Sei sulla pagina 1di 10

Interciencia

ISSN: 0378-1844
interciencia@ivic.ve
Asociación Interciencia
Venezuela

ÁLVAREZ DÍAZ, ANDREA


NUEVOS ESCENARIOS DE GÉNERO ENTRE LOS AYMARAS DEL NORTE
CHILENO
Interciencia, vol. 42, núm. 7, julio, 2017, pp. 408-416
Asociación Interciencia
Caracas, Venezuela

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=33952188002

Cómo citar el artículo


Número completo
Sistema de Información Científica
Más información del artículo Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal
Página de la revista en redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
NUEVOS ESCENARIOS DE GÉNERO ENTRE LOS
AYMARAS DEL NORTE CHILENO
ANDREA ÁLVAREZ DÍAZ

RESUMEN

Este trabajo describe nuevos escenarios socio-culturales en aymaras hacen de nuevas prácticas sociales y culturales, en
los que mujeres y hombres aymaras del norte chileno negocian contextos geo-referenciados: el altiplano, los valles y las ciu-
respecto de sus relaciones de género. Metodológicamente, la in- dades costeras. En términos de resultados se describen algu-
vestigación adoptó una escala de análisis regional que permitió nas de las transformaciones socio-económicas a nivel regional,
dar cuenta de los movimientos migratorios que configuran for- para poder comprender algunos desafíos a los que se enfrentan
mas de organización de las familias extensas aymaras, a modo los núcleos familiares aymaras contemporáneos. Estos desafíos
de dislocación territorial. Esta forma de adaptación territorial se describen en función de: a) la economía familiar y el tra-
permite a los aymaras actualizar sus pautas de reproducción bajo, b) la apropiación del territorio, y c) nuevos escenarios y
cultural, fortaleciendo su incorporación a la economía nacio- tensiones de género, en función de liderazgos femeninos emer-
nal, que tiende a la fragmentación social y comunitaria. En gentes y de necesidades problemáticas en el ámbito productivo
particular, el artículo describe apropiaciones que las mujeres y reproductivo.

os aspectos más críticos al interior de los propios pueblos, sino que y Chile, “las comunidades aymaras, así
sobre la inequidad en las es producto de la manera en que se ha or- como toda la población tarapaqueña, de-
relaciones entre hombres ganizado la sociedad nacional, con su le- bieron elaborar una nueva relación con el
y mujeres de los pueblos originarios, gi- gado colonial y patriarcal, rearticulado a Estado, ahora como ‘nuevos chilenos’”
ran en torno a la brecha en el acceso a través de la historia (Esquit, 2007). (Díaz y Tapia, 2013: 190). Sin embargo,
la educación formal, la falta de oportu- En este sentido, para desde la anexión de los territorios de
nidades de participación en organizacio- comprender la configuración étnica del Arica y Tarapacá (antes peruanos) y de la
nes sociales y las pocas posibilidades de pueblo aymara no interviene solamente el ciudad de Antofagasta (anteriormente boli-
acceder a fuentes de ingreso extrapre- idioma, ni la permanencia de algunos ras- viana), la población andina en el norte no
diales (Álvarez, 2012). Estas inequidades gos culturales, sino que, sobre todo, varia- se había planteado hasta fines de los años
tienden a disminuir en contextos urba- bles que se encuentran en los niveles eco- ’80, ante la sociedad nacional y ante el
nos, aunque siguen presentes. nómico, social y político de la sociedad Estado, como pueblos, demandas de reco-
Las inequidades de gé- nacional (González y Gavilán, 2011; Ga- nocimiento en esa calidad (Gundermann,
nero entre indígenas se reproducen en la vilán, 2015). Efectivamente, la trayectoria 2000). Es con el regreso a la democracia
forma en la que se organiza la sociedad histórica de los aymaras está friccionada en Chile, en 1990, que la Comisión Es-
capitalista, y en la forma en que se han por la acción de los estados nacionales, pecial para los Pueblos Indígenas (CEPI),
rearticulado con los procesos de moderni- por la Guerra del Pacífico, los efectos del y posteriormente la Corporación Nacional
zación. Así, la situación de profunda po- ciclo salitrero, la campaña de chileniza- de Desarrollo Indígena (CONADI), reco-
breza y exclusión social en la que viven ción y, de modo reciente, por acciones del noce en el país la existencia de nueve
las mujeres de los pueblos originarios, no Estado chileno (Gundermann, 2000; Díaz pueblos originarios, entre ellos el pueblo
puede considerarse solamente como resul- y Tapia, 2013). Así, después de la Guerra aymara. Lentamente se irá superando la
tado de las relaciones sociales y culturales del Pacífico, que involucró a Perú, Bolivia política de división de las comunidades y

PALABRAS CLAVES / Aymaras /Familias translocales / Interseccionalidad / Género / Trabajo /


Recibido: 03/04/2017. Modificado: 09/06/2017. Aceptado: 19/06/2017.

Andrea Álvarez Díaz. Psicóloga, Universidad Diego Portales, Chile. Magister en Desarrollo
Rural, Universidad Católica de Temuco, Chile. Doctora en Antropología Social, Universidad Nacional Autónoma de México.
Profesora, Universidad de Tarapacá. Dirección: Departamento de Ciencias Sociales y Jurídicas, Facultad de Ciencias Sociales y
Jurídicas, Universidad de Tarapacá. Avda. Luis Emilio Recabarren 2477, Iquique, Chile. e-mail: aalvarez@uta.cl

408 0378-1844/14/07/468-08 $ 3.00/0 JULY 2017, VOL. 42 Nº 7


de asimilación de los pueblos indígenas máticas en la articulación de funciones en la población aymara, producidas por
para transitar hacia el respeto, reconoci- productivas y reproductivas. una mejoría de los medios de comunica-
miento, participación y de desarrollo de ción, vías de transporte y de abasteci-
los mismos (SGG, 2004). Después de la Antecedentes Históricos miento alimenticio (Gundermann, 2002).
ratificación del Convenio 169 de la OIT, También ha mejorado la atención en salud
queda pendiente aún el reconocimiento En el caso de las comu- y la rapidez de la resolución de enferme-
constitucional de los Pueblos Originarios nidades aymaras del norte chileno, que es dades, lo que redunda en una disminución
en Chile. el foco de este trabajo, los estudios reali- de la tasa de mortalidad entre los ayma-
Si asumimos, de este zados desde la perspectiva de género re- ras, con un efecto de crecimiento relativo
modo, que las situaciones de inequidad portan importantes cambios y continuida- de su población (Gundermann, 2002).
de género entre mujeres y hombres indí- des culturales en diferentes ámbitos: el la- Hasta la mitad del si-
genas de cada pueblo han de ser com- boral productivo, de intercambio, de re- glo XX imperaba en las comunidades de
prendidas en el marco de las relaciones producción social (Gavilán, 2002); de la cordillera el monolingüismo en aymara;
interculturales con la sociedad nacional, participación social-comunitaria (Carrasco, esta situación se modifica por la demanda
habrá que cuestionar la universalidad de 1993); de religiosidad, en torno a la con- de castellanización y de acceso a la edu-
la dominación masculina. Como veremos cepción del cuerpo y la sexualidad cación formal (González Miranda, 2002).
más adelante, la dominación de género (Carrasco y Gavilán, 2009); así como en En términos de las brechas de género
adquiere características particulares en las diferentes etapas del desarrollo de cada y etnia en el acceso a la educación,
diferentes contextos socio-culturales. sujeto (Gavilán, 1993; Carrasco, 1998). Carrasco y Gavilán (2012) puntualizan
Siguiendo las teóricas de Las investigaciones re- que los procesos de modernización plani-
la interseccionalidad, sostengo que la do- portan que las transformaciones respecto ficada han tendido a disminuir las brechas
minación de género tampoco es la única de la división del trabajo familiar tienden educacionales entre mujeres y hombres in-
situación de opresión que experimentan las a afectar a la mujer de manera desfavora- dígenas del altiplano sur. Al mismo tiem-
mujeres indígenas, ya que ésta se articula ble (Carrasco, 1993) y que el traslado de po, éstas han tendido a profundizarse al
con la opresión de clase, la discriminación las mujeres del campo a la ciudad impli- interior de la colectividad aymara, en tér-
étnica y el racismo (Crenshaw, 1989; ca transformaciones sociales y culturales, minos generacionales (Carrasco y Gavilán,
Knudsen, 2006; Brah, 2011). Por lo demás, ya que cambia su posición en el mercado 2012). Se puede hipotetizar que, en térmi-
ninguna de estas formas de opresión será de trabajo, sus relaciones con la comuni- nos de igualdad de oportunidades en edu-
absoluta ni totalizante, en la medida en que dad y con sus parientes. Del mismo cación, la diferenciación social entre los
aceptamos que las formas de ejercicio del modo, la transición que se produce del aymaras adquiere una relevancia central.
poder son dinámicas y mutuamente consti- rol de campesina al de asalariada, y del Por último, durante los
tuyentes entre opresor/oprimido. contexto sociocultural que va producien- años ‘90 surgen nuevas políticas públicas
Así, en un contexto de do transformaciones psico-sociales, no interculturales que buscan incorporar a
transformaciones en el plano económico, son de fácil comprensión, por lo que se los/as aymaras a través de programas
social y cultural, la presente investigación requiere historiar las relaciones sociales, especializados (CONADI, SERNAMEG,
se interroga sobre los cambios en las rela- culturales y políticas intra-género. SERVIU, FOSIS, INJUV, FONADIS).
ciones entre mujeres y hombres aymaras, Desde una perspectiva Estos programas introducen nuevas prác-
desde la mitad del siglo XX hasta la actua- histórica, se observan importantes cam- ticas y discursos sociales que serán obje-
lidad. Como se trata de un objetivo muy bios en la sociedad aymara durante el si- to de resistencias culturales y políticas,
amplio para poder responderlo en este bre- glo pasado, basados en transformaciones así como de apropiaciones y relecturas
ve texto, me centro aquí en el análisis re- económicas, políticas y culturales en el desde el mundo indígena. En este perío-
gional de los movimientos migratorios, que marco de las relaciones interétnicas, con do opera un incremento de la densidad
configuran formas de organización de las la sociedad regional tarapaqueña y la so- de las interrelaciones en la sociedad ay-
familias extensas aymaras, a modo de dis- ciedad nacional chilena. Las economías mara, y de los universos de significado
locación territorial. Esta manera de adapta- domésticas dejan de ser exclusivamente que intervienen en su vida social. Esto se
ción territorial permite a las mujeres y agrícolas y dependen también de ingresos expresa en una diversificación de espa-
hombres aymaras actualizar sus pautas de extra-prediales (Gavilán, 1993), como el cios sociales, multiplicación de nexos y
reproducción cultural, fortaleciendo su in- trabajo minero y la prestación de servicios relaciones individuales y colectivas. Las
corporación a la economía nacional. asociados a la actividad minera. La eco- instituciones adquieren mayor compleji-
En particular, en este ar- nomía andina se mercantilizó extensiva- dad interna, y emergen nuevos agentes y
tículo describo las apropiaciones que las mente, y se perdió la orientación de econo- actores sociales (Gundermann, 2002).
mujeres aymaras hacen de nuevas prácti- mías domésticas de base comunitaria, que
cas sociales y culturales, en contextos giraban en torno a relaciones económicas Antecedentes Conceptuales
geo-referenciados: el altiplano/pre-cordille- micro-regionales (Gundermann, 2002).
ra, los valles y las ciudades costeras. En Los flujos migratorios Esta investigación asu-
términos de resultados, describo algunas de la población aymara se intensificaron me la necesaria interdependencia de las
de las transformaciones socio-económicas en los años ‘80, y adoptaron nuevas ca- categorías de género, clase social, raza,
a nivel regional, para poder comprender racterísticas (Gavilán, 1993; Gundermann etnia y rango etario, propuesta desde los
algunos desafíos que enfrentan los núcleos y González, 2008). Actualmente, entre la estudios de género y desde el enfoque in-
familiares aymaras en el espacio territo- población aymara, la comuna de Iquique terseccional (Davis, 1981; Crenshaw,
rial translocado. Estos desafíos se descri- presenta tasas de inmigración/emigración 1989; Hill-Collins, 2000; Muñoz, 2011;
ben en función de: a) la economía fami- en torno al 10%, las que en la comuna de Viveros, 2016). Este enfoque aborda el
liar y el trabajo, b) la apropiación del te- Pozo Almonte fluctúan en torno al 18%, cruce imbricado de las relaciones de po-
rritorio, y c) nuevos escenarios y tensiones mientras que a nivel regional alcanzan un der y de dominación/resistencia. Por ello,
de género; en función de liderazgos feme- 1,5% (INE, 2002). Se reportan también entendemos que se trata de un doble mo-
ninos emergentes y de necesidades proble- importantes modificaciones demográficas vimiento comprensivo, tendiente, por un

JULY 2017, VOL. 42 Nº 7 409


lado a desentrañar ciertos efectos que las abrirse al bilingüismo y abandonar el uso en sociedades indígenas con formas de
estructuras de desigualdad social producen de sus trajes, antes que sus pares mujeres. organización diversa, las relaciones tien-
en las vidas individuales y en procesos Ahora bien, una de las den a ser de complementariedad y de re-
microsociales, y por otro lado, a conside- discusiones conceptuales, en el abordaje ciprocidad jerarquizada (Harris, O, 1978;
rar los sistemas de poder en la reproduc- socio-antropológico de las relaciones de González, 1993). En ellas, las mujeres
ción, organización, articulación y manteni- género en contextos indígenas y campesi- realizan labores complementarias a las
miento de las desigualdades (Hill-Collins nos, se ha centrado en la noción de com- que asumen los hombres, y por ello nece-
2000). Su principal aporte es el análisis de plementariedad entre hombres y mujeres. sarias socialmente. Sin embargo, su valor
las jerarquías de dominación, relevando La mayor parte de los trabajos con ayma- tiende a no ser reconocido.
siempre una perspectiva desnaturalizadora ras han descrito las relaciones entre muje- La tradición judeocris-
e historizadora de los procesos sociales y res y hombres en términos de una cierta tiana impuso un poderoso control respec-
culturales que cruzan las biografías perso- complementariedad, en la que ambos gé- to de la sexualidad femenina en diferen-
nales y colectivas de las mujeres, en este neros tienden a contribuir a la reproduc- tes sociedades indígenas latinoamericanas
caso de las mujeres aymaras en el espacio ción social de la familia (Harris, 1978). que, hasta entonces, adoptaban principios
translocado del norte chileno. Las normas y valores de las sociedades de reciprocidad, promoviendo relaciones
Los estudios sobre inter- andinas establecen grados de flexibilidad, de complementariedad, simetría y armo-
seccionalidad han tenido una fuerza par- que enfatizarían la inclusión por sobre la nía de género. Sin embargo, se ha señala-
ticular en el campo de la movilidad de exclusión. Además, este cuerpo normativo do que algunas sociedades pre-hispánicas
personas; han relevado el género como ayudaría a no dicotomizar los roles de gé- también habrían impuesto de una forma
una dimensión central para la descripción nero y evitaría reproducir teorías discrimi- parecida importantes restricciones sobre
y análisis experiencias y trayectorias mi- natorias (Harvey, 1998; Gavilán, 2002). el cuerpo de las mujeres, sobre todo en el
gratorias, destacando su sentido en sus Otros estudios reportan la existencia de caso de estados denominados ‘militaris-
dimensiones étnica, racial y de clase. Al prácticas discriminatorias entre los ayma- tas’ (González, 1993). Con todo, la discu-
mismo tiempo, los sentidos de la etnici- ras e indican la presencia de una diferen- sión sigue pendiente respecto de la exis-
dad y de la movilidad de personas no son ciación y subordinación de las mujeres por tencia o no de un estado de armonía en
comprensibles sin tener en cuenta el gé- parte de los hombres (Gavilán, 2002). las sociedades indígenas pre-coloniales.
nero y la clase social (Magliano, 2015). Harris (1978) da cuenta Algunos autores (López-Austin, 2004)
Así, el desafío teórico es ver la categoría de ambas situaciones entre los aymis, ay- han sostenido que durante la época pre-
‘mujeres indígenas’, como diversa y ana- mara-hablantes de Bolivia, al enfatizar la hispánica habría ocurrido un desplaza-
lizar esa diversidad al interior de cada diferencia entre lo que ocurre en el espa- miento de las concepciones sobre duali-
pueblo indígena para comprender que sus cio doméstico y en el espacio colectivo de dad y complementariedad entre hombre y
identidades, formas de ver y estar en el la comunidad: “Dans l’organisation ména- mujer, transformando las formas de con-
mundo, no se oponen a sus reivindicacio- gère, il existe une nette idéologie de com- cebir cosmogónicamente las deidades, y
nes culturales, ni a sus intereses de géne- plémentarité, jusqu’à un certain point produciendo una mayor división del tra-
ro (Hernández, 2008). équilibrée. Au niveau de la collectivité, bajo, al transitar algunas sociedades agrí-
Históricamente, las con- pourtant, il y a une disparité marquée en- colas a sociedades ‘militaristas’ (Hernán-
ceptualizaciones feministas se habían eva- tre les sexes, par exemple, les femmes sont dez, 2008). Así, estas desigualdades de gé-
luado en Los Andes y en otros contextos exclues de l’activité politique formelle” nero se habrían profundizado durante la
indígenas, ya sea como una imposición ex- (Harris, 1978: 1123). época colonial, con la imposición del cato-
tranjera (Arnold y Spedding, 2007), o bien La asimetría de género licismo y las concepciones de género y del
como una herramienta analítica útil rea- ha sido objeto de discusión. Mientras al- cuerpo de origen medieval asociadas a
propiada de forma crítica (Paredes y Guz- gunas autoras, como Quinn (1977) sostie- éste (Hernández, 2008; Segato, 2014).
mán, 1984; Hernández, 2008; Mohanty, nen que la asimetría es universal, otras, La perspectiva crítica de
2008). Se ha descrito que en el marco de tales como Muckhopadhyay y Higgins esta conceptualización sobre la comple-
las relaciones interétnicas actuales, el dis- (1988) consideran que sólo ocurre bajo mentariedad de género sostiene que se
curso multicultural tiende a atribuir a las ciertas condiciones. Se llega a sostener privilegia una imagen unitaria y armónica
mujeres indígenas el papel de transmisoras que no habría duda sobre la existencia de entre hombres y mujeres, in-visibilizando
de valores culturales, de creencias y en es- organizaciones sociales en las que las re- aspectos conflictivos de relaciones de gé-
pecial de sus tradiciones hacia las nuevas laciones entre los sexos hayan sido simé- nero inequitativas, además del carácter
generaciones (García, 2007). Según García tricas (González, 1993). Se ha descrito la esencialista de las culturas indígenas que
(2007) se les asignaría, a través de los pa- existencia de pueblos en los que lo feme- representa (González, 2002; Mejía, 2006).
trones de crianza fuertemente patriarcales, nino sería altamente valorado, y en los Otros autores re-conceptualizan la noción
una mayor responsabilidad que a los varo- que las mujeres tendrían una situación de complementariedad (Perrin y Perru-
nes en la reproducción simbólica y en la socioeconómica equivalente a la de los chon, 1997), delimitando su uso para la
conservación y reproducción a través del hombres. Sin embargo, sociedades cons- comprensión de las relaciones familiares.
idioma de los significados culturales y truidas sobre la base de simetría entre No sería posible considerar a una socie-
memorias colectivas. Sin embargo, lo que géneros no son las más observadas, sino dad en su totalidad como ‘complementa-
el discurso multiculturalista neoliberal no que representan excepciones marginales a ria’, sino que solo algunos de sus aspec-
explicita es que históricamente, el sistema los procesos globales (González, 1993). tos, o relaciones. Así, otras relaciones so-
de estratificación socio-racial fue definien- La división sexual del ciales podrían asumir menores grados de
do y asignando espacios, delimitados en trabajo en muchas sociedades indígenas complementariedad, y ser definidas como
términos socio-genéricos, confinando a las ha reproducido grados de complementa- un ámbito en el que se disputan y nego-
mujeres indígenas al espacio doméstico, y riedad y de interdependencia entre géne- cian intereses de género en conflicto
promoviendo a los varones al espacio públi- ros y entre generaciones. Con todo, esa (Halbmayer, 1997).
co (Segato, 2014). Así, los hombres indíge- forma de complementariedad no implica Ahora bien, es impor-
nas se vieron enfrentados a la necesidad de necesariamente simetría. Efectivamente, tante considerar que ni las categorías de

410 JULY 2017, VOL. 42 Nº 7


sexo y género, ni las de parentesco son significar los hechos desde la experiencia población es estimada en 75.000 habitan-
efectivamente ‘hechos naturales’. En mu- biográfica individual (Bertaux, 1997, tes, provenientes de distintas ciudades del
chas regiones de Los Andes, por ejemplo, 1999; Correa, 1999; Sharim, 1999; país, países vecinos y localidades rurales
la noción de cuerpo no se entiende como Villers, 1999; Mallimaci y Giménez, de la región de Tarapacá. El 6% de la po-
una categoría discreta, y el género de las 2006). Efectivamente, cada relato autobio- blación de ambas comunas urbanas es ay-
personas no se clasifica solamente en gráfico refleja, de modo horizontal y ver- mara. Cuando se llevó a cabo el último
función de su diferencia sexual; se relati- tical, una práctica humana, de una vida Censo (2002) la localidad de Alto
viza la tendencia a considerar las catego- que se apropia de relaciones sociales de Hospicio era parte de la comuna de
rías de género en función de su construc- carácter estructural. Cada vida interioriza Iquique, por lo que se presenta informa-
ción cultural, y se propone dar mayor im- estas estructuras sociales, las retransfor- ción respecto de la población indígena en
portancia a la categorización que los pro- ma en estructuras psicológicas, y de ese cada comuna de forma separada.
pios sujetos hacen de su identidad como modo refleja una totalización activa de En cada localidad y ciu-
construcción relacional, contextual, que un contexto social (Sharim, 1999). En ese dad se invitó a participar como narrado-
como una identidades singulares definiti- sentido, cada biografía construida permi- res de su biografía a tres mujeres ayma-
vas (Harvey, 1998). tiría acceder al conocimiento de parte de ras, buscando una composición heterogé-
Este último planteamien- una época histórica. nea de la muestra según rango etario y
to ha sido parte de un giro paradigmático En función de lo ex- diversificación socio-cultural. Además, en
mayor que integra y supera la discusión en puesto, uno de los criterios relevantes Alto Hospicio se realizó una entrevista
torno a la noción de complementariedad y para la selección de la muestra de muje- grupal con 18 mujeres de tres generacio-
de asimetría de género, y ha llevado a re- res aymaras, fue la diversidad de genera- nes (abuelas, mujeres adultas y jóvenes
levar conceptos propios de las culturas an- ciones de las participantes, para poder re- solteras), migrantes de pueblos de las
dinas, entendidos desde ontologías relacio- coger información respecto de un período quebradas y del altiplano. En Iquique se
nales (De Munter, 2016; Arnold, 2017). histórico amplio, que diera cuenta en las realizó otra entrevista grupal con 6 jóve-
Desde allí, se cuestiona no solamente la narraciones, de transformaciones sociales nes aymaras migrantes de ambos sexos,
perspectiva esencialista de las ‘identida- regionales y locales. provenientes de Cariquima y Lirima.
des’, sino que también la concepción uni- Un segundo criterio de Cada participante, debi-
naturalista occidental, reconociendo lo que construcción de la muestra fue territo- damente informada, dio su aprobación al
diferentes pueblos originarios sostienen rial, incluyendo comunas urbanas y rura- estudio mediante consentimiento. La re-
desde sus cosmovisiones y desde su cos- les. Se seleccionaron localidades ubica- colección de datos también consideró re-
mo-praxis (De Munter, 2016). El estar en das en dos comunas rurales: la de visión y análisis de información secunda-
el mundo incluiría, así, las relaciones con Colchane, fronteriza con Bolivia (1500 ria respecto de datos censales e históricos
otros seres humanos, pero también con se- habitantes, 78% de ellos aymara) y la de la región.
res vivos, seres inanimados y seres clási- comuna de Pozo Almonte, ubicada en la
camente denominados ‘sobrenaturales’. El pampa del Tamarugal. También se eligie- Resultados
término jaqi, por ejemplo, utilizado para ron las dos comunas urbanas de la re-
designar al ser humano en idioma aymara, gión de mayor densidad poblacional: Economía familiar aymara y trabajo
no marca una distinción diferenciada de Iquique y Alto Hospicio. remunerado
‘lo humano’ respecto de otras especies. El Las localidades de Isluga
concepto más bien remite a la condición y Cariquima, ubicadas en la comuna de Estudios de casos reali-
inminentemente social, interaccional del Colchane (3700msnm), a 3-4h de viaje de zados en la puna durante los años ‘80, en
ser persona, incluyendo diferentes formas la ciudad de Iquique, son localidades rura- Isluga y Cariquima preferentemente, han
de sociabilidad, que implican reciprocidad les, descendientes de pueblos de indios co- analizado la división sexual del trabajo,
entre seres, tanto humanos como no hu- loniales, de las más alejadas de los centros en torno a actividades de subsistencia
manos (Arnold, 2017). de poder respecto de otras localidades ru- económica ligada a la cría de camélidos y
En ese entendido, consi- rales. Experimentaron un ritmo acelerado la producción de algunos cultivos (para
derar las ‘relaciones de género’ en el de cambios en los años 60, aunque la dis- autoconsumo o para la venta); actividades
seno de las relaciones sociales entre los tancia geográfica las mantiene aún en con- éstas que se encontraban principalmente a
diferentes ámbitos de la vida humana y diciones de vida difíciles (sin luz eléctrica cargo de la esposa (Gavilán, 2002;
‘no-humana’, adquiere otro significado en permanente ni conectividad estable, sin Carrasco y Gavilán, 2014). En ese con-
las culturas andinas, y puede situarse abastecimiento local de bencina). La loca- texto, la descendencia numerosa era con-
desde perspectivas relacionales para una lidad rural de Pozo Almonte, en cambio, siderada un prestigio para el varón, y las
comprensión más compleja. Con todo, la cabecera comunal ubicada en el valle, con tareas ligadas a la reproducción eran asu-
discusión sigue pendiente en el marco de 6500mil habitantes (17% aymara), se dife- midas casi exclusivamente por las muje-
diferenciación social de la sociedad ay- rencia notablemente de los pueblos del al- res, lo que trajo como consecuencia la li-
mara contemporánea y de las relaciones tiplano por los niveles de modernización mitación de su movilidad hacia otros lu-
interétnicas en la región de Tarapacá. alcanzados. Ubicada a 1h de viaje desde la gares. Por su parte, el varón gozaba de
capital regional, esta comuna se integró a mayores posibilidades de movimiento
Metodología las dinámicas coloniales y republicanas fuera de la localidad, pudiendo trasladar-
con mayor fuerza y vivió importantes se a otros lugares en busca de trabajos
Se llevó a cabo una in- transformaciones durante el ciclo de explo- asalariados y combinarlos con faenas no
vestigación cualitativa de tipo descriptiva tación del salitre. Por último, las ciudades asalariadas del campo (Echeverría, 1998).
y comprensiva, utilizando el enfoque bio- costeras: Iquique, capital regional ubicada Esta situación se modifi-
gráfico. Este método se caracteriza por la sobre la costa, es una urbe de gran dina- có paulatinamente como consecuencia de
articulación entre los hitos y aconteci- mismo económico, con ~170.000 habitan- la construcción de caminos desde Iquique
mientos macrohistóricos de una época de- tes; y Alto Hospicio, comuna de reciente hacia el interior, permitiendo el tránsito
terminada, con las vivencias y formas de configuración administrativa (2004), cuya de camiones, que fue sustituyendo las

JULY 2017, VOL. 42 Nº 7 411


caravanas de mulas, para el abastecimiento cuaria si se presentan oportunidades para túan de manera coordinada recursos pro-
de productos. La instalación de la Zona ello (Gundermann y González, 2008). ductivos dentro de un cierto espacio o te-
Franca de Iquique dinamizó la economía Ahora bien, si observa- rritorio, cuyos derechos son reconocidos
regional de manera significativa (Podestá, mos la distribución por género en las di- por descendencia de antepasados (Gunder-
2004) y se produjo un cambio cualitativo ferentes categorías ocupacionales, encon- mann y González, 1992). Posteriormente
en las formas de transporte de los ayma- traremos un patrón de género que es ca- se han descrito procesos económicos,
ras, que les permite la venta de sus pro- racterístico para las mujeres aymaras. Se productivos y sociales que configuran
ductos agropecuarios sin necesidad de pa- trata de características de empleabilidad nuevas formas y expresiones de la rurali-
gar intermediarios. Posteriormente, la ma- de género, que son distintivas tanto frente dad, bajo la noción de post-comunalidad.
sificación del acceso a un medio de trans- a la población no indígena, como frente a Con esta noción, se está haciendo refe-
porte propio, transformaría el rol de pastor otros pueblos originarios del país. rencia a una nueva modulación que inte-
de llamos, jefe de hogar, en transportista o Como se observa en la gra aspectos de la tradición y otros de la
camionero, asumiendo su esposa e hijos Tabla I, un 51,8% de las mujeres aymaras modernización, lo rural y lo urbano, lo
las funciones de pastoreo, regresando el tienen trabajo como asalariadas, mientras agrario y la salida de lo agrario (Gun-
varón a su hogar altiplánico para los días que la proporción total de mujeres indíge- dermann y González, 2008). Así, la post-
de feria (Greve, 1986). Hasta entonces, la nas es levemente superior (53,1%) y en el comunalidad remite a procesos de desrura-
división sexual del trabajo no se modificó caso de las mujeres no indígenas es signi- lización, producida por los flujos migrato-
en lo fundamental. ficativamente superior (69,3%). En forma rios y la movilidad geográfica; la desagra-
La valoración cada vez coherente, la relación es inversa en el caso rización del patrón de ingresos, con un
mayor, por parte de los aymaras, con res- de las trabajadoras por cuenta propia. El fuerte componente salarial extra-predial; la
pecto al ingreso a la educación formal, 28,3% de las mujeres aymaras trabaja por descampesinización de la organización
siguió intensificando el cambio de resi- cuenta propia, lo que supera la proporción económica y de los modos de vida campe-
dencia de las generaciones adultas para en el caso de la población indígena, para sina, y la translocalización de los patrones
acompañar a sus hijos/as que estudiaban ambos sexos (23,1 y 12% respectivamen- de relaciones sociales y de las formas de
en las ciudades. Un refuerzo significativo te). En el caso de la población no indíge- habitar y residir en el espacio.
lo constituyó la política habitacional de na, un 17,6% de varones y 11,6% de muje- Más allá de la dicotomía
subsidio a la vivienda para indígenas, res trabajan por cuenta propia. ‘tradición/modernidad’ (Geertz, 1973; Tur-
para la compra de casa o departamento Por último, respecto del ner, 1977; Balandier, 1988; Giménez, 1995),
en la ciudad, lo que permitió a grupos fa- trabajo doméstico, que ha sido histórica- es posible reconocer procesos de resigni-
miliares completos trasladarse a la ciudad mente un oficio desempeñado por mujeres ficación y de apropiación de elementos de
de manera más ‘permanente’. indígenas, el patrón ocupacional de las la tradición cultural andina y de elemen-
Se ha descrito un segun- mujeres aymaras también es diferente. Un tos de la sociedad dominante, que van
do momento, posterior, de impulso a la 12,3% de mujeres aymaras se desempeñan configurando nuevas condiciones de re-
movilidad geográfica, que intensificó el como asesoras del hogar, mientras que producción de las relaciones de género.
flujo anterior. Este se produjo en el marco para la población femenina indígena la ci- Las transformaciones en el plano de las
del proceso acelerado de modernización de fra alcanza un 30,4%, y para la población relaciones de género dependerán, entre
Chile, caracterizado por una mayor expan- femenina no indígena es solo un 13,9%. otros aspectos, de la forma de apropiarse
sión del modelo de desarrollo durante las y significar los elementos de la sociedad
últimas tres décadas, influyendo sustan- Familias aymaras y apropiación dominante y de la tradición andina, a ni-
cialmente la integración económica y la del territorio vel individual, familiar y comunitario.
mayor apertura del comercio hacia el exte- Precisamente, una de las principales con-
rior, la expansión minera y su atracción de Una de las discusiones secuencias de los flujos de movilidad de
capitales trasnacionales en el norte chileno centrales respecto de los efectos moderni- personas entre altiplano/pre-cordillera, va-
(Gundermann y González, 2008). zantes que las transformaciones económi- lles y ciudades costeras, ha sido la translo-
Las nuevas oleadas de cas y sociales a nivel regional han provo- calización de la familia extensa aymara.
migrantes internas fueron modificando cado en la sociedad aymara ha girado en Esta se ha descrito como una ‘desarticu-
también las oportunidades laborales para torno a la vigencia y/o transformación de lación’ de las familias a través de los pi-
las mujeres. Así lo describe una dirigente la comunidad aymara. A principios de los sos ecológicos (Gundermann y González
de Alto Hospicio, oriunda de Pica: años ‘90, la comunidad aymara parecía 2008), aunque prefiero el uso del término
“Las primeras mujeres tener un carácter axiomático y se la con- ‘rearticulación’, como una forma adaptati-
aymaras que bajaron (principalmente de cebía como una agrupación de personas y va de habitar el territorio aymara de ma-
las quebradas) llegaron a trabajar como familias que poseen, administran y usufruc- nera dispersa geográficamente. Como ya
empelada doméstica a Iquique. Hoy ellas
son comerciantes, y los hombres trans-
portistas. Las mujeres aymaras que baja- TABLA I
ron después (principalmente del altiplano) CATEGORÍAS OCUPACIONALES, POR SEXO SEGÚN GRUPO ÉTNICO
tienen puesto en la feria o en el mercado” Población Población
(Luisa, 42 años, migrante de Pica a Alto Aymara
Categorías ocupacionales indígena no indígena
Hospicio, 2013). H M Total H M Total H M Total
Cabe observar que la ca-
racterística principal de los empleos, tanto Asalariado 59,1* 51,8 56,5 69,7 53,1 64,4 76,0 69,3 73,7
de los varones como de las mujeres ayma- Trabajo doméstico 0,4 12,3 4,7 0,9 30,4 10,5 0,6 13,9 5,2
ras, no es el trabajo asalariado, sino el tra- Cuenta propia 33,6 28,3 31,7 23,1 12,0 19,5 17,6 11,6 15,5
bajo por cuenta propia (INE, 2003). Estas Empleador 3,7 3,5 3,6 2,7 2,5 2,7 4,6 3,8 4,3
Familiar no remumerado 3,1 4,1 3,5 3,5 1,9 3,0 1,2 1,4 1,3
actividades independientes tienden a rela-
cionarse con rubros de actividad agrope- * Porcentajes. Tabla elaborada con datos de INE (2002).

412 JULY 2017, VOL. 42 Nº 7


lo describió Harris en el norte de Potosí, sión (Malengreau, 2007). En definitiva, (Elvira), migrante a Alto Hospicio, quien es
Bolivia, retomando a John Murra, la per- ‘buscar la vida’ a través del territorio re- viuda y vive con su hija mayor y sus cinco
sistencia estructural de la verticalidad de gional dislocado en diferentes puntos. nietas pequeñas, repartiendo su tiempo y su
los pisos ecológicos parece transcender Aunque en contextos históricos diferentes, energía entre la elaboración y venta de ‘so-
las transformaciones diacrónicas de la so- este fenómeno tiene una larga trayectoria paipillas’ en la feria (para poder aportar a
ciedad aymara (Harris, 1978). entre los aymaras. En la colonia, se tendió la economía de subsistencia de su familia),
Lo que se observa en la a conceptualizar como ‘doble domicilio’ la y el cuidado de sus nietas, mientras su hija
región de Tarapacá es que la familia ay- explotación vertical de dos pisos ecológi- (separada por violencia de género) sale a
mara extensa se disloca, manteniendo los cos por parte de una misma unidad do- trabajar en empleos ocasionales.
abuelos y las abuelas su residencia en el méstica, noción que invisibilizaba, sin em- Si bien, ambas abuelas
altiplano de la región de Tarapacá, mien- bargo, el acceso simultáneo a varias zonas mencionadas son mujeres aymaras, mayo-
tras la familia nuclear se instala en una productivas necesarias para la reproduc- res de 65 años, y de escasos recursos,
nueva morada en los valles o ciudades ción doméstica (Jurado, 2013). Elvira, viuda y migrante de Cariquima,
costeras. Esta forma de habitar el espacio En los relatos de vida se está expuesta a una situación de margina-
se organiza de manera coherente, de observan diversas estrategias familiares de lización social que Marta, quien vive jun-
acuerdo a las entrevistadas, y expresa movilidad geográfica, según las circuns- to a su esposo dirigente, en su aldea, no
una manera de ser en el espacio/tiempo tancias, y varían según su composición y experimenta.
funcional a sus diferentes necesidades. principalmente según su estratificación so- Diferente de ambas pai-
Así, la familia aymara se articula a través cial al interior de la sociedad aymara y de sanas, es la situación de una tercera ancia-
del territorio, ampliando su ámbito de ac- la sociedad nacional dominante, determi- na aymara entrevistada (María), oriunda
ción, y aumentando las distancias entre nando posibilidades de ascenso social dife- de la localidad de Cariquima, esposa de
lugares de residencia, en diferentes perío- renciadas. Las causas que gatillan las mi- un dirigente y ex-pastor del pueblo. Vivió
dos del año, según las necesidades pro- graciones son variadas, y en la mayoría de su juventud en una familia nuclear translo-
ductivas y reproductivas de la familia. los casos se trata de personas que provie- calizada, ya que trabajó de joven en la
Una joven dirigente y profesional aymara nen de hogares campesinos pobres con ex- ciudad como empleada de casa particular,
explica este proceso de este modo: pectativas ligadas a un ascenso social, vía adquirió herramientas a modo de capital
ingresos o educación (Carrasco, 1998). Sin social, que le permitieron posteriormente
“Los aymaras tenemos una concepción di-
embargo, los más pobres de entre los po- construir una familia en el espacio trans-
ferente del territorio. Y siempre ha sido
bres tienen escasa posibilidad de migrar. local aymara. Empoderada como mujer
así. Tenemos varias residencias que abar-
La clase social sigue siendo una categoría aymara, viaja con frecuencia entre
can espacios de diferente amplitud. De
de análisis que estratifica la posibilidad de Cariquima (donde está su residencia prin-
niña dejamos nuestra casa en Chulluncane
traslado hacia el espacio urbano, ya que cipal), Alto Hospicio (donde visita a sus
y nos fuimos a vivir a Cariquima para po-
requiere de apoyo material, aunque sea hijos/as y nietos/as por un tiempo, y se
der asistir a la escuela. Además teníamos
mínimo, por parte de los padres, o redes abastece), y se traslada a Pozo Almonte,
otra casa para el pastoreo. Vivíamos en
de apoyo que contengan al familiar que donde construye junto a su esposo, su casa
distintos lugares, según lo que necesitamos
migra, o bien algún subsidio o beca que lo con huerta, para poder pasar sus próximos
hacer”. (Julia, 28 años, oriunda de
pueda mantener. A partir de las biografías años en un clima más afable y allí repro-
Chulluncane en Alto Hospicio, 2015).
construidas, se ha observado que la cate- ducir su espacio residencial en un lugar
Habitar el territorio re- goría de ‘rango etario’ o ‘generación’ liga- más próximo a sus hijos/as y nietos/as.
gional de este modo permite a las fami- da a la clase social, introduce un lente Efectivamente, las muje-
lias aymaras contemporáneas brindar un analítico más complejo, enriquecido desde res más desfavorecidas no han podido, o
espacio educativo a las generaciones de la perspectiva interseccional. no han querido, migrar y aventurarse a la
niños y adolescentes, acorde a las necesi- En los pueblos del alti- incertidumbre que le depara a la familia la
dades de un mundo globalizado; mante- plano se observan algunas mujeres ancia- ciudad donde, asegura Elvira: “uno depen-
ner uno (o dos) empleo(s) que les permita nas, abuelas, que han preferido quedarse de mucho de si tiene o no tiene trabajo…”.
solventar los gastos asociados a la vida junto a sus animales y su huerta. Una de
urbana, y apoyar la generación de adultos las entrevistadas (Marta) encuentra, en Nuevos escenarios y tensiones de género
mayores y actividades de reproducción torno a las actividades de cuidado de la
cultural aquí y allá, donde se habita en la siembra y a las actividades de pastoreo de Producto de las transfor-
cotidianeidad y de donde se proviene. sus llamos y alpacas en Chulluncane, su maciones regionales de carácter económico
Cabe introducir aquí una vida. Describe cambios materiales en sus y social, anteriormente descritas, podemos
distinción respecto del tipo de movilidad condiciones de vida, aunque se reproduce observar nuevas configuraciones respecto
de personas analizado, en función del des- una división sexual de trabajo articulada de las relaciones sociales e interpersonales
tino y escala geográfica de la movilidad. en función del género. Ahora, sin embar- en la población aymara.
Efectivamente, se ha constatado en pobla- go, no existe para ella la sobrecarga del El contexto urbano, re-
ción aymara boliviana, que los flujos de trabajo reproductivo, ya que se encuentra presentado por el habitar en Alto
movilidad presentan características distin- en un ciclo de vida de la adultez mayor. Hospicio, presenta nuevas formas de rela-
tivas cuando éstos se dirigen hacia centros Su jornada se caracteriza por arduo pero cionarse entre los miembros de las fami-
regionales, respecto de aquellos flujos tranquilo trabajo en el campo, con restric- lias aymaras migrantes traslocales. Los/as
orientados hacia centros más importantes, ciones por la falta de tendido eléctrico, la hijos/as menores ya no están bajo el cui-
como la metrópolis o al extranjero. En inclemencia del tiempo y de la naturaleza. dado de las madres, sino que ingresan
este sentido, las migraciones regionales La seguridad que brinda desde temprana edad a las instituciones
constituirían un acomodamiento del espa- ese modo de vida andino, apoyado con vi- de cuidado infantil, o quedan a cargo del
cio originario social y territorial, sin modi- sitas y abastecimiento de los/as hijos/as cuidado de alguna abuela que haya mi-
ficarlo en lo esencial, sino que rearticulán- desde la ciudad, contrasta con el modo de grado desde el interior. Como señalamos
dolo, a través de su fragmentación y exten- vida de otra anciana aymara entrevistada antes, la mujer libera así parte de su

JULY 2017, VOL. 42 Nº 7 413


tiempo y de su fuerza de trabajo para se han generado en la ciudad, en asocia- están confinadas a las actividades repro-
emplearse en trabajos independientes, li- ciones culturales al interior de las escue- ductivas propias del espacio doméstico ur-
gados al comercio (Carrasco, 1998). las, en torno a los clubes deportivos de la bano. Como se ha descrito aquí, las fuen-
Visto desde la perspecti- Liga Andina, y en las organizaciones cul- tes de poder y negociación se expresan
va generacional de los jóvenes, adolecen- turales aymaras (denominadas por el lu- tanto en términos de capital económico,
tes, niños/as, el tiempo de socialización gar de origen de los padres y abuelos, como de capital social y cultural.
se traslada también desde el hogar (espa- p.e. Hijos de Chiapa). En cada uno de es- Con todo, las mujeres
cio de socialización primaria) a la escuela tas instancias de encuentro socio-cultural, entrevistadas no solo se involucran en or-
formal (espacio de socialización secunda- los/as jóvenes tienen un espacio comuni- ganizaciones de mujeres, sino que de ma-
ria). Los/as niños/as y jóvenes aymaras tario donde re-conocerse y ‘espejearse’ nera importante y congruente con su
pasan mucho más tiempo fuera del espa- entre paisanos/as, hijos/as de migrantes a cosmo-praxis, en organizaciones mixtas
cio de socialización primaria, y compar- la ciudad. Así lo puntualiza (Esmelda) con varones aymaras. Como lo señalan
ten con sus pares y educadores, en espa- una joven universitaria de A. Hospicio: (Arnold y Spedding (2007) en estudios en
cios educativos altamente occidentaliza- contexto boliviano: “La gran mayoría de
dos y urbanizados. Allí se reproducen “Al principio yo tampoco le tomaba mu- las mujeres no comparten el concepto de
significados culturales y de valores que cho interés. Yo siempre viví en Hospicio y un mundo totalmente ‘generizado’, lo que
poco tienen que ver con las costumbres rara vez iba a las actividades, que no me no significa que sean incapaces de recono-
aymaras, más ligadas a la ruralidad, que gusta el clima, que me da puna. Me sentía cer contextos u ocasiones donde mujeres y
rigieron la educación de sus padres, ma- lejana. Yo antes no era conocida por mis hombres, individualmente o como grupos,
dres y abuelos/as, cuando el espacio fa- familiares cercanos, por mis primos. tienen conflictos de interés. Pero ellas no
miliar del hogar era el que primaba en la Como somos todos de un Club, somos to- consideran que esta sea una situación per-
socialización del/a niño/a. En opinión de dos de un mismo pueblo. Nos permite que manente, y reconocen otros espacios como
mujeres aymaras de distintas edades, se nos podamos acerca todos, reafirmar la- la mayoría de los contextos sociales que
presentan importantes brechas generacio- zos… eso permite” (Esmelda, 25 años, viven a nivel cotidiano, donde hombres
nales y culturales que dificultan la crian- oriunda de Villablanca en Alto Hospicio). y mujeres tienen intereses comunes”.
za y la educación de los/as hijos/as. Como lo observa De Mun- (Arnold y Spedding, 2007: 182).
El establecimiento de nor- ter (2010) en El Alto, Bolivia, pareciera que En las organizaciones
mas, límites y autoridad es un elemento a través de los viajes entre la ciudad y sus mixtas, sin embargo, los liderazgos feme-
que, para ellas, se vuelve problemático. comunidades de origen, y a través de las ninos emergentes están sujetos a mayor
Una dirigente aymara, migrante a la ciu- visitas (tumpaña) entre diferentes sectores o cantidad de obstáculos, y las mujeres han
dad, puntualiza: barrios de la ciudad, los aymaras reprodu- debido negociar con más fuerza y persis-
cen un sentido ‘móvil’ de la identidad, un tencia su protagonismo, en pos de sus in-
“No es como antes imponer la autoridad. sentido ‘viajero’ y relacional de ésta. Ello tereses como pueblo y de género.
Ya no hacen caso. Antes uno ni reclamaba. se condice con una nueva forma de habitar
Ahora todo discuten, y con esto de los de- el espacio, una comunidad múltiple y frag- Conclusiones
rechos de los niños… Y no respetan, por- mentada, en la que se reproducen los prin-
que antes existía el respeto a los adultos, a cipios y prácticas de reciprocidad en nuevos El artículo aborda la con-
los abuelos, por el hecho de ser mayores. contextos urbanos, que siguen vinculados figuración de nuevos escenarios de género
Ahora ya no. Entonces es más difícil criar con los espacios de origen. en el contexto de flujos de movilidad regio-
a los hijos, educarlos…” (Laura, 42 años, En este contexto de parti- nales de las familias aymaras, desde la se-
migrante de Pica a Alto Hospicio, 2014). cipación colectiva, a nivel comunitario, se gunda mitad del siglo pasado. Desde una
Esta distancia cultural observa la emergencia de liderazgos de mu- perspectiva histórica, se observan importan-
entre generaciones, dentro de la sociedad jeres aymaras en distintos ámbitos. Se trata tes cambios en la sociedad aymara, durante
aymara dislocada, también es percibida de una presencia en cargos de representa- el siglo pasado, basados en transformacio-
por las jóvenes entrevistadas. Una joven ción femenina en organizaciones comunita- nes económicas, políticas y culturales en el
de Alto Hospicio observa las diferencias rias, sociales, políticas y deportivas. Debido marco de las relaciones interétnicas con la
interculturales, a la hora de establecer re- a la limitación de espacio, no se ahonda en sociedad regional y nacional. Las institucio-
laciones amorosas: este trabajo en el liderazgo femenino y la nes adquieren mayor complejidad y emer-
“Si uno pololea con un niño de un pueblo, participación en organizaciones sociales, gen nuevos agentes y actores sociales.
la mamá del pololo es más estricta. Quiere sino que se esbozan algunas características. Mujeres y hombres aymaras se han ido
saber si uno sabe cocinar, que uno no anda Así, se observa que este constituyendo a sí mismos, a través de pro-
metida en fiestas. Son más exigentes que liderazgo femenino aymara responde a tra- cesos de asimilación, apropiación y resis-
las mamás de los demás niños (Pamela, 16 yectorias organizacionales híbridas, en las tencia ante acontecimientos macro y micro
años nacida en Alto Hospicio, 2014)”. que se combinan y alternan participaciones históricos, que marcan el término del si-
Se trata de nuevos esce- y militancias en instituciones estatales, par- glo XX en la región de Tarapacá.
narios de género, en los que las mujeres tidos políticos y organizaciones andinas. Un A través de estos proce-
deben aprender a tejer y entrelazar, en el elemento común a todas ellas, ha sido la sos de subjetivación, los significados de
seno de sus relaciones sociales, nuevas y capacidad de articulación por parte de las género se negocian en escenarios dinámi-
antiguas, formas de reproducir la vida mujeres de sus necesidades colectivas pro- cos, entendidos más como una diversidad
personal, familiar y comunitaria, o el pias con las ofertas de las agencias estata- de contextos emergentes y co-existentes,
“flujo de la vida en diferentes contextos les, expresado en un alto grado y hábil uti- que como un cambio desde lo antiguo ha-
culturales y sociales” (Arnold, 2017: 22). lización de los recursos públicos disponi- cia lo nuevo, de manera monolítica. En es-
Ante estas brechas gene- bles para poder materializar sus iniciativas. tos escenarios, se observan formas de fle-
racionales que describen las mujeres se De este modo, las muje- xibilidad respecto de la división sexual del
valoran significativamente los espacios de res aymaras han podido acceder a diversas trabajo, en la que predomina el trabajo por
reproducción socio-cultural aymara que fuentes de poder y negociación ya que no cuenta propia junto al trabajo asalariado,

414 JULY 2017, VOL. 42 Nº 7


en un contexto de translocalidad. Este di- cial a través de la Frontera. UNAM. Mé- Gavilán V (1993) Relaciones de género en la cul-
namismo también se observa en los roles xico. pp. 453-511. tura aymara: complementariedad y subordi-
Arnold D (2017) Hacia una antropología de la nación. En Montenico S, Boisier ME (Eds.)
estratégicos que asumen las mujeres en la Huellas: Seminario Mujer y Antropología.
vida en Los Andes. En Galarza H (Ed.) El
reproducción de sus familias y comunida- Desarrollo de lo Sagrado en Los Andes. Cedem. Santiago, Chile. pp. 87-93.
des. Estos resultados son coincidentes con ISEAT. La Paz, Bolivia. pp. 11-40. Gavilán V (2002) Buscando vida: Hacia una teo-
lo señalado en otros contextos andinos Arnold D, Spedding A (2007) Género, etnicidad y ría aymara de la división del trabajo por gé-
(Prieto et al., 2005). clases sociales: La mujer en los movimientos nero. Chungará 34: 101-117.
La situación de desigual- sociales y los movimientos de mujeres. En Gavilán V (2015) Ser indio y ciudadano en el
Espasandín J, Iglesias P (Eds.) Bolivia en Movi- norte chileno. Etnicidad y estatus de perte-
dad social y económica en que viven coti- miento. Acción Colectiva y Poder Político. El nencia a la comunidad nacional y política.
dianamente las mujeres ha de interpretarse Viejo Topo. Madrid, España. pp. 155-188. Rev. Geogr. Norte Gde. 60: 63-77.
desde la doble articulación de las relacio- Balandier G (1988) Modernidad y Poder. El Desvío Geertz C (1973) La Interpretación de las Culturas.
nes sociales de la sociedad aymara, por Antropológico. JUCAR. Madrid, España. 288 pp. Gedisa. Mexico. 387 pp.
una parte, y de la organización socio-eco- Bertaux D (1999) El enfoque biográfico. Su vali- Giménez G (1995) Modernización, cultura e iden-
nómica de la sociedad nacional, por otra. dez metodológica, sus potencialidades. Proposi- tidad social. Espiral 1(2): 35-55.
En este sentido, persisten desigualdades ciones 29: 52-74. González H, Gavilán V (2011) Cultura e identidad
entre hombres y mujeres aymara, y a la Brah A (2011) Cartografías de la Diáspora. Iden- étnica entre los aymaras chilenos. Chungará
tidades en Cuestión. Traficantes de Sueños. 24/25: 145-157.
vez se han reconfigurado las fronteras de Madrid, España. 297 pp.
género en escenarios translocales: las mu- González S (1993) Hacia una antropología de las
Carrasco AM (1993) Mujeres y participación social relaciones de género en América Latina. En Mu-
jeres comparten hoy espacios y roles, que en la sociedad aymara contemporánea. En jeres y Relaciones de Género en la Antropología
antes eran exclusivamente masculinos, y Montecino S (Ed.) Huellas: Seminario Mujer y Latinoamericana. Colmex. México. pp. 17-52.
en ellos disputan y negocian significados y Antropología, Problematización y Perspecti-
González Miranda S (2002) Chilenizando a Tunu-
vas. CEDEM. Santiago, Chile. pp. 183-193.
mandatos de género, en relaciones de po- pa. La escuela pública en el Tarapacá andino:
Carrasco AM (1998) Mujeres aymara e inserción 1880-1990. DIBAM. Santiago, Chile. 297 pp.
der no siempre exentas de conflictos. laboral. Rev. Cs. Soc. 8: 83-96.
Una de las interrogantes González S (2002) Las mujeres y las relaciones de
Carrasco AM, Gavilán V (1999) Constitución de gé- género en las investigaciones sobre el México
que inspiró el desarrollo de esta investiga- nero y ciclo vital entre los aymaras contemporá- campesino e indígena. En Urrutia E (Ed.)
ción fue la que plantea Ariza (2007) res- neos del norte de Chile. Chungará 30: 87-103. Estudio sobre las Mujeres y las Relaciones
pecto de la movilidad de personas en con- Carrasco AM, Gavilán V (2009) Representaciones de Género en México: Aportes de Diversas
textos transnacionales: ¿De qué manera se del cuerpo, sexo y género entre los aymaras Disciplinas. Colmex. México. pp. 165-200.
reestructuran las desigualdades entre hom- del norte de Chile. Chungará 41: 83-100. Greve E (1986) Migración, identidad y cultura
Carrasco AM, Gavilán V (2012) Influencia del aymara: Puntos de vista del actor. Chungará
bres y mujeres y se van reacomodando las 16-17: 205-223.
proceso de enseñanza escolar fiscal en la so-
fronteras de género en nuevos escenarios? cialización de mujeres y hombres aymara de Gundermann H (2000) Las organizaciones étnicas
La respuesta a esta interrogante es eviden- la zona altiplánica del norte de Chile. Estud. y el discurso de la identidad en el norte de
temente una tarea de más largo aliento, a Atacam. 44: 73-88. Chile, 1980-2000. Estud. Atacam. 19: 75-91.
la que este trabajo aporta algunos elemen- Carrasco AM, Gavilán V (2014) Género y etnicidad. Gundermann H (2002) Sociedad aymara y proce-
tos de análisis. Con todo, la realidad des- Ser hombre y ser mujer entre los aymaras del sos de modernización durante la segunda mi-
altiplano chileno. Diálogo Andino 45: 169-180. tad del siglo XX. Comisión de Verdad Histó-
crita de las mujeres aymara en el contexto
Correa R (1999) La aproximación biográfica rica y Nuevo Trato. Grupo de Trabajo Pueblos
translocalizado, a nivel regional, pone de como opción epistemológica, ética y metodo- Indígenas del Norte Documento CVHNT/
relieve la necesidad de enfrentar este tipo lógica. Proposiciones 29: 35-44. GTPIN/2002/038. San Pedro de Atacama, Chile.
de interrogantes desde el prisma de la in- Crenshaw K (1989) Demarginalizing the inter- Gundermann H, González H (1992) La comuni-
tersección de las categorías de etnia, raza, section of race and sex: A black feminist dad andina en Chile: discusión y anteceden-
clase y generación. Es decir, que los nue- critique of antidiscrimination doctrine, femi- tes preliminares. Campus 20: 72-87.
vos límites y fronteras de lo que es posi- nist theory and antiracist politics. U. Chi. Gundermann H, González H (2008) Pautas de
Legal F. 1: 139-167. intregación regional, migración, movilidad y
ble, o no, negociar en términos de relacio- redes sociales en los pueblos indígenas de
Davis A (1981) Women, Race and Class. Random
nes entre mujeres y hombres aymaras, se House. Nueva York, EEUU. 271 pp. Chile. Universum 23: 82-115.
van reestableciendo en el seno de una so- Díaz A, Tapia M (2013) Los aymaras del norte Gundermann H, González H (2009) Sociedades
ciedad nacional fuertemente jerarquizada de Chile entre los siglos XIX y XX. Un re- indígenas y conocimiento antropológico. Ay-
en términos socio-raciales. cuento histórico. Atenea 507: 181-196. maras y atacameños de los siglos XIX y
De Munter K (2010) Tejiendo reciprocidades: John XX. Chungará 41: 113-164.
AGRADECIMIENTOS Murra y el contextualizar entre los aymara Halbmayer E (1997) La construcción cultural de
contemporáneos. Chungará 42: 247-255. las relaciones de género entre los yukpa. La
De Munter K (2016) Ontología relacional y cos- ideología del dominio masculino y el poder
El presente escrito es re- de las mujeres. En En Perrin M, Perruchon
mopraxis desde Los Andes. Visitar y con-
sultado parcial del proyecto Fondecyt memorar entre familias aymaras. Chungará M (Coords.) Complementariedad entre Hom-
3130507 “Nuevos escenarios de género 48: 629-644. bre y Mujer. Relaciones de Género desde la
Perspectiva Amerindia. Biblioteca Abya-Yala
entre los aymara del norte chileno: región Echeverría C (1998) División sexual del trabajo y Nº 43. Quito, Ecuador. pp. 77-108.
de Tarapacá”. La autora agradece el apo- matrimonio aymara contemporáneo desde una
perspectiva de género. Rev. Cs. Soc. 8: 97-108. Harris O (1978) De l’asymétrie au triangle. Trans-
yo del Convenio de Desempeño HACS formations symboliques au nord de Potosí.
(MINEDUC-Universidad de Tarapacá). Esquit E (2007) Debates en torno a la etnicidad Ann. Écon. Soc. Civilis. 33: 1108-1125.
y el cambio social en Comalapa, una locali-
dad del altiplano guatemalteco. En Bastos S, Harris O (1986) La unidad doméstica como una
REFERENCIAS Cumes A (Eds.) Mayanización y Vida unidad natural. Nva. Antropol. 8(30): 199-220.
Cotidiana. la Ideología Multicultural en la Harvey P (1998) Los “hechos naturales” de paren-
Álvarez A (2012) Conflictos conyugales y violen- Sociedad Guatemalteca. Cholsamaj, Cirma, tesco y género en un contexto andino. En
cias sociales entre los Mames de Colotenan- Flacso. Guatemala. pp. 233-272. Arnold DY (Comp.) Gente de Carne y Hueso.
go, Guatemala. Tesis. Universidad Nacional García D (2007) Patriarcado, neoliberalismo y ma- Las Tramas de Parentesco en Los Andes. To-
Autónoma de México. México. 341 pp. yanización. En Bastos S, Cumes A (Eds.) Maya- mo II. ILCA/CIASE. La Paz, Bolivia. pp. 69-82.
Ariza M (2007) Itinerario de los estudios de gé- nización y Vida Cotidiana. la Ideología Multi- Hernández A (2001) Entre el etnocentrismo fe-
nero y migración en México. En El País Trans- cultural en la Sociedad Guatemalteca. Cholsa- minista y el esencialismo étnico. Debate
nacional. Migración Mexicana y Cambio So- maj, Cirma, Flacso. Guatemala. pp. 141-186. Femin. Racismo Mestiz. 12(24): 206-229.

JULY 2017, VOL. 42 Nº 7 415


Hernández A (2008) Feminismos poscoloniales: recomposiciones identitarias Bull. l’Inst. Podestá J (2004) Claves para entender el desarro-
reflexiones desde el sur del río Bravo. En Franç. d’Étud. Andines 36: 427-445. llo de la región de Tarapacá. Rev. 14: 20-35.
Suárez NL, Hernández RA (Eds.) Des- Mallimaci F, Giménez V (2006) Historias de Prieto M, Cuminao C, Flores A, Maldonado G,
colonizando el Feminismo. Teorías y Prác- vida y método biográfico. En Estrategias de Pequeño A (2005) Las mujeres indígenas y
ticas desde los Márgenes. Cátedra. Madrid, Investigación Cualitativa. Gedisa. Barcelona, la búsqueda de respeto. En Prieto M (Ed.)
España. pp. 75-113. España. pp. 175-212. Mujeres Ecuatorianas. Entre las Crisis
Hill-Collins P (2000) Black Feminist Thought. Mejia, Susana (2006) Mujer indígena y violencia: y las Oportunidades. FLACSO. Quito,
Routledge. Nueva York, EEUU. 354 pp. entre esencialismos y racismos. Méx. Indíg. Ecuador. pp. 147-188.
INE (2003) Estadísticas Sociales de los Pueblos 5. www.cdi.gob.mx/idex.php?idseccion=611. Quinn N (1977) Anthropological studies of
Indígenas en Chile. Censo 2002. Instituto (Cons. 21/01/2012). women’s status. Annu. Rev. Anthropol.
Nacional de Estadísticas INE-MIDEPLAN- Mohanty C (2008) Bajo los ojos del Occidente: 6: 181-225.
BID. Santiago, Chile. www.ine.cl/canales/ academia feminista y discursos coloniales.
chile_estadistico/estadisticas_sociales_cultu- Segato R (2014) El sexo y la norma: Frente esta-
En Suárez NL, Hernández RA (Eds.) tal, patriarcado, desposesión, colonialidad.
r a l e s /e t n i a s / p d f /e s t a d i s t i c a s _ i n d i g e - Descolonizando el Feminismo. Teorías y Prác-
nas_2002_11_09_09.pdf (Cons. 16/07/2013) Estud. Femin. 22: 593-616.
ticas desde los Márgenes. Cátedra. Madrid,
Jurado C (2013) Doble domicilio: Relaciones so- España. pp. 117-163. Sharim D (1999) Dimensión subjetiva del género.
ciales y complementariedad ecológica en el Una aproximación desde los relatos de vida.
Mukhopadhyay C, Higgins P (1988) Anthropolo- Proposiciones 29: 82-88.
norte de Potosí (Bolivia) del temprano siglo gical studies of women’s status revisited: 1977-
XVII. Chungará 45: 613-630. 1987. Annu. Rev. Anthropol. 17: 461-495. SGG (2004) Política de Nuevo Trato con los
Knudsen S (2006) Intersectionality. A Theo- Pueblos indígenas. Documento de trabajo.
Muñoz P (2011) Violencias Interseccionales. De- Derechos indígenas, desarrollo con identidad
retical Inspiration in the Analysis of Mi- bates Feministas y Marcos Teóricos en el
nority Cultures and Identities in Textbooks. y diversidad cultural. Secretaría General de
Tema Pobreza y Violencia Contra las Mujeres
En Bruillard E (Ed.) Caught in the Web or Gobierno Santiago, Chile. www.mideplan.cl/
en Latinoamérica. CAWN. Honduras: 74 pp.
Lost in the Textbook. Stef. Paris, Francia. a d m i n /d o c d e s c a r g a s /c e nt r o d o c/c e nt r o -
pp. 61-76. Paredes J, Guzmán A (2014) El Tejido de la doc_168. pdf (Cons. 02/05/2017).
Rebeldía. ¿Qué es el Feminismo Comunita-
López-Austin A (2004) Cuerpo Humano e Ideo- rio? Mujeres Creando Comunidad. La Paz, Turner V (1977) Process, system and symbol: a
logía. Tomo I. UNAM. México. 490 pp. Bolivia. 61 pp. new anthropological synthesis. En Daedalus
Magliano MJ (2015) Interseccionalidad y migra- (summer ‘77): 61-80.
Perrin M, Perruchon M (1997) Introducción. En
ciones: potencialidades y desafíos. Estud. Perrin M, Perruchon M (Coords.) Comple- Villers G (1999) La historia de vida como méto-
Femin. 23: 691-712. mentariedad entre Hombre y Mujer. Rela- do clínico. Proposiciones 29: 103-114.
Malengreau J (2007) Migraciones entre lo local y ciones de Género desde la Perspectiva Ame- Viveros M (2016) La interseccionalidad. Una
lo regional en los Andes peruanos: redes ru- rindia. Biblioteca Abya-Yala Nº 43. Quito, aproximación situada a la interseccionalidad.
ral urbanas, fragmentaciones espaciales y Ecuador. pp. 7-22. Debate Femin. 52: 1-17.

NEW GENDER SCENARIOS AMONG THE AYMARAS THE NORTH OF CHILE


Andrea Álvarez Díaz
SUMMARY
This paper describes new socio-cultural scenarios, in which appropriations that Aymara women make of new social and cul-
women and men in the north of Chile negotiate about their gen- tural practices, in geo-referenced contexts: the highlands, val-
der relations. Methodologically, the research adopted a scale leys and coastal cities. In terms of results, the main socio-eco-
of regional analysis that allowed to account for the migratory nomic transformations at the regional level are described in
movements that configure forms of organization of extended order to be able to understand some of the challenges faced by
Aymara families by way of territorial dislocation. This form contemporary Aymara families. These challenges are described
of cultural adaptation allows the Aymara to update their pat- in terms of: a) family economy and work, b) appropriation of
terns of cultural reproduction, making possible their incorpora- the territory and, c) new gender scenarios and tensions, based
tion into the national economy, which tends towards social and on emerging female leaderships and problematic needs in the
community fragmentation. In particular, the article describes reproductive and productive areas.

NOVOS CENÁRIOS DE GÊNERO ENTRE OS AYMARAS DO NORTE CHILENO


Andrea Álvarez Díaz
RESUMO
Este trabalho descreve novos cenários socioculturais nos quais que as mulheres aymaras fazem de novas práticas sociais e cul-
mulheres e homens aymaras do norte chileno negociam a respei- turais, em contextos georreferenciados: o altiplano, os vales e as
to de suas relações de gênero. Metodologicamente, a investigação cidades costeiras. Em termos de resultados se descrevem algumas
adotou uma escala de análise regional que permitiu identificar os das transformações socioeconômicas em nível regional, para po-
movimentos migratórios que configuram formas de organização der compreender alguns desafios aos que se enfrentam os núcleos
das extensas famílias aymaras, em forma de deslocamento terri- familiares aymaras contemporâneos. Estes desafios se descrevem
torial. Esta forma de adaptação territorial permite aos aymaras em função de: a) economia familiar e o trabalho, b) apropriação
atualizar suas pautas de reprodução cultural, fortalecendo sua in- do território, e c) novos cenários e tensões de gênero, em função
corporação na economia nacional, que tende à fragmentação so- de lideranças femininas emergentes e de necessidades problemáti-
cial e comunitária. Em particular, o artigo descreve apropriações cas no âmbito produtivo e reprodutivo.

416 JULY 2017, VOL. 42 Nº 7

Potrebbero piacerti anche