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Facultad de Medicina

Escuela de Psicología
Magíster en Psicología Clínica Junguiana

“LA ADOLESCENCIA DESDE LA MIRADA DE LA PSICOLOGÍA ANALÍTICA


JUNGUIANA”

Isaura Macarena Contreras Pérez

La psicología analítica jungiana y el desarrollo de la personalidad


Junio 2016
ÍNDICE

I. Presentación……………………………………………………………………………………. 3

II. Adolescencia…………………………………………………………………………………… 3

II.I La transición a la adolescencia según Anthony Stevens………………………………… 5

III. El mito o viaje del héroe……………………………………………………………………… 7

IV. Ritos de iniciación……………………………………………………………………………. 9

V. Arquetipo del Puer-Senex……………………………………………………………………. 11

VI. Conclusiones………………………………………………………………………………….. 13

VII. Referencias Bibliográficas………………………………………………………………….. 14

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I. PRESENTACIÓN
El presente ensayo tiene por propósito revisar y entender una etapa del ciclo vital en
particular, desde la mirada de la psicología analítica junguiana, simbólica y arquetípica; la
adolescencia.
Es importante destacar que Jung dividía la vida en cuatro períodos: (1) Infancia hasta
la pubertad, (2) Juventud (pubertad hasta los 35-40 años), (3) Madurez y (4) Vejez. Así
también, establece como logros psicológicos de la juventud; la separación de la madre, el
logro de un yo fuerte, el abandono del estatus infantil, la adquisición de una identidad
adulta, y la consecución de una posición social sólida, que también implica el matrimonio y
una profesión (Samuels, 2015).
En este trabajo, primero se define la adolescencia desde la psicología del Desarrollo,
para luego ampliar esta mirada con los aportes de la Psicología junguiana. Posteriormente
se estudia esta etapa a la luz del “Mito o viaje del Héroe” con un respectivo análisis de los
Arquetipos que influyen en este período. Luego, se desarrolla el concepto de los “ritos de
iniciación” y los efectos que trae a los adolescentes vivir actualmente carente de ritos de
paso. Finalmente se analiza el Arquetipo del puer-senex para dar luces explicativas del
comportamiento de los adolescentes.

II. ADOLESCENCIA
La adolescencia es una etapa del ciclo vital que invita a iniciar un viaje hacia la
adultez, elaborando el duelo por el cuerpo de niño que se está transformando, por la
identidad infantil, por la relación con los padres y consigo mismo (Schatloff, 2010). Desde el
punto de vista de la Psicología del Desarrollo, la adolescencia constituye una etapa de
cambios en todos los aspectos de la personalidad, por la transición entre el ser niño y el
llegar a ser adulto. Se entiende como un proceso biopsicosocial que comienza con la
pubertad y termina con la independencia psicosocial, afectiva y económica. En donde la
tarea primordial es la búsqueda de la identidad, que se apoya en el desarrollo del
pensamiento abstracto hipotético-deductivo que le permite al adolescente reflexionar acerca
de sí mismo como objeto (Almonte, Montt y Correa, 2003).
La psicóloga infantil y de la Adolescencia Mylene Irribarne en el libro “Psicopatología
infantil y de la adolescencia” de C. Almonte et al. (2003), señala las metas generales de la
juventud; el comienzo de la edad juvenil está marcado por cambios biológicos relacionados
con una aceleración del crecimiento y el comienzo de la maduración sexual, así como por la
aparición del pensamiento lógico-formal. En lo psicológico, estos cambios traen consigo
nuevas experiencias y vivencias acerca de sí mismo y de los demás, así como
transformaciones afectivas y cambios en la estructura de la personalidad, se puede hablar
estadísticamente de un inicio a los 11 ó 12 años de edad aproximadamente. Irribarne
especifica las metas biológicas, psicológicas y sociales de la siguiente manera:

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 En lo biológico; el joven debe aprender a dominar y coordinar su nueva configuración
corporal, con sus respectivas habilidades e integrarlas en una nueva imagen corporal
que considere sus posibilidades de reproducción de la especie.
 En lo psicológico; el adolescente debe reorganizar su personalidad a partir de nuevos
impulsos y motivaciones, de un nuevo estilo de pensamiento, de una reformulación
propia de la jerarquía de valores y de las exigencias sociales respecto a sus papeles
adultos. Todo esto lo llevará a formular un proyecto de vida y a definir su identidad.
 Respecto al ámbito social; el adolescente debe lograr la independencia
(esencialmente psicológica) de su familia, definir su rol en la sociedad y sus
concepciones del mundo, logrando adaptarse como adulto a la sociedad a la que
pertenece.

Desde la perspectiva de la Psicología Junguiana, Anthony Stevens dice que (1994,


pp. 148-149)
en la adolescencia se libra una batalla en dos frentes: en uno de ellos se lucha por
establecer un sentido de identidad y de competencia social como personalidad con
derecho propio, y en el otro se lucha por superar los deseos regresivos hacia la
madre y el pasado. Nadie escapa a este conflicto (…) En todo desarrollo funciona
una doble dinámica. Una nos impulsa hacia fuera y hacia adelante, hacia el futuro; la
otra tira de nosotros hacia adentro y hacia atrás, hacia el pasado. El desarrollo de la
personalidad no es un avance sencillo y lineal, sino una espiral con ascensos
progresivos y descensos regresivos.
Por otra parte Byington (2002, en Martínez, 2011, p. 66) desde la perspectiva de la
Psicología Simbólica, también analiza el impacto transformador del proceso. Dice que
la crisis de la adolescencia somete las identificaciones insulares y parentales y los
complejos (del joven), a una nueva presión transformadora, en función de la entrada
en escena del arquetipo de la Alteridad (Anima, Animus), el que lanzará en la
personalidad la semilla de la convocación para la campaña de construcción de la
identidad única y profunda”…De este modo, “la identidad del Ego y del Otro y de toda
la personalidad entran en crisis en la adolescencia, porque el llamado para la
construcción de la identidad individual profunda, entra en choque con las
identificaciones primarias y parentales establecidas durante la infancia”… En este
proceso, “el arquetipo de la Alteridad actuará como guía para diferenciar al joven de
su familia y de su identidad infantil.
Asimismo, la psicóloga Susana Toloza (2011), basándose en autores como Stevens,
Neumann y Byington, desarrolla la idea de que en los niños y adolescentes actúan
predisposiciones y aptitudes pasivas que son arquetípicas. Esta predisposición es
arquetípica, pues supone un conjunto de categorías universales e inconscientes que se
actualizan con las experiencias concretas del individuo. Así, se puede sustentar que al
pasar por estas etapas programadas, el cuerpo y psique transitan por un proceso de
maduración y transformación, que se rigen por imperativos o programas arquetípicos.

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II.I La Transición a la Adolescencia según Anthony Stevens
Stevens (1994) describe que el Programa arquetípico responsable de la compleja
transformación de niño a adulto, puede resumirse en cuatro fases simultáneas e
interconectadas:
1. La atenuación del vínculo parental.
2. La lucha generacional.
3. La activación del sistema afectivo sexual.
4. La iniciación en el papel adulto.

1. La atenuación del vínculo parental: En la psique del adolescente, los arquetipos de los
padres parecen perder su preeminencia, y los jóvenes adquieren gradualmente una
objetividad mayor en lo que respecta a éstos. Del mismo modo, los padres tienen que retirar
del adolescente su propia proyección del arquetipo del niño.
Lo más deseable, es que ambas partes retiren sus proyecciones al mismo tiempo, pero, por
desgracia, esto no siempre sucede así. Lo más habitual es que el hijo retire las
proyecciones antes que los padres o viceversa. En los casos que los padres persisten en
sus proyecciones cuando el hijo ya ha comenzado a retirar las suyas, a los adolescentes
apenas les queda otra opción que rebelarse y luchar por su libertad. Cuando por el
contrario, son los padres quienes retiran sus proyecciones antes que el hijo esté preparado
para esta retirada, el resultado puede ser el desarrollo de un apego ansioso, y el comienzo
de una búsqueda de sustitutos de los padres.
Así, el mayor peligro de esta etapa estriba en ser devorado por los complejos parentales y
en ser incapaz de liberarse. Esta situación puede presentarse especialmente si los padres
se muestran reacios a colaborar con sus hijos a desatar los vínculos que todavía les unen a
la familia.

2. La lucha generacional: Para los niños de ambos sexos el padre es visto como
todopoderoso, es la personificación de la autoridad masculina, del logos y de la sabiduría. Al
comenzar la pubertad, el arquetipo del padre comienza a perder su preponderancia y se
hunde a mayor profundidad en el inconsciente. Despojado de su magia arquetípica, el padre
aparece con toda su falibilidad humana. Entonces es juzgado, comienzan a verle como una
persona pasada de moda, anticuada y en cierto modo como un estorbo. Para los hijos, es
como un bastión del antiguo orden, y para las hijas, es un obstáculo para su libertad sexual
y social. Cuanto más rígida sea la ley que dicte, más imperiosa será la necesidad de
derrocarle y sustituirle por un orden más adecuado a la época.
La idea es lograr algún tipo de equilibrio entre las fuerzas tradicionales de la conservación y
las fuerzas progresistas del cambio. El progreso y la supervivencia exigen que en el
periódico conflicto entre generaciones no haya un vencedor absoluto, ya que una ruptura
total con la tradición como consecuencia de una victoria fácil de los progresistas juveniles
pondría en riesgo la eficacia competitiva de la sociedad, en la misma medida que el triunfo
de la inflexibilidad conservadora a través de una dictadura implacable de los mayores.

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La arrogancia de la juventud es una arrogancia necesaria, ya que un muchacho o
muchacha necesita convicción para compensar su falta de experiencia si quiere romper el
círculo familiar. En cierto modo, hay que desatar el vínculo que une a la madre y “matar” al
padre. Este parricidio psicológico no exige la defunción real de padre, sino el sacrificio de
sus ideas anticuadas. El hijo es libre entonces para seguir el camino del héroe (concepto,
conocido como “el viaje o el mito del héroe” que será desarrollado más adelante en este
trabajo).

3. La activación del sistema afectivo sexual: En el mito del héroe se expresa en forma
simbólica la experiencia del hombre de la calle, quien para emprender la aventura de la
vida, debe liberarse de sus padres, abandonar el hogar y cruzar el umbral que conduce a la
edad viril. Si el joven desea conseguir una novia, debe sufrir un segundo nacimiento de su
madre, una ruptura definitiva del cordón umbilical físico. La victoria sobre la madre-dragón
implica a menudo entrar en su interior (ánima). No vencer a este “monstruo” significa no
liberarse de la madre: el héroe languidecerá en su vientre para siempre, y la princesa
(ánima) nunca será liberada de las garras del monstruo. Permanecerá atrapada en el
inconsciente, bajo la vigilante custodia del complejo materno.
En el desarrollo de la madurez sexual femenina, la relación entre padres e hijas puede
presentar dificultades parecidas a las que plantea la relación entre madres e hijos. Para que
una niña se sienta digna de ser amada y deseable, es importante que haya vivido un vínculo
duradero con su padre y que ese vínculo haya poseído una carga erótica. Los padres, a
veces, suelen inhibirse a la hora de expresar abiertamente sus sentimientos de apego hacia
sus hijas, pueden parecer indiferentes o hacer formación reactiva (manifestar lo contrario de
algo acerca de lo cual uno se siente culpable), censurar o rechazar el sexo. Esta actitud
puede causar un daño terrible al concepto de sí misma como ser femenino. En el otro
extremo, el padre puede traicionar sus responsabilidades simbólicas y, como consecuencia
de alguna insuficiencia personal, intentar realmente el incesto físico. Esta situación puede
desencadenar unos sentimientos de vergüenza y repugnancia en la hija, que, si no recibe
ayuda psicoterapéutica, puede complicar gravemente su ajuste sexual para el resto de su
vida.
Así, la expresión del amor erótico entre padres/hijas y madres/hijos es una cuestión
complicada, ya que debe estar presente, pero debe limitarse en cuanto a duración e
intensidad.

4. La iniciación en el papel adulto: En la mayoría de las culturas que se ha estudiado por


la antropología, se han desarrollado “ritos de iniciación” para los muchachos en la pubertad.
En general, cuando se considera que el niño está preparado para, otros varones de más
edad le apartan de su madre y le dicen que “morirá” para el mundo materno, y que, después
de grandes pruebas y penalidades, “renacerá” como hombre. El fin es transformar a los
niños en hombres capaces de ser valientes cazadores y defensores de la tribu. El desarrollo
de estas prácticas son, en cierto modo, medidas de salud pública cuyo propósito es
garantizar que el mayor número de individuos sean capaces de satisfacer las demandas
impuestas por la adolescencia, a saber, la atenuación de los vínculos con los padres, el

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logro de un sentimiento de identidad y confianza en un papel socialmente útil, la
consecución de la madurez sexual, la disposición para emparejarse con el fin de procrear,
etc.
Para la niña, desatar el vínculo con su padre se asocia a la transformación de su cuerpo y
de la identidad personal de niña a mujer, y, en muchas culturas, de hija a esposa. La
iniciación femenina, en los casos que tiene lugar, consiste esencialmente en un
reconocimiento ceremonial de que una muchacha ha iniciado la fase reproductora de su
vida. El ritual puede celebrarse en varias etapas: comenzar con la primera menstruación,
prolongarse durante el primer embarazo y concluir con el nacimiento del primer hijo.
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III. “EL MITO O VIAJE DEL HÉROE”


En la adolescencia, el arquetipo de la madre y del padre pierden su hegemonía
porque <surge un nuevo arquetipo, trayendo “desacomodo y confusión al anterior orden de
todas las cosas, al fin de que se busque algo nuevo> (Galiás, 1988 en Borges, 2003, p. 44):
El arquetipo del héroe.
C.G. Jung concibe al héroe como un símbolo arquetípico antropomorfo de la libido,
representa una figura que encarna una actitud para enfrentar la vida en su totalidad (Jung,
1993 en Toloza, 2011, p. 45).
“El héroe que debe renovar el mundo y vencer a la muerte personifica la fuerza que
creó al mundo, que incubándose a sí misma en la introversión, enroscándose en
torno a su propio huevo como una serpiente, amenaza la vida venenosa mordedura,
para llevarla a la muerte y desde esa noche alumbrarla de nuevo, venciéndose a sí
misma (Jung, 1993, p. 385).”
En la obra clásica de Joseph Campbell (1959), él dice que el héroe es el hombre o la
mujer que han sido capaces de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas,
personales y locales. Su segunda tarea y hazaña consiste en volver a nosotros
transfigurado, y enseñar las lecciones que ha aprendido sobre la renovación de la vida.
Campbell demostró que todos los mitos de héroes tienen mucho en común. El héroe
recibe una llamada a la aventura y parte de su hogar. Después debe atravesar algún
tipo de umbral, es sometido a una serie de pruebas y penalidades. Finalmente, se
somete a la prueba suprema. La lucha con el monstruo. Cuando por fin derrota al
monstruo, es recompensado con el tesoro difícil de conseguir; es decir el trono del
reino y la mano de la bella princesa (Stevens, 1994, pp. 141-142).
En el caso de la etapa del desarrollo que se está tratando, “el o la adolescente
disputa entre la conquista heroica de su identidad e independencia y la inercia devoradora y
atrayente hacia la madre” (Jung, 1982 en Schatloff, 2010, p. 85). En los mitos, la figura del
héroe va a representar justamente ese impulso humano, que lleva a abandonar la seguridad
cálida y acogedora de la familia, para aventurarse en territorios nuevos, desconocidos, a

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veces peligrosos y tantas veces amenazantes. El héroe va a mostrar al joven cómo, para
descubrirse a sí mismo, ha de pasar a través del peligro y/o la adversidad (Martínez, 2011).
El arquetipo del héroe estimula vivencias de tipo exogámicas, es decir, vivencias
hacia afuera de los sistemas familiares y, a veces, escolar también. El joven se sentirá
autoconfiado para aventurarse en las innovaciones necesarias a su proceso de
individuación. Las pasiones, los primeros enamoramientos, la iniciación sexual, la elección
de amigos y grupos de pertenencia, entre otras cosas, son importantes conquistas que
necesitan de este funcionamiento heroico, para el cual una buena autoconfianza es
fundamental (Saiz et al., 2009).
La activación del arquetipo del héroe en el adolescente pulsa para desvincularlo de
los arquetipos parentales y para dirigir la libido exogámica, fuera del núcleo familiar.
Sin embargo, ninguna tarea está exenta de sacrificios, por lo que el joven debe
sacrificar la comodidad y el calor de los cuidados maternales en pro de su propia
individuación. En el sentido simbólico, la salida del héroe de casa lleva consigo la
muerte del dragón, o de animales feroces que impiden la salida. Se trata de superar
las fijaciones parentales y a la madre devoradora/dragón a quién el héroe tiene que
matar simbólicamente para poder seguir el camino. Es el sacrificio del héroe-hijo que
renuncia a la madre (Saiz, 2007 en Schatloff, 2010, p. 85).
También en los padres se activa un héroe durante la adolescencia de su hijo(a). Es
necesario mucho heroísmo parental cuando el hijo adolescente se separa de los
padres. El mismo héroe que ‘empuja’ al hijo(a) para separarse de los padres,
‘empuja’ a los padres para que estos propicien esa separación, todo eso con mucho
conflicto con dolor (Galiás, 1988 en Borges, 2003, p. 46).
La activación arquetípica en este período es muy intensa y potente, así como surge
el arquetipo del héroe, también aparece el arquetipo de la Alteridad, el cual produce una
nueva constitución vincular yo-otro, dirigida hacia fuera el núcleo familiar (Schatloff, 2010).
Este arquetipo implica la relación que el adolescente establece con el mundo,
consigo mismo y con los otros. Ayuda a establecer relaciones simétricas con el grupo que
se sienten acogidos. Al ser un arquetipo de relación, establece la importancia que tiene el
‘otro’ para sí mismo, de esta forma todo adolescente tiene, en el intento de mostrarse único
y singular, propuestas de renovación, con el objetivo de sentirse reconocido por sus pares
(Borges, 2003).
“El arquetipo de la Alteridad actuará como guía para diferenciar al joven de su familia
y de su identidad infantil” (Byington, 2002, p.97 en Schatloff, 2010). En este sentido, durante
la adolescencia se produce la activación del sistema afectivo sexual, que impulsa al héroe y
a la heroína en ir en búsqueda de su doncella y su príncipe, respectivamente, es decir, al
encuentro con su ánima y animus correspondientes.
Como la adolescencia trae nuevas necesidades de transformación, esta etapa puede
verse como un proceso de iniciación que prepara e instrumentaliza al adolescente para vivir
y enfrentar las crisis y etapas futuras. La rebelión del adolescente es la mejor forma que
encontrará para solucionar las preguntas colectivas que están en su psique. El héroe trae la
necesidad de los “ritos de paso”, ritos que aseguren su separación del mundo de los padres

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y de la infancia, y la elaboración de nuevos códigos para poder insertarse en el mundo
adulto (Borges, 2003).

IV. “RITOS DE INICIACIÓN”


Considerando todo lo expuesto anteriormente, no es de extrañar, que este período
sea vivido, por ciertos adolescentes, con extrema dificultad y con profundo sufrimiento. Son
muchos los cambios a los cuales los jóvenes se ven enfrentados y para los que muchas
veces no cuentan con las herramientas necesarias.
Si bien el proceso adolescente cursa con momentos de desorganización y otros con
mayor organización, a consecuencia de los abundantes cambios que deben ser integrados
en una imagen coherente de sí mismo (Almonte et al., 2003 en Schatloff, 2010), “el grado
en que estos cambios afecten a la vida personal y social del joven, dependen de las
habilidades y experiencias adquiridas durante la infancia y de las actitudes de quienes lo
rodean en ese momento” (Almonte, et al. 2003, p. 37).
“Esta aventura peligrosa tiene posibilidades positivas y negativas; de este modo, el
paso hacia la realización personal se encuentra entre el deseo y el temor; la iniciación de
toda aventura heroica es por tanto la superación del miedo” (Toloza, 2011).
Para enfrentar estos cambios llenos de emociones intensas y desconciertos,
antiguamente los jóvenes vivenciaban ritos de paso que les permitían hacer un tránsito con
significado, de una etapa a otra, dentro de su propia comunidad y contexto. “Los ritos de
iniciación son rituales habilitadores mediante los cuales el paso que agoniza se reencarna
en el presente vivo” (Stevens, 1994). En nuestra sociedad actual, los ritos y mitos que en la
antigüedad instruían a los jóvenes para iniciar esta importante transición en sus vidas, se
han perdido (Schatloff, 2010).
Estos ritos de iniciación propios de ciertas culturas primitivas, han debido ser
reemplazados por otras conductas que sirven como equivalente a este proceso de
tránsito. Podemos ver que los adolescentes comienzan una búsqueda de estatus
económico, la incorporación a organizaciones, pandillas (…) etc., siendo estas
conductas potencialmente peligrosas ya que carecen del sentido simbólico y
aleccionador del pasado. Ahora son exclusivamente utilizadas para disminuir la
ansiedad y las tensiones que genera este período, en general, de forma destructiva y
poco sana para el desarrollo (Schatloff, 2010).
La sociedad no les ha proporcionado (a los jóvenes) rituales mediante los cuales ser
miembros de la tribu, de la comunidad. Todos los niños necesitan nacer dos veces,
aprender a funcionar racionalmente en el mundo, dejando la infancia atrás. (…) Lo
que importa es despojarse del cuerpo de niño pequeño, volverse otra persona
(Campbell, Moyers, 1998, p.35 en Schatloff, 2010).
Stevens (1994) sostiene que la pubertad es un momento peligroso cuando los
jóvenes intentan librarse de las trabas impuestas por la tradición y buscar nuevos ideales

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que perseguir, nuevas causas que abrazar y nuevos objetivos que conquistar. Destaca el
concepto con que Konrad Lorenz ha llamado a la etapa de la adolescencia; “la muda”.
Lorenz señala que esta etapa “entraña peligros tan grandes como los que amenazan a un
cangrejo de blando caparazón recién mudado” (Stevens, 1994, p. 141). Para Lorenz la
muda de la pubertad es “la puerta abierta por la que logran entrar las nuevas ideas”
(Stevens, 1994, p. 141). Pero estas nuevas ideas tienen que ser compatibles con las
antiguas y han de llegar a un equilibrio, es decir, la arrogancia de los jóvenes debe ser
contrarrestada por la sabiduría de la experiencia colectiva.
En las sociedades tradicionales, los rituales de iniciación ocurren, normalmente, en
presencia de los más viejos, quienes aseguran y mantienen los límites del proceso,
garantizando que el iniciado pueda pasar por esa experiencia con relativa seguridad. Hoy
en día, la sociedad casi no ofrece estas posibilidades, y más bien son los mismos jóvenes
quienes las elaboran por ellos mismos y no de la mejor forma. Así vemos comportamientos
inadecuados como una sexualidad mal situada, promiscua, indiscriminada, o
contravenciones a los códigos legales y sociales, o consumo de drogas y alcohol (Borges,
2003).
Los psicólogos junguianos han manifestado que subsiste, en las personas, una
necesidad arquetípica de ser iniciados. En este contexto, puede aparecer lo que se puede
denominar hambre de iniciación, es decir, el deseo de ser discípulo o aprendiz y de
pertenecer a algún grupo identificable. Por ejemplo, en personas que se someten a análisis
se puede ver esta hambre de iniciación, la que fuera de la sala de la consulta, es visible en
las baladronadas, los tatuajes y la indumentaria, como los punkies, los fanáticos del fútbol o
los adeptos al sadomasoquismo (Stevens, 1994).
En nuestra sociedad actual, ha acontecido una pérdida de lo simbólico y de las
creencias tradicionales, por esto ya no se inicia a los jóvenes, probablemente porque no se
sabe muy bien la razón de por qué habría que iniciarlos. Entonces los chicos y chicas
buscan la iniciación mediante el logro de estatus económico o intelectual, incorporándose a
una organización estructurada como el ejército o mediante la iniciación informal en un grupo
menos estructurado, como un club deportivo, en la “cultura de la droga” o una pandilla de
delincuentes. En una cultura desprovista de rituales, cada uno de nosotros debe asumir la
responsabilidad de su propia iniciación (Stevens, 1994).
“En tal sentido, Montellano añade que las conductas de riesgo del adolescente
pueden ser comprendidas como el desequilibrio del Yo ante la enorme carga heroica que se
le impone con la constelación del arquetipo del Anima y el Animus” (En Martínez, 2011).
En su visión de la crisis adolescente, Byington (2002) agrega a esto, la presión
ejercida en esta etapa por el predominio de la posición dialéctica en la relación Ego-
Otro, que implica un patrón cuaternario, en el que todos los opuestos pueden
descomponerse en nuevas polaridades, cuyo encuentro o desencuentro genera altos
niveles de tensión, por cuanto demanda un mayor grado de abstracción y tienta
incluso los límites de la lógica profunda de la paradoja, con los que el adolescente,
por su desarrollo cognitivo, probablemente recién está empezando a contactar (En
Martínez, 2011).

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Una representación vigente de cómo los adolescentes se hacen cargo de sus propios
ritos de paso, es a través de las conocidas “tribus urbanas”. Se puede entender, por sus
características que el tribalismo es una revolución, que se levanta contra la antigua lógica
que regía el mundo de las ideas y que justificaba ciertas prácticas de dominio entre los
hombres. La lógica del principio de la identidad, la cual se opone a la lógica que rige en el
tribalismo, es regida por el “Principio de Eros” (Rosero, Rosero y Mora, 2010). Como
definición;

las tribus urbanas son “agrupaciones de jóvenes y adolescentes, que se visten de


modo parecido y llamativo, siguen hábitos comunes y se hacen visibles, sobre todo
en las grandes ciudades” (Rosero, et al., 2010).

A partir de esta experiencia en los escenarios urbanos, los jóvenes van elaborando y
construyendo su identidad, sus significados, su lenguaje, gestos, etc., buscando manifestar
una postura antagónica frente a los modelos y paradigmas que caracterizan a las
sociedades modernas. Existe una falsa creencia de que pertenecer a una tribu urbana es
negativo, o que los jóvenes tienden a pasar su tiempo en bares “carreteando”, bebiendo
alcohol y consumiendo drogas. Pero no siempre es así, también los adolescentes ocupan
los espacios urbanos para descansar, pasar un tiempo de ocio sano, hacer deporte y pasar
un rato de esparcimiento según sus afinidades, como contexto en el que pueden tramitar
sus preocupaciones y angustias, “no en vano, afirman que esos sitios son aquellos “en
donde nos reunimos para salir del estrés haciendo que las penas fluyan son sitios de
diversión plena” (Rosero, et al., 2010, párr. 23).

V. ARQUETIPO DE PUER-SENEX
Para poder entender el fenómeno de las conductas ambivalentes en los
adolescentes, parece esclarecedor explicar el Arquetipo de Puer-Senex (eterno joven –
anciano sabio), este arquetipo trae consigo la polaridad, “hay siempre un par de opuestos,
que hacen un conjunto tratando de caminar en la misma dirección” (Borges, 2003).
El “puer” es el núcleo sensible, el fuego decidor de la lengua y el intelecto. Pero el
niño sólo se queda en una plenitud de fuegos y destellos, es puro exceso, diversión,
plasticidad genuina y juego. El niño requiere al viejo, al senex, que es la forma del
equilibrio, la capacidad de lograr estabilidad y la voluntad indeclinable de someter los
excesos del puer a la criba de la acción constante y continua. Sin el senex no hay
percepción del tiempo, no hoy conciencia del orden, no hay visualización de los
límites. Sin el senex no hay preocupación por la importancia del conocimiento basado
en la experiencia y la perspectiva crítica que la historia proporciona” (Guzmán, 2000).
Según Borges (2003) el puer es la inseguridad, el riesgo, el sentido de oportunidad,
el fracaso, la tendencia a la abstracción, a la juventud y al sentido de eternidad. No conoce

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la espera, es más bien rápido, vaga con la suerte para seguir un impulso. Está directamente
ligado al entusiasmo, a la belleza estética, no oye, no aprende. En cambio, el sénex se
caracteriza por la solidez, el orden, la consistencia, la integridad y la integración de la
consciencia. “El puer disputa y se opone al senex y los resultados más visibles son niños
eternos o adultos inmediatos” (Guzmán, 2000).
En general, el hombre que se identifica con el arquetipo del puer aeternus (joven
eterno) permanece demasiado tiempo en la psicología adolescente, es decir, todas las
características que son normales en un joven, se prolongan a lo largo de la vida adulta, en
muchos casos acompañado de una excesiva dependencia materna. Por otro lado, hay algo
altamente simbólico en la fascinación por los deportes peligrosos, especialmente el vuelo o
el alpinismo, como forma de escapar de la madre, de la tierra y de la vida ordinaria. A los
puer no les gustan los deportes que exigen paciencia o un largo aprendizaje, ya que suelen
ser de naturaleza muy impaciente. Hay otro tipo de puer, que también se ve mucho en los
adolescentes, es el que vive en un continuo aturdimiento soñoliento, indisciplinado y
“pataslargas”, que se limita a ir vagando por ahí, con su mente deambulando de un lado
para otro. Sin embargo, en el polo positivo, se puede apreciar una cierta espiritualidad que
procede de un contacto relativamente directo con el inconsciente colectivo, muchos tienen
el encanto de la juventud, es muy agradable conversar con ellos ya que suelen tener temas
interesantes de qué hablar y no les gustan las situaciones convencionales (Downing, 1994).
Por otra parte, el senex es la imagen arquetípica del anciano sabio, en su polo
positivo, y el ogro castrador en su polo negativo. El senex negativo es el senex escindido de
su propio aspecto puer, que ha perdido a su “niño”. Su temperamento es frío y distante,
puede ser el caminante solitario, apartado y desterrado. Su relación con la estructura y la
abstracción lo convierte en principio de orden, ya sea a través del tiempo, de la jerarquía, de
la ciencia exacta y el sistema, de los límites y bordes, del poder, de la interioridad y la
reflexión. Sin el entusiasmo y el eros del hijo, aspira únicamente a su propia perpetuación,
llevándo sólo a la tiranía y al cinismo. Es espíritu unilateral, y la unilateralidad mutila.
Siempre prefiere lo viejo a lo nuevo. En su polo positivo, se refleja su unidad, es decir, el
puer perdura transformado junto al senex (Downing, 1994).
Desde la perspectiva de Borges (2003), el senex desconectado del puer se
transforma en inamovilidad, dogmatismo, muerte de lo que es nuevo, auto-repetición. Así,
cuando el puer está desconectado del senex, esas características se vuelven negativas. Lo
recientemente descrito se puede ver cuando un adolescente vive pasivamente, esperando
que las cosas pasen, llevado por ineficaces devaneos, o bien, se vuelve hiperactivo,
pudiendo llegar a realizar acciones autodestructivas y llevarlo a correr un riesgo vital.
En la etapa de la adolescencia, una forma de ver expresado este arquetipo, es en los
conflictos entre padres e hijos adolescentes. La activación de este arquetipo dual es quizás
la mejor forma de explicar dichos conflictos, ya que gran parte de las problemáticas que
presentan los adolescentes son atribuibles al puer, y las características del senex, se
asocian a la figura paterna o a alguien que asegura un sentido de autoridad y orden
(Borges, 2003). Debido a que la ingenuidad y la inmadurez se proyectan en los jóvenes y el
sentido de sabiduría queda, de forma estática o rígida, en los padres (Downing, 1994).

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V. CONLUSIONES
En el desarrollo de este trabajo y el análisis que se hizo de la adolescencia, se puede
valorar la riqueza de la visión analítica junguiana en la comprensión de esta etapa, como
complemento de la mirada que surge desde la Psicología del Desarrollo.
Se puede resaltar que la mirada junguiana tiene mucho que aportar para entender los
fenómenos que ocurren en esta etapa del ciclo vital, como el Programa arquetípico que
propone Stevens, el análisis de la llamada al viaje del héroe y de los arquetipos que se
activan en esta fase.
En la adolescencia sucede un debilitamiento de la fuerza que tiene el Arquetipo
materno y paterno, para darle mayor relevancia al Arquetipo de la Alteridad,
reestructuración que entrega un marco comprensivo y simbólico muy importante para
entender la razón por la que los adolescentes van desplazando su fuente de referencia
desde las figuras parentales hacia los pares y las relaciones simétricas.
Además, tiene un carácter enriquecedor incorporar en la ecuación al arquetipo dual
de puer-senex, debido a que la fuerza del puer representa muy bien la energía que motiva
los comportamientos de muchos adolescentes y da señales para entender desde otro
prisma la tendencia hacia las conductas de riesgo. Así también, la falta de senex en los
jóvenes, tiene como reacción compensatoria que sean los padres, escuela y/o sociedad,
quienes encarnen los aspectos de este arquetipo para lograr el equilibrio entre estas fuerzas
polares. Para al final de esta etapa, llevar al joven a una integración de ambos arquetipos
en sí mismo.
Por un lado se torna comprensible que sea la adolescencia donde tantos cuadros
psicopatológicos tengan inicio (Martínez, 2011), debido a la cantidad de energías que se
mueven internamente en el joven y la falta de ritos de iniciación en la sociedad actual. Sin
embargo, también parece relevante tomar los aportes de la psicología junguiana para
generar y promover nuevas fórmulas para ayudar y guiar de manera más apropiada a los
adolescentes, y en este sentido es digno de atención lo que Borges (2003) manifiesta al
respecto. Ella dice que:
Quizás, si el proceso de individuación de un adolescente pudiera ser reconocido en
un nivel más profundo, tal vez algunos comportamientos que a primera vista se
consideran patológicos o delictivos, pudiesen más bien ser entendidos como
expresión de la batalla interna que envuelve la psique del adolescente como un todo.
De esta forma, podríamos ver su situación desde otro ángulo, oírlo y ayudarlo a
reflexionar acerca de esa tenue línea que lo separa de las acciones y los
comportamientos peligrosos (p. 44).
A modo de conclusión, desde este trabajo se deprende como tarea para los
profesionales de la adolescencia, desarrollar propuestas que devuelvan a los jóvenes el
significado perdido de los ritos de paso, como por ejemplo en lo familiar, que los hermanos
mayores “inicien” a los hermanos menores, guiados por los padres; o en los colegios, que
los estudiantes más grandes “inicien” a los que están entrando en la adolescencia, también
orientados por profesionales que puedan contextualizar el rito de paso, considerando las
subetapas de la adolescencia (temprana, media y tardía), así como sus tareas y crisis. O

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bien, el contexto terapéutico generar intervenciones que propicien una iniciación “junguiana”
a través de la relación con el Sí-mismo. Y conjuntamente a lo anterior, lograr encausar la
energía de los jóvenes al servicio de la sociedad, otorgándoles sentido de partencia dentro
de la comunidad a la que corresponden, así como lo postula Adler con su concepto de
Gemeinschaftsgefühl o “interés social”, lo que implica estar interesados por los demás y
desear sinceramente contribuir a la sociedad (Nelsen, 2009).

VI. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


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Santiago: Editorial Mediterráneo Ltda.
Borges, L. (2003). Adolescencia y Orientación sexual en la perspectiva de la psicología
analítica. Revista Jung & Corpo, 3(3), 43-53.
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Guzmán, E. (2000). Madurez universidad y adolescencia eterna. Revista Códice, 1, 18-21.
Jung, C. (1993). Símbolos de Transformación. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.
Martínez, C. (2011). Adolescencia y Narcisismo en la Psicopatología Simbólica. Revista
Encuentros, 3, 64-80.
Nelsen, J. (2009). Disciplina Positiva. Estado de México: Ediciones Ruz.
Rosero, L., Rosero, V. y Mora, L. (2010). Juventud e identidad. Un acercamiento a las tribus
urbanas. Revista de Psicología GEP. Recuperado de:
http://revistadepsicologiagepu.es.tl/Juventud-e-Identidad-.--Un-Acercamiento-a-las-Tribus-
Urbanas.htm el 20 de junio de 2016.
Saiz, M., Botelho, C., Galiás, I., de Souza, N, Alvez, C. (…) Perissionoto, J. (2009).
Psicopatología Psicodinámica simbólico-arquetípica. Una perspectiva junguiana de
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Schatloff, Y. (2010). La transición de la juventud a la adultez en una novela moderna: saga
crepúsculo. El despertar de Bella y su transformación femenina a través del amor. Analítica
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Stevens, A. (1994). Jung o la búsqueda de la identidad. Madrid: Editorial Debate
Toloza, S. (2011). Crisis Vocacional e Individuación: Una Mirada Desde la Psicoterapia
Analítica Junguiana. Revista Encuentros, 3, 41-52.

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