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LA CIUDAD LATINOAMERICANA
PROBLEMÁTICA
Según el Consejo de Evaluación del Desarrollo Social del Distrito Federal, el proceso de
crecimiento de la población en el Distrito Federal, en años recientes, se puede dividir en
tres grandes etapas. La primera, abarca de 1940 a 1980, donde el crecimiento fue
provocado por los flujos de migrantes de diversos estados del país; La segunda etapa, que
se inicia en la década de los ochenta, presentó dos tendencias; (1980-1990) donde la
población decreció a una tasa del -0.7 anual; la segunda tendencia (1990 y 2005), en que
el volumen de la población del D.F. comenzó a crecer nuevamente, La tercera etapa inicia
en 2005 y se extiende hasta el momento actual en que se observa una tasa de crecimiento
positiva siendo del 0.28% anualmente. Tomando en cuenta las proyecciones de población,
se estima que para el año 2030 será necesario construir 957 mil viviendas nuevas y realizar
1.1 millones de mejoramientos, situación que se debe al cambio en la estructura de
población por edades. La proporción de la población en edad de formar su propia familia es
muy numerosa, lo que propicia que la demanda de vivienda aumente. Por otra parte, poco
más del 70% de la población económicamente activa percibe ingresos de hasta cinco
salarios mínimos, lo cual limita la posibilidad de acceso a la vivienda privada y el acceso al
crédito. Dichas limitaciones afectan fundamentalmente a los jóvenes, jefes de familia y
personas adultas mayores. A esto su suma el hecho de que cada vez hay menos suelo apto
para vivienda en la ciudad y por lo tanto éste es más caro. Esto deriva en un incremento en
el precio de las viviendas, lo cual, aunado a otros factores como el aumento del desempleo,
complica el acceso a la vivienda para los sectores de población de menores ingresos.
Si bien la mayoría de la población del D.F. cuenta con acceso a los servicios básicos (agua,
luz y drenaje) todavía hay un 0.4% de viviendas que no cuenta con drenaje y un 0.2% que
no disponen de energía eléctrica. Aunque en términos porcentuales estas cifras son bajas,
en número absolutos se trata de 9,731 viviendas sin drenaje y 3,549 sin energía eléctrica.
Por otra parte, el 6% de las viviendas en el D.F. tiene un cuarto, lo cual implica que muchas
familias viven en condiciones de hacinamiento. Quienes enfrentan con mayor agudeza el
problema de la escasez de vivienda son los jóvenes. La incertidumbre que provoca entre
los jóvenes vivir en estas condiciones de precariedad incrementa el riesgo de que se
conviertan en generadores de violencia. La población indígena, en particular, es la que
experimenta mayores rezagos en el D.F. y es la que menos posibilidades tiene de acceder
a los servicios de salud y de poder contar con una vivienda digna.
Para amplios sectores de la población del D.F. las condiciones de vivienda se deterioran;
en especial la de aquellas personas en situación de pobreza o vulnerabilidad que no pueden
acceder a ningún tipo de financiamiento o apoyo para resolver sus necesidades
habitacionales. Durante décadas estos conjuntos habitacionales no recibieron apoyo
alguno por parte del gobierno de la ciudad, lo que los colocó en una ruta de paulatino pero
seguro deterioro.
Se implementaron 4 programas:
Programa social para Unidades Habitacionales de Interés Social: tiene como propósito
mejorar el entorno físico y social de las unidades habitacionales, sobre todo las de interés
social. Los alcances propuestos por el programa tienen carácter universal, ya que está
diseñado para apoyar a todas las unidades habitacionales, dando preferencia a aquellas
que se encuentren en zonas de alta marginación. El programa tiene bien definida la
población objetivo, así como los apoyos que otorga.
RESULTADOS
Según la información proporcionada por la encuesta, los apoyos más recurrentes son, en
primer lugar, pintura de fachada y, en segundo lugar, arreglo de bombas de agua, drenaje
y tinacos, lo que sugiere que una buena proporción de las unidades habitacionales
beneficiadas son relativamente viejas. En general, la gente reconoce que el programa le ha
beneficiado, excepto dos personas que esperaban beneficios directos; el resto está de
acuerdo en que el apoyo del programa le ha permitido resolver de forma prioritaria los
problemas de agua, luz y seguridad y que, en términos generales, se ha beneficiado a la
unidad habitacional.
El 80% de los beneficiarios señaló que está muy satisfecho con los apoyos. Sólo el 1%
declaró no estar satisfecho. En todas las unidades habitacionales de las diferentes
delegaciones se observó un manejo adecuado de los recursos y los funcionarios
respondieron a las demandas de las unidades habitacionales seleccionadas para recibir
apoyos, excepto en la delegación de Iztapalapa. En esta delegación un grupo de vecinos
de una unidad habitacional mencionaron que la delegada les había retirado los beneficios
por no apoyarla. Sin embargo, este hecho no se puede generalizar, pero es un caso a tomar
en cuenta para futuros análisis. Con respecto al conocimiento de los vecinos respecto a
programas que otorgan apoyos en materia de vivienda, se encontró que se trata de
población muy informada.
CONCLUSIONES
El presupuesto asignado a los programas de vivienda reúne más del 10% del presupuesto
de los 70 programas instrumentados en 2009 por la administración central del distrito
federal. Sin embargo, se trata de una cifra que difícilmente podrá incidir en el abatimiento
del rezago habitacional.
Si bien los programas de hábitat y vivienda del gobierno del Distrito Federal son operados
por distintas instancias, los beneficios otorgados por los diferentes programas se
complementan. Hace falta, sin embargo, coordinar y planificar las acciones de manera
conjunta para contar con un modelo de acción bien articulado en materia de vivienda y
desarrollo urbano. La ausencia de un sistema de información estadística que permita
efectuar un seguimiento de los programas, aunado a las deficiencias o inexistencia de
indicadores de gestión y de resultados propuestos, son aspectos que merecen especial
atención. Contar con estos insumos permitiría mejorar la operación de los programas y
contar con elementos para evaluar el impacto de estos. Por ejemplo, en el caso de los
programas operados por el INVI, se sabe cuánto se gastó en la construcción de viviendas,
pero no está disponible la información sobre cuántas viviendas se financiaron, de qué
tamaño son las viviendas, a quiénes se benefició y en qué delegaciones. La necesidad de
información detallada también limita el alcance de evaluaciones de otros programas, como
el programa para el Mejoramiento de las Unidades Habitacionales; en esta evaluación no
fue posible contar con el detalle desglosado del presupuesto asignado por unidad
habitacional.