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ALUMNO
Manuel Pérez Ayala
1. INTRODUCIÓN……………………………………………………………………………. 1
2.1. INDIVIDUALIZACIÓN…………………………………………………………………………………………. 2
2.3. QUEJA…………………………………………………………………………………………………………… 2
3. MARCO TEÓRICO………………………………………………………………………… 6
5. SEGUIMIENTO……………………………………………………………………………...18
6. REFLEXIONES FINALES…………………………………………………………………....19
7. BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………………21
Este caso fue escogido para ser presentado por varias razones: el tiempo que había
transcurrido desde que en la paciente se presentaba la queja o problema, sus efectos
perjudiciales en la dinámica familiar y su interacción, y la posibilidad de tratar a dos
consultantes integrando y ampliando la problemática como una sola que les atañe en común
(siendo una de esas una paciente policonsultora, que presenta recidivas, precaria
adherencia, y un peor pronóstico de evolución).
2.1. INDIVIDUALIZACIÓN
• NOMBRE: Raquel.
• EDAD: 30 años.
2.3. QUEJA
Mitomanía.
Ø ¿Desde cuando?
A través del proceso terapéutico queda implícito, a juicio del profesional, que
Raquel ve su idea de cambio y mejoría en estricta relación con salirse del círculo vicioso
que le significa la relación con su familia de origen.
Bernarda, a la fecha 54 años de edad, casada y madre de tres hijos, siendo una de
ellos Raquel, comienza proceso psicoterapéutico en Enero de 2007, derivada por Neurólogo
y Psiquiatra. A lo largo de su vida, Bernarda ha tenido diversas experiencias terapéuticas, la
mayoría de las cuales consideraba un mero fracaso, salvo dos excepciones, en donde el
criterio para evaluarlas era el prolongado tiempo que había tardado en recaer en su
característico estado angustioso. Esta vez, acudía por un intento suicida por sobredosis de
fármacos mezclada con alcohol, siendo el consumo de éste último una constante en ella
desde alrededor de los 30 años.
Raquel, segunda hija del matrimonio, es madre de tres hijos cuyas edades van desde
los 11 a los 4 años, y convivió durante aproximados nueve años con el padre de los
menores. Con dos separaciones en la relación (una de ellas fue por alrededor de cuatro
años), la última y según ella definitiva ocurrió hace ya dos años, atribuyéndola, entre otros
motivos, principalmente, al consumo de droga de éste. Por decisión convenida, los tres
hijos se quedan junto al padre y madre de éste, mientras Raquel, que se desempeñaba en
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El día jueves 27 de Septiembre, fecha en que había acordado control con Bernarda,
ésta asiste en compañía de Raquel, solicitando atención psicológica para ésta última,
denotando urgencia de la misma y aseverando que, considerándolo prioritario, se le diera
atención de hija, incluso en detrimento de ella. Antes de que se le confirmara que podían
asistir juntas, ambas se encontraban ya dentro del box.
Debido a lo anterior, al final de la primera sesión, y luego en las dos siguientes, esto
se le era recordado con ímpetu (además del “pensar pequeño”, promovido por el MRI;
Weakland et al., 1974), junto a otra indicación representativa de la tradición estratégica
(Fisch et al., 1982, citado en Hubble et a., 1999), como son los “peligros de la mejoría”, en
el presente caso, relacionado con los costos para una dinámica familiar que la tenía a ella
como mantenedora y guardiana del status quo. Como afirman los autores citados, tal
indicación es útil para personas cuya larga inacción, múltiples comienzos falsos o continuos
fracasos han llevado a que sean etiquetados como “crónicos” o “difíciles”, que es
exactamente lo que ocurría con Raquel.
Así, en aras de crear y reforzar la alianza terapéutica, y que con ello la paciente se
comprometiera y se orientara al logro, se procuró trabajar en lo que ella consideraba
importante (Hubble et al., 1999). Se escuchó y respetó su teoría, para que así sus metas y la
relación (la alianza terapéutica) no fueran vislumbradas por separado, procurando que
fuesen vistas como “nuestras metas”, ya que, lo que se evalúe por paciente y profesional
como una buena alianza terapéutica está consistentemente relacionada con los resultados
terapéuticos positivos (Ogles et al., 1999), debido a que a pesar de cuán crónico, intratable
o imposible pueda parecer un caso, si la visión que el paciente tiene de la relación
terapéutica es favorable, la probabilidades están a favor de que el cambio ocurra (Hubble,
M., Duncan, B., and Miller, S., 1999).
Al mismo tiempo que se hacía un esfuerzo continuo por formar un buen equipo de
trabajo, se tenía en cuenta la máxima de que el tratamiento debiera estar orientado hacia el
futuro (Hubble et al., 1999, pp.419-420); se mantenía continuo el esfuerzo por no
rememorar con frecuencia (a no ser de su utilización estratégica), o trabajar con o en base al
pasado; “[…] lo que cuenta en la facilitación de la esperanza y las expectativas positivas es
desafiar o modificar las presunciones pesimistas que tienen los clientes del futuro. […]
Cuando [se] trabaja orientado al futuro, ayudar a los clientes en la descripción del futuro
que quieren, tiende a hacer que el futuro se destaque más que el presente”.
Con respecto y suma al énfasis de los últimos tres párrafos, el hablar acerca de los
posibles futuros alternativos, cuando la queja ya no sea queja, ayuda a crear la expectativa
de que el cambio no solo es posible, sino que inevitable (De Shazer et al., 1986); o, dicho
de otro modo (Selekman, 2001), lo que está en discusión no es si el cambio se producirá,
sino cuando habrá de producirse.
Así, cualquiera sea la vía que se adopte como terapeuta, es importante tener presente
que el propósito no es tanto identificar lo que los pacientes necesitan, como lo que ya hay
en sus vidas que puede ser utilizado y que los motive en el alcance de sus metas (Miller et
al., 1997a, citado en Hubble, M., Duncan, B., and Miller, S., 1999). Con respecto al último
punto mencionado, Hubble et al., (1999), afirma que todas (¡todas!) las personas tienen
motivación, por lo que es más acertado afirmar que la motivación de los pacientes “no
motivados” no encajan con las metas y/o expectativas de los terapeutas. Además, aseveran
estos mismos autores, la motivación estaría mucho más determinada por el contexto que
por la personalidad.
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A través de las sesiones se pudo deducir que, como en muchos otros casos, en el acá
descrito, el síntoma era mantenido por el mismo comportamiento que trataba de suprimirlo
(Hoffman, 1987); y ante eso, en palabras de de Shazer (et al., 1986), las soluciones apuntan
a cambiar las interacciones en el contexto de las restricciones de esa situación única.
Puntualmente, sólo era necesario un pequeño cambio (pero estratégico), es decir, solo una
pequeña y razonable meta era necesaria; no importa cuan enorme y cuan compleja sea la
situación, un cambio pequeño en una conducta de la persona puede llevar a profundas
diferencias. Esto, como menciona el autor, debido a que en la visión de terapia que se
plantea (o al menos se intenta), los pacientes tienen los recursos necesarios para lograr sus
objetivos, aunque por momentos puedan no usarlos o tenerlos olvidados: es ahí donde la
tarea del terapeuta sería movilizar estos recursos, ayudar al paciente/familia que se ayude a
sí mismo y además, si se puede, hacerlo en el menor tiempo posible.
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4.1. SESIÓN I
Entran Raquel y su madre, quien solicita la hora, y es ésta quien toma la iniciativa
para describir la situación actual, por ella calificada como “grave e insostenible”, a la vez
que redundaba en similares adjetivos descriptivos en su afán, sin clarificar ni puntualizar
algo particular. En los minutos que esto sucedía, Raquel se mantenía silenciosa y cabizbaja,
con nula participación verbal en la conversación ni asintiendo con gestos lo que su madre
afirmaba, dando la impresión, con su expresión facial y pasividad general, de experimentar
angustia e impotencia.
Luego de que los esfuerzos por detener la perorata de su madre rindieran frutos, se
solicita a Raquel su perspectiva sobre los hechos, preguntándole: “Bueno… tras el esfuerzo
de su madre por dar una completa panorámica del cuadro actual, cuéntenos ¿Qué es lo
que a usted la trae por acá; qué la motiva a consultar a un Psicólogo por primera vez?”.
Con calma, se les explica a ambas que es natural en nosotros, los humanos, padecer
varios problemas a la vez, que algunos, actuando como causas, inician reacciones, y otros,
los gatilladores, desencadenan los mismos, así que bajo esa perspectiva, se le solicita a
Raquel que ejerza una priorización de sus problemas, destacando los que le reporten peores
resultados.
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Tras afirmar esto, Bernarda, adelantándose a una posible indicación tras apreciar
una mueca de Raquel, afirma que le encantaría dejarnos conversar a solas, pero que ya no
confía en su hija, por lo que seguramente relataría los hechos a su manera, lo cual,
interpretando, sería más de los mismo y no ayudaría a obtener una solución a éste problema
de larga data. Consultando a Raquel sobre este punto, con un gesto respondió que no le
afectaba que madre continuase en sesión.
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Redefinición terapéutica.
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• Se deja patente que desde la visión de las fases del cambio, Raquel se
encuentra en la fase de contemplación (Prochaska, 1999), y que la relación
es de tipo “demandante” (Berg y Miller, 1996), debido a que terapeuta y
paciente, juntos, identifican una dolencia o objetivo de tratamiento, pero no
se han clarificado aún los pasos concretos que necesita para producir una
solución.
• Se hace la distinción de que Raquel es tratada, incluso más que como una
adolescente, como una niña por parte de su madre, pero se opta por no
verbalizar este pensamiento, sopesando su efecto “socavador” en la paciente,
y evitando que este se convierta en un comentario anti terapéutico (de
Shazer, 2005).
Sin dejar mayor espacio para el silencio, ni esperar alguna pregunta de parte del
terapeuta, la paciente afirma: “Es raro, pero después de esto me siento mucho mejor
(intento de suicidio)… ¡no sabría explicar el porqué, ahora no siento tanta angustia!”. Tras
reparar en lo anterior, se indaga en la (s) excepción (es) que ella aprecia en la regla general
de interacción familiar, a lo cual responde que para que efectivamente se logren momentos
de armonía familiar ella debe mentir distorsionando algún hecho para tranquilidad de su
familia (especialmente a padres), acto que con regularidad genera mayores problemas que
los que inicialmente se esperaba evitar: “¡Debo ocultar o inventar cosas para que a veces
se hable o no se discuta en la casa, pero desde hace tiempo que todo termina peor de cómo
estaba al principio!”.
Para finalizar reunión se le solicita a Raquel -como tarea- que repare en por qué cree
que debe intervenir no tanto en la relación familiar, sino en la relación de sus padres (antes
se le recalca su rol mantenedor de la homeostasis, ante todo con respecto a padres), a su
sabido costo de quedar como alguien poco confiable, imagen que ella se había esmerado en
construir y mantener por más de diez años. Antes de que abandone el box, y sin consultar lo
sucedido entre sesiones a este particular, se le solicita que se esfuerce por no dejar de
mentir y así no alterar su reacción acostumbrada ante el menor conflicto, recordándole el
coste que le podría traer al no estar preparada para un eventual cambio.
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Raquel es acompañada por madre, a quien se le solicita esta vez quedarse por más
tiempo en sesión para chequear perspectiva personal sobre evolución de caso y contestar un
par de preguntas en particular. Comenta que ha visto mucho mejor a hija, “con más ánimo y
más fuerza”, destacando tranquilidad general en clima familiar.
Se les explica a ambas en qué consiste una Pregunta de Escala (Berg y de Shazer,
2001) y se plantea de la siguiente forma: “Miren, vamos a usar una escala que va del uno
al diez, en donde el uno es como peor puede sentirse alguien, algo así como lo que llaman
tocar fondo, y el diez lo mejor; el estado ideal en que a uno le gustaría estar. Tomen como
parámetro el estado en que se encontraba Raquel antes de venir a terapia, ese sería el uno.
Así, del uno al diez: ¿en qué número se encuentra actualmente Raquel?”
Se decide comenzar escuchando a Bernarda, dejando claro que las respuestas son en
referencia a Raquel. Una vez formulada, la madre responde que la hija está en un siete,
evidenciando y valorando cambio (menciona vagamente que no la ha sorprendido en
mentiras), destacando su buen ánimo y menor irritabilidad (“está menos gritona y
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Raquel por su parte se evaluó con un seis, “ya que cuando estoy sola igual me
deprimo a veces, si no me pondría un número más alto”. Entre los factores que la han
ayudado en esta alza emergen el giro hacia la afectividad de su padres, el saber de la
estabilidad (económica) de hijos y el darse cuenta, de a poco, que puede realizar cambios
en ella y su entorno si se lo propone. Además, da una opinión que reflejaría el por qué del
estado actual de la relación, que a la vez pueda ser una condicionante a futuro: “Mi mamá
está tan preocupada por mí que ni siquiera tiene tiempo para deprimirse... fuma igual pero
no la he visto tomar (beber). Ahora incluso no tiene problemas para dormir” Sin decir
mayor palabra, su madre asintió con un gesto. Con respecto a lo que faltaría para continuar
alza en la escala, sugiere que continuar contando con el apoyo de padres es fundamental,
junto con lograr mayor independencia y autonomía económica, por lo que ve seria la
posibilidad de completar su Enseñanza Media; también lograr estabilidad laboral,
pensando, afirma, en vivir junto a hijos.
Antes de dar por finalizada sesión, se le consulta a Raquel si queda algo que
comentar, algún hecho en particular digno de atención, señalando el cambio percibido en
padres con respecto a ella: “se ha dado lo que esperaba hace tiempo y para lo cual yo
cometía error tras error; ellos se demuestran más afectivos y cariñosos entre ellos y
conmigo...”. Resalta además que (para lograr cambio) el comportamiento de los miembros
de la familia ha sido más afectivo por sobre lo castigador que acostumbraba a ser.
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4.4. SESIÓN IV
Consultada sobre la (s) excepción (es) (entendida como “cualquier cosa que no esté
incluida en la regla de la queja”, de Shazer, 2005, p. 115) en el día a día de su núcleo
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Se le hace ver lo sorprendido por el cambio demostrado, la claridad con que ahora
aprecia su comportamiento y sus efectos, y el hecho que haya podido encontrar otra
conducta sin necesidad de distorsionar y falsear información, cualquiera sea ésta (se le
elogia a la manera planteada por de Shazer et al., 1986, ayudándola a verse a sí misma
como una persona normal con dificultades normales). Se concuerda en la evidente mejoría
y se proyectan metas a lograr en el futuro próximo, aconsejándole, nuevamente, lentitud en
su accionar.
4.5. SESIÓN V
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1] El día lunes diez de marzo del año 2008 se entabla una conversación con
Bernarda en Establecimiento de Salud, quién de inmediato hace referencia a su nuevamente
precario estado de salud, haciendo clara alusión a sus oscilaciones anímicas. Antes de ser
consultada por información puntual, afirma que Raquel lamentaba el no poder seguir
asistiendo a controles terapéuticos, porque el horario de trabajo se lo impedía; había
comenzado a realizar funciones de Asesora del Hogar para turistas del Lago Vichuquén.
Durante la temporada estival -señala- la relación entre los integrantes de la familia había
transcurrido de inmejorable manera, primando un clima de abierto diálogo y humor. Raquel
lamentaba más -continúa- el no poder retomar controles de manera indefinida, debido a que
había sido tan bien evaluada por los patrones, que le ofrecieron trabajo puertas adentro en
Santiago.
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En relación al alta y su mantención, el hecho que Raquel haya podido cumplir con
uno de sus principales objetivos, y además la mantención que significa el irse a trabajar a
Santiago implica, a un modo de ver, la consecución de dos logros: a) romper con su pauta
acostumbrada de funcionamiento, que apareja dejar atrás frustraciones, profecías auto-
cumplidas, continuos fracasos, y ante todo, salir del circulo vicioso de la dinámica familiar;
y b) verse como una persona normal con problemas, capaz de hacerle frente a los avatares
de su vida y que además tiene la capacidad de salir airosa, aunque esto le lleve más tiempo
del deseado.
Con la intención de hacer un breve post análisis de los postulados que estuvieron
presentes en el armado del proceso de psicoterapia llevado en conjunto con Raquel, se
comienza diciendo que se tiene en atenta consideración el hecho que la clase de problemas
que las personas llevan a terapia (cotidianos, fortuitos de la vida en su mayoría), persisten
solamente si son mantenidos por el comportamiento de ellos mismos y con quienes
interactúan; si ese comportamiento que mantiene el problema es cambiado apropiadamente
o eliminado, el problema se resolverá o desaparecerá, sin importar su naturaleza, origen o
duración (Weakland et al., 1974).
En palabras de Karl Tomm (1988, p.3): “[…] el que un terapeuta haga ante todo
preguntas y se abstenga de hacer afirmaciones, […] ayuda a que los clientes sean
estimulados a reflexionar sobre sus problemas por su propia cuenta. Esto fomenta la
autonomía de los clientes y permite a los miembros de la familia un mayor sentimiento de
logro personal cuando se produce cambio terapéutico, en vez de inducir dependencia del
conocimiento especializado del terapeuta”. Para complementar lo anterior, se aprecia que
sin una meta, (común del cambio, Miller et al., 2004) cualquier terapia podría convertirse
en un esfuerzo de larga duración (de Shazer et al., 1986).
A modo de evaluación final del tratamiento (Weakland et al., 1974), esta se hace
desde la respuesta a dos interrogantes: ¿El comportamiento ha cambiado según lo
planeado? ¿Se ha aliviado la queja? En vista de los resultados, la respuesta a ambas
preguntas es Sí.
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