Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
MARTA GARCÍA-ALONSO
Para los segundos, como Bennet, la pregunta es si puede desligarse la función del
antropólogo de su compromiso como ciudadano. ¿Pueden compartimentarse así las
ciencias sociales? ¿Emular las ciencias naturales resuelve el problema de la antropología
de la implicación y responsabilidad con los grupos sociales con los que trabaja? Para
Bennet, las proposiciones científicas sobre la cultura “no son puras, sino que son
observaciones hechas en un marco social en proceso”, con repercusiones en la vida del
grupo estudiado. Además, los grupos estudiados son heterogéneos y dinámicos, así
como la Asociación Americana de Antropología, de forma que “pretender restringir la
implicación social de sus miembros en virtud de una ciencia pura y sin implicaciones
morales y políticas” es inútil.
1
que dar cuenta de la injusticia. Se trata de relativizar los valores occidentales y defender
una antropología más “femenina” (Scheperd-Hughes), que no solo se preocupe por el
pensamiento de los otros sino por su comportamiento interpersonal. Para ella, señalar
la primacía de la ética es admitir que existe un marco precultural comparativo.
¿Es la antropología militar una aplicación válida más? ¿O deberían las aplicaciones estar
restringidas? Algunos creen que la decisión es individual, otros creen que la respuesta
debe pasar por un marco valorativo común como los DDHH, otros creen que aplicar los
DDHH es imponer un modelo cultural al resto. Pero no hay una forma única de entender
los Derechos Humanos y su fundamentación, sino que existen muchas respuestas a
esto.
2
2. FUNDAMENTACIÓN UNIVERSALISTA Y CRÍTICA CULTURALISTA DE LOS
DERECHOS HUMANOS
Los DDHH son herencia de la Ilustración y nacieron de las revoluciones burguesas del s.
XVIII en Occidente. La primera generación gira en torno a la libertad individual,
entendida como no injerencia de poderes públicos en la esfera privada. La segunda
generación serían los derechos sociales, culturales y económicos, que presuponen una
política activa del Estado para ser aplicados (vivienda, trabajo, sanidad, educación), se
resumen en la igualdad. Después se elaboró una tercera generación de derechos, de
solidaridad: defensa y promoción de la paz, medio ambiente, derecho al desarrollo…
Más tarde se han añadido otros que podrían considerarse derechos de cuarta
generación: protección de los consumidores, derechos ligados a las nuevas tecnologías,
igualdad de género.
Los principios éticos serían, pues, libertad, igualdad y solidaridad: el marco de acción se
ha ido ampliando del individuo al Estado y al mundo global. Esto pone en duda que se
trate de derechos exclusivamente occidentales: en 1977 Amartya Sen defendía que
cuestiones como la discusión pública o la consulta a los gobernados han sido valores
promovidos con anterioridad por culturas no occidentales. Afirma que normalmente
se vincula Asia con el pensamiento autoritario y disciplinar, pero hay otros valores
típicamente promovidos, como la tolerancia. Para Sen, la tolerancia universal se
promueve en la India veinte siglos antes que en Occidente, con el emperador budista
Ashoka (III a.n.e.). El gran emperador Mogol musulmán Akbar defendió la libertad
religiosa y de culto en su reinado; la India tiene la mayor tradición literaria religiosa del
mundo, pero también el mayor volumen de escritos materialistas y ateos.
Las comparaciones son complejas, pero no deben ser evitadas. La pregunta es ¿existen
valores universales? O más bien ¿pueden establecerse? Hay dos tipos de fundamentos
básicos de la universalidad de los DDHH, que procederemos a exponer.
En Primates y Filósofos se lee: “La moralidad humana puede dividirse en tres niveles
distintos [sentimientos morales, presión social, juicios y razonamientos] de los cuales el
primer nivel y medio parece guardar paralelismos evidentes con otros primates. Dado
3
que los niveles superiores no pueden existir sin los inferiores, toda la moralidad humana
forma un continuo con la socialidad de los primates.” El primer nivel incluye la empatía
y la reciprocidad, la retribución, la resolución de conflictos y el sentido de justicia. 15
Podríamos aceptar que las emociones humanas sean las mismas en su sustrato básico y
neuronal, pero ¿son universales sus expresiones? Para el psicólogo Paul Ekman, las
expresiones faciales concretas (ira, asco, desprecio, miedo, sorpresa, tristeza, alegría),
pueden registrarse en la mayoría de las culturas y denominarse universales. Estas serían
emociones elementales que serían la base de las complejas (culpa, vergüenza, envidia).
En su estudio transcultural (EEUU, Japón, Chile, Brasil, Argentina, Indonesia, antigua
URSS, Papúa) defiende que las expresiones que se pueden registrar en privado no están
oscurecidas por la cultura, sino que son innatas.
Ekman añade que la mayoría de las emociones básicas son innatas. Esto no significa que
la moral se construya solo desde el cerebro, pero hace falta explicar cómo fundamentos
tan básicos se transforman en normas tan complejas. Una posible respuesta es la de
Robin Bradley en el Oxford Handbook of Human Rights, donde expone que la capacidad
psicológica para identificar obligaciones y derechos es innata y universal, como el
lenguaje: ambas capacidades son innatas pero dependen de los estímulos externos para
desarrollarse. Por eso, la teoría de la gramática universal de Chomsky es popular entre
filósofos naturalistas. Stephen Pinker ha popularizado esta tesis en su libro La tabla
rasa: podemos estamos “programados” para reaccionar con un sentimiento
desagradable cuando alguien afrenta nuestros intereses, pero lo que entendemos por
afrenta y en qué situaciones consideramos aceptable reaccionar explícitamente a esta,
son cuestiones determinadas culturalmente.
4
Para Rosaldo, como para Clifford Geertz, el sentido de lo que conocemos (emociones y
creencias) debe buscarse en los patrones culturales, sociales. No hay emoción que no
haya sido culturalmente determinada. Hay que poner entre paréntesis la biología y
analizar el terreno simbólico. Esta división público/privado y el afán por centrarse en lo
segundo es, para ella, un empeño muy occidental. Entre los Ilongot, la
responsabilidad/culpa se calcula en función del conocimiento del ofensor del daño que
causa a otros: lo que uno es depende de lo que hace a otros. Además, el rito que les
transforma en sujetos autónomos (la “caza de cabezas”) es el mismo que les convierte
simultáneamente en miembros del grupo.
El filósofo americano Jesse Prinz argumenta que nuestros valores morales no son
emocionales: están ligados a las emociones, pero la historia de la cultura demuestra que
se producen variaciones en la historia y en nuestra propia biografía. Admitir que la
reforma moral es posible no significa esto no condena al nihilismo del todo vale,
liberarse del estancamiento moral. Sin embargo, para él, sí que existe una base
biológica: las emociones son maleables, pero se trata de una maleabilidad limitada. 22
Por una parte, la respuesta facial a emociones es aprendida, por otra, es posible que las
propias emociones sean sentidas de forma distinta en función del aprendizaje de
expresión corporal. Así, nuestras reacciones emocionales serían una mezcla entre
respuestas instintivas (universales) y patrones aprendidos. El llanto, p. ej., es distinto en
cada cultura (los hombres occidentales lo suprimen, en Japón es silencioso, en Filipinas
sonoro y en Papúa ritualizado rítmicamente). 22
Para Prinz no hay emociones básicas sino estados emocionales. Los Ilongot no tienen
palabra para ira, los tahitianos no la tienen para tristeza, los Utka inuit no tienen para
miedo, los Chewong de Malasia no conocen la “felicidad” y los haluk islandeses
(Micronesia) no conocen sinónimo para ninguna de las Seis Grandes emociones. Según
Prinz, los auténticos estados básicos son agresión, indefensión, susto y deseo. En
inglés no hay términos emocionales que se correspondan con estos estados, sino que
los términos más simples ya son complejos y culturalmente influidos.
En cuanto a estados todavía más complejos como culpa, amor, celos o felicidad, Prinz
considera que la felicidad también depende de los valores establecidos por la
cultura. En occidente depende más del placer que en Asia, en Asia el aquí y ahora es
más importante que el futuro, y el altruismo proporciona más felicidad que en Occidente.
Por su parte, los chinos interpretan la felicidad como un concepto negativo porque las
emociones positivas no son aceptables culturalmente.
Cuando ocurre una emoción, hay una respuesta cerebral y se produce actividad en las
áreas que regulan los cambios corporales. Por eso, uno puede llegar a provocar una
5
emoción corporalmente, reproduciendo con expresiones faciales o posturas.
Recreando el contexto adecuado, podrían provocarse emociones y conductas
antisociales. Esto lo investigó Zimbardo en El efecto Lucifer, un experimento de Stanford
que convirtió un laboratorio en una prisión, con los roles de víctima y carcelero: los
participantes acabaron convirtiéndose en aquello que representaban. El propio Zimbardo
se volvió inmune a los abusos de sus “empleados”. Su conclusión es que el mal, como
sistema de dominación, se puede crear en un periodo de tiempo muy breve y el contexto
adecuado. (Idea de la indefensión aprendida, acuñado por Martin Seligman: un individuo
adopta un patrón de conducta basándose en una situación en la que era impotente y no
pudo cambiarla y, tras adquirir un trauma, se muestra pasivo e inmovilizado cuando la
situación se le vuelve a presentar, aunque en esta ocasión pueda intervenir).
Desde nuestro punto de vista, la opción más adecuada es una que combine la naturaleza
con la cultura.
6
3. LOS DERECHOS HUMANOS COMO PROYECTO POLÍTICO
También Pérez Luño defiende que la historicidad es propia de los DDHH (vemos las
generaciones). Amelia Valcárcel en Vindicación del humanismo desarrolla una propuesta
que puede leerse como un proyecto político feminista emancipatorio. Para ella el
humanismo es condición de una ética global, una ética fácil de definir y de aplicar (sin
muchas excepciones) y con reglas generales para la humanidad como especie. Los
valores de este humanismo son inmanentes (creados en un momento histórico
determinado, defendidos por sujetos históricos) y los contenidos están establecidos en
los DDHH.
Para la autora, solo en la democracia se puede llevar a cabo esta ética humanista. Por
eso la reivindicación del feminismo como humanismo solo tiene sentido en una sociedad
democrática: es la defensa de los derechos individuales de las mujeres y la oposición a
su supeditación a los derechos culturales y comunitarios que las victimizan, sin
considerar su estatuto de individuos de pleno derecho.
¿Cómo trasladar estas pretensiones morales abstractas (la libertad comunicativa que
supone el derecho a tener derechos) a un marco político dado? Para ella, el derecho de
autogobierno es el principio fundamental que permite poner el resto de derechos en
marcha. Esto también explica la variabilidad de aplicación entre comunidades políticas.
Los seres humanos, además de sujetos de derecho, son creadores de derecho y únicos
responsables de traducir los DDHH a sus contextos. Benhabib sigue a Habermas, para
quien “solo pueden pretender legitimidad aquellas regulaciones que logran el
asentimiento de todos los ciudadanos, tras un proceso legislativo discursivo legalmente
construido.” O sea, que las leyes se constituyen tras una discusión previa en la esfera
pública, donde los ciudadanos opinan, el sujeto de derecho debe ser activo, no se puede
legislar de espaldas a los ciudadanos. Para Benhabib hay una conexión intrínseca “entre
los derechos humanos y la autodeterminación democrática”: condiciones que
articulan estándares a los que pueden aspirar los pueblos del mundo.
Cristina Lafont añade la necesidad de que estos derechos tengan una dimensión global
y aplicación real: una exigencia transnacional a la estatal vigente. Sostiene que
deberíamos exigir responsabilidades a organismos internacionales como el FMI o el BM,
que deberían ser responsables de implementar los DDHH, no solo los Estados.
7
4. MULTICULTURALIDAD: POLÍTICA DEL RECONOCIMIENTO Y
COSMOPOLITISMO
Las tres autoras suponen que la democracia es el mejor medio político para defender
los DDHH, pero ¿qué hacer cuando los derechos entran en colisión? ¿son prioritarios los
individuales, los comunitarios-culturales, los supranacionales? ¿Es la libertad individual
el bien político por excelencia? ¿Debe entonces protegerse a los individuos de toda
injerencia del Estado? Si se entiende que solo a través de las comunidades puede el
individuo realizar sus proyectos, los derechos individuales deben ponerse entre
paréntesis por un bien social mayor: la comunidad de referencia.
La diversidad cultural es un hecho, pero que esta sea un valor a defender y promover es
un proyecto político conocido como multiculturalismo. Daremos cuenta de dos
propuestas en relación a estas cuestiones: la de Charles Taylor y la de K. Anthony Appiah.
En las democracias liberales, la esfera pública del reconocimiento del otro como igual
se refleja en la universalidad de los derechos, haciendo tabula rasa de sus diferencias
particulares. Para Taylor este es un reconocimiento insuficiente y abstracto, que aniquila
las particularidades en beneficio de la identidad mayoritaria. Las políticas de la
diferencia reclaman que se reconozcan las particularidades, que son las que dotan de
identidad al individuo. Estas políticas serían una fórmula para defender a las minorías.
Taylor sostiene que ignorar o desechar otras culturas que pueden resultar
enriquecedoras es un acto de arrogancia, y debemos abrirnos al “estudio cultural
comparativo que desplazará nuestros horizontes hasta la fusión resultante”.
Kwane Anthony Appiah, filósofo anglo-ghanés, tiene otra propuesta para conjugar los
DDHH con el multiculturalismo. Appiah está de acuerdo en que elaboramos nuestra
identidad mediante opciones de nuestra cultura y sociedad, pero estas vienen
determinadas de antemano, no se crean de modo dialógico o consensuado. Desde una
perspectiva ética, entender que las tradiciones “deben” sobrevivir indefinidamente a
través de las generaciones contradice el respeto a la autonomía de cada generación.
No es ético imponer nada a los niños.
El diálogo es el medio para hacer efectivo el respeto del otro. Aunque no hay garantía
de que podamos convencer al resto de nuestros valores, todos tenemos por igual ese
límite, y esto permite la negociación. Ni siquiera debemos aspirar a tener el mismo
vocabulario. Es difícil consensuar qué debería ser universalizable y qué debería ser local,
pero en esta conversación está el reto y valor moral del cosmopolitismo. El valor del
cosmopolita es la tolerancia y la empatía, no la aceptación de valores ajenos.
8
Los elementos de este cosmopolitismo se resumen así: salud, alimentación, vivienda,
educación, buscar satisfacción sexual consensuada, tener hijos si así se desea,
trasladarse, expresar y compartir ideas, ayudar a administrar la sociedad…
1) Todos debemos contribuir a que se apliquen, con el mecanismo Estado-nación.
2) La contribución no debería ser demasiado exigente (¿pero cuáles son las
obligaciones básicas?)
3) Estas obligaciones básicas no impiden que tendamos a practicarlas más en
nuestros círculos cercanos: la solidaridad con la gente cercana siempre es mayor
que con la lejana, así que no es necesario crear un gobierno mundial para este
ideal ético cosmopolita, sino vivir juntos como una tribu global.
Para Charlotte Bunch, toda institución política debe remitir a los DDHH, reflejados en
tratados internacionales, que recogen la perspectiva de género. El Convenio de Derechos
civiles y políticos, y el Convenio Internacional de Derechos económicos, sociales y
culturales recogen la no discriminación por sexo, ampliados en la Convención para la
eliminación de toda forma de discriminación contra las mujeres (CEDAW), adoptada por
la Asamblea General en 1979 y puesta en marcha en 1981. Hay un Comité que vigila su
cumplimiento y se ocupa de las quejas particulares de los ciudadanos de los Estados
que lo han ratificado. La CEDAW protege los derechos laborales de las mujeres, el
derecho a la educación, a la vida pública y política, derechos económicos, sanitarios y
de maternidad y crianza.
No existen tratados similares para la libertad religiosa (la Declaración para la eliminación
de toda forma de discriminación de religión o creencias no tiene tanta fuerza como un
Convenio), así que aunque la libertad religiosa está recogida por los DDHH, su ejercicio
tiene como límite la libertad del otro, y puede incluso revisarse para proteger el orden
público o la salud. Padres y tutores pueden educar a sus hijos de acuerdo con sus
creencias, siempre que no perjudican mental o físicamente al niño. Formalmente, pues,
los derechos de las mujeres, tienen mayor protección formal, aunque no práctica. 42
En Thailandia los papeles de mujer más respetados son los de esposa y madre; los
menos respetados, los de prostituta y monja. El budismo tailandés describe a la mujer
como una tentación (como en el cristianismo), y el hombre es más apto para el camino
espiritual. Nacer mujer es nacer con mal karma, así que hay que hacer méritos para
limpiarlo, pero las mujeres no pueden ser monjas, así que solo los familiares de las
mujeres pueden limpiar su karma. Irónicamente, su condición de mujeres las convierte
en el sostén económico de sus familias mediante la prostitución, una función que les
posibilita obtener mérito religioso por sí mismas. Las familias con muchas niñas se
consideran afortunadas porque pueden venderlas en burdeles, y el Estado se lucra:
Estado y religión se benefician.
En Asiria, 1000 a.C., solo las casadas podían cubrirse el pelo, frente a las esclavas y
prostitutas. Esta tradición fue retomada en el Antiguo Testamento y seguida por la
ortodoxia judía, con influencias en la tradición cristiana. El padre de la Iglesia Tertuliano
la recoge en el Corán, marcando la potestas del marido. En Francia, el informe de la
Comisión Stasi consideró que el velo es un símbolo religioso y la laicidad la respuesta
viable al “problema identitario religioso creado por el islam”: debían retirarse estos
símbolos del espacio público y de la escuela porque esta se concibe como un lugar de
encuentro y de formación de futuros ciudadanos, ajenos a ideologías religiosas.
Suele afirmarse que la laicidad es condición necesaria para el feminismo, y este a su vez
ha contribuido a su aparición y desarrollo. Para Teresa López Pardina, la igualdad solo
puede darse con un Estado laico.
En la III República francesa, la laicidad se impuso al tiempo que se negaba el voto a las
mujeres y se posponía la reforma del código civil que las definía como menores de edad.
La educación femenina era importante, pero con orientación profesional, sino marital.
Solo excepciones como Ferdinand Buisson defendían el sufragio femenino entonces. Los
republicanos consideraban que las mujeres tenían ideas tan religiosas, que darles voz
política reforzaba al enemigo. Jules Ferry mantenía que para considerarlas sujeto
político, debían demostrar que pertenecían a la ciencia y no a la Iglesia.
10
En Francia se preguntan: la prohibición del velo integral ¿debe tener por fundamento
motivos laicos o feministas o ambos al tiempo? Para el presidente de la Comisión sobre
el velo integral, Gerin, República y laicidad se identifican: el velo supone un
fundamentalismo que pretende desestabilizar la República y sus valores. Para Marc
Blondel, presidente de la Fédération nacional de la libre pensée, la laicidad incumbe a
las instituciones y no a los individuos. La laicidad garantiza la libertad de opinión, y
permite prohibir signos de pertenencia religiosa en la escuela pública, pero no en el
dominio privado o de la sociedad civil, salvo que implique un ataque a la vida del otro.
Para Philippe Foussier, del Comité Laïcité République, el problema no es tanto la laicidad
como la igualdad. Estamos ante un problema comunitarista: primacía de los derechos
de las comunidades sobre los individuales, lo que supone una regresión de los derechos
de las mujeres. Para Marie Perret de la UFAL (Unión de familias laicas), no debe prohibirse
el burka en nombre de la laicidad pero sí en nombre de la igualdad, porque el burka es
emblema de un proyecto político separatista y símbolo de la sumisión. 52
La mayoría abogan por una prohibición en nombre de los principios republicanos, pero
no de la laicidad. Sin embargo, al condenar el burka por machismo en nombre de la
República, hacen de la defensa de la igualdad de género un principio de la República
francesa: ¿pero es esto cierto? ¿No es el hábito de las monjas algo similar, tolerado? ¿No
está toda monja o abadesa supeditada a la potestad masculina de un superior? Podría
argumentarse que ellas viven aisladas, pero entonces ¿la mujer musulmana con burka
atenta a la igualdad de género al hacerse visible en el espacio público? Afirmar tal cosa
es problemático a nivel feminista, laico y republicano.
En base a esto, las críticas norteamericanas han acusado a la laicidad francesa de ser
antirreligiosa. Para ellos, el Estado debería mantenerse al margen de las decisiones de
vida buena, por eso los franceses deberían pensar que el Estado debe ser neutral no
recogiendo ninguna confesión como religión oficial, pero esto no implica que los
ciudadanos deban esconder sus filiaciones religiosas; ni en la escuela ni en la calle.
A mediados de los 90 del siglo XX, Quebec resolvió lo contrario que en Francia,
aceptando que las niñas usaran el pañuelo en las escuelas, para evitar su
marginalización. El caso de los funcionarios del Estado sería diferente, pues ejercitan
sus funciones representando a la comunidad en conjunto. Pero ni siquiera en estos
ámbitos debería prohibirse, pues se espera que los funcionarios sean imparciales en sus
funciones y no impliquen sus creencias en sus decisiones como maestros o jueces, etc.
Los funcionarios deberían ser evaluados por sus actos y no sus creencias o símbolos: la
verdadera imparcialidad no es no tener opinión, sino abrirse a diferentes perspectivas.
La doctrina del acomodo razonable de los canadienses aplica una idea de laicidad
diferente a la francesa, que no expulsa la religión de lo público sino que acepta la
importancia de la dimensión espiritual. Se tratan de paliar las desigualdades en el
reconocimiento de derechos a las comunidades religiosas y sus fieles. Aplica la política
del reconocimiento (Taylor) al ámbito religioso: la historia no es neutral y ha favorecido
unas religiones frente a otras. Debemos asegurar los derechos de las minorías: por qué
no reconocer el derecho de un judío a descansar el sábado en lugar del domingo. 55
El Estado juzga la sinceridad de la petición y que esta sea “razonada”: debe demostrarse
la importancia de la demanda en la vida del solicitante, y las causas por que considera
que se debe modificar la ley a su favor. Los tribunales pueden denegarla si pone en
peligro a alguna institución, atenta contra los derechos de los demás, supone un gasto
excesivo, o implica dificultades de funcionamiento. (p. ej: negarse a la educación sexual
o cívica, a la transfusión sanguínea, exigir menú especial si hay poco presupuesto).
Algunos la califican de laicidad positiva.
11
En España, según sentencias del Tribunal Constitucional, la laicidad del Estado es
también laicidad positiva. Afirma que los jueces no pueden posicionarse en
competencias religiosas. No obstante, esto se utiliza tanto para justificar el
nombramiento de profesores de religión de modo unilateral (por el obispo) como para
despedirlos. El TC se mantiene al margen de estas cuestiones (en la sentencia más
reciente, de 2007, puede verse) en nombre de la libertad religiosa comunitaria. Las
titulares de la libertad religiosa son las iglesias y comunidades religiosas (el acuerdo de
con la Santa Sede de 1979 establece la religión como obligatoria en los centros de
enseñanza pública, y asigna la propuesta de candidatos al obispo).
Según Michael Walzer, las religiones deben tolerarse en las democracias liberales
siempre que estén relegadas a la esfera civil (y no en el poder político). Nosotros
añadimos, siempre que no socaven los fundamentos de la convivencia.
Walzer alerta del peligro de dejar que las religiones se conviertan en programas políticos,
pero esto no impide negarles visibilidad en el espacio civil; las religiones tienen
contenidos públicos: culto, vestimenta, etc., que no pueden reducirse a o individual. Por
eso estamos de acuerdo con Habermas cuando señala que entre lo privado y lo público-
estatal debe reconocerse un espacio público cívico común, donde los individuos actúan
en común. Por eso, para nosotros, los franceses llevan demasiado lejos la definición de
lo público.
12
5. LAS DECLARACIONES Y CÓDIGOS DEONTOLÓGICOS: LAS REPONSABILIDADES
ÉTICAS DEL ANTROPÓLOGO
¿Cómo definir el compromiso del antropólogo? ¿Se juzga lo que hace, lo que escribe o
lo que piensa? El objeto de trabajo del antropólogo son sujetos que pueden cooperar,
no cooperar o incluso oponerse a su trabajo: esto plantea problemas éticos. ¿Cuál es el
criterio para seleccionar un director de investigación: profesional o moral? ¿Se puede
elegir libremente el tema de estudio, cuando este condicionado por la financiación y
esto obliga a aceptar temas sin motivación real? ¿Cuánto pesa la ética en la elección de
nuevos investigadores por el profesor? Para Matilde Fernández, esto depende de cada
persona, es algo individual y contextual. Pero esta no es la única respuesta posible: los
códigos deontológicos son una ayuda. Según el Código de Nuremberg y el Informe
Belmont, estos principios son justicia, autonomía, no maleficencia y beneficencia.
13
que el ejército trabaja. Unos creían que su labor podía salvar vidas, otros que su mera
presencia en el campo militar iba contra los principios éticos de la disciplina. Los
antropólogos críticos se opusieron al programa porque temían que la imparcialidad del
antropólogo quedaría en entredicho. Para Roberto Gozález, la consecuencia de la
participación sería la identificación del antropólogo como espía militar, perjudicando a
la disciplina a largo plazo. Para los defensores, el objetivo era favorecer mejores
relaciones con el gobierno local y proteger a los aldeanos de los talibanes y criminales:
los antropólogos ayudarían a comprender cómo actúan y reclutan los talibanes,
identificando a las tribus locales que pudieran servir de contención. Para ellos, se trataba
de antropologizar el ejército, no de militarizar la antropología (Montgomery Mc Fate).
En octubre de 2007, el Comité Ejecutivo de la AAA publicó una declaración sobre este
proyecto, mostrando su total desaprobación, pues según el Comité sería imposible evitar
dañar a las personas estudiadas o respetar su autonomía, ya que no puede haber
consentimiento libre e informado cuando se es objetivo militar.
14
6. LOS PRINCIPIOS ÉTICOS BÁSICOS DE LA ANTROPOLOGÍA COMO DISCIPLINA
6.1 No maleficencia (no dañar)
La FAEEE recoge que el compromiso fundamental es con las personas con que se
colabora directamente. Además, tradicionalmente se ha trabajado con grupos
minoritarios y periféricos, siendo aún más crucial preservar la integridad ética.
Uno de los ejemplos clásicos es el experimento de Tuskegee (sobre los negros), que
originó el Informe Belmont. En EEUU, Alabama, entre 1932 y 1972, ca. 400 negros
participaron engañados. Se les comunicó que tenían mala sangre (fatiga, anemia, sífilis)
y que podían ser tratados gratis. En realidad, se infectó a todos de sífilis para determinar
los tratamientos adecuados en cada etapa de la enfermedad. Por eso algunos durante
40 años no fueron tratados, ni siquiera cuando se generalizó la penicilina (les
aconsejaron evitarla). 28 murieron, 100 tuvieron complicaciones médicas, 40 mujeres
fueron infectadas y 19 niños contrajeron la enfermedad al nacer.
15
que puedan desprenderse de su participación, y la libertad para no contestar o
abandonar sin necesidad de justificación.
5. Evaluará de antemano posibles riesgos, y deberá poner los medios para evitar
que su práctica pueda causar, siquiera potencialmente, daño a la seguridad,
dignidad o privacidad de las personas y comunidades participantes.
6. Garantizará la custodia apropiada de documentos, informando a los
participantes del destino y divulgación del material. Los archivos con información
personal deberán guardarse cumpliendo la Ley de Protección de Datos.
7. Promoverá y cumplirá la confianza mutua entre investigadores y participantes,
reflexionando explícitamente sobre las relaciones de poder y potenciando unas
más igualitarias y participativas.
8. Defenderá el derecho a la propiedad intelectual de la sociedad donde se realiza
el trabajo, consensuando el reconocimiento explícito de su colaboración.
9. Valorará el potencial impacto de la difusión de información, utilizando los
resultados de manera responsable, primando el bienestar y seguridad de los
participantes.
Se deben cuidar los documentos (escrito, grabado, oral). La experiencia del antropólogo
modulará sus decisiones para lograr el objetivo de informar convenientemente,
explicitar el papel de los sujetos en la consecución de objetivos, y los apoyos financieros
o académicos. Deben darse todos los detalles, teniendo especial cuidado con colectivos
vulnerables como personas menores de edad o discapacitadas.
6.2 Beneficencia
Margarita del Olmo, siguiendo a Sonyini Madison se pregunta: “¿Cómo puede contribuir
nuestro trabajo de manera más significativa a la equidad, a la libertad y a la justicia, en
términos de en qué lugar y con qué propuesta de intervención?”
La FAAEE señala el compromiso de modo genérico, pues afirman que los antropólogos
deben buscar un beneficio social lo más amplio posible, pero sin definir en qué consiste
este. El rigor y la honestidad son imperativos para la FAEE, sea desde una posición
“neutral” o comprometida. Pero lo que entendemos por hacer el bien, en realidad,
depende de la doctrina ética y política escogida. ¿Deberíamos preguntar a la persona o
comunidad lo que consideran bueno y actuar en consecuencias? ¿O es mejor establecer
un bien generalizable y aplicarlo a todas las circunstancias similares?
La AAA señala que los antropólogos pueden elegir vincular su investigación a promover
el bienestar o a la crítica social. Las decisiones de qué es mejor están cargadas
valorativamente y deben surgir de una discusión constante con las personas
involucradas, y ser consecuencia de un análisis meditado. 83
Esto recuerda que el antropólogo no debe suponer por la comunidad qué le conviene
más; esto es autoritarismo y un paternalismo que debe corregirse. La conocida
investigación de J. Spradley ilustra esta idea: se comenzó a interesar por el estudio del
Centro de Tratamiento del Alcoholismo de Cedar Hill en Seattle, Washington. El sheriff
custodiaba a los detenidos por embriaguez. La idea era probar que la cárcel no ayudaba
a frenar la adicción al alcohol (la ley detenía a 10.000 alcohólicos al año en Seattle). Pero
su trabajo cambió los objetivos: las quejas de los hombres hicieron que la investigación
se centrara en los problemas del cumplimiento de la condena: les robaban el dinero,
malos tratos, malas condiciones de celdas… Así, el antropólogo desplazó el estudio de
la reinserción a las consecuencias de la encarcelación. La redefinición del beneficio se
reorientó por los intereses de los afectados.
Spradley también adaptó la difusión: era más estratégico un periódico para cambiar la
opinión pública, que una revista académica. El Tribunal Supremo había considerado que
la cárcel era terapéutica y él quiso cuestionarlo escuchando a quienes la habían sufrido.
Por tanto, el principio de beneficencia depende del marco de justicia que adoptemos, y
debe articularse con el principio de autonomía del sujeto estudiado, aunque esto a veces
es complejo. Ejemplo: Wendy Kames estudió a los Uduk de Bonga, desplazados a campos
de refugiados en Etiopía durante la guerra civil de Sudán en los 80. La ONU quiso
asegurarles refugio y comida, primando la dignidad de la persona y creyendo en la
capacidad de mejora. James (consultora y antropóloga) tenía que armonizar los deseos
de la ONU y de los refugiados. Para la ONU y el gobierno etíope era primordial controlar
la natalidad, mientras que los Uduk no querían (ya habían perdido mucha gente). ¿Y
cómo hablar de mejora personal a gente que ha perdido familia y tierra en la guerra? ¿Se
puede hablar de bienestar sin un “todo social” que garantice los derechos?
17
El marco de estos proyectos beneficentes es la justicia, ¿pero cómo la definimos: es una
esencia, fruto de una negociación colectiva o una decisión individual?
6.3 Justicia
En EEUU un trasplante de corazón supera los 300.000$, proliferan las páginas como
“livers-4-you” (Filipinas), que ofrecen donantes muertos o vivos (estos cada vez están
más cotizados). En países como India o Brasil, la gente vende sus riñones por menos de
1000 dólares. En Brasil eres automáticamente donante si no te declaras en contra; puede
ser que pases por quirófano a quitarte un quiste ovárico y salgas sin riñón. En India se
piensa en términos de órganos “sobrantes” (órganos que vender sin morir para pagar
deudas). En Argentina se roban órganos a personas en sanatorios mentales o reclusos,
para “pagar al Estado por los cuidados”.
19
También prolifera la medicina turística: el dinero es el único criterio de la ciudadanía
médica. Judíos y musulmanes suelen rechazar trasplantes de cadáveres por motivos
religiosos, así que el Ministro de Sanidad israelí legalizó que los ciudadanos israelíes
puedan recibir órganos, pero no venderlos. La compañía líder de Israel es Bellinson
Medical Center, con contactos en Turquía, Rusia, Moldavia, Estonia, Georgia, Rumanía y
EEUU. El coste de un trasplante de riñón pasó de 120.000$ en 1988 a 200.000$ en 2001,
aunque el donante cobra menos de 5.000$. Los receptores tienen una mentalidad
liberal/utilitarista: ¿por qué coger un órgano dañado de un cadáver, pudiendo coger el
de alguien vivo, beneficiándole económicamente? “Unos dólares para una persona pobre
significan un mundo, como para el receptor el órgano”.
Moldavia es el país más pobre de Europa, y las mafias engañan a la gente con trabajos
para quitarles órganos (según informes todos los días un moldavo vende un riñón a
cambio de unos dólares). Además, se considera que quien vende un riñón ha vendido tu
alma, así que luego es más difícil encontrar trabajo.
Por todo esto, el objetivo de Sheper-Hughes es romper el tabú que impide conocer al
donante de órgano, y reconocer ese sacrificio invisible que dota a otras personas de
nueva vitalidad. “Los donantes de órganos, vivos y muertos, representan un cero social,
político y semiótico, un lugar ideal para que la antropología médica comience”. Se trata
de situarse del “otro lado”. Pero el problema ético del tráfico de órganos ¿desaparecería
con un contrato equitativo? Si esto fuese así, probablemente los igualitaristas no
tendrían muchos argumentos en contra. Sin embargo, algunas versiones del
republicanismo (Michael Sandel) critican que, aun así, no sería ético: la mercantilización
de nuestro cuerpo es una corrupción de las costumbres.
En España esto puede resultar exagerado, pero en EEUU todo se vende: hay publicidad
municipal en todas partes (metro, etc), empresas en colegios u hospitales, vallas
publicitarias en parques naturales, cuerpos alquilados para tatuajes publicitarios...
Por otro lado, tanto en EEUU como Europa existe una mercantilización de los regalos,
que implican normas morales como generosidad, reciprocidad, empatía, etc, normas
disueltas por la tarjeta regalo. (Aunque desde una perspectiva utilitarista sea atractiva).
Para los republicanos, las reglas del mercado reemplazan las de la moral y las
corrompen. Si todo se puede comprar, no solo se refuerza la desigualdad sino que el
sentido del bien desaparece. Algunos economistas utilitaristas defienden que la empatía,
la generosidad o el altruismo son bienes escasos y preciados que deben “gastarse” solo
entre amigos y familia: solidaridad solo en lo privado. Sandel, en contraste, señala que
las virtudes morales no se gastan sino que se refuerzan con el uso.
En conclusión, hay muchos dilemas éticos que deberemos afrontar en nuestro trabajo
de campo, cuyo enfoque dependerá de la teoría de la justicia que adoptemos.
20
7. CONFLICTO DE PRINCIPIOS Y DILEMAS EN EL TRABAJO DE CAMPO
Para Elisabeth Lorenzi, el refugio de la imparcialidad una debilidad ética más que una
fortaleza, pues la “neutralidad” crea dilemas éticos. Alicia Re está de acuerdo: la
antropología aplicada requiere un marco que contemple la intervención para el cambio
sociocultural.
Esta empatía con el objetivo del grupo es una decisión personal ético-política, no algo
que pueda aplicarse siempre (como sí lo es la no maleficencia). Es posible que en algunos
casos se produzca un conflicto de intereses antropólogo/grupo, de forma que la
beneficencia sea complicada de realizar: ¿Qué pasa si el grupo estudiado considera
injustos los resultados, o si el objetivo del antropólogo no coincide con el de la
comunidad? Entonces se produce un dilema: si el investigador opta por defender su
autonomía, el grupo puede interpretarlo como maleficencia. Un ejemplo es el estudio de
Virtudes Téllez sobre personas estigmatizadas (en el seno de una asociación musulmana
que discutía la asociación religión-terroristas). Su trabajo pretendía reflexionar sobre la
propia definición del colectivo, así como la eficacia de sus herramientas (campaña de
educación social). Al final, los informantes no estaban satisfechos, pues acusaban a la
antropóloga de perpetuar el estigma. ¿Qué hacer? ¿asumir el conflicto como parte de la
investigación y como coste de tomar partido, o evitarlo? El dilema es entre autonomía
del investigador vs. la beneficencia exigida por el grupo.
Es necesario tener esto presente al comienzo del trabajo, pues la actitud inicial puede
evolucionar con nuevos datos. Nancy Scheper-Hughes investigó la tasa de
hospitalización por enfermedades mentales de los irlandeses y su vinculación con la
herencia: los padres del pueblo católico irlandés en los 70 sacrificaban la autonomía de
uno de sus hijos al hacerlos herederos de sus granjas y cuidadores personales. Esos
individuos nunca maduraban ni tenían una vida sexual normal, llenando los hospitales
mentales de la región. La comunidad le reprochó, ofendida, no haber hablado de los
aspectos positivos del pueblo. La autora alegó que su intención era arrojar luz sobre la
problemática, no señalar culpables, pero complementó su estudio con datos positivos.
Rose Stone se mudó a un gueto urbano para estudiar las estrategias de supervivencia de
sus residentes. Durante 6 meses se fue integrando a través de invitaciones a bailes,
fiestas, reuniones, excursiones, servicios comunitarios… Distinguió dos importantes
tácticas de supervivencia: sistema de reciprocidad en intercambio de bienes y servicios
(Stone consideraba que no tenía nada que ofrecer), y robar bienes fáciles de empeñar o
vender (ropa, joyas, teles…). Una noche un amigo pasó por su casa para hablar y le trajo
21
una caja de ropa y un tocadiscos, Stone, abrumada, quiso rechazarlo y él le dijo que era
robado y que “O bien eres uno de nosotros, o no lo eres. No hay término medio”: ella
había descubierto dos estrategias de supervivencia comunidad, pero no podía participar
en ellas. Su independencia está en peligro: la autonomía precisa de ausencia de coacción.
Aquí el problema pasa por redefinir el lugar de la antropóloga en la comunidad (de
investigadora a participante). En la frase del amigo hay una amenaza implícita, así que
aquí no hay un dilema entre dos principios, sino el cuestionamiento de uno concreto.
¿Es éticamente defendible que el museo sea propietario, cuando la venta de las máscaras
se realizó sin el consentimiento informado de la comunidad? Se ha puesto la autonomía
de la comunidad en riesgo (en su sentido positivo, como capacidad de actuar).
Asimismo, al vulnerar la autonomía encontramos una situación maleficente (se ha
desposeído a la comunidad de unas máscaras importantes). El hecho de que la compra
fuera legal no garantiza la legitimidad ética de la misma. Ética y derecho no tienen por
qué ir unidas. Pero en este caso no se juzga la conducta ética del indígena que las vendió,
sino la legitimidad del museo para conservarlas. El patronato del museo insiste en que
el valor de las máscaras trasciende su función ritual, y que deben ser compartidas con
el resto de la humanidad. Appiah defiende que la diversidad tenga cabida al lado de la
universalidad: habla de la importancia de la tolerancia y la escucha a los demás. En los
museos, lo local se vuelve universal y se asegura la preservación, pero el propio Appiah
recuerda que ciertos objetos, por su valor ceremonial o cultural, deben permanecer en
su lugar de origen.
Una posible respuesta sería que el museo mantuviera las máscaras, prestándolas cada
4 años para las ceremonias, en caso de que la comunidad de origen también consintiera.
Para un antropólogo, su deber no debería ser defender al museo (fuente de financiación)
sobre los intereses de la comunidad.
En Handbooks on Ethical Issues, Joan Cassel y Sue Ellen plantean otro dilema ético. Una
mujer mexicana que era maltratada brutalmente por su marido acude a casa de Sue para
pedirle que la lleve en coche a la ciudad la mañana siguiente, pues teme que si coge el
bus sus parientes la verán y detendrán. La antropóloga quiere ayudarla pero teme que
su trabajo en curso se vea afectado al plantar cara a la comunidad.
En este caso, ayudar supone quizás perjudicar el trabajo, pero no ayudar supone una
actitud maleficente. Aquí la ayuda no se justifica por la no maleficencia de la
antropología profesional, sino por un principio ético más general. Según Brown,
debemos recordar que hay prácticas que pueden y deber valorarse como disfuncionales,
aunque sean de otras culturas, aunque sean tradición (como la violencia de género).
22
comunistas, muy estigmatizados en aquella época. En el libro cambió los nombres de
las familias, contando con que la gente mayor seguramente los reconocería, pero los
jóvenes y extranjeros, no. La reacción fue que algunos miembros de la presente
generación querían reconocimiento para sus familiares, mientras que otros temían que
se les viera como bandidos.
Entendemos que fue una buena decisión priorizar la no maleficencia, aunque se debería
haber solicitado consentimiento informado de los participantes. Una posible solución
actual sería revisar el texto para llegar a un acuerdo con los herederos de los
informadores, citando solo a quienes desean reconocimiento.
Añadimos seis dilemas que han sido principales para cinco antropólogos españoles:
- Presentación y trayectoria
- Opinión sobre la presencia de una asignatura de Éticas contemporáneas en el
Grado de la UNED, y sobre el papel de la ética en su trabajo.
- Posición respecto a las declaraciones y códigos éticos de la disciplina (AAA)
- Posición sobre el papel del consentimiento informado
- Dilema ético más importante que han tenido que enfrentar.
(Entrevista a Nancy Konvalinka, Margarita del Olmo, Carmen Osuna y Ángel Díaz de Rada)
23