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HOMILIA III DOMINGO CUARESMA CICLO C

Introducción

La segunda parte de la Cuaresma (domingos tercero, cuarto y quinto) cada uno


de los Ciclos tiene un tono propio marcado por los Evangelios que se leen en
ellos: el Ciclo A tiene un tono Bautismal (se inicia un proceso catecumenal que
culmina con el bautismo en la noche de Pascua), el Ciclo B incide más en el
camino de la Cruz, y el actual Ciclo C insiste en la necesidad de la conversión
y por eso en los próximos domingos –el hijo pródigo y la adúltera- nos
presentarán, desde distintas perspectivas, la misericordia de Dios y también la
nuestra.

Las lecturas de este tercer domingo pate del éxodo realizado por el Dios que
libera por mediación de Moisés (Ex 3,1-8ª.13-15) y este acontecimiento hace
que la asamblea proclame con el salmo: “El Señor es compasivo y
misericordioso” (Smo.102, 1b-4.6-8.11) San Pablo, en la segunda lectura, hace
una explicación en tono espiritual de la primera lectura: “la vida cristiana es
como un éxodo conducido por Cristo”. Por este motivo el Evangelio de Lucas (el
evangelista de este Ciclo) nos hace una llamada urgente a la CONVERSIÓN.

La Cuaresma viene a ser como un signo sacramental de esta conversión. Es una


llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio
pascual en su vida personal, familiar y social, poniendo en práctica las clásicas
armas que nuestra madre la Iglesia pone a nuestra disposición: el ayuno
(encuentro con nosotros mismos), la oración (encuentro con Dios) y la limosna
(encuentro con nuestros hermanos).

PAUTAS PARA LA HOMILÍA

Alguien ha dicho que la conversión es “ponerse de cara a Dios” para ver reflejada
nuestra realidad de pecado y poder corregir el camino equivocado. Pero lo
primero que necesitamos es saber quién es y cómo es el Dios en el que creemos.
Este deseo de conocer de verdad a Dios nos viene dado a través de lo que Dios
ha manifestado al hombre a lo largo de la historia del Pueblo de Israel y a través
de lo que Jesús nos reveló sobre su Padre Dios.

Antiguo éxodo

Hoy la primera lectura nos cuenta cómo Dios se revela a Moisés y a través de
él al pueblo judío, como “Yo soy el que Soy” y llegada la plenitud de los tiempos
se nos revelará en Jesús como el Emmanuel “Dios con nosotros”. Este es un
Dios que: “Ve, oye, escucha, conoce los sufrimientos de su pueblo”. No es un
Dios lejano: “he bajado a librarlo, a sacarlo de esta tierra” Es el Dios que libera
y ofrece un camino de verdadera libertad para vivir en otra tierra donde puedes
ser tú mismo sin ningún signo de esclavitud.

Nuevo éxodo

Ese Dios que es “compasivo y misericordioso” es el que nos acompaña en este


nuevo éxodo de la vida de todo cristiano y que San Pablo nos invita a caminar
por ese camino que nos ayuda a encontrarnos con nosotros mimos (ayuno) para
encontrarnos de verdad con Dios (oración) y con los hermanos (limosna), y nos
conduce a la verdadera tierra que “mana leche y miel”, signos de la auténtica
libertad que Dios quiere para nosotros.

Acontecimientos negativos

Jesús en los versículos del evangelio que leemos hoy nos indica por donde tiene
que ir la fuerza de la conversión en nuestros días. Parte de unos
acontecimientos que también se pueden dar entre nosotros en la actualidad. En
nuestra sociedad española estamos viviendo acontecimientos muy duros para
la verdadera convivencia serena y capaz de construir un mundo más pacífico y
justo. La comunidad cristiana en esta Cuaresma del 2019, tendríamos que
dejarnos iluminar por lo que hoy leemos en este fragmento del evangelio de
Lucas. A Jesús se le acercan “algunos” que le cuentan dos hechos ocurridos
(la matanza que Pilato realizó de algunos galileos que se habían sublevado , y
la muerte de otros como consecuencia del derrumbe de la torre de Siloé). Jesús
trata de hacerles comprender que estos acontecimientos no es ningún castigo
de Dios y de lo que se trata es hacer posible un cambio de actitud. Hay que
saber hacer una lectura creyente de todo acontecimiento. Conviene
preguntarse: ¿Qué nos quiere decir Dios con lo que acontece?. Resulta dura la
expresión de Jesús: “si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”.
El intenta conseguir que el auditorio reaccione y se de cuenta que lo básico en
el seguimiento es la conversión personal. Queda claro que no hay, netamente,
buenos y malos; todos estamos necesitados de conversión; nadie puede decir
que está libre de culpa.

Parábola de la higuera

La parábola de la higuera que no produce fruto, que Lucas narra a


continuación, es para que todos los que lo oyen se la apliquen a sí mismos. La
maldad no está solo en otros, sino también en uno mismo. Es importante
darnos cuenta de la paciencia que Dios tiene con cada uno de nosotros. El Señor
que es ”compasivo y misericordioso” se deja llevar de este sentimiento ante los
que no dan fruto, ante los que damos una imagen de torpeza y lejanía de los
designios de Dios.
El Señor sigue “bajando a liberar a su pueblo” y la Iglesia nos ofrece este “día
de la salvación”. Aprovechemos estas circunstancias para convertirnos y dar
frutos de buenas obras. Convertirse es dejarse llevar por Otro, hablar en su
Nombre, continuar su Buena Noticia, dar la vida como El.

Está claro que el Dios revelado por Jesús no es vengativo, justiciero, castigador,
sino todo lo contrario: es un Dios que nos ama, nos comprende, nos disculpa,
nos perdona. Hace caso al viñador que le ruega: “Señor, déjala todavía este año;
yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto”.

Que la Palabra de Dios que hemos proclamado y la celebración de la Eucaristía


nos den la fuerza necesaria para dar frutos de verdadera conversión.

OPUS DEI

Comentario

Como suele suceder en las conversaciones familiares o de un grupo de amigos,


también Jesús y sus discípulos comentaban las noticias de actualidad. En este
pasaje del evangelio se mencionan dos sucesos que habían conmocionado a
todos los habitantes de Jerusalén: la represión indiscriminada por las tropas de
Pilatos de un conato de revuelta, que terminó con la muerte brutal de unos
galileos que habían ido al templo para ofrecer sus sacrificios al Señor, y la
terrible desgracia que supuso el desplome repentino de una torre en la zona de
Siloé, que dejó a dieciocho personas sepultadas bajo los cascotes (Lc 13,1-5).
Por las calles no faltarían interpretaciones de todo tipo, máxime cuando una
creencia popular muy arraigada consideraba que, si alguien padecía algún mal,
debería ser porque habría hecho algo malo, y por eso Dios lo castigaba.

Jesús da por supuesto que esa apreciación es equivocada, y que no tiene sentido
buscar culpas en las víctimas de tales desgracias. En cambio, esos sucesos
luctuosos invitan a reflexionar. La vida humana es frágil y, aunque se goce de
buena salud, la muerte se puede presentar cuando menos se la espera. Los que
nunca se cuestionan si hacen lo correcto cara a Dios, ni se plantean que
necesiten cambiar nada, pueden verse sorprendidos y sin tiempo a reaccionar.
La eventual aparición de brotes inesperados de violencia, accidentes o
catástrofes naturales, constituye un toque de realidad que despierta del
atolondramiento de vivir como si Dios no existiera, y mueve a la conversión para
recomponer la propia existencia. Quienes, con un corazón contrito, ponen los
medios para vencer el pecado, están desactivando la más grave consecuencia
del mal, la muerte eterna, a la vez que construyen un mundo mejor. Esta es la
única actitud sabia y responsable para prevenir las mayores desgracias.
Es probable que, en los comentarios populares acerca de esos sucesos, junto al
pensar que “algo malo habrán hecho” las víctimas, algunos respirasen con alivio
al verse salvos considerando que “yo todo lo hago bien”. Desgraciadamente esa
reacción, muy humana, sigue siendo actual. ¡Cuántas veces, personajes
famosos de la canción, el cine o la política, tras quejarse de lo mal que está el
mundo y los problemas que aquejan la sociedad, manifiestan al ser
entrevistados que “yo no tengo nada de lo que arrepentirme”!

Las palabras del Maestro hacen pensar. Jesús llama a cambiar el corazón, a
plantearnos un giro radical en el camino de nuestra vida, abandonando la
complicidad con el mal y las excusas hipócritas, para seguir con decisión el
camino del Evangelio. Su enseñanza no es solo para quienes están lejos de Dios,
con la esperanza de que reaccionen, sino también, y sobre todo, para quienes
están tranquilos pensado: “yo soy bueno, creyente, incluso bastante
practicante”. La parábola de la higuera estéril se dirige a todos los que se sienten
cómodos en el campo del Señor, pero no dan fruto (Lc 13,6-9). Si el Señor nos
llamara ahora a su presencia, podríamos preguntarnos, ¿iríamos alegres, con
las manos llenas de frutos que ofrecerle? ¿estamos colmados de obras hechas
por amor, o nuestro egoísmo y falta de generosidad impide que le demos todo lo
que espera?

Aunque nuestra correspondencia sea escasa, Dios tiene una gran paciencia,
pero esa esterilidad no debe prolongarse. El viñador de la parábola pide una
prórroga de un año antes de arrancar la higuera, para darle una última
oportunidad. Esta cuaresma puede ser ese “año más” que nos conceda el Señor
para llevar a cabo el cambio que aguarda. Como dice el Papa Francisco, “nunca
es demasiado tarde para convertirse, ¡nunca! Hasta el último momento: la
paciencia de Dios nos espera. (…) Nunca es tarde para convertirnos, pero es
urgente, ¡es ahora! Comencemos hoy”[1]. [1] Francisco, Ángelus 28.II.2016

CONFERENCIA EPISCOPAL

Introducción
De la reflexión y oración con la Palabra en consideración emergen los siguietes
temas meditación:

• La liturgia de la Palabra, en el Evangelio de Lucas, continúa con la invitación


a la conversión, a saber aprovechar el tiempo de gracia de la cuaresma. Si no
hay conversión verdadera el destino será la muerte.
• La Iglesia, nuevo pueblo de Dios, está llamada a dar fruto, aun en medio de
su esterilidad humana, necesitada del abono de la Gracia para ser tierra fértil.
• La paciencia de Dios permite, con serenidad, avanzar en la capacidad de
respuesta humana a su plan de salvación. El Kairos, tiempo de salvación, es
como el árbol de la parábola, que le viene concedida una tregua de un año y un
cuidado específico, una última oportunidad para no ser cortado.

1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura?


En el camino de la cuaresma, este tercer domingo, no sigue el esquema clásico,
que lo encuadra en el evangelio de las tentaciones y la transfiguración, como
aparece en los ciclos litúrgicos A y B, sino que sigue su propio itinerario. El
evangelio de hoy, es el inicio del capítulo trece, en el cual Lucas habla de la
predicación de Jesus a la gente, mientras está de viaje hacia Jerusalén. En este
texto se hace referencia a la Ciudad Santa, a Pilatos y al tema de la muerte.
Estos temas aparecen como un anticipo de la pasión que se cumplirá en
Jerusalén. El texto está formado de dos partes, que aunque tiene características
diferentes, convergen en un mismo argumento: la conversión. En la primera
parte Jesús se pronuncia frente a acontecimiento reciente y continúa luego con
una parábola.

Narra el Evangelio de Lucas, que se presentaron unas personas, a contarle a


Jesús de un acontecimiento de los judíos, en el que Pilatos había mezclado la
sangre de unos hombres de galilea con la sangre de los animales que ellos
habían ofrecido en sacrificio. Jesus, aprovecha para hablarle a la gente de la
necesidad de evaluar bien las cosas y juzgar qué es lo más justo hacer. Esto lo
decía para exhortarlos a reconocer que el tiempo ha llegado. El tiempo (Kairos),
es el momento decisivo de Jesús para la salvación.

En ese mismo momento, se presentan a Él algunos a llevarle la noticia de un


hecho, para ellos, muy grave. Pilato había hecho matar a los peregrinos
provenientes de galilea. Este hecho, se puede situar durante el tiempo pascual,
único periodo en el cual, también los laicos podían tener parte en los sacrificios
del templo. Ellos podían haber sido asaltados mientras salían a la colina del
templo o, si la mención de la sangre se toma al pie de la letra, ellos podrían
haber sido asesinados durante el sacrificio. En este caso, al acontecimiento
habría que añadirle también un agravante, el sacrilegio. Las fuentes de la época
de Pilatos no nos hablan de un hecho de este género, pero el hecho es verosímil,
porque se conoce la crueldad con la cual actuaban los romanos en las tierras
conquistadas por ellos.

2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura?


Algunas preguntas nos permitirían entrar en la enseñanza de Jesús en el
evangelio de Lucas. ¿Por qué algunos de estos personajes, de los cuales no es
precisada la identidad, han dado esta noticia a Jesús? Podía ser una
información interesada, partiendo del hecho que Jesus era galileo: para suscitar
en él una reacción hostil ante Pilatos, de modo de denunciarlo a la autoridad.
O, si algunos de estos eran de los fariseos, esto podía implicar una pregunta
teológica sobre la justicia Divina, visto que las desgracias, en la mentalidad del
tiempo, venían leídas como un castigo; ¿Cómo entender la muerte de estos
peregrinos, justo en el momento que estaban demostrando su devoción a Dios?
Jesus como lo solía hacer, huye de la casuística y aprovecha la noticia para
ponerla al servicio de su anuncio. Tomando la palabra les dice: “¿creen que
estos galileos eran más pecadores de todos los galileos, por haber sufrido tal
suerte?” No, y yo les digo, si ustedes no se convierten, morirán todos del mismo
modo.

Jesus, excluye que la muerte de aquellos Galileos sea un castigo. Pero esta
muerte debe servir de signo, de advertencia para los presentes, para que
comprendan la importancia del tiempo que están viviendo. Ellos deben acoger
la ocasión que les viene dada por la predicación de Jesus y deben tomar una
posición, o sea se deben convertir. Que es también la invitación para nosotros
hoy.

Es la insistencia de Jesús con su cuestionamiento, “¿Aquellas 18 personas,


sobre las cuales cayó la Torre de Siloé y los mató, creen que eran más culpables

de todos los habitantes de Jerusalén? No, yo les digo, pero si no se convierten,


perecerán todos de la misma manera”. La respuesta de Jesus es idéntica a la
precedente. Todos son pecadores y tienen necesidad de conversión. No en un
sentido genérico de mejorar el propio comportamiento, sino en el sentido radical
expresado en el anuncio de Jesus: el Reino de Dios está cerca.

Jesus ratifica su insistencia a la conversión en esta parábola: “un hombre tenía


una higuera plantada en su viñedo, y fue a ver si daba higos, pero no encontró
ninguno”. La enseñanza de este versículo, viene ahora ilustrado con la parábola
de la higuera estéril. La imagen de la higuera, o en general del árbol, es usual
en la biblia, siempre indica a Israel. Se encuentra también en el episodio de la
higuera maldita, (Mc. 11,12). El árbol que no da fruto se encuentra también en
la predicación de Juan el Bautista (Lc. 3,9). Esto muestra que la alusión a Israel
es clara: el pueblo es como la higuera que no da frutos.

3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad?


El nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia, está llamado a dar fruto en el tiempo
de Dios. “Así que le dijo al hombre que cuidaba el viñedo: “mira, por tres años
seguidos, he venido a esta higuera en busca de frutos, pero nunca lo
encuentro, córtala, pues; ¿para qué ocupar terreno inútilmente?” El patrón,
afirma explícitamente lo mismo del versículo anterior, no hay frutos en la
higuera. Los tres años, no van entendidos en sentido simbólico, sino más bien
en sentido práctico. Un árbol puede también no dar frutos en un año, pero si
no los da por tres años, es porque se ha convertido en estéril, y por lo tanto
vuelve el terreno improductivo, por lo tanto es mejor cortarlo.

Una gran enseñanza para este domingo es la misericordia Divina. Dios es ante
todo misericordioso y sabe esperar; es la insistencia que viene haciendo el Papa
Francisco desde la proclamación del Año de la Misericordia, esperar el tiempo
de Dios. Dice San Lucas que aquel que cuidaba el terreno respondió: “Señor
déjala todavía este año, voy a aflojarle la tierra y a echarle abono. Con esto tal
vez dará fruto; y si no la cortaras”. Al árbol le viene concedida una tregua de un
año y un cuidado específico, una última oportunidad. Si da fruto, bien, de lo
contrario será cortado.

La parábola no tiene necesidad de explicación. Refleja la visión mesiánica de


Jesus. Israel, en general está alejada de Dios; Dios le ofrece a través del
ministerio de Jesus una posibilidad de reconciliación. Este es el tiempo decisivo
antes de la venida del Reino, el año de gracia, del cual Lucas hablaba ya en el
capítulo 4. Para nosotros, Iglesia que peregrina en este mundo, es tiempo
también de dar fruto convirtiéndonos a la misericordia, y volviendo el corazón
hacia los pobres, hacia todos los que esperan un apalabra de salvación.

4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?


El encuentro con Jesús exige dar frutos. Él espera, aun en mi aridez espiritual
y moral, Él me cuestiona ¿Me sucede también a mí de pensar que si a alguno
le llega una desgracia o una enfermedad, éstas son un castigo por culpa de mis
pecados? También preguntarme ¿De qué cosa debo convertirme?, ¿qué cosa
debo hacer para dar verdadero fruto? Las respuestas solo se lograran en un
ambiente de oración y compenetración con la voluntad de Dios.

RECOMENDACIONES PRÁCTICAS

1. Tratándose del tema de la conversión se podría tener un signo de la luz encendido,


acompañado por una frase en cartelera que invite al cambio de vida que Dios espera de
nosotros.
2. A través de la parábola de la higuera estéril cada fiel es invitado a superar la dureza de la
mente y del corazón, para que, acogiendo la Palabra de Dios y dando espacio al Espíritu, sea
capaz de dar frutos de verdadera y continua conversión.
3. Se sugiere el Prefacio de Cuaresma I, “Significado espiritual de la Cuaresma”. Misal, pág.
368.
4. Puede hacerse la Plegaria Eucarística “De la Reconciliación” I, que aunque tiene prefacio
propio, puede realizarse con uno de Cuaresma, Misal pág. 501.
5. Se podría emplear como oración de bendición sobre el pueblo, la propia para este domingo,
Misal, pág. 96
6. Recordar que en este domingo se celebra el primer escrutinio de preparación para el
Bautismo de los catecúmenos que serán admitidos, en la Vigilia Pascual, a los sacramentos
de la Iniciación Cristiana, usando las oraciones e intercesiones propias, como se encuentran
en las pp. 801-803 del Misal, Romano.
7. Motivar la participación en el Sacramento de la Penitencia. Si los sacerdotes de varias
parroquias vecinas coordinan y se hacen presentes en grupo, en cada una de las parroquias
y se realiza una celebración penitencial, se facilita a los fieles la confesión y se da un signo
muy valioso de comunión ministerial.
8. Tener presente que mañana lunes, 25 de marzo, se celebra la solemnidad de la
Anunciación del Señor.

1. Dios lo Sabe y lo Puede Todo

1.1 El tiempo de cuaresma es como una peregrinación hacia la gran luz de la


Pascua. Durante este tiempo nos reunimos como pueblo de Dios y avanzamos
tras las señales de esperanza y las voces de conversión y compasión que la
Iglesia nos regala.

1.2 De hecho, hoy escuchamos una gran voz en la primera lectura: "He visto la
opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus
opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo del poder de los
egipcios. Lo sacaré de este país y lo llevaré a una tierra nueva y espaciosa."
Dirijamos nuestra atención a este pasaje, y en especial a los verbos que
contiene.

1.3 El Señor está presente, aunque hubiera parecido escondido o lejano. Él ha


visto; ha oído; él conoce. Cada vez que sentimos que resbalamos hacia la
depresión o la angustia tenemos el derecho de creer y de afirmar: "Él lo ha visto
todo; Él todo lo ha escuchado; Él ya lo sabe."

1.4 Un paso más. Dios dice: "Voy a bajar para librarlo del poder de los egipcios."
Usando el lenguaje de la Biblia, diremos que Dios "baja" porque desde la altura
ha visto y ha oído. Ese esquema visual "arriba - abajo" es un modo de traducir
a lo gráfico la potestad divina, que no está bajo ninguna otra autoridad o poder.
Su "descenso" entonces no es un modo de comprobar los hechos sino más bien
una manera de describir su acción imparable, fruto y consecuencia de su
absoluta majestad.

1.5 Y un paso más. Dios dice: "Lo sacaré de este país y lo llevaré a una tierra
nueva y espaciosa." El objetivo de la intervención divina es no es solamente
arrancarnos del poder de los enemigos sino llevarnos a vivir bajo su poder. Con
otras palabras: nuestra liberación no es para que hagamos lo que nos apetezca.
Ello conduciría a una nueva esclavitud. El verdadero sentido de nuestra libertad
es, según la Biblia, seguir las sendas que Dios nos muestra y vivir en amistad
y gozo en su presencia. Alegría, libertad y obediencia no riñen en este mensaje
sino que son en el fondo una y la misma cosa.
2. Llamado a la Conversión

2.1 El evangelio, por su parte, nos llama a conversión. Es propio de cuaresma


y de toda la vida cristiana. Tomemos hoy algunas palabras del magisterio de
Juan Pablo II, en su Exhortación Apostólica "Reconciliatio et Poenitentia," en el
número 10. Nos habla el Papa.

2.2 Dios es fiel a su designio eterno incluso cuando el hombre, empujado por el
Maligno y arrastrado por su orgullo, abusa de la libertad que le fue dada para
amar y buscar el bien generosamente, negándose a obedecer a su Señor y Padre;
continúa siéndolo incluso cuando el hombre, en lugar de responder con amor
al amor de Dios, se le enfrenta como a un rival, haciéndose ilusiones y
presumiendo de sus propias fuerzas, con la consiguiente ruptura de relaciones
con Aquel que lo creó. A pesar de esta prevaricación del hombre, Dios
permanece fiel al amor.

2.3 Ciertamente, la narración del paraíso del Edén nos hace meditar sobre las
funestas consecuencias del rechazo del Padre, lo cual se traduce en un
desorden en el interior del hombre y en la ruptura de la armonía entre hombre
y mujer, entre hermano y hermano. También la parábola evangélica de los dos
hijos -que de formas diversas se alejan del padre, abriendo un abismo entre
ellos- es significativa. El rechazo del amor paterno de Dios y de sus dones de
amor está siempre en la raíz de las divisiones de la humanidad.

2.4 Pero nosotros sabemos que Dios "rico en misericordia" a semejanza del
padre de la parábola, no cierra el corazón a ninguno de sus hijos. El los espera,
los busca, los encuentra donde el rechazo de la comunión los hace prisioneros
del aislamiento y de la división, los llama a reunirse en torno a su mesa en la
alegría de la fiesta del perdón y de la reconciliación. Esta iniciativa de Dios se
concreta y manifiesta en el acto redentor de Cristo que se irradia en el mundo
mediante el ministerio de la Iglesia.

2.5 En efecto, según nuestra fe, el Verbo de Dios se hizo hombre y ha venido a
habitar la tierra de los hombres; ha entrado en la historia del mundo,
asumiéndola y recapitulándola en sí. El nos ha revelado que Dios es amor y que
nos ha dado el mandamiento nuevo del amor, comunicándonos al mismo
tiempo la certeza de que la vía del amor se abre a todos los hombres, de tal
manera que el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal no es vano.
Venciendo con la muerte en la cruz el mal y el poder del pecado con su total
obediencia de amor, Él ha traído a todos la salvación y se ha hecho
"reconciliación" para todos. En Él Dios ha reconciliado al hombre consigo
mismo.

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