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Reporte de lectura de La crisis de la ciencias europeas y la fenomenología trascendental, §34 - §38,

por Edmund Husserl

Diego Magaña

La tarea del «mundo de la vida» exige tratamientos científicos, pero de un tipo de cientificidad
auténtico, diferente al de las ciencias físico-matemáticas. Se trata de una ciencia que tome como
punto de partida la «intuición meramente subjetivo-relativa» que se despliega en el mundo pre-
científico. Como reino de lo subjetivo, el mundo de la vida es el reino de las evidencias originarias,
de lo dado inmediatamente como evidente para la intuición, con respecto a lo cual el mundo
científico-objetivo es mera abstracción. En miras a la posibilidad de la apertura de la ciencia de lo
subjetivo, es necesario alcanzar la evidencia última que mantiene abierto lo evidente de lo dado
en el mundo de la vida y que, además, es el fundamento oculto de la ciencia objetiva. De modo
que el mundo de la vida, como fuente directa o indirecta de toda posible evidencia, subjetiva u
objetiva, pasa a ser el problema central y fundamental del pensamiento filosófico.

En tanto el problema del mundo de la vida reclama su primacía y autonomía como problema
universal, nos encontramos en la situación de no ser capaces de dar cuenta por completo la
manera en que una ciencia del mundo de la vida pueda efectivamente cobrar tal autonomía, pues
como ciencia radicalmente nueva, no puede partir de supuestos, métodos o ‘logros’ de las ciencias
que ella misma se dispone a fundamentar. Sin embargo, sí es posible presentar una propuesta
metodológica compuesta de diversos pasos pero que, sin embargo, comparten el carácter de la
epojé: el primer paso ha sido ya someramente trazado en los desarrollos previos, pero consiste en
ejecutar una epojé de las ciencias objetivas, de sus pretensiones teoréticas, así como las
actividades y herramientas de que se valen para la consecución de sus intereses. La epojé
constituye un cambio de actitud equiparable a una conversión religiosa, que sin embargo no
afecta en absoluto el trabajo ni el desarrollo de las ciencias positivas en cuanto tales, pero sí
rechaza su condición hegemónica en el campo del conocimiento y de las evidencias.

El mundo de la vida es el horizonte de toda experiencia posible, el espacio en que se desarrollan


nuestras vidas diarias de forma ante-científica, el dónde de todas las cosas. Dependiendo de qué
punto específico en el planeta seleccionemos, la configuración de tal mundo habrá de cambiar
según los hábitos, las costumbres, los conocimientos que se acepten como verdaderos, etc.,
dependiendo de la región correspondiente, dando como resultado el carácter subjetivo de cada
configuración de mundo que, no obstante, se sostiene sobre una base universal de estructuración
de mundo en tanto que mundo, que no es subjetiva. El mundo de la vida es mundo de la vida
antes de que cualquier forma de mirada científica se posee sobre él. Esta condición de a priori del
mundo de la vida no sólo le guarda de la pretensión de objetivación por parte de las ciencias
positivas, sino que le distingue del a priori de tales ciencias, que se concibe como el conjunto de
presupuestos que cada científico asume incuestionadamente en su labor científica y sobre los
cuales erige el edificio de su conocimiento. El sentido del a priori universal del mundo de la vida
requiere de ser explicitado en tanto que el a priori de las ciencias lógico-matemáticas encuentra
en el primero su fundamento.
Una caracterización general del mundo de la vida nos muestra que el mundo es lo ya siempre ahí,
pero cuyo ahí tiene un sentido fundamentalmente distinto del de la cosa ahí. La conciencia de
mundo y la conciencia de la cosa se constituyen de formas distintas, pero ellas se complementan
mutuamente. El estar despierto es estar ya siempre consciente del mundo como horizonte; la
conciencia del mundo es conciencia de la condición de posibilidad de aparición de lo ente,
mientras que la conciencia de la cosa es conciencia de lo algo ya siempre ahí en el mundo. Pero
este estar despierto no puede tener lugar para alguien que se conduzca en la actitud ingenuo-
natural, en un mero habitar el mundo. Es un una actitud temática que no se limite al mero estar
dentro del mundo la que posibilita este estado de despierto; se trata de tematizar los modos de
pre-darse del mundo que posibilita a su vez los modos de darse de las cosas del mundo en tanto
entes intramundanos.

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