Sei sulla pagina 1di 195

La prostitución a debate

Por los derechos de las prostitutas



La prostitución a debate
Por los derechos de las prostitutas

Hetaira
Colectivo en Defensa de los Derechos de las Prostitutas

Coordinadoras:
Mamen Briz y Cristina Garaizabal

Dolores Juliano, Raquel Osborne,


Cristina Garaizabal, Anne Souyris,
Ruth Mestre, Pilar Rodríguez,
Estefanía Acién, Nereida Lakuló,
Juanita Rosina Henning, Sietske Altink,
Pye Jacobson, Anne Coppel,
Inés Sabanés, Ramiro García de Dios,
Silvia Gay, Ana Fábregas,
Margarita Carreras, María José Barrera,
Carolina Hernández, Nancy Losada
y Heidi Rueda

tAlAsA
e d i c i o n e s, s. l.


Portada: Equipo editorial.
Imagen de portada: Tazio Secchiaroli, 1964.
© Hetaira
© Para esta edición TALASA Ediciones S. L.

Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», bajo sanciones establecidas en
las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reproducción
y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante cualquier alquiler o préstamo públicos.

TALASA EDICIONES, S. L.
c/ San Felipe Neri, 4.
28013 MADRID
Telf.: 915 593 082.
Fax: 915 470 209.
Fax: 915 426 199.
Correo electrónico:
talasa@talasaediciones.com
www.talasaediciones.com

ISBN: 978-84-96266-20-9.
ISBN eBook: 978-84-96266-59-9
Depósito Legl: M-47178-2007.
Impreso por: Efca, S.A.


Índice

Doce años de Hetaira..................................................................7


Introducción..............................................................................15
Buenas y malas mujeres. El estigma de la prostitución........21
Presentación...............................................................................23
Sobre trabajos y degradaciones, de Dolores Juliano................ 27
El sujeto indeseado: las prostitutas como traidoras de género,
de Raquel Osborne................................................................33
El estigma de la prostitución, de Cristina Garaizabal...............43
Pintan bastos, de Anne Souyris...................................................56
Inmigración y prostitución......................................................59
Presentación................................................................................61
Género y extranjería, de Ruth Mestre.........................................65
Mujeres con capacidad de agencia, de Pilar Rodríguez.............71
Mujeres inmigradas trabajando en la prostitución en el
poniente almeriense: perspectivas de acercamiento y
experiencia de trabajo, de Estefanía Acién...........................78
En busca de un sueño, de Nereida Lakuló..................................93
Otros países, otras experiencias..............................................97
Presentación................................................................................99
Alemania. Prostitutas de cristal, de Juanita Rosina Henning..103
Holanda. Burdeles legales, de Sietske Altink...........................107
Suecia. El malo de la película, de Pye Jacobson......................113
Francia. La rue, de Anne Coppel..............................................117
La situación en nuestro país..................................................121
Presentación..............................................................................123
Espacio para el diálogo, de Inés Sabanés.................................127
¿Por mal camino?, de Ramiro García de Dios.........................131
Cooperativas de prostitutas, de Silvia Gay...............................134
Trabajo sexual y convivencia, de Ana Fábregas......................140
Las prostitutas se organizan: hablan las
trabajadoras del sexo.......................................................147
Presentación..............................................................................149
Por qué no, de Margarita Carreras..........................................153

Tenemos que hablar, de María José Barrera...........................156
Mujeres con ilusiones, de Carolina Hernández.......................158
Nosotras, no las que “nos hablan”, de Nancy Losada..............161
La universidad de la vida, de Heidi Rueda...............................164
Manifiesto por los derechos de las prostitutas.....................167
Escritores y escritoras por los derechos................................169
Las mujeres invisibles, de Fernando León de Aranoa.............171
A través del cristal, de Pablo Sanz...........................................173
De su relato Cincuenta pasos, de Lucía Etxebarria.................174
Derechos profesionales. La Constitución no distingue entre
ciudadanos de primera y de segunda, de Rosa Regàs.........175
Entre todas las mujeres, de Eduardo Haro Tecglen.................177
Mujeres que no existen, de Soledad Puértolas.........................178
Justicia y respeto, de Eduardo Mendicutti...............................179
La plusvalía del deseo, de Antón Reixa...................................181
Las fronteras interiores, de Carlos Bardem..............................183
Las cosas no tienen derechos, de Eduardo Galeano................184
Nada menos soy que una puta, de Francisco Cenamor...........185
Puta moral, de Ruth Toledano..................................................186
Prejuicio, de Leopoldo Alas.....................................................187
Soy puta y no me centro, de Belén Reyes................................188
Es mi cuerpo y yo decido, de Pamela Pérez............................189
Elemental, de Rosa Montero....................................................190


Doce años de Hetaira

En 1995 creamos Hetaira, un grupo compuesto por activistas y


prostitutas, con la firme intencionalidad de defender los derechos
de las trabajadoras del sexo. Pensábamos que era un buen momento
para acabar con los prejuicios que las prostitutas tenían hacia las
feministas y que las feministas tenían hacia las prostitutas. Los
prejuicios, las ideas preconcebidas y las grandes teorías redondas
y acabadas suelen toparse de frente con la realidad y a nosotras nos
tocó aprender a aprender, a modificar parte de nuestro discurso y
nuestra forma de pensar, a inventar nuevas formas de organización
con un colectivo de mujeres generalmente machacado y margi-
nado. Nosotras arrastrábamos ideas tales como: “La prostitución
es degradante”, “todas las prostitutas son víctimas de la sociedad
patriarcal”, etc. Ellas, ideas tales como: “Las feministas son unas
resentidas con los hombres”, “no nos pueden ni ver porque nosotras
sí somos femeninas y no ellas”… y, sin embargo, encontramos
puntos en común.
Íbamos con retraso, nuestras compañeras norteamericanas y
europeas llevaban tiempo dando la batalla. En 1986 había tenido
lugar el último congreso internacional de prostitutas en Bruselas.
En la declaración final se abogaba por la autodeterminación sexual
de todas las personas, por el derecho al aborto, por la libertad para
mantener relaciones con personas del mismo sexo, de diferentes
naciones o ideas religiosas (y hasta aquí estábamos de acuerdo las
feministas), pero añadían también “a practicar sexo a cambio de
dinero”.
Cuando comenzamos a fraguar la posibilidad de un proyecto no
pensamos en iniciar un trabajo de tipo asistencial. En nuestro país
ya existían. Son organizaciones que, con muy pocos recursos, hacen
parte del trabajo que debería hacerse desde las Administraciones,
pero que palían la situación en la que se encuentran algunas mu-
jeres que desean abandonar el ejercicio de la prostitución, la gran

mayoría de ellas hartas de sufrir el desprecio social, hartas de no
poder planificarse un futuro mejor.
Había, sin embargo, un sector de prostitutas olvidado. Aquellas
–que viendo las posibilidades que se le presentaban en la vida
habían decidido ejercer la prostitución– no existían. Ocupaban las
calles, las “sabíamos” dentro de un club, paradas en un parque…
pero no las oíamos. Nadie se dirigía nunca a ellas. Ellas conforman
el grupo de las “malas mujeres”, las “viciosas”, las que ofrecen
sexo a nuestros hombres, las que escapan del control de la sexua-
lidad patriarcal, las que no se sienten “objeto” sino “sujeto”, las
que tienen relaciones con “varios” al día, las que cobran dinero
por ello, las que inquietan a toda la sociedad. Y éstas fueron las
mujeres con quienes nos apetecía establecer una alianza. Generar
lazos de solidaridad entre mujeres es, al fin y al cabo, el espíritu
del feminismo, y las propuestas que se realicen han de contribuir
a “empoderar” a las mujeres, a hacerles ganar en autonomía y
autodeterminación. Este espíritu ha impregnado todas nuestras
actuaciones.
Durante estos años, ha sido decisivo el coraje y la valentía
de algunas prostitutas que no han dudado en dar la cara ante la
sociedad, haciendo trizas con su discurso la imagen estereotipada
y prejuiciada de las putas. Juntas hemos normalizado su realidad:
mujeres que comparten parte de sus problemas con sus iguales y
que arrastran el estigma de dedicarse a una actividad no reconocida
como legítima. Las prostitutas han dejado de ser una abstracción
para convertirse en mujeres con rostro y voz, con historias perso-
nales llenas de lucha y contradicciones.
Desde Hetaira, puente entre las trabajadoras del sexo y la so-
ciedad, hemos intentado influir en la forma de pensamiento y en
promover la defensa de derechos. Hemos acudido a todo tipo de
lugares para llevar nuestras ideas: hemos realizado comparecencias
en el Senado, en el Congreso y en diferentes parlamentos autonó-
micos y nos hemos entrevistado con las instituciones públicas que
implementan políticas sobre la prostitución y que habitualmente
desoyen las reivindicaciones de las trabajadoras del sexo.
Hemos contado con la inestimable solidaridad de muchas
personas vinculadas al mundo de la cultura (fotografía, literatura,
cine, arte, música…), que nos han ayudado a romper con el aisla-
miento social de las prostitutas, haciéndoles protagonistas de los
proyectos. En ocasiones esta solidaridad ha venido acompañada


de apoyo económico, algo imprescindible para continuar nuestro
trabajo de forma independiente. Sería imposible enumerarlas to-
das, porque cada una de estas actividades ha sido importante para
nuestros objetivos y para darnos fuerza y energía en nuestro día
a día. A modo de ejemplo, señalamos el apoyo de Eduardo Haro
Tecglen, Eduardo Galeano, Leopoldo Alas, Rosa Montero, Ruth
Toledano, Rosa Regàs, Soledad Puértolas, Eduardo Mendicutti y
muchos otros... –cuyos textos de apoyo puedes leer al final de este
libro–. Colaborar con Fernando León de Aranoa en el proceso de
documentación para Princesas y la participación de prostitutas
del entorno de Hetaira en el rodaje de la película ha sido uno de
los regalos más agradables que vivimos en los últimos años. Emo-
cionante fue también el momento en el que Margarita Carreras,
trabajadora del sexo, recogió en nombre de Manu Chao, el Goya a
la Mejor Canción Original por Me llaman calle, compuesta para la
peli. Las visitas de Manu Chao a nuestro local, situado en la calle
del Desengaño, y la colaboración en el rodaje del videoclip de su
tema fue igualmente divertido y esperanzador en nuestro intento de
dar todo el protagonismo a las mujeres que trabajan en la calle.
En estos años se han abierto algunos cauces en la Universidad.
Además de nuestra participación en másters y seminarios, en el
2001 tuvo lugar un Congreso internacional, auspiciado desde el
departamento de Sociología del Género de la Universidad Nacional
de Educación a Distancia, al que acudieron los profesionales más
cualificados y representativos en investigaciones sobre prostitución,
no prejuiciados por valoraciones morales, generalmente voces
acalladas en el panorama universitario.
En el campo del feminismo y del movimiento de mujeres tam-
bién podemos constatar avances en cuanto a la sensibilidad por este
tema. De la mano de los grupos que forman parte de la Federación
de Organizaciones Feministas del Estado español hemos recorrido
buena parte del país explicando nuestra experiencia de trabajo y de
organización. Desde Madrid, hemos contado con el apoyo inestima-
ble de la Asamblea Feminista de Madrid, que nos ha acompañado
siempre, en los mejores y en los peores momentos.
Al inicio de nuestro trabajo, cuando nos dirigíamos a partidos
de izquierdas o sindicatos buscando apoyo, nos contestaban que no
se podía considerar la prostitución como un trabajo. Hoy existen
diferentes puntos de vista dentro de partidos políticos y sindicatos.
CC OO, CGT o CNT hablan, desde hace ya tiempo, de las prosti-


tutas como trabajadoras del sexo sin derechos laborales, algo que
beneficia enormemente a la hora de normalizar el ejercicio de la
prostitución.
El libro que tienes en tus manos contiene las ponencias presen-
tadas en las jornadas La prostitución a debate. Por los derechos
de las prostitutas que organizamos en Madrid en mayo de 2004.
A pesar del tiempo transcurrido, conserva todo su valor desde el
punto de vista de análisis de la realidad y de propuestas que ayuden
a entender de una forma multilateral el complejo tema de la prosti-
tución. Entonces nos reunimos una cantidad de personas, venidas
de diferentes puntos del Estado español, nada desdeñable. Desde
ese momento empezamos a calibrar la posibilidad de agruparnos
con otras asociaciones interesadas en reivindicar los derechos de
las personas que se prostituyen. Esa idea es ya hoy una realidad:
en marzo de 2006 salimos a la luz pública como Plataforma Estatal
por los Derechos de las Personas Trabajadoras del Sexo. Forman
parte de ella: Genera (www.genera.org.es), Àmbit Prevenciò-Am-
bit Dona (www.ambitprevencio.org), El Lloc de la Dona-Oblatas
(llocdeladona1@telefonica.es), de Barcelona; Comité de Apoyo
a las Trabajadoras del Sexo-CATS (cats@asociacioncats.org), de
Murcia; Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía (www.
apdha.org); Col Lectiu Lambda (LGTB) (www.lambdavalencia.
org), de Valencia; Transexualia (www.transexualia.org), ����������
Colectivo
de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid-Cogam
(LGTB) (www.cogam.org), Fundación Triángulo (www.fundacion-
triangulo.info) y Hetaira (www.colectivohetaira.org), de Madrid.
En su primer manifiesto de constitución se puede leer: “Defende-
mos los derechos de todas las personas que ejercen la prostitución:
las que están obligadas a ejercer bajo coacción de terceros, las que
viven mal ejercer la prostitución y quieren abandonarla y las que
quiere seguir ejerciendo pero en mejores condiciones”. Toda la
filosofía de la Plataforma pasa por una mirada feminista que no
victimiza a quienes ejercen.
Pero junto al avance en la organización y presencia pública de
las trabajadoras del sexo también han arreciado las posiciones abo-
licionistas, hasta el punto de que nuestros representantes políticos
las han hecho suyas.
En febrero de 2007, la Comisión Mixta de los Derechos de la
Mujer del Congreso de los Diputados publicó sus conclusiones
sobre la situación actual de la prostitución en nuestro país después

10
de un año largo de intensas consultas, en el que comparecieron
diversas organizaciones, Hetaira entre ellas. Dichas conclusiones
han sido decepcionantes, ya que las trabajadoras del sexo siguen
ejerciendo en la misma situación de desprotección en la que han
estado siempre, sin derechos y sometidas a las arbitrariedades de
las Administraciones municipales.
El punto de vista sesgado y cargado de prejuicios morales que
ha presidido los trabajos de la Comisión no ha tenido en cuenta
la realidad de las personas trabajadoras del sexo. Así, aunque en
dichas conclusiones se reconoce que no existen estudios fiables
sobre la realidad de la prostitución, todas las medidas que se
proponen parten del prejuicio de que sólo una mínima parte de
la prostitución se desarrolla de manera voluntaria, concluyendo
que “no tiene sentido diferenciar la prostitución coaccionada de
la voluntaria”, equiparando constantemente la prostitución volun-
taria con la trata de mujeres con fines de explotación sexual. Esta
equiparación adolece del mínimo rigor científico y práctico y tiene
como consecuencia la invisibilización de todas aquellas personas
que ejercen la prostitución de manera voluntaria y que deberían
haber sido contempladas también como sujetos de derecho desde
el punto de vista legislativo.
De hecho, se niega el derecho a ejercer la prostitución a personas
adultas, no se contempla su capacidad de consentimiento y se les
trata como sujetos menores de edad, como seres “victimizados”,
fáciles de ser engañados... En definitiva, no se contempla de
manera realista a las prostitutas: mujeres que viven de un trabajo
estigmatizado socialmente, que sufren discriminación y que son
estigmatizadas como si fueran una clase particular de mujeres,
diferentes del resto. Por el contrario, los trabajos de la Comisión
refuerzan el estigma hacia las prostitutas e ignoran sus derechos.
Esta forma de acercarse a la prostitución impide ver, precisamente,
la realidad de las prostitutas, sus deseos, sus exigencias, sus miedos
y sus problemas. Impide también conocer sus puntos fuertes y su
modo de combatir las injusticias y discriminaciones que sufren.
Bajo el supuesto de defender los intereses de la Mujer, con ma-
yúsculas, han dejado en la total indefensión a este sector concreto
de mujeres. No contemplar esta diversidad en los análisis y las
discusiones resulta inaceptable.
La idea de que toda la prostitución es “esclavitud sexual” o
“violencia de género” tiene grandes resonancias emocionales pero

11
es una cortina de humo que impide comprender qué instrumentos
legislativos son necesarios para mejorar las situaciones reales y
diversas que viven las trabajadoras del sexo. Victimizar a “todas”
las trabajadoras del sexo no ayuda en nada a cambiar su situación;
por el contrario, sirve para que el Estado ponga en marcha una serie
de medidas proteccionistas que frecuentemente se aplican pasando
por encima de la voluntad de las trabajadoras del sexo, como está
pasando en la actualidad en muchas ciudades. Un buen ejemplo de
esto son el Plan contra la Esclavitud Sexual, que puso en marcha
el Ayuntamiento de Madrid en 2004, y la Ordenança de mesures
per fomentar i garantir la convivencia ciutadana a l’espai públic,
que aprobó el Ayuntamiento de Barcelona en diciembre de 2005.
Ambas normativas conculcan los derechos más elementales de las
trabajadoras del sexo, acosándolas a ellas y a sus clientes, como si
la prostitución fuera un delito.
El afán por perseguir y castigar a los clientes de la prostitución
para acabar así con la demanda empeora sustancialmente las con-
diciones de las trabajadoras del sexo, siendo ellas las principales
perjudicadas. Más allá de lo que significa, desde el punto de vista
de los valores, que se proponga la idea del castigo como solución,
el problema fundamental es para qué sirve y qué repercusiones
tiene en la práctica. La experiencia de otros países demuestra que
la penalización sirve justo para lo contrario: no sólo no acaba con
la prostitución y las mafias, sino que clandestiniza el ejercicio de
la prostitución, favoreciendo los aspectos mafiosos y dejando a las
mujeres más desprotegidas y en peores condiciones de trabajo. En
Suecia, según el Consejo Nacional de Salud y Bienestar del Go-
bierno sueco y el subjefe de la Brigada Antivicio de la Policía de
Estocolmo, ha disminuido el número de suecas que ejercen en la
calle (fundamentalmente porque se han trasladado a apartamentos
en zonas residenciales) pero ha aumentado el número de extranjeras
traficadas por las mafias (Diario El Mundo, 24 de noviembre de
2005). De manera que las ideas abolicionistas llevadas a la práctica
conviven con políticas prohibicionistas que penalizan y reprimen
a las mujeres que se niegan a ser “reinsertadas”.
Ante la prostitución caben diferentes valoraciones morales, pero
ninguna de ellas está por encima de los derechos básicos que todas
las personas tenemos. En sociedades democráticas como la nuestra
las moralidades particulares no pueden conculcar esta igualdad de
derechos. Ni un sector del feminismo ni la Iglesia pueden ser los

12
que garanticen la moral pública estableciendo qué sexualidad es
la políticamente correcta y cómo deben ser las relaciones sexua-
les entre mujeres y hombres. Por ese camino, el riesgo de caer en
moralismos normativos que acaben coaccionando y limitando la
capacidad de autodeterminación de las mujeres es evidente. Las
relaciones sexuales, al igual que otras relaciones que establecemos
los seres humanos, deben de estar guiadas por el respeto, la liber-
tad, la capacidad de decidir... El hecho de que sean comerciales o
no debería importar tan sólo a quienes participan voluntariamente
en ellas.
Un tanto por ciento elevado de mujeres desea continuar ejer-
ciendo la prostitución pero en mejores condiciones. Desean ser
tratadas con dignidad, sin ser estigmatizadas por desarrollar ese
trabajo; desean no ser discriminadas y tener los mismos derechos
que otros trabajadores; aspiran a poder trabajar en la calle pero
en zonas tranquilas, seguras, sin ser molestadas y sin molestar al
vecindario. La venta de servicios sexuales es un trabajo y debe ser
reconocido legalmente, acabando con la hipocresía que hoy existe
al respecto. Plantear que la prostitución no puede ser una actividad
socialmente aceptable porque atenta contra la igualdad y la dignidad
de las mujeres es una afirmación basada en una determinada visión
moral de la sexualidad. Lo que atenta a la igualdad y la dignidad
son las condiciones en las que actualmente se ejerce este trabajo.
Reconocer los derechos de las trabajadoras del sexo es una cues-
tión de justicia que no puede seguir posponiéndose bajo ningún
concepto. Seguiremos trabajando duramente para conseguirlo.

Hetaira
Madrid, noviembre de 2007.

13
14
Introducción

La prostitución es un fenómeno complejo y heterogéneo del


que se habla mucho últimamente desde diferentes instancias, tanto
institucionales como sociales, pero desde las que frecuentemente
se olvida a sus protagonistas.
En los últimos tiempos en Madrid estamos asistiendo a un fuerte
envite institucional contra las mujeres que ejercen la prostitución
en la calle. El Ayuntamiento gobernado por el PP quiere que las
prostitutas que captan su clientela en la calle desaparezcan porque
provocan problemas de convivencia con el vecindario y porque
no están bien vistas. Su Plan contra la Esclavitud Sexual, como
ellos llaman a las acciones represivas que están llevando a cabo
en la zona centro de nuestra ciudad contra prostitutas y clientes,
ha recibido el apoyo de determinados sectores feministas. Estos
sectores ven en él un buen instrumento para abolir la prostitución,
reinsertando a las prostitutas, aunque para ello tengan que coaccio-
nar a las que no quieren abandonar esta actividad, y hostigando a los
clientes, aunque no hayan cometido ningún delito y se conculque
su derecho a la intimidad.
Somos conscientes de que la prostitución es un tema contro-
vertido donde las divisiones clásicas entre derechas e izquierdas,
tradicionalismo y progresismo, no siempre sirven para calificar las
distintas posiciones que se mantienen ante este asunto. Dentro del
feminismo es un tema que provoca fuertes discusiones que en la
actualidad han dado pie a posiciones irreconciliables.
Hetaira parte de que bajo el rótulo de lo que llamamos “pros-
titución” subyacen realidades muy diferentes. Estas realidades
van desde situaciones en las que las mujeres que ejercen lo hacen
obligadas, chantajeadas y coaccionadas por terceros. Y aquí, el
Código Penal es muy claro para determinar lo que significa esto y
castigarlo. Hasta situaciones en las que las mujeres que ejercen lo
hacen por decisión propia, aunque esta decisión esté más o menos
15
condicionada por diferentes factores, entre ellos el nivel cultural y
económico y el origen nacional. Estas realidades diferentes exigen
medidas políticas diferenciadas.
Para nosotras es fundamental escuchar la voz de las prostitutas.
Si quieren dejar la prostitución, deben poder hacerlo y contar con
medidas sociales que faciliten su incorporación a otra actividad
laboral. Pero para todas aquellas que quieren seguir ejerciendo,
pero hacerlo en mejores condiciones de las que hoy se dan, es
necesario que el Estado reconozca que la prostitución es una ac-
tividad comercial legítima, un trabajo, y que, por lo tanto, deben
contemplarse los derechos de éstas como trabajadoras.
Para que esta voz pueda oírse y contar en los debates y las
iniciativas legislativas que se adopten, es fundamental la autoor-
ganización. Las prostitutas deben convertirse en sujetos sociales,
en sujetos de derecho con capacidad para negociar sus intereses. Y
un paso importante en este camino es la lucha contra el estigma.
Con estas jornadas, tituladas La prostitución a debate. Por
los derechos de las
prostitutas (Madrid,
mayo de 2004), He-
taira pretende seguir
aportando su granito
de arena en esta pe-
lea. Una pelea que
sabemos que es lar-
ga pero en la que
creemos que última-
mente se han dado
pasos importantes.
Las manifestaciones
de prostitutas, tanto
en Madrid como en
Barcelona, que se
han producido el año
pasado son una bue-
na muestra de estos
avances. Así mis-
mo, la constitución
Imagen de Tazio Secchiaroli (1964) utilizada este año de un nue-
para las jornadas. vo grupo en Sevilla,

16
Asociación de Mujeres que Ejercen la Prostitución (AMEP); los
diferentes artículos de opinión en los periódicos de nuestro país en
los que se defiende la necesidad de reconocer los derechos de las
prostitutas; el Premio René Cassin por la Defensa de los Derechos
Humanos 2003 que el Gobierno vasco otorgó a Hetaira en su pri-
mera edición, y muchas otras cosas que me dejo en el tintero, son
una señal de que poco a poco en la sociedad van estando presentes
las prostitutas como sujetos de derechos.
Hemos querido juntar en estas jornadas a diferentes sectores so-
ciales: prostitutas, intelectuales, artistas, activistas, investigadoras,
magistrados, profesoras... Todas las personas que participan parten
de una posición de respeto y de reconocimiento de los derechos
que tienen quienes ejercen la prostitución. También hemos queri-
do contar con la experiencia de las mujeres que, en otros países,
luchan por el reconocimiento de la dignidad y los derechos de las
prostitutas. No están todas las personas con las que hubiéramos
querido contar. En concreto, nos falta nuestra querida Carla Corso,
prostituta italiana que nos ayudó en los comienzos de Hetaira y a
la que no le ha sido posible asistir, pero ¡otra vez será!

17
18
S
oy prostituta de calle desde hace muchos años, aunque no
voy a decir cuántos, y una de las que empezó a organizar el
colectivo Hetaira. Cuando hace 10 años, con algunas mujeres
que siguen formando parte de Hetaira, empezamos esta aventura,
no creí que fuera posible llegar hasta aquí.
Empezamos casi sin medios, sin ningún apoyo institucional,
pero con muchas ganas y mucho entusiasmo. El follón que la pren-
sa organizó el día de nuestra presentación era una buena muestra
de lo chocante que en esos momentos era que las prostitutas nos
organizáramos y diéramos la cara. Yo lo tuve claro desde el primer
momento: si queríamos conseguir algo teníamos que juntarnos
y hablar, alguien tenía que ser capaz de decir ante la prensa, las
instituciones y todo el que se pusiera delante que era prostituta y
lo que quería como tal. Y me tocó a mí. La decisión no fue fácil,
especialmente por mis hijos: me daba miedo que los discriminaran
por eso.
Pero hoy estoy muy contenta de haberlo hecho y creo que estos
años han valido la pena. Estar en Hetaira nos ha cambiado a todas
y hemos aprendido unas de otras. Hemos compartido momentos
y experiencias de todo tipo. Hemos llorado juntas, como cuando
reivindicamos la memoria de Araceli, una prostituta que apareció
asesinada en una boca de metro en Antón Martín; o cuando ho-
menajeamos a Edith, otra prostituta asesinada el año pasado. Nos
hemos alegrado y reído juntas, como cuando se hizo la primera
manifestación de putas el 19 de febrero de 2002 o cuando en di-
ciembre pasado nos fuimos con un microbús a Vitoria a recoger el
Premio René Cassin por la Defensa de los Derechos Humanos 2003.
También hemos discutido entre nosotras y nos hemos enfadado,
pero todo ha merecido la pena.

19
Espero que con estas jornadas podamos compartir con vosotras
algunas de nuestras preocupaciones y contribuir a trasladaros parte
de nuestro entusiasmo en la defensa de nuestros derechos.

Purificación Gutiérrez

20
Buenas y malas mujeres.
El estigma de la prostitución

21
22
Presentación

Después de años de escuchar a muchas prostitutas hablarnos de


sus vidas y sus sentimientos hemos podido comprobar que aunque
las condiciones en las que se desarrolla su trabajo sean duras y,
en muchos casos, indignas, lo que peor llevan es la consideración
que, en general, la sociedad tiene de ellas.
Uno de los elementos que caracteriza la prostitución es el estig-
ma que recae sobre las personas que la ejercen, fundamentalmente
sobre las mujeres, y que no es vivido por igual por todas las pros-
titutas. Por el contrario, cómo viven el ejercicio de la prostitución
y la consideración social que de ello se deriva varía entre unas
y otras. Así, nos encontramos con prostitutas que consideran el
ejercicio de la prostitución como algo terrible y angustioso, como
un mal menor al que no queda más remedio que adaptarse para
sobrevivir. Pero también existen muchas otras que la ejercen de
manera consciente y voluntaria, escogiendo quedarse en ella por-
que consideran que dentro de las oportunidades que tienen en esta
sociedad, la prostitución es la menos mala o la más lucrativa.
El proceso de interiorización y vivencia del estigma no es
blanco sobre negro sino que, por el contrario, es un proceso lleno
de luces y sombras. Culpas y deseo de legitimidad; justificaciones
y negaciones; vergüenza y orgullo por el hecho de ser puta son
sentimientos que se dan frecuentemente la mano. Que pesen más los
sentimientos positivos que los negativos depende de muchos factores,
pero, entre ellos, uno es fundamental: la imagen que les devuelve el
entorno. Porque nadie es ajeno a la mirada de los otros, sino que nos
construimos en permanente feed-back con los demás.
Luchar contra el estigma que recae en las prostitutas implica
cambiar esa mirada prejuiciada que ve a las prostitutas sólo como
“mercancía sexual”, “cuerpos a la carta” u “objetos para el disfrute
de los hombres”. Y cambiarla fundamentalmente en las mujeres,
especialmente las feministas.
23
El feminismo es una fuerza social que pretende mejorar las si-
tuaciones de discriminación que sufren las mujeres. Pero dentro del
feminismo, con este tema, existen posiciones divergentes. Nosotras
pensamos que determinadas corrientes feministas siguen viendo a
las prostitutas como ciudadanas de segunda categoría a las que no
se les concede la posibilidad de decidir por sí mismas qué quieren
hacer con sus vidas y con su trabajo. Esta posición no rompe en
absoluto con la ideología dominante, que considera a las mujeres
objetos subordinados a los deseos masculinos. La presunción de que
todas las prostitutas están obligadas por terceros (fundamentalmen-
te hombres) a ejercer la prostitución es una afirmación gratuita que
no se corresponde con la realidad y que demuestra que se ve a estas
mujeres como personas débiles y dependientes. Pretender mejorar
la situación de las prostitutas proponiendo la penalización de los
clientes implica concebirlas como complacientes y desprotegidas
siempre frente a los reclamos masculinos.
Para Hetaira, la lucha contra el estigma de puta es un objetivo
de primer orden dentro de nuestra labor feminista. Y para hablar de
ello contamos con la presencia de Dolores Juliano, Raquel Osborne,
Cristina Garaizabal y Anne Souyris.
Dolores Juliano es doctora en Antropología, y hasta el año 2001,
profesora titular de la Universidad de Barcelona, fundadora de Línia
d’Investigació i Cooperació amb Immigrants Treballadores Sexuals
(LICIT), trabaja desde hace muchos años en temas de género y está
especialmente interesada en procesos de cambio social. Entre sus
publicaciones están El juego de las astucias. Mujer y construcción
de mensajes sociales alternativos (1992); Educación intercultural
(1993); Las que saben... Subculturas de mujeres (1998); y La
prostitución: el espejo oscuro (2001).
Raquel Osborne es profesora titular de Sociología del Género en
la Universidad Nacional de Educación a Distancia (Departamen-
to de Sociología III). Master de Filosofía por la Universidad de
Nueva York, ha sido investigadora en el CSIC. Ha publicado, entre
otros, los siguientes libros: La construcción sexual de la realidad
(1993); La violencia contra las mujeres: realidad social y políticas
públicas (compiladora, 2001); Trabajadoras del sexo, derechos,
migraciones, y tráfico del siglo XXI (2004) y Las prostitutas. Una
voz propia: Crónicas de un encuentro (1991).
Cristina Garaizabal es psicóloga, especialista en terapias de
género. Fue cofundadora de la Comisión Antiagresiones del

24
Movimiento Feminista de Madrid y de Hetaira. Forma parte del
consejo editorial de Talasa, es autora del capítulo “La transgresión
del género. Transexualidades: un reto apasionante” en el libro
Transexualidad y transgenerismo cultural (1998). Junto con la
psicóloga feminista Norma Vázquez, trabajó en un proyecto sobre
salud mental de las salvadoreñas al finalizar la guerra en este país
centroamericano, El dolor invisible (1994).
Anne Souyris es periodista y cofundadora y presidenta del grupo
feminista francés Femmes Publiques. Ha trabajado en la revista El
periódico del sida. Se interesó en apoyar a las prostitutas, dada la
ausencia del feminismo en los debates políticos e institucionales
en relación con la prostitución. En su intervención ahondará en el
estigma de las prostitutas y hará un recorrido por la ley Sarkozy y
en cómo ha influido sobre sus vidas.

25
26
Sobre trabajos y degradaciones

Dolores Juliano
La polémica que en los últimos años se viene desarrollando
con virulencia en España sobre la prostitución se centra en gran
medida en el problema sobre si esta actividad puede (o debe) ser
considerada trabajo, o si hay que encuadrarla entre las prácticas
de violencia de género. El debate no es baladí. En una sociedad
industrializada y moderna, el acceso a la consideración social, pero
también a los derechos ciudadanos y a los servicios sociales, está
ligado a la condición de trabajadoras de las personas. El acceso
al mercado de trabajo es la medida (y el requisito previo) de la
integración de los inmigrantes. La peligrosidad social se asigna a
“vagos y maleantes”.
No puede extrañarnos, entonces, que una de las reivindicaciones
más sentidas del movimiento feminista haya sido la considera-
ción de trabajo para las tareas que tradicionalmente desarrollan
las mujeres. Las economistas, fundamentalmente, han dado una
dura batalla para que se considere trabajo, y como tal figure en
los balances económicos, no sólo el productivo (tradicionalmente
masculino) sino también el reproductivo, el de los cuidados, el
mantenimiento y la subsistencia, tradicionalmente desempeñados
por las mujeres.
En el caso del trabajo sexual, el problema del encuadre es parti-
cularmente importante pues determina las políticas que se pueden
seguir al respecto, y que según cuál sea el punto de partida irán
desde las estrategias abolicionistas (si se considera que es simple
violencia ejercida contra mujeres desvalidas) a las posiciones re-
guladoras, si se considera que es básicamente una estrategia para
ganarse la vida, es decir un trabajo.

27
Y el tema hay que abordarlo. Intentaremos acercarnos a él desde
varias vertientes.
Por definición. Si se entiende por trabajar “Realizar una acción
física o intelectual continuada”, y por trabajo “Actividad en que
alguien se está ocupando o se ocupa habitualmente”, según pro-
pone el Diccionario de Uso del Español de María Moliner, resulta
claro que la prostitución, en tanto que tarea habitual para muchas
personas, se encuadra dentro del marco del trabajo.
Pero frecuentemente se ha justificado incluir el trabajo sexual
dentro de las actividades reconocidas atendiendo a otros criterios,
tales como el de la necesidad social. La sociedad tradicional
amparaba su tolerancia para esta actividad con el argumento de
“evitar males mayores”, con lo que se naturalizaba la demanda de
los clientes, pero se ignoraban los derechos y las opciones de las
prostitutas.
Los trabajos feministas antes aludidos también darían pie para
considerar la prostitución un trabajo, ya que entienden como tra-
bajo toda actividad humana dirigida a satisfacer las necesidades
básicas para producir y reproducir la vida humana. Esto incluiría
las actividades sexuales que están dirigidas a cubrir necesidades
de procreación y placer. El problema de esta argumentación, como
el de la anterior, radica en que tiene en cuenta las necesidades de
los usuarios y no las de las trabajadoras, cuya sexualidad, evi-
dentemente, no se satisface en el servicio que prestan. También
hay que señalar que esta argumentación no consideraría trabajo
las actividades relacionadas con las armas o con industrias conta-
minantes, ya que no cubren necesidades humanas. Sin embargo,
socialmente, estas tareas se reconocen como trabajo, aunque sean
dañinas y peligrosas.
Otras aproximaciones al tema se han intentado a través de su-
brayar la lógica del mercado. Vivimos en sociedades en las que el
crecimiento del sector servicios es el fenómeno económico más
importante que se puede detectar a lo largo de las últimas décadas.
En estas condiciones se ha dado una progresiva mercantilización de
las tareas de acompañamiento y cuidado. El mercado sexual sería,
entonces, sólo una concreción particular de una tendencia mucho
mayor que abarca la salida al mercado de casi todas las tareas
consideradas tradicionalmente femeninas. Cuidado de criaturas,
personas ancianas o enfermas, compañía, cuidados corporales y
servicios sexuales.

28
Pero para las organizaciones que apoyan los derechos de las
trabajadoras del sexo y las personas que hemos dedicado años a
tratar de entender estos temas, las argumentaciones anteriores no
nos interesan especialmente. Preferimos poner el énfasis en los
objetivos de las personas dedicadas a esta actividad. Desde este
punto de vista, consideramos que es un trabajo duro, desagradable
y a veces peligroso, pero trabajo al fin, porque se realiza con el fin
de obtener recursos para sobrevivir. La definición de trabajo que
realizan las economistas va en este sentido de subrayar su condición
de estrategia económica. Así, el trabajo es simplemente cualquier
“Tarea que se realiza para obtener recursos económicos”. Lourdes
Benería subraya al respecto: “En las economías capitalistas el
mercado laboral se ha definido históricamente como el desempeño
de un trabajo para obtener una remuneración o un beneficio...”
(Benería, 2005).
Esta definición de trabajo tiene además la ventaja de corres-
ponderse con la propia percepción que tienen las prostitutas de su
actividad, como quedó explícito en las conclusiones del Comité
Internacional de los Derechos de las Trabajadoras del Sexo en
Europa, reunido en Bruselas el año 2005, donde demandaron
reconocimiento, autoorganización, y la posibilidad de pactar sus
condiciones laborales igual que el resto de los trabajadores (López
Precioso y Mestre i Mestre, 2006 p.103).
Así, por definición, por lógica de mercado y por autodefinición,
la prostitución debería considerarse trabajo. Ésta es la posición
también de los sociólogos que han estudiado el tema y que propo-
nen pasar su estudio del ámbito de la desviación social al ámbito
de la sociología del trabajo.
Quizá lo más difícil de explicar referente a este tema es la difi-
cultad social para aceptar estos puntos de vista. Y aquí entra todo
el campo del estigma y de los prejuicios.
Existe la prostitución, forma parte de un amplio conjunto de
actividades con grados diferentes de legalidad y aceptación so-
cial conocidas como “industria del sexo”, que abarcan trabajos
diferentes, desde el mundo del espectáculo, a la producción de
ropas y accesorios, casas de masajes, líneas eróticas, etc. Estas
actividades entran dentro de lo que podríamos denominar una ló-
gica de mercado, y se han mostrado históricamente muy difíciles
de suprimir a través de legislaciones represivas. Pero el hecho de
que exista no quiere decir que se admita su existencia, o que se la

29
considere normal; muy por el contrario, el tema suscita lo que se
ha dado en denominar “pánico moral”, y resulta difícil tratarlo con
ecuanimidad. Se une a la angustia que genera la actividad sexual,
una imagen “miserable” de las mujeres, vistas como incapaces de
defender sus derechos o de desarrollar opciones propias. Esto ha
generado las interpretaciones sobre el “tráfico”, que generalizan a
todo el sector las condiciones de explotación y engaño que se dan
en algunos casos, y los planteamientos punitivos, que se debaten
buscando a quién castigar en el mercado del sexo. A esto se acom-
paña lo que Holgado denomina una posición “victimista extrema”
que simplifica los múltiples factores existentes y reduce todo el
trabajo sexual a engaño y explotación (Holgado Fernández, 2004).
En general, las legislaciones basadas en estos planteamientos actúan
perversamente, pues incrementan el valor de mercado de lo que
prohíben, al tiempo que hacen más frágil la posición de quienes
ejercen la actividad y aumentan su vulnerabilidad. Así se reconoce
en el informe del Parlamento Europeo de mayo de 2000, en su
enmienda 2, que considera: “El régimen de prohibición directa e
indirecta de la prostitución vigente en la mayoría de los Estados
miembros crea un mercado clandestino monopolizado por la de-
lincuencia organizada que expone a las personas implicadas, sobre
todo a los inmigrantes, a la violencia y la marginación”.
Esto no significa que se pueda aceptar cualquier actividad por
el hecho de que exista. Si algo no se puede o debe hacer (robar,
chantajear, agredir), no se puede hacer ni gratis ni cobrando. Pero
si algo se puede hacer gratis (por ejemplo, tener relaciones sexua-
les con quien se quiera), cobrar no lo transforma en denigrante o
perverso. Una actividad no se transforma en delictiva porque se
cobre por ella, si no es que la legislación prohíba especialmente su
salida al mercado, como sería el caso de donar órganos o tramitar
adopciones. En estos casos se prohíbe su cobro para evitar abusos.
Pero esto no es aplicable al trabajo sexual, que implica un acuerdo
entre adultos que no perjudica a terceros.
Cuando se legisla hay que tener en cuenta cuál es el bien jurídi-
co protegido en el Código Penal. Esto ha ido cambiando. Durante
el franquismo, los bienes a proteger eran el honor y las buenas
costumbres. Pero desde la reforma de 1989 (del Código Penal de
1973) el bien a proteger es la libertad sexual. Esto coincide con la
aplicación de los acuerdos sobre derechos humanos.

30
Nereida Lakuló, Carolina Hernández y Margarita Carreras con Dolores
Juliano, en un momento de las jornadas, fotografía de Silvia García.
Para las trabajadoras del sexo esta posición implica el reconoci-
miento de su condición de trabajadoras, ya que como señalan López
y Mestre: “Sustraer de la condición de trabajadoras a las mujeres
que ejercen la prostitución es sustraerlas también de los derechos
asociados a los modelos del Estado de Bienestar” (18).
Pero implica también darles derecho a la participación en las
negociaciones que se realicen al respecto. Es decir, reconocerlas
como interlocutoras válidas.
Pese a la complejidad del tema y a las diferencias internas
del sector, que hace que resulte difícil llegar a acuerdos, pueden
aceptarse algunos puntos mínimos respecto a lo que una legislación
sobre el trabajo sexual debe incluir y lo que debe evitar.
Debe incluir: reconocimiento social de la legitimidad de la op-
ción; protección efectiva contra las mafias y cualquier violencia;
protección para las trabajadoras autónomas; facilidades para la
autoorganización y el empoderamiento (sobre espacios, servicios
y condiciones de trabajo); acceso a servicios sanitarios y formati-
vos; derecho de residencia para las inmigrantes; y en actividades
por cuenta ajena, clarificación y regulación de las obligaciones de
la patronal.
Debe evitar: inscripción en registros específicos; controles
sanitarios obligatorios; rotulaciones y encasillamientos; restriccio-
nes diferentes que las vigentes para el resto de trabajos; normas
31
confusas que faciliten la arbitrariedad administrativa y policial;
victimización y paternalismo; y separar el problema de los restantes
del mercado laboral femenino y de las dificultades que plantea la
Ley de Extranjería.
Evidentemente esto no solucionaría todos los problemas del
sector, pero sería un paso hacia una mirada social con menos es-
tigma sobre el trabajo sexual.

Bibliografía citada
Benería, Lourdes, 2005, Género, desarrollo y globalización.
Barcelona: Hacer Editorial.
Holgado Fernández, Isabel, 2004, “Les dones construïm poder.
Cap a un procés d’empoderamente per la defensa dels seus drets
entre les dones treballadores del sexe a Catalunya”, pp. 130. Bar-
celona: Institut Català de la Dona.
Informe del Parlamento Europeo. Mayo de 2000. “Comunica-
ción de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo sobre nue-
vas medidas en el ámbito de la lucha contra la trata de mujeres”.
López Precioso, Magdalena y Mestre i Mestre, Ruth, 2006,
Trabajo sexual. Reconocer derechos, Valencia: Ediciones la Bur-
buja.

32
El sujeto indeseado: las prostitutas
como traidoras de género

Raquel Osborne
La sexualidad es un terreno central para el feminismo. Para
ciertos sectores del pensamiento feminista, la (hetero)sexualidad,
en condiciones estructurales de desigualdad, no puede ser con-
siderada libre: bajo el patriarcado las mujeres somos forzadas o
estamos alienadas. Si no somos libres en el sentido aquí entendido
y en particular en lo que concierne a la sexualidad, no podemos
consentir. Si afirmamos lo contrario, es que vivimos en la falsa
conciencia (Pateman, 1988; MacKinnon, 1995; Barry, 2005).
En los viejos tiempos, algunas feministas lesbianas pensaban
que las mujeres no podían construir un movimiento fuerte si las
mujeres heterosexuales “Estaban por ahí follando con el opresor”
(Brown, 1983: 446). La historia se repite ahora en el caso de la
prostitución: algunas feministas sostienen, por parecidas razones,
que una prostituta no sólo no puede ser feminista, sino que, por su
actividad, traiciona la causa de las mujeres. Pero tengo que acla-
rarlo: no están hablando de cualquier prostituta, sino de la que lo
es por decisión propia, la que se niega a ser transformada en una
víctima: sobre ella caen todas las iras. Veremos por qué.
En los años setenta del siglo XX, el feminismo destapa la proble-
mática de la violencia contra las mujeres. La revolución sexual de
los años sesenta empezó a ser reinterpretada en clave ampliamente
negativa. Se vio que había dado mayor carta de naturaleza al patrón
masculino de sexualidad, definido en este contexto por su ligazón
con la prostitución, la pornografía y la industria del sexo en general,
con la subsiguiente ampliación de los privilegios masculinos. Lo
que antes era vivido con vergüenza y/o pudor, ahora se consideraba
una manifestación de libertad y se veía más legitimado. De intentar
compatibilizar la libertad sexual para las mujeres con el control de
33
la violencia contra ellas, se pasó a pensar como sinónimos mayor
libertad sexual y violencia de género.
Una concreción de este planteamiento tuvo lugar en los años
ochenta con un fuerte movimiento feminista antipornografía, que
puso en circulación el eslogan “La pornografía es la teoría, la
violación es la práctica”, o, más directamente: “La pornografía es
violencia contra las mujeres” (Osborne, 1993). En nuestros días
estas formulaciones se han renovado con la idea de que el sexo
por dinero no es más que una manifestación extrema de la degra-
dación a que el patriarcado somete a las mujeres. Esto se articula
por medio de redefinir la prostitución, a secas, como violencia, no
ciertas condiciones de su ejercicio. No se hacen distingos entre el
trabajo sexual consensuado y el sexo coercitivo. Esto puede tener
efectos desastrosos cuando quienes nos conciernen son las prosti-
tutas reales, no la víctima prefabricada.
La excusa perfecta para este razonamiento ha llegado con el
aumento de inmigrantes en el trabajo sexual. Las habitualmente
ilegales condiciones de entrada, la situación de falta de docu-
mentación en los países de recepción donde el trabajo sexual
no es legal, o no lo es para las inmigrantes, hacen florecer toda
suerte de abusos sobre las inmigrantes pobres. Éste es el pretexto
para convertir en sinónimos prostitución y violencia: no son las
circunstancias que favorecen la violencia contra las mujeres las
que importan, se está implicando, son sobre todo los hombres que
buscan carne fresca los que hacen que el abuso sea posible. Se
crea así el binomio depredador/víctima, y la cuestión se reduce a
un conflicto de género.
Se afirma que las pobres que migran son obligadas a trabajar
en la prostitución, bien por medio del engaño directo, bien a causa
de su vulnerabilidad económica, que impide que puedan tomar
decisiones responsables. El razonamiento permite sostener que la
mayoría de las prostitutas, nada menos que el 95%, son víctimas
forzadas a realizar esta “actividad”. Y no debemos olvidar que se
barajan cifras de 300.000-400.000 víctimas.
Estos argumentos se repiten una y otra vez hasta hacerlos
“parecer” verdaderos. Es una técnica necesaria para sostener una
posición no avalada por datos fiables. Esto resultó aún más im-
portante de sostener cuando las intenciones prohibicionistas que

 “En la prostitución, sólo el comprador de carne es el que elige voluntariamente la


pieza que más le gusta, cómo cocinarla y cómo comérsela”. UGT, 2006, p. 10.

34
esta argumentación comporta se vieron cuestionadas fuertemente
por una nueva propuesta de ley en Cataluña. A principios de 2006
el Gobierno autónomo preparó un borrador para la regulación del
trabajo sexual, que, con todas las pegas que se le pudieran poner
–la eliminación del trabajo de calle, por ejemplo–, hablaba de
derechos y de trabajo sexual.
Pocos días después de la aparición de la propuesta tuvimos
ocasión de ver comentarios como el que sigue realizados desde la
vanguardia de la lucha en España contra la violencia de género:
“Los grupos prohibicionistas argumentan que legalizar la prosti-
tución significa legalizar la violencia contra las mujeres. Tienen
razón en la medida en que sólo el 5% de las que la ejercen lo hacen
voluntariamente” (Red Catalana..., 2006).
En concreto, la escritora catalana Gemma Lienas, presidenta
de Dones en Xarxa, emitió una nota de protesta por el tratamiento
que un programa de la TV3, emisora pública catalana, había dado
al tema de la prostitución en la que se decía: “¿Por qué había tres
prostitutas encantadas de serlo y ninguna prostituta víctima de las
redes internacionales? Según los datos de diferentes organizacio-
nes que luchan por ayudar a las prostitutas (Médicos del Mundo,
APRAMP o Fundación Mujeres) y el último informe de la Guar-
dia Civil, sólo un 5% de prostitutas lo son por voluntad propia...”
(cursiva añadida).
¿Qué señala el citado informe de la Guardia Civil (2005) que se
convirtió en la fuente de autoridad para la cascada de declaraciones
prohibicionistas que se apoyan en esa cifra?
Realizado el trabajo de campo entre 2003 y 2004, y publicado
en 2005, abarca el 75% del territorio nacional, donde vive el 38,5%
de la población, y se refiere exclusivamente a los clubes de carre-
teras, donde fueron contabilizadas 19.029 mujeres, en su mayoría
inmigrantes; quedan fuera de esta contabilidad las zonas urbanas,
competencia de la Policía Nacional, así como las autonomías de
Cataluña y el País Vasco.
El 1,23% –235 mujeres– pusieron denuncia una vez conocidos
sus derechos y la posibilidad de acogerse a los beneficios del ar-
tículo 59 si denunciaban su situación, a instancias de la Guardia
Civil. Estas son las denominadas propiamente “víctimas” en el

 «La escritora catalana Gemma Lienas, presidenta de Dones en Xarxa, ha emitido


una nota de protesta por el tratamiento que el programa “Las mañanas de TV3” ha dado al
tema de la prostitución», recogido en Red catalana..., ibid.

35
informe (p. 11). En otro momento se habla de “víctima potencial”
(p. 8) al referirse a toda aquella persona que ejerce la prostitución
sometida a la disciplina de las redes organizadas o bajo una “re-
lación laboral” con terceras personas (independientemente de que
denuncien o no) (p. 11).
El escaso número de denuncias provoca extrañeza en la Guardia
Civil, que apunta algunas respuestas a esta, en su opinión, anómala
situación:
-los tales beneficios son muy difíciles de conseguir en la práctica,
y en realidad no convencen a las potenciales denunciantes, quienes
sólo lo hacen “en casos verdaderamente insoportables” (p. 16); es
decir, se apunta a deficiencias en las normativas vigentes;
-la falta de denuncias se explica también “porque la mayoría
de estas mujeres informan de que han llegado a España a ejercer
la prostitución voluntariamente”, si bien lo han hecho empujadas
por dificultades económicas en sus lugares de origen, donde suelen
tener cargas familiares. La prostitución es vista por ellas como “una
alternativa para subsistir”.
La dinámica es descrita como sigue: “Para llegar a España,
entran en contacto con organizaciones que les facilitan los medios
para el desplazamiento y para ocupar plaza en algún club a cambio
de una gran cantidad de dinero”. Contraen una deuda que deberán
saldar: “Una vez en dichos establecimientos, consienten con las
condiciones laborales que, pese a saber que originan un enrique-
cimiento fácil de la organización a su costa, a ellas les reportan
unos ingresos que les resultan satisfactorios” (p. 16). El trabajo
puntualiza que también existen mujeres captadas bajo engaño.
Algunas logran escaparse y denunciar, pero otras se resignan a su
nueva ocupación animadas, entre otras cosas, por “el incremento de
las oportunidades para ejercer esa ocupación bajo unas condiciones
cada día más legales” (p. 16).
Ésta no es una situación estática sino cambiante, como expresa
el informe: “Hace pocos años se engañaba totalmente a las mujeres
en los países de origen con el argumento de que vendrían a traba-
jar como camareras o asistentes del hogar. Una vez en España, se
encontraban encerradas en clubes obligadas a mantener relaciones
sexuales en contra de su voluntad. Ahora muchas de las mujeres
se captan, e incluso se ofrecen ellas mismas a las organizaciones,
sabiendo desde el primer momento que van a trabajar como pros-
titutas” (p. 19).

36
En suma: el informe afirma que las pobres que migran son
obligadas a trabajar en la prostitución:
a) en primer lugar, por medio del engaño directo –un dato im-
portante hace años pero mucho menos ahora –, en que las mujeres
vienen para el trabajo sexual o una vez que llegan aquí se convencen
de que es la única alternativa que les permite cumplir sus objetivos
como migrantes –salir de la pobreza, pagar las deudas para poder
migrar y enviar dinero a sus familias.
b) en segundo lugar, la vía indirecta de la necesidad económica
–“las dificultades económicas en los países de origen”– que hacen
imposible una decisión libre, según el informe. Este razonamiento
permite a la policía sostener que la gran mayoría de prostitutas son
“víctimas potenciales” obligadas a hacer esta “actividad”.
Ninguna de estas matizaciones, fruto del trabajo de campo,
aparece en los análisis de las abolicionistas. La versión que desde
ahí se ofrece de este informe es la siguiente: la mayoría se ven for-
zadas a ejercer la prostitución por engaño o a causa de su situación
económica. Los porcentajes manejados por la Guardia Civil (1,23%
de víctimas que denuncian situaciones de abuso) se transforma en
un 5% de prostitutas voluntarias y el resto, 95%, son “completas”
víctimas –el adjetivo de (víctima) “potencial” (una aberración en
sí misma)– ha desaparecido por completo del discurso general. La
mayor parte del tiempo la representación preferida de la mujer es
una víctima total, captada con falsas promesas de trabajo “honora-
ble”, traficada por las mafias –el crimen organizado– para trabajar
en la industria del sexo, preferentemente por medio del empleo
directo de la violencia, y que es vendida de un empresario a otro.
La voluntad de las personas ha desaparecido por el camino en aras
de la causa salvadora feminista.
Estos razonamientos, que se repiten hasta la saciedad, han lle-
gado hasta la cúspide del poder político, como cuando el ministro
de Asuntos Exteriores, siguiendo el discurso dominante entre las
feministas del Partido Socialista (PSOE), ahora en el poder, declara:
“Sabemos que en España la mayoría de las mujeres que ejercen
la prostitución están en situación de exclusión, y son inmigrantes
irregulares que han sufrido el tráfico de mujeres. La mayoría de
las prostitutas están forzadas, sólo una mínima parte lo hacen de
forma voluntaria”.

 El País, 9 de febrero de 2006, Sociedad, p. 34.

37
Desde la organización Hetaira se escribió una carta al Defen-
sor del Lector de El País interpelándole por un editorial titulado
“Plaga de prostitución” en el que se afirmaba que el 95% de las
prostitutas ejercen en España “de manera forzada”: “¿Han podido
ustedes contrastar esa información?”, se escribía en la citada carta.
“El periodismo de precisión es algo más que copiar unas cifras que
alguien dio por válidas, imposibles de demostrar porque no existe
un solo estudio o investigación en nuestro país que arroje datos
contrastados sobre el número de personas que ejercen la prosti-
tución”. Tras varias semanas de tardanza en la respuesta, El País
reconocía que distintas personas habían mencionado esa cifra en
artículos de opinión sin haberse podido encontrar “ningún estudio
riguroso” que avalara ese porcentaje.
Pero incluso aunque estos datos están completamente manipu-
lados como acabamos de ver –en el sentido de que todo trabajo
sexual realizado por necesidad económica es considerado como
realizado “a la fuerza”–, lo que últimamente ha llamado más la
atención son los enormes esfuerzos que desde esos sectores femi-
nistas se emplean para desacreditar por completo a este sector que
representa, según ellos, este exiguo y espurio 5%.
El hecho es que no pueden negar la existencia de la prostitución
“voluntaria” porque en España hay al menos dos organizaciones vi-
sibles, una en Madrid –la mencionada Hetaira- y otra en Barcelona
–Línia d’Investigació i Cooperació amb Immigrants Treballadores
Sexuals, LICIT–, formadas por trabajadoras del sexo y activistas
que defienden los intereses y los derechos de las trabajadoras del
sexo. Están presentes en los debates públicos, hacen manifestacio-
nes contra las políticas urbanas represivas, aparecen en los medios
de comunicación. En resumen, tienen una voz pública, apoyada
por algunas feministas.
Bueno, no se podrá negar su existencia, pero entonces se pueden
desplegar diferentes estrategias para desacreditarlas:
-En primer lugar, como hemos visto, los esfuerzos se concentran
en reducir su número a un mínimo: un inventado 5%. Es lo que
podríamos llamar “una estrategia estadística”.
-La segunda estrategia, que podríamos llamar “una estrategia del
silencio”, esgrime que estas mujeres no deberían participar en los
debates acerca de su propia situación. ¿Por qué deberían hacerlo,
sostiene la pregunta retórica? Para denegarles una voz pública se las
 Sebastián Serrano, “Cuestión de cálculo”, El País, Opinión , 05-03-2006 .

38
compara con las mujeres maltratadas, quienes, según este discurso,
nunca fueron invitadas a los debates, sino sólo los expertos, por
su tendencia a manifestar su deseo de continuar la relación con su
maltratador, manifestaciones, pues, a las que no había qué prestar
atención pues eran fruto de la alienación.
En el caso de las trabajadoras del sexo, la estrategia tradicional
ha sido declararlas psicológicamente deficientes o abusadas sexual-
mente cuando niñas (González, 2005; Pons, 2004) o, como hemos
visto en las últimas versiones, extremadamente vulnerables en lo
económico. El último tipo de argumento fue usado para reintroducir
en el Código Civil de 2003 el delito de “proxenetismo”. Así se llega
al “infrasujeto”, menos que un sujeto (Maqueda, 2006).
Cabe preguntarse, pues, ¿quién debería estar presente en los
debates públicos? La respuesta es la siguiente: el 90% de las pros-
titutas son mujeres y más del 90% de los clientes son hombres, así
que la prostitución es una cuestión de género que afecta a todas las
mujeres, no a las trabajadoras del sexo directamente concernidas.
De esta manera, es la “Mujer” con letras mayúsculas la que susti-
tuye a las verdaderas mujeres en este imaginario feminista.
¿Y cuál es el mensaje que esta voz nos va a transmitir? El mensa-
je es: “Que es impensable una sociedad igualitaria si los cuerpos de
las mujeres se pueden comprar” . Más todavía: “En las relaciones
y prácticas sexuales libres y verdaderamente voluntarias, no tiene
por qué mediar el dinero” (UGT, 2006: 10).

 “Cuando se realizaron debates para aprobar la ley contra la violencia hacia las mujeres,
no se invitó a mujeres maltratadas, sino a especialistas en el tema que pudieran hablar de
ello sin estar implicados/as. Además, a pesar de que estas prostitutas lo hayan negado,
la prostitución es una forma de esclavitud y así lo define la ONU. También las mujeres
maltratadas niegan a menudo el maltrato y perdonan al maltratador en el juicio (...) Si fuera
por la opinión de las propias personas implicadas, los esclavos todavía existirían en los
Estados Unidos, porque muchos estaban de acuerdo con su condición” (cursiva nuestra).
Gemma Lienas, op. cit.
 El artículo de González circuló vía correo electrónico por aquellas fechas por los
ambientes abolicionistas de nuestro país.
 “Ello suponiendo que las prostitutas deban asistir (a los debates)... Además, algunas
prostitutas creen que este debate sólo les afecta a ellas y que las demás mujeres tenemos
que callarnos y mantenernos al margen, pero se equivocan porque ésta es una cuestión de
género (el 90% de prostitutas son mujeres, y más del 90% de los usuarios son hombres),
por lo tanto, nos afecta a todas: es impensable una sociedad igualitaria en la que el cuerpo
de las mujeres se pueda comprar (...)”. Gemma Lienas, op. cit.
 Maqueda, op. cit.
 Red Catalana de Organizaciones Feministas contra la Violencia de Género, Protestas
por el tratamiento que la televisión catalana ha dado al asunto, op. cit.

39
Puede ser legítimo concebir una sociedad ideal como la expre-
sada en estos comentarios. Lo que es más cuestionable es intentar
imponerla como “una sociedad normativa” para todos10. No es
sólo que se pueda estar en desacuerdo con esta concepción de la
dignidad de las mujeres. Es que esta concepción abstracta de dig-
nidad para todas no debería ser impuesta a mujeres concretas que
se involucran libremente en el comercio sexual para denegarles el
derecho a hacerlo. Los principios de género no pueden nunca ser
válidos si aplastan al individuo.
Como ha puntualizado Elizabeth Bersntein, en danza están los
intentos feministas de contrarrestar lo que ven como efectos negati-
vos de la “revolución sexual” –ya comentados–, promoviendo como
alternativa una sexualidad ligada a los valores de la domesticidad
y la fidelidad marital, una suerte de “Modelo modernista de inti-
midad sexual basada en las relaciones”, en palabras de Bernstein
(2005: 121-123).
El problema es que, para resultar creíble, tal defensa precisa
silenciar las voces de las trabajadoras del sexo porque el discurso
de estas últimas contradice el suyo propio. Don Kulick analizó hace
algunos años el caso sueco. Pudo comprobar cómo los sentimientos
de disgusto ante la prostitución por parte de la mayor parte de las
feministas de allí, tan viscerales más allá de toda racionalidad,
suponían una importante –pero inconfesada– razón para prohibir
la prostitución en Suecia: realmente las feministas suecas no alcan-
zaban a comprender, ni mucho menos a aceptar, cómo una mujer
podía, de forma voluntaria, trabajar en la industria del sexo. Ello
les provocaba un sentimiento de profunda repugnancia que Kulick
denominó “la política del ahhjjj” (Kulick, 2004).
Yo creo que esta apreciación es válida también para el caso es-
pañol, pero concluiría señalando que otro factor descansa detrás de
esta actitud feminista. Su necesidad de “invisibilizar”, de silenciar y
descalificar a estas mujeres se debe al hecho de que las trabajadoras
del sexo que lo hacen de forma voluntaria son percibidas como
una “anomalía”. Según el diccionario, algo es anómalo cuando:
“No concuerda con las nociones aceptadas de ajuste o de orden;
también, cuando es inconsistente con lo que se suele esperar de
10 Yo he escuchado a algunas feministas hablar del “amor libre y gratuito” para describir
su sociedad ideal, para a continuación defenderlo como el ideal normativo para todos, lo
que debe ser, en un debate que siguió a mi presentación “Prostitución: nuevas perspectivas
en torno al trabajo sexual”, Seminario del Instituto de Estudios Sociales Avanzados de
Andalucía (IESA, CSIC), Córdoba, 02/10/2006.

40
forma natural” (Webster, 1961). La existencia de este tipo de traba-
jadoras del sexo contradice realmente todo el discurso dicotómico
de las mujeres-sólo-víctimas que siempre necesitan ser protegidas
de esos siempre depredadores-y-violentos-hombres. Las trabaja-
doras del sexo que sostienen el discurso de la “decisión libre” no
permiten a estas feministas un limpio discurso antipatriarcal que
la división víctima/depredador presupone: “Para algunas mujeres
la prostitución voluntaria constituye la manera más directa, fácil y
rápida de obtener dinero sin más consideraciones, aunque suponga
la aceptación del sometimiento a los deseos del hombre, a su poder
económico y a su dominio social” (cursiva nuestra) (UGT, 2006: 9).
Hay una especie de enfado contenido en estas palabras porque,
desde esa óptica, las prostitutas son vistas como una especie de
“traidoras de género”, que “se venden” literalmente al mejor postor
por un plato de lentejas sin reparar en lo que sus “actos” significan
para el conjunto de las mujeres.
Ésta es una de las razones de toda esta manipulación de los
datos. Ésta es asimismo una de las razones para la extensión del
concepto de violencia a la prostitución per se. Esta es la razón de
que, por encima de todo, las trabajadoras del sexo “no victimistas”
tienen que desaparecer. Esta presentación es una contribución más
a que ello no sea posible.

Bibliografía
Barry, Kathleen, “Teoría del feminismo radical: política de la
explotación sexual”, en Celia Amorós y Ana de Miguel (eds.),
Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización. Vol. 2: Del
feminismo liberal a la posmodernidad, Madrid: Minerva ediciones,
2005, pp. 189-210.
Bernstein, Elizabeth, “Desire, Demand, and the Comerce of
Sex”, en Elizabeth Bernstein and Laurie Schaffner, eds., Regulating
Sex. The Politics of Intimacy and Identity, New York and London:
Routledge, 2005, pp.101-125.
Brown, Rita Mae, “The Shape of Things to Come”, en Plain
Brown Rapper, Baltimore: Diana Press, 1976, p.114, citado por
Alice Echols, “The New Feminism of Yin and Yang”, en Ann
Snitow, Christine Stansell and Sharon Thompson, eds., Powers

41
of Desire: The Politics of Sexuality, New York: Monthly Review
Press, 1983, p. 446.
González, Magdalena, “Mujeres en situación de prostitución”,
9 de junio de 2005 (Periódico de Buenos Aires, sección de Psi-
cología).
Kulick, Don, “La penalización de los clientes y la política del
ahhjjj` en Suecia”, en Raquel Osborne, ed., Trabajador@s del
sexo: derechos, tráfico y migraciones en el siglo XXI, Barcelona:
Bellaterra Edicions, 2004, pp. 223-236.
MacKinnon, Catharine, Hacia una teoría feminista del Estado,
Madrid: Cátedra, Col. Feminismos, 1995.
María Luisa Maqueda Abreu, “Feminismo y prostitución”, El
País, 1 de abril de 2006, Opinión, p. 15.
Osborne, Raquel, La construcción sexual de la realidad, Ma-
drid: Cátedra, Col. Feminismos, 1993.
Pateman, Carole, The sexual contract, Stanford, California:
Stanford University Press, 1988.
Pons, Ignasi, “Más allá de los moralismos: prostitución y cien-
cias sociales”, en Raquel Osborne (ed.), op. cit., pp. 113-120.
Red Catalana de Organizaciones Feministas contra la Violencia
de Género, Protestas por el tratamiento que la televisión catalana
ha dado al asunto, 27/01/06. http://www.redfeminista.org/noticia.
asp?id=3582.
UGT, La prostitución, una cuestión de género, Madrid, 13 de
enero de 2006, 18 pp.
Unidad Técnica de la Policía Judicial de la Guardia Civil, Tráfico
de seres humanos con fines de explotación sexual. Años 2003 y
2004 (Informe criminológico). Coordinación: José Luis González
Álvarez. http://www.oas.org/atip/Reports/Trafico_seres_huma-
nos_2003-04.pdf
Websters´s New Collegiate Dictionary, G. & C. Merriam Co.,
Publishers, Springfield, Mass., USA, 1961.

42
El estigma de la prostitución

Cristina Garaizabal

En Hetaira, a lo largo de estos años nos hemos dado cuenta de


que uno de los elementos más discriminatorios de la situación de
las prostitutas es la estigmatización que sufren. De hecho, así lo
reconocen la mayoría de trabajadoras del sexo y las teóricas del
movimiento internacional de prostitutas. Entre estas últimas, Gail
Pheterson considera que esta estigmatización es lo que constituye
el eje central de la definición misma del trabajo sexual.
Si tenemos en cuenta las definiciones que el Diccionario de
Uso del Español de María Moliner da a la palabra “puta”, podemos
ver cómo condensan una serie de rasgos que tienen que ver con
las fantasías y mitos sexistas sobre la sexualidad femenina y las
mujeres. Así, es una palabra que se aplica fundamentalmente a las
mujeres y que se relaciona con la honra femenina, y ésta con el
comportamiento sexual. No obstante, cuando se habla en sentido
figurado se aplica a ejemplos con sujeto masculino y hace referen-
cia a la honradez, aplicada al terreno profesional. Así mismo, se
trata de una palabra que no sólo describe, también se utiliza para
insultar y degradar.
Estas definiciones hacen alusión al lugar que ocupa la puta en el
imaginario sexual dominante. La puta representa por excelencia una
de las fantasías masculinas al uso: la mujer que se entrega a todos
los hombres y que no pertenece a ninguno. Fantasía que resulta a
la vez excitante (cualquiera puede gozar de sus favores) e intole-
rable (no se acepta que no sea poseída por alguno en particular).
Las propias definiciones, así como el imaginario y los mitos en
los que se sustentan éstas, oscurecen y deforman lo que ocurre en
la realidad y son un elemento importante del control social sobre

43
las prostitutas y, por extensión, sobre la sexualidad femenina en
su conjunto.
Así, en el mismo diccionario la palabra “puta” se aplica tam-
bién a las mujeres que se muestran liberales con los hombres y
que acceden con facilidad a las relaciones sexuales. Se recoge así
el sentido de lo que va a ser el estigma de puta, aplicado no sólo a
quien trabaja en la industria del sexo, sino para juzgar a las mujeres
que no son como las leyes patriarcales establecen. De hecho, esta
definición se contradice con la actividad real de las trabajadoras
sexuales: primero porque estamos hablando de una actividad que
para ellas es comercial, independientemente de que sean más o
menos liberales, y además, porque en la práctica una de las claves
para la profesionalización en el trabajo sexual es precisamente no
acceder con facilidad a las relaciones sexuales, sino negociar e
intentar imponer condiciones tanto en relación con el precio, como
con los actos sexuales que se pactan.
En el imaginario colectivo, reproducido frecuentemente por los
medios de comunicación, a las prostitutas se les atribuyen funda-
mentalmente tres identidades que se superponen muchas veces. Por
un lado, aparecen como si fueran unas “delincuentes”, causantes de
la inseguridad ciudadana en las zonas donde ejercen en la calle. Esta
identidad es reforzada muchas veces por los Gobiernos, estatales o
locales, que criminalizan la prostitución de calle a través de leyes o
normativas en las que las prostitutas aparecen como las causantes
de la degradación de determinados barrios en las grandes ciudades.
Un ejemplo de estas políticas lo tenemos en Francia, donde en el
año 2004 se aprobó una ley contra la inseguridad ciudadana en la
que se prohibía la prostitución de calle. También se han sentido ten-
tados por estas políticas los Ayuntamientos de Madrid, Barcelona
y Valencia. El interés fundamental de estas políticas es controlar
el ejercicio de la prostitución considerándola fundamentalmente
un problema de orden público, estableciendo las condiciones en
las que el ejercicio es legal y considerando delito la actividad que
se ejerza fuera de los límites y los controles establecidos por las
instituciones públicas.
Para el pensamiento de derechas, es decir para los defensores
de “la moral y las buenas costumbres”, la prostituta es básicamente
una “viciosa” o una “enferma”, una mujer que ejerce esta acti-
vidad porque le gusta y disfruta con ella. Es “la tentación de los
hombres” la que les incita a ser infieles y la que les provoca para

44
que realicen actos sexuales prohibidos. Para quienes así piensan lo
fundamental es que la actividad no se vea, ya que lo que funciona
es el rasero de la “doble moral”: por un lado se utiliza y se acepta
la prostitución como un privilegio masculino, pero siempre que se
mantenga escondida, y por otro, se degrada y castiga a las mujeres
que la ejercen. El doble rasero funciona tanto entre lo que se hace
(“van de putas”) y lo que se dice (condenan la prostitución) como
en la valoración diferente de los unos y de las otras.
Para una determinada corriente del feminismo, que tiene
bastante influencia en los partidos de la izquierda tradicional, la
prostituta es básicamente una “víctima”, sea de las circunstancias
(pobres, con traumas infantiles o víctimas de violencia sexual en
una etapa temprana de la vida), sea de la maldad de los hombres
(que las engañan y coaccionan para que ejerzan la prostitución).
Así pues, lo fundamental es salvarlas, quieran o no, de “esta ac-
tividad denigrante que acaba denigrándolas, obnubilándoles la
conciencia” de manera que no son capaces de pensar qué es lo
que más les conviene.
En general, en el imaginario sexual la prostitución no existe
como trabajo. Tan sólo en los últimos tiempos y debido a la acción
de los propios colectivos de prostitutas éstas han empezado a ser
consideradas y tratadas como trabajadoras. Es curioso ver cómo en
el Diccionario de Uso existen numerosos sinónimos de la palabra
prostituta pero ninguno de ellos hace referencia a desempeñar un
trabajo. La puta es una categoría particular de mujer que queda
diferenciada y apartada del resto de mujeres. Es la “mala” mujer
por excelencia: objeto de deseo, sujeto de bajas pasiones, transgre-
sora de los límites que rigen para el resto de mujeres, que concita
deseos, envidia y desprecio.
La figura de la prostituta es una de las más estigmatizadas del
imaginario sexual. Este estigma es uno de los pilares de la ideo-
logía patriarcal: nos divide a las mujeres en “buenas” y “malas”,
catalogándonos (a pesar de todos los cambios que se han producido
en los últimos tiempos) en función de nuestra sexualidad.
Uno de los principales objetivos de Hetaira es luchar contra la
estigmatización de las prostitutas, ya que consideramos fundamen-
tal cuestionar la etiqueta de “malas” mujeres ligada al comporta-
miento sexual. Entre otras razones porque este estigma no afecta
sólo a las putas, sino que recae también sobre las lesbianas, las
promiscuas, las transexuales, las que les gusta el sadomasoquismo

45
consensuado... es decir, sobre todas aquellas que se atreven a desa-
fiar los mandatos sexuales que aún hoy, a pesar de todos los avan-
ces, siguen rigiendo para las mujeres, y algunos también para los
hombres. Un estigma, además, que pende cual espada de Damocles
sobre todas nosotras. No en vano aún es muy mayoritario llamar
“puta”, de manera insultante, a aquellas mujeres que manifiestan
comportamientos sexuales “incorrectos” desde el punto de vista
de la moral dominante o que simplemente se atreven a desafiar la
situación de subordinación en la que nos encontramos (de hecho,
en los primeros momentos del movimiento feminista, había gente
que consideraba que las feministas éramos todas unas putas).
En nuestra sociedad, en las ideas dominantes sobre la sexuali-
dad, “sexo y mujeres” siguen manteniendo una relación conflictiva,
y ello a pesar de los cambios que ha habido en la vida y la con-
sideración social de las mujeres y en el ámbito de la sexualidad.
Para las mujeres siguen rigiendo mandatos sexuales más estrictos
que los que rigen para los hombres; se cargan las tintas sobre los
peligros que el placer y la sexualidad tienen para ellas; socialmente
se establecen ciertos límites a la iniciativa sexual de las mujeres
que no existen para los hombres... La “puta” es la representante
por excelencia de estos límites. Su estigmatización y la condena
moral que recae sobre ellas son la expresión del castigo con el que la
sociedad responde a la trasgresión de estos mandatos sexuales.
El estigma de puta es así un instrumento de control para que
las mujeres nos atengamos a los límites que aún hoy encorsetan la
sexualidad femenina. Las putas representan todo aquello que una
mujer “decente” no debe hacer y su criminalización sirve para que
todas escarmentemos “en cabeza ajena”.
Desde el punto de vista de la construcción de los géneros, si la
masculinidad se construye sobre el rechazo de la homosexualidad
(así, la prohibición de las muestras de afecto entre hombres es
un elemento central en la adquisición del estatus de hombre), la
feminidad, y particularmente el prototipo de sexualidad femenina,
se construye bajo la amenaza de ser considerada una puta. En el
imaginario de las mujeres la figura de la puta simboliza el límite
que no podemos traspasar a riesgo de que nos consideren y, lo que
es peor aún, nos autoconsideremos indignas. Las ideas dominantes
ligan el placer al peligro. Hay que ser “buenas” para sentirnos prote-
gidas. Si eres “mala” es lógico que te agredan, que te pase cualquier
cosa. Las “buenas” son sujeto de derecho y protección pero las

46
“malas”, especialmente si se empeñan en seguir siéndolo, quedan
desprotegidas y pierden todo tipo de derechos.
Socialmente se sigue esperando que las mujeres tengamos una
sexualidad menos explícita que los hombres. Si cumplimos este
débito se nos considera “buenas”. Si, por el contrario, lo recha-
zamos y exigimos el derecho a autodeterminarnos sexualmente, a
hacer con nuestra sexualidad lo que nos plazca, sin someternos a
lo que se espera de nosotras, somos “malas”. En el modelo sexual
que se nos propone socialmente, las prostitutas aparecen y repre-
sentan a las “otras”, las “malas” mujeres por excelencia, las que
condensan en sí todo lo prohibido, todo lo que no pueden hacer
las mujeres “buenas”.
El proceso de estigmatización que sufren las trabajadoras sexua-
les hace que se las considere especialmente viciosas, perversas,
trastornadas o enfermas. El estigma de puta lleva a que toda su vida
sea valorada bajo este prisma: son consideradas “malas” madres
(ya que en el imaginario colectivo madre y puta se autoexcluyen),
no se respeta su vida amorosa (sus compañeros sentimentales son
vistos siempre como “chulos”), se las considera siempre manipu-
ladas por otros (considerando que todas están controladas por las
mafias) y se les niega el derecho a salir de sus países y emigrar a
otros que se supone les pueden ofrecer mejorar sus condiciones
de existencia (todas las extranjeras son vistas como víctimas de
las redes de tráfico)...; en definitiva, se les niega los derechos más
elementales.
Además, la mayoría de estudios que se realizan sobre pros-
titución también están imbuidos por estas ideas y refuerzan el
imaginario colectivo intentando demostrar, desde una supuesta
cientificidad, que todas las prostitutas han sido víctimas de abusos
sexuales en la infancia, de malos tratos o que tienen una vivencia
patológica de la sexualidad. Todos estos estudios, aunque puedan
reflejar una parte de la realidad de estas mujeres, están hechos con
muestras no significativas de trabajadoras sexuales y no suelen
tener como grupo de control con el que contrastar los datos a la
población femenina general.

¿Por qué este estigma?


Desde mi punto de vista, tiene que ver con el hecho de que,
contrariamente a la norma patriarcal, se muestran “sexuales” y

47
manifiestan la sexualidad abiertamente, incitando a los hombres
de manera explícita, sin dobleces ni “recato”, a comprar actos
sexuales. Además, en el caso de las trabajadoras que captan a su
clientela en la calle, su trabajo es visible, son transparentes. Violan
dos reglas sagradas: tomar el espacio público para sus negocios y
visibilizar su carácter sexual sacando la sexualidad del terreno de
lo privado. El castigo por semejante atrevimiento es ser las que
sufren el mayor desprecio y los ataques más feroces de la población
bienpensante.
Pero se diría que lo que se castiga en las prostitutas no es tanto
el que mantengan relaciones sexuales sino que cobren por ello. Se
supone que están siempre dispuestas y “encantadas” cuando un
hombre las reclama sexualmente, con lo cual, en el disfrute está
la recompensa. No se tolera que la recompensa sea abiertamente
económica, más cuando esta recompensa económica no es como
favor por parte de los hombres –a diferencia de lo que ocurre con
las amantes– sino algo fijado de antemano por la prostituta: “Si
quieres una relación sexual, paga”, con lo que manifiestan su poder
al ser las que deciden el precio.
El sexo con hombres como trabajo implica un recorte a la en-
trega ilimitada que se presupone que las mujeres deben tener en las
relaciones heterosexuales. Este mito sexual patriarcal de la entrega
ilimitada a los hombres actúa en las visiones tradicionales sobre la
prostitución ocultando la capacidad de decisión y de negociación
de las prostitutas. Esta invisibilización impide que podamos ver su
trasgresión de los mandatos patriarcales. Quizás por ello socialmen-
te resulta difícil aceptar su independencia personal y económica
y el imaginario popular tiende a verlas siempre explotadas por
chulos o proxenetas, llegando a la victimización extrema de las
trabajadoras del sexo, imagen bastante lejana de la situación real
de la mayoría de prostitutas, pero que se refuerza en muchos de
los discursos y políticas institucionales y de la que se hacen eco
con frecuencia los medios de comunicación.
El estigma por comerciar con el sexo se entremezcla, en la
práctica, con otros elementos de discriminación. El género es un
elemento central: no se puede comparar el estigma que sufren las
trabajadoras sexuales con el que sufren los hombres que también
se dedican a lo mismo. Pero no es el único, la clase social, la etnia,
el origen nacional o los lugares de ejercicio introducen un sesgo

48
importante en la consideración social y en cómo afecta el estigma
en la práctica.
Por ejemplo, antes decía que en la actualidad las trabajadoras que
captan su clientela en la calle son las más estigmatizadas. A través de
la victimización, que presupone que todas ellas son esclavas sexua-
les, se les niega su poder decisión y de autonomía. Pero, además,
las leyes contra la prostitución callejera se refuerzan, en nuestro
país, de forma racista y xenófoba con el control de inmigrantes. El
estigma de puta se utiliza así para justificar también la represión, la
exclusión, el maltrato y la marginación de los inmigrantes.
En los últimos años el imaginario de la vida pública y privada está
aterrorizado ante la posibilidad de contraer una enfermedad sexual,
en concreto el sida. En este contexto, al estigma de ser puta se une el
estigma de ser consideradas “un grupo de riesgo” en la transmisión
del VIH. Las trabajadoras del sexo se han convertido en el “chivo
expiatorio” de las inquietudes y temores que se dan en una época en
la que la sexualidad se está redefiniendo y las fronteras tradicionales
que separan a unos grupos de otros (hombres/mujeres, buenas/malas,
heterosexuales/homosexuales…) empiezan a mostrarse porosas y
corren el riesgo de desvanecerse. Las políticas institucionales y las
exigencias de la patronal, en concreto de la Asociación Nacional
de Empresarios de Locales de Alterne (ANELA), de establecer
controles sanitarios obligatorios para las prostitutas con el fin de
garantizar la salud de los clientes, refuerzan el estigma y la frontera
que las separa del resto de la población supuestamente sana.
Los lugares que la puta ocupa en el imaginario colectivo, así
como el estigma que recae sobre todas las trabajadoras sexuales,
son interiorizados también por ellas mismas. Esta interiorización
es a su vez uno de los elementos que más dificultan que las traba-
jadoras puedan erigirse en sujetos sociales y dotarse de autoridad
para representar sus propios intereses.
Las propuestas abolicionistas refuerzan también el estigma al
presentar a las prostitutas como mujeres sin voluntad para poder
enfrentarse a los problemas y necesitadas de una protección es-
tatal especial. Hoy, las discusiones que se dan en el feminismo
entre las posiciones abolicionistas y las de quienes defendemos su
condición de trabajadoras sexuales con derechos parecen el eco
de las discusiones de finales del siglo XIX sobre la pureza moral
y la prostitución. Pero, además, en la actualidad, las posiciones
abolicionistas sirven de cobertura ideológica a las políticas ins-

49
titucionales criminalizadoras de todas las trabajadoras sexuales
que no quieren pasar por las condiciones que las instituciones, sin
contar con ellas, plantean.

Las polémicas feministas


La filosofía abolicionista, que hoy apoya iniciativas represivas
como las que está llevando a cabo el Ayuntamiento de Madrid, a
través de su Plan contra la Esclavitud Sexual, analiza la prostitución
de una forma excesivamente abstracta. Desde el punto de vista de
las concepciones, considera que la prostitución es una de las mani-
festaciones más extremas de la violencia de género y es equivalente
a la esclavitud sexual. En el fondo de esta consideración late la
idea de que la sexualidad masculina es esencialmente agresiva y
“cosifica” a la mujer y que a través de la prostitución se compran
los cuerpos de todas. Así mismo, estas abstracciones tienen una
fuerte resonancia emocional, pero en la práctica no suelen ser muy
útiles para ver cómo se dan las cosas en la realidad.
Conceptualizar toda la prostitución como esclavitud sexual no
deja de ser una metáfora y las metáforas están muy bien para hacer
literatura pero sirven de poco para aproximarse lo más certeramente
a la realidad. De hecho, en sentido metafórico también se podría
decir que el trabajo en cadena es esclavitud o que la sexualidad
entendida como débito conyugal por algunas mujeres casadas es
prostitución. Pero creo que estas dos metáforas sirven de poco a
la hora de plantearse los problemas concretos de los trabajadores
industriales o la vivencia de la sexualidad de algunas amas de
casa. Aunque lo peor es que con esta metáfora se está ocultando la
verdadera esclavitud, la situación de aquellas personas, fundamen-
talmente mujeres y niñas, que realmente son obligadas a ejercer la
prostitución en un régimen de esclavitud, que son rehenes y presas
de las mafias, sin documentación, forzadas a pagar con elevados
intereses el préstamo que se les hizo para que viajaran clandes-
tinamente a este país, que no tienen ningún margen de decisión
sobre sus condiciones de trabajo, ni de libertad para abandonarlo
aunque sea para ir a trabajar en unas condiciones de mayor miseria
económica. Estas mujeres sí que son esclavas y posesiones de las
mafias. Y las medidas que hay que tomar ante estas situaciones
nada tienen que ver con las políticas que hay que aprobar para

50
dignificar las condiciones de trabajo y aportar mayor seguridad al
resto de prostitutas.
Las reflexiones y propuestas abolicionistas no hacen distincio-
nes entre las diferentes formas en las que se puede ejercer la prosti-
tución: para ellas todas están obligadas a ejercer, bien por terceros,
bien por las condiciones materiales, aunque esto segundo ha ido
perdiendo fuerza en sus argumentaciones y hacen más hincapié en
lo primero. Hablan de que un 95% de mujeres ejercen obligadas,
cifra que no se sustenta en ningún estudio objetivo, como tuvo
que reconocer el diario El País a instancias de Hetaira, a través de
su Defensor del Lector. Consideran que todas las prostitutas son
víctimas, sin capacidad de decisión sobre sus vidas, ni tan siquiera
de reflexión sobre su propio trabajo. Según esta filosofía, lo que
dicen las prostitutas no debe ser tenido en cuenta porque están
alienadas por ejercer la prostitución y, en consecuencia, deben ser
“rehabilitadas” quieran o no.
Las abolicionistas consideran indigno el ejercicio de la prosti-
tución en sí mismo, independientemente de las condiciones en las
que se ejerce. Hablan de que “la prostitución reduce a las mujeres
a la categoría de cuerpos, meros objetos animados para el uso y
disfrute de los hombres”, y mantienen la idea de que “el estatus
de prostituta desprovee a las mujeres prostituidas de sus caracte-
rísticas específicamente humanas”. Refuerzan así el estigma que
recae sobre las prostitutas al considerarlas una categoría particular
de mujeres, a las que casi se les cuestiona su “humanidad”, su
subjetividad; es decir, no se tiene en cuenta los factores concretos
que llevan a estas mujeres a ejercer la prostitución ni las tácticas
que emplean para sobrevivir y moverse en un mundo bastante duro
en muchas ocasiones.
Así mismo parten de que “la prostitución es una actividad tan
denigrante que acaba degradando moralmente a quien la ejerce”.
Ciertamente, la prostitución no es una actividad como cualquier
otra. Por la importancia que en nuestras sociedades se le da a la
sexualidad y porque para las mujeres la relación con la sexualidad
sigue siendo algo contradictorio, no es lo mismo ofrecer servicios
sexuales que otro tipo de servicios. Dedicarse a la prostitución
implica un estigma que, en muchos casos, es interiorizado por
ellas, generando vergüenzas y sentimientos negativos que pro-
vocan vivencias contradictorias: ganas de seguir y de abandonar
este trabajo. Pero estas contradicciones nada tienen que ver con su

51
dignidad. Una cosa es que algunas de ellas, llevadas por la interio-
rización del estigma, se sientan indignas (también puede pasar con
las lesbianas o las transexuales) y otra es que desde el feminismo
se lo confirmemos. Creo que la dignidad de las personas está por
encima del trabajo que realizan, sea cual sea este trabajo, como
dice Vanesa, trabajadora del sexo y vicepresidenta del Comité de
Apoyo a las Trabajadoras del Sexo (CATS), de Murcia: “El trabajo
no me dignifica a mí, soy yo la que dignifica mi trabajo”. En este
sentido, una cosa es decir que las condiciones en las que se ejerce
la prostitución son, en muchos casos, indignas y otra muy diferente
es considerar –como hace el feminismo abolicionista– que lo indig-
no es ejercer este trabajo. Con estas posiciones sólo conseguimos
reforzar el estigma y disminuir su maltrecha autoestima.
La prostitución tiene mucho que ver con la situación de subor-
dinación social y laboral de las mujeres en nuestras sociedades.
Incluso podemos decir que es, entre otras cosas, una institución
patriarcal cuya función simbólica es el control de la sexualidad
femenina. Pero esta constatación no puede llevarnos a ver a las
prostitutas como las que “colaboran y refuerzan el patriarcado”
ni como “las víctimas por excelencia de él”, como plantean las
feministas abolicionistas. Su visión considera a las prostitutas
seres pasivos, meras receptoras de la ideología patriarcal. Estas
consideraciones olvidan que todas, de una u otra forma, vivimos
situaciones de subordinación que intentamos combatir como po-
demos. En muchos momentos nos rebelamos contra estas situa-
ciones y en otros conciliamos con la realidad, pactamos con ella
porque no podemos estar las veinticuatro horas del día “espadas
en alto”. Nuestra existencia es un extraño equilibrio entre la re-
belión y el pacto y no por ello se puede decir que “colaboremos
con el patriarcado”. Es una pura cuestión de supervivencia. Pero
es que además pensamos que la prostitución expresa también las
legítimas estrategias de vida de muchas mujeres, estrategias que les
proporciona mayores ingresos y mayor independencia económica
que la que alcanzarían en otros sectores laborales, en sociedades
donde las mujeres ocupan los puestos de trabajo peor remunerados
y más informales del mercado laboral. En definitiva, los años de
dedicación colectiva a las trabajadoras del sexo y sus derechos nos
han enseñado cómo éstas pueden dar la vuelta, y de hecho se la
dan, a estas situaciones de subordinación. Y esto depende, en gran
medida, de las condiciones subjetivas (autoafirmación, seguridad

52
Rueda de prensa en el local del colectivo Hetaira tras las conclusiones
de la ponencia del Congreso de los Diputados sobre la prostitución
(13 de marzo de 2007); Cristina Garaizabal en el centro, fotografía
cedida por Kote.

en sí mismas, profesionalidad...) y objetivas en las que se mueven.


Así, por ejemplo, tener un ambiente de trabajo tranquilo les permite
negociar mejor los precios y los servicios sexuales y sentirse con
poder frente al cliente, justo lo contrario que ocurre cuando se
prohíbe y convierte en clandestino el ejercicio de la prostitución o
se persigue a los clientes.
En definitiva, desde Hetaira creemos que para entender bien las
situaciones complejas que se dan en el mundo de la prostitución
es necesaria una mirada multilateral, amplia, una mirada feminista
integradora de las diferentes causas y problemas que confluyen
en la realidad concreta. Así, no creemos que la situación de las
trabajadoras del sexo pueda reducirse al afán de dominio y pre-
potencia de los hombres y de su sexualidad. Es fundamental que
contemplemos, también, otros factores como son la pobreza, los
desastres naturales y provocados que hacen que miles de mujeres
tengan que abandonar sus países y vengan al nuestro buscando un
futuro mejor, sabiendo que lo que van a hacer es trabajar como
prostitutas.
O que tengamos en cuenta que estamos en sociedades mer-
cantiles que tienden a sacar al mercado y convertir en mercancía

53
muchos de los servicios que antes se desarrollaban en el marco de
las estructuras sociales y familiares: como por ejemplo el cuidado
de niños y ancianos, la comida, el lavado y planchado de la ropa…
Por ello no es extraño que los servicios sexuales también se hayan
mercantilizado y que quienes los utilizan no sean siempre ni nece-
sariamente hombres prepotentes, con afán de dominio y que abusan
de las trabajadoras, que los hay, sino en muchos casos hombres
solitarios, con dificultad para desarrollar relaciones sexuales y per-
sonales satisfactorias, hombres que quieren encontrar un momento
de satisfacción sexual sin más complicaciones.
La idea de que todos los hombres buscan denigrar sexualmente a
las mujeres y de que su sexualidad agresiva es la causa de la explo-
tación sexual está en el fondo de la presunción de las abolicionistas
de que “todos” los clientes ven a las prostitutas como “cosas” a
su servicio, que les pertenecen porque han pagado y que las tratan
con brutalidad, humillándolas y agrediéndolas siempre. Esta idea
es coger una parte por el todo. Porque sin duda existen clientes
que van en ese plan, como existen personas en otros campos de la
vida que porque pagan se creen con derecho a humillar a quien les
ofrece un servicio, pero afortunadamente eso no es generalizable.
Esa clase de personas son una minoría, también entre los clientes
de las prostitutas. Pero si se ve así a todos los hombres que van de
prostitutas ¿no será porque existe un prejuicio hacia los hombres
y su sexualidad? Parece que la ideología patriarcal que atribuye a
los hombres una sexualidad agresiva, destructiva y descontrolada
y a las mujeres el papel de controlarla, no está ausente en estas
reflexiones del feminismo abolicionista.
El feminismo es una fuerza social que actúa para que todas las
mujeres tengan más poder de decisión y autonomía. Para ello es
importante partir de cuáles son los condicionamientos concretos que
recortan las posibilidades de actuación de los diferentes sectores de
mujeres. En el caso de las prostitutas, las condiciones de alegalidad
en las que se desarrolla su trabajo y la consideración social estig-
matizada son elementos fundamentales que limitan su capacidad de
decisión y actuación. Por ello es fundamental apostar por ampliar
estos límites que condicionan sus decisiones reconociendo sus
derechos en tanto que trabajadoras del sexo y desacralizando la
sexualidad como forma de luchar contra el estigma. Es necesario
que las prostitutas se construyan como sujetos sociales con capa-
cidad para hacer oír su voz y negociar sus intereses particulares. Y

54
para ello es fundamental que desde el feminismo no les neguemos
su posición de sujetos sino que, por el contrario, apostemos por
reforzar esta posición partiendo de su capacidad para decidir y
remitiéndonos a ella para despertar su rebeldía.
Parece evidente que los cambios que se pueden producir en la
consideración social de las trabajadoras del sexo pasan en primer
lugar por reivindicar que la prostitución es un trabajo que no puede
definir a quien lo ejerce. Nombrar a las prostitutas trabajadoras
del sexo es un elemento importante en este cambio. Ahora bien,
también creo que esto no puede excluir el seguir llamándolas pros-
titutas. Primero porque ellas muchas veces se sienten identificadas
con esta palabra, pero sobre todo porque creo que es un elemento
de subversión apropiarse de las categorías abyectas, elaboradas
con ánimo de degradar y redefinirlas, dándoles otro significado
en positivo como forma de neutralizar sus efectos. El germen de
este significado está en el propio imaginario, aunque ocupe una
posición subalterna y limítrofe.
En este sentido, reivindiquémonos putas si con ello expresamos
que somos transgresoras de los límites patriarcales a la sexualidad
femenina, y malvadas porque tenemos en cuenta nuestros intereses
y nuestros deseos sexuales.

55
Pintan bastos

Anne Souyris*
Desde Femmes Publiques no nos dedicamos solamente a com-
batir la discriminación sobre las prostitutas que están legitimadas
socialmente, sino a otras discriminaciones y a otros asuntos. Como,
por ejemplo, exigir el derecho al matrimonio homosexual, los de-
rechos de las personas transexuales, es decir, minorías oprimidas,
discriminadas.
Es importantísimo lanzar el debate sobre la prostitución, pero
aparte de eso, hay que hacer frente a la ley Sarkozy de 2003, y
abordar lo particularmente nocivas que son para las emigrantes,
para las extranjeras (que incluso con permiso de residencia se ven
amenazadas de ser expulsadas del país si se las “pilla” ejerciendo,
si las ven tirando los tejos como reclamo sexual).
La ley contempla la posibilidad de que tengan una interrupción
provisional de la expulsión si denuncian al proxeneta, porque el
legislador pretende que esa ley esté ahí para proteger a las prosti-
tutas de los proxenetas, pero de hecho las personas castigadas no
son los proxenetas, sino las prostitutas; particularmente castigadas
son las extranjeras y también los transexuales y, en ese sentido,
es una ley que va contra tres categorías especialmente: mujeres,
extranjeras y trans. En francés, cuando decimos trans nos referimos
a los transexuales, lo comprimimos para no hacer distinciones entre
quienes están operados, quienes no están operados, etc.; no es una
denominación externa, son ellos mismos y ellas mismas los que
se llaman así: trans.
Además están pintando bastos, por así decirlo, en Francia, en
estos momentos. Pintan bastos con la cuestión, y pongo como
*Debido a problemas técnicos nos ha sido imposible reproducir la intervención de Anne
Souyris completa, como habría sido nuestro deseo (nota de las coordinadoras).

56
ejemplo que han prohibido un acto que tenía que haber tenido lugar
en abril. Una de las razones que daban era que no había ideólogos
del abolicionismo previstos para intervenir en el acto y que había
prostitutas, y por esos dos motivos se ha prohibido.
El acto finalmente ha sido aplazado para más tarde, y esta
prohibición inicial y este aplazamiento traen como consecuencia
que los principales actores, que vienen del movimiento feminista,
y al acto que va a resultar al final acudirá una sola prostituta, no
van actores sociales y se convertirá en un acto de investigadores
e investigadoras, que realmente no investigan nada. He dicho
exactamente que no investigan nada porque no están haciendo
trabajo de campo ni su especialidad es la prostitución; o sea, que
van a dar buenas palabras, pero, vamos, que no saben de lo que
van a hablar.
Lamento que esa gran conjunción de esfuerzos de los que esta-
mos hablando de fuerzas sociales en torno a este tema en Francia
tropiece con muchas dificultades. Y la causa principal tiene que ver
con las ideas abolicionistas, las ideas que sostienen que las prosti-
tutas están alienadas, son víctimas, en realidad que no son libres,
porque si realizan ese trabajo (ni tan siquiera le llaman trabajo),
que si se dedican a eso es porque están obligadas a ello; o sea, que
tropezamos con los mismos fantasmas.
Las leyes, el sistema legal, son bastante restrictivas en Francia,
son abolicionistas de hecho. La prostitución es legal pero su ejer-
cicio no lo es y, en concreto, está perseguido; el reclamo sexual
está explícitamente perseguido.
El proxenetismo también está perseguido pero, a veces, esta
persecución golpea a las prostitutas, hasta el punto de que ha habido
asociaciones de apoyo a prostitutas que han sido prohibidas con la
excusa de que eso era proxenetismo.

57
58
Inmigración y prostitución

59
60
Presentación

En los últimos años nuestras calles se han llenado de personas


procedentes de otros países que vienen al nuestro buscando mejorar
sus condiciones de vida. Y aunque se habla de país de acogida,
el nuestro no siempre acoge a los inmigrantes como debiera. Las
restricciones que impone la Ley de Extranjería a la entrada de
inmigrantes así como las condiciones en las que se desarrolla su
vida aquí es una buena muestra de las dificultades con las que se
encuentran. La falta de derechos ciudadanos, las dificultades para
regularizar su situación, la sobreexplotación económica... son el pan
nuestro de cada día para un contingente cada vez más importante
de personas inmigrantes.
La situación ha cambiado radicalmente en los últimos años y,
hoy, la mayoría de mujeres que captan su clientela en la calle son
inmigrantes. Desde Hetaira pensamos que la situación de éstas
presentan unas dificultades particulares que deben ser contempladas
específicamente.
En primer lugar, hay que romper con la idea de que todas las
inmigrantes vienen engañadas por terceros y entender que entre
las posibilidades de trabajo que tienen las inmigrantes en nuestro
país está, también, la prostitución. La mayoría de las trabajadoras
sexuales inmigrantes que vemos en nuestros parques y calles saben
a lo que vienen cuando deciden salir de sus países. Otra cosa es que
no tengan muy claras las condiciones en las que van a desarrollar
su trabajo ni cómo van a vivir aquí. Pero sólo una minoría viene
engañada.
Es cierto que existe el tráfico internacional de personas, fun-
damentalmente mujeres, destinado a mantenerlas en situaciones
asimilables a la esclavitud, tráfico dirigido a diferentes sectores del
mercado laboral, por ejemplo, talleres de costura clandestinos, sin
que nadie haga nada para solventarlo. Pero, habitualmente, cuando
se habla de “tráfico de mujeres” se está pensando sólo en el tráfico
61
sexual, el que tiene como finalidad la industria del sexo. ¿Por qué
se piensa en estos términos? ¿No pesa en esta idea la moralina, la
idea de que vender sexo es lo peor que se puede hacer?
Se diría que las restricciones que impone la Ley de Extranjería
para regular la entrada y el acceso a la ciudadanía de las personas
extranjeras (especialmente de aquellas que vienen de los países del
llamado Tercer Mundo) provoca que la mayoría de inmigrantes
entran en el país de manera ilegal, intentando burlar los obstáculos
de todo tipo que ponen los Gobiernos europeos, incluido el español,
a la inmigración.
Ante esta situación parece evidente que, en general, no van a
conseguir entrar de manera individual y que tienen que recurrir
a otros para conseguirlo. Y la mayoría de las veces recurren a
gentes que lo hacen a cambio de cantidades abusivas de dinero
que les endeudan durante una larga temporada. Son muchos los
que se aprovechan de la imposibilidad de entrar en nuestro país
por los cauces regulares y del riesgo que corren por moverse en
la clandestinidad.
Para nosotras, acabar con estas redes implicaría reconocer el
derecho de las personas a establecerse donde quieran y, conse-
cuentemente, reformar las políticas de extranjería que hoy se dan.
En particular para este tema sería necesario legalizar la situación
de aquellas personas que demuestren que tienen medios para vivir
en nuestro país, contemplando el trabajo sexual como un medio
de vida.
Para hablar de este conjunto de problemas tenemos con noso-
tras a Ruth Mestre, Pilar Rodríguez, Estefanía Acién y Nereida
Lakuló.
Ruth Mestre es doctora de Filosofía del Derecho en la Univer-
sidad de Valencia. Ha seguido dos másters en Teoría del Derecho
y en Sociología Jurídica. Su tesis doctoral versó alrededor de
feminismos, derecho e inmigración.
Pilar Rodríguez es socióloga y profesora en la Facultad de
Humanidades de la Universidad de Almería. Experta en temas de
género, ha participado en múltiples proyectos de investigación,
algunos de ellos centrados en las inmigrantes. Ha publicado, en-
tre otros, Mujeres y fortaleza Europa (2001) y La diversidad de
las mujeres migrantes: el caso de la ciudad de Granada (1995)
y ha participado como ponente en diversas conferencias sobre
prostitución.

62
Estefanía Acién es socióloga y pertenece a la Asociación Pro
Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) en su delegación de
Almería. Coautora del informe De la exclusión al estigma, sobre
las mujeres inmigradas que ejercen la prostitución en el poniente
almeriense. Desde la APDHA intentan realizar análisis en profundi-
dad de la situación de las mujeres con las que contactan a través de
su trabajo, el conocimiento de su realidad a través de ellas mismas
y la lucha por su empoderamiento.
Nereida Lakuló es ecuatoriana, trabajadora del sexo en la calle
de la Montera de Madrid y miembro de Hetaira. En una rueda de
prensa ella decía: “No somos delincuentes, pero nos tratan como
si lo fuéramos”.

63
64
Género y extranjería

Ruth Mestre
En los últimos años se han incrementado muchísimo los estudios
sobre migración femenina y género e inmigración, es algo que va
junto cada vez más. Unir género y extranjería es algo que sigue
siendo bastante residual, bastante marginal, no ha tenido tanta
repercusión, y creo que eso en sí es un dato preocupante, no sólo
porque nos sigue mostrando la pereza que tiene el Derecho para
hacer caso a las demandas de igualdad de las mujeres, sino sobre
todo preocupante porque la extranjería es la creación jurídica de la
diferencia en derechos y las mujeres tienen una relación compli-
cada y compleja, y muchas veces contradictoria, con el Derecho,
de manera que ese análisis se tiene que hacer.
La extranjería es la creación jurídica de la diferencia en dere-
chos y es una respuesta jurídico-política que se puede dar a las
migraciones internacionales, es una de las posibilidades, es la peor
posibilidad pero es una, no es la única, y esa respuesta jurídico-
política que damos a las migraciones internacionales tiene que
ver con las formas en que este Estado de recepción –de acogida
nada–, de destino, organiza las relaciones entre personas, distribuye
recursos, reconoce derechos, etc.
Las vías de acceso diferenciadas a los derechos y la participación
diferente que se espera de hombres y mujeres migrantes tienen que
ver con cómo hemos organizado las relaciones entre los sexos, y en
ese mismo proceso de asignación y de expectativas diferenciadas
se va construyendo el género; tenemos que ver cómo el Derecho
contribuye en esa creación del género, sobre todo cuando se trata,
además de los otros, de los que vienen.
Las relaciones entre las migrantes y el derecho son complejas y
contradictorias, como las de las ciudadanas, pero creo que, teniendo
en cuenta esta complejidad y sabiendo que puede haber contradic-

65
ciones, creo que puede hacerse y tiene que hacerse un análisis que
muestre precisamente eso, cómo el derecho de extranjería construye
a las migrantes como sujetos especialmente subordinados.
Por ejemplo, las mujeres en las normas, en los textos normativos
europeos o estatales, aparecen como esposas (hasta ahora era sólo
como esposas sumisas reagrupadas, ahora ya también aparecen
como esposas maltratadas, todo un avance), o bien como trabaja-
doras excepcionales (el servicio doméstico fundamentalmente, que
es considerado una excepción a la regla migratoria, cosa que no
se entiende muy bien, y trabajo sexual), o bien como víctimas de
tráfico. Así es como aparecen las mujeres en los textos normativos,
y esto el Derecho habla del deber ser, no habla del ser, o sea, dice
cómo deben ser las cosas, al final la Ley de Extranjería acaba siendo
una profecía que se autocumple.
De todos modos, creo que es importante tener en cuenta que la
Ley de Extranjería no es un cuerpo jurídico esotérico con el que no
nos podemos relacionar, sino que es un conjunto de prácticas, un
conjunto de relaciones, un conjunto de intervenciones, y podemos ir
modificando los significados, podemos ir negociando esas catego-
rías jurídicas, y cada vez que se aplica la Ley de Extranjería se está
interpretando y se está dando un nuevo sentido a ese Derecho.
¿Y qué dice nuestra Ley de Extranjería de las mujeres? El
Estado español, como la Unión Europea en general y como todos
los Estados de la Unión Europea, mantiene lo que se ha llamado
un enfoque “trafiquista” sobre las migraciones internacionales.
El “trafiquismo” es un enfoque que rechaza y criminaliza toda
migración autónoma al caracterizarla como tráfico. ¿Qué es la
migración autónoma? La migración autónoma es toda la migración
que se hace al margen de los mecanismos previstos por el Estado,
no es sólo migración ilegal, ilegal es desde el punto de vista del
Estado quizá, pero desde el punto de vista de quien migra, eso es
migración autónoma, o puede serlo en muchos casos.
Este enfoque es problemático para todos los migrantes en
general, pero para las mujeres en específico. ¿Por qué? Porque
éstas migran de manera más autónoma que los hombres, y por
tanto, su migración se ve mucho más criminalizada y mucho más
rechazada y muchas más veces “conceptualizada” como tráfico
necesariamente.
¿Por qué migran más autónomamente que los hombres? Sen-
cillamente porque el Estado organiza la emigración económica

66
de trabajadores según necesidades laborales computables en el
mercado formal fuertemente masculinizado. Los Estados europeos
durante muchísimos años han estado pidiendo activamente mano de
obra masculina y los canales organizados son para trabajadores, o
sea, el trabajador migrante es un sujeto masculino, igual que lo es
el trabajador a secas, y eso la crítica feminista ya se ha encargado
años y años de dejarlo clarito, y por eso las mujeres y los trabajos
de las mujeres en la Ley de Extranjería son, o bien una excepción
que confirma la regla migratoria, y tú puedes llegar con un permiso
para buscar empleo si vienes a trabajar en el trabajo doméstico
–cuando eso tendría que ser lo normal para todo el mundo eso es
la excepción–; o bien no son trabajos porque se domestican y se
generalizan y se privatizan; es decir, el trabajo que hacen las mu-
jeres dentro de sus propias casas no se considera trabajo, ni es un
trabajo, ni aportación, ni posibilidad de migrar, como por ejemplo
el trabajo sexual, y de momento ningún ministro del Interior se ha
convertido en el Pantaleón Pantoja, de la novela de Mario Vargas
Llosa Pantaleón y las visitadoras, organizando el desplazamiento
internacional de mujeres para los servicios de las “visitadoras”.
Fijaos bien que estoy hablando de cómo nos organizamos y
cómo estamos organizando también el trabajo de las mujeres. Es
una obviedad que las mujeres del Sur vienen a hacer trabajos que
en el Norte se consideran “de mujeres”, otra cosa es que coincidan
en gran medida, pero somos nosotros quienes decidimos que son
trabajos de mujeres y, por tanto, tienen menor consideración, menor
protección y menor reconocimiento; eso es la generalización del
trabajo, que ahora se está extendiendo. Todo el mundo está escan-
dalizado con la precarización, pero al final lo que está ocurriendo
es la feminización de todos los trabajos.
La extranjería, si la planteamos así, como un espejo de lo que
nosotros tenemos aquí, de las relaciones que tenemos aquí y de
cómo distribuimos recursos y reconocemos derechos, tenemos que
ver cuál fue el proceso de construcción de la ciudadanía en térmi-
nos laborales, que es lo que tenemos ahora, porque se hace con las
mismas estrategias que estamos utilizando ahora, es decir, todo ese
proceso se lleva a cabo negando y subordinando los trabajos de las
mujeres, y esta configuración de la ciudadanía y de la extranjería se
lleva a cabo negando e invisibilizando tanto el trabajo doméstico
como el trabajo sexual; los dos se quedan fuera de lo que se con-
sidera trabajo y base suficiente para la titularidad de los derechos.

67
Por eso hablo de la ciudadanía en términos laborales, porque al
final, para tener derechos, tienes que ser trabajador, a eso es a lo
más que hemos llegado. Y en estos dos casos estamos hablando de
trabajos que están relacionados con el ámbito de las necesidades
humanas, que sigue siendo en gran medida responsabilidad de las
mujeres, sólo que ahora se han mercantilizado, es decir, en lugar
de ser cubiertos por las “buenas” mujeres, las esposas estupendas,
se mercantiliza este trabajo pero no deja de permanecer fuera del
ámbito de las relaciones contractuales masculinas en lo público,
y por tanto, fuera del sistema de protección de los derechos. Y
creo que una de las razones de peso para hablar de trabajo sexual
y para desplazar el término de prostitución, es que así vinculamos
las luchas por los reconocimientos de derechos de las trabajadoras
del sexo a una historia común a las mujeres y a todos los trabajos
de las mujeres, estamos hablando de los mismos procesos.
Se ha propuesto dejar de hablar de prostitución, o por lo menos
analizar o dejar de analizar la prostitución en términos de explo-
tación sexual de las mujeres por parte de los hombres y dejar de
analizarla como actos de dominio patriarcal per se. Ahora el aná-
lisis sobre el trabajo sexual se integra, y que está bien, o sea, en
parte esto significa desplazar el patriarcado, en un entramado de
estructuras de dominación que permiten márgenes de resistencia y
de redefinición, como todas las estructuras de dominación. Y creo
que hablando de trabajo sexual se pueden entender mucho mejor
los cambios que la globalización ha impuesto y ha supuesto o ha
introducido en la industria del sexo.
La globalización, entre otras muchas cosas y para lo que aquí nos
interesa, supone un incremento sin precedentes de la movilidad de
servicios y de personas. Así, grosso modo, las personas se mueven,
o bien como turistas, y entonces ya sabemos cómo el turismo sexual
se ha incrementado, cómo se ha globalizado y cómo ese turismo ha
cambiado los mercados sexuales en origen, y la otra movilidad de
personas es por migración como respuesta a la desestructuración
que la globalización está haciendo en las ciudades de origen; y que
el trabajo sexual se ve fuera como una alternativa más.
Laura Agustín dice: “Sin ignorar el hecho de que la industria del
sexo existe en el marco de estructuras patriarcales, esta perspectiva
nos permite centrarnos en las vivencias y necesidades materiales
de respeto de autonomía y protección jurídica de las trabajadoras
y no en una obsesión por salvar víctimas”.

68
Además si hablamos de trabajo, si es trabajo, migrar para tra-
bajar en la industria del sexo puede ser analizado como se analiza
cualquier otro trabajo, cualquier otro movimiento, es decir, puede
ser analizado en términos de migración regular o irregular, por
tanto canalizada o autónoma, de trabajadores irregulares o regulares
para actividades económicas informales y “desregularizadas”; y
por tanto, no sería muy diferente ni del servicio domestico, que es
un trabajo informal, no regular, ni de la agricultura, por ejemplo
en El Ejido.
Hablar de trabajo también nos permite ir un poco más allá de
la famosa distinción entre prostitución voluntaria y forzada, que sé
que forma parte de lo mismo pero no es exactamente lo mismo.
Ahora se están llevando en paralelo dos discursos que muchas
veces se solapan y que es bastante preocupante que se solapen y
las consecuencias son bastante tremendas: es la diferencia entre
tráfico y contrabando de migrantes poniendo el acento en el con-
sentimiento de quien migra; entonces, hay contrabando cuando
quien migra consiente y hay tráfico cuando quien migra no con-
siente, –sería sólo para el desplazamiento–, y es una distinción
que funciona mucho, o sea, es un debate, es una distinción que
corre muy en paralelo con las discusiones sobre prostitución libre
o prostitución forzada.
En realidad estos dos pares de divisiones, trafico/contrabando,
prostitución forzada/libre, no sólo actúan conjuntamente en la
legitimación de políticas restrictivas porque nos proporcionan víc-
timas, los dos sistemas, los dos pares nos proporcionan víctimas,
también o sobre todo creo que vuelven a trazar líneas entre quienes
merecen protección y quienes no la merecen y lo que merecen es
la expulsión; vuelve a trazar líneas entre los buenos y los malos, lo
hace un poco más complicado, más refinadito, pero sigue diciendo
“éstos merecen protección y éstos no la merecen”. Es más, la visión
“trafiquista” además exige que haya una denuncia, es decir, que
quien sea realmente víctima sea heroína y diga “no, mire usted, es
que a mí me han traficado”, porque, si no, consideramos que es de
los malos y no necesita protección.
Es una distinción artificial y muy difícil de poner en la práctica.
En la mayoría de los casos las cosas no son tan sencillas, no está
tan claro; o sea, aquí como el trabajo sexual ni está reconocido,
ni está penado, ni está regulado, ni nada de nada, estrictamente
cualquier persona que se está dedicando a la industria del sexo y

69
que sea migrante puede entrar en la definición de víctima de en-
gaño o abuso del Código Penal y por tanto ser declarada víctima,
aunque ella no se conciba como tal. La mayoría de víctimas de
tráfico se han visto en esa situación precisamente porque rechazan
la situación en origen y quieren migrar y quieren buscarse la vida
de una manera mejor.
Creo que esa distinción es artificial y en realidad las cosas no
funcionan así, porque la mayoría de mujeres que acaban siendo
víctimas de redes de tráfico lo son porque en algún momento del
proceso que ellas han iniciado de querer migrar y buscarse una vida
mejor se han visto atrapadas en una situación coactiva. Establecer
una línea rotunda entre víctimas inocentes y tontas, por un lado,
o migrantes malos malísimos, espabilados, que lo que quieren es
aprovecharse de algo, lo único que hace es darle razones al Estado
para seguir manteniendo políticas restrictivas. Como se exige la
denuncia para recuperar la bondad y los derechos, no es descabe-
llado decir que nuestra Ley de Extranjería exige la victimización,
exige que las mujeres se declaren víctimas. De manera que puede
que legalmente sea una estrategia de regularización, y a mí me
parece respetable, es una estrategia bastante precaria, pero exige
a las migrantes seguir haciendo estas distinciones, exige a las mu-
jeres despojarse de responsabilidad sobre sus propias vidas, sobre
las decisiones que han tomado. De modo que sólo las “buenas”
mujeres, que son víctimas inocentes, pueden acceder a los derechos
en nuestro sistema.

70
Mujeres con capacidad de agencia

Pilar Rodríguez
Quería empezar mi intervención dando las gracias a Hetaira,
por su trabajo y por lo que ha facilitado el mío. Mi acercamiento
a la industria del sexo surge porque, en Almería, muchísimas mi-
grantes, marroquíes en concreto, estaban trabajando en la industria
del sexo, y esa situación había que analizarla desde las ciencias
sociales. Así que cuando advertimos la presencia de estas migrantes
tuvimos que ponernos a ello.
Quería empezar aludiendo a cómo vemos las cosas dentro de la
sociología de las migraciones, en particular, con lo que ya hemos
avanzado en la academia con el tema de género y de migraciones.
En ese sentido creo que algunas cosas, debido a la importancia de
los nuevos movimientos feministas, a la inserción de las mujeres
en el mercado de trabajo formal, me refiero a las nativas, a las
autóctonas, y, por último, a los flujos de migrantes que han veni-
do solas, hemos conseguido ya introducir un debate y que haya
conclusiones que no se cuestionen dentro de las ciencias sociales.
Una de ellas es que las mujeres estamos presentes en la sociedad,
que nuestra actividad, nuestro trabajo, nuestra vida, nuestra manera
de funcionar debe ser explicada del mismo modo que debe ser ex-
plicada la conducta de los varones; que debe ser visible, que debe
ser analizada y que las mujeres no estamos fuera de lo social sino
dentro de lo social, es decir, que actuamos, que transformamos, que
cambiamos, que nos cambiamos, que tenemos incitativa…
Esto lo denomino capacidad de agencia, pero se puede también
aludir a ese concepto hablando de la capacidad de tomar decisiones.
Ese concepto creo que lo aprendimos en el movimiento feminista:
que en el feminismo, en la sociología, en las ciencias sociales,
cuando hablamos de género, es evidente que las mujeres somos

71
actoras sociales, que somos seres sociales, hay que analizar lo que
hacemos, no vivimos fuera de la sociedad sino en los márgenes
de la sociedad. Es decir, que vivimos en una sociedad desigual en
lo que toca a las relaciones entre hombres y mujeres, aparte de
otras desigualdades. Ése es el bagaje que teníamos aprendido en
la sociología del género y de las migraciones, y que fue útil para
entrar en la cuestión de la industria del sexo.
En Almería, el mercado de trabajo al que accedían las migrantes
del Sur (de los países en vías de desarrollo sobre todo) y al que han
venido accediendo en general en España, tiene tres características
básicas:
Una de ellas es que las migrantes entran a trabajar en el sector
servicios, en peores condiciones que las españolas, por supuesto,
y también en peores condiciones que los varones migrantes, y que
hay una segmentación del empleo en España por nacionalidad de
origen. O sea, dependiendo de la nacionalidad de origen, el mercado
de trabajo español ofrece un tipo de trabajo u otro.
Por ejemplo, para las migrantes inglesas que vienen del Norte
el mercado de trabajo aquí es todo lo relacionado con las lenguas,
el inglés, academias, etcétera; las argentinas en una época tenían
un mercado de trabajo muy concreto en todo lo que eran cafeterías,
incluso cantantes, etc., digamos que tenían ahí un nicho laboral, lo
tenían hasta que apareció esta segunda característica del mercado
de trabajo, que ha analizado muy bien el equipo de investigación
del Colectivo IOÉ. Y ciertamente es así, IOÉ señala que en el
mercado de trabajo se ha producido un acercamiento entre las
condiciones de trabajo de las diferentes migrantes. Se refieren a
un proceso que viene sucediendo desde los años ochenta, y que
continúa en los años noventa, en el cual las migrantes poco a poco
se van acercando en sus condiciones laborales. Antes una argen-
tina, por ejemplo, podía trabajar en una cafetería como camarera
sin ningún problema; hoy día es mucho más difícil, normalmente
el sitio de trabajo tiene que ser también el servicio doméstico, se
han ido agrupando las condiciones laborales, las que eran mejores
se han tenido que introducir en la media.
Y por último, me gustaría resaltar la concentración en ramas
de actividad concreta. Esto tiene muchísimo que ver con la ley
de cupos. La Ley de Extranjería no representa la realidad, pero
ciertamente la guía, y lo que ha ocurrido con la ley de cupos es
que básicamente se ha dirigido la migración a las mujeres, a las

72
migrantes se les ha facilitado el que entraran directamente en el
servicio domestico. ¿Por qué? Porque ahí es donde hay posibili-
dades para regularizarse; no quiere decir que estén ahí a gusto, no
quiere decir que tengan experiencia en el servicio domestico en
sus países de origen, quiere decir que ahí es donde es fácil tener
un precontrato, etc. La ley de cupos es clarísima en ese terreno
y va concentrando el sector y, como consecuencia de los bajos
salarios y las malas condiciones de trabajo, obtenemos lo que está
ocurriendo en el último tiempo: el aumento de la participación de
las migrantes en la industria del sexo.
Parto aquí de una definición de industria del sexo que eviden-
temente no trata ni siquiera de ser detallada: oferta y demanda de
servicios sexuales y sensuales. Simplemente quería decir a este
respecto que la oferta de servicios sensuales y sexuales es mucho
más amplia y que no solamente la están haciendo las trabajadoras
del sexo, es decir, la industria del sexo incluye el ofrecer copas, el
ofrecer otro tipo de contactos, incluye otros muchos servicios. El
trabajo que desarrollan las mujeres, lo que hacen las trabajadoras
migrantes en concreto, es sólo una parte. Digamos que hay que
ubicarlo en ese conjunto, y ese conjunto, no se puede decir que sea
una industria que está protagonizada por migrantes; el conjunto de
la industria del sexo, hoy por hoy, sigue siendo protagonizado por
españolas y españoles. Digo esto porque es muy importante, pues
creo que en los últimos años se está haciendo una asociación sis-
temática y perniciosa de migrante igual a prostituta, que no quiero
decir que no haya mujeres trabajando en la industria de sexo, pero
hay mucha gente más, y esto hay que aclararlo.
La demanda de servicios sexuales o sensuales, evidentemente,
no es sólo por parte de varones. De hecho estamos viendo cómo se
produce una demanda de servicios sexuales y sensuales por parte
de las mujeres, en la medida en que nos vamos haciendo más pre-
sentes en la sociedad y que tenemos también dinero para pagarlos.
En Almería ya no hay despedida de soltera que no se haga con un
boy, ya está establecido como algo normalizado o estamos viendo
cómo sale una parte de un iceberg: mujeres que tienen recursos
y que sencillamente quieren pasárselo bien, de manera parecida a
como lo hacen los hombres.
Una de las preguntas que nos planteábamos Fátima Lahbabi y
yo es por qué las migrantes, en varios años, entran a trabajar en la
industria del sexo de una manera tan generalizada y visible. Ahí

73
tenéis algunas razones que a nosotras nos parecen que pueden
explicar algún aspecto de este fenómeno.
Primero me gustaría destacar la tendencia creciente de las
mujeres a migrar solas, es decir, sin marido y sin otros familiares.
Antes, cuando migraban con los maridos, siempre se daba por hecho
que eran dependientes. Sin embargo, cuando empezaron a migrar
solas era ya imposible decir que eran dependientes. Evidentemente,
el marido no estaba, luego no había posibilidad de establecer la
dependencia por lo menos de una manera tan “evidente”, ésa es
una razón.
Otra, por supuesto, tiene que ver con la Ley de Extranjería,
con la ley de cupos, que impone la entrada en un tipo de trabajo
donde se espera que sean mujeres quienes lo soliciten, lo provoca
una llamada de mujeres y un rechazo de varones hacia los países
de origen.
Otra de las razones por las cuales las mujeres se han ido des-
plazando del trabajo doméstico a la industria del sexo es la preca-
riedad y los bajos salarios en el servicio doméstico. No se puede
trabajar en Almería (y perdonen que hable de pesetas porque estoy
hablando de una mujer de hace años) en el servicio doméstico por
40.000 pesetas al mes cuando una mujer necesita 45.000 pesetas
para alquilar una habitación. Esa situación, descrita por una mi-
grante que trabajaba en la industria del sexo en Almería, creo que
hay que entenderla tal cual, porque es evidente que no permite a
la mujer sobrevivir.
Por otro lado está, evidentemente, la alta rentabilidad del sector:
trabajar en la industria del sexo significa ganar bastante dinero, lo
que a mí siempre me ha parecido divertido porque siempre he estado
entre mujeres que ganan, o muchas de ellas ganan, bastante más
que yo, cosa de la que me alegro y espero que siga siendo así.
Además, hay que contar con la posibilidad de eludir el control
social debido a la migración y a la movilidad. Esta situación en
las migrantes permite desarrollar estrategias para evitar el control
social de género. Y es que, claro, como una está funcionando, en
dos países, en el de salida y en el de llegada, una puede jugar un
poco con las normas sociales que nos vienen impuestas y entonces
una puede estar trabajando, ser prostituta aquí, en el país receptor,
y ser la mejor madre, hija, hermana y esposa. O sea, se puede jugar
con las normas sociales y adquirir identidad dependiendo de dónde
una esté. Las migrantes cuentan con el recurso de la movilidad y

74
la movilidad permite ser aquí trabajadora del sexo y en Marruecos
perfecta ama de casa o madre de familia. Cuando llega de nuevo a
Marruecos con miles de regalos es bien recibida, y eso vale.
Otro factor que hace que aumente la participación de las migran-
tes en la industria del sexo es el abandono relativo de las españolas.
No es que hayan dejado la industria del sexo las españolas, pero
se están colocando en mejores lugares dentro de esa industria y
hay trabajos, como por ejemplo la prostitución de calle, donde se
ve que las españolas han abandonado. También se van reduciendo
una serie de problemas, como por ejemplo los relacionados con
la heroína, porque ha bajado el nivel de consumo de heroína entre
las mujeres, lo que ha hecho que este problema no les llevara a
tener que recurrir a la prostitución de calle. En fin, hay una serie
de factores que han hecho que las españolas, efectivamente, no
estén y las migrantes sí.
Y por último, me gustaría destacar las nuevas demandas de
servicios sexuales y sensuales. Lo exótico, la variedad, el tener una
experiencia diferente es un reto para las personas en la sociedad
actual. Se trata de una sociedad compleja, globalizada, donde el
disfrute y el placer son centrales en nuestras vidas. Eso se mani-
fiesta en la industria del sexo porque le ha dado un empuje. Como
consecuencia, asistimos a la creación de hipermercados del sexo,
semejantes a los hipermercados normales, donde se está comprando
y vendiendo a gran escala.
Algunos de los motivos que en la literatura convencional de las
ciencias sociales han intentado explicar por qué las mujeres trabajan
en la prostitución son: los desórdenes mentales y de personalidad
y los problemas de relaciones con los padres y particularmente
con los modelos sociales. Respecto a las familias, se decía que las
prostitutas habían crecido en familias donde la madre y el padre
no representaban un buen ejemplo para ellas y esta situación les
llevó a la prostitución. También se han señalado problemas socio-
económicos, y por último, lo que se denomina “la ocasión hace al
ladrón”, o sea, que el estar en un momento determinado en un sito
donde hay gente prostituyéndose sería lo que llevaría a las mujeres
a la prostitución.
Tenemos un trabajo pendiente las científicas sociales, un trabajo
de crítica sistemática a cómo se ha tratado el tema de la prostitu-
ción y a las prostitutas y qué tipo de ideas se siguen difundiendo
desde las ciencias sociales sobre estas mujeres. Particularmente

75
molesta y enfada, la primera, es decir, ésa de que son mujeres con
desórdenes o enfermedades mentales. Las prostitutas con las que
he hablado son personas sensatas, equilibradas mentalmente la
inmensa mayoría y particularmente valientes.
En el trabajo de campo en los clubes de Málaga y también en
Casablanca las mujeres nos explicaron por qué trabajaban en la
industria del sexo.
La primera razón se refiere a una situación. Es evidente que
entre estas mujeres se produce un desacoplamiento con la organi-
zación familiar tradicional, pero ese desacoplamiento no es sólo
característico de las migrantes. Y es que mujeres correctas no hay
en la práctica, y seguimos hablando muchas veces de esposas
sumisas; pero de eso hay muy poco, lo que hay son mujeres con
muchos problemas para poder ubicarse en una sociedad que impone
demasiadas exigencias y que da pocas oportunidades para poder
desarrollarse.
Entre las migrantes, efectivamente, se ve también un desaco-
plamiento, situaciones que hacen que las mujeres, en un momento
determinado, tengan que decidir desviarse de la norma social para
la cual fueron socializadas, y la norma social, aquí y en el resto del
planeta, te está diciendo que tienes que ser ama de casa y desde
luego no prostituta; tiene que darse alguna situación que te haga
transgredir esa norma, y eso se ve entre las mujeres migrantes,
como creo que entre el resto de las prostitutas.
Por supuesto, las “necesidades” económicas, porque la necesi-
dad económica no es sólo comer, dormir y pagarle la escuela a tu
hijo; necesidades económicas en un mundo capitalista de consumo
son muchas cosas más.
La precariedad (por supuesto en el trabajo doméstico), la falta
de papeles y la necesidad de ingresos rápidos, y esto entre las
migrantes es una cuestión básica; es decir, son mujeres que han
gastado mucho dinero en tratar de evadir la Ley de Extranjería
que les impide entrar en Europa. Muchas veces a eso es a lo que
se le llama tráfico, pero en realidad de lo que estamos hablando
es de estrategias para poder saltarse una frontera donde te piden
un pasaporte, te piden un visado y te piden unos ingresos, etc., y
eso hay que saltarlo, y cuesta dinero. Evidentemente, cuando se
empieza a trabajar en la industria del sexo lo primero que se quiere
hacer es pagar las deudas que se han contraído para hacer ese viaje.
Y luego hay un segundo momento. En muchos casos se trata de

76
mujeres que tienen hijos, que tienen necesidades imperiosas, que
tienen que estar enviando remesas.
Pues eso es lo que encontramos, esa necesidad es la que facilita
y hace que muchas tomen la opción de entrar a trabajar en una in-
dustria donde se dan diferentes momentos. El primer momento es
un momento difícil para las mujeres porque están haciendo algo en
contra de su propia socialización, de las normas que les enseñaron;
pero hay un segundo momento y un tercer momento en el cual las
mujeres se van socializando en el nuevo trabajo y van aprendiendo
cuáles son los trucos y a manejarse en él y a sentirse mucho más
a gusto en ese nuevo entorno.
Ceo que lo que realmente ayudaría a las prostitutas es tener más
amigas y más amigos fuera de la industria del sexo; esa falta de
redes sociales, de apoyo, que en Hetaira se trabaja mucho, creo que
es fundamental para ellas. Y en este sentido me gustaría terminar
con un consejo: si de verdad queréis ayudar a estas mujeres, incluid
entre vuestro grupo de amigas a una trabajadora del sexo.

77
Mujeres inmigradas
trabajando en la prostitución en el
poniente almeriense: perspectivas de
acercamiento y experiencia de trabajo

Estefanía Acién
La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA)
es una organización de ámbito andaluz que se divide, territorialmen-
te, en delegaciones y, temáticamente, en áreas (cárceles y libertades
públicas, marginación y exclusión social, inmigración, solidaridad
internacional y educación para la paz). También contamos con dos
grupos de trabajo que implican transversalmente a personas que
desarrollan trabajo en las áreas, y que desarrollan labores sobre
menores y prostitución. Actualmente, este último grupo realiza
trabajo en tres delegaciones: Cádiz, Córdoba y Almería.
En el poniente almeriense estamos presentes desde el año 2001
con unas tímidas incursiones de la mano de personas procedentes de
otras asociaciones que tenían algún contacto con el medio. Como
es habitual en la asociación, adoptamos la fórmula investigación-
acción para afrontar el trabajo. El realizado durante el año 2002
aparece reflejado en el informe De la exclusión al estigma.
Tras aproximarnos, definimos nuestro primer campo de inter-
vención –africanas en la industria del sexo que han iniciado su
proyecto migratorio de forma autónoma en el triángulo geográfico
comprendido entre los municipios almerienses de Roquetas de
Mar-La Mojonera-Vícar– e intentamos detectar los problemas y
las necesidades que más nos reclamaban. Hoy, hemos ampliado
el trabajo a la capital almeriense, donde mantenemos contacto re-
gular con marroquíes, europeas (sobre todo procedentes de países
empobrecidos) y latinoamericanas. Las intervenciones se hacen

78
en función de nuestras capacidades y recursos. No obstante, la
realidad cuya investigación se encuentra en un estado más avan-
zado es la que afecta a las nigerianas en el poniente, ya que con
ellas llevamos casi cuatro años y medio de contacto. Sobre ellas
que versa este texto.
En las zonas semiurbanas y diseminados de esta zona ejerce
la prostitución un amplio grupo de mujeres, sobre todo africanas
(nigerianas), en entornos de “economía étnica” (por la titularidad
de los negocios, las personas que allí trabajan y el origen étnico
de los clientes) y abasteciendo de servicios sexuales sobre todo
a hombres inmigrantes. En este contexto, se ven afectadas por la
segregación espacial y diversos factores de exclusión que afectan
a gran parte de los inmigrados en la zona.
La falta de recursos de la población demandante impone unos
precios muy bajos, por lo que el beneficio que las mujeres perciben
por su trabajo es bien reducido, entre los 10 y 30 euros por servicio.
Esta situación es bastante diferente de otras mujeres contactadas
procedentes de otros países (Este de Europa: Rumania, Rusia,
Lituania, etc.) que ven compensadas las dificultades de su situa-
ción con remuneraciones más altas y con condiciones de trabajo
diferentes y sensiblemente mejores.
Cuando nos acercamos a la zona, nuestra intención era profun-
dizar en el conocimiento de ese mundo de exclusión, pero también
serles útiles a las mujeres y, sobre todo, realizar propuestas socia-
les y a las administraciones que atenúen el daño infringido por la
exclusión social y permitan resolver los problemas más urgentes
que hemos detectado y que ellas nos han transmitido.
Para ello, diseñamos un esquema de trabajo que se puede resu-
mir en cuatro ámbitos: investigación, sensibilización, mediación
social y sanitaria.
En relación con la investigación social, el doble objetivo es, por
un lado, conocer la realidad en la que se produce este fenómeno en
la provincia de Almería, y por otro, la situación personal y familiar
de las mujeres que ejercen esta actividad. Para ello, iniciamos un
trabajo de campo, fundamentalmente de carácter etnográfico, para
conocer los locales donde se ejerce la prostitución en la zona del
poniente, a las personas que en ellos buscan la subsistencia y las ca-
racterísticas básicas del negocio del sexo en este ámbito. Visitamos
los lugares, realizamos fichas de campo para conocer la estructura
sociodemográfica de las mujeres y entrevistas, conversaciones

79
informales y observación participante con el apoyo instrumental
del cuaderno de campo como medio fundamental de recogida de
información. El análisis de la información es continuo y anual. La
labor de investigación es transversal al resto del trabajo, lo que es
lo mismo que decir que nunca termina.
En cuanto a la sensibilización social, la intención era transmi-
tir la realidad social que está detrás de estas actividades, realizar
propuestas tanto a la sociedad como a las administraciones con el
fin de satisfacer las necesidades que nos plantean las mujeres que
realizan esta actividad.
Por ello, nos parece de crucial importancia promover el debate
y participar activamente en él y en la reflexión acerca de la pros-
titución por medio de sesiones de debate abiertas, con personas
de otros colectivos, y la divulgación de materiales con los que
pretendemos hacer camino en este sentido.
Pero este trabajo no solamente se orienta hacia fuera de la aso-
ciación, sino que también pretendemos discutir internamente con los
demás subgrupos de trabajo dedicados a tareas similares a la nuestra,
para debatir criterios, valorar las iniciativas legislativas, policiales,
sociales, etc., que se van produciendo en nuestro país en relación
con los diferentes ámbitos que tienen que ver con la prostitución y,
en fin, ir configurando líneas discursivas abiertas y comunes.
El trabajo que denominamos de mediación social corresponde
a todas las intervenciones o acciones que realizamos ajenas al ám-
bito sanitario, pero que van surgiendo como necesidades a través
de lo que percibimos día a día. Por ejemplo, es necesario realizar
acompañamiento y asesoramiento jurídico a aquellas mujeres con
circunstancias especiales. Para ello contamos con un proyecto
específico y con el apoyo de un espacio neutro de relación con
las mujeres: las clases de castellano, que actualmente suponen un
interesante espacio de encuentro con un grupo reducido de mujeres,
donde no sólo apoyamos sus esfuerzos para conocer el idioma y el
funcionamiento de nuestra sociedad, sino que nos ayudan a discutir
con ellas diversos aspectos de nuestro trabajo y formas de abordaje
del tema prostitución.
Además, mantenemos una tensión constante a la hora de con-
tribuir a que adquieran habilidades sociales básicas en nuestro
contexto que les permitan moverse con autonomía en cuanto al
uso de los recursos públicos, funcionamiento de los mecanismos
de la Administración, etc.

80
Por último, y dentro de este programa, derivamos a otras orga-
nizaciones y administraciones los asuntos que desde la APDHA
podemos abarcar.
La mediación sanitaria abarca también un programa concreto
cuyo objetivo básico es el de la inserción de las mujeres que aten-
demos en el sistema sanitario público. Lo hacemos a partir del Pro-
yecto de Atención y Mediación Sanitaria con Mujeres en Contextos
de Prostitución, cuyas líneas de intervención básicas son:
1. Reparto de preservativos: 30 a cada mujer cada tres semanas.
2. Atención y acompañamientos: en la mayoría de las ocasiones
para que se inserten en el Programa Especial de Infecciones de
Transmisión Sexual (ITS), puesto en marcha por la Junta de Anda-
lucía y objeto de coordinación entre asociaciones y Administración.
Aunque también se han realizado otros tipos de acompañamientos
(interrupciones voluntarias del embarazo o visitas a urgencias del
hospital de poniente, etc.)
3. Gestión de la tarjeta sanitaria, tanto a las propias trabajadoras
como a clientes –recordemos que la mayoría de éstos son inmigran-
tes indocumentados– hijos y otros familiares o amigos.
4. Información acerca de los recursos disponibles para las muje-
res objeto de intervención. Usando diferentes medios: una guía de
carácter sanitario en ediciones bilingües e información acerca de
cómo realizar estas gestiones para lograr una mayor autonomía.
5. Sensibilización discrecional de mujeres y usuarios. Esta la-
bor tiene un carácter transversal, aunque hemos elaborado algún
material explícito para la prevención de hábitos nocivos como la
automedicación para interrumpir el embarazo y para prevenir emba-
razos no deseados o la transmisión de enfermedades de transmisión
sexual (ETS). Esporádicamente, reunimos a grupos de mujeres y
ofrecemos charlas en este sentido y participamos en el diseño y en
el reparto de materiales de la Administración, aportando nuestro
sentido crítico y la propia experiencia como criterios evaluativos
de sus contenidos.
6. Atenciones de emergencia: ayuda económica de pequeñas
compras en medicinas, u otro material sanitario, para mujeres
sin recursos, y que no pueden cubrirse por ningún mecanismo
público de asistencia social ni de programas públicos o privados
existentes.
7. Tareas de coordinación del proyecto: internas, entre los di-
versos grupos de la APDHA y a nivel externo realizando sesiones

81
de coordinación técnica con la Administración de salud y otras
asociaciones que inciden en la zona.

Entorno y características básicas de la población de


referencia
La descripción que vamos a realizar corresponde al entorno
concreto de una parte del poniente almeriense: los municipios de
Roquetas de Mar, La Mojonera y Vícar.
Lo específico de este entorno no es tanto que ejerzan la prostitu-
ción, como las características de los negocios y la demanda. Se trata
de una zona donde los dispersos (caminos entre los invernaderos),
carreteras comarcales y poblaciones pequeñas (como Cortijos de
Marín o la Yegua Verde) albergan numerosas viviendas (cortijos
y cortijadas), antiguamente habitadas por autóctonos, que han ido
dejando paso a la renta de inmigrados, sobre todo marroquíes y
subsaharianos.
Es en ellos donde algunas personas han decidido dar salida a
la escasez de recursos causada por la lejanía de los servicios urba-
nos, montando pequeños negocios donde se despliega una amplia
y diversa oferta: hospedaje, comidas, alimentación, aseo, ropas y
calzado, música, entretenimiento...
Los locales pueden ofrecer todos estos servicios o algunos de
ellos y, dentro, están los sexuales. Todas estas actividades tienen
sentido y cierto éxito dada la demanda de los inmigrados residentes
en la zona, que no sólo se centra en los servicios sexuales. Estos
locales ofrecen mucho más. Es muy importante atender al contexto
en que se mueven los inmigrados indocumentados de origen afri-
cano en el poniente almeriense. Sobre todo en lo relativo al ocio.
No existen muchos lugares donde los hombres puedan disfrutar
de su tiempo libre en los núcleos urbanos, ya que, o los precios
son prohibitivos, o no les es permitida la entrada en los locales
normalizados, o simplemente no se sienten cómodos disfrutando
de su tiempo libre en lugares ajenos que poco tienen que ver con
su entorno próximo y donde muchos les miran con recelo. Estos
negocios suponen, pues, un ámbito donde no se sienten excluidos:
pueden bailar, beber, relacionarse con otras personas y, además,
estar con chicas.
Visitamos regularmente unos 35 locales cuya compleja diver-
sidad impide hacer una buena tipología. Sin embargo podemos

82
agruparlos en cuatro categorías básicas: casas, casas acondicionadas
como bares-locales, bares y clubes y bares de copas.
Las casas son locales donde las chicas viven y trabajan (aun-
que en algunos casos una o dos chicas acuden sólo para trabajar y
residen en otra vivienda cercana).
Las casas acondicionadas como bares-locales son viviendas
(cortijos) que cuentan una división más o menos clara de espacios
públicos y privados. Por una parte, el salón y patio, fachada y al-
macén, donde se recibe a los clientes (a veces se encuentra incluso
una barra). Éstos pueden bailar música africana o afroamericana,
ver televisión y películas, consumir bebidas, comprar música o
comprar servicios sexuales. Por otro lado, encontramos los espacios
privados (baño, cocina, patio, etc.) de uso exclusivo de quienes
residen en la vivienda –algunas chicas viven allí–. Y, por último los
dormitorios, que son lugar de trabajo y también lugar de descanso
cuando acaba la jornada laboral.
Los bares regentados por una mujer o un hombre que presen-
tan dos modalidades: bares con dormitorios (donde prevalece el
ejercicio de la prostitución, que cuentan con dormitorios de uso
laboral exclusivo) y bares de contacto (locales acondicionados
prioritariamente como bares de consumo de bebidas y que las
mujeres usan como espacios de contacto con los clientes que
demandan servicios sexuales). En estos lugares encontramos,
sobre todo, nigerianas, aunque también es frecuente encontrar
marroquíes, ecuatoguineanas y, desde hace dos años, rumanas. Los
dueños y dueñas son de origen subsahariano, con predominación
de nigerianas al frente de los negocios. Además, la mayoría de los
clientes en estos negocios son inmigrados (marroquíes, senegaleses,
nigerianos, rumanos...).
Los clubes y bares de copas, con referencias explícitas hacia
el exterior, son los típicos clubes, bares de copas, etc., que tienen
alguna licencia oficial relacionada con la hostelería y que son iden-
tificables externamente, mediante placas, luminosos, etc. En estos
lugares no trabajan nigerianas. Sí lo hacen marroquíes y chicas del
Este (que casi monopolizan los espacios en los bares de copas). Los
dueños y dueñas mayoritariamente son autóctonos, y los clientes
también, aunque existe un local regentado por una inmigrada, con
clientes principalmente marroquíes.
Aproximadamente, más de un 90% de las atendidas procede de
Nigeria, pero también de Guinea Ecuatorial, Marruecos, Rumania

83
y Rusia. Como resultado de la agrupación coétnica, nos hemos
encontrado que la mayoría de ellas –80%– proceden de la misma
zona (Edo State) e incluso afirman que nacieron en la misma ciudad
(Benin City).
Por esto, que, a pesar de ser el yoruba el grupo étnico más
común en el sur de Nigeria, tan sólo un 7% de las mujeres hablan
esta lengua, mientras que el 85% pertenecen al grupo edo. También
encontramos grupos étnicos como isha, urobo, igbo o, en el caso
de las ecuatoguineanas, fang. Este dato aporta información que
ilustra la increíble riqueza y diversidad que podemos encontrar en
un entorno tan reducido. El poniente almeriense es un auténtico
mosaico de maravillas culturales.
Por otra parte, como sabemos, la lengua oficial de Nigeria es el
inglés, así que casi todas lo hablan perfectamente. Sin embargo, el
español es dominado por muy pocas (sin contar a las ecuatoguinea-
nas, que cuentan con la ventaja de que el español es lengua oficial
en su país), ya sea porque llevan en España poco tiempo o porque
sus relaciones intergrupales son muy escasas fuera del trabajo e,
incluso dentro del ámbito de su trabajo, sus relaciones se restringen
casi siempre a otros grupos de extranjeros, sobre todo marroquíes,
que tampoco dominan el español, por lo que no tienen acceso a
entornos que faciliten el aprendizaje del idioma de acogida.
En cuanto a las edades, se encuentran comprendidas entre los 43
y 20 años, con una edad media de 25 años. Un 80% de ellas están
solteras y las que están casadas, por regla general, no incluyen a
sus maridos en su proyecto migratorio, de manera que podemos
decir que se trata de un grupo joven y sin pareja, aunque esto no
significa que no tengan cargas familiares, ya que un 38% (porcen-
taje que no tiene relación alguna con el estado civil) afirma tener
hijos (2 de media), en la mayoría de los casos en su país de origen
y al cuidado de sus familiares más cercanos.
El 96% de las mujeres tienen familia ascendente en origen y
mantienen buenas relaciones con ella. No parece que provengan
de unidades “desestructuradas”. Más bien, de lo que se trata es
que ellas son responsables de complementar la economía familiar
de origen. El 72% no tiene familiares consanguíneos en España,
aunque sí otros tipos de familiares (familia religiosa o coétnica)
con los que mantienen estrechas relaciones.
En lo que respecta al nivel de estudios o académico de esta
población, algo más del 73% afirma haber cursado estudios secun-

84
darios en su país de origen. El 16% se encuentra sin estudios, el 6%
llegó a terminar la universidad y un 5% sólo acabó la educación
primaria. Sin embargo, en nuestro trabajo cotidiano, encontramos
que muchas tienen dificultades para leer y escribir.
Existe una gran diversidad en todos los sentidos, sobre todo en
su proceso migratorio. Y existen dificultades objetivas que obsta-
culizan la comprensión y el riguroso abordaje de la experiencia
vital de estas mujeres.
En el mundo intelectual, ajeno a los testimonios y la experiencia
de las implicadas, se suelen confundir las “estrategias de migra-
ción” y supervivencia con “situaciones de esclavitud”, migración
forzada o tráfico.
Además, las propias mujeres, dependiendo de la complejidad
de su experiencia migratoria, no revelan demasiados detalles de su
recorrido, por muchas razones que hemos podido conocer a través
del contacto cotidiano. Una de ellas, quizá la más importante, es el
temor a que lo que digan pueda ser mal interpretado o tergiversado
y pueda derivar en la criminalización de ellas mismas y de las per-
sonas que han posibilitado su viaje. Y yendo más allá, el viaje es
tan largo y conlleva tantos esfuerzos y vivencias, que en una sola
conversación con las chicas es imposible conocer todos los detalles;
a veces, incluso, prefieren no hablar de ello. De hecho, la respuesta
antes del silencio suele ser “esa es una larga historia”.
En todo caso, y asumiendo los riesgos, me gustaría detenerme
un poco en este punto. Ya conocemos los peligros que conlleva
acercarse al fenómeno de la prostitución priorizando sólo la pre-
ocupación por las situaciones extremas de tráfico y explotación
sexual, y cercando el discurso a las mujeres que sufren estos abusos
sin atender a la diversidad de situaciones. No obstante, parece ser
que incluso en los círculos donde se trata de ver la complejidad de
este asunto, atendiendo a la diversidad de situaciones, la realidad
de las nigerianas tiende a generalizarse, es decir, está ampliamente
aceptada la idea de que todas las nigerianas son víctimas de la ex-
torsión de malvadas redes africanas. Es cada vez más frecuente ver
en Internet (inmigra.com) y en televisión (me remito al reportaje
televisivo del periodista Antonio Salas con motivo de su libro El
año que trafiqué con mujeres) cómo las mafias nigerianas obligan
a las chicas a someterse a terribles ritos vudú, fuertes presiones y
amenazas contra ellas y sus familias.

85
Por ejemplo, en el citado reportaje veíamos cómo el periodista
sonsaca información a una chica nigeriana –sin que ella conozca
que su conversación está siendo registrada en vídeo– y logra que
le presente a su jefe. En la cita concertada acuerda con éste el
pago del resto de su deuda, y después de filmar el acuerdo, con-
sidera que tiene pruebas suficientes de que se trata del cabecilla
de una red mafiosa y llama a la policía para su arresto. Hasta ahí
parece que todo es parcialmente correcto –excepto por lo que
supone violar la intimidad de una persona que no sabe que está
siendo grabada– desde “su” punto de vista ético. Pero lo curioso
es que la historia acaba ahí. La chica no vuelve a aparecer en el
reportaje, no sabemos lo que ella opina de haber sido engañada
por el periodista y del supuesto final feliz de su historia. El autor
culmina su trabajo triunfalmente diciendo que había liberado a la
chica, pero ¿sabemos qué opinaba ella del asunto?, ¿qué ocurre
con ella?, ¿significa su libertad que hoy se encuentra en España en
situación regular y que puede elegir su destino? No lo sabemos.
Eso no nos lo enseñaron.
Creemos que, dada nuestra experiencia en el contacto con chicas
nigerianas, tenemos la responsabilidad de ver la complejidad en
este asunto.
En primer lugar, es de rigurosa prioridad para nosotros tratar
de eliminar el estereotipo que señala a todas las chicas nigeria-
nas que trabajan en la prostitución en Europa como víctimas de
tráfico con fines de explotación sexual. No podemos presentar
datos concretos sobre esto, ya que nos encontramos en proceso de
recopilar información sistemática; sin embargo, sí encontramos
una enorme variedad de situaciones, lo que nos hace plantearnos
algunos interrogantes.
Por una parte, hay elementos que parecen comunes a la ex-
periencia migratoria de la mayoría (el recorrido realizado desde
Nigeria hasta Marruecos –Níger, Malí, Argelia, Marruecos y
luego en patera hasta Algeciras o Fuerteventura–) –lo que podría
suponer itinerarios perfectamente diseñados por una serie de redes
complejas, muy bien organizadas y comunicadas entre sí–. Pero,
también es cierto que las fuentes de financiación de este viaje son
diversas: a veces son las propias familias las que les prestan o
donan el dinero. Otras veces se trata de una inversión individual,
lograda tras mucho esfuerzo, y también existe el endeudamiento
con “personas concretas”.

86
Además, encontramos casos en que los itinerarios son comu-
nes a chicos y chicas, y el viaje lo han realizado juntos, en grupos
mixtos. Así que podríamos intuir que, al menos, existen redes que
no se dedican exclusivamente al tráfico de chicas, sino a organi-
zar el viaje de personas que desean entrar en Europa a través del
Estrecho de Gibraltar.
Por otra parte, es necesario desvincular a las dueñas de los lo-
cales de la creencia de que son parte de la red de traída. La única
presión que, la mayoría, ejerce sobre las chicas que allí trabajan es
la de pagar el alquiler semanal por la habitación que ocupan. Esto
nos hace preguntarnos acerca de sus niveles de libertad en la zona
que conocemos –desconocemos otros entornos como Bilbao, Ali-
cante o Madrid–, ya que cuando las chicas llevan bastante tiempo
trabajando en una casa y las cosas dejan de ir bien, a menudo se
marchan a otra a probar suerte, y esto ocurre incluso en los casos
en que las chicas no hayan acabado de pagar su deuda. En este
caso, no parece que las dueñas se intercambien a las chicas, sino
más bien que ellas deciden cambiar de local cuando las cosas no
les van bien.
Otro interrogante es el del conocimiento del trabajo que en Es-
paña van a realizar o su capacidad de decisión a la hora de decidir
o cambiar su fuente de ingresos. Algunas nos comentan que intuían
que iban a desempeñar este trabajo. Otras muchas afirmaban que
esperaban más oportunidades en España. No obstante, no parece
que sufran presiones de terceros para desempeñar precisamente
la prostitución. De hecho, en el momento en que consiguen do-
cumentarse, buscan otras alternativas, e incluso cuando no tienen
posibilidades de regularización, nos expresan su deseo de encontrar
otro trabajo y se frustran ante la imposibilidad de alcanzar este
objetivo. Esto implica que el problema no viene sólo de quienes las
traen, sino de las limitaciones de nuestra sociedad para ofrecerles
alternativas de subsistencia. Aunque es cierto que, en el caso de
quienes han recurrido a una red organizada o a una persona con
contactos para venir a España, muchas veces la presión para que
paguen la deuda de viaje (que alcanza sumas astronómicas, desde
los 6.000 hasta los 55.000 euros) es muy grave y también condi-
ciona sus decisiones.
Por otra parte, hay detalles en el recorrido, como la estancia en
Tánger (Marruecos) a la espera de poder coger una zodiac que las
traiga hasta España, que nos hace preguntarnos acerca de la natura-

87
leza de las redes que organizan los viajes. Muchas comentan cómo
tuvieron que trabajar en Tánger para ahorrar el dinero de la barca
o patera, o cómo esperaron algunos meses, hasta que sus familias
reunieran los 1.000 euros que necesitaban para pagar este medio
de transporte. Estamos acostumbrados a escuchar que las redes
traen a las chicas, controlando todo su itinerario y financiando el
100% del recorrido. Por lo que hemos observado hasta el momento,
parece que el asunto es más complejo, las propias redes son más
complejas y diversas y la experiencia de cada chica, aun teniendo
puntos comunes con la de las demás, es diferente.
Por último, queremos llamar la atención acerca de una cuestión
que nos intriga. Es frecuente, para otras asociaciones con las que
tenemos contacto y que ofrecen la posibilidad de abandonar la
prostitución y acceder a una casa de acogida, encontrarse con la
genérica negativa de las chicas nigerianas a hacer uso de este recur-
so, lo que no ocurre, por ejemplo, con chicas del Este de Europa.
No desean abandonar su entorno cercano, a sus compatriotas, su
modo de vida. Parecen tener claro lo que quieren y eso se percibe
en su nivel de recepción de las ayudas y alternativas que se les
ofrecen, en lo que toman y dejan. Una de las chicas nigerianas nos
comentaba: “Mi madama no es una jefa, es como una madre, sin
ella no podría haber llegado ni tener una vida aquí, le debo mucho
a mi madama”. Lejos de hacer interpretaciones simplistas de esta
frase, nos parece que aporta elementos muy importantes para la
reflexión: se trata de una llamada de atención. Quizá, lo que para
nosotros es interpretado como abuso de poder y coacción, para
estas mujeres es otra cosa, o al menos, habrá que ver cada caso y
contar con la opinión que le merecen a las chicas las personas que
han posibilitado su viaje a España. Si hay o no extorsión, si son
víctimas, deben definirlo ellas, no nosotros; y si lo denuncian, desde
luego, debemos ayudarlas a salir adelante, pero si nos cuentan otra
historia, distinta, también debemos dejar que nos ayuden a romper
estereotipos.
Un aspecto que nos parece crucial en este sentido es la necesidad
de realizar un esfuerzo por entender y asumir que, en muchos casos,
las migrantes pueden “utilizar a las redes”, buscarlas, no sólo ser
víctimas de ellas. Además, también sería interesante interrogarse si
son exclusivamente las redes las que obligan a las mujeres a seguir
caminos lejos de su voluntad, ¿no tendríamos que interrogarnos más

88
habitualmente por las responsabilidades que en esto tiene nuestra
sociedad de “acogida”?
Toda mafia es una red, pero no todas las redes son mafiosas y
extorsionadoras. Las personas adquieren deudas, compromisos
con unos parámetros concretos y, aunque parezca absurdo, en
todas las sociedades la honradez en el pago de la deuda es muy
importante para ambas partes. De hecho, el momento en que se
manifiestan los problemas –las chicas denuncian a su red, o a su
madama– coinciden con los casos en que se percibe un abuso, es
decir, la ruptura de lo pactado.
Por otra parte, y como suele ser común en el asunto de la pros-
titución, la opinión de las afectadas por el funcionamiento de las
redes mafiosas no suele ser tenida en cuenta. Son consideradas
víctimas y, distorsionando este concepto, se las priva de voz y auto-
nomía de decisión. Sin embargo, nosotros aún no hemos conocido
a ninguna nigeriana que quiera volver a su país o que exprese de
forma manifiesta su deseo de ser “rescatada” en los términos en
que se aborda este concepto generalmente.
No queremos con esto decir que su situación no sea dura, muy
al contrario. Viven una realidad durísima, por cierto, que ellas
están dispuestas a aceptar temporalmente hasta lograr una meta,
un fin de futuro. Y todo ello ha de ser enmarcado en un contexto
económico, social, político y administrativo que no les deja muchas
opciones. Evidentemente, hay una intensa actividad de desaprensi-
vos y desaprensivas que se benefician lucrativamente y de manera
ilegal de esta situación, pero no deja de ser importante el grado o
condiciones de aceptación de esto por parte de las mujeres.
Tendemos a considerar todo comportamiento desconocido, o
anormal a nuestros ojos, de las personas africanas como asuntos
oscuros y de los que debemos desconfiar, pero esto no parece ser
visto así por las propias afectadas. Así, y en la línea de la pelea
contra los estereotipos y prejuicios, creemos en la necesidad de
atender a la percepción de estas personas, aunque manteniendo la
tensión en el respeto a los derechos humanos.
Siguiendo con la descripción de la población que atendemos,
se trata de mujeres que, habiendo llegado a la edad adulta, vienen
a España voluntariamente y por motivos económicos. Todas coin-
ciden en su voluntad de quedarse a vivir aquí pero están pendientes
de poder regularizar su situación (el 92% carece de permiso de
residencia o trabajo) para poder cambiar de trabajo. Ninguna de

89
ellas se plantea el retorno voluntario como alternativa a abandonar
la prostitución –deseo que todas manifiestan–, su esperanza y su
sueño es tener una vida en Europa.
Nuestras propuestas
Finalmente, no queremos finalizar este texto sin aportar el
conjunto de propuestas que hemos llegado a consensuar en nuestra
organización para ser lanzadas a la sociedad y que se concretan,
fundamentalmente, en cinco:
• Garantizar que todas las personas que trabajen en la prostitu-
ción gocen de derechos laborales básicos, incluyendo a las personas
inmigrantes. En cuanto al complejo abordaje de la situación de las
inmigrantes, que hoy suponen un altísimo porcentaje de quienes
realizan estos trabajos, no por complejo debe quedar en vacío.
Muchas de estas mujeres están en situación documental irregular en
nuestro país, por lo que la garantía de derechos laborales quedaría
condicionada a la consecución de permiso de residencia y autori-
zación de trabajo. Por ello, el camino de la garantía en derechos
debe pasar por una revisión en las cuestiones de extranjería. Mu-
chas de las que conocemos podrían ser regularizadas por arraigo,
ya que más de la mitad llevan en España de dos a cuatro años y
pueden probarlo (tarjetas sanitarias, empadronamientos etc.) Sin
embargo, cuestiones como la exigencia de encontrar un contrato
de trabajo de un año de duración –objetivo casi imposible, inclu-
so para la población autóctona– o las dificultades para conseguir
documentos fundamentales para cumplir los requisitos que se les
exigen, imposibilita su acceso a la ansiada documentación que les
permita tener más opciones laborales. En este sentido, ya en el año
2003 solicitábamos la asunción, por parte de la Administración,
de la prostitución como medio de vida suficiente para obtener
documentación y el reconocimiento de derechos sociales pasivos
comunes a los trabajadores autónomos.
• Desvincular, tanto en el abordaje intelectual, político y jurídico,
como del imaginario social, la prostitución de aspectos delictivos
o penales como el proxenetismo o el tráfico de personas. La usual
generalización “trabajadora del sexo igual a mujer forzada” estig-
matiza a todas las mujeres que realizan este trabajo, arrebatándoles,
a priori y bajo una excesiva victimización, su poder de decisión,
libertad y autonomía sobre sus vidas. Para abordar los complejos
problemas que afectan a las trabajadoras del sexo, es necesario
90
atender a la realidad en toda su diversidad. Sobre los delitos de
proxenetismo y tráfico de personas con fines de explotación sexual,
ambos están tipificados y tratados en nuestro ordenamiento jurí-
dico. Tenemos las herramientas para combatir los casos en que se
produzcan estas situaciones, no necesitamos más. Lo que necesi-
tamos es que este ordenamiento se cumpla y que sea adecuado a
la realidad de las mujeres. Es, además, de vital importancia que
todas las medidas (policiales, judiciales, etc.) que se tomen en
los casos de denuncia de estos delitos se desarrollen de mutuo
acuerdo con la persona denunciante, garantizando su seguridad
y ofreciéndoles alternativas que tengan en cuenta sus proyectos
vitales y autonomía personal.
• Fomentar, desde todas las instituciones públicas, el estudio y la
reflexión sobre la realidad que afecta a las personas que trabajan en
la prostitución. Con un compromiso colectivo real de desactivación
de la carga estigmatizadora que se da en el abordaje público del
debate. Además, esto debe hacerse de manera previa a cualquier
medida o política y contando con la participación y voz de las
personas afectadas y con las organizaciones que están en contacto
con esta población.
• Necesaria negociación de los contenidos y condiciones de
cualquier medida –global o específica, estatal o local– que se
adopte referente a la prostitución –jurídica, laboral, administrativa,
etc.– con representantes de quienes realizan trabajos sexuales y
entidades que trabajan en contacto con estas realidades.
• Tomar medidas preventivas y reparadoras reales que miti-
guen las causas sociales que abocan a muchas personas a tomar
decisiones laborales en contra de su voluntad. En este sentido, la
desigualdad, la exclusión, la injusticia social, y en gran medida la
división y discriminación sexual en el trabajo, limitan la capacidad
de decisión, constriñendo sus opciones a trabajos vinculados a los
afectos y cuidados, tradicionalmente reservados a las mujeres y
entre los que se encuentra la prostitución.
Conclusión
Tras valorar nuestra experiencia de contacto con las personas
protagonistas de nuestro trabajo, llegamos a la conclusión de que,
sin dejar de tener en cuenta la riqueza del debate, nuestro cometido
no era posicionarnos partiendo de sólo uno de los modelos que hoy

91
se utilizan para interpretar la realidad de la prostitución y, dentro,
la de las inmigradas que se ocupan en este sector.
Más bien, creímos oportuno hacer una lectura de la realidad
abierta y pluricultural, compleja, evitando el encasillamiento de
estas mujeres, considerando sus derechos. Estar abiertos a confor-
mar un discurso basado en nuestra experiencia y que acompañe
sus decisiones, sus expresiones. Por esto es por lo que damos tanta
importancia a lo que ellas nos trasmiten y, desde ahí, cuestionar
ideas y conclusiones que se han establecido en nuestra sociedad
como inapelables.
Creemos, pues, que es en la línea de las causas sociales donde
debemos indagar si queremos encontrar explicaciones a esta si-
tuación. Se trata de un problema de condicionantes para su propia
toma de decisiones, para su autonomía personal, para la realización
de un proyecto vital autónomo próximo a los estándares aceptables
en nuestra sociedad actual.
Por todo ello, es necesario el empoderamiento de este grupo
social. La voz de las mujeres que trabajan en la prostitución, en toda
su diversidad, es necesaria para avanzar en la eliminación de mitos
y acercarnos a esta realidad desde la sensatez y el realismo, en la
búsqueda de los verdaderos motivos de cada situación particular
y las posibles soluciones a sus problemas.

92
En busca de un sueño

Nereida Lakuló
Ilustre público presente, quiero darle las gracias por la opor-
tunidad que me da de poder expresarme y de ser escuchada. He
plasmado en esta pequeña chuleta las experiencias y necesidades
que tenemos las prostitutas, así no me olvidaré de ninguna.
La profesión de las prostitutas es la más antigua, pero no es
reconocida como tal. Ya va siendo hora de que dejemos a un lado
la hipocresía y hablemos claro y conciso sobre este tema. Desde
los inicios de los tiempos, tanto en las civilizaciones occidentales
como en las orientales, ha existido la prostitución. Un ejemplo
de ello fueron las hetairas griegas, que recibían una esmerada
educación, profesionales que gozaban de un gran prestigio social.
Hoy en día nos denominamos trabajadoras del sexo y cumplimos
una función importantísima en la sociedad, la de armonizar las
necesidades biológicas de hombres y mujeres. Esta noble profe-
sión satisface a pobres y ricos, a jóvenes, adultos y viejos, a feos
y guapos, librándoles del estrés, de sus cargas y responsabilidades
sociales. Esto les mejora la autoestima, porque el sexo es salud. El
sexo es bueno para todas las personas, hombres y mujeres. ¿Por qué
solamente hablamos de la prostitución femenina cuando también
existe la prostitución masculina? Las mujeres también necesitamos,
a veces, echar nuestras canitas al aire. Pero sobre esto nunca se
debate ni se habla.
Mi discurso lo he titulado En busca de un sueño porque ésta es la
realidad de muchas personas pobres y humildes que nos dedicamos
a ejercer la prostitución. Mi experiencia es similar o igual a la de
otras compañeras. El mismo escenario con diferentes protagonistas.
El escenario es la pobreza, la ignorancia y la discriminación, que
nos anima a dejar atrás a nuestras patrias, chabolas y hogares, a
padres, maridos e hijos, enfrentándonos a nuevas experiencias en
países lejanos, a veces arriesgando nuestras propias vidas en el
93
intento, como es el caso de quienes se arriesgan a viajar en pateras.
Todo por salir de la miseria.
Yo era muy pobre en mi país, Ecuador, y una amiga me ayudó
a venir a España. Vine sabiendo el trabajo que iba a realizar. Me
enfrenté a la noche y al frío, porque el trabajo de prostituta no es
nada fácil, tiene sus riesgos, supongo que como toda profesión.
Nosotras cuando tratamos a un cliente no sabemos qué nos depa-
rará. Estamos expuestas al abuso, al robo o al maltrato, pero parece
que esto no le importa a nadie.
Las prostitutas inmigrantes hemos de pagar la deuda que contrajimos
en nuestro viaje; hemos de trabajar duramente para conseguir un mejor
estatus para nosotras mismas y nuestras familias; trabajamos duramente
para conseguir la ansiada regularización de la residencia, pero además
nos falta conseguir la “normalización” de nuestro trabajo, porque vivir
con miedo, como lo hacemos ahora, es vivir a medias.
Es hora de que nos dejen hablar y no de que otras personas
hablen por nosotras; es hora de que nos dejen decidir en qué desea-
mos trabajar, porque a muchas nos gusta nuestro trabajo. Nosotras
somos prostitutas, no prostituidas, que no nos metan en el mismo
saco con aquellas otras que son coaccionadas y forzadas a trabajar
en la prostitución sin su consentimiento.
¡Ya basta de ofrecernos ayudas psicológicas!, porque no estamos
locas. No queremos ayudas económicas de 300 euros, porque no
las hemos pedido. Las instituciones jamás nos preguntan a nosotras
sobre las necesidades que tenemos. ¿Por qué el Ayuntamiento de
Madrid deniega subvenciones a un pequeño colectivo como Hetaira
que vela por nuestros derechos? El señor Alberto Ruiz Gallardón
(actual alcalde de Madrid) y la señora Ana Botella (actual respon-
sable de la Concejalía de Empleo y Servicios a la Ciudadanía)
nunca han sentido frío en sus trabajos ni han visto con hambre a
sus hijos y familias.
Nosotras, las prostitutas, somos señaladas y discriminadas. So-
mos víctimas de esta sociedad porque no gozamos de protección po-
licial, ni de infraestructuras adecuadas para trabajar en condiciones
de higiene. Se nos acusa de ser cómplices de la delincuencia y de
la drogadicción y eso es erróneo y absurdo, porque nosotras somos
las primeras interesadas en que no exista inseguridad social.
Nosotras lo que necesitamos es que las autoridades solucionen
esta situación, reconozcan nuestros derechos y respeten nuestro
trabajo. Estamos dispuestas a pagar impuestos por los servicios que

94
Nereida Lakuló fotografiada por Carmen Benavides.

prestamos, a pagar nuestra Seguridad Social para poder retirarnos


antes de llegar a la vejez y poder contar con una jubilación que
nos permita vivir desahogadamente... A nuestras autoridades no les
importa que haya prostitutas españolas ancianas ejerciendo en sus
calles, sin poder retirarse, sin derecho a cobrar una pensión. Aquí,
en la zona centro de Madrid, hay prostitutas españolas con más de
50 años que han trabajado durante 20, 25 años y siguen ejerciendo.
El Gobierno nunca se ha preocupado de ellas.
Se dice que las prostitutas callejeras molestamos a la ciudadanía.
Sin embargo, creo que hay otros asuntos que degradan las ciudades
en mayor medida, como son la malversación de fondos públicos y
el tráfico de influencias, la delincuencia, las drogas, la incapacidad
policial (que hostiga a los más débiles) y el quemeimportismo de
políticos y autoridades, que no hacen nada por solucionar estos
problemas.
Nosotras luchamos contra los prejuicios sociales, contra la
sociedad que nos juzga y condena. Luchamos para conseguir
derechos, luchamos por no tener que esconder ni bajar la cabeza.
La sociedad tiene que saber que nuestro trabajo es tan respetable
como el de médicos, periodistas, maestros, abogados, escritores
o arquitectos.
Las prostitutas inmigrantes (de países del Este, África o La-
tinoamérica) hemos sido víctimas de sistemas gubernamentales

95
políticos corruptos. Hago un llamamiento a la sensibilidad de las
autoridades para que se solidaricen con las inmigrantes, que tengan
en cuenta sus pasados. Ya hemos sufrido suficiente, dejen de margi-
narnos. Queremos papeles para residir y trabajar tranquilas, pero lo
que recibimos de las autoridades es acoso psicológico, vejaciones
verbales, abuso de autoridad, explotación laboral.
La sociedad civil debería ser más comprensiva hacia el traba-
jo de las prostitutas. Nosotras tan sólo vendemos actos sexuales
para todos los gustos y paladares. Hemos de apartar la moralidad
de todo esto, hay que evitar que la sexualidad siga sacralizada y
magnificada. El sexo es bueno para todas las personas, sean del
estrato social que sean.
Es importante que las propuestas políticas se elaboren te-
niendo en cuenta los intereses de todas las personas implicadas
en la prostitución: trabajadoras del sexo, vecinos, comerciantes,
clientes y empresarios de la industria del sexo. Hay que evitar que
las propuestas sólo beneficien a grandes grupos de empresarios
organizados, que no tienen en cuenta ni las necesidades ni los
derechos de las prostitutas.
Las prostitutas proponemos que se nos dé un espacio físico, un
área especialmente diseñada o acondicionada, con toda la infraes-
tructura y equipamiento necesarios para ejercer esta noble profe-
sión. Sugerimos que haya áreas sociales recreativas para adultos,
debidamente señalizadas, que incluyan aparcamientos, restaurantes,
áreas verdes, sex shop y lugares de exhibición para las prostitutas.
Zonas en donde se garantice la seguridad de las mujeres, en donde
podamos contar con locales para las asociaciones que nos ofrecen
asistencia y pequeños centros de atención médica.
El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, nos quiere man-
dar a todas a ejercer a locales de alterne. No le importa que allí se
nos explote laboralmente, porque el 50% de nuestros beneficios
irán a parar al dueño del local. Además, nuestros “jefes” nos exigen
hacer de todo: besos en la boca, besos negros y, en ocasiones, no
usar preservativo. En estos locales no podemos decidir en qué ho-
rarios trabajar, ni podemos ponerle límites a los clientes. Políticos
y políticas: dejen en paz a las prostitutas y persigan a las grandes
mafias organizadas, ése es su deber.
Espero que, al despertar, las cosas hayan cambiado y se haga
hecho realidad el sueño de todas nosotras, es justicia.

96
Otros países, otras experiencias

97
98
Presentación

Existen diferentes alternativas legislativas para abordar la


prostitución: abolicionismo, prohibicionismo, reglamentación y
despenalización.
El abolicionismo no castiga el ejercicio de la prostitución pero
sí criminaliza todo lo que la rodea, especialmente se persigue al
cliente por considerar que es su demanda la que genera la oferta.
Se dificulta así enormemente el trabajo de las prostitutas y se bus-
ca que éstas abandonen el ejercicio. El ejemplo más claro de esta
filosofía lo tenemos en Suecia.
El prohibicionismo considera delito tanto el ejercicio de la
prostitución como de todo lo que la rodea y posibilita. Ejemplos
de una legislación prohibicionista son Estados Unidos, Canadá,
Tailandia...
La reglamentación no pone la prostitución bajo los códigos
mercantiles sino bajo el del Código Penal y suele ser controlada
por la Policía estatal. Un ejemplo claro de este tipo de reglamenta-
ción es el que se da en Ecuador y en Suiza. Uno de los problemas
principales de esta forma de legislar es la falta de reconocimiento
de los derechos de las prostitutas que trabajan en locales que
dependen de otros y el recorte del derecho a moverse y trabajar
donde decidan.
En otros países, como el nuestro, la prostitución no es delito,
pero tampoco se reconoce como una actividad económica legítima.
El problema fundamental es la falta de reconocimiento de derechos
de las trabajadoras del sexo. Se toleran los locales de prostitución,
pero, al no ser reconocidos laboralmente, las trabajadoras no pueden
exigir la mejora de las condiciones de trabajo ni pueden beneficiarse
de las ventajas que sí tienen el resto de trabajadoras y trabajadores
(bajas por enfermedad, permisos por maternidad, pensiones, des-
empleo...). La despenalización también puede ser utilizada para
crear normativas municipales que controlen y discriminen a las
99
trabajadoras del sexo, especialmente si son inmigrantes y más aún
si se trata de inmigrantes indocumentadas.
Por lo que nosotras sabemos, tanto el abolicionismo como
determinadas formas de reglamentación plantean problemas para
las prostitutas.
El abolicionismo no es una opción realista, pues con realidades
sociales tan complejas no se acaba por decreto. En la práctica, las
políticas abolicionistas se acompañan de medidas penalizadoras
también hacia las prostitutas. Además, no tiene en cuenta la voz de
las trabajadoras del sexo y la penalización de los clientes empeora
las condiciones y recorta las posibilidades de negociar el precio, y
eso beneficia a los clientes. Por otro lado favorece el desarrollo de
mafias y chulos en torno a las trabajadoras y la sobreexplotación
económica por parte de los empresarios de los clubes. El resultado
final es que se empeoran notablemente las condiciones de trabajo
y de vida de las trabajadoras sexuales.
Según la experiencia de otros Estados que han desarrollado
políticas concretas sobre la prostitución, lo que sí podemos decir es
que hay algunas formas de reglamentación de la prostitución que no
tienen en cuenta los intereses de las prostitutas y que implican una
mayor discriminación de éstas. En general, cuando los Gobiernos
reglamentan la prostitución les mueven diferentes intereses. Por
lo general, les interesa participar en las ganancias económicas que
esta actividad genera, imponiendo impuestos especiales abusivos
que suelen recaer en las prostitutas. Les preocupa la salud pública,
en particular la salud de los clientes, obligando a las prostitutas a
realizarse controles sanitarios obligatorios que, lejos de solucionar
el problema, dificultan las prácticas sexuales de sexo seguro y
estigmatiza a las prostitutas como si fueran un “grupo de riesgo”.
Intentan, con la reglamentación, solucionar los problemas de orden
público, estableciendo por ley las zonas y las condiciones en las que
se puede ejercer y criminalizando toda aquella actividad que no se
someta a esa legalidad impuesta. Por último, desean controlar a las
prostitutas estableciendo registros obligatorios para todas aquellas
que quieran trabajar.
Para nosotras, lo principal es que se legisle contemplando los
intereses de las trabajadoras del sexo. Por eso es fundamental su
organización y su lucha para conseguir mejoras legislativas.
Hetaira forma parte del Comité Internacional por la Defensa de
los Derechos de las Trabajadoras del Sexo en Europa (ICRSE), una

100
Conferencia europea sobre trabajo sexual, derechos humanos,trabajo
y migraciones, organizada por ICRSE. Sede del Parlamento Europeo
en Bruselas, octubre de 2005, fotografía de África Pérez.

red que agrupa a asociaciones de prostitutas de diferentes países


europeos. Conocer lo que sucede en otros países cercanos y luchar
juntas por el reconocimiento de derechos es una parte importante
de nuestro trabajo.
Para hablar de las situaciones de las prostitutas en Alemania,
Holanda, Suecia y Francia hemos querido contar, respectivamen-
te, con Juanita Rosina Henning, Sietske Altkink, Pye Jacobson y
Anne Coppel.
Juanita Rosina Henning es trabajadora social en la asociación
alemana Doña Carmen, que existe en Frankfurt desde 1998.
La asociación defiende los derechos sociales y políticos de las
mujeres que trabajan en la prostitución, en especial los derechos
de las prostitutas extranjeras; respetan la decisión de cada mujer
de practicar la prostitución en su propio país o en el extranjero y
rechazan enérgicamente cualquier tipo de discriminación y aisla-
miento social. Cuentan con un local en el corazón de la zona de
tolerancia y editan La Muchacha, una revista bilingüe especializada
en prostitución.
Sietske Altink, filósofa de formación, trabaja en la organi-
zación holandesa Rodedraad (El Hilo Rojo) desde 1996. Antes
fue empleada de la Fundación Contra el Tráfico de Mujeres y

101
publicó algunos libros y artículos sobre el trabajo del sexo y el
tráfico de personas.
Pye Jacobson es trabajadora sexual desde hace 18 años. Ha
hecho de todo: burdeles, pareja de compañía, películas, strip, fotos,
peepshows, aunque se confiesa pésima para los teléfonos eróti-
cos. También es escritora independiente, consultora y productora
de documentales. Es la coordinadora de ROSEA (organización
nacional de derechos de las trabajadoras sexuales y eróticas) de
Suecia, miembro de la red contra la criminalización de clientes de
Noruega, miembro del directorio de Comité Internacional por la
Defensa de los Derechos de las Trabajadoras del Sexo en Europa
(ICRSE), y finalmente, una de las organizadoras de una reciente
red de trabajadoras sexuales escandinavas. “Como pueden ver, me
mantengo ocupada, menos mal que me pagan por el sexo, de otra
manera no tendría tiempo para nada”, nos cuenta.
Anne Coppel es socióloga y cofundadora del grupo feminista
francés pro sexo Femmes Publiques, que funciona desde marzo
de 2003.

102
Alemania. Prostitutas de cristal

Juanita Rosina Henning


En la República de Alemania viven 81 millones de personas,
37,6 millones tienen un empleo, entre ellas las 400.000 mujeres
que trabajan en la prostitución.
En estos tiempos de globalización es necesario tratar la pros-
titución como un asunto internacional. Cada vez son más las
migrantes que trabajan en la prostitución en Alemania. En las
ciudades grandes como Berlín, Hamburgo y Munich, las migrantes
prostitutas representan alrededor de un 65%. En Francfurt, donde
trabajo para la organización Doña Carmen, la población de las
alemanas representa apenas el 5% en los prostíbulos. La mayoría
de las migrantes que trabajan en la prostitución no tienen papeles,
son clandestinas, y provienen fundamentalmente de Latinoamérica,
el Caribe, los países del Este y Tailandia.
El negocio de la prostitución mueve en Alemania 6.000 millo-
nes de euros; es un volumen de ventas similar al de las compañías
mundiales Adidas y AEG. Cada día, 1.200.000 hombres usan los
servicios de las prostitutas. En 1997, sólo las prostitutas colombia-
nas en Francfort prestaron 4,3 millones de servicios sexuales.
En los años ochenta, la prostitución no está prohibida, se puede
ejercer, aunque con muchos obstáculos, hay que pagar impuestos
pero las prostitutas no pueden afiliarse a los seguros sociales. En
estos años comienza a organizarse el movimiento de prostitutas
alemán, animado por las acciones de las colegas francesas. Sus
principales objetivos son luchar contra la discriminación y la cri-
minalización de que son objeto.
Dos veces al año se organizan congresos nacionales de putas.
En el celebrado en octubre de 1985 se exige igualdad de trato y
derechos para las trabajadoras del sexo. Esta petición se materializa

103
en un “decreto antidiscriminación” presentado por el Partido Verde
en 1996. Un año después, en 1997, el Partido Socialista presenta
otro decreto para tratar de eliminar las desventajas que sufren las
prostitutas.
El decreto regulador de los derechos en la prostitución, aprobado
bajo el Gobierno socialdemócrata-verde en el año 2002, se debe a
la lucha del movimiento organizado de las prostitutas, tanto en lo
bueno como en lo malo. Las movilizaciones sociales siguen siendo
básicas para modificar las leyes. Entre las primeras peticiones y la
aprobación definitiva de un decreto pasan diecisiete años, bastante
tiempo para aguar las exigencias más radicales de las prostitutas.
El movimiento por la defensa de los derechos de las prostitutas
pierde radicalidad. En 1999, y ante la falta de participación activa
por parte de las prostitutas, se cambia la denominación de “congreso
nacional de putas” por “días de la prostitución”.
¿Qué contiene el decreto de prostitución de 2002 y qué aporta a
las trabajadoras sexuales? La respuesta se puede resumir en cuatro
puntos: Primero, entre un empresario de un prostíbulo y una tra-
bajadora sexual se puede hacer un contrato de trabajo en lugar de
un simple contrato de alquiler. Segundo, las trabajadoras sexuales
tienen acceso a seguros sociales. Esto significa que empresario y
trabajadora pagan una parte de la cuota tanto del seguro médico
como del seguro por desempleo. Tercero, el empresario debe acon-
dicionar idóneamente el lugar del trabajo. Cuarto, si un empresario
hace de intermediario entre la trabajadora sexual y el cliente, co-
meterá delito capital si limita la libertad de la trabajadora.
Esto es todo. Para nada suficiente, bajo mi punto de vista, porque
el decreto contiene contradicciones sobradas para que realmente
no se apliquen los aspectos más positivos.
El Gobierno alemán demuestra así que no le interesa sacar a
la prostitución de su antiguo estado de discriminación jurídica y
social, no le interesa profesionalizar la prostitución. El decreto no
iguala derechos entre los servicios sexuales y otro tipo de servicios,
tan sólo contiene elementos de liberalización. La prostitución in-
teresa en la medida en que contribuye a llenar la caja de Hacienda
y de los seguros sociales. Pasados los seis primeros meses de la
aprobación del decreto, la revista alemana Der Spiegel afirma que,
pese a existir la posibilidad por parte del empresariado de hacer
contratos de trabajo, aún no se ha firmado ninguno. Según esta
revista la causa del fracaso se debe a la actitud de los empresarios

104
criminales y al hecho de que las prostitutas no están interesadas
en abrirse de piernas para contribuir a Hacienda. Esta conclusión,
superficial y equivocada, sirve para fortalecer antiguos prejuicios.
Las causas de que la ley no funcione en la práctica son otras.
El decreto alemán de la prostitución, en su texto literal y en su
fundamento, está marcado por una profunda y continuada filoso-
fía de la discriminación. Muchas de las demandas fundamentales
del movimiento por la defensa de los derechos de las prostitutas
fueron explícitamente ignoradas, entre ellas el reconocimiento
de la prostitución como profesión. La prostitución sigue estando
desprotegida por la Constitución alemana, que garantiza el derecho
fundamental de la libertad de profesión.
No cumple tampoco con el propósito de igualar los servicios
sexuales, desde el punto de vista jurídico, con otros servicios
profesionales. Para Hacienda, la prostitución todavía sigue consi-
derándose un “negocio inmoral”, ya que no se ha eliminado esta
denominación dada por el Juzgado Superior de Finanzas (Reichs-
finanzhof) en el año ¡1931!
Tampoco se eliminan algunos artículos discriminatorios inclui-
dos en el Código Penal, la ley de extranjería y otras leyes. El Código
Penal criminaliza la gestión empresarial de la prostitución e impide
la regulación de lugares, tiempos y forma de trabajo en la prostitu-
ción, condiciones necesarias para poder mantener un negocio. Así
que no es sorprendente que los empresarios no tengan interés en
asumir sus funciones. Pero si no existe el empleo dependiente, las
mujeres no tienen posibilidad de beneficiarse de seguros médicos,
de desempleo, etc. Así se cierra el círculo.
El cuadro se completa porque “por ley” se prohíbe publicitar
la prostitución y trabajar en determinadas zonas (la excepción es
Berlín). Además, el artículo 297 del Código Penal autoriza a los
16 Estados alemanes a prohibir la prostitución en ciudades con
menos de 50.000 habitantes, si así lo desean. Algo que se usa espe-
cialmente en Baviera. Con estos hechos de fondo es comprensible
que los clientes alemanes viajen al extranjero, así la frontera con
la República Checa se ha convertido en la mayor concentración
de prostitución callejera de Europa.
El fracaso de la ley de prostitución viene dada por la filosofía
de la discriminación de la que se nutre. La discriminación hacia las
prostitutas no ha desaparecido, tan sólo ha cambiado de forma. La
ley nace fracasada porque el Gobierno nunca ha tratado “normali-

105
zar” el trabajo de la prostitución, tan sólo le ha interesado el control
policial, los controles aduaneros, la inmigración y sus finanzas.
Este cambio en la forma de discriminación no es menos represivo
y consigue que las prostitutas sigan siendo igual de vulnerables,
que sigan siendo de cristal.

106
Holanda. Burdeles legales

Sietske Altink
Déjenme comenzar con unas cuantas preguntas, pero no se
preocupen, no tienen que contestarlas, son simplemente retóricas:
¿está en desacuerdo con que las mujeres trabajen fuera de casa?,
¿conoce gente que haga sexo por otras razones que no sean las
reproductivas?, ¿por placer?, ¿por diversión?, ¿conoce gente que
tiene más de un compañero o compañera sexual?, ¿conoce gente
que cambia de pareja cada noche? Sí, las conoce. Por eso decía que
se trata de preguntas retóricas. ¿Pero qué pasa si un hombre o una
mujer combina todo eso? Estaríamos hablando de una trabajadora
o un trabajador del sexo.
Si una persona combina todas esas acciones se convierte en
una persona estigmatizada y habitualmente se la trata con políti-
cas restrictivas. Si una persona combina todas esas actividades se
la considera inmediatamente como “víctima”, o al menos como
“víctima potencial”. Los trabajadores del sexo son los únicos profe-
sionales a los que se les investiga sobre su pasado para determinar
si sufrieron en algún momento violencia sexual. De hecho, algunas
pueden tener detrás historias de violencia sexual, pero no saben si
eso está relacionado con su trabajo actual. Muchas personas que
han sufrido violencia sexual deciden no trabajar en el mercado
del sexo y otras, que deciden trabajar en la prostitución, comentan
que les ayuda a superar su pasado porque ahora son ellas las que
controlan su sexualidad. Si, por el contrario, una persona entra en
el mercado de la industria del sexo y trabaja profesionalmente en
ello, se la considera un peligro potencial. De ahí viene el estigma:
trabajadores y trabajadoras del sexo son víctimas individuales
y una amenaza colectiva. El estigma ha existido siempre en la
prostitución.

107
En Holanda siempre ha habido prostitución. Como en otros
países europeos, los burdeles estaban prohibidos pero no se per-
seguía a los trabajadores del sexo. Si la gente quería tener sexo,
pagando o no, se veía como un asunto privado. El Estado holandés
no consideraba una de sus tareas efectuar un juicio moral acerca de
lo que la gente hacía en sus dormitorios. Sin embargo, beneficiar-
se del trabajo sexual de otra gente era considerado como un acto
criminal. Esto planteó un problema al Gobierno holandés: ¿cómo
tolerar la prostitución sin permitir un lugar donde se pudiera ejer-
cer? Por este motivo, Holanda optó por una política de tolerancia
hacia los burdeles, siempre que no causasen molestias públicas o
se convirtieran en un semillero de actividades delictivas.
En los años setenta, las molestias públicas de la prostitución
se convierten en un tema de debate. Para zanjarlo, el Gobierno
busca instrumentos para regular la prostitución y acuerda zonas
controladas para ejercerla. A principio de los años ochenta se inicia
el debate sobre la legalización de los burdeles.
En ese período surge la segunda ola del feminismo. En mu-
chos países, tanto dentro como fuera de Europa (Estados Unidos,
Uruguay, Australia), las feministas descubren la prostitución y
la califican como la última forma de dominación de los hombres
sobre las mujeres. Las prostitutas, por su parte, reaccionan con
vehemencia y argumentan que reciben dinero por un trabajo que
el resto de mujeres realiza gratuitamente. En pocas palabras, las
prostitutas niegan que sean explotadas por sus clientes. El debate
llega también a nuestro país, pero algunas feministas relevantes
deciden apoyar a las prostitutas o trabajadoras del sexo, como se
hicieron llamar tiempo después.
En esta discusión, la división entre madonnas y putas fue un
tema central. La sociedad tiende a dividir a las mujeres en mado-
nnas, las mujeres puras que se quedan en casa, madres asexuadas,
las chicas “buenas”; y las putas que son las que salen del hogar, las
que no hacen sexo para procrear, las que no valoran su virginidad, es
decir, las chicas “malas”. También la sociedad tiende a separar las
chicas “buenas” de las “malas”. Antiguamente se hicieron muchos
esfuerzos para dejar clara esta división; por ejemplo, en la Edad
Media, en muchas ciudades europeas, se obligaba a las prostitutas a
ponerse determinadas ropas. Pero volvamos a los ochenta: algunas
feministas se dieron cuenta de que esta división entre las “buenas”
y las putas era dañina para todas las mujeres.

108
Déjenme que vuelva a las preguntas retóricas del inicio. ¿Qué
caracteriza a una madonna? No trabaja fuera de casa, no le gusta
el sexo, pero lo considera un mal necesario para la procreación,
y no es, por supuesto, lesbiana. En definitiva, es todo lo que las
feministas, y de hecho la mayoría de las mujeres, no quieren ser.
Por tanto, discriminar a las putas es discriminar a la mayoría de
las mujeres.
Esta idea es central en una de las primeras conferencias de
las prostitutas en Europa. Desde entonces, las trabajadoras y los
trabajadores del sexo se han organizado para que su trabajo sea
reconocido. Exigen, sobre la base de su derecho a la autonomía
sexual, tener derecho a pedir dinero a cambio de sexo, y esto es
importante tenerlo en cuenta cuando hablamos de la prostitución
forzada, puesto que la autonomía sexual de las personas también
incluye el derecho a rechazar la industria del sexo. Posteriormente,
este concepto se ha mejorado y ampliado en la ley holandesa.
Permítanme que resuma unos cuantos derechos que se basan
en esta autonomía sexual: cualquiera está en su derecho a rechazar
tener sexo con alguien que no desea, si no estaríamos hablando de
una violación. Por ello, la trabajadora o el trabajador sexual tienen
derecho a rechazar a los clientes que no le agraden. Cualquiera pue-
de negarse a realizar determinados actos sexuales con determinadas
personas, lo mismo una trabajadora sexual; una persona puede
terminar una relación sexual cuando él o ella quieran, lo mismo
una trabajadora del sexo, y cualquier persona puede establecer sus
condiciones para tener sexo, con pago o no pago.
Bueno, podéis pensar, todo esto está muy bien, pero en realidad
la situación es diferente, las trabajadoras del sexo echan muchas
horas y no siempre pueden elegir a sus clientes. Esto también lo
teníamos claro en mi organización, El Hilo Rojo, que en aquel
momento se implicó en el debate de la legalización de los burdeles.
Al principio, la discusión se centró en luchar contra las molestias
públicas, pero mi organización consiguió utilizar esta oportunidad
para resaltar la mejora de las condiciones de trabajo en el debate
político. No fue nada fácil, llevó varios años, pero finalmente las
condiciones de trabajo se incorporaron al proyecto de ley.
En esos años nos implicamos en el debate político en torno a
la ley. En octubre de 2000, la ley holandesa entró en vigor. Entre
sus objetivos: mejorar y proteger la posición de los trabajadores

109
sexuales, impedir la prostitución de personas indocumentadas y
menores, e impedir la prostitución forzada.
De hecho, significó que los burdeles ya no eran ilegales, lo que
fue un cambio enorme para los propietarios: tenían que actuar como
empleadores o empresarios normales, no se podían fácilmente es-
capar del fraude, de la evasión de impuestos, etc.; pero, lo que era
mejor para nosotras, tenían que ajustarse a la normativa laboral,
y en ese momento el mayor sindicato de Holanda intervino y nos
apoyó en la organización de nuestra asociación; ya estábamos en
contacto con ellos, pero entonces era cuando podían actuar. Fue
un avance enorme, pues nos aportaron asesoría, nos ayudaron en
las negociaciones con los propietarios de burdeles y formaron a
trabajadoras sexuales como delegadas sindicales; todo esto sigue
adelante actualmente.
Tengan en cuenta que antes de 2000 los propietarios de bur-
deles podían hacer lo que les diera la gana, ahora al menos una
trabajadora del sexo puede exigir sus derechos ante un juez. Des-
graciadamente, eso apenas ocurre: la mayoría de los propietarios
hacen cualquier cosa para forzar a las mujeres como trabajadoras
autónomas. Eso está bien para las que lo quieren, y tienen toda la
libertad que conlleva. Esos derechos son libertad de elegir a los
clientes, libertad para trabajar en diferentes sitios y establecer los
precios, y sobre todo, la libertad de no trabajar bajo la autoridad
de los propietarios.
De nuevo, desgraciadamente, eso no ocurre en la mayoría de los
burdeles, pues tampoco se tienen los beneficios del otro supuesto
siendo empleada, como el pago por baja de enfermedad. Sin em-
bargo, ahora los servicios sociales y la inspección de trabajo están
controlando los burdeles, y cuando consideran que los propietarios
ejercen control sobre las trabajadoras autónomas, les imponen un
fuerte impuesto.
Las mujeres no tienen que registrarse en la policía, pero sí en
Hacienda; de todos modos eso ya se hacía antes de la legalización.
Tengo que decir que las mujeres lo hacen de mala gana, pero unas
cuantas están satisfechas, y por supuesto, siempre habrá mujeres
que hagan trabajo sumergido, que eviten los impuestos y consigan
sus clientes de sitios opacos en Internet; pero eso son los problemas
de Hacienda, la legalización significa que pueden ganar dinero
legal en lugar de dinero oculto que tienen que gastar o lavar inme-
diatamente, pueden meterlo en el banco y conseguir una hipoteca.

110
Es verdad que tuvimos
que ir a los tribunales
para forzar a los gran-
des bancos a que acep-
taran a las trabajadoras
del sexo como clientes,
y ganamos. Tengo que
decir que le lleva tiem-
po a las instituciones
oficiales acostumbrarse
a sus nuevos clientes, y
ahora las instituciones
sociales están avan-
zando en la regulación
de las actividades, ya
que los propietarios de
burdeles eran reacios a
cambiar sus sistemas
de gestión y continua-
ban explotando.
Estatua en bronce en honor de las Voy a hablar sobre
trabajadoras del sexo de todo el mundo. el problema del tráfico
Se encuentra ubicada en el Barrio Rojo de de mujeres. Uno de los
Amsterdam (Holanda),fotografía de Nadine objetivos principales
Siddre.
de la ley de 2000 era
reducir la prostitución
forzada. Una de las ventajas de la legalización es que las trabaja-
doras autónomas del sexo no necesitan realmente intermediarios
para encontrar un lugar de trabajo o clientes; los clientes pueden
encontrar a las mujeres ellos mismos. Tampoco necesitan a nadie
que las defienda de clientes violentos, pues las mujeres pueden ir
directamente a la policía a denunciar un acto de violencia.
¿Y qué hay del tráfico de mujeres? En general, la policía ho-
landesa está satisfecha con la nueva ley, pues no tiene que perder
tiempo controlando los burdeles regulados.
Ya que he mencionado el tema del tráfico, quiero comenzar mis
conclusiones finales con un lema de la organización hermana de
Calcuta. Dicen que no quieren que la policía entre en sus burdeles,
sino que quieren que entren los sindicatos. Nosotras decimos que
queremos que sean ambos, pues tienen una noble tarea en ellos: los

111
sindicatos tienen su papel en la prevención del tráfico a través de
conseguir los derechos laborales para las mujeres, y de ese modo
los traficantes lo tienen difícil para extorsionarlas.
Se debe luchar contra toda prostitución forzada, no sólo forzada
con “F” mayúscula (cuando las mujeres no quieren trabajar), sino
también forzada con “f” minúscula; y hay otra forma de prevenir
el tráfico de mujeres que han sido trabajadoras del sexo en su país:
déseles una mejor situación.
Y finalmente, sólo hay una cosa peor que la legalización de la
prostitución, y es la no legalización. Sólo hay una cosa peor que
la estigmatización con derechos laborales, y es la estigmatización
sin derechos laborales.

112
Suecia. El malo de la película

Pye Jacobson
Soy una puta sueca. No se nos ve mucho, así que escucharnos
es como conectar con el canal de televisión Discovery Channel. El
Gobierno de Suecia está muy orgullo de la ley, aprobada en 1999,
que considera ilegal comprar servicios sexuales.
La ley realmente dice que está prohibido comprar un “servicio
sexual temporal”, entendiendo por “servicio sexual”, “tocar los
genitales a otra persona”. Pero, ¿qué significa “servicio sexual
temporal”? ¿Querrá decir que si has visto a un cliente más de veinte
veces ya no se trata de “servicio sexual temporal”? Este aspecto el
Gobierno sueco aún no ha sabido resolverlo. Sí han resuelto que un
“servicio sexual temporal” no se puede intercambiar ni por dinero,
ni por drogas (incluido el alcohol), ni por pieles.
Nuestros políticos están haciendo un tour europeo para pu-
blicitar su maravillosa ley. Estuvieron en España predicando la
“verdad sueca” en congresos internacionales organizados por el
Ayuntamiento de Madrid.
Hay quienes me preguntan: ¿Cómo pudo aprobarse una ley
así? ¿Nadie se opuso? ¿Nadie dijo en voz alta lo estúpido que
era? ¿Nadie advirtió de que es imposible que esta ley llegue a
funcionar nunca?
Tienen que entender que la sociedad sueca está muy entrenada
por las autoridades y confía ciegamente en su Gobierno, en sus
políticos. La población está tan acostumbrada a ser servida, a no
tener que pensar, que asimila todo lo que dicen los políticos como
“grandes verdades”. La gente está tan acostumbrada a vivir con la
manipulación que no pone nada en cuestión. El Gobierno usa sus
mejores instrumentos, los medios de comunicación, para influir
en la opinión pública.

113
A mediados de los años noventa, periódicos y revistas publican
insistentemente artículos y reportajes que relatan las terribles cosas
que viven las “pobres mujeres” que ejercen la prostitución. La
imagen que se transmite es la de las prostitutas como consumidoras
de drogas que andan tiradas todo el día en las calles.
El Gobierno quería vender al público la idea de que todas las
prostitutas son víctimas y que toda prostitución es violencia contra
las mujeres. Nunca se les ocurrió abordar la prostitución mascu-
lina, pues no encaja con sus ideas preconcebidas. La “violencia
contra los hombres” no es algo de lo que pueda sacarse provecho
político.
La ciudadanía pensó que todo esto era terrible y que no podía
seguir ocurriendo algo así en nuestro país; por tanto, había que
castigar a alguien. Si la prostitución es violencia contra las mujeres,
hay que castigar al que violenta, al “penetrador”, al hombre, al malo
de la película. En el debate aparecieron todo tipo de ideas moralistas
y arcaicas en materia de sexualidad. No se habló de prostitución
masculina porque es complicado saber realmente quién penetra a
quién: ¿chapero o cliente?
Antes de aprobar la ley, la población sueca ya estaba de su parte.
Además, los políticos consultaron con la policía, con instancias
sociales y con organizaciones para la educación sexual. Muchas
de ellas se opusieron, pero aun así el Gobierno aprobó la ley.
Tampoco se les ocurrió preguntarnos nuestra opinión a las
mujeres que trabajamos en la industria del sexo y en la prostitu-
ción. No lo hicieron porque “la prostitución es violencia contra
las mujeres”; y cualquier trabajadora, una secretaria de banco por
ejemplo, tiene derecho a opinar sobre la prostitución tanto como
yo misma, porque la prostitución (aunque ella misma no la ejerza)
es también violencia contra ella. Así que a nosotras nunca se nos
preguntó, nadie nos consultó nada. Si me hubiesen preguntado, les
habría respondido: “Trabajo de puta desde hace 17 años y quiero
seguir ejerciendo”. Y me habrían contestado: “¡Dios mío, es una
víctima con letras mayúsculas, puesto que ni siquiera se da cuenta
de que lo es!”. Ya ven, tengo “falsa conciencia” de mi situación
desde hace años.
Los políticos están muy orgullosos porque han logrado lanzar
su mensaje (“la prostitución es violencia contra las mujeres”) a
través de toda Europa. Nos dicen: “Hemos logrado que la prosti-
tución desaparezca de las calles en un 90%”. En una ocasión tuve

114
la oportunidad de preguntarles:
“¿No les preocupa que desapa-
rezcan cientos de mujeres de
las calles? ¿Saben dónde se en-
cuentran ahora?”. Su respuesta
fue clara: “Lo más importante
es que llegue el mensaje”.
Sin embargo, según un
informe policial publicado en
Internet a los cinco meses de
aprobada la ley, la prostitución
había aumentado. Pero a las
autoridades no les interesaba
que se conocieran esas cifras
y lo retiró.
La realidad es que, tras la
aprobación de la ley, la vio-
lencia en la prostitución ha
aumentado. Han aparecido
nuevos crímenes (chantaje,
robo) porque ahora las mujeres
deben desplazarse a las casas
Pye Jacobson. de los clientes sin haber tenido
la oportunidad de conocerles
previamente. En ocasiones una mujer llega a un apartamento y se
encuentra, en lugar del cliente, a un par de extorsionadores que
le ofrecen “protección” a cambio de dinero. Así que la figura del
chulo, que no existía desde hace décadas, ha reaparecido.
Nuestras colegas de los países bálticos nos cuentan que las
fronteras están llenas de suecos que quieren comprar sexo.
Y ya no hay ninguna trabajadora social atendiendo a las pros-
titutas.
Es una situación un tanto desesperanzadora: no tengo derechos
pero pago impuestos.
Tampoco puedo definirme como feminista porque las abolicio-
nistas me acusan de ser una “traidora”.
El estigma social ha crecido y ha conseguido que varias de mis
colegas pierdan la custodia de sus hijos por el hecho de ser prosti-
tutas. Yo misma fui despedida de mi otro trabajo por los artículos
que escribí sobre prostitución.

115
Mona Shalin, nuestra ministra sueca de Calidad, escribió un
artículo sobre la ley sueca donde explicaba que no era necesario
hacer una evaluación. No le parece de interés conocer los resultados
de la ley tras su puesta en marcha. Cuando se le pregunta: “¿Es
consciente de que esta ley hiere a los más débiles?”, responde: “Lo
sé, pero vale la pena enviar el mensaje”. Su falso mensaje: “La
prostitución es violencia contra las mujeres”.

116
Francia. La rue

Anne Coppel
La situación de Francia es complicada; la tendencia al prohibi-
cionismo, que se inicia en los años setenta, es cada vez más fuerte.
Una gran parte del movimiento feminista apuesta por la erradica-
ción de la prostitución, en la línea de la penalización al cliente, tal
y como nos contaba nuestra compañera sueca Pye Jacobson.
Empiezo a interesarme por la prostitución en los años noventa,
pienso que progresaremos hacia el reconocimiento de los derechos
para las prostitutas. Quiero preguntarme, junto a ustedes, por qué,
al contrario de lo esperado, en vez de ir hacia delante se va marcha
atrás.
El primer contacto que tengo con el mundo de la prostitución es
a través del sida y de las drogas. Conozco a Lidia, una mujer que
trabaja en la rue La Nuit, la zona donde se ejerce la prostitución
en París. Me acerco a Lidia porque quería pedirle su colaboración
para crear un programa de prevención del sida entre las prostitutas,
pienso que su implicación en este problema es fundamental. Ella
es quien me cuenta cuál es la situación que se vive en la rue La
Nuit en ese momento.
Lidia me cuenta que antes, en los años sesenta y setenta, se
consigue imponer el uso del preservativo al cliente. Las chicas de
la rue La Nuit asumen responsablemente la prevención de todo
tipo de enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, a partir
de los años ochenta, la degradación se apodera progresivamente
de las zonas donde se ejerce la prostitución. La llegada de nuevas
mujeres –sobre todo inmigrantes, procedentes de África y del Ma-
greb– presionadas por razones económicas cambia el panorama.
Las presiones que estas mujeres sufren por parte de los clientes,
y muchas veces de los proxenetas, las deja en una situación muy

117
complicada. Su capacidad de decisión es pequeña así como su
autonomía. En esta situación, las medidas de prevención de enfer-
medades no se encuentran entre sus prioridades.
Lidia me propone que sean las prostitutas quienes se conviertan
en agentes activos, y no sólo pasivos, en prevención de salud. Me
hace ver que no solamente hay que actuar en la prevención del
sida o de la salud, sino que hay que conseguir otro tipo de ayudas
sociales para ellas.
Todas estas inquietudes cristalizan en el proyecto Le bus de
femmes (El autobús de las mujeres). Nos acercamos a las chicas
por medio de unos cuadernos que les entregamos, donde escriben
sus testimonios, sus opiniones, sus problemas. De este modo, re-
cogemos un material muy interesante, sobre todo desde el punto
de vista sociológico, en el que ellas hablan de sus dificultades no
sólo en temas de salud sino a todos los niveles.
Progresivamente, y a lo largo de las últimas décadas, se niega la
existencia de la prostitución. Se habla de ello como si sólo fuera un
tema de personas que se encuentran en la marginalidad, o incluso
se tiende a pensar que quienes usan sus servicios son personas con
discapacidades físicas o con problemas psicológicos.
La rue La Nuit se convierte en una herencia del pasado que
hay que asumir. A partir del año 1989, con la llegada de las inmi-
grantes, crece el número de mujeres que trabajan en esta clásica
calle. Quienes llevan más tiempo se hacen fuertes, el espacio es
cada vez más limitado. Muchas prefieren trabajar aquí porque la
sensación de seguridad y de apoyo mutuo es mayor. Las últimas en
llegar comienzan a colocarse en los alrededores. Le bus de femmes
supone un apoyo para las chicas de la rue, pero sobre todo es útil
para aquellas que se tienen que buscar la vida en los barrios de
las afueras, en lugares más desolados y en situaciones de mayor
vulnerabilidad.
Las que trabajan en la rue han luchado mucho tiempo por con-
quistar su independencia y autonomía; sin embargo, la llegada de
las inmigrantes hace que reaparezcan los pequeños proxenetas y
las mafias.
El Ayuntamiento de París pone en marcha una operación con-
tra la prostitución, aunque lo expliquen con otras palabras. La
operación se apoya en dos puntos fundamentalmente: la lucha
contra la inmigración ilegal y la lucha contra lo que se llamó el

118
“mercantilismo de los cuerpos de las mujeres”, una idea que parte
del movimiento feminista abolicionista.
Contra lo que se pueda pensar, esta operación no ha servido
para nada; cada vez hay un mayor recrudecimiento de todos los
problemas. Cada vez hay más mujeres en la calle, sobre todo
de Europa del Este y de la África francófona. Los estudios que
elabora el Ayuntamiento de París se centran exclusivamente en la
prostitución callejera, es la única que les interesa. Sin embargo,
no estudian qué es lo que sucede en los locales de alterne; no les
interesa investigar en qué condiciones trabajan las mujeres.
A pesar de toda esta situación tan desoladora, cuando creamos
el proyecto de Le bus de femmes estábamos muy solas; sin embar-
go, ahora una parte interesante del movimiento feminista empieza
a apoyar a las prostitutas y a reivindicar sus derechos. Nosotras
seguiremos trabajando.

119
120
La situación en nuestro país

121
122
Presentación

Hay una serie de factores que hacen difícil que se mantenga


la situación de alegalidad en la que se mueve hoy la prostitución:
presiones empresariales, presiones abolicionistas, conflictos ciu-
dadanos con la prostitución de calle; y, además, empieza a haber
reclamaciones legales por parte de prostitutas que trabajan en
clubes.
Con el PP la tendencia era abolir la prostitución de calle (uti-
lizando para ello el modelo sueco) y reglamentar el trabajo en los
clubes. Con el PSOE no sabemos lo que nos espera, aunque nos
consta que tienen divisiones entre ellos, entre quienes coinciden
con las posiciones anteriores, Rafael Simancas (portavoz del Grupo
Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid) por ejemplo,
y quienes se muestran más partidarios del reconocimiento de de-
rechos, como en Catalunya.
Para Hetaira no son una buena solución ni las legislaciones
abolicionistas ni determinadas reglamentaciones que responden
más a los intereses estatales, del empresariado o de los clientes,
pero que ignoran los intereses de las prostitutas.
A la luz de la experiencia de otros países, otro aspecto que
a nosotras nos parece importante es que lo que se legisle sobre
la prostitución se dé en el marco de las relaciones comerciales
(Código Mercantil, Código Laboral...) y no en el Código Penal.
Para nosotras, el actual Código Penal es un instrumento más que
suficiente para defender a las trabajadoras del sexo de los abusos
y las agresiones.
Estamos en contra de la reforma que se hizo del Código Penal
en 1995 y que introdujo una modificación del artículo 188 en el
sentido de penalizar más expresamente el proxenetismo, que queda
definido como: “Lucrarse explotando la prostitución de otra per-
sona, aun con el consentimiento de la misma”.

123
También nos parece fundamental que el reconocimiento de la
prostitución no implique un recorte a la libertad de movimiento
y de opciones que se dan dentro de ésta. En este sentido nos opo-
nemos a los registros obligatorios controlados por la Policía o el
Ministerio del Interior. Tampoco nos parece una solución que se
legalice la prostitución regulando cómo debe ser ejercida (lugares,
zonas, horarios, etc.) y se criminalice a todas aquellas trabajadoras
del sexo que no quieran o no puedan ejercer en esas condiciones.
Algunas de nuestras propuestas son las siguientes: papeles para
las inmigrantes que ya estén aquí. En el futuro, que el trabajo sexual
sea considerado un medio de vida para conseguir regularizar la
residencia en nuestro país.
Para la prostitución de calle, negociar la utilización de los espa-
cios públicos, considerando en pie de igualdad los derechos de las
trabajadoras del sexo y de los vecinos. Una posible solución es la
creación de zonas o barrios rojos. A nosotras, en principio, esto nos
parece bien, siempre y cuando estas medidas se vayan imponiendo
a partir de políticas persuasivas no de políticas criminalizadoras.
Para la prostitución en clubes, hay que entrar a regular las re-
laciones laborales cuando median terceros. En esta línea, hay que
tener en cuenta que la prostitución no es un trabajo como cualquier
otro, sino que tiene características especiales tanto por el estigma
que recae sobre quien la ejerce como por ser actos sexuales lo que
se vende. Teniendo en cuenta esto y la situación actual, en la que
el empresariado hace lo que le da la gana sin que las trabajadoras
tengan reconocido ningún derecho, las leyes no pueden contemplar
sólo los aspectos de licencias, localización de los locales, aspectos
sanitarios, etc., sino que deben defender la capacidad de autodeter-
minación de las trabajadoras en su trabajo y especialmente en rela-
ción a qué servicios sexuales están dispuestas a ofrecer y a quién.
En este sentido es importante que se recorten las prerrogativas de
la patronal; especialmente se tiene que reconocer el derecho de las
prostitutas a escoger clientes, las condiciones de trato y los actos
sexuales que se realicen.
Para hablar sobre todo esto hemos querido contar con Inés
Sabanés, Ramiro García de Dios, Silvia Gay y Ana Fábregas.
Inés Sabanés es concejala por Izquierda Unida en el Ayunta-
miento de Madrid y defensora de la constitución del Foro sobre la
Prostitución, que engloba a responsables políticos municipales y
organizaciones de trabajo con prostitutas.

124
Ramiro García de Dios es magistrado y miembro de Jueces
para la Democracia.
Silvia Gay es profesora de Derecho del Trabajo en la Univer-
sidad del País Vasco.
Ana Fábregas pertenece al grupo Genera, integrante de Platafor-
ma Comunitaria: Trabajo Sexual y Convivencia, de Barcelona.

125
126
Espacio para el diálogo

Inés Sabanés
En el año 2000 se planteó la posibilidad de creación de un Foro
sobre la Prostitución en el Ayuntamiento de Madrid, con la idea de
debatir, reflexionar y hacer recomendaciones sobre este tema en el
ámbito de la ciudad. Hemos querido estar en el debate y en todo el
conflicto, a diferencia de la actuación municipal, y sabiendo que hay
distintas posiciones entre Hetaira y otras organizaciones. Siempre
hemos tenido la capacidad de mantener un diálogo permanente,
de tratar de intervenir sin ser excluyentes y sin plantear el debate
en blanco y negro.
Desde el año 1999, en Madrid, como en otras grandes ciuda-
des, crece la conflictividad o la visión de la conflictividad en la
utilización de los espacios públicos. Debemos reconocerlo para no
hacer mal los debates sin tener en cuenta todos los elementos. Es
verdad que hay modificaciones de condiciones, y que los proce-
sos intensos de globalización, el desplazamiento de población, la
inmigración y el tráfico de mujeres introducen nuevos elementos
y conflictos a considerar en el debate. Es verdad que se mantiene,
como siempre, una falta de estrategia y de actuación por parte de
las administraciones, da igual que sea el Senado, que sea la Fede-
ración de Municipios, que sea lo local, que sea lo autonómico; se
mantiene esa falta de intervención y de estrategias por parte de la
Administración y se mantienen muchas contradicciones y silencios
en las fuerzas políticas. Se mantiene una interlocución absoluta-
mente errática para todo lo que tiene que ver con las prostitución
y con la prostitutas; las interlocuciones que son visibles son las de
las asociaciones de vecinos, de empresarios, pero en todo caso la
interlocución no responde a las que, en mi criterio, deben liderarla
y ser visibles: las propias prostitutas.

127
Estos elementos son los que nos llevan a intentar la construc-
ción de este Foro, pero es verdad que todas las presiones, todos
los elementos fuertes de conflicto se producen en expresión de
organizaciones vecinales, de organizaciones de comercio, de otras
organizaciones, y no de un conflicto y una exigencia de las propias
prostitutas. Lo ponen seguramente de manifiesto, pero su voz no
se oye. El debate se centra mucho más en la visión del efecto, no
del ejercicio de la prostitución por parte de las prostitutas; efecto
sobre el comercio, sobre la utilización del espacio público, sobre
una zona concreta de valor ecológico como la Casa de Campo.
Pero se produce un debate, en mi criterio, erróneo, porque parte del
efecto y no parte del mismo núcleo, es decir, de los trabajadores
y trabajadoras.
Y, junto con esa situación, se da algo que no debemos de ob-
viar: es un gran debate donde se acaban de producir coincidencias
extrañas, que tendremos que analizar, de posiciones absolutamente
contrarias, pero que acaban teniendo estrategias parecidas. También
tenemos que poner sobre la mesa qué pasa con el debate sobre la
dignidad o la indignidad; el debate sobre ciertas coincidencias en
la máxima hipocresía que puede decir un programa electoral que
está clara y rotundamente por la erradicación de la prostitución
callejera, es decir, la que me molesta y la que no quiero ver, sin
que importe el resto que tiene que ver con todo lo que rodea a la
prostitución. Y a su vez se produce un gran debate en el movimiento
feminista y en otros movimientos sociales que tiene que ver con la
consideración de la prostitución como un elemento estructural de
violencia de género, de esclavitud y de extorsión a las mujeres.
Todo esto le da, en mi criterio, una nueva complejidad a ese
debate porque ahí están de alguna manera coincidiendo, o aparen-
temente coincidiendo, planteamientos absolutamente diferentes,
contradictorios.
Por ejemplo, en Madrid pasa una cosa espectacular: se pone
en marcha con luz y sonido el Plan contra la Esclavitud Sexual,
liderado por el Ayuntamiento. En principio nadie se puede oponer
a que exista un plan contra la violencia ejercida hacia las mujeres y
contra la explotación; en teoría ése es el lenguaje, pero en la realidad
es un dispositivo policial, un dispositivo de inspección que tiene
como consecuencia final la presión y disuasión de la prostitución
callejera, la prostitución más vulnerable.

128
Por lo tanto, creo que si alguna virtualidad tenía el Foro que en
Madrid tratábamos de construir era que no queríamos mirar hacia
otro lado en esta enorme contradicción y en esa tensión del debate.
Somos conscientes de ese conflicto, de ese debate que atraviesa a
muchas organizaciones políticas y sociales y una parte importante
de todos los planteamientos que están sobre la mesa.
El Foro, el espacio de diálogo, el espacio de relación que quería-
mos construir en Madrid, tenía una parte muy positiva. Estábamos
en la primera APRAMP, la Federación Regional de Asociaciones
de Vecinos, Comisiones Obreras, Médicos del Mundo, Hetaira,
Cáritas, UGT e Izquierda Unida, y estábamos también hablando
con el PSOE.
Por tanto, la voluntad de esa construcción es un elemento clave.
No se puede empezar el debate con una posición blindada y bloquea-
da, se haga desde una dirección o desde otra. La voluntad que tenía
era la de buscar puntos de encuentro desde ese conflicto que quería-
mos superar, ese buscar los elementos de interlocución, de buscar las
soluciones con elementos de racionalidad, buscar en los derechos y
en la expresión de quien reivindica las primeras soluciones.
Teníamos esa voluntad y sigo reivindicando plantearlo con
toda esa amplitud para eliminar los elementos de hipocresía y de
distorsión que se están produciendo en este tema.
Cuando se les pregunta: “¿Ustedes qué están haciendo en la
ciudad?”, responden: “No, no, es que hacemos lo que podemos
hacer en función de nuestras competencias”, y resulta que lo que se
puede hacer en función de las competencias es llevar a la televisión
regional, a la televisión estatal, a todas las radios y a todos los me-
dios de comunicación a retransmitir en vivo y en directo la primera
actuación de medidas contra la explotación y contra la violencia de
las mujeres en la céntrica calle madrileña de la Montera.
Lo que sí tenemos que determinar con fuerza es reordenar desde
unas posiciones que no eludan el conflicto, que saben que existe, y
eliminar las contradicciones que tienen que ver con una situación
que ya no es una visión u otra visión diferente en las intervenciones
con el tema de la prostitución, sino que es el tema de distorsionar y
prevertir cualquier actuación diciendo que se hace en favor de las
mujeres y actuando con las televisiones, como se hizo.
En mi criterio (eso creo que lo han denunciado, además, las
mujeres y las asociaciones), es un atentado contra los mínimos

129
derechos civiles consolidados y regulados perfectamente en nuestro
país.
Y hay que diferenciar, no deberíamos introducir en este debate
el concepto de “violencia de género” que imposibilita la comuni-
cación y reduce la capacidad de entendernos.
Lo que planteábamos (y mi criterio ha sido construido con
lo que me han enseñado la mayoría de las organizaciones y las
prostitutas que exigen tener voz en este Foro de intervención) era
resolver los conflictos desde la capacidad de sindicación, de sumar
esfuerzos, de poner los derechos en primer término y eliminar las
confusiones perversas que se están dando no sólo en el lenguaje,
sino también en las actuaciones.
En el Foro introducíamos recomendaciones legales, programas
de reducción de daños, programas de intervención, algunos acuer-
dos y pactos con los medios de comunicación, en el tratamiento
de un código ético en la prostitución. Eso podrá resolver una parte
muy importante de la intervención. Seguiremos insistiendo, pues
hemos tratado de hacer esa suma de esfuerzos para resolver, entre
otras cuestiones, los conflictos más candentes en la utilización de
los espacios públicos como un elemento de primer orden.

130
¿Por mal camino?

Ramiro García de Dios


Desde el Derecho se puede ver que la prostitución tiene dis-
tintos planos de tratamiento, precisamente por ser un fenómeno
social muy complejo. Muy complejo porque podemos abordar la
prostitución, en primer lugar, desde el Derecho constitucional y
bajar al resto del ordenamiento jurídico conforme, precisamente, a
la jerarquía que las distintas ramas suponen. Y además va a tener,
y de hecho lo tiene, un tratamiento distinto, por ejemplo, en el
Derecho de Familia, donde, si se sigue con una concepción de la
prostitución como algo, digamos, perverso o algo malo, es evidente
que va a tener un tratamiento discriminatorio para la prostitución
en multitud de casos. Por ejemplo, pensemos en relación con la
guardia y custodia de los hijos cuando se plantean problemas.
Me voy a ceñir prácticamente de un modo telegráfico dentro de
cada una de las dos visiones de tratamiento: la visión constitucional
y la visión desde el Derecho Penal.
En el plano constitucional, razonablemente, si uno se toma en
serio los artículos de la Constitución relativos no sólo a derechos
fundamentales sino a principios y valores fundamentales, resulta que
nos encontramos con un marco de Estado liberal de Derecho tomado
en serio. Es la consagración del viejo principio liberal de que todo
aquello que no está expresamente prohibido está permitido.
Por lo tanto, en la discusión de legalización o no legalización,
o situación de alegalidad, es evidente que puede haber distintas
interpretaciones, pero, razonablemente, si uno se toma en serio esos
artículos constitucionales y no los vacía de contenido ni tampoco se
ciñe a la teoría de los llamados núcleos mínimos (que lo que hacen
es dejar raquíticos los derechos e ir reduciéndolos poquito a poco,
hasta el punto de que todos nos vamos quedando desprovistos del
derecho a la libertad en sentido amplio), tenemos dentro de nuestra
Constitución dos artículos que son bases para la comprensión de que

131
ni la prostitución puede ser considerada como un factor de estigma-
tización en su ejercicio y mucho menos de discriminación.
¿Por qué? Pues sencillamente porque la conjunción de los artícu-
los 1, del 10 y del l4 de la Constitución impide que se pueda tratar
de forma discriminatoria ni a la prostitución como fenómeno, ni a
las prostitutas o prostitutos que la ejercen. (Hay que recordar que
el Derecho Penal español siempre estuvo pensando exclusivamente
en la mujer, al referirse al ámbito de la prostitución. Fue a partir
del año 1989 cuando se cambia y se sustituye el término mujer
por el de personas y así cualquier persona puede ser sujeto activo,
sujeto pasivo, y entre personas del mismo sexo, es decir, prostitu-
ción homosexual o prostitución heterosexual.) Al mismo tiempo,
es cierto que si cogemos el término convencional legal, no hay
una regulación y, por lo tanto, no hay en el ordenamiento jurídico
ningún artículo que diga “queda legalizada la prostitución”.
Esto, claro, va calando: ya no hay sólo la consideración más
moderna, aunque en algunas sentencias se apunta, en el sentido de
llevar por buen camino a las mujeres, y en la actualidad este llevar
por buen camino a las mujeres se pretende sustituir por salvarlas
de la esclavitud sexual.
Honradamente, no entiendo cómo una determinación libre del
ser humano para el ejercicio de una actividad concertada entre ter-
ceros por precio, que no daña a nadie y que no causa ningún tipo de
perjuicio a nadie, cómo puede ser englobada dentro del concepto
de esclavitud, por lo menos del concepto de esclavitud que a mí me
enseñaron desde el Derecho. Pero, en fin, ahí está el nuevo banderín
de enganche, “liberar de la esclavitud sexual”, adornado también por
otra figura sobredimensionada de la que hay que liberar también,
ese nuevo Bin Laden que es el proxeneta. El proxeneta como un
nuevo peligro público que acecha a las mujeres, que además, si lo
analizamos también seriamente, sigue esa vieja concepción de las
mujeres como seres frágiles, quebradizos, poco brillantes, que hay
que proteger incluso contra sus libres decisiones porque incluso
cuando toma libres decisiones las toma equivocadamente.
Y esto es así desgraciadamente. Y en el Derecho Penal mucho
más porque, como sabéis, el Derecho es un instrumento fundamen-
tal que ha sido, aunque no totalmente, elaborado por hombres y es
un Derecho que, en relación con las mujeres, tiene la visión de los
hombres. Y podemos decir que el Derecho Penal es un instrumento
esencialmente masculino.

132
Bueno, dicho esto y para evitar agotar el tiempo, voy a pasar
a la segunda parte: el Código Penal. En él la prostitución no está
criminalizada, el ejercicio de la prostitución no es constitutivo de
ningún ilícito penal.
A mí no me gusta el tratamiento de la prostitución del Código
Penal, discrepo de la regulación de algunos artículos. ¿Por qué
no me gusta? Porque aunque es cierto que no criminaliza (hoy la
prostitución, los tipos penales, hay que verlos en un sentido de
protección frente a, diríamos, el bien jurídico, la libertad sexual),
lo cierto es que el Código Penal sigue manteniendo una concepción
confusa cuanto menos porque no se ha atrevido a regular en el
capítulo quinto algo que muchos juristas apuntaron: “Oigan, digan
ustedes, de los delitos contra el libre ejercicio de la prostitución”,
y el legislador no se atrevió y dijo: “De los delitos relativos a la
prostitución”. Fíjense que un lector medio lo que entenderá es la
prostitución como un factor criminal y a la prostituta como una
delincuente simbólica o, por lo menos, inserta en circuitos de
marginalidad criminológica que necesita también ser tratada ade-
cuadamente, es decir, con sanción desde los aparatos del Estado.
Por lo que se refiere a los tipos penales concretos, es un modelo
que no acabo de entender. El nuevo artículo 188 del Código Penal
dice textualmente: “El que determine, empleando violencia, intimi-
dación o engaño, o abusando de una situación de superioridad o de
necesidad o vulnerabilidad de la víctima, a persona mayor de edad a
ejercer la prostitución o a mantenerse en ella, será castigado con las
penas de prisión de dos a cuatro años y multa de 12 a 24 meses. En
la misma pena incurrirá el que se lucre explotando la prostitución de
otra persona, aun con el consentimiento de la misma”. En mi opinión
como juez, si existe consentimiento entre dos personas adultas para
llevar adelante un acuerdo (“tú atiendes el piso, mientras yo hago
los servicios, etc.”) y se reparten las ganancias, el artículo puede
considerarse inconstitucional porque atenta contra los principios de
libertad y, por tanto, elevaría ese caso al Tribunal Constitucional.
El Derecho Penal no debería entrar a sancionar o castigar. El
legislador no puede legislar o sancionar como quiera, sino que
está siempre limitado por derechos fundamentales y, entre ellos, el
derecho fundamental de libertad. En el caso de la prostitución, si
el legislador prohíbe o restringe, ha de tener argumentos fundados,
sostenidos en el principio de proporcionalidad razonable y en el
principio de necesidad fundada; si no, se entraría en la vía de la ar-
bitrariedad proscrita, tal y como señala la Constitución española.
133
Cooperativas de prostitutas

Silvia Gay
Gracias por la oportunidad que me dan de poder compartir unas
reflexiones en las que llevo trabajando desde hace varios años con
los compañeros Eñaut Otazo y Marian Sanz, en el seminario que
tenemos en la Facultad de Derecho de la Universidad del País
Vasco, sobre el tratamiento de la prostitución, pero sobre todo,
más que del tratamiento de la prostitución, de las personas que
ejercen la prostitución.
Y en este sentido me ha surgido el binomio globalización-inmi-
gración, que es el que está presente continuamente en estos debates.
Habría que decir que estos fenómenos tienen que ser analizados
desde la perspectiva de género, puesto que la feminización de la
pobreza, que es la que está llevándose a cabo en el planeta en estos
momentos, ha derivado también en la feminización de la propia
inmigración, emigración transnacional.
Quisiera insistir en que la lógica del mercado de trabajo –pues-
to que vamos a considerar la prostitución y a las personas que la
ejercen como trabajadoras del sexo– está presidida por un razona-
miento masculino, y las inmigrantes, por un lado, están ocupando
los espacios laborales que las autóctonas están dejando o que no
quieren; y, por otro lado, también esta misma lógica masculina
del mercado de trabajo les está arrinconando hacia unos tipos de
trabajo más bien marginales dentro de la consideración del modo
de producción capitalista, es decir, no dentro de la consideración
del trabajo productivo sino más bien dentro de todo el enfoque del
trabajo reproductivo. Me refiero especialmente al trabajo domésti-
co, a la hostelería, el ocio y a los servicios personales.
Partimos de que la prostitución es la vertiente de la libertad en
que la persona va a ejercer una profesión, va a ejercer un oficio,

134
reconocido, cómo no, en el artículo 35.1 de la Constitución, y el
tratamiento actual lo vamos a enfocar como un trabajo y no como
un problema social.
Es decir, ese enfoque que está habiendo con este bombardeo
últimamente del gran problema social de la prostitución, nosotros
lo vamos a orillar, pero no por querer esconder la cabeza debajo
del ala, sino lo queremos desmitificar, en el sentido de que estamos
en estos momentos en presencia de una sociología del trabajo. Hay
que abandonar esa concepción también del análisis de la sociología
de la marginación en cuanto a la prostitución, y además tenemos
que verla como una estrategia más que posibilite la incorporación
de estas mujeres al mercado del trabajo con plenos derechos y
garantías.
¿Y cuál es la respuesta del Estado?, ¿qué modelos de interven-
ción legislativa se llevan a cabo? Los debates ya los conocemos: ¿Se
debe regular o no la prostitución?, ¿se debe de intervenir por parte
del Estado bajo la vía de la penalización?, ¿bajo la vía de la tole-
rancia?, ¿bajo la vía de la promoción reguladora de derechos?
Hemos visto también los modelos conocidos: prohibicionistas,
abolicionistas, reglamentistas y “regulacionistas”, e insisto en la
palabra “regulacionista” con el fin de la exigencia de promover que
todos los poderes públicos tienen la obligación de impulsar y de
remover los obstáculos que haya para que la igualdad y la libertad
sean reales para todas las personas y para dotarles de derechos en
el ejercicio de su profesión.
En este sentido, en España hasta el momento ha habido, pu-
diéramos decir, dos intervenciones reglamentistas, reglamentistas
en el sentido de la protección de unos bienes jurídicos que son la
salud pública, el orden público, la seguridad ciudadana; pero in-
tervenciones que no han tenido para nada en cuenta a las personas
que ejercen la prostitución, es decir, no ha habido una intervención
dedicada a esas personas, a las propias prostitutas, puesto que, en
principio, la mayoría de aquéllas son mujeres. Y permitidme que
en este sentido diga una especie quizá de boutade, pero si esos
porcentajes de prostitutas se fueran acercando o, si queréis, digá-
moslo al contrario, si los prostitutos varones se fueran acercando
al porcentaje de prostitutas, os aseguro, estoy convencidísima, que
la profesión ejercida por personas adultas y libremente consentida
estaría más que regulada. Nuevamente es el enfoque de género

135
el que también nos tiene en este tema de la prostitución bastante
limitadas.
Decía que había habido dos intervenciones reglamentistas, que
quiero simplemente recordarlas: ordenanzas del Ayuntamiento
de Bilbao de 1999 al respecto, y el Decreto de la Generalitat de
Catalunya de agosto de 2002 y la famosa orden de desarrollo de
julio de 2003. No vamos a entrar sobre su análisis jurídico, pero
son, insisto, intervenciones reglamentistas que protegen esa salud
pública, esa seguridad ciudadana, y que van con una pura vocación
de eliminar la prostitución de calle, la que molesta al ciudadano
“de bien” según la concepción moral al uso.
Curiosamente, esta inercia de delegar en normas administrati-
vas policiales la lidia con este sector de la sociedad está teniendo
un gran éxito en otras comunidades autónomas como Andalucía,
Asturias, Baleares, Canarias, Castilla-La Mancha, Galicia, Madrid,
Valencia, bien a instancias de los defensores del pueblo, como en el
caso de Andalucía, entre otros; o de algún fiscal jefe, como el caso
del fiscal jefe de Albacete, en Castilla-La Mancha; o por sindica-
tos, como Comisiones Obreras, o, por lo general, a iniciativa de
Gobiernos y ayuntamientos. Todas estas administraciones públicas
están estudiando políticas de intervención sobre la prostitución.
Pero habría que decir que no podemos tampoco saludar o aplau-
dir incondicionalmente, puesto que estoy también convencida de
que se van a dedicar a proteger esos bienes de la salud pública,
el orden público y la seguridad ciudadana sin reconocimiento de
derechos.
Creo que ya ha llegado el momento de ver cómo puede ser ese
modelo “regulacionista” con los ejemplos de Alemania y Holanda
y qué vías podríamos considerar.
Ya es hora de que la prostituta deje de ser considerada una delin-
cuente, deje de ser considerada una víctima, deje de ser considerada
también una persona potencialmente conflictiva a la cual hay que
aplicarle medidas administrativas policiales. Ya es hora de que la
prostituta sea una trabajadora con derechos.
Y en este sentido planteamos las tres vías que podrían dar lugar
a una regulación del ejercicio libremente consentido por personas
adultas. Pero seréis vosotras, las trabajadoras del sexo, las que,
viendo los pros y los contras, decidáis hacia qué lado presionar
para que haya una regulación, o simplemente dejar bien abiertas

136
las tres posibilidades, para que haya la libre opción de cada una de
vosotras en cuál de los tipos de trabajo se pueda enmarcar.
Dicho esto, voy a hacer un pequeño análisis de las tres fórmulas
que hay y que son el trabajo asalariado, el trabajo autónomo o el
trabajo asociado.
El trabajo asalariado, es decir, el que se considera propiamente
como relación laboral, donde existe la trabajadora, la prostituta,
y el empresario, y que van a formalizar un contrato de trabajo. La
reforma septembrina del Código Penal de 2003, sin veleidades de
nuestra gran revolución del siglo XIX, no es válida para el ejercicio
de la prostitución. ¿Por qué os digo que no es válida? Porque la
otra parte, el empresariado, está criminalizado. El trabajo asala-
riado, por las vías que está llevando la jurisprudencia, va a quedar
para las relaciones de las camareras de alterne, es decir, para los
clubes de alterne, en cuanto a que sí parece que en ese punto la
jurisprudencia lo está admitiendo, y es una relación en la que libre y
voluntariamente se realiza este trabajo personalmente, pero siempre
por cuenta ajena, y sobre todo dependiente y subordinado.
La obligación de prestar el trabajo, de prestar los servicios,
es una deuda de actividad de la trabajadora, tiene que prestarlo
cediendo voluntariamente los frutos de su trabajo y de su activi-
dad al empresariado; es decir, nunca una trabajadora asalariada
es propietaria ni titular de su trabajo; hay una ficción jurídica que
diciendo que cuando contratas y realizas un contrato de trabajo,
estás cediendo plenamente los frutos de tu trabajo a esa otra perso-
na. Por lo tanto, no tiene muchas ventajas, salvo en las situaciones
de pluriempleo en relación a la Seguridad Social. Si una mujer,
además de ejercer la prostitución, desempeña otra actividad labo-
ral (en servicio doméstico, hostelería...) estará dada de alta y, por
tanto, estará cubierta por la Seguridad Social gracias a esta segunda
actividad económica sí reconocida.
No tiene, por el contrario, prestaciones económicas si en el ejer-
cicio de la prostitución sufriera un accidente de trabajo, y tampoco
tiene la cobertura de la asistencia social, puesto que al estar dada
de alta por el otro trabajo ya entra dentro de la concepción del sis-
tema de Seguridad Social público. Por otro lado, si una prostituta
no tiene ningún contrato de trabajo, tiene la asistencia sanitaria
por enfermedad común y accidente no laboral. ¿Por qué la tiene?
Pues por la extensión universal de esta protección que obliga a
nuestro sistema de Seguridad Social al respecto. Igualmente tiene

137
la asistencia social, no tiene prestaciones económicas y tiene las
prestaciones no contributivas de inserción. Otra ventaja es afiliarse
a un sindicato y reclamar la protección de los sindicatos conforme
al ejercicio de su libertad sindical, que es un derecho fundamental
reconocido a todos.
La segunda fórmula es el trabajo autónomo. Aquí nos encon-
tramos ante una relación diferente; ya no estamos hablando de una
relación laboral, estamos hablando de una relación civil; ya no
estamos hablando de un contrato de trabajo, estamos hablando de
un contrato de arrendamiento de servicios con todas las normas y
las reglas del Código Civil. En el trabajo autónomo ya no hay ese
tercero, el empresario, sino que la relación es directamente de la
prostituta, arrendadora de sus servicios, con el cliente, que es el
arrendatario o receptor de esos servicios.
Este trabajo autónomo tiene unas grandes diferencias con
el trabajo asalariado, radicadas especialmente en dos aspectos:
uno es que no trabajas para otro, no tienes que ceder los frutos
de tu actividad, eres propietaria de tu actividad y de tu trabajo; y
segundo, es un trabajo independiente: serás tú quien establezcas
las condiciones, es un trabajo personal; no se puede trabajar au-
tónomamente por representación, sino que es un trabajo personal,
exactamente igual que el asalariado en este campo, y es un trabajo
libre y voluntario.
Decimos que la trabajadora autónoma, en este caso la prosti-
tuta, tiene más ventajas que si es una trabajadora asalariada. Así
parece ser, a partir de la sentencia de 23 de diciembre de 2003 de
la Audiencia Nacional (que, curiosamente, es una sentencia en la
que se anula la orden que denegaba la inscripción de la Asociación
Nacional de Empresarios Mesalina, puesto que en los estatutos
contenía que su objeto era el ejercicio de la prostitución propia,
y la Dirección General del Ministerio de Trabajo consideró que
ese objeto era ilícito, por más que la prostitución esté totalmente
despenalizada; y por lo tanto, su realización es un objeto lícito
plenamente). Pues bien, en esta sentencia se encamina la Audiencia
Nacional planteando que la relación de trabajo asalariado se va a
quedar para las camareras de alterne y la relación civil de trabajo
autónomo se va a quedar para las prostitutas. Es bastante clara la
fundamentación, permitidme que os la lea: “Nuestra jurisprudencia
ha incluido en la relación laboral el supuesto en que concurra el
trabajar por cuenta ajena y en el que el trabajo sea dependiente bajo

138
la prestación de los servicios de alterne, aunque no identificable
con la prostitución, puesto que la prostitución supone precisamente
el límite del trabajo, pues el favor sexual no puede ser objeto de
subordinación empresarial y un límite jurídico entre el trabajador
por cuenta ajena, relación de alterne, y relación por cuenta propia,
relación de prostitución, es el mismo límite entre el contrato de
trabajo y el contrato civil de arrendamiento de servicios”.
No cabe duda de que el trabajo autónomo tiene toda la protec-
ción de la Seguridad Social, y más desde la reforma de octubre
de 2003, que incorpora la protección por accidente de trabajo y
enfermedad profesional. Esto es sumamente importante y a tener
en cuenta. La única pega, entre otras, es que las cotizaciones corren
a cargo del trabajador autónomo.
Y finalmente, el tercer tipo de trabajo es el asociado, es decir,
la formación o creación de una cooperativa. Este trabajo asociado
está también permitido por las diversas legislaciones sobre coo-
perativas: es un trabajo personal, remunerado, carente de ajenidad
y hay una cierta dependencia, puesto que entre todas las personas
que conforman la cooperativa tienen que organizar las propias
reglas del juego.
Hace años, allá por 1995, descubrí en Alemania la existencia
de una cooperativa de prostitutas que funcionaba muy bien. Esta
mañana se nos ha recordado que esa capacidad de autogestión
también está presente en Holanda y en Alemania.
Está totalmente en vuestras manos la opción de alguna de las
anteriores fórmulas jurídicas y, sobre todo, hacia dónde queréis
encaminaros para dotar de derechos el ejercicio de vuestra profesión
libremente aceptada y consentida.

139
Trabajo sexual y convivencia

Ana Fábregas
En este momento, Cataluña se caracteriza por el control de las
prostitutas, el favorecer a los grandes empresarios y la invisibili-
zación de la prostitución de calle.
La Plataforma Comunitaria: Trabajo Sexual y Convivencia la
componen, actualmente, seis entidades, aunque estamos abiertas
a nuevas incorporaciones. Estas entidades son El Lloc de la Dona
(Hermanas Oblatas, centro de atención social); Genera (que trabaja
principalmente por la defensa de los derechos de las trabajadoras
del sexo); Línia d´Investigació i Cooperació amb Immigrants
Treballadores Sexuals (LICIT, cuyas acciones se enmarcan en el
ámbito de la acción política e investigación); Àmbit Prevenció
(programa sociosanitario Àmbit Dona de prevención del VIH con
trabajadoras del sexo); Secretaría de la Dona de CCOO de Cata-
lunya (que está estudiando las diferentes fórmulas para regular
el trabajo sexual) y Asociación Ponent (asociación de vecinos
del céntrico barrio barcelonés de El Raval, el principal centro de
prostitución de calle diurna).
Varios han sido los objetivos que nos hemos planteado, algu-
nos osados o difíciles de alcanzar pero que, sin lugar a dudas, nos
ayudan a orientar nuestro trabajo y no perder el norte.
Concretamente, buscamos velar por los derechos de las personas
trabajadoras del sexo; promover el empoderamiento de las trabaja-
doras del sexo (en el discurso siempre está muy presente el hecho
de que tienen que ser ellas mimas las protagonistas, las que deben
tener voz, cosa que a veces las entidades olvidan); generar espacios
de reflexión, discusión y debate con la ciudadanía (no solamente
con los expertos, sino empezar a discutir con el vecindario, con
quien trabaja en el centro sanitario, o sea, con las personas más

140
cercanas; impulsar acciones de sensibilización social). Creemos
que, o trabajamos sobre el imaginario colectivo de la prostitución,
o no habrá leyes que avancen, que tengan resultados positivos; y,
por último, ejercer de interlocutor válido frente a las administra-
ciones. Otra cosa es conseguirlo, la experiencia nos dice que no
es tarea fácil.

Situación en Cataluña
Me voy a remontar a la primera vez que podemos decir que
el Gobierno catalán habla de prostitución. Nos encontramos en
diciembre de 2001 y Esquerra Republicana (ERC), concretamente
la diputada Carme Porta, elabora una propuesta de moción, que
si bien es aprobada, se hace de manera muy reducida, podríamos
decir que “descafeinada”.
La propuesta instaba al Gobierno de la Generalitat de Catalunya
a seis cuestiones. Primera, hacer gestiones ante el Gobierno del
Estado buscando el reconocimiento jurídico y profesional de las
trabajadoras del sexo; crear un epígrafe para la Seguridad Social
que no estigmatice, cuestión que muchas reivindican: “A mí me
gustaría cotizar pero no quiero tener carné de puta, que todo el
mundo me identifique como tal”; y adoptar medidas para combatir
el tráfico de personas. Segunda, poner en marcha medidas de ayuda
integral para las que decidan abandonar. Tercera, crear programas
de ayuda para las trabajadoras del sexo, tipo guarderías que estén
adaptadas a los horarios de trabajo; servicios sanitarios adecuados,
etc. La lista es bastante amplia. Cuarta, crear un Consejo Asesor
sobre la prostitución. Quinta, potenciar el asociacionismo de las
trabajadoras del sexo. Por último, realizar reformas legislativas
para regular los usos de los locales de consumo sexual.
Ésta es la propuesta, y considerábamos que contemplaba las
diferentes posibilidades: reconocer el trabajo sexual y ofrecer
oportunidades a aquellas que en un momento dado deciden no
seguir ejerciendo la prostitución.
Dos meses después, concretamente en febrero, la propuesta que-
dó reducida a cuatro ítems, de los cuales destacamos dos: creación
de una comisión de estudio y hacer gestiones frente al Gobierno
del Estado, una forma de lavarse las manos y quedar muy bien. En
palabras de la propia Carme Porta, ha sido un acuerdo para salir

141
dignamente del paso, aunque se aleja bastante de las propuestas
que presentó su partido.
Otra de las medidas era la elaboración de un estudio de la si-
tuación de la prostitución e iniciar consultas a las entidades para
presentarlo en seis meses. ¿Se hicieron consultas a las entidades?
¿Resultado? ¡Ah!, no sabemos. Se hizo un estudio. ¿Resultado?
Sí lo sabemos y nos llevamos las manos a la cabeza porque era
realmente un “corta y pega” de algunos otros estudios y en el que
no se tuvo en cuenta la voz de las trabajadoras del sexo. Algo muy
parecido a lo que ha ocurrido con la Comisión del Senado, que
consultó a muchas entidades y personas pero que no fue capaz de
elaborar conclusiones.

Decreto de regulación
El Decreto 217/2002, por el cual se regulan los locales de
pública concurrencia donde se ejerce la prostitución, se aprueba
el 1 de agosto, en el que la actividad política en nuestro país es
“frenética”. Fue un decretazo que nos encontramos, para nuestra
sorpresa, a la vuelta de vacaciones, sin más ni menos.
De este Decreto cabe destacar algunos puntos importantes:
primero, la conceptualización que hace de lo que es el servicio
de naturaleza sexual: “Toda actividad ejercida de manera libre e
independiente por el prestador o prestadora de servicios con otras
personas a cambio de una contraprestación económica y bajo su
propia responsabilidad sin que haya vínculo de subordinación por
lo que respecta a la actividad llevada a cabo en reservados anexos
a las dependencias principales de los locales”.
O sea, ¿qué es lo que nos están diciendo?: “Vamos a regular el
local”, es decir, el espacio, porque las mujeres que están allí “son
autónomas, independientes, y simplemente la única relación que
tienen con nosotros es el alquiler de los anexos”. Por tanto, un
decreto bastante hipócrita e interesado porque regula los espacios
pero no el trabajo que las personas están realizando.
¿Qué es lo que regula este Decreto? El Decreto se centra princi-
palmente en los requisitos que ha de tener el local: los reservados,
la ubicación, lo que está prohibido, los servicios de vigilancia, los
horarios (pensado para los locales de alterne nocturno), licencias,
inspecciones, etc.

142
Es importante detenerse en un punto, el referente a los servicios
sanitarios, porque, hasta ese momento, en todo el texto no aparecen
en absoluto las mujeres o las personas que trabajan en los locales,
pero ahora sí. ¿A través de qué? De garantizar que las personas que
presten los servicios de naturaleza sexual estén sujetas a medidas
de control sanitario de tipo preventivo y asistencial contenido en
los programas de atención dirigidos a la prevención de las enfer-
medades de transmisión sexual.
A ver, garantizar. ¿Quién va a garantizar? ¡Ellos! ¡Ahí está la
relación con las mujeres! El Decreto dice simplemente que habrá
que fijar un rótulo advirtiendo el uso de preservativo como medi-
da eficaz para prevenir las enfermedades de transmisión sexual.
Perfecto, Póntelo, pónselo, etc. Sin embargo, la práctica se ha
traducido en tablones de anuncios de los locales donde se exponen
las analíticas de las mujeres. Es muy diferente, ¿verdad?
En julio de 2003, también mes en el que empiezan a vaguear
un poco los políticos, se aprueba el modelo de Ordenanza Muni-
cipal de aplicación del Decreto, respondiendo a lo que dicta éste,
es decir, a que cada municipio, en menos de seis meses, elabore
una ordenanza en referencia al Decreto. Como muchos municipios
no la habían hecho, se redactó una ordenanza tipo, estándar, que
es igual para todos los municipios y lo único que concreta son las
distancias a las que tienen que estar un local de otro. De nuevo no
se habla de derechos.
Bueno, ésta es la maravilla que tenemos en Cataluña. He de
deciros que este Decreto ha sido recurrido por un grupo de enti-
dades abolicionistas.
Fue curiosa la reacción de la Asociación Nacional de Empre-
sarios de Locales de Alterne (ANELA) frente al Decreto. Hace
unos días, en una charla en la que había un representante de esta
asociación, informó a los presentes que los locales acreditados
por ANELA no realizan más alterne. El porqué de este cambio es
sencillo: la Audiencia Nacional reconoce el alterne como activi-
dad laboral, lo que supondría que todos estos locales tendrían que
empezar a contratar a las mujeres de alterne y a pagar. Por tanto,
es más fácil cambiar y ahora “no hacer alterne”, solamente ofrecer
un espacio a las mujeres para que ejerzan prostitución. Un poco
más de hipocresía.

143
Pacto para un Gobierno catalanista y progresista
PSC-PSOE, ERC e ICV (13 de diciembre de 2003)
ERC, cuando presentó en 2001 su moción, era un grupo mi-
noritario, pero luego, cuando llegó al Gobierno, dijo: “Vamos a
recuperar aquello que nosotras queríamos”, y en “el pacto para un
Gobierno catalanista y progresista”, o sea, el tripartito (el Partido
Socialista, Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya),
concreta en el ítem cuatro, el referido a las mujeres, y recupera las
intenciones que tenía en un principio, la moción presentada por
Esquerra Republicana de la siguiente manera: intentar avanzar
en la regularización de las trabajadoras del sexo; reforzar las me-
didas para combatir el proxenetismo, especialmente el tráfico de
personas; y articular medidas de apoyo para aquellas que quieran
abandonar o dejar la prostitución e impulsar programas de apoyo
a las personas que ejercen esta actividad.
Eso consta en el acuerdo de Gobierno, está en el papel, está en
Internet, o sea, que es público. ¿Y cómo lo están canalizando? Defi-
niendo que sería el Institut Català de la Dona (ICD) el que lo llevaría
a cabo. Hasta el momento actual, la respuesta ha sido muy positiva.
Es curioso destacar que el día en que Marta Selva, la presidenta, se
presentó públicamente, expuso todo el programa, que eran como
unas doce páginas; sólo en una de ellas hacía referencia al tema
de la prostitución. Sin embargo, los medios de comunicación se
interesaron única y exclusivamente por este tema y al día siguiente
los medios bombardearon a la presidenta con preguntas sobre la
prostitución. En este caso el resultado fue interesante porque, ante
esta situación de “acoso mediático”, la presidenta llamó a las enti-
dades para decirnos: “Las que tienen que hablar de este tema y las
que tienen que definir y las que tienen que ayudarnos son ustedes,
nosotras no vamos a poder solas; y no solamente ustedes, sino con
las mujeres, las trabajadoras del sexo”. Y de hecho, tal ha sido el
interés, que han participado en reuniones en las que las mujeres
están diciendo qué es lo que quieren y cómo lo quieren.
Parece que tenemos un contexto lindo y maravilloso, pero ,in-
felizmente en el día a día no es así. Hay voluntad política, pero las
actuaciones concretas que se llevan en la ciudad son muy similares,
por no decir iguales, a las de Madrid.
Es interesante, para situarnos, hacer una pequeña historia de
estas acciones en Barcelona.

144
Situación en Barcelona – Distrito de Ciutat Vella
En el año 1992, en Barcelona, con motivo de las Olimpiadas,
el objetivo del Ayuntamiento era el de “limpiar” la ciudad. Para
ello se llevó a cabo el cierre masivo de meublés (término para
designar los lugares donde se ocupan las mujeres). Se cerraron un
total de 92 meublés.
Entre 2000 y 2002, ante el cambio de perfil de las mujeres, como
en todas las ciudades, por la llegada de un número considerable de
inmigrantes, las quejas vecinales vuelven a ser protagonistas y la
Administración municipal, que tiene muy presente un plan urba-
nístico de mejora del barrio, pone en marcha varios mecanismos de
presión para la erradicación de los meublés. Concretamente, aplican
el Plan de Usos de Establecimientos de Concurrencia Pública de 2000,
cerrando los diferentes meublés de la zona con la justificación de la
ausencia de licencia para tal uso. Igualmente, los controles de extranjería
se acentúan, con las consecuentes detenciones y deportaciones.
Pero aquí no aca-
ba todo. En el año
2004, se aprueba
el Plan de Acción
del Distrito (PAD)
y se contemplan
acciones contra la
prostitución con el
único objetivo de
erradicarla, aunque,
para contentar a las
entidades, plantean
también una mesa de
trabajo y un proyec-
to de mediación co-
munitaria. Acciones
estas últimas que no
han tenido ningún
fruto. Es curioso, y
muy significativo,
que dichas acciones
El día 19 de octubre de 2003 las trabajadoras se enmarcaran en el
del sexo se dejan oír de nuevo en las calles de ámbito de seguridad
Barcelona y Madrid. ciudadana.
145
Acciones de la Plataforma Comunitaria
Ante esta situación, las diferentes entidades que formamos
parte de la Plataforma Comunitaria Trabajo Sexual y Conviven-
cia nos hemos planteado los siguientes objetivos. A nivel interno:
proceso de acercamiento de discursos; consensuar los objetivos y
líneas de trabajo; y coordinación del trabajo, evitar duplicidades
y complementariedad.
Entendíamos que, antes de iniciar ninguna acción, debíamos
trabajar internamente y consensuar los discursos. El objetivo que
todas perseguíamos lo teníamos claro, pero nuestras procedencias
y nuestras maneras de pensar no siempre han convergido.
A nivel político: manifestación en pro de los derechos de las
trabajadoras del sexo en octubre de 2003; mesa de trabajo en el
Distrito I, de Ciutat Vella; búsqueda de alianzas en los diferentes
partidos políticos; búsqueda de interlocutores en las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado; y acciones de sensibilización
con otras entidades.
Éstas son las acciones que consideramos hay que priorizar, sobre
todo para minimizar los efectos que están teniendo en la vida de
las mujeres las diferentes acciones del Gobierno municipal.
En cuanto a las acciones que hemos llevado a cabo, hay que
destacar que se ha priorizado el trabajo con las mujeres, la búsqueda
de formas para que sea su voz la que se escuche.
Acciones de la Plataforma con las mujeres: organización de las tra-
bajadoras del sexo; proceso de consulta sobre las propuestas del Institut
Català de la Dona; dos reuniones (20 y 50 mujeres, respectivamente)
donde acudió la presidenta para recoger sus peticiones; ponerle palabras
a los conflictos y reivindicaciones; y trabajo de cohesión de grupo.
Por último, y muy rápidamente, me permito apuntar algunos
aspectos que creo nos diferencian de otras ciudades, concretamente
de Madrid, y nos hacen ver, a pesar del panorama que he presentado,
que aún hay muchas cosas que se pueden hacer y posibilidades de
avanzar. Concretamente: no estamos en el centro estratégico de de-
cisiones políticas reales; no hay personas en estancias de poder que
tengan un discurso muy definido; hay una cierta voluntad política
por parte del Gobierno de la Generalitat de Catalunya e inquietud
e interés de las entidades en trabajar conjuntamente.

146
Las prostitutas se organizan:
hablan las trabajadoras del sexo

147
148
Presentación

Desde que creamos Hetaira, en 1995, las mujeres que emprendi-


mos esta aventura hemos tenido claro que uno de nuestros objetivos
fundamentales es promover la autoorganización de las prostitutas
y conseguir así que su voz se oiga en la sociedad.
Éste no es un objetivo fácil. Los tiempos que corren no son
precisamente favorables para la organización en general, y menos
de un sector de la población que presenta unas características es-
peciales que impiden crear lazos organizativos estables. Se da una
gran movilidad laboral (hoy se trabaja aquí y mañana allá); existen
intereses diversos entre ellas, dependiendo del origen nacional, de
las zonas y las maneras de trabajar (en la calle, en clubes...), del
hecho de ser mujeres, hombres o transexuales... Especificidades
todas ellas atravesadas por una dificultad fundamental: el estigma
que pesa sobre quienes ejercen la prostitución, especialmente si se
trata de mujeres, y no digamos ya si son inmigrantes.
Organizarse quiere decir “dar la cara” y eso es especialmente
difícil si eres prostituta. Ejercer como trabajadora del sexo impli-
ca que la sociedad te vea como una especie particular de mujer y
que, a partir de ahí, toda tu vida y tus actos se contemplen bajo un
prisma, encaminado a denigrarte y a recordarte, las 24 horas del
día, a qué te dedicas y quién eres. Superar este estigma y convertir
aquello que nos quieren hacer vivir como una tara en un motivo
de orgullo no es fácil.
Individualmente es imposible, pero juntándonos con otras mu-
jeres, sean éstas prostitutas o se dediquen a otra actividad laboral,
se demuestra que es posible. Hablar de lo que implica el estigma
de putas para todas las mujeres, compartir nuestras vivencias,
intercambiar saber y experiencias... ha sido y sigue siendo una de
las riquezas mayores de nuestro colectivo.
Cuando empezamos, en nuestro país, estábamos solas. Aunque
no existía ninguna organización similar a la nuestra, contamos con
149
el apoyo de nuestras amigas de Transexualia, una organización
que reúne a un porcentaje importante de transexuales femeninas
que ejercen la prostitución. Al poco tiempo comienza su anda-
dura LICIT (Línia d´Investigació i Cooperació amb Immigrants
Treballadores Sexuals), un grupo que actúa en Barcelona, con el
que mantenemos lazos fraternales y con el que intercambiamos
experiencia y apoyo mutuo. En 2003 nace AMEP (Asociación de
Mujeres que Ejercen la Prostitución), un grupo que actúa en Sevilla
y con el que compartimos objetivos comunes.
A pesar de las dificultades, hemos avanzado en estos años.
Cada vez hay más personas y grupos que trabajan en proyectos de
prostitución desde una perspectiva que favorece el empoderamiento
de las prostitutas. Incluso algunos sectores que, en principio, se
dedicaban a este trabajo desde una perspectiva abolicionista, hoy
defienden la necesidad de contemplar sus derechos y darles voz.
En este sentido, seguro que no están en esta mesa redonda todas las
que podrían estar. Porque dar la cara e identificarte como prostituta
ante la sociedad conlleva un proceso. Se empieza acudiendo a las
reuniones, atreviéndose a decir a lo que te dedicas en pequeños
núcleos, en determinadas reuniones, ante algunas instituciones, y
finalmente se da el salto de aparecer en los medios de comunica-
ción exigiendo derechos. Sabemos que muchas prostitutas están
en este camino.
Para la mesa redonda de hoy hemos querido contar con aquellas
prostitutas que son representativas de otras; que están organizadas
y que se baten el cobre día a día para defender sus derechos y los
de sus compañeras; que hacen esfuerzos por encontrar las reivindi-
caciones comunes, por organizar y promover la rebeldía entre sus
compañeras; por plantar cara ante la sociedad y las instituciones;
aquellas que exigen a los medios de comunicación ser tratadas con
dignidad y respeto, dejando a un lado el morbo y el desprecio. Ellas
son Margarita Carreras, María José Barrera, Carolina Hernández,
Nancy Losada y Hedi Rueda.
Margarita Carreras es �����������������������������������������
trabajadora del sexo en Barcelona y miem-
bro del colectivo Línia d´Investigació i Cooperació amb Immigrants
Treballadores Sexuals (LICIT). Ella se pregunta por qué la gente
adopta posturas de sorpresa o indignación y no de incertidumbre
e interés cuando conocen a una prostituta. Además, dice que si la
prostitución fuera considerada un trabajo: “Tendríamos mayor
autonomía sobre nuestras vidas y obtendríamos una herramienta

150
muy poderosa para acabar con el estigma y con nuestra forzosa
doble vida”.
María José Barrera pertenece a la Asociación de Mujeres que
Ejercen la Prostitución (AMEP) de Andalucía, que se creó en Se-
villa en noviembre de 2003.
Carolina Hernández, de nacionalidad ecuatoriana, es transexual,
trabajadora del sexo y miembro de Hetaira. Este es un pequeño ex-
tracto de una de sus conferencias: “Las mujeres que están en la calle
son principalmente inmigrantes. La vida, la cultura y el entorno
en el que viven en su país no es el mismo que el que encontramos
aquí. Por eso, en lugar de criminalizarlas y marginarlas, deberíamos
tener en cuenta sus necesidades y tratar de solventarlas”.
Nancy Losada, de nacionalidad española, es transexual y tra-
bajadora del sexo. Confundadora de Transexualia y de Hetaira,
actualmente trabaja como mediadora social en la organización
Médicos del Mundo.
Heidi Rueda, de nacionalidad ecuatoriana, ha ejercido la pros-
titución durante 13 años, primero en Ecuador y después en la calle
de la Montera de Madrid. En 2002 deja la calle, pero explica:“No
ejerzo, pero les echo una mano. Siempre digo que aún soy pros-
tituta. Me gusta ser prostituta, me siento bien”. Es colaboradora
del colectivo Hetaira.

151
152
Por qué no

Margarita Carreras

Soy Margarita Carreras y no soy prostituta sino que trabajo de


prostituta. Cuando no trabajo de prostituta, trabajo de camarera de
pisos o como mediadora intercultural. Lo digo contundentemente
porque todo el mundo tiende a catalogar a las prostitutas por lo
que trabajamos y no por lo que somos. La Constitución española
me ampara como a una persona con derechos y deberes, y además
me da el privilegio de poder decidir cuándo quiero trabajar, dónde
quiero trabajar y de qué quiero trabajar. Esto quiero que quede
muy claro para todo el que tenga una idea confusa de lo que somos
las personas que trabajamos en la prostitución; somos, ante todo,
personas que trabajamos en la prostitución.
Mi ponencia se titula “Por qué no”. Cuando hablamos de prosti-
tución la gente suele adoptar actitudes de sorpresa e incertidumbre.
A mí me gustaría que la actitud fuera de interés por informarse, por
escuchar, por aprender. Normalmente, muchas personas opinan so-
bre la prostitución sin tener información suficiente para hacerlo.
Para mí es muy importante conseguir que quienes ejercen la
prostitución tengan la mayor autonomía posible en sus vidas, y
esto se consigue si se mejoran las condiciones laborales de nuestro
oficio. Podremos acabar así con el estigma que nos rodea y con la
forzosa doble vida que nos obligan a llevar. La hipocresía social
nos obliga a desdoblar nuestra personalidad, tenemos dos vidas:
la visible y la invisible. Las trabajadoras sexuales vivimos con
angustia que otras personas sepan cuál es nuestra actividad laboral.
Normalmente vivimos con temor al rechazo, no sólo por nosotras
sino porque puede afectar también a las vidas de nuestras hijas,
madres y familias. Lo he vivido. Me ha pasado con mi hija, que tan
sólo tiene seis años, y que ha tenido que soportar que otras madres

153
del colegio adviertan a sus hijos de que ella no es una buena com-
pañía, sólo porque yo, su madre, trabajo de prostituta. Pienso que
estas madres deberían educar a sus hijos en la tolerancia, no en el
rechazo a quienes no son como ellas. Y desde luego, mi hija no de-
bería ser discriminada por el hecho de que yo ejerza la prostitución.
Los prejuicios están en la cabeza de las personas mayores, no en la
de los niños. No entiendo por qué hay personas que me juzgan y
sentencian sin tan siquiera conocerme. Prefiero respetar a todo el
mundo y exijo igual respeto para mí. Igual sucede con las personas
que te ven parada en la calle y te miran perdonándote la vida. ¿Por
qué somos tan inhumanos los unos con los otros? Seamos mejores
personas, ser amables no cuesta nada, es gratis.
A veces trabajo como camarera de pisos en hoteles de cuatro
estrellas, porque ya que he decidido ser fregona, por lo menos que
sea en lugares mejor remunerados. La explotación laboral es la
misma, pero pagan más. Tengo un horario y un sueldo fijos. Cuando
trabajo en la prostitución el horario lo pongo yo y no tengo sueldo
fijo; el salario lo fijo yo, pongo precio a mis servicios sexuales y
a mi tiempo. Hay quienes me dicen: “Es que tú te vendes”. Esto
es totalmente erróneo. Yo, simplemente, presto unos servicios a
cambio de dinero. Todos prestamos nuestro tiempo porque nos
pagan a final de mes.
He trabajado en muchos lugares, en algunos me han respetado
como trabajadora y en otros no. En el trabajo sexual pasa lo mismo.
Hay clientes que piensan que son los que mandan, los que ordenan,
dentro y fuera de la prostitución. Trato a todos mis clientes con
respeto y, a veces, consigo que me traten con el mismo respeto.
Me interesa, sobre todo, que sean pacíficos, que tengamos un en-
cuentro tranquilo. El trabajo sexual no sólo es una relación física,
hay también comunicación, diálogo... La gente busca compañía
porque la peor enfermedad de este siglo es la soledad. Los clientes
piensan en pasar un buen rato y en salir del encuentro con su ego
alimentado.
Según mi experiencia, en el trabajo sexual encuentras más
compañerismo que en otros empleos. En otros trabajos siempre te
encuentras con quienes piensan que les vas a quitar el puesto y te
hacen la vida imposible o te amargan los días de trabajo. Y digo yo,
si ya está el jefe para fastidiarnos, que además lo hace divinamente,
¿por qué no tratamos de llevarnos mejor?

154
Margarita Carreras recogió en nombre de Manu Chao el Goya a la
Mejor Canción Original 2006 por su canción Me llaman calle, incluida
en la película Princesas, de Fernando León de Aranoa.

Hay quienes, sin saber, afirman: “Es que siendo prostituta una
no se siente realizada”. He trabajado en un barco, el buque-bus,
que realiza el trayecto entre Barcelona y Mallorca, ida y vuelta, y
perdonadme, pero yo no me sentía nada realizada limpiando los
vómitos de los pasajeros.
Acabo como empecé. Piensen siempre que, ante todo, nosotras
somos personas y después trabajadoras. Trabajadoras del sexo.

155
Tenemos que hablar

María José Barrera


La Asociación de Mujeres que Ejercen la Prostitución (AMEP)
de Sevilla se crea el 28 de noviembre de 2003. Hay quienes dicen
que la bendición nos la dio José Chamizo, actual Defensor del
Pueblo de Andalucía, y antes sacerdote. La asociación está for-
mada por mujeres que ejercen la prostitución, que la han ejercido,
o que no tienen nada que ver con esto pero que quieren colaborar
con nosotras. La creamos porque necesitamos autoorganizarnos.
Pones la tele y todo el mundo habla de prostitución y sabe lo que
nos hace falta y lo que no, pero creo que es necesario que se nos
escuche. Somos nosotras las que tenemos que hablar, porque ¿quién
conoce mejor la realidad que vivimos y, por tanto, la desprotección
que sufrimos?
AMEP nace de la mano de la Federación de Mujeres Progresistas
de Andalucía. Al principio pensamos: “¡Madre mía del Rocío, fe-
ministas!”. Pero luego aprendimos a diferenciar entre las feministas
que nos defienden y las abolicionistas moralistas, que son las que
más caña nos dan. A veces ni nos atrevemos a ir a algunos sitios a
contar nuestra experiencia. Te encuentras con gente que se ríe de
ti o a quienes sólo les interesa el morbo de la prostitución. Otras
personas no escuchan lo que dices, no te ven como a cualquier
otra trabajadora. Por eso, normalmente hablamos con sentido del
humor, porque “palos” ya recibimos bastantes.
AMEP pretende establecer una red de apoyo que potencie el
intercambio y la autoayuda entre nosotras y también poder par-
ticipar, de forma organizada, en el diseño de políticas públicas.
En Sevilla, por ejemplo, se ha creado la mesa de prostitución; sin
embargo, la componen fundamentalmente mujeres abolicionistas
que hablan continuamente del patriarcado.

156
Yo me metí a puta porque me hacía falta dinero para vivir y
para darle de comer a mi hijo. Por mi experiencia, puedo decir que
prefiero la calle a los clubes y locales cerrados. Hay más compañe-
rismo en la calle. Los dueños de los clubes hacen que nos pelemos
unas con otras. También está el problema de las mafias. Las mujeres
tienen miedo a denunciar, porque la policía es la primera que no
las apoya, por eso no denuncian. Deberíamos unirnos todas las
asociaciones y las ONG para denunciar estas situaciones, porque
una mujer sola no puede hacer mucho, pero unidas sí. Al menos
intentarlo. Somos cada vez más las que damos la cara y poquito a
poco se nos va escuchando.
En Sevilla, se ha firmado un convenio de salud para la pre-
vención de enfermedades de transmisión sexual, pero de las
situaciones laborales de las mujeres no se habla. El problema de
las transmisiones sexuales no lo tenemos las chicas, lo tienen los
clientes. Estuve hablando con el delegado de Salud y le dije que
nos diera una paguita a cada una de nosotras porque le hacemos
la mejor propaganda del uso del preservativo. Nos peleamos todo
el tiempo con los clientes para que lo usen. Lo que tendrían que
reconocer los políticos es que necesitamos protección social, laboral
y sanitaria como trabajadoras del mercado del sexo que somos. Por
eso es por lo que estamos luchando. Que las mujeres que quieran
cursos de formación para trabajar en otra cosa, que los tengan, pero
por favor, que no nos den más cursos de autoestima, ya está bien.
Desde AMEP pedimos cursos de formación en oficios que tradicio-
nalmente son para hombres, cursos de mecánica, por ejemplo. Son
trabajos bien pagados y no aquellos que nos dejan siempre a las
mujeres: el servicio doméstico, el cuidado de personas... Queremos
cursos de formación que nos sirvan, que ya estamos hartitas de que
nos den cursos que no nos sirven para nada. Y, por supuesto, que
nos paguen por realizarlos. Porque si dejamos la prostitución para
formarnos, cuando llegamos a casa ¿qué le echamos a la olla, las
hojas del curso de autoestima? Nosotras lo que no necesitamos es
que nos escuchen, que se escuchen nuestras necesidades y que se
pongan medios para resolverlas.

157
Mujeres con ilusiones

Carolina Hernández
A muchas personas les resulta extraña la palabra hetaira. En la
antigua Grecia a las mujeres que servían de compañía a los hom-
bres se las llamaba así, hetairas. Hetaira se crea el 12 de marzo de
1995, hace nueve años, dos meses y dieciocho días. Empezaron
veinte mujeres, prostitutas y activistas. Es gratificante poder lu-
char conjuntamente por los derechos de las mujeres, sobre todo
de las más desprotegidas, las “sin derechos”. No es difícil llegar
a nosotras las putas y descubrir cuáles son nuestras inquietudes,
problemas y conflictos. Lo único que no hay que hacer es burlarse
de sus derechos. Es la única manera de hacer amigas.
Cuando conocí Hetaira tenía dudas, ya había sido engañada
por otras asociaciones; pero me llamó mucho la atención que se
interesasen por mí a nivel personal y que me hicieran saber que
necesitaban de mí, de nosotras. Después de haber hablado dos o tres
veces con ellas me invitaron a una fiesta en su local, allí descubrí
que tenía que ser Carolina de Hetaira.
Siendo ya parte del colectivo, mi misión es hablar con mis
amigas prostitutas, que se encuentran en mi misma situación, para
que sepan que hay personas que luchan por nuestros derechos.
Pero no es fácil. Nuestras vidas son duras y, a veces, lo que más
nos reclaman es ayuda personal, conocer dónde localizar médicos
o abogados que no las discriminen. Pero poco a poco nos vamos
organizando para reclamar derechos y hemos salido a la calle, en
manifestaciones, para que la ciudadanía lo sepa. La primera en
2002 y la segunda en 2003.
Luchar por los derechos de las trabajadoras sexuales es una
labor larga y dura. Desde Hetaira transmitimos la idea de que todas
las mujeres (amas de casa, secretarias, deportistas o prostitutas)
tenemos derechos y éstos no pueden ser burlados.

158
Carolina Hernández con la actriz Candela Peña en la tercera
manifestación de prostitutas celebrada en Madrid el 27 de noviembre
de 2005.

La prostitución no es ilegal, aunque muchas personas traten de


criminalizarnos y nos asimilen con los delincuentes. La delincuen-
cia acecha en todas las calles de la ciudad, y el centro de Madrid
se deteriora por múltiples problemas que no se solucionan desde
la Administración. Pero es más fácil culpabilizar a las prostitutas,
hacernos responsables del deterioro y la degradación. No se atajan
los problemas (de las personas sin hogar, de los ex presos sin futuro,
de las personas adictas a las drogas) sino que se trasladan de unos
barrios a otros usando, exclusivamente, el hostigamiento policial,
no poniendo en marcha medidas sociales.
El Plan contra la Esclavitud Sexual del Ayuntamiento de Madrid
empeora considerablemente nuestra situación. Las afectadas, para
mal, somos las prostitutas, que lo único que deseamos es tener un
lugar donde trabajar seguras y tranquilas. La cantidad de policías
que resguardan la calle de la Montera –que para a nuestros clientes,
que nos pide que nos identifiquemos varias veces al día– impide que
podamos trabajar. Las constantes redadas que se realizan en la Casa
de Campo y en el polígono industrial de Villaverde ahuyentan a los
clientes. Somos el objetivo principal de la policía, que no respeta
nuestra libertad de movimientos. Somos mujeres con sueños, ideas
e ilusiones y nadie tiene derecho a terminar con ellos.

159
Este plan no nos sirve absolutamente para nada. Nos brindan
una miserable ayuda de 300 euros que no sirve para vivir desaho-
gadamente en Madrid. Hablan de explotación y esclavitud, pero nos
persiguen y no nos escuchan. El alcalde jamás contesta a nuestras
peticiones de entrevista ni nos brinda un lugar donde podamos
trabajar seguras y tranquilas. Pero no nos damos por vencidas,
seguiremos luchando por salir adelante. Lo único que hacemos es
ofrecer satisfacción sexual a nuestros clientes. No somos margi-
nales sino marginadas. No somos criminales sino criminalizadas.
El acoso policial, el hecho de que te paren porque estás en la calle,
por ser puta, por ser extranjera (da igual si tienes papeles o no), es
bastante frustrante. Exigimos que se respeten nuestros derechos.
Basta ya de detenciones arbitrarias o de que pongan tanto celo en
repatriar a las inmigrantes prostitutas sin papeles.
Algunas hemos abandonado el centro y nos hemos desplazado
a trabajar lejos, para no molestar supuestamente a los ciudadanos.
Sin embargo, el conflicto no termina; el acoso es cada día más
insistente: redadas y espectaculares operativos policiales, tratán-
donos como si fuéramos terroristas, como si cada una de nosotras,
en lugar de llevar preservativos, lleváramos pistolas. A veces nos
paran cuando estamos ocupándonos con nuestros clientes y también
a ellos les piden la documentación para intimidarles; o te encuentras
haciendo un servicio y te obligan a desocupar el coche, te piden la
documentación y te llevan detenida. El resguardo que has obtenido,
mientras tratas de regularizar tu situación, no te sirve absolutamente
para nada, y en comisaría te hacen un decreto de expulsión y te
detienen toda una noche argumentando que estás indocumentada.
Ésa es la explicación que recibes de parte de la policía. Somos el
principal objetivo de las leyes que nuestro Gobierno aplica frente
a la inmigración irregular. Somos las más vulnerables, marginadas
y discriminadas.
La situación de alegalidad en que se encuentra el trabajo sexual
nos convierte en personas que no pueden exigir derechos. Los
prejuicios sociales hacen que la profesión más antigua del mundo
no sea aceptada como una actividad más.

160
Nosotras, no las que “nos hablan”

Nancy Losada
La transexualidad no es un fenómeno nuevo, es tan antiguo
como el mundo. Más nueva es la palabra transexual, que se forja
allá por los años cincuenta. Las personas transexuales, aunque
pertenecemos a un grupo minoritario, hemos existido y seguiremos
existiendo. Siempre habrá gente que no esté a gusto con el sexo
con el que nace. ¿Por qué? Nos gustaría saberlo y dar una respuesta
a tanta gente que nos lo pregunta. No lo sabemos, no lo saben ni
quienes tienen cátedra en eso del saber.
Lo que sí sabemos es que casi siempre hemos hecho lo mismo,
siempre hemos trabajado en el espectáculo o en la prostitución. Se
nos ha mantenido al margen de la sociedad, tal vez porque no pode-
mos procrear, algo que tiene un valor primordial en nuestra cultura.
En estos momentos, afortunadamente, se está resquebrajando esa
idea. Valemos para ser prostitutas y para muchísimas cosas más.
Estamos haciendo cambiar, poco a poco y con mucho esfuerzo,
las ideas que se tienen sobre las personas transexuales. No es que
estemos en contra de la prostitución, por supuesto, pero sí estamos
en contra de que no nos dejen ocuparnos en otros trabajos. No
obstante, las cosas cambian y ahora se acepta mejor a las personas
diferentes, por eso se nos ve y se nos escucha más.
La relación entre transexuales femeninas y prostitución ha sido
históricamente muy estrecha. Nosotras hemos tenido que cargar con
el doble estigma de ser transexuales y prostitutas. El 28 de junio
de 1978, la Coordinadora de Colectivos por la Liberación Gay de
Cataluña y el Colectivo de Delincuencia y Marginación editan una
octavilla denunciando las redadas y detenciones de transexuales
prostitutas. En 1979 aparece la prostitución de transexuales y tra-
vestidos en el Paseo de la Castellana de Madrid. Las redadas son
continuas y los medios de comunicación publican fotos y datos
personales de nuestras compañeras. No se nos detiene por prosti-

161
tutas sino por escándalo público; se nos aplica la Ley de Vagos y
Maleantes y la Ley de Rehabilitación y Peligrosidad.
El origen del colectivo Transexualia se debe, en parte, a nuestra
protesta por las continuas redadas. Nada más nacer, desde Tran-
sexualia nos ponemos en contacto con la entonces delegada del
Gobierno en Madrid, Ana Tutor, que las paraliza. En un primer
momento incluimos en nuestros estatutos la regularización de la
prostitución, pero posteriormente relegamos esta reivindicación
por la complejidad de su inclusión en nuestros estatutos.
En 1991 solicitamos la regulación fiscal de nuestros ingresos
como trabajadoras sexuales. La respuesta del Ministerio de Eco-
nomía y Hacienda es que dicho trabajo no está regulado y que, por
tanto, no se pueden declarar tales ingresos.
En 1992 denunciamos al alcalde de Barcelona, y al concejal de
vías públicas, a los partidos de izquierda y al Parlamento Europeo
por las continuas redadas indiscriminadas que sufren las transexua-
les con motivo de la celebración de las Olimpiadas del 92. Redadas
que no tienen en cuenta las recomendaciones del Parlamento Eu-
ropeo para evitar la discriminación de las prostitutas y el Tratado
de Ancona. Ese mismo año asistimos al Congreso de Prostitución
celebrado en Frankfurt y organizado por Hydra (una asociación de
prostitutas alemanas, fundada en 1980).
En 1993, Transexualia denuncia a Telemadrid por la grabación
de prostitutas sin su autorización y a la Policía Municipal por pro-
teger a los cámaras de televisión.
En 1995 colaboramos en la fundación de Hetaira, colectivo con
el que seguimos trabajando. En 2000 llegamos a un acuerdo de
colaboración con Médicos del Mundo de Madrid, un proyecto muy
bonito que aún continúa. Desde una unidad móvil –que se desplaza
a los lugares donde se ejerce le prostitución– y con un equipo for-
mado por trabajadores sociales, endocrinos, médicos, psicólogos y
mediadoras transexuales, ofrecemos información gratuita a todas
las transexuales femeninas que trabajan en la prostitución.
Desde Transexualia pensamos que la prostitución debería estar
regulada y las trabajadoras sexuales deberíamos tener los mismos
derechos y deberes que el resto de trabajadoras y trabajadores de
este país. Por eso, estamos estudiando distintos modelos de regu-
larización que ya se aplican en otros países europeos.
Estamos en contra de los planes puestos en marcha por el Ayun-
tamiento de Madrid. La idea de penalizar a los clientes es difícil de
aplicar en nuestro país y además ha demostrado que esa medida no
162
ha funcionado en Suecia. Por otro lado, las alternativas de integración
laboral son inexistentes. Lo único que le interesa al Ayuntamiento es
eliminar la prostitución visible, como la de la calle de la Montera,
pero no tiene realmente ninguna intención de solventar los problemas
de las prostitutas. De hecho, dejándose llevar por su moral, insiste
en erradicar la prostitución de la calle de la Montera pero no hablan
nunca de la que se da al lado, en la Puerta del Sol, simplemente
porque ésta otra no es visible, es prostitución masculina.
La represión conlleva más marginalidad para las trabajadoras del
sexo y las empuja a trabajar en locales de alterne, casas cerradas y
clubes, donde la explotación laboral es mayor. Pedimos que las inter-
locutoras en este conflicto seamos las propias trabajadoras del sexo.
Solicitamos que los sindicatos estudien cómo y de qué manera
puede cambiarse esta situación. La prostitución callejera es una
variante más del trabajo sexual y todo sería más fácil si se nos
ofreciera una ubicación que conformase a prostitutas y vecinos y co-
merciantes. Sería la mejor manera de que no se dieran conflictos.
No existen políticas de integración laboral para las prostitutas
que realmente desean dejar el trabajo sexual; y la amplia mayoría
que desea seguir ejerciendo libremente lo hace sin derechos. A cam-
bio sólo reciben presencia policial y desprecio social.
Transexualia asesora e informa a las trabajadoras del sexo. Pero
no habría sido posible sin la labor de Sonia Fernández, miembro de
Transexualia que ya ha fallecido; la psicóloga Cristina Garaizabal;
nuestro abogado Juan Vázquez; Nino Olmeda; y de Hetaira, una
asociación que no distorsiona la realidad y da una información
sobre las trabajadoras del sexo y las transexuales femeninas que
nos acerca a la normalidad.
Por último, déjenme enviarle un mensaje a nuestro “padre”
(no al espiritual, que ése nos entiende porque al fin y al cabo nos
ha creado con nuestros defectos y virtudes), a nuestro “papá Es-
tado”, que tiene la obligación de mirar por los intereses de toda la
ciudadanía. Porque, aunque seamos sus hijas díscolas, tiene que
escucharnos y permitirnos hablar. Porque hablando se entiende
la gente y podríamos encontrar esa solución, ese final feliz, que
anhelamos: “Papá, papito lindo, mira que hemos organizado estas
jornadas para que no te dejes engañar, para que entiendas la reali-
dad. Hemos tenido el valor de contártelo nosotras. Sí, nosotras; no
las otras, las que hablan en nuestro nombre sin saber de nuestros
deseos. Sin nada más que contarte y con mucho cariño se despiden
tus hijas que te quieren” .
163
La universidad de la vida

Heidi Rueda
Tengo 37 años y soy de Ecuador. Me titulé en la universidad de
la vida, he ejercido la prostitución durante muchos años. A la edad de
15 me comprometí con mi marido, fui ama de casa, cociné, fregué
y le atendí. Fui madre a los 16 años porque no tenía conocimiento
de los anticonceptivos. Fui esposa y madre, una “mujer buena”
para la gente que me rodeaba. Pero pasaron los años y el gusto y
el afecto se fueron terminando poco a poco. Cuando me separo,
decido ejercer la prostitución y paso a ser una “mala mujer”.
Soy puta y madre, he aprendido mucho en todos estos años y
me siento bien al tener a todos mis hijos conmigo; ellos me en-
tienden y apoyan y mi madre también, el resto de la sociedad me
importa un comino.
Colaboré en mi país con organizaciones de apoyo a prostitu-
tas. Cuando vine a España seguí trabajando en la prostitución y
luchando por mis derechos. No me callo ante las injusticias, y las
mujeres de la calle de la Montera me nombran su líder y formamos
la Agrupación Montera. Comenzamos a colaborar con Hetaira
porque era el colectivo que supo escucharnos y apoyarnos.
Las prostitutas inmigrantes, con y sin documentos, sufríamos
el acoso vecinal y policial. Las trabajadoras del sexo sin derechos
exigimos a las autoridades que hicieran algo para no sentirnos
desprotegidas, queríamos trabajar tranquilas y pedíamos áreas
acondicionadas donde ni nos molestasen ni molestásemos.
Nos manifestamos el 19 de febrero de 2002 en la calle de la
Montera. Algunas dimos la cara y otras dimos la voz. Las caretas
que muchas llevaban nos sirvió para hacernos visibles a todas y
muchos periodistas hablaron de nosotras. Después de esa mani-
festación ya nadie pudo ignorarnos, por eso seguimos en la lucha,

164
Heidi Rueda se dirige a sus compañeras, megáfono en mano, en la
primera manfiestación de prostitutas que tuvo lugar en Madrid el 19 de
febrero de 2002, fotografía de Mamen Briz.

para ver si los burócratas y los políticos hacen algo y dejan de


vulnerarse nuestros derechos.
También tienen que acabar con las grandes mafias, para que
se den cuenta de que no todas somos esclavas sino prostitutas por
decisión propia. Somos prostitutas sólo en las horas de trabajo, da-
mas cuando terminamos de trabajar, madres y esposas en nuestros
hogares y putas en la cama, con nuestras parejas.

165
166
Manifiesto por los derechos de las
prostitutas

En la actualidad, en nuestro país, la prostitución se mueve en una


situación de alegalidad: su ejercicio no constituye un delito, pero
las personas que lo ejercen carecen de derechos reconocidos.
En marzo de 2002, el Senado constituyó una Comisión Especial
de Estudio de la Prostitución. Los trabajos que emprendió fueron
paralizados antes de las últimas elecciones generales sin llegar a
ninguna conclusión.
El Plan contra la Esclavitud Sexual puesto en marcha, en marzo
de 2004, por el Ayuntamiento de Madrid ha empeorado considera-
blemente la situación del sector de prostitutas más vulnerable (las
que captan la clientela en las calles de nuestra ciudad), negándoles
derechos humanos tan elementales como el respeto a su dignidad
o el derecho a la libre circulación.
Preocupadas ante esta situación, las personas abajo firmantes
queremos manifestar ante la ciudadanía y los poderes públicos lo
siguiente:
ÿLos derechos humanos de las prostitutas, especialmente el
derecho a emigrar, a la libertad de movimientos y a establecer sus
propios negocios, no están siendo reconocidos en la actualidad.
Creemos que urge no sólo que se reconozcan, sino que se pongan
los medios necesarios para que se garanticen.
ÿQue se reconozca, como plantea una sentencia dictada en 2001
por el Tribunal de Justicia de Luxemburgo, que la prostitución es
una actividad económica legítima.
ÿQue se reconozca y respete la dignidad de las prostitutas y
su capacidad de decidir, sin coacciones, a qué quieren dedicarse
y cómo o con quién quieren establecer acuerdos comerciales.
Consecuentemente, rechazamos el “hostigamiento” a los clientes
que está llevando a cabo la Policía Municipal en Madrid, como

167
parte del citado Plan contra
la Esclavitud Sexual, ya
que esa medida no sólo no
reduce la demanda, sino que
favorece los tratos rápidos y
clandestinos con el consi-
guiente empeoramiento de
las condiciones de vida de
las prostitutas.
ÿQue se negocien, te-
niendo en cuenta la voz
de las propias prostitutas,
espacios públicos donde
puedan ejercer libremente
Dibujo del ilustrador polaco Janec la prostitución, en buenas
Wozniac. condiciones de higiene,
seguridad y tranquilidad.
La calle, como paradigma del espacio público, es de todos y no
de alguien en particular. Por lo tanto, su uso, si genera conflictos,
debe ser consensuado.
ÿQue se persiga de manera fehaciente a las mafias que obli-
gan y fuerzan a mujeres a prostituirse y las explotan en régimen
de esclavitud. Que se acabe ya con la hipocresía de las pomposas
declaraciones públicas de rechazo y anatema de estas prácticas
inhumanas, internacionalmente organizadas y se pongan los me-
dios, que los hay, para acabar con ellas, por encima de todo tipo
de intereses creados.
Madrid, mayo de 2004.

168
Escritores y escritoras por los derechos
de las prostitutas

Los siguientes textos fueron cedidos a Hetaira por sus


autores y autoras y leídos por trabajadoras del sexo en la
inauguración de las jornadas La prostitución a debate: por
los derechos de las prostitutas (Madrid, mayo de 2004).

169
170
Las mujeres invisibles

Fernando León de Aranoa


Las mujeres invisibles no existen, no trabajan en la Casa de
Campo cada noche, no pasean casi desnudas entre sus árboles
asombrados, como de bosque encantado venido a menos. Podréis
verlas allí, haciendo equilibrios sobre la cuerda floja de sus arcenes,
paseando inestables, hermosas, entre el caudal lento y metalizado
de los coches. Podréis verlas, pero en realidad no estarán ahí. No
tienen papeles que lo demuestren, que les den la identidad y la vida,
el derecho a caminar por las calles sin miedo a los uniformes. Tam-
poco su trabajo existe, aunque pagan a diario los altos impuestos
de la precariedad, la triple cuota diaria de la persecución y el dolor,
triple por mujeres, por ilegales, por putas. Tienen tantos jefes al día
como clientes abrazan su fe y los riesgos laborales que asumen son
tan grandes que, de saberse, harían enrojecer a sindicatos, ministros
y primeros de mayo.
Las mujeres invisibles carecen además de voz. Oiréis a muchos
hablar en su nombre, nunca a ellas. Cuando las quieren salvar,
cuando las quieren proteger, cuando las quieren esconder, cuando
las quieren echar, tampoco podréis escucharlas porque nadie les
pregunta nada, nunca.
Son las mujeres transparentes, las de la mirada secreta. La so-
ciedad mira a través suyo, las oculta con disimulo bajo la alfombra
desteñida del progreso y niega su existencia porque se avergüenza.
No encontraréis a nadie, político o cliente, que admita haberlas
visto, haber escuchado de su boca palabra, risa o lamento. Alguien
vertió en su copa la pócima siniestra de la invisibilidad social y hoy
vagan por los bosques desencantados que circundan las ciudades.
Son las mujeres invisibles, los papeles las desmienten, contradi-
cen su existencia, son una hipótesis sin formular aún: princesas

171
confundidas, desterradas, que viven a diario el exilio forzoso de
la desesperación.
Sin embargo, cada noche, en la Casa de Campo, sale vaho de
sus bocas cuando ríen, reunidas en torno a la hoguera cómplice
de su conversación. Si escucharais con atención las oiríais hablar
con una ternura desacostumbrada de sus novios, de sus hijos, de
lo que la vida tiene aún reservado para ellas; las oiríais discutir,
prometer, lamentarse a veces, aunque discretamente, sin perjuicio
de la alegría. Si escucharais, las oiríais también celebrar su cum-
pleaños un día, con un pollo rostizado comprado a los ambulantes
que frecuentan sus espacios. Luego el brindis emocionado, cerveza
y plástico, las palabras que se anudan en la garganta, los aplausos
y las risas, los bolsillos de la memoria cedidos ya a la fuerza de
tanta ausencia.
Mientras, a su espalda, el horizonte soberbio de la ciudad, con
sus torres de cristal, duerme tranquilo, ajeno a todo, también a su
propia fragilidad. Pero allí arriba, arriba, está la vida, hablando
en muchas lenguas distintas el idioma común de la esperanza.
Son las mujeres invisibles. No las podréis ver pero son, tal vez,
lo único real.

172
A través del cristal

Pablo Sanz
Entonces, a través del cristal, me llegan confusos los gritos, la
bronca terrible a la puerta del Afrodita. Jesús trata de evitar que
Maika salga a la calle, porque está muy alterada. Pero no lo consi-
gue, y resulta tremendo verla así, casi completamente desnuda en
mitad de la acera -es ridículo su minúsculo tanga rojo–, arropada
por este frío terrible, por esta ventisca furiosa que hace bajar to-
das las miradas. Jesús intenta retenerla, algo avergonzado porque
ella está en sus brazos, pero también porque está desnuda, porque
está montando un escándalo en la vía pública, como dicen los
municipotes, porque no consigue llevarla dentro del local. Porque
sigue chillando furiosa al orondo, que se ha retirado unos pasitos,
y sonríe con sorna, cínico, imperturbable, infinito el desprecio en
sus ojos, en el corte perfecto de su cálido abrigo inglés. ¡Qué eres
un cabrón, un hijo de puta, un cerdo...! ¡Sí, un cerdo y un cabrón!
Jesús no saber qué hacer. Entonces el cliente se decide, se acerca
despacio, burlón, como si uno de los puyazos de Maika le hubiese
alcanzado en la cruz. ¿Ah, no?, ¿crees acaso que no puedo?, ¿estás
segura, zorra? Jesús no puede detenerlo, porque es apartado de un
brusco manotazo, y el tío se abalanza sobre Maika, sobándole las
tetas violento, recreándose en su desdén, ¡mira como sí!, ¡lo ves,
puta!, ¡mira como sí puedo, hasta que me harte! Jesús se acerca,
el brazo entre ambos por separarlos. Pero también tiene miedo. El
gordo, triunfal y chulesco, se vuelve y se aleja, cerdo satisfecho.
Maika, furiosa, da unos pasos tras él torpe desde sus tacones de
tantos centímetros, desnuda como va, sin dejar de gritarle ya lejano
¡cerdo, hijo de puta!, ¡¡¡vete a la mierda, cabrón, hijo de puta...!!!,
llorando de rabia, de impotencia, de miseria. Yo siento un respingo
helado al verla así en la calle, con la rasca que hace. Y sí me fijo,
cuando Jesús la trae de vuelta, tratando de tranquilizarla (le ha echado
su zamarro por los hombros), en que tiene los pechos muy bonitos.
También sus pezones, pequeños, erectos de frío y desaliento.

173
De su relato Cincuenta pasos

Lucía Etxebarria
A mí las horas se me pasan andando los cincuenta pasos,
cincuenta arriba, cincuenta abajo, por la acera. Ando porque la
policía no nos quiere ver paradas. Nos han dicho que cada vez
que vengan ellos que no nos quieren ver paradas, que tenemos
que estar andando, o sea, están aquí tres horas ellos y tres horas
andando te tienes que estar, y que no puedes moverte mucho,
para no salirte de tu zona. Estos policía son nuevos, porque antes
venían los policías nacionales, los de los coches, ahora vienen los
de extranjería y eso (…).
Los de las tiendas están intentando echarnos, venga a decir
que están hartos de la prostitución y todo. Dicen que están hartos
por el mal ejemplo de los hijos, pero yo sé que tiene más que ver
con el precio de los pisos y de los locales. Pero como digo yo, si
nosotras no hacemos daño a nadie, si trabajamos en esto porque
tenemos que comer como todo el mundo, que nadie está aquí por
gusto y no robamos ni le hacemos daño a nadie, y que si estamos
aquí es porque hay quien nos quiere, también. Estamos horas aquí
mojándonos, empapándonos, pasando frío o pasando calor, según.
Ellos nos joroban. Que os quitéis de aquí, nos dicen. Como el otro
día me pasó, que estoy apoyada allí, en el sitio aquel de los tatuajes,
y viene el tío y me dice: Quítate de aquí. Y yo que le digo: ¿Me lo
puedes decir bien?, que soy una persona igual que tú.

174
Derechos profesionales. La
Constitución no distingue entre
ciudadanos de primera y de segunda

Rosa Regàs
Si las mujeres en su vertiente profesional son en general invi-
sibles para los hombres, si no hay forma de que nos consideren
iguales ni en el trabajo, ni en el hogar, ni tantas veces se considera
que son equivalentes nuestras capacidades creativas y mentales
con las de los ciudadanos de sexo masculino, el caso se agrava
de una forma estremecedora cuando se trata de las prostitutas. Se
agrava porque si en el caso de la mujer trabajadora la ignorancia
se basa en la cultura de nuestra sociedad que se niega a admitir la
igualdad, en el caso de las mujeres que se dedican a los trabajos
que tienen que ver con el sexo, se basa simplemente en la más
brutal hipocresía.
Nuestra sociedad pretende que dar a las prostitutas el derecho
que les corresponde a cotizar en la Seguridad Social para poder
disfrutar de sus beneficios, sería una aceptación de facto de un
oficio del que dicen renegar. Y sin embargo no es así, porque una
gran parte del colectivo masculino utiliza los servicios que ofrece
la prostitución, como lo demuestra, entre muchas otras cosas, las
inacabables páginas de todos los periódicos de la nación donde
se ofrecen los mencionados servicios, páginas que se suceden sin
interrupción y sin disminuir en número desde hace casi treinta años.
¿Cómo se compaginan esas ofertas que reconocen una profesión
siempre vigente y activa con la negativa a conceder a quienes la
practican los beneficios que les corresponden como ciudadanas?
Cada cual es libre de elegir el trabajo que quiera o de practicar
el que pueda, y las leyes morales de tal o cual creencia, secta o
religión que podrían negar la existencia y la práctica de la pros-
175
titución y en consecuencia los derechos inherentes a los trabaja-
dores, no tienen poder ejecutivo ni legislativo en España, donde
nos regimos por una Constitución que no hace distinciones entre
quién ha de gozar y quién no ha de gozar de los beneficios de los
derechos que proclama.
Lo que piden, pues, las prostitutas no es una extravagancia
sino un derecho. Y todos los que luchamos por la igualdad como
uno de los valores universales de nuestra sociedad junto con la
justicia y la libertad, defendemos la igualdad laboral entre las
prostitutas y las que no lo son, igual que defendemos la igualdad
en dignidad y derechos de todos los seres humanos, sean blancos
o negros, católicos o musulmanes, ricos o pobres. Así lo proclama
también la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones
Unidas que nuestro país ha suscrito. Cualquier otra forma de ver
el problema supone el sometimiento a una creencia religiosa o
moral, una mera opinión aplicable a los miembros de una familia,
una parroquia o una comunidad, pero no a la totalidad de los ciu-
dadanos del mundo.

176
Entre todas las mujeres

Eduardo Haro Tecglen

(Este texto fue cedido para nuestras jornadas por Eduardo Haro
Tecglen antes de su fallecimiento en octubre de 2005).

Hay un feminismo de salón, otro de partido, pocos de santo


hogar, muchos de literatura; pero no sacan adelante a las más
sufridas y maltratadas de entre todas las mujeres. Hay mucho
precios que tiene que pagar quien tiene hambre de sexo; ninguno
más barato que el que le dan las “mujeres de la calle”. En la larga
lista negra hay asesinadas en la calle o en el campo, cosidas a na-
vajazos, contusionadas, abusadas en los calabozos de comisaría; y
miradas con desdén por las damas que pasan. Denunciadas por los
comerciantes, como si algunos de ellos no tuvieran un comercio
menos decente y más adulterado que ellas; el “comercio sexual”
tiene siempre una chispa de entrega, un pago con el cuerpo; a veces
uno ha puesto también un rasgo de amor de minutos por esa mujer
de paso; a veces alguna le ha dejado una huella larga. Recuerdo
un poema de Gerardo Diego: “Tenía la misma voz que sueño para
mi amada”. La mujer junto a la que pasaba el poeta le llamó con
esa voz de fondo del cuerpo y le dijo “¡Vamos… anda…”; y a mí
ese poema que leí de niño me dejó una emoción que no olvido.
Recuerdo a Merceditas, compañera en las sillas del frontón donde
nos jugábamos el dinero que nos ganábamos, muy mal, ella con su
cuerpo, yo con mi escritura, y no nos tocamos nunca: hablábamos
y hablamos de nuestro trabajo. Murió de sífilis. “Hetairas y poetas
somos hermanos”, decía el poema de Manuel Machado, que tanto
amo. No olvido, y moriré con su recuerdo, los ojos de Zohora,
carbunclos negros, una vez coja de una patada de un religioso de
su religión, otra vez ofreciendo unas flores a la mujer que tenía
derechos sobre un hombre para que se lo dejara una sola noche.
A veces, cuando las veo apoyadas en la pared ajena, soy capaz de
recitar por dentro un ave maría: laico.

177
Mujeres que no existen

Soledad Puértolas
Si hay un asunto en el que la sociedad es perfectamente hipó-
crita, dejando por el momento muchos otros de lado, es el de la
prostitución. Constantemente leemos noticias escabrosas sobre
grupos mafiosos que se dedican a traer a España a jóvenes inmi-
grantes en busca de trabajos dignos y legales. Estas jóvenes son
obligadas luego a ejercer la prostitución para pagar el precio del
viaje, muchas veces son violadas por sus “jefes” y, en suma, su
vida se convierte en una especie de esclavitud.
Pero la prostitución no existe. No entra en nuestras normas. No
se sabe cuántas mujeres viven de la prostitución. Estas mujeres,
que no existen legalmente, no tienen derechos. Ni Seguridad Social
ni horario. Estas mujeres están en una situación de indefensión
total. Es un asunto incómodo. Los políticos suelen escamotearlo.
Suelen dejarlo en manos de la policía. Prostitución equivale a de-
lincuencia. ¡Pero la gente, a no ser que sea masoquista de verdad,
no acude a los delincuentes para ser robada!, ¡los delincuentes no
pasan horas, medio desnudos, a la intemperie, a la espera de sus
víctimas! Las mujeres que ejercen la prostitución tienen clientes
de apariencia respetable, hombres de traje y corbata, de coches
relucientes. ¿Por qué nos empeñamos en negar la evidencia? Estas
mujeres están aquí, entre nosotros. Piden tener los derechos que
tenemos los demás. Piden seguridad. Piden dignidad. ¿Somos, los
demás, tan dignos que nos creemos en el derecho de tirar contra
ellas la primera piedra?

178
Justicia y respeto

Eduardo Mendicutti
Justicia y respeto son las bases de la dignidad. Las bases de la
dignidad de cualquier mujer y de cualquier hombre. De cualquier
mujer –y de cualquier hombre– que trabaje y obtenga por ello unos
ingresos. Y no importa que la mujer, o el hombre, obtenga los in-
gresos a cambio de su talento, su cultura, su formación humanística
o técnica, sus habilidades, su cargo político o su cuerpo.
Tan respetables, y tan protegidos por las leyes y la justicia, deben
ser la libertad, la salud, la familia, los afectos y, por supuesto, el
salario, de una cantante de ópera, una doctora en medicina o una
concejala de Asuntos Sociales, que los de una prostituta. Es una
simple cuestión de derechos.
La explotación y las malas condiciones laborales deben ser re-
chazadas y corregidas siempre, pero en todas partes: en el andamio,
en la fábrica, en la oficina, en las redacciones de los periódicos
y, por supuesto, en los lugares donde hay mujeres que ejercen la
prostitución.
Pero si en una oficina bancaria, por ejemplo, se explota a un
empleado, a nadie se le ocurriría cerrar el banco, o mandarlo a mu-
darse al quinto infierno, o impedir la entrada de los clientes. Lo que
se impone es que el empleado trabaje en las mejores condiciones
posibles y con un escrupuloso respeto a todos sus derechos. Y eso
es exactamente lo que tienen derecho a exigir las prostitutas, y lo
que un Gobierno y una sociedad democrática tienen la obligación
de garantizarles.
Mucha gente trabaja en lo que le gusta, y mucha gente trabaja en
lo que no le gusta. Pero nadie tiene derecho a asfixiar las condicio-
nes laborales de nadie. Y cuanto más duras, o más incomprendidas

179
sean esas condiciones de trabajo, más solidaridad, ayuda y afecto
merecen quienes las viven.
Que nadie, con el pretexto de la redención o de la defensa de
los intereses de negocios que se consideran con la exclusiva de la
decencia, se sienta autorizado nunca a maltratar a las prostitutas.
Vaya para todas ellas un beso de solidaridad y mi modesto
testimonio de apoyo a su coraje.

180
La plusvalía del deseo

Antón Reixa
A las putas y a los putos nadie les va a devolver la plusvalía del
deseo que histórica, diaria y nocturnamente le entregan a la puta
vida y a la puta sociedad. Por eso les debemos, cuando menos, el
reconocimiento legal, cordial, moral, sentimental y solidario de
su actividad para romper con la hipocresía más vieja del mundo:
la condena de su oficio de gestor@s del deseo universal. Porque
el deseo nos iguala y la miseria nos desiguala. Por eso la conde-
na tiene que ir contra el proxenetismo y contra los inquisidores
biempensantes que promueven la prohibición del tráfico sexual.
Son cómplices de la explotación. Como los prohibicionistas de las
drogas son cómplices del narcotráfico y de la autodestrucción de los
yonquis. Cuando se dice, sin más, eso de “el oficio más viejo del
mundo”, todos deberíamos pararnos a pensar en el rincón oscuro o
luminoso de la condición humana que propicia que eso sea así, en
cualquier momento de la Historia y en cualquier tipo de sociedad.
El mayor respeto a la libertad sexual es que se pueda ejercer, aunque
sea pagando y/o cobrando en las mejores condiciones higiénicas,
comerciales y laborales. El mayor reconocimiento del amor es
instituir en la realidad que no sea una condición para acceder al
sexo. Los proxenetas, los curas, los conservadores, algunas femi-
nistas y cierta parte de la izquierda insisten en prohibir la prosti-
tución. Deberían pensar en qué extrañas circunstancias y razones
les unen. Aunque fuese cierto que ningún puto o puta escoge esa
profesión porque quiere, no deberíamos agravar esa circunstancia
con la prohibición. A mí me preocupa que los árbitros, los policías,
los dentistas o los militares lo sean porque quieren, pero no se lo
prohíbo. La putería existe y por algo será. La parte miserable de
la prostitución se supera levantando la prohibición. A nadie se le

181
ocurre acabar con el terrorismo doméstico que asesina a miles de
mujeres prohibiendo el matrimonio o las relaciones de pareja.
Entre polvo y polvo (echado, por echar, soñado, real, posible o
imposible) todos estamos mal follados, mientras no se demuestre
lo contrario. Vía libre al deseo y al comercio del orgasmo en una
sociedad que comercia con todo.

182
Las fronteras interiores

Carlos Bardem
Las quieren echar de Montera, a otro lado, quitarlas de los ojos
de los comprensiblemente molestos vecinos. A otro lado, sí, ¿pero
adónde? Echarlas como se echa a los animales que destrozan las
cosechas, a las visitas no deseadas, al enemigo invasor, al inmi-
grante sin papeles. En el fondo son todos lo mismo, piensan las
gentes de orden, una molestia más o menos grave que irrumpe por
las fronteras que definen nuestro mundo homogéneo y saludable.
Por desgracia son demasiados, cada vez vienen más y rompen más
fronteras: las del país, las de mi región, las de mi barrio de toda la
vida. ¡Si es que ya ni las putas son de aquí! Tienen los ojos azules
y el pelo rubio. O tienen esos culos imposibles y son como tizones.
Siempre hubo putas porque siempre hubo clientes, pero lo de estas
extranjeras es de vergüenza, no respetan nada, ni los quicios de
los comercios ni los parques del domingo. Lo mismo te guiñan el
ojo desde el portal de mi joyería que desde detrás de una encina.
¡Hay que echarlas a donde no molesten! ¡Crear nuevas fronteras
interiores! Sí, piensan, eso podría ser una solución: mandarlas a un
barrio donde todos sean inmigrantes. ¿Qué no lo hay? Tranquilos, se
dicen, ya lo crearemos... Enviar allí a las putas puede ser un primer
paso. Sí, las fronteras son la solución y la última frontera es la que
separa a los humanos de las cosas. Hay que convertir a las putas en
cosas, es lo que siempre se hace con ellas para poder comprarlas,
alquilar su sexo y luego olvidarlas. Las cosas se pueden comprar,
usar y tirar, llevar a donde no molesten, esconder. Se pueden hasta
romper... Lo malo, señores y señoras, es que no son cosas. Son seres
humanos, con sueños y con nombres, con recuerdos y familia, que
lloran y que ríen, que aman sin precio a quien lo merece. Personas a
quienes la pobreza, el hambre y la violencia empujó hasta nuestras
esquinas y cunetas de nuevos ricos desmemoriados. No echemos,
no escondamos. Ayudemos.

183
Las cosas no tienen derechos

Eduardo Galeano
¿Los derechos de las prostitutas? “Las cosas no tienen derechos”,
dice la moral de los puritanos, que desprecian lo que usan.

184
Nada menos soy que una puta

Francisco Cenamor
y me miras
y veo en tus ojos un aliento que extrañaba
tocas mi piel y regreso de nuevo a mi tierra
aunque sé que estoy muy lejos

qué dulce que alguien como tú


me haya atado a esta tierra hostil
acabo de llegar
tú me dices que todo irá bien
no me conoces y tu susurro en mi oído
me suena conocido

qué dulce eres mi amor pero perdona


no tengo derecho a decirte eso
el tiempo se te está por terminar
¿quieres que te dé un masaje?
Será un placer

No no tengas cuidado
yo estoy bien aquí
adiós adiós pero espera
te has dejado olvidado
este trozo de esperanza
vaya ya te has ido
sé que no te volveré a ver nunca.

185
Puta moral

Ruth Toledano

A las trabajadoras del sexo


A Hetaira

Qué moral es esta según la cual si vendes tus ideas, eres un


creador, y acaso un genio; si vendes tu trabajo manual, eres ha-
bilidoso y necesario; si vendes la mayor parte de tu tiempo y tu
esfuerzo al servicio de cualquier empresa más o menos corrupta,
eres una persona más o menos de éxito; si vendes tu estabilidad
emocional, tu capacidad de elección, tus opiniones, si vendes tu
alma (al jefe, al grupo, al marido, al dinero, al poder, al diablo), eres
un ser adaptado y respetable. Pero si, en tu infinita libertad, vendes
tu cuerpo; si, a través de tu cuerpo, vendes sabor y tacto, caricias,
fantasías, orgasmos; si vendes sonrisas y erotismo; si vendes sexo
y compañía; si vendes ilusiones y placeres más o menos fugaces,
eres un ser indigno y marginal.
Existe otra moral. La que comprende que es peor vender armas
que vender felaciones; es más: que, en sí mismas, las armas son
malas, y buenas las felaciones. Que es malo bombardear, explotar,
contaminar, y no lo es apostarse en la calle a la espera de alguien
que venga buscando el gozo de tu sexo. La moral que comprende
que es mejor hacer el amor que hacer la guerra. Según esta mo-
ral, el trabajo del sexo es mucho más digno, respetable, pacífico,
necesario que aquel que cotiza en Bolsa y rige los destinos de un
mundo despiadado. Por eso hay que defender los derechos de quien
ejerce este trabajo, defenderlo de sus accidentes y de los peligros
de la moral aquélla (la doble, la falsa, la mentirosa, la rancia, la
represora, la injusta, la machista, la triste). Defender una moral
alegre, segura y libre, una moral puta. Como todas.

186
Prejuicio

Leopoldo Alas
Se conoce como la profesión más vieja del mundo y, sin embar-
go, no se permite que en efecto lo sea, con todos los derechos y todas
las garantías. No hay nada más recurrente y a la vez más negado
que la prostitución. Es la piedra de toque de la hipocresía social.
Respecto a la prostitución sólo hay prejuicios: hay un prejuicio
facha (la doble moral de utilizar en privado sus servicios mientras
públicamente se niega y se persigue), como hay un prejuicio progre
(que sólo ve en ella miseria y explotación y no admite que se pueda
ejercer a conciencia y libremente). Para mí no sólo puede y debe
ser un trabajo digno sino que, en un mundo en el que lo público es
privado y lo privado se publica, la prostitución me parece el último
reducto de la intimidad afectiva.

187
Soy puta y no me centro

Belén Reyes
Son las 8 de la mañana y tienes una entrevista en Parla, de
auxiliar administrativo menor de 25 años y buena presencia,
tengo 39 y kilos de más (en el cuerpo y no en el banco). Su perfil
no encaja, ¿me puedo operar de la nariz?, sonrío... No obstante lo
meteremos en nuestra base de datos... Soy puta y no me centro, no
nos legalizan, ¿es legal el dolor?, el sistema es un cliente poderoso,
acaba metiéndote prozac y tómbola. Vivo de alquiler y de chiripa,
grabadora de datos y poeta, con un tumor y un Opel.

Puta la empresa, ya sabe lo que pasa


buena de nosotros, ¿qué espera?
paseando el curriculum pagarme el alquiler
por si cuela cumplir mi horario
y me guiñan un ojo y esas
o el móvil va y suena expectativas suyas...
¿Belén Reyes? la llamo no me mire las piernas
nos gustaría verla que vengo disfrazada
repasar su curriculum la falda es de Rebeca
esta empresa es muy seria me he pintado sin labios
600 euros brutos por lo de la presencia.
jornada muy completa
de 8 a 7. A veces
nos dan las 10

188
Es mi cuerpo y yo decido

Pamela Pérez
Tiemblas al mirarme
temes lo que despierto en ti,
mis ojos te seducen,
mis labios rojos te gustan invitan.
Ejerzo potestad en mi cuerpo
yo decido, es mi piel
por ella vivo yo y los que amo.
Yo sé el dolor de la pobreza
Estoy al descubierto
para los que me necesitan,
los reprimidos, vírgenes, solitarios
los tristes, los que no gustan,
Soy consuelo y compañía
maestra y aprendiz.

Moldeable al deseo, a las fantasías


y vicios, vivo en peligro.
Mi cuerpo es un mapa
de pieles sudorosas,
ávidas y ansiosas…
Soy tuya por dinero
y eso es mi condena
mi estigma y mi pecado,
y si a María Magdalena no la condenó Jesús
por qué lo haces tú.
Es mi cuerpo y yo decido

189
Elemental

Rosa Montero
Hay que ser muy ignorantes, muy hipócritas y muy llenos de
prejuicios para no reconocer que todos los puntos que reclamáis en
el manifiesto son de una justicia elemental, urgente y obvia. Ánimo,
os mando todo mi apoyo, todo mi afecto en vuestra lucha.

190
Últimos títulos de esta colección

86. Modelos económicos y configuración de las relaciones industriales. Andrés Bilbao.


168 pp.
87. Condición marginal y conflicto social. Gerardo Miguel López Hernández. 160 pp.
88. La deuda externa del Tercer Mundo. Alternativas para su condonación. Carlos Va-
quero (compilador). 200 pp.
89. La izquierda. Trayectoria en Europa occidental. Eugenio del Río. 256 pp.
90. Manual para la defensa de los caminos tradicionales. Hilario Villalvilla Asenjo.
192 pp.
91. Trabajo, derechos sociales y globalización. Algunos retos para el siglo XXI. Antonio
Antón (coordinador), Carlos Vaquero, Arantza Rodríguez, Ángel Abalde y María
José Añón. 294 pp.
92. Deporte y Naturaleza. El impacto de las actividades deportivas y de ocio en el medio
natural. Hilario Villalvilla (director literario), Álvarez Bláquez Jiménez y Jesús Sánchez
Jaén (coordinadores). 256 pp.
93. Diario de un resentido social. Javier Ortiz. 224 pp.
94. Disentir, resistir. Entre dos épocas. Eugenio del Río. 272 pp.
95. Inmigrantes: ¿cómo los tenemos? Algunos desafíos y (malas) respuestas. Javier de
Lucas y Francisco Torres (editores), Ignasi Álvarez, Alfonso Bolado, Marta Casal, Iñaki
García, Emma Martín, Ruth Mestre, Jordi Moreras y Andrés Pedreño. 242 pp.
96. A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos. Julio Loras Zaera. 142 pp.
97. Consumo responsable. Antonio Lucena Bonny. 128 pp.
98. Rescata tu dinero. Finanzas solidarias y transformación social. Nuria del Río Pa-
racolls. 320 pp.
99. Estilos de vida. David Chaney. 208 pp.
100. Poder político y participación popular. Eugenio del Río. 160 pp.
101. ¿Vuelven las nucleares? El debate sobre la energía nuclear. Francisco Castejón.
112 pp.
102. La globalización y los derechos humanos. IV Jornadas Internacionales de Derechos
Humanos (Sevilla, 2003). Rafael Lara Batllería, C. Corso, D. Juliano, M. A. Caro, B. Khader,
M. Kabunda, P. Aguelo Navarro, A. Antón, L. E. Alonso, F. J. Cuevas Noa, R. F. Durán,
F. Houtart, J. M. Naredo, J. Herrera Flores, I. Moreno y J. de Lucas. 400 pp.
103. Izquierda y sociedad. Eugenio del Río. 96 pp.
104. Biología, cultura y ética. Crítica de la sociobiología humana. Daniel Soutullo. 142 pp.
105. Nadie sabe lo que puede un cuerpo. Variaciones sobre el cuerpo y sus destinos. Na-
tividad Corral (coord.). M. Broco, L. Cáceres, M. Cádiz, E. Carril, N. Corral, I. Frías,
A. Gómez Ramos, A. María Gordaliza, M. López Fernández Cao, J. Martínez, J. L.
Moreno Pestaña, J. Pombo, P. Rivero Velasco y P. Ruiz Castillo. 256 pp.
106. Izquierda e ideología. De un siglo a otro. Eugenio del Río. 176 pp.
107. Las células madre, el genoma y las intervenciones genéticas. Ensayos sobre las
implicaciones sociales de la biología. Daniel Soutullo. 314 pp.
108. Crítica del colectivismo europeo antioccidental. Eugenio del Río. 320 pp.
109. La educación del deseo. Los marxistas y la escritura de la historia. Harvey J. Kaye.
256 pp.
110. La prostitución a debate: por los derechos de las prostitutas. Mamen Briz y Cristina
Garaizabal (coordinadoras). 192 pp.

191
192

Potrebbero piacerti anche