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renuncia

La conformidad es una entrega o un acuerdo pasivo, sin


consentimiento propio. El último paso hacia la libertad es
renunciar a los pecados de sus antepasados y a cualquier maleficio
o maldición impuestos por otros. Al dar los Diez Mandamientos,
Dios dijo: «No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que
esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo
de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto, porque
yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la maldad de los
padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación
de los que me aborrecen» (Éxodo 20:4, 5).
Los espíritus familiares se pueden traspasar de una generación a la
siguiente si no se renuncia a ellos ni proclama uno su nueva
herencia espiritual en Cristo. Usted no tiene la culpa del pecado de
cualquier antepasado, pero debido a su pecado, Satanás ha logrado
acceso a su familia. Esto no es negar que muchos problemas se
trasmiten genéticamente o se adquieren en un ambiente inmoral.
Las tres condiciones pueden predisponer al individuo a un pecado
en particular. Además, hay personas engañadas que traten de
maldecirlo a usted, o grupos satánicos que intentan hacerlo el
blanco de sus ataques. Usted tiene toda la autoridad y la protección
que necesita en Cristo para hacerle frente a tales maldiciones y
asignaciones. Para andar libre de las influencias del pasado, lea
primero en silencio la siguiente declaración y la oración, para que
sepa exactamente lo que va a declarar y pedir. Entonces reclame su
posición y su protección en Cristo al hacer la declaración verbal y
al humillarse delante de Dios en oración.

Declaración
Por este medio y en este momento rechazo y desecho todos los
pecados de mis antepasados. Como uno que ha sido librado del
poder de las tinieblas y trasladado al Reino del amado Hijo de
Dios, cancelo toda obra demoníaca que me hayan traspasado
mis antepasados. Como uno que ha sido crucificado y
levantado con Jesucristo y se sienta con Él en los lugares
celestiales, renuncio a toda asignación satánica dirigida hacia
mí y hacia mi ministerio, y cancelo toda maldición que me
hayan puesto Satanás y sus obreros. Le anuncio a Satanás y a
todas sus fuerzas que Cristo se hizo maldición por mí (Gálatas
3:13) cuando en la cruz murió por mis pecados. Rechazo todas
y cada una de las formas en que Satanás pueda reclamarme
como propiedad. Me declaro estar eterna y completamente
comprometido con el Señor Jesucristo y entregado a Él. Por la
autoridad que tengo en Jesucristo, ahora le ordeno a todo
espíritu familiar y a cada enemigo del Señor Jesucristo que esté
dentro o alrededor mío que se vaya
de mi presencia. De ahora en adelante me comprometo con mi
Padre celestial a cumplir su voluntad.

Oración
Amado Padre celestial: Vengo como tu hijo, comprado por la
sangre del Señor Jesucristo. Tú eres el Señor del universo y de
mi vida. Te entrego mi cuerpo como instrumento de justicia,
un sacrificio vivo, para que te glorifiques en él. Ahora te pido
que me llenes de tu Espíritu Santo. Me comprometo a renovar
mi mente para poder comprobar que tu voluntad es buena,
perfecta y agradable para mí. Esto lo hago todo en el nombre y
con la autoridad del Señor Jesucristo. Amén.
Una vez asegurada su libertad al seguir estos siete pasos, puede ser
que las influencias demoníacas intenten regresar días o meses
después. Alguien me contó que, después de haber recibido su
libertad, oyó a un espíritu decir a su mente: «Ya volví». A lo cual
proclamó en voz alta: «¡De ninguna manera!» El ataque se acabó
al instante. Una victoria no constituye una guerra ganada, pues hay
que mantener la libertad. Después de completar estos pasos, una
señora muy feliz me preguntó: «¿Estaré siempre así?» Le dije que
permanecería libre entretanto permaneciera en una buena relación
con Dios. «Y aunque resbale y caiga», la animé, «usted sabe cómo
ponerse otra vez a bien con Dios».
Una víctima de atrocidades increíbles me contó este ejemplo:
«Es como si me hubieran obligado a participar en un juego con un
tipo extraño y desagradable dentro de mi hogar. Iba perdiendo y ya
no quería jugar, pero el tipo extraño no me dejaba. Al fin llamé a la
policía (una autoridad superior) que vino y lo sacó de mi hogar.
Más tarde tocó a la puerta con deseos de entrar de nuevo, pero esta
vez reconocí su voz y no lo dejé entrar».
Qué hermoso ejemplo de cómo obtener la libertad en Cristo. Le
pedimos ayuda a Jesús, la máxima autoridad, y Él saca al enemigo
de nuestra vida. Conozca la verdad, manténgase firme y resista al
maligno. Busque buen compañerismo cristiano y comprométase a
una costumbre de estudiar con regularidad la Biblia y de orar. Dios
le ama y nunca le dejará ni le desamparará.

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