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Autor: OddíKá
La semana santa es un período de aproximadamente siete días, durante el cual se recuerdan los hechos
relevantes de la Vida, Pasión y Muerte de la manifestación personal del Espíritu del Cristo en la Tierra, a
través de la persona física de nombre Jesús, un evento histórico que la Iglesia Católica hizo parte de sus
tradiciones.
Es aparente que el término Semana Santa y su significado, son expresiones netamente católicas, y es
solo una apariencia que se explica por el hecho de que ha sido la Iglesia Católica quien ha promovido
todo lo que en cuanto a divulgación y celebraciones, se relaciona con la Semana Santa.
El contenido y significado de la Semana Santa no son privativos de la Iglesia Católica ni de la doctrina
católica. Porque su contenido y su significado se refieren a hechos que tienen que ver con toda la
Humanidad, incluso con el entorno natural de todo el planeta, sin importar la fe religiosa de las personas,
y sin importar que las personas carezcan de fe religiosa. Todos por igual, son susceptibles de ser
afectados para mal o para bien, por las evoluciones espirituales que se ponen en marcha durante este
corto período de tiempo, aunque no sean conscientes de esto, incluso aunque mueran creyendo que no.
Porque la doctrina que revela las enseñanzas del Espíritu del Cristo en la Tierra, es la doctrina cristiana,
no es la doctrina católica.
Porque la doctrina cristiana, que es la doctrina que revela las enseñanzas del Espíritu del Cristo en la
Tierra, es anterior a la doctrina católica.
Porque para cuando la Iglesia Católica nació, ya el Espíritu del Cristo se había manifestado en la Tierra
en múltiples ocasiones, en diversos tiempos y lugares.
Y porque las enseñanzas cristianas no están comprometidas con una forma de culto en particular, sino
que se acercan y se mezclan con todos los grandes cultos que fructificaron a través de los tiempos.
¿Cómo se podría definir o concebir a la Semana Santa, sin vincularla con la doctrina católica?
La Semana Santa es un período de aproximadamente siete días, durante el cual, el Cielo proyecta hacia
la Tierra, efectos del recuerdo del tiempo en que el Creador descendió y vivió en la comunidad humana,
compartiendo con ellos su mundo físico, y su mundo emocional y de relaciones sociales.
Pero la tradición católica asegura que fue el Hijo de Dios el que descendió...
Porque la tradición católica enseñó a medias, las pocas verdades que enseñó.
Fue elegida un alma, la que encarnó en la persona que fue llamado Jesús, hijo de María. Y este niño
nacido de manera especial y anunciada, fue preparado desde su nacimiento, durante su infancia, durante
su adolescencia, durante sus años mozos, para una misión espiritual y social excepcional.
La misión de este hombre sería servir de vehículo, prestar su cuerpo físico, para que a través de él,
durante los años de su vida, se manifestara en determinados momentos, el Espíritu del Dios Creador, y
para que se manifestara en determinados momentos, el Espíritu de una entidad muy elevada de la
Creación, que tiene la regencia de este mundo, y que es Hijo del Dios Creador. De manera que, el Padre
(el Dios Creador) y el Hijo (la entidad regente de este mundo) se manifestarían a través del cuerpo físico,
hablarían a través de la boca, viajarían a través de los pies, y trabajarían a través de las manos, de la
persona de nombre Jesús.
¿Y esto de que el Dios Creador se manifiesta en la Tierra a través de una persona física, es un concepto
coherente con las enseñanzas de Orísha y de Ifá?
Sí lo es. Es ese un concepto que fue enseñado por la tradición cubana de Ifá.
Lo relacionado con la manifestación personal del Dios Creador entre las comunidades humanas, puede
comenzar a entenderse cuando se entiende el significado de la palabra Cristo.
Cristo no es una persona. Cristo es un nivel muy alto de conciencia y de desarrollo evolutivo, al que
pertenecieron y pertenecen muchas entidades que se presentaron en persona, en este mundo.
Cristo es lo más cerca de Dios, con lo que pueden interactuar personalmente y directamente, las
comunidades humanas actuales.
Otra manera de decir lo mismo: Lo más cerca del nivel en el que se mueve el Dios Creador y con lo que
pueden comunicar las comunidades humanas actuales, la visión más cercana de Dios, la percepción
sensorial más cercana de Dios a que pueden acceder, es la visión, es la percepción, de alguien que se
mueve en el nivel del Cristo.
Porque por encima del nivel del Cristo, hay otros niveles de energía, hay otras entidades y otras formas
de conciencia, aún antes de llegar a la cúpula de jerarquías representada en el Dios Creador. Pero esas
entidades procesan una energía tan evolucionada, con una luminosidad tan abrumadora, que de
presentarse tal como son, entre las comunidades humanas que habitan los mundos de la Creación que
tienen un nivel evolutivo inferior al nivel del Cristo, causarían la aniquilación de todos sus miembros,
porque el sistema energético personal de las personas en su actual estado de evolución, no está
habilitado para interactuar directamente con esas entidades y sobrevivir a ese encuentro.
De manera que, si el Dios Creador, o cualquiera de las entidades que habitan los planos de la Conciencia
Universal superiores al nivel del Cristo, quisieran descender a Aiyé, el mundo de las formas físicas,
personalmente como personas que son, e interactuar directamente con la Humanidad del planeta, deben
necesariamente presentarse en el nivel de conciencia cósmica que corresponde al Espíritu del Cristo.
Esto es equivalente a vestirse con una escafandra energética que les permite ralentizarse, des-
acelerarse, y pasar por un reajuste de frecuencias. Solo así pueden entrar en el cuerpo de una persona
física de este mundo, solo así pueden vivir una vida humana entre los demás, y solo así pueden
interactuar con los demás, sin dañarles.
En el cuerpo de la persona de nombre Jesús se manifestó personalmente el Dios Creador, y en otros
momentos se manifestó personalmente el Hijo de Dios, como ha sido explicado, además de que, como es
obvio, se manifestó el mismo Jesús, como hombre.
De manera que, los hechos contenidos en la Pasión y Muerte de Jesús, el Cristo, fueron hechos
provocados al Espíritu del Dios Creador. Porque cuando torturaron con saña al cuerpo físico de Jesús,
cuando le injuriaron y le mataron, lo que hicieron no lo estaban haciendo a Jesús. Lo estaban haciendo al
Padre (el Dios Creador) y al Hijo (el espíritu regente de este mundo, que compartía por momentos el
cuerpo de Jesús, alternándose con el Padre, y con el mismo Jesús).
Esa es la trascendencia de la epopeya única que se conmemora cada año en Semana Santa, y la razón
por la que esta epopeya supera en gravedad y en consecuencias, a cualquier episodio histórico anterior, o
posterior, de violencia, de hechos de sangre, y de muertes colectivas. Porque en este caso, estaban
haciéndoselo directamente a la persona del Dios Creador.
El cuerpo de enseñanzas sagradas de Ifá que fueron legadas a la posteridad en tierras cubanas,
documenta que en los códices de Óddun Obbára Mélli (Obbára-Obbára): Nace el dogma de la entrada al
mundo de entidades de otro mundo, mediante las personas vivas.
Y documenta que en los códices de Óddun Oragún (Ofún-Ofún): Nace el mito de las visitas de Olófi.
Y con respecto a la épica de la Pasión de Jesús el Cristo, la tradición cubana documenta que en los
códices de Óddun Ofún Funí (Ofún-Ojuáni):
- Nace el Calvario, y el peregrinaje por el mismo
- Nace el secreto de los paños de Ósha sobre la cabeza consagrada
Sobre esto último, vale decir que los rituales que se efectúan con los paños de Ósha sobre la cabeza de
la persona que está siendo consagrada, se basan en el mismo misterio ancestral, por el cual la imagen
del cuerpo físico quedó grabada en el sudario; el mismo misterio por el cual, cuando la sacerdotisa, la
venerable María de Magdala, secó con un paño blanco el rostro sudado y ensangrentado de Jesús,
cuando este cargaba el madero transversal de la cruz camino al Gólgota, la imagen del rostro de Jesús
quedó grabada en el paño.
Los días en los que se produjo la detención, el enjuiciamiento, la tortura y la muerte provocada de la
manifestación personal del Espíritu del Cristo en la Tierra, son días en los que prevaleció el Mal sobre el
Bien, son días en los que las fuerzas tenebrosas de la Creación tienen impunidad para operar con libertad
en el mundo de las personas vivas, así como en el mundo de los muertos. Y eso es lo que está escrito e
inscrito en el Astral, en el Techo del Mundo. Y una consecuencia de eso, es que cada año, el Cielo
devuelve el reflejo de esa epopeya hacia la Tierra.
Esto significa la proyección de efectos de esa epopeya, que generarán efectos en el mundo personal de
las comunidades, ya sea que crean o no, en estas concepciones de la vida y de la Espiritualidad.
Y es por todo lo que se ha explicado, que quienes establecieron las normas del Culto a Orísha en tierras
cubanas, advirtieron con insistencia sobre la importancia de prestar atención a estos días sagrados y
especiales.
Siempre se ha creído que ellos celebraban o se referían a estos días como una manera de adaptarse al
culto católico que les fue impuesto, como una forma de sincretismo. Pero es que el sincretismo no ha sido
bien entendido, puesto que su importancia ha sido minimizada al hecho de ser considerado la expresión
de un mecanismo de adaptación.
Reitero que, quienes establecieron las normas del Culto a Orísha en tierras cubanas, advirtieron con
insistencia sobre la importancia de prestar atención a estos días sagrados y especiales, más allá de la
apariencia exterior, de la hipocresía o de la diplomacia para sobrevivir en un medio que no fue diseñado
para que sobrevivieran sus creencias, más allá de eso.
Puertas adentro, en la intimidad y seguridad de sus humildes casas, en la confianza que le inspiraban sus
familiares de sangre y sus familiares religiosos, cuando no tenían que decir lo que otros querían que
dijeran, ellas y ellos advirtieron con insistencia sobre la importancia de prestar atención a estos días
sagrados y especiales.
Una prueba de que ellas y ellos no enseñaron estas creencias, precisamente para ajustarse a lo que
decía el régimen católico, está en que ellas y ellos enseñaron a tomar precauciones, y a efectuar
actividades en esos días especiales, que jamás enseñaron las autoridades católicas.