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Reporte de lectura de La idea de la fenomenología, Segunda lección, por Edmund Husserl

Diego Magaña

La crítica del conocimiento se presenta como una puesta en tela de juicio del mundo mismo, de la
naturaleza desde la perspectiva física y psíquica, así como los conocimientos de las ciencias referidas
a dichos ámbitos. Pero la epojé que esta crítica pone en marcha no significa comenzar a poner en
duda las referidas cuestiones para luego admitirlas o rechazarlas, sino que implica la continuidad de
tal ejercicio de duda. Así, con todo conocimiento científico puesto en duda, la crítica del
conocimiento habrá de requerir un nuevo tipo de conocimiento que no le venga de forma previa,
sino que sea obtenido por ella misma dentro de su propia actividad.

La paradoja que genera el intento de admitir previamente un ser que es en sí y que además, y al
mismo tiempo, es conocido por la ciencia, no impulsa a la búsqueda de un ser que nos sea dado en
sentido absoluto. Dado en sentido absoluto se refiere a libre de dudas, pero la duda nunca es
posible de modo absoluto, como bien descubrió Descartes. Ahora bien, si la duda no es posible en
sentido absoluto ello se debe a que a mis propias cogitationes no pueden ser objeto de duda en
cuanto tengo certeza de que efectivamente están siendo pensadas por mí. Así, la vivencia intelectual
en general puede convertirse en objeto de la intuición pura y pasar a ser, de este modo, dato
absoluto que, en tanto tal, puede ser fundamento último para la teoría del conocimiento en el
sentido fenomenológico propuesto.

Una metafísica como ciencia del ser en sentido absoluto depende en buena medida de la posibilidad
de dación originaria y absoluta de la percepción de la vivencia intelectual como conocimiento
inmanente. Es precisamente este carácter de inmanente lo que permite caracterizar a este
conocimiento como dado absolutamente, toda vez que queda liberado del carácter enigmático de
la trascendencia del conocimiento científico-objetivo que no contiene como ingrediente a su propio
objeto de conocimiento en el acto mismo de conocer. Un segundo sentido de trascendencia, ahora
bien, clarifica el sentido más propio de la inmanencia referida a la dación absoluta. Así, podemos
adjudicar el carácter de trascendente a todo conocimiento que no intuye por sí mismo sus objetos
de conocimiento. De modo que la inmanencia implica un intuir de sus objetos de forma originaria.

Ambos sentidos de la trascendencia suelen asociarse y confundirse antes del arribo de la mirada de
un análisis gnoseológico. Lo cierto es que, tomando ambos sentidos, uno puede entender la
trascendencia en su sentido más ambiguo, más amplio, y a partir de ella intentar proponer una
primera caracterización de la crítica del conocimiento el intento por resolver el problema de la
trascendencia en general.

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