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CULTURA

Santiago Porras: el narrador de la


Guanacaste que no se cuenta
Por César Arroyo
Marzo 4, 2019

Locomotoras y vagones desmembrados se pudren bajo el sol de Las Juntas de Abangares. En este
escenario se desarrolla la novela de Santiago Porras, Avancari.
Foto: César Arroyo

Llegamos al parque de Las Juntas de Abangares a la mitad de una mañana de febrero. A primera
vista es un parque como cualquier otro: indigentes durmiendo en bancas, estudiantes camino al
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colegio, adultos mayores en sus diligencias matutinas y unos árboles verdes que aún no padecen la
sequía que se aproxima.

El escritor abangareño Santiago Porras nacío a seis kilómetros de aquí, en un lugar llamado
Concepción. Es flaco, tiene una barba blanca recortada a la perfección y, detrás de sus anteojos
delgados, la mirada adormecida de alguien que ha dedicado miles de horas a la lectura.

Caminamos hasta una banca a la sombra para hablar sobre su vida, sus cuentos y su libro más
reciente: Abrazos de matapalo.

Su nueva obra es una crítica fuerte a la tradición taurina y “el machismo asqueroso del cual
Guanacaste es un fiel representante”. Críticas por las que más de una vez “le han ofrecido puñetes”,
cuenta con tranquilidad.

Una docena de familiares y amigos lo han saludado mientras me cuenta cómo llegó a ser Santiago
Porras, el escritor. Todos saben que escribe pero, según él, ninguno sabe acerca de qué. “La gente
anda en otra cosa”, continúa despreocupado.

Sus primeros contactos con la literatura los tuvo en el campo. “Papá leía en voz alta debajo de un
palo de tamarindo que ya se secó, y luego recitaba las novelas enteritas mientras desgranábamos
maíz en las noches de lluvia”.

Aún conserva los pedazos de antologías con cuentos que lo hicieron llorar por primera vez. Cuando
se fue del colegio, no dejó ningún libro sin leer en la biblioteca (aunque asegura no eran muchos).

“Tenía fama de ser estudioso, pero leía más de lo que estudiaba”, a eso le dedicó todo su tiempo
libre en Universidad el Zamorano de Honduras. “Yo me leía como 100 libros al año”.

Desde entonces inició una larga carrera como ingeniero agrónomo que ejerció hasta los 50 años,
cuando sufrió un infarto y tuvo que jubilarse.

“Yo puedo hablar con la impertinencia que me permite la cercanía de la muerte”, dice este
coleccionador de ensueños, como lo llamó el escritor de La isla de los hombres solos, José León
Sánchez.

Los seis libros que ha escrito los carga en el baúl de su pequeño automóvil gris, estacionado a un
costado del parque. Luce como su propia librería ambulante: lleva una caja de cartón llena de
ejemplares de sus cuatro libros de cuentos y su par de novelas.

Dos de sus obras son lecturas recomendadas para noveno año por el Ministerio de Educación
Pública. Avancari es una de ellas, la novela histórica que le abrió un espacio junto a los grandes
narradores costarricenses y narra las patrañas o “matráfulas” como él dice, ocurridas durante la
minería de oro aquí en Las Juntas.

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Santiago Porras al pie del edificio de Los Mazos, donde Abangares Gold Fields procesaba el oro a
principios del siglo XX.

“Santiago Porras nos pasea como de la mano por la mina y sus alrededores, y nos pinta a personas
reales hechas personajes, algo que consiguió sin duda por haber estudiado exhaustivamente el
tema”, escribió hace seis años en su blog el hoy presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado.

Su intención al escribir, dice, es “que la gente se entere de ciertos capítulos de la historia que las
familias poderosas nos ha ocultado”.
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“En la guerra del 48 se cometieron atrocidades y eso hay que narrarlo. Hay que ir a archivos
nacionales y judiciales, a las bibliotecas, conversar con gente. Hay que investigar. Pero en Costa Rica
muchos escritores prefieren hacer historias que se les ocurren, entonces hacen cosas que no le
importan a mucha gente”, asegura.

Una locomotora empolvada a un costado del parque y una piedra fundacional escondida tras unas
flores son la evidencia de ese pasado de minería industrial que vivió Las Juntas, muy distinta a la
que continúa hasta hoy.

La metáfora del mal

Un abrazo de matapalo es la mejor figura para ilustrar la belleza natural de Guanacaste y, a su vez, la
opresión del poder y el machismo en un mismo acto. El libro Abrazos de matapalo trata de recrear
la vida en una hacienda guanacasteca, mientras va mezclando historias de abuso de hombres
poderosos con paisajes pintorescos de la provincia.

La voz que narra las primeras líneas del libro es la de la hacienda, personificada y construida, me
cuenta Santiago, con retazos de muchas historias de casonas desde La Cruz hasta Tilarán.

“Me interesa ese estilo fragmentario desde diferentes perspectivas para abarcar muchos puntos”,
dice el escritor abangareño, mientras el viento arranca cientos de pequeñas flores amarillas del
árbol que nos cubre del sol.

Su texto se mueve por distintos géneros y no utiliza la voz omnisciente que todo lo sabe. En cambio,
se la otorga a sus personajes. Son simples voces que saben algo desde su punto de vista y
desconocen del otro. Historias protagonizadas por jóvenes abusadas o madres preocupadas por sus
hijos montadores. “Quienes nunca pudieron salvarse de la batuta patriarcal”, dice el libro en su
contratapa.

Abrazos de matapalo

De eso se trata Abrazos de matapalo: de la Guanacaste que no se cuenta.

“¿Los desgraciados que se divierten con esas cosas no son animales también? Con el perdón de los
animales que no tienen uso de razón”, se pregunta por ejemplo, una empleada doméstica en el libro.
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Como si fuera un personaje más, Santiago va soltando poco a poco su filosofía de vida en
preguntas. Algunas veces de manera más disimulada y otras arremetiendo con fuerza en contra de
algo.

Señala al otro lado del parque con su dedo índice: “A esa institución yo no la quiero”, dice sin volver
a ver la iglesia. “Creer y no creer son derechos iguales. Grandes ateos han hecho contribuciones
humanísticas extraordinarias. Hace 100 años teníamos las mismas creencias y la gente se moría a los
40 años. ¿Por qué la gente se muere ahora a los 80 si el dios es el mismo?”.

Santiago sabe que son temas polémicos en la provincia, y que muchos se enorgullecen de sus
tradiciones, pero él no. “Yo me siento orgulloso de que tuvimos un marimbista como don Miguel
Torres, un cantante como Max Goldenberg o Guadalupe Urbina”.

De esas tradiciones, la que menos le gusta es la de las montaderas. Dice que aunque tal vez él ya no
llegue a ver la muerte de las montaderas, espera que eso suceda algún día. “Ojalá la novela vaya
creando conciencia entre los jóvenes. Ya con los viejos no hay remedio”.

Santiago Porras presentará su libro  el jueves 28 de marzo a las 3 pm en la Casona de la Hacienda La


Pacífica en Cañas.

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