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La Comunicación
Concepto de Comunicación
a) El sistema del código del semáforo está formado por tres colores (signos), y
sus reglas consisten en excluirse entre sí (no pueden funcionar al mismo
tiempo el rojo y el verde).
b) El código del lenguaje mímico occidental, constituido por un inventario
limitado de gestos que se repiten para expresar lo mismo: besar, aplaudir,
dar la mano, encogerse de hombros, fruncir el entrecejo, etc.
c) El código de los colores convenidos para atribuir un significado al vestido: el
blanco del atuendo nupcial femenino, el negro del luto, el kaki o el azul de los
uniformes militares, el rosa o el azul de la canastilla de los recién nacidos,
etc.
d) No son objeto de nuestro estudio los lenguajes de naturaleza no lingüística;
nosotros usamos el término lenguaje en su primera acepción, es decir, como
instrumento mediante el que nos comunicamos con otros seres humanos.
El. SIGNO LINGÜÍSTICO
La Semiótica se define como la ciencia general de los signos. Pero cuando se habla
de signos, se habla preferentemente de signos lingüísticos. Y cuando se habla de
signos no lingüísticos, como las señales de tráfico, se sabe que el aprendizaje de
esa clase de signos no es posible sin la participación de los signos lingüísticos. Por
lo tanto, la Semiótica no es una ciencia distinta de la Lingüística.
Todo el mundo admite que la palabra es un signo compuesto de dos partes. Los
gramáticos medievales llamaron forma y concepto a esas dos partes. Saussure, por
su parte, las llamó de varios modos: imagen acústica y concepto, significante y
significado, y signo e idea. Esta proliferación tan variada de términos para catalogar
a las dos partes del signo pone de manifiesto que la Semiótica carece de una
representación rigurosa y fiable de su objeto. Pero esta anarquía categorial no sólo
alcanza a la representación de las dos partes del signo, sino también a la
representación de sus relaciones mutuas. Se habla de asociación entre imagen
acústica y concepto, del significante como expresión del significado, del
pensamiento que se fija a una idea, del nombre que simboliza el sentido, del símbolo
que se refiere al referente por medio del concepto. Es evidente que una ciencia no
puede fundamentarse sobre representaciones tan confusas y conceptos carentes
de definición rigurosa.
Pensadores prominentes
Ferdinand de Saussure
Tiene que ver con la que se establece en relación con el tiempo. El análisis
diacrónico describe la evolución histórica de un idioma a lo largo del tiempo,
mientras que el estudio sincrónico se detiene en analizar el estudio particular de ese
idioma en una determinada época o período temporal. Tomar en cuenta y distinguir
estos dos ejes lingüísticos resulta esencial para estudiar la lengua ya que el valor
de los signos hay que considerarlo en función del tiempo, es decir, se deben
apreciar simultáneamente su organización y uso en el sistema actual, o sea lo que
constituyen los hablantes en un momento dado, y también la evolución de su
estructura a lo largo de los años y de las épocas históricas.
Cada uno de los miembros de una comunidad humana (la china, la portuguesa, la
griega) tiene en común con los demás su capacidad para comunicarse mediante un
código de signos. Es decir, todos emplean el lenguaje verbal, que es el lenguaje
específico de los seres humanos. Sin embargo, un chino no entiende los mensajes
de un portugués ni un español los de los griegos, a no ser que previamente hayan
aprendido los respectivos idiomas, esto es, a no ser que conozcan el código. Ello se
debe a que, aun teniendo la misma capacidad para comunicarse mediante el
lenguaje verbal, no emplean el mismo sistema de signos. Cada uno usa una lengua
distinta: la de su comunidad. No hay que confundir el lenguaje con las lenguas. El
lenguaje, en tanto que facultad de expresarse, incluye todas las lenguas de todas
las comunidades humanas.
Las unidades que constituyen el código de la lengua se definen tanto por lo que son
como por lo que no son (es decir, por lo que las diferencia) en una relación de
oposición con cada una de las demás unidades. Cuantos más mensajes permite
transmitir un sistema lingüístico con los mismos elementos, sin que sea preciso
crear unidades nuevas, tanto más económico es el sistema.
La norma
Anteriormente han quedado descritas la lengua (en la que está prevista la estructura
de todos los enunciados posibles) y el habla (realización de enunciados concretos
por los hablantes). Se ha explicado que cada hecho de habla tenía carácter de
combinación inédita, pero al mismo tiempo, los hechos de habla son actos de "re-
creación", no son invenciones arbitrarias del hablante, reproducen modelos
preexistentes. El hablante se sirve de patrones, de estructuras en uso en la lengua
de su comunidad para construir un mensaje capaz de expresar lo que precisa
comunicar, es decir: adapta sus necesidades comunicativas a modelos conocidos
de cómo usar la lengua. Dichos modelos son algo así como la experiencia del "habla
anterior".
Tales patrones de uso lingüístico son lo que acepta como correcto la comunidad de
hablantes de una lengua y constituyen lo que denominamos norma lingüística.
Dichos patrones nunca se separan de la organización del sistema de la lengua,
puesto que son simples combinaciones de unidades pertenecientes a aquél.
Entre los hablantes de una comunidad hay una conciencia de lo que es "hablar bien"
o "hablar mal". La norma establece un ideal de corrección estética y/o cultural que
sirve de pauta, entre los hechos de habla posibles, para seleccionar el que mejor
representa el modelo sociolingüístico.
Los hechos de habla presuponen por parte de los hablantes la aceptación de
respetar ciertas normas, convenidas como correctas en la elaboración de
determinados mensajes, para que éstos resulten socialmente adecuados. Si no se
observan dichas normas, tanto en la lengua oral como en la escrita, los mensajes
pierden eficacia comunicativa.
La figura de Saussure resalta, en primer lugar, porque se las suele reconocer como
"el padre" de lo que hoy llamamos "semiología", aquella disciplina que él describió
como "la ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la sociedad". De él
arrancan, pues, los estudios e investigaciones del siglo XX sobre los signos y la
semiótica en general.
Según Peirce, toda la realidad puede ser comprendida a partir de tres categorías
que permiten unificar aquello que es complejo y múltiple, a saber:
1El primer correlato (o primeridad = "Fiertness"), es todo cuanto tiene posibilidad
de ser, real o imaginario. Esta pura posibilidad, aunque indeterminada
todavía, es la que permite después la concreción de todos los seres. La
primeridad es lo abstracto, como sucede con las cualidades, por ejemplo,
con la cualidad de un color (lo rojo o lo violeta antes de estar presente en
un objeto concreto).
2 El segundo correlato (o secundidad = "Secondness"), son los fenómenos
existentes, es lo posible realizado, y por tanto es aquello que ocurre y se ha
concretizado en relación con la primeridad: "modo de ser a lo que es en
relación a un segundo...". La actividad semiótica es algo real y en
consecuencia es un fenómeno de secundidad. Lo segundo, pues es
siempre el fin, el elemento ocurrido, lo causado.
3 El tercer correlato (o terciedad = "Thirdness"), está formado por las leyes que
rigen el funcionamiento de los fenómenos, es una categoría general que da
validez lógica y ordena lo real. Dice Peirce que la terceridad es el "modo de
ser de lo que es tal como es el poner en relación recíproca un segundo y un
tercero". Se trata, entonces, de la "inter-relación" establecida con el tercer
término, o sea, la interconexión de dos fenómenos en dirección a una
síntesis, a alguna ley que la rige, o a la que puede ocurrir si se establecen
ciertas condiciones. La tercialidad realiza por tanto, el enlace lógico entre
primeridad y secundidad, o sea, establece las condiciones hipotéticas para
que algo ocurra
La función del signo consiste en ser "algo que está en lugar de otra cosa bajo algún
aspecto o capacidad". El signo es una representación por la cual alguien puede
mentalmente remitirse a un objeto. En este proceso se hacen presentes tres
elementos formales de la tríada a modo de soportes y relacionados entre sí.
Podemos darnos cuenta, entonces, que el signo, según Peirce, es ante todo una
categoría mental, es decir, es una idea mediante la cual evocamos un objeto con la
finalidad de aprender el mundo o para comunicarnos. En este juego se produce la
"semiosis" que es un proceso de inferencia propia de cualquier persona. La
semiótica es la teoría de la práctica semiótica, de allí que el "signo" constituya el
núcleo de ese estudio teórico.
La semiótica
Se trata de una división del signo que toma en cuenta su triple relación: consigo
mismo, con el objeto al cual alude y con el interpretante.
9 SIGNOS (o clases
de signos)
En alguna relación
REPRESENTAMEN
Comparación CUALISIGNO ÏCONO RHEMA
Posibilidad
Forma
Por algo
FUNDAMENTO
Actuación SINSIGNO ÍNDICE DICISIGNO
Hecho
Existencia
Para alguien
INTERPRETANTE
Pensamiento LEGISIGNO SÍMBOLO ARGUMENTO
Necesidad
Ley
Sinsigno = Es la presencia concreta del signo (por ejemplo la presencia del color del
caballo en este signo lo concreto). Es lo particular del signo.
1 Índices (indicios). Son signos que tienen conexión física real con el
referente, es decir, con el objeto al que remiten; la conexión puede
consistir en la proximidad, la relación causa efecto o en cualquier tipo o
conexión. Son índices los signos que señalan un objeto presente o la
dirección en que se encuentran (una flecha indicativa, un dedo señalando
algo...); Los signos que rotulan a los objetos designado en otro código (el
título escrito debajo de un cuadro, un pie de foto...); Los signos naturales
producidos por objetos o seres vivos también son índices (la huella de
unas pisadas, el humo como indicativo de fuego, la fiebre es indicio de una
posible enfermedad; un resplandor en el cielo es indicio de una tormenta
cercana, el enrojecimiento de la cara puede ser indicio de timidez, etc. En
este tipo de signos no hay ninguna intención comunicativa, puesto que no
dependen de la voluntad del emisor, entre otras razones porque no existe
un emisor propiamente dicho. En el lenguaje verbal, podemos considerar
como indicios los gritos o exclamaciones involuntarias que expresan dolor,
susto, sorpresa, etc. Pero, aunque tengan cierta relación con la lengua, no
los consideramos parte de ningún sistema lingüístico.
2 Iconos. Son signos que tienen semejanza de algún tipo con el referente.
La semejanza puede consistir en un parecido en la forma o afectar a
cualquier cualidad o propiedad del objeto. Son signos icónicos: Los
cuadros, las esculturas figurativas, las fotografías, los dibujos animados,
las caricaturas, las onomatopeyas o imitaciones del sonido, mapas,
planos, gráficos que visualizan proporciones. Evidentemente la iconicidad
es cuestión de grado: una fotografía en color de un gato es más icónica
que una silueta esquemática del mismo.
3 Símbolos. Son signos arbitrarios, cuya relación con el objeto se basa
exclusivamente en una convención. El símbolo no tiene por no parecerse
ni guardar relación con lo que designa. Los alfabetos, la anotación clínica,
los signos matemáticos, las banderas nacionales. A esta categoría
pertenece el signo lingüístico.
A partir de la segunda mitad del siglo XX las ideas de Peirce y de Saussure dieron
origen a dos corrientes: la primera ha sido la corriente de la Semiología surgida de
las ideas lingüísticas de Saussure, y cuyos seguidores fueron especialmente latinos
(franceses, italianos, etc.). La base teórica de esta corriente es la díada del signo.
La otra corriente es la semiótica que se inspiró en las ideas de Peirce, y afectó
especialmente a los pensadores anglosajones. El punto de partida de esta corriente,
como ya conocemos, es el esquema triádico y fundamenta sus conceptos teóricos
en la filosofía Peirciana, desarrollándolos.
Roland Barthes
La moda, explica Barthes, "solo existe a través del discurso que se pronuncia sobre
la moda, sin lo cual se puede reducir a una sintaxis muy rudimentaria que no tiene
más riquezas que el del código vial: minifaldas se veían muy pocas; en el plano de
la realidad no era más que un entusiasmo particular; casi excéntrico, pero ese rasgo
se ha convertido rápido en objeto de un discurso general, público, y solo entonces
adquirió una verdadera consistencia social y semiológica: lo que se dice revierte
sobre lo que se lleva y lo que se ve. Creo que esta restricción metodológica de mi
propio proyecto corresponde en grueso a la revolución de la semiología: los
conjuntos un poco complejos de objetos no significan fuera del lenguaje".
El significante moda incluye: objetos (por ejemplo, camisa); soportes (por ejemplo,
cuello de la camisa); variación (por ejemplo, cuello abierto). El significado moda es
el contexto externo (por ejemplo, camisa de lana (= invierno). El signo de la moda
no es la relación entre los dos anteriores sino la escritura sobre la moda que es
donde se encuentra la connotación.
Sobre el Signo
Hay además signos cuyos soportes es una única materia de la expresión, y en este
caso, nuestro autor propone la denominación de signo típico. El signo verbal es un
signo típico, y el signo icónico (las imágenes) también lo es, independientemente de
los modos de producción, manual como en el dibujo, o mecánico como el de la
fotografía. También el signo gestual es un signo típico al apoyarse en un único
soporte o materia de la expresión.
Umberto Eco
Podemos decir segú Eco que la semiótica consta de dos teorías, una de los códigos
y otra de la producción de signos, de lo que se puede inferir que parte del proyecto
de la semiótica consiste en la elaboración de una teoría general unificada.
El significado puede ser considerado como un proceso que relaciona los objetos,
los hechos y los seres con los signos capaces de evocar dichos objetos, hechos o
seres. El proceso cognoscitivo no es más que la posibilidad de conferir significado
a las cosas que nos rodean, y esta posibilidad existe a través de los signos que
constituyen la ligadura entre conciencia subjetiva y el mundo fenomenológico. Los
signos, por tanto, constituyen los instrumentos primarios e inmediatos de toda
comunicación. La comunicación es vinculación al orden real no ideal, se establece
más concretamente entre los hombres o entre ellos y las cosas.
LEER
La semiótica no es bíblica; es una ciencia dedicada al estudio de los sistemas de
significación. Por este título, se interesa por las literaturas, y consiguientemente por
los textos escritos, independientemente de su vinculación a tal o cual cultura, a tal
o cual período de la historia, a tal o cual área geográfica.
LAS CONDICIONES
Realizar una lectura coherente: tal es nuestro objetivo. Pero ¿en qué condiciones,
o también, con qué presupuestos vamos a abordar y observar los textos bíblicos?
Sin entrar en una reflexión teórica sobre el conocimiento para evaluar las bases y el
alcance de nuestra aproximación, recordemos algunos postulados o principios que
sirven de fundamento a la semiótica.
El principio estructural
La semiótica se ha definido a partir del marco de la Iinguística estructural que se
basa en el principio de estructura, según el cual no hay sentido más que en la
diferencia y por medio de la diferencia. Esto significa que concederemos la prioridad
a las relaciones y no a los elementos; intentaremos construir la red de relaciones (la
forma del contenido) a partir de la cual se construye el sentido del texto que leemos.
Para valorar esta red organizada (este sistema), nos dedicaremos a medir, con los
instrumentos del análisis semiótico, los desniveles y las diferencias. Todos los
procedimientos semióticos se derivan de este postulado: se trata siempre de
observar y de medir las diferencias que resultan pertinentes para la significación.
Leer es entrar en el juego de las diferencias significantes de un texto.
EL FUNCIONAMIENTO
De estos principios se deriva una manera de abordar los textos y de emprender la
lectura. En efecto, vamos a utilizar algunos modelos concebidos por la teoría
semiótica y propuestos por ella en función de las producciones que intenta explicar.
Pero la utilización de estos modelos no se ofrece con unas “normas de empleo”
infalibles e inmutables. Nuestra lectura tiene que ser reflexión y construcción. Por
consiguiente, no se trata de hacer una operación de “etiquetaje”, para decir en
términos eruditos lo que el texto dice con claridad. Tampoco se trata de encontrar,
sin fallo alguno, el modelo conocido y previsto por la teoría. Se trata más bien de
ver cómo produce sentido un texto particular, con los datos del modelo teórico. Los
datos de los modelos utilizados son por tanto unos «instrumentos)), unos aparatos
de medida que poseemos para dirigirnos hacia el texto. No están ocultos en el texto
para que nosotros los descubramos allí.
ENTENDER
Para la semiótica, todo texto es ante todo un objeto de estudio, un objeto que hay
que construir pacientemente con los procedimientos del método. Para nosotros,
lectores de textos bíblicos, se trata de utilizar de la mejor manera posible los
procedimientos del método con la finalidad de entrar en el dispositivo de la
significación del texto. Mas sabemos que, al entrar así, quizá llegue a alcanzarnos
una palabra.
Pero hay que aceptar no saber de antemano lo que el texto dice, aceptar que resista
a nuestro deseo de saber y de encontrarnos en él, para descubrir finalmente esa
palabra que se nos ha dirigido, en el propio texto, pero más acá o más allá de lo que
nosotros pensábamos saber a propósito de él. Hacer semiótica es aceptar esta
aventura, este juego con el texto que muchas veces «desconcierta», saca fuera de
los caminos trillados y de las interpretaciones recibidas y hace descubrir, por el
sendero de la lectura, no pocas huellas de la “palabra”.
EJERCICIO PRÁCTICO
Situación discursiva: v. 1c
El primer actor es puesto en relación con un segundo (“los viñadores”). Entre ellos
se da una relación económica (y contractual) de propietario a arrendatarios que
implica ciertos intercambios. Se observa una modificación del espacio: la viña pasa
a ser el espacio de actividad de los viñadores, el hombre parte para el extranjero:
entre “la viña” y “el extranjero” pueden organizarse desplazamientos e intercambios.
Situación discursiva: v.9 Esta secuencia está en futuro. Señala una ruptura
temporal respecto al “tiempo del relato” y el “tiempo de la narración”, y establece
una relación narrador-oyentes, confirmada por la forma interrogativa del enunciado:
el relato exige un receptor de ese relato. Encontramos en esta secuencia la relación
del “hombre” y de los “viñadores”, pero una relación directa, sin la mediación de
objetos o de actores enviados.
Hay un desplazamiento del «hombre» (que hace eco a su partida) hacia los
viñadores, que hace prever dos acciones: la ejecución de los viñadores y la entrega
de la viña a otros. Es el final de un episodio relativo a la relación entre el amo y los
viñadores; pueden intervenir otros episodios en la viña. El hombre es calificado aquí
como “dueño de la viña” y definido por su poder sobre los viñadores (la muerte) y
sobre la viña (la entrega).
El final del texto vuelve a distribuir estos elementos: la viña queda disponible para
otros, tras la eliminación de los viñadores; lo que había sido rechazado vuelve a
ocupar una posición distinguida. Observamos así las operaciones que realiza el
relato con unos cuantos valores de significación que podemos designar
provisionalmente como: valores económicos (un tanto de la cosecha -fruto del
arrendamiento- esperado por el propietario, totalidad de la viña-heredad deseada
por los viñadores), valores de reconocimiento (insulto a los criados, respeto
esperado para el hijo). Estos últimos valores se ven finalmente exaltados en el texto
de la Escritura que se cita (piedra rechazada/piedra angular), donde se pone
especialmente el acento en la organización del espacio. Con el destino final de la
viña, del hijo y de la piedra, el mismo texto re-interpreta el conjunto del recorrido de
fructificación, en el sentido de una prolongación positiva que obliga a la
interpretación conjunta del lector.
Esta alianza forma el objeto de un discurso. El proyecto fracasa con la venida del
“dueño”, que hace matar a los viñadores. En la cita, los «constructores» rechazan
la piedra. El Señor la convierte en “piedra angular”.
Por parte de los viñadores, se observa por un lado la negativa a dar una parte de la
cosecha (la observación final de la fructificación pretendida por el hombre) y por otro
lado el empeño en adquirir la viña entera (en lugar del hijo). Estos dos objetivos se
articulan como un programa de los viñadores. Este programa fracasa tras la venida
del dueño: la historia de los viñadores acaba en donde prosigue la historia de la
viña: no se cierra el proceso de fructificación.
La oposición entre los programas del hombre y los viñadores no basta para dar
cuenta del relato: Efectivamente, al final, la entrega de la viña a otros viñadores
orienta el relato hacia un programa de la viña que sigue adelante; la cita de la
Escritura, bajo la figura de la piedra rechazada y escogida, toma el relevo del
programa del hijo muerto y rechazado; así, pues, habrá que centrar el núcleo
narrativo del texto a través de las oposiciones marcadas alrededor de las figuras de
la “viña”, del “hija” y de la “piedra”.
b) Sin embargo, hay que tener en cuenta la mención final de la Escritura que pone
en escena un conflicto de interpretación entre los “constructores” y el “Señor”. Se
puede entonces reconocer en este actor a un destinatario de la sanción sobre el
valor del actor representado aquí por la “piedra”, en oposición a la evaluación
realizada por los constructores.
c) El último enunciado de nuestro texto puede interpretarse igualmente dentro del
marco de este reconocimiento del valor: “una maravilla a nuestros ojos”. Con la
mención de “nuestros ojos”, son convocados finalmente los actores de la
enunciación (“nosotros”, narrador y receptores del relato) como obligados a
reconocer el valor de la acción principal, tal como se manifestó en la oposición entre
los constructores y el Señor.
La dificultad del análisis de este texto proviene del desnivel que se da entre una
gran variación figurativa (viña plantada y alquilada, criados enviados y asesinados,
hijo-querido-heredero matado, piedra rechazada piedra angular...) y una relativa
permanencia de la lógica del relato. La articulación programa-antiprograma debe
describirse más acá de esas variaciones de figuras.
Este “juego” entre el plano figurativo y el plano narrativo puede ser el resorte de un
tipo de texto que se designa habitualmente como “parábola”.