Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
El siguiente texto consiste en notas personales tomadas del libro "La música en
Cuba", de Alejo Carpentier; Ed. Letras cubanas (1979), La Habana, Cuba.
EL SIGLO XVI
ESTEBAN SALAS
En 1774 Cuba tenía una población de 170 mil habitantes, de los cuales 95 mil
eran blancos y 75 mil eran negros, de los cuales, a su vez, 45 mil eran
esclavos. La economía cubana se basaba en el azúcar, el tabaco, la madera, la
cría de ganado y la extracción de cobre, actividades que crearon ganancias
capaces de hacer crecer a una burguesía criolla. Esta burguesía, cuanto más
mejoraron las condiciones y menos necesitó el vínculo con la madre patria,
España; comenzó a surgir un espíritu nacional cubano, que se evidenció
durante la conquista de La Habana por los británicos en 1762. El pueblo
cubano preñado se quejaba cada vez más de las autoridades españolas,
acusándolas de no haber hecho lo necesario contra las tropas británicas. .
Cuba comenzó, después de tres siglos, a tener una vida propia, la caña de
azúcar enriqueció a más y más personas, a fin de atraer la envidia incluso de la
propia España.
Desde el momento en que comenzaron las procesiones del Corpus Domini,
poco había cambiado en el teatro. El primer teatro en La Habana nació en
1776, solo gracias a la iniciativa privada de un marqués, que creía que una
ciudad tan poblada no podía tener un teatro. Así nació el teatro Coliseo (más
tarde Principal), ubicado en el paseo de la Alameda de Paula, que dio un fuerte
impulso a la actividad musical de la ciudad. Con el primer número de la revista
Papel Periódico de la Habana, en 1790, una compañía española ya trabajaba
permanentemente en el teatro Principal, incluso si no se trataba de actuaciones
de alto nivel.
La compañía usó una orquesta lo suficientemente grande como para realizar
obras de cierto calibre; fue el período del boom de la tonadilla escenica, muy
popular en España y que también se jactó de pequeñas producciones cubanas,
que permanecieron en boga hasta el finales del siglo XVIII y principios del XIX y
que tuvo una gran influencia en el nacimiento del divertido teatro cubano (de la
página 61 a la 66).
La ejecución de Tonadilla requería muy buenas orquestas, cuyos miembros
debían poder usar varios instrumentos alternativamente, y la orquesta del
Teatro Principal, ya equipada con trompetas, estaba cerca de ser una
verdadera orquesta clásica.
Las representaciones de principios del siglo XIX subieron de nivel y la orquesta
a menudo pedía el apoyo de los músicos desde la capilla de la catedral de La
Habana; en la ciudad, una compañía francesa en tránsito por Nueva Orleans
actuó durante mucho tiempo, lo que mejoró enormemente el gusto del público,
tanto que puso en dificultades a las pequeñas empresas locales que actuaron
más tarde. Esta aún no es una verdadera cultura musical, pero la burguesía
habanera ya comenzó a acostumbrarse al concepto de hacer y escuchar
música, tanto que nació un pequeño mercado de instrumentos musicales, a
costa del sudor de miles y miles de esclavos , comenzó a llenar las casas de
los ricos (67 a 71).
En 1774 Cuba tenía una población de 170 mil habitantes, de los cuales 95 mil
eran blancos y 75 mil eran negros, de los cuales, a su vez, 45 mil eran
esclavos. La economía cubana se basaba en el azúcar, el tabaco, la madera, la
cría de ganado y la extracción de cobre, actividades que crearon ganancias
capaces de hacer crecer a una burguesía criolla. Esta burguesía, cuanto más
mejoraron las condiciones y menos necesitó el vínculo con la madre patria,
España; comenzó a surgir un espíritu nacional cubano, que se evidenció
durante la conquista de La Habana por los británicos en 1762. El pueblo
cubano preñado se quejaba cada vez más de las autoridades españolas,
acusándolas de no haber hecho lo necesario contra las tropas británicas.
Cuba comenzó, después de tres siglos, a tener una vida propia, la caña de
azúcar enriqueció a más y más personas, a fin de atraer la envidia incluso de la
propia España.
Desde el momento en que comenzaron las procesiones del Corpus Domini,
poco había cambiado en el teatro. El primer teatro en La Habana nació en
1776, solo gracias a la iniciativa privada de un marqués, que creía que una
ciudad tan poblada no podía tener un teatro. Así nació el teatro Coliseo (más
tarde Principal), ubicado en el paseo de la Alameda de Paula, que dio un fuerte
impulso a la actividad musical de la ciudad. Con el primer número de la revista
Papel Periódico de la Habana, en 1790, una compañía española ya trabajaba
permanentemente en el teatro Principal, incluso si no se trataba de actuaciones
de alto nivel.
La compañía usó una orquesta lo suficientemente grande como para realizar
obras de cierto calibre; fue el período del boom de la tonadilla escenica, muy
popular en España y que también se jactó de pequeñas producciones cubanas,
que permanecieron en boga hasta fines del siglo XVIII y principios del XIX y
que tuvieron gran influencia en el nacimiento del divertido teatro cubano ( de
las páginas 61 a 66).
La ejecución de Tonadilla requería muy buenas orquestas, cuyos miembros
debían poder usar varios instrumentos alternativamente, y la orquesta del
Teatro Principal, ya equipada con trompetas, estaba cerca de ser una
verdadera orquesta clásica.
Las representaciones de principios del siglo XIX subieron de nivel y la orquesta
a menudo pedía el apoyo de los músicos desde la capilla de la catedral de La
Habana; en la ciudad, una compañía francesa en tránsito por Nueva Orleans
actuó durante mucho tiempo, lo que mejoró enormemente el gusto del público,
tanto que puso en dificultades a las pequeñas empresas locales que actuaron
más tarde. Esta aún no es una verdadera cultura musical, pero el habanera
burguesía ya comenzó a acostumbrarse al concepto de hacer y escuchar
música, tanto para ver el nacimiento de un pequeño mercado de instrumentos
musicales, que cuestan el sudor de miles y miles de esclavos, comenzó a llenar
las familias ricas (67 a 71).
INTRODUCION DE LA CONTRADANZA
Además del minueto, los franceses también introdujeron otras danzas, como el
gavota, el passepied y la contradicción. La entrada a Cuba de la contradanza
francesa constituye un acontecimiento de importancia histórica para la música
cubana, ya que, como ocurrió en Santo Domingo, fue rápidamente adoptado y
asimilado, para convertirse en la contradanza cubana, cultivada y practicada
por todos los compositores criollos del siglo XIX , y de la cual toda una serie de
subgéneros aún existía: de la contradicción en seis u octavos, los géneros
todavía llamados "cala", "criolla" y "guajira" nacieron; De la contradicción en
dos cuartos nace la danza, la habanera y el danzón.
Manuell Samuell, como veremos más adelante, antes de mediados del siglo
XIX, ya se habría cumplido en sus obras todos los elementos rítmicos y
melódicos de estos géneros, con diferentes nombres y padres forman un gran
grupo de música cubana de la época.
Junto con los franceses que huían de la revolución de Haití, llegaron a Cuba
muchos negros, algunos porque leales a sus amos, otros traídos como
esclavos domésticos, antepasados negros que aún hoy, en Santiago de Cuba,
se llama francés y conservan una serie de Canciones y danzas dominicanas. El
sábado se reúnen en una de las diferentes asociaciones que han formado, para
bailar los bailes que se han agrupado bajo el nombre de tumba francesa. Sus
tambores son grandes, en forma de barril, pintados y jugados con palillos,
como los del vodú haitiano, incluso si la tensión de la piel está regulada según
el método de percusión cubano. Los bailes se disuelven en pares, con cifras
corteses, copiado de los anteriormente realizado en Haití, aunque el
acompañamiento de percusión, tres tambores de membrana y una de idiofonico
madera llamada Cata, melodías Ritma canta con intensidad monótono.
Incluso los negros franceses dieron una contribución muy importante en la
formación de la música cubana, introduciendo un elemento rítmico
fundamental, que poco a poco se incorporó a muchos géneros folklóricos
cubanos: el cinquillo.
Su origen africano es evidente, la regularidad rítmica, la simetría de ciertas
percusiones vudú y su difusión se encontró en las regiones americanas donde
los negros constituían la mayoría de la población. Acompañó al Resbalosa en
Argentina, cuando todavía era sólo un baile de los negros, es una medida clave
en Santo Domingo y Puerto Rico, es la base del merengue de Haití, los dos
corcheas en el inicio y al final del recorrido se pueden encontrar en la percusión
radá en Haití y en ciertos ritmos batá cubanos. Y 'que ya existía en Cuba antes
de la llegada de los negros franceses, pero sin duda se limitó a Barracones de
los esclavos, ya que se convirtió en parte de la música de baile después de la
entrada de los dominicanos, mientras que la isla cercana que estaba tan
acostumbrado ya estaba incorporado a la contradicción. Las melodías de las
primeras canciones compuestas por negros Santiago Francés fueron
construidos alrededor del cinquillo, como lo demuestra por la tombe Tabatié
mue y Cocoyé (o Cocuyé), de manera generalizada, este último, a Santiago se
convierta en una canción verdaderamente nacional . Sin embargo, el
Cincuenta, una vez introducido en Cuba, se convirtió en uno con la
contradicción oriental y muchas canciones santiagueras (como La Santa Taé y
La francesita) tienen la misma característica.
Es curioso cómo se retrasaron los cincuenta cincuenta años antes de llegar a
La Habana; incluso Manuel Samuel, que sabía todo acerca de la contradicción,
no sospechaba su existencia en lo más mínimo y, como él, todos los otros
autores menores de la época. Esto muestra cómo los cambios de los géneros
europeos por los ritmos africanos fueron, inicialmente, un hecho puramente
oral, que se escribió solo después de estar bien enraizado en una planta
estable en el disfraz del tiempo. Por otra parte, en un momento en el viaje de
Santiago a La Habana podría durar dos semanas, podrían vivir, sin saber el
uno del otro, dos contradanze, más fiel al original y cerca del minueto, que más
tarde refleja en el danzón, después de pasar a través de la danza y otros
populares, nacido en Santo Domingo y criado en Santiago de Cuba. que debe
ser, pues claro que cuando hablamos de la contradanza cubana, no hay que
olvidar que ni existían dos variantes a lo largo la primera mitad del siglo XIX: la
de Santiago y la de La Habana (todas las contradicciones escritas en México
provienen de la contradicción de La Habana). Recién en la segunda mitad del
siglo llegó el cinquillo a La Habana, pasando al danzón y al bolero y
convirtiéndose en uno de los principales elementos de la música cubana.
En cambio, es un músico español, algunos Casamitjana, el primero en darse
cuenta del potencial de la música negro del Caribe, realizando en 1836, para el
regimiento de Cataluña, un Cocoyé, que, si se pone en vergüenza clase rica,
recibió amor instantáneo de la gente
El cocoyé tuvo un éxito duradero y también otros compositores, en los años
siguientes, se dedicarán a este ritmo franco-africano, luego cubano. Al mismo
tiempo se inició una fuerte hostilidad hacia la contradanza francesa por la
aristocracia colonial española que, sin embargo, no tuvo gran seguimiento: el
Contra, como el vals, que ya estaba tan arraigada en el gusto del criollo no
sugiere ni siquiera para seguir el consejo del gobernador español de no tocar,
ni bailar, más este ritmo (de la página 82 a la 91).
LOS NEGROS
A principios del siglo XIX, como se puede ver en los testimonios escritos de la
época, todas las artes estaban en manos de los negros y, entre ellas, la de un
músico. se dedicaron a los blancos a los llamados nobles profesiones, ya que
se consideraron en ese momento la de juez, sacerdote, médico, servicio militar
y civil, por dos rasgos característicos: jugar como lo hemos hecho los puestos
más prestigiosos y el hecho de despreciar todos los oficios ejercidos por los
negros; además de ser la profesión de músico bastante precario e inseguro, de
forma remunerativa, en esa época en que los teatros y las orquestas contaban
con los dedos de una mano.
Por otro lado, para los negros, el de la música era una profesión muy
honorable, ya que todas esas carreras predestinadas a los blancos estaban
prohibidas. Y a pesar de su predisposición, a algunos músicos se les prohibió a
los músicos negros, como los del coro de la catedral de La Habana. Además, la
profesión de músico para los negros a menudo no era exclusiva, sino que se
ejercía junto con otra profesión, como la confección y el procesamiento de
ébano o la danza.
Entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, las crónicas de La
Habana narran al menos cincuenta danzas públicas que se realizaban todos
los días. Eran fiestas que se celebraban en casas con varias habitaciones, con
puertas abiertas para cualquiera que quisiera participar; comenzó con un
minueto dirigido por el club, y luego pasó a las contradicciones, último grito, en
cuanto a la moda de la época, desde que los franceses llegaron a Santiago. En
la tercera contradicción, no había modestia para frenar el deseo de bailar, y en
los intermedios zapateo, congo, bolero y guaracha bailaban; cuando en la fiesta
no había gente de cierto nivel, cantaban canciones llenas de insinuaciones
sexuales y dobles sentidos: La matraca, El cachirulo, La cucaracha y Cuando?
cantado, este último, en toda América Latina con los ritmos más diversos. A
este repertorio se agregó Que toquen la zarabandina y la irremplazable
Guabina.
Los mulatos, por su movimiento, eran las reinas de estas danzas populares;
vestían ropas ligeras y vistosas, con aretes grandes. No hubo falta de buena
familia y cierto nivel en estas danzas, un poco 'para el gusto de bailar, pero la
mayoría, por el placer de tener amoríos con negros y mulatos, incluso si son
hijos de esclavos o bandas las personas más pobres. Este detalle tiene una
importancia decisiva para explicar el fenómeno de la contaminación progresiva
de las danzas nobles con danzas y música de danzas populares, introducidas
por personas de alto rango que asisten regularmente a estos eventos. Esta
joven burguesía prefería la forma en que se jugaban las denominadas
orquestas de color, que daban un toque de vitalidad, un acento no grabable
que las orquestas blancas no podían dar. Los blancos simplemente ejecutaron
el puntaje, los negros pusieron su toque personal, agregando, especialmente
en el bajo que acompañó a la contradicción francesa, una serie de acentos
fuera de lugar, que gradualmente se convirtió en tradición.
Un ejemplo clarificador es el caso de la habanera, un ritmo que aparece sin
cambios, ya en la contradicción cubana de comienzos del siglo XIX; el mismo
ritmo, con pequeñas modificaciones en algunas ligaduras, se transformó
decisivamente, manteniendo el tiempo intacto, en un nuevo género: la conga.
La contradicción titulada Tu madre es conga, realizada en Santiago por primera
vez en 1856 durante un festival elegante, es el primer ejemplo práctico de este
cambio rítmico, que tuvo un gran éxito desde su primera presentación.
Incluso hoy en día, este tipo de acompañamiento del bajo permanece casi sin
cambios.
La danza del siglo XIX a partir popular fue la forja donde se derritió, el calor del
ritmo de los negros, las arias de Andalucía, boleros y canciones de tonadilla
escénica y contradanza francesa. Las orquestas compuestas de flauta,
clarinete, tres violines, contrabajo, paila (o timbal), algunos Guiros y calabazos,
fueron, con un croissant, más o menos lo mismo que se escuchan hoy en Cuba
en los bailes populares y fueron los creadores de una música de la que se
excluía la raíz africana pura, en cuanto a la melodía y el ritmo de las
percusiones. Habrá que esperar hasta finales de siglo para que la música
africana, hasta ahora escondida en los barracones y transmitida oralmente por
esclavos y negros libres, comience a influir en la música dance.
Se debe enfatizar el hecho de que en Cuba, hasta la abolición de la esclavitud,
había dos clases de negros sujetos a un clima social muy diferente: negros y
esclavos libres. Durante la captura de La Habana por los británicos en 1762, se
ofreció libertad a todos los sirvientes negros que habían ayudado a defender la
ciudad, que se arrojaron desnudos en las bocas de los cañones enemigos para
conquistarla. Era su pasaporte al mundo libre, que, sin embargo, no era libre,
ya que la mayoría de las principales profesiones todavía estaban prohibidas.
Muchos negros libres, tal vez la mayoría, se dedicaron a la música, que junto
con la artesanía y el pequeño comercio fue una de las pocas profesiones que
se le otorgaron. Ellos fueron muy cuidadosos en la asimilación de cualquier
género musical fue introducido en la isla, y pronto hubo negros que eran
distinguidos músicos de todos los géneros de la música: la orquesta de Pedro
Nolasco Boza fue especializa en el acompañamiento de la tonadilla escénica;
Bartolo Aviléz escribió música sacra; Tomás Buelta y Flores compuso
excelentes contradicciones; Secundino Arango tocó perfectamente el violín, la
viola, el violonchelo, el contrabajo y el órgano; Claudio Brindis de Salas dio
clases de baile a toda la buena sociedad habanera y estuvo a cargo de un
conjunto instrumental llamado La Concha de Oro; Ulpiano Estrada fue director
de una orquesta muy conocida de la capital; Gregorio Velázquez dio clases de
flauta, violín, chelo y contrabajo; Maria Gamboa fue aplaudida como cantante
en París, Madrid y Londres.
El más extraordinario de todos estos negros que se distinguieron en el mundo
musical del siglo XIX, fue Claudio José Domingo Brindis de Salas, hijo del
maestro de baile descrito anteriormente y caso sin precedentes en la historia
musical del continente. Nacido en 1852, tuvo la suerte de estudiar violín con los
mejores maestros del Conservatorio de París. Gran virtuoso fue aclamado en
toda Europa y América del Sur. Estableció su residencia en Berlín, donde se
casó con un alemán. A fines del siglo XIX fue olvidado, murió en 1911 en un
hotel anónimo en Buenos Aires y su cuerpo fue enterrado en La Habana, con
grandes honores, a pesar de haber optado por la ciudadanía alemana.
Sin embargo, a pesar de haber sido tantos negros que hicieron música en el
siglo XIX, se limitan a imitar la música de los blancos, con la única contribución
de su sentido del ritmo innato, lo que lleva a personalizar las composiciones
bailables, dejando de lado el Antepasado africano (de la página 92 a la 102).
INICIOS DEL SIGLO XIX
Hemos visto cómo la música de alto nivel en Cuba se practicó por primera vez
por Esteban Salas en el siglo XVIII, cuyo estilo, marcado por Haydn, de la
escuela napolitana y un poco 'ópera romántica típicamente italiano,
influenciado todos los autores posteriores. El primer compositor que comenzó a
dar una caracterización como, por ejemplo, cubanos, sus obras, comenzando a
romper con las reglas tradicionales del estilo europeo e italiano, en particular, y
que constituye una conexión entre estos géneros y obra de Samuel Manuell,
fue Antonio Raffelin .
Antonio Raffelin nació en La Habana en 1796, estudió contrabajo y chelo y, a la
edad de nueve años, escribió su primera melodía, La boca. Después de
completar sus estudios, comenzó a dar lecciones gratuitas, con el fin de
difundir al máximo la pasión por la música y ampliar la orquesta que dirigió.
Excelente violinista, fundó la Academia Filarmónica de Cristina, donde luego
estudió Samuell. En 1836 se mudó a París, donde obtuvo un buen éxito a
pesar del período negativo que atravesó la música sinfónica. Al regresar a La
Habana en 1848, se dedicó a la difusión de la música, hasta que, cuando se vio
atrapado por una crisis mística, comenzó a dedicarse a la música religiosa. Se
trasladó a Filadelfia y continuó su trabajo exclusivamente para la música sacra,
en 1862 presentó una misa para el Papa en la capilla de San Ignazio en Roma
y una para el en España para la reina. Regresó a Cuba en 1867, ahora viejo; él
murió en 1882
Raffelin se mantuvo fiel a su entrenamiento clásico; recordar su Tercera
sinfonía en sol, en pleno estilo Haydn, que, como vemos, sigue siendo un punto
de referencia para los compositores cubanos.
Juan Paris nació en 1759, fue discípulo y sucesor, en 1805, de Esteban Salas
en la catedral de Santiago de Cuba y fiel seguidor de la línea artística de su
maestro; transformó la catedral en una academia, una sala de conciertos y
ensayos, una biblioteca y un lugar para muchos eventos musicales. Dio clases
de piano y fue el primero en interpretar los cuartetos de Beethoven. En 1837
abrió las puertas de la catedral a cualquiera que pudiera tocar un instrumento,
practicar y estudiar. Murió en 1845 después de dedicar su vida enteramente al
arte y haber formado toda una generación de músicos.
Entre sus obras mencionamos una Misa a tres, con violines, flautas y bajo y un
Villancico de kalenda. Su trabajo era más pequeño que el de Salas, por su
forma de trabajar: era lento, no por falta de ideas, sino porque se tomaba su
trabajo muy en serio y simulaba hacerlo a la perfección; también se sirvió de
una instrumentación mucho mayor que la de Salas.
Antonio Raffelin y Juan Paris contribuyeron a mantener la tradición clásica en
Cuba hasta mediados del siglo XIX, a pesar de la terrible presencia de la ópera
romántica italiana (de la página 115 a la 121).
SAMUELL Y EL NACIONALISMO
Nicolás Ruiz Espadero es una figura muy especial en la música cubana, fue el
único compositor cubano que nunca deje el país fue muy aclamado en el
extranjero, también vivió una vida de aislamiento, sin contacto con el mundo
alrededor de él, romántico y soñador. Queda muy poco de su trabajo y nadie
nunca reclamó su herencia, sin embargo, su trabajo merece una consideración
cuidadosa.
Espadero Nicolás Ruiz nació en 1832, hijo de un buen pianista y familia de
clase media, su padre no quiere que se convierta en un músico, pero tuvo que
inclinarse ante el innegable talento que tenía para el plan. El padre le permitió
enseñarle el plan solo media hora al día, pero con la complicidad de su madre,
el sensible Nicolás sonó mucho más; él nunca fue a la universidad y recibió una
enseñanza bastante desordenada. El pequeño Nicolás no tenía amigos, solo
frecuentaba a su familia y bajo la sofocante vigilancia de su madre. Tuvo una
adolescencia solitaria y sin contacto con el exterior y este aislamiento se
agravó con la muerte repentina de su padre y el gran dolor que conllevaba.
Nunca salía y pasaba el día leyendo, dibujando y componiendo, nunca tuvo
amoríos, su único ideal de mujer era la madre.
A la edad de veintidós años conoció a Luis Moreau Gottschalk, American
Louisiana, piano de cola del virtuoso músico, aclamado en todos los tribunales,
la primera parte europea que han dado cuenta de la riqueza de los ritmos
cubanos, puertorriqueños y afroamericanos, que fue inspirado por muchas de
sus composiciones.
IGNACIO CERVANTES
Ignacio Cervantes Kawanagh fue el músico cubano más importante del siglo
XIX, por la calidad de su trabajo y su elegancia estilística. Nació en La Habana
en 1847 y estudió con Espadero, pero nunca fue víctima del virtuosismo que
envenenó la época, incluido su maestro. En 1865 fue a completar sus estudios
en París, donde obtuvo los primeros éxitos en diversos concursos musicales,
se hizo amigo del ahora viejo Rossini y fue bien considerado por Liszt. Al
regresar a Cuba, a pesar de que la escena de la música clásica no era de alto
nivel, comenzó a enseñar, dar conciertos y asistir a los ambientes musicales.
En 1875 se vio obligado a abandonar el país por los Estados Unidos, porque
fue acusado de financiar revolucionarios, donde vivió durante cuatro años y
mejoró enormemente su situación económica. En 1879 regresó a Cuba a la
cabecera de su padre moribundo y cuando la guerra comenzó de nuevo, se fue
a México, donde tuvo un éxito extraordinario. En 1900 regresó a Cuba, ahora
una República independiente, donde murió en 1905 debido a una rara
enfermedad fulminante.
Cervantes era un músico formado en Francia, ubicado en un contexto donde la
mayoría seguía la escuela española, dedicada a la música ligera y que solo
ocasionalmente escribía música clásica. Viceversa Cervantes era un músico
serio con incursiones raras en la música popular, y no para ganar dinero, de
hecho, sus trabajos ligeros tenían una factura para decir lo menos perfecto,
más cercano al clásico que al popular.
Entre sus obras clásicas con la Sinfonía en Do, Romanza, y especialmente
caprichosa Scherzo, considerada la mejor puntuación instrumentado alrededor
del siglo XIX cubano, además de sus famosas danzas para piano. Inolvidable
su toque, siempre limpio y claro, que nunca cae en las trampas del virtuosismo,
sus danzas siguen la estructura trazada por Samuell, en el signo del más
estimado nacionalismo cubano. Sus veinte bailes se encuentran entre los
mejores de la historia escrita en Cuba: a partir de la contradanza cubana, que
se ajusta a reproducir algunos de sus ritmos básicos como el tango y la conga,
pero sin tener que hacer para que constituían un contraste rítmico . Debemos
tener en cuenta que la contradanza cubana había llegado al final de su ciclo
evolutivo, que ya ha hecho todas las combinaciones de ritmo y la melodía es
posible, y Cervantes trabajado en un pastizal ya pisoteado, pero sin llegar a
través de los elementos afro-cubana que invaden la música cubana sólo al
principio de Siglo XX.
Cervantes le dio a la contradicción su estilo personal, la gracia y la originalidad
de su toque.
De 1830 a 1860 la cultura musical en Santiago de Cuba era mucho más alta
que en La Habana: mientras la capital era invadida por la ópera italiana, en
Oriente los discípulos de Juan Paris tocaban música clásica excelente y
también el número de conciertos de este tipo fue superior y en este contexto se
formó Laureano Fuentes Matons.
Nacido en 1825, proviene de una familia de músicos, tuvo una vida muy
tranquila y nunca abandonó Cuba, dedicándose por completo a la música. Un
gran violinista, a la edad de quince años fue el primer violín en la capilla de la
catedral, en 1844 formó la primera orquesta y más tarde la Accademia di Santa
Cecilia. Fue el primer cubano en componer un trabajo en la isla y también el
primero en componer un poema sinfónico. Murió en 1898 después de una vida
llena de honores, dejando la obra más sustancial que un cubano haya
producido hasta ese momento. Su producción religiosa es importante, donde
expresa lo mejor de sí mismo, pero se topa con todo tipo de música, incluidas
las populares. Formado en Santiago, se mantuvo alejado de las modas
habaneras, pero permaneció dividido entre dos épocas, la clásica siguiendo el
ejemplo de Salas y París y las modas virtuosas que llegaron a La Habana
desde Europa. Su poema América de 1892, inaugura el género de poemas
sinfónicos en Cuba veinte años más tarde que Europa.
Gaspar Villate fue un compositor que se dedicó casi por completo a la obra,
nació en La Habana en 1851, vivió en París, donde murió en 1891. Se hizo
famoso por algunas de sus obras y por su amistad con Verdi, pero en Cuba
recordado solo por algunas de sus contradicciones, de excelente mano de
obra.
EPOCA DE TRANSICION
Desde 1860, los músicos más serios de Cuba han comenzado a reaccionar
contra la dictadura de la ópera italiana y, entre ellos, Guillermo Tomas, director
de la Banda Municipal de La Habana, hizo un gran trabajo. Con un trabajo que
duró décadas y que a pesar del público no siempre percibió la importancia de
este trabajo de reclasificación del gusto musical, en 1922 nació en La Habana
la primera Orquesta Sinfónica a tiempo completo.
En la segunda mitad del siglo XIX, la tendencia romántica de influencia europea
de Espadero se continuó gracias a Celicia Aritzi, José Manuel Jiménez y, más
conectado con la madre patria, José White. Este último escribió, entre otras
cosas, la bella cubana, que es uno de habanera tradicional de la isla, cuya
melodía está construido inteligentemente en un ritmo que aparece en la
guaracha más antiguo y en algunos merengue haitiano tres corcheas Pista de
ritmo , de los cuales los primeros dos con punto.
Con el siglo XX y el nacimiento de la República, la sociedad cubana intentó
deshacerse de todo lo que tenía un sabor colonial o antiguo, buscando algo
nuevo para hacer nacional. Musicalmente, París se convirtió en el modelo a
seguir y, la danza y la contradicción, se dejaron de lado entre los modelos
académicos dando paso a las nuevas tendencias francesas.
El músico más representativo de este período de transición fue Eduardo
Sánchez de Fuentes (1874-1944), que sólo tenía dieciséis años compuso una
de las más famosas danzas habaneras, Tu, extendida en ese momento en toda
América Latina y España. Cabe señalar que hasta ese momento el nombre de
la danza habanera se usaba en el extranjero para definir la contradicción
cubana, que se exportaba masivamente. La canción Tu, con su larga y
voluptuosa melodía, como para ser cantada como un romance, en contraste
con la contradanza tradicional casi incantabile por su vivacidad, además del
tiempo y la introducción más libre, fue el primero en ser llamado Danza
habanera también en Cuba. Por lo demás, no presentó ninguna innovación
rítmica, pero le gustó tanto en Buenos Aires, mientras que en París se definió
como tango - habanera.
En 1898 Sánchez de Fuentes escribió, haciendo lo que no logró en Samuell, la
primera ópera nacional, Yumurí, mientras que tres años más tarde se repitió
con El naufrago, que fue un gran éxito. En 1910 publicó La Dolorosa, la mejor
obra del verismo estadounidense, que tuvo un rotundo éxito en Italia, donde el
verismo estaba de moda en aquellos años. Marcó de nuevo, Doreya (1918, y
con quien volvió al nacionalismo), El caminante (1921), Kabelia (1942).
Fuera de las escenas de su obra más importante fue la cantata Anacaona,
1929. Sánchez de Fuentes es una excepción para la creatividad en una época
de transición, pero que nunca quiso aceptar la música negro en su música,
diciendo que se podía hacer música Cubano sin eso; por otro lado, fue
partidario, incluso sin una pizca de evidencia, de la influencia de la India en la
música nacional.
Además de todo esto, sigue siendo su excelente producción de habanera y
canción, muchas de las cuales pasarán a formar parte de los temas
tradicionales cubanos, otorgando a la habanera su propia marca, separándola
de la contradicción; La linda cubana se ha convertido en un tema universal.
Afrocubanismo
La tendencia cultural progresiva que invadió América Latina en los años veinte,
animó a Cuba a interesarse por la cultura afrocubana, mejorando su valor
folklórico. En cuanto al estudio de la música negra, fue Amadeo Roldán quien
primero lo estudió con cierto éxito.
Fue violinista Orquesta Filarmónica, fundada en 1923 por el músico español
Pedro Sanjuán nortes y principal rival de la Orquesta Sinfónica de Gonzalo
Roig hizo el año anterior, cuando en 1925 se compone Obertura Sobre temas
cubanos, primera obra sinfónica de Cuba, que incluye elementos de la música
Folklórico afrocubano y, sobre todo, cocoyé oriental. En 1926 se publica el Tres
Pequeños poemas (Oriental, pregón, Fiesta Negra) en Oriental, vuelve a visitar
el Cocoyé, mientras que en el Pregón inspirado en las canciones de los
vendedores ambulantes en las calles de la ciudad, mientras que está en la
Fiesta negra que logró plenamente con el fin para introducir factores musicales
negros completamente nuevos en el mundo de la ópera sinfónica.
En 1928 compuso La Rebambaramba, con la intención de evocar la vida
popular de La Habana en 1830 en el día del día de Reyes. Comenzar con la
segunda parte de la contradanza San Pascual Bailón, a continuación, pasar a
una contradanza francesa que africanizing gradualmente hasta sentir la
atmósfera del día de Reyes. La segunda parte ofrece dos extras, un Lucumí y
otra con entradas colocadas entre la orquesta y los versos de canto en lenguas
africanas, y un aspecto ñañiga cola tan sorprendente.
En 1929 escribió un ballet Roldán, El milagro de Anaquillé, con la intención de
evocar la vida rural cubana de ese tiempo, presenta una obra elaborada en los
rituales de los temas de ñañigas ceremonias de iniciación. En 1930 comenzó a
escribir su Rítmicas y, en cuarto y quinto, escrita exclusivamente para la
percusión, se profundiza el estudio del modo rítmico de tambores batá. En
1931 escribe toques Tres (de marcha, de ceremonia, de la danza), donde
consigue expresar tambores afrocubanos en medio de sus posibilidades
técnicas.
Luego escribe, Curujey en 1931 y Motivos de son, en 1934, donde explora las
expresiones líricas de la canción negra, mientras da prioridad a la melodía.
Amadeo Roldán murió en 1939, solo treinta y ocho años, debido a una grave
enfermedad degenerativa.
En la obra de Roldán, los ritmos de los instrumentos típicos cubanos aparecen
por primera vez, con todas sus posibilidades técnicas y efectos sonoros
obtenibles.
Otro músico, contemporáneo y con ideas similares a las de Roldán, incrustado
en el mundo de la música negra, fue Alejandro García Caturla (1906-1940). Su
última obra, Berceuse campesina, al piano, es su perla de diamante, en la que
logró sintetizar perfectamente la melodía guajira y el ritmo negro. Escribió,
entre otras cosas, Rumba (1933), Bembé (1929), Dos poemas afrocubanos
(1929), pero su principal característica era ser capaz de recrear el tono de los
instrumentos afrocubanos con orquesta normal.
Roldán y Caturla fueron los pioneros en el mundo de los afrocubanos y, dada
su desaparición inmadura, quién sabe dónde pudieron haber llegado.
CARLO BORBOLLA - GILBERTO VALDES