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Capitulo 1 “La Idea De Salvación”

Corría el año de 1500 y la civilización maya ya se estaba preocupando por que el


hombre blanco vendría según las profecías y ellos caerían bajo su yugo.

Intentaron grabar su conocimiento en roca, lo intentaron también en esculturas y en


construcciones, pero algo les faltaba, sabían que un eclipse se acercaba y buscaban la
manera de comunicarse con los dioses, pues los eclipses abrían puertas entre dios y el
hombre, pero los mayas aún con todo su conocimiento no encontraban una ofrenda tan
grande como para que los dioses detuvieran al hombre blanco.

Entre todas las personas de aquella civilización, estaba aquel a quien todos llamaban
Yaax Ich que significa “Ojos verdes” en la lengua maya. Este fue su nombre pues sus
ojos eran de un tono verde claro, cosa que no era común entre los mayas.

Yaax Ich era un hombre de familia, tenía una esposa y dos hijos, un niño y una niña,
pero ninguno de ellos tenia los ojos verdes como su padre. Él era algo viejo, ya tenía 85
años y seguía trabajando la tierra con su hijo que ya tenía 17. Yaax Ich lo hacia para
agradar a los dioses y ellos le tenían en un buen aspecto. Así como los demás, se
preocupaba por conservar el conocimiento.

Un día trabajando en su milpa se le ocurrió, que durante el eclipse podría pedir a os


dioses que conservaran el conocimiento en una persona, y que al morir esta el
conocimiento pasara a otra, y así conservar todos los avances que la cultura maya tenia,
como en la astrología, las matemáticas, la agricultura y la división social equitativa
(Prácticamente todos estaban parejos).

Su pensar era bueno, pero también había un problema, los antiguos enseñaban que todo
tiene un límite, desde un cántaro de agua hasta una persona. Un cántaro de agua llega un
momento en que rebosa, lo mismo pasa con una persona, puede tener un poco de
conocimiento pero una vez que llega a su límite tendría que olvidar algunas cosas o no
podría aprender cosas nuevas. Yaax Ich tomaba todo esto en cuenta pero no le
importaba pues sabia que para los dioses no había imposibles.

Dejó sus herramientas y encargo las tierras a su hijo que sorprendido le miraba, Yaax
Ich tenia que hablar con el emperador para comentar la idea que él estaba seguro los
dioses habían puesto en su cabeza. En el camino muchas personas le hablaron pues era
muy conocido en la aldea, pero él no les escuchó pues solo pensaba en la manera en que
iba a hablar con el emperador, iba como una bala y solo una mula que se le cruzó en el
camino lo detuvo pues casi le pasa encima, se asusto tanto de ver a la mula casi sobre de
él que cayo al suelo, al levantarse se detuvo a mirar a todas las personas que desde sus
casas trabajaban y pensaban, cada una en manera diferente pero con una misma idea, la
de conservar el conocimiento maya, vio como las mestizas estaban con sus metates
moliendo maíz, mientras otras torteaban, unos hombres que también iban por el camino,
cargaban leña mientras a otros se les veía arando la tierra o dando de comer a los cerdos.
Cada uno tenia un poco de conocimiento en sus cabezas, pero ninguna lo tenia todo, ni
siquiera los ancianos del castillo, pues eran 7 y cada uno se encargaba de una ocupación
diferente a la de los otros 6, ese era un problema que tendría que explicar al emperador
y sabía que los ancianos se opondrían a su idea, así como Yaax Ich se negó a unírseles,
pues prefería arar su tierra, los ancianos eran otro problema que se oponía ante su idea y
sin embargo siguió en pié pues el confiaba plenamente en sus dioses, que no lo
defraudarían. Luego de pensar en todo esto siguió su caminar rumbo al castillo.

Ya en el castillo lo recibieron los ancianos y no de muy buena manera pues aun


recordaban su rechazo, lo que los ancianos tomaron como ofensa no fue tanto su
rechazo, si no el hecho de que fuera públicamente a todo el pueblo.

El día que Yaax Ich rechazo a los ancianos fue precisamente el día de su cumpleaños, lo
que para nuestro calendario hubiera sido el 15 de noviembre de 1499, los ancianos en
ese momento eran 8 y organizaron una celebración en honor al cumpleaños de Yaax Ich
y su regalo sería el invitarlo para que formara parte de su grupo, después de el
agradecimiento a los dioses por los 85 años de Yaax Ich el anciano más viejo pronunció
las siguientes palabras:
-- Hermano Yaax Ich, hijo de los dioses como nosotros, nos has demostrado que tu
capacidad llega mas lejos que la de cualquiera de los aquí presentes, el día de hoy
hemos agradecido a los dioses que te trajeran al mundo y precisamente en nuestra
aldea, pues nos has honrado con tu sabiduría y yo como el mas viejo de los ancianos,
me atrevo a decir que los dioses te han preparado para que ayudes a nuestra aldea y
conserves su conocimiento, los dioses te han prestado dos astros iluminados de
sabiduría y se que encontraras la manera de utilizar esa sabiduría en tu pueblo, ya no
me quedan palabras y se que a ti ya no te queda tiempo, Hunab Kú te hablara pronto
ten fe.

Después de decir estas palabras el anciano se sentó pues su edad ya le pesaba, las
piernas se le habían cansado y la vos cada vez más seca sonaba poco audible fue en ese
momento en que otro anciano se levanto y dijo:
-- Sabemos que los dioses te han elegido y por eso te queremos llamar a ser parte de
los sabios del castillo, uno de nosotros ya esta apunto de retirarse y además serías un
excelente elemento para nuestro selecto grupo.

Al decir estas palabras de los claros ojos de Yaax Ich salio una lágrima pues estaba muy
conmovido por la forma en que le hacían honores y lo respetaban, a esto se tuvo que
negar y dijo:
-- Agradezco a todos los aquí presentes, pues no esperaba tal sorpresa de ustedes, me
siento honrado y a la ves avergonzado pues tendré que rechazar su invitación,
entiendo que la gente de mi pueblo me tome como un hombre inteligente, pero
también tengo deberes con mi familia—. Antes de que continuara un anciano, el
miembro más nuevo lo interrumpió.
-- Sabemos que tiene obligaciones con su familia, pero con nosotros no tendría que
trabajar bajo el sol y siempre su familia sería bien cuidada y nunca le faltaría nada.
-- Lo sé, pero no puedo dejar mi tierra, es mi manera de agradar a los dioses, cuando
aro la tierra siento una fuerte conexión con Yuum kax y se que así lo agrado como a
los demás dioses, sé que para otros suene como una locura, pero siento que mis raíces
regresan a la tierra y vuelvo a ser una mazorca de maíz que aun no se ha separado del
suelo, aun los dioses no me han querido dar el sentimiento de descubrir cual es mi
propósito pero se que cuando lo hagan será en el momento en que are mi tierra.

Los ancianos indignados con su respuesta simplemente le dijeron a Yaax Ich


directamente que no esperara su ayuda en situaciones difíciles, pues ellos no lo
ayudarían, se levantaron y se fueron juntos los 8. A la mañana siguiente en los brazos de
su mujer el anciano más viejo con una vos que ya no lograba dar entendimiento dijo:
-- Ahora he dicho lo que Itzamná ha puesto en mis labios--.
Al decir estas palabras dio un suspiro y murió.

Ya en el castillo Yaax Ich pidió hablar con el emperador pero los ancianos negándole el
paso le dijeron:
-- El emperador esta ocupado pensando en como conservar el conocimiento y pidió
nadie le molestara--. Al escuchar esto Yaax Ich se alegró y dijo a los ancianos:
-- Me ha llegado una idea directamente de los dioses y tiene que ser comunicada al
emperador de inmediato.
-- Y de que se trata tu gran noticia--. Dijo uno de los ancianos
-- Pues resulta que he descubierto la manera de cómo conservar el conocimiento.
Los ancianos se miraban unos a otros a las caras que atónitas estaban con la noticia, y
las únicas palabras que salieron de sus bocas fueron:
-- Y como es que lo sabes si eso se considera imposible.
Yaax Ich aprovecho su asombro e ignoro sus palabras y abriéndose paso entre los
ancianos paso a la parte trasera del castillo que era donde el emperador se ocupaba de
tomar las decisiones de su pueblo, y donde se encontraba en ese momento.

El emperador se llamaba Pakal, era un hombre fornido con unas cuantas heridas que
combates le habían dejado. Pakal era un hombre al que la bondad le venia sola, pues su
pueblo estaba protegido bajo su cobijo, el pueblo lo tenía como un dios pues su
protección era casi celestial. Él era alto, de cuerpo musculoso, piel morena por el sol
obscurecida, ojos negros como la noche y cabello largo y lacio, casi toda su vestimenta
era a base de plumas de faisán y jade. La gente al estar bajo su cobijo sentía gran
seguridad, pues ante sus oponentes mostraba un rostro de superioridad y fuerza, que
raramente no salían corriendo.

Al llegar con el emperador Yaax ich se asombro, pues el hombre estaba llorando de
desesperación. El cielo se había nublado sobre su cabeza y el viento se volvía enérgico,
pues el emperador ya no sabía que hacer, toda su vida la dedicó a cuidar a su pueblo,
pero ¿Cómo los salvaría de perder todo lo que habían logrado?

Yaax ich se acercó con respeto, pues aunque era un amigo de la infancia, ahora era el
emperador Pakal y tenia que respetarlo como tal.

Yaax ich solo le puso la mano al hombro, esto hizo que el emperador se sorprendiera
pues nadie debía verlo así y dijo:
-- Que haces aquí, he ordenado a los ancianos que nadie me molestara.
-- Lo siento señor pero esto es muy importante--. Dijo Yaax ich con una sonrisa en el
rostro.
-- Pero que es lo que ha pasado que no veo en tu faz más que alegría.
-- Es que he encontrado la manera de cómo conservar nuestro conocimiento.
-- ¿Y cual es tu idea?— Pregunto Pakal algo ansioso.
-- Durante el eclipse podremos ofrendar algo a los dioses y hablar con ellos
-- Pero no hay forma en que ofrendemos algo tan grande o tan valioso como para
alegrar a los dioses para que detengan al hombre blanco.
-- No es necesario que detengan al hombre blanco, pues nuestro conocimiento puede
conservarse aun con su llegada.
-- Pero lo hemos intentado todo--. Dijo Pakal sin ánimo
-- Menos agradar a los dioses--. Al decir esto los ojos de Pakal se agrandaron de
sorpresa ante su error. —Pues no hemos pedido su apoyo, quizá eso les haga molestia
y por eso nos castigando esa manera.
-- Ya dime cual es tu idea--. Dijo Pakal con un tono de desesperación
-- Durante el eclipse podríamos pedir al creador Hunab ku y a Itzamná que
organizaran todo el conocimiento y lo pusieran dentro de una sola persona.
La palabras salían de la boca de Yaax ich que no dejaba de sonreír.
-- Pero nadie podría soportar tanto conocimiento, se volvería loco o simplemente
moriría.
-- Lo sé y también he pensado en eso, pero sé que para los dioses no hay nada
imposible.
-- Y que pasará con el conocimiento al morir esta persona--. Dijo preocupado Pakal.*
¿Acaso se perderá?
-- No, este pasará a otra persona que naciera en el mismo instante en que el otro
muriese.
-- Pero y si ningún niño maya naciera en ese momento y si uno blanco, ¿Él tendría el
conocimiento?
-- Lamento decir que si.
-- Pues no puedo permitir que lo hagas, quizá esa sea la perdición de mi pueblo y no
permitiría que nada les pasara.
-- Y que pasará con todo lo que sabemos--. Yaax ich sonaba algo molesto por el
rechazo. -- ¿Acaso morirá con nosotros?
-- Solo no quiero que nada suceda a mi pueblo, ellos confían en mí y no los puedo
defraudar.
-- Piense que cada una de esas personas ha pasado su vida intentando saber porque
amanece o porque la luna brilla, otros buscan maneras en que el trabajo no sea tan
pesado y cada noche salen de sus casas para agradecer a los dioses y cada emperador
que por llevar un buen reinado los dioses han convertido en las estrellas que cada
noche nos iluminan; no te gustaría estar ahí, junto a la luna, viendo desde el cielo
como el conocimiento de tu gente es utilizado para saber más y descubrir cada uno de
los secretos que los dioses han puesto en nuestras vidas para hacernos cada día más
dignos de acercarnos a ello.
Mientras Yaax ich hablaba Pakal solo escuchaba y razonaba cada una de sus palabras.

-- Sé que en tus palabras hay algo de razón Yaax ich y sé que son bien intencionadas,
pero no puedo permitir que mi pueblo corra peligro, y para mi es un peligro que el
hombre blanco pueda saber lo mismo o más que nosotros, pues no sabemos hasta
donde llega su conocimiento. No sabemos si bajaran del cielo o vendrán del mar o
quizá aparezcan bajo la tierra, de lo que si puedo estar seguro es que no quiero que mi
pueblo sufra.
-- Me apena tu decisión Pakal, pero yo no viví 85 años en pensamiento para que nadie
lo recuerde.
Al decir estas palabras Yaax ich solo se dio la media vuelta y se fue a su milpa pensando
en aquella plática.

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