a síntomas depresivos. Otros respal-
dan la tesis de que la pérdida ambigua es la pérdida más di-
fícil a la que uno puede enfrentarse. Y algunas de ellas, como
la desaparición de personas, no se llegan a aclarar nunca. En
este caso, la terapia se basará en el reconocimiento de la am-
bigüedad de la pérdida. Es uno de los procesos de duelo más
dolorosos de afrontar.
También resulta doblemente doloroso negar la realidad de
una pérdida significativa predecible e inminente, porque de
este modo nunca se llega a decir adiós de verdad. Hasta que
la evidencia se impone de forma desgarradora. Boss también
expone que «se puede comprender y llevar mejor el aconte-
cimiento familiar que es el divorcio, si se enfoca como una
pérdida ambigua». Algo se ha perdido, pero algo todavía está
ahí; el matrimonio ha terminado, pero se sigue siendo padre o
madre. El problema no es el divorcio en sí, sino la ambigüedad

y la pérdida sin resolver que con frecuencia lo acompañan.
Acostúmbrate a dejar ir
todo lo que temes perder.
Anónimo
m u e r t e pe r i nata l
La muerte perinatal es la pérdida de un bebé de pocas horas

de vida o que ni siquiera ha nacido. De hecho, es la muerte
que se da entre las 28 semanas de gestación y los siete días de
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vida; un hijo al que a veces ni siquiera se ha visto, se ha pari-

do sin vida o ha vivido muy pocos días. Su ausencia conlleva
un profundo dolor que no es aceptado socialmente, una de
las llamadas «pérdidas ambiguas».
Cuando se da esta circunstancia, se ha comprobado que
la forma de abordar este dolor influye de manera decisiva en
la manera como la familia pasará el duelo.
Susanna García, vocal de comadronas del Colegio Oficial
de Enfermería de Barcelona (COIB), admite que «las enfer-
meras y las comadronas no recibimos una formación espe-
cífica sobre el duelo por muerte perinatal ni acerca de cómo
acompañar a las familias, y esta falta de recursos hace que el
personal a veces se muestre frío y distante».
Como en muchas otras ocasiones, es importante saber
escuchar a la familia y hablar de lo que ha sucedido. Los
padres necesitan recibir información y sentirse partícipes y
apoyados aunque el bebé ya no esté a su lado.
La muerte terminal en enfermos de cáncer

es habitual y en consecuencia aceptada,
pero la perinatal, al ser rara y al afectar
a un bebé que a veces ni siquiera ha nacido,
se banaliza.
Susanna García
su ic i dio
El suicidio es el atentado del sujeto contra su propia vida y

llamamos suicida a la persona que conscientemente intenta
o piensa matarse. La acción de matarse puede ser fruto de la
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PÉRDIDAS Y DUELOS
soledad, de la desesperación, de una cruel enfermedad, del

miedo, del sinsentido de la vida, etc. Se ha demostrado que
el suicidio es producto de un vacío social y que disminuye el
número de casos con las guerras.
Los suicidas ponen fin a sus vidas o lo intentan porque «no
pueden más», quieren dejar de sufrir, estar tranquilos de una
vez por todas. Expertos en el tema afirman que la mayoría de
los suicidas buscan desaparecer y a la vez permanecer en la
conciencia culposa de familiares y amigos. En Corea del Sur,
por ejemplo, se baten récords de suicidios entre los jóvenes.
Parece que el Estado empieza a preguntarse si vale la pena
tener elevados niveles educativos y económicos, cuando se
evidencia una población infeliz y estresada. El suicidio pue-
de ser una pérdida ambigua, negada por los familiares de la
persona querida que ha decidido quitarse la vida.
En el duelo por suicidio, los expertos aseguran que lo más
característico es el sentimiento de culpa por no haberlo po-
dido evitar, además del impacto emocional que supone toda
pérdida traumática. Padres y madres de hijos que se han sui-

cidado afirman rotundamente que no existe dolor más pro-
fundo que vivir el suicidio de un hijo: «Quien se suicida no ve
otra salida, no tiene elección» (Cecilia Borràs, presidenta de
Després del Suïcidi-Associació de Supervivents).
Es imprescindible diferenciar entre el suicidio y la muer-
te voluntaria por la que optan algunos enfermos termina-
les, y que ha dado pie a la polémica, no resuelta de forma
clara todavía, sobre la eutanasia, asistida o provocada por
el médico.
Según Rojas Marcos (2010), la muerte digna y sin dolor,
provocada bajo control médico, se basa en la noción de que
determinadas personas encuentran en ella una opción libe-
radora de una existencia penosa e insufrible, cuya causa es
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el cáncer, la demencia o las enfermedades neuromusculares

o respiratorias irreversibles. A pesar de esta evidencia, al-
gunos sectores de nuestras sociedades tecnificadas, niegan
abiertamente que las «ganas de morir» se deban a la pérdida
de autonomía, a la falta de control sobre el propio cuerpo, a
la incapacidad para gozar de una simple actividad placen-
tera, al deseo de decidir cómo se quiere morir, y al miedo
al dolor insoportable. Aquí, negar equivale, más o menos, a
esconder. ¿Hipocresía? ¿Cobardía? Como siempre, cada uno
tiene su propia respuesta.
Solo hay un problema filosófico

realmente serio,
y es el suicidio.
Albert Camus
l a pé r di da de aqu e l l o qu e n u nc a
se h a t e n i do
Generalmente se piensa en la pérdida en términos de aque-

llo que se ha tenido y ya no está. Pero también podemos ha-
blar de pérdida en el caso de realidades soñadas, deseadas y
jamás alcanzadas (Pangrazzi, 1993).
Muchas personas han de renunciar a proyectos persona-
les o profesionales que han deseado desde la infancia o la
juventud. Las parejas que sufren una situación de esterili-
dad se sienten privadas del derecho de concretar un sueño
profundamente humano. Aceptar los límites del cuerpo es
imprescindible para no culpabilizarse de aquello que no se
puede cambiar.
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PÉRDIDAS Y DUELOS
La siguiente cita del psicopedagogo Alfons Gea (2007) ex-

presa de forma certera, y en pocas líneas, lo que esta autora
no sabría explicitar mejor:
Se da un tipo de duelo que cuesta mucho verbalizar: el due-

lo de las cosas que no se han tenido nunca. Por ejemplo, un
cargo soñado. En estos casos, la persona se había vinculado a
algo carente de peso y consistencia, porque sencillamente lo
anhelaba, pero no lo tenía con seguridad. La elaboración del
dolor por esta pérdida tan original es difícil: entra en juego el
elemento vergüenza. ¿Cómo se puede hablar de un deseo sub-
jetivo que no se ha cumplido sin caer en el ridículo? Aquí nos
damos cuenta, claramente, de que solo si somos capaces de
hablar del dolor, podremos curarlo; que hay que ser audaces
aunque pasemos vergüenza.
Incluso una persona normal

se siente como si tuviera
dos almas en el pecho.

Eugen Bleuler
| CITAS |
s obr e pé r di da s í n t i m a s
No parar de hablar de algo pasado aumenta la permanencia de

los problemas en la conciencia, causa fatiga emocional e impide
avanzar. Jesús de la Gándara
Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy, todavía

plantaría un árbol. Martín Luther King
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La vida no teje solo una tela de pérdidas sino que nos proporcio-
na también una sucesión de ganancias. Lya Luft
La última etapa, y también la más difícil, en la resolución de

cualquier tipo de pérdida, es encontrarle un sentido. Mantener
la esperanza frente a una pérdida ambigua de larga duración re-
quiere un esfuerzo incesante, que recuerda la historia de Sísifo. No
existe un castigo más terrible que el esfuerzo inútil. Lya Luft
Cada vez llevo peor el hecho de ser solamente una mamá. Ade-
más me hace mucha gracia cuando un día mi hija me llama por
mi nombre. Le explico que, en efecto, primero soy «Stéphanie», y
después soy la mujer de mi marido y la madre de mis hijos. Duran-
te unos días juega con mi nombre, pero luego vuelve a «mamá»…
¿quién me llama por mi nombre a lo largo del día? Ni mis hijos; ni
mi marido que suele decirme «querida»… tengo ganas de que me
llamen «Stéphanie». Esto ocurre con demasiada poca frecuencia
como para que pueda sentirme de nuevo considerada como una
persona. Stéphanie Allenou
El dolor por su ausencia desmantela todo lo que me hacía sentir

seguro. Me deja indefenso ante todos mis miedos. «¿Qué harías si
me perdiese?» — Buscarte. «¿Y si no me encontrases?» — ¡Qué dices!
Nadie se pierde para siempre. Eduard Márquez
La pérdida ambigua que se asocia con el desarraigo y se coloca

por encima de otras pérdidas de ese tipo, como las que se originan
por las transiciones esperadas (los hijos que crecen y dejan la casa,
los padres que envejecen y se hacen más débiles), y también por las
pérdidas inesperadas como resultado del divorcio, el cautiverio o la
desaparición. Para algunas personas, tener dominio significa con-
trolar lo interno (las percepciones, los sentimientos, las emociones o
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PÉRDIDAS Y DUELOS
la memoria), mientras que para otras quiere decir controlar lo ex-

terno (a los demás, las situaciones o el ambiente). […] los cambios
internos a menudo se vinculan con el control externo. Lya Luft
A la Tierra le quedan aproximadamente 5.000 millones de años

de existencia, pero si no rectificamos, los humanos acabaremos
con nuestro planeta mucho antes. Y habla un físico: el cambio cli-
mático existe. Walter Lewin
Perder el control puede producir beneficios secundarios: recibir

atención y cuidados. Algunos pacientes desean tan ardientemen-
te que el terapeuta se ocupe de ellos, los cuide y los atienda que,
para conseguirlo son capaces de «perder el control» hasta el punto
de una profunda regresión, en la cual requieren hospitalización.
Irvin D. Yalom
Planea, pero no como si todo fuera a pasar tal como lo has

pensado… no esperes nada, y vive con frugalidad en la sorpresa.
Alice Walker
El éxito consiste en sentirse realizado con lo que haces, en saber

que estás en el lugar en que debes estar y en que das a la sociedad
todo lo que puedes. Valentí Fuster
Si tuviéramos la respuesta a por qué Dios permite los horrores

de este mundo, entonces nosotros seríamos los dioses. Derek
Walcott
Los niños saben llevarnos a perder el control, pero son muchas

las madres que prometen el castigo y demoran sin cesar el momen-
to de ejecutar su amenaza. De esta forma pierden toda su autori-
dad. Stéphanie Allenou
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Todos tenemos un límite para el número de calamidades que

podemos soportar sin perder nuestro equilibrio emocional, y la ex-
tendida creencia de que cuantas más desgracias soportemos en la
vida, más resistentes nos hacemos, no tiene fundamento. Luis
Rojas Marcos
s obr e pé r di da s a m bigua s
La terapia que se basa en el reconocimiento de la ambigüedad

de la pérdida libera a las personas para que entiendan la pérdida,
le hagan frente y sigan adelante después de que ella ocurra, inclu-
so si permanece sin aclaración. Pauline Boss
La vida es un arco iris que incluye el negro. Yevtustrenko

Yeogeny
La muerte perinatal puede ser una pérdida invisible para los

hermanos. No ver al hijo perdido hace la muerte menos real, una

realidad que se disminuye incluso más si los padres no reconocen
la pérdida. […] Con este tipo de muerte, la familia elabora el duelo
tanto por lo que podría haber tenido como por lo que ha perdido.
J. William Worden
Cuando voy a visitar a mi madre, veo las pinturas de mi padre

en cada pared, las labores de ganchillo de mi abuela en cada habi-
tación y las fotos de mi hermana, tan recientes, en cada mesa. Son
los recuerdos de los ausentes de mi familia; pero, a través de esos
símbolos de su presencia, mis hijos, mis nietos y yo experimenta-
mos una sensación de orgullo y estabilidad a pesar de los cambios.
Pauline Boss
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PÉRDIDAS Y DUELOS
Una persona puede perder cosas que para la mayoría de la gen-

te no tienen importancia, pero a las que ella está muy vinculada,
y experimentar un gran dolor. Para que exista dolor, la pérdida
tiene que ser significativa. Alfons Gea
Algunas personas sienten tal terror a hacer el ridículo y están

tan convencidas de que serán humilladas y rechazadas por los
demás que terminan llevando una vida de extremo aislamiento.
Pueden llegar a preferir perder la vida antes de exponerse a la mi-
rada o al juicio de los demás. Luis Rojas Marcos
Creo que la opinión y los poderes públicos deberían dejar de es-

tigmatizar a las madres que abandonan a sus hijos […] cuando
las ideas de huida pasan por mi cabeza, reflexiono también sobre
el hecho de que seré perseguida y castigada. ¿Y qué representará
para mis hijos tener a su madre condenada? […] No deserto física-
mente, pero me pongo a pensar que no tengo hijos —que no los he
tenido—, pues imaginar que no los tendré implica soportar una
inmensa pérdida. Stéphanie Allenou
Mientras exista optimismo y esperanza, seguir trabajando en

la relación con alguien que se está muriendo poco a poco puede
constituir una especie de victoria, al igual que hacerlo con el cón-
yuge divorciado que coopera en la crianza de los hijos […] Eso es
lo que hacemos los seres humanos: seguimos cargando la piedra
hasta lo alto de la montaña. Si lo hacemos con optimismo la per-
severancia no es absurda. Pauline Boss
Soy una roca, soy una isla.

Estoy solo, me escudo con mi armadura.
No toco a nadie y nadie me toca.
He construido muros, una fortaleza profunda y poderosa
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Que nadie puede penetrar.

No necesito amigos, la amistad causa dolor.
Es la sonrisa y el amor lo que evito.
Una roca no siente dolor, una isla nunca llora.
I AM A ROCK, Paul Simon y Art Garfunkel, 
| 101 |

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Las pérdidas íntimas son las que se producen en lo más pro-

enseñaron de pequeños… son difíciles de procesar y revita-

La pérdida de autoestima, «la propia percepción que tiene

La autoestima también se construye a partir de las per-

La pérdida de paciencia resulta omnipresente en nuestro

felices tienen la fuerza necesaria para cambiar aquello que

El filósofo José Antonio Marina dice a los alumnos de la

El hombre es el ser que comienza demasiado tarde

La pérdida de valores éticos (y morales) no puede quedar al

La pérdida de humor, de tiempo dedicado a los demás, de

que funciona de verdad es el humor positivo, inofensivo, que

No hay prácticamente nada como el humor

mantener la distancia de manera tan clara.

La pérdida de autocontrol ante situaciones complicadas o

La psicóloga Marta Centelles explica que el mal humor (en

Mi equipo preferido está perdiendo la Liga, la Champions, la

pero no puedo negar que me influye, y más de lo que desearía

La derrota tiene (como la pérdida)

Y si pensamos en las actuaciones de nuestros líderes polí-

te de sus grandes ganancias. ¿Lo entenderán, finalmente? ¿Y

Para niños y adultos, mantener la atención durante un pe-

para luego empezar a decrecer. En cualquier caso, las preo-

Quien consigue distanciarse de sus irritaciones

Se dice que la esperanza es lo último que se pierde.

—y encontrar— aquellas expresiones cargadas de esperanza

La esperanza es un estimulante vital

En plena crisis económica, y desde diversos frentes, nos lan-

para psicólogos y sociólogos expertos en el tema.

La experiencia demuestra que

Perder la libertad externa (confinamiento, reclusión, pri-

ternamente. Porque, en definitiva, esta libertad nadie nos

| PÉR DIDA S A MBIGUA S |

Las pérdidas ambiguas han sido poco tratadas a causa su

resados en su profundización a la obra de Pauline Boss rese-

querido está presente, pero su mente no.

su propia pérdida, sino para ayudar a otros que podrían lle-

No podemos pretender no caer nunca,

La misma autora antes mencionada explica que en la mag-

darnos o continuar hacia adelante. Y esto ocurre de manera

madre. El problema no es el divorcio en sí, sino la ambigüedad

La muerte perinatal es la pérdida de un bebé de pocas horas

vida; un hijo al que a veces ni siquiera se ha visto, se ha pari-

La muerte terminal en enfermos de cáncer

El suicidio es el atentado del sujeto contra su propia vida y

soledad, de la desesperación, de una cruel enfermedad, del

pérdida traumática. Padres y madres de hijos que se han sui-

el cáncer, la demencia o las enfermedades neuromusculares

Solo hay un problema filosófico

Generalmente se piensa en la pérdida en términos de aque-

La siguiente cita del psicopedagogo Alfons Gea (2007) ex-

Se da un tipo de duelo que cuesta mucho verbalizar: el due-

Incluso una persona normal

dos almas en el pecho.

No parar de hablar de algo pasado aumenta la permanencia de

Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy, todavía

La última etapa, y también la más difícil, en la resolución de

El dolor por su ausencia desmantela todo lo que me hacía sentir

La pérdida ambigua que se asocia con el desarraigo y se coloca

la memoria), mientras que para otras quiere decir controlar lo ex-

A la Tierra le quedan aproximadamente 5.000 millones de años

Perder el control puede producir beneficios secundarios: recibir

Planea, pero no como si todo fuera a pasar tal como lo has