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TRABAJO FINAL

PROGRAMA DE FORMACIÓN DE ESPECIALISTA EN


PSICOTERAPIA BREVE ESTRATÉGICA
REGIÓN DEL MAULE
PERÍODO 2007-2008

ALUMNO
Manuel Pérez Ayala

Talca, noviembre de 2008

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ÍNDICE

1. INTRODUCIÓN……………………………………………………………………………. 1

2. PRESENTACIÓN DEL CASO………………………………………………………………. 2

2.1. INDIVIDUALIZACIÓN…………………………………………………………………………………………. 2

2.2. MOTIVO DE CONSULTA……………………………………………………………………………………… 2

2.3. QUEJA…………………………………………………………………………………………………………… 2

2.4. MOTIVACIÓN PARA EL CAMBIO……………………………………………………………………………... 3

2.5. INDICACIONES ACORDADAS Y OBJETIVOS CONSTRUIDOS………………………………………………3

2.6. INFORMACIÓN RELEVANTE………………………………………………………………………………… 4

3. MARCO TEÓRICO………………………………………………………………………… 6

4. DESCRIPCIÓN Y EVOLUCIÓN DE SESIONES E INTERVENCIONES………………….10

4.1. SESIÓN 1………………………………………………………………………………………………………....10

4.2. SESIÓN 2………………………………………………………………………………………………………....13

4.3. SESIÓN 3………………………………………………………………………………………………………....14

4.4. SESIÓN 4………………………………………………………………………………………………………....16

4.5. SESIÓN 5………………………………………………………………………………………………………....17

5. SEGUIMIENTO……………………………………………………………………………...18

6. REFLEXIONES FINALES…………………………………………………………………....19

7. BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………………21

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1. INTRODUCCIÓN

El caso expuesto a continuación se desarrolla en la Posta rural de Aquelarre,


ubicada en la comuna de Vichuquén, Región del Maule, en cuyo Departamento de Salud
trabaja el psicólogo informante.

Este caso fue escogido para ser presentado por varias razones: el tiempo que había
transcurrido desde que en la paciente se presentaba la queja o problema, sus efectos
perjudiciales en la dinámica familiar y su interacción, y la posibilidad de tratar a dos
consultantes integrando y ampliando la problemática como una sola que les atañe en común
(siendo una de esas una paciente policonsultora, que presenta recidivas, precaria
adherencia, y un peor pronóstico de evolución).

Otro condicionante fue el deterioro que presentaba la paciente, no sólo al momento


de consulta (debido a que era evidente el episodio de crisis que vivía), sino en lo extenso de
su vida, con un ex matrimonio y tres hijos a los cuales tenía acceso restringido, el no
poderse consolidar laboralmente y la sumatoria en que estos hechos decantaron, como lo
fue volver al hogar de sus padres y ocupar un rol- sino patológico o desadaptativo-
ciertamente egodistónico con la idea que ella tenía sobre sí misma.

Ver a una persona de su edad sumida en la confusión, desesperanza y otras


características propias del estilo cognitivo depresivo, en donde el tiempo transcurrido hizo
que las concepciones que sobre su persona tenía evolucionaran negativamente, y la
dinámica familiar que actuaba a modo de mantención de esta pseudo profecía de auto
cumplimiento, hacían de este caso un desafío en el cual, al menos, parafraseando a Steve de
Shazer (1986, 2005), se esperaba que la paciente mirara en una dirección distinta a la que
había estado mirando hasta antes de asistir a terapia, conjugando sus capacidades para que
llevara una vida más satisfactoria de lo que llevaba hasta ese momento.

Empero lo anterior, lo más llamativo a juicio del profesional, es la evolución


demostrada durante las sesiones, la capacidad resolutiva/adaptativa desarrollada por la
paciente y, por cierto, el resultado hasta ahora mantenido.

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2. PRESENTACIÓN DEL CASO

2.1. INDIVIDUALIZACIÓN

2.2.1. DATOS PERSONALES

• NOMBRE: Raquel.

• EDAD: 30 años.

• FECHA DE NACIMIENTO: 12 de junio de 1977.

• ESCOLARIDAD: Tercero Medio.

• OCUPACIÓN ACTUAL: Dueña de casa.

2.2. MOTIVO DE CONSULTA

Alteración en la relación intrafamiliar, caracterizada ésta por lo que se conoce como


“emoción expresada” (concepto que brevemente se explicará en el Marco Teórico), debido
a su dinámica particular de funcionamiento, calificada ahora de “grave e insostenible”.
Como se indica más adelante, el problema o gatillador puntual que la lleva a consultar no se
conoce específicamente, debido a que, quien escribe, no considera determinante indagar en
él precisamente, sino en la naturaleza de su manifestación, basado en la premisa de que “no
es necesario saber tanto del problema para resolverlo” (Selekman, 2001).

2.3. QUEJA

Mitomanía.

Ø ¿Desde cuando?

Desde su adolescencia, aproximadamente sus quince, dieciséis años.

Ø ¿Por qué ahora?

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Deja de recibir apoyo y sostén familiar (se desprende de lo anterior que además no
la ayudan económicamente); precariedad de su red de apoyo nuclear y extensa.

2.4. MOTIVACIÓN PARA EL CAMBIO

Retomar, en la medida de lo posible, su autonomía de decisión y acción, a través de


objetivos que paulatinamente plantea (y se co-construyen) durante el transcurso de las
sesiones.

A través del proceso terapéutico queda implícito, a juicio del profesional, que
Raquel ve su idea de cambio y mejoría en estricta relación con salirse del círculo vicioso
que le significa la relación con su familia de origen.

2.5. INFORMACIÓN RELEVANTE

Bernarda, a la fecha 54 años de edad, casada y madre de tres hijos, siendo una de
ellos Raquel, comienza proceso psicoterapéutico en Enero de 2007, derivada por Neurólogo
y Psiquiatra. A lo largo de su vida, Bernarda ha tenido diversas experiencias terapéuticas, la
mayoría de las cuales consideraba un mero fracaso, salvo dos excepciones, en donde el
criterio para evaluarlas era el prolongado tiempo que había tardado en recaer en su
característico estado angustioso. Esta vez, acudía por un intento suicida por sobredosis de
fármacos mezclada con alcohol, siendo el consumo de éste último una constante en ella
desde alrededor de los 30 años.

El transcurso de las sesiones mostró a Bernarda como portadora de un negativismo


inherente, manifestándose reacia a cooperar y con una irónica desesperanza sobre su
mejoría; asistía porque su esposo, con quien la relación se deterioraba con el paso del
tiempo, la obligaba y también creía que les debía a sus hijos el intentar superar su
“depresión crónica” una vez más. Demostraba escasa adherencia al tratamiento y sus
reglas, ya que no asistía en algunas fechas acordadas ni respetaba los horarios, y de alguna
u otra manera rehuía de las tareas convenidas; aún así, manteniéndose relativamente estable
pero sin apreciar algún cambio ni mejoría significativa, seguía asistiendo a controles.

Raquel, segunda hija del matrimonio, es madre de tres hijos cuyas edades van desde
los 11 a los 4 años, y convivió durante aproximados nueve años con el padre de los
menores. Con dos separaciones en la relación (una de ellas fue por alrededor de cuatro
años), la última y según ella definitiva ocurrió hace ya dos años, atribuyéndola, entre otros
motivos, principalmente, al consumo de droga de éste. Por decisión convenida, los tres
hijos se quedan junto al padre y madre de éste, mientras Raquel, que se desempeñaba en
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labores hogareñas, comienza a trabajar como vendedora en una tienda en la ciudad de
Curicó. Afirma que el contacto telefónico con sus hijos es diario y las visitas las realiza
cada quince días.

El día jueves 27 de Septiembre, fecha en que había acordado control con Bernarda,
ésta asiste en compañía de Raquel, solicitando atención psicológica para ésta última,
denotando urgencia de la misma y aseverando que, considerándolo prioritario, se le diera
atención de hija, incluso en detrimento de ella. Antes de que se le confirmara que podían
asistir juntas, ambas se encontraban ya dentro del box.

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3. FUNDAMENTOS TEÓRICOS DE LAS INTERVENCIONES
TERAPÉUTICAS

Para comenzar este segmento, y por representativo en el caso, se estima importante


exponer de sucinto modo lo que se maneja por concepto de emoción expresada (EE) usado
frecuentemente para designar así a uno de los factores que reportan mayor vulnerabilidad,
desde la familia, a los pacientes psiquiátricos, en especial a los esquizofrénicos (Muela y
Godoy, 1997).

Este factor, (EE), si bien no explica ni constituye una teoría de la etiopatogenia de la


esquizofrenia (Bateson, 1956), si es utilizada como un poderoso predictor en
descompensaciones o agudizaciones sintomáticas (Muela y Godoy, 1997). Entre las
características con alta EE se encuentra la tendencia a ser socialmente osados,
extravertidos, ansiosos y vigilantes (Fornés, 2003). Como consecuencia, poseen menor
capacidad de afrontamiento de crisis, se muestran más preocupados y más angustiados,
recalcan el impacto del episodio de crisis y culpabilizan al enfermo de su comportamiento,
no considerando que los cambios en su conducta sean consecuencia de la dinámica familiar
(Muela y Godoy, 1997; Fornés, 2003).

Así, estas familias o ciertos familiares de alta “implicancia emocional” (Muela y


Godoy, 1997), personifican en gran medida lo que es la familia de Raquel, o al menos, la
actitud que para con ella tenía su madre; circulo vicioso que devino en la mantención
sintomática por más de una década.

Con respecto al desarrollo de la terapia y su diseño en sí, desde la perspectiva de las


Fases del Cambio, la paciente en cuestión, al momento de la consulta, se encuentra en la
fase de contemplación (Prochaska, 1999), debido a que reconoce que se necesita un
cambio, pero no se apreciaba a sí misma como alguien que pudiese superar lo que venía
arrastrando desde hace más de una década. Fue por este motivo, el suministrar un
tratamiento que haga juego con la fase de cambio en que se encuentran los pacientes, en
palabras de Prochaska, en donde se haga lo posible por crear un acercamiento efectivo,
considerando la posibilidad de cambio sin hacer sentir la presión o la necesidad de realizar
acciones inmediatas (Duncan, 1989, citado en Hubble, M., Duncan, B., and Miller, S.,
1999) en que una persona, que se encuentre en la fase anteriormente descrita, necesita para

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desarrollar una posibilidad real de no seguir realizando las mismos hechos que la llevan a
consulta. Por tal motivo, como queda patente a lo largo de las sesiones, y, ante todo al final
de la primera sesión, se opta por soslayar o desviar estratégicamente la atención de su
“compulsión por mentir” a objetivos “más alcanzables o realistas” para lo que ella piensa
son sus chances, al menos en ese momento de su vida, para su propia persona.

De igual forma en la primera sesión se induce una instrucción paradojal a través de


la fábula a modo de prescripción del síntoma (Weakland et al., 1974), con la intención
explícita de conseguir un comportamiento altamente deseado, con lo inherente del cambio,
mediante una conducta en apariencia opuesta al objetivo esperado; a juicio de quien
escribe, y por su corroboración con el pasar de los meses, esta intervención fue clave
condicionante en el resultado final.

En el mismo ámbito de las prescripciones, y como mencionan Hubble et al., (1999),


citando a Fisch, Weakland y Segal (1982), una práctica clásica para acomodarse a los
pacientes que están contemplando su posibilidad de cambio se encuentra en la prescripción
“vaya lento”, debido a que, mencionan, aliarse con su ambivalencia es quizá la posición
más empática que se pueda asumir como terapeuta, ya que, continúan, esas personas han
estado más de una vez expuestas a todo tipo de exhortaciones para que hagan algo, ¡y
luego! Así, además de afirmarles que se tratará de un proceso lento, como mencionan los
últimos autores, es también útil señalar que la solución del problema implicará un trabajo
duro de su parte, colocando la responsabilidad del cambio en ella; y si el progreso es
efectivamente lento, puede recordársele que justamente es necesario ¡más trabajo duro!

Debido a lo anterior, al final de la primera sesión, y luego en las dos siguientes, esto
se le era recordado con ímpetu (además del “pensar pequeño”, promovido por el MRI;
Weakland et al., 1974), junto a otra indicación representativa de la tradición estratégica
(Fisch et al., 1982, citado en Hubble et a., 1999), como son los “peligros de la mejoría”, en
el presente caso, relacionado con los costos para una dinámica familiar que la tenía a ella
como mantenedora y guardiana del status quo. Como afirman los autores citados, tal
indicación es útil para personas cuya larga inacción, múltiples comienzos falsos o continuos
fracasos han llevado a que sean etiquetados como “crónicos” o “difíciles”, que es
exactamente lo que ocurría con Raquel.

Continuando lo antepuesto, es sabido que la visión compartida de las metas y los


métodos de tratamiento es esencial para el establecimiento de una buena alianza de trabajo
(Bordin, 1979, 1994; en Bachelor y Horvarth, 1999), y que esta relación, más
concretamente, el entendimiento, el encaje o la compatibilidad entre ambos (la diada
terapeuta/paciente) facilita o dificulta la labor, y por ende su resultado en la terapia
(Corbella y Botella, 2003). Por esto, lo que se busca, como afirman Berg y Miller, (1996)

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es que paciente y terapeuta juntos determinen el tipo de relación que se construye, y de esta
manera, determinaran las metas que se desprendan de esta.

Así, en aras de crear y reforzar la alianza terapéutica, y que con ello la paciente se
comprometiera y se orientara al logro, se procuró trabajar en lo que ella consideraba
importante (Hubble et al., 1999). Se escuchó y respetó su teoría, para que así sus metas y la
relación (la alianza terapéutica) no fueran vislumbradas por separado, procurando que
fuesen vistas como “nuestras metas”, ya que, lo que se evalúe por paciente y profesional
como una buena alianza terapéutica está consistentemente relacionada con los resultados
terapéuticos positivos (Ogles et al., 1999), debido a que a pesar de cuán crónico, intratable
o imposible pueda parecer un caso, si la visión que el paciente tiene de la relación
terapéutica es favorable, la probabilidades están a favor de que el cambio ocurra (Hubble,
M., Duncan, B., and Miller, S., 1999).

Al mismo tiempo que se hacía un esfuerzo continuo por formar un buen equipo de
trabajo, se tenía en cuenta la máxima de que el tratamiento debiera estar orientado hacia el
futuro (Hubble et al., 1999, pp.419-420); se mantenía continuo el esfuerzo por no
rememorar con frecuencia (a no ser de su utilización estratégica), o trabajar con o en base al
pasado; “[…] lo que cuenta en la facilitación de la esperanza y las expectativas positivas es
desafiar o modificar las presunciones pesimistas que tienen los clientes del futuro. […]
Cuando [se] trabaja orientado al futuro, ayudar a los clientes en la descripción del futuro
que quieren, tiende a hacer que el futuro se destaque más que el presente”.

Como lo señalan DeJong y Berg, (1998), la mayoría de los pacientes tienen


dificultades para expresar claramente lo que quieren, por lo que junto a esto, el terapeuta
debe ayudar a descubrir a los otros significativos en relación al problema, y así definir las
metas en términos interaccionales, lo cual se ajustaba “al dedillo” en el caso de Raquel.
Estos mismos autores mencionan, siguiendo esta línea, que las metas bien formuladas,
están descritas en términos de la presencia de algo positivo, en lugar de la ausencia de los
problemas experimentados. Esto se intentó plasmar con el planteamiento de las preguntas
reflexivas orientadas al futuro (Tomm, 1987b), realizadas en la tercera sesión, puesto que
hacer preguntas reflexivas, situadas en el polo de la facilitación, se centra más en un
reconocimiento explícito de la autonomía del individuo a la hora de determinar el resultado,
debido a su efecto generativo sobre el paciente y quienes le acompañan, lo que además es
determinante a la hora del resultado. Asimismo, señala el último autor citado, las familias
con problemas están a veces tan preocupadas por las dificultades del presente o los
problemas pasados que, en efecto, viven como si no tuviesen futuro; igualmente, y para
peor pronóstico, las personas y familias que se perciban (continuamente) con problemas
tienden a experimentarse ellos mismos como desviados o anormales.

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Una forma de transformar las metas en algo tangible o realista, es pedirle al paciente
que las defina en algo concreto (DeJong y Berg, 1998), ya que la disposición de metas
realistas ayuda, además, a que los pacientes progresen y continúen progresando una vez que
ha finalizado el tratamiento (Prochaska, 1999). Por lo mismo, es útil ayudar al paciente a
construir un cuadro de cómo estarán las cosas cuando el problema esté resuelto (De Shazer,
2005), lo que la paciente relaciona con claridad a lograr terminar su enseñanza media,
mantener estabilidad laboral y ante todo, por la impetuosidad con la que se refería a ello, el
poder estar más tiempo o francamente vivir con sus hijos.

Con respecto y suma al énfasis de los últimos tres párrafos, el hablar acerca de los
posibles futuros alternativos, cuando la queja ya no sea queja, ayuda a crear la expectativa
de que el cambio no solo es posible, sino que inevitable (De Shazer et al., 1986); o, dicho
de otro modo (Selekman, 2001), lo que está en discusión no es si el cambio se producirá,
sino cuando habrá de producirse.

De esta manera, algo que se esperaba dejar implícito en el proceso terapéutico,


como afirman Bachelor y Horvarth (1999), era que la paciente supiera que su compromiso
con el proceso de terapia tenía más importancia en el resultado final que sus rasgos
preexistentes (la sumatoria de sus problemas acumulados desde su adolescencia), y que,
junto a esto, sus percepciones y sentimientos, junto a la insatisfacción, relacionados con la
terapia son de valioso y determinante aporte. Para conseguirlo, es clave la actitud que como
terapeuta se asuma con respecto a la habilidad del paciente; tal actitud implica tratar a los
pacientes como si fueran capaces y tuvieran las fortalezas y recursos necesarios para
resolver sus problemas (Watzlawick, 1987, citado en Hubble, M., Duncan, B., and Miller,
S., 1999). Lo importante, o al menos lo que se esforzó por hacer con Raquel, fue a que
viera sus cambios, así como su mantención, como un corolario de su propio esfuerzo
(Miller et al., 1997a, citado en Hubble, M., Duncan, B., and Miller, S., 1999).

Así, cualquiera sea la vía que se adopte como terapeuta, es importante tener presente
que el propósito no es tanto identificar lo que los pacientes necesitan, como lo que ya hay
en sus vidas que puede ser utilizado y que los motive en el alcance de sus metas (Miller et
al., 1997a, citado en Hubble, M., Duncan, B., and Miller, S., 1999). Con respecto al último
punto mencionado, Hubble et al., (1999), afirma que todas (¡todas!) las personas tienen
motivación, por lo que es más acertado afirmar que la motivación de los pacientes “no
motivados” no encajan con las metas y/o expectativas de los terapeutas. Además, aseveran
estos mismos autores, la motivación estaría mucho más determinada por el contexto que
por la personalidad.

En relación a las metas y su pronto alcance, es que la previa intención de utilizar la


técnica de externalización (Tomm, 1997; White, 1997; Selekman, 2001), es desechada por

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considerar que significaría una suerte de estancamiento en el proceso, como se explicita en
el desarrollo de la descripción y evolución de las sesiones.

A través de las sesiones se pudo deducir que, como en muchos otros casos, en el acá
descrito, el síntoma era mantenido por el mismo comportamiento que trataba de suprimirlo
(Hoffman, 1987); y ante eso, en palabras de de Shazer (et al., 1986), las soluciones apuntan
a cambiar las interacciones en el contexto de las restricciones de esa situación única.
Puntualmente, sólo era necesario un pequeño cambio (pero estratégico), es decir, solo una
pequeña y razonable meta era necesaria; no importa cuan enorme y cuan compleja sea la
situación, un cambio pequeño en una conducta de la persona puede llevar a profundas
diferencias. Esto, como menciona el autor, debido a que en la visión de terapia que se
plantea (o al menos se intenta), los pacientes tienen los recursos necesarios para lograr sus
objetivos, aunque por momentos puedan no usarlos o tenerlos olvidados: es ahí donde la
tarea del terapeuta sería movilizar estos recursos, ayudar al paciente/familia que se ayude a
sí mismo y además, si se puede, hacerlo en el menor tiempo posible.

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4. DESCRIPCIÓN Y EVOLUCIÓN DE SESIONES E
INTERVENCIONES

4.1. SESIÓN I

§ Fecha: jueves 27 de septiembre, 2007.

Entran Raquel y su madre, quien solicita la hora, y es ésta quien toma la iniciativa
para describir la situación actual, por ella calificada como “grave e insostenible”, a la vez
que redundaba en similares adjetivos descriptivos en su afán, sin clarificar ni puntualizar
algo particular. En los minutos que esto sucedía, Raquel se mantenía silenciosa y cabizbaja,
con nula participación verbal en la conversación ni asintiendo con gestos lo que su madre
afirmaba, dando la impresión, con su expresión facial y pasividad general, de experimentar
angustia e impotencia.

Luego de que los esfuerzos por detener la perorata de su madre rindieran frutos, se
solicita a Raquel su perspectiva sobre los hechos, preguntándole: “Bueno… tras el esfuerzo
de su madre por dar una completa panorámica del cuadro actual, cuéntenos ¿Qué es lo
que a usted la trae por acá; qué la motiva a consultar a un Psicólogo por primera vez?”.

Tras un tiempo de latencia, responde: “Siento pena… estoy angustiada…son muchos


mis problemas”. De inmediato, de hecho antes de que terminara la frase, su madre
interviene (lo cual será una tónica que paulatinamente irá disminuyendo mientras estén
juntas en sesiones), exigiéndole que ella debe contar todo cuanto le sucede, y no ocultar
información, comunicando que es esa una actitud que le es típica.

Con calma, se les explica a ambas que es natural en nosotros, los humanos, padecer
varios problemas a la vez, que algunos, actuando como causas, inician reacciones, y otros,
los gatilladores, desencadenan los mismos, así que bajo esa perspectiva, se le solicita a
Raquel que ejerza una priorización de sus problemas, destacando los que le reporten peores
resultados.

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Luego de un receso en el cual su madre la incita a decir cual era su problema de
toda la vida, afirma que en la amplia gama de conflictos distinguía un denominador común,
algo que actuaba como gatillador de su recurrente problemática: su necesidad irrefrenable
de mentir: “¡Mi hija es una mitómana, así, con todas sus letras! ¡Ese es su problema desde
que tiene uso de razón; y ahora hizo que se derramara la última gota del vaso!”

Tras afirmar esto, Bernarda, adelantándose a una posible indicación tras apreciar
una mueca de Raquel, afirma que le encantaría dejarnos conversar a solas, pero que ya no
confía en su hija, por lo que seguramente relataría los hechos a su manera, lo cual,
interpretando, sería más de los mismo y no ayudaría a obtener una solución a éste problema
de larga data. Consultando a Raquel sobre este punto, con un gesto respondió que no le
afectaba que madre continuase en sesión.

Después de chequear si era éste o no su motivo principal de problematización, se


trabaja con la mitomanía como motivo de consulta (MC). Bernarda edifica sobre el MC una
serie de connotaciones negativas, desprendiendo de éste un rarificado ambiente familiar,
continuas discusiones matrimoniales (en donde ella actuaba como encubridora/defensora de
hija), y, la ahora acentuada precaria relación entre ambas. Seguidamente, se le pregunta a
Raquel desde cuando se ha manifestado en ella (desde ya buscando generar distancia/quitar
carga) el MC y cual podría ser la motivación para su continuidad, a lo que responde que
desde aproximadamente iniciada su adolescencia y que lo más certero que puede afirmar es
que siempre lo ha hecho para hacer felices a sus padres.

Escuchado esto, y apreciando la reacción de desconcierto de Bernarda, se deja un


espacio para el silencio. Reparando sobre su respuesta, continúa afirmando que sus padres
han sido un pilar en su vida, realzado tras la separación, y que ante todo desea retribuir a su
afecto pero que claramente todo no resultaba como esperaba. A través de su comentario, es
Bernarda quien lenta y sutilmente comienza a adoptar la postura física que su hija
manifiesta al principio de la sesión. Al momento de saber el por qué asiste a consulta ahora,
y no anteriormente, señala que ahora se ha visto sola y experimentando una falta de apoyo
como no había percibido con anterioridad.

Como respuesta a lo expuesto en la sesión, se da interpretación de que el MC


presentado por Raquel lejos de ser problemático, es completamente funcional a la
estabilidad familiar: a Bernarda se le indica que el tratamiento realizado con ella no rendía
los frutos esperados debido a que no habíamos indagado en una valiosa información, la que
explicaba la particular dinámica familiar y que luego de esta conversación las piezas
comenzaban a encajar. A Raquel se le afirma que su papel es crucial dentro de la familia, y
que de una u otra forma no había tenido otra opción que elegirlo: ella debía causar y ser un
problema para mantener a sus padres unidos y que ambos mancomunaran esfuerzos en su
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ayuda, por lo que ha debido sacrificarse1 durante estos años dando la imagen de
problemática y, como si aún fuese una adolescente, demostrar no tener las armas personales
como para no resolver los avatares de su vida por sí sola; se le elogia por ser tan buena hija
y demostrar tan férreamente su amor por sus padres, aún siendo incomprendida por éstos.
Se explica, además, cómo Raquel a suplido funciones que eran propias de Bernarda
en la familia, lo que, por ende, explicaría continuas recaídas y su propia inexperiencia para
enfrentar conflictos, ya que toda responsabilidad se le atribuía a hija.

Antes de las tentativas indicaciones a seguir, se relata la fábula de Pedrito y el lobo,


por ambas conocida, haciendo hincapié, a modo de prescribir el síntoma, que dada su bien
ganada y dedicada fama, iba a resultar difícil, por no decir imposible, que comenzaran a
creer y confiar en ella de un día para otro, así que se le otorgaba una especie de fuero para
que siguiera mintiendo sin preocuparse mayormente por un tiempo más, recalcando lo lento
de un supuesto cambio; mal que mal, su MC era un corolario de la relación familiar y a
ella, sin que se le preguntase, se le había asignado la nada fácil tarea de mantener a todos
unidos. Algo que se había mantenido por más de quince años no podía pretenderse cambiar
en un par de semanas; y si así fuese, las consecuencias podía ser desastrosas, salvo para
Raquel.

Finalizada la primera sesión, como indicaciones terapéuticas a desarrollar en el


presente caso, destacan:

• Identificar y plantear metas a corto y mediano plazo.


• Proyectar los signos que podrían hablar de mejoría.
• Buscar excepciones (de Shazer et al., 1986) al motivo de consulta que
emerjan en la pauta interaccional.
• Se le propone desarrollar una de las reglas promovidas por el Centro de
Terapia Familiar Breve de Milwaukee (BFTC): “Si algo funciona, haga más
de eso. Si no funciona, no lo haga de nuevo: haga algo diferente” (De Shazer
et al., 1986).

Como notas personales al margen, se resalta que:

• No se profundizó (evitando una visión problematizadora) en ciertos aspectos


en los cuáles surgieron dudas o, al menos, quedaron vacíos, como por
ejemplo, el por qué ella no obtuvo tutela de hijos, cómo es la dinámica

1
Redefinición terapéutica.

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familiar ahora que ha vuelto a vivir con familia de origen, cual es el rol del
padre, etc.

• No se le consulta a madre, buscando desde ya desviar levemente el foco de


atención, cual fue la gota que rebalsó el vaso que las lleva a terapia, lo que a
juicio personal, más que ofrecer una visión “solucionadora”, redundaría en
un espiral de descalificaciones o una diatriba que, entre otros aspectos,
ayudarían a no hacer breve la terapia.

• Se deja patente que desde la visión de las fases del cambio, Raquel se
encuentra en la fase de contemplación (Prochaska, 1999), y que la relación
es de tipo “demandante” (Berg y Miller, 1996), debido a que terapeuta y
paciente, juntos, identifican una dolencia o objetivo de tratamiento, pero no
se han clarificado aún los pasos concretos que necesita para producir una
solución.

• Se hace la distinción de que Raquel es tratada, incluso más que como una
adolescente, como una niña por parte de su madre, pero se opta por no
verbalizar este pensamiento, sopesando su efecto “socavador” en la paciente,
y evitando que este se convierta en un comentario anti terapéutico (de
Shazer, 2005).

• No se verbaliza ante la paciente, pero se tiene en atención la consigna de la


Terapia Centrada en Resolución de Problemas (Weakland et al., 1974), de
que a menudo el comportamiento más lógico es el que puede estar
perpetuando el problema.

• Al ser espectador de la forma de relacionarse entre madre e hija, ante todo en


la manera/modo de expresarse de Bernarda, lo primero que se trae a colación
es los aspectos relacionales descritos por Bateson en su teoría doble vincular
(Bateson, G., Jackson, D., Haley, J., Weakland, J., 1956).

• La instrucción paradojal introducida a través de la fábula a modo de


prescripción del síntoma (Weakland et al., 1974), implica mantener un
comportamiento en apariencia opuesto al objetivo deseado, para justamente
moverse hacia ella.

• La actitud y semblante con que se finaliza la sesión, en ambas, es


diametralmente opuesta a la presentada los primeros minutos de la misma.
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4.2. SESIÓN II

§ Fecha: jueves 11 de octubre, 2007.

Asisten madre e hija, y es la primera quién señala, antes que se le consultara a la


paciente sobre qué cosas van mejor (Herrero de Vega et al., 2001), que cinco días atrás
Raquel había intentado suicidarse mediante una sobredosis de fármacos (Amitriptilina), por
lo que debió permanecer hospitalizada por tres días. Resultó disonante que durante la
verborrea de Bernarda, la aludida mantuviera una actitud contraria a la de una persona que
estuvo cercana a morir, demostrándose tranquila y pasiva. Se escucha el relato tendiente a
la descalificación de madre, preguntándosele luego si desea agregar algo más que le llamara
la atención, ya que se la sesión iba a continuar sólo con Raquel, a lo que contestó que no.

Sin dejar mayor espacio para el silencio, ni esperar alguna pregunta de parte del
terapeuta, la paciente afirma: “Es raro, pero después de esto me siento mucho mejor
(intento de suicidio)… ¡no sabría explicar el porqué, ahora no siento tanta angustia!”. Tras
reparar en lo anterior, se indaga en la (s) excepción (es) que ella aprecia en la regla general
de interacción familiar, a lo cual responde que para que efectivamente se logren momentos
de armonía familiar ella debe mentir distorsionando algún hecho para tranquilidad de su
familia (especialmente a padres), acto que con regularidad genera mayores problemas que
los que inicialmente se esperaba evitar: “¡Debo ocultar o inventar cosas para que a veces
se hable o no se discuta en la casa, pero desde hace tiempo que todo termina peor de cómo
estaba al principio!”.

Para finalizar reunión se le solicita a Raquel -como tarea- que repare en por qué cree
que debe intervenir no tanto en la relación familiar, sino en la relación de sus padres (antes
se le recalca su rol mantenedor de la homeostasis, ante todo con respecto a padres), a su
sabido costo de quedar como alguien poco confiable, imagen que ella se había esmerado en
construir y mantener por más de diez años. Antes de que abandone el box, y sin consultar lo
sucedido entre sesiones a este particular, se le solicita que se esfuerce por no dejar de
mentir y así no alterar su reacción acostumbrada ante el menor conflicto, recordándole el
coste que le podría traer al no estar preparada para un eventual cambio.

Finalizada la segunda sesión, como indicaciones terapéuticas a desarrollar, destacan:

• Ampliar marco de excepciones (de Shazer et al., 1986) en la pauta cotidiana


de relación familiar.

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• En el caso que la prescripción de síntoma (Weakland et al., 1974), no
tuviese efecto paradojal esperado, se piensa en desarrollar la externalización
del problema (Tomm, 1997; White, 1997; Selekman, 2001), en este caso, el
mentir.

• Realizar Pregunta de Escala (Berg y de Shazer, 2001).

• Indagar en la idea de mejoría de paciente.

Como nota personal al margen:

• El intento suicida fue completamente inesperado y no concordante con la


idea de evolución, pero se realizó esfuerzo por minimizar, no soslayar, su
causa, y procurar que no interviniese mayormente en las indicaciones de
tratamiento. Se reconoce a la vez que pudo haber sido utilizado
estratégicamente como agente de movilización al cambio y que el riesgo de
la decisión fue alto, más por sus efectos interaccionales que vitales, visto el
hecho como un “aviso”.

4.3. SESIÓN III

§ Fecha: viernes 25 de octubre, 2007.

Raquel es acompañada por madre, a quien se le solicita esta vez quedarse por más
tiempo en sesión para chequear perspectiva personal sobre evolución de caso y contestar un
par de preguntas en particular. Comenta que ha visto mucho mejor a hija, “con más ánimo y
más fuerza”, destacando tranquilidad general en clima familiar.

Se les explica a ambas en qué consiste una Pregunta de Escala (Berg y de Shazer,
2001) y se plantea de la siguiente forma: “Miren, vamos a usar una escala que va del uno
al diez, en donde el uno es como peor puede sentirse alguien, algo así como lo que llaman
tocar fondo, y el diez lo mejor; el estado ideal en que a uno le gustaría estar. Tomen como
parámetro el estado en que se encontraba Raquel antes de venir a terapia, ese sería el uno.
Así, del uno al diez: ¿en qué número se encuentra actualmente Raquel?”

Se decide comenzar escuchando a Bernarda, dejando claro que las respuestas son en
referencia a Raquel. Una vez formulada, la madre responde que la hija está en un siete,
evidenciando y valorando cambio (menciona vagamente que no la ha sorprendido en
mentiras), destacando su buen ánimo y menor irritabilidad (“está menos gritona y

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rabiosa”); señalando que el tiempo que están juntas no discuten ni en la frecuencia ni en el
tono que acostumbraban a hacer.

Raquel por su parte se evaluó con un seis, “ya que cuando estoy sola igual me
deprimo a veces, si no me pondría un número más alto”. Entre los factores que la han
ayudado en esta alza emergen el giro hacia la afectividad de su padres, el saber de la
estabilidad (económica) de hijos y el darse cuenta, de a poco, que puede realizar cambios
en ella y su entorno si se lo propone. Además, da una opinión que reflejaría el por qué del
estado actual de la relación, que a la vez pueda ser una condicionante a futuro: “Mi mamá
está tan preocupada por mí que ni siquiera tiene tiempo para deprimirse... fuma igual pero
no la he visto tomar (beber). Ahora incluso no tiene problemas para dormir” Sin decir
mayor palabra, su madre asintió con un gesto. Con respecto a lo que faltaría para continuar
alza en la escala, sugiere que continuar contando con el apoyo de padres es fundamental,
junto con lograr mayor independencia y autonomía económica, por lo que ve seria la
posibilidad de completar su Enseñanza Media; también lograr estabilidad laboral,
pensando, afirma, en vivir junto a hijos.

Luego de tratar las implicaciones (clarificadoras, por cierto) desprendidas de la


Pregunta de Escala, y aprovechando la dirección que toma el diálogo tras ésta, se le realizan
algunas preguntas reflexivas orientadas al futuro (Tomm, 1987 b). Estas fueron: A] ¿Qué
debería suceder para que pudiera alcanzar sus objetivos? B] ¿Que debería hacer
puntualmente usted para que se logre uno sólo de esos objetivos? C] ¿Qué meta sería
razonable para los próximos seis meses? / ¿Y para el próximo año?

Sus respuestas tuvieron relación con la parte complementaria de la Pregunta de


Escala, ya que ampliaron lo mencionado con anterioridad: A] “Seguir actuando como lo he
hecho estás últimas semanas… no caer en el error de creer ayudar a los demás a costa
mía, lo que al final tampoco es bueno para ellos, ni para nadie. Además, debería continuar
esa buena onda que ahora hay con mi familia”. B] “Primero estar bien yo, o sea, ya me
siento bien, pero por más tiempo… mantenerme así por más tiempo. Pienso en tomarme las
cosas con calma”. C] “Me gustaría trabajar, y durar un buen tiempo trabajando; quiero
(retomar sus estudios para) salir de cuarto medio. Ojalá pueda sentirme bien, así como
¡qué rico estar así! Por esos meses”. / “Seguir trabajando, para poder estar con mis hijos y
poder tenerlos”.

Antes de dar por finalizada sesión, se le consulta a Raquel si queda algo que
comentar, algún hecho en particular digno de atención, señalando el cambio percibido en
padres con respecto a ella: “se ha dado lo que esperaba hace tiempo y para lo cual yo
cometía error tras error; ellos se demuestran más afectivos y cariñosos entre ellos y
conmigo...”. Resalta además que (para lograr cambio) el comportamiento de los miembros
de la familia ha sido más afectivo por sobre lo castigador que acostumbraba a ser.
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Se le asigna tarea (responder qué, de cuánto en el presente acontece en su vida,
espera que siga sucediendo); y, como si careciera de importancia o fuese visto como algo
que difícilmente se superará, se vuelve a pedir que vaya lento con lo de sus mentiras,
subrayando el tiempo que esto acostumbra a tomar para una paulatina remisión. Además, se
le felicita por los logros alcanzados en tan breve tiempo y a la vez significativos para ella,
afirmando (Weakland et al., 1974) que un pequeño cambio es a menudo suficiente para
iniciar un desarrollo progresivo mayor, como actualmente se aprecia en su caso.

Finalizada la tercera sesión, las indicaciones terapéuticas a desarrollar son:

• Se le solicita como tarea que mencione qué, de cuanto sucede en su vida


actualmente, le gustaría que siguiese sucediendo (De Shazer et al., 1986).
• Complementar, según Pregunta de Escala (Berg y De Shazer, 2001), que
falta para estar lo más cerca de un diez posible.
• Indagar si el marco de excepción (es) (De Shazer et al., 1986) en la pauta de
relación familiar ha variado.
• Chequear la evolución con el Cuestionario de Resultados OQ-45.2 (von
Bergen, de la Parra, 2002; de Lambert et al., 1996; Miller et al., 2004), para
medir el progreso durante la terapia.
• Se acuerda, en base a su evolución y casi ausencia de sintomatología que la
trajo a tratamiento, que el próximo control sea dentro de aproximadamente
un mes; si ocurriera algún imponderable, podría volver antes; lo anterior
basado en la indicación promovida por el BFTC: “Puesto que las cosas están
yendo mejor, usted no necesita venir a terapia tan frecuentemente” (De
Shazer et al., 1986, pp. 219).

Como notas personales al margen, se resalta que:

• Desde que fue definido el MC y se hace analogía con la mencionada fábula


en la primera sesión, el tema de su supuesta mitomanía no fue tratada o
confrontada directamente, a menos que no fuese de alguna manera implícita
dentro del diálogo. Se cuida de dar impresión que tal hecho es algo así como
caso perdido o de difícil solución, así que el tratamiento debe ir por otra
dirección; en el caso de que ella insista en remitir o suprimir tal conducta
debe tener claro el coste de su cambio, razón por la cual debe ir con lentitud
extrema.

• En base a lo anterior, y en vista que MC es cada vez menos latente y


mencionado en sesiones, lo que reflejaría relativo éxito de prescripción
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paradojal, se opta por no pretender externalizarlo (Tomm, 1997; White,
1997; Selekman, 2001), ya que sería darle importancia que a esta altura no
merece, pudiendo causar efecto contrario al deseado (mientras más se habla
y trata sobre el mismo, menos cambio y/o remisión presenta).

• Se reconoce que las preguntas reflexivas planteadas (Tomm, 1987 b),


específicamente las orientadas al futuro, se podrían haber complementado a
través de, por ejemplo, la operacionalización de objetivos que plantea el
mismo autor; a saber: ¿Cómo se dará cuenta cuando haya alcanzado esa
meta? ¿Qué conducta sería la más clarificadora para usted? Lo anterior se
desestima por entender que la “orientación a la base” ya había sido
clarificada.

• A través de las sesiones, y con frecuencia no literalmente, se le persuade,


teniendo en cuanta uno de los principios del MRI, a “pensar en pequeño”
(Weakland et al., 1974), de forma de trabajar en forma acotada hacia su
alivio.

4.4. SESIÓN IV

§ Fecha: jueves 06 de diciembre, 2007.

Raquel asiste junto a madre, pero a petición personal es atendida de manera


individual. Lo primero, se le solicita que mencione que es lo que desea que continúe
ocurriendo: “Ante todo, sentirme como me siento...bien... ahora los bajones son
esporádicos. Siento el apoyo de mi familia y espero que ellos también el mío, en lo que sea;
además, siento que hay más confianza, al menos más que antes, entre nosotros (familia)”.

La sesión continúa con Raquel relatando lo bien que ha funcionado durante el


último mes, y que el bienestar experimentado en la actualidad tenía vagos registros en su
memoria. La relación familiar no es percibida de manera muy distinta a lo que es su propia
persona, por lo que resumió que todo en su contexto estaba en una situación casi
inmejorable; casi, salvo por algunos asuntos personales que eran desde hace años la piedra
en su zapato, aspectos en los que se repara con relativa brevedad.

Consultada sobre la (s) excepción (es) (entendida como “cualquier cosa que no esté
incluida en la regla de la queja”, de Shazer, 2005, p. 115) en el día a día de su núcleo

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familiar, relata que los momentos en los que ella debía intervenir para que ocurriesen son
los más frecuentes ahora en la convivencia, sin necesidad de su disfuncional
comportamiento: “Ahora me saqué un peso, me relajé, y no quiero volver a lo mismo”.

Se le hace ver lo sorprendido por el cambio demostrado, la claridad con que ahora
aprecia su comportamiento y sus efectos, y el hecho que haya podido encontrar otra
conducta sin necesidad de distorsionar y falsear información, cualquiera sea ésta (se le
elogia a la manera planteada por de Shazer et al., 1986, ayudándola a verse a sí misma
como una persona normal con dificultades normales). Se concuerda en la evidente mejoría
y se proyectan metas a lograr en el futuro próximo, aconsejándole, nuevamente, lentitud en
su accionar.

Finalizada la cuarta sesión, las indicaciones terapéuticas son:

• Realizar el próximo control dentro de un plazo de uno a dos meses. En caso


de urgencia, podría volver antes.
• Se le solicita que haga lo posible para seguir como está, teniendo la
precaución de no alterar la dinámica familiar actual.
• Reevaluar con Cuestionario de Resultados OQ-45.2 (von Bergen, de la
Parra, 2002; de Lambert et al., 1996; Miller et al., 2004).
• Chequear avances y logro de objetivos (en base a idea de mejoría). Evaluar
conjuntamente la posibilidad de Alta al tratamiento psicoterapéutico.

Como notas personales al margen, se resalta que:

• La concepción personal de mejoría queda implícita en su respuesta a lo que


desea que continúe ocurriendo, por lo que gran parte de los objetivos
desprendidos de ésta se dan por conseguidos. El énfasis se da ahora en la
mantención de los mismos.

• En un momento de la sesión, Raquel habla en extenso sobre la temática de


sus hijos poniendo el acento en relación a "recuperarlos". Se estima que esto
habla de su buen momento, al dejar de lado MC primario y por lo tanto
enfocando la atención en asuntos ahora más importantes; así como también
se aprecia que podría significar otro MC y/o condicionante de tratamiento,
por lo que, destacando que "Troya no se conquistó en un día", se acuerda
que tal temática sea apreciada como un objetivo a alcanzar. De ser así, no
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sería más que el reflejo del éxito de su constancia y valía personal al obtener
lo propuesto.

4.5. SESIÓN V

§ Fecha: jueves 03 de enero, 2008.

* No se realiza sesión programada, debido a que quien escribe se encontraba con


licencia médica. Se hace contacto con lugar de atención para reprogramar la citación el día
jueves siete de febrero, a la cual Raquel no asiste.

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5. SEGUIMIENTO

1] El día lunes diez de marzo del año 2008 se entabla una conversación con
Bernarda en Establecimiento de Salud, quién de inmediato hace referencia a su nuevamente
precario estado de salud, haciendo clara alusión a sus oscilaciones anímicas. Antes de ser
consultada por información puntual, afirma que Raquel lamentaba el no poder seguir
asistiendo a controles terapéuticos, porque el horario de trabajo se lo impedía; había
comenzado a realizar funciones de Asesora del Hogar para turistas del Lago Vichuquén.
Durante la temporada estival -señala- la relación entre los integrantes de la familia había
transcurrido de inmejorable manera, primando un clima de abierto diálogo y humor. Raquel
lamentaba más -continúa- el no poder retomar controles de manera indefinida, debido a que
había sido tan bien evaluada por los patrones, que le ofrecieron trabajo puertas adentro en
Santiago.

Luego de un acotado intercambio de palabras más, se le pide que le comunique a


Raquel lo satisfactorio para este profesional su situación actual, que la felicite por sus
logros, y que la “notifique” de su Alta al tratamiento psicoterapéutico, pudiendo volver a él
cuando su trabajo se lo permita o cuando lo estime conveniente. A Bernarda se le ofrece
retomar controles terapéuticos individuales, a la brevedad, si así lo desea.

2] El día lunes veintidós de septiembre, Raquel asiste nuevamente al


Establecimiento de Salud para consultar en Morbilidad; una vez vista en la sala de espera,
se aprovecha oportunidad para, informalmente, consultar por estado general de salud. En
una breve conversación, Raquel deja entrever su percepción subjetiva de estabilidad,
remitiéndose a su buen desempeño laboral (estaba en la comuna para hacer un “pituto” a un
amigo candidato a cargo público), la significativa mejor calidad de la relación familiar y, en
sí, su buena “salud mental”.

Sabiendo que mencionarlo no es de mayor relevancia, llama la atención el cambio


en su apariencia, evidenciando una notable preocupación por su imagen personal, y todo lo
que ese hecho significa en lo intrapersonal. Se acuerdan controles en caso de recaída o
meramente de considerarlo ella necesario.

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6. REFLEXIONES FINALES

Debido a que no se realiza la quinta sesión, en donde si la paciente continuaba


presentando las mismas características de evolución se acordaría el alta de tratamiento, no
se pudo formalizar esta indicación ni otras evaluaciones, como lo son el Cuestionario de
Resultados OQ-45.2 y la reformulación de la Pregunta de Escala, por mencionar algunas.

En relación al alta y su mantención, el hecho que Raquel haya podido cumplir con
uno de sus principales objetivos, y además la mantención que significa el irse a trabajar a
Santiago implica, a un modo de ver, la consecución de dos logros: a) romper con su pauta
acostumbrada de funcionamiento, que apareja dejar atrás frustraciones, profecías auto-
cumplidas, continuos fracasos, y ante todo, salir del circulo vicioso de la dinámica familiar;
y b) verse como una persona normal con problemas, capaz de hacerle frente a los avatares
de su vida y que además tiene la capacidad de salir airosa, aunque esto le lleve más tiempo
del deseado.

Con la intención de hacer un breve post análisis de los postulados que estuvieron
presentes en el armado del proceso de psicoterapia llevado en conjunto con Raquel, se
comienza diciendo que se tiene en atenta consideración el hecho que la clase de problemas
que las personas llevan a terapia (cotidianos, fortuitos de la vida en su mayoría), persisten
solamente si son mantenidos por el comportamiento de ellos mismos y con quienes
interactúan; si ese comportamiento que mantiene el problema es cambiado apropiadamente
o eliminado, el problema se resolverá o desaparecerá, sin importar su naturaleza, origen o
duración (Weakland et al., 1974).

En palabras de Karl Tomm (1988, p.3): “[…] el que un terapeuta haga ante todo
preguntas y se abstenga de hacer afirmaciones, […] ayuda a que los clientes sean
estimulados a reflexionar sobre sus problemas por su propia cuenta. Esto fomenta la
autonomía de los clientes y permite a los miembros de la familia un mayor sentimiento de
logro personal cuando se produce cambio terapéutico, en vez de inducir dependencia del
conocimiento especializado del terapeuta”. Para complementar lo anterior, se aprecia que
sin una meta, (común del cambio, Miller et al., 2004) cualquier terapia podría convertirse
en un esfuerzo de larga duración (de Shazer et al., 1986).

Con respecto a la alianza de trabajo conformada, a lo ya mencionado en los


Fundamentos Teóricos de las Intervenciones Terapéuticas, se añade que el protagonista
debe ser el “nosotros” y la riqueza del diálogo, por sobre alguna característica sobresaliente
del terapeuta o algo particular del paciente, en donde no se trata tanto de ser terapeutas
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hábiles como de ser buenos conversadores buscando un ajuste con los pacientes a través de
preguntas que favorezcan cambios (Rodríguez Morejón y Beyebach, 1997, entre otros
conceptos, refiriéndose al “terapeuta estúpido” por el que prefieren hacerse pasar para
desarrollar colaboración y alcanzar metas); o al meramente curioso, que funciona desde la
postura del “no saber”, como describe por Anderson y Goolishian, (1992).

Se considera pertinente y relevante a la vez destacar la máxima de que “no es


necesario conocer un problema para solucionarlo”, desplegada en el contexto de la Terapia
Centrada en el Desarrollo de Soluciones: como una llave maestra, una intervención solo
necesita abrir el camino a una solución, la cual puede desarrollarse sin necesidad de
conocer todos los detalles de la queja (de Shazer et al., 1986). Ante esto, se reconoce la
utilidad, claridad, simplicidad y efectividad (para una persona que tenga la experiencia, que
quien acá escribe aún no alcanza) del formato de BFTC: establecer queja, buscar
excepciones, construir metas y definir soluciones. Se complementa lo preliminar con una
frase del propio de Shazer (2005), que menciona que un pequeño cambio es lo máximo que
el terapeuta debiera ayudar a desarrollar a un paciente. Una vez que ese pequeño cambio se
ha desarrollado, el terapeuta debiera apartarse y permitir que la desviación “benéfica” se
amplíe en forma natural.

A modo de evaluación final del tratamiento (Weakland et al., 1974), esta se hace
desde la respuesta a dos interrogantes: ¿El comportamiento ha cambiado según lo
planeado? ¿Se ha aliviado la queja? En vista de los resultados, la respuesta a ambas
preguntas es Sí.

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