Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
CAPITULO V
LA REVOLUCION SOCIAL DEL CRISTIANISMO
El genio griego creó el homo sapiens, quien inventó la ciencia demostrativa y organizó la
ciudad racionalmente. No fue capaz de crear el homo faber, el artesano, quien, por medio de
las artes mecánicas, sometió las fuerzas de la naturaleza y las puso al servicio de los
hombres. Antes de que éste pudiera aparecer tuvo que ocurrir una revolución moral y social
que acabara con la esclavitud y rehabilitara el trabajo manual y las arles mecánicas. Esto fue
logrado por el cristianismo.
La rehabilitación moral del esclavo
La intención del mensaje cristiano no era reformar la sociedad. Su propósito era anunciar la
inminencia del Reino de Dios y la necesidad de prepararse por medio de la penitencia.
Mientras esperaba el gran juicio, cada persona debía permanecer en la condición en que
Dios la había colocado. San Pablo recomendaba a los esclavos obedecer a sus amos, y a los
amos que trataran bien a sus esclavos.
Que permanezca cada cual tal como le halló la llamada de
Dios. ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes.
Y aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condi-
ción de esclavo. Pues el que recibió la llamada del Señor sien-
do esclavo, es un liberto del Señor sienclo esclavo; igualmen- :
te, el que era libre cuando recibió la llamada, es un esclavo
cle Cristo} ( Biblia de Jerusalén)
La Carta a los Efesios recomienda: ”Amos, obrad de la misma manera con ellos, dejando las
amenazas; teniendo presente que está en los cielos el Amo vuestro y de ellos, y que en él no
hay acepción de personas” Nunca se les ocurrió a los Padres de la Iglesia, como tampoco se
les ocurría a los filósofos y jurisconsultos paganos, contemplar la desaparición de la
esclavitud. San Juan Crisóstomo se contentaba con recomendar moderación: “ ¿Por qué
tantos esclavos? Al igual que con el vestido y con la mesa, deben limitarse al número
necesario de esclavos. “Séneca trataba a sus esclavos como “amigos humildes”
Jurídicamente, el esclavo en la antigüedad era una cosa, una mezcla para ser objeto de uso y
abuso a discreción. Aristóteles había definido un esclavo como una “herramienta viviente”.
–
Los esclavos se clasificaban, para propósitos tributarios, en la misma categoría que los
caballos y las mulas. El esclavo no tenia voluntad propia; era un cuerpo sin la facultad `de
decir no; no tenla derechos; no tenía familia, ni matrimonio legal, ni paternidad reconocida.
Para él, nada que le pidiera su amo podía ser vergonzoso. Su religión no era reconocida; los
dioses no se ocupaban de esclavos. El amo podía castigarle, encadenarle, encarcelarle,
mutilarle y torturarle, incluso darle muerte.
Hasta la época de los Antoninos no se creó una dependencia encargada de proporcionar a
los esclavos un recurso de apelación contra los peores excesos. Los grandes jurisconsultos,
los cínicos y los estoicos, decían que todos los hombres nacen libres; justificaban la
esclavitud, sin embargo, citando los diversos orígenes de la familia humana. Algunos
descendían de dioses y héroes y tenían el derecho de mandar. Otros eran hombres libres que
gozaban de derechos civiles y políticos, distinguiendo el Imperio tardío entre hombres de
noble cuna y hombres de humilde cuna . Otros por naturaleza, conquista, o nacimiento—
eran esclavos.
La legislación relativa a los esclavos fue humanizada bajo los emperadores paganos, pero
bajo los primeros emperadores cristianos hubo un retroceso. Constantino restableció una
antigua ley según la cual una mujer libre que cohabitara con un esclavo caería bajo la
servidumbre del 40
amo de dicho esclavo, y cualquier mujer que viviera en concubinaje con sus propios
esclavos debía ser quemada en la hoguera. El orden social se fundamentaba en la esclavitud.
-
No obstante, el cristianismo, al declarar que todos los hombres descienden de la misma
pareja, que todos son hijos de Dios, que todos fueron igualmente redimidos por la pasión de
Cristo, y que como hermanos todos son igualmente valiosos, establecía la dignidad de los
hombres sin excepción de raza, condición o nacionalidad. “Ya no hay judío ni griego; ni
esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”,
proclamó San Pablo. El esclavo cristiano es, ante Dios, el igual de un hombre rico, de un
hombre libre, y de su propio amo. Es admitido en pie de completa igualdad en la Iglesia, en
las fiestas de confraternidad, en los sacramentos, en los rangos de la jerarquía eclesiástica, y
por último, en el sepelio en las catacumbas. Si fuera bautizado, podría incluso ser superior a
su propio amo, si el amo fuera un iniciado (catecúmeno) o si estuviera bajo alguna
penitencia pública. Un esclavo puede convertirse en sacerdote, en obispo, incluso en papa
como sucedió Con Calixto, un esclavo fugitivo. Su matrimonio es válido; su paternidad es
reconocida; su castidad es defendida. Se establece la familia cristiana.
La Iglesia recomendó la liberación de esclavos Como la forma más allá de caridad y la
forma más aceptable de penitencia; condenó la esclavitud de prisioneros; comprometía sus
recursos para el rescate de los cautivos; y adoptaba a los niños abandonados. Enseñó un
nuevo respeto por la persona humana, y los emperadores cristianos, si bien es cierto que
muchas veces vacilaban, finalmente suprimieron los combates de gladiadores y los
abominables circos donde había fluido tan libremente la sangre de los mártires. El
cristianismo revolucionó las posiciones sociales de esclavos y humiliores al proporcionar
una ratificación religiosa de su dignidad individual; todo hombre, creado a imagen de Dios,
posee un alma libre.
La rehabilitación del trabajo manual y de las artes mecánicas
La proclamación de la dignidad por igual de todos los hombres condujo inevitablemente a
la rehabilitación del trabajo manual y de las artes mecánicas. ¿No fue Jesús un carpintero,
no fueron los primeros discípulos humildes pescadores, y San Pablo un fabricante de
tiendas de campaña? Poco sorprende que los primeros grandes éxitos del Cristianismo
hayan sido entre los esclavos y las masas de pobres labradores. El término operarius
(obrero) aparece frecuentemente en los epitafios de los cristianos. Una reiterada
recomendación de la Iglesia era que el artesano realizara su trabajo con entusiasmo y
diligencia.
Los antiguos creían que un hombre libre debía ser un hombre de medios que no tuviera que
trabajar, a fin de que pudiera dedicar sus energías a los asuntos de estado. Este era un tipo
de ocio muy diferente al de las masas de libertos atestados en las grandes ciudades de la
Roma Imperial. La competencia de la mano de obra esclava había desplazado del campo a
un gran ejército de empobrecidos campesinos, labradores y artesanos. Sin raíces y sin
trabajo, vivían de la caridad pública, de distribuciones gratuitas, y de los réditos de la
corrupción política, pasando sus días en el teatro, el circo o el anfiteatro, reclamando panem
et circenses. Los primeros cristianos se oponían a este ocio corruptor, declarando, en las
palabras de San Pablo, que” si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma”
Obispos y sacerdotes daban ejemplo. La disciplina primitiva los obligaba a trabajar con sus
manos. Los monjes de Occidente, al incorporar el trabajo manual en sus reglas monásticas,
hacían del trabajo parte del opus Dei, la obra de Dios. Los vemos desmontando bosques,
drenando pantanos, transformando cenagosas selvas en campos de cultivo y abadías que a
su vez se convirtieron en los sitios de aldeas, pueblos, y eventualmente grandes ciudades.
Durante toda la Edad Media, el trabajo de obreros y artesanos fue borrado en pie de
igualdad con el de otros funcionarios públicos. Sus organizaciones — sus gremios y
corporaciones- tenían sus propios estandartes, y tenían el derecho de exhibirlos durante las
solemnes misas dedicadas a sus santos patronos. Con sus propias tierras y recursos,
construían las iglesias, salones gremiales y otras estructuras que relataban en ladrillo, piedra
y mármol los grandes eventos de sus ciudades. Con el tiempo se volvieron suficientemente
poderosos como para obtener de reyes, señores feudales y dignatarios eclesiásticos
privilegios políticos para sí mismos. En algunas partes, especialmente en Flandes, Alemania
e Italia, gobernaban de hecho las ciudades. Venecia en el siglo XIII fue gobernada por una
aristocracia de comerciantes. Esto hubiera sido algo inconcebible para los hombres de la
antigüedad —ciudades gobernadas por artesanos y mercaderes.