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Universidad de caldas.

Literatura Colombiana.
Jonatan Estiven Largo Castrillon.

Verdor.

La identidad que es propia de un individuo está, en primera instancia, en caminada al


reconocimiento de este como una parte de algo más grande, un país, una ciudad, una cultura.
El sentimiento patriota no es más que ese deseo de expresar un; yo soy de…

Otra forma de identidad es propia de la pertenencia a; una cultura, un grupo social, una
familia. Esta identidad es la que se crea en el dialogo con los demás. La identidad que parte
de la interacción con el otro, que es, a su vez, la manera por la cual, se llega al auto
reconocimiento y la proclama de este.

El extrañamiento es una forma de destrucción del mundo, del mundo interno el cual se ha
creado a partir de la vida, o sea, la identidad. Si alguna vez te has alejado del mundo, tú
mundo. Y te has ido a un lugar que produce un extrañamiento, un desconocimiento,
entenderás lo siguiente. La realidad, la nuestra; la que depende de nuestra percepción, la
construimos en la medida en que aprendemos los conceptos con los cuales ir a ella, esto no
es más que; el aprender a nombrar el mundo, el pedazo de mundo al que pertenecemos. El
nombrar el mundo da como resultado, un proceso reflejo de este, con el cual la realidad se
aleja de ella misma y entra en una conexión innegable con el hombre, está conexión, para
hacerla más clara, es el lenguaje. Por medio de él logramos adaptarnos y crear una identidad
que nos aferra a un trozo de mundo. Hay identidad en la medida que hay una cultura y
practicas que ligan al individuo al mundo. Por eso, al llegar a un mundo diferente , con
dinámicas diferentes o sea, con la identidad de un ser diferente a mí, se entra en constantes
desagrados. Se es lo que se es en la medida en que somos en le territorio, hogar, país, etc. En
otro lugar somos una expresión de la identidad propia del lugar de origen, somos un García
Lorca inmiscuido en la nueva york del pleno desarrollo industrial, inundando la poesía con
el desánimo que produce las ciudades que tragan hombres y escupen huesos.
Por eso el sujeto alto y huesudo, de la novela corta Verdor ve el campo de juego, no mira los
jugadores, sigue con nostálgico detenimiento aquel verde que le recuerda una parte de sí
anclada a su origen.

El tema: un hombre que se pierde a sí mismo, que desfigura su identidad y borra con sus
pasos, un yo. es otra manera de extrañamiento, aunque rayando con el propio olvido. Dejando
de lado el extrañamiento que atiende a lo que es simplemente material, una casa, país, etc.
Nos quedamos con el intento de el propio olvido, el intento de desfigurar lo que se es.

Un padre es padre en la medida que existe un hijo que avala tal concepto. Pero, lo que es
llamado como padre, tiene un montón de terminaciones propias de él, sueños, por ejemplo.
La vida se encamina a un seguro final, al instaurar modos de vidala gente tiende a seguirlos,
recordamos y somos golpeados por dolores que hace mucho han pasado. Pero, el padre es
padre en la medida que con su hijo se crea toda una nueva realidad, la única y más real que
las demás.

En Verdor nos encontramos con un algo parecido, una pareja, un pintor y su compañera, los
cuales han perdido a su hijo o hija, alguien murió y es aquí donde todo ha de empezar. aquí
es donde se le da origen a la tragedia, el sueño de una vida completa, nietos, etc. Queda
destruía. No queda más que emprender un viaje para lograr reencontrarse con ellos mismos,
para superar la muerte misma. Aunque en este solo se logre desfigurar cada vez más la figura
de él. Él quiere olvidar hasta su nombre, se quiere rehacer desde la cenizas, no quiere olvidar
aquello muerto, quiere olvidar la parte de sí que lo recuerda, la parte de sí que desea destruir,
es la identidad de lo que es. O era. La identidad de un padre.

Un ejemplo de esto lo logramos ver en una película llamada, el maquinista, palabras más
palabras menos, es la historia de un tipo que a partir de un hecho trágico, atropelló y mató a
un niño, configura su vida en un trauma, deja de ser para entregarse en un constante recuerdo,
en un trauma, lo interesante aquí es, es el juego con el yo, se busca una ruptura física con el
pasado, se quiere ser otro para sobre llevar la realidad. Lo físico no importa, el sueño no
importa, y en el caso de verdor, nada importa, es una condena constante, una búsqueda de la
muerte, algo lenta y burda. En ambos casos, tenemos un desfiguración de lo físico. Y la
espera, la espera de ello que va a pasar.
A veces se quiere olvidar, se quiere no ser un “Yo” se quiere ser otro. Llama la atención este
punto, pues para no ser más un yo, se podría, simplemente matar, suicidar, pero vemos que
la destrucción de la verdadera identidad se debe dar del mismo modo como lo hace la
construcción de la misma. En la vida. El sufrimiento de este pintor, el hombre, el frío, la
lluvia, las borracheras, los parques, los golpes, el no baño, todas esta cosas configuran un
nuevo “Yo” destruida la anterior identidad, solo queda el sufrimiento por el cual se logrará
llegar a una nueva. Se busca ser algo, y luego, se tira a la basura ese algo con todo y cuerpo
y sigue, sigue, sigue. Se crea una nueva, con la identidad nueva, se tiene la posibilidad de ser
feliz de nuevo, pues se tiene nuevos motivos para sonreír, nuevos motivos para sentir deseo
de vivir.

El pintor sale de las cenizas en el momento en que se va para el hotel a trabajar, su semblante
cambia, tiene un motivo en la vida, lavar platos, actividad con la cual llega la nueva identidad.
Aunque también se aboga por; hay características, talentos, etc. Que son propios del sujeto,
este por más que se quiera olvidar, tiende a reencontrarse en la actividad que va más ligada
a sí, en Verdor encontramos un submundo, el mundo de los olvidados, desahuciados o el
mundo de los que se quieren olvidar, pues están en una constante búsqueda de un nuevo yo.
Por eso la destrucción tiene que ser inminente, la destrucción es corporal y emocional, se
lleva al máximo la resistencia, o lo que es lo mismo, el sufrimiento. Busca sentir de nuevo
ese algo que lo llevará a la vida,

El extrañamiento es una forma de destrucción del mundo, del mundo interno el cual se ha
creado a partir de la vida, o sea, la identidad. Si alguna vez te has alejado del mundo, tú
mundo. Y te has ido a un lugar que produce un extrañamiento, un desconocimiento,
entenderás lo siguiente. La realidad, la nuestra; la que depende de nuestra percepción, la
construimos en la medida en que aprendemos los conceptos con los cuales ir a ella, esto no
es más que; el aprender a nombrar el mundo, el pedazo de mundo al que pertenecemos. El
nombrar el mundo da como resultado, un proceso reflejo de este, con el cual la realidad se
aleja de ella misma y entra en una conexión innegable con el hombre, está conexión, para
hacerla más clara, es el lenguaje. Por medio de él logramos adaptarnos y crear una identidad
que nos aferra a un trozo de mundo. Hay identidad en la medida que hay una cultura y
prácticas que ligan al individuo al mundo. Por eso, al llegar a un mundo diferente , con
dinámicas diferentes o sea, con la identidad de un ser diferente a mí, se entra en constantes
desagrados. Se es lo que se es en la medida en que somos en él territorio, hogar, país, etc. En
otro lugar somos una expresión de la identidad propia del lugar de origen, somos un García
Lorca inmiscuido en la nueva york del pleno desarrollo industrial, inundando la poesía con
el desánimo que produce las ciudades que tragan hombres y escupen huesos.

Por eso el sujeto alto y huesudo, de la novela corta Verdor ve el campo de juego, no mira los
jugadores, sigue con nostálgico detenimiento aquel verde que le recuerda una parte de sí
anclada a su origen.

Todos los días nos topamos con personas en la calle que ahora son de la calle, ante nuestro
entendimiento, ellas son personas olvidadas, destruías por las acciones de su pasado. Ante
las imágenes dadas en esa realidad externa, la calle. No llegamos siempre a un ejercicio
introspectivo, pasamos de largo pues ello se hace cotidiano, la vida determina ciertos
momentos de quiebre entre lo que somos y la realidad, problemas que repercutirán en la
identidad misma.

Esto que somos no es más que la realidad interna o identidad que hemos construido a partir
de las diferentes esferas de la realidad concreta. Somos el resultado de un constante tránsito
por la vida, una construcción continua que sale de mera formalidad educativa, y que se hace
manifiesta has los últimos años de vida, así, la identidad se nutre con ideas de religiosidad,
pertenencia por un lugar, un barrio una cuidad, un pueblo o un país, gustos musicales, ideas
políticas, o gustos artísticos. Y la lista podría seguir con facilidad.

Hablar de la identidad sólo como la construcción interna a partir de lo externo dado, seria
olvidar que el ser humano llega al mundo con capacidades que son algo así como innatas,
ventajas que la naturaleza brinda particularmente a cada individuo y que este desarrolla o
potencializa en el desarrollo de su identidad.

Recordando al señor postrado en una calle con cajas de cartón, plásticos, costales, o
envuelto en sí mismo para enfrentar el frío, nos enfrentamos ante una realidad destruida o
una identidad que cada día se reafirma en el olvido. Esta es una destrucción que traza pasos
un poco más allá de lo simbólico, es una destrucción pasiva que no se amplía más allá del
sujeto mismo. Sujeto que la literatura se ha encargado de absorber y verdor es una muestra
de ello. Es una muestra del extrañamiento con la identidad construida.

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