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Introducción
Las lecturas de este tercer domingo pate del éxodo realizado por el Dios que
libera por mediación de Moisés (Ex 3,1-8ª.13-15) y este acontecimiento hace
que la asamblea proclame con el salmo: “El Señor es compasivo y
misericordioso” (Smo.102, 1b-4.6-8.11) San Pablo, en la segunda lectura, hace
una explicación en tono espiritual de la primera lectura: “la vida cristiana es
como un éxodo conducido por Cristo”. Por este motivo el Evangelio de Lucas (el
evangelista de este Ciclo) nos hace una llamada urgente a la CONVERSIÓN.
Alguien ha dicho que la conversión es “ponerse de cara a Dios” para ver reflejada
nuestra realidad de pecado y poder corregir el camino equivocado. Pero lo
primero que necesitamos es saber quién es y cómo es el Dios en el que creemos.
Este deseo de conocer de verdad a Dios nos viene dado a través de lo que Dios
ha manifestado al hombre a lo largo de la historia del Pueblo de Israel y a través
de lo que Jesús nos reveló sobre su Padre Dios.
Antiguo éxodo
Hoy la primera lectura nos cuenta cómo Dios se revela a Moisés y a través de
él al pueblo judío, como “Yo soy el que Soy” y llegada la plenitud de los tiempos
se nos revelará en Jesús como el Emmanuel “Dios con nosotros”. Este es un
Dios que: “Ve, oye, escucha, conoce los sufrimientos de su pueblo”. No es un
Dios lejano: “he bajado a librarlo, a sacarlo de esta tierra” Es el Dios que libera
y ofrece un camino de verdadera libertad para vivir en otra tierra donde puedes
ser tú mismo sin ningún signo de esclavitud.
Nuevo éxodo
Acontecimientos negativos
Jesús en los versículos del evangelio que leemos hoy nos indica por donde tiene
que ir la fuerza de la conversión en nuestros días. Parte de unos
acontecimientos que también se pueden dar entre nosotros en la actualidad. En
nuestra sociedad española estamos viviendo acontecimientos muy duros para
la verdadera convivencia serena y capaz de construir un mundo más pacífico y
justo. La comunidad cristiana en esta Cuaresma del 2019, tendríamos que
dejarnos iluminar por lo que hoy leemos en este fragmento del evangelio de
Lucas. A Jesús se le acercan “algunos” que le cuentan dos hechos ocurridos
(la matanza que Pilato realizó de algunos galileos que se habían sublevado , y
la muerte de otros como consecuencia del derrumbe de la torre de Siloé). Jesús
trata de hacerles comprender que estos acontecimientos no es ningún castigo
de Dios y de lo que se trata es hacer posible un cambio de actitud. Hay que
saber hacer una lectura creyente de todo acontecimiento. Conviene
preguntarse: ¿Qué nos quiere decir Dios con lo que acontece?. Resulta dura la
expresión de Jesús: “si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”.
El intenta conseguir que el auditorio reaccione y se de cuenta que lo básico en
el seguimiento es la conversión personal. Queda claro que no hay, netamente,
buenos y malos; todos estamos necesitados de conversión; nadie puede decir
que está libre de culpa.
Parábola de la higuera
Está claro que el Dios revelado por Jesús no es vengativo, justiciero, castigador,
sino todo lo contrario: es un Dios que nos ama, nos comprende, nos disculpa,
nos perdona. Hace caso al viñador que le ruega: “Señor, déjala todavía este año;
yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto”.
OPUS DEI
Comentario
Jesús da por supuesto que esa apreciación es equivocada, y que no tiene sentido
buscar culpas en las víctimas de tales desgracias. En cambio, esos sucesos
luctuosos invitan a reflexionar. La vida humana es frágil y, aunque se goce de
buena salud, la muerte se puede presentar cuando menos se la espera. Los que
nunca se cuestionan si hacen lo correcto cara a Dios, ni se plantean que
necesiten cambiar nada, pueden verse sorprendidos y sin tiempo a reaccionar.
La eventual aparición de brotes inesperados de violencia, accidentes o
catástrofes naturales, constituye un toque de realidad que despierta del
atolondramiento de vivir como si Dios no existiera, y mueve a la conversión para
recomponer la propia existencia. Quienes, con un corazón contrito, ponen los
medios para vencer el pecado, están desactivando la más grave consecuencia
del mal, la muerte eterna, a la vez que construyen un mundo mejor. Esta es la
única actitud sabia y responsable para prevenir las mayores desgracias.
Es probable que, en los comentarios populares acerca de esos sucesos, junto al
pensar que “algo malo habrán hecho” las víctimas, algunos respirasen con alivio
al verse salvos considerando que “yo todo lo hago bien”. Desgraciadamente esa
reacción, muy humana, sigue siendo actual. ¡Cuántas veces, personajes
famosos de la canción, el cine o la política, tras quejarse de lo mal que está el
mundo y los problemas que aquejan la sociedad, manifiestan al ser
entrevistados que “yo no tengo nada de lo que arrepentirme”!
Las palabras del Maestro hacen pensar. Jesús llama a cambiar el corazón, a
plantearnos un giro radical en el camino de nuestra vida, abandonando la
complicidad con el mal y las excusas hipócritas, para seguir con decisión el
camino del Evangelio. Su enseñanza no es solo para quienes están lejos de Dios,
con la esperanza de que reaccionen, sino también, y sobre todo, para quienes
están tranquilos pensado: “yo soy bueno, creyente, incluso bastante
practicante”. La parábola de la higuera estéril se dirige a todos los que se sienten
cómodos en el campo del Señor, pero no dan fruto (Lc 13,6-9). Si el Señor nos
llamara ahora a su presencia, podríamos preguntarnos, ¿iríamos alegres, con
las manos llenas de frutos que ofrecerle? ¿estamos colmados de obras hechas
por amor, o nuestro egoísmo y falta de generosidad impide que le demos todo lo
que espera?
Aunque nuestra correspondencia sea escasa, Dios tiene una gran paciencia,
pero esa esterilidad no debe prolongarse. El viñador de la parábola pide una
prórroga de un año antes de arrancar la higuera, para darle una última
oportunidad. Esta cuaresma puede ser ese “año más” que nos conceda el Señor
para llevar a cabo el cambio que aguarda. Como dice el Papa Francisco, “nunca
es demasiado tarde para convertirse, ¡nunca! Hasta el último momento: la
paciencia de Dios nos espera. (…) Nunca es tarde para convertirnos, pero es
urgente, ¡es ahora! Comencemos hoy”[1]. [1] Francisco, Ángelus 28.II.2016
CONFERENCIA EPISCOPAL
Introducción
De la reflexión y oración con la Palabra en consideración emergen los siguietes
temas meditación:
Jesus, excluye que la muerte de aquellos Galileos sea un castigo. Pero esta
muerte debe servir de signo, de advertencia para los presentes, para que
comprendan la importancia del tiempo que están viviendo. Ellos deben acoger
la ocasión que les viene dada por la predicación de Jesus y deben tomar una
posición, o sea se deben convertir. Que es también la invitación para nosotros
hoy.
Una gran enseñanza para este domingo es la misericordia Divina. Dios es ante
todo misericordioso y sabe esperar; es la insistencia que viene haciendo el Papa
Francisco desde la proclamación del Año de la Misericordia, esperar el tiempo
de Dios. Dice San Lucas que aquel que cuidaba el terreno respondió: “Señor
déjala todavía este año, voy a aflojarle la tierra y a echarle abono. Con esto tal
vez dará fruto; y si no la cortaras”. Al árbol le viene concedida una tregua de un
año y un cuidado específico, una última oportunidad. Si da fruto, bien, de lo
contrario será cortado.
RECOMENDACIONES PRÁCTICAS
1.2 De hecho, hoy escuchamos una gran voz en la primera lectura: "He visto la
opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus
opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo del poder de los
egipcios. Lo sacaré de este país y lo llevaré a una tierra nueva y espaciosa."
Dirijamos nuestra atención a este pasaje, y en especial a los verbos que
contiene.
1.4 Un paso más. Dios dice: "Voy a bajar para librarlo del poder de los egipcios."
Usando el lenguaje de la Biblia, diremos que Dios "baja" porque desde la altura
ha visto y ha oído. Ese esquema visual "arriba - abajo" es un modo de traducir
a lo gráfico la potestad divina, que no está bajo ninguna otra autoridad o poder.
Su "descenso" entonces no es un modo de comprobar los hechos sino más bien
una manera de describir su acción imparable, fruto y consecuencia de su
absoluta majestad.
1.5 Y un paso más. Dios dice: "Lo sacaré de este país y lo llevaré a una tierra
nueva y espaciosa." El objetivo de la intervención divina es no es solamente
arrancarnos del poder de los enemigos sino llevarnos a vivir bajo su poder. Con
otras palabras: nuestra liberación no es para que hagamos lo que nos apetezca.
Ello conduciría a una nueva esclavitud. El verdadero sentido de nuestra libertad
es, según la Biblia, seguir las sendas que Dios nos muestra y vivir en amistad
y gozo en su presencia. Alegría, libertad y obediencia no riñen en este mensaje
sino que son en el fondo una y la misma cosa.
2. Llamado a la Conversión
2.2 Dios es fiel a su designio eterno incluso cuando el hombre, empujado por el
Maligno y arrastrado por su orgullo, abusa de la libertad que le fue dada para
amar y buscar el bien generosamente, negándose a obedecer a su Señor y Padre;
continúa siéndolo incluso cuando el hombre, en lugar de responder con amor
al amor de Dios, se le enfrenta como a un rival, haciéndose ilusiones y
presumiendo de sus propias fuerzas, con la consiguiente ruptura de relaciones
con Aquel que lo creó. A pesar de esta prevaricación del hombre, Dios
permanece fiel al amor.
2.3 Ciertamente, la narración del paraíso del Edén nos hace meditar sobre las
funestas consecuencias del rechazo del Padre, lo cual se traduce en un
desorden en el interior del hombre y en la ruptura de la armonía entre hombre
y mujer, entre hermano y hermano. También la parábola evangélica de los dos
hijos -que de formas diversas se alejan del padre, abriendo un abismo entre
ellos- es significativa. El rechazo del amor paterno de Dios y de sus dones de
amor está siempre en la raíz de las divisiones de la humanidad.
2.4 Pero nosotros sabemos que Dios "rico en misericordia" a semejanza del
padre de la parábola, no cierra el corazón a ninguno de sus hijos. El los espera,
los busca, los encuentra donde el rechazo de la comunión los hace prisioneros
del aislamiento y de la división, los llama a reunirse en torno a su mesa en la
alegría de la fiesta del perdón y de la reconciliación. Esta iniciativa de Dios se
concreta y manifiesta en el acto redentor de Cristo que se irradia en el mundo
mediante el ministerio de la Iglesia.
2.5 En efecto, según nuestra fe, el Verbo de Dios se hizo hombre y ha venido a
habitar la tierra de los hombres; ha entrado en la historia del mundo,
asumiéndola y recapitulándola en sí. El nos ha revelado que Dios es amor y que
nos ha dado el mandamiento nuevo del amor, comunicándonos al mismo
tiempo la certeza de que la vía del amor se abre a todos los hombres, de tal
manera que el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal no es vano.
Venciendo con la muerte en la cruz el mal y el poder del pecado con su total
obediencia de amor, Él ha traído a todos la salvación y se ha hecho
"reconciliación" para todos. En Él Dios ha reconciliado al hombre consigo
mismo.